Voces [Privado] [Lily Morgan][Katharina]

Quién iba a pensarlo, ¿eh? Hacía muchos años estuvo en esa isla, cuando la chica aún formaba parte del cuerpo militara del Gobierno Mundial. En esa ocasión conoció a una importante pirata, quien usó el apodo de Saki. Desde ese momento hasta ahora habían pasado muchísimas cosas, como la muerte de su hermana menor y la tortuosa estadía en las Minas de Argoria. El mundo estaba cambiando lentamente, y poco a poco se hacía notar ese cambio. La desaparición del shichibukai más fuerte, Madara, también fue un hecho importante Ese cabrón le debía un favor y se había marchado sin pagárselo, vaya suerte la suya.  En fin, el tiempo significaba cambios, y ella ahora visitaba aquella isla bajo un propósito: responder a la petición de un viejo conocido.

Se detuvo frente a un edificio medio destartalado, tenía una que otra fisura en la fachada y apenas contaba con una puerta de madera sin cerrojo. Más de una ventana estaba rota y parecía que pronto se derrumbaría, sin embargo, por dentro rebosaba vida y fiesta. Desde fuera se podía oler la cerveza y el vómito, también se podía escuchar la música y las risas y gritos de los piratas que buscaban pasar un buen rato. La ciudad sin leyes, ¿eh? Sonaba bien para un pirata, alguien como Katharina, quien buscaba volverse más y más fuerte. Antes de ingresar al lugar le echó una ojeada a la carta medio arrugada que sostenía en sus manos:

“Estimada bruja:

Ha pasado mucho tiempo, ¿no es así? Espero que recuerdes las veces que te ayudé, cabroncilla, sobre todo cuando escapaste de esa fétida prisión de mala muerte. Tú y yo somos de la misma calaña y no nos andamos con rodeos, así que seré directo: necesito tu ayuda. Las cosas en el ejército revolucionario no andan muy bien, de hecho, cada vez hay menos rostros nuevos entre nosotros... y es preocupante. Mucho. ¡Maldita sea! Parece que ahora nadie quiere enfrentarse al Gobierno Mundial, y si las cosas siguen así, pronto habremos perdido. Te enteraste, ¿verdad? También desapareció un importante miembro de nuestro ejército: Krauser.

No quiero seguir lamentándome en esta carta, así que iré al grano. Necesito que le des un empujoncito a una recluta que está encendida. No te mentiré, buscamos gente fuerte y con ideales férreos, personas que puedan sernos de utilidad. Te conozco, bruja, y sé lo poderosa que eres. Seguramente tienes un par de trucos que enseñarle a una dulce jovencita, ¿verdad? Recuerda que en algún momento tú fuiste una inocente niña que buscó cobijo en los brazos erróneos. Si puedes enseñarle a vivir, te lo agradecería, pero más te agradecería que la vuelvas fuerte.

También sé que gustas del dinero, así que, si aceptas mi petición, no solo estaremos a mano, sino que también te pagaré una buena cantidad de berries. Suena tentador, ¿eh? Vamos, ¿qué dices? Lo pasarás bien. Ah, si decides entrenarla, no le comentes de tus alocadas ideas de conocer el viejo mundo.




Cuando la bruja escapó de las Minas de Argoria, Bon fue el primer hombre que le ayudó, aunque no por altruismo puro, sino para conseguir algo a cambio. Como todos en el mundo. Katharina jamás le había enseñado algo a alguien... ¿Qué debía hacer? Antes de preocuparse, necesitaba conocer a la persona. El muy idiota ni siquiera describió a la persona que entrenaría, tampoco colocó su nombre. Vaya cabrón, estaba hecho un completo desastre, con razón el Ejército Revolucionario estaba lejos de derrocar al Gobierno Mundial. Por suerte, tanto ellos como la pelirrosa contaban con un objetivo similar, así que de alguna u otra forma se estaría ayudando a sí misma.

Entró a la taberna de mala muerte y buscó un asiento ubicado en un rincón, alejada de los malditos piratas borrachos. Sin embargo, por muy distante que se encontrase, uno de ellos se le acercó. Se trataba de un hombre de veintiocho años, aproximadamente, y ojos marrones. Su nariz estaba roja y tenía el rubor típico de una persona ebria, además de moverse desequilibradamente. Vestía una camiseta blanca y medio destartalada, además de unos ajustados pantalones cafés. Se peinó su cabellera blanca con la mano y sonrió, enseñando una perfecta dentadura.

—D-Disculpa, t-t-te he visto al entrar y no pude evitar sentirme... a-ano... anona... ¡Maldición!

—Se dice “anonadado”, y lo siento, no estoy interesada en ti. Vine a este lugar con un propósito y nada más.

—Vamos, amiga, no seas así... ¿Q-Qué te parece si bailamos?

—Ya te dije que no estoy interesada —le respondió e inmediatamente después creó cinco estacas de hielo alrededor de su cuello—. Vete.

El muchacho, literalmente, se meó de miedo al encontrarse con filosas estacas alrededor de su cuello. ¡Qué situación más irónica! ¿No fue así como conoció a esa pirata de cabellos naranjas? Para ese entonces, no era ni quinto de lo fuerte que era ahora. Muchas cosas habían pasado desde ese momento, y la mayoría le hicieron cambiar su perspectiva del mundo y la vida. Cogió su jarra de cerveza y le dio un profundo sorbo, sintiendo el amargo sabor de ese brebaje ancestral. Muchos hombres le señalaban con el dedo por consumir alcohol de esa forma, pero poco y nada le importaba. Por otro lado, ya se estaba cansando de esperar a la persona que debía conocer.

El maldito revolucionario en ningún momento le señaló cómo era el recluta, vaya estupidez, ¿acaso pensaba que sus poderes eran divinos o qué? ¿Sabría cómo es él por obra de arte de magia? Sus poderes se eran limitados, no se trataba de un ser omnisciente capaz de saberlo todo. Fuese como fuese, tenía que reconocer a la persona que estaba destinada a sufrir su entrenamiento. Durante su tiempo en la Orden Carmesí sufrió todo tipo de castigos por fallar, su estadía junto a Rayne Bloodfallen fue tortuosa; si bien era un buen maestro, sus métodos eran... inusuales. ¿Cómo se suponía que le iba a entrenar? No tenía la creatividad ni los inventos tecnológicos de Marcus, así que, de todas formas, estaba en problemas.

Algo había que hacer para distinguir al novato... Primero, ¿por qué reunirse en una isla sin leyes? Era evidente: ausencia de marines, lo que aseguraba que pudieran entrenar con tranquilidad. Segundo, ¿por qué esperarla allí y no en otro lugar más público? Era una buena pregunta... Tal vez estaba en el lugar equivocado, pero ¿acaso no la mayoría de las juntas ocurrían en lugares como ese? Había demasiadas interrogativas y seguramente nadie sabría si había un chico o chica perteneciente al Ejército Revolucionario en esa taberna de mala muerte.

—En todo caso no es que esté apurada, ¿acaso tengo otras cosas que hacer? —Se dijo a sí misma— Seguramente sí... Debo continuar con mis estudios del lenguaje del viejo mundo, encontrar documentos ilegales del Gobierno Mundial, practicar mis hechizos... Sí, tengo muchas otras cosas que hacer en vez de estar aquí, esperando a un fantasma.

Y de pronto surgió la ocasión perfecta para saber quién era el susodicho. A la taberna entró un grupo conformado por siete personas; cuatro hombres y tres chicas. El líder parecía ser un sujeto delgado y bien vestido, con el cabello negro peinado hacia atrás mientras unas gafas de sol cubrían su vista, y era tan alto que casi tocaba el techo con su cabeza. A su derecha estaba parada una mujer de cabello ondulado y anaranjado, quien llevaba un traje elegante y femenino, compuesto por una blusa blanca y una chaqueta negra, del mismo color que su corta falda y altos tacos. ¿Qué clase de piratas eran...?

Sin más preámbulo, el líder empuñó su pistola y le disparó al tabernero, hiriéndole de gravedad en el pecho, y de pronto el silencio reinó en el lugar. Los piratas se miraron entre sí, como queriendo entender el por qué lo hicieron, pero no hubo explicación alguna. Simplemente entró y disparó, tal cual psicópata. Rápidamente un hombre de barba rancia y ojos negros desenfundó su sable, emitiendo un grito de guerra y lanzándose para vengar la muerte del buen hombre, aunque era un argumento un poco cuestionable. Como sea, el mismo sujeto que le disparó al tabernero, acabó con el pirata, ensartándole una bala entre ceja y ceja, haciendo gala de su puntería.

—Linia, limpia mis zapatos —le ordenó a la chica que estaba a su lado, una pelinegra de ojos violetas que vestía la misma ropa que la otra mujer—. Desde hoy en adelante todos ustedes serán mis esclavos, ¿entendido? Mi nombre es Mark Icon, un pirata con una recompensa de 189.450.000 berries. Dudo que alguno de ustedes, sucios y simples humanos, sea capaz de superarme.

Era demasiado escandaloso, según Katharina, pero por muy estúpido que pareciese debía tratarlo con seriedad. Esa recompensa no era tan alta como la de su capitán, Zane D. Kenshin, pero era para tomarla en serio. Seguramente había cometido muchos crímenes como ese, y no un gran acto que le hiciese famoso. Primero lo primero: terminar la jarra de cerveza para pedir otra. Seguramente a un hombre de su clase no le molestará que una dama beba el último trago antes de perder su libertad. Le dio un profundísimo sorbo y acabó con lo que quedaba de golpe, llenándose la boca de espuma.

Mark se volteó a ver a la pelirrosa del sombrero e inmediatamente apuntó con su arma y presionó el gatillo. Ni siquiera necesitó usar el mantra para ver los movimientos del estirado ese, únicamente haciendo gala de sus reflejos pudo esquivar la bala sin ningún problema, atravesando la pared de madera. En ese momento quedaron claras dos cosas: no tenía la suficiente puntería, y tampoco era un problema para la bruja. Sin embargo, ¿no era ese el momento para saber si en esa taberna de mala muerte había una persona capaz de cautivar su interés? ¿Un joven novato del Ejército Revolucionario? Seguramente una persona de esa línea saltaría a defender a un inocente civil, víctima de la fuerza opresora enemiga.

—Considérate hombre muerto.

Mark Icon:

Antes de que la pelirrosa pudiese hacer algo, alguien intervino. De pronto, la taberna fue víctima de un repentino ataque de serpientes, aunque unas muy peculiares. Una de ellas atacó al pirata en su entrepierna, causándole dolor y enojo. Se lanzó al suelo e intentó hacer de todo para que la agonía terminase, y pasado unos pocos minutos lo consiguió. Por otra parte, muchos de los piratas que se encontraban en ese lugar salieron corriendo, despavoridos. La bruja inmediatamente se dio cuenta que aquella táctica había sido causada por un usuario, de lo contrario, ¿cómo explicaría las serpientes de tinta?

Cuando cesó el dolor, Mark miró enfurecido a los pocos presentes que quedaban, ordenándole a sus secuaces que impidiesen que más gente saliera de la taberna. La chica de cabellos ondulados cogió un fusil de asalto y le disparó a uno de los hombres que intentaba salir por la ventana, matándole en el act. Ninguno de esos piratas bien vestidos dudaba si matar o no. De repente, una mujer se acercó al líder y este abrió los ojos, impresionado. Una malévola sonrisa se dibujó en su rostro y su mirada se detuvo en una chica que intentaba salir escurridizamente del lugar.

—¿Así que esta ha sido? —La mujer asintió.

—Le vi hacer cosas raras estando debajo de la mesa —aseguró.

Mark Icon se acercó lentamente hacia la chica, sonriéndole con malicia al mismo tiempo que limpiaba su arma con un pañuelo. Se detuvo a unos pocos metros de ella y le apuntó con su pistola, preparado para disparar. «¿Ella fue la persona que detuvo a este...? Vaya, encima es usuaria de una fruta del diablo. ¿Estará relacionada con el maldito de Bon?», pensó antes de que el hombre disparase. Si era la recluta de la que el revolucionario le habló en la carta, no podía permitir que muriese. Por el momento le ayudaría y luego le preguntaría directamente si era la persona que buscaba, ya estaba cansada de seguir ese juego de misterios. Qué estupidez.

La pelirrosa se incorporó de su asiento y rápidamente hizo un gesto de la mano, a lo que varios pilares de roca sólida emergieron del suelo, atravesando el brazo y la pierna izquierda del hombre. No solo él fue dañado, sino que el pilar puntiagudo le atravesó el corazón a la chica de cabellos ondulados, acabando inmediatamente con su vida. Lo mismo pasó con la mayoría de los compañeros de Mark, y los que sobrevivieron salieron corriendo de allí, rompiendo la formación que su capitán les ordenó mantener. La sangre comenzó a caer de las heridas del pelinegro y su cara no mostraba más que dolor.

—Te dije que te consideraras hombre muerto —le espetó la pelirrosa, dando un paso hacia delante—. Tú, ¿conoces a Bon? —Le preguntó a la chica.

—Maldita... ¡¿Qué diablos eres?!

Katharina estaba cansada ya de tener que lidiar con ese sujeto... Tenía una recompensa bien alta, pero era demasiado débil como para considerarse un buen pirata. Cualquier otro hombre habría esquivado o bloqueado aquellos pilares que hizo emerger del suelo. ¿Acaso ni siquiera era capaz de usar mantra?

—Qué pesado eres, macho, ¿es que quieres perder la vida como tus hombres?

La chica de las serpientes respondió lo que la pelirrosa necesitaba escuchar, aunque el maldito de Bon también le había hecho una mala jugada. ¿Hacerle creer que él mismo la iba a entrenar? Vaya, el hombre sí que era bueno rompiendo ilusiones. Por muchos era considerado un héroe del Ejército Revolucionario, así que la bruja supuso que a una recluta le hubiese gustado ser entrenada por alguien así. Y a Kat también. Estaba perdiendo su tiempo al tener que ayudar a alguien a volverse más fuerte, ¿es que acaso no podía buscarse un propio maestro? En fin, deudas son deudas, y en todo caso sacaría provecho de todo eso.

Le hizo una buena pregunta: ¿qué le ocurriría al pirata, Mark Icon? Entró y asesinó a varias personas, gratuitamente, y luego intentó matar a la pelirrosa. Sus acciones eran ya deplorables e imperdonables, por lo que únicamente quedaba una opción. Matarle sería demasiado fácil, pero ¿dejarle vivir con el orgullo herido? Era un severo castigo, sobre todo sabiendo que por mucho que quisiese hacerle algo, no podía. Era débil, y su debilidad era su propia piedra que lo estancaba.

—Vivirá —respondió después de estar unos segundos en silencio—. Vivirá sabiendo que aunque quiera vengarse, no podrá hacerlo porque es débil —se acercó y le dio una suave cachetada—. ¿No es cierto, Mark?

El pelinegro le miró con desprecio, como queriendo hacer algo, pero los pilares de rocas le impedían moverse y sus heridas comenzaron a agravarse. En todo caso, si alguien quería hacerle pagar por lo que hizo, no se opondría, después de todos estaban en una isla libre y cada uno podía hacer lo que se le diera la gana, asumiendo las consecuencias, claro. Ahora la pelirrosa tenía que ocuparse de otro asunto: la chica.

—Para tu agrado o no, Bon no te entrenará personalmente —le confesó—, de hecho, me ha pedido que haga su trabajo. Soy Selene, la persona encargada de que salgas de esta isla siendo una persona diferente... Una mucho, mucho más fuerte.

Así que su nombre era Lily, ¿eh? Parecía una chica de las buenas, un espíritu libre encerrado en un mundo siniestro y opresor, como lo fue en su día la misma Katharina. No le impresionaba que su alumna mostrase algo de desconfianza, de hecho, le sorprendió que haya decidido seguirla, consciente de lo que era capaz de hacer. La primera lección que le daría sería en la de no confiar en nadie, pues muchas personas ocultaban sus verdaderas intenciones, buscando el momento para clavar sus garras y obtener lo que quieren. En todo caso, primero tenía que buscar un lugar para entrenar, ¿y qué mejor que en las afueras de la ciudad, donde nadie podría molestarles?

Miró por última vez al humillado pirata, recordándole que no importaba lo mucho que lo intentara, jamás podría tocarle un solo pelo.

—Hoy mismo, no tengo mucho tiempo —le dijo para luego suspirar y relajarse, siempre que luchaba contra alguien sus músculos se tensaban—. Iremos a las afueras de la ciudad, donde nadie nos moleste.

La pelirrosa salió de la taberna, esperando que Lily le siguiera de cerca y no se perdiera, estar en ese pueblo no era precisamente una buena idea. Había muchos piratas que intentarán abusar de dos chicas aparentemente indefensas, y la bruja no podía dejar que su alumna muriese antes de aprender algunas cosas.

—Es importante que conozcas algunos conceptos, Lily —le diría en el camino, si es que le seguía—. Ah, y debo recordarte una cosa, no importa si mueres una o dos veces en el entrenamiento, me encargaré de que vuelvas a abrir los ojos —le comentó a modo de burla con una sonrisa en el rostro, no pretendía hacerle sufrir, pero si moría usaría sus poderes mágicos para revivirla y cumplir con su promesa—. El haki es una fuerza misteriosa que se encuentra en cada ser viviente de nuestro mundo, no es muy diferente a la vista o al olfato, pero como tal debemos entrenarlo. Existen dos tipos de haki común, y hay un tercero que solo un reducido grupo de personas posee.

»En términos simples, el haki es la capacidad de sentir y utilizar la energía espiritual. El kenbunshoku haki es una especie de sexto sentido y nos permite escuchar las voces del mundo. Cada ataque, pensamiento y palabra, posee voluntad —le explicó, procurando que le siguiera el paso—, y es lo que nos permite percibir. Por otro lado, el busoshoku haki nos permite plasmar nuestra voluntad para crear una armadura para protegernos, e incluso fortalecer nuestros ataques. Finalmente, el haoshoku haki es un tipo raro de haki que sólo uno en un millón puede usar, y otorga al usuario la capacidad de dominar la voluntad de otro.

Antes de salir del pueblo, la bruja hizo algunas compras indispensables para sobrevivir algún tiempo en el bosque... Pretendía ayudarle durante dos meses, y esperaba de verdad que aprendiera lo suficiente. Eso sí, si mejoraba en una semana, mucho mejor sería para ella. Por otro lado, dónde dormir no era un problema para nadie puesto que la pelirrosa podía usar un poco de magia y construir una casa con lo necesario. Tras varios minutos de caminata, llegó a un bosque apartado de la civilización, lugar donde comenzaría el entrenamiento de Lily para volverse una importante miembro de la revolución.

La pelirrosa negó con la cabeza ante la pregunta de Lily, pues lo único que su alumna necesitaba era la motivación de volverse más fuerte. Primero lo primero... Katharina debía metodizar el entrenamiento de la revolucionaria, ir paso a paso. Tenía una idea acerca del poder de la chica, de hecho, le parecía muy interesante. Sin embargo, si pretendía enfrentarse a usuarios realmente poderosos, sus dibujos no le servirían de nada, sobre todo si le tocaba pelear contra un usuario logia. Esos malditos sí que eran un dolor de cabeza...

Katharina sonrió cuando escuchó que a su alumna le preocupaba la muerte, y tenía mucho sentido, mucho. Sin embargo, solo estaba bromeando. Hasta ahora no conocía a nadie que hubiese muerto en un entrenamiento, aunque ella tampoco había entrenado a alguien... ¿Y si intentaba plasmar lo que vivió con Rayne? ¿Sería demasiado duro...? Solo había una forma de averiguarlo. El verdadero objetivo era volverla más poderosa, no solo despertar el busoshoku haki, por lo que si luchaban, se fortalecería.

—Ponte en posición de defensa —le ordenó—. Primero quiero ver de qué eres capaz.

Claro que no iría en serio, solo era una jovencita... E-Espera, ¿qué edad tenía...? Parecía unos pocos años menor que ella, pero aun así la diferencia de poder era absurda. Cuando la bruja comenzó con su viaje, solo tenía diecisiete años y ya era capaz de usar poderosos conjuros, tales como revivir muertos y convocar poderosas explosiones. En fin, no es que se sintiera una vieja y todo eso, solo pensaba en qué cosas vivió Lily.

Creó un par de estacas sobre ella y las lanzó a toda velocidad, buscando ambos muslos de Lily. Si impactaban, quedaría una fea herida y probablemente el entrenamiento de hoy se terminaría. Podía esquivar, aunque no serviría para despertar el busoshoku haki. Las opciones eran varias, pero ¿qué haría?

La chica consiguió zafarse del ataque de Katharina, protegiéndose correctamente de la estaca de hielo que le lanzó, aunque si seguía corriendo de nada serviría el entrenamiento, puesto que uno de los objetivos era despertar su haki de armadura. El miedo terminaría siendo su peor debilidad, únicamente el dolor le haría mejorar y si no estaba dispuesto a sacrificar su propio cuerpo, lo mejor era que se retirase. Katharina le haría ver que las cosas debía tomárselas en serio, el Ejército Revolucionario no necesitaba idealistas en sus filas, personas que creían que mediante las palabras harían algún cambio. Por el contrario, necesitaba militantes pragmáticos capaces de llevar la lucha a sus puños.

Deshizo la estaca de hielo para mostrarle la verdadera fuerza, lo que necesitaba lograr ser. Katharina era capaz de soportar el frío del hielo creado, por lo que formó dos espadas de hielo, en cada una de sus manos. No era especialmente buena con aquellas armas, demasiado... sencillas, pero servirían para entrenar a Lily. No estaban demasiado afiladas, aunque si no se protegía con haki de armadura, dejarían un fino corte en sus brazos, piernas o abdomen. Por otro lado, si la revolucionaria quería convertirse en una auténtica luchadora, debía ser capaz de enfrentar a personas como la pelirrosa.

—Espero que estés preparada, pues ahora voy en serio —le advirtió.

Dio la impresión de que se teletransportó justo frente a su alumna, pero en realidad no fue más que una rápida sucesión de pasos que le permitieron moverse instantáneamente hacia su oponente. Una vez estuvo frente a Lily, dejó escapar un tajo cruzado que buscaba cortar el pecho y abdomen de la revolucionaria, dejando por lo menos una herida de unos cuántos centímetros de profundidad.  Podía escapar, sí; podía esquivar el ataque, pero eso no le haría sentirse más fuerte. ¡Plasma tu voluntad!, pensó para sí misma Katharina, intentando controlar la fuerza con la que atacó.

En caso de que la muchacha haya decidido esquivar el tajo cruzado, Katharina le seguiría los movimientos y terminaría arremetiendo contra ella, realizando una doble estocada a la altura del corazón. Por el contrario, si se defendía y efectivamente conseguía despertar el haki de armadura, retrocedería para replantearse su estrategia y luego seguir atacando.

Cosillas usadas:

Al menos lo consiguió, temporalmente, pero lo hizo. Por un instante, antes de ser golpeada, los brazos de Lily fueron recubiertos por la voluntad de protegerse a sí misma, frenando en parte el corte provocando por las espadas de hielo de Katharina. Producto del impacto, estas fueron completamente destruidas, reventándose en cientos de pequeñas astillas que no provocaron daño alguno. La bruja pensó que si quería volver más fuerte a su contrincante, ella también debía mejorar. Contaba con decenas de técnicas y su mantra era bastante agudo, pero no así su haki de armadura. Tal vez sería pasarse, pero también intentaría plasmar su fuerza de voluntad en sus armas. Por alguna razón, se sentía motivada, pero era incapaz de comprender el por qué.

Soltó una sonrisa maliciosa y creó otras dos espadas de hielo, empuñando una en cada mano. Cerró los ojos y suspiró, al mismo tiempo que una suave brisa veraniega despeinaba sus cabellos rosas. Cuando abrió los ojos, las armas de Katharina fueron bañadas con una especie de brillo negro, recordando la oscuridad de la noche. Le advirtió a su alumna que tuviese cuidado y no se confiase. No tenía intención de ir con todo, tampoco de matarle, pero sí hacerle entender que cualquier enfrentamiento era de vida o muerte; uno serio, por supuesto. Esprintó lo más rápido que pudo, esquivando árboles y arbustos, y para cuando hubo llegado a Lily, realizó un tajo cruzado. El ataque, en comparación al anterior, era mucho más fuerte, puesto que estaba cargado con la fuerza de voluntad de la bruja. Por un momento, antes de concretar el movimiento ofensivo, pareció que el tiempo se detuvo. Si Lily había conseguido despertar el haki de armadura, ella también sería capaz de perfeccionarlo. Si su aprendiz, una chica que seguramente no había tenido ningún combate donde su vida estuviese en peligro, consiguió frenar su ataque, Katharina sería capaz de reforzar sus espadas, no con el fin de causarle más daño, sino que para demostrarle que ella también podía mejorar.

La pelirrosa dedujo que Lily tenía unas pocas opciones. La primera era esquivar el ataque, rodando hacia cualquiera de los dos lados, incluso hacia atrás; también estaba la posibilidad de recibirlo e intentar bloquearlo con sus antebrazos, pero las posibilidades de que el haki de armadura continuase eran muy bajas. Suplicar que se detuviera también era una alternativa, aunque dudaba que alguien fuese tan cobarde como para tomarla en cuenta. Sea como sea, Katharina no dudó un segundo en terminar su ataque de espadas cruzadas, buscando realizar un ligero corte en el estómago y pecho de la chica. En el peor de los casos, caería desmayada producto del impacto, aunque ella se aseguraría de que no quedase con cicatrices.

—Tomemos un descanso —le diría, independiente del resultado de aquel ataque.

Para impresión de Katharina, la chica consiguió esquivar correctamente el ataque, aunque de una forma demasiado… sencilla, a su parecer. No sabía que únicamente bastaba echarse para un lado para esquivar un rápido ataque como el que hizo. En fin, le daba igual, no estaba buscando ganar el combate ni mucho menos, únicamente enseñarle a cómo defenderse. Sin embargo, su idea cambió cuando Lily consiguió asestarle un golpe con el palo que tenía en sus manos. El cuerpo de Katharina era medianamente resistente, así que no produjo mayores daños, de hecho, apenas lo sintió. Por un segundo pensó en atacarle en serio, pero luego recordó que solo se trataba de un mero entrenamiento que pronto se volvería más intenso. Suspiró e intentó controlar su corazón.

Estaba a punto de responderle cuando un crujido llamó la atención de Katharina, el cual provino de la mochila de esta. ¿Qué podía provocar ese peculiar sonido, similar al que hace un huevo cuando…? Sus ojos se abrieron de par en par cuando recordó lo que aún guardaba. Pensaba que el mismo destino le había castigado por haber robado el huevo a ese Behir, el cual enfrentó en las cavernas de ya ni recordaba donde. Se apresuró para comprobar el estado de su reliquia, la cual llevaba más bien como un recordatorio. Vio unas patas azules emergiendo del huevo al mismo tiempo que un llanto demasiado escandaloso le hacía doler la cabeza. Era cierto: odiaba a los bebés, aunque no sabía si una de esas monstruosas criaturas contaría como un bebé.

—¡Mierda, mierda, mierda! —Se dijo una y otra vez— No estoy preparada para este momento, ¡no lo estoy! ¿Acaso seré madre…? No, no y no… ¡No estoy lista!

Siguiendo únicamente su instinto, cogió el huevo y lo llevó a un lugar con más espacio, sacándolo de entre medio de la bolsa y los demás objetos que llevaba. Manteniendo el contacto con la tierra, creó una especie de cuenca en donde echó un par de cubos de hielo, los cuales posteriormente derritió con fuego, creando algo de agua y calentándola para depositar a la criatura. No tenía idea de qué hacer con un recién nacido, ni siquiera conocía la dieta del Behir. Seguramente era un ser carnívoro, ¿o ya no recordaba los trozos de carne humana que había en la guarida de su madre o padre?

—Nunca pensé que sucedería esto —le confesó a Lily—. Llevo este huevo conmigo suficiente tiempo como para pensar que nada nacería. Por suerte, nunca estuve tan hambrienta como para pensar en cocinarlo.

Qué desafortunado… ¿Por qué tenía que nacer justo en medio de un entrenamiento? Ahora no solo tendría que preocuparse por el bienestar de su alumna, sino que también del Behir. Pronto estaría buscando comida para darle… Le encantaban los animales, cierto, una de las buenas razones por las que era una estupenda Domadora, pero ¿esa criatura contaba como uno…? Normalmente, los animales eran tiernos y buenos, no arrojaban rayos por la boca ni se comían personas completitas. Ah, y tampoco parecían serpientes cabreadas con el mundo.

—Cuando me ocupe de esto responderé tus dudas, Lily, de momento tengo que hacerme cargo… No soy buena con los nombres, ¿me ayudarías?

Nacimiento del Behir:

La pregunta de la chica era interesante... ¿Qué valores quería que el nombre de la bestia transmitiese? Por supuesto que nada de esperanza ni bondad, sino que muerte y destrucción. Era una criatura magnífica y le enseñaría a deshacerse de sus enemigos, perfeccionaría sus rayos y todo eso. No sabía si había una ley de Derechos de Behir que impidiera que un recién nacido entrenase junto a una revolucionaria, la verdad lo dudaba. Era el plan perfecto, pues no solo cumpliría con ayudar a Lily a volverse fuerte, sino que también le enseñaría a su nueva mascota lo duro y cruel que era el mundo. Seguramente, al tratarse de un ser vivo, podría aprender hakis y técnicas poderosas. Bien, estaba todo decidido ya: era hora de darle un nombre y retomar el entrenamiento.

Katharina sonrió orgullosamente, cogió a la pequeña criatura de piel escamosa y azul y la elevó, sosteniéndola con ambas manos.

—Su nombre será Sombra de la Muerte Aniquiladora —mencionó con tal orgullo que pareciera que iba en serio—. ¿Qué te parece, Lily?

Sin importar si le parecía un buen nombre, o uno realmente malo, iría a conseguir algo de comida con su nuevo amigo. Le mencionó a Liñy que no se preocupara, no tenía pensado posponer el entrenamiento. Al adentrarse en el bosque, sus ojos advirtieron la presencia de una pareja de aves que revoloteaban felizmente. «Serán la primera presa de Sombra de la Muerte Aniquiladora…», se dijo a sí misma. El pequeño Behir tenía el tamaño de un perro mediano y sus ojos no mostraban más que ganas de pelear y comer. Por un momento pensó que era lo más cercano a un hijo que podría tener, así que lo criaría como tal.

—Escucha, Sombra, este mundo está dividido en lobos y ovejas... Cazadores y presas, dime: ¿Te convertirás en un verdadero depredador? —Pareció que el bebé Behir le entendió por un momento, el cual frunció el ceño, algo que ni siquiera parecía ser posible... Pero lo hizo, acompañado de un gruñido de confianza— ¡Bien, así se habla! Ve y caza a esas dos criaturas aladas.

Todo pasó demasiado rápido... Al cabo de una hora, la bruja terminó volviendo al campamento montado. Su cabello estaba hecho un desastre al mismo tiempo que presentaba quemaduras. ¿Quién iba a pensar que Sombra se descontrolase y comenzase a lanzar rayos por todos lados? Dios, al parecer hacerle pelear contra dos pequeños pájaros fue demasiado. Bueno, daba igual, al menos quedó claro que no era ningún debilucho. En todo caso, aún no estaba preparado para entrenar con Lily, tendría que esperar un par de días, hasta que su capacidad motora fuese decente y no se cayese cada cinco metros. Por otro lado, Katharina pensó que ya era momento de entrenar seriamente... Su haki de armadura no era bueno, y ya para en el mundo en el que se encontraba debía fortalecerlo, de lo contrario, sería muy fácil acabar con ella.

—He vuelto, Lily —le dijo, si es que se encontraba allí—. Es hora de que retomemos el entrenamiento... Al parecer ya despertaste tu haki de armadura, pero ya es tiempo de que comiences a usarlo conscientemente.

Curioso era que Katharina tampoco dominaba el Busoshoku haki, pues siempre se dedicó a entrenar el mantra. En todo caso no tenía nada que ocultarle a Lily y juntas podrían mejorar en ese ámbito. La gran ventaja de la bruja era que conocía las misteriosas fuerzas y manifestaciones de la voluntad, además sabía cómo mejorar. Dejó a su nuevo hijo en un lugar donde no ocasionara problemas. Tenía la intención de enseñarle algunas cosas, pero primero debía ocuparse de su alumna. Cada vez que pensaba en que tenía una discípula se sonreía para sí misma, ¿quién iba a pensar que una mujer tan egoísta como ella estuviera entrenando a alguien? Claro que tenía un motivo, pues este era una devuelta de favores, pero también pudo haberse negado. Igual no quería problemas con el Ejército Revolucionario ni con Bonny, así que lo mejor era continuar con el entrenamiento y aprovechar el tiempo.

Pensó que era hora de dejar de subestimar a la chica, pues había demostrado ser bastante capaz. No solo esquivó casi sin dificultad sus ataques, sino que también tomó la iniciativa de contraatacar. Lily no parecía sentir miedo al arriesgarse, y eso le gustaba. Seguramente el Ejército Revolucionario necesitaba personas como ella. Dejando los pensamientos a un lado, desenfundó la Hoja de Argoria transformada en una lujosa katana cuya hoja emitía un intenso brillo azul.  

—No te mentiré, tampoco soy una experta en el haki de armadura —le confesó—. El mío es débil y seguramente es solo un poco superior al tuyo. En todo caso, lo que debes hacer es intentar plasmar tu voluntad en un arma o en tu cuerpo, ya elegirás. No basta que hagas movimientos raros —dijo con una sonrisa medio burlesca—, esto no se trata de posiciones sino de voluntad.

Sin previo aviso, la muchacha de cabellos rosados desapareció por un segundo para luego reaparecer justo frente a su discípula, intentando propinarle un tajo arqueado y horizontal, para luego ejecutar una voltereta en la misma dirección del corte y aprovechar el impulso para propinar un ataque descendente y en noventa grados. Era hora de dejar las idioteces, si Lily quería mejorar, debía enfrentarse a un verdadero reto. Y Katharina también. Bañó el filo de su arma con haki de armadura para reforzar el ataque, intentando causar aún más daño. En caso de que la revolucionara consiguiera zafarse de sus ataques, buscaría acortar la distancia y seguirle de cerca, evitando darle tiempo para tomar aire y pensar las cosas.

Cosas usadas: