Katharina von Steinhell
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Bebió un largo sorbo de la botella de agua y luego se mojó el cuello, pues el calor que hacía allí no era normal. La brisa marina poco y nada refrescaba el acalorado cuerpo de la pelirroja, quien llevaba un vestido ajustado y color carmesí, sujetado en la cintura por un delgado cinturón lila y también contaba con algunos brazales de tela morada. Sus blancas piernas eran protegidas por calzas del mismo color que su cinturón, aunque estas daban la impresión de que en realidad fuesen vendas. Al menos la enorme capucha que cubría su cabeza le protegía del sol.
Los ojos dorados de la bruja estaban pendiente a todo, por si encontraba algo digno de su atención y pudiera robarlo, aunque no estaba precisamente en un lugar muy adinerado. Había arribado en Shitchi, una pequeña región de humedales de la Kurohana, una ciudad protegida por el Yonkou Lion D. Émile. Katharina respetaba la autoridad de los emperadores de los mares, por lo que tampoco iría como loca metiéndose en problemas. Al menos esa no era su intención.
Había llegado hasta la isla para aprender un poco más de magia, pues había escuchado que los bosques y lagos de la isla entregaban cierta inspiración. No estaba mal intentar aprender algo de magia de la vida, ¿no? Mientras pensaba en todo lo que aprendería estando en medio de los árboles, escuchó la discusión entre un hombre y una mujer, ambos de unos cuarenta años.
—¡Qué no te estoy mintiendo, bruja mañosa! —Espetó el campesino que cargaba en su hombro un pesado saco de harina— ¡Yo lo vi! ¡Era gigante, tenía alas y se devoró a Mitsy!
La mujer, roja de furia, bofeteó al hombre.
—¡Cómo me vuelvas a tratar así, Jim, no te quedará un solo diente! ¿Crees que soy estúpida? ¿Qué nací ayer? ¡¿En serio crees que soy tan tonta como para creer que nuestra vaca fue devorada por un reptil alado?! —Respondió la gorda mujer de cabellos negros y ondulados— Ya estoy cansada, más que cansada de que siempre llegues borracho a casa.
Parecía ser la típica discusión de matrimonio, pero algo captó la atención de la bruja. ¿Reptil alado devora vacas? Eso podía ser muy interesante. Una vez tuvo la suerte de encontrarse frente a frente con un dragón, una magnífica criatura de tamaños colosales y voz profunda. Cada vez que veía su arma le venía el recuerdo de ella casi siendo devorada. La bruja caminó hacia el matrimonio y colocó su mano derecha en el hombro de Jim, un tío delgado y calvo, y su mano izquierda en el hombro de la campesina.
—¡Pero qué linda pareja! —Expresó mostrando una enorme sonrisa— No pude evitar escucharlos y su historia es de lo más interesante. ¡¿En serio Mitsy la Vaca fue devorada por una criatura alada?! Si me das algo de información, prometo comprar al menos una vaca para ti y otra para ella. ¿Qué dices?
La mujer, que pronto se presentó como Helena, mostró una sonrisa de asombro y sus ojos se iluminaron. Por el contrario, al viejo Jim no pareció agradarle mucho la idea de volver a la escena del crimen.
—¿Y tú qué sacas de todo esto? —Preguntó el malhumorado tipo.
—¿Cómo decirlo...? Me especializo en el estudio de criaturas exóticas, y si lo que dices es verdad, estamos ante un misterio que espero resolver —explicó, claramente mintiendo. Si aquella bestia era real, intentaría dominarla; la entrenaría y la volvería fuerte, muy fuerte—. Vamos, vamos, estoy segura que es una oferta tentadora.
Tras otra discusión entre el matrimonio, en la cual Jim explicaba a gritos que su vida se pondría en riesgo y la mujer le exigía hacerse cargo de la pérdida de Mitsy, el campesino terminó aceptando.
—No te preocupes por tu integridad. ¿No ves esto? —Preguntó la pelirroja señalando la enorme guadaña negra y con un rostro demoníaco que se asomaba por su espalda— Estarás seguro, sé cómo apañármelas.
Los ojos dorados de la bruja estaban pendiente a todo, por si encontraba algo digno de su atención y pudiera robarlo, aunque no estaba precisamente en un lugar muy adinerado. Había arribado en Shitchi, una pequeña región de humedales de la Kurohana, una ciudad protegida por el Yonkou Lion D. Émile. Katharina respetaba la autoridad de los emperadores de los mares, por lo que tampoco iría como loca metiéndose en problemas. Al menos esa no era su intención.
Había llegado hasta la isla para aprender un poco más de magia, pues había escuchado que los bosques y lagos de la isla entregaban cierta inspiración. No estaba mal intentar aprender algo de magia de la vida, ¿no? Mientras pensaba en todo lo que aprendería estando en medio de los árboles, escuchó la discusión entre un hombre y una mujer, ambos de unos cuarenta años.
—¡Qué no te estoy mintiendo, bruja mañosa! —Espetó el campesino que cargaba en su hombro un pesado saco de harina— ¡Yo lo vi! ¡Era gigante, tenía alas y se devoró a Mitsy!
La mujer, roja de furia, bofeteó al hombre.
—¡Cómo me vuelvas a tratar así, Jim, no te quedará un solo diente! ¿Crees que soy estúpida? ¿Qué nací ayer? ¡¿En serio crees que soy tan tonta como para creer que nuestra vaca fue devorada por un reptil alado?! —Respondió la gorda mujer de cabellos negros y ondulados— Ya estoy cansada, más que cansada de que siempre llegues borracho a casa.
Parecía ser la típica discusión de matrimonio, pero algo captó la atención de la bruja. ¿Reptil alado devora vacas? Eso podía ser muy interesante. Una vez tuvo la suerte de encontrarse frente a frente con un dragón, una magnífica criatura de tamaños colosales y voz profunda. Cada vez que veía su arma le venía el recuerdo de ella casi siendo devorada. La bruja caminó hacia el matrimonio y colocó su mano derecha en el hombro de Jim, un tío delgado y calvo, y su mano izquierda en el hombro de la campesina.
—¡Pero qué linda pareja! —Expresó mostrando una enorme sonrisa— No pude evitar escucharlos y su historia es de lo más interesante. ¡¿En serio Mitsy la Vaca fue devorada por una criatura alada?! Si me das algo de información, prometo comprar al menos una vaca para ti y otra para ella. ¿Qué dices?
La mujer, que pronto se presentó como Helena, mostró una sonrisa de asombro y sus ojos se iluminaron. Por el contrario, al viejo Jim no pareció agradarle mucho la idea de volver a la escena del crimen.
—¿Y tú qué sacas de todo esto? —Preguntó el malhumorado tipo.
—¿Cómo decirlo...? Me especializo en el estudio de criaturas exóticas, y si lo que dices es verdad, estamos ante un misterio que espero resolver —explicó, claramente mintiendo. Si aquella bestia era real, intentaría dominarla; la entrenaría y la volvería fuerte, muy fuerte—. Vamos, vamos, estoy segura que es una oferta tentadora.
Tras otra discusión entre el matrimonio, en la cual Jim explicaba a gritos que su vida se pondría en riesgo y la mujer le exigía hacerse cargo de la pérdida de Mitsy, el campesino terminó aceptando.
—No te preocupes por tu integridad. ¿No ves esto? —Preguntó la pelirroja señalando la enorme guadaña negra y con un rostro demoníaco que se asomaba por su espalda— Estarás seguro, sé cómo apañármelas.
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Me hallaba caminando tranquilamente por una calle la cual estaba a rebosar de gente que iban de un lado a otro en sus quehaceres. Unos se detenían a comprar en los puestos que habían dispersos por el lugar, otros iban a sus casas y trabajos. Sí. Parecía que se respiraba tranquilidad y nada malo pasaba. El fresco aroma a humedad me reconfortaba en gran medida, me recordaba a cuando vivía en el bosque junto a mi maestra, Catherine. Ya había transcurrido una semana desde que partí de Domica y ya me encontraba en el North Blue, en una isla llamada Kurohana. Paseando por el territorio de uno de los cuatro Yonkous. Ni siquiera se me había pasado por la cabeza la idea de intentar ir a por uno, era un suicidio para alguien como yo que apenas había salido al mundo.
El sonido de mi bastón hacía eco a medida que iba mezclándome con el transcurrir del gentío. Mi máscara y mis largas piernas no pasaron desapercibidas ya que un grupo de niños me miraban asustados, así como un par de adultos. Mejor. No quería que esos sacos de mocos me tocaran, prefería mantenerme cuanto más alejado mejor. Decidí caminar al lado del río y disfrutar de la tranquilidad que la madre naturaleza proporcionaba al lugar. Fue entonces, cuando llegó a mis oídos una conversación un tanto peculiar y que atrajo mi atención como las moscas a la miel.
-¿Has oído lo de los wyverns? Al parecer hubo un ataque a una vaca hace poco, estamos indefensos ante esas criaturas -
- La guardia debería hacer algo o al menos el señor Émile debería cuidar mejor a sus ciudadanos - dijo el otro
Me quedé sorprendido ante la noticia de que en la isla habitaban tales criaturas mitológicas. Me maestra me había hablado de ellas y que se los había encontrado en sus viajes pero yo creía que eran chanzas, bromas. Efectivamente el poder ver un ejemplar vivo sería interesante y digno de estudio... aunque también peligroso. ¿Pero acaso no merecía la pena el riesgo? Sin pensarlo más, avancé hasta los dos hombres para preguntarles acerca de donde poder encontrar a esos parientes del dragón.
- Disculpen buenos señores, ¿acaso saben donde podría localizar el hábitat de los wyverns? Me gustaría ver uno con mis propios ojos, si no es mucha molestia - pregunté amablemente esperando que mi apariencia no les fuera de desagrado y huyeran despavoridos.
- Puedes encontrarlos en las tierras inhóspitas si te diriges al camino del este pero yo que tu no lo haría, es un suicidio. Esas bestias son peores que un león -
Hice caso omiso de la advertencia y , después de agradecer a aquellas dos personas por dedicarme un momento de su tiempo, partí hacia el camino que me habían indicado. El inmenso bosque que parecía estar llamándome a gritos era donde tenía que proseguir mi camino. Todo para poder ver un reptil alado típico de los cuentos para niños y de las leyendas.
El sonido de mi bastón hacía eco a medida que iba mezclándome con el transcurrir del gentío. Mi máscara y mis largas piernas no pasaron desapercibidas ya que un grupo de niños me miraban asustados, así como un par de adultos. Mejor. No quería que esos sacos de mocos me tocaran, prefería mantenerme cuanto más alejado mejor. Decidí caminar al lado del río y disfrutar de la tranquilidad que la madre naturaleza proporcionaba al lugar. Fue entonces, cuando llegó a mis oídos una conversación un tanto peculiar y que atrajo mi atención como las moscas a la miel.
-¿Has oído lo de los wyverns? Al parecer hubo un ataque a una vaca hace poco, estamos indefensos ante esas criaturas -
- La guardia debería hacer algo o al menos el señor Émile debería cuidar mejor a sus ciudadanos - dijo el otro
Me quedé sorprendido ante la noticia de que en la isla habitaban tales criaturas mitológicas. Me maestra me había hablado de ellas y que se los había encontrado en sus viajes pero yo creía que eran chanzas, bromas. Efectivamente el poder ver un ejemplar vivo sería interesante y digno de estudio... aunque también peligroso. ¿Pero acaso no merecía la pena el riesgo? Sin pensarlo más, avancé hasta los dos hombres para preguntarles acerca de donde poder encontrar a esos parientes del dragón.
- Disculpen buenos señores, ¿acaso saben donde podría localizar el hábitat de los wyverns? Me gustaría ver uno con mis propios ojos, si no es mucha molestia - pregunté amablemente esperando que mi apariencia no les fuera de desagrado y huyeran despavoridos.
- Puedes encontrarlos en las tierras inhóspitas si te diriges al camino del este pero yo que tu no lo haría, es un suicidio. Esas bestias son peores que un león -
Hice caso omiso de la advertencia y , después de agradecer a aquellas dos personas por dedicarme un momento de su tiempo, partí hacia el camino que me habían indicado. El inmenso bosque que parecía estar llamándome a gritos era donde tenía que proseguir mi camino. Todo para poder ver un reptil alado típico de los cuentos para niños y de las leyendas.
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El hombre refunfuñó gran parte del camino hasta la entrada del bosque, maldecía todo el tiempo y de vez en cuando soltaba flatulencias. Jim era un campesino con muy buenos modales. Entre Katharina y el sujeto no hubo mucha conversación, pues la bruja estaba pendiente del paisaje y de si aparecían visitas inesperadas. Por suerte nadie interrumpió su apacible caminata. A medida que avanzaban, los ojos de la pelirroja advertían hermosos lagos y riachuelos de agua cristalina, cuya música complacía los oídos de Katharina.
—¿Estás seguro que vamos bien encaminados? —Preguntó la mujer unos minutos después de adentrarse al bosque. Este constaba de árboles realmente altos, los rayos del sol apenas se infiltraban por entre medio de las gigantescas hojas.
—¡Claro que sí, mujer! —Respondió el malhumorado hombre— No sé qué intenciones tienes con esa cosa, pero nadie en su sano juicio se acercaría. ¿Estás buscando la muerte?
La bruja no pudo evitar sonreír ante la pregunta de Jim. Más bien buscaba ocasionar muerte..., aunque no a él. Katharina no tenía ninguna intención de asesinarle y hacerlo un muerto viviente, lo dejaría vivir su mísera vida sin problema alguno, además ¿de qué le serviría? Los ojos dorados de la ex marine se depositaron en el rostro del calvo, quien retrocedió asustado.
—No, claro que no, Jim-san —respondió ella con serenidad—. Lo que busco es ver con mis propios ojos a la criatura, comprobar su existencia y luego... Luego estudiarla. Mucho se puede aprender de la naturaleza y de quiénes la componen, sólo hay que tener buen ojo.
La respuesta de la pelirroja realmente le sorprendió al tipo, quedando claro que no era una persona común y corriente. Tal vez había perdido uno que otro tornillo. Pronto retomaron la caminata, siguiendo paso a paso el camino indicado por Jim. Subieron por senderos, dieron varias vueltas y luego terminaron cruzando un río. Por alguna razón sentía que estaban dando vueltas en círculos, pero no quería volver a poner en duda el conocimiento del campesino.
Descansaron un momento, bebieron agua y luego siguieron. El entusiasmo de Katharina le impidió ir por provisiones, pero tal vez cazaría alguna bestia o cogería algunas bayas; eso se vería cuando el estómago rugiera. Mientras estaban sentados en unas enormes rocas grises, una brisa refrescante agitó el cabello de la pelirroja, mostrando una belleza inigualable. Jim se le quedó mirando un rato, medio sorprendido por estar junto a una chica como ella.
—Estoy perdido —declaro el viejo después de haber retomado la caminata—. No tengo ni puta idea de donde estoy.
Los ojos de la bruja se depositaron en Jim. Quería matarlo... ¿Cómo es que podía existir una persona tan idiota? ¡Había estado en el bosque esa misma mañana! Y se suponía que el campesino era un hombre que conocía esas tierras. Si hubiese sabido que el hombre era tan inútil, ni siquiera le habría ofrecido las vacas como recompensa. Katharina se cruzó de brazos y después de un momento de silencio decidió abrir la boca.
—¿Te das cuenta porque tu esposa se pasa la vida gritándote? Ya eres viejo, Jim-san, ¿cómo es que puedes ser tan inútil?
Al campesino parecía no importarle mucho lo que su acompañante tenía para decir.
—Bueno, es lo que toca, ¿no? Algunos son brillantes y no nos queda nada para los tontos... ¿Qué puedo hacer? ¿Llorar? ¿Quejarme? ¡Soy como soy y ya está!
Lamentablemente la bruja no tenía tan buena orientación en los bosques como en ruinas olvidadas, así que no tenía mucha idea de hacia dónde dirigirse. Lo único que tenía muy claro es que habían caminado por el valle hacia arriba, por lo que pronto el paisaje debía comenzar a cambiar de acuerdo a la altitud. O al menos eso esperaba. Tal vez Kurohana era algo diferente... ¡En fin! No debía preocuparse si se encontraría con los mismos árboles, necesitaba continuar y encontrar a la bestia cuanto antes.
—Entonces creo que seguiré mi instinto —terminó declarando la mujer.
—¿Estás seguro que vamos bien encaminados? —Preguntó la mujer unos minutos después de adentrarse al bosque. Este constaba de árboles realmente altos, los rayos del sol apenas se infiltraban por entre medio de las gigantescas hojas.
—¡Claro que sí, mujer! —Respondió el malhumorado hombre— No sé qué intenciones tienes con esa cosa, pero nadie en su sano juicio se acercaría. ¿Estás buscando la muerte?
La bruja no pudo evitar sonreír ante la pregunta de Jim. Más bien buscaba ocasionar muerte..., aunque no a él. Katharina no tenía ninguna intención de asesinarle y hacerlo un muerto viviente, lo dejaría vivir su mísera vida sin problema alguno, además ¿de qué le serviría? Los ojos dorados de la ex marine se depositaron en el rostro del calvo, quien retrocedió asustado.
—No, claro que no, Jim-san —respondió ella con serenidad—. Lo que busco es ver con mis propios ojos a la criatura, comprobar su existencia y luego... Luego estudiarla. Mucho se puede aprender de la naturaleza y de quiénes la componen, sólo hay que tener buen ojo.
La respuesta de la pelirroja realmente le sorprendió al tipo, quedando claro que no era una persona común y corriente. Tal vez había perdido uno que otro tornillo. Pronto retomaron la caminata, siguiendo paso a paso el camino indicado por Jim. Subieron por senderos, dieron varias vueltas y luego terminaron cruzando un río. Por alguna razón sentía que estaban dando vueltas en círculos, pero no quería volver a poner en duda el conocimiento del campesino.
Descansaron un momento, bebieron agua y luego siguieron. El entusiasmo de Katharina le impidió ir por provisiones, pero tal vez cazaría alguna bestia o cogería algunas bayas; eso se vería cuando el estómago rugiera. Mientras estaban sentados en unas enormes rocas grises, una brisa refrescante agitó el cabello de la pelirroja, mostrando una belleza inigualable. Jim se le quedó mirando un rato, medio sorprendido por estar junto a una chica como ella.
—Estoy perdido —declaro el viejo después de haber retomado la caminata—. No tengo ni puta idea de donde estoy.
Los ojos de la bruja se depositaron en Jim. Quería matarlo... ¿Cómo es que podía existir una persona tan idiota? ¡Había estado en el bosque esa misma mañana! Y se suponía que el campesino era un hombre que conocía esas tierras. Si hubiese sabido que el hombre era tan inútil, ni siquiera le habría ofrecido las vacas como recompensa. Katharina se cruzó de brazos y después de un momento de silencio decidió abrir la boca.
—¿Te das cuenta porque tu esposa se pasa la vida gritándote? Ya eres viejo, Jim-san, ¿cómo es que puedes ser tan inútil?
Al campesino parecía no importarle mucho lo que su acompañante tenía para decir.
—Bueno, es lo que toca, ¿no? Algunos son brillantes y no nos queda nada para los tontos... ¿Qué puedo hacer? ¿Llorar? ¿Quejarme? ¡Soy como soy y ya está!
Lamentablemente la bruja no tenía tan buena orientación en los bosques como en ruinas olvidadas, así que no tenía mucha idea de hacia dónde dirigirse. Lo único que tenía muy claro es que habían caminado por el valle hacia arriba, por lo que pronto el paisaje debía comenzar a cambiar de acuerdo a la altitud. O al menos eso esperaba. Tal vez Kurohana era algo diferente... ¡En fin! No debía preocuparse si se encontraría con los mismos árboles, necesitaba continuar y encontrar a la bestia cuanto antes.
—Entonces creo que seguiré mi instinto —terminó declarando la mujer.
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-Ah, el fresco olor de las flores me reconforta. Me pregunto si en esta isla habrán girasoles, quizás tome una muestra y se la envíe a Catherine como regalo. Seguro que eso hace que una sonrisa se dibuje en su bello rostro - me encontraba tranquilamente caminando por el sendero que me habían indicado examinando la flora local. Cada vez que veía un girasol sus dorados pétalos me recordaban al cabello soleado de mi salvadora. Cada vez que me iba adentrando más al corazón del bosque mis oídos iban percibiendo más ruidos de diversas especies de animales. Debido a mi estancia en terreno boscoso durante numerosos años, me había acostumbrado a reconocer vagamente algún que otro pájaro.
Fue entonces cuando el murmullo del agua volvió a notarse en el ambiente y también el olor a agua dulce. Salí de la sombra de los árboles y una bella visión se mostró frente a mí. Era un bello lago de aguas cristalinas que brillaba como si de zafiro se tratase. Parecía una escena de libro, solo faltaban las hadas del bosque jugando por la orilla y las ninfas tocando hermosas melodías con sus liras o flautas. De hecho, tal idea me inspiró para sacar mi propia ocarina. Me senté en una piedra próxima a la orilla y comencé a tocar una oda a la naturaleza.
A medida que iba tocando, la tranquilidad me dominaba haciendo que realmente disfrutara el haberme desviado de mi camino solo para tomarme un momento de mezclarme con el paisaje. Algunos animales se unieron a mí. Unas golondrinas se posaron en mis hombros y unos cuantos ciervos me miraban desde los matorrales. La diosa del bosque parecía estar feliz de mi presencia en su reino. Era todo un paisaje de ensueño. Un lugar donde la malvada y cruel mano del hombre aún no había destruido y , esperaba, que nunca lo hiciera.
Si mi tiempo y mi trabajo me lo permitieran, me habría gustado permanecer en ese cuento de fantasía durante mucho más rato pero mi curiosidad por los wyverns era tan grande como mi amor por la música. Pronto acabaría de interpretar aquella canción y me dispondría a seguir mi camino.
Fue entonces cuando el murmullo del agua volvió a notarse en el ambiente y también el olor a agua dulce. Salí de la sombra de los árboles y una bella visión se mostró frente a mí. Era un bello lago de aguas cristalinas que brillaba como si de zafiro se tratase. Parecía una escena de libro, solo faltaban las hadas del bosque jugando por la orilla y las ninfas tocando hermosas melodías con sus liras o flautas. De hecho, tal idea me inspiró para sacar mi propia ocarina. Me senté en una piedra próxima a la orilla y comencé a tocar una oda a la naturaleza.
A medida que iba tocando, la tranquilidad me dominaba haciendo que realmente disfrutara el haberme desviado de mi camino solo para tomarme un momento de mezclarme con el paisaje. Algunos animales se unieron a mí. Unas golondrinas se posaron en mis hombros y unos cuantos ciervos me miraban desde los matorrales. La diosa del bosque parecía estar feliz de mi presencia en su reino. Era todo un paisaje de ensueño. Un lugar donde la malvada y cruel mano del hombre aún no había destruido y , esperaba, que nunca lo hiciera.
Si mi tiempo y mi trabajo me lo permitieran, me habría gustado permanecer en ese cuento de fantasía durante mucho más rato pero mi curiosidad por los wyverns era tan grande como mi amor por la música. Pronto acabaría de interpretar aquella canción y me dispondría a seguir mi camino.
- Melodía de la ocarina:
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Katharina continuó discutiendo ligeramente con Jim, pues, a pesar de que estaba completamente perdido, quería seguir dando instrucciones. “¡Para allá, niña malcriada!”, gritaba de repente. La paciencia de la pelirroja estaba llegando a su fin, así que si el hombre no guardaba silencio, ella no se preocuparía de lo que le pudiera pasar. Intentó mantener el ánimo calmado, lo suficiente para ignorar la voz del campesino, y continuó siguiendo a su instinto.
Ya no había sendero alguno, más bien se estaba adentrando en el bosque, o al menos eso parecía. Esquivaba árboles y más árboles, se abría paso entre arbustos y matorrales, pisaba rocas y atravesaba riachuelos. Estuvo varios minutos encaminándose en la misma dirección, creyendo que el camino que seguía era el correcto. Si Jim no conocía la ubicación, Katharina intentaría seguir las pistas.
De pronto se detuvo de golpe y le hizo una señal a Jim para que no hiciera ruido, aunque el campesino al principio gruñó y maldijo, pero luego hizo caso. Los oídos de Katharina advertían una melodía, se esparcía por el bosque como niebla, y, aunque se escuchaba de lejos, podía oírse con claridad. Alguien —o algo— estaba era el causante de aquel armónico sonido, y la bruja estaba más que dispuesta a ver quién era. Tal vez era un ser amigable que podía conocer la ubicación de la criatura alada.
—Sígueme, rápido —le exigió Katharina al campesino—. No quiero tu sangre en mis manos.
—¡Deja de darme órdenes! Ya soy lo suficientemente grande para saber qué hacer —se quejó Jim, malhumorado como siempre.
Continuó avanzando por el bosque hasta que llegó a un lago, cuyas aguas eran tan cristalinas que podía verse fácilmente el fondo de este. Al otro extremo había una figura, el responsable de tal melodía, y su público era ni más ni menos que los mismos animales de la zona. Katharina sintió cierta admiración por él, y un profundo sentimiento de paz en su interior, algo que desde hacía mucho tiempo que no sentía.
Quería saber si la criatura sabía algo de un monstruo devora vacas, pero lo primero era cruzar el lago. No quería seguir perdiendo el tiempo; no tenía ninguna intención de bordearlo. Cerró los ojos y se concentró, dejando que la energía arcana fluyera por todo su cuerpo. Cuando los abrió estos emitieron un intenso brillo azulado y de pronto el cuerpo de Katharina estaba bañado en un aura celeste. Sin hacer un solo gesto, ella y Jim comenzaron a levitar.
—¡Por las barbas de Merlín! ¡¿Qué está ocurriendo?!
¿A qué se refería con esa expresión tan… burda? ¿Quién era ese tal Merlín? Por lo que entendió la bruja, se trataba de un hombre bastante barbón, y de seguro que era importante. Bueno, quizás sólo se trataba de una frase del lugar. Alejó esos pensamientos de su cabeza y cuando lo hizo, se dio cuenta que ya estaba por llegar al otro extremo del lago, donde el compositor entonaba su melodía.
—Tocas bien, ¿sabes? —Admitió Katharina al llegar al otro lado del lago, flotando en el aire como un hada.
Ya no había sendero alguno, más bien se estaba adentrando en el bosque, o al menos eso parecía. Esquivaba árboles y más árboles, se abría paso entre arbustos y matorrales, pisaba rocas y atravesaba riachuelos. Estuvo varios minutos encaminándose en la misma dirección, creyendo que el camino que seguía era el correcto. Si Jim no conocía la ubicación, Katharina intentaría seguir las pistas.
De pronto se detuvo de golpe y le hizo una señal a Jim para que no hiciera ruido, aunque el campesino al principio gruñó y maldijo, pero luego hizo caso. Los oídos de Katharina advertían una melodía, se esparcía por el bosque como niebla, y, aunque se escuchaba de lejos, podía oírse con claridad. Alguien —o algo— estaba era el causante de aquel armónico sonido, y la bruja estaba más que dispuesta a ver quién era. Tal vez era un ser amigable que podía conocer la ubicación de la criatura alada.
—Sígueme, rápido —le exigió Katharina al campesino—. No quiero tu sangre en mis manos.
—¡Deja de darme órdenes! Ya soy lo suficientemente grande para saber qué hacer —se quejó Jim, malhumorado como siempre.
Continuó avanzando por el bosque hasta que llegó a un lago, cuyas aguas eran tan cristalinas que podía verse fácilmente el fondo de este. Al otro extremo había una figura, el responsable de tal melodía, y su público era ni más ni menos que los mismos animales de la zona. Katharina sintió cierta admiración por él, y un profundo sentimiento de paz en su interior, algo que desde hacía mucho tiempo que no sentía.
Quería saber si la criatura sabía algo de un monstruo devora vacas, pero lo primero era cruzar el lago. No quería seguir perdiendo el tiempo; no tenía ninguna intención de bordearlo. Cerró los ojos y se concentró, dejando que la energía arcana fluyera por todo su cuerpo. Cuando los abrió estos emitieron un intenso brillo azulado y de pronto el cuerpo de Katharina estaba bañado en un aura celeste. Sin hacer un solo gesto, ella y Jim comenzaron a levitar.
—¡Por las barbas de Merlín! ¡¿Qué está ocurriendo?!
¿A qué se refería con esa expresión tan… burda? ¿Quién era ese tal Merlín? Por lo que entendió la bruja, se trataba de un hombre bastante barbón, y de seguro que era importante. Bueno, quizás sólo se trataba de una frase del lugar. Alejó esos pensamientos de su cabeza y cuando lo hizo, se dio cuenta que ya estaba por llegar al otro extremo del lago, donde el compositor entonaba su melodía.
—Tocas bien, ¿sabes? —Admitió Katharina al llegar al otro lado del lago, flotando en el aire como un hada.
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Mi cuerpo no obedecía a mi mente, realmente me encontraba en un estado de gran tranquilidad y ,era posible, que no pudiera tomarme este tipo de descansos muy a menudo. No ahora que trabajaba como cazador de recompensas y de ahora en adelante tenía que comenzar a preocuparme por mejorar mis habilidades físicas si no quería acabar tres metros bajo tierra. La ligera brisa me acariciaba el rostro por debajo de mi máscara de hueso. En mi mente estaba barajando la posibilidad de echar una siesta a la sombra de alguno de los árboles o en el verde pasto. De todas formas, los wyverns no se iban a ir a ninguna parte, ¿no?.
Al compás de mi melodía, alguno de mis plumíferos amigos se unía con su canto. Pocas veces se podía disfrutar de congeniar con la fauna de los bosques. Fue entonces cuando una voz proveniente de al lado me devolvió al mundo real. Sin embargo, la voz de la desconocida asustó a los animales del bosque, los cuales huyeron rápido como el trueno. "Vaya lástima, quería pasar un poco más de tiempo con ellos" pensé un poco triste. Sin más dilación, comencé a mirar hacia donde había escuchado aquellas palabras a las cuales aún no asociaba un rostro.
Mis ojos se abrieron ante la gran sorpresa que me llevé. Dos personas se hallaban flotando sobre el lago, un hombre que parecía ser uno de los lugareños y una mujer de cabello rojo y mirada misteriosa. ¿Realmente estaba soñando? ¿Cómo era posible que dos humanos pudieran mantenerse volando? ¿Era producto de una de esas famosas frutas del diablo o, quizás, eran dos hadas del bosque que se sentían atraídos por mi música.
- Gra - gracias - balbuceé ante aquella extraña visión - ¿Eres acaso una de las criaturas del bosque? ¿O eres una humana que ha consumido una fruta del diablo? Oh, ¿ donde están mis modales? Soy Albus, un simple viajero cuyo interés por unas extrañas criaturas voladoras ha logrado que viaje por estos frondosos bosques para contemplar tal visión. Es un placer conocerlos - dije realizando una reverencia.
Pensándolo bien, quizás aquellas dos personas supieran cual era el camino correcto. Por preguntar no perdía absolutamente nada, así que me dispuse a ello antes de que aquella mujer pudiera responder a mis preguntas.
-¿Por casualidad no sabrán cual es el lugar exacto para ver a los wyverns? Unos campesinos me indicaron que debía seguir el camino del oeste pero no sé más. Aunque he oído decir que algunos de ellos viven cerca del agua -
Al compás de mi melodía, alguno de mis plumíferos amigos se unía con su canto. Pocas veces se podía disfrutar de congeniar con la fauna de los bosques. Fue entonces cuando una voz proveniente de al lado me devolvió al mundo real. Sin embargo, la voz de la desconocida asustó a los animales del bosque, los cuales huyeron rápido como el trueno. "Vaya lástima, quería pasar un poco más de tiempo con ellos" pensé un poco triste. Sin más dilación, comencé a mirar hacia donde había escuchado aquellas palabras a las cuales aún no asociaba un rostro.
Mis ojos se abrieron ante la gran sorpresa que me llevé. Dos personas se hallaban flotando sobre el lago, un hombre que parecía ser uno de los lugareños y una mujer de cabello rojo y mirada misteriosa. ¿Realmente estaba soñando? ¿Cómo era posible que dos humanos pudieran mantenerse volando? ¿Era producto de una de esas famosas frutas del diablo o, quizás, eran dos hadas del bosque que se sentían atraídos por mi música.
- Gra - gracias - balbuceé ante aquella extraña visión - ¿Eres acaso una de las criaturas del bosque? ¿O eres una humana que ha consumido una fruta del diablo? Oh, ¿ donde están mis modales? Soy Albus, un simple viajero cuyo interés por unas extrañas criaturas voladoras ha logrado que viaje por estos frondosos bosques para contemplar tal visión. Es un placer conocerlos - dije realizando una reverencia.
Pensándolo bien, quizás aquellas dos personas supieran cual era el camino correcto. Por preguntar no perdía absolutamente nada, así que me dispuse a ello antes de que aquella mujer pudiera responder a mis preguntas.
-¿Por casualidad no sabrán cual es el lugar exacto para ver a los wyverns? Unos campesinos me indicaron que debía seguir el camino del oeste pero no sé más. Aunque he oído decir que algunos de ellos viven cerca del agua -
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La criatura tenía una máscara de huesos, lo cual intimidó severamente a Jim, el viejo cascarrabias. Por parte de Katharina, sentía un enorme interés en saber qué era. Había viajado por muchos sitios, conocido diferentes culturas y tener la oportunidad de hablar con gyojins y gigantes, pero jamás había visto a alguien que tuviera piernas tan largas. Entre preguntas y preguntas, comentarios y comentarios, mencionó su nombre: Albus, el simple viajero.
Katharina mostró una sonrisa cálida, sin malicia.
—Albus, el viajero —comentó la brujilla con ánimo—. Puedes llamarme Selene, y lamento decirte que no soy una criatura del bosque. Al igual que tú, estoy interesada en ver a la criatura alada de la que me ha hablado Jim, el viejo cascarrabias de aquí —señaló al campesino y luego volvió la vista hacia Albus—. ¿Por qué estás tan interesado en verlo? Aparentemente son criaturas peligrosas y, sin ánimo de ofender, no pareces ser muy fuerte.
Justo después de cruzar el lago, Katharina había activado su mantra para percibir alguna mala intención por parte de la criatura enmascarada. Sin embargo, no notó absolutamente nada. Por otra parte, no se veía muy fuerte… No es que Katharina se confiara de las apariencias, pero no podía ignorar ese hecho.
—¡Ya vámonos de aquí! —Alegó Jim— Este lago no me da buena espina, ahora que recuerdo, aquí fue donde perdí a mi vaca.
De pronto, un rugido ensordecedor provocó que los animales del bosque huyeran despavoridos y las aves emprendieran el vuelo. La bruja miró rápidamente hacia el origen del ruido, y su mantra le advirtió la presencia de una criatura que se acercaba a velocidades descomunales. Pronto estarían frente a frente contra lo que Albus llamó wyvern. Katharina no podía luchar estando allí, no quería faltar a su palabra y poner en riesgo la vida de Jim. Sin embargo, podía ser la única oportunidad de ver a la criatura…
De pronto, pareció que el día se oscureció, pero estaba lejos de ser cierto. La bruja alzó la mirada y se encontró con una enorme criatura alada, la cual estaba tapando los rayos del sol. Debía medir por lo menos 25 metros de longitud, es decir, de cabeza hasta cola; su cabeza de dragón le hizo recordar la vez que estuvo frente a uno, arriesgando su vida por conseguir el arma que ahora tenía en su espalda. Todo su cuerpo era plateado e incluso parecía contar con barba, pero dudaba de que fuera cierto.
—Debemos irnos —aseguró Katharina—. El tamaño de esa cosa no es normal… Si decide cargar contra nosotros, estamos muertos, eso te lo puedo asegurar, Albus.
En otra ocasión tendría la oportunidad de domarlo, pero ahora no era el momento. Primero debía asegurar la integridad de Jim, y recién podrá volver a pensar en reunirse con el wyvern. Cuando lo vio quedó completamente fascinada, era una maravilla de bestia… Y quería tenerla en su arsenal. Se imaginó a sí misma montando el lomo de la criatura, surcando los cielos y siendo admirada por la gente común y corriente.
Katharina mostró una sonrisa cálida, sin malicia.
—Albus, el viajero —comentó la brujilla con ánimo—. Puedes llamarme Selene, y lamento decirte que no soy una criatura del bosque. Al igual que tú, estoy interesada en ver a la criatura alada de la que me ha hablado Jim, el viejo cascarrabias de aquí —señaló al campesino y luego volvió la vista hacia Albus—. ¿Por qué estás tan interesado en verlo? Aparentemente son criaturas peligrosas y, sin ánimo de ofender, no pareces ser muy fuerte.
Justo después de cruzar el lago, Katharina había activado su mantra para percibir alguna mala intención por parte de la criatura enmascarada. Sin embargo, no notó absolutamente nada. Por otra parte, no se veía muy fuerte… No es que Katharina se confiara de las apariencias, pero no podía ignorar ese hecho.
—¡Ya vámonos de aquí! —Alegó Jim— Este lago no me da buena espina, ahora que recuerdo, aquí fue donde perdí a mi vaca.
De pronto, un rugido ensordecedor provocó que los animales del bosque huyeran despavoridos y las aves emprendieran el vuelo. La bruja miró rápidamente hacia el origen del ruido, y su mantra le advirtió la presencia de una criatura que se acercaba a velocidades descomunales. Pronto estarían frente a frente contra lo que Albus llamó wyvern. Katharina no podía luchar estando allí, no quería faltar a su palabra y poner en riesgo la vida de Jim. Sin embargo, podía ser la única oportunidad de ver a la criatura…
De pronto, pareció que el día se oscureció, pero estaba lejos de ser cierto. La bruja alzó la mirada y se encontró con una enorme criatura alada, la cual estaba tapando los rayos del sol. Debía medir por lo menos 25 metros de longitud, es decir, de cabeza hasta cola; su cabeza de dragón le hizo recordar la vez que estuvo frente a uno, arriesgando su vida por conseguir el arma que ahora tenía en su espalda. Todo su cuerpo era plateado e incluso parecía contar con barba, pero dudaba de que fuera cierto.
—Debemos irnos —aseguró Katharina—. El tamaño de esa cosa no es normal… Si decide cargar contra nosotros, estamos muertos, eso te lo puedo asegurar, Albus.
En otra ocasión tendría la oportunidad de domarlo, pero ahora no era el momento. Primero debía asegurar la integridad de Jim, y recién podrá volver a pensar en reunirse con el wyvern. Cuando lo vio quedó completamente fascinada, era una maravilla de bestia… Y quería tenerla en su arsenal. Se imaginó a sí misma montando el lomo de la criatura, surcando los cielos y siendo admirada por la gente común y corriente.
- Wyvern:
Albus Elessar
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Akuma no mi
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La extraña despejó una de las varias preguntas que tenía al aclararme que no formaba parte de las criaturas del bosque. Sin embargo, la cuestión del cómo flotaba la desconocía y me daba bastante curiosidad el saberlo. Pero no iba a ser tan descortés como para insistir en la vida de alguien al que apenas había acabado de conocer, no estaba bien. La muchacha se había presentado con el nombre de Selene y su acompañante parecía estar bastante nervioso. ¿Era acaso por mi máscara? Me la podría haber quitado pero, como me había dicho mi maestra , no era aconsejable por si alguien me reconocía. En vez de eso decidí permanecer con mi rostro cubierto.
- Oh, supongo que la vida es interesante porque une a las personas bajo un mismo interés - comenté alegre ante la casualidad de que la señorita Selene también buscaba la misma criatura que mi persona - ¿ Que por qué busco a los wyverns? Bueno, no me negará, señorita, que la curiosidad puede mover montañas.... aunque esas montañas sean capaces de matarte a la mínima. Soy consciente de mi fuerza nula pero aún así quería ver a alguna de estas criaturas en su hábitat natural -
A medida que hablaba, el bosque se iba callando. El suave cantar de los pájaros se había silenciado y reinaba una inquietud mortal en el lugar donde nos encontrábamos. Como por arte de magia, un enorme monstruo que parecía ser un ave de tamaño colosal apareció volando a una vertiginosa velocidad. Me quedé sin habla ante aquel ser que, finalmente, había decidido mostrarse. Era un enorme wyvern cuyo color de escamas recordaba a la más pura plata. La bestia nos observaba con sus ojos de reptil, relamiéndose ante las presas que había encontrado.
Me encontraba en estado de shock. No podía moverme ni pensar. Solo podía quedarme inmóvil como una estatua. Sin embargo, las palabras de Selene me sacaron de mi estado y conseguí salir de mi estado de catatonia. Sin dudarlo un solo instante, emprendí la que sería la más larga y dura de las carreras para salvar mi vida. Era una suerte que fuera de la raza de los piernas largas, esto me daba la ventaja de ser el doble de rápido que una persona normal.
- ¡Corred! - grité esperando que los otros me siguieran. Esperaba que el wyvern retornara a su nido pero mucho me temía que la bestia no se iba a ir hasta lograr atrapar a alguno de nosotros. Corrí y corrí con todas mis fuerzas a través del bosque en zigzag para intentar despistar a la criatura. Esperaba encontrar alguna cueva o algún sitio que el wyvern no pudiera acceder. Sin embargo, la bestia, en su gran furia, destrozaba los árboles a su paso. No podía flaquear lo más mínimo si no quería acabar como filete.
- Oh, supongo que la vida es interesante porque une a las personas bajo un mismo interés - comenté alegre ante la casualidad de que la señorita Selene también buscaba la misma criatura que mi persona - ¿ Que por qué busco a los wyverns? Bueno, no me negará, señorita, que la curiosidad puede mover montañas.... aunque esas montañas sean capaces de matarte a la mínima. Soy consciente de mi fuerza nula pero aún así quería ver a alguna de estas criaturas en su hábitat natural -
A medida que hablaba, el bosque se iba callando. El suave cantar de los pájaros se había silenciado y reinaba una inquietud mortal en el lugar donde nos encontrábamos. Como por arte de magia, un enorme monstruo que parecía ser un ave de tamaño colosal apareció volando a una vertiginosa velocidad. Me quedé sin habla ante aquel ser que, finalmente, había decidido mostrarse. Era un enorme wyvern cuyo color de escamas recordaba a la más pura plata. La bestia nos observaba con sus ojos de reptil, relamiéndose ante las presas que había encontrado.
Me encontraba en estado de shock. No podía moverme ni pensar. Solo podía quedarme inmóvil como una estatua. Sin embargo, las palabras de Selene me sacaron de mi estado y conseguí salir de mi estado de catatonia. Sin dudarlo un solo instante, emprendí la que sería la más larga y dura de las carreras para salvar mi vida. Era una suerte que fuera de la raza de los piernas largas, esto me daba la ventaja de ser el doble de rápido que una persona normal.
- ¡Corred! - grité esperando que los otros me siguieran. Esperaba que el wyvern retornara a su nido pero mucho me temía que la bestia no se iba a ir hasta lograr atrapar a alguno de nosotros. Corrí y corrí con todas mis fuerzas a través del bosque en zigzag para intentar despistar a la criatura. Esperaba encontrar alguna cueva o algún sitio que el wyvern no pudiera acceder. Sin embargo, la bestia, en su gran furia, destrozaba los árboles a su paso. No podía flaquear lo más mínimo si no quería acabar como filete.
Katharina von Steinhell
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De lo único que se aseguró Katharina fue de la integridad física del pobre y viejo campesino. El hombrecillo quedó tan aterrado al ver a la bestia alada que perdió inmediatamente el conocimiento, y la bruja le prometió a la pesada mujer que no lo dejaría morir. No es que le importase mucho, pero no quería meterse en problemas con la gente del pueblo por no haber cumplido una promesa fácil de cumplir.
Gracias al poder de la fuerza telequinésica Katharina fue capaz de mover ágilmente el cuerpo de Jim, haciéndolo esquivar árboles y obstáculos, alejándolo lo suficiente para que no estuviera dentro del radio de peligro. La bestia, por su parte, seguía rugiendo y rugiendo, aterrando a todas las pequeñas criaturas que huían hacia todas direcciones. El Wyvern agitaba su descomunal cola, echando abajo árboles de un solo golpetazo. La fuerza de esa cosa era verdaderamente descomunal… Y Katharina aún no estaba lista para enfrentarse a ella.
Se alejaron ya lo suficiente de la criatura y, a menos que tuviera una percepción increíble, no los encontraría. Buscó con la mirada al sujeto que conoció al lado del lago; también corrió al ver al wyvern. Katharina tenía que ocuparse de muchas cosas… ¿Cómo dominaría a semejante bestia? ¿Cómo se haría con su poder? La bestia alada de seguro que no era una cosa fácil de vencer y tampoco es que la bruja contara con mucho apoyo. A un lado tenía al desmayado Jim y al otro al hombre de la máscara.
—¿Estás bien? —Le preguntó al músico— Si esa criatura decide bajar al pueblo, de seguro que no quedará nada más que muerte —advirtió la bruja. No conocía la naturaleza de los wyverns, pero sabía que muchas bestias eran sumamente territoriales—. No sé tú, pero yo me encargaré de estudiar el comportamiento de la criatura, además me gustaría toparme con alguno de sus huevos… Si es que tiene, y no me refiero a sus bolas —aclaró finalmente.
La mente de la bruja comenzó a trabajar en un plan para encontrar a las crías de la bestia, estudiar su comportamiento y deshacerse de ella. Sería mucho más sencillo domesticar a un wyvern bebé que a uno salvaje y poderoso, pero para eso debía recorrer un gran camino.
Gracias al poder de la fuerza telequinésica Katharina fue capaz de mover ágilmente el cuerpo de Jim, haciéndolo esquivar árboles y obstáculos, alejándolo lo suficiente para que no estuviera dentro del radio de peligro. La bestia, por su parte, seguía rugiendo y rugiendo, aterrando a todas las pequeñas criaturas que huían hacia todas direcciones. El Wyvern agitaba su descomunal cola, echando abajo árboles de un solo golpetazo. La fuerza de esa cosa era verdaderamente descomunal… Y Katharina aún no estaba lista para enfrentarse a ella.
Se alejaron ya lo suficiente de la criatura y, a menos que tuviera una percepción increíble, no los encontraría. Buscó con la mirada al sujeto que conoció al lado del lago; también corrió al ver al wyvern. Katharina tenía que ocuparse de muchas cosas… ¿Cómo dominaría a semejante bestia? ¿Cómo se haría con su poder? La bestia alada de seguro que no era una cosa fácil de vencer y tampoco es que la bruja contara con mucho apoyo. A un lado tenía al desmayado Jim y al otro al hombre de la máscara.
—¿Estás bien? —Le preguntó al músico— Si esa criatura decide bajar al pueblo, de seguro que no quedará nada más que muerte —advirtió la bruja. No conocía la naturaleza de los wyverns, pero sabía que muchas bestias eran sumamente territoriales—. No sé tú, pero yo me encargaré de estudiar el comportamiento de la criatura, además me gustaría toparme con alguno de sus huevos… Si es que tiene, y no me refiero a sus bolas —aclaró finalmente.
La mente de la bruja comenzó a trabajar en un plan para encontrar a las crías de la bestia, estudiar su comportamiento y deshacerse de ella. Sería mucho más sencillo domesticar a un wyvern bebé que a uno salvaje y poderoso, pero para eso debía recorrer un gran camino.
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