- Descripcion aproximada del estadio:
- Estáis en un estadio muy amplio, de unos 120 metros de largo y 90 de ancho, rodeado completamente de agua que de vez en cuando sube su nivel inundando todo el campo durante un instante, quedándo cinco plataformas de dos por dos, una en cada esquina y otra en el centro, completamente cuadradas. (Una vez cada tres turnos el agua sube e inunda el campo, volviendo a su estado inicial una vez ha finalizado el turno).
¡Comienza el de menor nivel!
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Había estado algo inquieto los últimos días. El combate contra Lys había sido intenso y muy justo, una experiencia placentera. Por otra parte, el combate contra Dexter era otra cosa, estaba claro que se lo había tomado como un evento deportivo, obviamente nadie había ido a matar... aunque por mi parte no lo pareciese mucho. De todas formas me había quedado una sensación de vacío, como si no hubiera sido más que un calentamiento algo acalorado, como si le hubiera faltado algo. Lo peor de todo era que se había acabado el tiempo cuando ambos habíamos agotado nuestras cartas de "persona maja", estaba seguro de que este no sería nuestro último roce, la pregunta era ¿Estaría preparado cuando tocase ir en serio?
Pasé el primer día tras el combate algo reflexivo, aunque ocioso mientras sanaba las heridas que había recibido. Aproveché para descansar antes de regresar a mi rutina de ejercicio. El resto de días alterné entre poner al día informes desfasados y visitar los múltiples puestos que Lord William ofrecía, así que simplemente no pasó gran cosa.
No fue hasta esta mañana que me enteré de mi contrincante. Lo conocía, por lo menos el nombre y la cara, y como para no, durante meses había sido el tema de conversación. Anders D. Thawne, yo mismo le había pedido a Al que dejara que me encargase de su anexión de Water Seven. Aunque el almirante ya anticipó que conmigo una solución diplomática sería poco probable, y con razón. No hubiera aceptado otro escenario que la aniquilación que los insurrectos, la rendición incondicional de Thawne y una cuarentena económica sobre la ciudad para evitar futuras revueltas. Quizás esa fuera la razón por la que muchos nos veían como poco más que la mano de déspotas opresivos, aunque era un precio pequeño para mantener la paz.
Di mi primer paso, firme y seguro, sobre la pasarela que comunicaba con el estadio. El terreno era liso, de un material homogéneo, rodeado de un foso de unos tres o cuatro metros de ancho lleno de agua. Justo en el centro, así como cerca de las esquinas, se notaban unos cuadrados de aproximadamente dos metros de lado, de un color y material diferente. Sólo podía imaginarme la particularidad del estadio sumando uno y uno, aunque el factor estúpido era algo a tener en cuenta en mis suposiciones.
Me quedé justo delante del rectángulo central, de pie con los brazos cruzados esperando a mi oponente, esta vez llevaba mi escudo atado al brazo izquierdo, sentía que lo había necesitado en los otros combates, por lo que esta vez formaría parte de mi equipo.
Pasé el primer día tras el combate algo reflexivo, aunque ocioso mientras sanaba las heridas que había recibido. Aproveché para descansar antes de regresar a mi rutina de ejercicio. El resto de días alterné entre poner al día informes desfasados y visitar los múltiples puestos que Lord William ofrecía, así que simplemente no pasó gran cosa.
No fue hasta esta mañana que me enteré de mi contrincante. Lo conocía, por lo menos el nombre y la cara, y como para no, durante meses había sido el tema de conversación. Anders D. Thawne, yo mismo le había pedido a Al que dejara que me encargase de su anexión de Water Seven. Aunque el almirante ya anticipó que conmigo una solución diplomática sería poco probable, y con razón. No hubiera aceptado otro escenario que la aniquilación que los insurrectos, la rendición incondicional de Thawne y una cuarentena económica sobre la ciudad para evitar futuras revueltas. Quizás esa fuera la razón por la que muchos nos veían como poco más que la mano de déspotas opresivos, aunque era un precio pequeño para mantener la paz.
Di mi primer paso, firme y seguro, sobre la pasarela que comunicaba con el estadio. El terreno era liso, de un material homogéneo, rodeado de un foso de unos tres o cuatro metros de ancho lleno de agua. Justo en el centro, así como cerca de las esquinas, se notaban unos cuadrados de aproximadamente dos metros de lado, de un color y material diferente. Sólo podía imaginarme la particularidad del estadio sumando uno y uno, aunque el factor estúpido era algo a tener en cuenta en mis suposiciones.
Me quedé justo delante del rectángulo central, de pie con los brazos cruzados esperando a mi oponente, esta vez llevaba mi escudo atado al brazo izquierdo, sentía que lo había necesitado en los otros combates, por lo que esta vez formaría parte de mi equipo.
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El combate frente a Zane, pese a haber concluido en un empate, había sido considerado como victoria para el pelirrojo por los jueces. Thawne, sin embargo, no se sentía perdedor. Había sido un combate de tú a tú, completamente igualado y que, probablemente, hubiese durado horas o incluso días de no haber tenido tiempo límite, tan parejos habían mostrado encontrarse los dos competidores. No obstante aquel torneo tenía sus reglas especiales a las que debían adaptarse. Y aunque él no lo sintiese como derrota no dejaba de contar como tal, por lo que se aseguraría de que fuese la última.
Su próximo oponente era alguien sobre cuyo poder también había oído hablar, aunque no estaba considerado en un nivel tan sobrehumanamente alto como el de Kenshin. Sin embargo probablemente la diferencia no fuese muy alta, pues se decía que era el más fuerte entre los muchos Vicealmirantes de la Marina. No dejaba de ser curioso que un marine se hubiera inscrito en un evento como aquel, lleno de criminales y sin posibilidad alguna de atraparlos. Aunque si había llegado a oídos de la Marina... ¿Quién decía que no interrumpirían el torneo con sus mejores hombres para intentar acabar de un plumazo con varios de los criminales más buscados de los siete mares? No, probablemente no poseían tanto poder como para plantearse vencer a todos ellos al mismo tiempo.
El calvo entró en el campo de batalla, que era muy distinto a los dos anteriores. Estaba rodeado por completo de agua, y era totalmente llano y liso salvo por cinco pequeñas áreas cuadrangulares, una en el centro y las demás en las cuatro esquinas. Por un lado el hecho de que fuese tan amplio jugaba a su favor, ya que podría moverse sin trabas por él. Sin embargo el agua... no terminaba de darle buena espina.
Silverwing se encontraba en el centro del escenario, esperando impasible. Lo primero que le sorprendió fue su tamaño, tremendamente pequeño. No obstante aquel cuerpo de tan reducidas proporciones parecía albergar una fuerza impresionante. Además en su postura podía apreciarse una gran determinación. No era la primera vez que se veían, pues recordaba su rostro de Gray Rock. Estaba presente cuando Thawne decidió abandonar las filas del Gobierno Mundial y luchar por sus propias convicciones.
- Tengamos un buen combate, Vicealmirante. Uno que esté a la altura de un evento como este.
Había usado la palabra altura a propósito, poniendo especial énfasis en ella. Sabiendo que aquel hombre había presenciado en primer plano los eventos de Gray Rock, probablemente tuviese mucha rabia acumulada contra él. Si podía provocarle lo suficiente como para hacerle perder los nervios y que no pensara con claridad probablemente tendría mucho ganado.
Se puso en guardia, esperando una primera acometida del marine. El combate iba a comenzar.
Su próximo oponente era alguien sobre cuyo poder también había oído hablar, aunque no estaba considerado en un nivel tan sobrehumanamente alto como el de Kenshin. Sin embargo probablemente la diferencia no fuese muy alta, pues se decía que era el más fuerte entre los muchos Vicealmirantes de la Marina. No dejaba de ser curioso que un marine se hubiera inscrito en un evento como aquel, lleno de criminales y sin posibilidad alguna de atraparlos. Aunque si había llegado a oídos de la Marina... ¿Quién decía que no interrumpirían el torneo con sus mejores hombres para intentar acabar de un plumazo con varios de los criminales más buscados de los siete mares? No, probablemente no poseían tanto poder como para plantearse vencer a todos ellos al mismo tiempo.
El calvo entró en el campo de batalla, que era muy distinto a los dos anteriores. Estaba rodeado por completo de agua, y era totalmente llano y liso salvo por cinco pequeñas áreas cuadrangulares, una en el centro y las demás en las cuatro esquinas. Por un lado el hecho de que fuese tan amplio jugaba a su favor, ya que podría moverse sin trabas por él. Sin embargo el agua... no terminaba de darle buena espina.
Silverwing se encontraba en el centro del escenario, esperando impasible. Lo primero que le sorprendió fue su tamaño, tremendamente pequeño. No obstante aquel cuerpo de tan reducidas proporciones parecía albergar una fuerza impresionante. Además en su postura podía apreciarse una gran determinación. No era la primera vez que se veían, pues recordaba su rostro de Gray Rock. Estaba presente cuando Thawne decidió abandonar las filas del Gobierno Mundial y luchar por sus propias convicciones.
- Tengamos un buen combate, Vicealmirante. Uno que esté a la altura de un evento como este.
Había usado la palabra altura a propósito, poniendo especial énfasis en ella. Sabiendo que aquel hombre había presenciado en primer plano los eventos de Gray Rock, probablemente tuviese mucha rabia acumulada contra él. Si podía provocarle lo suficiente como para hacerle perder los nervios y que no pensara con claridad probablemente tendría mucho ganado.
Se puso en guardia, esperando una primera acometida del marine. El combate iba a comenzar.
- Nota:
- Psicólogo Rango 13 con estudios sobre la Calma. Trabajando en ello durante dos asaltos puedo aumentar mucho o romper la calma de una persona.
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No tardó mucho en aparecer, tal y como me lo habían descrito, un hombre de estatura media con la cabeza afeitada, vestido de un traje impoluto de arriba a abajo. Me sorprendería que alguien entrase en un torneo de esta clase con un traje formal, de no ser porque mi anterior contrincante se presentó con un bikini. Parecía una persona bastante normal, mejor dicho, más normal que cualquiera que me encontrase en este torneo. De todas formas intuía que esto no eran más que formalidades adquiridas a lo largo de los años, las cuales podían esconder un poder inesperado.
- Bueno, en realidad soy contraalmirante, aunque es fácil conf...- De pronto caí en la indirecta nada discreta. No se había molestado en ocultarlo, lo primero que había hecho nada más abrir la boca era provocarme. - No te preocupes, creo que ambos llegamos por los pelos a las expectativas del público.
Mi rostro no lo mostraba, pero ya me estaba costando mantener una expresión seria sólo con una simple puya. En realidad no era la frase en sí la que me había afectado, era el simple intento de hacer eso nada más empezar. Eso decía mucho de la persona que era y, lo peor de todo, era posible que supiera más de mí de lo que esperaba. Puede que incluso conociese a la persona que envió la recomendación, que trabajase para dicho sujeto, o que fuese esa misma persona.
Dejé mis preocupaciones de lado, si pensaba sacarme de mis casillas usando juegos de palabras tendría que ser más original. Por favor, trabajaba con gente que me sacaba medio metro de altura, el que menos. Ellos no se cortaban un pelo en dar rienda suelta a su creatividad delante de mi cara. Me posicioné listo para dar el primer golpe, dado que era tan amable de otorgarlo, esperaba que no se arrepintiese por esa decisión.
Inspiré profundamente todo el aire que me permitían mis pulmones, con calma, para luego posicionar un pie delante y otro atrás, listos para avanzar. Coloqué mis brazos en posición y encorvé la espalda hacia el frente. Un segundo después solté el aire en un grito a la vez que me lanzaba con un simple y veloz movimiento prácticamente instantáneo hacia él, deteniéndome justo en frente y alzando las manos. De estas emergió un brillo rojizo, tras el cual se materializó Zinogre. Sujetando firmemente el asta de mi arma lancé un tajo descendente en dirección a mi contrincante.
- Bueno, en realidad soy contraalmirante, aunque es fácil conf...- De pronto caí en la indirecta nada discreta. No se había molestado en ocultarlo, lo primero que había hecho nada más abrir la boca era provocarme. - No te preocupes, creo que ambos llegamos por los pelos a las expectativas del público.
Mi rostro no lo mostraba, pero ya me estaba costando mantener una expresión seria sólo con una simple puya. En realidad no era la frase en sí la que me había afectado, era el simple intento de hacer eso nada más empezar. Eso decía mucho de la persona que era y, lo peor de todo, era posible que supiera más de mí de lo que esperaba. Puede que incluso conociese a la persona que envió la recomendación, que trabajase para dicho sujeto, o que fuese esa misma persona.
Dejé mis preocupaciones de lado, si pensaba sacarme de mis casillas usando juegos de palabras tendría que ser más original. Por favor, trabajaba con gente que me sacaba medio metro de altura, el que menos. Ellos no se cortaban un pelo en dar rienda suelta a su creatividad delante de mi cara. Me posicioné listo para dar el primer golpe, dado que era tan amable de otorgarlo, esperaba que no se arrepintiese por esa decisión.
Inspiré profundamente todo el aire que me permitían mis pulmones, con calma, para luego posicionar un pie delante y otro atrás, listos para avanzar. Coloqué mis brazos en posición y encorvé la espalda hacia el frente. Un segundo después solté el aire en un grito a la vez que me lanzaba con un simple y veloz movimiento prácticamente instantáneo hacia él, deteniéndome justo en frente y alzando las manos. De estas emergió un brillo rojizo, tras el cual se materializó Zinogre. Sujetando firmemente el asta de mi arma lancé un tajo descendente en dirección a mi contrincante.
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El antiguo agente esbozó una sonrisilla condescendiente, asegurándose de que el marine la viese. Perfecto, había mordido el anzuelo y respondido con una frase tan pueril como la suya. Si resultaba tan sencillo molestarle no le resultaría difícil manipularle y hacer que perdiese por completo los nervios.
Unos momentos después el marine se lanzó hacia él a gran velocidad. No podía dejar de darse cuenta de que era más veloz en carrera que él, aunque eso no le preocupaba. Cuando uno dominaba como él su propio cuerpo dejaban de importar las capacidades físicas del adversario. En este caso, el Soru compensaba sobradamente cualquier posible desventaja en este sentido.
El antiguo agente esperó la llegada de su oponente, manteniendo la postura y listo para reaccionar en el momento oportuno. El marine pelirrojo (este rasgo parecía estar empezando a convertirse en una constante entre sus oponentes) se detuvo frente y, haciendo aparecer un arma larga similar a una lanza en sus manos, lanzó un tajo descendente que aparentaba ser realmente peligroso. No obstante Thawne, que estaba totalmente preparado para responder a su ofensiva, se inclinó a una velocidad aparentemente imposible hacia su derecha, mostrando una elasticidad inhumana, al tiempo que lanzaba un puñetazo directo al costado de su enemigo con todas sus fuerzas. Su puño, brillando con el negro resplandor de la armadura de su voluntad, estaba en el lugar indicado para responder de forma impecable al ataque de su oponente con un contraataque perfectamente ejecutado.
Acto seguido sería él quien pasaría al ataque, y lanzó cuatro veloces y poderosos puñetazos, todos ellos con la mano derecha, dirigidos al rostro y el tórax de su rival. Su puño continuaba resplandeciendo, mostrando todo el poder de su Haki, y al impactar todos sus golpes se proyectarían hacia delante, expandiendo su devastador poder a distancia.
Sin importar cuánto daño causara su ofensiva en su oponente con toda seguridad pondría una considerable distancia entre ambos, distancia que aprovecharía Thawne para volver a hablar con su rival, buscando romper definitivamente su calma:
- Espero que te hayas dado cuenta de que estás claramente por debajo de mí. Aunque, ¿qué esperabas? Si uno de vuestros Almirantes no fue capaz de llevarme ante la justicia, ¿acaso crees que alguien como tú podrá vencerme?
Unos momentos después el marine se lanzó hacia él a gran velocidad. No podía dejar de darse cuenta de que era más veloz en carrera que él, aunque eso no le preocupaba. Cuando uno dominaba como él su propio cuerpo dejaban de importar las capacidades físicas del adversario. En este caso, el Soru compensaba sobradamente cualquier posible desventaja en este sentido.
El antiguo agente esperó la llegada de su oponente, manteniendo la postura y listo para reaccionar en el momento oportuno. El marine pelirrojo (este rasgo parecía estar empezando a convertirse en una constante entre sus oponentes) se detuvo frente y, haciendo aparecer un arma larga similar a una lanza en sus manos, lanzó un tajo descendente que aparentaba ser realmente peligroso. No obstante Thawne, que estaba totalmente preparado para responder a su ofensiva, se inclinó a una velocidad aparentemente imposible hacia su derecha, mostrando una elasticidad inhumana, al tiempo que lanzaba un puñetazo directo al costado de su enemigo con todas sus fuerzas. Su puño, brillando con el negro resplandor de la armadura de su voluntad, estaba en el lugar indicado para responder de forma impecable al ataque de su oponente con un contraataque perfectamente ejecutado.
Acto seguido sería él quien pasaría al ataque, y lanzó cuatro veloces y poderosos puñetazos, todos ellos con la mano derecha, dirigidos al rostro y el tórax de su rival. Su puño continuaba resplandeciendo, mostrando todo el poder de su Haki, y al impactar todos sus golpes se proyectarían hacia delante, expandiendo su devastador poder a distancia.
Sin importar cuánto daño causara su ofensiva en su oponente con toda seguridad pondría una considerable distancia entre ambos, distancia que aprovecharía Thawne para volver a hablar con su rival, buscando romper definitivamente su calma:
- Espero que te hayas dado cuenta de que estás claramente por debajo de mí. Aunque, ¿qué esperabas? Si uno de vuestros Almirantes no fue capaz de llevarme ante la justicia, ¿acaso crees que alguien como tú podrá vencerme?
- Notas:
- - Utilizo la habilidad de Postura Perfecta para evitar sin daños un ataque cuerpo a cuerpo de máximo tres golpes y convertir mi defensa en un contraataque con todas mis fuerzas. A tener en cuenta en esta misma Maestría la gran dificultad para evadir sin daño alguno mis ataques (Rango 9).
- De cara al ataque cuento con Fuerza Rango 14, con maestría Potencia (de ahí la capacidad de proyectar los golpes en la distancia). Haki Armadura nivel 7 que a efectos de superar un posible Haki opuesto cuenta como nivel 17 (+3 por Endurecimiento, +2 por aplicarlo en una sola arma, +2 por Aptitud Armadura, +3 por Modalidad, que mejora lo mismo que el Endurecimiento).
- Para lanzar los cuatro golpes a la cara tan rápido como si fuesen uno utilizo la Maestría Coordinación a Rango 12.
- Es el segundo turno de los dos que debo utilizar como Psicólogo para romper la calma de un oponente.
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La verdad no me lo esperaba. Los dos anteriores combates habían tenido un ritmo diferente, una especie de sucesión y escalada casi ceremonial. Empezando con un saludo, seguido de un "saludo", medir al rival... todos esos pasos necesarios antes de decir "vale, es hora de ir en serio". No tenía problema con ello, era un proceso que rompía el ritmo de un combate normal a vida o muerte y daba un poco de chicha a un evento deportivo cuyo único propósito era el entretenimiento. De todas formas mi rival parecía opinar de forma diferente, me daba la sensación de que quería poner lo máximo en cada segundo del combate.
Esquivó mi tajo sin problemas, normalmente no se sorprendería, estos ataques tendían a ser predecibles, pero la forma en la que ejecutó su evasión me hizo pensar que había algo en él que se salía de la normalidad. Su respuesta no se hizo esperar, un puñetazo directo al costado, noté como el impacto atravesaba mi carne con un dolor en mis entrañas. Casi diría que iba a matar. Sin esperar un segundo lanzó una serie de golpes al pecho y a la cara. Me defendí con el escudo de los dos del pecho, notando el golpe incluso a través de las láminas de metal pensadas para amortiguar impactos. Al ver que los otros dos golpes no podría llegar a bloquearlos a tiempo con el escudo tuve que recurrir a reaccionar con lo poco que tenía... una frente muy dura. Endureciéndola casi por instinto con mi voluntad recibí ambos golpes con la frente. Mi cabeza retumbó un instante con el impacto, dejando un molesto pitido en los oídos durante un segundo.
Tras desatar aquella serie de golpes se alejó varios metros, quizás tratando de evitar una respuesta inmediata, o puede que para recuperar el aliento. No, lo hacía para continuar dándole al pico, presumiendo de su superioridad y deduciendo que porque Al no hubiera sido capaz de hacer su puto trabajo yo era incapaz de estar a su altura.
- ¿Crees que me cabrea que hables de mi altura? ¿Que tengas esa actitud condescendiente? ¿Ese aire de superioridad?... - Hice una pequeña pausa para responder. - Sé lo que intentas y te aclararé una cosa. No me molesta nada de eso, en efecto me parece gracioso, lo que de verdad me irrita, lo que me termina de sacar completamente de mis casillas ¡Es que ese jodido inútil de Al no sea capaz de hacer su trabajo a derechas! Ahora soy yo quien tiene que arreglar su pifia. - Era consciente que Al estaba mirando, no era nada nuevo que despotricase de él en público, en cierta medida le divertía. - Te enseñaré la diferencia que existe entre nosotros.
Dicho esto volví al ataque, avanzando contra él a gran velocidad, con la punta del arma cubierta de haki. Enarbolando el arma haciendo que la hoja diese una elaborada vuelta en el aire lancé un único tajo horizontal al pasar a su lado. De no encontrarme con ningún percance saltaría lo más alto que pudiese, usando el impulso del 0 Raiser para desplazarme de nuevo hacia el suelo en su dirección con la punta apuntando peligrosamente cerca de él, de evitarlo o desviarlo clavaría el arma en el suelo, usándola de pala para levantar un trozo del terreno de juego entre ambos. Si lo lograba terminaría en combo de golpes con un tajo en diagonal atravesando la roca que nos separaba ¿Quería ver al Arthur serio y cabreado? En ese caso le mostraría la pésima decisión que había sido hacerme ir de malas.
Esquivó mi tajo sin problemas, normalmente no se sorprendería, estos ataques tendían a ser predecibles, pero la forma en la que ejecutó su evasión me hizo pensar que había algo en él que se salía de la normalidad. Su respuesta no se hizo esperar, un puñetazo directo al costado, noté como el impacto atravesaba mi carne con un dolor en mis entrañas. Casi diría que iba a matar. Sin esperar un segundo lanzó una serie de golpes al pecho y a la cara. Me defendí con el escudo de los dos del pecho, notando el golpe incluso a través de las láminas de metal pensadas para amortiguar impactos. Al ver que los otros dos golpes no podría llegar a bloquearlos a tiempo con el escudo tuve que recurrir a reaccionar con lo poco que tenía... una frente muy dura. Endureciéndola casi por instinto con mi voluntad recibí ambos golpes con la frente. Mi cabeza retumbó un instante con el impacto, dejando un molesto pitido en los oídos durante un segundo.
Tras desatar aquella serie de golpes se alejó varios metros, quizás tratando de evitar una respuesta inmediata, o puede que para recuperar el aliento. No, lo hacía para continuar dándole al pico, presumiendo de su superioridad y deduciendo que porque Al no hubiera sido capaz de hacer su puto trabajo yo era incapaz de estar a su altura.
- ¿Crees que me cabrea que hables de mi altura? ¿Que tengas esa actitud condescendiente? ¿Ese aire de superioridad?... - Hice una pequeña pausa para responder. - Sé lo que intentas y te aclararé una cosa. No me molesta nada de eso, en efecto me parece gracioso, lo que de verdad me irrita, lo que me termina de sacar completamente de mis casillas ¡Es que ese jodido inútil de Al no sea capaz de hacer su trabajo a derechas! Ahora soy yo quien tiene que arreglar su pifia. - Era consciente que Al estaba mirando, no era nada nuevo que despotricase de él en público, en cierta medida le divertía. - Te enseñaré la diferencia que existe entre nosotros.
Dicho esto volví al ataque, avanzando contra él a gran velocidad, con la punta del arma cubierta de haki. Enarbolando el arma haciendo que la hoja diese una elaborada vuelta en el aire lancé un único tajo horizontal al pasar a su lado. De no encontrarme con ningún percance saltaría lo más alto que pudiese, usando el impulso del 0 Raiser para desplazarme de nuevo hacia el suelo en su dirección con la punta apuntando peligrosamente cerca de él, de evitarlo o desviarlo clavaría el arma en el suelo, usándola de pala para levantar un trozo del terreno de juego entre ambos. Si lo lograba terminaría en combo de golpes con un tajo en diagonal atravesando la roca que nos separaba ¿Quería ver al Arthur serio y cabreado? En ese caso le mostraría la pésima decisión que había sido hacerme ir de malas.
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Mientras el marine intentaba hacer ver que sus pullas no habían tenido éxito el aspecto de Thawne comenzó a cambiar. Creció hasta alcanzar una diferencia de estatura con su oponente de casi un metro al tiempo que se cubría de un bonito pelaje gris. Sus facciones mutaron en las de un felino y sus manos giraron hasta adoptar una posición antinatural mientras se convertían en peligrosas garras. Estaba listo para afrontar su acometida, la misma que pretendía justificar bajo el pretexto de tener que completar la tarea que su superior no había podido llevar a cabo. Sabía que eso le había molestado, de hecho era el detalle que había mencionado para terminar de hacerle estallar, pero también era perfectamente consciente de que no era lo único que estaba haciendo que su sangre hirviese. Y ahora era su momento de jugar con eso.
El marine se abalanzó sobre él, otra vez en un predecible ataque. Se inclinó hacia atrás doblando las rodillas, adoptando una posición que uno solo esperaría poder ver en una película, para acto seguido echar los brazos hacia el suelo sobre su cabeza y, con ese apoyo, dar una voltereta hacia atrás. De ese modo evitó el golpe descendente del marine. El movimiento de este, clavando su arma en el suelo y levantando una parte para entorpecer su visión le sorprendió, y cuando su siguiente ataque, un tajo diagonal, se dirigía hacia él apenas tuvo tiempo de reaccionar. Interpuso su mano en la trayectoria del arma, impactando con sus garras contra el filo de esta. El dolor que sintió en sus dedos, incapaces de amortiguar el impacto, fue abrumador. El felino dudaba de que todas las articulaciones de los mismos hubieran salido indemnes del choque. Sin embargo sus uñas, tan duras como el diamante, resistieron el golpe. Las articulaciones de su mano habían sufrido, sí, pero a cambio él tenía la posibilidad de responder a su rival ahora que se encontraban tan cerca, y lo hizo con toda la contundencia que pudo.
Cerró su maltrecha zarpa derecha en torno a la hoja del arma, apretando con toda la fuerza que pudo reunir, y pasó a la ofensiva. Lanzando su brazo izquierdo a tal velocidad que rompió la barrera del sonido, dirigió su dedo índice, que brillaba con un resplandeciente tono negro, hacia el pecho de su rival. Una de las letales técnicas ofensivas que la ancestral disciplina del Rokushiki poseía, perfeccionada hasta el punto en que lo había logrado él. Casi podía calificarse como arte. Mortífero, sí, pero de una sobrecogedora belleza y ejecutado con la pulcritud de quien conocía y controlaba su cuerpo a la perfección.
El marine se abalanzó sobre él, otra vez en un predecible ataque. Se inclinó hacia atrás doblando las rodillas, adoptando una posición que uno solo esperaría poder ver en una película, para acto seguido echar los brazos hacia el suelo sobre su cabeza y, con ese apoyo, dar una voltereta hacia atrás. De ese modo evitó el golpe descendente del marine. El movimiento de este, clavando su arma en el suelo y levantando una parte para entorpecer su visión le sorprendió, y cuando su siguiente ataque, un tajo diagonal, se dirigía hacia él apenas tuvo tiempo de reaccionar. Interpuso su mano en la trayectoria del arma, impactando con sus garras contra el filo de esta. El dolor que sintió en sus dedos, incapaces de amortiguar el impacto, fue abrumador. El felino dudaba de que todas las articulaciones de los mismos hubieran salido indemnes del choque. Sin embargo sus uñas, tan duras como el diamante, resistieron el golpe. Las articulaciones de su mano habían sufrido, sí, pero a cambio él tenía la posibilidad de responder a su rival ahora que se encontraban tan cerca, y lo hizo con toda la contundencia que pudo.
Cerró su maltrecha zarpa derecha en torno a la hoja del arma, apretando con toda la fuerza que pudo reunir, y pasó a la ofensiva. Lanzando su brazo izquierdo a tal velocidad que rompió la barrera del sonido, dirigió su dedo índice, que brillaba con un resplandeciente tono negro, hacia el pecho de su rival. Una de las letales técnicas ofensivas que la ancestral disciplina del Rokushiki poseía, perfeccionada hasta el punto en que lo había logrado él. Casi podía calificarse como arte. Mortífero, sí, pero de una sobrecogedora belleza y ejecutado con la pulcritud de quien conocía y controlaba su cuerpo a la perfección.
- Notas:
- - Características en Forma Completa: Fuerza 17, Agilidad 14, Resistencia 13, Destreza 9, Velocidad 6.
- Lethal Weapon: Las garras y colmillos de Thawne adquieren la dureza del diamante, convirtiéndole en un depredador mortal de necesidad.
- Shigan Épico: Se trata de la primera técnica compleja del Rokushiki. Esta técnica genuina sólo se puede desarrollar conociendo el Soru y el Tekai, permitiendo utilizar el brazo como una pistola para clavar el dedo, veloz y mortífero como una bala. El durísimo entrenamiento al que Thawne lleva sometiéndose durante años y el perfeccionamiento que ha buscado incansablemente del Rokushiki le ha llevado a lograr realizar un Shigan extraordinariamente poderoso. Mueve su brazo a tal velocidad que su dedo, al penetrar en el cuerpo de sus adversarios a una velocidad más de dos veces superior a la del sonido (750m/s), genera también una onda de choque con gran capacidad destructiva que aumenta el efecto del golpe en un radio de 10 centímetros. Esto hace que recibir uno de sus Shigan sea equivalente al impacto de una bala de cañón disparada a bocajarro, causando estragos en un cuerpo humano. Al impactar sobre materiales inertes su poder es tal que podría atravesar una pared de acero de un metro de grosor.
- Los ataques de Thawne con sus garras y/o colmillos, de alcanzar a su oponente, le inoculan su veneno. Efectos en la tabla de akuma.
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Se había transformado en un hombre tigre, aunque algo en las forma de moverse las muñecas en la transformación me decía que no era un tigre normal y corriente. De todas formas no tenía forma se saber si era un tipo de transformación especial de un felino normal o algo más complicado. Las incógnitas no me preocupaba, sólo los hechos claros, pensar en ello sólo me haría perder la concentración en el combate. Por lo menos eso explicaba la flexibilidad... pero no explicaba que no fuera un gato calvo.
Por fin había conectado un golpe. Aunque lo había parado con las garras podía notar al no llevarme el retroceso del impacto que la fuerza había pasado a su cuerpo. Eso seguramente le había dolido, aunque me sorprendía la dureza de aquellas garras. Pasó a aferrar mi arma, por instinto traté de retirarla, pero estaba poniendo una fuerza que no había visto ni siquiera en Dexter. Expuesto a un contraataque y sin posibilidades de alejarme, sabía lo que venía, y sabía que ahora lo haría con más fuerza. No fue más que un destello metálico lo que pasó por delante de mis ojos, pero fue suficiente para actuar por reflejo, interponiendo el escudo a la altura que calculaba que era el golpe y pasando a endurecer la zona que calculaba que iba a ser afectada.
Lo que no me esperaba era la fuerza, como un cañonazo concentrado. El escudo fue incapaz de amortiguar el golpe, haciendo que mi brazo se doblase hasta golpear con fuerza el pecho. Pero la cosa no acababa ahí todavía quedaba fuerza suficiente como para enviarme a volar un par de docenas de metros en la dirección contraria. Aunque afortunadamente todavía contaba con el arma en la mano, no iba a deshacerme de mi compañero tan fácilmente. Di un par de vueltas en el aire como un cuerpo inerte antes de recuperar la compostura y caer al suelo más o menos de forma agraciada. El brazo del escudo temblaba por el impacto y este tenía una preocupante marca en su superficie metálica, unas gotas de sangre caían al suelo por debajo de este. Por el dolor supuse que tenía un golpe bastante serio bajo el escudo, así como otro en el pecho. "Sólo un poco más" pensé, me estaba haciendo a su ritmo, sólo necesitaba algo que me diera la ventaja.
Me dispuse a volver al combate, dando un paso al frente, pero un sonido de chapoteo me llamó la atención. El agua estaba subiendo y antes de que me diera cuenta llegaba por el tobillo. Sonreí, era lo que necesitaba. Aprovechando la propulsión del 0 Raiser comencé a volar varios metros por encima de la superficie del agua. Se quedase en una plataforma o volase de alguna forma mantendría un vuelo estable a toda velocidad formando un círculo a una distancia más que prudencial a su alrededor. Una vez notase que el agua dejaba de subir comenzaría a volar a ras de superficie, absorbiendo la temperatura de la piscina en la que estábamos, congelando esta en un tiempo récord a unos ochenta grados bajo cero. El hielo al expandirse, lejos de formar una superficie lisa comenzó a despuntar en forma de grandes lascas, dejando una superficie bastante más irregular de lo que cabría esperar de una superficie de agua en calma. Por mi parte había almacenado temperatura más que suficiente, si él estaba usando poderes de Akuma no mi, era hora de que yo mostrase mis cartas.
Me detuve en frente de él, posando mis pies sobre la superficie cristalina de hielo. Un brillo rojizo se extendió por mi cuerpo, al tiempo que una pequeña parte de la temperatura absorbida era usada para alimentar mis músculos. Saqué otra pequeña parte con la forma de una pequeña esfera, brillante como un sol en miniatura. Al acercarla al filo de mi arma al brillo metálico se le sumó el fulgor de un sol, dejando una cuchilla de un brillo blanquecino que radiaba calor a más de dos mil grados. Sólo acercarla a la superficie del hielo hacía que esta se evaporase directamente.
- He oído que a los gatos se les da bien atrapar cosas brillantes. - Comenté mientras adoptaba de nuevo la pose de combate. - Veamos lo bien que encaras esta.
Dicho esto volví al ataque, esta vez poniendo mi fuerza en una carga directa y rápida. Era rápido para esquivar, pero sus movimientos eran calculados y precisos, ahora bastaba con que el arma pasase cerca de él para propinarle serias quemaduras. Una vez llegase hasta él clavaría mis pies en el suelo para conseguir estabilidad, usando el resto de la inercia para lanzar una estocada al pecho, seguida de otros dos tajos diagonales efectuados con fluidos giros del arma en el aire, los cuales en su trayecto rozarían el hielo generando más vapor. No podía dejar de presionar, sabía que él encontraría un hueco para devolver el golpe, la cuestión estaba en saber quién se desgastaría antes.
Por fin había conectado un golpe. Aunque lo había parado con las garras podía notar al no llevarme el retroceso del impacto que la fuerza había pasado a su cuerpo. Eso seguramente le había dolido, aunque me sorprendía la dureza de aquellas garras. Pasó a aferrar mi arma, por instinto traté de retirarla, pero estaba poniendo una fuerza que no había visto ni siquiera en Dexter. Expuesto a un contraataque y sin posibilidades de alejarme, sabía lo que venía, y sabía que ahora lo haría con más fuerza. No fue más que un destello metálico lo que pasó por delante de mis ojos, pero fue suficiente para actuar por reflejo, interponiendo el escudo a la altura que calculaba que era el golpe y pasando a endurecer la zona que calculaba que iba a ser afectada.
Lo que no me esperaba era la fuerza, como un cañonazo concentrado. El escudo fue incapaz de amortiguar el golpe, haciendo que mi brazo se doblase hasta golpear con fuerza el pecho. Pero la cosa no acababa ahí todavía quedaba fuerza suficiente como para enviarme a volar un par de docenas de metros en la dirección contraria. Aunque afortunadamente todavía contaba con el arma en la mano, no iba a deshacerme de mi compañero tan fácilmente. Di un par de vueltas en el aire como un cuerpo inerte antes de recuperar la compostura y caer al suelo más o menos de forma agraciada. El brazo del escudo temblaba por el impacto y este tenía una preocupante marca en su superficie metálica, unas gotas de sangre caían al suelo por debajo de este. Por el dolor supuse que tenía un golpe bastante serio bajo el escudo, así como otro en el pecho. "Sólo un poco más" pensé, me estaba haciendo a su ritmo, sólo necesitaba algo que me diera la ventaja.
Me dispuse a volver al combate, dando un paso al frente, pero un sonido de chapoteo me llamó la atención. El agua estaba subiendo y antes de que me diera cuenta llegaba por el tobillo. Sonreí, era lo que necesitaba. Aprovechando la propulsión del 0 Raiser comencé a volar varios metros por encima de la superficie del agua. Se quedase en una plataforma o volase de alguna forma mantendría un vuelo estable a toda velocidad formando un círculo a una distancia más que prudencial a su alrededor. Una vez notase que el agua dejaba de subir comenzaría a volar a ras de superficie, absorbiendo la temperatura de la piscina en la que estábamos, congelando esta en un tiempo récord a unos ochenta grados bajo cero. El hielo al expandirse, lejos de formar una superficie lisa comenzó a despuntar en forma de grandes lascas, dejando una superficie bastante más irregular de lo que cabría esperar de una superficie de agua en calma. Por mi parte había almacenado temperatura más que suficiente, si él estaba usando poderes de Akuma no mi, era hora de que yo mostrase mis cartas.
Me detuve en frente de él, posando mis pies sobre la superficie cristalina de hielo. Un brillo rojizo se extendió por mi cuerpo, al tiempo que una pequeña parte de la temperatura absorbida era usada para alimentar mis músculos. Saqué otra pequeña parte con la forma de una pequeña esfera, brillante como un sol en miniatura. Al acercarla al filo de mi arma al brillo metálico se le sumó el fulgor de un sol, dejando una cuchilla de un brillo blanquecino que radiaba calor a más de dos mil grados. Sólo acercarla a la superficie del hielo hacía que esta se evaporase directamente.
- He oído que a los gatos se les da bien atrapar cosas brillantes. - Comenté mientras adoptaba de nuevo la pose de combate. - Veamos lo bien que encaras esta.
Dicho esto volví al ataque, esta vez poniendo mi fuerza en una carga directa y rápida. Era rápido para esquivar, pero sus movimientos eran calculados y precisos, ahora bastaba con que el arma pasase cerca de él para propinarle serias quemaduras. Una vez llegase hasta él clavaría mis pies en el suelo para conseguir estabilidad, usando el resto de la inercia para lanzar una estocada al pecho, seguida de otros dos tajos diagonales efectuados con fluidos giros del arma en el aire, los cuales en su trayecto rozarían el hielo generando más vapor. No podía dejar de presionar, sabía que él encontraría un hueco para devolver el golpe, la cuestión estaba en saber quién se desgastaría antes.
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El marine logró interceptar su Shigan con el escudo, pero aún así el poder de su ataque le golpeó con fuerza. Eso sí, logró evitar ser envenenado. El calvo se disponía a prepararse para una nueva confrontación cuando el agua comenzó a subir, llegando hasta sus tobillos en muy poco tiempo. Parecía que las únicas zonas que no se hundían eran las pequeñas plataformas situadas en el centro y en las esquinas. Thawne, decidido a no mostrar aún sus cartas, se dirigió rápidamente a la plataforma central. Era más conveniente guardar su veloz Geppou para un momento en el que pudiese sorprender con él a su adversario.
Este comenzó a volar utilizando unos propulsores a su espalda formados aparentemente por un extraño cristal, que tenían aspecto de ser parte del poder de alguna clase de Akuma no mi. El antiguo agente observó cómo trazaba círculos una y otra vez para, cuando el agua paró de subir, congelarla por completo en apenas un instante. Las dudas sobre cuál era su poder comenzaron a surgir. Dado que no había dos frutas iguales no podía tratarse de una logia de hielo, pues dicho poder correspondía a su superior, el Almirante Koneko.
Lo que hizo a continuación resolvió sus dudas. Imbuyó la hoja de su glaive en algo que en un primer momento no pudo identificar, pero que hizo que comenzara a brillar casi como un sol en miniatura. El aire a su alrededor parecía curvarse, lo que dejaba claro que el arma había pasado a ser una tremenda fuente de calor. Fue ahí cuando se dio cuenta. Transferencia de temperatura. Por eso no había utilizado su poder hasta ahora, porque era dependiente de fuentes externas. No obstante, probablemente ahora que había logrado absorber el calor de aquella gran masa de agua resultaría un oponente aún más duro que hasta aquel momento. El lado bueno era que no disponía de nada más a su alrededor de donde absorber calor, por lo que tan solo podría utilizarlo de forma muy limitada. Por un momento se preguntó el nivel de poder que alcanzaría aquel hombre contra un oponente como su anterior rival, Zane D. Kenshin, cuyos poderes se basaban en el fuego. Parecía la némesis del pirata, al menos en la teoría.
Entonces el marine retomó las hostilidades. Se dirigió hacia él nuevamente en línea recta, no sin antes pronunciar otra de aquellas frases tan burdas que tanto parecían gustarle. Concentró su mantra en él, lanzando al mismo tiempo un vínculo telepático que le permitiese predecir no solo sus ataques sino también sus movimientos. Debía evitar a toda costa que la hoja de su arma le golpease. Su traje le protegía del fuego, si, pero el calor emitido por ese arma probablemente era otra cosa. Al no tratarse de llamas, sino simplemente de temperatura, no era algo ante lo que tuviese una defensa sencilla.
Sabiendo que iba a tocar el suelo antes de lanzar su primera estocada, optó por evitar que su ataque llegase a producirse. Manteniendo su postura hasta el último momento, giró sobre su talón izquierdo al tiempo que se agachaba y extendía la pierna derecha trazando un barrido horizontal a la altura de los tobillos del pelirrojo con todas sus fuerzas justo en el momento en el que este tocase el suelo. La estocada que acompañaba su aterrizaje le pasó por encima al haberse agachado, haciendo el aire zumbar a su alrededor.
Aprovechando el momento del aterrizaje, en que el equilibrio era precario, su contraataque, ejecutado con milimétrica precisión, tenía todas las papeletas para desequilibrar en gran medida al marine, impidiéndole completar su combo y abriéndole una inmejorable ventana para pasar a la ofensiva dada la cercanía entre ambos. Y no pensaba desaprovecharla. Cubriendo sus dos puños y antebrazos en una negra armadura los lanzó hacia delante con todas sus fuerzas, buscando golpear a su oponente en el pecho. Era la oportunidad para asestar a su enemigo su ataque más poderoso y poner fin al combate. Su voz se escuchó en todo el estadio, soltando todo el aire de sus pulmones al mismo tiempo que lanzaba sus puños hacia el menudo militar y añadiendo aún más fuerza al impulso:
- ¡Hasshoken Ougi: Ryu no Ikari!
Este comenzó a volar utilizando unos propulsores a su espalda formados aparentemente por un extraño cristal, que tenían aspecto de ser parte del poder de alguna clase de Akuma no mi. El antiguo agente observó cómo trazaba círculos una y otra vez para, cuando el agua paró de subir, congelarla por completo en apenas un instante. Las dudas sobre cuál era su poder comenzaron a surgir. Dado que no había dos frutas iguales no podía tratarse de una logia de hielo, pues dicho poder correspondía a su superior, el Almirante Koneko.
Lo que hizo a continuación resolvió sus dudas. Imbuyó la hoja de su glaive en algo que en un primer momento no pudo identificar, pero que hizo que comenzara a brillar casi como un sol en miniatura. El aire a su alrededor parecía curvarse, lo que dejaba claro que el arma había pasado a ser una tremenda fuente de calor. Fue ahí cuando se dio cuenta. Transferencia de temperatura. Por eso no había utilizado su poder hasta ahora, porque era dependiente de fuentes externas. No obstante, probablemente ahora que había logrado absorber el calor de aquella gran masa de agua resultaría un oponente aún más duro que hasta aquel momento. El lado bueno era que no disponía de nada más a su alrededor de donde absorber calor, por lo que tan solo podría utilizarlo de forma muy limitada. Por un momento se preguntó el nivel de poder que alcanzaría aquel hombre contra un oponente como su anterior rival, Zane D. Kenshin, cuyos poderes se basaban en el fuego. Parecía la némesis del pirata, al menos en la teoría.
Entonces el marine retomó las hostilidades. Se dirigió hacia él nuevamente en línea recta, no sin antes pronunciar otra de aquellas frases tan burdas que tanto parecían gustarle. Concentró su mantra en él, lanzando al mismo tiempo un vínculo telepático que le permitiese predecir no solo sus ataques sino también sus movimientos. Debía evitar a toda costa que la hoja de su arma le golpease. Su traje le protegía del fuego, si, pero el calor emitido por ese arma probablemente era otra cosa. Al no tratarse de llamas, sino simplemente de temperatura, no era algo ante lo que tuviese una defensa sencilla.
Sabiendo que iba a tocar el suelo antes de lanzar su primera estocada, optó por evitar que su ataque llegase a producirse. Manteniendo su postura hasta el último momento, giró sobre su talón izquierdo al tiempo que se agachaba y extendía la pierna derecha trazando un barrido horizontal a la altura de los tobillos del pelirrojo con todas sus fuerzas justo en el momento en el que este tocase el suelo. La estocada que acompañaba su aterrizaje le pasó por encima al haberse agachado, haciendo el aire zumbar a su alrededor.
Aprovechando el momento del aterrizaje, en que el equilibrio era precario, su contraataque, ejecutado con milimétrica precisión, tenía todas las papeletas para desequilibrar en gran medida al marine, impidiéndole completar su combo y abriéndole una inmejorable ventana para pasar a la ofensiva dada la cercanía entre ambos. Y no pensaba desaprovecharla. Cubriendo sus dos puños y antebrazos en una negra armadura los lanzó hacia delante con todas sus fuerzas, buscando golpear a su oponente en el pecho. Era la oportunidad para asestar a su enemigo su ataque más poderoso y poner fin al combate. Su voz se escuchó en todo el estadio, soltando todo el aire de sus pulmones al mismo tiempo que lanzaba sus puños hacia el menudo militar y añadiendo aún más fuerza al impulso:
- ¡Hasshoken Ougi: Ryu no Ikari!
- Nota:
- - Hasshoken Ougi: Ryu no Ikari (Técnica Definitiva): Thawne concentra su Tekkai Kempo:Nuclear Head en ambos puños a la vez, aplicando además su Hasshoken y toda la fuerza de su voluntad, hasta el punto de que ambos brazos toman un tono completamente negro. El descomunal poder de este impacto es tal que sería capaz incluso de romper la capa de hielo bajo la que la Armada Happou guardaba sus tesoros (como el cabezazo taladro de Don Chinjao) o derruir una enorme fortaleza. Tras utilizarlo Thawne no podrá usar el Tekkai durante cuatro asaltos.
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Crucé el campo como una flecha ardiente, directa a por mi objetivo. Pero este estaba preparado, listo para recibir mi embestida, eso era lo que esperaba. Con un sencillo movimiento se agachó evitando la estocada, hasta ahí nada que no esperase, tratando de cortar mi equilibrio con una patada a los pies. Por fortuna había clavado estos en el suelo dándome más agarre, aunque su patada prácticamente había despegado uno de los pies del suelo y dejado un fuerte dolor que no tenía pinta que se pasase en un día. Planeaba continuar con otros dos cortes pero se interpuso en mi combo, en un momento en el que el escudo estaba lejos de cualquier zona que pudiese proteger con eficacia.
Antes de que me quisiera dar cuenta ahí estaba, con los puños extendidos en dirección a mi pecho y mi arma en una posición desventajosa. Había visto eso en algún agente del CP, eran malas noticias. Resignándome a recibir el golpe apreté los dientes y usé mi endurecimiento en el pecho, justo instantes antes de que ocurriese.
Lo siguiente de lo que fui consciente fue que mi cuerpo estaba volando a varios metros por los aires, dando vueltas prácticamente inerte, justo antes de caer sobre la dura superficie del hielo. Este estaba agrietado y levantado por varias partes a consecuencia del primer choque, supuse que había rebotado y por eso me había encontrado en el aire. El impacto de su técnica fue tal que había perdido la consciencia durante un par de segundos, me faltaba el aire en los pulmones y la boca me sabía a hierro. Era como si me hubieran disparado desde un cañón directo contra otro cañón. La cabeza me daba vueltas y los oídos me pitaban.
El público tenía una expresión de preocupación al verme en el suelo, casi dando por sentado el resultado de este encuentro. Algunos con mala cara, como si hubieran perdido una apuesta, otros celebrando una posible victoria. Y ahí estaba ese gato, en medio del estadio, a pesar de la temperatura ridícula casi no parecía ni que se hubiera chamuscado los bigotes. A pesar del frío hielo no parecía ni inmutarse por la falta de calor. Era un enemigo formidable, pero si algo había aprendido contra Dexter era que no existía tal cosa como un ser invencible.
Tomé aire, llené mis pulmones de nuevo y un dolor punzante me sacó de mi cercana inconsciencia. Poco a poco mis sentidos regresaban de nuevo. Una arcada hizo que me encorvase de nuevo para vomitar sangre, mi interior debía ser un desastre ahora mismo. Pero había algo que no había perdido, mi mano seguía agarrada a Zinogre, mi fiel compañero. Mientras lo tuviera a mi lado no caería. Escupí sangre de nuevo, y me erguí con una mirada de determinación en el rostro. El aura rojiza pasó a volverse de un azul brillante al atrapar el calor en un ciclo, alimentando mis maltrechos músculos, cuya tensión esperaba que evitase que cedieran algunos huesos. "Sólo un poco más" pensé "ya casi lo tengo".Me había llegado al límite, pero si era un felino sabría que una bestia era más peligrosa cuando se encontraba acorralada.
Caminé de nuevo hacia él con el arma en la mano, poco a poco, apretando el asta de tal forma que casi me clavaba las uñas en las manos. Tratando de llevar mi concentración bajo el hielo, redirigiendo parte del calor absorbido en poner a hervir el agua un par de metros por debajo de las cuatro esquinas de la plataforma, aunque manteniendo este calor confinado para evitar que fuese demasiado llamativo. Una sonrisa se iba dibujando en mi rostro, una que sólo afloraba cuando estaba al límite, cuando un reto me obligaba a dar todo y más de mí. Ganase o perdiese sabía una cosa, iba a salir de este estadio más fuerte que había entrado.
A unos diez metros de él me moví de forma prácticamente instantánea, deteniéndome a unos dos metros antes de llegar a la plataforma, con mi mano izquierda extendida usé Thermo Wave en su dirección, esperando que el shock térmico lo aturdiese lo suficiente como para alcanzarlo con mi siguiente ataque. Tras eso lancé un golpe descendente, hundiendo la punta de mi arma en el suelo con todas mis fuerzas. A la onda de choque el impacto se le sumaría la reacción en cadena de una cantidad ingente de hielo expandiéndose en vapor de golpe (una explosión de vapor), a lo que se sumaría la presión que había liberado de los puntos en ebullición que había generado, logrando que la plataforma no sólo estallase con una violencia catastrófica, sino que también saliera volando por los aires.
Antes de que me quisiera dar cuenta ahí estaba, con los puños extendidos en dirección a mi pecho y mi arma en una posición desventajosa. Había visto eso en algún agente del CP, eran malas noticias. Resignándome a recibir el golpe apreté los dientes y usé mi endurecimiento en el pecho, justo instantes antes de que ocurriese.
Lo siguiente de lo que fui consciente fue que mi cuerpo estaba volando a varios metros por los aires, dando vueltas prácticamente inerte, justo antes de caer sobre la dura superficie del hielo. Este estaba agrietado y levantado por varias partes a consecuencia del primer choque, supuse que había rebotado y por eso me había encontrado en el aire. El impacto de su técnica fue tal que había perdido la consciencia durante un par de segundos, me faltaba el aire en los pulmones y la boca me sabía a hierro. Era como si me hubieran disparado desde un cañón directo contra otro cañón. La cabeza me daba vueltas y los oídos me pitaban.
El público tenía una expresión de preocupación al verme en el suelo, casi dando por sentado el resultado de este encuentro. Algunos con mala cara, como si hubieran perdido una apuesta, otros celebrando una posible victoria. Y ahí estaba ese gato, en medio del estadio, a pesar de la temperatura ridícula casi no parecía ni que se hubiera chamuscado los bigotes. A pesar del frío hielo no parecía ni inmutarse por la falta de calor. Era un enemigo formidable, pero si algo había aprendido contra Dexter era que no existía tal cosa como un ser invencible.
Tomé aire, llené mis pulmones de nuevo y un dolor punzante me sacó de mi cercana inconsciencia. Poco a poco mis sentidos regresaban de nuevo. Una arcada hizo que me encorvase de nuevo para vomitar sangre, mi interior debía ser un desastre ahora mismo. Pero había algo que no había perdido, mi mano seguía agarrada a Zinogre, mi fiel compañero. Mientras lo tuviera a mi lado no caería. Escupí sangre de nuevo, y me erguí con una mirada de determinación en el rostro. El aura rojiza pasó a volverse de un azul brillante al atrapar el calor en un ciclo, alimentando mis maltrechos músculos, cuya tensión esperaba que evitase que cedieran algunos huesos. "Sólo un poco más" pensé "ya casi lo tengo".Me había llegado al límite, pero si era un felino sabría que una bestia era más peligrosa cuando se encontraba acorralada.
Caminé de nuevo hacia él con el arma en la mano, poco a poco, apretando el asta de tal forma que casi me clavaba las uñas en las manos. Tratando de llevar mi concentración bajo el hielo, redirigiendo parte del calor absorbido en poner a hervir el agua un par de metros por debajo de las cuatro esquinas de la plataforma, aunque manteniendo este calor confinado para evitar que fuese demasiado llamativo. Una sonrisa se iba dibujando en mi rostro, una que sólo afloraba cuando estaba al límite, cuando un reto me obligaba a dar todo y más de mí. Ganase o perdiese sabía una cosa, iba a salir de este estadio más fuerte que había entrado.
A unos diez metros de él me moví de forma prácticamente instantánea, deteniéndome a unos dos metros antes de llegar a la plataforma, con mi mano izquierda extendida usé Thermo Wave en su dirección, esperando que el shock térmico lo aturdiese lo suficiente como para alcanzarlo con mi siguiente ataque. Tras eso lancé un golpe descendente, hundiendo la punta de mi arma en el suelo con todas mis fuerzas. A la onda de choque el impacto se le sumaría la reacción en cadena de una cantidad ingente de hielo expandiéndose en vapor de golpe (una explosión de vapor), a lo que se sumaría la presión que había liberado de los puntos en ebullición que había generado, logrando que la plataforma no sólo estallase con una violencia catastrófica, sino que también saliera volando por los aires.
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Increíblemente el marine reunió la fuerza necesaria para ponerse nuevamente en pie. Maltrecho, aunque aún consciente y sin rendirse, parecía mantener la intención de pelear. El calvo no podía sino estar tremendamente sorprendido. Silverwing era la primera persona que había logrado continuar un combate tras recibir de lleno su Ryu no Ikari. Debía de tener múltiples huesos rotos, así como varias hemorragias internas, ya que ningún organismo humano podía soportar un impacto como aquel sin daños extremadamente severos. Seguramente sus capacidades físicas estarían muy mermadas, pero aún así que pudiera seguir luchando era algo digno de elogio y merecedor de su más absoluto respeto como oponente. Parecía una de las pocas personas tan tercas e insistentes como él mismo. Y daba fé de que estaba logrando hacer que se emplease al máximo. Gotas de sudor caían por su piel, empapando su pelaje gris, y sentía sus músculos comenzando a notar el cansancio. Incluso para alguien con un aguante como el suyo aquel combate estaba resultando muy exigente. Utilizar el Ryu no Ikari consumía mucha energía, y para colmo su mano derecha se había resentido aún más al golpear al marine, produciéndole un dolor punzante y continuo. Estaba convencido de que tenía la muñeca lesionada, además de esguinces en al menos dos dedos.
De repente el pelirrojo, recurriendo probablemente a sus últimas energías, aceleró bruscamente para detenerse a tan solo dos metros de él. Por la expresión en sus ojos parecía dispuesto a todo, y el antiguo agente sabía por experiencia que en momentos de máxima necesidad uno llevaba a cabo actos desesperados, así que esperaba que su adversario atacase con todo lo que tenía en un último intento de inclinar la balanza de su lado. Por ello buscó en su interior, reuniendo todo el poder de su voluntad luchadora. Sabía que lo que iba a hacer iba a consumir mucha energía, pero no tenía otra alternativa. El fuego en la mirada de Silverwing le advertía tanto como su mantra de que lo que estaba por llegar era terriblemente peligroso, así que desplegó toda su voluntad hacia el exterior. Esta se condensó en una barrera completamente hermética a su alrededor. Tan solo una extraña onda que el pelirrojo había lanzado pudo colarse dentro de su cúpula impenetrable antes de que esta se formase, impactando contra él.
Por un momento el mundo pareció desaparecer, tornándose negro, mientras sentía un frío y un calor muy intensos casi al mismo tiempo. Instantes después su vista volvió, pero se sentía mareado. a su alrededor el mundo daba vueltas, y no podía escuchar bien. No obstante pudo ver, casi como si fuese un espectador externo en lugar de alguien que se encontraba en medio de aquella vorágine, como la inmensa capa de hielo sublimaba súbitamente, generando una auténtica explosión de vapor. La plataforma sobre la que se encontraba salió despedida, y con ella lo hizo él mismo. El ascenso, pese a ser vertiginoso, le pareció lento debido a los efectos de aquella extraña onda térmica. Después llegó la caída, durante la que fue recobrando sus sentidos.
Cuando estaba a escasos metros de impactar contra el suelo saltó, y con una ágil pirueta cayó sobre sus pies como buen felino que era. Jadeante por el esfuerzo de usar aquellas dos técnicas tan exigentes seguidas, dio un paso adelante y miró a su oponente. No parecía quedarle casi fuerza, pero aún así no flaqueaba. Un oponente más que digno que estaba forzando al antiguo agente a darlo todo. Le concedería el honor de corresponder su intento de continuar con el combate al máximo.
Era el momento de utilizar toda su velocidad contra él. Probablemente no hubiera visto a ningún miembro del Cipher Pol moverse tan rápido ni poder alterar su trayectoria en su desplazamiento como él lo hacía, con lo que el factor sorpresa jugaba a su favor. Se había propuesto terminar el combate de una vez por todas. Y si Silverwing no quería tregua no se la daría, correspondería a su bravura con toda su fuerza.
Así aceleró repentinamente mediante su Soru, desplazándose inicialmente en línea recta para, cuando se encontrara a apenas cinco metros, girar hacia la derecha. No había conocido a nadie más capaz de realizar giros mientras utilizaba aquella técnica, por lo que el marine no lo esperaría. Se situaría a su espalda y, soportando el dolor de su mano derecha, cubriría ambas manos en Haki y descargaría una auténtica ametralladora de Shigan con todo su poder sobre él. Tantos golpes que no sería capaz ni de contarlos. Probablemente fuese a necesitar varios días para recuperarse del esfuerzo de aquel combate, pero no iba a dejarse nada en el tintero. No podía hacer menos que corresponder a su rival.
De repente el pelirrojo, recurriendo probablemente a sus últimas energías, aceleró bruscamente para detenerse a tan solo dos metros de él. Por la expresión en sus ojos parecía dispuesto a todo, y el antiguo agente sabía por experiencia que en momentos de máxima necesidad uno llevaba a cabo actos desesperados, así que esperaba que su adversario atacase con todo lo que tenía en un último intento de inclinar la balanza de su lado. Por ello buscó en su interior, reuniendo todo el poder de su voluntad luchadora. Sabía que lo que iba a hacer iba a consumir mucha energía, pero no tenía otra alternativa. El fuego en la mirada de Silverwing le advertía tanto como su mantra de que lo que estaba por llegar era terriblemente peligroso, así que desplegó toda su voluntad hacia el exterior. Esta se condensó en una barrera completamente hermética a su alrededor. Tan solo una extraña onda que el pelirrojo había lanzado pudo colarse dentro de su cúpula impenetrable antes de que esta se formase, impactando contra él.
Por un momento el mundo pareció desaparecer, tornándose negro, mientras sentía un frío y un calor muy intensos casi al mismo tiempo. Instantes después su vista volvió, pero se sentía mareado. a su alrededor el mundo daba vueltas, y no podía escuchar bien. No obstante pudo ver, casi como si fuese un espectador externo en lugar de alguien que se encontraba en medio de aquella vorágine, como la inmensa capa de hielo sublimaba súbitamente, generando una auténtica explosión de vapor. La plataforma sobre la que se encontraba salió despedida, y con ella lo hizo él mismo. El ascenso, pese a ser vertiginoso, le pareció lento debido a los efectos de aquella extraña onda térmica. Después llegó la caída, durante la que fue recobrando sus sentidos.
Cuando estaba a escasos metros de impactar contra el suelo saltó, y con una ágil pirueta cayó sobre sus pies como buen felino que era. Jadeante por el esfuerzo de usar aquellas dos técnicas tan exigentes seguidas, dio un paso adelante y miró a su oponente. No parecía quedarle casi fuerza, pero aún así no flaqueaba. Un oponente más que digno que estaba forzando al antiguo agente a darlo todo. Le concedería el honor de corresponder su intento de continuar con el combate al máximo.
Era el momento de utilizar toda su velocidad contra él. Probablemente no hubiera visto a ningún miembro del Cipher Pol moverse tan rápido ni poder alterar su trayectoria en su desplazamiento como él lo hacía, con lo que el factor sorpresa jugaba a su favor. Se había propuesto terminar el combate de una vez por todas. Y si Silverwing no quería tregua no se la daría, correspondería a su bravura con toda su fuerza.
Así aceleró repentinamente mediante su Soru, desplazándose inicialmente en línea recta para, cuando se encontrara a apenas cinco metros, girar hacia la derecha. No había conocido a nadie más capaz de realizar giros mientras utilizaba aquella técnica, por lo que el marine no lo esperaría. Se situaría a su espalda y, soportando el dolor de su mano derecha, cubriría ambas manos en Haki y descargaría una auténtica ametralladora de Shigan con todo su poder sobre él. Tantos golpes que no sería capaz ni de contarlos. Probablemente fuese a necesitar varios días para recuperarse del esfuerzo de aquel combate, pero no iba a dejarse nada en el tintero. No podía hacer menos que corresponder a su rival.
- Notas:
- - Senshi No Hokori (Técnica defensiva Definitiva): Mediante la materialización de su propia voluntad el usuario es capaz de crear una barrera de Haki de armadura completamente hermética en un radio de dos metros, prácticamente irrompible mediante golpes físicos durante un turno completo.
- Los Shigan tienen la misma potencia que el lanzado previamente, solo que esta vez son muchos lanzados uno tras otro como una ametralladora (ver Shigan Kempo).
Por cierto, que se me olvidó en el anterior post, ver parte pasiva del Ámbito "Energía Espiritual" para explicar que Thawne no notase más que un molesto calor al pasar la hoja del glaive cerca de él cuando esquivó el impacto.
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La fuerza de la explosión había sido tal que el estadio entero había retumbado con el estruendo y yo mismo había salido despedido unos cuentos metros en la dirección contraria, junto con un trozo de hielo levantado por la presión. Al aterrizar el escenario había cambiado de nuevo, pareciendo algo más similar a un campo de batalla helado, aunque no veía por ningún sitio al gato. A lo mejor me había pasado y lo había volatilizado. No, eso no podía ser, había resistido ataques peores, lo más seguro es que estuviera... En efecto, estaba cayendo, junto con la maltrecha plataforma. No parecía que tuviese heridas externas, pero algo había cambiado. Su respiración era diferente, su temperatura corporal había subido y estaba sudando. Se estaba comenzando a agotar tras llevar aquel ritmo de combate. Por mi parte no estaba para tirar cohetes, había recibido bastante más daño, pero había sido mucho más conservador con la energía que empleaba.
Una vez aterrizó no se hizo esperar, pero a diferencia de los otros intercambios que habíamos tenido, esta vez era él quien se acercaba pasando a la ofensiva. Una carga de frente nada menos ¿Por fin habría terminado con los trucos y había decidido emplear métodos más tradicionales? La respuesta la tuve cuando de pronto hizo un quiebro a escasos metros de mí. Sin duda su maniobrabilidad era elogiable, sus reflejos eran mejores que los míos, pero en lo que a velocidad se refería yo estaba acostumbrado a ver el mundo pasar más rápido. No me dí la vuelta, quería que pensase que era vulnerable, dejar que entrase en la zona. No necesitaba tener contacto visual, me bastaba con notar su calor corporal. Justo cuando estaba a distancia de atacarme evaporé el suficiente hielo como para generar una cortina de vapor que entorpeciese la visión.
Me di la vuelta para recibir una andanada de lo que sólo podría calificar como balazos, haciendo lo mejor que podía para interceptarlos con el escudo, poniendo todas mis fuerzas en no ser arrastrado hacia atrás por la fuerza. Los que no podía bloquear con el escudo lo hacía con Zinogre, aun así quedaban algunos que sobrepasaban mis defensas. El costado izquierdo, el hombro derecho, una mejilla, el ojo derecho... algunos se quedaban en simples cortes superficiales, aunque otros terminaban en agujeros preocupantes. Tenía que aguantar la andanada sólo un poco más, me estaba haciendo una idea de su ritmo y estaba esperando el momento adecuado. Una apertura generada sólo cuando tuviera que tomar aire, yo lo sabía, seguramente él también, generaría una ventana lo suficientemente amplia como para dar un único golpe.
Lo vi entre los golpes con completa nitidez, un instante en que los golpes bajaban el ritmo. Hice que Zinogre regresara a mi cuerpo, y en un rápido movimiento aparté con la mano derecha el último golpe con su zarpa tratando de golpear la muñeca, desplazándome en un rápido movimiento a su costado derecho. Apunté el escudo, tratando de ponerlo justo delante le la boca del estómago y situé la mano derecha detrás de este como apoyo. La mano izquierda aferró el agarre delantero y pulsó el gatillo en este. Dos placas metálicas en la parte delantera se retrajeron, dejando ver un cilindro metálico acabado en una punta de kairoseki y con el característico brillo del haki. El escudo liberaría la fuerza acumulada, parte de la potencia de todos los impactos recibidos hasta ahora, en un golpe con un ariete de demolición dirigido de forma directa a él. Diera o no la fuerza fue suficiente como para romper el agarre, haciendo que este cayera al suelo tras cumplir su función.
Pero no me quedaría ahí, no había llamado a Zinogre de vuelta para nada, era la hora de volvernos uno. Notaba como empleaba la energía que quedaba en mi cuerpo para potenciarlo por encima de sus límites. Unlimited, mi última baza, un poder sin precedentes pero muy limitado en el tiempo. Sonreí sin romper el contacto visual, a medida que el aura azulada daba paso a un negro insondable que cubría mi piel, dándome facciones más bestiales, nutriendo mis músculos y sanando mis heridas. Unas afiladas garras blanquecinas emergieron en mis dedos y reventaron mis botas, al mismo tiempo que una larga cola aparecía en mi espalda, terminada en unos afilados cristales similares a los que formaban el filo de Zinogre.
Me agazapé como una bestia, esperando que volviera al ataque, dejándome llevar por mi furia y mis instintos más primarios. Abrí mi boca, mostrando unos colmillos más animales que humanos, solamente para lanzar al aire un grito inhumano que inundó el estadio, sacando más de un escalofrío a los espectadores.
Una vez aterrizó no se hizo esperar, pero a diferencia de los otros intercambios que habíamos tenido, esta vez era él quien se acercaba pasando a la ofensiva. Una carga de frente nada menos ¿Por fin habría terminado con los trucos y había decidido emplear métodos más tradicionales? La respuesta la tuve cuando de pronto hizo un quiebro a escasos metros de mí. Sin duda su maniobrabilidad era elogiable, sus reflejos eran mejores que los míos, pero en lo que a velocidad se refería yo estaba acostumbrado a ver el mundo pasar más rápido. No me dí la vuelta, quería que pensase que era vulnerable, dejar que entrase en la zona. No necesitaba tener contacto visual, me bastaba con notar su calor corporal. Justo cuando estaba a distancia de atacarme evaporé el suficiente hielo como para generar una cortina de vapor que entorpeciese la visión.
Me di la vuelta para recibir una andanada de lo que sólo podría calificar como balazos, haciendo lo mejor que podía para interceptarlos con el escudo, poniendo todas mis fuerzas en no ser arrastrado hacia atrás por la fuerza. Los que no podía bloquear con el escudo lo hacía con Zinogre, aun así quedaban algunos que sobrepasaban mis defensas. El costado izquierdo, el hombro derecho, una mejilla, el ojo derecho... algunos se quedaban en simples cortes superficiales, aunque otros terminaban en agujeros preocupantes. Tenía que aguantar la andanada sólo un poco más, me estaba haciendo una idea de su ritmo y estaba esperando el momento adecuado. Una apertura generada sólo cuando tuviera que tomar aire, yo lo sabía, seguramente él también, generaría una ventana lo suficientemente amplia como para dar un único golpe.
Lo vi entre los golpes con completa nitidez, un instante en que los golpes bajaban el ritmo. Hice que Zinogre regresara a mi cuerpo, y en un rápido movimiento aparté con la mano derecha el último golpe con su zarpa tratando de golpear la muñeca, desplazándome en un rápido movimiento a su costado derecho. Apunté el escudo, tratando de ponerlo justo delante le la boca del estómago y situé la mano derecha detrás de este como apoyo. La mano izquierda aferró el agarre delantero y pulsó el gatillo en este. Dos placas metálicas en la parte delantera se retrajeron, dejando ver un cilindro metálico acabado en una punta de kairoseki y con el característico brillo del haki. El escudo liberaría la fuerza acumulada, parte de la potencia de todos los impactos recibidos hasta ahora, en un golpe con un ariete de demolición dirigido de forma directa a él. Diera o no la fuerza fue suficiente como para romper el agarre, haciendo que este cayera al suelo tras cumplir su función.
Pero no me quedaría ahí, no había llamado a Zinogre de vuelta para nada, era la hora de volvernos uno. Notaba como empleaba la energía que quedaba en mi cuerpo para potenciarlo por encima de sus límites. Unlimited, mi última baza, un poder sin precedentes pero muy limitado en el tiempo. Sonreí sin romper el contacto visual, a medida que el aura azulada daba paso a un negro insondable que cubría mi piel, dándome facciones más bestiales, nutriendo mis músculos y sanando mis heridas. Unas afiladas garras blanquecinas emergieron en mis dedos y reventaron mis botas, al mismo tiempo que una larga cola aparecía en mi espalda, terminada en unos afilados cristales similares a los que formaban el filo de Zinogre.
Me agazapé como una bestia, esperando que volviera al ataque, dejándome llevar por mi furia y mis instintos más primarios. Abrí mi boca, mostrando unos colmillos más animales que humanos, solamente para lanzar al aire un grito inhumano que inundó el estadio, sacando más de un escalofrío a los espectadores.
- Cosas a tener en cuenta:
- A la hora de dar el golpe consumo cinco turnos de la Negación de Zonas.
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El calvo no podía creerlo. Una sucesión de ataques a velocidad supersónica, acompañados de sus correspondientes ondas de choque, y el pelirrojo apenas parecía estar inmutándose. Estaba lanzándole sus ataques y combinaciones más poderosas una tras otra y, sin embargo, aguantaba en pie. Era absolutamente imposible, ningún ser vivo podría soportar tal castigo. Uno solo de aquellos Shigan había bastado minutos antes para mandarlo por los aires, abollar su escudo y lesionar su brazo y pecho, y ahora una ametralladora de ellos no lograba mucho más. Incluso los que acertaron, pese a dejar boquetes sangrantes de gran tamaño en su pequeño cuerpo, no parecían afectarle.
La visión de la sangre revitalizó en parte al agotado felino, que sintió cómo sus fuerzas volvían a él al activarse sus instintos de depredador. Pero su oponente no solo fue capaz de aguantar sin desfallecer, sino que pese a que sus brazos superaban con creces la barrera del sonido logró desviar uno de ellos golpeándole lateralmente en la muñeca. Parecía del todo imposible, ni él mismo poseía tal velocidad de reacción. Acto seguido se desplazó hacia un lateral con movimientos que no parecían verse afectados lo más mínimo por la tremenda severidad de las heridas que su cuerpo tenía que estar soportando.
Viendo venir lo que estaba a punto de ocurrir el felino desplegó las garras de Kairoseki de sus brazaletes, bloqueando con ellas el ariete que nació del escudo al tiempo que cubría sus brazos con su negra armadura. El impacto aún así fue demoledor. Su muñeca derecha, así como varios de los huesos de su mano, terminó por romperse, como por lo menos tres de sus costillas. Salió despedido y voló varios metros, chocando contra el borde del estadio. Por suerte su agilidad le había permitido colocar adecuadamente las piernas para amortiguar el impacto con apenas un ligero dolor en sus tobillos y rodillas.
Se acabó. Aquello había durado demasiado. Su oponente, transformado en un híbrido entre humano y bestia que al parecer había absorbido su arma y la había integrado en su organismo, aguardaba. Le irritaba profundamente que, por más daño que le hubiese causado, aquel hombrecillo hubiese resistido lo que ningún ser vivo podría aguantar. Y no solo eso, sino que continuaba luchando como si tal cosa. No podía creer lo que veía. Pero eso se había acabado. Su cuerpo creció desorbitadamente al tiempo que múltiples brazos y cabezas brotaban de él y se volvía nuevamente más humano, si es que podía considerarse como tal al ser en que se estaba transformando. Tan solo había utilizado aquella forma en una ocasión, pero estaba harto.
Sintió como su poder curativo invadía todas sus células, sanando huesos rotos y contusiones. Se sentía totalmente vivo y con fuerzas renovadas para seguir peleando. En un estallido de velocidad, aceleró mediante su Soru y se dirigió a su enemigo, a quien comenzó a acosar con una tormenta de puñetazos con sus veinte manos. Cada golpe se proyectaba hacia delante, extendiendo su letal poder mucho más allá de su alcance habitual. Golpearía sin parar, una y otra vez, buscando preferentemente la cabeza de su adversario, hasta que o bien lograse derrotarle o bien no tuviera fuerzas para continuar.
La visión de la sangre revitalizó en parte al agotado felino, que sintió cómo sus fuerzas volvían a él al activarse sus instintos de depredador. Pero su oponente no solo fue capaz de aguantar sin desfallecer, sino que pese a que sus brazos superaban con creces la barrera del sonido logró desviar uno de ellos golpeándole lateralmente en la muñeca. Parecía del todo imposible, ni él mismo poseía tal velocidad de reacción. Acto seguido se desplazó hacia un lateral con movimientos que no parecían verse afectados lo más mínimo por la tremenda severidad de las heridas que su cuerpo tenía que estar soportando.
Viendo venir lo que estaba a punto de ocurrir el felino desplegó las garras de Kairoseki de sus brazaletes, bloqueando con ellas el ariete que nació del escudo al tiempo que cubría sus brazos con su negra armadura. El impacto aún así fue demoledor. Su muñeca derecha, así como varios de los huesos de su mano, terminó por romperse, como por lo menos tres de sus costillas. Salió despedido y voló varios metros, chocando contra el borde del estadio. Por suerte su agilidad le había permitido colocar adecuadamente las piernas para amortiguar el impacto con apenas un ligero dolor en sus tobillos y rodillas.
Se acabó. Aquello había durado demasiado. Su oponente, transformado en un híbrido entre humano y bestia que al parecer había absorbido su arma y la había integrado en su organismo, aguardaba. Le irritaba profundamente que, por más daño que le hubiese causado, aquel hombrecillo hubiese resistido lo que ningún ser vivo podría aguantar. Y no solo eso, sino que continuaba luchando como si tal cosa. No podía creer lo que veía. Pero eso se había acabado. Su cuerpo creció desorbitadamente al tiempo que múltiples brazos y cabezas brotaban de él y se volvía nuevamente más humano, si es que podía considerarse como tal al ser en que se estaba transformando. Tan solo había utilizado aquella forma en una ocasión, pero estaba harto.
Sintió como su poder curativo invadía todas sus células, sanando huesos rotos y contusiones. Se sentía totalmente vivo y con fuerzas renovadas para seguir peleando. En un estallido de velocidad, aceleró mediante su Soru y se dirigió a su enemigo, a quien comenzó a acosar con una tormenta de puñetazos con sus veinte manos. Cada golpe se proyectaba hacia delante, extendiendo su letal poder mucho más allá de su alcance habitual. Golpearía sin parar, una y otra vez, buscando preferentemente la cabeza de su adversario, hasta que o bien lograse derrotarle o bien no tuviera fuerzas para continuar.
- Cosas:
- - A Hunter's Will: Los Rákshasa son conocidos por atormentar y devorar a los humanos, y como buen depredador Thawne lucha con mayor fiereza cuando ve la sangre de su presa. Es por ello que, si logra hacer sangrar a su oponente, dispondrá de tres asaltos extra antes de que el agotamiento empiece a hacer efecto. Solo tiene efecto una vez por cada adversario.
- Forma Despertar: Fuerza (Potencia) 18, Agilidad (Coordinación) 15, Resistencia (Aguante) 14, Destreza (Postura Perfecta) 9, Velocidad (Aceleración) 6, Reflejos 11.
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Observé en silencio como el gato tenía otro as en la manga. Una extraña transformación descomunal, con más cabezas y brazos de los que quería pararme a contar. Supuse que de eso se trataba su último recurso, o por lo menos uno que era reticente a enseñar en un combate quedando varias rondas.
De pronto se impulsó en mi dirección, lanzando una nueva andanada de golpes, aún más poderosos que antes. Tenía más brazos, pero ya había recurrido antes a ataques similares, por lo que sabía cómo reaccionar. Además el incremento de energía hacía que me pudiese mover más rápido, lo que me ayudaba a reaccionar mejor. Aun así el mero volumen de golpes y su fuerza me estaba obligando a cambiar de posición continuamente para evitar golpes fatales. Era un embate verdaderamente destructivo, notaba el dolor de todos los golpes que lograba bloquear con los brazos cruzados, notaba cada fibra de mis músculos partiéndose, cada hueso fracturándose para curarse instantes después. Su fuerza era tal que incluso el haki estaba siendo sobrepasado, quedando relegado a una mera fuerza que mitigaba los impactos. Aquellos que lograba esquivar añadían un golpe más debido a la fuerza que llevaban y el hielo detrás de mí se partía en enormes cascotes debido a la potencia que emitían. No sabía cuantos había esquivado, bloqueado o intentado desviar, pero si me hubiera pillado sin la regeneración del Unlimited estaría muerto.
Respiraba con pesadez, habiendo sido hundido un par de metros en el hielo, dejando un enorme cráter a mi alrededor. Me incorporé una vez más, sin perder la mirada de aquel monstruo, haciendo con la boca una parodia a una sonrisa. Mi por todo el cuerpo se escuchaban los chasquidos de las costillas colocándose, los huesos soldándose y los cortes cerrándose. El dolor poco a poco fue pasando dándome un alivio temporal, aunque sabía que sólo contaba con unos segundos más antes de que volviera a la normalidad.
Miré a un cielo azulado, con altas nubes cuyo blanco brillo resaltaba con el gris de la sombra que proyectaba, si este fuera mi último día no me importaría irme por todo lo alto. Señalé al cielo con una de las garras en un gesto que arrancó más de una ovación. Para luego flexionar las piernas y saltar con toda la fuerza posible, impulsando mi ascenso con el 0 raiser. En unos pocos segundos había llegado a una altura absurda. Me dí la vuelta y admiré las vistas durante los instantes antes de comenzar la caída. Descendiendo como un meteoro comencé a girar en el aire reuniendo toda la energía cinética que pudiese, poniendo la cuchilla de mi cola al frente. No apuntaría directamente a él, con esos reflejos no tendría problemas en esquivarme, además, en el caso de que no lo hiciese no quería acabar atravesándolo.
Como una bala de buster call impacté en el hielo más cercano a sus pies, transfiriendo toda la energía del impacto y atravesando limpiamente casi una docena de metros de este material hasta chocar con el suelo. Esperaba que, por lo menos el estallido le hubiese hecho algo. Por otra parte me quedé esperando su reacción, en aquel hueco que había abierto entre el hielo. El golpe final debía ser preciso, no podía permitirme el fallo. Por eso este escudo de hielo a tan baja temperatura era la protección perfecta para saber por dónde vendría.
De pronto se impulsó en mi dirección, lanzando una nueva andanada de golpes, aún más poderosos que antes. Tenía más brazos, pero ya había recurrido antes a ataques similares, por lo que sabía cómo reaccionar. Además el incremento de energía hacía que me pudiese mover más rápido, lo que me ayudaba a reaccionar mejor. Aun así el mero volumen de golpes y su fuerza me estaba obligando a cambiar de posición continuamente para evitar golpes fatales. Era un embate verdaderamente destructivo, notaba el dolor de todos los golpes que lograba bloquear con los brazos cruzados, notaba cada fibra de mis músculos partiéndose, cada hueso fracturándose para curarse instantes después. Su fuerza era tal que incluso el haki estaba siendo sobrepasado, quedando relegado a una mera fuerza que mitigaba los impactos. Aquellos que lograba esquivar añadían un golpe más debido a la fuerza que llevaban y el hielo detrás de mí se partía en enormes cascotes debido a la potencia que emitían. No sabía cuantos había esquivado, bloqueado o intentado desviar, pero si me hubiera pillado sin la regeneración del Unlimited estaría muerto.
Respiraba con pesadez, habiendo sido hundido un par de metros en el hielo, dejando un enorme cráter a mi alrededor. Me incorporé una vez más, sin perder la mirada de aquel monstruo, haciendo con la boca una parodia a una sonrisa. Mi por todo el cuerpo se escuchaban los chasquidos de las costillas colocándose, los huesos soldándose y los cortes cerrándose. El dolor poco a poco fue pasando dándome un alivio temporal, aunque sabía que sólo contaba con unos segundos más antes de que volviera a la normalidad.
Miré a un cielo azulado, con altas nubes cuyo blanco brillo resaltaba con el gris de la sombra que proyectaba, si este fuera mi último día no me importaría irme por todo lo alto. Señalé al cielo con una de las garras en un gesto que arrancó más de una ovación. Para luego flexionar las piernas y saltar con toda la fuerza posible, impulsando mi ascenso con el 0 raiser. En unos pocos segundos había llegado a una altura absurda. Me dí la vuelta y admiré las vistas durante los instantes antes de comenzar la caída. Descendiendo como un meteoro comencé a girar en el aire reuniendo toda la energía cinética que pudiese, poniendo la cuchilla de mi cola al frente. No apuntaría directamente a él, con esos reflejos no tendría problemas en esquivarme, además, en el caso de que no lo hiciese no quería acabar atravesándolo.
Como una bala de buster call impacté en el hielo más cercano a sus pies, transfiriendo toda la energía del impacto y atravesando limpiamente casi una docena de metros de este material hasta chocar con el suelo. Esperaba que, por lo menos el estallido le hubiese hecho algo. Por otra parte me quedé esperando su reacción, en aquel hueco que había abierto entre el hielo. El golpe final debía ser preciso, no podía permitirme el fallo. Por eso este escudo de hielo a tan baja temperatura era la protección perfecta para saber por dónde vendría.
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Para sumarse a la absolutamente demencial resistencia del marine, que incomprensiblemente seguía vivo y, más allá de eso, en pie y luchando, ahora en esta nueva forma poseía unos poderes curativos no muy inferiores a los suyos. Aún así logró evitar no sabía cómo ser golpeado en ningún área vital, algo realmente complicado dada la increíble cantidad de ataques lanzados por él desde veinte puntos diferentes, la velocidad y fuerza tan descomunales que llevaban y la enorme destreza del calvo a la hora de golpear.
El marine fue hundido en el frío hielo, dejando un cráter a su alrededor. Incomprensiblemente pudo levantarse de nuevo para hacer un gesto teatral. Curioso,alguien que debería estar muerto sacaba fuerzas incluso para algo tan banal. Acto seguido ascendió en los cielos hasta una altura considerable para, tras unos segundos de descanso, descender sobre él a gran velocidad. Casi se asemejaba a un meteorito humano.
El antiguo agente se hizo a un lado para evitar el impacto, que tal vez resultó demasiado sencillo de prevenir, como si no fuese su intención golpearle. El pelirrojo atravesó el hielo hasta llegar al suelo, más de diez metros bajo sus pies. Así que era eso lo que pretendía... ganar tiempo, estando protegido mientras tanto. No sabía lo que había hecho. Acababa de cavar su helada tumba.
El felino golpeó el hielo que había a sus pies con el puño izquierdo, aplicando toda su fuerza en el golpe, para acto seguido elevarse unos metros en el aire saltando sobre este por medio del Geppou. Un temblor de enormes proporciones sacudió el estadio entero, poniendo casi en riesgo su propia estructura. La gruesa capa de hielo, que había absorbido la gran mayoría del poder de su impacto, se quebró en multitud de fragmentos que se precipitaron sobre el marine. Este, aunque consiguiera mantenerse vivo. probablemente se vería en muy serias dificultades para moverse, por lo que era el momento para ahora si, de una vez por todas, terminar lo que debería de haber acabado mucho antes.
Una luz roja, apenas visible por la interposición de su ropa, nació del tatuaje que cubría su pecho y hombro derecho para extenderse rápidamente por su brazo hasta la mano. Con movimiento de su brazo, tan veloz que prácticamente resultaba imposible de seguir, la luz se transformó en una gran serpiente roja que avanzó a enorme velocidad hacia Silverwing con los colmillos por delante. El ataque con el que, ayudado por Dexter Black, había acabado en Gray Rock con la vida del infame David Brownie.
El marine fue hundido en el frío hielo, dejando un cráter a su alrededor. Incomprensiblemente pudo levantarse de nuevo para hacer un gesto teatral. Curioso,alguien que debería estar muerto sacaba fuerzas incluso para algo tan banal. Acto seguido ascendió en los cielos hasta una altura considerable para, tras unos segundos de descanso, descender sobre él a gran velocidad. Casi se asemejaba a un meteorito humano.
El antiguo agente se hizo a un lado para evitar el impacto, que tal vez resultó demasiado sencillo de prevenir, como si no fuese su intención golpearle. El pelirrojo atravesó el hielo hasta llegar al suelo, más de diez metros bajo sus pies. Así que era eso lo que pretendía... ganar tiempo, estando protegido mientras tanto. No sabía lo que había hecho. Acababa de cavar su helada tumba.
El felino golpeó el hielo que había a sus pies con el puño izquierdo, aplicando toda su fuerza en el golpe, para acto seguido elevarse unos metros en el aire saltando sobre este por medio del Geppou. Un temblor de enormes proporciones sacudió el estadio entero, poniendo casi en riesgo su propia estructura. La gruesa capa de hielo, que había absorbido la gran mayoría del poder de su impacto, se quebró en multitud de fragmentos que se precipitaron sobre el marine. Este, aunque consiguiera mantenerse vivo. probablemente se vería en muy serias dificultades para moverse, por lo que era el momento para ahora si, de una vez por todas, terminar lo que debería de haber acabado mucho antes.
Una luz roja, apenas visible por la interposición de su ropa, nació del tatuaje que cubría su pecho y hombro derecho para extenderse rápidamente por su brazo hasta la mano. Con movimiento de su brazo, tan veloz que prácticamente resultaba imposible de seguir, la luz se transformó en una gran serpiente roja que avanzó a enorme velocidad hacia Silverwing con los colmillos por delante. El ataque con el que, ayudado por Dexter Black, había acabado en Gray Rock con la vida del infame David Brownie.
- Cosas:
- - Fuerza 18: Es capaz de provocar terremotos devastadores si lanza un puñetazo con todas sus fuerzas contra el suelo. El staff no se hace responsable si el personaje muere cuando el suelo colapse bajo sus pies.
La técnica utilizada es Hebi Gatana (Definitiva). Tener en cuenta que, al tener las propiedades de mi energía espiritual, pasa a través del hielo sin dañarlo ni verse detenida lo más mínimo por él, llegando fácilmente hasta Arthur y pudiendo sobrepasar también armaduras y escudos sin problemas.
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Los instantes parecían días debajo de aquella capa de hielo, en el hueco dejado por el impacto que cada vez parecía más y más estrecho a la vez que me acostumbraba a aquella repentina quietud. Los segundos estando alerta hacían que cada movimiento, por leve que fuera desencadenara un reflejo inmediato por mi parte, aunque fuera un trozo de hielo cayendo al suelo, o una gota de agua precipitándose en un charco. Sobre mi cabeza rugían los vítores del público, amortiguados en un ruido blanco, aunque por dentro sólo escuchaba el silencio, vigilante del próximo movimiento.
Fue como recibir de lleno un relámpago. El estruendo de un trueno retumbó por toda la estancia reventándome los tímpanos, para luego dar lugar al desastre. El reducido espacio colapsó sobre mí de forma inmediata. Como una prensa de varias toneladas cerrándose sobre mi cuerpo. Ahí me quedé, entre el suelo y una estrecha grieta con medio cuerpo aplastado por la titánica fuerza de varias toneladas de hielo y un potente golpe. Mi pierna izquierda estaba hecha picadillo hasta la rodilla, mi brazo izquierdo había desaparecido, mi carne había sido arrancada del pecho hasta dejar a la vista las costillas y a la mitad de cara le faltaba la mejilla izquierda dejando la mandíbula al descubierto. La sangre poco a poco fue dejando de manar a medida que estas heridas comenzaban a cerrarse, pero ya me podía ir olvidando de moverme. Sólo me quedaban unos instantes de fuerza.
Se había quedado en el aire, un brillo rojo se colaba entre la capa que me aprisionaba, procedía de él, aunque el hielo lo distorsionaba todo, no tenía claro de qué parte era. Estaba todo demasiado tranquilo, como si estuviera esperando algo... o preparando algo. Supuse que sería lo segundo, mi intuición me decía que planeaba terminar con esto... y dada la escala del anterior ataque no le importaba llevarse al público conmigo. Esto hacía tiempo que había dejado de ser un combate por deporte, ahora era cuestión de sobrevivir y salvar vidas. No podía dejar que terminase lo que estaba haciendo, aunque significase sacrificar mi vida para ello.
Fundí el hielo que me aprisionaba hasta generar una cúpula que me permitiera moverme con cierta libertad, tratando de evaporar y luego congelar el hielo debajo de mí para evitar que el agua me debilitase. No tenía el tamaño de antes, pero el agujero por el que había entrado estaba ahí, y mi oponente había sido tan amable de comprimir el hielo y dejarlo con una forma perfecta. Traté de concentrarme en las mayores grietas y fundirlas para soldar el hielo en un cuerpo más homogéneo, dejando solamente las más pequeñas en un patrón espiral. Absorbí la poca energía que quedaba en el hielo, bajando de unos ochenta a unos doscientos grados bajo cero, dejando el espacio suficiente a mi alrededor par que el aire no se licuase. Aumenté un poco la temperatura del hielo que tapaba el agujero, lo suficiente como para que fuera una capa más débil y, como buenamente pude me situé en el centro. Miré mi única mano sana antes de dirigir mi mirada arriba, donde se suponía que estaba aquel monstruo. Con una calma casi antinatural y una la sonrisa determinada de alguien que abraza su destino lancé un único puñetazo al aire con todas mis fuerzas para dar fuerza a todo el calor acumulado que acababa de liberar y, tras eso, todo se volvió blanco.
Desde las gradas se podía ver a la bestia en la que se había transformado Anders, preparando su último ataque contra un enemigo prácticamente acabado. La calma había inundado el estadio, con un público expectante de lo siguiente que fuera a ocurrir. Un segundo de silencio, dos, tres... Hasta que, de pronto un destello emergió de debajo de la piscina congelada. Antes de que nadie pudiera vocalizar una sola sílaba un ensordecedor estallido emergió del centro del estadio. El hielo central se había elevado en una extraña forma espiral a la vez que de este salía una deflagración de proporciones gigantescas. El estallido de calor había sido liberado debajo de un hielo compacto y a una temperatura bajísima. El contraste había generado la expansión súbita de gases y habían salido de forma incandescente por el sito que menor resistencia daba. Una explosión había sido canalizada en una dirección, como si el estadio entero hubiera sido transformado en un cañón improvisado. Un último esfuerzo por evitar el desastre, que no pudo eludir deslumbrar ni romper los tímpanos de ningún espectador.
Fue como recibir de lleno un relámpago. El estruendo de un trueno retumbó por toda la estancia reventándome los tímpanos, para luego dar lugar al desastre. El reducido espacio colapsó sobre mí de forma inmediata. Como una prensa de varias toneladas cerrándose sobre mi cuerpo. Ahí me quedé, entre el suelo y una estrecha grieta con medio cuerpo aplastado por la titánica fuerza de varias toneladas de hielo y un potente golpe. Mi pierna izquierda estaba hecha picadillo hasta la rodilla, mi brazo izquierdo había desaparecido, mi carne había sido arrancada del pecho hasta dejar a la vista las costillas y a la mitad de cara le faltaba la mejilla izquierda dejando la mandíbula al descubierto. La sangre poco a poco fue dejando de manar a medida que estas heridas comenzaban a cerrarse, pero ya me podía ir olvidando de moverme. Sólo me quedaban unos instantes de fuerza.
Se había quedado en el aire, un brillo rojo se colaba entre la capa que me aprisionaba, procedía de él, aunque el hielo lo distorsionaba todo, no tenía claro de qué parte era. Estaba todo demasiado tranquilo, como si estuviera esperando algo... o preparando algo. Supuse que sería lo segundo, mi intuición me decía que planeaba terminar con esto... y dada la escala del anterior ataque no le importaba llevarse al público conmigo. Esto hacía tiempo que había dejado de ser un combate por deporte, ahora era cuestión de sobrevivir y salvar vidas. No podía dejar que terminase lo que estaba haciendo, aunque significase sacrificar mi vida para ello.
Fundí el hielo que me aprisionaba hasta generar una cúpula que me permitiera moverme con cierta libertad, tratando de evaporar y luego congelar el hielo debajo de mí para evitar que el agua me debilitase. No tenía el tamaño de antes, pero el agujero por el que había entrado estaba ahí, y mi oponente había sido tan amable de comprimir el hielo y dejarlo con una forma perfecta. Traté de concentrarme en las mayores grietas y fundirlas para soldar el hielo en un cuerpo más homogéneo, dejando solamente las más pequeñas en un patrón espiral. Absorbí la poca energía que quedaba en el hielo, bajando de unos ochenta a unos doscientos grados bajo cero, dejando el espacio suficiente a mi alrededor par que el aire no se licuase. Aumenté un poco la temperatura del hielo que tapaba el agujero, lo suficiente como para que fuera una capa más débil y, como buenamente pude me situé en el centro. Miré mi única mano sana antes de dirigir mi mirada arriba, donde se suponía que estaba aquel monstruo. Con una calma casi antinatural y una la sonrisa determinada de alguien que abraza su destino lancé un único puñetazo al aire con todas mis fuerzas para dar fuerza a todo el calor acumulado que acababa de liberar y, tras eso, todo se volvió blanco.
Desde las gradas se podía ver a la bestia en la que se había transformado Anders, preparando su último ataque contra un enemigo prácticamente acabado. La calma había inundado el estadio, con un público expectante de lo siguiente que fuera a ocurrir. Un segundo de silencio, dos, tres... Hasta que, de pronto un destello emergió de debajo de la piscina congelada. Antes de que nadie pudiera vocalizar una sola sílaba un ensordecedor estallido emergió del centro del estadio. El hielo central se había elevado en una extraña forma espiral a la vez que de este salía una deflagración de proporciones gigantescas. El estallido de calor había sido liberado debajo de un hielo compacto y a una temperatura bajísima. El contraste había generado la expansión súbita de gases y habían salido de forma incandescente por el sito que menor resistencia daba. Una explosión había sido canalizada en una dirección, como si el estadio entero hubiera sido transformado en un cañón improvisado. Un último esfuerzo por evitar el desastre, que no pudo eludir deslumbrar ni romper los tímpanos de ningún espectador.
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