Helado-chan
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Llevaba en Fiordia apenas doce horas y ya había logrado meterse en más de un par de líos. Primero se encontró con un miembro de la propia tripulación de Dexter, con la que se entretuvo y se perdió por el lugar. Siendo como era Neo, raro hubiera sido no hacerlo, pero bueno. Lo segundo, quizá que más problemas le trajo, fue cuando Shiro se perdió entre la ciudad, detuvo la construcción de un edificio —que parecía algo importante— al lesionar a uno de los trabajadores tras habérsele caído una manzana —robada, que no se olvide comentar— con la cual tropezó. Para terminar, y volviendo al tema de que no es raro que se pierda... Pues eso, que se volvió a perder de camino al lugar donde, se suponía, estaría Dexter. Pero bueno, realmente eso no fue ni tan malo, pues por la zona encontró un terreno que parecía estar en venta y que se le había metido por los ojos al pelinegro; no dijo nada, pero iba a conseguir comprarse aquella parcela y contruirse una casita en el lugar.
—¡Neo, Neo! ¡Mira eso, por dios! ¡Yo quiero vivir en un palacio como este! ¿Me compras un palacio?
—¿Cómo quieres que te compre un palacio, exactamente? ¿Tengo que recordarte que estamos ambos en la mierda? Bueno, quizá no lo estuviera tanto si no estuvieras gitaneando parte de mi salario para comer como un gordo.
—Soy un Terrier en crecimiento, ¡tengo que alimentarme bien! Además, eres tú el gordo que no para de comer absolutamente todo lo que se pone en su camino, moumantai~.
—Eh, un respetito, que yo también estoy creciendo.
—Ya, y una mierda... —sentenció Shiro, sabiendo que el pelinegro no iba a seguir por esa linea.
Neo bufó y miró hacia delante, con su destino a tiro de piedra. El camino hasta allí había sido, cuanto menos, interesante, había que admitir. Había sido una mañana bastante completita, la verdad. Y ahí estaba, delante de un maldito y enorme palacio sin saber muy bien qué hacer. Había vivido más de la mitad de su vida en un maldito bosque sin nada más para vestirse que un taparrabos hecho de hojas —el cual, tenía que admitir, a veces echaba de menos— y al lado de un dragón y cientos de animales que querían matarlo: la clase alta era algo que, en todos los sentidos, se le escapaba. Pero eh, ahí estaba, y no iba a irse sin su chimichanga.
—Eeh... E-esto...
—Todo un maldito maestro de la oratoria, ¿eh, Neo? —dijo Shiro, la pequeña rata-perro-conejo, tumbado en la cabeza de Neo y con sus orejas colgando a los lados de la misma.
—¡Tú a callar! L-lo siento. Estoy buscando a Dexter, es que...
—Oh, sí. Debes de ser de su tripulación. Están en la sala de conferencias empezando a reuinirse.
—S-sí, cl-claro... Gracias, señorita.
Neo giró y empezó a caminar por un pasillo cualquiera, como si supiera perfectamente por dónde estaba yendo. Obviamente, no tenía ni la más mínima idea de por dónde estaba yendo. A cada puerta a la que llegaban Shiro caía de la cabeza del pelinegro y la abría por él —conocía su incapacidad para abrirlas sin romperlas—, mas o estaban vacías o encontraban... Bueno, digamos que cosas, cuanto menos, extrañas de las cuales no hablaremos aquí para no perjudicar la slaud mental de cualquiera que pueda estar leyendo esto. Llegó un punto, a los cuarenta minutos o así, en el que Neo acabó tan harto de esperar a que le abrieran las puertas que empezó a hacerlo a patadas; a cada una, mucho, mucho más fuerte que la anterior. No fue hasta veinte minutos después, ya hasta la mismísima polla de la existencia en sí y con una vena a punto de explotarle en la frente, que le dio tal hostión a la puerta que esta se desencajó del golpe y fue lanzada al otro lado de la habitación, saliendo casualmente por la ventana abierta sin hacer destrozo alguno —más allá del de la propia puerta—. Nadie dijo nada. Todos los que había en la sala le miraron; él los miró a ellos. Se aclaró la garganta y habló.
—... Lo siento. No encontraba la habitación —miró por la ventana y luego al marco de la puerta—. Eeeh... Yo pago esto, ¿vale?
Dexter le invitó a sentarse casi sin inmutarse por el tema de la puerta —¿le habría dado igual o es que tendría algo importante que decir?— y el pelinegro aceptó la invitación. Justo cuando el último de ellos terminó por llegar fue que Dexter comenzó a hablar. El pequeño Aran no sabía muy bien a qué venía todo aquello, pero atendía con una sonrisa en el rostro como si sí lo hiciera. Cuando hubo terminado, ya quedándole algo más claro a Neo, uno de la tripulación... Bueno, digamos que se enfadó un poco con su capitán. Dejó claro lo que pensaba de aquella reunión y, dando lo que parecía una especie de ultiumatum, se fue a su cuarto. El ambiente parecía hasta serio después del discurso del moreno con las mechas doradas. Neo se levantó con pasión, haciendo que la silla chirriara al moverse. Todos le miraron, a medias con intriga y a medias con cara de "quién cojones es este niño y por qué coño le hemos dejado entrar aquí". Respiró hondo y, mirando fijamente a Dexter a los ojos, habló.
—Entonces... ¿Vuvuzelas?
Y así es como alguien rompe la seriedad de cualquier momento con apenas dos palabras. Si la gente se hubiera caído de la silla por el comentario estúpido o se hubiera golpeado la cara con la palma de la mano, hubiera tenido todo el sentido del mundo, e incluso más. Dexter sonrió y golpeó la mesa con convicción.
—Vuvuzelas.
Neo le devolvió la sonrisa, sabiendo que, acabara como acabara aquel evento, iba a ser, cuanto menos, lo más divertido que había hecho en los últimos dos años.
—¡Neo, Neo! ¡Mira eso, por dios! ¡Yo quiero vivir en un palacio como este! ¿Me compras un palacio?
—¿Cómo quieres que te compre un palacio, exactamente? ¿Tengo que recordarte que estamos ambos en la mierda? Bueno, quizá no lo estuviera tanto si no estuvieras gitaneando parte de mi salario para comer como un gordo.
—Soy un Terrier en crecimiento, ¡tengo que alimentarme bien! Además, eres tú el gordo que no para de comer absolutamente todo lo que se pone en su camino, moumantai~.
—Eh, un respetito, que yo también estoy creciendo.
—Ya, y una mierda... —sentenció Shiro, sabiendo que el pelinegro no iba a seguir por esa linea.
Neo bufó y miró hacia delante, con su destino a tiro de piedra. El camino hasta allí había sido, cuanto menos, interesante, había que admitir. Había sido una mañana bastante completita, la verdad. Y ahí estaba, delante de un maldito y enorme palacio sin saber muy bien qué hacer. Había vivido más de la mitad de su vida en un maldito bosque sin nada más para vestirse que un taparrabos hecho de hojas —el cual, tenía que admitir, a veces echaba de menos— y al lado de un dragón y cientos de animales que querían matarlo: la clase alta era algo que, en todos los sentidos, se le escapaba. Pero eh, ahí estaba, y no iba a irse sin su chimichanga.
—Eeh... E-esto...
—Todo un maldito maestro de la oratoria, ¿eh, Neo? —dijo Shiro, la pequeña rata-perro-conejo, tumbado en la cabeza de Neo y con sus orejas colgando a los lados de la misma.
—¡Tú a callar! L-lo siento. Estoy buscando a Dexter, es que...
—Oh, sí. Debes de ser de su tripulación. Están en la sala de conferencias empezando a reuinirse.
—S-sí, cl-claro... Gracias, señorita.
Neo giró y empezó a caminar por un pasillo cualquiera, como si supiera perfectamente por dónde estaba yendo. Obviamente, no tenía ni la más mínima idea de por dónde estaba yendo. A cada puerta a la que llegaban Shiro caía de la cabeza del pelinegro y la abría por él —conocía su incapacidad para abrirlas sin romperlas—, mas o estaban vacías o encontraban... Bueno, digamos que cosas, cuanto menos, extrañas de las cuales no hablaremos aquí para no perjudicar la slaud mental de cualquiera que pueda estar leyendo esto. Llegó un punto, a los cuarenta minutos o así, en el que Neo acabó tan harto de esperar a que le abrieran las puertas que empezó a hacerlo a patadas; a cada una, mucho, mucho más fuerte que la anterior. No fue hasta veinte minutos después, ya hasta la mismísima polla de la existencia en sí y con una vena a punto de explotarle en la frente, que le dio tal hostión a la puerta que esta se desencajó del golpe y fue lanzada al otro lado de la habitación, saliendo casualmente por la ventana abierta sin hacer destrozo alguno —más allá del de la propia puerta—. Nadie dijo nada. Todos los que había en la sala le miraron; él los miró a ellos. Se aclaró la garganta y habló.
—... Lo siento. No encontraba la habitación —miró por la ventana y luego al marco de la puerta—. Eeeh... Yo pago esto, ¿vale?
Dexter le invitó a sentarse casi sin inmutarse por el tema de la puerta —¿le habría dado igual o es que tendría algo importante que decir?— y el pelinegro aceptó la invitación. Justo cuando el último de ellos terminó por llegar fue que Dexter comenzó a hablar. El pequeño Aran no sabía muy bien a qué venía todo aquello, pero atendía con una sonrisa en el rostro como si sí lo hiciera. Cuando hubo terminado, ya quedándole algo más claro a Neo, uno de la tripulación... Bueno, digamos que se enfadó un poco con su capitán. Dejó claro lo que pensaba de aquella reunión y, dando lo que parecía una especie de ultiumatum, se fue a su cuarto. El ambiente parecía hasta serio después del discurso del moreno con las mechas doradas. Neo se levantó con pasión, haciendo que la silla chirriara al moverse. Todos le miraron, a medias con intriga y a medias con cara de "quién cojones es este niño y por qué coño le hemos dejado entrar aquí". Respiró hondo y, mirando fijamente a Dexter a los ojos, habló.
—Entonces... ¿Vuvuzelas?
Y así es como alguien rompe la seriedad de cualquier momento con apenas dos palabras. Si la gente se hubiera caído de la silla por el comentario estúpido o se hubiera golpeado la cara con la palma de la mano, hubiera tenido todo el sentido del mundo, e incluso más. Dexter sonrió y golpeó la mesa con convicción.
—Vuvuzelas.
Neo le devolvió la sonrisa, sabiendo que, acabara como acabara aquel evento, iba a ser, cuanto menos, lo más divertido que había hecho en los últimos dos años.
Buenas tardes señor Sandía, como sabes soy Zane D. Kenshin, y voy a ser el encargado de saber si cumples los requisitos necesarios para pasar a la siguiente ronda del evento del superhombre. Dicho todo esto, y tras cobrar mi soborno, empecemos: por mi parte estás dentro, sobre todo porque la que tu banda y tú pensáis formar con las vuvuzelas merece estar en los libros de historia; eso sin contar que Deathstroke tiene una invitación.
Saludos :fuma:
Saludos :fuma:
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.