Katharina von Steinhell
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Después de viajar durante casi una semana, con el propósito de llegar a Jaya, decidió hacer una parada. Era necesario descansar y relajarse, pues los próximos días serían complicados. ¿Cómo se suponía que entrenaría a una joven promesa del Ejército Revolucionario? Únicamente se comprometió a ayudarle a Bon porque este le ayudo tras su escape de las Minas de Argoria, de lo contrario, le habría ignorado. Quería alejar esa preocupación que tenía y relajarse, tener unas merecidas vacaciones... Desde que derrotó a Leonel, el agente del Cipher Pol 9, la Marina decidió tomar en serio a Katharina y enviar más hombres a cazarle.
Escuchó que la Isla Kyuuka era un lugar paradisiaco en donde podría pasar un buen rato sin necesidad de preocuparse por nada. Al llegar se impresionó de la forma que esta tenía... Más bien, se sorprendió por la gigantesca palmera que había en el centro y que, encima, sostenía un increíble hotel. Subió como pudo e ingresó al edificio, buscando la recepción para reservar una habitación. Eso de ser pirata no le iba muy bien... A pesar de robar, sus delitos eran únicamente por traición y derrotar a miembros del Gobierno Mundial, pero nada de saqueos y homicidios en masa. La idea de que el mundo le reconociese como una importante criminal le agradaba, pero al mismo tiempo chocaba con su creencia de mantener un perfil bajo, tal y como se le enseñó en la Orden Carmesí.
—Tal vez esto de la piratería no es lo mío...
¿Por qué se había vuelto pirata? Como una simple ciudadana podía jugársela al Gobierno, pero decidió seguir el otro camino... Se suponía que los piratas eran las criaturas más libres del mundo, pero lo único que sentía era una pesada carga sobre sus hombros. ¿En qué estaba pensando cuando renunció a la Marina? ¿Creía que sería agradable ser perseguida por un montón de imbéciles? Ya no podía renunciar, su historial había sido manchado por sus propias acciones, y, aunque a veces se cuestionaba la decisión que tomó, no se arrepentía. La única libertad que sentía era el no depender de nadie, no estar bajo las órdenes de nadie y vivir regida por sus propias ideas.
La recepcionista, una bella mujer de solo una ceja y varios granos en el rostro, le dio las llaves de la habitación 613. En ningún momento se dio cuenta que Katharina le pagó con monedas falsas y recién creadas gracias a su magia. «Qué malvada soy, he estafado a una mujer... ¡Esto no es lo que quiero!», se dijo a sí misma en sus pensamientos. Quería que el mundo le reconociese como una importante criminal, historiadora y ladrona, pero ¿acaso se estaba esforzando para conseguirlo? Su cabeza estaba hecha un asco, a pesar de que quería relajarse y descansar, los problemas seguían surgiendo en su mente.
Dejó las maletas en la habitación y salió a recorrer la isla, encontrando algo divertido que hacer. Al parecer había una enorme piscina, pero ella ni siquiera podía nadar... Tampoco era una mujer divertida que le gustase hacer bromas, de lo contrario, la habría congelado con personas y todo. En fin, al menos podría tomar sol. Katharina vestía un vestido veraniego de color amarillo con algunas flores rosas en la falda de este, la cual cubría hasta un poco más arriba de las rodillas. Un sombrero de paja le protegía del fuerte sol y unas grandes gafas circulares cuidaban sus ojos.
—Quizás encuentre algo interesante que hacer, como robar algo —se dijo a sí misma mientras salía de la recepción del hotel.
Escuchó que la Isla Kyuuka era un lugar paradisiaco en donde podría pasar un buen rato sin necesidad de preocuparse por nada. Al llegar se impresionó de la forma que esta tenía... Más bien, se sorprendió por la gigantesca palmera que había en el centro y que, encima, sostenía un increíble hotel. Subió como pudo e ingresó al edificio, buscando la recepción para reservar una habitación. Eso de ser pirata no le iba muy bien... A pesar de robar, sus delitos eran únicamente por traición y derrotar a miembros del Gobierno Mundial, pero nada de saqueos y homicidios en masa. La idea de que el mundo le reconociese como una importante criminal le agradaba, pero al mismo tiempo chocaba con su creencia de mantener un perfil bajo, tal y como se le enseñó en la Orden Carmesí.
—Tal vez esto de la piratería no es lo mío...
¿Por qué se había vuelto pirata? Como una simple ciudadana podía jugársela al Gobierno, pero decidió seguir el otro camino... Se suponía que los piratas eran las criaturas más libres del mundo, pero lo único que sentía era una pesada carga sobre sus hombros. ¿En qué estaba pensando cuando renunció a la Marina? ¿Creía que sería agradable ser perseguida por un montón de imbéciles? Ya no podía renunciar, su historial había sido manchado por sus propias acciones, y, aunque a veces se cuestionaba la decisión que tomó, no se arrepentía. La única libertad que sentía era el no depender de nadie, no estar bajo las órdenes de nadie y vivir regida por sus propias ideas.
La recepcionista, una bella mujer de solo una ceja y varios granos en el rostro, le dio las llaves de la habitación 613. En ningún momento se dio cuenta que Katharina le pagó con monedas falsas y recién creadas gracias a su magia. «Qué malvada soy, he estafado a una mujer... ¡Esto no es lo que quiero!», se dijo a sí misma en sus pensamientos. Quería que el mundo le reconociese como una importante criminal, historiadora y ladrona, pero ¿acaso se estaba esforzando para conseguirlo? Su cabeza estaba hecha un asco, a pesar de que quería relajarse y descansar, los problemas seguían surgiendo en su mente.
Dejó las maletas en la habitación y salió a recorrer la isla, encontrando algo divertido que hacer. Al parecer había una enorme piscina, pero ella ni siquiera podía nadar... Tampoco era una mujer divertida que le gustase hacer bromas, de lo contrario, la habría congelado con personas y todo. En fin, al menos podría tomar sol. Katharina vestía un vestido veraniego de color amarillo con algunas flores rosas en la falda de este, la cual cubría hasta un poco más arriba de las rodillas. Un sombrero de paja le protegía del fuerte sol y unas grandes gafas circulares cuidaban sus ojos.
—Quizás encuentre algo interesante que hacer, como robar algo —se dijo a sí misma mientras salía de la recepción del hotel.
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Tomarse un descanso... casi hasta sonaba raro tras los sucesos de los últimos meses. Desde que se había reencontrado con Syxel, todo había sido luchas, entrenamientos y trabajos peligrosos. Entre infiltrarse en la banda de pobres diablos a los que habían robado el Pandora, la batalla contra ellos y huir de la Marina no había tenido tiempo ni para coger el lápiz cinco minutos y desconectar un rato. Ni siquiera había podido aún pasar a limpio los bocetos que había hecho en el Archipiélago de los Ahogados. Tal vez debería haberse llevado la libreta a la isla para dedicar un rato a eso, pero no se le había ocurrido. En fin, qué le iba a hacer. No le vendría mal desconectar un rato y descansar la cabeza tras el estrés de las últimas semanas. No acababa de sentirse del todo cómodo desarmado pues se había acostumbrado a ir a todos lados con algún arma a mano, pero saber que aún así no estaba en absoluto indefenso ayudaba a que estuviese tranquilo. Y aunque no lograba relajarse del todo, manteniendo inconscientemente un estado de alerta constante, sí que agradecía el cambio de ambiente.
Iba vestido únicamente con un bañador rojo, dejando su musculoso y bronceado cuerpo al sol. Su gran estatura y las cicatrices de guerra (algunas claramente recientes, aunque ya sanas y cerradas) le daban un aspecto intimidante y fiero, y no eran pocas las personas que se apartaban de su paso o se quedaban mirándole con una mezcla de miedo y curiosidad. El guerrero se limitó a ignorarles y caminar tranquilamente hacia un chiringuito cercano a una piscina, despertando el interés de las personas cercanas que murmuraban entre ellas y lo miraban. A pesar de que no era demasiado raro que la gente se fijase en él, aquello se salía de lo común. Comenzaba a sospechar que su mero aspecto no era el causante de aquel revuelo. Algo intranquilo, tomó asiento en la barra con su habitual apariencia impertérrita y dijo al empleado.
- Un té helado. Rojo, por favor.
- ¡En seguida!
Aquella situación empezaba a ser algo estresante. Se sentó de espaldas a la barra, apoyando los codos en esta, y se dedicó a sostenerle la mirada a todo el que se fijaba en él hasta que les incomodaba lo suficiente para que la desviaran. No tardó en lograr que le dejaran tranquilo y aunque era consciente que seguían hablando de él, era un alivio no ser el centro de todas las miradas. Algo más relajado, cogió el vaso que le tendió el chico del chiringuito y le dio un sorbo a la infusión, observando el cielo despejado. ¿Qué estarían haciendo el capitán y el resto? Los había perdido de vista después de la comida y había acabado solo. Aquello no era algo que le preocupara porque conociéndolos estarían a salvo emborrachándose por ahí y metiéndose en bullas. No estaba de más tener un poco de silencio para variar.
Iba vestido únicamente con un bañador rojo, dejando su musculoso y bronceado cuerpo al sol. Su gran estatura y las cicatrices de guerra (algunas claramente recientes, aunque ya sanas y cerradas) le daban un aspecto intimidante y fiero, y no eran pocas las personas que se apartaban de su paso o se quedaban mirándole con una mezcla de miedo y curiosidad. El guerrero se limitó a ignorarles y caminar tranquilamente hacia un chiringuito cercano a una piscina, despertando el interés de las personas cercanas que murmuraban entre ellas y lo miraban. A pesar de que no era demasiado raro que la gente se fijase en él, aquello se salía de lo común. Comenzaba a sospechar que su mero aspecto no era el causante de aquel revuelo. Algo intranquilo, tomó asiento en la barra con su habitual apariencia impertérrita y dijo al empleado.
- Un té helado. Rojo, por favor.
- ¡En seguida!
Aquella situación empezaba a ser algo estresante. Se sentó de espaldas a la barra, apoyando los codos en esta, y se dedicó a sostenerle la mirada a todo el que se fijaba en él hasta que les incomodaba lo suficiente para que la desviaran. No tardó en lograr que le dejaran tranquilo y aunque era consciente que seguían hablando de él, era un alivio no ser el centro de todas las miradas. Algo más relajado, cogió el vaso que le tendió el chico del chiringuito y le dio un sorbo a la infusión, observando el cielo despejado. ¿Qué estarían haciendo el capitán y el resto? Los había perdido de vista después de la comida y había acabado solo. Aquello no era algo que le preocupara porque conociéndolos estarían a salvo emborrachándose por ahí y metiéndose en bullas. No estaba de más tener un poco de silencio para variar.
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Katharina caminó hasta la piscina, exhibiendo sus pálidas piernas y delgados brazos. Suspiró y luego se quitó las gafas, observando a su alrededor. Vio varias personas que se divertían, incontables familias que buscaban pasar un buen rato en ese lugar, pero por sobre todas las cosas notó a un hombre que reconoció de inmediato. Era alto, casi como un semigigante, y sus brazos eran musculosos; pudo ver varias cicatrices en el cuerpo del guerrero. ¿Cómo no reconocer a un pirata con una recompensa de 254.000.000?
Cuando la bruja fue marine, en ningún momento vio el wanted del pelirrojo que yacía tranquilamente sentado, bebiendo té. Recordaba nombres como el de Dexter, el hombre más fuerte del mundo. Al menos así le llamaban en los cuarteles. Sin embargo, ese guerrero era una de las caras nuevas. ¿Qué hacía en un lugar como ese...? ¿Acaso, después de liársela al Gobierno Mundial, buscaba relajarse? De un momento a otro, las cosas se volvieron muy interesantes... Si él estaba ahí, significaba que también estaba su tripulación, o era una probabilidad. También había piratas que viajaban solos, como la propia Katharina.
Se acercó al establecimiento y se sentó en la barra, a unos pocos centímetros del pelirrojo. Solo pidió un vaso de agua para calmar la sed y luego miró de reojo al pirata, intentando evaluarle visualmente. Parecía fuerte, mucho, pero Katharina hablaba de esa fortaleza física. ¿Acaso sería capaz de ganarle en un enfrentamiento? Como sea, si un pirata de 250 millones de recompensa se paseaba campantemente por la piscina, los problemas pronto llegarían. Y los problemas significaban marines. Probablemente a ella no le reconociesen, además podía cambiar fácilmente de apariencia.
—¿Es que eres demasiado tonto para pasearte como Pedro por su casa? —Le preguntó sin mirarle— Si tu intención era llamar la atención de todos, felicidades, lo has logrado.
Si no había marines cerca, pronto llegarían. Un pirata debía actuar disimuladamente y no caminar a la vista de todos, como queriendo decir: aquí estoy, vengan a por mí. Katharina no tenía ningún problema con que lo hiciera en otra isla, lejos de ella, pero no buscaba un enfrentamiento contra la Marina. Lo único que deseaba era descansar y alejar las dudas de su cabeza, pero al parecer no podría hacerlo por la presencia del pelirrojo.
Cuando la bruja fue marine, en ningún momento vio el wanted del pelirrojo que yacía tranquilamente sentado, bebiendo té. Recordaba nombres como el de Dexter, el hombre más fuerte del mundo. Al menos así le llamaban en los cuarteles. Sin embargo, ese guerrero era una de las caras nuevas. ¿Qué hacía en un lugar como ese...? ¿Acaso, después de liársela al Gobierno Mundial, buscaba relajarse? De un momento a otro, las cosas se volvieron muy interesantes... Si él estaba ahí, significaba que también estaba su tripulación, o era una probabilidad. También había piratas que viajaban solos, como la propia Katharina.
Se acercó al establecimiento y se sentó en la barra, a unos pocos centímetros del pelirrojo. Solo pidió un vaso de agua para calmar la sed y luego miró de reojo al pirata, intentando evaluarle visualmente. Parecía fuerte, mucho, pero Katharina hablaba de esa fortaleza física. ¿Acaso sería capaz de ganarle en un enfrentamiento? Como sea, si un pirata de 250 millones de recompensa se paseaba campantemente por la piscina, los problemas pronto llegarían. Y los problemas significaban marines. Probablemente a ella no le reconociesen, además podía cambiar fácilmente de apariencia.
—¿Es que eres demasiado tonto para pasearte como Pedro por su casa? —Le preguntó sin mirarle— Si tu intención era llamar la atención de todos, felicidades, lo has logrado.
Si no había marines cerca, pronto llegarían. Un pirata debía actuar disimuladamente y no caminar a la vista de todos, como queriendo decir: aquí estoy, vengan a por mí. Katharina no tenía ningún problema con que lo hiciera en otra isla, lejos de ella, pero no buscaba un enfrentamiento contra la Marina. Lo único que deseaba era descansar y alejar las dudas de su cabeza, pero al parecer no podría hacerlo por la presencia del pelirrojo.
Nassor
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Mientras se acababa su infusión observó pensativo a la piscina, con una ligera nostalgia de los días en los que aún podía nadar y refrescarse del calor diurno con sus hermanos en el oasis de villa Asdrubal. Contuvo un suspiro y mantuvo su gesto impersonal mientras recordaba días mejores, melancólico. No se arrepentía de nada y era feliz surcando los mares junto a Syxel, Balagus y el resto... pero no podía evitar recordar con añoranza aquella época en que todo era más sencillo. Un tiempo en que no tenía que estar dándole esquinazo a la muerte casi constantemente y en que sus mayores preocupaciones eran no dar la talla en su entrenamiento como guerrero o ser vencido por su hermano mayor en algún juego. Aún con todo, pese a lo que habían hecho, echaba de menos a su familia. Lamentaba terriblemente no haber sabido lidiar y suavizar el fuerte carácter de Set. La estupidez de la adolescencia le había hecho revolverse contra él y agudizar su personalidad paranoica y cruel, obligándole luego a tener que tomar medidas para evitar que alguien tan peligroso como él obtuviera el tesoro familiar. ¿Y para qué? Todo había sido en vano. Set volvía a tener a Shaitan y se había convertido en el heredero indiscutible. Pero eso cambiaría una vez...
- ¿Es que eres demasiado tonto para pasearte como Pedro por su casa? Si tu intención era llamar la atención de todos, felicidades, lo has logrado.
Giró la cabeza hacia su interlocutora, frunciendo el ceño. Esta era una mujer joven, casi una chiquilla, de pelo rojizo, más claro que el suyo. Bebía un vaso de agua y había hablado en un tono prepotente y sabiondo. Sin embargo, más allá de molestarle que interrumpieran sus pensamientos no se tomo como una ofensa sus palabras, como hubiese pasado con otras personas. ¿Que era una jovenzuela sin educación ni modales ningunos? Por supuesto, pero Nassor era lo bastante maduro como para dejar pasar aquello por alto y centrarse en el quid de la cuestión; en aquello que realmente debía llamar su atención. Por sus palabras era evidente que su sospecha de que había algo que estaba causando que llamase la atención más de lo normal era acertada. Sin embargo no acababa de caer en qué era, ¿su aspecto? ¿Sus heridas? No... había más gente con cicatrices por la zona.
- Sinceramente, no sé de qué hablas. Te agradecería que dijeras cuál es el problema - dijo, en tono serio pero calmado, con un gesto inescrutable en el rostro.
Por un momento no pudo evitar fijarse en su cuerpo y más concretamente en sus curvas, pero se obligó a desviar la mirada casi sin pensarlo. Un guerrero no debía distraer su mente con pensamientos lujuriosos y además contemplar a una mujer de aquella manera era un acto de lascivia extremadamente irrespetuoso. Que ella fuese una maldita exhibicionista que fuese mostrando sus carnes no le atribuía la culpa de quienes cedieran a sus bajos instintos; cada uno era dueño y esclavo de sus propios actos. Tal era el camino del guerrero que Shun-sensei le había mostrado.
- Es de mala educación abordar a alguien sin presentarse - añadió, dándole un trago a su infusión.
- ¿Es que eres demasiado tonto para pasearte como Pedro por su casa? Si tu intención era llamar la atención de todos, felicidades, lo has logrado.
Giró la cabeza hacia su interlocutora, frunciendo el ceño. Esta era una mujer joven, casi una chiquilla, de pelo rojizo, más claro que el suyo. Bebía un vaso de agua y había hablado en un tono prepotente y sabiondo. Sin embargo, más allá de molestarle que interrumpieran sus pensamientos no se tomo como una ofensa sus palabras, como hubiese pasado con otras personas. ¿Que era una jovenzuela sin educación ni modales ningunos? Por supuesto, pero Nassor era lo bastante maduro como para dejar pasar aquello por alto y centrarse en el quid de la cuestión; en aquello que realmente debía llamar su atención. Por sus palabras era evidente que su sospecha de que había algo que estaba causando que llamase la atención más de lo normal era acertada. Sin embargo no acababa de caer en qué era, ¿su aspecto? ¿Sus heridas? No... había más gente con cicatrices por la zona.
- Sinceramente, no sé de qué hablas. Te agradecería que dijeras cuál es el problema - dijo, en tono serio pero calmado, con un gesto inescrutable en el rostro.
Por un momento no pudo evitar fijarse en su cuerpo y más concretamente en sus curvas, pero se obligó a desviar la mirada casi sin pensarlo. Un guerrero no debía distraer su mente con pensamientos lujuriosos y además contemplar a una mujer de aquella manera era un acto de lascivia extremadamente irrespetuoso. Que ella fuese una maldita exhibicionista que fuese mostrando sus carnes no le atribuía la culpa de quienes cedieran a sus bajos instintos; cada uno era dueño y esclavo de sus propios actos. Tal era el camino del guerrero que Shun-sensei le había mostrado.
- Es de mala educación abordar a alguien sin presentarse - añadió, dándole un trago a su infusión.
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Definitivamente el pirata no captaba nada de lo que estaba sucediendo en el mundo, ¿acaso esas cicatrices le frieron el cerebro? Katharina, desde su tiempo en la Marina, tenía la costumbre de estar revisando el periódico, enterarse de los acontecimientos más importantes. En todo caso, eso era lo que hacía una historiadora, ¿no? Además de estudiar el pasado, registraba el presente. No fue hace mucho que se enteró sobre la existencia de una tripulación de piratas; Jigoku no Kaizoku se hacían llamar. Un día, en alta mar, cayó el periódico junto a algunos carteles de Se busca, y desde ese momento Katharina casi memorizó el rostro de Nassor, el Shikanari Rojo.
El pelirrojo era muy bueno disimulando, haciéndose el desentendido, pero la memoria de la bruja no fallaba. Le hubiese mostrado el wanted con la recompensa del pirata, pero lamentablemente no llevaba uno consigo. Ahora, si tanto insistía en que le dijera cuál era el problema de Katharina, se lo haría saber. Además le haría saber que poco y nada le importaba ser educada con un criminal.
—Los hombres son tan simples... ¿No te has imaginado por qué las personas, cada vez que pasan, miran nerviosamente hacia acá? Eres un pirata —le dijo—, y si eso lo sabe una persona como yo, también lo sabrá la Marina, y no digamos que eres una blanca paloma.
El Shikanari Rojo se hizo famoso por cometer varios crímenes, vamos, cualquier ciudadano informado lo sabría. No solo derrotó a varios oficiales de la Marina, sino que también atacó a una flota de tres navíos de guerra, destruyendo dos de ellos. Era normal que el Gobierno Mundial le colocase una recompensa tan alta, pues le enseñó al mundo entero lo peligroso que podía llegar a ser. Por otra parte, ante el mundo, los crímenes que había cometido Katharina eran muy diferentes... Investigación ilegal por leer un fragmento de la traducción de un Poneglyph y piratería, nada más.
—Y creo que tu sentido de la educación de la educación está algo trastocado, ¿no deberías presentarte tú también? —Le espetó— Las únicas dos cosas que debes saber de mí es: primero, no me interesa mostrarme educada con un criminal; y segundo, también me veré en problemas si los marines empiezan a buscarte porque has llamado mucho la atención, Shikanari Rojo, ¿o piensas que un criminal de 250 millones de berries pasará desapercibido?
El pelirrojo era muy bueno disimulando, haciéndose el desentendido, pero la memoria de la bruja no fallaba. Le hubiese mostrado el wanted con la recompensa del pirata, pero lamentablemente no llevaba uno consigo. Ahora, si tanto insistía en que le dijera cuál era el problema de Katharina, se lo haría saber. Además le haría saber que poco y nada le importaba ser educada con un criminal.
—Los hombres son tan simples... ¿No te has imaginado por qué las personas, cada vez que pasan, miran nerviosamente hacia acá? Eres un pirata —le dijo—, y si eso lo sabe una persona como yo, también lo sabrá la Marina, y no digamos que eres una blanca paloma.
El Shikanari Rojo se hizo famoso por cometer varios crímenes, vamos, cualquier ciudadano informado lo sabría. No solo derrotó a varios oficiales de la Marina, sino que también atacó a una flota de tres navíos de guerra, destruyendo dos de ellos. Era normal que el Gobierno Mundial le colocase una recompensa tan alta, pues le enseñó al mundo entero lo peligroso que podía llegar a ser. Por otra parte, ante el mundo, los crímenes que había cometido Katharina eran muy diferentes... Investigación ilegal por leer un fragmento de la traducción de un Poneglyph y piratería, nada más.
—Y creo que tu sentido de la educación de la educación está algo trastocado, ¿no deberías presentarte tú también? —Le espetó— Las únicas dos cosas que debes saber de mí es: primero, no me interesa mostrarme educada con un criminal; y segundo, también me veré en problemas si los marines empiezan a buscarte porque has llamado mucho la atención, Shikanari Rojo, ¿o piensas que un criminal de 250 millones de berries pasará desapercibido?
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Nassor era una persona muy paciente, pero hasta él tenía sus límites y cosas que no toleraba. Tenía un orgullo como guerrero y que una extraña fuese a darle lecciones como si le conociera de toda la vida rozaba peligrosamente esa línea. Sin embargo no podía ignorar el hecho de que tras sus groseras palabras le estaba dando pizcas de información vital; si estaba entendiendo bien sus insinuaciones, entonces ya se había corrido la voz de la batalla de la Reverse Mountain, y ahora había sido reconocidos públicamente como criminales. Y sin dar más lugar a especulaciones, la mujer pasó a confirmarlo todo y decirle incluso más de lo que esperaba: el nombre que le habían dado los marines supervivientes, Shikanari Rojo, se había convertido en su nuevo apodo. Pero lo más impresionante de todo fue la cifra mencionada por ella: 250.000.000 millones de berries, ni más ni menos. Ahora entendía perfectamente las miradas de la gente, toda aquella atención y que esa mujer le increpara de aquella forma... esbozó una media sonrisa para sí mismo y acabó el té de un trago.
- Vaya, han sido más rápidos de lo que esperaba. No han pasado ni tres días, ¿y ya hay hasta cartel de recompensa? - soltó una suave risa, negando con la cabeza - El Gobierno no se anda con tonterías, desde luego.
Se levantó de la barra y comenzó a crujirse los hombros y a hacer estiramientos. Si lo que había dicho aquella chica era cierto, era probable que pronto tuvieran encima a toda la Marina del lugar. Y lo que era más importante, debía localizar a su capitán y al resto para alertarlos. Si a él le habían puesto precio, seguramente al capitán y a Balagus también, así como a Airok y tal vez a alguno más. En todo caso, ellos estaban en grupo y podrían defenderse, él era en aquel momento el que corría el mayor peligro. Y la verdadera pregunta, ¿quién era aquella mujer y por qué le contaba todo aquello? Dudaba que fuese una cazadora o una marine, o hubiese intentado capturarle en lugar de advertirle del peligro en que estaba... a menos que intentara ganarse su confianza para que le llevase junto al resto. En todo caso no podía simplemente ignorarla. Era un cabo suelto al que tenía que buscar su asidero.
- Parece que ya conoces mi nombre, pero en todo caso, yo aún no he olvidado mis modales. Mi nombre es Asdrubal Nassor, segundo hijo de la familia Asdrubal y subcapitán de los Jigoku no Kaizoku - dijo, con una inclinación de cabeza - Aunque eso creo que ya lo sabías.
No le gustaba la actitud de aquella mujer ni la manera que tenía de dirigirse a él, pero no podía negar que le había salvado el pescuezo. Si hubiese seguido desprevenido, tal vez alguien con menos escrúpulos y ansias de dinero y fama hubiese intentando atacarle por la espalda... puede que incluso con éxito. O podría haberle caído encima un batallón entero de la Marina. Y aunque sabía defenderse bien sin sus armas, también era cierto que desarmado no podría dar el 100% de sí mismo. Tras dirigirle una última mirada, se giró y comenzó a dirigirse hacia el edificio central. Seguir al descubierto era mala idea.
- En fin, te agradezco tu ayuda. Supongo que será mejor que tú también desaparezcas... al fin y al cabo te han visto hablando conmigo.
- Vaya, han sido más rápidos de lo que esperaba. No han pasado ni tres días, ¿y ya hay hasta cartel de recompensa? - soltó una suave risa, negando con la cabeza - El Gobierno no se anda con tonterías, desde luego.
Se levantó de la barra y comenzó a crujirse los hombros y a hacer estiramientos. Si lo que había dicho aquella chica era cierto, era probable que pronto tuvieran encima a toda la Marina del lugar. Y lo que era más importante, debía localizar a su capitán y al resto para alertarlos. Si a él le habían puesto precio, seguramente al capitán y a Balagus también, así como a Airok y tal vez a alguno más. En todo caso, ellos estaban en grupo y podrían defenderse, él era en aquel momento el que corría el mayor peligro. Y la verdadera pregunta, ¿quién era aquella mujer y por qué le contaba todo aquello? Dudaba que fuese una cazadora o una marine, o hubiese intentado capturarle en lugar de advertirle del peligro en que estaba... a menos que intentara ganarse su confianza para que le llevase junto al resto. En todo caso no podía simplemente ignorarla. Era un cabo suelto al que tenía que buscar su asidero.
- Parece que ya conoces mi nombre, pero en todo caso, yo aún no he olvidado mis modales. Mi nombre es Asdrubal Nassor, segundo hijo de la familia Asdrubal y subcapitán de los Jigoku no Kaizoku - dijo, con una inclinación de cabeza - Aunque eso creo que ya lo sabías.
No le gustaba la actitud de aquella mujer ni la manera que tenía de dirigirse a él, pero no podía negar que le había salvado el pescuezo. Si hubiese seguido desprevenido, tal vez alguien con menos escrúpulos y ansias de dinero y fama hubiese intentando atacarle por la espalda... puede que incluso con éxito. O podría haberle caído encima un batallón entero de la Marina. Y aunque sabía defenderse bien sin sus armas, también era cierto que desarmado no podría dar el 100% de sí mismo. Tras dirigirle una última mirada, se giró y comenzó a dirigirse hacia el edificio central. Seguir al descubierto era mala idea.
- En fin, te agradezco tu ayuda. Supongo que será mejor que tú también desaparezcas... al fin y al cabo te han visto hablando conmigo.
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¿Qué más daba si le vieron hablando con él? Katharina, en comparación al pelirrojo, estaba relativamente a salvo. Si tenían que elegir entre darle caza a ella y a Nassor, seguramente se quedarían con el guerrero de los 250 millones de berries por su cabeza. Sin embargo, si enviaban a un capitán o rango alto de la Marina, la posibilidad de que atraparan a ambos aumentaba drásticamente... Y, por ningún motivo, Katharina volvería a estar tras las rejas. Antes muerta que volver a perder su libertad. En todo caso, podía usar la magia para salvarle el pellejo a ambos en caso de que las cosas se volvieran complicadas... Siempre y cuando Nassor estuviese dispuesto a deberle un favor.
El pirata le agradeció a Katharina el haberle avisado para luego voltearse y dirigirse hacia el edificio central. Tal vez consideró que era buena idea vestirse o algo, cualquier cosa con tal de ocultar su rostro y no meterse en problemas. No obstante, el destino siempre tenía preparada una o dos jugarretas para complicarle la vida a las personas. Había dos posibilidades: la Marina ya se encontraba en la isla y alguien les avisó, o estuvieron siguiendo a Nassor. Sea como sea, el pirata que se asemejaba a un semigigante fue interceptado por un escuadrón de al menos seis hombres. Tres de ellos conformaban la primera línea, empuñando sables, mientras que el resto ocupaba la retaguardia, apuntando al pelirrojo con sus fusiles.
—¡Q-Quedas detenido por crímenes de piratería, asesinato y desacato de la autoridad! —Mencionó uno de ellos— Te sugiero que te entregues sin oponer resistencia.
La pelirrosa divisó que varios soldados más se acercaban a lo lejos, por lo que pronto el pirata estaría rodeado. Bien, era momento de decidir: ¿huir o ayudarle? Tampoco era como que contase con un barco para salir rápidamente de la isla, tendría que infiltrarse en un buque e ir a prar en cualquier isla... Por el contrario, si le ayudaba, quizás su banda le ayudaría a salir de Kyuuka. ¡Maldita sea! ¿Por qué no pudo haberse tapado el rostro o algo? Como tardó en decidir, y por estar inmersa en sus pensamientos, no se fijó que un grupo de marines también le arrinconó.
Al voltearse, se encontró de frente con tres reclutas y un sargento, reconociéndoles por el uniforme. Sí que determinaron que Nassor, el Shikanari Rojo, era mucho más peligroso que la bruja, pero pronto les demostraría que estaban muy equivocados. No desperdició un segundo más y, mientras pedían que se entregara pacíficamente, canalizó energía mágica. Katharina disparó una bola de fuego de tamaño mediano, impactando de lleno en el suelo y provocando una explosión que mandó a volar a sus oponentes, ocasionándoles heridas moderadas. Únicamente el sargento quedó en condiciones para seguir luchando.
—¡Maldita...! ¡Chicos, resistan! El Comandante Jason vendrá enseguida...
La bruja se llevó la palma a la frente, golpeándosela suavemente.
—Definitivamente a ustedes les falla el cráneo... ¿Revelar información frente al enemigo? Tienes mucho que aprender, Sargento —le espetó—. ¿Estás preparado para morir?
El pirata le agradeció a Katharina el haberle avisado para luego voltearse y dirigirse hacia el edificio central. Tal vez consideró que era buena idea vestirse o algo, cualquier cosa con tal de ocultar su rostro y no meterse en problemas. No obstante, el destino siempre tenía preparada una o dos jugarretas para complicarle la vida a las personas. Había dos posibilidades: la Marina ya se encontraba en la isla y alguien les avisó, o estuvieron siguiendo a Nassor. Sea como sea, el pirata que se asemejaba a un semigigante fue interceptado por un escuadrón de al menos seis hombres. Tres de ellos conformaban la primera línea, empuñando sables, mientras que el resto ocupaba la retaguardia, apuntando al pelirrojo con sus fusiles.
—¡Q-Quedas detenido por crímenes de piratería, asesinato y desacato de la autoridad! —Mencionó uno de ellos— Te sugiero que te entregues sin oponer resistencia.
La pelirrosa divisó que varios soldados más se acercaban a lo lejos, por lo que pronto el pirata estaría rodeado. Bien, era momento de decidir: ¿huir o ayudarle? Tampoco era como que contase con un barco para salir rápidamente de la isla, tendría que infiltrarse en un buque e ir a prar en cualquier isla... Por el contrario, si le ayudaba, quizás su banda le ayudaría a salir de Kyuuka. ¡Maldita sea! ¿Por qué no pudo haberse tapado el rostro o algo? Como tardó en decidir, y por estar inmersa en sus pensamientos, no se fijó que un grupo de marines también le arrinconó.
Al voltearse, se encontró de frente con tres reclutas y un sargento, reconociéndoles por el uniforme. Sí que determinaron que Nassor, el Shikanari Rojo, era mucho más peligroso que la bruja, pero pronto les demostraría que estaban muy equivocados. No desperdició un segundo más y, mientras pedían que se entregara pacíficamente, canalizó energía mágica. Katharina disparó una bola de fuego de tamaño mediano, impactando de lleno en el suelo y provocando una explosión que mandó a volar a sus oponentes, ocasionándoles heridas moderadas. Únicamente el sargento quedó en condiciones para seguir luchando.
—¡Maldita...! ¡Chicos, resistan! El Comandante Jason vendrá enseguida...
La bruja se llevó la palma a la frente, golpeándosela suavemente.
—Definitivamente a ustedes les falla el cráneo... ¿Revelar información frente al enemigo? Tienes mucho que aprender, Sargento —le espetó—. ¿Estás preparado para morir?
Nassor
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Su intención era llegar cuanto antes a los vestuarios y ponerse algo de ropa encima, y cubrirse la cabeza y el rostro. Tras eso simplemente trataría de llegar al barco sin ser visto, se armaría y volvería a buscar a la banda y alertarles del peligro. Sin embargo en el momento en que dio la vuelta al chiringuito se encontró con un pelotón de marines frente a él, listos ya para atacar y exigiendo que se entregara voluntariamente. El guerrero no perdió tiempo y una vez se vio en peligro, en lugar de discutir con los marines y se puso en guardia haciendo movimientos fluidos y circulares con los brazos. Una suave brisa comenzó a levantarse a su alrededor, mientras preparaba su técnica. Emplear el Raimei de primeras podía sonar un poco extremo, pero debía librarse de ellos cuanto antes si quería tener tiempo a escapar. Además, mientras no empleara al técnica al tope de su poder no acabaría demasiado cansado. Sin embargo de repente algo muy veloz se estrelló en el suelo entre los marines. Hubo un resplandor seguido de un estruendo y el pirata fue empujado por una fuerte onda de viento abrasador. Frente a él cinco de los marines estaban inconscientes, con sus ropas humeando y severas quemaduras, mientras el sexto trataba de llamarlos a voces. El pelirrojo dirigió una única mirada indescifrable a la pelirroja, para luego estampar la cara del marine contra el suelo con una fuerte patada descendente.
- Fuego... - murmuró - Ahora entiendo cosas. Me parece que sería conveniente unir fuerzas, al menos temporalmente.
No se acababa de fiar de ella. La posibilidad de que estuviese intentando ganarse su confianza estaba ahí, aunque no era la teoría que más pesaba en aquel momento. De todos modos no era el lugar ni el momento para teorizar, pues más marines venían de camino. Iba siendo hora de probar su nueva técnica... aún no la había desarrollado del todo, pero mejor tarde que nunca. Al fin y al cabo, también había terminado de entrenar su Raimei en mitad de un combate, ¿no? Se encorvó y comenzó a tensar sus músculos, liberando la tensión en forma de electricidad estática. Cientos de chispas comenzaron a recorrer su cuerpo, formando un aura eléctrica en torno a él. "Denken... activado." Apretó su puño derecho y se imaginó la electricidad trazando un recorrido en torno a su brazo. Las descargas aumentaron en aquella extremidad, y notó un hormigueo al tiempo que sus músculos se tensaban por la corriente. Sí, aquella era la sensación que buscaba.
- Pero aún no es suficiente... muy lento.
Esquivó el sablazo del primer marine echándose ágilmente hacia un lado, contraatacando con una rápida patada alta a su sien izquierda. Volvió a ponerse erguido, en guardia, y retrocedió evitando el golpe de un segundo enemigo al tiempo que daba un veloz puñetazo al aire. Una potente descarga de aire comprimido y electricidad lo golpeó en mitad del pecho, derribándolo. Continuó esquivando y derribando a los enemigos con feroces y rápidos ataques. Pese a todo, aquella gente no le estaba resultando ningún desafío; no tenían nada que ver con los veteranos que habían enfrentado frente a la Reverse Mountain. ¿Y aquello eran los marines de Grand Line? Menuda decepción. Ni siquiera le estaban forzando a transformarse.
- Fuego... - murmuró - Ahora entiendo cosas. Me parece que sería conveniente unir fuerzas, al menos temporalmente.
No se acababa de fiar de ella. La posibilidad de que estuviese intentando ganarse su confianza estaba ahí, aunque no era la teoría que más pesaba en aquel momento. De todos modos no era el lugar ni el momento para teorizar, pues más marines venían de camino. Iba siendo hora de probar su nueva técnica... aún no la había desarrollado del todo, pero mejor tarde que nunca. Al fin y al cabo, también había terminado de entrenar su Raimei en mitad de un combate, ¿no? Se encorvó y comenzó a tensar sus músculos, liberando la tensión en forma de electricidad estática. Cientos de chispas comenzaron a recorrer su cuerpo, formando un aura eléctrica en torno a él. "Denken... activado." Apretó su puño derecho y se imaginó la electricidad trazando un recorrido en torno a su brazo. Las descargas aumentaron en aquella extremidad, y notó un hormigueo al tiempo que sus músculos se tensaban por la corriente. Sí, aquella era la sensación que buscaba.
- Pero aún no es suficiente... muy lento.
Esquivó el sablazo del primer marine echándose ágilmente hacia un lado, contraatacando con una rápida patada alta a su sien izquierda. Volvió a ponerse erguido, en guardia, y retrocedió evitando el golpe de un segundo enemigo al tiempo que daba un veloz puñetazo al aire. Una potente descarga de aire comprimido y electricidad lo golpeó en mitad del pecho, derribándolo. Continuó esquivando y derribando a los enemigos con feroces y rápidos ataques. Pese a todo, aquella gente no le estaba resultando ningún desafío; no tenían nada que ver con los veteranos que habían enfrentado frente a la Reverse Mountain. ¿Y aquello eran los marines de Grand Line? Menuda decepción. Ni siquiera le estaban forzando a transformarse.
Katharina von Steinhell
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El hombre de cabellos rojos se deshizo rápidamente de los marines, lanzando una especie de onda chispeante que arremetió contra ellos. Katharina le dirigió una mirada al pirata, sorprendida por lo que acababa de hacer, aunque no por su extraña técnica de canalización elemental, sino que por la forma tan fácil en la que derrotó a los soldados de la Marina. En todo caso los reclutas jamás supusieron ningún riesgo, si bien no debía confiarse. Cuando ella perteneció al ejército del Gobierno Mundial y fue recluta, consiguió derrotar a un ex capitán, lo que significaba que también podía haber otros como ella. Ahora debía pensar qué hacer con aquellos marines que se aproximaban hacia ellos.
Por el momento lo mejor era escapar de allí y reorganizarse para ver qué hacer. Seguía dispuesta a ayudar a Nassor siempre y cuando este le ayudara a ella, una especie de intercambio de favores. No le importaba si no lo pagaba inmediatamente, seguro que un hombre de honor cumpliría su palabra y recordaría que una desconocida le ayudó a escapar de la Marina. Le advirtió a su compañero que no se confiase por la fuerza de la Marina. Por alguna razón siempre enviaban primero a los más débiles y, después de haberles masacrado, aparecía el fuerte. Lo único que esperaba era que no apareciera un contralmirante o vicealmirante, de lo contrario, estarían jodidísimos.
Había una especie de pasillo de por lo menos cuatro metros de ancho y varios más de largo por donde corrían los marines para alcanzar a los piratas. Detener su avanzada era lo mejor que pudo pensar, después de todo idear una compleja estrategia en ese momento requería más que un par de trucos mágicos. Katharina colocó su pierna izquierda sobre el suelo para después poner la palma, sintiendo el piso de madera. Cerró los ojos para concentrarse y canalizar energía mágica. De un momento a otro, justo en mitad del pasillo, se levantó una alta muralla de roca sólida de al menos siete metros de altura. Manipular esa cantidad de tierra no era le significaba un gran esfuerzo, pero sí debía cuidarse de no gastar innecesariamente su energía, pues esta no era ilimitada.
—Si tienes alguna idea es un buen momento para que la digas, esa pared no aguantará mucho —le dijo a Nassor.
Katharina pudo ganar algo de tiempo y alejar a los marines que se acercaban por el pasillo, pero no los que aparecieron por la retaguardia. Era un grupo de por lo menos doce hombres y lucían más fuertes que los yacían en el suelo. Irritada, la bruja transformó su aro derecho en la Hoja de Argoria, una ligera guadaña que solo podía ser portada por alguien con una voluntad férrea. Ni siquiera escuchó la advertencia de los soldados y pronto les atacó, usando una técnica similar al Soru del Cipher Pol y, en el proceso, cortó el torso de tres oponentes, derribándolos instantáneamente. Uno de ellos lanzó una estocada, pero esta fue detenida fácilmente por la hoja de su arma. Katharina creó unas estacas de hielo sobre su cabeza y se las lanzó a sus enemigos, dañando los muslos de por lo menos cuatro de ellos.
Después de unos pocos segundos, aquellos que recibieron los proyectiles congelados se levantaron, haciendo muecas de dolor. Eran resistentes, no como los soldados anteriores. ¿Cómo es que aparecían tantos...? No había tiempo que perder, pues la barrera de rocas no resistiría para siempre.
—Vengan, mierdecillas.
Por el momento lo mejor era escapar de allí y reorganizarse para ver qué hacer. Seguía dispuesta a ayudar a Nassor siempre y cuando este le ayudara a ella, una especie de intercambio de favores. No le importaba si no lo pagaba inmediatamente, seguro que un hombre de honor cumpliría su palabra y recordaría que una desconocida le ayudó a escapar de la Marina. Le advirtió a su compañero que no se confiase por la fuerza de la Marina. Por alguna razón siempre enviaban primero a los más débiles y, después de haberles masacrado, aparecía el fuerte. Lo único que esperaba era que no apareciera un contralmirante o vicealmirante, de lo contrario, estarían jodidísimos.
Había una especie de pasillo de por lo menos cuatro metros de ancho y varios más de largo por donde corrían los marines para alcanzar a los piratas. Detener su avanzada era lo mejor que pudo pensar, después de todo idear una compleja estrategia en ese momento requería más que un par de trucos mágicos. Katharina colocó su pierna izquierda sobre el suelo para después poner la palma, sintiendo el piso de madera. Cerró los ojos para concentrarse y canalizar energía mágica. De un momento a otro, justo en mitad del pasillo, se levantó una alta muralla de roca sólida de al menos siete metros de altura. Manipular esa cantidad de tierra no era le significaba un gran esfuerzo, pero sí debía cuidarse de no gastar innecesariamente su energía, pues esta no era ilimitada.
—Si tienes alguna idea es un buen momento para que la digas, esa pared no aguantará mucho —le dijo a Nassor.
Katharina pudo ganar algo de tiempo y alejar a los marines que se acercaban por el pasillo, pero no los que aparecieron por la retaguardia. Era un grupo de por lo menos doce hombres y lucían más fuertes que los yacían en el suelo. Irritada, la bruja transformó su aro derecho en la Hoja de Argoria, una ligera guadaña que solo podía ser portada por alguien con una voluntad férrea. Ni siquiera escuchó la advertencia de los soldados y pronto les atacó, usando una técnica similar al Soru del Cipher Pol y, en el proceso, cortó el torso de tres oponentes, derribándolos instantáneamente. Uno de ellos lanzó una estocada, pero esta fue detenida fácilmente por la hoja de su arma. Katharina creó unas estacas de hielo sobre su cabeza y se las lanzó a sus enemigos, dañando los muslos de por lo menos cuatro de ellos.
Después de unos pocos segundos, aquellos que recibieron los proyectiles congelados se levantaron, haciendo muecas de dolor. Eran resistentes, no como los soldados anteriores. ¿Cómo es que aparecían tantos...? No había tiempo que perder, pues la barrera de rocas no resistiría para siempre.
—Vengan, mierdecillas.
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