El sol empezaba a penetrar perezosamente por las ventanas, dejando apenas unas líneas de luz por donde estas se cortaban pero iluminando con fuerza la habitación en penumbra, que adquiría poco a poco un matiz dorado. Te sentías despejada, aunque parecía que el descanso no había bastado para tu cuerpo. Notabas los brazos débiles y apenas un hormigueo recorría tus piernas, que se sentían aplastadas debajo de la pesada cocha de color crema. Respirabas con pesadez, entrecortadamente, como si de pronto te hubieses olvidado de respirar. Tampoco enfocabas bien, de alguna forma. Veías todo borroso, rodeado de chiribitas. Siempre tenías la misma sensación después de disociar; volver era complicado. Necesitabas dormir un poco más. Rezongando un poco diste la espalda a la luz, dispuesta a ignorarla por un par de horas y dormir un poco más, pero te quedaste rígida de golpe, congelada en el sitio. Con los ojos abiertos como platos estuviste a punto de salir precipitadamente, con un chillido, pero conseguiste ahogarlo cerrando la boca para levantarte muy despacio, tratando de no mover el colchón ni lo más mínimo.
No se movió. Era de calidad, casi viscoso al mismo tiempo que duro. Tú no pensabas en lo cómodo de la cama, lo cálido o suave de la colcha ni en el bello amanecer. Ni siquiera en lo adorable que se veía Ely mientras dormía. Aunque en Ely sí que estabas pensando. Entraste apresuradamente al baño más lejano, un aseo para invitados del recibidor, y bloqueaste la puerta echando el cierre. Luego miraste detenidamente al espejo con fuego en la mirada, sin decir nada, completamente en silencio.
- ¿Qué pasa, Alice? -acabé por decir con los brazos en jarras.
¿Sabes? En realidad aunque el tema del espejo ayudaba bastante a reconocernos mutuamente, ver mis propios gestos en la persona con la que estaba hablando seguía resultando bastante incómodo. No sé si alguna vez habías pensado en eso, pero se trataba de un suceso un tanto extraño. En cualquier caso, tardaste un rato en responder. Querías meditar cada palabra que decías porque estabas segura de que si no pensabas con sumo cuidado acabarías estallando.
- ¿Cómo que qué pasa, Miles? ¡¿Qué hace esa zorra en mi cama?! -susurraste.
- Esa zorra se llama Ely, Alice. -Podía ver tu cara enrojecida por la furia-. Y está ahí porque me dio nosequé echarla después de acostarme con ella. No soy un monstruo, ¿sabes? A veces...
- ¡¿Que has hecho qué?! -Ahora sí habías gritado. Estoy seguro de que como no tuviese un sueño especialmente profundo la habrías llegado a despertar-. ¿Cómo que te has acostado con ella, Miles? ¿En este cuerpo?
Temblabas un poco. Yo, sin embargo, te miré con firmeza. O me miré con firmeza, qué sé yo ya.
- No tengo otro -contesté-. O no lo tenía la última vez que lo comprobé. ¿Te importaría no hacer un drama de todo esto?
- ¿Un drama? -preguntaste-. ¡Un drama! -exclamaste-. ¡Me has violado, Miles! Has hecho...
- ¿Perdona? -Chasqueé la lengua, molesto. Estaba empezando a enfadarme yo-. Este cuerpo también es mío, Alice, por mucho que te moleste. No me corto el pelo, no intento hacerme dueño de él y te dejo tomar la mayoría de decisiones... ¿Pero acaso tú me has tenido en consideración cuando te has querido acostar con alguien? ¿Alguna vez te ha importado si YO me sentía violado? ¿Qué pensaría de MI cuerpo obrando como solo tú querías?
- Eres...
- ¡Un trastorno! -te interrumpí-. ¡Sí, tu trastorno! ¡Tú me creaste, tú me necesitabas! Yo no he elegido nacer, Alice. Además, ni siquiera te importa lo que haya hecho. Solo te importa que sea ella. Deja de comportarte como una niñata, por favor.
No se movió. Era de calidad, casi viscoso al mismo tiempo que duro. Tú no pensabas en lo cómodo de la cama, lo cálido o suave de la colcha ni en el bello amanecer. Ni siquiera en lo adorable que se veía Ely mientras dormía. Aunque en Ely sí que estabas pensando. Entraste apresuradamente al baño más lejano, un aseo para invitados del recibidor, y bloqueaste la puerta echando el cierre. Luego miraste detenidamente al espejo con fuego en la mirada, sin decir nada, completamente en silencio.
- ¿Qué pasa, Alice? -acabé por decir con los brazos en jarras.
¿Sabes? En realidad aunque el tema del espejo ayudaba bastante a reconocernos mutuamente, ver mis propios gestos en la persona con la que estaba hablando seguía resultando bastante incómodo. No sé si alguna vez habías pensado en eso, pero se trataba de un suceso un tanto extraño. En cualquier caso, tardaste un rato en responder. Querías meditar cada palabra que decías porque estabas segura de que si no pensabas con sumo cuidado acabarías estallando.
- ¿Cómo que qué pasa, Miles? ¡¿Qué hace esa zorra en mi cama?! -susurraste.
- Esa zorra se llama Ely, Alice. -Podía ver tu cara enrojecida por la furia-. Y está ahí porque me dio nosequé echarla después de acostarme con ella. No soy un monstruo, ¿sabes? A veces...
- ¡¿Que has hecho qué?! -Ahora sí habías gritado. Estoy seguro de que como no tuviese un sueño especialmente profundo la habrías llegado a despertar-. ¿Cómo que te has acostado con ella, Miles? ¿En este cuerpo?
Temblabas un poco. Yo, sin embargo, te miré con firmeza. O me miré con firmeza, qué sé yo ya.
- No tengo otro -contesté-. O no lo tenía la última vez que lo comprobé. ¿Te importaría no hacer un drama de todo esto?
- ¿Un drama? -preguntaste-. ¡Un drama! -exclamaste-. ¡Me has violado, Miles! Has hecho...
- ¿Perdona? -Chasqueé la lengua, molesto. Estaba empezando a enfadarme yo-. Este cuerpo también es mío, Alice, por mucho que te moleste. No me corto el pelo, no intento hacerme dueño de él y te dejo tomar la mayoría de decisiones... ¿Pero acaso tú me has tenido en consideración cuando te has querido acostar con alguien? ¿Alguna vez te ha importado si YO me sentía violado? ¿Qué pensaría de MI cuerpo obrando como solo tú querías?
- Eres...
- ¡Un trastorno! -te interrumpí-. ¡Sí, tu trastorno! ¡Tú me creaste, tú me necesitabas! Yo no he elegido nacer, Alice. Además, ni siquiera te importa lo que haya hecho. Solo te importa que sea ella. Deja de comportarte como una niñata, por favor.
Elyria Priscraft
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Elyria se despertó algo más tarde. Estaba acostumbrada a madrugar, por trabajo, así que para una semana de vacaciones que se había permitido tener, quería disfrutarla y descansar. Además, ayer había sido un día largo. El viaje a Kyuka Land, todo el lío en la isla, corriendo de un lado a otro, el extraño combate con ese robot gigante gallego… Y claro, la noche de pasión con Miles. Oh. Cierto. ¿Seguiría siendo el mismo o se encontraría con Alice? ¿Habría visto todo lo que hicieron, o no recordaría nada? Esperaba que fuese lo primero, si no podría darse una situación un tanto incómoda.
Y llegó el grito, despertándola de su nube de pensamientos en sueños. O medio dormida, eso es lo de menos. El caso es que la despertaron con un maldito grito. Joder.
Entreabrio los ojos, luchando contra la luz de la mañana. No estaba acostumbrada a despertar con tanta iluminación. Aunque bueno, ni quería pensar en como sería la vida de alguien que solo pudiese ver oscuridad constantemente. Ojalá nunca acabase ciega por culpa de unas balas de barro corrosivo. Que ejemplo más específico, me pregunto si significara algo. Nah, tonterías.
Se sentó en el borde de la cama, mirando en la dirección de la que venían las voces. El baño. También buscó algo de ropa que ponerse, pero claro. No era su habitación. Ni siquiera podía tomar nada prestado, había una diferencia de altura considerable. Y joder, ahora que se fijaba, la suite es absurda e innecesariamente grande para ser una habitación de hotel. Ya le había sorprendido anoche, pero en ese momento estaba más atenta a otro tipo de cosas, la verdad.
En cualquier caso, se levantó, caminando en dirección al baño para abrir la puerta. Tenía que tranquilizarla un poco, al parecer estaba montando una escena por que se acostó con Miles. Y de alguna forma, estaban discutiendo. No sabía muy bien como, ni por qué necesitaban hacerlo en voz alta, pero eso sería preguntas para más tarde. Si no la echaban a golpes de la habitación, claro. Vale, definitivamente tenía que tranquilizarla. No le llamaba mucho la idea de ir por los pasillos desnuda en busca de su habitación.
Al ver que estaba cerrada con pestillo, dio unos golpecitos en la puerta del baño para llamar su atención, y poso una mano en sus caderas antes de hablar. No es como si ahora fuese a tener rayos X, pero en fin.
“¿Para que demonios te encierras si vas a ponerte a pegar gritos? No son horas, cielo.” Suspiró. “¿Te parece si sales y hablamos de esto como personas adultas y funcionales? Además, necesito tu ayuda. Solo tengo un neopreno roto, así que… Y antes de que te alteres, Miles ya me ha contado sobre vuestra situación, no tienes nada que esconder. Así que respira y sal de ahí, por favor.”
Y llegó el grito, despertándola de su nube de pensamientos en sueños. O medio dormida, eso es lo de menos. El caso es que la despertaron con un maldito grito. Joder.
Entreabrio los ojos, luchando contra la luz de la mañana. No estaba acostumbrada a despertar con tanta iluminación. Aunque bueno, ni quería pensar en como sería la vida de alguien que solo pudiese ver oscuridad constantemente. Ojalá nunca acabase ciega por culpa de unas balas de barro corrosivo. Que ejemplo más específico, me pregunto si significara algo. Nah, tonterías.
Se sentó en el borde de la cama, mirando en la dirección de la que venían las voces. El baño. También buscó algo de ropa que ponerse, pero claro. No era su habitación. Ni siquiera podía tomar nada prestado, había una diferencia de altura considerable. Y joder, ahora que se fijaba, la suite es absurda e innecesariamente grande para ser una habitación de hotel. Ya le había sorprendido anoche, pero en ese momento estaba más atenta a otro tipo de cosas, la verdad.
En cualquier caso, se levantó, caminando en dirección al baño para abrir la puerta. Tenía que tranquilizarla un poco, al parecer estaba montando una escena por que se acostó con Miles. Y de alguna forma, estaban discutiendo. No sabía muy bien como, ni por qué necesitaban hacerlo en voz alta, pero eso sería preguntas para más tarde. Si no la echaban a golpes de la habitación, claro. Vale, definitivamente tenía que tranquilizarla. No le llamaba mucho la idea de ir por los pasillos desnuda en busca de su habitación.
Al ver que estaba cerrada con pestillo, dio unos golpecitos en la puerta del baño para llamar su atención, y poso una mano en sus caderas antes de hablar. No es como si ahora fuese a tener rayos X, pero en fin.
“¿Para que demonios te encierras si vas a ponerte a pegar gritos? No son horas, cielo.” Suspiró. “¿Te parece si sales y hablamos de esto como personas adultas y funcionales? Además, necesito tu ayuda. Solo tengo un neopreno roto, así que… Y antes de que te alteres, Miles ya me ha contado sobre vuestra situación, no tienes nada que esconder. Así que respira y sal de ahí, por favor.”
- En eso te equivocas, Miles -dijiste, relajando el tono súbitamente. Tus labios estaban rígidos en una mueca tan neutra como iracunda y tus ojos llenos de rabia-. No me molesta solo eso. Pero para ti es muy fácil, ¿no? Tú siempre estás ahí, viéndolo todo, consciente de cada movimiento de tu cuerpo. Tú no te desvaneces con miedo a qué haga tu otro yo mientras no estás. -Llorabas-. ¡Eres un insensible, joder!
Unos golpecitos llamando a la puerta te pusieron alerta. Aspiraste de golpe, y el débil llanto cesó. Tenías lágrimas recorriendo tu rostro y un rubor extendido por las mejillas, con ojos vidriosos. Aun así, te mantenías erguida con regio porte. Respirabas despacio, muy despacio, tratando de calmarte, alternando tu mirada entre el pomo de la puerta y el espejo, que te mantenía el pulso por apenas unos segundos. Suspiraste, derrotada.
- No tengo fuerzas para esto, Miles -dijiste mientras tomabas un trozo de papel-. De verdad que no.
Te secaste las lágrimas cuidadosamente, sin hacer ningún ruido. Acercaste las esquinas al borde del ojo, extrayendo las que aún amenazaban con salir, y tiraste el papel al inodoro. Mientras el ruido de la cadena empapaba el baño te sentaste en la tapa, hecha un ovillo. Fueron unos segundos largos en un minuto eterno, contigo mirando hacia el tirador. No querías abrir, pero tampoco podías quedarte encerrada. No querías estar encerrada, en realidad. Mascaste bien tus emociones, respirando profundamente, y te erguiste de nuevo cuando el último golpe de agua terminó de llenar la cisterna.
Abriste la puerta. Allí estaba ella, alta como una torre con la mano en su cadera. No la recordabas tan alta, pero llevabas tacones en ese momento. Tampoco desnuda, aunque para ser justos te hizo sentir más incómoda la perspectiva de tu propia desnudez. Te había visto, en cualquier caso, por lo que tan solo parpadeaste con relativo nerviosismo. Era una situación un tanto incómoda, y aún tenías que conservar unas pocas fuerzas para no acabar gritándole también a ella. "Ha dicho que lo sabe", pensaste. No dijiste nada en voz alta, apartando la mirada tímidamente para regresar a la habitación, con tu maleta, y la abriste de par en par. Cogiste un vestido de una pieza bastante veraniego, amarillo a juego con tu cabello dorado. Dejaste la ropa sobre la cama y tomaste uno de los relojes de la mesilla, empezando a darle cuerda cuidadosamente.
- ¿Cuál es tu habitación? -preguntaste con un hilo de voz-. Te traeré tu maleta, para que puedas cambiarte. Puedes darte una ducha mientras bajo, si quieres. No la he probado, pero se supone que es la mejor de toda la isla. -Sonreíste parcamente-. Iba a estrenarla yo, pero no esperaba tener invitados tan pronto. Supongo que... -No sabías cómo continuar. Dejaste el reloj de vuelta en la mesita y empezaste a vestirte, mismo orden que siempre-. No es culpa tuya... Del todo, al menos. Entiendo que es una situación incómoda; lamento que Miles te haya puesto en un compromiso.
En cuanto estuviste preparada te calzaste y tendiste la mano, esperando la tarjeta. Tenías la mente aún algo perdida, desubicada. Meneaste la cabeza, tratando de alejar pensamientos invasivos de tu mente, manteniéndote a la espera con los ojos clavados en cada movimiento de Ely.
Unos golpecitos llamando a la puerta te pusieron alerta. Aspiraste de golpe, y el débil llanto cesó. Tenías lágrimas recorriendo tu rostro y un rubor extendido por las mejillas, con ojos vidriosos. Aun así, te mantenías erguida con regio porte. Respirabas despacio, muy despacio, tratando de calmarte, alternando tu mirada entre el pomo de la puerta y el espejo, que te mantenía el pulso por apenas unos segundos. Suspiraste, derrotada.
- No tengo fuerzas para esto, Miles -dijiste mientras tomabas un trozo de papel-. De verdad que no.
Te secaste las lágrimas cuidadosamente, sin hacer ningún ruido. Acercaste las esquinas al borde del ojo, extrayendo las que aún amenazaban con salir, y tiraste el papel al inodoro. Mientras el ruido de la cadena empapaba el baño te sentaste en la tapa, hecha un ovillo. Fueron unos segundos largos en un minuto eterno, contigo mirando hacia el tirador. No querías abrir, pero tampoco podías quedarte encerrada. No querías estar encerrada, en realidad. Mascaste bien tus emociones, respirando profundamente, y te erguiste de nuevo cuando el último golpe de agua terminó de llenar la cisterna.
Abriste la puerta. Allí estaba ella, alta como una torre con la mano en su cadera. No la recordabas tan alta, pero llevabas tacones en ese momento. Tampoco desnuda, aunque para ser justos te hizo sentir más incómoda la perspectiva de tu propia desnudez. Te había visto, en cualquier caso, por lo que tan solo parpadeaste con relativo nerviosismo. Era una situación un tanto incómoda, y aún tenías que conservar unas pocas fuerzas para no acabar gritándole también a ella. "Ha dicho que lo sabe", pensaste. No dijiste nada en voz alta, apartando la mirada tímidamente para regresar a la habitación, con tu maleta, y la abriste de par en par. Cogiste un vestido de una pieza bastante veraniego, amarillo a juego con tu cabello dorado. Dejaste la ropa sobre la cama y tomaste uno de los relojes de la mesilla, empezando a darle cuerda cuidadosamente.
- ¿Cuál es tu habitación? -preguntaste con un hilo de voz-. Te traeré tu maleta, para que puedas cambiarte. Puedes darte una ducha mientras bajo, si quieres. No la he probado, pero se supone que es la mejor de toda la isla. -Sonreíste parcamente-. Iba a estrenarla yo, pero no esperaba tener invitados tan pronto. Supongo que... -No sabías cómo continuar. Dejaste el reloj de vuelta en la mesita y empezaste a vestirte, mismo orden que siempre-. No es culpa tuya... Del todo, al menos. Entiendo que es una situación incómoda; lamento que Miles te haya puesto en un compromiso.
En cuanto estuviste preparada te calzaste y tendiste la mano, esperando la tarjeta. Tenías la mente aún algo perdida, desubicada. Meneaste la cabeza, tratando de alejar pensamientos invasivos de tu mente, manteniéndote a la espera con los ojos clavados en cada movimiento de Ely.
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Elyria se quedó esperando en la puerta, escuchando como sonaba la cadena. ¿Acaso estaba intentando disimular ahora? Después de todos esos gritos y la discusión con Miles, no es como si pudiese ocultar mucho. Pero bueno, tampoco la culpaba, no sabía cómo debía sentirse después de todo lo que había ocurrido, era un tanto complicado ponerse en su lugar. Se sentía un poco mal por Miles y Alice.
Por fin salió del baño. El tiempo que se había tomado en silencio, la situación, su cara… Era bastante obvio había acabado llorando. Pero también lo era que estaba intentando ocultarlo, así que lo respetó y no dijo nada al respecto. No era buen momento para bromas tontas. Así que dejo que hiciera sus cosas, algo sorprendida por que se pusiera a darle cuerda a un reloj en un momento como este. ¿Acaso lo usaría como método para relajarse? Ella era más de hacer los ejercicios de respiración que le había enseñado Alvar hace ya unos años. Era… útil. Sin ello habría perdido la compostura en demasiadas ocasiones.
Su voz, esa sonrisa tan vacía, sus palabras… todo le indicaba que tenía que ser un poco delicada con lo que decía. Alice ya estaba haciendo el esfuerzo de ser amable con ella, y estaba dispuesta a ayudarla con su pequeño problema. Así que no sería menos.
“Te lo agradezco. Tampoco me apetecía que todo el hotel me viese desnuda. Y aceptaré tu oferta, una ducha caliente me vendría de maravilla ahora mismo,” dijo con una sonrisa, mirando cómo se vestía. “Miles me explicó vuestra situación antes de llevarme a la cama. Sabía que podía ocurrir algo así, tranquila.”
Cuando termino de prepararse, vio cómo le tendía la mano. ¿Que quería aho—? Ah, claro, la tarjeta. Que tonta soy. Rió dulcemente y buscó su bolso por el suelo, rebuscando entre sus cosas hasta encontrar lo que buscaba, entregándoselo a Alice en un momento. “Aquí tienes. Y me gusta mucho tu vestido, ¿dónde lo has comprado?”
Esperó a que se fuera a por su maleta y acto seguido se metió en el baño. Vale, esto no tenía ningún tipo de sentido. ¿Por que demonios era más grande que su habitación entera en San Poplar? A ver, es cierto, tampoco es que fuese enorme, solo la usaba para dormir, pero aún así. Intentó ignorarlo todo y se fue a la ducha. No quería perder tiempo sorprendiéndose, Alice no debería tardar mucho en volver, y quería quedarse un rato bajo el agua.
No tuvo ni que quitarse la ropa, así que simplemente abrió el grifo. El agua caía directamente desde la altura del techo, nunca había visto algo así, pero la presión y la temperatura eran muy agradables. También había una plataforma de madera curvada, como para sentarse o tumbarse mientras disfrutabas—o para gente de movilidad reducida—pero decidió quedarse de pie. Lo que si que no ignoró fue el reproductor que había en la pared. Había varias colecciones guardadas, y eligió una con música tranquila e instrumental. Vale, esto era muy relajante.
Se enjuagó el cuerpo y el pelo, y aprovechó que había suavizantes y mascarillas de las mejores marcas para cuidarse un poco. Aprovechó la tumbona de madera para descansar más cómoda mientras esperaba a que los productos en su cabello hacían efecto. Tendría que estar un rato así, se había olvidado por completo de que tenía algo de prisa. Bueno. Esperaba que Alice no se enfadase con ella por esto, era complicado ignorar todos estos lujos.
Por fin salió del baño. El tiempo que se había tomado en silencio, la situación, su cara… Era bastante obvio había acabado llorando. Pero también lo era que estaba intentando ocultarlo, así que lo respetó y no dijo nada al respecto. No era buen momento para bromas tontas. Así que dejo que hiciera sus cosas, algo sorprendida por que se pusiera a darle cuerda a un reloj en un momento como este. ¿Acaso lo usaría como método para relajarse? Ella era más de hacer los ejercicios de respiración que le había enseñado Alvar hace ya unos años. Era… útil. Sin ello habría perdido la compostura en demasiadas ocasiones.
Su voz, esa sonrisa tan vacía, sus palabras… todo le indicaba que tenía que ser un poco delicada con lo que decía. Alice ya estaba haciendo el esfuerzo de ser amable con ella, y estaba dispuesta a ayudarla con su pequeño problema. Así que no sería menos.
“Te lo agradezco. Tampoco me apetecía que todo el hotel me viese desnuda. Y aceptaré tu oferta, una ducha caliente me vendría de maravilla ahora mismo,” dijo con una sonrisa, mirando cómo se vestía. “Miles me explicó vuestra situación antes de llevarme a la cama. Sabía que podía ocurrir algo así, tranquila.”
Cuando termino de prepararse, vio cómo le tendía la mano. ¿Que quería aho—? Ah, claro, la tarjeta. Que tonta soy. Rió dulcemente y buscó su bolso por el suelo, rebuscando entre sus cosas hasta encontrar lo que buscaba, entregándoselo a Alice en un momento. “Aquí tienes. Y me gusta mucho tu vestido, ¿dónde lo has comprado?”
Esperó a que se fuera a por su maleta y acto seguido se metió en el baño. Vale, esto no tenía ningún tipo de sentido. ¿Por que demonios era más grande que su habitación entera en San Poplar? A ver, es cierto, tampoco es que fuese enorme, solo la usaba para dormir, pero aún así. Intentó ignorarlo todo y se fue a la ducha. No quería perder tiempo sorprendiéndose, Alice no debería tardar mucho en volver, y quería quedarse un rato bajo el agua.
No tuvo ni que quitarse la ropa, así que simplemente abrió el grifo. El agua caía directamente desde la altura del techo, nunca había visto algo así, pero la presión y la temperatura eran muy agradables. También había una plataforma de madera curvada, como para sentarse o tumbarse mientras disfrutabas—o para gente de movilidad reducida—pero decidió quedarse de pie. Lo que si que no ignoró fue el reproductor que había en la pared. Había varias colecciones guardadas, y eligió una con música tranquila e instrumental. Vale, esto era muy relajante.
Se enjuagó el cuerpo y el pelo, y aprovechó que había suavizantes y mascarillas de las mejores marcas para cuidarse un poco. Aprovechó la tumbona de madera para descansar más cómoda mientras esperaba a que los productos en su cabello hacían efecto. Tendría que estar un rato así, se había olvidado por completo de que tenía algo de prisa. Bueno. Esperaba que Alice no se enfadase con ella por esto, era complicado ignorar todos estos lujos.
- Es un asunto complicado -respondiste, como si tal cosa, aún con la voz tomada-. Habría estado bien que tuviese la misma cortesía conmigo que contigo.
La situación era incómoda, tensa. De alguna manera sabías que había buenas intenciones tras sus palabras, pero seguía produciéndote cierto rechazo. No sabías si Ely era la mujer que estaba delante de ti en esos momentos o la que se había burlado de ti ayer. Quizá por eso la pregunta te cogió tan de improviso y no supiste cómo reaccionar durante unos segundos. Por suerte, acabaste mirando la tela y sosteniendo parte de la falda con una mano, estirándola ligeramente. Siempre tan delicada, siempre tan coqueta. Incluso en aquel momento, inconscientemente, querías lucirte.
- Me lo hicieron a medida. -El recuerdo de tu sastre en English Garden te arrancó una sonrisa cargada de nostalgia-. Hasta que salí al mar toda mi ropa solía ser por encargo. Supongo que Miles ya te habrá dicho que no podía salir mucho rato por ahí; podía ser peligroso.
Suspiraste cuando te dio la tarjeta, asintiendo. No fue difícil memorizar la habitación en la que se encontraba, aunque fue un poco tedioso buscarla. El complejo del hotel podía tener apenas tres suites de ultra lujo en la azotea y poco más de una decena en las plantas inmediatamente inferiores, pero el laberinto de puertas que se desarrollaba en las plantas inferiores, atestadas de suites normales -poco más que habitaciones- casi lograba intimidarte. Tenías que avanzar por una moqueta escarlata enmarcada entre paneles de madera a media altura y paredes de yeso con cuadros hechos por encargo. La luz parecía natural, pero provenía de focos en el techo, y cuando llegaste hasta la habitación de Ely habías terminado por sentirte agobiada, de alguna forma. Aun así seguía siendo una habitación lujosa; no mucha gente podría permitírsela. Sin embargo, el agravio comparativo no era amigo de la estancia.
Evitabas pensar. De manera mecánica y ceremoniosa entraste en la habitación, localizaste la maleta y asegurándote de que estaba cerrada la sacaste de la habitación. Cierto era que Ely solo necesitaba un par de prendas de ropa, pero ni querías hurgar en un armario ajeno ni deseabas en absoluto tocar con las manos su ropa interior. De alguna forma, la mera idea de ese contacto te causaba cierto malestar, como si fuese demasiado para ti en aquel momento.
Intenté hablar cuando te vi en el espejo, pero me retiraste la mirada de inmediato. Desanduviste el camino en silencio absoluto, sin pensar en nada; sin querer pensar en nada, más bien. Contabas tus pasos uno a uno, medías los segundos que pasabas en el ascensor y nada más dejar la maleta en la puerta del baño recogiste el resto de relojes para sentarte en la sala de estar, con las piernas recogidas y la espalda levemente encorvada.
Comenzaste a dar cuerda. Te habías traído cinco contigo; sabías que eran insuficientes, pero no esperabas que fueras a echar tanto de menos los demás. Contabas cada vuelta de la rosca, alzando la mirada por momentos con cierta ansiedad. Sabías que cuanto antes terminara antes se iría, pero tampoco querías enfrentarte a ella para despedirla. Ninguna de las opciones te gustaba, aunque lo que más temías era el momento en que nos quedáramos a solas.
La situación era incómoda, tensa. De alguna manera sabías que había buenas intenciones tras sus palabras, pero seguía produciéndote cierto rechazo. No sabías si Ely era la mujer que estaba delante de ti en esos momentos o la que se había burlado de ti ayer. Quizá por eso la pregunta te cogió tan de improviso y no supiste cómo reaccionar durante unos segundos. Por suerte, acabaste mirando la tela y sosteniendo parte de la falda con una mano, estirándola ligeramente. Siempre tan delicada, siempre tan coqueta. Incluso en aquel momento, inconscientemente, querías lucirte.
- Me lo hicieron a medida. -El recuerdo de tu sastre en English Garden te arrancó una sonrisa cargada de nostalgia-. Hasta que salí al mar toda mi ropa solía ser por encargo. Supongo que Miles ya te habrá dicho que no podía salir mucho rato por ahí; podía ser peligroso.
Suspiraste cuando te dio la tarjeta, asintiendo. No fue difícil memorizar la habitación en la que se encontraba, aunque fue un poco tedioso buscarla. El complejo del hotel podía tener apenas tres suites de ultra lujo en la azotea y poco más de una decena en las plantas inmediatamente inferiores, pero el laberinto de puertas que se desarrollaba en las plantas inferiores, atestadas de suites normales -poco más que habitaciones- casi lograba intimidarte. Tenías que avanzar por una moqueta escarlata enmarcada entre paneles de madera a media altura y paredes de yeso con cuadros hechos por encargo. La luz parecía natural, pero provenía de focos en el techo, y cuando llegaste hasta la habitación de Ely habías terminado por sentirte agobiada, de alguna forma. Aun así seguía siendo una habitación lujosa; no mucha gente podría permitírsela. Sin embargo, el agravio comparativo no era amigo de la estancia.
Evitabas pensar. De manera mecánica y ceremoniosa entraste en la habitación, localizaste la maleta y asegurándote de que estaba cerrada la sacaste de la habitación. Cierto era que Ely solo necesitaba un par de prendas de ropa, pero ni querías hurgar en un armario ajeno ni deseabas en absoluto tocar con las manos su ropa interior. De alguna forma, la mera idea de ese contacto te causaba cierto malestar, como si fuese demasiado para ti en aquel momento.
Intenté hablar cuando te vi en el espejo, pero me retiraste la mirada de inmediato. Desanduviste el camino en silencio absoluto, sin pensar en nada; sin querer pensar en nada, más bien. Contabas tus pasos uno a uno, medías los segundos que pasabas en el ascensor y nada más dejar la maleta en la puerta del baño recogiste el resto de relojes para sentarte en la sala de estar, con las piernas recogidas y la espalda levemente encorvada.
Comenzaste a dar cuerda. Te habías traído cinco contigo; sabías que eran insuficientes, pero no esperabas que fueras a echar tanto de menos los demás. Contabas cada vuelta de la rosca, alzando la mirada por momentos con cierta ansiedad. Sabías que cuanto antes terminara antes se iría, pero tampoco querías enfrentarte a ella para despedirla. Ninguna de las opciones te gustaba, aunque lo que más temías era el momento en que nos quedáramos a solas.
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Elyria escuchó la puerta de la habitación—por llamarlo de alguna manera—abriéndose de nuevo. Vale, definitivamente había perdido demasiado tiempo en tontería. Pero es que era demasiado relajante… En cualquier caso, se levantó para aclararse todo lo que se había echado en el pelo. Se permitió disfrutar un rato más bajo el agua caliente. Era algo que le encantaba, contrario a lo que podría parecer, ya que era una amante del frío y del invierno. Pero una ducha caliente después de un duro día de trabajo, o de matar robots cósmicos—aunque no vengan del espacio—era lo mejor que podía echarse encima. Literalmente además.
Por fin terminó. O por desgracia. Salió tranquilamente, sin prisas, y busco una de las típicas toallas blancas de hotel, aunque con mucho más detalle. Hasta eso era de alta calidad, ¿cuánto costaba una suite de esta categoría? No quería ni pensarlo. Se secó el cuerpo, cogiendo otra toalla más pequeña para el pelo. Se la colocó con cuidado y abrió la puerta del baño, mirando cómo Alice le daba cuerda a unos relojes. Vale, definitivamente era una manía suya, nada del otro mundo, todos tenían sus cosas.
“Gracias por traerme las cosas, dame un momento que me seque el pelo y hablamos.”
Entonces tumbó su maleta en el suelo, abriéndola para coger un pequeño neceser, volviendo a meterse en el baño. Sacó un cepillo y peines, cogió el secador del hotel—se había traído uno, pero claramente este era superior—, e inclinó la cabeza hacia un lado, comenzando a secar su cabello, para después peinarlo con delicadeza, dejándolo liso y suelto. No era un look que soliera ver mucha gente, siempre llevaba sus trenzas, y solía llevar coleta por pura comodidad. Pero en fin, tampoco pasaba nada, pensaba demasiado en estas tonterías, seguía estando guapísima.
Volvió a salir del baño y cogió ropa interior y un vestido corto blanco. Se sentó en el borde de la cama a vestirse tranquilamente, girando la cabeza para mirar a la rubia. Su posición podía indicar dos cosas. O que le gustaba sentarse así y se sentía cómoda en esta situación, o que no estaba en su mejor momento. Algo le decía que no era lo primero. Por alguna razón se había tomado fatal sus bromas tontas del día anterior. En ese momento pensaba que solo le seguía el rollo, sobretodo por el cambio de actitud cuando apareció Miles, pero ahora no podía evitar sentirse mal.
Se acercó a ella, mirando el hueco a su lado. No quería sentarse a su lado porque si e invadir su espacio en un momento así, ergo se quedo de pie por ahora.
“¿Me puedo sentar?” Preguntó con un tono de voz dulce. “Perdona por lo de ayer, pensé que estabas bromeando conmigo. Aunque no te conocía de nada para ponerme así, lo siento.”
Si le daba permiso, se sentaría a su lado, pero en cualquier caso, siguió hablando. “Y no seas tan dura con Miles. No hizo nada raro, solo estuvimos hablando, peleamos con esos robots extraños, me estamparon contra una tienda de bañadores y le conseguí un bañador precioso.” Se levantó, cogiéndolo del suelo al lado de la cama. Anoche no habían sido muy delicados con eso precisamente. Volvió con Alice para enseñárselo. “Ves, es precioso, aunque supongo que te gustará más a ti que a él, os quedaba de escándalo.” Pausó. “Pero eso, una cosa llevo a la otra, y acabamos acostándonos. Nada raro, nada del otro mundo. Solo una interacción normal entre dos personas adultas de vacaciones.” La miró con una sonrisa en su rostro. “Aunque si quieres puedes hablar conmigo de como te sientes con todo esto. Es lo mínimo que puedo hacer por ti.”
Por fin terminó. O por desgracia. Salió tranquilamente, sin prisas, y busco una de las típicas toallas blancas de hotel, aunque con mucho más detalle. Hasta eso era de alta calidad, ¿cuánto costaba una suite de esta categoría? No quería ni pensarlo. Se secó el cuerpo, cogiendo otra toalla más pequeña para el pelo. Se la colocó con cuidado y abrió la puerta del baño, mirando cómo Alice le daba cuerda a unos relojes. Vale, definitivamente era una manía suya, nada del otro mundo, todos tenían sus cosas.
“Gracias por traerme las cosas, dame un momento que me seque el pelo y hablamos.”
Entonces tumbó su maleta en el suelo, abriéndola para coger un pequeño neceser, volviendo a meterse en el baño. Sacó un cepillo y peines, cogió el secador del hotel—se había traído uno, pero claramente este era superior—, e inclinó la cabeza hacia un lado, comenzando a secar su cabello, para después peinarlo con delicadeza, dejándolo liso y suelto. No era un look que soliera ver mucha gente, siempre llevaba sus trenzas, y solía llevar coleta por pura comodidad. Pero en fin, tampoco pasaba nada, pensaba demasiado en estas tonterías, seguía estando guapísima.
Volvió a salir del baño y cogió ropa interior y un vestido corto blanco. Se sentó en el borde de la cama a vestirse tranquilamente, girando la cabeza para mirar a la rubia. Su posición podía indicar dos cosas. O que le gustaba sentarse así y se sentía cómoda en esta situación, o que no estaba en su mejor momento. Algo le decía que no era lo primero. Por alguna razón se había tomado fatal sus bromas tontas del día anterior. En ese momento pensaba que solo le seguía el rollo, sobretodo por el cambio de actitud cuando apareció Miles, pero ahora no podía evitar sentirse mal.
Se acercó a ella, mirando el hueco a su lado. No quería sentarse a su lado porque si e invadir su espacio en un momento así, ergo se quedo de pie por ahora.
“¿Me puedo sentar?” Preguntó con un tono de voz dulce. “Perdona por lo de ayer, pensé que estabas bromeando conmigo. Aunque no te conocía de nada para ponerme así, lo siento.”
Si le daba permiso, se sentaría a su lado, pero en cualquier caso, siguió hablando. “Y no seas tan dura con Miles. No hizo nada raro, solo estuvimos hablando, peleamos con esos robots extraños, me estamparon contra una tienda de bañadores y le conseguí un bañador precioso.” Se levantó, cogiéndolo del suelo al lado de la cama. Anoche no habían sido muy delicados con eso precisamente. Volvió con Alice para enseñárselo. “Ves, es precioso, aunque supongo que te gustará más a ti que a él, os quedaba de escándalo.” Pausó. “Pero eso, una cosa llevo a la otra, y acabamos acostándonos. Nada raro, nada del otro mundo. Solo una interacción normal entre dos personas adultas de vacaciones.” La miró con una sonrisa en su rostro. “Aunque si quieres puedes hablar conmigo de como te sientes con todo esto. Es lo mínimo que puedo hacer por ti.”
El tiempo pasaba despacio, pero pasaba. Aliviada y ansiosa mirabas las manecillas de Mister Wilde, un ostentoso reloj negro de diseño barroco y emplumado. Era el primero que habías comprado tú misma, el último que habías obtenido en English Garden. Tenía detalles en plata fina que lo hacían ver lujoso, y relieves por toda su superficie que contaban un relato que conocías ya muy bien. Cuando el segundero avanzaba nunca hacía ruido, tan solo al pasar por delante de los minutos, que sonaba un levísimo chasquido. Siempre lo llevabas exactamente cuatro minutos y treinta y siete segundos adelantado. En realidad, habías adelantado muchos de tus relojes y atrasados otros -siempre los de cuerda, y siempre respecto a Sir Caroll, el reloj que siempre llevabas encima tú- para que la sala de los relojes cantase una canción. Tú misma la habías compuesto, en cierto modo. Te había llevado años dar con la nota y ajustar con exactitud el tempo. A mucha gente le perturbaban los relojes desincronizados, pero en los tuyos... Había harmonía.
El agua de la ducha había sido un acompañante en el silencio, que rápidamente se vio suplido por el ruido estridente del secador. Era uno de esos bártulos que, aun reconociendo su utilidad, no soportabas. Lo utilizabas cuando no te quedaba más remedio, pero su sonido vociferante te resultaba extremadamente molesto. Sin embargo, en aquella ocasión no era el estruendo lo que te disgustaba, sino la constatación de que el momento que temías se acercaba. En realidad eras consciente de que solo habías compartido un par de frases con ella, y también de que tú habías empezado a comportarte con inusitada vanidad. Ni siquiera recordabas qué te había dicho, solo que te había hecho sentir frágil. Aunque todo había empezado a suceder muy deprisa y tenías también esos recuerdos bastante borrosos.
Hiciste un esfuerzo por no mirar mientras ella se vestía, temiendo que vuestras miradas se cruzasen, e incluso te encogiste un poco sobre ti misma como si inconscientemente quisieras hacerte invisible, apenas una parte más del salón. Quizá, de esa forma, sencillamente optase por irse y dejarte en paz.
Pero no tuviste tanta suerte.
Alzaste la cabeza para mirarla cuando habló, insegura. ¿Desde cuándo era tan guapa? Abriste los ojos de golpe, sorprendida, sin entender cómo había pasado de ser guapita a, en efecto, ser competencia. No tenía tu porte, te diste cuenta, pero aun así por un instante se formó una nada discreta o en tus labios. De pronto, deseaste haber tenido además de una cara preciosa un rostro algo menos expresivo.
- Eres preciosa -reconociste, aunque en el tono dejabas caer la interrogante. ¿Cómo no lo habías visto en el momento?
Te diste cuenta casi al momento de que aquello hacía la situación mucho más incómoda, al menos para ti, pero trataste de reencauzar la situación señalando con cierta gracilidad -toda la que eras capaz de juntar en ese momento- para que se sentara si quería.
- Ni siquiera recuerdo qué dijiste. -Te encogiste de hombros-. Hablamos durante quince segundos, tal vez menos. Nosotros... Bueno, Miles no disocia si no me esfuerzo activamente en ello. Yo, sin embargo, cuando algo me supera, por decirlo de algún modo, me desmayo. Y entonces él toma el control hasta que me despierto a la mañana siguiente, entumecida, y con una desconocida en mi cama. Vale sí, el bikini es precioso, ¿pero exactamente por qué se lo conseguiste?
No sabías si querías saberlo. Aun así, lo de nada del otro mundo te enardeció, de una manera u otra. Apretaste los dientes para evitar decir algo fuera de tono y te contuviste por un momento, pero Ely no entendía la situación. Normal, por otro lado.
- Mira, sea lo que sea que hicierais Miles y tú... No es normal, ni de lejos. -Tu tono se hizo más duro sin que te dieras cuenta-. Yo no estaba; no podía decidir, ni tampoco opinar. Miles siempre está, aunque yo ocupe el cuerpo la mayor parte del tiempo. Él puede robarme una mano, o el cuerpo entero, y empujarme contra nuestra conciencia. Pero no hablamos esto, no discutimos sobre ello; porque yo no estaba. Puede que fuesen dos cuerpos, pero éramos tres personas y una de ellas estaba inconsciente. ¿Cómo me tengo que sentir si ni siquiera puedo confiar en una parte tan intrínseca de mí? ¿Si cuando yo no esté se va a aprovechar de mí? No es fácil de comprender, y no quiero echarte la culpa, pero Miles debería haber sido responsable, y no lo es.
Te sorprendió no llorar, pero te sorprendió más que tu tono había elevándose hasta casi gritar. Intenté decir algo, pero me arrastraste lejos de la boca. Te quedaste ahí, deseando decirle que se largara pero al mismo tiempo necesitando hablar de aquello con alguien.
El agua de la ducha había sido un acompañante en el silencio, que rápidamente se vio suplido por el ruido estridente del secador. Era uno de esos bártulos que, aun reconociendo su utilidad, no soportabas. Lo utilizabas cuando no te quedaba más remedio, pero su sonido vociferante te resultaba extremadamente molesto. Sin embargo, en aquella ocasión no era el estruendo lo que te disgustaba, sino la constatación de que el momento que temías se acercaba. En realidad eras consciente de que solo habías compartido un par de frases con ella, y también de que tú habías empezado a comportarte con inusitada vanidad. Ni siquiera recordabas qué te había dicho, solo que te había hecho sentir frágil. Aunque todo había empezado a suceder muy deprisa y tenías también esos recuerdos bastante borrosos.
Hiciste un esfuerzo por no mirar mientras ella se vestía, temiendo que vuestras miradas se cruzasen, e incluso te encogiste un poco sobre ti misma como si inconscientemente quisieras hacerte invisible, apenas una parte más del salón. Quizá, de esa forma, sencillamente optase por irse y dejarte en paz.
Pero no tuviste tanta suerte.
Alzaste la cabeza para mirarla cuando habló, insegura. ¿Desde cuándo era tan guapa? Abriste los ojos de golpe, sorprendida, sin entender cómo había pasado de ser guapita a, en efecto, ser competencia. No tenía tu porte, te diste cuenta, pero aun así por un instante se formó una nada discreta o en tus labios. De pronto, deseaste haber tenido además de una cara preciosa un rostro algo menos expresivo.
- Eres preciosa -reconociste, aunque en el tono dejabas caer la interrogante. ¿Cómo no lo habías visto en el momento?
Te diste cuenta casi al momento de que aquello hacía la situación mucho más incómoda, al menos para ti, pero trataste de reencauzar la situación señalando con cierta gracilidad -toda la que eras capaz de juntar en ese momento- para que se sentara si quería.
- Ni siquiera recuerdo qué dijiste. -Te encogiste de hombros-. Hablamos durante quince segundos, tal vez menos. Nosotros... Bueno, Miles no disocia si no me esfuerzo activamente en ello. Yo, sin embargo, cuando algo me supera, por decirlo de algún modo, me desmayo. Y entonces él toma el control hasta que me despierto a la mañana siguiente, entumecida, y con una desconocida en mi cama. Vale sí, el bikini es precioso, ¿pero exactamente por qué se lo conseguiste?
No sabías si querías saberlo. Aun así, lo de nada del otro mundo te enardeció, de una manera u otra. Apretaste los dientes para evitar decir algo fuera de tono y te contuviste por un momento, pero Ely no entendía la situación. Normal, por otro lado.
- Mira, sea lo que sea que hicierais Miles y tú... No es normal, ni de lejos. -Tu tono se hizo más duro sin que te dieras cuenta-. Yo no estaba; no podía decidir, ni tampoco opinar. Miles siempre está, aunque yo ocupe el cuerpo la mayor parte del tiempo. Él puede robarme una mano, o el cuerpo entero, y empujarme contra nuestra conciencia. Pero no hablamos esto, no discutimos sobre ello; porque yo no estaba. Puede que fuesen dos cuerpos, pero éramos tres personas y una de ellas estaba inconsciente. ¿Cómo me tengo que sentir si ni siquiera puedo confiar en una parte tan intrínseca de mí? ¿Si cuando yo no esté se va a aprovechar de mí? No es fácil de comprender, y no quiero echarte la culpa, pero Miles debería haber sido responsable, y no lo es.
Te sorprendió no llorar, pero te sorprendió más que tu tono había elevándose hasta casi gritar. Intenté decir algo, pero me arrastraste lejos de la boca. Te quedaste ahí, deseando decirle que se largara pero al mismo tiempo necesitando hablar de aquello con alguien.
Elyria Priscraft
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Vale, que le llamase preciosa tan de la nada le pilló por sorpresa. Un tenue sonrojo pinto sus mejillas, y le entregó una sonrisa. No se esperaba que después de lo que había gritado en el baño y la situación saliese con algo así.
“Gracias, en algo teníamos que parecernos, ¿no? Aparte de en nuestro claramente superior sentido de la moda,” respondió felizmente antes de sentarse a su lado. Aunque bueno, duró poco antes de levantarse a por el bañador.
“Bueno, para ser sincera aún no se exactamente en que momento pasaste a ser Miles. Si con la ola, cuando te rodearon los robots… Ni idea la verdad.” Suspiró levemente al escuchar lo último. Si que estaba molesta por lo que habían hecho anoche. “Visto así, sí tiene que ser extraño despertarse tranquilamente y encontrare con una mujer desnuda en tu cama. ¿Y el bikini? En principió lo pille para mí por las molestias. Pero bueno, Miles salvó a la playa de un robot pervertido gigante y acabo teniendo ciertas… necesidades. Por suerte resultó ser mas de vuestra talla que de la mía. Mejor no entrar en detalles.” Sí, mejor. Si se enteraba de que había acabado desnudo en medio de la playa… No ayudaría mucho a la situación ahora mismo, no.
Se volvió a acomodar a su lado, poniéndose a hacerse las trenzas del pelo mientras la escuchaba atentamente, notando como se iba poniendo más y más agresiva conforme hablaba. Aunque no la interrumpió, esperaría a que terminase. Le costaba ponerse en su situación, pero no le molestaba especialmente que prácticamente le estuviese gritando. A final de cuentas, tenía que soltarlo todo, desahogarse. Pero también le daba pena Miles. Probablemente estaría escuchando todo esto, y no parecía estar diciendo nada. No sabía si porque no quería o porque no podía.
Cuando terminó, la miró a los ojos, con una mezcla de seriedad y amabilidad, dejando una trenza a medió hacer para atenderle. “A ver, Alice.” Dijo antes de colocar una mano en su hombro. “¿Qué pretendías que hiciese entonces? ¿Qué siguiese como siempre, esperando hasta esta mañana para preguntarte cuándo ya se había pasado el momento? Y entiendo que te sientas mal, pero es algo difícil de comprender para mí como comprenderás. Y no se si te has parado a pensado como se siente Miles cuando la situación es al revés. No conozco vuestra relación. Ni a vosotros realmente. ¿Pero está el siempre de acuerdo cuando te acuestas con alguien y para todo lo que haces en tu día a día? Porque sí, desmayarse y despertar a la mañana siguiente con una situación así es raro. Pero tampoco creo que sea mejor si estas obligado a ver cómo ocurre todo sin poder hacer mucho. No sé, como ahora mismo. Aún no he escuchado a Miles decir nada, como cuando estabais antes en el baño. No estoy diciendo que sea peor ni mejor. Son problemas diferentes. Y parece que a ambos os cuesta entender la situación y los sentimientos del otro. No debe ser nada fácil.”
Seguía hablando en un tono bastante calmado, pero una parte de ella sentía que se había pasado. “Perdona, hablé demasiado sin conocer bien vuestra situación. Pero habla con Miles. Puedes gritar y llorar si quieres, al final es parte de nuestra naturaleza, no pasa nada por tener esos sentimientos. Estoy de vacaciones, tengo todo el tiempo del mundo para escucharte. Para escucharos.”
“Gracias, en algo teníamos que parecernos, ¿no? Aparte de en nuestro claramente superior sentido de la moda,” respondió felizmente antes de sentarse a su lado. Aunque bueno, duró poco antes de levantarse a por el bañador.
“Bueno, para ser sincera aún no se exactamente en que momento pasaste a ser Miles. Si con la ola, cuando te rodearon los robots… Ni idea la verdad.” Suspiró levemente al escuchar lo último. Si que estaba molesta por lo que habían hecho anoche. “Visto así, sí tiene que ser extraño despertarse tranquilamente y encontrare con una mujer desnuda en tu cama. ¿Y el bikini? En principió lo pille para mí por las molestias. Pero bueno, Miles salvó a la playa de un robot pervertido gigante y acabo teniendo ciertas… necesidades. Por suerte resultó ser mas de vuestra talla que de la mía. Mejor no entrar en detalles.” Sí, mejor. Si se enteraba de que había acabado desnudo en medio de la playa… No ayudaría mucho a la situación ahora mismo, no.
Se volvió a acomodar a su lado, poniéndose a hacerse las trenzas del pelo mientras la escuchaba atentamente, notando como se iba poniendo más y más agresiva conforme hablaba. Aunque no la interrumpió, esperaría a que terminase. Le costaba ponerse en su situación, pero no le molestaba especialmente que prácticamente le estuviese gritando. A final de cuentas, tenía que soltarlo todo, desahogarse. Pero también le daba pena Miles. Probablemente estaría escuchando todo esto, y no parecía estar diciendo nada. No sabía si porque no quería o porque no podía.
Cuando terminó, la miró a los ojos, con una mezcla de seriedad y amabilidad, dejando una trenza a medió hacer para atenderle. “A ver, Alice.” Dijo antes de colocar una mano en su hombro. “¿Qué pretendías que hiciese entonces? ¿Qué siguiese como siempre, esperando hasta esta mañana para preguntarte cuándo ya se había pasado el momento? Y entiendo que te sientas mal, pero es algo difícil de comprender para mí como comprenderás. Y no se si te has parado a pensado como se siente Miles cuando la situación es al revés. No conozco vuestra relación. Ni a vosotros realmente. ¿Pero está el siempre de acuerdo cuando te acuestas con alguien y para todo lo que haces en tu día a día? Porque sí, desmayarse y despertar a la mañana siguiente con una situación así es raro. Pero tampoco creo que sea mejor si estas obligado a ver cómo ocurre todo sin poder hacer mucho. No sé, como ahora mismo. Aún no he escuchado a Miles decir nada, como cuando estabais antes en el baño. No estoy diciendo que sea peor ni mejor. Son problemas diferentes. Y parece que a ambos os cuesta entender la situación y los sentimientos del otro. No debe ser nada fácil.”
Seguía hablando en un tono bastante calmado, pero una parte de ella sentía que se había pasado. “Perdona, hablé demasiado sin conocer bien vuestra situación. Pero habla con Miles. Puedes gritar y llorar si quieres, al final es parte de nuestra naturaleza, no pasa nada por tener esos sentimientos. Estoy de vacaciones, tengo todo el tiempo del mundo para escucharte. Para escucharos.”
- Algo me dice que no me va a gustar el porqué del bañador -comentaste con aspereza.
Pues... No. Aun en tu ira guardabas cierta candidez, asumiendo que todo había surgido en medio de un día de playa. Que se me había escapado porque soy un bocazas, que habíamos tenido química y que todo había sido una romántica fantasía de perversión. Habrías acertado muy poco en tu juicio, aunque la realidad era que no deseabas acertar. Aquella idea era reconfortante: Yo prendándome e, incapaz de esperar por ti, había hecho una tontería que te había enfadado. No era así en absoluto. Ni tampoco derecho tuyo decidir qué hacía yo cuando tú no estabas.
Ely, por su parte, había tomado la decisión de contestar. Era habitual que la gente optase por hacerlo cuando recibían preguntas, pero te resultó extremadamente irritante. Intentaste disimularlo poniendo tu mejor cara de póker pero, con cierta derrota, admitiste que no era demasiado buena. Ella debió de darse cuenta de que sus palabras no estaban causando buen impacto en ti, ya que de inmediato se disculpó. Claro que no te entendía, ella no pasaba por esto, pero tú tampoco me entendías a...
- No sabes lo irritante que llega a ser -mascullaste- que intentes colarte en mis pensamientos cuando no quiero hablar contigo.
No se te había escapado aquello. No te cubriste los labios con asombro tras decirlo, y tu reacción fue mirar a Ely con desafío por un momento, regresando a lo que debía ser una expresión relativamente calmada. Crispada, sí, pero calmada. Una sonrisa un tanto forzada y tensión en la mirada, pero nada más allá de la extraordinaria incomodidad que te causaba la situación en general. Ella, por alguna razón, no. Sabía de mí y no te tomaba por una loca; intentaba comprenderte, aunque no atisbases una verdadera empatía en ella. Ya era más de lo que se podía decir de mucha gente. Solo eso ya te quitaba un poquito -solo un poquito- las ganas de mandarla a freír espárragos.
- Creo que hay una cosa que tenemos que dejar clara desde el principio -explicaste-: Miles no está encerrado en mi cabeza. Está relativamente integrado conmigo. No me voy a detener a explicarte los detalles, pero en esencia yo no soy él, pero él es yo y un paso más allá. Ve a través de mis ojos, siente con mi tacto, escucha con mis oídos y en general goza de todos mis sentidos. También es capaz de mover partes de mi cuerpo sin que yo me dé cuenta, o sin que yo lo apruebe al menos. Nuestras mentes, en cierto modo, también son una en cierto modo. -Dibujaste un círculo en el aire, y otro a su lado levemente desplazado. Luego te diste cuenta de que no todo el mundo tenía tu capacidad para visualizar esas cosas-. Imagina dos eslabones de una cadena, lo más pegados que puedas. El área que ocupan los dos eslabones... Es una explicación bastante mala, ¿verdad?
No esperaste a que asintiera. Te levantaste, llevándote los relojes contigo, y volviste con un pequeño cuaderno y una estilográfica. Te gustaba dibujar con tinta.
Trazaste con precisión dos circunferencias perfectas, una sobre otra, cortándose. El área que pertenecía a ambos círculos la tachaste, y comenzaste a señalar:
- Esto -dijiste, apuntando a lo negro-. Es "nosotros". Miles y yo. El grueso de nuestra personalidad y nuestras decisiones está aquí. Normalmente, también el con quién nos acostamos. -Eso era cierto en parte-. Cada una de las orejitas es nuestra personalidad independiente; nuestras diferencias, lo que nos termina de conformar como identidades disociadas en un sistema. -No tenías muy claro adónde querías llegar-. Miles es una voz constante en mi cabeza que lo ve todo e influye en mis pensamientos, en mis deseos. No es malo, necesariamente, y... Creo que he perdido el hilo.
Dejaste que tu cabeza cayera hacia atrás con expresión agotada. ¿Por qué tenías que dar tantas explicaciones a una desconocida? Suspiraste.
- En cualquier caso, Miles no está encerrado. Decir que le dejo salir cuando quiere darse una vuelta o tiene alguna necesidad suena a tratarlo como una mascota, pero no tengo fuerza mental para evitar que salga. Normalmente. Igual que cuando estoy asustada es más fuerte, cuando estoy enfadada se vuelve débil como un gatito. Si él quisiera podría encerrarme varios días en nuestra mente y hacer lo que quisiera. Por eso tenemos unas normas básicas de convivencia, que por supuesto tiende a saltarse. ¿Y si un día decide cortarse el pelo? ¿O arrancarme un pecho, desfigurarme de alguna forma? -Sabías que yo no haría eso-. ¿Y si matara a alguien a quien yo quiero?
Así que eso era. ¿De verdad todo se resumía a Velkan una vez más? Asentiste, inconscientemente.
- Alice, creí que ya habíamos hablado eso.
Te sorprendiste de escucharme. No te voy a mentir, yo también me sorprendí de escucharme.
Pues... No. Aun en tu ira guardabas cierta candidez, asumiendo que todo había surgido en medio de un día de playa. Que se me había escapado porque soy un bocazas, que habíamos tenido química y que todo había sido una romántica fantasía de perversión. Habrías acertado muy poco en tu juicio, aunque la realidad era que no deseabas acertar. Aquella idea era reconfortante: Yo prendándome e, incapaz de esperar por ti, había hecho una tontería que te había enfadado. No era así en absoluto. Ni tampoco derecho tuyo decidir qué hacía yo cuando tú no estabas.
Ely, por su parte, había tomado la decisión de contestar. Era habitual que la gente optase por hacerlo cuando recibían preguntas, pero te resultó extremadamente irritante. Intentaste disimularlo poniendo tu mejor cara de póker pero, con cierta derrota, admitiste que no era demasiado buena. Ella debió de darse cuenta de que sus palabras no estaban causando buen impacto en ti, ya que de inmediato se disculpó. Claro que no te entendía, ella no pasaba por esto, pero tú tampoco me entendías a...
- No sabes lo irritante que llega a ser -mascullaste- que intentes colarte en mis pensamientos cuando no quiero hablar contigo.
No se te había escapado aquello. No te cubriste los labios con asombro tras decirlo, y tu reacción fue mirar a Ely con desafío por un momento, regresando a lo que debía ser una expresión relativamente calmada. Crispada, sí, pero calmada. Una sonrisa un tanto forzada y tensión en la mirada, pero nada más allá de la extraordinaria incomodidad que te causaba la situación en general. Ella, por alguna razón, no. Sabía de mí y no te tomaba por una loca; intentaba comprenderte, aunque no atisbases una verdadera empatía en ella. Ya era más de lo que se podía decir de mucha gente. Solo eso ya te quitaba un poquito -solo un poquito- las ganas de mandarla a freír espárragos.
- Creo que hay una cosa que tenemos que dejar clara desde el principio -explicaste-: Miles no está encerrado en mi cabeza. Está relativamente integrado conmigo. No me voy a detener a explicarte los detalles, pero en esencia yo no soy él, pero él es yo y un paso más allá. Ve a través de mis ojos, siente con mi tacto, escucha con mis oídos y en general goza de todos mis sentidos. También es capaz de mover partes de mi cuerpo sin que yo me dé cuenta, o sin que yo lo apruebe al menos. Nuestras mentes, en cierto modo, también son una en cierto modo. -Dibujaste un círculo en el aire, y otro a su lado levemente desplazado. Luego te diste cuenta de que no todo el mundo tenía tu capacidad para visualizar esas cosas-. Imagina dos eslabones de una cadena, lo más pegados que puedas. El área que ocupan los dos eslabones... Es una explicación bastante mala, ¿verdad?
No esperaste a que asintiera. Te levantaste, llevándote los relojes contigo, y volviste con un pequeño cuaderno y una estilográfica. Te gustaba dibujar con tinta.
Trazaste con precisión dos circunferencias perfectas, una sobre otra, cortándose. El área que pertenecía a ambos círculos la tachaste, y comenzaste a señalar:
- Esto -dijiste, apuntando a lo negro-. Es "nosotros". Miles y yo. El grueso de nuestra personalidad y nuestras decisiones está aquí. Normalmente, también el con quién nos acostamos. -Eso era cierto en parte-. Cada una de las orejitas es nuestra personalidad independiente; nuestras diferencias, lo que nos termina de conformar como identidades disociadas en un sistema. -No tenías muy claro adónde querías llegar-. Miles es una voz constante en mi cabeza que lo ve todo e influye en mis pensamientos, en mis deseos. No es malo, necesariamente, y... Creo que he perdido el hilo.
Dejaste que tu cabeza cayera hacia atrás con expresión agotada. ¿Por qué tenías que dar tantas explicaciones a una desconocida? Suspiraste.
- En cualquier caso, Miles no está encerrado. Decir que le dejo salir cuando quiere darse una vuelta o tiene alguna necesidad suena a tratarlo como una mascota, pero no tengo fuerza mental para evitar que salga. Normalmente. Igual que cuando estoy asustada es más fuerte, cuando estoy enfadada se vuelve débil como un gatito. Si él quisiera podría encerrarme varios días en nuestra mente y hacer lo que quisiera. Por eso tenemos unas normas básicas de convivencia, que por supuesto tiende a saltarse. ¿Y si un día decide cortarse el pelo? ¿O arrancarme un pecho, desfigurarme de alguna forma? -Sabías que yo no haría eso-. ¿Y si matara a alguien a quien yo quiero?
Así que eso era. ¿De verdad todo se resumía a Velkan una vez más? Asentiste, inconscientemente.
- Alice, creí que ya habíamos hablado eso.
Te sorprendiste de escucharme. No te voy a mentir, yo también me sorprendí de escucharme.
Elyria Priscraft
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Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
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Akuma no mi
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Alzó una ceja cuando regañó a Miles delante de ella. Vale, eso no se lo esperaba. Y por cómo le miraba, no parecía que hubiese sido un accidente. En fin, no se iba a quejar la verdad, le alegrase que no intentase ocultarse. Así que simplemente le mantuvo la mirada, asintiendo con la cabeza.
Entonces se puso a explicar su situación. Desde su punto de vista, al menos, también quería escuchar el de Miles, esta era una historia de dos. Escuchó atentamente mientras seguía con la trenza que había dejado a medias, terminando de arreglar su pelo. Era… complicado de entender, como mínimo. Le costaba mucho ponerse en el lugar de una situación tan poco común y concreta, en algo que no se parecía en nada a cualquier cosa que ella hubiese experimentado. Ni de lejos. Pero intento comprenderla. Vale, como sospechaba, Miles estaba siempre ahí, así que las estaría escuchando. Pero cuando tomaba el control, la mente de Alice desaparecía.
Vio como hacía su explicación en el aire, imaginándose dos círculos. Luego siguió con una comparación, y termino por levantarse a coger un cuaderno para dibujarlo. A ver, realmente no hacía falta. No había que ser un genio para imaginar dos círculos cruzados, no era algo super extraño y misterioso que costase imaginar. Pero de nuevo, no se quejó. Dejó que siguiera con lo suyo. A fin de cuentas, eso era lo de menos, lo verdaderamente complicado era entenderles.
“¿Y qué porcentaje de este centro esta participando en esta discusión? Porque entiendo que cuando Miles vino conmigo,” dijo señalando su sector, “solo estaba influyendo esta parte. ¿Pero qué hacéis cuando no estas de acuerdo en si hacer o no algo? Y ya ni siquiera hablo de sexo, hablo de decisiones más importantes para vosotros.” No había ninguna maldad en su tono, solo simple curiosidad por comprender a las dos partes.
Le dejó seguir hablando, sin volver a interrumpirle hasta que terminó de hablar. Todo esto era más complicado de lo que pensó cuando Miles se lo contó en la playa. Sí, en el pasado había leído sobre el trastorno de personalidad múltiple. O trastorno de identidad disociativa, como le corrigieron ayer. Pero hablar con alguien así cara a cara era otra historia. Más aún en el contexto de estar enfadada con la otra identidad de tu cuerpo. Pestañeó un par de veces y se concentró en lo que le contaba.
Lo último le hizo alzar una ceja. Se estaba pasando. Miles estaba escuchando callado todo esto callado, sin decir nada. No debía sentar muy bien que te dijesen estas cosas sin poder defenderte en voz alta. “¿Por qué iba a hacer algo así? Entiendo que estes enfadada, pero no seas tan dura con—”
Vale, la dejaron callada muy rápido. Ese era Miles hablando, ¿no? Dudaba seriamente que se fuese a poner a hablar consigo misma en tercera persona. Y en voz alta, hablando con alguien. Y bueno, su expresión la delataba, parecía que ella—o el, ya no lo sabía—tampoco se lo esperaba.
“Primero. ¿Alice sigue consciente, no? Y segundo. ¿Cómo que ya habíamos hablado de esto?” Estaba más que claro a que se refería. Su pelo y su cuerpo estaban intactos, y lo tercero era lo suficientemente específico como para ser cierto. Y bueno, que sus palabras lo confirmaban, básicamente. Pero necesitaba saber más.
“A ver. Hora de desahogarse un poco. ¿Cuál es el contexto de matar a un ser querido? Sé que me estás escuchando, Miles. No quiero juzgarte sin saber ambas partes de la historia. Sería terriblemente hipócrita por mi parte.” Básicamente, porque ella también era una asesina. Solo mataba criminales, claro, pero el decir si todas sus decisiones en este ámbito eran las correctas… Era un poco más complicado que eso. En cualquier caso, no mencionó nada más del tema, eran ellos los que necesitaban ser escuchados y desfogarse un poco en este momento. Sería injusto y de mal gusto llevar el problema a ella.
“Y no os preocupéis por gritar si lo necesitáis. Estoy aquí por si las cosas se salen de control. Y no hablaré con Miles si le da por encerrarte. Así que soltadlo todo.”
Entonces se puso a explicar su situación. Desde su punto de vista, al menos, también quería escuchar el de Miles, esta era una historia de dos. Escuchó atentamente mientras seguía con la trenza que había dejado a medias, terminando de arreglar su pelo. Era… complicado de entender, como mínimo. Le costaba mucho ponerse en el lugar de una situación tan poco común y concreta, en algo que no se parecía en nada a cualquier cosa que ella hubiese experimentado. Ni de lejos. Pero intento comprenderla. Vale, como sospechaba, Miles estaba siempre ahí, así que las estaría escuchando. Pero cuando tomaba el control, la mente de Alice desaparecía.
Vio como hacía su explicación en el aire, imaginándose dos círculos. Luego siguió con una comparación, y termino por levantarse a coger un cuaderno para dibujarlo. A ver, realmente no hacía falta. No había que ser un genio para imaginar dos círculos cruzados, no era algo super extraño y misterioso que costase imaginar. Pero de nuevo, no se quejó. Dejó que siguiera con lo suyo. A fin de cuentas, eso era lo de menos, lo verdaderamente complicado era entenderles.
“¿Y qué porcentaje de este centro esta participando en esta discusión? Porque entiendo que cuando Miles vino conmigo,” dijo señalando su sector, “solo estaba influyendo esta parte. ¿Pero qué hacéis cuando no estas de acuerdo en si hacer o no algo? Y ya ni siquiera hablo de sexo, hablo de decisiones más importantes para vosotros.” No había ninguna maldad en su tono, solo simple curiosidad por comprender a las dos partes.
Le dejó seguir hablando, sin volver a interrumpirle hasta que terminó de hablar. Todo esto era más complicado de lo que pensó cuando Miles se lo contó en la playa. Sí, en el pasado había leído sobre el trastorno de personalidad múltiple. O trastorno de identidad disociativa, como le corrigieron ayer. Pero hablar con alguien así cara a cara era otra historia. Más aún en el contexto de estar enfadada con la otra identidad de tu cuerpo. Pestañeó un par de veces y se concentró en lo que le contaba.
Lo último le hizo alzar una ceja. Se estaba pasando. Miles estaba escuchando callado todo esto callado, sin decir nada. No debía sentar muy bien que te dijesen estas cosas sin poder defenderte en voz alta. “¿Por qué iba a hacer algo así? Entiendo que estes enfadada, pero no seas tan dura con—”
Vale, la dejaron callada muy rápido. Ese era Miles hablando, ¿no? Dudaba seriamente que se fuese a poner a hablar consigo misma en tercera persona. Y en voz alta, hablando con alguien. Y bueno, su expresión la delataba, parecía que ella—o el, ya no lo sabía—tampoco se lo esperaba.
“Primero. ¿Alice sigue consciente, no? Y segundo. ¿Cómo que ya habíamos hablado de esto?” Estaba más que claro a que se refería. Su pelo y su cuerpo estaban intactos, y lo tercero era lo suficientemente específico como para ser cierto. Y bueno, que sus palabras lo confirmaban, básicamente. Pero necesitaba saber más.
“A ver. Hora de desahogarse un poco. ¿Cuál es el contexto de matar a un ser querido? Sé que me estás escuchando, Miles. No quiero juzgarte sin saber ambas partes de la historia. Sería terriblemente hipócrita por mi parte.” Básicamente, porque ella también era una asesina. Solo mataba criminales, claro, pero el decir si todas sus decisiones en este ámbito eran las correctas… Era un poco más complicado que eso. En cualquier caso, no mencionó nada más del tema, eran ellos los que necesitaban ser escuchados y desfogarse un poco en este momento. Sería injusto y de mal gusto llevar el problema a ella.
“Y no os preocupéis por gritar si lo necesitáis. Estoy aquí por si las cosas se salen de control. Y no hablaré con Miles si le da por encerrarte. Así que soltadlo todo.”
- Creo que no me he explicado bien, definitivamente. -Te callaste un momento, tratando de replantear la situación de alguna forma-. Miles siempre está. No sé hasta qué punto soy Alice, dónde empiezo yo o termina él. En mi cabeza sus pensamientos resuenan con mi voz -¿con qué otra si no?- e influye en muchas de mis acciones. Sé que influye en ellas; a veces se conforma con hacerme pensar como quiere. Otras... ¿Cómo explicarlo? Es un esfuerzo consciente la voz que pone, ¿sabes? Ey, mírame, soy Miles -dijiste, con voz ronca. Una buena imitación, en realidad, aunque claramente burlona-. Puede usar mi voz, y lo ha hecho. De hecho, no sería la primera vez que me empuja a acostarme con alguien. Aunque suele ser eso, un empujón. Y tiendo a estar consciente.
¿Cuando no estábamos de acuerdo? La situación era extremadamente rara, por no decir remota. Pocas veces había sucedido desde que había cobrado voz, y una era...
- Cuando no estamos de acuerdo Miles hace lo que estima oportuno -contestaste, finalmente-. Si le es indiferente se queda mirando. Le gusta decir "te lo dije". Si cree que tiene que actuar... -Te encogiste de hombros-. Me posee. Durante unos meses lo hizo de forma relativamente inteligente: Esperaba a que me fuese a cama para encerrarme, y por la mañana yo no recordaba nada. Sin embargo sentía la fatiga en los huesos, los moretones... -Entornaste los ojos, como si miraras hacia mí-. ¿Le has contado eso?
Negué con la cabeza. Luego todo siguió.
- Estoy consciente -respondiste-. Como te he dicho antes, él puede usar partes de mi cuerpo aun si yo estoy ocupándolo. Es fuerte. Normal, por otro lado; nació el día que murió mi padre. Bueno, cuando me enteré de que había muerto, en realidad. No soy experta en cosas de la cabeza, pero se supone que las identidades alternativas vienen a raíz de un trauma y según este adquieren un "carácter". -Acompañaste la palabra de comillas con los dedos-. Miles se supone que es un protector. Es más fuerte, está más alerta, pelea más sucio y es extremadamente paranoico.
- Yo diría precavido -Te corregí mientras fruncías el ceño-. En realidad tiendo a ser bastante confiado, la mayoría de las veces. Cuando no hay un peligro cerca, claro.
- Santo dios. -Te llevaste una mano a la frente. Entre las preguntas de Ely y yo te estaba entrando dolor de cabeza-. Sigues sin creer que hicieras nada malo. -Levantaste la mirada hacia Ely, fruncidos los labios-. La primera vez que Miles tomó control de mi cuerpo yo estaba alterada. Unos bárbaros habían asaltado mi villa y me habrían matado de no haber llegado Velkan Byrne, un caballero de Hallstat, haciendo uso de una magia extraña: Una fruta del diablo. Lo invité a cenar como agradecimiento, y a sus caballeros a tomar las habitaciones de los huéspedes. Bebimos demasiado y Velkan dijo algo que alteró a Miles. Luego fuimos a su alcoba, me dejó dormida en la cama y él se quedó en el sillón. Me desperté a la mañana siguiente en mi barquito de recreo con casi toda mi ropa en dos arcones, mis relojes en otro y ninguno de mis cuadros. Cuando volví a la casa había ardido y casi me mataron los caballeros de Byrne. Nunca he tenido fuerzas de preguntarle, aunque sé que es culpa suya. Desollaron a mis sirvientes, destruyeron mis cuadros, seguramente violaron a mis criadas y asesinaron a mis trabajadores. Trabajé casi cinco años en que Wanderwine fuese rentable; apenas había recuperado la mitad de la inversión, y teníamos deudas. ¿Y todo para qué?
- Para esto.
Tu sombra pareció revolverse por un momento, humeante. Pronto te percataste de que un hilillo caía desde tus pies al suelo, alimentando la masa informe de oscuridad que iba esculpiendo una estatua de tinieblas. Algo más alto que tú, completamente negro y con un traje -también bañado en oscuridad- que recordaba a un pirata, saludé con la mano.
- Eres un dramático -protestaste-. ¿No tenías una forma más modesta de reconocer lo que hiciste?
- No. -La voz salió de tus labios, pero fue mi cuerpo de oscuridad el que se encogió de hombros. En realidad, una vez visto desde fuera, se veía bastante ridículo, así que lo dejé desvanecer-. No soy el único que tiene secretos, Ely. Alice es... Importante, en English Garden. Su matriz, más bien. Se podría decir que su útero es el segundo más cotizado de todo el país. Pero no le apetecía ser madre a los diecisiete y, previsiblemente, morir en el parto, así que bla bla bla Villa Wanderwine al sur de Hallstat bla bla bla Velkan aparece. Era cazarrecompensas, no el honorable caballero que Alice quiere recordar. La salvó para alimentar su ego y en el mismo ataque de vanidad reconoció que Lewis Wanderlust pagaba una gran suma por ella. ¿De verdad alguien esperaba que no te defendiera?
- Nadie sabía que existías, Miles.
- A pesar de que te susurraba. Te saludaba desde el espejo. Nunca me quisiste ver.
Bufaste, molesta.
- Eso no es una buena razón para matar a un hombre, Miles. Podrías haberme alejado, haber...
- ¿Recuerdas quién éramos antes de su muerte? No podía haberte defendido.
- Sigues escudándote en que necesitabas esa fruta en particular, pero eso solo es una forma de racionalizar algo que sabes que no deberías haber hecho. Destruiste mi vida
- Eres más feliz ahora que nunca, Alice. No tenías vida antes de subir a ese barco.
Visiblemente molesta, te levantaste de golpe y echaste a caminar.
- Voy a por un espejo -te disculpaste-. Ahora vengo.
¿Cuando no estábamos de acuerdo? La situación era extremadamente rara, por no decir remota. Pocas veces había sucedido desde que había cobrado voz, y una era...
- Cuando no estamos de acuerdo Miles hace lo que estima oportuno -contestaste, finalmente-. Si le es indiferente se queda mirando. Le gusta decir "te lo dije". Si cree que tiene que actuar... -Te encogiste de hombros-. Me posee. Durante unos meses lo hizo de forma relativamente inteligente: Esperaba a que me fuese a cama para encerrarme, y por la mañana yo no recordaba nada. Sin embargo sentía la fatiga en los huesos, los moretones... -Entornaste los ojos, como si miraras hacia mí-. ¿Le has contado eso?
Negué con la cabeza. Luego todo siguió.
- Estoy consciente -respondiste-. Como te he dicho antes, él puede usar partes de mi cuerpo aun si yo estoy ocupándolo. Es fuerte. Normal, por otro lado; nació el día que murió mi padre. Bueno, cuando me enteré de que había muerto, en realidad. No soy experta en cosas de la cabeza, pero se supone que las identidades alternativas vienen a raíz de un trauma y según este adquieren un "carácter". -Acompañaste la palabra de comillas con los dedos-. Miles se supone que es un protector. Es más fuerte, está más alerta, pelea más sucio y es extremadamente paranoico.
- Yo diría precavido -Te corregí mientras fruncías el ceño-. En realidad tiendo a ser bastante confiado, la mayoría de las veces. Cuando no hay un peligro cerca, claro.
- Santo dios. -Te llevaste una mano a la frente. Entre las preguntas de Ely y yo te estaba entrando dolor de cabeza-. Sigues sin creer que hicieras nada malo. -Levantaste la mirada hacia Ely, fruncidos los labios-. La primera vez que Miles tomó control de mi cuerpo yo estaba alterada. Unos bárbaros habían asaltado mi villa y me habrían matado de no haber llegado Velkan Byrne, un caballero de Hallstat, haciendo uso de una magia extraña: Una fruta del diablo. Lo invité a cenar como agradecimiento, y a sus caballeros a tomar las habitaciones de los huéspedes. Bebimos demasiado y Velkan dijo algo que alteró a Miles. Luego fuimos a su alcoba, me dejó dormida en la cama y él se quedó en el sillón. Me desperté a la mañana siguiente en mi barquito de recreo con casi toda mi ropa en dos arcones, mis relojes en otro y ninguno de mis cuadros. Cuando volví a la casa había ardido y casi me mataron los caballeros de Byrne. Nunca he tenido fuerzas de preguntarle, aunque sé que es culpa suya. Desollaron a mis sirvientes, destruyeron mis cuadros, seguramente violaron a mis criadas y asesinaron a mis trabajadores. Trabajé casi cinco años en que Wanderwine fuese rentable; apenas había recuperado la mitad de la inversión, y teníamos deudas. ¿Y todo para qué?
- Para esto.
Tu sombra pareció revolverse por un momento, humeante. Pronto te percataste de que un hilillo caía desde tus pies al suelo, alimentando la masa informe de oscuridad que iba esculpiendo una estatua de tinieblas. Algo más alto que tú, completamente negro y con un traje -también bañado en oscuridad- que recordaba a un pirata, saludé con la mano.
- Eres un dramático -protestaste-. ¿No tenías una forma más modesta de reconocer lo que hiciste?
- No. -La voz salió de tus labios, pero fue mi cuerpo de oscuridad el que se encogió de hombros. En realidad, una vez visto desde fuera, se veía bastante ridículo, así que lo dejé desvanecer-. No soy el único que tiene secretos, Ely. Alice es... Importante, en English Garden. Su matriz, más bien. Se podría decir que su útero es el segundo más cotizado de todo el país. Pero no le apetecía ser madre a los diecisiete y, previsiblemente, morir en el parto, así que bla bla bla Villa Wanderwine al sur de Hallstat bla bla bla Velkan aparece. Era cazarrecompensas, no el honorable caballero que Alice quiere recordar. La salvó para alimentar su ego y en el mismo ataque de vanidad reconoció que Lewis Wanderlust pagaba una gran suma por ella. ¿De verdad alguien esperaba que no te defendiera?
- Nadie sabía que existías, Miles.
- A pesar de que te susurraba. Te saludaba desde el espejo. Nunca me quisiste ver.
Bufaste, molesta.
- Eso no es una buena razón para matar a un hombre, Miles. Podrías haberme alejado, haber...
- ¿Recuerdas quién éramos antes de su muerte? No podía haberte defendido.
- Sigues escudándote en que necesitabas esa fruta en particular, pero eso solo es una forma de racionalizar algo que sabes que no deberías haber hecho. Destruiste mi vida
- Eres más feliz ahora que nunca, Alice. No tenías vida antes de subir a ese barco.
Visiblemente molesta, te levantaste de golpe y echaste a caminar.
- Voy a por un espejo -te disculpaste-. Ahora vengo.
Elyria Priscraft
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Elyria rió dulcemente ante su imitación de Miles, vero volvió inmediatamente a concentrase en sus balarlas e intentar hacerse una imagen mental de todo. Vale, imagen igual no era la mejor palabra, pero bueno. Todo esto era muy complicado, no era capaz ni de acercarse a entender lo que sentían ellos ahora mismo. Y en su día a día, claro, conviviendo con todos estos problemas. Al menos la respuesta sobre lo que hacían cuando no estaban de acuerdo era mas clara. Más o menos.
Asintió con la cabeza. Vale, seguía siendo ella. “Si, solo quería asegurarme de que no había disociado.” Y la dejó continuar hablando sin decir nada más. Sí, había notado que era fuerte. Le había arrancado la cabeza a un par de robots, y bueno, se habían estado tocando la noche anterior, era bastante obvio. “¿Y eso no aplica también a ti, Alice? ¿O de alguna forma es mejor en combate aún con el mismo cuerpo, habilidades y memoria muscular? Lo siento por tantas preguntas, es complicado de entender todo esto en un momento.”
Suspiró al escuchar a Miles. No podía culparle, ella era la primera que pecaba de paranoica muchas veces, sospechando de cualquier tontería. Pero si están hablando de matar a alguien… No. Agitó la cabeza inconscientemente. No seas hipócrita Ely. Y escúchales.
Iba a decir algo, pero Alice volvió a saltar, así que se quedó calamita. Eran ellos los que tenían que discutir. Le mantuvo la mirada, pasándose un mechón de pelo por detrás de la orejas. Respiró. Tranquila, atenta. Y Joder. Esperaba que el contexto fuese un poco más bonito, pero no. Estaba bien sospechar, pero matar a alguien que te había salvado la vida por unas palabras desafortunadas estando borracho… Había formas y formas de manejar una situación así. Y la que eligió usar, dentro de su propia hipocresía, le parecía la peor de ellas.
Alzó una ceja al ver cómo aparecía una figura humana negra, bizarra. Era raro de describir, no se parecía a nada que hubiese visto antes. Aunque le daba la sensación de que era una especie de antítesis de Nissa. Ella era la luz y lo que tenía delante la oscuridad. A ver, no en ese sentido. Ninguno era mejor que el otro. Aunque esa definición de oscuridad pegaba mucho con lo que le estaban contando, la verdad. Pero bueno, no duró mucho antes de desvanecerse igual de rápido que había sido creada. Vale, era usuaria.
Frunció el ceño al escuchar los secretos de Alice. ¿Qué clase de forma de tirarle el muerto—nunca mejor dicho—a otro era esa? No pudo quedarse callada esta vez.
“Miles, cariño. No me compares matar a quién te salvo la vida con no querer tomar una vida que no habías elegido.” Su tono se volvió un poco más agresivo, pero mantenía la calma. “He estado defendiéndote, pero no puedo dejar que nos vengas con que solo quería alimentar su ego ni con que era sospechoso. Os salvo la puta vida, Miles. Tenías otras opciones.” Tomó aire, cerrando los ojos por unos segundos. “Y lo de cazarrecompensas no sé ni a que viene, es irrelevante, no sé que tienes en contra de ellos, no me vengas hablando de caballeros honorables después de lo que tú hiciste.”
Les siguió escuchando, algo molesta por la situación. No le gustaba ponerse a echarle la bronca cuando le estaba contando sus cosas, pero simplemente no podía quedarse callada ante algo de este nivel. Sabía cómo funcionaba el mundo, lo peligroso que era, pero no podía aceptar que se justificase de hacer algo así.
“O sea, que lo mataste para conseguir una Akuma. Y intentas escudarte ante ti mismo y ante Alice de que lo hiciste puramente por protegerla, porque era un cazarrecompensas egocéntrico que la quería muerta. Reconoces que había otras opciones, pero elegiste matar a la persona a la que le debíais seguir vivos. Todo por poder. Que de nuevo, hay más formas. Dime Miles. ¿Cómo exactamente te hace eso mejor que el? No puedes cambiar el pasado, pero al menos ten la decencia de reconocer lo que hiciste sin poner excusas.”
Suspiró, asintiendo con la cabeza cuando le dijo que iba a por un espejo. No terminaba de entender para qué necesitaba uno, pero suponía que tenía algo que ver con su relación con Miles.
Asintió con la cabeza. Vale, seguía siendo ella. “Si, solo quería asegurarme de que no había disociado.” Y la dejó continuar hablando sin decir nada más. Sí, había notado que era fuerte. Le había arrancado la cabeza a un par de robots, y bueno, se habían estado tocando la noche anterior, era bastante obvio. “¿Y eso no aplica también a ti, Alice? ¿O de alguna forma es mejor en combate aún con el mismo cuerpo, habilidades y memoria muscular? Lo siento por tantas preguntas, es complicado de entender todo esto en un momento.”
Suspiró al escuchar a Miles. No podía culparle, ella era la primera que pecaba de paranoica muchas veces, sospechando de cualquier tontería. Pero si están hablando de matar a alguien… No. Agitó la cabeza inconscientemente. No seas hipócrita Ely. Y escúchales.
Iba a decir algo, pero Alice volvió a saltar, así que se quedó calamita. Eran ellos los que tenían que discutir. Le mantuvo la mirada, pasándose un mechón de pelo por detrás de la orejas. Respiró. Tranquila, atenta. Y Joder. Esperaba que el contexto fuese un poco más bonito, pero no. Estaba bien sospechar, pero matar a alguien que te había salvado la vida por unas palabras desafortunadas estando borracho… Había formas y formas de manejar una situación así. Y la que eligió usar, dentro de su propia hipocresía, le parecía la peor de ellas.
Alzó una ceja al ver cómo aparecía una figura humana negra, bizarra. Era raro de describir, no se parecía a nada que hubiese visto antes. Aunque le daba la sensación de que era una especie de antítesis de Nissa. Ella era la luz y lo que tenía delante la oscuridad. A ver, no en ese sentido. Ninguno era mejor que el otro. Aunque esa definición de oscuridad pegaba mucho con lo que le estaban contando, la verdad. Pero bueno, no duró mucho antes de desvanecerse igual de rápido que había sido creada. Vale, era usuaria.
Frunció el ceño al escuchar los secretos de Alice. ¿Qué clase de forma de tirarle el muerto—nunca mejor dicho—a otro era esa? No pudo quedarse callada esta vez.
“Miles, cariño. No me compares matar a quién te salvo la vida con no querer tomar una vida que no habías elegido.” Su tono se volvió un poco más agresivo, pero mantenía la calma. “He estado defendiéndote, pero no puedo dejar que nos vengas con que solo quería alimentar su ego ni con que era sospechoso. Os salvo la puta vida, Miles. Tenías otras opciones.” Tomó aire, cerrando los ojos por unos segundos. “Y lo de cazarrecompensas no sé ni a que viene, es irrelevante, no sé que tienes en contra de ellos, no me vengas hablando de caballeros honorables después de lo que tú hiciste.”
Les siguió escuchando, algo molesta por la situación. No le gustaba ponerse a echarle la bronca cuando le estaba contando sus cosas, pero simplemente no podía quedarse callada ante algo de este nivel. Sabía cómo funcionaba el mundo, lo peligroso que era, pero no podía aceptar que se justificase de hacer algo así.
“O sea, que lo mataste para conseguir una Akuma. Y intentas escudarte ante ti mismo y ante Alice de que lo hiciste puramente por protegerla, porque era un cazarrecompensas egocéntrico que la quería muerta. Reconoces que había otras opciones, pero elegiste matar a la persona a la que le debíais seguir vivos. Todo por poder. Que de nuevo, hay más formas. Dime Miles. ¿Cómo exactamente te hace eso mejor que el? No puedes cambiar el pasado, pero al menos ten la decencia de reconocer lo que hiciste sin poner excusas.”
Suspiró, asintiendo con la cabeza cuando le dijo que iba a por un espejo. No terminaba de entender para qué necesitaba uno, pero suponía que tenía algo que ver con su relación con Miles.
- Alice...
- Espera. Al. Espejo.
Hablar con otra persona era una interacción bastante normal. Estabas habituada a ella. No se te hacía extraño hablar cara a cara con la gente. El problema surgía cuando la voz provenía de tus propios labios, de tu propio cuerpo. De cuando no podías más que entrever el lenguaje corporal, deducirlo. Sí, eso era. Te resultaba incómodo. No te gustaba hablar conmigo si no era a través de un espejo, aunque en ocasiones no quedase más remedio. Te gustaba leer mis gestos, aun cuando estabas dentro de mi mente. De nuestra mente.
Cargaste desde la habitación un espejo de pie no muy ostentoso, prácticamente una lámina de cristal enmarcado. Con cuidado de no poner los dedos sobre su superficie aferraste el metal delicadamente antes de llevarlo a pulso hasta la salita. Allí lo colocaste, asegurándote de que tanto Ely como tú pudieseis verme a través de él, aunque sabías que ella no lo necesitaba. Que eras tú la que estaba mal de la cabeza. Aunque, en realidad, tú nunca habías querido pensar que estuvieses loca; al menos por mi existencia. A veces bromeabas respecto al exceso de genialidad que me habría conformado, demasiado renuente para encajar dentro de ti: La violencia, el exceso de pasión, lo precavido de mí mismo... Solías verlo más como una bendición que como una maldición.
Te sentaste, finalmente, y miraste a Ely.
- Sé lo que piensas -dijiste, señalándola con una sonrisa infantil de autocomplacencia-. Que para qué puedo querer el espejo si vive en mi cuerpo. Pero es respetuoso mirar a la cara a la gente con la que hablas. Y la verdad, odio hablar mentalmente. Es un nivel de abstracción que me marea.
- Porque no naciste en él -contesté yo, la mirada centrada desde el espejo hacia ti-. Pero yo no maté a Velkan por su fruta. Antes de hacerlo ni siquiera sabía que se transmitían así; eso solo fue una feliz coincidencia.
- ¡¿Entonces por qué lo mataste?! -exigiste saber-. ¡Habríamos muerto de no ser por él!
- Alice, respóndeme una pregunta -solicité, con toda la calma de la que podía hacerme dueño-: ¿Lewis Wanderlust enviaría a un caballero honorable detrás de ti?
- No, pero me dijo que no le interesaba.
- Y no llegó el día antes ni el día después; apareció en mitad de la masacre, cuando habías aceptado que morirías peleando, ¿no?
- No me gusta por dónde estás yendo, Miles.
- No importa por dónde esté yendo; no importa si Velkan era o no era lo que decía ser. No importa si nos hubiera metido al despertar en un barco rumbo a English Garden a que parieras y murieses o no. Solo importa que en aquel momento era lo que tenía que hacer; era lo más lógico. ¿Quizá me equivoqué? Es posible. Nunca he negado que pudo haber sido un error, Alice, pero yo hice lo que garantizaba tu seguridad. Atajé los riesgos. No hay forma de que me convenzas de que hice mal. Además, hasta ahora ha sido la forma más óptima de evadir eso.
Te echaste a reír. Te resbalaban unas pocas lágrimas por las mejillas, pero reías.
- Por lo menos esta vez ya no dices que es lo que habría hecho yo.
- Has matado a más gente que yo. -Me encogí de hombros-. Sueles ser implacable.
Súbitamente levantaste la mirada hacia Ely, preocupada. La muerte de una persona por algo ajeno hacía dos años era relativamente fácil de obviar, más en una situación tan crítica en esa isla, pero reconocer el asesinato sistemático era otra cosa.
- Soy cazarrecompensas -explicaste-. Tengo la licencia en el bolso. Y no suelo matar a sangre fría, suele ser más...
- Por irresponsabilidad -completé, encogiéndome de hombros-. Le puede la adrenalina. Lo que preguntabas antes. Toda la cautela me la quedé yo. Y no tengo ningún problema con que fuera cazarrecompensas, pero sí lo tengo con que tuviese conocimiento de contratos en los bajos fondos. Además, no podía hacer otra cosa: Si esperaba hasta la mañana siguiente podía atraparnos él, o podría haber venido otro con menos escrúpulos. Además, si le hubiese preguntado darían igual sus intenciones, pues contestaría que no fuesen cuales fueran. No podía enfrentarlo despierto porque era usuario y lo había visto masacrar a cien soldados en poco más de cinco segundos. Pero cuando lo vi ahí dormido, sentado en el sillón... Sabía lo que iba a hacer, y me odié por ello. Sabía que tú no querrías hacerlo, Alice, pero también que el miedo te carcomía. Que querías huir, que necesitabas desaparecer del alcance de Lewis.
- Pero querías su poder -musitaste. El enfado se había ido apagando; solo quedaba la mente embotada.
- Tú también. Tuvimos suerte.
- Volviendo al tema. -Agitaste la cabeza, haciendo que mechones rubios volasen hasta casi golpear a Ely-. No es que Miles sea físicamente más fuerte, sino que tolera bastante mejor el dolor que yo.
- Tenemos huesos de cristal -completé, tajante-. La fruta permite entre otras cosas que no nos rompamos constantemente, pero amplifica enormemente el dolor. Por eso ayer cuando Alice tropezó necesitaba ayuda para levantarse.
Y por eso siempre sonreías.
- En fin, nos estamos desviando -anunciaste-. Miles, si tú y yo no compartiésemos cuerpo y yo cayera inconsciente, ¿me forzarías a hacer cosas? Porque cada vez que disocio es eso lo que me provocas. Sé que no voy a despertar hasta que tú puedas dormir, sé que me voy a alterar al despertar, y que me voy a sentir extremadamente vulnerable. -Volviste a mirar al espejo en detrimento de Ely-. ¿Alguna vez has tratado de traerme de vuelta?
Cavilé, pensativo. Había intentado hablarte, pero no escuchabas. Había tratado de entrar en tu mente, pero se cerraba.
- No. En un sentido estricto, no. Pero dudo que se pueda.
- Espera. Al. Espejo.
Hablar con otra persona era una interacción bastante normal. Estabas habituada a ella. No se te hacía extraño hablar cara a cara con la gente. El problema surgía cuando la voz provenía de tus propios labios, de tu propio cuerpo. De cuando no podías más que entrever el lenguaje corporal, deducirlo. Sí, eso era. Te resultaba incómodo. No te gustaba hablar conmigo si no era a través de un espejo, aunque en ocasiones no quedase más remedio. Te gustaba leer mis gestos, aun cuando estabas dentro de mi mente. De nuestra mente.
Cargaste desde la habitación un espejo de pie no muy ostentoso, prácticamente una lámina de cristal enmarcado. Con cuidado de no poner los dedos sobre su superficie aferraste el metal delicadamente antes de llevarlo a pulso hasta la salita. Allí lo colocaste, asegurándote de que tanto Ely como tú pudieseis verme a través de él, aunque sabías que ella no lo necesitaba. Que eras tú la que estaba mal de la cabeza. Aunque, en realidad, tú nunca habías querido pensar que estuvieses loca; al menos por mi existencia. A veces bromeabas respecto al exceso de genialidad que me habría conformado, demasiado renuente para encajar dentro de ti: La violencia, el exceso de pasión, lo precavido de mí mismo... Solías verlo más como una bendición que como una maldición.
Te sentaste, finalmente, y miraste a Ely.
- Sé lo que piensas -dijiste, señalándola con una sonrisa infantil de autocomplacencia-. Que para qué puedo querer el espejo si vive en mi cuerpo. Pero es respetuoso mirar a la cara a la gente con la que hablas. Y la verdad, odio hablar mentalmente. Es un nivel de abstracción que me marea.
- Porque no naciste en él -contesté yo, la mirada centrada desde el espejo hacia ti-. Pero yo no maté a Velkan por su fruta. Antes de hacerlo ni siquiera sabía que se transmitían así; eso solo fue una feliz coincidencia.
- ¡¿Entonces por qué lo mataste?! -exigiste saber-. ¡Habríamos muerto de no ser por él!
- Alice, respóndeme una pregunta -solicité, con toda la calma de la que podía hacerme dueño-: ¿Lewis Wanderlust enviaría a un caballero honorable detrás de ti?
- No, pero me dijo que no le interesaba.
- Y no llegó el día antes ni el día después; apareció en mitad de la masacre, cuando habías aceptado que morirías peleando, ¿no?
- No me gusta por dónde estás yendo, Miles.
- No importa por dónde esté yendo; no importa si Velkan era o no era lo que decía ser. No importa si nos hubiera metido al despertar en un barco rumbo a English Garden a que parieras y murieses o no. Solo importa que en aquel momento era lo que tenía que hacer; era lo más lógico. ¿Quizá me equivoqué? Es posible. Nunca he negado que pudo haber sido un error, Alice, pero yo hice lo que garantizaba tu seguridad. Atajé los riesgos. No hay forma de que me convenzas de que hice mal. Además, hasta ahora ha sido la forma más óptima de evadir eso.
Te echaste a reír. Te resbalaban unas pocas lágrimas por las mejillas, pero reías.
- Por lo menos esta vez ya no dices que es lo que habría hecho yo.
- Has matado a más gente que yo. -Me encogí de hombros-. Sueles ser implacable.
Súbitamente levantaste la mirada hacia Ely, preocupada. La muerte de una persona por algo ajeno hacía dos años era relativamente fácil de obviar, más en una situación tan crítica en esa isla, pero reconocer el asesinato sistemático era otra cosa.
- Soy cazarrecompensas -explicaste-. Tengo la licencia en el bolso. Y no suelo matar a sangre fría, suele ser más...
- Por irresponsabilidad -completé, encogiéndome de hombros-. Le puede la adrenalina. Lo que preguntabas antes. Toda la cautela me la quedé yo. Y no tengo ningún problema con que fuera cazarrecompensas, pero sí lo tengo con que tuviese conocimiento de contratos en los bajos fondos. Además, no podía hacer otra cosa: Si esperaba hasta la mañana siguiente podía atraparnos él, o podría haber venido otro con menos escrúpulos. Además, si le hubiese preguntado darían igual sus intenciones, pues contestaría que no fuesen cuales fueran. No podía enfrentarlo despierto porque era usuario y lo había visto masacrar a cien soldados en poco más de cinco segundos. Pero cuando lo vi ahí dormido, sentado en el sillón... Sabía lo que iba a hacer, y me odié por ello. Sabía que tú no querrías hacerlo, Alice, pero también que el miedo te carcomía. Que querías huir, que necesitabas desaparecer del alcance de Lewis.
- Pero querías su poder -musitaste. El enfado se había ido apagando; solo quedaba la mente embotada.
- Tú también. Tuvimos suerte.
- Volviendo al tema. -Agitaste la cabeza, haciendo que mechones rubios volasen hasta casi golpear a Ely-. No es que Miles sea físicamente más fuerte, sino que tolera bastante mejor el dolor que yo.
- Tenemos huesos de cristal -completé, tajante-. La fruta permite entre otras cosas que no nos rompamos constantemente, pero amplifica enormemente el dolor. Por eso ayer cuando Alice tropezó necesitaba ayuda para levantarse.
Y por eso siempre sonreías.
- En fin, nos estamos desviando -anunciaste-. Miles, si tú y yo no compartiésemos cuerpo y yo cayera inconsciente, ¿me forzarías a hacer cosas? Porque cada vez que disocio es eso lo que me provocas. Sé que no voy a despertar hasta que tú puedas dormir, sé que me voy a alterar al despertar, y que me voy a sentir extremadamente vulnerable. -Volviste a mirar al espejo en detrimento de Ely-. ¿Alguna vez has tratado de traerme de vuelta?
Cavilé, pensativo. Había intentado hablarte, pero no escuchabas. Había tratado de entrar en tu mente, pero se cerraba.
- No. En un sentido estricto, no. Pero dudo que se pueda.
Elyria Priscraft
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fuerza
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Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Vale, ahora entendía lo de el espejo. Y a ver, tenía bastante sentido dada la situación. Aún si podían hablar en su mente o en voz alta y entenderse sin problemas, era cierto que ver a la persona con la que estabas discutiendo ayudaba. Sobretodo si escuchabas como las palabras salían de tus propios labios. No sabía cómo se sentiría respecto a eso, pero supuso que aún trás acostumbrarse, sería un tanto confuso.
“Comprendo.”
Y volvió a hablar Miles. Siguió la conversación, sin interrumpirles por ahora. Claramente no estaban de acuerdo en cómo afrontó ese supuesto peligro, y podía entenderlo. Ella misma era una asesina, pero no era lo mismo, el contexto es totalmente diferente en este caso. Y matar a alguien que te había salvado la vida… Cuanto menos, era poco honorable. Pero era una situación delicada, lo hizo por proteger a alguien, eso podía respetarlo. Pero no las formas. Tenía sentimientos encontrados acerca de ello, pero al menos ya no era solo desprecio.
Alzó una ceja cuando Miles mencionó los asesinatos de Alice, e inmediatamente noto su mirada, manteniéndola. Parecía tener una explicación para eso, menos mal. Se había preocupado por unos instantes. Pero solo era una cazarrecompensas. Una sorpresa, después de escuchar su comentario sobre este grupo. O sobre Velkan siendo uno de ellos mas bien.
“Descuida. No te voy a juzgar por matar criminales cuándo es algo que forma parte de mi propio trabajo.”
Atendió a su explicación sobre el asesinato de Velkan, suspirando al darse cuenta de que no lo estaba mejorando especialmente. Pero bueno, ya había decidido escucharle hasta el final, le gustase o no lo que hubiese hecho. No iba de eso.
“Es una excusa bastante mala, Miles. Siempre teníais la opción de huir, pero el ansia de poder te pudo. Al menos fue para proteger, o eso quiero creer. Pero matar a quien te salvo la vida mientras duerme es… asqueroso, lo mires como lo mires. Al menos podrías empezar reconociendo eso, disculpándote. Ya dijiste que te pudiste haber equivocado, pero luego saltas con que sabes que hiciste bien. Aclárate.” Suspiró, subiendo las piernas al asiento, acomodándose. “¿Y sigue vivo ese tal Lewis? ¿O ya os encargasteis de él? ¿Por qué os perseguía con tantas ganas?”
Lo de los huesos de cristal tenía todo el sentido del mundo. Eso explicaba muchas cosas. ¿Cómo no se había dado cuenta antes? No seas idiota Ely, ¿qué clase de persona piensa en algo tan raro y específico?
“Y yo pensando que te habías inventado lo del tobillo. Bueno, en parte es cierto, supongo,” dijo riendo dulcemente.
Le seguía pareciendo feo como Alice se tomaba la situación de lo que había ocurrido anoche y en cualquier otro caso similar. Pero claro, tampoco se estaba poniendo en su lugar. No porque no quisiera, si no porque no era capaz. Era difícil.
“Me parece una comparación muy injusta, Alice. A fin de cuentas sí compartís cuerpo. Entiendo que te sientas vulnerable, pero de nuevo, no eres la única variable.”
La pregunta a Miles era curiosa. Una pensaría que sí, pero al parecer nunca lo había intentado. Así que miró al espejo, y luego a Alice. Estaban en un entorno seguro para experimentar, y tenía una idea. No sabía si funcionaría, pero tampoco perdían nada por intentarlo.
“¿Qué tal si lo intentamos hoy mismo? Si se lo permites a Miles, él debería poder disociar cuándo quiera, ¿no? O sea, no ahora mismo, más tarde, cerca de la noche. Que si no funciona te quedarás encerrada todo el día. Te prometo que no dejare que Miles haga nada raro, si es que te preocupa. Y no hablaré con el de nada que no tenga que ver con traerte de vuelta. Sería injusto si no estás escuchando y participando. ¿Qué te parece?”
“Comprendo.”
Y volvió a hablar Miles. Siguió la conversación, sin interrumpirles por ahora. Claramente no estaban de acuerdo en cómo afrontó ese supuesto peligro, y podía entenderlo. Ella misma era una asesina, pero no era lo mismo, el contexto es totalmente diferente en este caso. Y matar a alguien que te había salvado la vida… Cuanto menos, era poco honorable. Pero era una situación delicada, lo hizo por proteger a alguien, eso podía respetarlo. Pero no las formas. Tenía sentimientos encontrados acerca de ello, pero al menos ya no era solo desprecio.
Alzó una ceja cuando Miles mencionó los asesinatos de Alice, e inmediatamente noto su mirada, manteniéndola. Parecía tener una explicación para eso, menos mal. Se había preocupado por unos instantes. Pero solo era una cazarrecompensas. Una sorpresa, después de escuchar su comentario sobre este grupo. O sobre Velkan siendo uno de ellos mas bien.
“Descuida. No te voy a juzgar por matar criminales cuándo es algo que forma parte de mi propio trabajo.”
Atendió a su explicación sobre el asesinato de Velkan, suspirando al darse cuenta de que no lo estaba mejorando especialmente. Pero bueno, ya había decidido escucharle hasta el final, le gustase o no lo que hubiese hecho. No iba de eso.
“Es una excusa bastante mala, Miles. Siempre teníais la opción de huir, pero el ansia de poder te pudo. Al menos fue para proteger, o eso quiero creer. Pero matar a quien te salvo la vida mientras duerme es… asqueroso, lo mires como lo mires. Al menos podrías empezar reconociendo eso, disculpándote. Ya dijiste que te pudiste haber equivocado, pero luego saltas con que sabes que hiciste bien. Aclárate.” Suspiró, subiendo las piernas al asiento, acomodándose. “¿Y sigue vivo ese tal Lewis? ¿O ya os encargasteis de él? ¿Por qué os perseguía con tantas ganas?”
Lo de los huesos de cristal tenía todo el sentido del mundo. Eso explicaba muchas cosas. ¿Cómo no se había dado cuenta antes? No seas idiota Ely, ¿qué clase de persona piensa en algo tan raro y específico?
“Y yo pensando que te habías inventado lo del tobillo. Bueno, en parte es cierto, supongo,” dijo riendo dulcemente.
Le seguía pareciendo feo como Alice se tomaba la situación de lo que había ocurrido anoche y en cualquier otro caso similar. Pero claro, tampoco se estaba poniendo en su lugar. No porque no quisiera, si no porque no era capaz. Era difícil.
“Me parece una comparación muy injusta, Alice. A fin de cuentas sí compartís cuerpo. Entiendo que te sientas vulnerable, pero de nuevo, no eres la única variable.”
La pregunta a Miles era curiosa. Una pensaría que sí, pero al parecer nunca lo había intentado. Así que miró al espejo, y luego a Alice. Estaban en un entorno seguro para experimentar, y tenía una idea. No sabía si funcionaría, pero tampoco perdían nada por intentarlo.
“¿Qué tal si lo intentamos hoy mismo? Si se lo permites a Miles, él debería poder disociar cuándo quiera, ¿no? O sea, no ahora mismo, más tarde, cerca de la noche. Que si no funciona te quedarás encerrada todo el día. Te prometo que no dejare que Miles haga nada raro, si es que te preocupa. Y no hablaré con el de nada que no tenga que ver con traerte de vuelta. Sería injusto si no estás escuchando y participando. ¿Qué te parece?”
- Hay muchas cosas en las que te estás equivocando -comencé-. Matices que no quieres ver, o simplemente no puedes comprender porque, sencillamente, imaginar que alguien con nuestra gracia felina en algún momento podría haberse roto el fémur de correr veinte metros es complicado. Requiere entender que huir de English Garden en su momento requirió de meses de planificación adaptando carros, enviando albañiles a asegurar cualquier desperfecto en las vías principales y gastando enormes sumas de dinero en ofuscar la atenta mirada de Lewis. Para nosotros huir nunca era una opción que tomar a la ligera; apenas podíamos montar a caballo sin una silla adaptada, tampoco.
- Además, está el tema de Wanderwine -acotaste tú-. Incluso si después de haber acabado con Velkan al menos hubieses...
- Increíble -bufé- que después de reprocharme un asesinato me recrimines que no diezmé un ejército.
- No era un ejército. Viste lo que hicieron tan bien como yo. -Tu voz se apagaba poco a poco-. Tanta sangre, tanto olor a muerte... Eran bárbaros, estaban hambrientos de guerra.
- ¿Y qué te lleva a pensar que Velkan no era así?
Suspiraste.
- Nada. Quizá fuera tan salvaje como sus hombres, pero tenía sentido del humor. Era ingenioso, agradable, fuerte, decidido...
- Amor a primera vista -dije con tono burlón.
- ¿Y qué si lo fuese? Desde luego, era mejor pretendiente que cualquier otro enviado por...
Miraste hacia el espejo, los ojos como platos. Abriste la boca sin emitir ningún sonido una vez, y dos y tres. Luego parpadeaste, confusa.
- No pensarás que era eso, ¿no? -inquiriste-. Que era un pretendiente.
- Lo dudo mucho. -Me encogí de hombros-. Aunque teniendo en cuenta la clase de cretinos que suelen gustarte...
- ¡No son cretinos! -Te miré expectante con las cejas alzadas-. Casi ninguno.
- En cualquier caso, había demasiadas coincidencias para sencillamente ignorarlas. -Me encogí de hombros-. Además, no me percaté de que podríamos haber utilizado las alas hasta que empecé a recogerlo todo en el dormitorio.
Al margen de todo, yo tenía la sensación de que Ely no comprendía mis cursos de acción ni cómo te sentías tú. Quizá en cierto modo que ella no entendiese me hacía ver que tal vez yo sí debería intentar comprenderte a ti. Tú, por tu parte, que tampoco acababas de ver la necesidad de acabar con Velkan, no podías evitar reflexionar al respecto de las palabras de Ely. En efecto, el cuerpo era de ambos y no solías reflexionar al respecto demasiado. Yo tampoco. Sencillamente lo aceptábamos. Tampoco era como si tuviésemos otra opción, en realidad.
- Eso no es posible -protestaste, con sorprendente quietud-. No es lo mismo que Miles me arrastre al fondo de nuestra mente que disociar. Haría falta algo...
- Algo traumático -completé-. Inevitable, que le generase una ansiedad infame e ineludible. Y eso añade un problema más a traerla de vuelta. Cuanto más fuertes somos en nuestra mente menos podemos sentirnos mutuamente. Igual que Alice ni siquiera sospechó durante mis primeros años que estaba ahí, cuando yo salgo... ¿Puedo? -Era extraño pedirle a mi propio cuerpo utilizar una libreta, pero asentiste en silencio y continué-. Cada uno interpreta nuestra mente de una forma, pero imagina que nuestra mente es una esfera, con una más pequeña dentro. Nuestras identidades conviven en la pequeña. Tanto nosotros dos como algunas que fracasaron en nacer. La identidad fuerte puede estar dentro y fuera a un tiempo, pero cuanto más fuerte se hace más ocupa la esfera exterior, empujando y comprimiendo el resto. Cuando llegas a cierto punto, dejas de percibir a las demás y hasta que el suceso traumático se supera, no empiezas a desinflarte.
- Así te hacía disociar yo a ti al principio -admitiste-. Empezaba a pensar en todo lo que habías hecho, y el enfado te dejaba en estasis.
Me encogí de hombros.
- Algo así me suponía.
- Además, está el tema de Wanderwine -acotaste tú-. Incluso si después de haber acabado con Velkan al menos hubieses...
- Increíble -bufé- que después de reprocharme un asesinato me recrimines que no diezmé un ejército.
- No era un ejército. Viste lo que hicieron tan bien como yo. -Tu voz se apagaba poco a poco-. Tanta sangre, tanto olor a muerte... Eran bárbaros, estaban hambrientos de guerra.
- ¿Y qué te lleva a pensar que Velkan no era así?
Suspiraste.
- Nada. Quizá fuera tan salvaje como sus hombres, pero tenía sentido del humor. Era ingenioso, agradable, fuerte, decidido...
- Amor a primera vista -dije con tono burlón.
- ¿Y qué si lo fuese? Desde luego, era mejor pretendiente que cualquier otro enviado por...
Miraste hacia el espejo, los ojos como platos. Abriste la boca sin emitir ningún sonido una vez, y dos y tres. Luego parpadeaste, confusa.
- No pensarás que era eso, ¿no? -inquiriste-. Que era un pretendiente.
- Lo dudo mucho. -Me encogí de hombros-. Aunque teniendo en cuenta la clase de cretinos que suelen gustarte...
- ¡No son cretinos! -Te miré expectante con las cejas alzadas-. Casi ninguno.
- En cualquier caso, había demasiadas coincidencias para sencillamente ignorarlas. -Me encogí de hombros-. Además, no me percaté de que podríamos haber utilizado las alas hasta que empecé a recogerlo todo en el dormitorio.
Al margen de todo, yo tenía la sensación de que Ely no comprendía mis cursos de acción ni cómo te sentías tú. Quizá en cierto modo que ella no entendiese me hacía ver que tal vez yo sí debería intentar comprenderte a ti. Tú, por tu parte, que tampoco acababas de ver la necesidad de acabar con Velkan, no podías evitar reflexionar al respecto de las palabras de Ely. En efecto, el cuerpo era de ambos y no solías reflexionar al respecto demasiado. Yo tampoco. Sencillamente lo aceptábamos. Tampoco era como si tuviésemos otra opción, en realidad.
- Eso no es posible -protestaste, con sorprendente quietud-. No es lo mismo que Miles me arrastre al fondo de nuestra mente que disociar. Haría falta algo...
- Algo traumático -completé-. Inevitable, que le generase una ansiedad infame e ineludible. Y eso añade un problema más a traerla de vuelta. Cuanto más fuertes somos en nuestra mente menos podemos sentirnos mutuamente. Igual que Alice ni siquiera sospechó durante mis primeros años que estaba ahí, cuando yo salgo... ¿Puedo? -Era extraño pedirle a mi propio cuerpo utilizar una libreta, pero asentiste en silencio y continué-. Cada uno interpreta nuestra mente de una forma, pero imagina que nuestra mente es una esfera, con una más pequeña dentro. Nuestras identidades conviven en la pequeña. Tanto nosotros dos como algunas que fracasaron en nacer. La identidad fuerte puede estar dentro y fuera a un tiempo, pero cuanto más fuerte se hace más ocupa la esfera exterior, empujando y comprimiendo el resto. Cuando llegas a cierto punto, dejas de percibir a las demás y hasta que el suceso traumático se supera, no empiezas a desinflarte.
- Así te hacía disociar yo a ti al principio -admitiste-. Empezaba a pensar en todo lo que habías hecho, y el enfado te dejaba en estasis.
Me encogí de hombros.
- Algo así me suponía.
Elyria Priscraft
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fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
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Precisión
Intelecto
Agudeza
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Energía
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Akuma no mi
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Elyria no pudo evitar reír ante la respuesta de la rubia. No a modo de burla, ni mucho menos, pero le había hecho gracia como se expresaba. Su situación era complicada, y parece ser que había sido mucho peor antes de conseguir la fruta. Seguía sin ser justificación para asesinar a quién te salvo la vida, pero bueno, algo era algo.
“Gracia felina… Supongo que podemos llamarlo así,” dijo con una sonrisa.
Siguieron discutiendo entre ellos, hablando sobre todo lo que había ocurrido en el viñedo. No pudo evitar morderse el labio inferior con la imagen mental de todos esos muertos. Maldita sea, ya veía suficiente muerte normalmente. Pero era incapaz de no pensar en ello, y era imposible no encontrarse con estas cosas. Solo le demostraban una y otra vez lo podrido que está el mundo.
Y al parecer, a Alice le había gustado Velkan. Bueno, era joven, y ya había ocurrido hace unos años. Pero le seguía chocando el concepto de amor a primera vista. Aún si Elyria se había convertido en una mujer bastante cariñosa, siempre lo había visto como algo más lento, progresivo. Un poco como los sentimientos que había tenido por Alvar. Por desgracia, esa fue una relación que no pudo progresar por el choque de lo que buscaban en la vida. Le seguía pareciendo una buena decisión, pero eso no quitaba que le diese pena. Pero bueno, tenía que dejar de pensar tanto en estas cosas, estaba escuchando a alguien.
“Es una situación complicada, sí…”
Por desgracia, su plan no podía funcionar. Pensaba que era lo mismo disociar voluntariamente que por un choque, pero esto solo le demostraba lo poco que sabía sobre el tema. Ni se podía imaginar cómo sería vivir así, continuamente obser—. Bueno, tenía a Nissa, pero no era lo mismo ni de lejos.
“Algo traumático… Complicado, aún si quisiera intentar algo así, dudo que sirva de nada si conoces mis intenciones y te sientes segura. Y bueno, no tengo intención de que no te sientas segura conmigo aquí. Aunque bueno, no nos conocemos, ¿menuda tontería no? No me he explicado muy bien”
Le volvió a dejar hablar, y ahora se había puesto a usar esferas para que pudiese visualizarlo. ¿Qué obsesión tenía con las figuras redondas? Primero un círculo y ahora esto. En fin, tonterías. Era ciertamente interesante, pero les dejaba sin opciones si querían intentar lo que había propuesto. Aunque al menos ahora Miles lo tenía en la cabeza. Tal vez lo intentaría en un futuro. Eso sí, por cómo lo ponía, no parecía posible. Pero este tipo de cosas nunca eran una ciencia exacta.
“Al menos habéis podido hablar de estas cosas sin liaros a gritos en el baño. ¿Soléis discutir mucho así? ¿Suele ser más conflictivo, menos? Aún me cuesta ponerme en vuestro lugar, perdona. Vuestra situación no es comparable a muchas otras cosas. Pero es interesante. Ayer le pedí a Miles hablar un rato con vosotros sobre esto. Así que si tienes más cosas que contarme soy todo oídos. Para una vez que tenemos vacaciones.”
“Gracia felina… Supongo que podemos llamarlo así,” dijo con una sonrisa.
Siguieron discutiendo entre ellos, hablando sobre todo lo que había ocurrido en el viñedo. No pudo evitar morderse el labio inferior con la imagen mental de todos esos muertos. Maldita sea, ya veía suficiente muerte normalmente. Pero era incapaz de no pensar en ello, y era imposible no encontrarse con estas cosas. Solo le demostraban una y otra vez lo podrido que está el mundo.
Y al parecer, a Alice le había gustado Velkan. Bueno, era joven, y ya había ocurrido hace unos años. Pero le seguía chocando el concepto de amor a primera vista. Aún si Elyria se había convertido en una mujer bastante cariñosa, siempre lo había visto como algo más lento, progresivo. Un poco como los sentimientos que había tenido por Alvar. Por desgracia, esa fue una relación que no pudo progresar por el choque de lo que buscaban en la vida. Le seguía pareciendo una buena decisión, pero eso no quitaba que le diese pena. Pero bueno, tenía que dejar de pensar tanto en estas cosas, estaba escuchando a alguien.
“Es una situación complicada, sí…”
Por desgracia, su plan no podía funcionar. Pensaba que era lo mismo disociar voluntariamente que por un choque, pero esto solo le demostraba lo poco que sabía sobre el tema. Ni se podía imaginar cómo sería vivir así, continuamente obser—. Bueno, tenía a Nissa, pero no era lo mismo ni de lejos.
“Algo traumático… Complicado, aún si quisiera intentar algo así, dudo que sirva de nada si conoces mis intenciones y te sientes segura. Y bueno, no tengo intención de que no te sientas segura conmigo aquí. Aunque bueno, no nos conocemos, ¿menuda tontería no? No me he explicado muy bien”
Le volvió a dejar hablar, y ahora se había puesto a usar esferas para que pudiese visualizarlo. ¿Qué obsesión tenía con las figuras redondas? Primero un círculo y ahora esto. En fin, tonterías. Era ciertamente interesante, pero les dejaba sin opciones si querían intentar lo que había propuesto. Aunque al menos ahora Miles lo tenía en la cabeza. Tal vez lo intentaría en un futuro. Eso sí, por cómo lo ponía, no parecía posible. Pero este tipo de cosas nunca eran una ciencia exacta.
“Al menos habéis podido hablar de estas cosas sin liaros a gritos en el baño. ¿Soléis discutir mucho así? ¿Suele ser más conflictivo, menos? Aún me cuesta ponerme en vuestro lugar, perdona. Vuestra situación no es comparable a muchas otras cosas. Pero es interesante. Ayer le pedí a Miles hablar un rato con vosotros sobre esto. Así que si tienes más cosas que contarme soy todo oídos. Para una vez que tenemos vacaciones.”
Ely parecía muy interesada en nuestra forma de relacionarnos. En nuestras discusiones, particularmente, y en cómo las abordábamos. En realidad era una curiosidad justificada, teniendo en cuenta cómo la habías despertado gritando a pleno pulmón. De haber sido tú seguramente un mal despertar habría terminado en bastantes más berridos de los que ya habían ocurrido. Pero tampoco era el caso, así que te encogiste de hombros.
- Técnicamente no es necesario -explicaste-. Nuestra mente es como un punto de encuentro; podemos vernos físicamente. Es difícil de explicar, pero Miles "mira" desde ese lugar. -Hiciste un gesto señalando detrás de tus ojos, como si se ubicase en algún espacio físico a pesar de que era un constructo sináptico-. Pero es una cuestión de respeto, ¿supongo? No se me hace normal hablar con otra persona sin mirarla a la cara. A la de verdad, me refiero.
- Es un asunto complicado -acoté-. Creo que tiene que ver con las primeras veces que hablamos. Aún no entendíamos nada del todo bien, y lo hacíamos desde el espejo porque se sentía más natural.
Asentiste. En realidad pocas veces me hablabas sin hacer ruido, muchas menos sin mover los labios. Se te hacía ajeno y era, de hecho, lo más normal. Incluso a mí se me hacía confuso no utilizar los labios para hablarte a veces, y eso que yo había sido verbo mucho antes que ser y pensamiento sin voz durante la mayor parte de tu vida. El espejo era una alternativa dentro de lo razonable para charlar, y sin duda la mejor forma de discutir sin manchar la mente.
- Eso es otra cosa, claro -dijiste, distraída-. Nuestra mente cambia mientras discutimos. Se va volviendo hostil, y no es agradable estar ahí durante una pelea.
- Seguramente sean solo imaginaciones nuestras.
- Toda la sala es imaginación nuestra -bufaste-. Y... No solemos discutir. Hablamos a menudo, como todas las personas, pero normalmente estamos de acuerdo en la mayoría de las cosas.
- Salvo en tu brutal salvajismo.
Miraste hacia el espejo con desdén, en silencio.
- No soy salvaje. Todo está meticulosamente planificado. Normalmente. -Devolviste la mirada a Ely-. Siempre tiene un comentario ingenioso o una comparación puntillosa que hacer, pero no sé. Supongo que más bien si quieres saber algo lo ideal sería que preguntases, porque no sabría por dónde empezar.
- Técnicamente no es necesario -explicaste-. Nuestra mente es como un punto de encuentro; podemos vernos físicamente. Es difícil de explicar, pero Miles "mira" desde ese lugar. -Hiciste un gesto señalando detrás de tus ojos, como si se ubicase en algún espacio físico a pesar de que era un constructo sináptico-. Pero es una cuestión de respeto, ¿supongo? No se me hace normal hablar con otra persona sin mirarla a la cara. A la de verdad, me refiero.
- Es un asunto complicado -acoté-. Creo que tiene que ver con las primeras veces que hablamos. Aún no entendíamos nada del todo bien, y lo hacíamos desde el espejo porque se sentía más natural.
Asentiste. En realidad pocas veces me hablabas sin hacer ruido, muchas menos sin mover los labios. Se te hacía ajeno y era, de hecho, lo más normal. Incluso a mí se me hacía confuso no utilizar los labios para hablarte a veces, y eso que yo había sido verbo mucho antes que ser y pensamiento sin voz durante la mayor parte de tu vida. El espejo era una alternativa dentro de lo razonable para charlar, y sin duda la mejor forma de discutir sin manchar la mente.
- Eso es otra cosa, claro -dijiste, distraída-. Nuestra mente cambia mientras discutimos. Se va volviendo hostil, y no es agradable estar ahí durante una pelea.
- Seguramente sean solo imaginaciones nuestras.
- Toda la sala es imaginación nuestra -bufaste-. Y... No solemos discutir. Hablamos a menudo, como todas las personas, pero normalmente estamos de acuerdo en la mayoría de las cosas.
- Salvo en tu brutal salvajismo.
Miraste hacia el espejo con desdén, en silencio.
- No soy salvaje. Todo está meticulosamente planificado. Normalmente. -Devolviste la mirada a Ely-. Siempre tiene un comentario ingenioso o una comparación puntillosa que hacer, pero no sé. Supongo que más bien si quieres saber algo lo ideal sería que preguntases, porque no sabría por dónde empezar.
Elyria Priscraft
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Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
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Akuma no mi
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Elyria estaba un poco perdida, como si mente hubiese sido la que disociaba y ahora se encontrase meses en el futuro, pero en la misma situación. Le hacía pensar que era eso que le habían puesto en el té. Ah, espera, que estaba en la playa, en una suite de lujo, con Mil—Ali—Miles y Alice, supongo. Oh, sí, nunca pensó encontrarse en una situación así de rara después de un polvo de verano. Si es que era verano.
En cualquier caso, agitó la cabeza e intentó volver a la lucidez, escuchando la conversación entre Alice y Miles. Era cuanto menos curiosa su situación, a la vez que complicada. Podía imaginarlo, pero nunca sabría como se sentía. Para eso tenías que vivirlo, la gente es muy rápida en saltar y decir que lo harían mucho mejor en tu situación sin tener ni idea, desde la comodidad de su barco perseguido por el Gobierno Mundial.
Al final de su no monologo, Elyria ladeo la cabeza. Tenía muchas preguntas, pero al mismo tiempo no sabía que preguntar. Bueno, más que preguntas, dudas, confusión, supongo que eso lo explicaba un poco mejor.
“¿Y qué hacéis cuando no estáis de acuerdo? Aparte de discutir, cómo ahora. Me refiero a cosas menos extrañas e inesperadas,” dijo Elyria mientras caminaba tranquilamente por la habitación, mirando unos segundos por la ventana al escuchar ruido fuera. Ya tenían que ser ruidosos para que se escuchase en una suite de lujo en el piso mas alto del hotel.
“Vale, parece que se ha vuelto a liar, esos idiotas del sindicato de robots han traído refuerzos y lo están destruyendo todo… Hasta aquí han llegado las protestas pacíficas. Ya estoy viendo a los tontos del canal cinco de Morgans Junior Junior Junior tirando mierda a la marina en el Rescátame,” dijo en un suspiro cansado. Estaba de vacaciones, no tenía por que preocuparse de estas cosas, ya había hecho suficiente ayer.
Pero claro, decirlo era mucho mas fácil que hacerlo, su sentido del deber no le permitía quedarse de brazos cruzados al ser testigo de algo así. No iba a morir nadie, pero había muchos civiles inocentes que podrían acabar heridos en el altercado.
“Lo siento Alice, Miles, pero tendremos que seguir nuestra conversación otro día. Los imbéciles de ayer han vuelto a la carga.”
Dicho esto, se terminó de vestir rápidamente y salió corriendo a tomar control de la situación. Tan rápido que olvidó la ropa que había traído.
En cualquier caso, agitó la cabeza e intentó volver a la lucidez, escuchando la conversación entre Alice y Miles. Era cuanto menos curiosa su situación, a la vez que complicada. Podía imaginarlo, pero nunca sabría como se sentía. Para eso tenías que vivirlo, la gente es muy rápida en saltar y decir que lo harían mucho mejor en tu situación sin tener ni idea, desde la comodidad de su barco perseguido por el Gobierno Mundial.
Al final de su no monologo, Elyria ladeo la cabeza. Tenía muchas preguntas, pero al mismo tiempo no sabía que preguntar. Bueno, más que preguntas, dudas, confusión, supongo que eso lo explicaba un poco mejor.
“¿Y qué hacéis cuando no estáis de acuerdo? Aparte de discutir, cómo ahora. Me refiero a cosas menos extrañas e inesperadas,” dijo Elyria mientras caminaba tranquilamente por la habitación, mirando unos segundos por la ventana al escuchar ruido fuera. Ya tenían que ser ruidosos para que se escuchase en una suite de lujo en el piso mas alto del hotel.
“Vale, parece que se ha vuelto a liar, esos idiotas del sindicato de robots han traído refuerzos y lo están destruyendo todo… Hasta aquí han llegado las protestas pacíficas. Ya estoy viendo a los tontos del canal cinco de Morgans Junior Junior Junior tirando mierda a la marina en el Rescátame,” dijo en un suspiro cansado. Estaba de vacaciones, no tenía por que preocuparse de estas cosas, ya había hecho suficiente ayer.
Pero claro, decirlo era mucho mas fácil que hacerlo, su sentido del deber no le permitía quedarse de brazos cruzados al ser testigo de algo así. No iba a morir nadie, pero había muchos civiles inocentes que podrían acabar heridos en el altercado.
“Lo siento Alice, Miles, pero tendremos que seguir nuestra conversación otro día. Los imbéciles de ayer han vuelto a la carga.”
Dicho esto, se terminó de vestir rápidamente y salió corriendo a tomar control de la situación. Tan rápido que olvidó la ropa que había traído.
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