Al parecer se te ha asignado una misión, aunque no conoces los detalles de ella. Lo único que sabes es el lugar en el que tendrá lugar el encuentro con el informante, y su apariencia. Nada más. En un pequeño y cuadrado papel blanco que te escribió tu superior, está la información, pone lo siguiente.
Ahora bien, si puedes descifrar esa información, te será fácil llegar a la ubicación, si no... pues te augura una complicada misión ya al principio. En cualquier caso, el pequeño velero en el que ibas llega a Alabasta, en concreto a un pequeño muelle de madera en muy malas condiciones, con bastante arena encima de él. A escasos metros de allí hay una casa de color blanco... ¡tal como dice en la hoja! Vas por buen camino... pero ahora estás sola. Deberás ir a esa casa... ¿o quizás se te ocurre una idea mejor? Si decides acceder a dicho lugar, verás que se trata de una humilde habitación, con poco mobiliario, solo unas alfombras, una cama, y una mesa con sillas. En primera instancia no ves a nadie.
- Puerto.
- Casa blanca. Contacto. Contraseña. "Lobo busca cazador".
- Roca gigantesca siguiendo camino. Preguntar.
- Destino.
- Hombre cactus.
Ahora bien, si puedes descifrar esa información, te será fácil llegar a la ubicación, si no... pues te augura una complicada misión ya al principio. En cualquier caso, el pequeño velero en el que ibas llega a Alabasta, en concreto a un pequeño muelle de madera en muy malas condiciones, con bastante arena encima de él. A escasos metros de allí hay una casa de color blanco... ¡tal como dice en la hoja! Vas por buen camino... pero ahora estás sola. Deberás ir a esa casa... ¿o quizás se te ocurre una idea mejor? Si decides acceder a dicho lugar, verás que se trata de una humilde habitación, con poco mobiliario, solo unas alfombras, una cama, y una mesa con sillas. En primera instancia no ves a nadie.
Ai Nanasaki
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
– De todas las islas… Tenía que ser Alabasta – murmuró con cierto deje de enfado. No es que le desagradara el calor, pero no era uno de sus climas favoritos. ¿A qué iba? Simple. Le habían encomendado, extrañamente, una misión. – Y yo qué pensaba que ya no contaría conmigo. Nunca podré entenderlo. – Suspiró con tristeza.
Se miró al espejo, sonrió y se empezó a preparar. Por lo que había escuchado, no tardarían mucho en llegar a la isla objetivo. Se vistió con una camiseta de mangas largas y una especie de falda larga. En su cabeza portaba un gorro bastante grande y que le daba sombra a todo su cuerpo. En su cintura, portaba dos de sus tres espadas, la tercera, en cambio, estaba en su espalda. Agarró el papel dónde le daban los detalles de la misión y lo leyó por primera vez. ¿Por qué primera vez? Simple y llanamente por pereza. Solo se había subido al barco que la llevaría a la isla de Alabasta sin saber nada.
– ¡¿Quién rayos escribió esto!? ¡¿Un niño de cinco años!? No hay nada… ¡Nada! – Guardó el papel en su brasier y salió a cubierta. Tampoco pensaba leerlo más veces, su memoria, si bien no era perfecta, no era tan mala y le iba a hacer imposible olvidar esos detalles. No eran muchas cosas las que debía de recordar.
Suspiró. El barco ya había llegado al puerto, si es que le podía llamar de ese modo. Estaba en pésimo estado, como si nadie nunca lo usara muy a menudo. Estaba cubierto por la arena, lo que denotaba lo su tesis. Se despidió, con un gesto y una amable sonrisa, del caballero que la había llevado hasta ese lugar. Afirmó sus tres espadas y se empezó a concentrar en su misión. Sea cual sea, debía, primero, saber más detalles. No es que el papel tuviera muchos de estos y le era imposible adivinar. ”Si no lo veo, no lo creo” – pensó al ver la casa blanca. Según el papel, debía encontrar una de ese color y, según lo que había logrado entender, tenía que estar cerca del puerto. No cabía dudas, esa era el primer lugar dónde debía ir. Seguramente, también, era dónde debía hacer el contacto y dar la contraseña.
– Bueno, aquí vamos. – Susurró.
Lo primero que hizo, de todos modos, fue activar su mantra. No iba a dejar que alguien la tomara con la guardia baja en aquel lugar. Luego de eso, caminó rumbo a la casa. Sin pedir permiso ni tocar, entró. ¿Quién, en estos tiempos, lo hacía de todos modos? Había poco y nada en la habitación. Un par de alfombras, una mesa con sillas y una cama. No veía a nadie y tampoco podía decir que sentía la presencia de alguien.
– ¿Hola? ¿Hay alguien? – Preguntó, elevando su dulce voz. Estaba atenta a cualquier cosa y sus sentidos mejorados le harían saber, de inmediato, si alguien se acercaba.
Se miró al espejo, sonrió y se empezó a preparar. Por lo que había escuchado, no tardarían mucho en llegar a la isla objetivo. Se vistió con una camiseta de mangas largas y una especie de falda larga. En su cabeza portaba un gorro bastante grande y que le daba sombra a todo su cuerpo. En su cintura, portaba dos de sus tres espadas, la tercera, en cambio, estaba en su espalda. Agarró el papel dónde le daban los detalles de la misión y lo leyó por primera vez. ¿Por qué primera vez? Simple y llanamente por pereza. Solo se había subido al barco que la llevaría a la isla de Alabasta sin saber nada.
– ¡¿Quién rayos escribió esto!? ¡¿Un niño de cinco años!? No hay nada… ¡Nada! – Guardó el papel en su brasier y salió a cubierta. Tampoco pensaba leerlo más veces, su memoria, si bien no era perfecta, no era tan mala y le iba a hacer imposible olvidar esos detalles. No eran muchas cosas las que debía de recordar.
Suspiró. El barco ya había llegado al puerto, si es que le podía llamar de ese modo. Estaba en pésimo estado, como si nadie nunca lo usara muy a menudo. Estaba cubierto por la arena, lo que denotaba lo su tesis. Se despidió, con un gesto y una amable sonrisa, del caballero que la había llevado hasta ese lugar. Afirmó sus tres espadas y se empezó a concentrar en su misión. Sea cual sea, debía, primero, saber más detalles. No es que el papel tuviera muchos de estos y le era imposible adivinar. ”Si no lo veo, no lo creo” – pensó al ver la casa blanca. Según el papel, debía encontrar una de ese color y, según lo que había logrado entender, tenía que estar cerca del puerto. No cabía dudas, esa era el primer lugar dónde debía ir. Seguramente, también, era dónde debía hacer el contacto y dar la contraseña.
– Bueno, aquí vamos. – Susurró.
Lo primero que hizo, de todos modos, fue activar su mantra. No iba a dejar que alguien la tomara con la guardia baja en aquel lugar. Luego de eso, caminó rumbo a la casa. Sin pedir permiso ni tocar, entró. ¿Quién, en estos tiempos, lo hacía de todos modos? Había poco y nada en la habitación. Un par de alfombras, una mesa con sillas y una cama. No veía a nadie y tampoco podía decir que sentía la presencia de alguien.
– ¿Hola? ¿Hay alguien? – Preguntó, elevando su dulce voz. Estaba atenta a cualquier cosa y sus sentidos mejorados le harían saber, de inmediato, si alguien se acercaba.
Al parecer has decidido entrar con precaución. Nunca está de más ir con cuidado, muy bien. Aunque pronto descubres que no hay peligro alguno allí. Un anciano sale corriendo de lo que parece ser la trastienda, y se coloca delante de ti. Ves como está prácticamente en los huesos, debido a su muy avanzada edad. En un principio no hay nadie más, solo tú y él. Sus ropajes no son los típicos de la tierra, puedes observar. Viste con un gorro de mimbre y con una túnica negra. El sujeto, apoyado en su bastón de madera, empieza a hablar contigo, con una especie de cigarro en la boca.
– Mujer entrar en mi tienda. Mujer querer algo. Mujer decir lo que querer. Yo ser Malasy. ¿Tú quién ser?
Al parecer, el anciano no domina muy bien tu idioma, pero es entendible. A partir de aquí, lo que le respondas al individuo depende de ti. Aunque… tenías unas instrucciones, ¿no?
– Mujer entrar en mi tienda. Mujer querer algo. Mujer decir lo que querer. Yo ser Malasy. ¿Tú quién ser?
Al parecer, el anciano no domina muy bien tu idioma, pero es entendible. A partir de aquí, lo que le respondas al individuo depende de ti. Aunque… tenías unas instrucciones, ¿no?
- Para que te hagas una idea:
Ai Nanasaki
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Por alguna razón, estaba bastante tranquila. ¿Le debió decir a Ban y así traerlo consigo? No, no tenía que depender siempre de él y menos en algo en lo que él, para bien o para mal, no estaba involucrado. Ser parte de la revolución muchas veces sería hacer cosas… Extremas. Ai, en la medida de lo posible, lo evitaría. Solo se estaba quedando con ellos por Krauser, aunque claro, si se iba nadie podría decirle nada y ni siquiera la extrañarían. Suspiró con calma y decidió que, lo mejor, era no pensar en esas cosas. ”Solo enfócate, acaba rápido, de forma sencilla y, en lo posible, no llamar la atención” – se repitió un par de veces, para poder enfocarse mejor en su misión.
La presencia de alguien acercándose, le hizo dar la vuelta. Una sonrisa se dibujó en su rostro al ver al anciano. De forma instintiva, bajó un poco la guardia y si el papel tenía todas las instrucciones, solo era cosa de decir la clave, ¿no? Hasta ahora, estaba saliendo todo bien. ”Ahora que lo pienso, dejé a Selin en otra isla… Es lo mejor, así no sufrirá por este calor” – pensó. Se fijó en el anciano y notó dos cosas interesantes: Estaba en los huesos y sus ropas no parecían ser de los que usualmente vivían en Alabasta. Era, en cierta medida, un poco extraño, pero no le dio demasiada importancia. Después de todo, no creía que fuera algo tan relevante.
Se presentó como Malasy y no pudo evitar soltar una risita al escuchar el modo de hablar de él. ¿Algún problema de pronunciación? Era posible, aunque bien solo podía ser de otra parte del basto océano y, además, se iban a entender de todos modos. No era tan difícil lograr comprenderlo. De su brasier sacó el papel y lo miró unos segundos, una vez recordó lo que tenía que decir, lo volvió a guardar.
– Yo soy Ai, un gusto – se presentó. Tomó una ligera pausa y lo miró a los ojos. – Lobo busca a cazador. – Era hora de comprobar si el papel estaba en lo correcto o no. Esperaba que sí, buscar otra casa blanca cerca de un puerto le podría tomar horas o hasta días. Se quedó callada y esperó… Solo esperó.
La presencia de alguien acercándose, le hizo dar la vuelta. Una sonrisa se dibujó en su rostro al ver al anciano. De forma instintiva, bajó un poco la guardia y si el papel tenía todas las instrucciones, solo era cosa de decir la clave, ¿no? Hasta ahora, estaba saliendo todo bien. ”Ahora que lo pienso, dejé a Selin en otra isla… Es lo mejor, así no sufrirá por este calor” – pensó. Se fijó en el anciano y notó dos cosas interesantes: Estaba en los huesos y sus ropas no parecían ser de los que usualmente vivían en Alabasta. Era, en cierta medida, un poco extraño, pero no le dio demasiada importancia. Después de todo, no creía que fuera algo tan relevante.
Se presentó como Malasy y no pudo evitar soltar una risita al escuchar el modo de hablar de él. ¿Algún problema de pronunciación? Era posible, aunque bien solo podía ser de otra parte del basto océano y, además, se iban a entender de todos modos. No era tan difícil lograr comprenderlo. De su brasier sacó el papel y lo miró unos segundos, una vez recordó lo que tenía que decir, lo volvió a guardar.
– Yo soy Ai, un gusto – se presentó. Tomó una ligera pausa y lo miró a los ojos. – Lobo busca a cazador. – Era hora de comprobar si el papel estaba en lo correcto o no. Esperaba que sí, buscar otra casa blanca cerca de un puerto le podría tomar horas o hasta días. Se quedó callada y esperó… Solo esperó.
Al verte reírte, Malasy arquea una ceja, como si se pensase que te estás burlando de él. De no ser porque dices la contraseña, lo más seguro es que te hubiese dado con el bastón. Pero no es el caso. Cuando le dices lo del lobo, levanta su sombrero para establecer contacto visual contigo.
- Tú no parecer lobo. Pero, eso no importar a Malasy. Yo darte vehículo. Yo ofrecerte vigilancia. Tú esperar fuera. Malasy ahora salir.
Tras esto, se mete de nuevo en la trastienda. Una vez sales, tienes alrededor de un minuto para ti misma, para reflexionar acerca de la vida. ¿Quieres meditar? Hazlo. Pasados los sesenta segundos, Malasy aparece montado en un dromedario, mientras a su lado lleva a otro con una cuerda.
- Tú subir a Kon, el dromedario cabrón. Yo subir a Mira, dromedaria bonita. Malasy guiar a Lobo por el desierto. Revolución dijo a Malasy lugar. Malasy llevarte a él.
Al parecer consigues un guía desértico. ¿Qué suerte, no? Nada más subirte a Kon, el anciano empieza a acelerar con su dromedario. Puedes seguirlo a una velocidad moderada, pero intenta no perderlo. En pocos minutos, gracias a tu guía, llegas a la roca mencionada en el papel. Allí Malasy se bajará y esperará a que le digas algo. De ti depende qué hacer. Recuerda que a partir de ahora solo te queda una instrucción. Buena suerte.
- Tú no parecer lobo. Pero, eso no importar a Malasy. Yo darte vehículo. Yo ofrecerte vigilancia. Tú esperar fuera. Malasy ahora salir.
Tras esto, se mete de nuevo en la trastienda. Una vez sales, tienes alrededor de un minuto para ti misma, para reflexionar acerca de la vida. ¿Quieres meditar? Hazlo. Pasados los sesenta segundos, Malasy aparece montado en un dromedario, mientras a su lado lleva a otro con una cuerda.
- Tú subir a Kon, el dromedario cabrón. Yo subir a Mira, dromedaria bonita. Malasy guiar a Lobo por el desierto. Revolución dijo a Malasy lugar. Malasy llevarte a él.
Al parecer consigues un guía desértico. ¿Qué suerte, no? Nada más subirte a Kon, el anciano empieza a acelerar con su dromedario. Puedes seguirlo a una velocidad moderada, pero intenta no perderlo. En pocos minutos, gracias a tu guía, llegas a la roca mencionada en el papel. Allí Malasy se bajará y esperará a que le digas algo. De ti depende qué hacer. Recuerda que a partir de ahora solo te queda una instrucción. Buena suerte.
Ai Nanasaki
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Los segundos en que Malasy no decía nada, fueron eternos… O ella los sintió así. En cierta forma, esperaba esa reacción por parte de él. Quizás se esperaba a alguien totalmente diferente a ella y era esperable… Nunca se veía como alguien de confianza, hasta que se dieran las condiciones. Suspiró con calma cuando escuchó su respuesta. Tal y como él le dijo, salió para esperarlo. Su travesía por el desierto iba a empezar y una sonrisa confiada se dibujó en su rostro. Hace tiempo que no se sentía así de emocionada y pensar en todo lo que estaba por pasar, era algo genial y muy interesante.
– Aunque si lo pienso bien… Sería un mal momento para llamar la atención. No sería buena idea ganar wanted – susurró mientras se apoyaba en la pared de la casa blanca de Malasy. La idea de ganar wanted era un poco… Aterradora. No quería ser el centro de atención y nunca le había gustado serlo. Suspiró para despreocuparse. – Bueno, ya veremos que pasa y qué tengo que hacer. No tengo muchos detalles, así que lo principal es eso y, por lo visto, no es Malasy el dueño de las respuestas. – Miró al despejado cielo y se quedó callada.
Escuchó y, de hecho, olió como es que el dueño se acercaba. Lo vio traer a dos camellos. ”Toca viajar” – se dijo con una suave sonrisa mientras miraba el segundo dromedario. Se llamaba Kon y era el cabrón. ”¿Por qué me deja a mí con ese?” – pensó. No le dio mucha importancia, aseguró bien sus espadas y se subió al camello. Le dio un suave cariño en el cuello, para que entrara en confianza con ella, y los dos partieron atravesando el desierto hacia… Dónde sea que Malasy la estuviera llevando.
El viaje fue bastante corto, quizás era por la velocidad que ambos llevaban, pero le dio igual. Llegaron a salvo al siguiente objetivo. La roca grande. Se bajó del dromedario y miró al viejo. ¿Qué tenía que hacer ahora? Sacó el papel y lo leyó por tercera vez. ”¿Preguntar?” – se dijo con cierta duda. Quizás, como era obvio en una situación así, solo debía preguntar el destino, ¿no? Sintió un poco de miedo al poder equivocarse. Aunque, llegados a ese punto, solo le quedaba una opción… Arriesgarse.
– Malasy, ¿qué debo hacer ahora? – Le preguntó.
– Aunque si lo pienso bien… Sería un mal momento para llamar la atención. No sería buena idea ganar wanted – susurró mientras se apoyaba en la pared de la casa blanca de Malasy. La idea de ganar wanted era un poco… Aterradora. No quería ser el centro de atención y nunca le había gustado serlo. Suspiró para despreocuparse. – Bueno, ya veremos que pasa y qué tengo que hacer. No tengo muchos detalles, así que lo principal es eso y, por lo visto, no es Malasy el dueño de las respuestas. – Miró al despejado cielo y se quedó callada.
Escuchó y, de hecho, olió como es que el dueño se acercaba. Lo vio traer a dos camellos. ”Toca viajar” – se dijo con una suave sonrisa mientras miraba el segundo dromedario. Se llamaba Kon y era el cabrón. ”¿Por qué me deja a mí con ese?” – pensó. No le dio mucha importancia, aseguró bien sus espadas y se subió al camello. Le dio un suave cariño en el cuello, para que entrara en confianza con ella, y los dos partieron atravesando el desierto hacia… Dónde sea que Malasy la estuviera llevando.
El viaje fue bastante corto, quizás era por la velocidad que ambos llevaban, pero le dio igual. Llegaron a salvo al siguiente objetivo. La roca grande. Se bajó del dromedario y miró al viejo. ¿Qué tenía que hacer ahora? Sacó el papel y lo leyó por tercera vez. ”¿Preguntar?” – se dijo con cierta duda. Quizás, como era obvio en una situación así, solo debía preguntar el destino, ¿no? Sintió un poco de miedo al poder equivocarse. Aunque, llegados a ese punto, solo le quedaba una opción… Arriesgarse.
– Malasy, ¿qué debo hacer ahora? – Le preguntó.
Te mereces un premio, cadete. El premio a "La peor leedora de instrucciones de la historia de la Revolución". ¿Que a qué se debe esto? Se supone que ya has llegado a "Destino", con lo que preguntar ya no te hará mucha falta. Todo hubiera sido diferente si Malasy no hubiera decidido emprender la iniciativa de llevarte él mismo al punto de reunión.
En fin, te queda el último paso de todos. Si te quedas observando la roca, en la sombra verás unos cuantos cáctus. No todos tienen el mismo tamaño, pero sí que son todos iguales. Eso sí... todos, menos uno. Ves uno con rostro. ¿Cómo es eso posible? Deberías acercarte a él y decirle algo... quizás te sea de ayuda.
En fin, te queda el último paso de todos. Si te quedas observando la roca, en la sombra verás unos cuantos cáctus. No todos tienen el mismo tamaño, pero sí que son todos iguales. Eso sí... todos, menos uno. Ves uno con rostro. ¿Cómo es eso posible? Deberías acercarte a él y decirle algo... quizás te sea de ayuda.
- Si te acercas:
- - Hola. Si has llegado hasta aquí con Malasy debes de ser con la que debía reunirme. Me llamo Mateo, y soy el hombre cactus. ¿Qué tal? - dice con una sonrisa - Creo que mi deber es informarte de tu misión, así que allá va. Que conste, que me he aprendido de memoria los datos, ¿eh? Para que luego digan que no trabajo y que me rasco los cojones todo el día. Digo, los huevecillos. Digo, el escroto. ¡NO! Digo... las partes nobles. - parece que se empieza a poner nervioso - ¡En fin! Tu misión será ir a Rainbase, una ciudad muy cuca en la que puedes hacer mucho dinero en sus casinos. No todo es legal allí... el juego trae mucho crimen. Pero no vas a ir para eso. La Revolución se ha enterado de que en sus bajos fondos se venden esclavos. El último caso se ha visto en la parte noreste de la ciudad, y de poco más me han informado. Deberás reunirte con Masif detrás de la pirámide del Bananawani. Solo hay una así en toda Rainbase, así que te será fácil encontrarla. Ah, y deberás buscarle exactamente a las dos de la madrugada de mañana, no estará a otra hora. Buena suerte. - volvió a poner su rostro de cactus. Ya no sacarás más de él.
Contenido patrocinado
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.