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El entrenamiento de dos años por fin había terminado para aquella persona. Taiga había recibido el titulo de cazador famoso en su licencia y por ello podía cobrar una cantidad del setenta por ciento. Estaba realmente feliz y a diferencia de la mayoría de cazadores, iba sin gremio y en solitario. No necesitaba compañeros pues era un tipo bastante solitario que disfrutaba de la naturaleza. Un lobo que buscaba la paz mundial, algo que muchos trataban de impedir. Cualquiera que escuchara al luchador decir aquella se reiría de él, pero el cazador pasaba del mundo básicamente. Tenía sus ideas bien claras pese a todo y seguía su propia filosofía al pie de la letra. Cualquiera que tratase de hacerle cambiar de idea se llevaría una charla centrada y con debates, si era un criminal, una celda.
En ese momento se hallaba caminando por aquella isla pues había escuchado que ponían unas bebidas bastante buenas en una de las tabernas. Recibía el nombre de “Ja-shin” y tenía una estatua de un caballo en la entrada. Sus pasos no tardaron mucho en llevarle a ésta y entonces mostró una sonrisa amable y calmada. Se dispuso a entrar y cuando lo hizo pudo ver que el ambiente estaba muy solitario. No entendía la razón pero él simplemente comenzó a caminar hasta sentarse en la barra y mirar al camarero. Era un hombre mayor de cabellos oscuros y mirada perdida, parecía no estar muy animado. – Un refresco de limón con gas, por favor. – Aquel hombre asintió con la cabeza y fue a por un vaso limpio. Le echó un poco de hielo y le sirvió la bebida mientras le miraba un poco nervioso. – Perdone ¿es usted Taiga Redfield? – La fama del rubio al parecer había llegado al sur y eso le hizo soltar una leve carcajada asintiendo despacio con la cabeza. – El mismo, me alegro de que me haya reconocido y todo. – Dijo dándole un trago a su bebida y disfrutando de ella.
Iba vestido con su habitual chaqueta negra con hombreras plateadas, por dentro su camiseta blanca y unos pantalones del mismo tono que la prenda superior. En los pies portaba unas botas y en la espalda llevaba un taco de villar de un tono azul oscuro. Aquel hombre en ese momento sacó una bolsa de monedas y la puso en la barra con una expresión bastante seria. – Se han llevado a mi hija… – Redfield era bastante inteligente y no pudo evitar saber que ese tipo quería darle dinero para rescatar a esa persona. El luchador frunció el ceño al escucharle pero no por qué estuviese enfadado con él. – ¿Quiénes han sido? No es necesario el dinero, buen hombre. – El tabernero entonces tragó saliva y simplemente señaló un pequeño cartel que se hallaba en un tablón de aquella taberna. “Terry, Neizan, Yurei and Hyuder, los hermanos diablo. 75.000.000” – Se hallan en una pequeña mansión al Sur de la isla… – El lobo apretó los puños y entonces le dedicó una mirada tranquila a aquella persona que tenía frente a sus ojos. – En menos de una hora tendrá aquí a su hija. – Dicho aquello salió de allí con el refresco en la mano y con el gesto bastante serio.
En ese momento se hallaba caminando por aquella isla pues había escuchado que ponían unas bebidas bastante buenas en una de las tabernas. Recibía el nombre de “Ja-shin” y tenía una estatua de un caballo en la entrada. Sus pasos no tardaron mucho en llevarle a ésta y entonces mostró una sonrisa amable y calmada. Se dispuso a entrar y cuando lo hizo pudo ver que el ambiente estaba muy solitario. No entendía la razón pero él simplemente comenzó a caminar hasta sentarse en la barra y mirar al camarero. Era un hombre mayor de cabellos oscuros y mirada perdida, parecía no estar muy animado. – Un refresco de limón con gas, por favor. – Aquel hombre asintió con la cabeza y fue a por un vaso limpio. Le echó un poco de hielo y le sirvió la bebida mientras le miraba un poco nervioso. – Perdone ¿es usted Taiga Redfield? – La fama del rubio al parecer había llegado al sur y eso le hizo soltar una leve carcajada asintiendo despacio con la cabeza. – El mismo, me alegro de que me haya reconocido y todo. – Dijo dándole un trago a su bebida y disfrutando de ella.
Iba vestido con su habitual chaqueta negra con hombreras plateadas, por dentro su camiseta blanca y unos pantalones del mismo tono que la prenda superior. En los pies portaba unas botas y en la espalda llevaba un taco de villar de un tono azul oscuro. Aquel hombre en ese momento sacó una bolsa de monedas y la puso en la barra con una expresión bastante seria. – Se han llevado a mi hija… – Redfield era bastante inteligente y no pudo evitar saber que ese tipo quería darle dinero para rescatar a esa persona. El luchador frunció el ceño al escucharle pero no por qué estuviese enfadado con él. – ¿Quiénes han sido? No es necesario el dinero, buen hombre. – El tabernero entonces tragó saliva y simplemente señaló un pequeño cartel que se hallaba en un tablón de aquella taberna. “Terry, Neizan, Yurei and Hyuder, los hermanos diablo. 75.000.000” – Se hallan en una pequeña mansión al Sur de la isla… – El lobo apretó los puños y entonces le dedicó una mirada tranquila a aquella persona que tenía frente a sus ojos. – En menos de una hora tendrá aquí a su hija. – Dicho aquello salió de allí con el refresco en la mano y con el gesto bastante serio.
Thairos Furei
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Thairos se encontraba en una isla del Sout blue, concretamente en Baterilla. Parecía que el pelirrojo se encontraba de turismo por todo el mar, pero todo lo contrario iba buscando malhechores que pudiese derrotar y hacer del mundo un lugar mejor. Se encontraba en una calle bastante concurrida de un pueblo no muy grande. El pelirrojo desentonaba sobre todo por su color de pelo. Iba con su típica chaqueta de color verde, una camiseta de color blanco bajo ésta y unos pantalones de color marrón. En sus pies tenía unas zapatillas bastante cómodas de color negro, en su cabeza tenía unas gafas que le servían para aumentar su rango de visión. Lo cierto es que no sabía si aquella isla era frecuentada por gente buscada, pero tenía que echar un vistazo de todos modos. A Thairos le encantaba ser un “justiciero”.
El tiempo en aquella isla era perfecto, hacía un buen sol que reconfortaba a cualquiera. Como era costumbre en aquel muchacho, se dirigió hacia la taberna más cercana. Siempre iba a aquellos lugares para sacar algo de información. Lo cierto es que para él, eran los sitios más buenos para encontrarla. Thairos pudo divisar una taberna algo peculiar a lo lejos. Dicho local se llamaba “Ja-shin” y la estatua que estaba en la puerta le llamó bastante la atención. Estaba ya a escasos metros del edificio.
El joven asesino iba caminando hacia la taberna tranquilamente mientras iba observando a las mujeres de aquel lugar. Sin duda alguna todas estaban de muy buen ver y si no había ningún problema cerca probablemente iría a probar suerte con alguna. El muchacho no aminoró la marcha mientras se deleitaba con las vistas de las mujeres. Llegó finalmente a su objetivo y bastante despistado. Cuando se acercó a la puerta, ésta se abrió de repente y el pelirrojo chocó contra algo. Como no estaba preparado para aquello, el golpe hizo que se cayese de culo. Thairos se quedó en el suelo, miró hacia arriba para ver con qué se había chocado y pudo ver un hombre rubio. Lo cierto es que le sonaba bastante la cara, pero no sabía exactamente de qué. Reaccionó todo lo rápido que pudo y se levantó sacudiéndose el polvo de su trasero.
-Uff vaya hostia que me he dado. Lo siento, espero que no te haya hecho daño.- Después de decir aquello soltó una carcajada a modo de broma.
El tiempo en aquella isla era perfecto, hacía un buen sol que reconfortaba a cualquiera. Como era costumbre en aquel muchacho, se dirigió hacia la taberna más cercana. Siempre iba a aquellos lugares para sacar algo de información. Lo cierto es que para él, eran los sitios más buenos para encontrarla. Thairos pudo divisar una taberna algo peculiar a lo lejos. Dicho local se llamaba “Ja-shin” y la estatua que estaba en la puerta le llamó bastante la atención. Estaba ya a escasos metros del edificio.
El joven asesino iba caminando hacia la taberna tranquilamente mientras iba observando a las mujeres de aquel lugar. Sin duda alguna todas estaban de muy buen ver y si no había ningún problema cerca probablemente iría a probar suerte con alguna. El muchacho no aminoró la marcha mientras se deleitaba con las vistas de las mujeres. Llegó finalmente a su objetivo y bastante despistado. Cuando se acercó a la puerta, ésta se abrió de repente y el pelirrojo chocó contra algo. Como no estaba preparado para aquello, el golpe hizo que se cayese de culo. Thairos se quedó en el suelo, miró hacia arriba para ver con qué se había chocado y pudo ver un hombre rubio. Lo cierto es que le sonaba bastante la cara, pero no sabía exactamente de qué. Reaccionó todo lo rápido que pudo y se levantó sacudiéndose el polvo de su trasero.
-Uff vaya hostia que me he dado. Lo siento, espero que no te haya hecho daño.- Después de decir aquello soltó una carcajada a modo de broma.
Qui Gon Blackheart
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Qui Gon había llegado a Baterilla hace unas horas, estaba cansado de dar vueltas por la ciudad y se dirigió a una taberna conocida por la calidad de sus bebidas. El nombre de aquel local era “Ja-shin”, sin duda algo peculiar. El fornido entró por la puerta dirigiéndose al camarero: ¿Me pone una jarra de hidromiel, por favor? Aquel hombre, algo desganado fue a por una jarra y la rellenó de rubia y deliciosa hidromiel. El luchador asintió con la cabeza en señal de gratitud y le dio un tiento a su bebida. Estaba deliciosa y el sabor recorría cada parte de su esófago haciendo que se le pusieran los pelos de punta.
Estaba tan tranquilo bebiendo de su jarra cuando un hombre extraño entró, era rubio y llevaba un taco de billar a la espalda, pidió un refresco y el camarero lo reconoció como Taiga Redfield. Debía ser un hombre bastante afamado, de hecho el navegante había oído ese nombre en alguna parte pero no lo recordaba con claridad. El castaño pudo oír como una bolsa de dinero se posaba sobre la barra y no pudo evitar clavar sus ojos en ella. Oyó al camarero hablar con ese tal Taiga y le ofrecía un dinero a cambio de rescatar a su hija. Qui Gon escuchó cada palabra, ya que no estaba muy alejado de ellos y decidió intervenir en la conversación, pero no sin antes acabarse la jarra. El luchador trató de hablar con el rubio pero este ya se estaba marchando, así que soltó la jarra de golpe en la barra y corrió tras al diciéndole que esperase. Ya estaba saliendo del local cuando se paró en seco, un muchacho de cabellos rojizos se había chocado con él y lo había detenido. Era el momento de intervenir y hablar con ese tipo.
Buenas, me presento. Soy Qui Gon Blackheart y no he podido evitar escuchar la historia de aquel tabernero. Me gustaría ayudarte con tu encargo, si no es mucha molestia. Soy un luchador competente y quizás mis habilidades te sean útiles en la batalla.
El fornido miraba a Taiga con determinación y en una postura algo forzada y recta, estaba más serio de lo habitual puesto que trataba de dar una apariencia más seria de como solía ser. El luchador pretendía ganarse algo del dinero del encargo y poner a prueba las habilidades que había adquirido en la isla de Tatooine.
Estaba tan tranquilo bebiendo de su jarra cuando un hombre extraño entró, era rubio y llevaba un taco de billar a la espalda, pidió un refresco y el camarero lo reconoció como Taiga Redfield. Debía ser un hombre bastante afamado, de hecho el navegante había oído ese nombre en alguna parte pero no lo recordaba con claridad. El castaño pudo oír como una bolsa de dinero se posaba sobre la barra y no pudo evitar clavar sus ojos en ella. Oyó al camarero hablar con ese tal Taiga y le ofrecía un dinero a cambio de rescatar a su hija. Qui Gon escuchó cada palabra, ya que no estaba muy alejado de ellos y decidió intervenir en la conversación, pero no sin antes acabarse la jarra. El luchador trató de hablar con el rubio pero este ya se estaba marchando, así que soltó la jarra de golpe en la barra y corrió tras al diciéndole que esperase. Ya estaba saliendo del local cuando se paró en seco, un muchacho de cabellos rojizos se había chocado con él y lo había detenido. Era el momento de intervenir y hablar con ese tipo.
Buenas, me presento. Soy Qui Gon Blackheart y no he podido evitar escuchar la historia de aquel tabernero. Me gustaría ayudarte con tu encargo, si no es mucha molestia. Soy un luchador competente y quizás mis habilidades te sean útiles en la batalla.
El fornido miraba a Taiga con determinación y en una postura algo forzada y recta, estaba más serio de lo habitual puesto que trataba de dar una apariencia más seria de como solía ser. El luchador pretendía ganarse algo del dinero del encargo y poner a prueba las habilidades que había adquirido en la isla de Tatooine.
Ragerok Gure
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Ragerok había llegado a aquella isla buscando algo de acción, ya que llevaba desde que salió de su isla sin luchar contra nadie. No era alguien muy violento, pero desde que había empezado a utilizar nuevas técnicas y habilidades, el chico estaba casi siempre ansioso por probarlas y mejorarlas. Así fue como acabó en mitad de un pequeño poblado, buscando algún tablón con carteles de "Se busca". Cualquiera le servía, aunque no cogería uno con demasiado precio ya que no estaba con sus compañeros. Sus compañeros. Aún no se había reencontrado con ellos y realmente le picaba la curiosidad de saber cómo les iban las cosas.
No había ningún tablón, por lo que el chico decidió ir a preguntar a cualquier local o taberna. Aquello era peligroso pues si la tabernera era una chica joven le podía encasquetar un trabajo de granjero o algo así. A veces una cara bonita le podía hacer perder la razón, aunque ahora estuviese casado.
Llegó a las puertas de una taberna un tanto pintoresca. Allí pudo ver como un chico pelirrojo y uno rubio se miraban. A los pocos segundos, por la puerta de la taberna apareció alguien a quien no esperaba ver: su compañero, Qui. Éste se dirigió directamente al rubio, presentándose y pidiéndole permiso para acompañarlo en una misión.
-Pues claro que eres Qui Gon. -Dijo Ragerok mientras saltaba hacia él y le echaba el brazo por encima. - El siempre radiante Qui. Perdón por interrumpir.- Se dirigió hacia todos. -Es que llevo sin verlo dos años ya. Yo soy Ragerok. Un placer.
El asesino parecía más despreocupado de lo normal, porque realmente se sentía feliz de aquel reencuentro. Pero entonces el chico soltó al luchador y se puso serio. Sabía que si quería participar en aquella misión de la que hablaban, tenía que aparentar ser confiable.
-Si hay algo en lo que pueda ayudar, aquí estoy, siempre dispuesto a hacer el bien.
No había ningún tablón, por lo que el chico decidió ir a preguntar a cualquier local o taberna. Aquello era peligroso pues si la tabernera era una chica joven le podía encasquetar un trabajo de granjero o algo así. A veces una cara bonita le podía hacer perder la razón, aunque ahora estuviese casado.
Llegó a las puertas de una taberna un tanto pintoresca. Allí pudo ver como un chico pelirrojo y uno rubio se miraban. A los pocos segundos, por la puerta de la taberna apareció alguien a quien no esperaba ver: su compañero, Qui. Éste se dirigió directamente al rubio, presentándose y pidiéndole permiso para acompañarlo en una misión.
-Pues claro que eres Qui Gon. -Dijo Ragerok mientras saltaba hacia él y le echaba el brazo por encima. - El siempre radiante Qui. Perdón por interrumpir.- Se dirigió hacia todos. -Es que llevo sin verlo dos años ya. Yo soy Ragerok. Un placer.
El asesino parecía más despreocupado de lo normal, porque realmente se sentía feliz de aquel reencuentro. Pero entonces el chico soltó al luchador y se puso serio. Sabía que si quería participar en aquella misión de la que hablaban, tenía que aparentar ser confiable.
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Taiga caminaba con el gesto serio y con su bebida en la mano. Pensaba dirigirse a aquella mansión cuanto antes para recuperar a la hija de aquel hombre. Le daba lo mismo que hubiese tipos peligrosos pues por su parte pensaba derrotarlos a todos en solitario si hacía falta. No era que tuviese el ego subido pero sus poderes realmente eran muy buenos. Su fuerza no solo resultaba ser monstruosa, también tenía la capacidad de pensar buenas estrategias. Su velocidad era también algo a tener en cuenta y por último su fruta. Era un luchador muy completo y aquello siempre le daba mucha seguridad a dónde fuese. No solía ser el blanco de nadie pero ahora que su fama era buena, podía haberse ganado bastantes enemigos. Él solo vivía la vida a su manera y si tenía que pelear para continuar haciéndolo, lo pensaba hacer sin contenerse nada.
Cuando terminó de atravesar el umbral notó un pequeño golpe en el pecho que le hizo retroceder un poco. Su vaso cayó al suelo haciéndose añicos y aquello provocó que el rubio soltase un suspiro al haber perdido su refresco. – Oh no… – Susurró en un tono apenas audible para después mirar al causante. Había sido un chico de melena rojiza intensa. Quedó impresionado al verle pues nunca había visto a una persona con semejante color de cabello. Después le escuchó decir aquellas palabras y negó un poco para después mirarle a los ojos y responderle en un tono tranquilo. – No te preocupes. Iba un poco despistado, es culpa mía… – Dijo entonces mientras le miraba de forma calmada para después notar un olor distinto. No era un desconocido pues el cazador ya lo había notando en el interior de la taberna. Entonces comprobó que se trataba de aquel tipo de cabellos castaños que había pedido hidromiel.
Esperó paciente para ver que deseaba y cuando empezó a hablar le miró a los ojos. Ambos tenían un color bastante similar, siendo los del rubio algo más claros. Después de escucharle no pudo evitar cerrar los ojos para después sonreír un poco. No era el único que prefería las cosas de forma legal y simplemente le respondió. – Toda ayuda es bienvenida, Qui Gon. Mi nombre es Taiga Redfield, cazador. Me alegro de que quieras ayudarme, será un placer. – Dicho aquello le hizo una reverencia al otro luchador como señal de respeto. Entonces pudo ver como otra persona se acercaba a ellos. No se imaginaba que de estar solo iba a pasar a estar con tres tipos del tirón. En ese momento el chico nuevo mencionó que llevaba sin ver a Qui dos años y aquello hizo que el rubio sonriera ampliamente. Le gustaba ver una escena dónde dos amigos se reencontraban. Después dedujo por las palabras del joven, que deseaba unirse a la supuesta misión. El lobo simplemente asintió mientras le sonreía también. – Me parece correcto, Ragerok-san. – Mencionó entonces con calma y un tono relajado. De hecho hablaba en una voz bastante baja pero lo suficiente alta para que ellos le escuchasen.
Estaba a punto de empezar a caminar cuando se quedó mirando al pelirrojo con toda la calma del mundo. Dio unos pasos hacia él y se quedó a menos de un metro, mirándole a los ojos de forma amable para después hablarle. – Me disculpo de nuevo por lo de antes ¿Me das un abrazo? – Una vez dijo aquello abrió los brazos y cerró los ojos de forma amistosa. Independientemente del resultado se giraría y comenzaría a caminar en dirección al Sur mientras metía ambas manos en los bolsillos. – ¿Vienes con nosotros, Red? – Dijo entonces refiriéndose al chico de aquella forma por el color de sus cabellos pues no sabía su nombre. Después continuaría caminando junto a quién le siguiera mientras mantenía una mirada calmada. Notaba algunas miradas de esperanza en las personas que miraban desde las ventanas. Sabían que un cazador bueno había llegado y además iba en dirección a la casa de los desgraciados que atemorizaban al pueblo. Era la hora de imponer justicia y dejar claras las cosas.
Cuando terminó de atravesar el umbral notó un pequeño golpe en el pecho que le hizo retroceder un poco. Su vaso cayó al suelo haciéndose añicos y aquello provocó que el rubio soltase un suspiro al haber perdido su refresco. – Oh no… – Susurró en un tono apenas audible para después mirar al causante. Había sido un chico de melena rojiza intensa. Quedó impresionado al verle pues nunca había visto a una persona con semejante color de cabello. Después le escuchó decir aquellas palabras y negó un poco para después mirarle a los ojos y responderle en un tono tranquilo. – No te preocupes. Iba un poco despistado, es culpa mía… – Dijo entonces mientras le miraba de forma calmada para después notar un olor distinto. No era un desconocido pues el cazador ya lo había notando en el interior de la taberna. Entonces comprobó que se trataba de aquel tipo de cabellos castaños que había pedido hidromiel.
Esperó paciente para ver que deseaba y cuando empezó a hablar le miró a los ojos. Ambos tenían un color bastante similar, siendo los del rubio algo más claros. Después de escucharle no pudo evitar cerrar los ojos para después sonreír un poco. No era el único que prefería las cosas de forma legal y simplemente le respondió. – Toda ayuda es bienvenida, Qui Gon. Mi nombre es Taiga Redfield, cazador. Me alegro de que quieras ayudarme, será un placer. – Dicho aquello le hizo una reverencia al otro luchador como señal de respeto. Entonces pudo ver como otra persona se acercaba a ellos. No se imaginaba que de estar solo iba a pasar a estar con tres tipos del tirón. En ese momento el chico nuevo mencionó que llevaba sin ver a Qui dos años y aquello hizo que el rubio sonriera ampliamente. Le gustaba ver una escena dónde dos amigos se reencontraban. Después dedujo por las palabras del joven, que deseaba unirse a la supuesta misión. El lobo simplemente asintió mientras le sonreía también. – Me parece correcto, Ragerok-san. – Mencionó entonces con calma y un tono relajado. De hecho hablaba en una voz bastante baja pero lo suficiente alta para que ellos le escuchasen.
Estaba a punto de empezar a caminar cuando se quedó mirando al pelirrojo con toda la calma del mundo. Dio unos pasos hacia él y se quedó a menos de un metro, mirándole a los ojos de forma amable para después hablarle. – Me disculpo de nuevo por lo de antes ¿Me das un abrazo? – Una vez dijo aquello abrió los brazos y cerró los ojos de forma amistosa. Independientemente del resultado se giraría y comenzaría a caminar en dirección al Sur mientras metía ambas manos en los bolsillos. – ¿Vienes con nosotros, Red? – Dijo entonces refiriéndose al chico de aquella forma por el color de sus cabellos pues no sabía su nombre. Después continuaría caminando junto a quién le siguiera mientras mantenía una mirada calmada. Notaba algunas miradas de esperanza en las personas que miraban desde las ventanas. Sabían que un cazador bueno había llegado y además iba en dirección a la casa de los desgraciados que atemorizaban al pueblo. Era la hora de imponer justicia y dejar claras las cosas.
Qui Gon Blackheart
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Taiga agradeció la colaboración del luchador y a Qui Gon le invadía un gran sentimiento de victoria. Había podido participar en la misión y el olor a berries ya acariciaba las fosas nasales del castaño. Había salido ya fuera del local cuando vio a un chaval fuera que le resultaba familiar, era Ragerok, por fin se encontraba con su amigo y este le echó el brazo por encima. La escena era algo cómica debido a la diferencia de estatura entre ambos. En cuanto el muchacho bajase su brazo el luchador le daría una palmada en la espalda con algo de fuerza al grito de: “- ¿Qué pasa colega?” Tras eso el luchador se colocaría frente a Taiga y le ofrecería la mano de forma amistosa para que la estrechara.
- Espero que podamos trabajar bien.
El fornido mostraría una sonrisa en su cara y se dirigiría de nuevo hacia Ragerok ignorando al muchacho de pelo rojo por el momento.
- Cuentame, amigo. ¿Qué has hecho estos dos años? Se te ve igual de canijo, jajajajaja.
El castaño soltaría una gran carcajada que se escucharía varios metros a la redonda, se denotaba su felicidad por volver a encontrarse con su compañero de banda. Después de hablar con el pequeño castaño se acercaría hasta el restante miembro del grupo para hablar con él.
- Saludos, mi nombre es Qui Gon, espero que podamos llevarnos bien.
- Espero que podamos trabajar bien.
El fornido mostraría una sonrisa en su cara y se dirigiría de nuevo hacia Ragerok ignorando al muchacho de pelo rojo por el momento.
- Cuentame, amigo. ¿Qué has hecho estos dos años? Se te ve igual de canijo, jajajajaja.
El castaño soltaría una gran carcajada que se escucharía varios metros a la redonda, se denotaba su felicidad por volver a encontrarse con su compañero de banda. Después de hablar con el pequeño castaño se acercaría hasta el restante miembro del grupo para hablar con él.
- Saludos, mi nombre es Qui Gon, espero que podamos llevarnos bien.
Ragerok Gure
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Parecía que Qui también se alegraba de ver al chico, por lo que Ragerok no podía dejar de sonreír. Había extrañado a su compañero de aventuras, y aún faltaba reencontrarse con Nokotori. El hombre rubio no puso ningún impedimento en que el chico se uniese al grupo de la misión, por lo que todo estaba saliendo a pedir de boca. Parecía mentira todo el tiempo que había pasado desde la última vez que había trabajado en equipo con alguien. El asesino esperaba que todo fuese tan bien como en los viejos tiempos, o incluso mejor, pues en aquellos dos años él se había hecho más fuerte, y suponía que su amigo también.
Qui Gon se acercó de nuevo al chico para preguntarle sobre cómo le había ido estos dos años, diciéndole de antemano que físicamente poco había cambiado.
-A ver, es que yo ya me quedo así de canijo. A los asesinos nos conviene ser pequeñitos y no llamar mucho la atención. Imagínate una mole de cinco metros intentando ocultarse tras un árbol, o tratando de esquivar golpes grácilmente. Que va. Yo me quedo así, y de eso que me alegro. Pero que las apariencias no lo son todo. He aprendido muchas cosas en este tiempo. Muchas muchas.- Esto último lo dijo mientras levantaba una ceja de forma pícara. -Y tú, ¿qué tal?¿alguna novedad importante?
Ragerok actuaba de forma despreocupada. Era un reencuentro, y aunque quería empezar cuanto antes la misión, no le importaba estar un rato más conversando.
-Venga, Taiga-senpai. Cuando quieras partimos. Por el camino podrías darnos unos cuantos detalles sobre lo que tenemos que hacer, porque no me he enterado de mucho. Sea lo que sea, cuenta con mi guadaña.
El cielo estaba oscureciéndose levemente, con nubes que con su vaivén lo tapaban de vez en cuando. Aquel día parecía un día cualquiera, pero por alguna extraña razón, el chico sabía que era especial.
Qui Gon se acercó de nuevo al chico para preguntarle sobre cómo le había ido estos dos años, diciéndole de antemano que físicamente poco había cambiado.
-A ver, es que yo ya me quedo así de canijo. A los asesinos nos conviene ser pequeñitos y no llamar mucho la atención. Imagínate una mole de cinco metros intentando ocultarse tras un árbol, o tratando de esquivar golpes grácilmente. Que va. Yo me quedo así, y de eso que me alegro. Pero que las apariencias no lo son todo. He aprendido muchas cosas en este tiempo. Muchas muchas.- Esto último lo dijo mientras levantaba una ceja de forma pícara. -Y tú, ¿qué tal?¿alguna novedad importante?
Ragerok actuaba de forma despreocupada. Era un reencuentro, y aunque quería empezar cuanto antes la misión, no le importaba estar un rato más conversando.
-Venga, Taiga-senpai. Cuando quieras partimos. Por el camino podrías darnos unos cuantos detalles sobre lo que tenemos que hacer, porque no me he enterado de mucho. Sea lo que sea, cuenta con mi guadaña.
El cielo estaba oscureciéndose levemente, con nubes que con su vaivén lo tapaban de vez en cuando. Aquel día parecía un día cualquiera, pero por alguna extraña razón, el chico sabía que era especial.
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Los azulados ojos del rubio se clavaron en los del castaño. Al parecer le estaba ofreciendo la mano. El lobo no había recibido el abrazo por parte del pelirrojo. De todas formas era normal, se trataba de un desconocido para él. No todo el mundo podía depositar su confianza en los demás con mucha facilidad. De todas formas allí tenía al fornido, frente a él y ofreciéndole la mano. No pudo evitar mostrar una sonrisa y entonces se la estrechó con confianza. Notó cierta calidez al hacerlo, era como si esos tipos no fuesen malas personas. El cazador no pudo evitar mostrar una expresión de calma y paz para después echar la mano hacia atrás. Juntos podrían erradicar la amenaza del Sur sin demasiadas preocupaciones. De todas formas pensaba hacerlo él solo, ahora por lo menos recibiría muchísimo menos daño. Pensaba en eso al menos, tal vez luego se llevaba otra sorpresa. La vida era una caja de situaciones al azar y podía pasar de todo. De hecho allí todos parecían ser muy optimista, pues la risa del castaño era feliz y eso hacía al lobo sonreír.
A continuación el más bajito del equipo dijo un pequeño discurso sobre el tamaño de los asesinos. Llevaba razón en bastantes cosas, pero el rubio prefería un tipo con agilidad y fuerza, como por ejemplo Murphy. Ese tipo tenía buenos reflejos y potencia de ataque, encima evadía bien pese a su complexión. Pero el pequeño tenía razón en lo de que a él le costaría menos esquivar, si además usaba armas de filo, la fuerza debería darle lo mismo. Había muchos estilos distintos, él mismo como luchador, era una combinación de fuerza con velocidad. No estaba muy orgulloso de ser fuerte, la violencia no era necesaria en el mundo. Por desgracia había que emplearla para ayudar a las personas inocentes. En ese momento el joven le preguntó sobre la misión, al mismo tiempo el cielo comenzaba a nublarse. El lobo no pudo evitar mirar hacia arriba un poco confuso ¿Una señal? Pensó entonces. Esperaba que los Dioses no le estuvieran diciendo que no fuese.
Dejó aquel pensamiento y se centró en contestar al chico. – Cuatro tipos han secuestrado a la hija del tabernero. Seguramente tendrá unos doce añitos, la estarán usando como rehén. De ese modo la marina no podría hacer nada. Sus cabezas valen setentaicinco millones. Se esconden en una mansión, al Sur de aquí. – Una vez dijo aquello entrecerró los ojos y continuó caminando. Al cabo de unos minutos, llegaron a aquella enorme casa. La verja estaba cerrada, no era muy alta de todas formas. Había un par de guardias de poca monta. Estos no tardaron en correr al interior al verles. La fama de Taiga había llegado hasta ellos al parecer. El rubio entonces mostró una expresión calmada. – No os confiéis mucho. – Dijo entonces el lobo, después avanzó un poco y de una patada violenta echó la verja abajo. Los palos de abajo salieron de la tierra y cedieron ante la potencia del rubio. Todo era debido al poder de su fruta. Nada más hacerlo clavó su mirada en la mansión. Parecía estar bastante serio en ese momento. Los cuatro criminales debían pagar caro lo que habían hecho.
A continuación el más bajito del equipo dijo un pequeño discurso sobre el tamaño de los asesinos. Llevaba razón en bastantes cosas, pero el rubio prefería un tipo con agilidad y fuerza, como por ejemplo Murphy. Ese tipo tenía buenos reflejos y potencia de ataque, encima evadía bien pese a su complexión. Pero el pequeño tenía razón en lo de que a él le costaría menos esquivar, si además usaba armas de filo, la fuerza debería darle lo mismo. Había muchos estilos distintos, él mismo como luchador, era una combinación de fuerza con velocidad. No estaba muy orgulloso de ser fuerte, la violencia no era necesaria en el mundo. Por desgracia había que emplearla para ayudar a las personas inocentes. En ese momento el joven le preguntó sobre la misión, al mismo tiempo el cielo comenzaba a nublarse. El lobo no pudo evitar mirar hacia arriba un poco confuso ¿Una señal? Pensó entonces. Esperaba que los Dioses no le estuvieran diciendo que no fuese.
Dejó aquel pensamiento y se centró en contestar al chico. – Cuatro tipos han secuestrado a la hija del tabernero. Seguramente tendrá unos doce añitos, la estarán usando como rehén. De ese modo la marina no podría hacer nada. Sus cabezas valen setentaicinco millones. Se esconden en una mansión, al Sur de aquí. – Una vez dijo aquello entrecerró los ojos y continuó caminando. Al cabo de unos minutos, llegaron a aquella enorme casa. La verja estaba cerrada, no era muy alta de todas formas. Había un par de guardias de poca monta. Estos no tardaron en correr al interior al verles. La fama de Taiga había llegado hasta ellos al parecer. El rubio entonces mostró una expresión calmada. – No os confiéis mucho. – Dijo entonces el lobo, después avanzó un poco y de una patada violenta echó la verja abajo. Los palos de abajo salieron de la tierra y cedieron ante la potencia del rubio. Todo era debido al poder de su fruta. Nada más hacerlo clavó su mirada en la mansión. Parecía estar bastante serio en ese momento. Los cuatro criminales debían pagar caro lo que habían hecho.
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