Un chocolate por un ascenso

Aquel día empezó como uno normal. Solo otro entre los muchos en los que se encontraba en aquel limbo propio de la marina. Si, estaba en una base esperando su siguiente misión. Cualquier otro miembro de la organización podría entender por que consideraba a eso un "Limbo", uno no sabía si iría al cielo o al infierno, si su siguiente objetivo sería el último o si podría volver y disfrutar de un ascenso o unas vacaciones. Además de esto la monotonía propia para los reclutas le hacía pensar en lo interminable de dicho plano existencial. Siempre era lo mismo, despertarse, entrenar y tener cierto tiempo libre llegada la tarde. Itkovian no fue el inventor de este término sino que fue uno de los muchos que un recluta más experto le enseñó pero consideraba que le quedaba tan bien como una cereza sobre un pastel de chocolate. Cada persona encontraba algo distinto que hacer en el "tiempo libre" dentro de las bases. Esto no sería importante si uno se mantuviese en la isla donde nació, con la gente con la que vivió. Si fuese así se podría pasar el tiempo de la misma manera que se hizo antes de entrar en la marina. Sin embargo uno no podía salir de la base ya que podría ser llamado para una misión casi sin aviso previo.

Las primeras semanas fue hermoso, tenía nuevo territorio que explorar, admirar los cuadros, las estatuas, la construcción, descubrir los secretos, deleitarse con los mitos. Supuestamente si uno tiraba una moneda conseguida de un pirata al que había derrotado luego de unos días se recibiría un ascenso. Si uno apretaba una combinación específica de números en una máquina expendedora, números desconocidos por el público en general, se abría una puerta a una sala de reuniones secreta de los altos rango. Habían demasiados mitos dentro de la base. Así que pasado el primer mes de sorpresa y admiración del lugar, Itkovian se puso en su tiempo libre a comprobar las varias leyendas urbanas de aquella base marine. Casi siempre, a las 5 de la tarde, después de haberse bañado una vez terminado el último entrenamiento obligatorio del día, el castaño iba a la máquina expendedora de dicho mito urbano y pedía cada vez algo distinto, marcando previamente un patrón distinto de 6 botones, pues esa era la cantidad de números marcada según la historia. Nunca había conseguido desbloquear el cuarto secreto pero aún así no se rendía. Después de todo si se rindiese por algo tan sencillo no podría considerarse un soldado de la marina. Además claro de que las golosinas que conseguía eran deliciosas, variaban de vez en cuando y no engordaban demasiado. Después de eso volvía a su pequeño departamento dentro de la base donde su mascota lo esperaba y le hacía mimos. Así que ese día, como cualquier otro, el dueño del oso fue a aquella misma máquina.

Al llegar se encontró con otra persona en la máquina. Gracias a la capa con "comodoro" escrito en letras grandes en la espalda pudo saber que se trataba, justamente, de alguien de aquel rango. Este personaje se mantenía quieto, con el mentón entre su pulgar e índice en aquel típico gesto de alguien que se encontraba pensando. Itkovian entendía aquello, era complicado a veces elegir que golosina era la que uno deseaba, demasiados colores, demasiadas posibilidades, y un error podía hacer que uno terminase con algo con pasas de uva envés de chispas de chocolate. No le deseaba ese infierno a nadie así que el joven de ojos castaños se acercó a este comodoro - Buenas tardes señor - El recluta hizo el típico saludo de la organización, con la mano sobre la frente. El comodoro se dio la vuelta, mostrando su rostro para que el castaño pudiese admirarlo mientras hacía una mueca de molestia - Descanse... ¿Qué se le ofrece? - Itkovian podía notar la molestia en la voz ajena pero eso no le importó. Lo conocía. Cómo no conocerlo. Era un marine famoso, era el Comodoro Hattar, un hombre que solo había logrado derrotar a una banda de cazarrecompensas casi tan famosa como él que, junto a una banda de piratas, se habían aliado para poder robar una isla en la cual se encontraba un tesoro. Dicho tesoro había sido escondido por el capitán de esos piratas pero había sido descubierto cuando uno de sus subordinados intercambió con la policía de esa isla su ubicación a cambio de libertad.

Itkovian bajó su diestra terminando el saludo pero no se movió del lugar - ¿Me permite? - una vez hubo una confirmación por parte del comodoro el castaño se colocó delante de la máquina expendedora y con la gracia de un bailarín apretó los botones B y 5. Le habría gustado poder probar sobre el cuarto secreto pero no quería que su superior pensase mal de él. Una barrita de chocolate con frutilla salió de la máquina y el recluta lo agarró, abrió y dio un bocado. Itkovian se apartó rápido de la máquina para dejar al comodoro que siguiese con lo suyo, pero los ojos de este se posaron en la golosina. Una vez el recluta le dio el primer bocado a esta su superior pudo observar la frutilla de dentro. El dueño del oso se dio cuenta de su error y tendió el chocolate ante el de la capa - ¿Desea probarlo? Quizás le ayuda a decidir que pedirse... - Hattar quedó perplejo ante como aquel recluta desconocido le ofrecía comida pero no pudo ver por que no debía de hacerlo. Después de todo ya lo había mordido demostrando que no había veneno. El saborear el chocolate relleno de frutilla fue tal orgasmo culinario que por poco se escapó una lágrima de los ojos del comodoro. De un momento a otro el de la capa dio 5 bocados más, terminándose el chocolate antes de que le diese tiempo al recluta a quejarse.

Cual asesino dándose cuenta de su error, el comodoro observó a Itkovian preocupado. Este simplemente se rió un poco por la situación. Si, era la mejor golosina de la base y el probarla por primera vez tenía efectos extraños. Ante la risa del recluta Hattar pareció relajarse un poco - Perdón por eso... - dijo con cierta incomodidad - Ese chocolate estaba muy rico... - parecía un niño disculpándose por haber hecho algo mal así que el dueño del oso no pudo evitar sentir cierta piedad. Con aquella velocidad propia de alguien que habla sin pensar el castaño dijo lo primero que pasó por su mente - Le digo que, estamos a mano si me firma un autógrafo - dicho esto Itkovian sacó un marcador de un bolsillo, marcador que llevó siempre desde el día en el que se dio cuenta de que encuentros de ese estilo eran posibles dentro de una base marine. Desafortunadamente el castaño se palpó los bolsillos y no encontró papel - Creo que tengo uno... - comentó el comodoro al darse cuenta del problema del castaño. Hattar sacó un papel doblado de uno de sus bolsillos y escribió  "Llegarás alto" seguido de una firma que parecía haber sido practicada varias veces por la perfección de esta.

- Oh por dios, muchas gracias - El castaño agarró el papel con cuidado y volvió a hacer un saludo militar ante el comodoro - Ahora debo irme, gracias por todo - Casi sin darle tiempo a despedirse el castaño prácticamente huyó dando saltitos de felicidad hacia su pequeño departamento en aquella base. Solo pasados unos minutos, 3 barras de chocolate y una búsqueda extensiva por otros bolsillos el comodoro se dio cuenta de que el papel que le había dado al recluta era el cual revelaba los datos acerca de la competencia por el almirantazgo. Una vez Itkovian llegó a su pequeño departamento le mostró a su mascota, un oso que no entendía que ocurría excepto que su amo parecía feliz, el papel firmado. Recién allí el recluta leyó la carta, la cual no tenía un nombre específico. Dio vuelta el papel admirando las palabras, "Llegarás alto" y entendió todo, el comodoro sabía que Itkovian era alguien con potencial y quería darle la oportunidad de experimentar aquella posibilidad única de volverse admirante. En realidad no, el comodoro buscó como un idiota al recluta pero por la majestuosidad del chocolate prácticamente se olvidó de su rostro así que fue en vano.