Abel T. Nightroad
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Noche intensa, el joven Abel dedica la mayor parte de la noche al entrenamiento, como siempre, dedicado al máximo. Como ha tenido que trabajar durante todo el día y no ha tenido tiempo se puso a entrenar pasada la cena. Es una de las cosas que le queda de su infancia, la dedicación, su maestro detestaba la carencia de esfuerzo en aprender, aquellos que buscan atajos, caminos fáciles, no son merecedores del estilo de la cascada. Abel nunca buscó el camino fácil, siempre le dedica mínimo tres horas de entrenamiento diario a fortalecer su musculatura, mejorar sus reflejos y en general, su dominio de las espadas. Su maestro aún puede derrotarle con extrema facilidad, y es un hombre que parece estar decepcionado continuamente con el avance de sus alumnos. Al parecer, las generaciones posteriores a Nightroad no fueron muy dedicadas, ni talentosas tampoco. La última vez que habló con su mentor estaba desesperado por la falta de coordinación de la gran mayoría de sus alumnos, los cuales apenas podían manejar una espada sin cortarse, como para enseñarles a manejar el estilo.
~ Tengo que ser más fuerte. Tengo que superar a mi mentor. Tengo que cumplir con mi misión. ~ Dice el joven mientras el sudor se desliza por el rostro del marine, ya acabando con el turno de entrenamiento de esa noche. Justo en el banco donde se encuentran las cosas que el joven traía de la cena se puede ver a un animal rojo, portando una guadaña, por esa noche Abel se centró en los katas, pero normalmente entrena peleando contra su amigo fiel, Kiitsu, experto en el manejo de la guadaña, aunque normalmente no se creen que eso sea posible.
Tras recogerlo todo se marcha a dormir, al día siguiente libra y dedicaría gran parte del mismo a entrenar, además de algún que otro paseo para tranquilizar su espíritu, y porque no, buscar algunos puzles que pueda resolver.
En cuanto raya el alba Kiitsu se pone a lamer al joven Abel, despertándolo con buen humor, pues solo cumple con la directriz del propio marine, no quiere desperdiciar ni un solo minuto de cada día, el entrenamiento diario es la base de la mejora en su clan. El joven se viste con la presteza habitual en él y baja a desayunar en la cafetería del cuartel, pues la mañana será para preparar su espíritu y mente para el arduo entrenamiento al que se someterá durante la tarde. El joven se sirve un desayuno completo, una taza de café, una tostada, algo de cereales, un vaso de zumo y un poco de bacon con huevos. Además, una pieza de carne para Kiitsu, de lo contrario estaría corriendo por todo el lugar con un humor horrible.
Tras desayunar el joven se marcha del cuartel, sus pasos son seguidos por Kiitsu que porta consigo su guadaña. Una combinación terrible, un espadachín veloz y una comadreja que maneja de forma asombrosa una guadaña. Además, suelen entrenar el uno con el otro, por lo que se compenetran perfectamente, y están más que acostumbrados el uno a la fuerza del otro, pudiendo elaborar un plan de ataque acorde a la situación y las capacidades de cada uno.
El paseo comienza con tranquilidad, las gentes del lugar ven a un joven vestido de samurái deambular por las calles, pero los que son de allí saben que es un joven marine, aunque nunca vista como tal sí que trabaja como marine, incluso más que muchos de los que visten el uniforme. - Buenos días Abel-san. – Dice uno de los tenderos del lugar sonriendo, seguido por varios más.
~ Buenos días Irvin-san, espero que sea un buen día para el negocio. ~ Responde, y repite con todos los que le saludan. La verdad es que es consciente de que si los lugareños están contentos con sus modales no tendrán problema en ayudarle cuando lo necesite.
- Buenos días Abel-san, te ves hermoso como cada mañana. – Dice una dulce voz femenina, y la dueña de dicha voz es una muchacha cuya belleza rivaliza a la de cualquier musa que uno pueda imaginar. Unos profundos ojos ambarinos en un rostro de tez morena, como si de dos estrellas en el cielo se tratara. Cubriendo parte de ese moreno se ve una hermosa melena rubia, casi como hilos de oro que relucen con cada rayo de sol que impacta en sus cabellos.
Abel simplemente sonríe y le regala un pequeño puzle, cada día siguen la misma rutina, la chica va al encuentro del marine a ver que puzle tiene para ella, una amante más del bello arte de resolver puzles. De pronto un grito llama la atención del marine, proviene de una casa cercana, se ve que también intriga a la chica, y la preocupa, pues sale corriendo como si su vida dependiera de ello. Abel no duda en seguirla, ese no es un comportamiento habitual en Rosalind.
~ ¿Qué ocurre Rosalind? ~ Pregunta, aunque cuando ve el panorama la respuesta es más que evidente. Un hombre de aspecto extraño está frente al marine con un cuchillo apuntando al cuello de una jovencita rubia, seguramente la hermana pequeña de Rosalind.
- Paga lo que nos debe su hermano o tu hermanita dejará este mundo. – Dice el hombre, al que parece ser que el hermano mayor de las chicas debe dinero. Lo extraño es que cobren a dos muchachas antes de ir a buscar al deudor directamente. Esa escena trastoca a Abel, el recuerdo de su hermana nubla los demás sentidos, tiene que evitar que Rosalind pase por lo mismo que él.
El joven desenvaina y envaina rápidamente una de sus katanas, dirigiendo la onda sonora causada hacia el tipo que amenaza a la jovencita. En el momento en que ese sujeto lleva las manos a los oídos para tratar de aliviar el dolor causado por el pitido, Abel se coloca tras él. ~ No debiste amenazar a una jovencita inocente, ahora serás tú el que abandone este mundo… Susurra Abel mientras su filo se desliza por la garganta del criminal que acaba muerto
En ese instante llega un hombre rubio, de profundos ojos azules. Alertado por un vecino el teniente Maxwell volvió corriendo a su casa. - Muchas gracias recluta, toma, como premio por tu valentía y tus labores protegiendo a civiles, y mis agradecimientos por salvar a mis hijas. – Dice el teniente entregándole un sobre con una invitación a una especie de reunión marine, o algo así ponía. Abel agradece y se marcha tras saludar como es debido al teniente.
~ Tengo que ser más fuerte. Tengo que superar a mi mentor. Tengo que cumplir con mi misión. ~ Dice el joven mientras el sudor se desliza por el rostro del marine, ya acabando con el turno de entrenamiento de esa noche. Justo en el banco donde se encuentran las cosas que el joven traía de la cena se puede ver a un animal rojo, portando una guadaña, por esa noche Abel se centró en los katas, pero normalmente entrena peleando contra su amigo fiel, Kiitsu, experto en el manejo de la guadaña, aunque normalmente no se creen que eso sea posible.
Tras recogerlo todo se marcha a dormir, al día siguiente libra y dedicaría gran parte del mismo a entrenar, además de algún que otro paseo para tranquilizar su espíritu, y porque no, buscar algunos puzles que pueda resolver.
En cuanto raya el alba Kiitsu se pone a lamer al joven Abel, despertándolo con buen humor, pues solo cumple con la directriz del propio marine, no quiere desperdiciar ni un solo minuto de cada día, el entrenamiento diario es la base de la mejora en su clan. El joven se viste con la presteza habitual en él y baja a desayunar en la cafetería del cuartel, pues la mañana será para preparar su espíritu y mente para el arduo entrenamiento al que se someterá durante la tarde. El joven se sirve un desayuno completo, una taza de café, una tostada, algo de cereales, un vaso de zumo y un poco de bacon con huevos. Además, una pieza de carne para Kiitsu, de lo contrario estaría corriendo por todo el lugar con un humor horrible.
Tras desayunar el joven se marcha del cuartel, sus pasos son seguidos por Kiitsu que porta consigo su guadaña. Una combinación terrible, un espadachín veloz y una comadreja que maneja de forma asombrosa una guadaña. Además, suelen entrenar el uno con el otro, por lo que se compenetran perfectamente, y están más que acostumbrados el uno a la fuerza del otro, pudiendo elaborar un plan de ataque acorde a la situación y las capacidades de cada uno.
El paseo comienza con tranquilidad, las gentes del lugar ven a un joven vestido de samurái deambular por las calles, pero los que son de allí saben que es un joven marine, aunque nunca vista como tal sí que trabaja como marine, incluso más que muchos de los que visten el uniforme. - Buenos días Abel-san. – Dice uno de los tenderos del lugar sonriendo, seguido por varios más.
~ Buenos días Irvin-san, espero que sea un buen día para el negocio. ~ Responde, y repite con todos los que le saludan. La verdad es que es consciente de que si los lugareños están contentos con sus modales no tendrán problema en ayudarle cuando lo necesite.
- Buenos días Abel-san, te ves hermoso como cada mañana. – Dice una dulce voz femenina, y la dueña de dicha voz es una muchacha cuya belleza rivaliza a la de cualquier musa que uno pueda imaginar. Unos profundos ojos ambarinos en un rostro de tez morena, como si de dos estrellas en el cielo se tratara. Cubriendo parte de ese moreno se ve una hermosa melena rubia, casi como hilos de oro que relucen con cada rayo de sol que impacta en sus cabellos.
Abel simplemente sonríe y le regala un pequeño puzle, cada día siguen la misma rutina, la chica va al encuentro del marine a ver que puzle tiene para ella, una amante más del bello arte de resolver puzles. De pronto un grito llama la atención del marine, proviene de una casa cercana, se ve que también intriga a la chica, y la preocupa, pues sale corriendo como si su vida dependiera de ello. Abel no duda en seguirla, ese no es un comportamiento habitual en Rosalind.
~ ¿Qué ocurre Rosalind? ~ Pregunta, aunque cuando ve el panorama la respuesta es más que evidente. Un hombre de aspecto extraño está frente al marine con un cuchillo apuntando al cuello de una jovencita rubia, seguramente la hermana pequeña de Rosalind.
- Paga lo que nos debe su hermano o tu hermanita dejará este mundo. – Dice el hombre, al que parece ser que el hermano mayor de las chicas debe dinero. Lo extraño es que cobren a dos muchachas antes de ir a buscar al deudor directamente. Esa escena trastoca a Abel, el recuerdo de su hermana nubla los demás sentidos, tiene que evitar que Rosalind pase por lo mismo que él.
El joven desenvaina y envaina rápidamente una de sus katanas, dirigiendo la onda sonora causada hacia el tipo que amenaza a la jovencita. En el momento en que ese sujeto lleva las manos a los oídos para tratar de aliviar el dolor causado por el pitido, Abel se coloca tras él. ~ No debiste amenazar a una jovencita inocente, ahora serás tú el que abandone este mundo… Susurra Abel mientras su filo se desliza por la garganta del criminal que acaba muerto
En ese instante llega un hombre rubio, de profundos ojos azules. Alertado por un vecino el teniente Maxwell volvió corriendo a su casa. - Muchas gracias recluta, toma, como premio por tu valentía y tus labores protegiendo a civiles, y mis agradecimientos por salvar a mis hijas. – Dice el teniente entregándole un sobre con una invitación a una especie de reunión marine, o algo así ponía. Abel agradece y se marcha tras saludar como es debido al teniente.
En el interior del sobre hay una serie de coordenadas. Si logras encontrar el lugar pasas a la siguiente fase.
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