[Sexta Ronda] Arthur Silverwing vs. Katharina Von Steinhell

Descripción aproximada de la arena del torneo:

La sexta ronda, tras esta los jueces tendrían todos los datos que necesitaban para realizar una clasificación precisa, aunque para los que participábamos me parecía que con cuatro hubiera bastado. En fin, todo fuera por entretener al público, supuse que tendrían un programa que cubrir. Por fortuna el último combate contra Ivan no había acabado excesivamente herido, por lo que los días transcurrieron en relativa calma mientras me recuperaba y disfrutaba del festival montado por el organizador, sólo esperaba que tuvieran listo el diseño de camiseta que les encargué para el día del combate.

Las puertas de la sala de espera se abrieron, dando a entender que ra la hora. Un largo pasillo de paredes de mármol pulido daba al estadio donde tendría lugar el último combate de clasificación. La luz del exterior me deslumbró por un momento, era mediodía con un sol de justicia y ni una nube en un cielo de inmaculado azul. Los vítores del público se volvieron ensordecedores al ver entrar a uno de los dos aspirantes. Esta vez dejé la guitarra a un lado en la entrada, en un coliseo completamente circular no tenía ningún lugar seguro que no fuera una pared. Se habían tomado una molestia extra de añadir en las paredes pilares tallados como en las ruinas de la antigüedad, dando un aspecto anacrónico. Unas losas de piedra algo maltrechas y desgastadas ocultaban un forjado macizo.

Me situé cerca del centro, esperando con el arma en la mano a mi contrincante. Katharina Von Steinhell, no era la primera vez que escuchaba el nombre, es más, lo había escuchado hace un par de días. Me había encontrado con el Vicealmirante Zuko, a pesar de la avanzada medicina de los hombres de William podía notar las lesiones de su combate con la pirata. Hacía una par de años que no medíamos nuestras fuerzas, pero alguien capaz de derrotarlo no podía ser subestimado. No pregunté cómo lo había logrado, no me interesaba saber de qué era capaz antes de un combate, esto no era una guerra, la información extra era una ventaja injusta.

Me quedé allí esperando, con una mirada de resolución, un gesto determinado en el rostro y una camiseta gris oscuro con una sonrisa en naranja similar a la de las calabazas de halloween. Era el único marine en la clasificación, el último bastión de justicia entre los piratas que dominaban el top cuatro de los mejores. Zane ya me había demostrado que era mejor guerrero, pero no pensaba dejar que eso ocurriese una segunda vez, mantendría este puesto a sangre y fuego. La marina no podía permitirse perder más veces ante los piratas.

Cuando los medios le preguntaron su opinión sobre el combate con el vicealmirante, respondió que fue tan aburrido y sencillo que ni siquiera valía la pena hablar de ello. Agradeció públicamente que los jueces hicieran un buen trabajo, pues de ninguna manera Katharina von Steinhell podía perder contra un marine. Sin embargo, sólo era una cuestión de apariencia. El dragón había demostrado ser fuerte y le había puesto en aprietos en más de una ocasión, pero jamás lo admitiría en voz alta. Ese hombre le irritaba; le caía tan mal como para querer matarlo en un siguiente encuentro.

Entró a la arena con Fushigiri y la Hoja de Argoria, transformada en una larga katana plateada en su respectiva vaina, a la altura de la cintura. Sobre su cabeza ondeaba la punta de su sombrero de ala ancha y pico retorcido. Como el dragón destrozó su bonito traje de bruja tuvo que conseguirse otro. Llevaba puesto un vestido sin mangas ni escote de tonalidades negras seguido de unas largas calzas que dejaban a la vista los muslos. Algunos tontos del público gritaron en favor de ella, casi como si fuera una especie de ídolo. No es que necesitase el apoyo de esos hombres, pero tampoco estaba mal tenerlo. Al menos había gente que reconocía su arrolladora fuerza.

Se mostró… perpleja cuando vio a su oponente. ¿Qué clase de padre abandonaba a un niño en mitad del campo de batalla? Ah, no, espera. Era Arthur Silverwing, el contraalmirante del que no sabía prácticamente nada. Comparó mentalmente sus alturas, sonriendo complaciente al ver que era más alta que el marine. Por fin, después de muchísimo tiempo, no era la más pequeña del lugar. Se sentía en pleno derecho de volverle su mascota una vez acabase la pelea. Si los zombis del submarino llevaban faldas hawaianas y ukeleles, a él le pondría un poncho y un sombrero de mariachi; si hasta se había anticipado a los hechos llevando una guitarra con él.

—A estas alturas del torneo es imposible que no sepas quién soy, pero como soy una mujer educada me presentaré de todas maneras —habló, acercándose al centro del coliseo—. Soy Katharina von Steinhell, y esta vez me ahorraré el discurso de odio hacia el Gobierno Mundial.

A unos cincuenta pies de distancia, así calculados al ojo, la hechicera centró su mantra en su oponente para estudiar su fuerza. Sintió una poderosa presencia. Había escuchado que su futura mascota había vencido al vampiro. Odiaba admitirlo, pero era fuerte. Cualquiera que pudiera vencer al vampiro lo era, aunque tampoco conocía las circunstancias en las que fue derrotado. Dejaría las estupideces a un lado e iría en serio desde un principio.

Estiró los brazos y las piernas y tomó una bocanada de aire para luego dejar escapar un suspiro. Necesitaba tantear las habilidades de su adversario tal y como había hecho con Gerald Ichizake. Así que, luego de los estiramientos, llevó la mano a la empuñadura de Fushigiri y corrió hacia él, trazando una trayectoria parabólica en busca de su flanco izquierdo. Tenía en mente ejecutar un rápido iaido imbuido en haki de armadura a la altura de su pecho, un movimiento que consistía en un rápido desenvainado aprovechando el alcance de su arma. Luego, buscaría mantener la distancia y retrocedería dando pequeños saltitos en zigzag.

Mi ceja se arqueó en un casi imperceptible movimiento, rompiendo durante un instante mi fachada de indiferencia. Podía leerlo en su mirada, me estaba mirando por encima del hombro, estaba pensando en mi altura, no necesitaba poder leer mentes, tenía la certeza de ello. Si a eso le sumábamos el tono condescendiente con el que se había presentado tenía como resultado que estaba ante alguien con un ego de manual.

No contesté, no inmediatamente, si quería una respuesta tenía que demostrar que era merecedora de ella con acciones y no palabras. Dejé que preparase como viese conveniente mientras me ponía en guardia. Parecía otra espadachina, entre las zoans y las espadas la variedad del torneo dejaba que desear, cinco de cinco zoans y tres de séis espadachines, no podía esperar a que se transformase en algo con tentáculos, porque los datos daban para estadística. Mientras se preparaba terminé de analizar el estadio, podía sentir que la capa de hormigón tenía un grosor equiparable al techo del búnker de un líder mundial, con una malla de acero inoxidable de gruesas barras y simple entramado en rejilla. Bajo el hormigón notaba el material heterogéneo que suponía era suelo normal y corriente.

No tardó en tomar la iniciativa, casi in haber dado tiempo a que terminase mi análisis. Cruzó la distancia que nos separaba incluso más rápido de lo que esperaba, tratando de flanquear por la izquierda. Pude ver por el rabillo del ojo un característico brillo de una llama en sus espadas, aunque no emitía temperatura respondí preparándome para lo que fuera eso golpeando la hoja de la espada con el canto del escudo protegido con mi propia voluntad. El intercambio, aunque rápido, había hecho saltar chispas, encendiendo la moral del público y dando por iniciado el combate. Tras eso, la espadachina decidió mantener la distancia dando saltos. Otra vez golpea y corre no.

- Contraalmirante Arthur Silverwing. Cuando Zane me habló de ti te imaginaba más alta. - Contesté con na inocente sonrisa, no carente de cierto veneno. La verdad es que Zane no me habló mucho de ella, juraría que mencionó su nombre en una incoherente frase de borrachera en mitad de la noche. Yo tampoco estaba para recordar nada concreto, pero era una de las pocas memorias que tenía de la noche antes del combate contra el descamisado.

Ella se había presentado, era mi turno de dar un cordial saludo. Aferré a Zinogre con la mano derecha cercana a la hoja, endureciéndola con mi haki. Centré mis fuerzas en las piernas, tensando los músculos de estas como si de un resorte se tratasen. Usando el Force Step cerré la distancia que nos separaba en un instante con un poderoso y único paso, generando en estallido sónico al acelerar, así como al frenar ante ella, lanzando un primer tajo en diagonal desde la derecha para tantear la defensa, seguido de una estocada. Según como respondiese a este ataque tomaría una ruta de acción u otra.

Era la primera vez que peleaba con alguien que usaba un escudo y una guja, así que no tenía del todo claro cómo enfrentarlo. «Acabaré encontrando una apertura en su defensa, y si no tiene ninguna, me encargaré yo misma de crearla», pensó con los ojos puestos en su oponente.

—No creo que seas el indicado para hablar del porte de otra persona, contraalmirante —le respondió con una sonrisa divertida en el rostro—. Este debe ser mi último combate en el torneo, así que procura hacerlo interesante.

Su mantra le mostró las intenciones que tenía el pelirrojo, presintiendo lo que sucedería a continuación, y se preparó para la defensa. ¿El problema? Jamás esperó que alguien pudiera moverse tan rápido. Incluso ella tenía que usar varias técnicas para alcanzar esa velocidad. El estallido sónico causado al abandonar la posición le hizo doler los oídos, aunque no fue suficiente para reventarle los tímpanos. El que sucedió al primero lo sintió en todo su cuerpo, sin embargo, la resistencia de sus músculos frenó en gran medida el impacto. Pudo amortiguar en parte la onda de choque, arriesgando una postura perfecta para la defensa.

Incómoda y habiendo perdido ligeramente el equilibrio tras recibir la onda de sonido, apenas tuvo tiempo de endurecer a Fushigiri e interponerla entre su hombro y la guja del marine. Al no estar apoyada apropiadamente, su bloqueo perdió fuerza y el arma enemiga descendió hasta alcanzar su piel. Sintió el frío acero hundirse en su hombro y chasqueó la lengua, reprimiendo un grito de dolor. Prefería guardarse los ases bajo la manga para después, pero no podía negar que era un buen momento para usar Kasoku. En el momento en que su oponente terminaba de preparar la estocada, sus ojos emitieron un destello azulado y un vórtice ovalado de tonalidades amarillentas apareció a escasos centímetros de su pecho, creando el portal de salida a una corta distancia de la espalda del contraalmirante. Si no retiraba la guja a tiempo, acabaría apuñalándose a sí mismo.

Lo importante era que se había quitado de encima la estocada, y volvió a retroceder dando pequeños saltos. Ahora era su turno y estaba segura de que acabaría sorprendiendo al pelirrojo. Toda su pierna izquierda se imbuyó de una armadura negra y brillante con una diferencia sustancial al haki de armadura: era una ilusión. La dejó caer con fingida fuerza al suelo, generando así otra mentira. El suelo se desplomó bajo sus pies y levantó un enorme bloque de hormigón, ocultándose detrás de este. Reparó en cada uno de los detalles de la ilusión: el rugido de las baldosas al ser destrozadas, la textura y el olor de las partículas de polvo que formaban una humareda, incluso las sombras dentro del cráter causado.

Inmediatamente después, creó dos clones ilusorios de sí misma con un realismo preocupante, clones que compartían su presencia. Estos corrieron al mismo tiempo, realizando una trayectoria parabólica. Uno de ellos molestaría su flanco izquierdo, intentando mantener ocupado su escudo a base de veloces espadazos. Incluso la ilusión generaría chispas y ruidos metálicos al impactar el arma. El otro, manteniendo el mismo realismo, le acosaría desde el flanco derecho ejecutando cortes rápidos y precisos. Entonces, una vez el hombre-niño estuviera entretenido con las ilusiones, la verdadera Katharina aparecería corriendo a máxima velocidad con Fushigiri endurecida y desplegando una llama fantasmagórica: Corazón de Fantasma. Sostendría la empuñadura con ambas manos y ejecutaría un corte descendente y recto en busca de su dorso. Desconocía si Silverwing poseía capacidades regenerativas como la mayoría de los hombres del torneo, pero en caso de tenerlas de nada le servirían: Fushigiri era una espada maldita que anulaba esas habilidades tan molestas.

Había logrado la primera sangre del combate, empezar fuerte logró pillar a Katharina lo suficientemente desprevenida como para asestar el primer golpe significativo. Sus reflejos eran no eran nada despreciables, por lo que había demostrado. Pero eso no era todo, había creado una especie de escudo para detener mi estocada. Bueno, por lo menos parecía un escudo, hasta que mi arma lo atravesó sin encontrar resistencia, eso era otra cosa. Frené mi golpe para evitar que fuera letal, pero no pude evitar que llegara a la carne, aunque era más dura de lo que parecía. Esta mujer estaba más en forma de lo que esperaba, su carne casi parecía tan dura y entrenada como la mía, aunque no podía jurar nada, un picor insoportable en la espalda me estaba molestando. Retiré el arma para comprobar que, en efecto a ella no le había pasado nada. Miré extrañado e introduje el arma de nuevo, otra vez el picor. Miré a mi espalda, el extraño fenómeno se había duplicado en ella, haciendo las veces de una especie de portal que había redirigido mi arma, causándome una fea puñalada bajo el omóplato derecho. Nota mental, a partir de ahora nada de ataques que puedan caber en esas cosas.

Entonces su poder era crear portales, algo interesante y con lo que tendría que tener cuidado. Con eso en cuenta podía desarrollar una estrategia efectiva. De no ser porque había levantado la losa de hormigón de una patada, generando un cráter y desdoblándose para atacarme por ambos flancos. Eso no tenía nada que ver con hacer portales. Aquellas espadachinas no tardaron en empezar a hostigarme con una tormenta de golpes calculados y precisos, estaban evitando por todos los medios que lograse escapar de su embate, desde obligarme a defenderme con mi escudo a entretener el brazo con el que sostenía a Zinogre para no dejar pasar ningún golpe fatal. Todo ello mientras respiraba polvo de cemento y pequeños cascotes caían golpeando mi espalda y hombros. Mi cara había perdido su fachada de frialdad y ahora estaba apretando los dientes mientras sudaba por evitar ser derrotado por dos enemigos. Bueno, esa era la pequeña ilusión que me estaba esforzando por mantener, por lo menos había aumentado ligeramente mi temperatura corporal para hacer el sudor realista. No era la primera vez en este torneo que alguien recurría a copias o ilusiones, alguien con un sentodo capaz de notar la temperatura de forma tan refinada como el mío podía notar la realidad. El suelo nunca colapsó, es más había representado mal el grosor de la capa de hormigón que teníamos debajo y se había olvidado de añadir las barras de acero, aquellas copias carecían de calor, así como la gran losa que había levantado. Durante todo este tiempo no había perdido "ojo" de la única marca de calor que importaba, esperando a que saliera de su escondite. Cuando por fin las copias hicieron un ataque al unísono que me obligaría a defenderme con ambos brazos ocurrió.

Con un fluido movimiento circular llevé el escudo ante la espada de la copia, pero sin detenerlo al llegar a su altura, continuando su trayectoria con mi cuerpo y volteándome para encarar a la verdadera amenaza. Las espadas ilusorias atravesaron mi cuello a la vez que los aceros reales chocaron. Sus llamas ahora eran distintas, incluso con el escudo endurecido me costaba defenderme, como si lograsen atravesar mi voluntad. Era demasiado rápida, había logrado llegar a la carne del hombro antes de que el escudo parase su hoja, haciendo un corte que no podía ignorar. Empujé hacia arriba e incliné el escudo en cuña para hacer que la propia espada resbalase por su superficie, alejándola de mi cuerpo hacia un lado, a la vez que volvía a armar con haki a Zinogre y lanzaba un rápido corte horizontal directo a su abdomen como contraataque.

- Te daré un consejo, no te dejes engañar por tus propias ilusiones. - Comenté con una mirada seria, casi como la reprimenda de una madre ante la trastada de su hija.

Ahora que estaba cerca y al alcance era el momento de presionar. Extendí la mano del escudo hasta dejarla delante de su pecho, en esta se formó un fino halo de aire, seguido de un leve zumbido. Al instante liberé la Thermo wave, buscando que la rápida oscilación de temperaturas generase un shock que me diera una abertura. Tras eso lanzaría una única onda cortante en una diagonal ascendente con todas mis fuerzas en su dirección.

El que se hubiera dejado golpear por las ilusiones significaba que había visto a través de su habilidad. Seguramente se había olvidado de algún detalle que marcaba la diferencia, pero que fuera consciente de su magia de ilusión no suponía una desventaja del todo. Incluso su ataque fue medianamente efectivo, cortándole tan rápido como un relámpago. Pero su escudo terminó desviando la espada al mismo tiempo que el mantra de la espadachina, Presagio, hacía sonar la alarma. Lo vio tanto como sintió el dolor en su estómago, y es que el arma del pelirrojo se dirigía hacia su abdomen a modo de contraataque. Consiguió realizar una voltereta mortal hacia atrás justo a tiempo. Su pie ennegrecido golpeó la punta de la guja, redirigiendo su trayectoria, y le bastó una sola mano a usar como punto de apoyo para acabar el salto, alejándose unos cuantos metros.

—Uf, eso estuvo cerca… —comentó para sí misma tras soltar un suspiro, haciendo desaparecer todas las ilusiones. A veces tenía la impresión de que se comportaba como un pequeño monito de circo dando saltos como ese—. He de admitir que eres bastante mejor que el vicealmirante Kasai Zuko, aunque tus movimientos son muchísimo más lentos.

Cuando el pelirrojo extendió la mano hacia su pecho, el mantra de Katharina volvió a reaccionar y le advirtió de sus intenciones. Quizás estaba acostumbrado a luchar con oponentes estáticos y lentos, o tal vez no era tan listo como creía y esperaba que ella se quedase quieta; lo que no sabía era que la Danza de las Sombras Gemelas se centraba en movimientos veloces e imperceptibles. Antes de que el marine acabase de preparar ese extraño y ruidoso anillo la bruja usó un movimiento instantáneo en diagonal. Sólo un idiota esperaría ser golpeado por la técnica del contrario. Aprovechó la oportunidad para correr directamente hacia este con la intención de sorprenderle, pero sucedió lo opuesto.

Una onda cortante se aproximaba hacia ella a toda velocidad, coartando sus posibilidades de reaccionar apropiadamente. Si intentaba frenar, le sería difícil recuperar el punto de apoyo y bloquear; era una probabilidad demasiado arriesgada e innecesaria. Rápidamente llevó su mano a la empuñadura de la Hoja de Argoria y la desenfundó. Usó el impulso de la carrera e interceptó el ataque con ambas katanas endurecidas. Fue como un choque de frente entre dos titanes. Sintió la fuerza del impacto en sus brazos y un molesto dolor se propagó por estos. Apretó la mandíbula, frunció el ceño y tensó los músculos de su cuerpo, todo al mismo tiempo. Le costó un gran esfuerzo desviar la onda hacia el cielo, acabando la carrera en un tedioso jadeo.

—Eso ha sido muy peligroso, contraalmirante —le reprendió tras recuperar el aliento, aun sintiendo los músculos de sus brazos medio adormecidos. Esperaba que el pelirrojo se moderase con sus ataques, de lo contrario, tendría una excusa más para volver el combate algo personal.

Hasta el momento su contrincante conocía dos de sus habilidades: los portales e ilusiones. Y ella todavía no sabía si este era un usuario como la enorme mayoría de los participantes. Al menos no era un usuario zoan; estaba harta de esos malditos monstruos. Bien, era hora de intentar algo. Hizo desaparecer el portal usado en la penúltima defensa y reunió energía mágica para crear “otro”. Un vórtice verdoso y tan grande como para cubrir su cuerpo apareció frente a ella, y el portal de salida se ubicó justo en la espalda de Silverwing. Entonces, un clon ilusorio atravesó inmediatamente después el falso portal, pues este en realidad era una ilusión idéntica a uno real, con la intención de apuñalar al marine por la espalda.

—¡Demasiado lento! —anunció la ilusión una vez cruzó el vórtice, desprendiendo la misma presencia que la bruja original. Esta vez había cuidado aún más los detalles: las gotas de sudor que recorrían su rostro, el casi imperceptible latido de su corazón, el timbre de su voz e incluso la temperatura de su cuerpo elevada tras la actividad física. Quería que fuese una ilusión sin ningún desperfecto.

Lo ideal sería que el marine desviara su atención al clon, pero de no hacerlo actuaría de igual manera. Esprintaría a toda velocidad hacia el pelirrojo y, una vez llegase, se agacharía para propinarle una patada baja en un intento de hacerle perder su punto de equilibrio. Como estaba acostumbrado a vivir tan cerca del suelo tampoco debía importarle demasiado. De lograrlo, se levantaría rápidamente y conduciría la punta de Fushigiri a su cuello, deteniendo la katana a milímetros de este para decirle que el combate había acabado. Esperaba que funcionase, aunque los marines habían demostrado ser muy reacios a la derrota.

Había sido suficientemente rápida como para reaccionar a mis ataques, sus reflejos eran mucho mejores de lo que había anticipado, así que tendría que optar por otra estrategia que no fuera sobrepasarla en condiciones normales. Lo bueno era que, al evitar la onda había perdido la pista que le daba para averiguar cuales eran mis poderes, así que todavía podía emplear el elemento sorpresa.

- Por favor, si todavía me estoy conteniendo. Si eso te hubiera hecho daño es que no deberías... - "¿Pero quieres escucharme?" Tuve que morderme la lengua para no gritar eso al ver como creaba otra de esas cosas redondas. Ahora que eran más grandes podía notar mejor sus características. Algo había cruzado, otra ilusión que gritaba, esta vez había hecho un mejor trabajo, notaba cierto calor... pero seguía siendo permeable a las interacciones con el ambiente, además de que notaba que la verdadera se había quedado ahí. - ¿No te dije antes que no...? - No podía acabar una simple frase.

Ahora estaba en el aire, había aprovechado para llegar y darme una parada baja. La fuerza de sus piernas era algo a tener en cuenta, una potencia que había roto mi postura (y puede que fracturado la tibia), y eso era lo que me había pillado desprevenido más que la copia. Mientras estaba en el aire suspiré, no pensaba dejar que mi espalda tocase el suelo. Con un rápido movimiento clavé el arma en el suelo y me impulsé hacia atrás. En efecto, mi teoría era correcta. Cuando abrió el portal noté que este no sólo dejaba pasar objetos sólidos, sino gases, energía y radiación, por lo que si permitía el tránsito de un lado de forma tan limpia debería permitirlo a la inversa. Di una voltereta hacia atrás, aprovechando el impulso para caer de pie. Un descubrimiento fascinante, lástima que no tuviese tiempo de analizarla más de cerca.

- ¡Fascinante! Es la primera vez que veo un pliegue, más aún alguien capaz de hacerlo. - Comenté mientras volvía a encarar a Katharina. - Deja que sea yo ahora el que te enseñe un truco. Aunque te advierto... que este no será una ilusión.

Tras esas palabras salté lo más alto que pude y el aura rojiza del Trans Am me envolvió, ya había hecho los cálculos, sólo tenía que llevarlo a cabo mientras caía y coordinarlo con el aterrizaje. Centré mis poderes en el suelo, trazando mentalmente séis cuadrados en forma de cruz, de cinco metros de lado con la distancia media entre los portales como el centro, procurando que ella quedase también en el cuadrado central. Atraería el calor hacia el centro de cada uno de las áreas, enfriando el hormigón, para luego dirigirlo a las barras metálicas de dentro de este. Procuré dejar el menor margen de error posible, haciendo que la contracción del hormigón y la expansión del metal generasen una serie de grietas rectas, cortes casi limpios justo en el momento del impacto contra el suelo. Clavé mi arma, con todas mis fuerzas, empujando la losa central de cemento hacia abajo, hundiéndola un par de metros en la tierra más blanda. El resto de losas que había cortado tenían dos metros de grosor en vez de cinco, pero eso era porque quería que la losa central empujara hacia arriba las demás e hiciera que rotasen, formando cuatro paredes verticales. Por último centré el calor en la barras de la sexta losa, haciendo que se doblasen con la fuerza que llevaba y se cerrase sobre nosotros como un techo. Origami con hormigón armado, así se hacía un cubo de hormigón de cinco metros de lado. Ahora a Katharina le costaría más escapar. De todas formas, por si eso hubiera sido poco usaría en este entorno cerrado la Chaosphere, aunque esta vez el hielo se formaría en las caras del cubo en vez de en forma de cúpula.

Qué fastidio… El hombre en miniatura no tenía ganas de morirse y hacía un esfuerzo innecesario por seguir combatiendo. ¿Por qué no se marchaba y le daba los tres puntos? Daba igual cuánto lo intentara, alguien como él no podía vencerle. Soltó un suspiro, suponiendo que tenía un orgullo marine que defender. Ante los ojos del mundo estaba feo perder contra una pirata. Por otra parte, decidió dejar de insistir con los clones ilusorios porque, sin importar cuán perfecto los hiciera, su oponente tenía un don sobrenatural para darse cuenta de su falsa naturaleza. Quizás tenía un mantra increíblemente desarrollado, o tal vez era dueño de una habilidad la cual aún desconocía.

—¿Un pliegue…? —preguntó confundida. Vale, el niño era de los raritos—. Lo siento, no me gustan los trucos. Tendrás que cortarme las piernas para que no siga corriendo —acabó respondiendo con una sonrisa provocadora, dejándole claro que continuaría esquivando todo lo que le lanzase.

Lo que no se esperó es que el vicealmirante saltara muy alto, sin saber demasiado bien por qué lo había hecho; incluso se había envuelto en un aura roja. Espera, ¿acaso quería lanzarse como un meteorito humano? Si él tuviera una intención directa de hacerle daño su mantra le había alertado de ello, pero la alarma nunca sonó. Sin embargo, Presagio podía predecir cualquier situación que involucrara a la bruja, casi como si viera el futuro, aunque debía concentrarse en ello. Así que, cuando el hombre pequeño se encontraba en lo más alto, se quedó ahí quieta y la esclerótica de sus ojos se volvió completamente negra. Decenas de escenas audiovisuales llegaron a su cabeza a modo de película. Y cuando rompió la concentración dejó de recibir información sobre lo que sucedería.

Reaccionó en el momento en que Silverwing golpeó el suelo, usando un movimiento instantáneo para alejarse antes de que la explosión sucediera. Retrocedió cuando los bloques de hormigón comenzaron a levantarse, evitando ser encerrada por la prisión de hormigón que había hecho el pelirrojo. «Conque a esto te referías, cabrón», pensó para sí misma. En el presagio había escuchado el crujir del suelo y había visto una sucesión de explosiones en un lugar muy oscuro, aunque nunca imaginó que la razón fuera una cárcel artesanal. Todo indicaba que los bloques se rompieron siguiendo planos de debilidad, pero era imposible que alguien pudiera hacerlo únicamente golpeando el suelo. Definitivamente ese hombre tenía una habilidad, y comenzaba a sospechar cuál era.

Reunió energía mágica para usar una de sus formas favoritas: la del kitsune. La bruja-zorra volvería a la acción. Sus colmillos aumentaron de tamaño y su mirada se volvió más salvaje; ahora sus pupilas eran dos óvalos achatados y tenía por ojos dos orbes dorados, mismo tono que había adaptado su cabello. Sus uñas se transformaron en auténticas garras y de su espalda nacieron nueve largas y peludas colas de zorro doradas. Incluso la forma de sus pies cambió, tornándose más la de una bestia para ser más veloz, y de su cabeza surgieron dos orejas puntiagudas. A pesar de que el pelirrojo estaba encerrado en esa prisión podía sentir su peculiar olor. En su combate con el vicealmirante Kasai Zuko había aprendido la importancia de las putas alas, así que esta vez no las dejó a un lado, y dos nuevas extremidades aparecieron de la parte alta de su espada. Tenía dos alas plumíferas doradas que usó para situarse en lo alto de la jaula.

Canalizó una vez más el maná y sus nueve colas apuntaron al techo de la estructura, lanzando un chorro de llamas azules increíblemente calientes. Katharina suponía que en pocos segundos la resistencia del hormigón acabaría cediendo, y el material caería como una mezcla plástica y candente sobre el pelirrojo. Haría que la propia casita del marine sentenciara el combate, aunque tenía la impresión de que no bastaría para derrotarle.

Respiré hondo, apreté la mano casi hasta clavar las uñas en la palma. No había palabra en lengua humana, gigante, o tontatta para describir la frustración que me generaba la situación. Un plan con unos cálculos perfectos, una ejecución milimétrica y un resultado nada cuestionable, pero claro, toda variable matemática palidece ante alguien que puede ver el futuro. No había otra explicación que no fuera una clarividencia fuera de lo común, sabía que las personas que dominaban el mantra podían anticiparse a las acciones de otros, pero leer las consecuencias tan a la perfección era un nivel superior.

Saqué el arma del suelo y exhalé a la vez que llevaba la vista arriba, contemplando en solitario el resultado de mi obra. Todavía quedaba algo de polvo en el aire, el cual no hacía más que resaltar los escasos rayos de luz que se colaban por los vértices del cubo. Era una pena, la que seguramente era la estratagema más elaborada que había hecho en el torneo no había servido para nada y el hecho de que tuviera el tiempo de contemplarlo desde dentro era un cruel recordatorio de mi fracaso. Cerré los ojos y me dí una fuerte palmada en cada mejilla para despertarme, de nada serviría quedarse aquí lamentando un fallo, lo que necesitaba era trabajar para cambiar el curso de la batalla. La pregunta era ¿Cómo derrotas a alguien más veloz, más ágil y que puede ver el futuro? Se me ocurrían varias soluciones, pero todas ellas eran aptas para el campo de batalla, no una competición deportiva. Necesitaba pensar algo y rápido, no esperaba que ella se quedase aguardando por mi llegada educadamente.

- ¡Ese maldito brillo no me permite pensar! - Grité a la vez que pateaba con fuerza un cascote del tamaño de mi cabeza. Por su parte el cascote respondió volviendo por el otro lado y golpeando mi cráneo. Me di la vuelta con la mano en la zona dolorida, seguro que no tardaría en salirme un chichón. - Interesante...

Otro plan se empezaba a formar en mi cabeza, puede que no me diese la victoria, pero seguramente me daría cierta ventaja sobre ella. Mi sentido térmico captó otra buena noticia a la vez que una gota de algo fundido caía sobre mi cabeza. Unas grietas brillantes se estaban formando en el techo, estaba calentando de alguna forma el cubo, parecía que la superficie exterior estaba a unos mil quinientos grados. Una cara de satisfacción borró el ceño fruncido, con esto podía trabajar, pero no sabía como quitarme el acero fundido del pelo una vez se había enfriado.

El 0 Raiser se formó en mi espalda, proporcionándome la propulsión necesaria. En una situación normal no podría acelerar en sólo cinco metros, pero los portales estaban dentro del cubo, generando una recta ilimitada. Aceleré atravesando los portales rápidamente hasta que logré la velocidad máxima, tras eso viré súbitamente, elevándome en espiral rozando las paredes del cubo. Justo en ese momento, en el instante en el que el cemento había alcanzado una tonalidad rojiza y empezaba a descascarillarse, dejando caer roca a medio fundir, absorbí toda la temperatura que la losa había tomado, enfriando esta en un instante y volviéndola quebradiza. Cubrí el escudo con haki antes de golpear el techo, impactando con este en una esquina y manteniendo un movimiento en curva, mandando la enorme losa a volar por los aires en una trayectoria errática mientras daba vueltas sobre sí misma. Había llegado a fundir una parte de esta volviendo un vidrio crudo el sílice del hormigón, con el enfriamiento súbito este se habría fragmentado en grandes lascas, y con el impacto ahora tendría dos problemas, una gran losa volando sin control y una lluvia de lascas de cristal afiladas como cuchillas, así como algún que otro cascote. Fuera cual fuera su defensa procuraría elevarme un poco más, manteniendo la guardia a unos metros sobre ella.

Aclaración:

Se detuvo al creer que había calentado lo suficiente el material, superando su resistencia térmica y transformándolo en un flujo plástico de hormigón fundido. Lo que había hecho era peligroso, pero el pelirrojo era demasiado listo como para ser atrapado por algo así. Estaba segura de que acabaría sorprendiéndole; por alguna razón, le caía mucho mejor que el aburrido vicealmirante Kasai Zuko. Y se odiaba a sí misma por sentir simpatía hacia un marine. Bueno, al menos intentaba mantener un espíritu medianamente deportivo desde su encuentro con Ivan. ¿Cómo que cortarle un brazo al oponente estaba feo? No era su culpa que la gente del torneo fuera tan frágil, joder.

Jamás esperó que la baldosa que servía de techo fuese lanzada de esa… forma. La distancia que le separaba no era la más conveniente, tampoco podía usar un movimiento instantáneo para salir rápidamente de esa situación. El enano cabrón se la había jugado bien, debía darle crédito por ello. Sin embargo, no era suficiente para detener a la bruja y se lo demostraría a lo grande. Volvió a polimorfizarse, aunque esta vez abandonó la dura fibra que protegía sus músculos y concentró esa masa en sus brazos, reduciendo su resistencia y aumentando su fuerza en partes equivalentes. Tanto sus manos como sus katanas se volvieron de un negro inmaculado. Lanzó una doble onda cortante en cruz al mismo tiempo que los primeros proyectiles le alcanzaban, haciendo vibrar el aire y enloqueciendo al público. Sufrió pequeños cortes en su estómago y cara, incluso un pequeño vidrio se incrustó en su muslo izquierdo.

Actuó con aún más valentía que aquella vez en Doom Island cuando un piroclasto ardiente del tamaño de una casa amenazó con matarle. La única diferencia era que ahora no contaba con Rengoku no Samui, su aura congelante que le protegía del fuego y el calor. Pero era muchísimo más fuerte físicamente y su haki de armadura había superado todos sus límites; no había comparación entre esa Katharina y la que sobrevolaba la jaula de hormigón. La doble onda cortó en cuatro trozos idénticos la baldosa giratoria, los cuales se abrieron como si quisieran esquivar intencionalmente el cuerpo de la hechicera. Luego, blandió a una velocidad sobrehumana sus espadas para crear una especie de escudo, cortando y desviando las cuchillas cristalinas que iban hacia ella.

—Eres el marine más listo con el que me he cruzado alguna vez, me has sorprendido —comentó tras su defensa, limpiándose la sangre del rostro y reprimiendo cualquier gesto que delatase su dolor. Los vidrios más pequeños burlaron su defensa, provocando innumerables y superficiales cortes que, si bien no le comprometían al extremo, eran muy molestos—. Y tu habilidad es muy interesante, creo que debería ponerme seria.

Tenía las pistas necesarias para deducir con certeza el poder del contraalmirante. Primero, siempre sabía cuándo se trataba de un clon o no, incluso tras haber reparado en cada detalle apreciable con los sentidos ordinarios. Pero si era capaz de sentir las variaciones térmicas daba igual cuán real los hiciese, jamás engañaría ese fastidioso sentido. Segundo, la única manera de formar los cristales que arañaron su piel era a través de un enfriamiento rápido, un proceso idéntico al de la obsidiana. Si bien no lo había visto con sus propios ojos, por el estado en el que se encontraba, sin una sola quemadura, suponía que había controlado el flujo de temperatura del pseudo magma. Lo enfrió rápidamente para formar esa estructura quebradiza y afilada del vidrio.

Se quitó un trozo que había atravesado al menos un centímetro su estómago, creando una llama en la punta de una de sus colas para cauterizar la herida. Una lágrima escapó de su ojo al sentir el fuego en su piel. Y repitió el proceso con los múltiples cristales hundidos en su cuerpo, soltando maldiciones por doquier.

Voló a toda velocidad hacia él y tras estar lo suficientemente cerca soltó una rapidísima ráfaga de múltiples cortes. Hacía falta más que solo un ojo entrenado para ver la trayectoria de estos. Endurecidas e imbuidas en Corazón de Fantasma, sus espadas trazaron tajos diagonales, horizontales e incluso verticales. Algunos buscaron sus costados; otros, fueron de frente. Entonces, y en medio del azote, buscó el pie derecho del pelirrojo con una de sus colas para enrollarla a este. De lograrlo, giraría horizontalmente en 180° para conseguir más impulso y lo lanzaría a las alturas, cuya fuerza era equivalente a una de sus patadas. Volvería a volar a máxima velocidad e intentaría posicionarse en la espalda del hombre-niño, daría un giro vertical en 360° con la intención de golpearle con sus nueve colas endurecidas en dirección a la plataforma de combate, usando uno de los flancos para propinarle un impacto crítico. ¿Lo divertido de la embestida? Usaría Kasoku y crearía el portal de entrada, una figura ovalada y de tonalidades violáceas, en la trayectoria de la caída cuyo portal de salida se ubicaría a pocos metros del suelo. Luego lo desactivaría; no era idiota.

Por fin, mi último ataque la había convencido de ir en serio. Ahora sólo quedaba el problema de enfrentarla y salir victorioso. Me estaba dejando bastante claro que su habilidad con las espadas era equiparable a la de Zane, sino puede que superior, tratando de sobrepasarme con una tormenta de tajos. Tuve claro desde el primer segundo que no sería capaz de pararlos todos, menos aún esquivarlos, por lo que me limité a centrarme sólo en los más peligrosos, sacrificando mi carne con aquellos que no dieran en un lugar necesario. Cuando pareció detenerse contaba unos séis cortes de importancia, entre leves y más profundos, repartidos por brazos, costado y uno que había acabado peligrosamente cerca de un ojo, tiñendo mi vista de rojo. Tuve el lujo de evaluar los daños cuando fue tan considerada de darme un par de segundos entre que me lanzaba por los aires con una de sus colas. Maniobró con rapidez para luego lazar un golpe con aquellas colas sobre mí. Interpuse el escudo y lo endurecí con haki, preparándome para el impacto. El golpe me recordó a los recibidos de Thawne cuando se había transformado, algo simplemente arrollador. El escudo había amortiguado parte del impacto, pero el resto de la fuerza se la había comido mi cuerpo, noté cómo mis músculos chillaban, cómo el dolor se transmitía por el brazo hasta el pecho, dejándome casi sin respiración.

Apreté los dientes e hice toda la fuerza que pude en dirección contraria, aunque a pesar de ello no pude evitar caer en dirección al suelo. Noté algo raro, en un punto en concreto a mi espalda notaba el calor del suelo con nitidez, casi cercanía, la tía había vuelto a abrir otro portal, pretendía estamparme contra las losas del estadio. Ya había bailado demasiado a su son, era la hora de poner algunos pasos de mi parte. Incliné la salida del 0 Raiser y concentré el chorro apartándome a un lado por un par de centímetros, continuando mi caída acelerada y aterrizando de forma más controlada en uno de los trozos de la losa que había lanzado antes, los cuales todavía estaban en caída libre. Esperé a que este diera la vuelta en el aire y quedara fuera de visión de la espadachina. Era la hora de pasar a la siguiente jugada, el brillo rojizo pasó a tomar un tono azulado, dejando que la temperatura circulase por mi cuerpo y lo alimentase como si de un reactor se tratase, era el momento de usar el Burst Mode.

Ascendí a toda velocidad hacia ella, cargando de frente mientras agarraba el trozo de losa de una de las barras de acero para usarlo de ancla. Una vez llegué a unos cuatro metros de ella solté el peso muerto para aumentar mi velocidad de forma repentina y cruzar la distancia que nos separaba, lanzando un tajo horizontal simple con Zinogre. El tajo estaba lo suficientemente cerca como para ser peligroso, pero no tanto como para presentar una amenaza mortal. Había estado estudiando su estilo de lucha, calculaba que este tajo atraería su defensa al ver el incremento repentino de velocidad, seguramente tratase de apartarse. Lo que seguramente no se esperaba era que me detuviese en seco en medio del aire, en ese instante. En el tiempo que había estado fuera de su vista había sacado una gran barra de acero del hormigón, la había calentado y estirado para atarla a mi cintura, dejando unos cuatro metros de aquel improvisado cable conectado a la losa. No fue hasta un par de segundos después que aparecí de nuevo por el otro lado ascendiendo. De esta manera había creado un ancla con una parada, la primera al sujetar el lastre, la segunda al dejarlo caer, avanzando durante un corto período de tiempo para frenar de golpe una vez se tensara el cable, pero con el peso de la losa este se quebraría al instante, dándome un segundo momento de aceleración. Aprovecharía este momento de incertidumbre, agarré el escudo con mi brazo a punto de romperse y lo endurecí con haki una vez más, apunté con el frente de este a la boca de su estómago, pulsando el botón. Un par de placas del escudo se retrajeron para mostrar un pequeño ariete, un cilindro metálico acabado en una punta de Kairoseki, el cual la golpearía con parte de la fuerza de los golpes que había recibido el escudo hasta ahora. Debía de funcionar, por lo menos el estilo de Negación de Zonas no me había fallado hasta ahora.

- Cuando te pasas la vida combatiendo gente con fuerza sobrehumana y habilidades sobrenaturales es normal aprender a improvisar un truco o dos.

Chasqueó la lengua cuando el pelirrojo escapó por los pelos de su portal, evitando caer al suelo. Estaba resultando ser más reacio a la derrota de lo que imaginaba, pero tarde o temprano acabaría perdiendo. Cuando voló hacia ella, cargando un trozo de la losa vaya a saber por qué, la hechicera dejó caer su mantra sobre él. Frunció el ceño y se preparó para la defensa luego de que su cuerpo sintiera el peligro. Ahora entendía la razón de cargar el peso adicional, una táctica muy astuta de su parte. Sonrió. Ella también tenía un par de trucos para enseñarle.

Apenas pudo reaccionar adecuadamente al ataque del marine. Endureció a Fushigiri y se acomodó lo buenamente que pudo, tensó los músculos y se preparó para bloquear. Ejecutó una perfecta Novena Danza al mismo tiempo que se echaba hacia atrás para amortiguar el impacto. Jamás esperó que ese escudo fuese a golpearle con tanta fuerza como para superar su defensa, desviando el arma y haciéndole soltar un grito de dolor: le había roto el hombro. El golpe le hizo soltar el arma, pero antes de que esta estuviera muy lejos la cogió con una de sus colas. Frunció aún más el ceño y miró al hombre con salvajismo, como si una tormenta rugiera dentro de sus ojos. La Hoja de Argoria se tornó negra y comenzó a despedir chispas eléctricas azules, además la llama de Corazón de Fantasma le brindaba aún más fuerza. Ignoró momentáneamente el dolor para acabar la Novena Danza, aprovechando el alcance de su katana. Ejecutó un rapidísimo corte en busca de su estómago, justo por debajo del brazo y del escudo. Iba cargado con tanta electricidad como para paralizar a un hombre casi el doble de grande y pesado que él; cortesía de la Hoja de Argoria.

—Yo también tengo un par de trucos bajo la manga —le rugió, enseñándole los colmillos.

Justo después de realizar su contraataque, giró hacia la derecha mientras sus ojos despedían una oscuridad inquietante. Cuando hubo acabado la vuelta la bruja desplegó frente a ella una cúpula de sombras tan negra como la noche más oscura, cubriendo tanto a su oponente como una buena parte del escenario. En ese instante la Hoja de Argoria, endurecida y reforzada con su devastador haki del rey, comenzó a descender a un ritmo vertiginoso. Si había conseguido paralizarle en el contraataque, el corte iría desde su hombro hasta su pelvis. Al menos en principio. Y si no, su ataque continuaría. Un centenar de espadas de luz, de metro y medio de longitud, aparecieron en la más profunda oscuridad. Surcaron el cielo a toda velocidad en busca de Silverwing, guiadas por el mantra de la espadachina. Si usaba su escudo para bloquear estas simplemente lo atravesarían como un fantasma, y lo mismo sucedería con la guja. Nada las frenaría hasta llegar a su objetivo.

—Nise no kogeki —susurró para sí misma.

Cada espada se hundiría en su carne y cortaría sus músculos, atravesaría sus órganos e incluso llegaría hasta sus huesos. El contraalmirante sentiría el dolor en el instante en que las espadas encontrasen su piel. Y en el momento en que la oscuridad desaparecía, unas rápidas colas se aproximaban hacia él. Una intentaría apresarle su brazo izquierdo; otra, el derecho. Quería hacer todo lo posible para que Silverwing no pudiera moverse ni defenderse. Dejaría caer una cruel ráfaga de azotes sobre él, usando sus propias colas endurecidas a modo de látigo. Y finalizaría su ofensiva con una veloz estocada a su pecho, ignorando cualquier punto vital que hubiese allí.

El intercambio fue casi instantáneo, descargando el poderoso golpe, el cual se había acabado cobrando un brazo por otro, terminando de romper el maltrecho hueso de mi brazo a causa del impacto. Pero Katharina tenía una respuesta preparada, atacando inmediatamente con el arma que le quedaba. Por suerte aquello no me pillaba desprevenido, pudiendo endurecer a tiempo el estómago, aquella llama fantasmal seguía siendo una molestia, atravesando mi defensa, pero tras los golpes intercambiados notaba que estaba quebrando su haki poco a poco, lo que hizo que la herida fuera un poco menos grave. Un corte limpio en los abdominales, un dolor lacerante que se perdió en el eco de otros muchos que estaban condecorando mi cuerpo, seguido de una descarga inesperada. Noté como mis músculos se tensaban a la vez que me esforzaba en absorber el calor de la electricidad para evitar quemaduras internas.

Se disponía a lanzar otro tajo, no podía defenderme e tiempo, mis músculos no reaccionaba a mis órdenes. Endurecí mi cuerpo lo máximo que pude, disminuyendo la potencia del propulsor para caer un poco y alejarme. De todas formas nada pude hacer para evitar su que su acero llegase a mi carne. Un nuevo corte se sumó a mi cuerpo, a la vez que nuestras voluntades volvían a chocar. No me dio tiempo a sentir el golpe, casi al mismo tiempo una cantidad incontable de espadas de energía viajaron directamente a mi cuerpo, atravesando mi piel. El dolor que sentía era inaguantable, haciendo que gritara por primera vez en todo el combate, notando como mi carne era desgarrada desde innumerables direcciones.

Mis sentidos estaban nublados a cuenta del dolor, pero a causa de este estaba más despierto que nunca. Noté cómo dos de sus colas llegaban a agarrar mis brazos y disponía al resto a golpear. Había comprobado que estas tenían una fuerza descabellada, pero con el agarre pude comprobar que esta era más centrada en grandes estallidos, pero no podían usarla de forma mantenida como con el tren superior. Centré todas mis fuerzas y fuerza de voluntad en hacer que mis brazos respondiesen, en hacer flexionarlos y hacer que las colas cedieran. Un único espasmo valió para flexionar brazos y piernas, cerrando mi postura y elevándome un poco más, justo a tiempo para evitar la mitad de golpes. A pesar de ello el resto magullaron músculos y rompieron costillas como si me hubiera arrollado un tren. Y cuando por fin estaba a punto de recuperarme... el frío acero atravesó mi pecho.

Mis ojos ahora estaban en blanco, el brillo azulado abandonaba poco a poco mi cuerpo a la vez que el eco de mis heridas amenazaba con llevarme a la inconsciencia. La fuerza abandonó mis extremidades al mismo tiempo que me apagaba. Sólo un simple sonido rompía el silencio que nos rodeaba, la monotonía del dolor, un punto de luz en un mundo de oscuridad, el latido de mi corazón. Un tamborileo rítmico que resonaba lentamente, la percusión de la vida que no había abandonado mi cuerpo. Mientras Arthur Silverwing tuviera un aliento de vida jamás lo verían arrodillado ante un pirata.

Zinogre comenzó a desaparecer, el brillo rojizo de sus cristales desaparecían al entrar en mi cuerpo a través de la mano que lo sostenía. La piel del brazo empezó a adoptar el color de un negro insondable, extendiéndose por el pecho hasta cubrir todo mi cuerpo. Unos rasgos ferales comenzaron a distinguirse en mi rostro, remarcados por unas líneas brillantes, unas facciones angulosas y unas orejas alargadas. Unas largas garras blancas sustituyeron mis dedos a la vez que una larga cola salía de mi espalda, terminada en unos cristales rojizos que flotaban de forma etérea a la altura de la piel, formando una cuchilla parecida a la del arma que había sostenido hasta hace unos segundos. Los cortes que poblaban mi cuerpo comenzaron a cerrarse rápidamente al tiempo que usaba la energía absorbida para alimentar mis células. Un gruñido salió de una dentadura llena de colmillos a la vez que levantaba la mirada para mostrar unos ojos de un rojo brillante. Unlimited, el último recurso, si quería estar cerca de la bestia era bienvenida, pero sería como el cuento de Ícaro con el sol.

Un rugido antinatural resonó por todo el estadio cuando comencé a absorber el calor de su cuerpo y el entorno, usando como puente sus colas y la espada que estaba clavada en mi pecho. Si la amenaza de acabar congelada no lograba pronto la haría entrar en calor. La cuchilla de mi cola comenzó a brillar con un fulgor blanquecino al tiempo que encerraba la energía en forma de una cuchilla de calor puro a más de cuatro mil quinientos grados. Haría fuerza con los brazos para librarme del agarre en caso de que no lo hubiese soltado, tratando de mover estos para contraatacar con un par de zarpazos. Tras eso lanzaría cuatro tajos con la cola cubierta en calor y haki. Tampoco pensaba dejar que algo tan caliente llegase a darle en serio, si llegaba a la carne dejaría pasar el calor suficiente para dejar una quemadura, pero definitivamente no para matarla, aunque la quemadura podía llevársela sólo con quedarse cerca.

Ella más que nadie podía decir cuán injusto era lo que sus ojos le mostraban. Soltó una amarga sonrisa al ver que todas las heridas que su oponente había acumulado durante el combate desaparecieron. ¿Cuál era el sentido de seguir peleando cuando había monstruos, como Ivan Markov y Arthur Silverwing, capaces de sanarse de cualquier herida? Qué frustración, joder, cuánto esfuerzo reducido a nada. Había intentado con las ilusiones, sin embargo, su oponente tenía una especie de sentido que le permitía percatarse de las variaciones térmicas en el ambiente. La habilidad del marine sencillamente lapidaba una buena parte del arsenal de técnicas de Katharina. No obstante, no era de las que se cagaba al estar en una situación desventajosa. ¿El pelirrojo sanaba cualquier herida al instante? Perfecto, era hora de comprobar cuánto podía hacer una cabeza pegada a un dorso sin extremidades.

 Sintió el frío en su cuerpo y, si bien podía soportarlo a niveles sobrenaturales, tampoco le convenía exponerse gratuitamente. Retiró rápidamente la espada del pecho de Silverwing y retrocedió al mismo tiempo que su mantra gritaba una sola cosa: peligro. Esta vez no podía correr de su oponente como lo había hecho antes; acabaría alcanzándole y el combate finalizaría. Por ningún motivo podía perder contra un marine, daba igual cuál fuera su rango, era un completo y rotundo no. La sensación de frío pasó de un instante a otro a un sofocante y agobiante calor. Una mueca de dolor se dibujó en su rostro cuando intentó mover su brazo roto. «¡Muévete, maldita sea! ¡Muévete de una puta vez!», se dijo a sí misma sin poder ocultar la desesperación en su mirada. Las lágrimas escapaban de sus ojos a causa del agudo dolor, pero su voluntad y la tensión entre sus músculos se antepusieron a cualquier límite humano, pudiendo alzarlo lo suficiente para generar una enorme barrera de haki.

Una muralla escarlata se interpuso entre los ataques del contraalmirante y Katharina, y es que Barrera Mágica era la defensa perfecta. Se sentía humillada, pues era la primera vez que alguien le arrinconaba tanto como para obligarle a usar esa técnica. El calor que desprendía la cola del pelirrojo calentaba tanto el aire a su alrededor que parecía que respiraba fuego puro. Y cuando su piel comenzó a mostrar los primeros indicios de una quemadura, la hechicera aleteó con fuerza y retrocedió de golpe una buena distancia.

—Supongo que cuando llevas mucho tiempo peleando contra monstruos acabas convirtiéndote en uno —le comentó al mismo tiempo que envainaba la Hoja de Argoria. Ahora empuñaba a Fushigiri en su mano izquierda; era imposible que pudiera blandir cualquier cosa con su derecha—. Al final sí me has dado un combate interesante…, pero no puedo darte la victoria. Mi orgullo está en juego, Arthur Silverwing, espero que entiendas de lo que hablo.

Tenía la impresión de que él estaba en la misma situación: no podía dejarse vencer por una pirata. Curioso, ¿eh? Era la primera vez en muchísimo tiempo que le hablaba así a un marine, a un perro del Gobierno Mundial, pero tampoco podía negar que el pelirrojo era merecedor de respeto. Y por eso era el enemigo más peligroso en todo el torneo, mucho más que el vicealmirante Kasai Zuko. Le gustaría alardear, decirle que ahora sí que iría en serio, que todo lo anterior no había sido más que un juego, pero la verdad es que se le estaban acabando los trucos. Podía intentar huir y esperar a que se cansara, pero no era su estilo. Lo enfrentaría sin miedo, le mostraría cuán importante era proteger su orgullo.

 Volvió a sacrificar la resistencia de su cuerpo para concentrar esa masa muscular en sus brazos, ganando fuerza en una proporción equivalente. Endureció al máximo de su capacidad el acero de Fushigiri, mientras una llama espectral fluctuaba danzante por este. Antes de que su cuerpo se volviera invisible gracias a Giman un clon ilusorio le había sustituido, habiendo pasado menos de una milésima de segundo entre lo uno y lo otro, así Silverwing jamás se percataría de la invisibilidad. Era uno de los factores más importantes de su ataque. Entonces, usó Kasoku una vez más para crear un portal en frente suyo, ubicando el de salida a escasos centímetros del abdomen de su oponente. Nadie salvo ella podía saber que estaba ahí, pues lo había escondido en una ilusión que imitaba a la perfección el cielo en el que peleaban: había creado un portal invisible.

—Me gustaría saber por qué te hiciste marine antes de acabar contigo —mencionó el clon justo después de crear el portal, replicando las expresiones de Katharina e imitando su tono de voz con un realismo fascinante. La verdad es que no le interesaba, pero esperaba que respondiese para distraerle lo suficiente.  

Antes de que Silverwing respondiera ella ya estaba ejecutando su ataque, de hecho, había transcurrido un instante entre Kasoku y el comienzo de su ofensiva. Realizaría un corte horizontal con todas sus fuerzas y reforzado con su devastador haki del rey en busca de sus muslos. Lo acompañaría un movimiento circular para darle más potencia, y este atravesaría el portal. Un ataque que cortaba el mismo espacio y no se podía ver; no estaba nada mal. Le diese o no —aunque realmente esperaba que sí—, la espadachina volvería a usar el portal, esta vez para salir ella completa y no solo su extremidad, con la intención de cercenar su brazo derecho con un tajo ascendente, y luego haría lo mismo con el izquierdo, bajando rápidamente su arma. Finalmente, giraría a toda velocidad sobre sí misma para golpearle con toda la fuerza de sus colas, esperando finalizar el combate. Sabía que algo como eso no le mataría puesto que tenía la capacidad para sanarse, pero la maldición de Fushigiri retrasaría lo suficiente esa molesta habilidad para vencer.

Muy buenas, soy Abi y hoy seré vuestro árbitro. A por el último combate de estas rondas clasificatorias. Como siempre, os recuerdo brevemente los apartados a evaluar y la puntuación de cada apartado:

» Victoria bélica: Tal cual, el ganador según vuestra propia narración. 5 puntos.
» Narración y estilo: Rol escénico, narración general, etc. 2 puntos.
» Asumir daños: La coherencia de los daños que recibís y asumís. 2 puntos.
» Originalidad y entorno: Aquellas estrategias poco habituales y el uso del escenario para conseguir o mantener la ventaja. 2 puntos.
» Pulcritud de escritura: Faltas ortográficas. 1 punto.
» Faltas (cerradas, power rol, meta rol): -1 punto por cada acción sin consentimiento, muestra de powerrol, metarol, etecé.

Así que sin más, vamos a empezar.

Victoria bélica: Nadie gana, así que partís con 0 puntos.

Narración y estilo: En este apartado os veo iguales dentro de vuestro propio estilo, ambos tenéis un estilo bastante directo pero con narración escénica, normalmente enfocada a vuestro personaje. 0 puntos.

Asumir daños: Vaaaale, viendo el tema del kairo que no es tal porque el golpe se recibió con la fuerza del impacto, voy a quitar ese trozo. Sin embargo, sigo creyendo que la asunción de daños de Arthur ha sido más coherente, así como sus formas de evitar los daños que ha evitado. Los dos puntos siguen siendo para él.

Originalidad y entorno: Aunque es verdad que ocultar un portal dentro de una ilusión es una buena jugada (y tampoco me olvido del intento de engaño con el hormigón ilusorio), Arthur lleva usando el entorno desde prácticamente el principio de formas cada vez más estrafalarias. También tengo que indicar que sus estrategias con la arena que os ha tocado son lo que más le ha ayudado a dañar a Katharina, llegando a aprovechar sus propias acciones contra ella (enfriar de repente el hormigón que ha fundido para generar esos cristales). Debo darle los dos puntos a Arthur.

Pulcritud de escritura: Aquí no hace falta que os diga nada, tenéis la escritura bastante pulida y no veo nada que haga destacar a uno sobre el otro. 0 puntos.

Faltas: Aquí voy a evitar ponerme a hacer cálculos. Lo más destacable aquí es el patinazo de Arthur malinterpretando el tema de portales, no debería haber podido acelerar y por eso se lleva un tirón de orejas, por lo demás no he visto nada fuera de la norma. Katha: voy a ser flexible con el número de acciones ofensivas porque sé que por coordinación puedes hacer unas cuatro acciones de ataque -aunque te has metido en 5 un par de veces-, pero te tengo que dar un tirón de orejas por ignorar directamente uno de los ataques de Arthur, el que te lanza antes de usar el escudo con kairo contra ti, es un tajo simple que no llevaba demasiado peligro pero no hay ni rastro de eso en tu defensa. Las defensas, y todas las acciones en general, deben quedar claras y reflejadas.

Dicho esto, el ganador de este combate es Arthur Silverwing.

Como siempre, recordaros que tenéis derecho a una segunda moderación si no estáis conformes con esta. Si queréis que se pase otro moderador, solo tenéis que postearlo a continuación de mi post -no por privado ni discord, por aquí-. Si no decís nada, asumiremos que estáis conformes con el resultado.