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Villa Fucsia, un lugar que, seguramente, te resultará familiar. Sin embargo, aquel día hay algo diferente en el ambiente del pequeño pueblo. No sabes por qué, pero los habitantes parecen más nerviosos que de costumbre. La poca gente que hay en las calles va de aquí para allí con más prisa de lo habitual, y mirando a todas partes con recelo. De hecho, un par de personas al cruzarse contigo te miran mal y, con disimulo, cambian su trayectoria sutilmente para pasar un poco más lejos de ti. Nadie habla con nadie por la calle, y todo el mundo tiene una expresión un tanto sombría en la cara.
Tan solo se escucha el continuo sonido de los molinos, más allá de los pasos de los lugareños. Algunas casas tienen incluso las contraventanas cerradas, sin que se pueda ver nada desde el exterior, y el bar, aunque abierto, parece tener mucha menos actividad de lo que es habitual, a juzgar por el escaso ruido proveniente de él.
¿Qué estará ocurriendo?
Tan solo se escucha el continuo sonido de los molinos, más allá de los pasos de los lugareños. Algunas casas tienen incluso las contraventanas cerradas, sin que se pueda ver nada desde el exterior, y el bar, aunque abierto, parece tener mucha menos actividad de lo que es habitual, a juzgar por el escaso ruido proveniente de él.
¿Qué estará ocurriendo?
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Era un día como cualquier otro en mi isla natal. Había comenzado de forma que no prometía nada distinto a lo de siempre, a lo que yo no añadí ningún extra por cambiarlo, para qué mentir. Me había levantado tarde, como siempre, para recoger algo de chatarra en el vertedero que luego pudiese vender por unas monedas. Tuve que pelearme con un nido de ratas para conseguir mi presa, pero tras la intensa "pelea", que por suerte gané sin pillar la rabia, me acerqué al lugar de siempre para venderla a un precio ridículo.
Terminé cansado, por lo que el resto de mañana me lo tiré tumbado al sol. Dejando que el tiempo se deslizase sobre mí junto a los rayos del astro rey sin que nada me molestase. Sumergido en mi mundo de sueños en los que por fin reunía el dinero suficiente y abandonaba este lugar lleno de claroscuros. Desde que había conocido a Arissa solo podía pensar en volar de aquí cuanto antes, en buscarme la vida como ella lo hacía y ganarme un renombre en los mares. Dejar de ser ese simple chico mugroso al que solo conocían unos pocos por el nombre de "Siete" y poder sentirme realizado...
-Ruaghgggggh! - interrumpió el estómago de forma estridente el hilo de mis pensamientos. - Pero primero necesito llenar el buche - dije en voz al alta para mí mismo mientras me obligaba a levantarme.
La sensación del sol acariciando mi nívea piel aún me recorría por el cuerpo cuando llegué a una mejor zona de Villa Fucsia. De vez en cuando solía dejarme caer por esa zona para llevarme algo decente a la boca. En la zona de los vertederos nunca sabías si de verdad estabas comiendo gato o si era el vecino que hacía un mes que no veías, por lo que era en las pocas cosas que no me costaba gastarme el poco dinero que ganaba.
No llevaba ni diez minutos paseando cuando noté que la gente me miraba más de lo normal. Posando su mirada más de lo que gustaba u solía estar acostumbrado, llegando incluso a desviarse si es que iban a pasar muy cerca.
-¿iPero qué cojones...!? - espeté sorprendido mientras me paraba un segundo y buscaba mi reflejo en algún cristal o cualquier otro objeto donde pudiese verme. - ¿Alguien me ha pintado un pene en la frente mientras dormía? - pensé sobresaltado mientras me chupaba el pulgar y me lo restregaba por la frente por si acaso. - Tampoco puedo oler tan mal... Hace solo una semana que me di el último agua - seguí dándole vueltas al asunto mientras andaba en dirección al puesto de comida.
Si conseguía llegar a él le preguntaría que moscas le pasaba a todo el mundo. Normalmente a los tenderos se le soltaba la lengua siempre que les comprases algo, así que no perdía nada intentándolo.
Terminé cansado, por lo que el resto de mañana me lo tiré tumbado al sol. Dejando que el tiempo se deslizase sobre mí junto a los rayos del astro rey sin que nada me molestase. Sumergido en mi mundo de sueños en los que por fin reunía el dinero suficiente y abandonaba este lugar lleno de claroscuros. Desde que había conocido a Arissa solo podía pensar en volar de aquí cuanto antes, en buscarme la vida como ella lo hacía y ganarme un renombre en los mares. Dejar de ser ese simple chico mugroso al que solo conocían unos pocos por el nombre de "Siete" y poder sentirme realizado...
-Ruaghgggggh! - interrumpió el estómago de forma estridente el hilo de mis pensamientos. - Pero primero necesito llenar el buche - dije en voz al alta para mí mismo mientras me obligaba a levantarme.
La sensación del sol acariciando mi nívea piel aún me recorría por el cuerpo cuando llegué a una mejor zona de Villa Fucsia. De vez en cuando solía dejarme caer por esa zona para llevarme algo decente a la boca. En la zona de los vertederos nunca sabías si de verdad estabas comiendo gato o si era el vecino que hacía un mes que no veías, por lo que era en las pocas cosas que no me costaba gastarme el poco dinero que ganaba.
No llevaba ni diez minutos paseando cuando noté que la gente me miraba más de lo normal. Posando su mirada más de lo que gustaba u solía estar acostumbrado, llegando incluso a desviarse si es que iban a pasar muy cerca.
-¿iPero qué cojones...!? - espeté sorprendido mientras me paraba un segundo y buscaba mi reflejo en algún cristal o cualquier otro objeto donde pudiese verme. - ¿Alguien me ha pintado un pene en la frente mientras dormía? - pensé sobresaltado mientras me chupaba el pulgar y me lo restregaba por la frente por si acaso. - Tampoco puedo oler tan mal... Hace solo una semana que me di el último agua - seguí dándole vueltas al asunto mientras andaba en dirección al puesto de comida.
Si conseguía llegar a él le preguntaría que moscas le pasaba a todo el mundo. Normalmente a los tenderos se le soltaba la lengua siempre que les comprases algo, así que no perdía nada intentándolo.
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Mientras avanzas por el pueblo preocupado por tu olor corporal y por las posibles pinturas que lo adornen, tu confusión va en aumento. Oyes como, a tu paso, en varias casas cierran de golpe las ventanas. Casi podrías pensar que las gentes del pueblo te tienen miedo, aunque no comprendes por qué habrían de temerte.
Tras unos minutos más caminando, llegas a un puesto de comida. Si saludas al vendedor éste hará lo mismo, aunque de forma muy escueta, y te preguntará qué quieres tomar. Si te fijas te darás cuenta de que, al verte, ha tragado saliva como si estuviera nervioso o asustado.
Al preguntarle por la razón de que la gente se comportara de un modo tan extraño, el hombre te mira. Por un instante, su piel pierde casi todo su color mientras te contesta entrecortadamente:
- Lo-lo siento, se-se-señor. N-n-no sé a q-qué se refiere. Simplemente la-las gentes de e-e-este pu-pueblo son un poco de-desconfiadas con los forasteros, n-no se preocupe. No ti-tiene nada q-que ver con u-usted.
A pesar de que sus palabras tratan de comunicar que no pasa nada extraño, su forma de tartamudear y el nerviosismo que transmite en cada uno de sus movimientos dicen lo contrario. ¿Por qué actuará de forma tan rara?
Tras unos minutos más caminando, llegas a un puesto de comida. Si saludas al vendedor éste hará lo mismo, aunque de forma muy escueta, y te preguntará qué quieres tomar. Si te fijas te darás cuenta de que, al verte, ha tragado saliva como si estuviera nervioso o asustado.
Al preguntarle por la razón de que la gente se comportara de un modo tan extraño, el hombre te mira. Por un instante, su piel pierde casi todo su color mientras te contesta entrecortadamente:
- Lo-lo siento, se-se-señor. N-n-no sé a q-qué se refiere. Simplemente la-las gentes de e-e-este pu-pueblo son un poco de-desconfiadas con los forasteros, n-no se preocupe. No ti-tiene nada q-que ver con u-usted.
A pesar de que sus palabras tratan de comunicar que no pasa nada extraño, su forma de tartamudear y el nerviosismo que transmite en cada uno de sus movimientos dicen lo contrario. ¿Por qué actuará de forma tan rara?
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Con cada paso que daba hacia el puesto podía notar como la gente no actuaba con la misma normalidad de siempre. No es que mi importase mucho qué narices les pasaba. Precisamente no es que hubiese visto a ninguno de ellos preocuparse por la situación de la gente del barrio bajo, pero esta vez no podía evitar notar la fijación que había ante mi paso. Si no fuese porque me estaba viendo los pantalones creería que había salido desnudo y de ahí que la gente cerrase hasta las ventanas.
-Esto es de putos locos... - pensé mientras me acercaba al tendero que me sirvió la comida y al que pregunté por si sabía algo de lo que estaba pasando. Aunque mis intenciones se vieron vilmente interrumpidas por la contestación de este.
No comprendía que podía causarle aquel estado. Había estado aquí antes y este tipo nunca antes había tartamudeado, aunque eso no fue lo más inquietante de todo. -¿Usted? - repetí en mi mente extrañado ante aquel apelativo. -¿Acaso este tío me está viendo bien? - seguí cavilando consciente de mi aspecto.
- Si no seré yo quien peque de confiado... Compañero - comencé a decir intentando usar un tono amigable y apelativo amistoso para ver si el tipo se calmaba y podía sacar algo en claro. - Pero yo llevo años viviendo por aquí y no suele haber más problemas de lo normal. Siempre puede que algún delincuente tenga ganas de tocar las narices... Pero que yo sepa no he escuchado que haya pasado nada relevante hace poco - proseguí mostrando mi ignorancia sobre los sucedido a la ciudad al mismo tiempo que intentaba aclarar de forma sutil que era de aquí. -Quizás he estado demasiado ocupado y de ahí mi desconocimiento... Así que si pasa algo por lo que tenga que volver a mi choza y encerrarme no me importaría enterarme.
Con algo de suerte el tendero se mostraría más abierto y podría obtener algo de información. La situación comenzaba a escamarme y no quería acabar jodido por no preguntar. Aunque por otro lado si el tartamudo seguía mostrando aquella actitud tan distante optaría por la opción dos, que no era otra que proseguir con mi ruta e ir a por algo de beber a algún bar. Allí siempre solía haber algún borracho con la lengua suelta y quizás ahí sonase la flauta.
-Esto es de putos locos... - pensé mientras me acercaba al tendero que me sirvió la comida y al que pregunté por si sabía algo de lo que estaba pasando. Aunque mis intenciones se vieron vilmente interrumpidas por la contestación de este.
No comprendía que podía causarle aquel estado. Había estado aquí antes y este tipo nunca antes había tartamudeado, aunque eso no fue lo más inquietante de todo. -¿Usted? - repetí en mi mente extrañado ante aquel apelativo. -¿Acaso este tío me está viendo bien? - seguí cavilando consciente de mi aspecto.
- Si no seré yo quien peque de confiado... Compañero - comencé a decir intentando usar un tono amigable y apelativo amistoso para ver si el tipo se calmaba y podía sacar algo en claro. - Pero yo llevo años viviendo por aquí y no suele haber más problemas de lo normal. Siempre puede que algún delincuente tenga ganas de tocar las narices... Pero que yo sepa no he escuchado que haya pasado nada relevante hace poco - proseguí mostrando mi ignorancia sobre los sucedido a la ciudad al mismo tiempo que intentaba aclarar de forma sutil que era de aquí. -Quizás he estado demasiado ocupado y de ahí mi desconocimiento... Así que si pasa algo por lo que tenga que volver a mi choza y encerrarme no me importaría enterarme.
Con algo de suerte el tendero se mostraría más abierto y podría obtener algo de información. La situación comenzaba a escamarme y no quería acabar jodido por no preguntar. Aunque por otro lado si el tartamudo seguía mostrando aquella actitud tan distante optaría por la opción dos, que no era otra que proseguir con mi ruta e ir a por algo de beber a algún bar. Allí siempre solía haber algún borracho con la lengua suelta y quizás ahí sonase la flauta.
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Conforme vas hablando si te fijas detenidamente, puedes ver la expresión de perplejidad del tendero ante tus palabras, como si no entendiese del todo qué ocurre. Algo parece no cuadrarle. Sin embargo, los nervios y temor vuelven pocos segundos después, ya que de nuevo duda antes de contestar:
- N-no, señor. No hay na-na-nada que alguien como usted deba temer. No se p-preocupe por lo q-que he dicho, olv-vídelo. No p-pretendía ofenderle, ni a u-usted ni a su honorable pa-pa-padre, señor Harada.
El tendero te mira con unos ojos que expresan auténtico miedo. Podrías incluso pensar que teme por su vida por su tono de voz y la forma en que tiembla. O eso, o se está muriendo de frío. No obstante el sol brilla en el cielo, por lo que esta segunda opción no parece la más probable. Además, está la cosa de que te haya llamado señor Harada. Ese no es tu apellido, ¿verdad? Quién sabe, tal vez tengas una familia a pesar de todo. Aunque no se, todo esto suena bastante raro, ¿no crees?
- N-no, señor. No hay na-na-nada que alguien como usted deba temer. No se p-preocupe por lo q-que he dicho, olv-vídelo. No p-pretendía ofenderle, ni a u-usted ni a su honorable pa-pa-padre, señor Harada.
El tendero te mira con unos ojos que expresan auténtico miedo. Podrías incluso pensar que teme por su vida por su tono de voz y la forma en que tiembla. O eso, o se está muriendo de frío. No obstante el sol brilla en el cielo, por lo que esta segunda opción no parece la más probable. Además, está la cosa de que te haya llamado señor Harada. Ese no es tu apellido, ¿verdad? Quién sabe, tal vez tengas una familia a pesar de todo. Aunque no se, todo esto suena bastante raro, ¿no crees?
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Por un momento pensé que el tendero había entendido mi mensaje implícito sobre mi procedencia, pero el muy estúpido tras fijarse una vez más en mí volvió a su estado de tartamudez y contestó algo que me hizo pararme y replantearme la conversación.
-¿Quién cojones será el tal Harada? - pensé intentando recordar si había escuchado ese nombre en algún lado.
Por la reacción del comerciante parecía que el hombre misterioso era alguien respetado o más bien temido. El simple hecho de haber pronunciado ese apellido tenía al hombre en vilo y no sabía muy bien como tomarme aquella confusión. Quizás podía intentar aprovecharme y sacar tajada de la situación. Pocas cosas tenía que perder a excepción de la vida... Que quizás para otro que me viese desde fuera no era mucho, pero me había costado conservarla más o menos intacta hasta ahora.
- No seas estúpido - me auto recriminé. - Mejor investiga un poco y luego ya decides.
No podía esperar sacar más información del tendero. Bastante confundido parecía estar ya, por lo que tenía que buscar una fuente nueva.
- No te preocupes compañero. Solo se ofende quien tiene ganas para ello, así que tome y ya nos veremos - contesté mientras le pagaba la comida. Los interrogantes no habían mitigado mi hambre de momento y tenía que aprovecharlo.
Seguí andando mientras degustaba mi tentempié, pensando donde podía ser el mejor sitio para buscar información. Ojalá Arissa no se hubiese ido. Quizás podría haberme ayudado en esta situación. Por lo que hablé con ella parecía una joven experimentada y con recursos, pero para no variar estaba solo... Aunque al menos mira por donde ya tenía algo nuevo en lo que pensar.
Tras mi pequeño paseo decidí que lo mejor sería ir a la zona portuaria. Allí solía haber más movimiento de gente. Algunos mercaderes atracaban para vender sus existencias y quizás ellos me diesen más información sobre la familia Harada. Primero agudizaría el oído para intentar captar alguna conversación en referencia a estos. Parecían tener a la isla en vilo con su mera presencia, por lo que seguramente eran la comidilla del momento. Si eso no funcionaba intentaría preguntar directamente... Bueno, directamente no. Si no que preguntaría sobre los nuevos sucesos de la isla y rezaría porque alguno me contase algo interesante.
-¿Quién cojones será el tal Harada? - pensé intentando recordar si había escuchado ese nombre en algún lado.
Por la reacción del comerciante parecía que el hombre misterioso era alguien respetado o más bien temido. El simple hecho de haber pronunciado ese apellido tenía al hombre en vilo y no sabía muy bien como tomarme aquella confusión. Quizás podía intentar aprovecharme y sacar tajada de la situación. Pocas cosas tenía que perder a excepción de la vida... Que quizás para otro que me viese desde fuera no era mucho, pero me había costado conservarla más o menos intacta hasta ahora.
- No seas estúpido - me auto recriminé. - Mejor investiga un poco y luego ya decides.
No podía esperar sacar más información del tendero. Bastante confundido parecía estar ya, por lo que tenía que buscar una fuente nueva.
- No te preocupes compañero. Solo se ofende quien tiene ganas para ello, así que tome y ya nos veremos - contesté mientras le pagaba la comida. Los interrogantes no habían mitigado mi hambre de momento y tenía que aprovecharlo.
Seguí andando mientras degustaba mi tentempié, pensando donde podía ser el mejor sitio para buscar información. Ojalá Arissa no se hubiese ido. Quizás podría haberme ayudado en esta situación. Por lo que hablé con ella parecía una joven experimentada y con recursos, pero para no variar estaba solo... Aunque al menos mira por donde ya tenía algo nuevo en lo que pensar.
Tras mi pequeño paseo decidí que lo mejor sería ir a la zona portuaria. Allí solía haber más movimiento de gente. Algunos mercaderes atracaban para vender sus existencias y quizás ellos me diesen más información sobre la familia Harada. Primero agudizaría el oído para intentar captar alguna conversación en referencia a estos. Parecían tener a la isla en vilo con su mera presencia, por lo que seguramente eran la comidilla del momento. Si eso no funcionaba intentaría preguntar directamente... Bueno, directamente no. Si no que preguntaría sobre los nuevos sucesos de la isla y rezaría porque alguno me contase algo interesante.
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El tendero, una vez te da la comida, acepta tu dinero con ciertas reservas. Si te fijas bien podrías incluso pensar que le da miedo coger tus monedas. No obstante, tus palabras parecen reducir ligeramente sus dudas y se decide a guardarse el pago por la comida en el bolsillo.
De camino al puerto apenas te cruzas con un par de personas. Salvo por contadas excepciones, la villa parece un pueblo fantasma. No se escucha el menor ruido, dando al lugar un aspecto casi tétrico. El sonido de tus dientes al masticar y el de tus pasos son lo único que se puede oír. Un pequeño pero inquietante matojo de hierbas pasa junto a ti, arrastrado por el viento.
Finalmente llegas al puerto. Por suerte, parece que aquí la gente actúa de forma algo más normal. Sin embargo, también puedes apreciar una ostensible disminución de la actividad con respecto a un día normal. Un par de puestos ambulantes están abiertos. El más cercano vende alfombras, mantas, capas y otros objetos tejidos, según anuncia el mercader, a mano por las ancianas más sabias de su isla natal. El otro, en cambio, vende vino, especias, y lo que parecen ser unas extrañas peonzas sin cuerda que, en palabras del vendedor, "lo está petando entre los niños de New Loguetown".
Unos pocos clientes se interesan por las mercancías de ambos puestos, pero parecen tener algo más de prisa de lo habitual. A pesar de agudizar el oído al máximo solo logras captar fragmentos de lo que parecen meras transacciones, y saludos y despedidas apresurados. Por lo demás, algunos marineros se afanan en los muelles tratando de poner a punto sus barcos, aunque también resulta evidente que el número es menor al usual.
Puedes intentar hablar con los comerciantes, por si acaso estos saben algo. Aunque no sean de aquí, los vendedores ambulantes suelen enterarse de muchas de las cosas que ocurren a su alrededor, así que quizá sea útil. No obstante, también puedes dirigirte a la taberna del puerto. Por allí suelen pasar todos los lobos de mar que atraquen en el puerto, y cabe la posibilidad de que allí haya algo o alguien que arroje un poco de luz sobre este asunto.
De camino al puerto apenas te cruzas con un par de personas. Salvo por contadas excepciones, la villa parece un pueblo fantasma. No se escucha el menor ruido, dando al lugar un aspecto casi tétrico. El sonido de tus dientes al masticar y el de tus pasos son lo único que se puede oír. Un pequeño pero inquietante matojo de hierbas pasa junto a ti, arrastrado por el viento.
Finalmente llegas al puerto. Por suerte, parece que aquí la gente actúa de forma algo más normal. Sin embargo, también puedes apreciar una ostensible disminución de la actividad con respecto a un día normal. Un par de puestos ambulantes están abiertos. El más cercano vende alfombras, mantas, capas y otros objetos tejidos, según anuncia el mercader, a mano por las ancianas más sabias de su isla natal. El otro, en cambio, vende vino, especias, y lo que parecen ser unas extrañas peonzas sin cuerda que, en palabras del vendedor, "lo está petando entre los niños de New Loguetown".
Unos pocos clientes se interesan por las mercancías de ambos puestos, pero parecen tener algo más de prisa de lo habitual. A pesar de agudizar el oído al máximo solo logras captar fragmentos de lo que parecen meras transacciones, y saludos y despedidas apresurados. Por lo demás, algunos marineros se afanan en los muelles tratando de poner a punto sus barcos, aunque también resulta evidente que el número es menor al usual.
Puedes intentar hablar con los comerciantes, por si acaso estos saben algo. Aunque no sean de aquí, los vendedores ambulantes suelen enterarse de muchas de las cosas que ocurren a su alrededor, así que quizá sea útil. No obstante, también puedes dirigirte a la taberna del puerto. Por allí suelen pasar todos los lobos de mar que atraquen en el puerto, y cabe la posibilidad de que allí haya algo o alguien que arroje un poco de luz sobre este asunto.
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La comida me sentó bastante bien mientras caminaba. Ni siquiera la sensación de incertidumbre que rodeaba a la villa consiguieron amargarme el bocado. Aquel paseo en solitario, sin miradas fulminantes, consiguió que calmara la mente mientras iba acompañado solamente por el crujido de la comida al masticarla, por lo que cuando llegué a la zona portuaria estaba algo más relajado y menos paranoico al poder centrarme en la situación con algo de calma.
Al llegar al lugar pude comprobar que la gente aún parecía mantener un toque de cordura. Los tenderos mostraban sus mercancías en los puestos mientras los marineros iban y venían de los navíos cargados con sus parapetos. Podía notarse que el ambiente no era exactamente igual que el de siempre, aunque al menos no recibí la misma bienvenida que al llegar a la villa. Quizás aquí estaban demasiados inmersos en sus quehaceres como para prestarme la misma atención, por lo que aprovecharía este descanso de mal rollo para intentar buscar información fresca. También me fijaría en los navíos por si había rastro de alguna flota nueva u algo. Si el tal Harada era nuevo en la villa tenía que haber llegado de alguna forma. Lo más normal era por barco y de ahí mi repentina idea, al igual que seguiría atento a las conversaciones de los viandantes para intentar averiguar algo. Hasta ahora no había tenido suerte, pero no por eso iba a rendirme aún.
Tras dar una pequeña vuelta me llamó la atención un puesto de vino y otros enseres.
- Buenas días, no he podido evitar fijarme en ese extraño objeto - dije con tono amable haciéndome el interesado una vez comenzó a atenderme. - Nunca había visto nada como esto antes - proseguí señalando la peonza.
Mi intención era hacerme el interesado ante los productos y mantener una conversación amena intentando ganarme la confianza del mercader antes de preguntar sobre lo que realmente me interesaba.
- ¿Y qué tal están hiendo las ventas? He escuchado que últimamente la villa está revolucionada por la llegada de unos nuevos visitantes - soltaría una vez la conversación se tornase propicia.
Si el mercader contestaba de forma más directa que el anterior seguiría haciéndole preguntas. Quería averiguar quienes eran los Harada y por qué se me estaba relacionando con ellos.
Por otro lado, si no conseguía nada con este tendero tampoco, me marcharía a la taberna del puerto. Ahí sí que siempre solían corretear los rumores. Las lenguas se soltaban bajo la influencia del alcohol. Bien lo había aprendido una noche cuando le declaré mi amor y deseo a una camarera de turgentes pechos que no dudó en reírse de mi cara. Aunque ahora no era momento de recordar aquella bochornosa situación y sí de prestar atención a lo que pudiesen contarme.
Al llegar al lugar pude comprobar que la gente aún parecía mantener un toque de cordura. Los tenderos mostraban sus mercancías en los puestos mientras los marineros iban y venían de los navíos cargados con sus parapetos. Podía notarse que el ambiente no era exactamente igual que el de siempre, aunque al menos no recibí la misma bienvenida que al llegar a la villa. Quizás aquí estaban demasiados inmersos en sus quehaceres como para prestarme la misma atención, por lo que aprovecharía este descanso de mal rollo para intentar buscar información fresca. También me fijaría en los navíos por si había rastro de alguna flota nueva u algo. Si el tal Harada era nuevo en la villa tenía que haber llegado de alguna forma. Lo más normal era por barco y de ahí mi repentina idea, al igual que seguiría atento a las conversaciones de los viandantes para intentar averiguar algo. Hasta ahora no había tenido suerte, pero no por eso iba a rendirme aún.
Tras dar una pequeña vuelta me llamó la atención un puesto de vino y otros enseres.
- Buenas días, no he podido evitar fijarme en ese extraño objeto - dije con tono amable haciéndome el interesado una vez comenzó a atenderme. - Nunca había visto nada como esto antes - proseguí señalando la peonza.
Mi intención era hacerme el interesado ante los productos y mantener una conversación amena intentando ganarme la confianza del mercader antes de preguntar sobre lo que realmente me interesaba.
- ¿Y qué tal están hiendo las ventas? He escuchado que últimamente la villa está revolucionada por la llegada de unos nuevos visitantes - soltaría una vez la conversación se tornase propicia.
Si el mercader contestaba de forma más directa que el anterior seguiría haciéndole preguntas. Quería averiguar quienes eran los Harada y por qué se me estaba relacionando con ellos.
Por otro lado, si no conseguía nada con este tendero tampoco, me marcharía a la taberna del puerto. Ahí sí que siempre solían corretear los rumores. Las lenguas se soltaban bajo la influencia del alcohol. Bien lo había aprendido una noche cuando le declaré mi amor y deseo a una camarera de turgentes pechos que no dudó en reírse de mi cara. Aunque ahora no era momento de recordar aquella bochornosa situación y sí de prestar atención a lo que pudiesen contarme.
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Paras en el puesto de vinos y especias. Si te fijas, te darás cuenta de que el vendedor no parece ser de allí, ni de ningún lugar cercano. Su tez es morena aunque sin llegar a ser negra, color con el que brilla su ensortijado cabello. Tiene una nariz grande y curvada, semejante al pico de ciertos pájaros tropicales y, aunque lleva el rostro afeitado, puedes apreciar que la barba le nace prácticamente de debajo de los ojos. Va vestido con una túnica de rayas verde y amarilla, y sobre la cabeza lleva una especie de trozo de tela extraño enrollado varias veces sobre sí mismo que le hace parecer ciertamente más alto de lo que en realidad es.
Ante tu interés por el artilugio giratorio que vende, el mercader te responde sonriente:
- Se llama MaxSpin, amigo. Es como una peonza, pero no necesita cuerda. Se hace girar con la mano y después puedes hacer todos los trucos que quieras. Es el juguete más popular de los últimos meses entre los niños y jóvenes del East Blue. Hace poco estuve en New Loguetown y todo el mundo tenía una. ¿No querrá ser el único de sus amigos que no tenga una? Es una ganga, se la dejo por mil berries, ¿qué me dice?
Su acento es un tanto extraño, pues pronuncia las "cés" como si fuesen "eses". Además, arrastra estas últimas letras asemejándose ligeramente al sonido de una serpiente. Otro detalle curioso es que pronuncia las dobles "erre" como si fuesen una sola. Queda claro que quiere convencerte de que se trata de una compra que quieres, o mejor dicho, que necesitas hacer. Tras hacerle tu siguiente pregunta, su semblante no cambia, y te responde con igual énfasis:
- Bueno, hoy este pueblo está menos activo que la última vez que vine, pero aún así el día está yendo bastante bien. En cuanto a lo que dices, acabo de llegar a la isla esta mañana y no estoy muy bien informado, pero tengo entendido que no ha llegado nadie importante al pueblo. De todas formas, es normal que la gente esté nerviosa, ¿no has leído el periódico de ayer? Dicen que era ciertamente inquietante.
El periódico de ayer... Creo que no eres una persona demasiado dada a leer las noticias habitualmente, y es una pena, porque si lo hicieras tal vez ya supieras qué es lo que está ocurriendo. O igual no, quién sabe. De todas formas, puedes decidir entre intentar sacar algo más de información al mercader o ir a la taberna a ver si allí alguien sabe algo más sobre el tema. O bueno, también puedes dirigirte a otro lugar si crees que te puede ser de mayor utilidad.
Ante tu interés por el artilugio giratorio que vende, el mercader te responde sonriente:
- Se llama MaxSpin, amigo. Es como una peonza, pero no necesita cuerda. Se hace girar con la mano y después puedes hacer todos los trucos que quieras. Es el juguete más popular de los últimos meses entre los niños y jóvenes del East Blue. Hace poco estuve en New Loguetown y todo el mundo tenía una. ¿No querrá ser el único de sus amigos que no tenga una? Es una ganga, se la dejo por mil berries, ¿qué me dice?
Su acento es un tanto extraño, pues pronuncia las "cés" como si fuesen "eses". Además, arrastra estas últimas letras asemejándose ligeramente al sonido de una serpiente. Otro detalle curioso es que pronuncia las dobles "erre" como si fuesen una sola. Queda claro que quiere convencerte de que se trata de una compra que quieres, o mejor dicho, que necesitas hacer. Tras hacerle tu siguiente pregunta, su semblante no cambia, y te responde con igual énfasis:
- Bueno, hoy este pueblo está menos activo que la última vez que vine, pero aún así el día está yendo bastante bien. En cuanto a lo que dices, acabo de llegar a la isla esta mañana y no estoy muy bien informado, pero tengo entendido que no ha llegado nadie importante al pueblo. De todas formas, es normal que la gente esté nerviosa, ¿no has leído el periódico de ayer? Dicen que era ciertamente inquietante.
El periódico de ayer... Creo que no eres una persona demasiado dada a leer las noticias habitualmente, y es una pena, porque si lo hicieras tal vez ya supieras qué es lo que está ocurriendo. O igual no, quién sabe. De todas formas, puedes decidir entre intentar sacar algo más de información al mercader o ir a la taberna a ver si allí alguien sabe algo más sobre el tema. O bueno, también puedes dirigirte a otro lugar si crees que te puede ser de mayor utilidad.
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Claramente el aspecto y acento del mercader no eran para nada el de alguien que había nacido en esta isla. Se notaba que tenía una gracia fuera de lugar y que realmente era bueno en lo que hacía. Casi consigue convencerme de que compre una de esas cosas absurdas que giraba. Parecía el entretenimiento adecuado para alguien como yo que disfruta de no hacer nada... Porque siendo sinceros, por muy bien que quisiera venderlo, solo servía para darle vueltas sin más... Cosa que era más que perfecta para pasar el tiempo haciendo como que hacía algo. Aunque por suerte, para mí y mi salud mental, o por desgracia no tenía los berries que pedía por ello. Después de la comida apenas me quedaba lo justo para tomarme un par de jarras de cerveza en el bar... E iba a necesitarlas si no me terminaba de enterar de nada de los tal Harada.
- La verdad es que eso parece el entretenimiento perfecto para mí, pero lo siento mucho compañero. Solo me he acercado por curiosidad. Mi efectivo se reduce como máximo para llevarme una comida al día a la boca, con suerte dos, pero ni de lejos para gastármelo en caprichos... Por mucho que me apetezca - dije intentando que el tipo empatizara conmigo antes de seguir hablando con él. - Pero sobre el tema ese que me has mencionado... No tenía ni idea. Debería salir de vez en cuando del vertedero y enterarme que pasa en el mundo real. ¿Por casualidad no tendrás un ejemplar de ese periódico, verdad? - pregunté algo esperanzado por comenzar a vislumbrar algo de luz sobre este tema. - Estaría dispuesto a darte alguna de las pocas monedas que me quedan a cambio - terminé como solicitud.
Con un poco de suerte sería capaz de hacerme con un ejemplar de este tipo, aunque si no era así le dedicaría unas palabras amables al tipo por su tiempo y me marcharía al otro puesto para hacer la misma petición. A las malas incluso rebuscaría en la basura hasta dar con uno de esos periódicos. No era, ni iba a ser la primera que mirase entre los desechos de los demás. Si bien era cierto que ya tenía mi carnet como cazador de recompensas, más lo era el hecho de no haberlo usado nunca. Bueno, una vez lo usé para limpiarme la mierda entre las uñas, pero dudo que nadie le diese legitimidad a esa manera de utilizarlo.
Por otro lado, si mi búsqueda seguía siendo infructuosa y si nadie me paraba o me lo impedía, ya no dudaría en marcharme a la taberna en busca de rumores. Incluso podría tener suerte que allí hubiese un ejemplar. Sería lo primero que haría nada más entrar... Bueno, lo segundo. Porque siendo sinceros ya se me empezaba a resecar la garganta de hablar con tantos extraños y mi cuerpo pedía un poco de aquel líquido ambarino al que me había aficionado.
- La verdad es que eso parece el entretenimiento perfecto para mí, pero lo siento mucho compañero. Solo me he acercado por curiosidad. Mi efectivo se reduce como máximo para llevarme una comida al día a la boca, con suerte dos, pero ni de lejos para gastármelo en caprichos... Por mucho que me apetezca - dije intentando que el tipo empatizara conmigo antes de seguir hablando con él. - Pero sobre el tema ese que me has mencionado... No tenía ni idea. Debería salir de vez en cuando del vertedero y enterarme que pasa en el mundo real. ¿Por casualidad no tendrás un ejemplar de ese periódico, verdad? - pregunté algo esperanzado por comenzar a vislumbrar algo de luz sobre este tema. - Estaría dispuesto a darte alguna de las pocas monedas que me quedan a cambio - terminé como solicitud.
Con un poco de suerte sería capaz de hacerme con un ejemplar de este tipo, aunque si no era así le dedicaría unas palabras amables al tipo por su tiempo y me marcharía al otro puesto para hacer la misma petición. A las malas incluso rebuscaría en la basura hasta dar con uno de esos periódicos. No era, ni iba a ser la primera que mirase entre los desechos de los demás. Si bien era cierto que ya tenía mi carnet como cazador de recompensas, más lo era el hecho de no haberlo usado nunca. Bueno, una vez lo usé para limpiarme la mierda entre las uñas, pero dudo que nadie le diese legitimidad a esa manera de utilizarlo.
Por otro lado, si mi búsqueda seguía siendo infructuosa y si nadie me paraba o me lo impedía, ya no dudaría en marcharme a la taberna en busca de rumores. Incluso podría tener suerte que allí hubiese un ejemplar. Sería lo primero que haría nada más entrar... Bueno, lo segundo. Porque siendo sinceros ya se me empezaba a resecar la garganta de hablar con tantos extraños y mi cuerpo pedía un poco de aquel líquido ambarino al que me había aficionado.
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Una sutil mueca de decepción, de la que te darás cuenta si te fijas bien, aparece en el rostro del mercader al escuchar tus palabras. Parece que el hecho de que solo estés buscando información y no pretendas comprar nada no le ha sentado demasiado bien. Tal vez incluso logres apreciar un levísimo gesto de pena por su parte al mencionar el vertedero, como si se compadeciese ligeramente de ti. Sin embargo es probable que, si no eres un observador experto, se te pase por alto.
En respuesta a tu pregunta sobre el periódico, el vendedor te dice con su tan característico acento:
- Lo siento, amigo. No tengo ningún periódico. Solo sé lo que los pocos clientes que han venido a comprar me han dicho. Lamento no poder ayudarte.
Te despides del mercader, quien te dice adiós amablemente. Una vez en el otro puesto, tu suerte no parece cambiar. Su propietario parece, de hecho, saber menos aún que el anterior vendedor, por lo que no te es de ayuda.
En el contenedor de basura más cercano no parece haber nada interesante. Tan solo encuentras restos de comida, algunos de los cuales con aspecto y olor de llevar días allí, recipientes de bebida, plásticos y un bar de botas viejas y medio raídas que casualmente parecen de tu número.
Tras tu infructuosa búsqueda en tan poco higiénico lugar, te diriges a la taberna portuaria. Al entrar puedes ver que se trata de un local amplio, completamente hecho de madera de un tono bastante claro. Hay multitud de mesas y bancos del mismo material, aunque menos de la mitad están ocupados por clientes. No obstante, entre estos y quienes beben en la barra, el establecimiento tiene en su interior más gente de la que has visto en el resto del día.
Como has dicho, te diriges a la barra para pedir una cerveza. La camarera, una mujer de mediana edad ciertamente entrada en carnes, te mira desde detrás de sus enormes gafas. Su pelo, rojo y rizado en una descomunal permanente, se cimbrea cuando mueve la cabeza mientras te responde:
- Si, señor Harada. ¿La prefiere rubia o tostada?
Elijas la que elijas, te servirá una pinta mientras te dice temorosa que son diez berries. Parece que de nuevo te confunden con el tal Harada. Si miras a tu alrededor, podrás ver que muchos de los clientes tienen sus ojos fijos en ti. En un extremo de la barra hay varios periódicos, y en la pared de la derecha cuelga un enorme corcho en el que hay clavadas multitud de fotos y otros documentos entre los que se incluyen esquelas funerarias, carteles de se busca, y anuncios de chicas jóvenes y bellas (y otras no tanto) que ofrecen ciertos servicios a cambio de la suma adecuada.
En respuesta a tu pregunta sobre el periódico, el vendedor te dice con su tan característico acento:
- Lo siento, amigo. No tengo ningún periódico. Solo sé lo que los pocos clientes que han venido a comprar me han dicho. Lamento no poder ayudarte.
Te despides del mercader, quien te dice adiós amablemente. Una vez en el otro puesto, tu suerte no parece cambiar. Su propietario parece, de hecho, saber menos aún que el anterior vendedor, por lo que no te es de ayuda.
En el contenedor de basura más cercano no parece haber nada interesante. Tan solo encuentras restos de comida, algunos de los cuales con aspecto y olor de llevar días allí, recipientes de bebida, plásticos y un bar de botas viejas y medio raídas que casualmente parecen de tu número.
Tras tu infructuosa búsqueda en tan poco higiénico lugar, te diriges a la taberna portuaria. Al entrar puedes ver que se trata de un local amplio, completamente hecho de madera de un tono bastante claro. Hay multitud de mesas y bancos del mismo material, aunque menos de la mitad están ocupados por clientes. No obstante, entre estos y quienes beben en la barra, el establecimiento tiene en su interior más gente de la que has visto en el resto del día.
Como has dicho, te diriges a la barra para pedir una cerveza. La camarera, una mujer de mediana edad ciertamente entrada en carnes, te mira desde detrás de sus enormes gafas. Su pelo, rojo y rizado en una descomunal permanente, se cimbrea cuando mueve la cabeza mientras te responde:
- Si, señor Harada. ¿La prefiere rubia o tostada?
Elijas la que elijas, te servirá una pinta mientras te dice temorosa que son diez berries. Parece que de nuevo te confunden con el tal Harada. Si miras a tu alrededor, podrás ver que muchos de los clientes tienen sus ojos fijos en ti. En un extremo de la barra hay varios periódicos, y en la pared de la derecha cuelga un enorme corcho en el que hay clavadas multitud de fotos y otros documentos entre los que se incluyen esquelas funerarias, carteles de se busca, y anuncios de chicas jóvenes y bellas (y otras no tanto) que ofrecen ciertos servicios a cambio de la suma adecuada.
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Mierda la información que me llegaba pues solo estaba a medias y generaba más preguntas que respuestas. Mierdas las que toqué de todo el mundo mientras rebuscaba al encuentro del periódico. Y más mierda para mí por no tener unas cuantas monedas más y así poderme comprar el cacharro ese que daba vueltas. Me había hecho el duro, pero quería uno y así vaguear todo el rato... Aunque al menos no todo fue malo. Había unas botas que estaban un tanto raídas, pero que aún así tenían mejor aspecto que las que llevaba puestas. Me fijaría en que estas no estuviesen mojadas y que no tuviesen nada dentro con lo que pudiese pincharme o mancharme, porque si estaban limpias y si me quedaban bien una vez puestas, ya tenía botas nuevas. Algo es algo.
Como la búsqueda de información resultó infructuosa me encaminé a la taberna más cercana, mientras me limpiaba las manos en las perneras para quitarme los restos de comida y me perdía en el pensamiento de saborear una buena cerveza.
Al entrar pude comprobar que varias miradas se volvieron a posar en mí, pero tras decidir que primero me refrescaría el gaznate y que ya luego buscaría la información, me encaminé en dirección a la barra donde una mujer con abundantes carnes estaba atendiendo. Solo esperaba que las botas no fuesen de ninguno de aquellos tipos.
-¿Otra vez? - pensé asombrado ante la seguridad de la camarera al tratarme de señor Harada cuando me atendió. Una vez podía ser confusión, pero esta segunda comenzaba a mosquearme. -Rubia - contesté escuetamente algo atolondrado por mis propios pensamientos mientras soltaba el dinero en la barra y esperaba a que me sirviese.
No sabía hasta que punto podía ser bueno que me confundiesen con alguien que ni siquiera conocía, y menos de la forma tan categórica con lo que lo hacían. La curiosidad por resolver este enigma como si fuese un pasatiempo para matar el tiempo comenzaba a tornarse una imperante necesidad de conocimiento.
-¡Mierda! - mascullé para mí mismo mientras recogía la cerveza y echaba un vistazo rápido a la sala.
Pasé una vez más de las miradas gracias a la fuerza que me confirió un enorme trago a la bebida y tras ver el montón de prensa me dirigí a él con paso calmado en busca de el periódico de ayer. Si no estaba el que buscaba echaría un vistazo rápido al resto para comprobar si alguno me contaba algo interesante sobre los Harada, buscando ese nombre entre los titulares.
Una vez encontrase algo de lectura me dirigiría a una de las mesas, desde donde vi el enorme corcho colgado de carteles. Desde que se fue la cazadora de recompensas no había vuelto a mirar ninguno, por lo que al recordar a la muchacha y a los ratos que pasé con ella me entraron ganas de echarle un vistazo como forma de recordarla. La encantaba pararse delante de aquellos carteles y señalar a todos los tipos que pensaba atrapar o con los que incluso había llegado a luchar alguna vez y que se escaparon por los pelos.
Tras mirar el corcho a forma de ritual, devolvería la vista al periódico para buscar algo de la familia misteriosa, aunque a la hora elegir asiento intentaría que estuviese orientado de tal forma que pudiese vigilar si alguien se me acercaba.
Como la búsqueda de información resultó infructuosa me encaminé a la taberna más cercana, mientras me limpiaba las manos en las perneras para quitarme los restos de comida y me perdía en el pensamiento de saborear una buena cerveza.
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-¿Otra vez? - pensé asombrado ante la seguridad de la camarera al tratarme de señor Harada cuando me atendió. Una vez podía ser confusión, pero esta segunda comenzaba a mosquearme. -Rubia - contesté escuetamente algo atolondrado por mis propios pensamientos mientras soltaba el dinero en la barra y esperaba a que me sirviese.
No sabía hasta que punto podía ser bueno que me confundiesen con alguien que ni siquiera conocía, y menos de la forma tan categórica con lo que lo hacían. La curiosidad por resolver este enigma como si fuese un pasatiempo para matar el tiempo comenzaba a tornarse una imperante necesidad de conocimiento.
-¡Mierda! - mascullé para mí mismo mientras recogía la cerveza y echaba un vistazo rápido a la sala.
Pasé una vez más de las miradas gracias a la fuerza que me confirió un enorme trago a la bebida y tras ver el montón de prensa me dirigí a él con paso calmado en busca de el periódico de ayer. Si no estaba el que buscaba echaría un vistazo rápido al resto para comprobar si alguno me contaba algo interesante sobre los Harada, buscando ese nombre entre los titulares.
Una vez encontrase algo de lectura me dirigiría a una de las mesas, desde donde vi el enorme corcho colgado de carteles. Desde que se fue la cazadora de recompensas no había vuelto a mirar ninguno, por lo que al recordar a la muchacha y a los ratos que pasé con ella me entraron ganas de echarle un vistazo como forma de recordarla. La encantaba pararse delante de aquellos carteles y señalar a todos los tipos que pensaba atrapar o con los que incluso había llegado a luchar alguna vez y que se escaparon por los pelos.
Tras mirar el corcho a forma de ritual, devolvería la vista al periódico para buscar algo de la familia misteriosa, aunque a la hora elegir asiento intentaría que estuviese orientado de tal forma que pudiese vigilar si alguien se me acercaba.
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Las botas están, como dices, algo raídas, y tienen aspecto de ser tremendamente viejas. Sin embargo, llama la atención de ellas que no tienen una sola mancha ni están mojadas en absoluto. No sabes de qué material están hechas, pero la suela parece de goma o algo similar. Tampoco tienen nada peligroso dentro, por lo que te las pones. Te sorprendes al darte cuenta de lo cómodas que son, notablemente más que las que llevabas puestas.
La oronda camarera te sirve una pinta de cerveza rubia muy fría y con la cantidad exacta de espuma. Notas que tanto sus ojos como los de prácticamente todos los clientes te siguen como temerosos allá donde vayas, aunque la mayoría intentan disimularlo torpemente. Entre los periódicos encuentras un ejemplar del de ayer. A primera vista no parece que le falten páginas, pues su grosor es similar al del resto de ellos, aunque tiene una mancha de café que emborrona ligeramente parte de la portada y que tal vez haya traspasado algo a páginas posteriores. Lo coges y te diriges a las mesas.
Cuando tu vista se posa en el tablón de anuncios no ves nada interesante de entrada, pero una vez te acercas para echar un vistazo a los carteles en recuerdo de la cazarrecompensas, hay tres que te llaman la atención nada más fijar tu mirada en ellos. Corresponden a un hombre de mediana edad que responde al nombre de Hiroyuki Harada, por quien se ofrecen 5.000.000 de berries, y un chico y una chica que aparentan más o menos tu edad. Sus nombres son Han e Hisoka Harada, y la recompensa por cada uno de ellos es de 2.500.000 berries. No obstante quien más llama tu atención es el chico, Han. En la foto del cartel de Se Busca se puede ver a un chico de tez muy pálida y cabello y ojos de un negro brillante. Su peinado es muy similar al tuyo, e incluso la forma de su nariz te resulta familiar. Su boca y su barbilla ya son otro cantar, eso sí. Sus labios son tremendamente gruesos, y su mandíbula es cuadrada y exageradamente ancha, con ambos ángulos mandibulares casi a la misma altura que el mentón. Sin embargo, si tapas con tu mano la mitad inferior de su cara, dejando ver tan solo de nariz hacia arriba, te darás cuenta de que toda esa parte de vuestra anatomía es prácticamente igual. No es de extrañar que la gente piense que eres él.
Te sientas en una mesa libre, con la espalda pegada a la pared. De esta forma, como has dicho, evitarás que puedan cogerte por sorpresa. Abres el periódico y comienzas a ojearlo, pero en las primeras páginas no encuentras nada que haga referencia a los individuos cuyos carteles de Se Busca acabas de contemplar. No obstante, si continuas leyendo, verás que en la página diez hay una noticia en la que aparece aquel apellido. El titular dice así: "Dos miembros de la Familia Real de Goa desaparecidos." Las siguientes líneas informan de que dos sobrinos del Rey de la isla salieron de caza hacía ya varias jornadas, y desde entonces nadie ha vuelto a saber de ellos. No hay nada confirmado, pero se rumorea que los culpables de su desaparición son los Harada, una familia de bandidos que viven en el bosque y que han ganado bastante fama últimamente. Hace tan solo unos meses nadie había oído hablar de ellos, pero desde entonces han asaltado varios cargamentos mercantiles y grupos de viajeros en los bosques de la isla. Sus ataques han causado cuantiosas pérdidas económicas a varios comerciantes, así como tres víctimas mortales. Por todo ello, el Gobierno Mundial decidió, hace tan solo un mes, poner precio a las cabezas del cabeza de familia y sus dos retoños. Y ahora se sospecha que ellos sean quienes están detrás de la desaparición de los dos jóvenes nobles, aunque como nadie ha enviado ninguna petición al rey ni se ha proclamado como responsable no se sabe con seguridad.
Vaya, parece que al fin has logrado comprender qué es lo que ocurre en el pueblo y por qué la gente te mira tan raro. Quizá si el cuello alto de tu gabardina no tapase la parte inferior de tu rostro nadie te habría confundido con el chico Harada, aunque dado que aún así tenéis un notable parecido puede que algunos lo hubiesen hecho de todos modos. ¿Qué harás ahora? ¿Querrás sacar a la gente de su error? Incluso tal vez quieras investigar algo para tratar de conseguir tu primera caza de recompensas en solitario, ¿qué opinas?
La oronda camarera te sirve una pinta de cerveza rubia muy fría y con la cantidad exacta de espuma. Notas que tanto sus ojos como los de prácticamente todos los clientes te siguen como temerosos allá donde vayas, aunque la mayoría intentan disimularlo torpemente. Entre los periódicos encuentras un ejemplar del de ayer. A primera vista no parece que le falten páginas, pues su grosor es similar al del resto de ellos, aunque tiene una mancha de café que emborrona ligeramente parte de la portada y que tal vez haya traspasado algo a páginas posteriores. Lo coges y te diriges a las mesas.
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Te sientas en una mesa libre, con la espalda pegada a la pared. De esta forma, como has dicho, evitarás que puedan cogerte por sorpresa. Abres el periódico y comienzas a ojearlo, pero en las primeras páginas no encuentras nada que haga referencia a los individuos cuyos carteles de Se Busca acabas de contemplar. No obstante, si continuas leyendo, verás que en la página diez hay una noticia en la que aparece aquel apellido. El titular dice así: "Dos miembros de la Familia Real de Goa desaparecidos." Las siguientes líneas informan de que dos sobrinos del Rey de la isla salieron de caza hacía ya varias jornadas, y desde entonces nadie ha vuelto a saber de ellos. No hay nada confirmado, pero se rumorea que los culpables de su desaparición son los Harada, una familia de bandidos que viven en el bosque y que han ganado bastante fama últimamente. Hace tan solo unos meses nadie había oído hablar de ellos, pero desde entonces han asaltado varios cargamentos mercantiles y grupos de viajeros en los bosques de la isla. Sus ataques han causado cuantiosas pérdidas económicas a varios comerciantes, así como tres víctimas mortales. Por todo ello, el Gobierno Mundial decidió, hace tan solo un mes, poner precio a las cabezas del cabeza de familia y sus dos retoños. Y ahora se sospecha que ellos sean quienes están detrás de la desaparición de los dos jóvenes nobles, aunque como nadie ha enviado ninguna petición al rey ni se ha proclamado como responsable no se sabe con seguridad.
Vaya, parece que al fin has logrado comprender qué es lo que ocurre en el pueblo y por qué la gente te mira tan raro. Quizá si el cuello alto de tu gabardina no tapase la parte inferior de tu rostro nadie te habría confundido con el chico Harada, aunque dado que aún así tenéis un notable parecido puede que algunos lo hubiesen hecho de todos modos. ¿Qué harás ahora? ¿Querrás sacar a la gente de su error? Incluso tal vez quieras investigar algo para tratar de conseguir tu primera caza de recompensas en solitario, ¿qué opinas?
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-Soy hombre muerto... - pensé al ver los carteles mientras mis demonios interiores se encargaban de comenzar a acosarme.
Según podía leer, los Harada, eran buscados por múltiples delitos que les habían asegurado un puesto fijo en las tabernas de la ciudad... Y para colmo, uno de ellos era prácticamente igual que yo con esta ropa. Tenía la estúpida costumbre de llevar la boca cubierta y eso parecía ser mi perdición. Ahora comprendía todas esas miradas incesantes y ese aura de hostilidad hacia mi persona por mucho que mi boca fuese muchísimo más bonita que la de ese tipo. Debía de pensar algo para solucionar esta situación, ya que la opción de usar el nombre de los Harada en mi favor había dejado de ser factible si quería labrarme un futuro como cazador. No podía ir por ahí autoproclamándome como un vulgar pirata si no quería problemas con la autoridad, por lo que tenía que pensar cuanto antes qué hacer, así que apuré rápidamente lo que quedaba de cerveza y salí del bar para ponerme a ello, ya que aquí dentro comenzaba a sentirme demasiado vigilado. A saber cuantos de estos indeseables estaban dispuestos a apuñalarme por la espalda para pedir una recompensa que nunca recibirían.
Una vez que me encontrase fuera lo primero que haría sería doblarme el cuello de la camisa, dejando mi pálida cara completamente a la vista. Seguro que terminaba quemándome, pero mejor eso que una daga entre las costillas.
Caminé por la calle dándole vueltas a la cabeza. Pensado qué podía hacer al respecto... Y ninguna opción terminaba por convencerme. Ni siquiera la extraña comodidad que las botas del basurero me proporcionaban conseguían calmarme. Tenía la extraña sensación de que había gastado toda la suerte de la semana ya... Pero aún así debía de hacer algo al respecto, aunque fuese volver al vertedero a esconderme o a raparme la cabeza. Esas eran las opciones cobardes que tomaría casi cualquier día, pero entonces el recuerdo de la cazadora volvió a mí. Removiendo mis recuerdos hasta que volví a sentir como si hubiese vuelto justo a ese día, ese en el que me planté enfrente del Cascamuelas y en el que olí por primera vez la fragancia salvaje de Arissa... Joder, si quería cambiar mi vida no podía seguir escondiéndome eternamente, si no ser fiel a mi palabra y luchar contra la mala suerte que el destino me tenía preparado. ¿Al fin y al cabo, qué podía perder? Bueno sí, mis botas "nuevas", porque ya la vida comenzaba a valorarla menos desde que me había decidido.
-Terminaré cavando mi propia tumba... - rumié mientras me obligaba a cambiar la dirección que mi subconsciente había tomado.
Ahora que sabía a quienes buscaba y por qué motivos sabía donde ir a buscar información. Tenía que encontrar el cuartel más cercano y preguntar allí. Enseñaría mi carnet como cazador e intentaría buscar ayuda. Quizás allí encontrase a alguien dispuesto a ayudarme en mi tarea, podríamos usar mi parecido para causar una encerrona a alguno de ellos con algún engaño y luego apresarlos. Si lo hacíamos bien, quizás pudiésemos irlos atrapando poco a poco y así minimizar daños y riesgos, sobre todo riesgos. No es que tuviese mucha experiencia en esto, ni en casi nada en verdad, pero puede que si llegaba a convencer a los agentes de seguridad de la isla por fin pudiese comenzar a construirme un nombre en el mundo de los cazadores y no en el de los chatarreros. Por algo tenía que empezar si quería salir de este lugar endemoniado que rezumaba mala suerte, por lo que tras hacer un último acopio de valor y osadía me encaminé hacia el cuartel para intentar iniciar mi plan.
Según podía leer, los Harada, eran buscados por múltiples delitos que les habían asegurado un puesto fijo en las tabernas de la ciudad... Y para colmo, uno de ellos era prácticamente igual que yo con esta ropa. Tenía la estúpida costumbre de llevar la boca cubierta y eso parecía ser mi perdición. Ahora comprendía todas esas miradas incesantes y ese aura de hostilidad hacia mi persona por mucho que mi boca fuese muchísimo más bonita que la de ese tipo. Debía de pensar algo para solucionar esta situación, ya que la opción de usar el nombre de los Harada en mi favor había dejado de ser factible si quería labrarme un futuro como cazador. No podía ir por ahí autoproclamándome como un vulgar pirata si no quería problemas con la autoridad, por lo que tenía que pensar cuanto antes qué hacer, así que apuré rápidamente lo que quedaba de cerveza y salí del bar para ponerme a ello, ya que aquí dentro comenzaba a sentirme demasiado vigilado. A saber cuantos de estos indeseables estaban dispuestos a apuñalarme por la espalda para pedir una recompensa que nunca recibirían.
Una vez que me encontrase fuera lo primero que haría sería doblarme el cuello de la camisa, dejando mi pálida cara completamente a la vista. Seguro que terminaba quemándome, pero mejor eso que una daga entre las costillas.
Caminé por la calle dándole vueltas a la cabeza. Pensado qué podía hacer al respecto... Y ninguna opción terminaba por convencerme. Ni siquiera la extraña comodidad que las botas del basurero me proporcionaban conseguían calmarme. Tenía la extraña sensación de que había gastado toda la suerte de la semana ya... Pero aún así debía de hacer algo al respecto, aunque fuese volver al vertedero a esconderme o a raparme la cabeza. Esas eran las opciones cobardes que tomaría casi cualquier día, pero entonces el recuerdo de la cazadora volvió a mí. Removiendo mis recuerdos hasta que volví a sentir como si hubiese vuelto justo a ese día, ese en el que me planté enfrente del Cascamuelas y en el que olí por primera vez la fragancia salvaje de Arissa... Joder, si quería cambiar mi vida no podía seguir escondiéndome eternamente, si no ser fiel a mi palabra y luchar contra la mala suerte que el destino me tenía preparado. ¿Al fin y al cabo, qué podía perder? Bueno sí, mis botas "nuevas", porque ya la vida comenzaba a valorarla menos desde que me había decidido.
-Terminaré cavando mi propia tumba... - rumié mientras me obligaba a cambiar la dirección que mi subconsciente había tomado.
Ahora que sabía a quienes buscaba y por qué motivos sabía donde ir a buscar información. Tenía que encontrar el cuartel más cercano y preguntar allí. Enseñaría mi carnet como cazador e intentaría buscar ayuda. Quizás allí encontrase a alguien dispuesto a ayudarme en mi tarea, podríamos usar mi parecido para causar una encerrona a alguno de ellos con algún engaño y luego apresarlos. Si lo hacíamos bien, quizás pudiésemos irlos atrapando poco a poco y así minimizar daños y riesgos, sobre todo riesgos. No es que tuviese mucha experiencia en esto, ni en casi nada en verdad, pero puede que si llegaba a convencer a los agentes de seguridad de la isla por fin pudiese comenzar a construirme un nombre en el mundo de los cazadores y no en el de los chatarreros. Por algo tenía que empezar si quería salir de este lugar endemoniado que rezumaba mala suerte, por lo que tras hacer un último acopio de valor y osadía me encaminé hacia el cuartel para intentar iniciar mi plan.
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Ahora que la mitad inferior de tu rostro es perfectamente visible, te das cuenta de que mientras caminas hacia el cuartel la gente ya no te evita ni te mira con miedo. Su actitud vuelve a ser la habitual, la de personas normales y simpáticas que sonríen y saludan cuando alguien se cruza con ellos.
Al entrar en el cuartel una voz te insta a presentarte, pero cuando enseñas tu carnet de cazarrecompensas al recluta a quien pertenecía este parece relajarse. Además de él y tú, puedes ver a otros dos jóvenes reclutas y a un hombre de unos cuarenta y tantos años que llevaba galones de oficial en los hombros, posiblemente de Teniente. Este último te pregunta por los motivos que te traen hasta allí y, cuando se los explicas, te responde:
- Tienes razón en que hay que capturar a esos delincuentes, pero ¿por qué deberíamos colaborar para ello con un civil, por muy cazador de recompensas que sea? ¿Qué puedes aportarnos, a parte de tu parecido con el joven Harada, para que decidamos permitirte ayudarnos? Al fin y al cabo, atrapar a criminales como esos es labor de la Marina, no de meros ciudadanos que lo único que buscan es ganar dinero con ello y que podrían no estar preparados.
Su mirada permanece posada sobre ti con gran intensidad, como tratando de analizarte y adivinar tu valía. ¿Qué harás? ¿Te ves capaz de convencerle de que te permita ayudarles o prefieres ir por tu cuenta a por los Harada?
Al entrar en el cuartel una voz te insta a presentarte, pero cuando enseñas tu carnet de cazarrecompensas al recluta a quien pertenecía este parece relajarse. Además de él y tú, puedes ver a otros dos jóvenes reclutas y a un hombre de unos cuarenta y tantos años que llevaba galones de oficial en los hombros, posiblemente de Teniente. Este último te pregunta por los motivos que te traen hasta allí y, cuando se los explicas, te responde:
- Tienes razón en que hay que capturar a esos delincuentes, pero ¿por qué deberíamos colaborar para ello con un civil, por muy cazador de recompensas que sea? ¿Qué puedes aportarnos, a parte de tu parecido con el joven Harada, para que decidamos permitirte ayudarnos? Al fin y al cabo, atrapar a criminales como esos es labor de la Marina, no de meros ciudadanos que lo único que buscan es ganar dinero con ello y que podrían no estar preparados.
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Por unos minutos casi pude relajarme mientras caminaba por la calle en dirección al cuartel. Al descubrirme el rostro conseguí que el aura de hostilidad que me acompañaba desde el comienzo del día se desvaneciese. Incluso un par de viandantes me saludaron luciendo sonrisas amigables... Aunque todo el buen rollito no tardó en esfumarse según pasaron los segundos dentro del cuartel al que me dirigía.
Entendía que me tuviese que identificar, más con mis pintas, e incluso imaginaba que mi plan tampoco sería acogido como yo quería. Al fin y al cabo solo soy un chico de los vertederos con un cacho de plástico en la mano y una idea nada pensada, pero aún así había esperado que mi extraordinario parecido fuese excusa más que suficiente para que me incluyesen en algún meditado plan que urdiesen ellos, pero en vez de eso, me encontré con un trato poco amigable por parte del oficial al cargo. No parecía tenerle mucha estima a los cazadores, escudándose en el argumento de que eran unos avariciosos, y por lo tanto intentó intimidarme, o esa sensación me dio, con palabras de menosprecio y una mirada severa. Aunque lo que él no sabía es que mi día a día era tan mísero que ya estaba acostumbrado a lidiar con situaciones así, por lo que de momento no me iba a amedrentar.
- Puede que sus palabras estén cargadas de verdad oficial... Pero se le olvida una cosa - comencé a decir haciendo acopio de valor, aún a sabiendas que podía perder la oportunidad de hacer esto con ayuda, mientras miraba fijamente al marine. - No solo tengo un parecido extraordinario con el sujeto, si no que además tengo la entereza suficiente para enfrentarme a un reto de este calibre... Y no por dinero como puedas creer - aquí venía la parte de la trola, pero a veces había que sacrificar a la reina para ganar la partida... O algo así había oído una vez. Estaba dispuesto a no ganar nada de dinero sin con ello comenzaba a ganarme un poco de respeto en el gremio, así que mantendría el típico perfil de chico honorable. Si algo se aprendía en los suburbios era a mentir para sobrevivir, por lo que mantendría ese perfil todo el tiempo que pudiese y me interesase... Aunque una parte de mí solo esperaba no pasarme de listo y terminar arrestado. -[i] Si no porque estoy harto de que la gente del pueblo pase miedo por estos miserables. No me había sentido tan incómodo en la vida como cuando mis propios vecinos se creían que era el tal Harada... Así que no, no es el dinero lo que me trae aquí señor... Simplemente hago lo que creo que es correcto.
Dejé que mis palabras calasen en mis oyentes y con un poco de suerte, que dudaba tener, estas conseguirían granjearme el apoyo necesario para que los marines me ayudasen. Solo me quedaba esperar a ver qué pasaba, pero aún tenía que soltar el órdago final.
- Por lo que creo que me comprenderán cuando digo que voy en serio con eso de querer ayudar para atrapar a este tipo.[/i]
Entendía que me tuviese que identificar, más con mis pintas, e incluso imaginaba que mi plan tampoco sería acogido como yo quería. Al fin y al cabo solo soy un chico de los vertederos con un cacho de plástico en la mano y una idea nada pensada, pero aún así había esperado que mi extraordinario parecido fuese excusa más que suficiente para que me incluyesen en algún meditado plan que urdiesen ellos, pero en vez de eso, me encontré con un trato poco amigable por parte del oficial al cargo. No parecía tenerle mucha estima a los cazadores, escudándose en el argumento de que eran unos avariciosos, y por lo tanto intentó intimidarme, o esa sensación me dio, con palabras de menosprecio y una mirada severa. Aunque lo que él no sabía es que mi día a día era tan mísero que ya estaba acostumbrado a lidiar con situaciones así, por lo que de momento no me iba a amedrentar.
- Puede que sus palabras estén cargadas de verdad oficial... Pero se le olvida una cosa - comencé a decir haciendo acopio de valor, aún a sabiendas que podía perder la oportunidad de hacer esto con ayuda, mientras miraba fijamente al marine. - No solo tengo un parecido extraordinario con el sujeto, si no que además tengo la entereza suficiente para enfrentarme a un reto de este calibre... Y no por dinero como puedas creer - aquí venía la parte de la trola, pero a veces había que sacrificar a la reina para ganar la partida... O algo así había oído una vez. Estaba dispuesto a no ganar nada de dinero sin con ello comenzaba a ganarme un poco de respeto en el gremio, así que mantendría el típico perfil de chico honorable. Si algo se aprendía en los suburbios era a mentir para sobrevivir, por lo que mantendría ese perfil todo el tiempo que pudiese y me interesase... Aunque una parte de mí solo esperaba no pasarme de listo y terminar arrestado. -[i] Si no porque estoy harto de que la gente del pueblo pase miedo por estos miserables. No me había sentido tan incómodo en la vida como cuando mis propios vecinos se creían que era el tal Harada... Así que no, no es el dinero lo que me trae aquí señor... Simplemente hago lo que creo que es correcto.
Dejé que mis palabras calasen en mis oyentes y con un poco de suerte, que dudaba tener, estas conseguirían granjearme el apoyo necesario para que los marines me ayudasen. Solo me quedaba esperar a ver qué pasaba, pero aún tenía que soltar el órdago final.
- Por lo que creo que me comprenderán cuando digo que voy en serio con eso de querer ayudar para atrapar a este tipo.[/i]
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La mirada del Teniente parece denotar cierta falta de confianza en tus argumentos. No obstante, a medida que continúas con tu disertación ésta va cambiando levemente, principalmente cuando afirmas no buscar el dinero sino poder volver a caminar tranquilo entre las gentes del lugar. Da la sensación de que esa frase en concreto le ha llegado. Cuando terminas tus palabras, te mira de arriba a abajo, como analizando tu valía, para después responder:
- De acuerdo, si es así te dejaremos participar. No obstante, has de saber que no debes interponerte entre nosotros y ellos. Si contravienes una orden expresa y eso provoca la huida de los criminales o bajas de civiles o marines, darás con tus huesos en el calabozo, ¿entendido? Además, - continuó, no sin antes hacer una breve pausa que pretendía probablemente poner más énfasis en lo que acababa de decirte. - esos malnacidos se ocultan en los bosques de las montañas. Es un vasto territorio lleno de escondites y recovecos, por lo que encontrarles está siendo como buscar una aguja en un pajar. ¿Tienes alguna idea que pueda sernos de utilidad a este respecto?
Mientras el marine te mira inquisitoriamente, debes decidir. ¿Colaborarás con los Marines? Y, en caso de hacerlo, ¿podrás dar con un plan adecuado?
- De acuerdo, si es así te dejaremos participar. No obstante, has de saber que no debes interponerte entre nosotros y ellos. Si contravienes una orden expresa y eso provoca la huida de los criminales o bajas de civiles o marines, darás con tus huesos en el calabozo, ¿entendido? Además, - continuó, no sin antes hacer una breve pausa que pretendía probablemente poner más énfasis en lo que acababa de decirte. - esos malnacidos se ocultan en los bosques de las montañas. Es un vasto territorio lleno de escondites y recovecos, por lo que encontrarles está siendo como buscar una aguja en un pajar. ¿Tienes alguna idea que pueda sernos de utilidad a este respecto?
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Parecía que mi discurso estaba valiendo de más bien poco para el Teniente. Seguramente estaba cansado de cantamañanas que le doraban la píldora constantemente para granjearse su favor, al fin y al cabo era alguien al cargo de muchas personas que querían ascender, pero no desistí y terminé de decir todo lo planeado con la intención de que algo lo convenciera. Sabía que con mi suerte lo más seguro es que me mandase a la mierda como poco... Pero parecía que hoy mi mala suerte estaba dormida y el marine terminó cediendo ante mi petición.
Desde mi anterior suceso con la cazadora de recompensas y el pirata no había vuelto a enfrentarme a un reto que no fuese que iba a comer el día siguiente, por lo que estaba un tanto emocionado al encontrarme ante la oportunidad de entrar en acción otra vez, pero hice un esfuerzo para que no se me notase mucho. No quería romper la poca estima que pudiese haberme granjeado del hombre, por lo que me tragué lo que sentía y me centré en intentar mantener el tipo mientras hablaba.
- Prometo no entrometerme, señor. Obedeceré como si fuese uno de sus hombres - contesté con tono sereno mientras me daba unos segundos para intentar idear alguna especie de plan que no me quedase como un completo inútil, aunque siendo sinceros, dudaba que eso pudiese pasar. Seguramente él ya habría pensado varias formas de abordar el tema y no creía poder idear algo que no hubiese meditado él antes... Así que solo me quedaba apostar por el único factor que no había tenido hasta ahora, yo. - Y sobre que he planeado... La verdad es que poca cosa, dudo que entre toda mi inexperiencia encuentre algo con lo que usted no haya pensado, - lo adulé de forma indirecta mientras buscaba las palabras correctas - pero puedo aportarle una variable con la que no has podido contar hasta ahora, mi apariencia.
En el fondo sabía que no era mucho, por lo que tenía que buscar la forma de que pareciese algo importante para el marine y para cualquier cosa que pudiese planear.
-Desde que me he levantado hoy no ha habido ni una sola persona que no me haya confundido con ese despreciable delincuente, por lo que podemos intentar montar algún tipo de escenificación que haga salir a esas alimañas de su madriguera - dije dejando una pausa para que pensase sobre el tema antes de proseguir - Si tenéis alguna idea de cómo se organizan y comunican entre sí, quizás podamos explotar esa situación y confundirlos lo suficiente para que uno de ellos salga, consiguiendo así una oportunidad real de atrapar a alguno y así poder intentar atrapar al resto de la familia usando un cebo real.
Mi idea no era la gran cosa, pero confiaba en que mi suerte siguiese dormida y que al menos los marines viesen que me lo tomaba en serio, dejándome así la oportunidad de participar con ellos en la misión. Al fin y al cabo con mi planteamiento el que más riesgos asumía era yo y esperaba que ese fuese el dato que más se notase a pesar de no decirlo directamente.
Desde mi anterior suceso con la cazadora de recompensas y el pirata no había vuelto a enfrentarme a un reto que no fuese que iba a comer el día siguiente, por lo que estaba un tanto emocionado al encontrarme ante la oportunidad de entrar en acción otra vez, pero hice un esfuerzo para que no se me notase mucho. No quería romper la poca estima que pudiese haberme granjeado del hombre, por lo que me tragué lo que sentía y me centré en intentar mantener el tipo mientras hablaba.
- Prometo no entrometerme, señor. Obedeceré como si fuese uno de sus hombres - contesté con tono sereno mientras me daba unos segundos para intentar idear alguna especie de plan que no me quedase como un completo inútil, aunque siendo sinceros, dudaba que eso pudiese pasar. Seguramente él ya habría pensado varias formas de abordar el tema y no creía poder idear algo que no hubiese meditado él antes... Así que solo me quedaba apostar por el único factor que no había tenido hasta ahora, yo. - Y sobre que he planeado... La verdad es que poca cosa, dudo que entre toda mi inexperiencia encuentre algo con lo que usted no haya pensado, - lo adulé de forma indirecta mientras buscaba las palabras correctas - pero puedo aportarle una variable con la que no has podido contar hasta ahora, mi apariencia.
En el fondo sabía que no era mucho, por lo que tenía que buscar la forma de que pareciese algo importante para el marine y para cualquier cosa que pudiese planear.
-Desde que me he levantado hoy no ha habido ni una sola persona que no me haya confundido con ese despreciable delincuente, por lo que podemos intentar montar algún tipo de escenificación que haga salir a esas alimañas de su madriguera - dije dejando una pausa para que pensase sobre el tema antes de proseguir - Si tenéis alguna idea de cómo se organizan y comunican entre sí, quizás podamos explotar esa situación y confundirlos lo suficiente para que uno de ellos salga, consiguiendo así una oportunidad real de atrapar a alguno y así poder intentar atrapar al resto de la familia usando un cebo real.
Mi idea no era la gran cosa, pero confiaba en que mi suerte siguiese dormida y que al menos los marines viesen que me lo tomaba en serio, dejándome así la oportunidad de participar con ellos en la misión. Al fin y al cabo con mi planteamiento el que más riesgos asumía era yo y esperaba que ese fuese el dato que más se notase a pesar de no decirlo directamente.
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Tu razonamiento parece agradar bastante al Teniente, quien sonríe y responde que en ese caso tiene el plan perfecto. Apenas unos minutos después, varios mensajeros parten del cuartel en distintas direcciones. A las pocas horas, la prensa local comienza a hacerse eco de que la Marina ha logrado al fin capturar a Han Harada, y que esta misma tarde será llevado a través del bosque hasta el otro extremo de la isla para ser llevado en barco a prisión.
No obstante, todo es un montaje. El "preso" transportado serás tú, a no ser que te opongas, claro, en cuyo caso deberás continuar buscando a los criminales por tu cuenta. La idea es que, dado que se esconden por separado para dificultar ser encontrados, Hiroyuki e Hisoka muerdan el anzuelo y acudan a rescatar a su hijo y hermano durante el trayecto por el bosque. Quién sabe, con suerte hasta el propio Han escuche los rumores y aparezca tratando de averiguar qué ocurre o de advertir a sus parientes.
Si aceptas, te encontrarás con las manos "atadas" a la espalda (el nudo es deslizante, de forma que cuando hagas fuerza para separar las manos se deshará), caminando a través del bosque custodiado por cuatro marines. Después de avanzar durante una media hora, ya en una zona de vegetación profunda, de repente una daga se clava en el muslo de uno de tus custodios. Dos figuras emergen de los arbustos portando sendas espadas, y puedes ver como una de ellas, un hombre mayor que reconoces como Hiroyuki Harada, se enfrenta a los otros tres marines, en aparente igualdad de condiciones. Hiere rápidamente a uno y queda emparejado con los otros dos. La segunda figura, que sin duda es Hisoka Harada, se acerca a ti con la intención de liberarte. Porta una espada corta, y parece sonriente ante la perspectiva de reunirse con su hermano ¿Qué harás?
No obstante, todo es un montaje. El "preso" transportado serás tú, a no ser que te opongas, claro, en cuyo caso deberás continuar buscando a los criminales por tu cuenta. La idea es que, dado que se esconden por separado para dificultar ser encontrados, Hiroyuki e Hisoka muerdan el anzuelo y acudan a rescatar a su hijo y hermano durante el trayecto por el bosque. Quién sabe, con suerte hasta el propio Han escuche los rumores y aparezca tratando de averiguar qué ocurre o de advertir a sus parientes.
Si aceptas, te encontrarás con las manos "atadas" a la espalda (el nudo es deslizante, de forma que cuando hagas fuerza para separar las manos se deshará), caminando a través del bosque custodiado por cuatro marines. Después de avanzar durante una media hora, ya en una zona de vegetación profunda, de repente una daga se clava en el muslo de uno de tus custodios. Dos figuras emergen de los arbustos portando sendas espadas, y puedes ver como una de ellas, un hombre mayor que reconoces como Hiroyuki Harada, se enfrenta a los otros tres marines, en aparente igualdad de condiciones. Hiere rápidamente a uno y queda emparejado con los otros dos. La segunda figura, que sin duda es Hisoka Harada, se acerca a ti con la intención de liberarte. Porta una espada corta, y parece sonriente ante la perspectiva de reunirse con su hermano ¿Qué harás?
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Nada más ver la sonrisa del Teniente mi cuerpo comenzó a relajarse paulatinamente de forma automática, disipando nervios y euforia a partes iguales. Sabía que mi idea agradaba al hombre, por lo que no me sorprendió verlo dar distintas órdenes a sus subordinados para comenzar con los preparativos del plan. Me hubiese gustado saber más de lo que estaba preparando el marine, pero allí nadie parecía dispuesto a darme más información de la necesaria. Se notaba que a algunos no les gustaba la idea de que un civil se metiese entre sus asuntos, mientras que otros solo estaban envidiosos porque iba a participar en un plan ideado directamente por el teniente... O al menos eso leía mi emparanoiada mente en sus rostros, por lo que me excusé un momento y pregunté por el baño más cercano mientras las dudas abordaban mi mente.
Una vez encerrado en el aseo los nervios volvieron a atenazarme. Podían salir tantas cosas mal que de repente comencé a temblar. Me había hecho el valiente delante del Teniente, como conmigo mismo, hasta llegar a este punto, pero ahora que todo comenzaba sentía que la empresa era demasiado grande para mí. Estaba a punto de arriesgar la vida y no sabía muy bien por qué, por lo que cuando quise darme cuenta me encontraba apoyado en un retrete intentando echar lo poco que había comido en el día... Aunque parecía que no era mucho y no salió nada. Todo me daba vueltas y me sentía bastante sofocado, así que me levanté algo desorientado y busqué la ventana más cercana para que me diese el aire. La ligera brisa en contraste con el sudor que había generado el agobio anterior consiguió arrancarme un escalofrío que centró momentáneamente mi mente, dándome un momento de lucidez acompañado con un arranque de cobardía. Podía saltar por esa ventana y volver a mi escombrera donde vivía rodeado de mierda y escondido, pero vivo al fin y al cabo...
-¡No! - espeté malhumorado mientras golpeaba el marco de la ventana con todas mis fuerzas.
Mi forma de vida no podía llamarse como tal y ya comenzaba a hartarme de huir y no pelear por cambiar mi situación. Esta era mi oportunidad para intentar remediar mi situación, así que haciendo un acopio de entereza, luché contra lo que estaba sintiendo y conseguí tragarme parte de los nervios y miedos que me habían paralizado. Me enjuagué la cara en el lavabo para refrescarme las ideas y me eché un último vistazo en el espejo. Mi aspecto era aún más deprobable de lo normal. Estaba tan blanco que parecía enfermo y el cabello se me pegaba en distintas zonas del cuello y la frente. Se notaba que no me encontraba en mi mejor momento ahora mismo, pero no tendría otra oportunidad como esta y debía aprovecharla.
No sabía cuanto tiempo había estado encerrado, aunque para cuando salí de mi confinamiento ya todo estaba en marcha. Pude observar una copia recién impresa de la prensa local donde se detallaba la captura de Han Harada mientras el resto de marines se preparaba. Tenía mil preguntas que hacer al Teniente sobre el plan, pero no lo divisé por ningún lado y antes de encontrar respuesta a alguna sobre mis preguntas se me acercó un marine para que lo acompañase. Este tampoco respondió a nada de lo que le pregunté, por lo que me dejé llevar y decidí que lo mejor sería que decidiese la suerte... Esa mala zorra que siempre me jugaba malas pasadas.
Mientras notaba crujir el ramaje seco del bosque por el que me hacían caminar maniatado, solo podía pensar que había sido vilmente utilizado por el marine. A pesar de que el nudo que mantenía mis manos sujetas era fácil de deshacer me sentía completamente indefenso con la escasa escolta que me acompañaba. Estos tipos no me parecían para nada lo suficientemente fuertes para repeler un asalto, aunque siendo sinceros, ni aunque me acompañase una decena de ellos me sentiría tranquilo, así que me obligué a no mirar hacia los lados en busca de una ayuda que no sabía si existía y me centré en caminar ranqueando con la cabeza gacha, asegurándome que mi boca quedaba bien tapada tras mi habitual atuendo a pesar de que no sabía si llegaría a pasar nada, ya que quizás tuviese suerte y los Harada no se moverían ni un ápice de donde estaban porque tenían contacto con el Han verdadero... O no, ya que antes de acabar mis pensamientos la suerte hizo su movimiento y me azotó en toda la cara.
Uno de los marines que me custodiaban soltó un grito de dolor que hizo que me saltasen todas las alarmas. Al comprobar qué pasaba pude vislumbrar como el rostro del tipo se contraía por el dolor mientras se aferraba una de las piernas y mi primer instinto fue querer huir de la emboscada, pero entonces mi vista se topó con las dos figuras que emergieron de la maleza y no fui capaz de movernme ni un ápice al reconocer al resto de los Harada, Hiroyuki y Hasoka. Estos habían llegado y parecían no tener ninguna dificultad para lidiar con el grupo de marines que me acompañaba, por lo que las dudas volvieron a asaltarme y me quedé sin saber muy bien como reaccionar.
Dudaba poder hacer algo más que el grupo destinado a mi protección, ya que daba por hecho que no era más hábil que ninguno de ellos, pero del resto de opciones que se dibujaban en mi mente no eran propicias tampoco que digamos. En casi todos los casos acababa muerto, ya fuese por huir y que me perseguiesen los marines por desertor o los propios Harada, o bien por intentar hacerme pasar por Han con ellos hasta que me descubriesen y me matasen. Joder, todo es malo en mi imaginación.
Si es que ni siquiera sabía como hablaba el jodido Han para intentar imitarlo e intentar alargar mi miserable vida durante unos minutos o lo que fuese para salvar el culo... Pero para colmo, tampoco pude seguir pensando en el tema puesto que Hasoka se acercaba a mí con gesto sereno. Caminaba con la seguridad de quien se sentía ganadora de antemano, portando una sonrisa tan afilada como su arma y con la determinación escrita en el rostro. Mi tiempo de pensar qué hacer se acababa... Al igual que mi vida si no hacía lo que fuese por remediarlo. Antes o después se iban a dar cuenta de que era un burdo farsante y no quería perder el tiempo imaginando como se divertirían conmigo una vez llegase el momento, si es que se molestaban siquiera en esperar para matarme... Así que no, no me iba a resignar a morir sin más.
Mucho antes de que el Teniente aceptase mi descabellado plan sabía que si comenzaba mi vida como cazarrecompensas iba a estar en peligro de forma constante, así que si hoy era el día en el que tenía que morir, que así fuese, pero lo haría peleando... O al menos intentándolo con lo que yo llamaba combatir. Esperé a que la chica estuviese más cerca, hasta estar a unos cuatro o cinco metros más o menos, para acercarme a ella dando traspiés de forma cabizbaja, simulando que estaba medio desfallecido, para que pareciese que quería que me liberase mientras escondía mis rasgos, pero en el último momento di un "tropezón" casual que me hizo clavar una rodilla en el suelo mientas me sujetaba con la otra.
Esperaba que mi burda escenificación surtiera el efecto deseado, ya que si la joven se acercaba y se agachaba para auxiliarme intentaría aprovechar la situación, impulsándome con todas mis fuerzas hacia arriba con la pierna apoyada para intentar proporcionarle un cabezazo a traición en el mentón mientras hacia fuerza con las manos para deshacer el nudo falso. Era una jugarreta sucia, pero si algo se aprendía en los bajos fondos era a improvisar y a darlo todo en cada momento, así que si mi vida estaba en juego no iba a andarme con ningún remilgo.
Hubiese surtido efecto o no mi primer movimiento, intentaría golpearla con dos puñetazos para rematar. Lanzando el izquierdo con un gancho bajo, buscando el vientre o la boca del estómago, mientras que el derecho saldría directo tras rotar la cintura hacia el mismo mentón que había intentado golpear instantes antes. Con un poco de suerte conseguiría haberla pillado con la guardia baja y caería a plomo, pero por si acaso me mantendría en alerta y atento a si venían más refuerzos marines.
-No me dejéis tirado, cabrones... - fue mi último pensamiento hacia los marines.
Una vez encerrado en el aseo los nervios volvieron a atenazarme. Podían salir tantas cosas mal que de repente comencé a temblar. Me había hecho el valiente delante del Teniente, como conmigo mismo, hasta llegar a este punto, pero ahora que todo comenzaba sentía que la empresa era demasiado grande para mí. Estaba a punto de arriesgar la vida y no sabía muy bien por qué, por lo que cuando quise darme cuenta me encontraba apoyado en un retrete intentando echar lo poco que había comido en el día... Aunque parecía que no era mucho y no salió nada. Todo me daba vueltas y me sentía bastante sofocado, así que me levanté algo desorientado y busqué la ventana más cercana para que me diese el aire. La ligera brisa en contraste con el sudor que había generado el agobio anterior consiguió arrancarme un escalofrío que centró momentáneamente mi mente, dándome un momento de lucidez acompañado con un arranque de cobardía. Podía saltar por esa ventana y volver a mi escombrera donde vivía rodeado de mierda y escondido, pero vivo al fin y al cabo...
-¡No! - espeté malhumorado mientras golpeaba el marco de la ventana con todas mis fuerzas.
Mi forma de vida no podía llamarse como tal y ya comenzaba a hartarme de huir y no pelear por cambiar mi situación. Esta era mi oportunidad para intentar remediar mi situación, así que haciendo un acopio de entereza, luché contra lo que estaba sintiendo y conseguí tragarme parte de los nervios y miedos que me habían paralizado. Me enjuagué la cara en el lavabo para refrescarme las ideas y me eché un último vistazo en el espejo. Mi aspecto era aún más deprobable de lo normal. Estaba tan blanco que parecía enfermo y el cabello se me pegaba en distintas zonas del cuello y la frente. Se notaba que no me encontraba en mi mejor momento ahora mismo, pero no tendría otra oportunidad como esta y debía aprovecharla.
No sabía cuanto tiempo había estado encerrado, aunque para cuando salí de mi confinamiento ya todo estaba en marcha. Pude observar una copia recién impresa de la prensa local donde se detallaba la captura de Han Harada mientras el resto de marines se preparaba. Tenía mil preguntas que hacer al Teniente sobre el plan, pero no lo divisé por ningún lado y antes de encontrar respuesta a alguna sobre mis preguntas se me acercó un marine para que lo acompañase. Este tampoco respondió a nada de lo que le pregunté, por lo que me dejé llevar y decidí que lo mejor sería que decidiese la suerte... Esa mala zorra que siempre me jugaba malas pasadas.
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Mientras notaba crujir el ramaje seco del bosque por el que me hacían caminar maniatado, solo podía pensar que había sido vilmente utilizado por el marine. A pesar de que el nudo que mantenía mis manos sujetas era fácil de deshacer me sentía completamente indefenso con la escasa escolta que me acompañaba. Estos tipos no me parecían para nada lo suficientemente fuertes para repeler un asalto, aunque siendo sinceros, ni aunque me acompañase una decena de ellos me sentiría tranquilo, así que me obligué a no mirar hacia los lados en busca de una ayuda que no sabía si existía y me centré en caminar ranqueando con la cabeza gacha, asegurándome que mi boca quedaba bien tapada tras mi habitual atuendo a pesar de que no sabía si llegaría a pasar nada, ya que quizás tuviese suerte y los Harada no se moverían ni un ápice de donde estaban porque tenían contacto con el Han verdadero... O no, ya que antes de acabar mis pensamientos la suerte hizo su movimiento y me azotó en toda la cara.
Uno de los marines que me custodiaban soltó un grito de dolor que hizo que me saltasen todas las alarmas. Al comprobar qué pasaba pude vislumbrar como el rostro del tipo se contraía por el dolor mientras se aferraba una de las piernas y mi primer instinto fue querer huir de la emboscada, pero entonces mi vista se topó con las dos figuras que emergieron de la maleza y no fui capaz de movernme ni un ápice al reconocer al resto de los Harada, Hiroyuki y Hasoka. Estos habían llegado y parecían no tener ninguna dificultad para lidiar con el grupo de marines que me acompañaba, por lo que las dudas volvieron a asaltarme y me quedé sin saber muy bien como reaccionar.
Dudaba poder hacer algo más que el grupo destinado a mi protección, ya que daba por hecho que no era más hábil que ninguno de ellos, pero del resto de opciones que se dibujaban en mi mente no eran propicias tampoco que digamos. En casi todos los casos acababa muerto, ya fuese por huir y que me perseguiesen los marines por desertor o los propios Harada, o bien por intentar hacerme pasar por Han con ellos hasta que me descubriesen y me matasen. Joder, todo es malo en mi imaginación.
Si es que ni siquiera sabía como hablaba el jodido Han para intentar imitarlo e intentar alargar mi miserable vida durante unos minutos o lo que fuese para salvar el culo... Pero para colmo, tampoco pude seguir pensando en el tema puesto que Hasoka se acercaba a mí con gesto sereno. Caminaba con la seguridad de quien se sentía ganadora de antemano, portando una sonrisa tan afilada como su arma y con la determinación escrita en el rostro. Mi tiempo de pensar qué hacer se acababa... Al igual que mi vida si no hacía lo que fuese por remediarlo. Antes o después se iban a dar cuenta de que era un burdo farsante y no quería perder el tiempo imaginando como se divertirían conmigo una vez llegase el momento, si es que se molestaban siquiera en esperar para matarme... Así que no, no me iba a resignar a morir sin más.
Mucho antes de que el Teniente aceptase mi descabellado plan sabía que si comenzaba mi vida como cazarrecompensas iba a estar en peligro de forma constante, así que si hoy era el día en el que tenía que morir, que así fuese, pero lo haría peleando... O al menos intentándolo con lo que yo llamaba combatir. Esperé a que la chica estuviese más cerca, hasta estar a unos cuatro o cinco metros más o menos, para acercarme a ella dando traspiés de forma cabizbaja, simulando que estaba medio desfallecido, para que pareciese que quería que me liberase mientras escondía mis rasgos, pero en el último momento di un "tropezón" casual que me hizo clavar una rodilla en el suelo mientas me sujetaba con la otra.
Esperaba que mi burda escenificación surtiera el efecto deseado, ya que si la joven se acercaba y se agachaba para auxiliarme intentaría aprovechar la situación, impulsándome con todas mis fuerzas hacia arriba con la pierna apoyada para intentar proporcionarle un cabezazo a traición en el mentón mientras hacia fuerza con las manos para deshacer el nudo falso. Era una jugarreta sucia, pero si algo se aprendía en los bajos fondos era a improvisar y a darlo todo en cada momento, así que si mi vida estaba en juego no iba a andarme con ningún remilgo.
Hubiese surtido efecto o no mi primer movimiento, intentaría golpearla con dos puñetazos para rematar. Lanzando el izquierdo con un gancho bajo, buscando el vientre o la boca del estómago, mientras que el derecho saldría directo tras rotar la cintura hacia el mismo mentón que había intentado golpear instantes antes. Con un poco de suerte conseguiría haberla pillado con la guardia baja y caería a plomo, pero por si acaso me mantendría en alerta y atento a si venían más refuerzos marines.
-No me dejéis tirado, cabrones... - fue mi último pensamiento hacia los marines.
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Por suerte tu interpretación resulta bastante creíble y, cuando la chica se acerca a ayudar a quien cree que es su querido hermano, tu súbito ataque le pilla desprevenida. Tu cabezazo le hace tambalearse el tiempo suficiente para que logres conectar los dos puñetazos. Tras recibirlos Hisoka se desploma, inconsciente.
Mientras tanto ves cómo Hiroyuki, su padre, lucha contra tres marines que te acompañan. Ya se ha deshecho de uno de ellos, pero los dos restantes le tienen acorralado contra un enorme árbol, cuyo tronco le corta la retirada. En ese momento un grito hace que todos dirijáis la mirada hacia vuestra derecha, desde donde un hombre joven se acerca a gran velocidad. Por un momento te da la sensación de estar mirando un espejo, pero pronto te fijas en la mandíbula del chico. Ancha y voluminosa, de rasgos rudos, no se parece en nada a la tuya. No hay duda, se trata de Han Harada.
El delincuente golpea a uno de los dos marines restantes, provocando que caiga al suelo. Su padre le mira, confuso, dándose cuenta de que todo era un montaje creado para tenderles una trampa. Loco de rabia, se abalanza sobre ti a la carrera con la espada en alto mientras Han se encara con el marine que aún continúa en pie.
Mientras tanto ves cómo Hiroyuki, su padre, lucha contra tres marines que te acompañan. Ya se ha deshecho de uno de ellos, pero los dos restantes le tienen acorralado contra un enorme árbol, cuyo tronco le corta la retirada. En ese momento un grito hace que todos dirijáis la mirada hacia vuestra derecha, desde donde un hombre joven se acerca a gran velocidad. Por un momento te da la sensación de estar mirando un espejo, pero pronto te fijas en la mandíbula del chico. Ancha y voluminosa, de rasgos rudos, no se parece en nada a la tuya. No hay duda, se trata de Han Harada.
El delincuente golpea a uno de los dos marines restantes, provocando que caiga al suelo. Su padre le mira, confuso, dándose cuenta de que todo era un montaje creado para tenderles una trampa. Loco de rabia, se abalanza sobre ti a la carrera con la espada en alto mientras Han se encara con el marine que aún continúa en pie.
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La divina providencia quiso que mi actuación, junto a mi ataque, saliese bien. Ocasionándome la abertura perfecta para encadenar mis golpes y hacer caer al suelo sin sentido a la fémina de los Harada. Una vez más tuve que hacer acopio de autocontrol para no empezar a celebrarlo con un bailecito tonto. Además la chica no era la única que había venido a "rescatarlo", por lo que rápidamente me obligé a mirar como se estaba desarrollando el otro combate.
- ¡Vamos, dadle duro! - animé al final sin poder reprimirme a los marines que quedaban en pie y que comenzaban a arrinconar al patriarca de los delincuentes contra uno de los árboles que nos rodeaban.
Con todo el subidón pensé que si me unía a la refriega quizás podíamos sentenciar el combate sin que llegasen más refuerzos, pero antes siquiera de que terminase de pensar en ello una voz sesgó el hilo de mis pensamientos e hizo que girase la cabeza en busca de la fuente.
- Mal rollito... - pensé cuando vi quien era la persona que llegaba. No solo porque no eran refuerzos para su bando, sino porque al mirar a la persona que avanzaba a por ellos sintió que estaba mirando un mal reflejo suyo. Una vez me habían hablado sobre un espectáculo itinerante que se basaba en una caseta llena de espejos, los cuales según contaban mostraban tu reflejo de forma distorsionada cuando te ponías ante ellos y no pude evitar pensar en ello cuando vi una copia fea y barata de mí mismo. En cualquier otra ocasión seguramente hubiese parado a Hiroyuki para preguntarle si tenía algún bastardo por ahí... Pero dado que este, tras la llegada de su verdadero hijo, se había vuelto un poco loco decidí que mejor no era momento para preguntas estúpidas y sí para pensar en como salir ileso ante su furia.
Era consciente de que sus opciones eran realmente escasas. Si había podido noquear antes a la chica armada había sido gracias a la jugarreta y a la suerte... Pero mi cenizo natural me gritaba que esta vez la segunda no iba a hacer nada más por mí, así que si quería mantenerme vivo iba a tener que recurrir de nuevo a la segunda para intentarlo.
Podía ver como el hombre acortaba los metros que lo separaban con paso frenético, luciendo en su mirada un odio intenso que gritaba promesas de venganza. Si el hombre no portase ese imponente acero quizás me hubiese planteado enfrentarlo directamente, pero su experiencia en combate se reducía a pequeñas peleas de bar donde siempre imperaban los puños y casi nunca el acero, por lo que tuve que recurrir a la única treta, por muy sucia que me pareciese, para intentar frenarlo. Así que sin perder un instante más agarré el acero tendido en el suelo de Hisoka para amenazar con la punta el cuerpo caído de la joven.
- ¡Si das un paso más le corto la cabeza ahora mismo! - espeté intentando impregnar sus palabras con la máxima confianza posible. - Ríndete ahora mismo y al final acaberéis todos vivos... Pero si das un paso más, la chica no verá un mañana - proseguí mientras acercaba el acero hasta acariciar la piel de Hisoka para que viese que no bromeaba. - Tienes pocos segundos para decidirte, ya que los refuerzos caerán sobre vosotros como lo hace la dura ventisca sobre Drumm - mentí de últimas buscando arañar aunque fuesen unos segundos.
En su fuero interno deseaba que sus palabras fuesen ciertas y apareciesen refuerzos ocultos de alguna parte, pero bien sabía que con su suerte como mucho llegarían más personas pertenecientes al clan Harada en vez de marines.
-Puta vida... - pensé al verme en el problema que me estaba metiendo.
- ¡Vamos, dadle duro! - animé al final sin poder reprimirme a los marines que quedaban en pie y que comenzaban a arrinconar al patriarca de los delincuentes contra uno de los árboles que nos rodeaban.
Con todo el subidón pensé que si me unía a la refriega quizás podíamos sentenciar el combate sin que llegasen más refuerzos, pero antes siquiera de que terminase de pensar en ello una voz sesgó el hilo de mis pensamientos e hizo que girase la cabeza en busca de la fuente.
- Mal rollito... - pensé cuando vi quien era la persona que llegaba. No solo porque no eran refuerzos para su bando, sino porque al mirar a la persona que avanzaba a por ellos sintió que estaba mirando un mal reflejo suyo. Una vez me habían hablado sobre un espectáculo itinerante que se basaba en una caseta llena de espejos, los cuales según contaban mostraban tu reflejo de forma distorsionada cuando te ponías ante ellos y no pude evitar pensar en ello cuando vi una copia fea y barata de mí mismo. En cualquier otra ocasión seguramente hubiese parado a Hiroyuki para preguntarle si tenía algún bastardo por ahí... Pero dado que este, tras la llegada de su verdadero hijo, se había vuelto un poco loco decidí que mejor no era momento para preguntas estúpidas y sí para pensar en como salir ileso ante su furia.
Era consciente de que sus opciones eran realmente escasas. Si había podido noquear antes a la chica armada había sido gracias a la jugarreta y a la suerte... Pero mi cenizo natural me gritaba que esta vez la segunda no iba a hacer nada más por mí, así que si quería mantenerme vivo iba a tener que recurrir de nuevo a la segunda para intentarlo.
Podía ver como el hombre acortaba los metros que lo separaban con paso frenético, luciendo en su mirada un odio intenso que gritaba promesas de venganza. Si el hombre no portase ese imponente acero quizás me hubiese planteado enfrentarlo directamente, pero su experiencia en combate se reducía a pequeñas peleas de bar donde siempre imperaban los puños y casi nunca el acero, por lo que tuve que recurrir a la única treta, por muy sucia que me pareciese, para intentar frenarlo. Así que sin perder un instante más agarré el acero tendido en el suelo de Hisoka para amenazar con la punta el cuerpo caído de la joven.
- ¡Si das un paso más le corto la cabeza ahora mismo! - espeté intentando impregnar sus palabras con la máxima confianza posible. - Ríndete ahora mismo y al final acaberéis todos vivos... Pero si das un paso más, la chica no verá un mañana - proseguí mientras acercaba el acero hasta acariciar la piel de Hisoka para que viese que no bromeaba. - Tienes pocos segundos para decidirte, ya que los refuerzos caerán sobre vosotros como lo hace la dura ventisca sobre Drumm - mentí de últimas buscando arañar aunque fuesen unos segundos.
En su fuero interno deseaba que sus palabras fuesen ciertas y apareciesen refuerzos ocultos de alguna parte, pero bien sabía que con su suerte como mucho llegarían más personas pertenecientes al clan Harada en vez de marines.
-Puta vida... - pensé al verme en el problema que me estaba metiendo.
Kenzo Nakajima
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Akuma no mi
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Tu poco honorable pero sorpresiva maniobra pilla por sorpresa a Hiroyuki, que se detiene en seco. Su expresión facial parece pasar de la ira más ardiente a la desesperación, y nuevamente a la ira. Daba la sensación de no saber qué hacer, hasta que finalmente lanza su arma al suelo, rabioso. Su mirada es de preocupación y abatimiento, siendo plenamente consciente de que la vida de su querida hija está en sus manos. Casi sin voz debido a la frustración y a la rabia, exclama mirándote:
- ¡Así que el Gobierno Mundial se vale ahora de trucos tan rastreros como este! ¡Espero que estéis orgullosos de utilizar a mi propia hija en mi contra! ¡Han, suelta las armas! ¡No podemos permitir que deguellen a tu hermana como si fuera un cerdo!
El joven, haciendo caso a su padre, dejó caer también su arma. Ambos se entregan pacíficamente. Los marines, aliviados, maniatan a ambos. Contentos de haber cumplido con éxito la misión, te miran mientras uno de ellos, con galones de Sargento, te dice:
- Muchas gracias, chico. Sin tu ayuda no habríamos podido capturar a estos tipos. En consideración con ello, se te otorgará la prerrogativa de pedir la recompensa existente por sus cabezas. Y ahora nos los llevaremos al cuartel para interrogarles. Debemos enterarnos cuanto antes de dónde están los sobrinos del rey.
Ahora tienes dos opciones. Puedes acompañar a los marines hacia el cuartel, o puedes indagar un poco en los alrededores. ¿Qué harás?
- ¡Así que el Gobierno Mundial se vale ahora de trucos tan rastreros como este! ¡Espero que estéis orgullosos de utilizar a mi propia hija en mi contra! ¡Han, suelta las armas! ¡No podemos permitir que deguellen a tu hermana como si fuera un cerdo!
El joven, haciendo caso a su padre, dejó caer también su arma. Ambos se entregan pacíficamente. Los marines, aliviados, maniatan a ambos. Contentos de haber cumplido con éxito la misión, te miran mientras uno de ellos, con galones de Sargento, te dice:
- Muchas gracias, chico. Sin tu ayuda no habríamos podido capturar a estos tipos. En consideración con ello, se te otorgará la prerrogativa de pedir la recompensa existente por sus cabezas. Y ahora nos los llevaremos al cuartel para interrogarles. Debemos enterarnos cuanto antes de dónde están los sobrinos del rey.
Ahora tienes dos opciones. Puedes acompañar a los marines hacia el cuartel, o puedes indagar un poco en los alrededores. ¿Qué harás?
- Si les acompañas al cuartel:
- Felicidades, el moderado ha terminado. Puedes optar como premios por él a lo ya obtenido, que son las botas y la recompensa por atrapar a los Harada.
- Si te quedas rastreando la zona:
- Después de mucho buscar es posible que, si te fijas lo suficiente, veas una mochila a lo lejos. Si la abres verás que contiene un viejo mapa que parece corresponder a los bosques en los que te encuentras. Hay una X de color negro dibujada en un lugar que, si tienes mínimas nociones sobre cartografía, sabrás que se encuentra al suroeste de tu posición, a unos cuatro kilómetros.
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Akuma no mi
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Mantuve la posición y el gesto de forma firme mientras veía mutar la cara del hombre cuando amenacé la vida de su hija. Como huérfano no entendía muy bien qué sentimiento podía embargarle exactamente, pero por suerte para mí terminó imperando la rendición y el tipo no se atrevió a arriesgar la vida de su hija. Una parte de mí dudaba que hubiese llegado a correr un peligro real... Aunque eso lo omití y dejé que el tipo se despachase a gusto. Al fin de cuentas iba a pasar un tiempo a la sombra... Y como bien me dijo el marine que se me acercó había sido en parte gracias a mí.
- Me alegra haber sido de ayuda. Ahora la villa dormirá más tranquila - siguió fingiendo que lo importante para él era la ciudad y no la recompensa monetaria. - Por un momento esperé que apareciese un ejército de malas copias que terminarían arrasándonos... Pero bueno, ya da igual. Al final todo salió bien y no tenemos que lamentar pérdidas.
Al sentirme seguro no pude evitar que la tensión acumulada durante todo el plan se hiciese patente en mi cuerpo. No había tenido que luchar mucho para sobrevivir al final, pero había tenido que agudizar su sentido de supervivencia al máximo para salir indemne y en parte me encontraba extenuado. Había acabado su trabajo con la captura del clan Harada, por lo que ya solo tenía que esperar a que realizasen los trámites correspondientes para recoger su recompensa. La vida parecía sonreírle por una vez, así que no quería pasar el resto del día encerrado en el cuartel entre gente con la que no compartía nada. Ahora que todo había pasado se respiraba en el bosque una calma seductora, por lo que no me pude resistir a realizar uno de mis pasatiempos favoritos... No hacer nada.
- Oye, sino os importa me pasaré más tarde por el cuartel - informé. En realidad me daba igual que les importase o no... Porque pensaba quedarme un rato vagueando sí o sí. Eran demasiadas emociones las que acababa de vivir y me había ganado un descanso. - Así que luego nos vemos... Sino me come un chacal traicionero antes - me despedí mientras pensaba donde poder tirarme tranquilo y a salvo.
Esta zona de la isla no la conocía lo suficientemente bien como para tener uno de sus lugares de descanso, por lo que me costó varios minutos encontrar una zona en la que estar cómodo. Había un árbol de ramas bajas y gruesas que parecía gritarme que me tumbase en él, por lo que tras estar seguro de que no estaba infectado de bichos que me jodiesen la siesta me subí a él dispuesto a descansar... Aunque antes me echaría un cigarrito. Me lo había ganado, así que resbusqué entre mis bolsillos hasta dar con un pitillo suelto. Estaba doblado y agurrado, pero por suerte no estaba roto. El humo consiguió que la tensión que quedaba en mi cuerpo se evaporase, dejándome por fin relajarme y disfrutar del paisaje.
La quietud del bosque tiene su belleza especial. Es cierto que durante las noches cerradas puede despertar miedos latentes que uno creía olvidados desde la niñez, pero por el día... Por el día todo cobraba una vida diferente. Las hojas de los árboles brillaban con un verde intenso bajo loa rayos del sol, las flores resplandecían con sus vivos colores como si fuesen jovencitas estrenando vestido nuevo, la mochila se mostraba... - Coño, una mochila - solté al ver el objeto desde las alturas. La curiosidad consiguió sobreponerse a la vagueza y fui a verla más de cerca. No me fiaba de que podía esconder en su interior, por lo que arranqué una ramita para hurgar en ella desde lejos. Quizás anidaba allí una serpiente o contenía una bomba, así que mejor prevenir, ya que no quería morir ahora que iba a cobrar mi primera recompensa.
- ¿Eso qué es lo qué es? - me pregunté cuando vi una especie de papel enrrollado. No era nada tan emocionante como una serpiente, pero quizás había escrito algo interesante en él. Solté el palo y cogí el papel para echarle un vistazo. Seguramente era la lista de la compra de alguien o alguna carta ñoña de enamorados... - Esto debe ser una broma - pensé mientrasi cabeza iba del contenido del papel hacia todos lados.
Entre mis manos parecía tener una especie de mapa del tesoro. Siempre había oído a otras personas en la taberna hablar de sobre mapas como este. Nunca había podido comprender como la gente era tan estúpida de olvidar donde había guardado algo valioso. Yo nunca olvidaba donde escondía un buen trozo de chatarra para venderlo más tarde, por lo que nunca me había terminado de creer que existiese uno de estos de verdad. Volví a echar un vistazo en busca de algún malnacido marine, pero tras cerciorarme de que no había nadie espiándome en los alrededores riéndose de mí, devolví mi atención al mapa. Tardé un rato en darme cuenta que el mapa podía representar la zona en la que estaba. Sino fuese porque siempre me había interesado el mundo de la navegación quizás no me hubiese dado cuenta de los detalles necesarios, pero como por suerte mi deseo siempre había sido salido salir de este cochambroso vertedero sí que sabía algo sobre el tema. Me sitúe más o menos en la dirección que apuntaba y comencé a andar. El sitio no parecía estar muy lejos, por lo que tampoco perdía nada.
- Me alegra haber sido de ayuda. Ahora la villa dormirá más tranquila - siguió fingiendo que lo importante para él era la ciudad y no la recompensa monetaria. - Por un momento esperé que apareciese un ejército de malas copias que terminarían arrasándonos... Pero bueno, ya da igual. Al final todo salió bien y no tenemos que lamentar pérdidas.
Al sentirme seguro no pude evitar que la tensión acumulada durante todo el plan se hiciese patente en mi cuerpo. No había tenido que luchar mucho para sobrevivir al final, pero había tenido que agudizar su sentido de supervivencia al máximo para salir indemne y en parte me encontraba extenuado. Había acabado su trabajo con la captura del clan Harada, por lo que ya solo tenía que esperar a que realizasen los trámites correspondientes para recoger su recompensa. La vida parecía sonreírle por una vez, así que no quería pasar el resto del día encerrado en el cuartel entre gente con la que no compartía nada. Ahora que todo había pasado se respiraba en el bosque una calma seductora, por lo que no me pude resistir a realizar uno de mis pasatiempos favoritos... No hacer nada.
- Oye, sino os importa me pasaré más tarde por el cuartel - informé. En realidad me daba igual que les importase o no... Porque pensaba quedarme un rato vagueando sí o sí. Eran demasiadas emociones las que acababa de vivir y me había ganado un descanso. - Así que luego nos vemos... Sino me come un chacal traicionero antes - me despedí mientras pensaba donde poder tirarme tranquilo y a salvo.
Esta zona de la isla no la conocía lo suficientemente bien como para tener uno de sus lugares de descanso, por lo que me costó varios minutos encontrar una zona en la que estar cómodo. Había un árbol de ramas bajas y gruesas que parecía gritarme que me tumbase en él, por lo que tras estar seguro de que no estaba infectado de bichos que me jodiesen la siesta me subí a él dispuesto a descansar... Aunque antes me echaría un cigarrito. Me lo había ganado, así que resbusqué entre mis bolsillos hasta dar con un pitillo suelto. Estaba doblado y agurrado, pero por suerte no estaba roto. El humo consiguió que la tensión que quedaba en mi cuerpo se evaporase, dejándome por fin relajarme y disfrutar del paisaje.
La quietud del bosque tiene su belleza especial. Es cierto que durante las noches cerradas puede despertar miedos latentes que uno creía olvidados desde la niñez, pero por el día... Por el día todo cobraba una vida diferente. Las hojas de los árboles brillaban con un verde intenso bajo loa rayos del sol, las flores resplandecían con sus vivos colores como si fuesen jovencitas estrenando vestido nuevo, la mochila se mostraba... - Coño, una mochila - solté al ver el objeto desde las alturas. La curiosidad consiguió sobreponerse a la vagueza y fui a verla más de cerca. No me fiaba de que podía esconder en su interior, por lo que arranqué una ramita para hurgar en ella desde lejos. Quizás anidaba allí una serpiente o contenía una bomba, así que mejor prevenir, ya que no quería morir ahora que iba a cobrar mi primera recompensa.
- ¿Eso qué es lo qué es? - me pregunté cuando vi una especie de papel enrrollado. No era nada tan emocionante como una serpiente, pero quizás había escrito algo interesante en él. Solté el palo y cogí el papel para echarle un vistazo. Seguramente era la lista de la compra de alguien o alguna carta ñoña de enamorados... - Esto debe ser una broma - pensé mientrasi cabeza iba del contenido del papel hacia todos lados.
Entre mis manos parecía tener una especie de mapa del tesoro. Siempre había oído a otras personas en la taberna hablar de sobre mapas como este. Nunca había podido comprender como la gente era tan estúpida de olvidar donde había guardado algo valioso. Yo nunca olvidaba donde escondía un buen trozo de chatarra para venderlo más tarde, por lo que nunca me había terminado de creer que existiese uno de estos de verdad. Volví a echar un vistazo en busca de algún malnacido marine, pero tras cerciorarme de que no había nadie espiándome en los alrededores riéndose de mí, devolví mi atención al mapa. Tardé un rato en darme cuenta que el mapa podía representar la zona en la que estaba. Sino fuese porque siempre me había interesado el mundo de la navegación quizás no me hubiese dado cuenta de los detalles necesarios, pero como por suerte mi deseo siempre había sido salido salir de este cochambroso vertedero sí que sabía algo sobre el tema. Me sitúe más o menos en la dirección que apuntaba y comencé a andar. El sitio no parecía estar muy lejos, por lo que tampoco perdía nada.
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Pese a tu poca destreza en la lectura de mapas, tras un rato de camino (probablemente bastante más largo de lo que debería haber sido, pero qué se le va a hacer, es lo que tiene ser un inútil en cuanto a cartografía) llegas a lo que parece una pequeña cueva. Si entras verás que es bastante profunda, y en el fondo de ella verás a dos varones jóvenes sentados en el suelo. Se encuentran atados espalda contra espalda, y alrededor de los tobillos de cada uno de ellos una cuerda los inmoviliza por completo. Están también amordazados. Parecen tener más o menos tu edad, pero sus ropas están adornadas con lujosos detalles y tienen aspecto de ser realmente caras. Portan joyas no demasiado ostentosas y, aunque se encuentran sucios, están ilesos. Por su aspecto dan la sensación de ser personas ricas e importantes.
¿Qué harás, joven cazarrecompensas? ¿Decidirás liberar a los dos prisioneros o les abandonarás a su suerte? Y en caso de decidir hacer lo primero, ¿cómo lo harás?
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