Un extraño par

En cuanto se separaron, presa del momento, Yarmin casi se olvidó de su pequeña acompañante. ¿Qué tenía que ofrecerle ella que superase la emoción del vodevil? Había organizado una ópera en tres actos que poco a poco se iba desarrollando, y aunque en ningún momento habría podido predecir que se encontraría junto a una niña disparando a los hombres que tenía en nómina, no podía negar que era divertido. A veces no estaba mal del todo cambiar de planes, pero solo porque en esa situación él seguía controlándolo todo. Por mucho que debiera hacer pensar a Julianna que no.

Rodó hacia un lado, evitando la línea de fuego, disparando fuego de cobertura mientras se tomaba la molestia de fingir que no era capaz de acertar con los ojos cerrados. Por favor, una panda de torpes gorditos con ametralladoras eran un blanco demasiado fácil; lo verdaderamente complicado era hacerlos parecer mínimamente peligrosos.

- ¿Qué tal vas? -preguntó, mientras recargaba. Le quedaban solo siete cargadores, así que tendría que conseguir matar a alguno de forma relativamente coherente antes de malgastar más balas y tener que desvelarse como la máquina de matar que realmente era-. ¿Necesitas ayuda?

Era una pregunta de cortesía; ella estaba perfectamente, e incluso se había tomado la libertad de coser a uno de los "delincuentes". De hecho, el único que parecía estar teniendo una mínima dificultad era él, y se sentía algo ridículo dejándose ganar por una niña de trece años. Por suerte, desfogó su frustración sobre el más cercano y recogió su arma. No era Creaviudas, pero las armas automáticas tenían cierto encanto cuando uno aprendía a disparar en ráfagas cortas.

Saltó de su refugio en una acrobacia perfectamente medida, aterrizando delante del primer cadáver y cerrando fuego frente al que, a continuación, fue el segundo. No pudo localizar al tercero, pero se puso a cubierto mientras esperaba a que Julianna le hiciese una señal, o se ocupara ella.

La señal no llegó, pero tampoco es como si tuviera todo el día, así que se internó en los pasillos laberínticos de la factoría asegurándose de ser lo más discreto posible: redujo su respiración al mínimo, caminó despacio, buscó refugio en las sombras... Cualquier señal podía hacerle saltar, al fin y al cabo por mucho que pudiese matarlos a todos una bala seguiría matándolo a él; por eso, cuando escuchó un ruido mínimamente fuera de lo normal a su espalda se giró y dejó el gatillo listo para disparar en cuanto hiciese contacto visual.

¿En qué momento se había convertido todo en una carnicería? Los segundos pasaron y llegó un momento en el que el sonido de las balas se convirtió en un telón de fondo. Podrían haberle preguntado y la pequeña habría respondido que sí, siempre había estado ahí.

Pero eso no era cierto y si había llegado hasta ese punto era porque no habían sido lo suficientemente rápidos. Mirando a su alrededor, hizo rápidamente la cuenta. 7 hombres en total, ella había apresado a uno y a juzgar por los bultos en el suelo el señor Prince se había encargado de otros 3. 4 fuera, faltaban 3. Menos de la mitad.

-Todo bien, no se preocupe.

Ya bastante teníamos ambos qué hacer si queríamos conseguir el objetivo. En la mente de la joven todavía estaba claro como el agua el recuerdo de aquel hombre enloquecido por la droga. Si no lograban detener a toda esa gente, muchos otros acabarían igual. Vio por el rabillo del ojo como el señor Prince salía de su escondite y supo que era su turno de hacer lo mismo.

Tras respirar hondo una vez, se levantó y fue por el lado contrario. Más terreno, menos tiempo. No tardó en encontrar a otro de los hombres, por suerte para ella de espaldas. Atacó rápida, sin pensarlo y en cuestión de segundos el hombre estaba a sus pies sangrando. Los tendones de los tobillos y de las rodillas habían sido limpiamente seccionados y ya no podía caminar. Por supuesto, lo meticuloso del corte hacía posible cosérselos y hasta cierto punto recuperar la movilidad, pero… ahora no era el momento de eso. Con un poco más de práctica esta vez, ató al hombre también con hilo de sutura y tras meterle uno de sus calcetines en la boca le dejó en un rincón. Sangraba mucho, pero no creía que se fuera a morir por eso. Además, así luego el señor Prince podría hacerle preguntas si lo necesitaba.

Quedaban dos. Encontró a uno al doblar una esquina, apuntándole con la pistola, pero cometió el error de subestimarle. En el momento en el que el hombre se rió y fue a por ella con intención de agarrarla con sus manazas, Jul cargó hacia delante y le hundió el rapier en el estómago. Se coló por debajo de su brazo justo a tiempo, porque el dolor había hecho que disparara el arma. Sabiendo que ese era peligroso, dio un pequeño salto y le cortó el cuello. O el lateral, bueno. No tenía tanta fuerza como para cercernarle la cabeza, pero sí como para lograr que cayera muerto a sus pies. Frunció el ceño, molesta. Tenía todo el vestido manchado de la sangre de un fabricante de drogas. Tiraría ese conjunto en cuanto pudiera, lógicamente.

Solo quedaba uno. Caminó por los pasillos, alerta. Ya no se oían las balas y no tenía ni idea de dónde estaba el hombre que faltaba. Dobló la última esquina y… se encontró de nuevo con el señor Prince. Le estaba apuntando con el arma, pero para ser justos, ella llevaba a Faded en alto, lista para atacar. La bajó con cautela, antes de preguntar:

-¿Ha atrapado al que falta? Creo que es el último. Dos han… sobrevivido, si necesita hacerles alguna pregunta.

Era la niña. Y con una espada. No podía decir que fuese el arma más eficaz en un espacio como aquel, pero parecía que se las iba apañando. Bajó la pistola por un momento, haciendo cálculos que no hacían falta. Quedaba solo uno, que estaría muy probablemente esperando para tenderles una trampa o caer sobre ellos en cualquier momento. Sin embargo, prefirió no utilizar su Haki de observación; no lo necesitaba para un tipo como aquel. De hecho, no solía necesitarlo.

- Ten más cuidado -la reprendió-. Si llego a haber apretado el gatillo estaríamos los dos en un lío.

Era cierto. Aunque Julianna estaba demostrando cierta habilidad, no era fácil esquivar una bala a bocajarro. Ella herida y él con más papeleo por hacer, ambos salían perdiendo, pero en cualquier caso lo que más le importaba en ese momento era deshacerse del último cabo suelto, cuyos pasos repentinamente escuchó, girando de golpe la cabeza y agachándose tras un par de toneles en cuanto una andanada de disparos trató de convertirlo en un colador.

Sin duda había sido buena idea contratar a esa gente, y en circunstancias normales no los habría matado, pero a veces en la vida había que hacer sacrificios. Sospechaba que la carrera era una distracción para posicionarse en un lugar más ventajoso. Y, por mucho que le agradase tener trabajadores tan competentes, no era cuestión de arriesgar la vida de la niña. Al menos, no por el momento.

- Si se ha puesto cerca de la entrada tenemos un problema -explicó-. Me he fijado en que hay mucho espacio abierto, por lo que nos meteríamos en un tiroteo que no podemos ganar. Si encuentras una salida secundaria, puedes ir a por él desde atrás y yo te cubro.

No había motivos para negarse. Él tomaba el mayor riesgo, ella hacía lo más importante... Si todo funcionaba -y no había motivo para que no lo hiciese- era una buena manera de conseguir que ella sintiese la adrenalina de la misión, y con suerte terminaría de convencerse para acompañarlo en la Agencia. Al fin y al cabo seguía necesitando gente para su escuadrón, y una niña inocente era potencialmente una agente ideal para sus planes. De ese modo, Yarmin rodó hacia la primera cobertura que vio y pegó un tiro de advertencia.

El tipo respondió con una salva de balazos, pero ahora él tenía clara su posición. Podía arrinconarlo en lo que la niña hacía el resto.

Asintió con cuidado. En realidad no creía que fuera a haber apretado el gatillo, pero sí que parecía un tanto enervado. Sin embargo, le había visto moverse, por no hablar de que era consciente de ser bastante más bajita que cualquiera de los hombres a los que estaban persiguiendo. Comprendía los nervios, pero no sentía que estuviera en peligro. No por parte del señor Prince, al menos.

Lo importante de momento era que ninguno de ellos estaba herido y que solo quedaba un hombre del que hacerse cargo. Su idea era lógica, por lo que accedió y desapareció de nuevo entre los pasillos del almacén para encontrar esa salida secundaria. Por un instante, se preguntó si debería matarlo. Aún quedaban dos hombres vivos, aunque reducidos, por lo que si hubiera necesidad de interrogar a alguien estaban cubiertos. Y había visto que alguno de los que había alcanzado el señor Prince no había vuelto a levantarse. ¿Era eso lo que esperaba de ella? No quería meter la pata. Y tampoco podía decir que la vida de ese desconocido le despertara demasiada empatía. Había visto lo que hacía la droga que estaba creando y distribuyendo. Era imposible, o por lo menos le costaba imaginarse, que estuviera trabajando en ese lugar sin ser consciente de las consecuencias de lo que hacía. Y, aún así, todos y cada uno de los hombres con los que se habían topado seguían adelante. Acabar con sus vidas era casi un prevenir antes que curar. Y si le perdonaban… ¿qué sería de él? ¿se lo llevaría la organización del señor Prince?

Se sentía afortunada de que le hubiera dejado participar en la operación. No quería ser un lastre y agarró su rapier con algo más de fuerza cuando encontró la puerta trasera. La abrió con cuidado y avanzó cuidadosamente, silenciosa en el espacio abierto. Dio la vuelta al lugar y, de repente, le vio. A los dos, de hecho. Detrás de unos toneles, justo delante de ella, estaba el hombre al que buscaban. Al otro lado de la improvisada barrera de redonda madera, el señor Prince, listo para cubrirle. Nuevamente, la decisión resonó en sus oídos ¿matar o herir?

Avanzó hacia él con el arma a un lado, pasito a pasito. El hombre estaba centrado en el señor Prince, pero llegó un momento en el que notó el pequeño sonido a su espalda. Se volvió hacia Julianna, pistola en la mano y la cautela en el rostro. Jul esbozó una pequeña sonrisa y se agachó, lanzándose con toda la fuerza que podía hacia delante. La pistola se disparó, pasando a centímetros de la niña. Notó que algo le raspaba la mejilla, pero en ese instante no era algo a lo que prestarle atención. El hombre cayó de espaldas con ella encima y en cuestión de segundos el rapier de la pequeña se apoyó contra su cuello, una muda amenaza.

Alzó la cabeza para mirar al señor Prince y buscar… algo. No supo exactamente lo que era. Algo en la expresión, en la forma de mirarla, le confirmó lo que necesitaba saber. Fue un corte limpio, rápido. Efectivo. Estuvo muerto enseguida. Su vestido se había manchado en el proceso, pero ya conocía de sobras los peligros de llevar ropa blanca. Tendría que tirarlo, sin más. Se tocó la mejilla mientras se levantaba y vio algo de sangre. Quizás la bala sí le había rozado. No parecía grave, así que decidió dejarla al aire. Ya la desinfectaría cuando tuviera un momento. Por ahora, el trabajo estaba terminado y quedaba una pregunta por hacer.

-¿Qué ocurrirá a continuación?

Yarmin mantuvo fuego de cobertura mientras Julianna huía. No sabía si la pequeña volvería a ayudarle, pero había visto ya demasiadas veces el patrón de aficionado que utilizaba aquel tipo a la hora de agacharse, levantarse y disparar. Si hubiese querido podría haber acertado entre ceja y ceja casi sin mirar, pero resultaba muy importante que ella se sintiese útil al tiempo que corría un cierto riesgo controlado. Por eso simplemente estaba esperando; por eso, y porque le había caído bien. Si podía reclutarla para ser una de sus compañeras no dudaría un solo instante en hacerse con ella.

Empezaba a aburrirse, pero Julianna no tardó en llegar. Podría haber sentido su presencia, pero notar el cambio de patrón en el hombre y escuchar unos disparos que no pasaban por encima de su cabeza le hicieron saber que ella estaba allí del mismo modo que el silencio le confirmó que ella había ganado. Un corte limpio con espada, un delicado tajo con aquella espadita de juguete y... Se acabó. Alzó la cabeza fingiendo precaución, pero en cuanto la vio cambió de parecer y se emocionó notablemente, con una alegría casi genuina. No le sorprendía su supervivencia, pero sí le había gustado descubrir que se había hecho una ligera herida.

No le preocupaba, pues era apenas un rasguño, pero sacó un paño de algodón fino y se lo tendió para cubrirse la mejilla. Con una sonrisa orgullosa le revolvió el pelo y, fingiendo cierto cansancio, se sentó sobre un palé de azúcar. Tanta mercancía desperdiciada, tanto dinero invertido en desestabilizar Water Seven... Pero bueno, ya colocaría el producto en otro lado. Dark Dome, por ejemplo.

- Ahora... Toca informar -respondió, con notorio cansancio-. Seguramente reciba una pequeña reprimenda por todo el tema de las puñaladas y demás, pero vaya.

Sacó su den den mushi carmesí del bolsillo y marcó el número de Issei. No le apetecía demasiado hablar con él, pero era un trámite por el que debía pasar si quería hacer a la niña una de los suyos.

- Agente 042, aquí 037. Ha habido complicaciones. Sé que era mi día libre, sí, pero hubo un soplo. Tres dedos y dos punzadas. Necesito limpieza.

La bronca sonó alta y clara, dentro de la tranquilidad que normalmente caracterizaba a Issei. No obstante asumió la responsabilidad de llevar limpiadores, con la condición de que presentase un informe detallado de la refriega. Yarmin suspiró. Una vez colgó, se dirigió a Jul:

- La vida del agente es dura. Tienes que hacer cosas que no te gustan para gente que no te lo va a agradecer nunca porque no sabe el esfuerzo que haces por ella. He sido muy egoísta al pedirte que firmases eso. Dámelo, si no te importa. -Una vez lo tuvo en sus manos lo partió en dos. Ahora, tal vez, ella se sintiese en deuda con él, pero tardarían tiempo las flores en dejarse oler-. Ahora deberías marcharte, pero antes, permíteme un consejo: El Cipher Pol necesita gente como tú, pero no creo que seas feliz en él. Aunque a mí me haría feliz tenerte conmigo, eres una gran compañera. En fin, no importa, sensiblerías innecesarias. Toma.

Le tendió una tarjeta completamente negra. En letras blancas por el dorso, aparecía su nombre y una referencia.

- Cualquier tintorería de Water Seven te limpiará ese vestido sin cobrar ni hacer preguntas. Todos saben a qué me dedico aquí, y colaboran habitualmente. Volveremos a vernos, estoy seguro.

Una vez Jul se hubiese marchado, empezaría a prepararlo todo y quemaría los restos del papel.