El Poneglyph [Encargo definitivo]

Thawne observó cómo la bruja, tratando de asestar el golpe final a su enemigo común, atacó con su espada. Sin embargo, pese a lograr alcanzarle, el pirata prácticamente ni se inmutó y contraatacó con violencia lanzando varios de aquellos proyectiles de humo que podía crear de la nada. Cuatro de ellos se dirigieron hacia Thawne, quien al verlos volar hacia su posición llevó una de sus manos al medallón que colgaba de su cuello.

Los nanobots en su interior liberaron en ese momento gran cantidad de energía, creando un escudo en torno al calvo que le protegió del poderoso ataque de Welham. Pudo ver en ese momento una extraña aura sombría naciendo del cuerpo de Katharina, y sintió su voluntad expresando todo su poder.  

- Vaya, así que ella también es capaz de utilizar el Haki del Conquistador. - Pensó para sí. Ese detalle la convertía en una aliada aún más idónea. Dos personas poseedoras de la voluntad de los reyes luchando juntas podían cambiar el destino mundo de una forma casi inimaginable.

No tuvo tiempo de perderse en sus pensamientos, pues el pirata respondió a la demostración de fuerza de la bruja creando una densa humareda que envolvió todo el campo de batalla, así como lo que parecía un clon de su figura hecho del material que era capaz de fabricar. Poco a poco respirar comenzó a ser una tarea cada vez más ardua dada la gran cantidad de partículas en suspensión en el aire, lo que hablaba a las claras de que debían terminar pronto con el combate si no querían acabar intoxicados de gravedad. Pese a su aguda visión y al hecho de que podía considerarse casi nictálope, Thawne no conseguía ver bien entre el espeso humo, por lo que trató de fijar en Welham su mantra, pero no fue capaz de distinguir al real del verdadero una vez ambas figuras empezaron a moverse.

- Así que no soy el único que sabe dividir su aura... interesante.

Parecía que aquel tipo tenía respuestas a prácticamente todo lo que pudiesen lanzarle, pero por desgracia para él Thawne poseía un método de rastreo que no podía evitar. Rápidamente buscó la consciencia del pirata para establecer un contacto telepático con él. Gracias a eso su mente y su mantra se sincronizaron, pudiendo darse cuenta de lo que este iba a hacer a continuación. Y se dirigía hacia él desde atrás, buscando pillarle desprevenido.

Jugando con la ventaja de que probablemente su oponente no esperase que pudiera anticiparse a su ataque, Thawne esperó al último momento antes de hacer un movimiento. Welham saltó, enarbolando su espada y dispuesto a realizar un amplio corte horizontal a la altura de sus cabezas en un intento de segar la mayor cantidad posible de ellas. Pero tan solo una fracción de segundo antes de su ataque el antiguo agente dobló las rodillas y se agachó ligeramente hacia delante, haciendo que su ataque tan solo hendiese el aire. Acto seguido, y aprovechando la inercia de su propio movimiento el agente saltó mientras giraba hacia atrás, realizando un movimiento de media luna con su pierna que generó un poderosísimo Rankyaku a apenas centímetros del pirata, que no fue capaz de hacer nada por evitarlo y cuyo cuerpo quedó cercenado longitudinalmente en dos mitades casi idénticas que cayeron inertes al suelo.

Cuando el humo se desvaneció y de nuevo fue capaz de respirar con normalidad el calvo volvió a su forma humana. Miró a su compañera, interesándose por su estado y preguntando si necesitaba alguna clase de ayuda o atención sanitaria antes de continuar.

Se tapó la nariz con el antebrazo más por reflejo que por otra cosa, pues sabía que de todas maneras era imposible evitar toda esa cantidad de humo. Una nítida imagen le indicó que se moviera hacia la derecha, esquivando ágilmente las estocadas del espadachín y su doble para luego desaparecer en la densa humareda. Su espada chocaba repetidamente contra la de sus enemigos hasta que, de un momento a otro, la intensidad de los ataques descendió. Le era imposible distinguir figura alguna en ese mar de humo, limitada a defenderse sin siquiera poder sentir la localización exacta de su oponente. La hoja enemiga se deslizó suavemente por su muslo izquierdo, dejándole corte de pocos milímetros. Bloqueó el siguiente movimiento y el subsiguiente encontró sus costillas, sintiendo un agudo dolor que recorrió su dorso. La espadachina flexionó las piernas y giró sobre sus talones, esquivando el tercer ataque. Su oponente dejó una apertura en la defensa que no dudó en aprovechar, volviendo su hoja tan negra como el azabache. Cortó por la mitad el cuerpo de su oponente y, a pesar de sentirlo en sus manos, este se regeneró y lanzó una estocada sorpresiva que atravesó como una bala su hombro recién sanado.

Mantuvo el combate, debilitándose poco a poco por falta de oxígeno. El humo entraba lentamente a sus pulmones y en cualquier momento sufriría una intoxicación. Incluso intentó disipar la cúpula con fuertes ráfagas de viento, pero el humo simplemente se arremolinaba en torno del cuerpo real. Sabía que estaba luchando contra el clon, le había cortado una infinidad de veces, pero a este parecía no afectarle. De un momento a otro, la cortina que le impedía ver cualquier cosa comenzó a desaparecer poco a poco al mismo tiempo que el clon adoptaba una consistencia gaseosa. Halló la respuesta en las dos mitades que habían dejado un charco de sangre en el suelo. Su compañero le había derrotado de alguna u otra forma, tampoco le importaba demasiado, pero el tal Darius Welham resultó ser más un parlanchín que un enemigo devastador. Sí, era cierto que le dio un par de problemas, pero ni siquiera había usado sus hechizos más poderosos. Y, si no hubiera estado cerca de Thawne, no se habría contenido.

Dejó que su compañero tratase sus heridas de la manera que solo él sabía y, sin ganas de comentar el combate, retomó el paso hacia el lugar que indicaba el libro. Poco a poco se adentraron en las profundidades del bosque de coníferas. Casi todo el suelo estaba cubierto de vegetación y allá donde se mirase había verde: pinos, arbustos, musgos y toda clase de flores de distintos colores. Pero a medida que se acercaban al destino el paisaje se volvía cada vez más oscuro, obligándole a convocar una esfera luminiscente para iluminarse el camino. A diferencia de su acompañante, carecía de sentidos agudizados por ser una maldita bestia de cien mil cabezas. No se lo comentaría, pero su transformación era repugnante. ¿No podía ser un gato común y corriente? ¿Tierno y mimoso? Todo lo contrario, era una criatura que despedía olor a muerte y si le cortabas cualquier cosa, le aparecía de inmediato. Menos mal le tenía de aliado y no de enemigo.

Desvaneció en menos de un segundo la esfera cuando sus sentidos de alerta alcanzaron el tope. Un escalofrío recorrió su espalda y se quedó completamente inmóvil sin hacer el más mínimo ruido. Entre la oscuridad del bosque podían oírse las pisadas de algo que debía tener dimensiones colosales. El suelo retumbaba y podía escucharse el crujir de los árboles. Fue entonces que los ojos de la bruja vieron a esa enorme figura iluminada solo por la luz de la luna que apenas conseguía infiltrarse. Debía alcanzar los quince metros de alto y parecía tener una gigantesca joroba oculta bajo un manto oscuro. De su espalda parecían salir auténticos tentáculos de gran alcance que inspeccionaban todo lo que la criatura tenía cerca. Su cuerpo exhalaba un aroma nauseabundo, podrido, como si la descomposición le siguiera allá donde iba. Por rostro tenía una enorme máscara blanca con dos orificios completamente negros que simulaban sus ojos, y en una de sus tantas manos derecha cargaba un farol.

Jamás había visto algo así ni siquiera en los textos más antiguos. Negaba rotundamente la posibilidad de que fuesen los hijos de los Dioses Primigenios. No, debía ser una clase de criatura oriunda de Arbhen. En cualquier caso, lo último que quería era enfrentar uno de esos monstruos, así que a través del vínculo telepático le dijo a su compañero:

—Sea lo que sea que encontremos de ahora en adelante lo mejor que podemos hacer es flanquearle. Es innecesario e imprudente tener un combate contra algo así. Ah, y deberás indicarme el camino, no generaré esferas lumínicas ni llamas. Confío en tus sentidos de animal.

El bosque de coníferas era un lugar extraño. No era la oscuridad predominante, producto de la gran densidad de árboles, ni el frío que reinaba en el ambiente, ni la fina niebla que dificultaba aún más la visión. Era el silencio. La absoluta ausencia de ruidos en un lugar que teóricamente debería de estar lleno de vida y naturaleza, y en el que multitud de seres vivos deberían de producir una extensa gama de sonidos de mayor o menos intensidad. Pero no. Los altísimos árboles y los arbustos y flores que cubrían el suelo parecían la única vida que había allí más allá de ellos dos.

Y de repente algo gigantesco, un ser cuyo poder abrumaba por completo al intentar fijar su atención en él, se hizo notar. El ruido de los pasos comenzó a escucharse, profundo y rítmico, y pronto apareció ante sus ojos. Una criatura colosal, de rostro inhumano y con múltiples tentáculos y otros apéndices más parecidos a brazos humanos de gran tamaño, caminaba entre la maleza. Los árboles caían a su paso, como inclinándose en señal de pleitesía ante tan descomunal engendro.

La bruja, sensata, era de la misma opinión que él. No podían permitirse, y menos aún teniendo en cuenta el tremendo desgaste que llevaban a sus espaldas, enfrentarse con aquella criatura. Debían evitarla a toda costa, tratando de no ser detectados y evitando un conflicto que podía resultar perfectamente mortal. Además, dado que Katharina había, con buen criterio, apagado su esfera lumínica, ahora dependían de los sentidos del calvo para avanzar.

Por suerte entre las sombras Thawne se movía como pez en el agua, sin hacer ruido alguno y conservando una gran agudeza visual. Así que comenzó a moverse, prácticamente envolviéndose en la propia oscuridad que les rodeaba. Mediante el vínculo telepático que les unía guió a la bruja, indicándole dónde tenía que pisar, dónde apoyarse y las mejores maneras de ocultarse según avanzaban, de forma que aquel inmenso ser no percibió su presencia en ningún momento. No obstante no fue la única criatura extraña con la que se encontraron. Daba la sensación de que en aquella zona del bosque no vivía ningún animal corriente. Cada uno de los que encontraban parecía más bien el deforme resultado de alguna clase de experimento fallido. Seres encorvados, retorcidos, con números de extremidades poco habituales y, en su mayoría, un olor cuanto menos nada agradable. Sin embargo poco a poco Thawne y Katharina fueron avanzando hasta que, tras varios minutos sin encontrarse con ninguna de aquellas siniestras criaturas, el antiguo agente comenzó a preguntarse dónde estarían. De acuerdo con lo que su compañera había leído en el libro, y si sus cálculos no fallaban en demasía, no debían de estar muy lejos del Poneglyph.

Gracias a las indicaciones de su compañero pudo avanzar sin emitir demasiado ruido y, si bien no era tan sigiloso como el antiguo agente, también podía presumir de sus habilidades como espía. Poco a poco fueron adentrándose más en lo que cualquiera podía llamar el corazón del bosque. Las criaturas, tan horrendas como repugnantes, fueron mostrándose a medida que los criminales recorrían el bosque de coníferas, encontrándose con formas horrorosas y que parecían sacadas de las peores pesadillas. Pese a tener en frente a esos monstruos se negaba a creer que eran los hijos de los Dioses Primigenios. Seguramente se trataba de un experimento fallido ocurrido en alguna época de la vasta historia. Esperaba que el Poneglyph buscado tuviese las respuestas que tanto le inquietaban.

La luz de la luna caía en forma de rayo plateado sobre la estructura de piedra casi completamente invadida por enredaderas y musgo. Parecía una iglesia clásica con una alta puerta medio arqueada. Definitivamente ese debía ser el lugar indicado en el libro, además la ilustración puesta en una de sus páginas confirmaba las sospechas de la bruja. Le indicó a su compañero a través del vínculo telepático que habían llegado al destino. Afortunadamente, la luz de la luna iluminaba lo suficiente como para ya no depender de las instrucciones de su compañero, pudiendo ver más o menos bien dónde moverse. Rodeó el edificio —era demasiado arriesgado entrar frontalmente— y encontró una serie de ventanas arqueadas, unas más rotas que otras. Escaló ágilmente el muro de piedra y luego se apoyó en el marco de esta, echando un vistazo al interior del templo. Antorchas de fuego amarillo iluminaban el interior extrañamente en mucho mejor estado que la fachada del edificio. Había varios miembros de la organización religiosa dentro, todos vistiendo túnicas del mismo color salvo uno, quien parecía ser el líder. La criatura que se hallaba frente a todos los demás, en una postura solemne e imponente, debía andar por los cuatro metros de altura y tenía la cabeza de un toro con sus respectivos cuernos. Su túnica era verde esmeralda y una cola de serpiente salía de esta. Los sectarios estaban formados circularmente en torno a una enorme piedra azul.

—Esta gente debe conocer alguna forma de evitar a los monstruos del bosque. Si usas el mantra en estos hombres verás que la mayoría es muy débil, salvo por quien parece ser el líder —mencionó Katharina telepáticamente—. Para traducir el Poneglyph necesitaré protección y tiempo. ¿Puedes encargarte de ello? Te daré una copia del texto original y otra de la traducción.

Caminando tan sigilosamente como fueron capaces y midiendo a la perfección sus pasos, el calvo y la bruja pasaron entre aquellas abominaciones sin ser detectados, como si de dos sombras se tratase, hasta que llegaron a lo que parecía alguna clase de templo. De acuerdo con Katharina esa imagen se correspondía con la mostrada por el libro sagrado, y su vetusta belleza se correspondía con lo que uno podía esperar de un lugar de culto tan importante. Los bloques de piedra que formaban sus paredes y su techo tenían los bordes romos, erosionados con el paso del tiempo, y las enredaderas y el musgo los cubrían casi por entero. La tenue luz de la luna iluminando su estructura le confería un aire casi místico que instaba a contener la respiración mientras se contemplaba.

Dado que, como también dedujo Katharina, entrar por la puerta no era la opción más sensata, tuvieron que buscar una manera alternativa de acceder al interior. Por suerte, también producto de los años, varias de las ventanas no estaba en muy buen estado. Incluso una de ellas carecía por completo de cristal. Mirando al interior pudieron ver a varios de los extraños habitantes híbridos de aquella isla, diez para ser exactos. Nueve de ellos vestían unas sencillas túnicas de color verde, totalmente idénticas entre sí. Sin embargo el más corpulento de ellos, un imponente ser con cabeza de toro y enormes cuernos, vestía de amarillo. Probablemente fuese el líder, a juzgar no solo por su aspecto, sino también por el hecho de que era quien recitaba unos extraños salmos mientras los demás cantaban a coro en un tono más suave. Los diez se hallaban dispuestos en torno a un gran bloque de piedra de color azul que, sin casi lugar a dudas, debía de ser el Poneglyph.

La bruja confirmó que, con el tiempo suficiente, podía traducir por completo el Poneglyph, ofreciendo también a Thawne una copia si este le conseguía los minutos que necesitaba. El calvo asintió, indicando que sabía cómo podía atraer la atención de los miembros del Círculo Principal hacia sí sin que eso desembocase en un conflicto. No se trataba de que temiese enfrentarse a aquellos hombres, además de que todos parecían sumamente débiles en comparación con ellos salvo quizás el hombre-toro, que parecía poseer un poder ligeramente inferior al suyo. Sin embargo habían venido a por el Poneglyph, no a diezmar la población de aquella ya de por sí poco civilizada isla. Dudaba mucho que al lechero, su contratante, le hiciese mucha gracia que masacraran a los más importantes miembros de la sociedad de Arbhen.

Por ello, recordando lo que Álvaro les había dicho sobre la Diosa Pájaro de la Fertilidad y la Lujuria, la máxima deidad de la religión local, el antiguo agente decidió aprovechar las supersticiones de aquella gente a su favor. Así dejó que su cuerpo fuese mutando hasta obtener los rasgos de una arpía, un híbrido entre mujer y pájaro, con grandes y brillantes alas blancas en lugar de brazos y patas de ave en lugar de piernas. Eligió para su rostro y su cuerpo unas proporciones singularmente bellas, de forma que inspirase en aquellos fervorosos creyentes una profunda adoración. Descendió poco a poco, utilizando con gracilidad el Geppou para avanzar a pasos suaves por el aire, calculando cada pequeño gesto y otorgando a todos sus movimientos una elegancia digna de la más educada de las reinas. Su rostro mostraba una media sonrisa que esbozaba una mezcla de superioridad y regocijo ante las oraciones recibidas, y su mirada era intensa pero a la vez distante, como Thawne suponía que debía ser la de una deidad en caso de existir. Acompañó todo esto de una liberación de su voluntad que hizo que seis de los diez lugareños cayeran inconscientes, lo que probablemente contribuiría a hacer aún más realista su interpretación. Finalmente se posó grácilmente sobre el extremo del templo más alejado del Poneglyph, atrayendo las miradas de las cuatro personas que aún seguían conscientes hacia sí y permitiendo así que Katharina pudiese acercarse y llevar a cabo su cometido.

Su compañero tomó una sabia decisión al hacerse pasar por la deidad a la que los lugareños le rendían culto. Este descendió de una manera casi divina, desplegando su voluntad con la que consiguió desmayar a los más débiles del Círculo Principal. Cuando Thawne se ubicó en el extremo opuesto al Poneglyph, la bruja aprovechó la oportunidad y descendió ágilmente por el muro del templo. A pesar de los hechizos de sanación y el tratamiento del antiguo agente el cuerpo aún le dolía. Cualquier movimiento brusco podría tener repercusiones negativas, así que debía andarse con cuidado. Caminó lo más silenciosa que pudo, convirtiéndose en una con las sombras que reinaban en el edificio. A menos que se le buscase exhaustivamente sería imposible de encontrar. Eso, o que usaran haki de observación en ella. Continuó avanzando con las rodillas casi pegadas al pecho, escabullándose hasta llegar a una de las caras del Poneglyph.

Su corazón aumentó el ritmo cardíaco, respondiendo ante la emoción que sentía en ese minuto. Hacía años que no tenía una de esas legendarias piedras frente a ella, y en ese momento ni siquiera fue capaz de entender alguna cosa de lo que decía. Deslizó con suavidad sus dedos sobre el texto pétreo, reconociendo cada letra que había inscrita en este. Sacó papel y un bolígrafo con detalles de oro para comenzar con la copia. Era una tarea que cualquiera podía hace, no obstante, a medida que iba traspasando los símbolos su mente arrojaba una idea más o menos acertada de lo que el Poneglyph decía. Continuó trabajando lo más deprisa que podía, estando tan concentrada en ello que no se percató de que uno de los sectarios comenzaba a despertar. Pudo haber caído desmayado, pero quizás su voluntad tampoco era tan débil como para pasarse una vida entera en el suelo, durmiendo cuando sus ojos habían presenciado por unos pocos segundos a la máxima deidad de su religión.

La criatura era una extraña mezcla entre lobo y humano. Frunció el ceño al olfatear una combinación entre sangre y sudor que provenía desde las cercanías de la piedra azul. Al mismo tiempo que el sectario caminaba lentamente hacia el Poneglyph —seguramente culpándose por ignorar a la diosa—, la bruja terminaba de copiar la segunda cara de este, quedándole solo la mitad. Cuando alzó la mirada encontró al hombre, cortando la respiración más por instinto que por otra cosa. El semihumano avanzaba mientras retorcía su nariz en busca de la asquerosa fragancia que sentía.

—Uno de los sectarios ha despertado y está a nada de encontrarme. Llama su atención o me veré obligada a quitarle de en medio —le avisó a su compañero, usando el vínculo telepático que compartían.

Apenas posó los pies en el suelo la "voz" de la bruja resonó en su mente, avisando de que uno de sus "fieles" estaba despertando de su letargo y se hallaba peligrosamente cerca de descubrirla. Por suerte el Poneglyph se interponía entre Katharina y el hombre con rasgos lupinos, pero parecía que este había percibido un olor que no le cuadraba y se dirigía poco a poco hacia ella.

Thawne, obligado a improvisar una solución en apenas un par de segundos, comenzó a hablar. Su voz imitaba un timbre femenino lleno de poder y majestuosidad, y pronunció cada palabra con firmeza y un ritmo perfecto, tratando de transmitir un poder majestuoso a través de estas:

- Mis fieles devotos, escuchad mis palabras. Me siento muy complacida por la majestuosa ceremonia que organizáis cada año para honrarme. Es digna de una Diosa. Sin embargo no me gustaría que vosotros, los más fervientes y destacados entre ellos, pasaseis este glorioso día apartados de los demás píos. No malgastéis las horas de este día tan especial rezando ante una piedra, por muy importante que esta sea. Debéis seguir guardándola, y siendo los únicos que conozcan su emplazamiento, pero no debe ser hoy el día indicado para acudir a este lugar. Regocijaos en mi alabanza junto al resto de mis devotos, celebrad este gran día con ellos.

Hizo una pausa. La mirada de todos los presentes estaba fija en él, y los miembros del Círculo Principal que se hallaban conscientes contuvieron el aliento un momento hasta que su diosa pájaro volvió a hablar:

- Ahora me iré. Regresaré a mi morada para terminar de disfrutar de esta gloriosa noche. Y una vez me haya marchado quiero pediros que despertéis a los compañeros que no han sido capaces de soportar mi presencia y vayáis todos juntos a celebrarlo junto a vuestro prójimo. Compartid el deseo y la lujuria, compartid mis dones. Así me complaceréis aún más, mis queridos fieles.

Esperaría hasta que Katharina, una vez hubiese terminado de copiar el antiguo texto, saliese nuevamente por la ventana para acto seguido valerse del Soru y salir de allí por la puerta a tal velocidad que los ojos de los sacerdotes no fuesen capaces de seguirle, pareciendo a sus ojos que su adorada deidad se había desvanecido en la nada.

Bordeaba la enorme piedra a medida que el hombre de rasgos bestiales avanzaba motivado por su olfato, buscando el nauseabundo aroma de la sangre. Su compañero aún no había respondido a sus palabras por lo que comenzó a acercar su mano lentamente a la empuñadura de la espada, preparándose para un posible enfrentamiento. Fue entonces que una voz femenina recorrió la estancia, llamando la atención de la criatura. Esta se volteó hacia la imponente figura de la deidad. Rendido ante su diosa, abandonó la búsqueda y volvió con sus compañeros para arrodillarse frente a esta y rendirle sus respetos. El comportamiento de los sectarios resultaba casi humillante al postrarse ante una ilusión, ante la falsa idea de que la diosa en persona les había visitado. Sentía un gran recelo hacia las religiones por lo que estas provocaban en las personas. Fuera de hacerles felices, las encadenaba a la ignorancia y controlaba sus vidas, alejándolas de sus deseos individuales.

Soltó un suspiro y continuó con el trabajo; ya le faltaba poco menos de la mitad. El bolígrafo se deslizaba rápida y precisamente por la hoja que tenía en la mano, guardando cada símbolo que sus ojos veían. Una vez hubiera completado la copia le dedicaría el tiempo necesario para su traducción. Cuando su compañero terminó su discurso divino la bruja hubo copiado ya la última letra del engorroso abecedario prohibido y olvidado. Se movió una vez más entre las sombras, mezclándose con ellas como si pasara a formar parte de estas y, en cuestión de segundos, se hallaba saltando hacia la ventana para salir del templo. Ahora esperaba no encontrarse con ninguno de esos “hijos” de los Dioses Primigenios, que más parecían abominaciones que otra cosa. Antes de adentrarse al bosque, y lo suficientemente alejados del templo como para no estar en peligro, la escriba hizo rápidamente otra copia del Poneglyph.

—Cuando hayamos llegado al pueblo y nos encontremos a salvo te entregaré la traducción, aunque antes quisiera hablar una cosa contigo —le mencionó, usando el canal telepático dispuesto por su compañero—. Esta es la tercera vez que trabajo contigo y, aunque no es de mi agrado admitirlo, hacemos un buen equipo. Sé que tienes pensado asaltar al Gobierno Mundial y darle un golpe tan duro que le será imposible recuperarse, pero para hacer algo así necesitarás ayuda —comenzó a decirle mientras descansaba sobre una roca—. Formaría parte de tu cruzada en caso de que me lo pidieras, aunque también me gustaría que me ayudases en algo. Tengo motivos suficientes para ir por la cabeza de Lion D. Émile, uno de los cuatro Emperadores del Mar. Una vez le haya derrotado mi nombre hará temblar al Gobierno Mundial, y créeme que te será más conveniente contar con el apoyo de una Emperatriz que de una pirata sin poder militar. Ayúdame, Thawne, y prometo que podrás contar con mi espada una vez decidas hacer tu movimiento.

Como había esperado, la bruja no tardó mucho en completar la tarea. Su actuación y su discurso le habían otorgado el tiempo suficiente para copiar el Poneglyph y, una vez hubo abandonado el templo el antiguo agente hizo lo propio. Su sobrehumana velocidad probablemente hubiera dejado a los feligreses pensando que su diosa se había desvanecido, cosa que por otro lado cuadraba bastante en la mente de Thawne con lo que se esperaba de una deidad, lo que lo haría aún más creíble.

El camino de vuelta no fue largo ni excesivamente complicado, pues apenas divisaron a lo lejos dos de aquellas enormes criaturas a las que les resultó bastante sencillo evitar entre la espesura. Finalmente, antes de entrar en la casa del lechero, Katharina admitió a su manera lo que ambos sabían. Las habilidades de los dos funcionaban muy bien juntas, lo que les había venido extraordinariamente bien hasta el momento. No solo eso, sino que anunció que apoyaría a Thawne llegado el momento. El calvo no le había contado los pormenores de su clan, pero sí que le había dado a entender que tenía en mente algo muy grande en contra del Gobierno Mundial, cosa a la que la bruja parecía muy dispuesta a unirse. Sin embargo a cambio le solicitó su colaboración en algo bastante más concreto y que parecía iba a tener lugar más a corto plazo. La pirata quería convertirse en Yonkou, y para ello había decidido enfrentarse a la persona que más tiempo llevaba ostentando ese puesto: Lion D. Émile.

El antiguo agente no dudaba de que la bruja estaba muy cerca de tener el poder necesario para ocupar ese puesto si no lo poseía ya, y siendo sinceros colaborar en su cruzada contra el afamado Emperador del Mar no le parecía una petición desorbitada en absoluto teniendo en cuenta lo que él le estaba pidiendo a su vez. Además era por todos conocido que el Yonkou poseía varios negocios en el Bajo Mundo que Thawne podría heredar tras su caída. Así que asintió con la cabeza, diciendo:

- Está bien, me parece justo. Podrás contar con mi colaboración cuando decidas enfrentarte a Émile. Me resultará útil tener a una Yonkou como mi aliada, además de que la desaparición del demonio dejará un importante hueco en el Bajo Mundo que podría aprovechar.

Una vez terminada la conversación los nuevos aliados entraron en la morada de Álvaro. Allí le hicieron entrega de la copia del Poneglyph y su traducción, esperando recibir su pago a cambio de los mismos y poder abandonar aquella isla de una vez por todas.