«Tengo que frenarlo», pensó Therax al ver cómo el marine volvía a zafarse de su ataque. La resistencia que había notado en el segundo de sus cortes le había indicado que, pese a la rapidez con la que se había apartado su oponente, había logrado alcanzarlo. No obstante, la velocidad con la que reaccionaba a sus ofensivas se mostraba como una barrera difícil de quebrar. Sin duda ése debía ser su principal objetivo.
Mientras el uniformado se alejaba de él, una gruesa capa de escarcha cubrió todo su cuerpo, extendiéndose por cada milímetro de su piel y cubriendo sus espadas. Sus corneas se tornaron de un intenso color negro que contrastaba fuertemente con el azul de sus ojos, acentuado por la naturaleza nívea que había adquirido.
Se disponía a abalanzarse sobre su rival cuando éste hizo un movimiento algo inesperado. ¿Iba a lanzarle una patada? Eso parecía, pero cuando pronunció la primera palabra supo que no era una al uso. No. No iba a retroceder. El fuego comenzó a nacer de la extremidad del marine y no se lo pensó ni un instante.
A su alrededor nacieron unas suaves llamas azuladas, que concentró frente a él antes de comenzar su movimiento.
-"H", confío en ti -comentó al espíritu que moraba en él.
Extendió las alas y una poderosa corriente de viento le impulsó hacia el su rival. Al mismo tiempo, otra de la misma intensidad que la primera comenzó a trazar una violenta espiral en torno a él. Therax cruzó las espadas sobre su cabeza, apuntando hacia el pájaro de fuego que tan cerca se encontraba de él e interponiendo el fuego celeste entre ambos. Unos instantes antes de entrar en contacto con él comenzó a girar sobre sí mismo, siguiendo el mismo sentido que la corriente de viento que le envolvía y que pretendía usar como protección.
El fuego consumió sus llamas y, aunque se esforzó por regenerarlas para disminuir el calor que le rodeaba, notó cómo se introducía en un infierno. El grueso manto de escarcha que rodeaba su piel comenzó a derretirse a un ritmo más alto del que podía soportar y, una vez más, notó el ardor en sus brazos y en su torso. No obstante, las sensaciones eran mejores que la vez anterior, pues el viento que le rodeaba, el fuego celeste y la escarcha que le envolvían mitigaban los posibles daños.
Y entonces lo notó. Algo colisionó contra sus sables. ¿Qué demonios era aquello? No lo sabía, pero pronto comprobó sus efectos. Sus espadas vencieron la resistencia, pero un intenso dolor en la zona posterior de los hombros y la espalda le indicó a qué se enfrentaba. Había sufrido heridas como aquélla anteriormente y sabía qué las causaba. No podía verlos, pero sabía que su espalda de encontraba surcada por varios cortes que requerirían atención cuando aquello acabase, pero no iba a detenerse. No después de haberse enfrentado al ave ígnea.
Al abandonar el interior del pájaro de fuego fue consciente de que había necesitado todo su fuego azul y toda su escarcha para salir de vivo, pero esperaba que mereciera la pena. Ya no había corneas negras, manto níveom ni llamas celestes, pero él seguía allí. Esperando coger por sorpresa a su adversario al salir del fuego, trazó sendos tajos oblicuos en dirección a los hombros del marine, haciendo que una onda cortante naciera de cada una de sus espadas y siguiera el recorrido descrito por ellas anteriormente.
Mientras el uniformado se alejaba de él, una gruesa capa de escarcha cubrió todo su cuerpo, extendiéndose por cada milímetro de su piel y cubriendo sus espadas. Sus corneas se tornaron de un intenso color negro que contrastaba fuertemente con el azul de sus ojos, acentuado por la naturaleza nívea que había adquirido.
Se disponía a abalanzarse sobre su rival cuando éste hizo un movimiento algo inesperado. ¿Iba a lanzarle una patada? Eso parecía, pero cuando pronunció la primera palabra supo que no era una al uso. No. No iba a retroceder. El fuego comenzó a nacer de la extremidad del marine y no se lo pensó ni un instante.
A su alrededor nacieron unas suaves llamas azuladas, que concentró frente a él antes de comenzar su movimiento.
-"H", confío en ti -comentó al espíritu que moraba en él.
Extendió las alas y una poderosa corriente de viento le impulsó hacia el su rival. Al mismo tiempo, otra de la misma intensidad que la primera comenzó a trazar una violenta espiral en torno a él. Therax cruzó las espadas sobre su cabeza, apuntando hacia el pájaro de fuego que tan cerca se encontraba de él e interponiendo el fuego celeste entre ambos. Unos instantes antes de entrar en contacto con él comenzó a girar sobre sí mismo, siguiendo el mismo sentido que la corriente de viento que le envolvía y que pretendía usar como protección.
El fuego consumió sus llamas y, aunque se esforzó por regenerarlas para disminuir el calor que le rodeaba, notó cómo se introducía en un infierno. El grueso manto de escarcha que rodeaba su piel comenzó a derretirse a un ritmo más alto del que podía soportar y, una vez más, notó el ardor en sus brazos y en su torso. No obstante, las sensaciones eran mejores que la vez anterior, pues el viento que le rodeaba, el fuego celeste y la escarcha que le envolvían mitigaban los posibles daños.
Y entonces lo notó. Algo colisionó contra sus sables. ¿Qué demonios era aquello? No lo sabía, pero pronto comprobó sus efectos. Sus espadas vencieron la resistencia, pero un intenso dolor en la zona posterior de los hombros y la espalda le indicó a qué se enfrentaba. Había sufrido heridas como aquélla anteriormente y sabía qué las causaba. No podía verlos, pero sabía que su espalda de encontraba surcada por varios cortes que requerirían atención cuando aquello acabase, pero no iba a detenerse. No después de haberse enfrentado al ave ígnea.
Al abandonar el interior del pájaro de fuego fue consciente de que había necesitado todo su fuego azul y toda su escarcha para salir de vivo, pero esperaba que mereciera la pena. Ya no había corneas negras, manto níveom ni llamas celestes, pero él seguía allí. Esperando coger por sorpresa a su adversario al salir del fuego, trazó sendos tajos oblicuos en dirección a los hombros del marine, haciendo que una onda cortante naciera de cada una de sus espadas y siguiera el recorrido descrito por ellas anteriormente.
- Resumen:
- Me envuelvo en escarcha, fuego celeste y viento para atravesar el pajarraco girando sobre mí mismo, y ataco al salir de él.
- Cosas usadas:
- Infierno celeste: Therax produce unas llamas de un gélido color celeste que envuelven tanto su cuerpo como sus armas (incluye las ondas cortantes que salgan despedidas de éstas). Se encuentran a una temperatura de -50ºC hasta el nivel 50, y a partir de aquí descienden 10ºC cada 25 niveles. Dichas llamas no sólo aparecen en torno al cuerpo del espadachín, sino que pueden ser producidas alrededor de éste y ser empleadas como cualquier técnica de “canalización exterior” (el radio que abarcarán en este caso será de 10 metros + otros 10 por cada 10 niveles). Podrá mantener esta técnica durante 2 turnos hasta nivel 50, y a partir de aquí se sumará un turno cada 25 niveles. Tiene un tiempo de recarga de 2 posts.
Hielo puro: el cuerpo al completo de Therax pasa a estar recubierto de una capa de escarcha, sus córneas se vuelven negras y sus iris comienzan a brillar con un intenso color azul. Todo su cuerpo desprende vaho, que se queda formando una estela tras cualquier movimiento. En esta forma, cualquier corte (mediante la espada o mediante onda cortante) producido por Therax entumece la zona (-200% de velocidad) durante 2 posts. Es capaz de mantenerlo durante 2 turnos hasta el nivel 50, y a partir de aquí aumentará un turno cada 25 niveles. Necesita una recarga de 2 posts.
Las técnicas son usadas defensivamente, siendo consumidas por el fuego y desapareciendo al salir del pajarraco.
Reflejos: 7 (x4 pasivo y x4.5 por Akuma).
Poder de destrucción: 7 (x4).
Agilidad: 5 (x4).
Resistencia: 4 (x4 pasivo y x4.5 por Akuma).
Haki de armadura (armamento): Tier 7. Aún no lo he modificado en la ficha, pero es lo que me corresponde.
Cuarto turno de almacenamiento con Yuki-onna.
Hayden Ashworth
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Akuma no mi
Varios
El pirata consiguió salir bien parado de aquel ataque, moviendo sus espadas en cruz y siendo movido por una fuerte ráfaga de viento que movió los negros cabellos del sargento. Ambos contrincantes tenían heridas, habían sido cortados o golpeados. A ambos parecía darles igual, al menos en aquel momento. Enfrascados en la batalla, un pirata que luchaba por su libertad y un soldado que luchaba por la justicia. Aquello era casi poético. Pero la guerra no debería ser poética. Por bien que se lo estuviese pasando, Zuko debía vencer. Enviar un mensaje a la piratería de que libertad no significa lo que ellos creen. Un mensaje a los civiles de que son protegidos por hombres capaces.
¿Qué mensaje sería enviado al mundo aquel día? ¿El de los hombres libres o el de la justicia? Llegaron hasta él dos ondas cortantes, directas a sus hombros. Chasqueó la lengua mientras la palabra “espadachines” sonaba de forma despectiva en su mente. Colocó ambos brazos cruzados, formando una X, frente a él, colocando ambas manos en la trayectoria de las ondas. Sus manos se vieron cubiertas con haki, esperando que aquello y sus escamas consiguiesen parar el ataque con efectividad. Sin embargo, sabía que aquello no era suficiente, por lo que…
En el momento en que las ondas cortantes chocaron con sus manos, el dragón se vio envuelto en un aura dorada que recorría su cuerpo, ascendiendo. Su pelo se volvió de punta y ya no era negro como el azabache, sino amarillo y brillante como el oro. Las ondas lo empujaron hacia atrás mientras intentaba resistir su inercia. Notaba como las ondas, poderosas, cortaban su carne, aunque también notaba como su resistencia aplicada era suficiente como para evitar tener que pasar varios días esperando a que sus manos volviesen a crecer.
Finalmente, las ondas se disiparon y el dragón dejó de ser empujado, pudiendo batir las alas de nuevo. Jadeó, ligeramente cansado por lo que acababa de ocurrir, mientras volvía a colocar los brazos en una posición relajada, mostrando su llamativo cambio de peinado temporal a su contrincante. Notaba como las palmas de sus manos sangraban, deduciendo que debía tener cortes de poco más de medio centímetro de profundidad, que apunto estuvo de amputarle la mitad de ambas manos. Apretó los puños, resistiendo el dolor como su cuerpo le permitía, esperando que la herida cerrase pronto. Aunque no podía evitar el sangrado.
—Hacía mucho tiempo que no tenía un combate así… -dijo, hablando por vez primera con su oponente-. Debido a mi rango suelen enviarme a por criminales de poca monta. Y aquí estamos. Tú, uno de los piratas de Zane D. Kenshin, devolviéndome la voluntad para seguir adelante, recordándome que aún hay gente fuerte en el mundo. No sé si darte las gracias o esperar a que hayamos terminado -se colocó en posición de combate, mirando directamente al pirata-. Tal vez, si nos hubiésemos conocido en otras circunstancias…
No llegó a terminar la frase. A una velocidad envidiable, empezó a golpear el aire con los pies lanzándose hacia su enemigo, mientras llevaba el puño hacia atrás, dispuesto a dar un puñetazo. Sin embargo, justo al llegar al pirata, cambiaría de dirección dejando en su lugar a una ilusión de sí mismo, como si nunca se hubiese detenido. A ojos del pirata parecería que un segundo Zuko salía disparado del primero hacia arriba durante un segundo. El dragón volvería a golpear el aire para colocarse a la espalda del pirata y dirigiría un fuerte codazo, empujado por la otra mano, en la parte superior de la espalda del espadachín alado, buscando hacerle caer al suelo que, en aquel momento, era mar congelado, pues quería llevar el combate a tierra, ya que temía que el constante vuelo estuviese mermando sus energías.
De haberle salido bien la jugada, la copia ilusoria recibiría el contraataque mientras el verdadero sargento hacía su trabajo.
¿Qué mensaje sería enviado al mundo aquel día? ¿El de los hombres libres o el de la justicia? Llegaron hasta él dos ondas cortantes, directas a sus hombros. Chasqueó la lengua mientras la palabra “espadachines” sonaba de forma despectiva en su mente. Colocó ambos brazos cruzados, formando una X, frente a él, colocando ambas manos en la trayectoria de las ondas. Sus manos se vieron cubiertas con haki, esperando que aquello y sus escamas consiguiesen parar el ataque con efectividad. Sin embargo, sabía que aquello no era suficiente, por lo que…
En el momento en que las ondas cortantes chocaron con sus manos, el dragón se vio envuelto en un aura dorada que recorría su cuerpo, ascendiendo. Su pelo se volvió de punta y ya no era negro como el azabache, sino amarillo y brillante como el oro. Las ondas lo empujaron hacia atrás mientras intentaba resistir su inercia. Notaba como las ondas, poderosas, cortaban su carne, aunque también notaba como su resistencia aplicada era suficiente como para evitar tener que pasar varios días esperando a que sus manos volviesen a crecer.
Finalmente, las ondas se disiparon y el dragón dejó de ser empujado, pudiendo batir las alas de nuevo. Jadeó, ligeramente cansado por lo que acababa de ocurrir, mientras volvía a colocar los brazos en una posición relajada, mostrando su llamativo cambio de peinado temporal a su contrincante. Notaba como las palmas de sus manos sangraban, deduciendo que debía tener cortes de poco más de medio centímetro de profundidad, que apunto estuvo de amputarle la mitad de ambas manos. Apretó los puños, resistiendo el dolor como su cuerpo le permitía, esperando que la herida cerrase pronto. Aunque no podía evitar el sangrado.
—Hacía mucho tiempo que no tenía un combate así… -dijo, hablando por vez primera con su oponente-. Debido a mi rango suelen enviarme a por criminales de poca monta. Y aquí estamos. Tú, uno de los piratas de Zane D. Kenshin, devolviéndome la voluntad para seguir adelante, recordándome que aún hay gente fuerte en el mundo. No sé si darte las gracias o esperar a que hayamos terminado -se colocó en posición de combate, mirando directamente al pirata-. Tal vez, si nos hubiésemos conocido en otras circunstancias…
No llegó a terminar la frase. A una velocidad envidiable, empezó a golpear el aire con los pies lanzándose hacia su enemigo, mientras llevaba el puño hacia atrás, dispuesto a dar un puñetazo. Sin embargo, justo al llegar al pirata, cambiaría de dirección dejando en su lugar a una ilusión de sí mismo, como si nunca se hubiese detenido. A ojos del pirata parecería que un segundo Zuko salía disparado del primero hacia arriba durante un segundo. El dragón volvería a golpear el aire para colocarse a la espalda del pirata y dirigiría un fuerte codazo, empujado por la otra mano, en la parte superior de la espalda del espadachín alado, buscando hacerle caer al suelo que, en aquel momento, era mar congelado, pues quería llevar el combate a tierra, ya que temía que el constante vuelo estuviese mermando sus energías.
De haberle salido bien la jugada, la copia ilusoria recibiría el contraataque mientras el verdadero sargento hacía su trabajo.
- resumen:
- Parar las ondas cortantes, recibiendo sendos daños, a la par que activo mi técnica, soltar un pequeño discursito y pasar a la ofensiva de nuevo
- cosas usadas:
Endurecimiento nato II:
Debido al duro entrenamiento que Zuko ha recibido a la hora de practicar su resistencia, su haki de armadura es un 50% más resistente de lo que sería normalmente. De forma pasiva, su piel tiene la dureza del topacio (8 en la escala de Mohs)
El Dragón Interior: El usuario recibe, de forma temporal, un x2 en Fuerza, velocidad y resistencia durante un tiempo limitado. Sus habilidades de dragón (fuego y gas somnífero) también se ven mejorados. Cuando pasa a este modo, un aura dorada recorre el cuerpo de Zuko y hace que su pelo se vuelva dorado y brillante, poniéndose de punta. [3 Post de Duración] (1/3)
Geppou:
Permite a los usuarios saltar en el propio aire, lo que les permite permanecer flotando durante mucho más tiempo de lo habitual. Los miembros del CP pueden utilizar esta técnica para recorrer grandes distancias sin tener que tocar el suelo, o lanzarse para hacer ataques rápidos y aéreos.
Copias ilusorias:
Sus hechizos mentales le permiten crear dos clones visualmente idénticos a él, utilizados para confundir o distraer al rival. (PU de tabla nivel 50)
Fuerza: Tier 7 x9 + 5’5 (Forma híbrida) x 2 (Dragón interior) = x29
Resistencia: Tier 3 x6 + 4’5 (Forma híbrida) x 2 (Dragón interior) = x21
Velocidad: Tier 4 x5 x 2 (Dragón interior)= x10
Agilidad: Tier 7
Una gota de sangre se deslizó por la mano del marine, cayendo en última instancia al vacío y prometiendo encontrarse con el mar -o el hielo que había pasado a cubrirlo-. ¿Quién demonios era aquel hombre de pelo negro? Se había atrevido a surcar los cielos sobre una auténtica flota de piratas en busca de a saber qué. De esa actitud debía haber deducido que no sería un oponente al uso, y lo cierto era que así había sido. No obstante, la realidad estaba superando con creces cualquier suposición previa.
Para colmo, las sorpresas por parte de su contrincante ya no sólo se limitaban a las habilidades que atesoraba. El uniformado se presentaba ante Therax con un aspecto diferente. Sus cabellos habían abandonado los tonos oscuros para adquirir un intenso y brillante color amarillo. ¿A qué o quién se estaba enfrentando?
El rubio cerró los ojos y respiró hondo justo cuando las palabras comenzaron a nacer de la boca de su oponente. En su mente se mostró la silueta del marine, dibujada por unas intensas llamas blanquecinas que danzaban en la oscuridad más absoluta. Rugían y se agitaban con violencia y ansia, dando a entender que sus razonamientos acerca de la fuerza de su adversario eran acertados. ¿Cómo podía ser que no hubiera escuchado hablar de un marine con esas habilidades hasta el momento?
-Hacía mucho tiempo que no me cruzaba con uno de los tuyos que eligiese el enfrentamiento individual -respondió el espadachín en un primer momento, sin abrir los ojos-. Mi nombre es Therax Palatiard -dijo a continuación, buscando matizar las palabras del marine-, y puedes dar por hecho que llevaré a mi capitán hasta lo más alto... o moriré en el proceso. -Una media sonrisa se materializó en su rostro ante el último comentario del uniformado, pero optó por guardar silencio por el momento.
El baile de las llamas en su mente había cambiado. Continuaban danzando de forma aparentemente aleatoria, pero habían comenzado a desplazarse en dirección a él. Mucha velocidad, un cambio de dirección brusco en el último momento y un ataque rápido e inesperado desde un ángulo casi imposible. Tan efectivo como letal; digno de la concepción que había elaborado sobre su oponente... pero aquél no sería el día en que mordiera el polvo.
Cuando el codo del uniformado trató de golpear su espalda, ésta ya no se encontraba allí. Se había desplazado unos pocos centímetros hacia la derecha. No habían sido muchos, los justos para evitar el golpe.
-Sí, seguro que conocernos en otras circunstancias habría sido... diferente -comentó para, acto seguido, trazar un tajo horizontal hacia atrás. El refulgente y ennegrecido filo de Yuki-onna rasgó el aire en dirección al abdomen de la figura de llamas blanquecinas, naciendo en el proceso una onda cortante que extendió el alcance del tajo. ¿Sería suficiente con eso? A saber, pero no tenía en mente pararse a comprobarlo.
Inmediatamente giró sobre sí mismo para trazar un corte vertical, perpendicular al primero. Al igual que en la primera ocasión, una onda cortante nació de la hoja de Byakko, creciendo poco a poco mientras recorría la escasa distancia que la separaba de su objetivo y asegurando que eludir el brillante acero no significaría zafarse del ataque.
Para colmo, las sorpresas por parte de su contrincante ya no sólo se limitaban a las habilidades que atesoraba. El uniformado se presentaba ante Therax con un aspecto diferente. Sus cabellos habían abandonado los tonos oscuros para adquirir un intenso y brillante color amarillo. ¿A qué o quién se estaba enfrentando?
El rubio cerró los ojos y respiró hondo justo cuando las palabras comenzaron a nacer de la boca de su oponente. En su mente se mostró la silueta del marine, dibujada por unas intensas llamas blanquecinas que danzaban en la oscuridad más absoluta. Rugían y se agitaban con violencia y ansia, dando a entender que sus razonamientos acerca de la fuerza de su adversario eran acertados. ¿Cómo podía ser que no hubiera escuchado hablar de un marine con esas habilidades hasta el momento?
-Hacía mucho tiempo que no me cruzaba con uno de los tuyos que eligiese el enfrentamiento individual -respondió el espadachín en un primer momento, sin abrir los ojos-. Mi nombre es Therax Palatiard -dijo a continuación, buscando matizar las palabras del marine-, y puedes dar por hecho que llevaré a mi capitán hasta lo más alto... o moriré en el proceso. -Una media sonrisa se materializó en su rostro ante el último comentario del uniformado, pero optó por guardar silencio por el momento.
El baile de las llamas en su mente había cambiado. Continuaban danzando de forma aparentemente aleatoria, pero habían comenzado a desplazarse en dirección a él. Mucha velocidad, un cambio de dirección brusco en el último momento y un ataque rápido e inesperado desde un ángulo casi imposible. Tan efectivo como letal; digno de la concepción que había elaborado sobre su oponente... pero aquél no sería el día en que mordiera el polvo.
Cuando el codo del uniformado trató de golpear su espalda, ésta ya no se encontraba allí. Se había desplazado unos pocos centímetros hacia la derecha. No habían sido muchos, los justos para evitar el golpe.
-Sí, seguro que conocernos en otras circunstancias habría sido... diferente -comentó para, acto seguido, trazar un tajo horizontal hacia atrás. El refulgente y ennegrecido filo de Yuki-onna rasgó el aire en dirección al abdomen de la figura de llamas blanquecinas, naciendo en el proceso una onda cortante que extendió el alcance del tajo. ¿Sería suficiente con eso? A saber, pero no tenía en mente pararse a comprobarlo.
Inmediatamente giró sobre sí mismo para trazar un corte vertical, perpendicular al primero. Al igual que en la primera ocasión, una onda cortante nació de la hoja de Byakko, creciendo poco a poco mientras recorría la escasa distancia que la separaba de su objetivo y asegurando que eludir el brillante acero no significaría zafarse del ataque.
- Cosas usadas (lo pongo todo y eso):
- Stats:
- Reflejos - Tier 8: sería capaz de atrapar un halcón peregrino si pasase junto a él. Su coordinación ojo-mano es tal que nunca pierde al “dónde está la bolita”. [x4 pasivo y x4.5 por Akuma]
Poder de destrucción - Tier 8: puede cortar esmeralda sin dificultad, y es tan preciso que podría ganarse la vida de peluquero con su arma cortante. Podría romper columnas de hormigón de un golpe con su arma contundente. [x4 pasivo]
Agilidad - Tier 5: su cuerpo parece que fluye, siendo capaz de evitar ataques ordinarios con facilidad. [x4 pasivo]
Velocidad - Tier 3: podría ganar en carrera a un elefante. Aunque creas que no, esos bichos corren que se las pelan. [x3 pasivo]
Resistencia - Tier 4: podría ser atropellado por un coche en la autopista con apenas daños. [x4 pasivo y x4.5 por Akuma]
- Kenbunshoku Haki:
- Visión y Empatía - Tier 7.
Ojo Interno II: de forma pasiva, cuando Therax cierra los ojos es capaz de ver las auras de los seres vivos que hay en torno a él. En un radio de veinte metros, puede ver el aura de los seres vivos representada como una llama blanquecina con la forma del ser en cuestión. De forma activa, puede prever los movimientos de dichas auras en un radio de diez metros con tres segundos de antelación sobre su capacidad de visión normal.Puede hacerlo durante tres turnos, necesitando otros dos de recuperación.
- Busoshoku Haki:
- Armamento - Tier 7
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El pirata consiguió zafarse del codazo en el último momento, mermando su intento de pasar el combate a tierra. Con el geppou dio un salto en el aire al lado contrario, cogiendo distancia con su rival, justo cuando este enviaba, de nuevo, veloces ondas cortantes hacia él. Apretó los puños, resistiendo el dolor por los cortes en las palmas de la mano y, con velocidad, dio dos puñetazos al aire. Dos ondas de choque cargadas de fuego fueron disparadas, directas a bloquear las ondas cortantes que habían sido enviadas para dañarle.
Una de las ondas ígneas consiguió neutralizar su objetivo, pero la otra no dio en el blanco. El dragón lo vio y se apartó enseguida, buscando esquivar el ataque en el último momento, recibiendo un corte en el pómulo derecho. Apretó los dientes. El combate estaba durando demasiado y, aunque se estaba divirtiendo, el deber iba antes que su diversión. Debía acabar el combate ahí mismo y unirse a sus compañeros en la guerra, mermar las filas pirata. No le quedaba otra. Debía poner toda la carne en el asador para un único ataque y después, con sus últimas fuerzas, ir a combatir a la guerra… o a morir.
Su pelo volvió a ser negro y caído, pues para lo que iba a hacer, el Dragón Interior era un obstáculo que no le daba suficiente poder ígneo. Necesitaba algo más. Forzar su fuego al máximo para su último ataque, aunque aquello significase que no podría volver a usar su fuego en varias horas. Si el ataque no daba, debería seguir luchando hasta que sus fuerzas abandonasen su cuerpo, sin una sola llama. Se alejó hacia atrás con su geppou varios metros, sin apartar la concentración en el aura del pirata. Entonces, su piel se tornó rojiza y un blanco vapor empezó a emerger de sus poros.
Extendió los brazos hacia los lados mientras estos se veían envueltos en llamas que giraban a su alrededor. Empezó a gritar, por el esfuerzo, mientras creaba más y más fuego. Las llamas de sus brazos crecían y se extendían a sus lados, como si fueran dos enormes alas de un monstruo de fuego, el triple de extensas que sus alas de dragón. El color de las llamas era claro, casi azul, señal de la altísima temperatura que estaba alcanzando al forzar tanto su fuego. Juntó las bases de sus manos delante de él, como si estuviese sujetando una bola inivisible. Entonces, todo el fuego que acababa de crear empezó a moverse, concentrándose donde se unían sus manos.
Una gigantesca bola de fuego claro empezó a crecer frente a él. Ya era muchísimo más grande que él y la temperatura a su alrededor había aumentado bruscamente. Como si acabara de crear un sol en miniatura, brillaba con luz propia. Jadeando e intentando mantener los ojos abiertos, llevó la mano hacia atrás y hundió el brazo dentro de la bola de fuego. El fuego empezó a moverse, como si algo en su interior quisiese escapar. En la mente de Zuko resonaba un recuerdo lejano. Una voz ya muerta y lejana, pero que sonaba en sus recuerdos como si hubiesen sido pronunciadas el día anterior.
«El fuego, en su naturaleza, es destructivo y descontrolado. Es tu trabajo moldearlo, hacerlo tuyo. El sol es fuego y nos da vida, no destruye. Que tu fuego sea el sol.»
No solo eso. Los vio, como si estuvieran frente a sus ojos, a todos ellos. Kusanagi, Azula, Andy, Wuhan y Kong. A aquel niño que rescató en sus últimos días como miembro del CP, salvándolo de una injusta muerte a manos del gobierno. Pensó en la justicia que la gaviota que llevaba representaba. Pensó en el honor que su padre le había arrebatado y que tanto se empeñaba en recuperar. En el cálido abrazo de su madre en la infancia, en los sabios consejos de su tío. No podía dejar que todo aquello se desvaneciera. Debía ser lo suficientemente fuerte como para protegerlo todo. Debía...
Se oyó un poderoso rugido de dragón, emitido desde lo más hondo de la garganta de Zuko, como un grito de guerra. La bola de fuego se expandió, abriéndose como un huevo recién eclosionado. Las llamas se unieron en una segunda forma, que se movía por el aire, serpenteante. Un gigantesco y majestuoso dragón hecho de fuego volaba en círculos alrededor del marine, como una enorme sierpe voladora. Se detuvo, mirando en dirección al rubio pirata alado.
—Taiyo no shisai… -dijo Zuko, casi para sí mismo, dando nombre a la técnica.
Con un salto del Geppou, se impulsó hacia el pirata. El enorme dragón de fuego lo envolvió y adelantó, abriendo sus fauces mientras volaba hacia el espadachín a toda velocidad, ardiendo.
Una de las ondas ígneas consiguió neutralizar su objetivo, pero la otra no dio en el blanco. El dragón lo vio y se apartó enseguida, buscando esquivar el ataque en el último momento, recibiendo un corte en el pómulo derecho. Apretó los dientes. El combate estaba durando demasiado y, aunque se estaba divirtiendo, el deber iba antes que su diversión. Debía acabar el combate ahí mismo y unirse a sus compañeros en la guerra, mermar las filas pirata. No le quedaba otra. Debía poner toda la carne en el asador para un único ataque y después, con sus últimas fuerzas, ir a combatir a la guerra… o a morir.
Su pelo volvió a ser negro y caído, pues para lo que iba a hacer, el Dragón Interior era un obstáculo que no le daba suficiente poder ígneo. Necesitaba algo más. Forzar su fuego al máximo para su último ataque, aunque aquello significase que no podría volver a usar su fuego en varias horas. Si el ataque no daba, debería seguir luchando hasta que sus fuerzas abandonasen su cuerpo, sin una sola llama. Se alejó hacia atrás con su geppou varios metros, sin apartar la concentración en el aura del pirata. Entonces, su piel se tornó rojiza y un blanco vapor empezó a emerger de sus poros.
Extendió los brazos hacia los lados mientras estos se veían envueltos en llamas que giraban a su alrededor. Empezó a gritar, por el esfuerzo, mientras creaba más y más fuego. Las llamas de sus brazos crecían y se extendían a sus lados, como si fueran dos enormes alas de un monstruo de fuego, el triple de extensas que sus alas de dragón. El color de las llamas era claro, casi azul, señal de la altísima temperatura que estaba alcanzando al forzar tanto su fuego. Juntó las bases de sus manos delante de él, como si estuviese sujetando una bola inivisible. Entonces, todo el fuego que acababa de crear empezó a moverse, concentrándose donde se unían sus manos.
Una gigantesca bola de fuego claro empezó a crecer frente a él. Ya era muchísimo más grande que él y la temperatura a su alrededor había aumentado bruscamente. Como si acabara de crear un sol en miniatura, brillaba con luz propia. Jadeando e intentando mantener los ojos abiertos, llevó la mano hacia atrás y hundió el brazo dentro de la bola de fuego. El fuego empezó a moverse, como si algo en su interior quisiese escapar. En la mente de Zuko resonaba un recuerdo lejano. Una voz ya muerta y lejana, pero que sonaba en sus recuerdos como si hubiesen sido pronunciadas el día anterior.
«El fuego, en su naturaleza, es destructivo y descontrolado. Es tu trabajo moldearlo, hacerlo tuyo. El sol es fuego y nos da vida, no destruye. Que tu fuego sea el sol.»
No solo eso. Los vio, como si estuvieran frente a sus ojos, a todos ellos. Kusanagi, Azula, Andy, Wuhan y Kong. A aquel niño que rescató en sus últimos días como miembro del CP, salvándolo de una injusta muerte a manos del gobierno. Pensó en la justicia que la gaviota que llevaba representaba. Pensó en el honor que su padre le había arrebatado y que tanto se empeñaba en recuperar. En el cálido abrazo de su madre en la infancia, en los sabios consejos de su tío. No podía dejar que todo aquello se desvaneciera. Debía ser lo suficientemente fuerte como para protegerlo todo. Debía...
Se oyó un poderoso rugido de dragón, emitido desde lo más hondo de la garganta de Zuko, como un grito de guerra. La bola de fuego se expandió, abriéndose como un huevo recién eclosionado. Las llamas se unieron en una segunda forma, que se movía por el aire, serpenteante. Un gigantesco y majestuoso dragón hecho de fuego volaba en círculos alrededor del marine, como una enorme sierpe voladora. Se detuvo, mirando en dirección al rubio pirata alado.
—Taiyo no shisai… -dijo Zuko, casi para sí mismo, dando nombre a la técnica.
Con un salto del Geppou, se impulsó hacia el pirata. El enorme dragón de fuego lo envolvió y adelantó, abriendo sus fauces mientras volaba hacia el espadachín a toda velocidad, ardiendo.
- Resumen:
- Intentar evitar las ondas cortantes bloqueando una con una onda de choque y esquivando la otra por los pelos. Después, alejarme, desactivar el Dragón interio, activar otra técnica e intentar hacer un movimiento nuevo
- Cosas usadas:
- Maestría Onda de choque nivel 60, Geppou para alejarme, mantra para mantenerme concentrado en el aura de Therax y I'm the Firelord
I'm the Firelord: Zuko sube la temperatura de su propia sangre y fuerza al máximo su control del fuego. En este estado, su cuerpo emite vapor y alcanza los noventa grados al contacto. Al caminar, sus pasos dejan atrás una llama. En este estado, al acelerar su sangre, triplica su velocidad y poder del fuego, siendo este forzado al máximo de su capacidad. Sin embargo, tras pasados tres turnos y acabarse el efecto, Zuko no puede utilizar el Firebending y termina agotado, incapaz de hacer cosas que requieran demasiado esfuerzo.
Utilizando el poder de fuego que me otorga esa técnica, intento sacar, de forma improvisada, la siguiente:
Taiyo no shisai Sacerdote del Sol
Esta técnica solo puede ser usada en I’m the Firelord, debido a que el usuario fuerza sus poderes de fuego al máximo (como esa técnica le permite). El usuario libera una enorme cantidad de fuego y lo concentra en una enorme bola frente a él. Entonces, la bola se convierte en un dragón oriental hecho de fuego concentrado, de ochenta metros de largo y diez de diámetro en su punto más ancho. El fuego está concentrado y casi parece una forma tangible, por tanto es muy difícil de disipar o apagar. El dragón se mueve a voluntad de Zuko, disipándose por sí solo en un post. Tras esta técnica, Zuko sufre los efectos secundarios de I’m the Firelord, sin poder usar el fuego durante horas (el resto del combate) y estar notablemente cansado.
El dragón está a 2100 grados centígrados (700 por tabla de akuma x 3 de la técnica)
El condenado marine se las había ingeniado de nuevo para evadir sus ataques o, en su defecto, enfrentarse a ellos recibiendo una cantidad mínima de daños. ¿Cuánto llevaban combatiendo? Había perdido casi por completo la noción del tiempo, pero era consciente de que cada segundo allí era una oportunidad que regalaba a sus enemigos para acabar con sus compañeros.
No pudo evitar mostrar una mueca de ira y frustración por primera vez desde que comenzara el enfrentamiento, mas se obligó a devolver su rostro a la normalidad. Las palabras de Joy resonaron en su mente, procedentes del rincón más profundo de sus recuerdos: “Cada dato que des a tu oponente sobre tu estado es un paso en dirección a la derrota”. No obstante, Yuki-onna no parecía estar dispuesta a mantener la calma del mismo modo que su portador.
¿Cuánto tiempo llevaba desenfundada? Bastante, de eso no cabía duda, pues la constante y furiosa vibración que le transmitía indicaba que estaba lista para liberar su poder. Therax apretó con fuerza su empuñadura, concentrándose de nuevo en el uniformado y contemplando la silueta de furiosas llamas que podía percibir. La notaba diferente, ¿acaso había agotado sus fuerzas? Tal vez fuese el momento de darlo todo en un último ataque.
-¿Ya has olvidado el consejo que acabas de recordar? –retumbó en su interior la voz de “H”-. Debes guardar como el mayor tesoro cada arma que tengas. Espera.
Aunque dubitativo, el espadachín se esforzó por hacer caso a la voz de la experiencia. Entonces, como si la observación del espíritu del ave constituyese un presagio de lo que estaba por venir, la figura ígnea recobró la fuerza que parecía haber perdido hacía unos instantes. No… Volvía con más ímpetu aún. La agitación de Yuki-onna crecía sin cesar, reclamando con ansia demostrar que el hielo no tiene por qué someterse al fuego, que el gélido azul alberga poder suficiente para hacer frente a su enemigo natural y vencer. ¿Acaso la espada era capaz de percibir qué sucedía? ¿Podía ser que la excitación creciese en su interior del mismo modo que en su dueño? No, el mero hecho de pensar algo así era una estupidez.
Fuera como fuere, lo cierto era que lo que estaba sucediendo ante él prometía decantar por fin el combate. ¿De lado de quién sería? Esto estaba por ver. Sin previo aviso, al igual que había sucedido anteriormente, Therax pudo ver cómo su rival comenzaba a moverse. Un único y poderoso ataque, un movimiento simple y directo, eso era lo que se le venía encima. No obstante, albergaba un poder que el marine no le había demostrado hasta el momento.
-¡Enséñaselo, chico! –exclamó “H”, haciendo vibrar cada rincón del cuerpo y la mente del rubio.
Therax presionó uno de los botones camuflados en el mango de su arma. Al instante un denso y azulado vaho empezó a brotar de la hoja de la espada, cuya vibración comenzó a incrementarse hasta extremos insospechados.
Sin pensarlo, se propulsó hacia un lado para tratar de alejarse de la criatura ígnea que se aproximaba a él. El calor que desprendía se hizo patente en seguida. Sin duda era mucho mayor que el que había experimentado antes. ¿Por qué había reservado algo como aquello tanto tiempo?
El rubio se movió a gran velocidad, pero había subestimado el alcance y la contundencia de la ofensiva… ¿o acaso había sobreestimado sus propias capacidades? Era una buena pregunta, pero tendría que detenerse a valorar la respuesta en otro momento. Fuera como fuere, lo cierto era que, aunque no había logrado apartarse por completo de la trayectoria, se encontraba cerca del límite que le hubiera permitido zafarse de él sin mayores complicaciones.
El rugido de la criatura aún retumbaba en sus oídos cuando, con un movimiento seco, trazó un corte horizontal con Yuki-onna en dirección al dragón de fuego que su adversario había empleado para atacarle. ¿Con qué parte de su anatomía habría contactado? A decir verdad, ni lo sabía ni le interesaba. Sólo esperaba sentir lo que notaría a continuación. De conseguir impactar con el llameante ser, un frío glacial comenzaría a manar de Yuki-onna, cuya vibración se intensificaría hasta extremos insospechados.
Un intenso y puro azul glacial se extendería por la criatura, comenzando en la zona donde había contactado con ella y extendiéndose por su anatomía como la más rápida de las infecciones. El fiero rojo se tornaría en calmado azul, consumiendo al dragón y acabando con su existencia. Sonreiría, satisfecho al comprobar que la creación de Niord hacía justicia al esmero que había puesto en su elaboración.
-Un poco más –ordenaría la voz de “H” en su interior.
Un manto azulado de chispas nacería en torno al cuerpo del domador mientras el dragón se iba consumiendo, momentos que el rubio dedicaría a identificar la presencia de su adversario. Cuando estuviera seguro de su posición no se lo pensaría. Se lanzaría hacia él a toda velocidad, dejando una réplica de sí mismo hecha de electricidad a sus espaldas antes de aparecer junto a él.
Sin mediar palabra, y con sus armas imbuidas en Haki de armadura, realizaría sendos cortes en cruz en dirección a su pecho. Al igual que anteriormente, de cada hoja nacería una onda cortante que extendería la distancia a la que se produciría el corte.
A continuación, buscando aprovechar el cansancio que semejante demostración de poder debía haber causado en su rival, continuaría con la ofensiva. Encadenaría una serie de tajos y estocadas en dirección a las articulaciones de su oponente. Por algún motivo no quería acabar con él, pero sí inmovilizarle para poder acudir junto al resto.
Como si alguien le hubiese leído la mente, el molusco con un sospechoso parecido a Zane que llevaba en uno de sus bolsillos comenzó a vibrar. «Vamos, no me jodas», se quejó en su fuero interno.
No pudo evitar mostrar una mueca de ira y frustración por primera vez desde que comenzara el enfrentamiento, mas se obligó a devolver su rostro a la normalidad. Las palabras de Joy resonaron en su mente, procedentes del rincón más profundo de sus recuerdos: “Cada dato que des a tu oponente sobre tu estado es un paso en dirección a la derrota”. No obstante, Yuki-onna no parecía estar dispuesta a mantener la calma del mismo modo que su portador.
¿Cuánto tiempo llevaba desenfundada? Bastante, de eso no cabía duda, pues la constante y furiosa vibración que le transmitía indicaba que estaba lista para liberar su poder. Therax apretó con fuerza su empuñadura, concentrándose de nuevo en el uniformado y contemplando la silueta de furiosas llamas que podía percibir. La notaba diferente, ¿acaso había agotado sus fuerzas? Tal vez fuese el momento de darlo todo en un último ataque.
-¿Ya has olvidado el consejo que acabas de recordar? –retumbó en su interior la voz de “H”-. Debes guardar como el mayor tesoro cada arma que tengas. Espera.
Aunque dubitativo, el espadachín se esforzó por hacer caso a la voz de la experiencia. Entonces, como si la observación del espíritu del ave constituyese un presagio de lo que estaba por venir, la figura ígnea recobró la fuerza que parecía haber perdido hacía unos instantes. No… Volvía con más ímpetu aún. La agitación de Yuki-onna crecía sin cesar, reclamando con ansia demostrar que el hielo no tiene por qué someterse al fuego, que el gélido azul alberga poder suficiente para hacer frente a su enemigo natural y vencer. ¿Acaso la espada era capaz de percibir qué sucedía? ¿Podía ser que la excitación creciese en su interior del mismo modo que en su dueño? No, el mero hecho de pensar algo así era una estupidez.
Fuera como fuere, lo cierto era que lo que estaba sucediendo ante él prometía decantar por fin el combate. ¿De lado de quién sería? Esto estaba por ver. Sin previo aviso, al igual que había sucedido anteriormente, Therax pudo ver cómo su rival comenzaba a moverse. Un único y poderoso ataque, un movimiento simple y directo, eso era lo que se le venía encima. No obstante, albergaba un poder que el marine no le había demostrado hasta el momento.
-¡Enséñaselo, chico! –exclamó “H”, haciendo vibrar cada rincón del cuerpo y la mente del rubio.
Therax presionó uno de los botones camuflados en el mango de su arma. Al instante un denso y azulado vaho empezó a brotar de la hoja de la espada, cuya vibración comenzó a incrementarse hasta extremos insospechados.
Sin pensarlo, se propulsó hacia un lado para tratar de alejarse de la criatura ígnea que se aproximaba a él. El calor que desprendía se hizo patente en seguida. Sin duda era mucho mayor que el que había experimentado antes. ¿Por qué había reservado algo como aquello tanto tiempo?
El rubio se movió a gran velocidad, pero había subestimado el alcance y la contundencia de la ofensiva… ¿o acaso había sobreestimado sus propias capacidades? Era una buena pregunta, pero tendría que detenerse a valorar la respuesta en otro momento. Fuera como fuere, lo cierto era que, aunque no había logrado apartarse por completo de la trayectoria, se encontraba cerca del límite que le hubiera permitido zafarse de él sin mayores complicaciones.
El rugido de la criatura aún retumbaba en sus oídos cuando, con un movimiento seco, trazó un corte horizontal con Yuki-onna en dirección al dragón de fuego que su adversario había empleado para atacarle. ¿Con qué parte de su anatomía habría contactado? A decir verdad, ni lo sabía ni le interesaba. Sólo esperaba sentir lo que notaría a continuación. De conseguir impactar con el llameante ser, un frío glacial comenzaría a manar de Yuki-onna, cuya vibración se intensificaría hasta extremos insospechados.
Un intenso y puro azul glacial se extendería por la criatura, comenzando en la zona donde había contactado con ella y extendiéndose por su anatomía como la más rápida de las infecciones. El fiero rojo se tornaría en calmado azul, consumiendo al dragón y acabando con su existencia. Sonreiría, satisfecho al comprobar que la creación de Niord hacía justicia al esmero que había puesto en su elaboración.
-Un poco más –ordenaría la voz de “H” en su interior.
Un manto azulado de chispas nacería en torno al cuerpo del domador mientras el dragón se iba consumiendo, momentos que el rubio dedicaría a identificar la presencia de su adversario. Cuando estuviera seguro de su posición no se lo pensaría. Se lanzaría hacia él a toda velocidad, dejando una réplica de sí mismo hecha de electricidad a sus espaldas antes de aparecer junto a él.
Sin mediar palabra, y con sus armas imbuidas en Haki de armadura, realizaría sendos cortes en cruz en dirección a su pecho. Al igual que anteriormente, de cada hoja nacería una onda cortante que extendería la distancia a la que se produciría el corte.
A continuación, buscando aprovechar el cansancio que semejante demostración de poder debía haber causado en su rival, continuaría con la ofensiva. Encadenaría una serie de tajos y estocadas en dirección a las articulaciones de su oponente. Por algún motivo no quería acabar con él, pero sí inmovilizarle para poder acudir junto al resto.
Como si alguien le hubiese leído la mente, el molusco con un sospechoso parecido a Zane que llevaba en uno de sus bolsillos comenzó a vibrar. «Vamos, no me jodas», se quejó en su fuero interno.
- Cosillas:
- Stats:
- Reflejos - Tier 8: sería capaz de atrapar un halcón peregrino si pasase junto a él. Su coordinación ojo-mano es tal que nunca pierde al “dónde está la bolita”. [x4 pasivo y x4.5 por Akuma]
Poder de destrucción - Tier 8: puede cortar esmeralda sin dificultad, y es tan preciso que podría ganarse la vida de peluquero con su arma cortante. Podría romper columnas de hormigón de un golpe con su arma contundente. [x4 pasivo]
Agilidad - Tier 5: su cuerpo parece que fluye, siendo capaz de evitar ataques ordinarios con facilidad. [x4 pasivo]
Velocidad - Tier 3: podría ganar en carrera a un elefante. Aunque creas que no, esos bichos corren que se las pelan. [x3 pasivo]
Resistencia - Tier 4: podría ser atropellado por un coche en la autopista con apenas daños. [x4 pasivo y x4.5 por Akuma]
- Yuki-onna:
- Liberación defensiva. Este efecto se desencadena tras la activación del tercer mecanismo, que libera el vapor de agua en torno a la hoja de la espada y, en diferente medida según cuánto sea lo almacenado, en la zona cercana a ella.
Cantidad máxima de vapor de agua (5): permite anular el 100% del efecto de una técnica ígnea “interceptada” con esta espada.
- Kenbunshoku Haki:
- Visión y Empatía - Tier 7.
Ojo Interno II: de forma pasiva, cuando Therax cierra los ojos es capaz de ver las auras de los seres vivos que hay en torno a él. En un radio de veinte metros, puede ver el aura de los seres vivos representada como una llama blanquecina con la forma del ser en cuestión. De forma activa, puede prever los movimientos de dichas auras en un radio de diez metros con tres segundos de antelación sobre su capacidad de visión normal.Puede hacerlo durante tres turnos, necesitando otros dos de recuperación.
- Busoshoku Haki:
- Armamento - Tier 7
- Técnicas:
- Blitzkrieg: Therax concentra y libera energía de forma brusca, dando como resultado que sea capaz de realizar un desplazamiento en línea recta a una velocidad de 40 m/s. La distancia que puede cubrir con esta técnica es de 10 metros (+10 metros por cada 10 niveles), y a sus espaldas queda una imagen de él formada por la energía eléctrica que libera para ejecutar el movimiento. Requiere una recarga de 2 posts.
Hayden Ashworth
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
El intenso dragón de fuego empezaba a disiparse, perdiendo su físico aspecto. ¿Era porque el poder del pirata era demasiado? Tal vez, aunque lo dudaba. La técnica era aún imperfecta, debía entrenarla, mejorar sus movimientos, hacerla más difícil de evadir y duradera. Podía sentir como el fuego dejaba su cuerpo y como, a pesar de que intentaba llamarlo, no acudía a su ayuda. En cierto modo se maldecía por haber fallado algo así. Aquella era una batalla importante en una guerra por la marina. No debía estar probando técnicas nuevas, sino haciendo todo lo posible por ganar.
Tenía heridas en el cuerpo. Heridas que, cuando cerrasen, no dejarían cicatriz alguna gracias a su regeneración de reptil. Sin embargo, no le dolía ni una sola de ellas. El cansancio empezaba a llegar hasta él después de tal esfuerzo, sin embargo el dolor le era ajeno. Sabía que aquello significaba tan solo que el combate era demasiado intenso y la adrenalina no le dejaba sentir aquel dolor. Y que, en cuanto parase, todo vendría de golpe. Le daba igual, pues fue cuando se dio cuenta de que, si bien no lo había hecho como él había esperado, su nueva técnica había funcionado.
Había conseguido que el espadachín se acercase. Durante toda la batalla sentía en él la astuta estrategia de mantenerse alejado. De estar fuera del alcance de los potentes puñetazos del marine y utilizar ataques a distancia como un tirador. Pero no era un tirador. Su campo era el combate cercano, igual que el del dragón, por tanto el espadachín buscaría cualquier abertura que pudiese encontrar hacia ese terreno. Y parecía que por fin la había encontrado, abierta por el mismo dragón. Sabía lo que tenía que hacer, pues el pirata lo estaba subestimando por su cansancio y, en el fondo, tenía razón. Estaba cansado. Sin embargo, había algo que el espadachín alado no conocía.
“El agotamiento no detiene al dragón.”
Utilizó el geppou para moverse también, de un salto, hacia su rival. Colocó delante suya, a modo de escudo, ambos brazos en cruz, imbuidos en haki. Las ondas cortantes dirigidas hacia él chocaron. Debido a su agotamiento, no podría detenerlas sin más, sin un rasguño, por lo que notó como su carne era cortada de nuevo. Abrió los brazos, disipando ambas ondas y dejando su cuerpo al descubierto… o eso creía el espadachín.
Empezaron los ataques directos hacia él. Sin ondas, sin lejanía. Cara a cara. Y con ellos empezó su última defensa. La primera katana se clavó en su hombro derecho. El dragón, utilizando su agilidad, dirigió la mano derecha hacia la hoja con intención de agarrarla con todas sus fuerzas y separarla de su carne. Notaría el frío en la palma de su mano herida, sin embargo no le importaba. Su espíritu de lucha no le permitía que le importara. Haría lo propio con el segundo ataque, evitando así los siguientes en su combinación.
De conseguirlo, tendría ambas armas agarradas. Sus manos sangrarían mientras aplicaba su fuerza para mover los brazos a los lados, con el propósito de mover los del espadachín también. Entonces, con el geppou, movería sus piernas adelante y las cerraría detrás del pirata, atrapándolo en una presa con ambas piernas en su cintura, apretando con las fuerzas que le quedaban.
Entonces, en su último ataque, su frente se volvería negra, seña de su haki de armadura. Echaría la cabeza hacia atrás y daría un fuerte cabezazo, directa a la frente del rubio. Sabía que su haki era, como mínimo, igual de poderoso que el suyo. Tal vez más fuerte. Por tanto, solo le quedaría esperar que la desmesurada fuerza del dragón le sirviese para aquello. Para dejarle inconsciente y vencer.
Tenía heridas en el cuerpo. Heridas que, cuando cerrasen, no dejarían cicatriz alguna gracias a su regeneración de reptil. Sin embargo, no le dolía ni una sola de ellas. El cansancio empezaba a llegar hasta él después de tal esfuerzo, sin embargo el dolor le era ajeno. Sabía que aquello significaba tan solo que el combate era demasiado intenso y la adrenalina no le dejaba sentir aquel dolor. Y que, en cuanto parase, todo vendría de golpe. Le daba igual, pues fue cuando se dio cuenta de que, si bien no lo había hecho como él había esperado, su nueva técnica había funcionado.
Había conseguido que el espadachín se acercase. Durante toda la batalla sentía en él la astuta estrategia de mantenerse alejado. De estar fuera del alcance de los potentes puñetazos del marine y utilizar ataques a distancia como un tirador. Pero no era un tirador. Su campo era el combate cercano, igual que el del dragón, por tanto el espadachín buscaría cualquier abertura que pudiese encontrar hacia ese terreno. Y parecía que por fin la había encontrado, abierta por el mismo dragón. Sabía lo que tenía que hacer, pues el pirata lo estaba subestimando por su cansancio y, en el fondo, tenía razón. Estaba cansado. Sin embargo, había algo que el espadachín alado no conocía.
“El agotamiento no detiene al dragón.”
Utilizó el geppou para moverse también, de un salto, hacia su rival. Colocó delante suya, a modo de escudo, ambos brazos en cruz, imbuidos en haki. Las ondas cortantes dirigidas hacia él chocaron. Debido a su agotamiento, no podría detenerlas sin más, sin un rasguño, por lo que notó como su carne era cortada de nuevo. Abrió los brazos, disipando ambas ondas y dejando su cuerpo al descubierto… o eso creía el espadachín.
Empezaron los ataques directos hacia él. Sin ondas, sin lejanía. Cara a cara. Y con ellos empezó su última defensa. La primera katana se clavó en su hombro derecho. El dragón, utilizando su agilidad, dirigió la mano derecha hacia la hoja con intención de agarrarla con todas sus fuerzas y separarla de su carne. Notaría el frío en la palma de su mano herida, sin embargo no le importaba. Su espíritu de lucha no le permitía que le importara. Haría lo propio con el segundo ataque, evitando así los siguientes en su combinación.
De conseguirlo, tendría ambas armas agarradas. Sus manos sangrarían mientras aplicaba su fuerza para mover los brazos a los lados, con el propósito de mover los del espadachín también. Entonces, con el geppou, movería sus piernas adelante y las cerraría detrás del pirata, atrapándolo en una presa con ambas piernas en su cintura, apretando con las fuerzas que le quedaban.
Entonces, en su último ataque, su frente se volvería negra, seña de su haki de armadura. Echaría la cabeza hacia atrás y daría un fuerte cabezazo, directa a la frente del rubio. Sabía que su haki era, como mínimo, igual de poderoso que el suyo. Tal vez más fuerte. Por tanto, solo le quedaría esperar que la desmesurada fuerza del dragón le sirviese para aquello. Para dejarle inconsciente y vencer.
- Cosas:
- No me voy a explayar(?)
-Geppou
-Haki armadura predilecto tier 6
-Fuerza tier 7 x9
-Resistencia tier 3 x6
-Agilidad tier 7
Esperaba de todo corazón que su ofensiva surtiese efecto. ¿Qué clase de compañero sería para el resto de los Arashi si el primer adversario que se había cruzado en su camino fuese capaz de derrotarle? Si algo le había quedado claro era que el tipo al que se enfrentaba no era un oponente al uso, pero no era una excusa válida. No, volvería junto a los demás sin importar lo que le costase.
No tardó en divisar a su oponente. ¿Acaso iba a recibir su ataque? ¿Su cansancio era tal que no tenía posibilidad de zafarse de él? Era una opción, pero no. El marine que se oponía a él había hecho gala de una tozudez digna de Zane cuando ante él se paseaba una falda demasiado corta. Además, en los últimos metros de su recorrido le pareció distinguir una mirada de desafío y decisión en los ojos de aquel tipo que provocó que volviese a cerrar los ojos.
Su alrededor volvió a mostrarse negro en su mente, refulgiendo frente a él la llama que representaba la presencia de su oponente. Se le antojaba más pequeña que anteriormente, pero se agitaba, anárquica, con la misma furia que había demostrado hasta el momento. ¿Cuánto tiempo tenía hasta que el uniformado ejecutase lo que se mostraba en su mente? Estaban muy cerca, por lo que de seguro el margen de reacción era mucho menor del que hubiera deseado. No obstante, no pensaba dejarse derrotar por un cabezazo, menos aún teniendo los genitales de aquel sujeto tan cerca de su torso. ¿En qué demonios estaba pensando?
A pesar de ejecutar lo que había planeado, obteniendo como respuesta los hábiles movimientos que se habían materializado en su mente, se concentró en que su cuerpo comenzase a refulgir. Y lo hizo. Cuando las piernas del marine se ciñeron en torno a su torso, su anatomía al completo brillaba con un color blanquecino que no presagiaba nada bueno. En unos instantes nacerían unas ondas cortantes de las que no sería nada fácil librarse.
Al mismo tiempo, una violenta corriente de viento apareció entre las cabezas de ambos contendientes. Hasta el momento el marine había ignorado por completo las potentes ráfagas que había generado, pero esperaba que en esa ocasión no fuese así, pues esa en concreto tenía una naturaleza mucho más contundente que las demás. Tal era su potencia que casi llegó a materializarse como una barrera entre las testas que amenazaban con chocar.
La frente del marine, de un inconfundible color negro, golpeó el muro que había generado con una potencia inusitada. Por un momento el rubio pensó que podría resistir, que el cabezazo quedaría reducido a un vano intento de golpearle, pero no fue así. La pared invisible cedió y la cabeza del marine colisionó con la suya. Con menos potencia, sí, pero el espadachín pudo sentir cómo hasta el último rincón de su ser se agitaba. Incluso notó cómo su cráneo se desplazaba hacia atrás unos instantes.
Cuando recuperó su posición una sensación húmeda recorría su frente, descendiendo a ambos lados de su nariz y deslizándose hasta gotear desde el mentón a la ropa. Entonces, apenas un instante después del cabezazo, el brillo que había comenzado a emanar de su cuerpo se disipó del modo en que lo había hecho antes, convirtiéndose en una serie de ondas cortantes que nacieron a escasos milímetros de su oponente. No había modo de librarse de aquello, a menos que de algún extraño modo deshiciese su presa en una centésima de segundo y evadiese todos los trazos de energía cortante que amenazaban con dejarle fuera de combate.
-Tú lo has dicho, chico. La posibilidad aún existe –dijo la voz de “H” desde algún lugar en su interior-. Prepárate para lo que pueda pasar.
Y así lo hizo. Permaneció alerta por si el marine llevaba a cabo alguna acción como la que se le había ocurrido para, en ese caso, lanzarse de nuevo contra él y comenzar una ofensiva contra la que no pudiera prepararse tras esquivar por muy poco las ondas cortantes. Lanzaría dos cortes horizontales en dirección a su torso, seguidos de otro oblicuo que buscaría dañar su rodilla derecha y un tercero que, amagando con hacer lo propio en su otra extremidad inferior, terminaría por buscar hundirse en su hombro izquierdo.
Sin embargo, aquello no sería más que el preludio de la conclusión de su movimiento. Debía terminar aquello. Por último, aleteó una única vez con violencia para ganar un poco de altura y, en apenas un instante, Byakko y Yuki-onna descendieron de nuevo en busca de los hombros del uniformado. Buscaba que sus sables perforasen la carne a la altura de sus clavículas, hundiéndose en su tórax. No serían heridas mortales; el marine ya había demostrado que sería capaz de aguantar mucho más que eso, pero sí lo suficiente como para dejarle fuera de combate.
No tardó en divisar a su oponente. ¿Acaso iba a recibir su ataque? ¿Su cansancio era tal que no tenía posibilidad de zafarse de él? Era una opción, pero no. El marine que se oponía a él había hecho gala de una tozudez digna de Zane cuando ante él se paseaba una falda demasiado corta. Además, en los últimos metros de su recorrido le pareció distinguir una mirada de desafío y decisión en los ojos de aquel tipo que provocó que volviese a cerrar los ojos.
Su alrededor volvió a mostrarse negro en su mente, refulgiendo frente a él la llama que representaba la presencia de su oponente. Se le antojaba más pequeña que anteriormente, pero se agitaba, anárquica, con la misma furia que había demostrado hasta el momento. ¿Cuánto tiempo tenía hasta que el uniformado ejecutase lo que se mostraba en su mente? Estaban muy cerca, por lo que de seguro el margen de reacción era mucho menor del que hubiera deseado. No obstante, no pensaba dejarse derrotar por un cabezazo, menos aún teniendo los genitales de aquel sujeto tan cerca de su torso. ¿En qué demonios estaba pensando?
A pesar de ejecutar lo que había planeado, obteniendo como respuesta los hábiles movimientos que se habían materializado en su mente, se concentró en que su cuerpo comenzase a refulgir. Y lo hizo. Cuando las piernas del marine se ciñeron en torno a su torso, su anatomía al completo brillaba con un color blanquecino que no presagiaba nada bueno. En unos instantes nacerían unas ondas cortantes de las que no sería nada fácil librarse.
Al mismo tiempo, una violenta corriente de viento apareció entre las cabezas de ambos contendientes. Hasta el momento el marine había ignorado por completo las potentes ráfagas que había generado, pero esperaba que en esa ocasión no fuese así, pues esa en concreto tenía una naturaleza mucho más contundente que las demás. Tal era su potencia que casi llegó a materializarse como una barrera entre las testas que amenazaban con chocar.
La frente del marine, de un inconfundible color negro, golpeó el muro que había generado con una potencia inusitada. Por un momento el rubio pensó que podría resistir, que el cabezazo quedaría reducido a un vano intento de golpearle, pero no fue así. La pared invisible cedió y la cabeza del marine colisionó con la suya. Con menos potencia, sí, pero el espadachín pudo sentir cómo hasta el último rincón de su ser se agitaba. Incluso notó cómo su cráneo se desplazaba hacia atrás unos instantes.
Cuando recuperó su posición una sensación húmeda recorría su frente, descendiendo a ambos lados de su nariz y deslizándose hasta gotear desde el mentón a la ropa. Entonces, apenas un instante después del cabezazo, el brillo que había comenzado a emanar de su cuerpo se disipó del modo en que lo había hecho antes, convirtiéndose en una serie de ondas cortantes que nacieron a escasos milímetros de su oponente. No había modo de librarse de aquello, a menos que de algún extraño modo deshiciese su presa en una centésima de segundo y evadiese todos los trazos de energía cortante que amenazaban con dejarle fuera de combate.
-Tú lo has dicho, chico. La posibilidad aún existe –dijo la voz de “H” desde algún lugar en su interior-. Prepárate para lo que pueda pasar.
Y así lo hizo. Permaneció alerta por si el marine llevaba a cabo alguna acción como la que se le había ocurrido para, en ese caso, lanzarse de nuevo contra él y comenzar una ofensiva contra la que no pudiera prepararse tras esquivar por muy poco las ondas cortantes. Lanzaría dos cortes horizontales en dirección a su torso, seguidos de otro oblicuo que buscaría dañar su rodilla derecha y un tercero que, amagando con hacer lo propio en su otra extremidad inferior, terminaría por buscar hundirse en su hombro izquierdo.
Sin embargo, aquello no sería más que el preludio de la conclusión de su movimiento. Debía terminar aquello. Por último, aleteó una única vez con violencia para ganar un poco de altura y, en apenas un instante, Byakko y Yuki-onna descendieron de nuevo en busca de los hombros del uniformado. Buscaba que sus sables perforasen la carne a la altura de sus clavículas, hundiéndose en su tórax. No serían heridas mortales; el marine ya había demostrado que sería capaz de aguantar mucho más que eso, pero sí lo suficiente como para dejarle fuera de combate.
- Cosas (creo que no me dejo nada):
- Stats:
- Reflejos - Tier 8: sería capaz de atrapar un halcón peregrino si pasase junto a él. Su coordinación ojo-mano es tal que nunca pierde al “dónde está la bolita”. [x4 pasivo y x4.5 por Akuma]
Poder de destrucción - Tier 8: puede cortar esmeralda sin dificultad, y es tan preciso que podría ganarse la vida de peluquero con su arma cortante. Podría romper columnas de hormigón de un golpe con su arma contundente. [x4 pasivo]
Agilidad - Tier 5: su cuerpo parece que fluye, siendo capaz de evitar ataques ordinarios con facilidad. [x4 pasivo]
Velocidad - Tier 3: podría ganar en carrera a un elefante. Aunque creas que no, esos bichos corren que se las pelan. [x3 pasivo]
Resistencia - Tier 4: podría ser atropellado por un coche en la autopista con apenas daños. [x4 pasivo y x4.5 por Akuma]
- Kenbunshoku Haki:
- Visión y Empatía - Tier 7.
Ojo Interno II: de forma pasiva, cuando Therax cierra los ojos es capaz de ver las auras de los seres vivos que hay en torno a él. En un radio de veinte metros, puede ver el aura de los seres vivos representada como una llama blanquecina con la forma del ser en cuestión. De forma activa, puede prever los movimientos de dichas auras en un radio de diez metros con tres segundos de antelación sobre su capacidad de visión normal.Puede hacerlo durante tres turnos, necesitando otros dos de recuperación.
- Busoshoku Haki:
- Armamento - Tier 7
- Técnicas:
- Sharp Pulse: el cuerpo de Therax comienza a brillar con gran intensidad, naciendo de él varias ondas cortantes de 360º (a la altura de tobillos, rodillas, cintura, diafragma, hombros, cuello y nariz). Dichas ondas se expanden en un radio de 5 metros (+1 cada 10 niveles), teniendo las características de las ondas del espadachín en ese momento (influenciadas por PUs y técnicas activas). No podrá volver a emplear esta técnica hasta que transcurran dos turnos de recarga.
Wind Wall: Therax es capaz de generar una corriente de viento (o varias) muy potente en una zona en concreto, cuya extensión máxima es de veinte metros cuadrados (en caso de que sea más de una, la superficie total no podrá exceder esos veinte metros cuadrados). A efectos de interacción, se comportará como una barrera con la tenacidad del oro hasta nivel 50 (platino a nivel 100 y acero a nivel 150). Tiene una recarga de uso de dos posts.
Yuki-onna: turno 1 de absorción.
Hayden Ashworth
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Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Incluso así de cerca, el pirata había sido capaz de menguar la potencia del daño con su viento. Aquello era admirable, sin duda. Sin embargo, el sargento estaba demasiado aturdido, por lo que ni siquiera se dio cuenta en su totalidad de lo que el espadachín había hecho por evitar el ataque. Ahí estaba él, intentando mantenerse en el aire con su Geppou, con sus últimas fuerzas en aquel momento. Su vista, nublada. Sus oídos, ensordecidos. Se tambaleaba hacia los lados, intentando mantenerse en pie, intentando ignorar su agotamiento, aferrándose a su última fuerza de voluntad.
Su enemigo estaba casi intacto, con pocas heridas. Él tenía la ropa del uniforme rasgada. Hacía un largo rato que había perdido la gorra y su torso estaba totalmente al descubierto. Musculado, pero con cortes y heridas. La sangre goteaba por sus hombros hasta llegar a sus manos y… También tenía sangre en la cabeza. ¿El cabezazo? Lo había dado él y aún así…
No. Un dragón no se agota. Un marine debe luchar siempre por la justicia, debe saber siempre cómo salir de una situación desfavorable. Era lo único en lo que podía pensar mientras se disponía a evitar el ataque del contrario. Aquel último esfuerzo, cuando ya estaba agotado, parecía haber drenado por completo sus fuerzas. El contraataque se acercaba. Se puso en posición y, de golpe, todo se volvió negro.
Zuko no lo supo en aquel momento, pero su desmayo fue lo que hizo que evitara el contraataque. Aunque era inútil, pues ya había perdido. Su cuerpo caía en picado, de cabeza, hacia el hielo.
Su enemigo estaba casi intacto, con pocas heridas. Él tenía la ropa del uniforme rasgada. Hacía un largo rato que había perdido la gorra y su torso estaba totalmente al descubierto. Musculado, pero con cortes y heridas. La sangre goteaba por sus hombros hasta llegar a sus manos y… También tenía sangre en la cabeza. ¿El cabezazo? Lo había dado él y aún así…
No. Un dragón no se agota. Un marine debe luchar siempre por la justicia, debe saber siempre cómo salir de una situación desfavorable. Era lo único en lo que podía pensar mientras se disponía a evitar el ataque del contrario. Aquel último esfuerzo, cuando ya estaba agotado, parecía haber drenado por completo sus fuerzas. El contraataque se acercaba. Se puso en posición y, de golpe, todo se volvió negro.
Zuko no lo supo en aquel momento, pero su desmayo fue lo que hizo que evitara el contraataque. Aunque era inútil, pues ya había perdido. Su cuerpo caía en picado, de cabeza, hacia el hielo.
- Resumensito:
- Doy por finalizado el combate y asumo mi derrota, desmayandome y cayendo al suelo que... en este momento es hielo
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