Contratante:Tony Gorgonzolla
Descripción: ¡La guerra ha estallado! Las grandes familias de Casino Island miran hacia mí como si hubiese traicionado todos nuestro tratos. No maté a mi hombre, y la caída de Tshiska fue puro negocio. ¡Pero no! Siempre somos nosotri los mali (inserte aquí aspaviento con la mano). Necesito una salida; soy el más débil de las grandes famiglias, y no pienso morir por algo de lo que no tengo la culpa.
Objetivos: Sacar a Tony Gorgonzolla de Casino Island sin que lo maten.
Objetivos secundarios: Organizar a la Familia Gorgonzola para que pueda ir a la guerra.
Premios: Quinientos millones de berries.
Premios por objetivos secundarios: De cumplir el primero, el liderazgo de la Familia Gorgonzola. De no cumplir el principal, el dinero… O ya se verá. Según como termine la misión será variable.
Descripción: ¡La guerra ha estallado! Las grandes familias de Casino Island miran hacia mí como si hubiese traicionado todos nuestro tratos. No maté a mi hombre, y la caída de Tshiska fue puro negocio. ¡Pero no! Siempre somos nosotri los mali (inserte aquí aspaviento con la mano). Necesito una salida; soy el más débil de las grandes famiglias, y no pienso morir por algo de lo que no tengo la culpa.
Objetivos: Sacar a Tony Gorgonzolla de Casino Island sin que lo maten.
Objetivos secundarios: Organizar a la Familia Gorgonzola para que pueda ir a la guerra.
Premios: Quinientos millones de berries.
Premios por objetivos secundarios: De cumplir el primero, el liderazgo de la Familia Gorgonzola. De no cumplir el principal, el dinero… O ya se verá. Según como termine la misión será variable.
Katharina von Steinhell
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Cada una de las entradas del restaurante era cuidadosamente custodiada por un guardia de traje elegante y arma semiautomática en mano. Podía notarse de una manera absurda la tensión en el ambiente, y es que todos los hombres allí presentes eran conscientes de lo que les esperaba. La hechicera sabía que en cualquier minuto estallaría una guerra entre mafias; si su compañero de ese entonces se hubiera comportado de una manera más… sutil, seguramente habrían podido aplazar lo inevitable, al menos el tiempo suficiente para preparar a los Gorgonzola y evitar una completa masacre. De lo único que se arrepentía era de no haber hecho las cosas a su manera, pero ya venía siendo momento de trabajar como siempre lo había hecho hasta ahora.
Ver a Tony Gorgonzola zamparse toneladas de espagueti como si fuera un barril sin fondo le quitaron las ganas de pedir algo para comer. Los candelabros de cristal que colgaban del techo de mármol iluminaban tenuemente la habitación, y las cortinas de seda impedían que se viera hacia el interior. Un chef nervioso esperaba la aprobación del jefe mafioso, pero este simplemente no decía nada: estaba demasiado nervioso como para hablar cualquier cosa. De alguna u otra manera, la hechicera podía comprender lo que sentía, es decir, era el objetivo del resto de las familias que le acusaban de no solo haber fingido la muerte de su hombre, sino haber roto el tratado que velaba por la prosperidad y la paz al atacar a los Thsiska. Joder, debió haber continuado con su idea de aparentar un enfrentamiento interno y usar el nombre de los Gorgonzola como los salvadores.
—Me estás haciendo perder el tiempo, dime de una vez qué es lo que quieres —le espetó tajantemente al hombre, quien soltó el tenedor de golpe y se limpió la boca con el paño.
—¡Esta gente me quiere matar, Steinhell! ¡Y yo no he hecho nadi! —respondió, hablando aceleradamente. Si la bruja no fuese una lingüista sin precedente probablemente no le hubiera entendido nada—. Nos acusan de haber fingido la muerte de Fausto, tenemos las pruebas y aun así nos siguen echando la culpa. ¡No puedo quedarme aquí!
El que una pirata del Nuevo Mundo respaldase a un mafioso de mierda como Gorgonzola suponía una enorme ventaja para el hombre, sin embargo, había que tener en cuenta una cosa. Si el líder de la familia más débil de Casino Island tenía los recursos para contratar a alguien como Katharina, ¿qué podían hacer las otras mafias? La inminente guerra estaba tomando un tinte que a la pirata no le gustaba en lo absoluto.
—Deja de lloriquear y enfrenta los problemas como un hombre, maldita sea. Te sacaré de esta isla y me ocuparé de que no masacren a tu familia, pero no lo haré por mi buena voluntad —le dijo al hombre, soltando un largo suspiro tras acomodarse la gruesa capa de oso negra—. He preparado un equipo de profesionales capaces de hacerles frente a las familias sin recurrir a nadie, así que quédate tranquilo. Me gustaría que hablásemos de nuestra recompensa que, como ya te habrás dado cuenta, no basta con 500 millones.
—¡Pero si no tengo más! ¿Vas a abusar de un hombre que está a puertas de la muerte?
—Necesito que entiendas una cosa muy importante, Gorgonzola —comenzó a decirle, colocando suavemente los codos sobre la mesa y entrelazando los dedos de las manos, mientras depositaba sus fríos ojos azul hielo sobre el hombre—. A partir de este momento las cosas se empiezan a poner muy peligrosas. Las familias ya saben que has contratado a piratas del Nuevo Mundo para aniquilar a los Thsiska y dime una cosa: ¿Qué les impide a ellos hacer lo mismo? Probablemente no tengas idea de lo que estoy hablando, pero créeme que es un verdadero desafío sobrevivir en ese vertedero de monstruos. Te estoy asegurando no solo tu vida, sino también la supervivencia de tu familia, así que no me pongas trabas y negociemos.
El hombre se quedó en silencio, mirando con recelo a la chica de largos cabellos rosas que tenía en frente. Su rostro impávido y su expresión impávida hacían difíciles de creer que fuera alguien tan fuerte, y eso era algo que todo el mundo sabía. Por algo ostentaba una recompensa de casi mil millones de berries.
—E-Está bien, ¿cuánto quieres?
—750 millones a repartir entre mi equipo y yo. —Gorgonzola parpadeó, perplejo—. ¿Qué pasa?
—Creí que pedirías un monto absurdo, no sé, unos 500 millones por cabeza. ¿Pides 750 en total? ¡Hecho, pero sácame cuanto antes de aquí! Tengo diez hijos que cuidar y tres esposas que mantener.
Katharina le ofreció su mano enguantada para cerrar el trato, y el hombre la recibió con fuerza. Ya tenía pensado todo un plan, lo único que esperaba era que sus compañeros se adecuasen a este y no comenzasen a romper innecesariamente la ciudad. Lo último que quería era llamar la atención de las demás familias, además no sólo debía cuidar de Gorgonzola, sino poner en marcha una estrategia que permitiese que su familia sobreviviese a los posibles ataques de los enemigos.
Ver a Tony Gorgonzola zamparse toneladas de espagueti como si fuera un barril sin fondo le quitaron las ganas de pedir algo para comer. Los candelabros de cristal que colgaban del techo de mármol iluminaban tenuemente la habitación, y las cortinas de seda impedían que se viera hacia el interior. Un chef nervioso esperaba la aprobación del jefe mafioso, pero este simplemente no decía nada: estaba demasiado nervioso como para hablar cualquier cosa. De alguna u otra manera, la hechicera podía comprender lo que sentía, es decir, era el objetivo del resto de las familias que le acusaban de no solo haber fingido la muerte de su hombre, sino haber roto el tratado que velaba por la prosperidad y la paz al atacar a los Thsiska. Joder, debió haber continuado con su idea de aparentar un enfrentamiento interno y usar el nombre de los Gorgonzola como los salvadores.
—Me estás haciendo perder el tiempo, dime de una vez qué es lo que quieres —le espetó tajantemente al hombre, quien soltó el tenedor de golpe y se limpió la boca con el paño.
—¡Esta gente me quiere matar, Steinhell! ¡Y yo no he hecho nadi! —respondió, hablando aceleradamente. Si la bruja no fuese una lingüista sin precedente probablemente no le hubiera entendido nada—. Nos acusan de haber fingido la muerte de Fausto, tenemos las pruebas y aun así nos siguen echando la culpa. ¡No puedo quedarme aquí!
El que una pirata del Nuevo Mundo respaldase a un mafioso de mierda como Gorgonzola suponía una enorme ventaja para el hombre, sin embargo, había que tener en cuenta una cosa. Si el líder de la familia más débil de Casino Island tenía los recursos para contratar a alguien como Katharina, ¿qué podían hacer las otras mafias? La inminente guerra estaba tomando un tinte que a la pirata no le gustaba en lo absoluto.
—Deja de lloriquear y enfrenta los problemas como un hombre, maldita sea. Te sacaré de esta isla y me ocuparé de que no masacren a tu familia, pero no lo haré por mi buena voluntad —le dijo al hombre, soltando un largo suspiro tras acomodarse la gruesa capa de oso negra—. He preparado un equipo de profesionales capaces de hacerles frente a las familias sin recurrir a nadie, así que quédate tranquilo. Me gustaría que hablásemos de nuestra recompensa que, como ya te habrás dado cuenta, no basta con 500 millones.
—¡Pero si no tengo más! ¿Vas a abusar de un hombre que está a puertas de la muerte?
—Necesito que entiendas una cosa muy importante, Gorgonzola —comenzó a decirle, colocando suavemente los codos sobre la mesa y entrelazando los dedos de las manos, mientras depositaba sus fríos ojos azul hielo sobre el hombre—. A partir de este momento las cosas se empiezan a poner muy peligrosas. Las familias ya saben que has contratado a piratas del Nuevo Mundo para aniquilar a los Thsiska y dime una cosa: ¿Qué les impide a ellos hacer lo mismo? Probablemente no tengas idea de lo que estoy hablando, pero créeme que es un verdadero desafío sobrevivir en ese vertedero de monstruos. Te estoy asegurando no solo tu vida, sino también la supervivencia de tu familia, así que no me pongas trabas y negociemos.
El hombre se quedó en silencio, mirando con recelo a la chica de largos cabellos rosas que tenía en frente. Su rostro impávido y su expresión impávida hacían difíciles de creer que fuera alguien tan fuerte, y eso era algo que todo el mundo sabía. Por algo ostentaba una recompensa de casi mil millones de berries.
—E-Está bien, ¿cuánto quieres?
—750 millones a repartir entre mi equipo y yo. —Gorgonzola parpadeó, perplejo—. ¿Qué pasa?
—Creí que pedirías un monto absurdo, no sé, unos 500 millones por cabeza. ¿Pides 750 en total? ¡Hecho, pero sácame cuanto antes de aquí! Tengo diez hijos que cuidar y tres esposas que mantener.
Katharina le ofreció su mano enguantada para cerrar el trato, y el hombre la recibió con fuerza. Ya tenía pensado todo un plan, lo único que esperaba era que sus compañeros se adecuasen a este y no comenzasen a romper innecesariamente la ciudad. Lo último que quería era llamar la atención de las demás familias, además no sólo debía cuidar de Gorgonzola, sino poner en marcha una estrategia que permitiese que su familia sobreviviese a los posibles ataques de los enemigos.
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Sus compañeros aún no se comunicaban con ella, pero suponía que debían estar ocupándose de sus propios asuntos en Casino Island. Daba un poco igual por el momento; aún no les necesitaba. Acababa de cerrar un buen trato con Tony Gorgonzola, uno que le daría poder y riquezas, aunque no debía ser tan imprudente como para cantar victoria antes de tiempo. Primero que todo, tenía pensado crear una poderosa ilusión en torno al jefe de la mafia para pasar desapercibido. Sacarle de la isla era una tarea muy sencilla para alguien con las capacidades de la hechicera. Evidentemente, cualquiera con el suficiente poder podía llevar a cabo la misión, no obstante, todo podía complicarse cuando se agregaba un francotirador a la ecuación.
Lo verdaderamente complejo era organizar a una pandilla de hombres que intentaban jugar a la mafia. ¿Cómo podía asegurar la supervivencia de un grupo tan débil como ese? Hace unos meses habría sido muchísimo más fácil, pues habría creado un ejército de no muertos y ellos se encargarían de todo, pero había perdido esa útil habilidad. Y vaya que la extrañaba, de hecho, echaba de menos su ilimitado arsenal de técnicas. Pero no iba a lamentarse del pasado: lo hecho, hecho está.
—¿Cuántos hombres trabajan para ti aquí en Casino Island? —le preguntó la bruja, mirándole fijamente con sus fríos ojos azul hielo.
—Poco más de doscientos, aunque no todos están hechos para una guerra, ¿sabes? Hay quienes se ocupan de la administración y otros de las finanzas, los camellos tampoco son aptos para una batalla sanguinaria y los pajarillos tampoco serán útiles en un enfrentamiento directo.
—Al menos tienen armas para defenderse, ¿verdad?
El hombre dejó escapar un largo suspiro y soltó una amarga sonrisa.
—Somos los más débiles por una razón, Steinhell… Yo diría que de esos doscientos, sólo cincuenta servirán para la guerra… No tenemos suficientes armas para un verdadero ejército ni tampoco los recursos.
No le creía demasiado, es decir, hacía unos pocos días había cedido cerca de 300 millones y ahora estaba desembolsando casi un billón de berries. Podía entender que las armas fuesen caras y era difícil encontrar un buen vendedor, sin embargo, esperaba que un capo de la mafia fuese algo más... útil. Por muchos planes que entretejiese al final dependía de las habilidades de los hombres. Poseía vastos conocimientos históricos que pretendía usar en la guerra, no obstante, al final las diferencias numéricas y armamentísticas suponían un factor determinante.
—¿Qué tienes pensado hacer? —preguntó el mafioso.
—Primero me encargaré de que salgas con vida de la isla, crearé una ilusión en ti para desviar la atención y luego organizaré a tus hombres. Es fundamental proteger los puntos más importantes de tu negocio, después de todo, sin dinero no puedes pagarles a los soldados y significaría el jaque mate para ti —respondió con una pose pensativa—. Dado que estoy directamente involucrada en esto, cuidaré personalmente los puntos de interés de nuestro territorio.
Lo verdaderamente complejo era organizar a una pandilla de hombres que intentaban jugar a la mafia. ¿Cómo podía asegurar la supervivencia de un grupo tan débil como ese? Hace unos meses habría sido muchísimo más fácil, pues habría creado un ejército de no muertos y ellos se encargarían de todo, pero había perdido esa útil habilidad. Y vaya que la extrañaba, de hecho, echaba de menos su ilimitado arsenal de técnicas. Pero no iba a lamentarse del pasado: lo hecho, hecho está.
—¿Cuántos hombres trabajan para ti aquí en Casino Island? —le preguntó la bruja, mirándole fijamente con sus fríos ojos azul hielo.
—Poco más de doscientos, aunque no todos están hechos para una guerra, ¿sabes? Hay quienes se ocupan de la administración y otros de las finanzas, los camellos tampoco son aptos para una batalla sanguinaria y los pajarillos tampoco serán útiles en un enfrentamiento directo.
—Al menos tienen armas para defenderse, ¿verdad?
El hombre dejó escapar un largo suspiro y soltó una amarga sonrisa.
—Somos los más débiles por una razón, Steinhell… Yo diría que de esos doscientos, sólo cincuenta servirán para la guerra… No tenemos suficientes armas para un verdadero ejército ni tampoco los recursos.
No le creía demasiado, es decir, hacía unos pocos días había cedido cerca de 300 millones y ahora estaba desembolsando casi un billón de berries. Podía entender que las armas fuesen caras y era difícil encontrar un buen vendedor, sin embargo, esperaba que un capo de la mafia fuese algo más... útil. Por muchos planes que entretejiese al final dependía de las habilidades de los hombres. Poseía vastos conocimientos históricos que pretendía usar en la guerra, no obstante, al final las diferencias numéricas y armamentísticas suponían un factor determinante.
—¿Qué tienes pensado hacer? —preguntó el mafioso.
—Primero me encargaré de que salgas con vida de la isla, crearé una ilusión en ti para desviar la atención y luego organizaré a tus hombres. Es fundamental proteger los puntos más importantes de tu negocio, después de todo, sin dinero no puedes pagarles a los soldados y significaría el jaque mate para ti —respondió con una pose pensativa—. Dado que estoy directamente involucrada en esto, cuidaré personalmente los puntos de interés de nuestro territorio.
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La cena había terminado hacía rato y ahora mismo se encontraba en la mansión del hombre, estudiando los planos de la ciudad-isla. El barco de Marcus Skyfall, un gigantesco navío acorazado que transportaba un reactor nuclear y servía como un laboratorio móvil, se hallaba aparcado en el puerto del territorio de los Yúdkovich. Era mucho más sencillo mover a Tony Gorgonzola que a ese gigantesco leviatán de metal. Debía ser precavida y no cometer errores, había sido suficiente con llamar la atención del resto de las mafias. Crearía una ilusión creíble y realista sobre el líder de los Gorgonzola, una que despistaría a los sicarios que iban a por su cabeza.
Se preguntó dónde estaban sus compañeros; debían haber llegado hacía más de una hora. Odiaba la irresponsabilidad y detestaba la impuntualidad, pero tampoco les necesitaba para encargarse de todo. No obstante, si no se dignaban en aparecer les regañaría cual niños chicos. Se pasó la mano por el cabello suelto y suspiró, preguntándose cómo haría para ganar una batalla que parecía estar destinada a perderse. A su cabeza llegó un enfrentamiento ocurrido hace casi doscientos años. La alianza de dos grandes países contra uno solo, vaya guerra más justa. Estos “monstruos” le superaban en número de soldados, sin embargo, la inestabilidad política les acabó pasando la cuenta. Y también la inferioridad en tecnología militar, puesto que sus armas tenían un retraso de casi cincuenta años. Al menos el conocimiento histórico estaba del lado de Katharina, algo que tenía pensado exprimir al máximo para organizar a los mafiosos y plantarles cara al resto de las familias.
El caracol con sombrero de bruja que reposaba sobre el escritorio de madera repleto de papeles y toda clase de artilugios de oficina llamó la atención de la hechicera.
—Tenemos todo listo, Kath, zarparemos una vez hayas llegado con tu amigo —mencionó Marcus desde el otro lado de la línea.
—Perfecto, aunque no es mi amigo. Recuerda que en tu barco eres tú el que manda, si se pone medio tonto, eres libre de castigarle un poco.
—Sabes que la violencia no es lo mío, pero lo tendré presente. Gaefhal lo protegerá hasta que las cosas se calmen en Casino Island, ¿cómo lo ves?
Soltó una sonrisa al escuchar el nombre de ese maldito tiburón.
—¿Has hablado con Gaefhal? ¿Cómo está él? ¿Y Naedhis?
—Pues a mí me parece que bastante bien, a Naedhis le encantan sus prótesis y han reunido al resto de los Piratas de Atlantis, así que van de puta madre. Ah, sí, me dijo que cuando la “princesa” tuviera tiempo que se pasase a saludar, está en la Isla Gyojin. Creo que se casa un comandante de la revolución con la reina de no sé qué, la verdad no entiendo mucho el asunto, pero deberías pasarte.
—Lo tendré en mente. Gracias, Marcus, nos vemos dentro de las próximas horas.
Se preguntó dónde estaban sus compañeros; debían haber llegado hacía más de una hora. Odiaba la irresponsabilidad y detestaba la impuntualidad, pero tampoco les necesitaba para encargarse de todo. No obstante, si no se dignaban en aparecer les regañaría cual niños chicos. Se pasó la mano por el cabello suelto y suspiró, preguntándose cómo haría para ganar una batalla que parecía estar destinada a perderse. A su cabeza llegó un enfrentamiento ocurrido hace casi doscientos años. La alianza de dos grandes países contra uno solo, vaya guerra más justa. Estos “monstruos” le superaban en número de soldados, sin embargo, la inestabilidad política les acabó pasando la cuenta. Y también la inferioridad en tecnología militar, puesto que sus armas tenían un retraso de casi cincuenta años. Al menos el conocimiento histórico estaba del lado de Katharina, algo que tenía pensado exprimir al máximo para organizar a los mafiosos y plantarles cara al resto de las familias.
El caracol con sombrero de bruja que reposaba sobre el escritorio de madera repleto de papeles y toda clase de artilugios de oficina llamó la atención de la hechicera.
—Tenemos todo listo, Kath, zarparemos una vez hayas llegado con tu amigo —mencionó Marcus desde el otro lado de la línea.
—Perfecto, aunque no es mi amigo. Recuerda que en tu barco eres tú el que manda, si se pone medio tonto, eres libre de castigarle un poco.
—Sabes que la violencia no es lo mío, pero lo tendré presente. Gaefhal lo protegerá hasta que las cosas se calmen en Casino Island, ¿cómo lo ves?
Soltó una sonrisa al escuchar el nombre de ese maldito tiburón.
—¿Has hablado con Gaefhal? ¿Cómo está él? ¿Y Naedhis?
—Pues a mí me parece que bastante bien, a Naedhis le encantan sus prótesis y han reunido al resto de los Piratas de Atlantis, así que van de puta madre. Ah, sí, me dijo que cuando la “princesa” tuviera tiempo que se pasase a saludar, está en la Isla Gyojin. Creo que se casa un comandante de la revolución con la reina de no sé qué, la verdad no entiendo mucho el asunto, pero deberías pasarte.
—Lo tendré en mente. Gracias, Marcus, nos vemos dentro de las próximas horas.
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Era hora de moverse, no podía continuar esperando a sus compañeros. Si conseguían llegar a Casino Island, tendrían que unirse después al trabajo. Probablemente tendría todo solucionado para entonces, lo cual no era bueno ni malo. En fin, había trazado una ruta directa al puerto y una vez Gorgonzola estuviera en el barco del científico le llevarían hasta Lëxius, allá en el Nuevo Mundo. Era importante no llamar la atención por lo que habría que usar apariencias normales, algo que no resaltase sobre la media de los habitantes de la ciudad. Es por ello que transformó sus cabellos en una larga melena ondulada y negra y sus ojos pasaron a ser dos amatistas realmente hermosas; una cosa era pasar disimulado y otra muy distinta perder la belleza. Sus rasgos se volvieron los de una mujer madura, quizás de unos treinta años, y aumentó unos quince centímetros su estatura.
—Tus poderes son muy… convenientes, Steinhell —comentó el mafioso mientras le veía transformarse.
Vestía un grueso y elegante abrigo de piel de oso negro, además llevaba unos aretes de plata y un refinado collar que acababa en un rubí. Había transformado sus armas en unas pequeñas dagas que llevaba escondidas. ¿Cómo lo había hecho? Bueno, a pesar de que había perdido una gran parte de sus habilidades mágicas, aún conservaba la transmutación de la Hoja de Argoria. No era una experta escondiendo cosas en el cuerpo, pero dentro de un abrigo podía ocultarse varias cosas sin problemas. Tampoco es como si tuviera intenciones de realizar ataques sorpresa, únicamente tenía como objetivo no llamar la atención llevando dos buenas katanas a la cintura.
—Lo son, sí. Y ahora es tu turno.
Alzó la mano y una esfera casi translúcida de un pálido tono violáceo apareció en su mano. Formaba parte de la ilusión, en realidad, pues le era innecesario hacer todo ese espectáculo de luces y colores. La apariencia del hombre fue cambiando poco a poco, mostrándose ahora como un caballero de edad avanzada. Un sombrero de copa reposaba sobre su cabeza y unos mechones pelirrojos caían hasta la altura del mentón. Unas gafas de leer se apoyaban en su nariz aguileña y unos ojos celestes observaban su propio cuerpo con una sorpresa genuina. Había trabajado de tal manera la ilusión que imitaría cualquier reacción y emoción del propio Gorgonzola, aunque debía estar atenta para conseguir ese importante detalle.
—¡¿Y esto qué es?!
—Pues magia, supongo. Cuidaré la ilusión hasta que hayas salido de Casino Island y mientras seas el señor Kristov no serás el foco de atención de los sicarios de las otras familias. No llames la atención ni busques conflictos innecesarios, recuerda que nuestro objetivo es que abandones la ciudad y ya está.
—Tus poderes son muy… convenientes, Steinhell —comentó el mafioso mientras le veía transformarse.
Vestía un grueso y elegante abrigo de piel de oso negro, además llevaba unos aretes de plata y un refinado collar que acababa en un rubí. Había transformado sus armas en unas pequeñas dagas que llevaba escondidas. ¿Cómo lo había hecho? Bueno, a pesar de que había perdido una gran parte de sus habilidades mágicas, aún conservaba la transmutación de la Hoja de Argoria. No era una experta escondiendo cosas en el cuerpo, pero dentro de un abrigo podía ocultarse varias cosas sin problemas. Tampoco es como si tuviera intenciones de realizar ataques sorpresa, únicamente tenía como objetivo no llamar la atención llevando dos buenas katanas a la cintura.
—Lo son, sí. Y ahora es tu turno.
Alzó la mano y una esfera casi translúcida de un pálido tono violáceo apareció en su mano. Formaba parte de la ilusión, en realidad, pues le era innecesario hacer todo ese espectáculo de luces y colores. La apariencia del hombre fue cambiando poco a poco, mostrándose ahora como un caballero de edad avanzada. Un sombrero de copa reposaba sobre su cabeza y unos mechones pelirrojos caían hasta la altura del mentón. Unas gafas de leer se apoyaban en su nariz aguileña y unos ojos celestes observaban su propio cuerpo con una sorpresa genuina. Había trabajado de tal manera la ilusión que imitaría cualquier reacción y emoción del propio Gorgonzola, aunque debía estar atenta para conseguir ese importante detalle.
—¡¿Y esto qué es?!
—Pues magia, supongo. Cuidaré la ilusión hasta que hayas salido de Casino Island y mientras seas el señor Kristov no serás el foco de atención de los sicarios de las otras familias. No llames la atención ni busques conflictos innecesarios, recuerda que nuestro objetivo es que abandones la ciudad y ya está.
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Esperaba dar la correcta impresión de un paseo entre un padre y una hija, nada más. Caminaba sin ninguna expresión en el rostro por las congestionadas calles de Casino Island, sintiendo el frío viento en su rostro. ¿Qué había pasado con ese clima cálido y típico de la isla de la ludopatía? No era algo que le molestase, por supuesto, sino más bien todo lo contrario y es que se había acostumbrado a los ambientes helados. Pasó prácticamente toda su infancia en Woodstock, una región fría ubicada en una isla invernal del North Blue. Y luego vivió en Lethuenia, donde las lluvias y los nevazones eran tan comunes como el estofado de res. Pero desde entonces no había sentado cabeza en ningún lado, de hecho, se pasaba de un lugar a otro en una constante aventura llamada vida. Caminar en silencio le hacía pensar esas cosas, le hacía pensar que algún día tendría que detenerse y replantearse las cosas, pero ahora no era el momento.
Usaba su aguda capacidad para sentir las presencias de las personas; si alguien tenía intenciones asesinas, sería la primera en descubrirlo. Era relativamente agotador, sí, pero nada que no pudiera soportar. En cualquier caso, era imposible que alguien viese a través de una ilusión tan perfecta como la que había hecho. El cabello del hombre respondía correctamente al meneo del viento, sus pisadas soltaban ese característico sonido del cuero al golpear el pavimento, incluso cualquiera que pasase a su lado podía sentir un perfume con suaves notas de madera. Eso sí, no estaba dentro de sus capacidades crear auras artificiales, es decir, de momento le era imposible engañar por completo el haki de observación de otras personas. Figuraba dentro de sus planes, pero para eso debía estudiar un montón y no había encontrado nada en el Necronomicón que le fuese a servir de ayuda.
—Deberías tranquilizarte, tu corazón está latiendo demasiado rápido —le susurró la hechicera, pudiendo sentir a la perfección el estado de ánimo de su protegido.
—¡Estoy en territorio enemigo, maldita sea, y no traigo ningún escolta! —respondió el mafioso—. Como nos descubran estaremos en graves problemas… ¡Temo por mi vida, Steinhell!
Katharina le dedicó una fría mirada que cortó las palabras del hombre.
—¿Eres idiota? No pronuncies mi nombre en voz alta. Te dije que soy Elizabeth Turner, una asesora financiera —le regañó con el ceño fruncido. Espera, ¿se lo había dicho…?
—¡No lo hiciste! ¿Y yo quién se supone que soy?
—No sé, invéntate un nombre sobre la marcha. Eres un capo de la mafia, creo que puedes hacer algo como eso, ¿no?
La noche comenzaba a caer en la isla y el mar de luces nacía una vez más, enseñando un lienzo de palpitantes colores. A medida que se acercaba al puerto podía sentir el sabor del mar, ese inconfundible olor y, si no fuera por el bullicio que hacía la gente, seguramente escucharía el rugir de las olas. Soltó una sonrisa, pues todo estaba yendo de maravillas. Sin embargo, en ese momento jamás imaginó que las cosas se le pudiesen complicar tanto por culpa de un detalle que se le había escapado, una variable que volvía la vida un juego completamente impredecible: el componente humano.
Usaba su aguda capacidad para sentir las presencias de las personas; si alguien tenía intenciones asesinas, sería la primera en descubrirlo. Era relativamente agotador, sí, pero nada que no pudiera soportar. En cualquier caso, era imposible que alguien viese a través de una ilusión tan perfecta como la que había hecho. El cabello del hombre respondía correctamente al meneo del viento, sus pisadas soltaban ese característico sonido del cuero al golpear el pavimento, incluso cualquiera que pasase a su lado podía sentir un perfume con suaves notas de madera. Eso sí, no estaba dentro de sus capacidades crear auras artificiales, es decir, de momento le era imposible engañar por completo el haki de observación de otras personas. Figuraba dentro de sus planes, pero para eso debía estudiar un montón y no había encontrado nada en el Necronomicón que le fuese a servir de ayuda.
—Deberías tranquilizarte, tu corazón está latiendo demasiado rápido —le susurró la hechicera, pudiendo sentir a la perfección el estado de ánimo de su protegido.
—¡Estoy en territorio enemigo, maldita sea, y no traigo ningún escolta! —respondió el mafioso—. Como nos descubran estaremos en graves problemas… ¡Temo por mi vida, Steinhell!
Katharina le dedicó una fría mirada que cortó las palabras del hombre.
—¿Eres idiota? No pronuncies mi nombre en voz alta. Te dije que soy Elizabeth Turner, una asesora financiera —le regañó con el ceño fruncido. Espera, ¿se lo había dicho…?
—¡No lo hiciste! ¿Y yo quién se supone que soy?
—No sé, invéntate un nombre sobre la marcha. Eres un capo de la mafia, creo que puedes hacer algo como eso, ¿no?
La noche comenzaba a caer en la isla y el mar de luces nacía una vez más, enseñando un lienzo de palpitantes colores. A medida que se acercaba al puerto podía sentir el sabor del mar, ese inconfundible olor y, si no fuera por el bullicio que hacía la gente, seguramente escucharía el rugir de las olas. Soltó una sonrisa, pues todo estaba yendo de maravillas. Sin embargo, en ese momento jamás imaginó que las cosas se le pudiesen complicar tanto por culpa de un detalle que se le había escapado, una variable que volvía la vida un juego completamente impredecible: el componente humano.
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La posibilidad de que se hubiera filtrado información era preocupante y, si bien no tenía pruebas para demostrarlo, era sensato pensar en que había un espía dentro de la organización criminal de Gorgonzola. ¿El soplón estuvo en el restaurante? Recordaba los rostros de los hombres que participaron en esa conversación; luego los interrogaría uno a uno, y no sería demasiado amable. Ahora mismo lo único que importaba era sobreponerse a esa desventajosa situación donde los números estaban en su contra. Se preguntaba por qué no haber elegido un asesinato sigiloso y profesional; supuso que incluso los mafiosos podían comportarse como pandilleros… Oh, espera: no tenían pintas de pertenecer a la familia más honorable de Casino Island.
—¡Nos han descubierto, Steinhell! ¡¿Qué haremos?!
Chasqueó la lengua y miró de soslayo al estúpido hombre.
—Mantener la cabeza fría, en primer lugar. Y da igual si son veinte o treinta, me haré cargo como dije que lo haría; me tomo muy en serio mis trabajos.
Habían conseguido bloquearles la retaguardia colocando un cordón de seis hombres bien armados con sables y bates. Vestían ropas anchas y mal cuidadas, algo que no terminaba de colar con las vestimentas de los típicos mafiosos de la ciudad. Algunos masticaban chicle con la boca abierta y miraban con aires de superioridad. Daba igual por dónde se les viese, eran unos pandilleros de toda la vida. Ni siquiera tuvieron la decencia de conducirles a un callejón o a sitio cerrado, sino que los detuvieron en la costanera. La gente comenzó a aglomerarse, pero un disparo de uno de los matones bastó para alejar a los ojos curiosos.
Frunció el ceño y se fijó en el hombre de cabellos negros y mirada salvaje cuya arma sostenía en la mano derecha soltaba un fino hilo de humo. Sin previo aviso, alzó la pistola una vez más y disparó. En ese momento, el mantra de la hechicera reaccionó y le alertó de lo que sucedería dentro de los próximos segundos. Con un movimiento tan rápido que escapaba de la percepción humana dibujó un portal violáceo frente a ella, redirigiendo la bala hacia la cabeza del que disparó, y entonces desactivó el vórtice que rompía los límites del espacio. ¿Cuán idiota podía ser una persona para atacar de primeras sin siquiera dialogar con la otra parte? Por culpa de los pandilleros, la bruja estaba llamando innecesariamente la atención. La buena noticia era que había optado por una apariencia distinta que no le relacionaría en nada a su verdadera identidad.
—Siempre fuiste un idiota, Joseph, y al final acabaste pagando por ello… —Un hombre de dos metros y medio, tan robusto como un oso y con un aura imponente, se agachó frente al cadáver y pasó su mano por el rostro, cerrándole los ojos mientras la sangre escapaba de la herida—. Tú debes ser la guardaespaldas que contrató Gorgonzola, no hay demasiada ciencia para darse cuenta. Ese hombre ha roto todos los tratados que han mantenido la paz y la prosperidad durante años en esta ciudad, ¿lo sabes? Has elegido a un mal cliente para proteger, señorita, así que te sugiero que lo entregues y te ahorres una paliza innecesaria.
—Acabo de asesinar a tu hombre y tú actúas como si no hubiera pasado nada —se limitó a responderle, dedicándole una fría mirada.
—¿Como si no hubiera pasado nada…? Siempre es doloroso perder a un compañero, pero no es necesario demostrarlo con lágrimas y escándalos. —Ese hombre no era el más apropiado para hablar así—. La muerte sigue formando parte del ciclo natural de todas las cosas. Joseph debió haber pensado dos veces las cosas antes de dispararte como un idiota, eso es todo.
—Jo, tiene sentido lo que dices… Es extraño, ¿sabes? Siempre he creído que los matones son unos idiotas que carecen de neuronas. Te lo diré una sola vez y espero que lo entiendas: a menos que quieras ser el responsable de una carnicería, ordena la retirada. Da igual cuántos de ustedes sean, pertenecen a un mundo que abandoné hace mucho; no tienen oportunidades contra mí.
Seis hombres en la retaguardia, diez en cada flanco derecho e izquierdo y doce en el frente. ¿Tantos hombres se habían reunido para asesinar a un jefe mafioso…? Se estaba perdiendo unos detalles importantes sobre lo que estaba sucediendo.
—Los arrogantes siempre mueren primero, señorita. Está bien, a ti también te eliminaremos.
—¡Nos han descubierto, Steinhell! ¡¿Qué haremos?!
Chasqueó la lengua y miró de soslayo al estúpido hombre.
—Mantener la cabeza fría, en primer lugar. Y da igual si son veinte o treinta, me haré cargo como dije que lo haría; me tomo muy en serio mis trabajos.
Habían conseguido bloquearles la retaguardia colocando un cordón de seis hombres bien armados con sables y bates. Vestían ropas anchas y mal cuidadas, algo que no terminaba de colar con las vestimentas de los típicos mafiosos de la ciudad. Algunos masticaban chicle con la boca abierta y miraban con aires de superioridad. Daba igual por dónde se les viese, eran unos pandilleros de toda la vida. Ni siquiera tuvieron la decencia de conducirles a un callejón o a sitio cerrado, sino que los detuvieron en la costanera. La gente comenzó a aglomerarse, pero un disparo de uno de los matones bastó para alejar a los ojos curiosos.
Frunció el ceño y se fijó en el hombre de cabellos negros y mirada salvaje cuya arma sostenía en la mano derecha soltaba un fino hilo de humo. Sin previo aviso, alzó la pistola una vez más y disparó. En ese momento, el mantra de la hechicera reaccionó y le alertó de lo que sucedería dentro de los próximos segundos. Con un movimiento tan rápido que escapaba de la percepción humana dibujó un portal violáceo frente a ella, redirigiendo la bala hacia la cabeza del que disparó, y entonces desactivó el vórtice que rompía los límites del espacio. ¿Cuán idiota podía ser una persona para atacar de primeras sin siquiera dialogar con la otra parte? Por culpa de los pandilleros, la bruja estaba llamando innecesariamente la atención. La buena noticia era que había optado por una apariencia distinta que no le relacionaría en nada a su verdadera identidad.
—Siempre fuiste un idiota, Joseph, y al final acabaste pagando por ello… —Un hombre de dos metros y medio, tan robusto como un oso y con un aura imponente, se agachó frente al cadáver y pasó su mano por el rostro, cerrándole los ojos mientras la sangre escapaba de la herida—. Tú debes ser la guardaespaldas que contrató Gorgonzola, no hay demasiada ciencia para darse cuenta. Ese hombre ha roto todos los tratados que han mantenido la paz y la prosperidad durante años en esta ciudad, ¿lo sabes? Has elegido a un mal cliente para proteger, señorita, así que te sugiero que lo entregues y te ahorres una paliza innecesaria.
—Acabo de asesinar a tu hombre y tú actúas como si no hubiera pasado nada —se limitó a responderle, dedicándole una fría mirada.
—¿Como si no hubiera pasado nada…? Siempre es doloroso perder a un compañero, pero no es necesario demostrarlo con lágrimas y escándalos. —Ese hombre no era el más apropiado para hablar así—. La muerte sigue formando parte del ciclo natural de todas las cosas. Joseph debió haber pensado dos veces las cosas antes de dispararte como un idiota, eso es todo.
—Jo, tiene sentido lo que dices… Es extraño, ¿sabes? Siempre he creído que los matones son unos idiotas que carecen de neuronas. Te lo diré una sola vez y espero que lo entiendas: a menos que quieras ser el responsable de una carnicería, ordena la retirada. Da igual cuántos de ustedes sean, pertenecen a un mundo que abandoné hace mucho; no tienen oportunidades contra mí.
Seis hombres en la retaguardia, diez en cada flanco derecho e izquierdo y doce en el frente. ¿Tantos hombres se habían reunido para asesinar a un jefe mafioso…? Se estaba perdiendo unos detalles importantes sobre lo que estaba sucediendo.
—Los arrogantes siempre mueren primero, señorita. Está bien, a ti también te eliminaremos.
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Le parecía un tremendo error levantar una batalla innecesariamente llamativa en territorio de los Yúdkovich. Lo último que necesitaba era llamar la atención de esos mafiosos y que le relacionasen con Gorgonzola. Pronto estallaría una guerra entre las mafias de la isla y ella prefería mantenerse al margen, pues tenía su vista puesta en el Nuevo Mundo. Sin embargo, el gigantesco pandillero no parecía compartir la perspectiva de la hechicera. Podía tener un aura imponente y unos bíceps alarmantes, pero aún jugaba en una liga infinitamente inferior a la de Katharina. De alguna manera podía resultarle admirable, pero inútil.
Los compañeros del pandillero parecían emocionados al ver el fuego que manaba de los brazos de su jefe, incluso le animaron mediante gritos de batalla: «¡Eso es, Takamura! ¡Enséñale quiénes somos a estos imbéciles!», decían unos. Y en ese momento Gorgonzola soltó un grito tan agudo como si hubiera gritado una mujer, retrocedió asustado y acabó en el suelo tras trastabillar. Le miró de reojo y arqueó una ceja, preguntándose con qué estupidez iba a salir ahora. Aún no tenía del todo claro cómo un hombre tan patético como él dirigía una de las familias mafiosas de Casino Island.
—Él es… ¡Él es el maldito Asura! ¡Un maldito monstro que podría hacer desaparecer la isla con sus malditas llamas!
¿Desaparecer la isla…? Frunció el ceño y le observó mejor. Todo en él desbordaba una fuerza imponente que ya no podía ocultar tras esos ojos rojo sangre. Rasgos gruesos y unas arrugas en su rostro que evidenciaban el paso del tiempo. Doblaba a Katharina en estatura y en anchura, siendo un verdadero tanque de guerra. Entendía por qué su “jefe” le tenía miedo, pero no había razón para temer. Una lástima que tuviera que luchar con alguien así, pues de verdad no quería llamar la atención de las grandes esferas de poder, no como lo había hecho Dark E. Satou hacía unos días. No obstante, su deber era sacar a Gorgonzola de la isla y lo haría aunque tuviera que matar a un puto demonio.
Sacó una daga del interior de su abrigo y entonces esta adoptó la forma de una larga katana de hoja plateada que refulgía chispas de electricidad, al mismo tiempo que una decena de bolas de fuego azules se amontonaban por el campo de batalla. Le advirtió a Tony que abandonase el lugar, si es que no quería resultar herido. Uno de los hombres intentó impedir que el mafioso huyese, pero bastó una mirada de la bruja para que cayese desmayado. Takamura frunció el ceño y miró a la mujer que tenía en frente, empuñando las manos con firmeza.
—Eso fue… ¿Por qué alguien como tú puede usar ese haki? Está reservado-
—Para reyes y conquistadores, sí. ¿Y te parece que yo no lo soy? —le preguntó con una sonrisa de excesiva arrogancia, mirándole con desprecio—. Disculpa si parezco una bestia, aún estoy aprendiendo a usar estos nuevos poderes.
La espadachina desapareció de la vista de sus oponentes y entonces comenzó el vals de la muerte. Las esferas candentes se desplazaron por todos lados, orquestando una melodía de gritos y sufrimiento. Los pandilleros intentaban luchar inútilmente contra los fuegos fatuos, pero cuando intentaban tocarles estos explotaban en una deflagración que abarcaba un peligroso círculo. Apareció frente al mastodonte y soltó una serie de tajos tan rápidos como imperceptibles. El pandillero apenas pudo defenderse, endureciendo sus brazos y protegiéndose a duras penas de la embestida de su adversaria.
—¿Qué pasa? ¿No que tienes el poder para destruir la isla entera?
Takamura gruñó como una maldita bestia y golpeó con brutalidad el suelo, levantando un montón de escombros. Pero el mantra de la hechicera había previsto esa reacción y, aunque no tuviera un haki de observación inhumanamente desarrollado, se habría dado cuenta al leer su patrón de movimiento. En el momento en que alzó su puño para impactarlo contra el suelo, la espadachina se había subido al hombro de Takamura para clavar su espada. Sin embargo, antes de que el acero conectara con la piel del hombre, este tomó la pierna de la mujer y la mandó a volar.
Los compañeros del pandillero parecían emocionados al ver el fuego que manaba de los brazos de su jefe, incluso le animaron mediante gritos de batalla: «¡Eso es, Takamura! ¡Enséñale quiénes somos a estos imbéciles!», decían unos. Y en ese momento Gorgonzola soltó un grito tan agudo como si hubiera gritado una mujer, retrocedió asustado y acabó en el suelo tras trastabillar. Le miró de reojo y arqueó una ceja, preguntándose con qué estupidez iba a salir ahora. Aún no tenía del todo claro cómo un hombre tan patético como él dirigía una de las familias mafiosas de Casino Island.
—Él es… ¡Él es el maldito Asura! ¡Un maldito monstro que podría hacer desaparecer la isla con sus malditas llamas!
¿Desaparecer la isla…? Frunció el ceño y le observó mejor. Todo en él desbordaba una fuerza imponente que ya no podía ocultar tras esos ojos rojo sangre. Rasgos gruesos y unas arrugas en su rostro que evidenciaban el paso del tiempo. Doblaba a Katharina en estatura y en anchura, siendo un verdadero tanque de guerra. Entendía por qué su “jefe” le tenía miedo, pero no había razón para temer. Una lástima que tuviera que luchar con alguien así, pues de verdad no quería llamar la atención de las grandes esferas de poder, no como lo había hecho Dark E. Satou hacía unos días. No obstante, su deber era sacar a Gorgonzola de la isla y lo haría aunque tuviera que matar a un puto demonio.
Sacó una daga del interior de su abrigo y entonces esta adoptó la forma de una larga katana de hoja plateada que refulgía chispas de electricidad, al mismo tiempo que una decena de bolas de fuego azules se amontonaban por el campo de batalla. Le advirtió a Tony que abandonase el lugar, si es que no quería resultar herido. Uno de los hombres intentó impedir que el mafioso huyese, pero bastó una mirada de la bruja para que cayese desmayado. Takamura frunció el ceño y miró a la mujer que tenía en frente, empuñando las manos con firmeza.
—Eso fue… ¿Por qué alguien como tú puede usar ese haki? Está reservado-
—Para reyes y conquistadores, sí. ¿Y te parece que yo no lo soy? —le preguntó con una sonrisa de excesiva arrogancia, mirándole con desprecio—. Disculpa si parezco una bestia, aún estoy aprendiendo a usar estos nuevos poderes.
La espadachina desapareció de la vista de sus oponentes y entonces comenzó el vals de la muerte. Las esferas candentes se desplazaron por todos lados, orquestando una melodía de gritos y sufrimiento. Los pandilleros intentaban luchar inútilmente contra los fuegos fatuos, pero cuando intentaban tocarles estos explotaban en una deflagración que abarcaba un peligroso círculo. Apareció frente al mastodonte y soltó una serie de tajos tan rápidos como imperceptibles. El pandillero apenas pudo defenderse, endureciendo sus brazos y protegiéndose a duras penas de la embestida de su adversaria.
—¿Qué pasa? ¿No que tienes el poder para destruir la isla entera?
Takamura gruñó como una maldita bestia y golpeó con brutalidad el suelo, levantando un montón de escombros. Pero el mantra de la hechicera había previsto esa reacción y, aunque no tuviera un haki de observación inhumanamente desarrollado, se habría dado cuenta al leer su patrón de movimiento. En el momento en que alzó su puño para impactarlo contra el suelo, la espadachina se había subido al hombro de Takamura para clavar su espada. Sin embargo, antes de que el acero conectara con la piel del hombre, este tomó la pierna de la mujer y la mandó a volar.
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Se movía a gran velocidad por el campo de batalla medio destrozado por los poderosos puñetazos de Takamura. Había llamas remanentes por todos lados, consumiendo cualquier cosa que llegasen a tocar. Pero estas no tenían sentido cuando alcanzaban a la hechicera, pues ella tenía la capacidad de absorber el fuego y usarlo para sanarse a sí misma. Sin embargo, el problema estaba en que, a pesar de la complexión y el tamaño de su oponente, había podido conectar muy pocos ataques. Había peleado con incontables enemigos y conocía un sinfín de estilos de pelea, pero ninguno se ajustaba a lo que ese hombre estaba haciendo. Sus músculos actuaban con una elasticidad sobrehumana y tenía un tiempo de reacción casi idéntico al de la espadachina. La única manera de que pudiera bloquear y esquivar los rápidos ataques de Katharina era a través de una gran capacidad de predicción.
—Eres muy bueno usando mantra, ¿no es así?
El pandillero frunció el ceño.
—Así que te has dado cuenta.
—Fue así como reconociste a Tony Gorgonzola a pesar de haber creado una ilusión. ¿Te has puesto a pensar en el error que cometiste al venir tras él? Mira a tu alrededor y pregúntate si valió la pena —le dijo con los ojos clavados en él. El olor a carne chamuscada invadía la costanera y había muy pocos hombres con vida; la mayoría había sido calcinado por las explosiones flamígeras de los fuegos fatuos—. Tienes la sangre de tu gente en tus manos, Takamura.
Esperaba provocarle, pero ese hombre no era de los que se dejaba provocar. Aunque tampoco significaba que no estuviera guardando odio en su interior, resentimiento contra esa mujer de cabellos negros que parecía no tener ningún aprecio por la vida humana. El líder de la pandilla se abalanzó sobre la espadachina y soltó una ráfaga de golpes que hacían retumbar tanto el cielo como el suelo. Las ondas de choque se dispersaban por todos lados, destruyendo el pavimento y generando grandes olas cuando impactaban en el mar, y las llamas seguían sus movimientos. Bloqueaba y esquivaba con suma soltura, pues veía a través de todos golpes.
La espada de la hechicera se volvió de un negro impoluto y una llama fantasmagórica y violeta apareció en ella. Trazó un corte limpio y ascendente que el hombre intentó bloquear con su brazo endurecido, pero no fue suficiente. La sangre salpicó el rostro de Katharina al mismo tiempo que en sus oídos escuchaba los gritos de dolor de Takamura tras haber perdido la mitad del brazo. El hombre retrocedió con el ceño fruncido y usó las llamas de su voluntad para cauterizar la herida. Su rostro reflejó el más puro sufrimiento, pero estaba determinado a acabar con la vida de Gorgonzola. No obstante, la mujer desapareció de su vista para ubicarse en su espalda y lanzar una brutal onda cortante. Alcanzó a agacharse, pero entonces una especie de círculo apareció frente a su rostro y desde el suelo. ¿Cómo iba a predecir que una espada saldría de allí? Fushigiri atravesó el cráneo del hombre, acabando con su vida al instante.
—Me ha tomado más tiempo del que esperaba…
Volvió al callejón donde se escondía Gorgonzola y creó otra ilusión sobre él. Usó una vez más la polimorfia para cambiar de aspecto, esta vez a la de una universitaria de veinticinco años y grandes ojos verdes. Escondió sus armas y transmutó el abrigo en una bonita chaqueta café claro. Entonces, cambió la ruta para dirigirse al puerto donde le esperaba Marcus.
—Eres muy bueno usando mantra, ¿no es así?
El pandillero frunció el ceño.
—Así que te has dado cuenta.
—Fue así como reconociste a Tony Gorgonzola a pesar de haber creado una ilusión. ¿Te has puesto a pensar en el error que cometiste al venir tras él? Mira a tu alrededor y pregúntate si valió la pena —le dijo con los ojos clavados en él. El olor a carne chamuscada invadía la costanera y había muy pocos hombres con vida; la mayoría había sido calcinado por las explosiones flamígeras de los fuegos fatuos—. Tienes la sangre de tu gente en tus manos, Takamura.
Esperaba provocarle, pero ese hombre no era de los que se dejaba provocar. Aunque tampoco significaba que no estuviera guardando odio en su interior, resentimiento contra esa mujer de cabellos negros que parecía no tener ningún aprecio por la vida humana. El líder de la pandilla se abalanzó sobre la espadachina y soltó una ráfaga de golpes que hacían retumbar tanto el cielo como el suelo. Las ondas de choque se dispersaban por todos lados, destruyendo el pavimento y generando grandes olas cuando impactaban en el mar, y las llamas seguían sus movimientos. Bloqueaba y esquivaba con suma soltura, pues veía a través de todos golpes.
La espada de la hechicera se volvió de un negro impoluto y una llama fantasmagórica y violeta apareció en ella. Trazó un corte limpio y ascendente que el hombre intentó bloquear con su brazo endurecido, pero no fue suficiente. La sangre salpicó el rostro de Katharina al mismo tiempo que en sus oídos escuchaba los gritos de dolor de Takamura tras haber perdido la mitad del brazo. El hombre retrocedió con el ceño fruncido y usó las llamas de su voluntad para cauterizar la herida. Su rostro reflejó el más puro sufrimiento, pero estaba determinado a acabar con la vida de Gorgonzola. No obstante, la mujer desapareció de su vista para ubicarse en su espalda y lanzar una brutal onda cortante. Alcanzó a agacharse, pero entonces una especie de círculo apareció frente a su rostro y desde el suelo. ¿Cómo iba a predecir que una espada saldría de allí? Fushigiri atravesó el cráneo del hombre, acabando con su vida al instante.
—Me ha tomado más tiempo del que esperaba…
Volvió al callejón donde se escondía Gorgonzola y creó otra ilusión sobre él. Usó una vez más la polimorfia para cambiar de aspecto, esta vez a la de una universitaria de veinticinco años y grandes ojos verdes. Escondió sus armas y transmutó el abrigo en una bonita chaqueta café claro. Entonces, cambió la ruta para dirigirse al puerto donde le esperaba Marcus.
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Dark salió del Leviatán y saltó hacia el puerto. Miro hacia atrás y se despidió de la mano con Ivan, el cual le había dejado cerca del lugar. Hacía relativamente poco que acababan de completar la misión en Punk Hazard, y la prioridad máxima había sido llegar hasta ahí. Muy seguramente estaba llegando tarde, pero por lo menos había pilotado el submarino. ¿Cómo le iba a decir que no? Le había dado la oportunidad, y sólo lo había chocado tres veces. Para ser la primera vez que lo llevaba, lo había hecho genial. Quizás el vampiro le había molestado los choques, pero aquello era su problema. No haberle dejado llevarlo, vamos. Tras enderezarse, comenzó a caminar hacia el interior de la isla. No tardó demasiado en ver cómo varias personas se apartaban: no había pasado el suficiente tiempo, pero había ganado la fama suficiente como para que le temiesen los metidos en el mundo de la mafia.
Quizás no tardaría demasiado en encontrar a la bruja, ya que su presencia se podía sentir a mucha distancia. Conforme andaba hacia la casa de los Gorgonzola, intentaba estar atento para descubrir algo sobre ella. Su posición, exactamente. Esperaba que no se encontrase demasiado cabreada por llegar tarde, pero no había sido su culpa. Las cosas se habían complicado demasiado en la isla medio helada, así que no le quedaba otra que agachar la cabeza una vez la viese. "Jo, así nunca me aceptará la cita" pensó mientras lograba sentirla por primera vez. Aligeró el paso y decidió desvelar su presencia para darle la señal a ella de que ya estaba llegando. Quizás no era la forma más práctica, pero aquello le daría la posición exacta de su paradero.
Quizás no tardaría demasiado en encontrar a la bruja, ya que su presencia se podía sentir a mucha distancia. Conforme andaba hacia la casa de los Gorgonzola, intentaba estar atento para descubrir algo sobre ella. Su posición, exactamente. Esperaba que no se encontrase demasiado cabreada por llegar tarde, pero no había sido su culpa. Las cosas se habían complicado demasiado en la isla medio helada, así que no le quedaba otra que agachar la cabeza una vez la viese. "Jo, así nunca me aceptará la cita" pensó mientras lograba sentirla por primera vez. Aligeró el paso y decidió desvelar su presencia para darle la señal a ella de que ya estaba llegando. Quizás no era la forma más práctica, pero aquello le daría la posición exacta de su paradero.
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Se hizo a un lado y dejó pasar a los tres hombres trajeados que corrían hacia la costanera, donde tuvo lugar la batalla que ella misma. Si hubieran actuado más rápido les podría considerar buenos soldados, pero ya veía que ni siquiera los mafiosos de la familia Yúdkovich sabían cómo hacer un buen trabajo. Menos problemas para ella, vaya. En fin, no había manera de que le relacionasen con la muerte del pandillero Takamura. Había usado una apariencia distinta a la de ahora, incluso Gorgonzola lucía diferente. Esperaba que no hubiera otro matón con un buen mantra capaz de ver a través de las ilusiones que ella creaba. Faltaba muy poco para entregar el “paquete” a Marcus y acabar con la primera parte del trabajo.
El puerto estaba repleto de gente y había policías por todos lados. Incluso en esa ciudad reinada por las mafias había una guardia civil, bastante similar a Dark Dome. El hombre que le acompañaba ahora tenía unos treinta y era alto y delgado, ojos medio rasgados y una nariz pequeña y afilada. Había cuidado cada detalle de la ilusión para dar mayor realismo; el movimiento del cabello al pasar el viento, el sonido de sus pisadas y las pequeñas gotas de sudor que caían por su pálido rostro. Las arrugas en su chaqueta algo pasado de moda y un buen perfume adquirido en las mejores tiendas de la ciudad. Unos policías les detuvieron para hacerles unas preguntas sobre la carnicería ocurrida recién y, luego de responder, continuaron su camino. Todo iba de maravillas, salvo por un detalle muy importante que no consideró en su ecuación: Dark.
Sintió su presencia y vio al hombre a lo lejos, la gente huía despavorida de él y la policía comenzaba a hacer llamadas, coordinándose para atraparle. Todos en la isla sabían que era el responsable de la masacre Thsiska, alguien casi igual de buscado que Tony Gorgonzola, la “mente maestra” tras el genocidio. Chasqueó la lengua y frunció el ceño. No sólo llegaba tarde a la misión, sino que llegaba llamando la atención de toda la gente sin ninguna necesidad. Da igual, arreglaría el problema una vez más. Un fuerte viento comenzó a rugir al mismo tiempo que las olas se alzaban con fuerza. Había creado una ilusión para distraer a la gente reunida. Una violenta ráfaga sopló desde el océano hacia tierra firme, alarmando a los transeúntes y aprovechando el momento para dejar caer otra ilusión sobre el albino. Tarde o temprano se daría cuenta de que ahora lucía como un niño de quince años, cabellos dorados y ojos azules. Incluso percibiría su tono de voz bastante más agudo del que tenía como hombre adulto.
—Nos vemos en la mansión de Gorgonzola, no llames la atención ni uses las avenidas principales —le susurró luego de pasar junto a él sin mirarle.
El barco de Marcus era un gigantesco acorazado de metal que servía como laboratorio móvil, dentro tenía todo un equipo científico de tecnología punta y un montón de cosas interesantes. El moreno de los rizos aguardaba con la espalda apoyada en una viga de madera, mientras tarareaba una canción. Vestía la típica bata blanca que usaban todos los científicos, y miraba hacia todos lados en busca de la hechicera.
—Te noto nervioso, Marcus —le dijo con su tono de voz original y una sonrisa en el rostro.
—Joder, niña, ¿cómo iba yo a reconocerte si es que andas con esas pintas? Bueno, con tantos policías aquí igual me siento algo… perseguido, no sé, siempre me he mantenido al margen de la ley y esto es nuevo para mí. Pero la vida de pirata es súper divertida, vamos.
—Este es el paquete, trátalo bien y es importante que no se rompa hasta llegar a Lëxius; allí estará a salvo.
—¿Paquete…? ¡Soy…!
—Sí, ya sabemos quién eres —le interrumpió Katharina, blanqueando los ojos—. Gorgonzola, me ocuparé de tu familia y de que sobrevivan a esta guerra que se avecina. Marcus, llévalo a Portland y que se mantenga oculto al menos una temporada, nos reuniremos más pronto que tarde.
Recabó los últimos detalles y se despidió de ambos para volver a la mansión del mafioso. Se reuniría con Dark, si es que había llegado, y discutiría un plan con él. Bueno, también tenía un largo discurso sobre la importancia de llegar a tiempo a las misiones.
El puerto estaba repleto de gente y había policías por todos lados. Incluso en esa ciudad reinada por las mafias había una guardia civil, bastante similar a Dark Dome. El hombre que le acompañaba ahora tenía unos treinta y era alto y delgado, ojos medio rasgados y una nariz pequeña y afilada. Había cuidado cada detalle de la ilusión para dar mayor realismo; el movimiento del cabello al pasar el viento, el sonido de sus pisadas y las pequeñas gotas de sudor que caían por su pálido rostro. Las arrugas en su chaqueta algo pasado de moda y un buen perfume adquirido en las mejores tiendas de la ciudad. Unos policías les detuvieron para hacerles unas preguntas sobre la carnicería ocurrida recién y, luego de responder, continuaron su camino. Todo iba de maravillas, salvo por un detalle muy importante que no consideró en su ecuación: Dark.
Sintió su presencia y vio al hombre a lo lejos, la gente huía despavorida de él y la policía comenzaba a hacer llamadas, coordinándose para atraparle. Todos en la isla sabían que era el responsable de la masacre Thsiska, alguien casi igual de buscado que Tony Gorgonzola, la “mente maestra” tras el genocidio. Chasqueó la lengua y frunció el ceño. No sólo llegaba tarde a la misión, sino que llegaba llamando la atención de toda la gente sin ninguna necesidad. Da igual, arreglaría el problema una vez más. Un fuerte viento comenzó a rugir al mismo tiempo que las olas se alzaban con fuerza. Había creado una ilusión para distraer a la gente reunida. Una violenta ráfaga sopló desde el océano hacia tierra firme, alarmando a los transeúntes y aprovechando el momento para dejar caer otra ilusión sobre el albino. Tarde o temprano se daría cuenta de que ahora lucía como un niño de quince años, cabellos dorados y ojos azules. Incluso percibiría su tono de voz bastante más agudo del que tenía como hombre adulto.
—Nos vemos en la mansión de Gorgonzola, no llames la atención ni uses las avenidas principales —le susurró luego de pasar junto a él sin mirarle.
El barco de Marcus era un gigantesco acorazado de metal que servía como laboratorio móvil, dentro tenía todo un equipo científico de tecnología punta y un montón de cosas interesantes. El moreno de los rizos aguardaba con la espalda apoyada en una viga de madera, mientras tarareaba una canción. Vestía la típica bata blanca que usaban todos los científicos, y miraba hacia todos lados en busca de la hechicera.
—Te noto nervioso, Marcus —le dijo con su tono de voz original y una sonrisa en el rostro.
—Joder, niña, ¿cómo iba yo a reconocerte si es que andas con esas pintas? Bueno, con tantos policías aquí igual me siento algo… perseguido, no sé, siempre me he mantenido al margen de la ley y esto es nuevo para mí. Pero la vida de pirata es súper divertida, vamos.
—Este es el paquete, trátalo bien y es importante que no se rompa hasta llegar a Lëxius; allí estará a salvo.
—¿Paquete…? ¡Soy…!
—Sí, ya sabemos quién eres —le interrumpió Katharina, blanqueando los ojos—. Gorgonzola, me ocuparé de tu familia y de que sobrevivan a esta guerra que se avecina. Marcus, llévalo a Portland y que se mantenga oculto al menos una temporada, nos reuniremos más pronto que tarde.
Recabó los últimos detalles y se despidió de ambos para volver a la mansión del mafioso. Se reuniría con Dark, si es que había llegado, y discutiría un plan con él. Bueno, también tenía un largo discurso sobre la importancia de llegar a tiempo a las misiones.
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Escuchó algo de fondo rugir. Parecía tan increíblemente real que toda la gente huía despavorida de su posición. Él estaba ahí en medio, casi sin inmutarse. Si no hubiese estado en la misma isla que Katharina Von Steinhell, habría puesto una mirada preocupante. Pero ahí estaba, con una pose increíble. Kanjis con el símbolo de amenazante flotaban alrededor de él. La gente, quizás presa del miedo, se giraba asombrada a mirarle. Le adoraban... le deseaban. Se podía ver en sus rostros que en aquel momento, era lo más fabuloso que había ahí. Pero se dejó de tonterías al ver que la bruja parecía hechizarle de alguna forma. Se veía quizás más bajo, y menos fornido en general. Frunció el ceño e intentó explicar a Katharina por qué llegaba tarde, pero pasó de largo a su lado dando casi como la orden de ir a la mansión. Como él no se podía negar a sus intenciones, ya que quería pedirle una cita en algún momento, simplemente accedió con un rostro inquebrantable y una voluntad férrea. Dark iba a ir a la mansión de Gorgonzola, como un crío de quince años. E iba a intentar desviar el tema de llegar tarde, ya que conociéndola, seguramente le caería alguna bronca.
Conforme anduvo, echó una ojeada hacia atrás. Una persona iba al lado de la mujer, pero había algo raro en ella. No parecía doblegada a la voluntad de ella, como solía hacer con la gente que se encontraba, pero tenía miedo. La forma en la que andaba o se movía indicaba claramente que estaba huyendo, quizás. No era algo que alguien notaría a primera vista, pero relacionando el hecho de que él tuviese una ilusión encima, podía deducir de que lo que le había pedido Katharina estaba relacionado. Antes de llegar a Punk Hazard, tanto él como Ivan recibieron el aviso de la bruja para ayudarle con el tema de los Gorgonzola. El vampiro estaba demasiado ocupado como para atender aquello, así que fue Dark el único que pudo llegar. Recordó la petición de la mujer y se dirigió a esperar delante de la mansión. No pasaba nada especial, y la gente parecía ignorarle, así que no tuvo mucho problema en llegar hacia el punto donde acordaron. Después empezó a mentalizarse para la bronca que le caería cuando llegase Katharina.
Conforme anduvo, echó una ojeada hacia atrás. Una persona iba al lado de la mujer, pero había algo raro en ella. No parecía doblegada a la voluntad de ella, como solía hacer con la gente que se encontraba, pero tenía miedo. La forma en la que andaba o se movía indicaba claramente que estaba huyendo, quizás. No era algo que alguien notaría a primera vista, pero relacionando el hecho de que él tuviese una ilusión encima, podía deducir de que lo que le había pedido Katharina estaba relacionado. Antes de llegar a Punk Hazard, tanto él como Ivan recibieron el aviso de la bruja para ayudarle con el tema de los Gorgonzola. El vampiro estaba demasiado ocupado como para atender aquello, así que fue Dark el único que pudo llegar. Recordó la petición de la mujer y se dirigió a esperar delante de la mansión. No pasaba nada especial, y la gente parecía ignorarle, así que no tuvo mucho problema en llegar hacia el punto donde acordaron. Después empezó a mentalizarse para la bronca que le caería cuando llegase Katharina.
- Factor shonen:
- Nivel 10: Cada vez que Dark posa, parece fabuloso y fantástico. También tiene la capacidad, a la vez que posa, de canalizar espíritu que simulan los kanjis de "amenazante".
Katharina von Steinhell
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Había reunido a los hombres más importante de la organización criminal de Gorgonzola en la sala de reuniones, un enorme espacio rectangular con paredes blancas y un inmaculado suelo alfombrado de tonalidades escarlatas con un patrón romboédrico. Los mafiosos esperaban con recelo a la señorita que les lideraría en la guerra que se avecinaba, sentados frente a la extensa mesa de roble que reflejaba la luz de las lámparas de araña que colgaban del techo. Tenían carpetas y papeles sobre la madera, tazas de café recién hecho y uno que otro había llevado un bocadillo. Bien pensado, pues la reunión sería muy larga. Había muchísimas cosas que discutir y estrategias que considerar, además la hechicera necesitaba conocer la fuerza real de los hombres que iba a comandar.
Entró por la enorme puerta arqueada que daba directamente hacia la cabecilla de la mesa, y sintió las miradas fulminantes de los hombres y mujeres que habían sido reunidos en ese salón. No confiaban en ella, podía sentirlo perfectamente. Incluso entenderlo, después de todo, era una desconocida que estaba ahí únicamente por dinero. No obstante, debían entender una cosa: la chica de cabellos rosas y ojos azules era muchísimo más competente que Tony Gorgonzola. Se había dado el tiempo para cambiarse de ropa y usar sus típicas prendas oriundas de Wano, un delicado kimono azul con unas largas mangas ensanchadas hacia las muñecas y un obi rojo con un diseño floral que se extendía por todo su estómago. Sus espadas colgaban a la altura de la cintura y unos aretes en forma de hoja de otoño seguían sus movimientos desde las orejas.
Echó un rápido vistazo a los más de ocho miembros que conformaba la reunión, descontando al pirata Dark. La mujer que estaba sentada a su izquierda era Isabella Fiammabella, una mujer de treinta y pico años. Tenía una expresión severa en su rostro y miraba con firmeza a la hechicera con sus ojos dorados. Una pequeña melena pelirroja le caía en forma de ondas hasta la altura de los hombros. Supuestamente era una de las personalidades más importantes dentro de la organización de Gorgonzola. ¿El problema? No percibía un gran poder proveniente de ella, de hecho, había un solo hombre en esa habitación —sin contar a Dark, claro— que sería realmente útil en términos bélicos. Fausto Gorgonzola, el hijo de Tony. Si bien no llevaba la cabeza rapada, usaba el cabello azul petróleo muy corto casi al ras del cráneo. Observaba con seriedad a todos los hombres presentes allí, mirándoles con sus ojos tan negros como la obsidiana. Era alto y fornido, incluso más que Dark.
—Todos ustedes deben saber quién soy y qué hago aquí, pero de todas maneras me presentaré. Soy Katharina von Steinhell, acabo de sacar a su líder de la ciudad y va rumbo a Lëxius donde estará seguro el tiempo que haga falta —anunció sin elevar demasiado la voz; tampoco es que pudiera hacerlo. Hablar frente a tanta gente desconocida se le daba fatal y temía que su voz acabara rompiéndose al alzarla solo un poco—. Se me ha pedido que les prepare para la guerra que se acerca, así que espero contar con toda su colaboración.
—¿De verdad nos estás pidiendo que confiemos en una mocosa que no conoce nada de nuestro mundo? No me jodas. Este maldito de Tony siempre toma las peores decisiones, yo es que no sé para que-
—Cuida tu lengua al hablar de mi padre, Lucas —le interrumpió Fausto, entrelazando sus manos y fulminándole con la mirada—. Yo tampoco estoy de acuerdo con su decisión, pero hasta ahora hemos llegado donde estamos gracias a él y su juicio. ¿Qué tienes pensado hacer, Steinhell?
Las palabras de Lionel ahora tenían más sentido que nunca: «Ya has demostrado lo poderosa que eres, ahora demuéstrales que eres una gran líder», había dicho por aquel entonces. Sería muy sencillo arrancarle la lengua a ese intento de mafioso, sin embargo, lo que necesitaba en ese momento era unir a la gente y no lo contrario. Podía albergar un montón de conocimiento en su cabeza, pero de nada servía si es que no podía hacerlo llegar a los demás y mostrarles a través de este que era la persona indicada para salvarles.
—Compartiré mi plan con ustedes luego de escuchar lo que este hombre tiene para decir, después de todo, está aquí por algo, ¿no es así, Dark? Déjanos escuchar tu opinión.
Entró por la enorme puerta arqueada que daba directamente hacia la cabecilla de la mesa, y sintió las miradas fulminantes de los hombres y mujeres que habían sido reunidos en ese salón. No confiaban en ella, podía sentirlo perfectamente. Incluso entenderlo, después de todo, era una desconocida que estaba ahí únicamente por dinero. No obstante, debían entender una cosa: la chica de cabellos rosas y ojos azules era muchísimo más competente que Tony Gorgonzola. Se había dado el tiempo para cambiarse de ropa y usar sus típicas prendas oriundas de Wano, un delicado kimono azul con unas largas mangas ensanchadas hacia las muñecas y un obi rojo con un diseño floral que se extendía por todo su estómago. Sus espadas colgaban a la altura de la cintura y unos aretes en forma de hoja de otoño seguían sus movimientos desde las orejas.
Echó un rápido vistazo a los más de ocho miembros que conformaba la reunión, descontando al pirata Dark. La mujer que estaba sentada a su izquierda era Isabella Fiammabella, una mujer de treinta y pico años. Tenía una expresión severa en su rostro y miraba con firmeza a la hechicera con sus ojos dorados. Una pequeña melena pelirroja le caía en forma de ondas hasta la altura de los hombros. Supuestamente era una de las personalidades más importantes dentro de la organización de Gorgonzola. ¿El problema? No percibía un gran poder proveniente de ella, de hecho, había un solo hombre en esa habitación —sin contar a Dark, claro— que sería realmente útil en términos bélicos. Fausto Gorgonzola, el hijo de Tony. Si bien no llevaba la cabeza rapada, usaba el cabello azul petróleo muy corto casi al ras del cráneo. Observaba con seriedad a todos los hombres presentes allí, mirándoles con sus ojos tan negros como la obsidiana. Era alto y fornido, incluso más que Dark.
—Todos ustedes deben saber quién soy y qué hago aquí, pero de todas maneras me presentaré. Soy Katharina von Steinhell, acabo de sacar a su líder de la ciudad y va rumbo a Lëxius donde estará seguro el tiempo que haga falta —anunció sin elevar demasiado la voz; tampoco es que pudiera hacerlo. Hablar frente a tanta gente desconocida se le daba fatal y temía que su voz acabara rompiéndose al alzarla solo un poco—. Se me ha pedido que les prepare para la guerra que se acerca, así que espero contar con toda su colaboración.
—¿De verdad nos estás pidiendo que confiemos en una mocosa que no conoce nada de nuestro mundo? No me jodas. Este maldito de Tony siempre toma las peores decisiones, yo es que no sé para que-
—Cuida tu lengua al hablar de mi padre, Lucas —le interrumpió Fausto, entrelazando sus manos y fulminándole con la mirada—. Yo tampoco estoy de acuerdo con su decisión, pero hasta ahora hemos llegado donde estamos gracias a él y su juicio. ¿Qué tienes pensado hacer, Steinhell?
Las palabras de Lionel ahora tenían más sentido que nunca: «Ya has demostrado lo poderosa que eres, ahora demuéstrales que eres una gran líder», había dicho por aquel entonces. Sería muy sencillo arrancarle la lengua a ese intento de mafioso, sin embargo, lo que necesitaba en ese momento era unir a la gente y no lo contrario. Podía albergar un montón de conocimiento en su cabeza, pero de nada servía si es que no podía hacerlo llegar a los demás y mostrarles a través de este que era la persona indicada para salvarles.
—Compartiré mi plan con ustedes luego de escuchar lo que este hombre tiene para decir, después de todo, está aquí por algo, ¿no es así, Dark? Déjanos escuchar tu opinión.
Dark Satou
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Estaba apoyado en un lado de la sala, chocando su espalda contra su pared. Tenía la postura ligeramente erguida, y quizás demostraba no estar demasiado conforme de estar ahí. Pero tenía una mirada totalmente gélida, a la cual cada vez que uno de los mafiosos intentaba chocar con esta, retiraba rápidamente la cabeza y volvía a centrarla en la mesa. Toda la gente de esa sala sabía que él había sido el que le había cortado la cabeza al líder de los Thsiska. Aquello, a pesar de ser un simple mérito, le otorgaba lugar, respeto y poder en aquella sala. Quizás más del que debería, ya que parecían no sentirse conformes con su presencia. Aquello no le importaba en absoluto al pirata, ya que no quería recordar lo que pasó en ese día. Ni mucho menos el dolor de ser empalado por Katharina. Había mandado a varias personas a correr la voz de que Dark E. Satou estaba en la mansión de los Gorgonzola. Y eso tendría sentido después.
Portaba un traje confeccionado por la bruja, la cual le recomendó ir bien vestido. Una chaqueta negra entallada a la perfección, un chaleco por debajo perfectamente colocado, destacando de este la camisa que salía por el inferior de la tela. A su vez, notaba el nudo en la corbata. Algo ancha, pero con un nudo increíblemente bien hecho. No había vestido nunca de esa forma, y se sentía raro con unos pantalones del mismo color y unos zapatos que iban a juego con el resto del traje. Su conjunto destacaba por encima de su piel nivea, y su pelo blanquecino. Lo llevaba echado hacia atrás y bien peinado, también obra de Katharina. No tardó más de cinco minutos en lograr aquello, lo cual le impresionó. Incluso el traje creado por encima, tenía un doblez a la altura del brazo, el cual estaba desnudo por razones lógicas.
Después la vio entrar por la puerta, con un paso de etiqueta y un conjunto oriental. Silbó por lo bajo mientras la miraba de arriba para abajo; los dos en traje, a pesar de ser una reunión, era un paso más cerca del futuro que les deparaba. Si seguía actuando con Katharina, lograría su única motivación: la de salir con ella por una noche. Y procedió a escucharla, esta vez tomando paso hasta la silla que tenía delante. Tenía un puesto aventajado en la mesa: de forma cilíndrica, madera de abeno y un tallado increíble. Quizás aquella pieza de mobiliario valía más que la vida de algunos que estaban ahí presentes. Escuchó todo atentamente con la misma mirada y, cuando la bruja dio paso a su turno, se levantó. Colocó sus brazos detrás de su espalda y empezó a recordar. Se sentía bien de alguna forma, ya que gracias a sus estudios como historiador era alguien muy aventajado para crear estrategias.
—Buenas noches, señores. Doy gracias a que me escuchen en este mismo momento, ya que tengo algo bastante grande para aportar —se colocó bien la chaqueta y agarró un puro que estaba en la mesa, colocándoselo en la boca—. Si mi compañera me permite...
Levantó el brazo vagamente señalando hacia el puro mientras agarraba un rotulador previamente colocado en el traje. Katharina pareció que pilló su indirecta, y quizás algo a regañadientes, se lo encendió directamente. La gente se quedó asombrada mirando el espectaculo, y aún más al ver que Dark soltaba tres veces más humo de lo que podía soltar una persona normal con este. Se dirigió hacia la pared y dibujó vagamente un pequeño plano de acción. Estaban citados los distritos —y aunque estuviese mal dibujado, podían entenderse perfectamente al ser cuadrados y rectángulos— y el lugar donde estaban colocados los sicarios de los Gorgonzola.
—¿Os creéis que dos niñatos como vosotros vais a decidir el futuro de nuestra mafia? —Gritó uno de los presentes, levantándose furiosamente de su silla.
Un ligero parpadeo de los ojos de Dark, y una pequeña concentración, hizo que ese hombre cayese fulminado al suelo. No iba a permitir nadie que le interrumpiese, y sometería la voluntad de cada persona a su palabra. Si no se hacía de respetar, no podría dar órdenes. Y aunque no estaba al mismo nivel que Katharina, su actuación en general parecía gustarle de alguna manera, ya que no le interrumpía. Ni nadie más de los presentes. Había demostrado que tenía el poder de un conquistador nato, y aquello, junto a su logro de la caza de la mafia rival, sometió a todos a bajar la cabeza y escuchar.
—Si alguien más tiene alguna objeción, que sea libre de mandarla a un formulario al correo de su santa madre —exclamó con una mirada seria—. Aquí mandamos yo y ella. Ella por haber liberado al líder de los Gorgonzola. Yo por haber asesinado y masacrado a la mafia rival.
Recordó una de las estrategias que usaron antaño en un libro de historia: la de un ataque de pinza. La estructura de las calles estaban perfectamente diseñadas para realizar uno, y teniendo esa mafia a Dark y Katharina como estrategas se bastarían. De hecho, el peliblanco ni siquiera creía que necesitasen gente para realizar el asalto. Dibujó dos flechas arqueadas por calles paralelas a una principal; y una contraria en la del medio que se dirigía hacia la mansión de los Gorgonzola. Aunque ninguno de los dos se involucraría en el ataque, por lo menos no él. Sólo si necesitaban refuerzos o se veían superados, pero seguramente los dos ya estarían lejos de allí.
—Será muy sencillo. Delegaremos dos grupos de hombres, uno en cada calle. Si nos enfrentásemos a otra persona que piense como yo, ganaremos, ya que el hijo de Tony y el hombre en el que más confíe liderarán el ataque. Si llegasen a pasar por la calle principal, os reuniríais el grupo de la derecha al final de la calle, y el de la izquierda retrocedería al principio. —Explicó señalando muy bien el plano.
Paró para darle otra larga calada al puro, y acercarse a la mesa. Cargó de whiskey y hielo un vaso y se lo bebió de un trago. Después volvió a la pared y siguió indicando.
—Yo y Katharina estaremos comunicados por Den Den mushis con ellos. Hablaremos lo que haga falta y vuestros hombres acatarán las órdenes de los designados. Si no le pasarán como al de la mesa. —Lo miró brevemente y observó de que todavía estaba quieto en el sitio, dormido.
Mientras seguía explicando la táctica de pinza, un hombre interrumpió la sala y disculpándose, miró a Dark.
—Señor Dark, se han juntado las familias y están viniendo a por su cabeza. —Explicó algo nervioso.
Echó una ojeada a Katharina y se apoyó en la pared, esperando a que hablase. Tenía una pequeña sonrisa sarcástica en el rostro.
Portaba un traje confeccionado por la bruja, la cual le recomendó ir bien vestido. Una chaqueta negra entallada a la perfección, un chaleco por debajo perfectamente colocado, destacando de este la camisa que salía por el inferior de la tela. A su vez, notaba el nudo en la corbata. Algo ancha, pero con un nudo increíblemente bien hecho. No había vestido nunca de esa forma, y se sentía raro con unos pantalones del mismo color y unos zapatos que iban a juego con el resto del traje. Su conjunto destacaba por encima de su piel nivea, y su pelo blanquecino. Lo llevaba echado hacia atrás y bien peinado, también obra de Katharina. No tardó más de cinco minutos en lograr aquello, lo cual le impresionó. Incluso el traje creado por encima, tenía un doblez a la altura del brazo, el cual estaba desnudo por razones lógicas.
Después la vio entrar por la puerta, con un paso de etiqueta y un conjunto oriental. Silbó por lo bajo mientras la miraba de arriba para abajo; los dos en traje, a pesar de ser una reunión, era un paso más cerca del futuro que les deparaba. Si seguía actuando con Katharina, lograría su única motivación: la de salir con ella por una noche. Y procedió a escucharla, esta vez tomando paso hasta la silla que tenía delante. Tenía un puesto aventajado en la mesa: de forma cilíndrica, madera de abeno y un tallado increíble. Quizás aquella pieza de mobiliario valía más que la vida de algunos que estaban ahí presentes. Escuchó todo atentamente con la misma mirada y, cuando la bruja dio paso a su turno, se levantó. Colocó sus brazos detrás de su espalda y empezó a recordar. Se sentía bien de alguna forma, ya que gracias a sus estudios como historiador era alguien muy aventajado para crear estrategias.
—Buenas noches, señores. Doy gracias a que me escuchen en este mismo momento, ya que tengo algo bastante grande para aportar —se colocó bien la chaqueta y agarró un puro que estaba en la mesa, colocándoselo en la boca—. Si mi compañera me permite...
Levantó el brazo vagamente señalando hacia el puro mientras agarraba un rotulador previamente colocado en el traje. Katharina pareció que pilló su indirecta, y quizás algo a regañadientes, se lo encendió directamente. La gente se quedó asombrada mirando el espectaculo, y aún más al ver que Dark soltaba tres veces más humo de lo que podía soltar una persona normal con este. Se dirigió hacia la pared y dibujó vagamente un pequeño plano de acción. Estaban citados los distritos —y aunque estuviese mal dibujado, podían entenderse perfectamente al ser cuadrados y rectángulos— y el lugar donde estaban colocados los sicarios de los Gorgonzola.
—¿Os creéis que dos niñatos como vosotros vais a decidir el futuro de nuestra mafia? —Gritó uno de los presentes, levantándose furiosamente de su silla.
Un ligero parpadeo de los ojos de Dark, y una pequeña concentración, hizo que ese hombre cayese fulminado al suelo. No iba a permitir nadie que le interrumpiese, y sometería la voluntad de cada persona a su palabra. Si no se hacía de respetar, no podría dar órdenes. Y aunque no estaba al mismo nivel que Katharina, su actuación en general parecía gustarle de alguna manera, ya que no le interrumpía. Ni nadie más de los presentes. Había demostrado que tenía el poder de un conquistador nato, y aquello, junto a su logro de la caza de la mafia rival, sometió a todos a bajar la cabeza y escuchar.
—Si alguien más tiene alguna objeción, que sea libre de mandarla a un formulario al correo de su santa madre —exclamó con una mirada seria—. Aquí mandamos yo y ella. Ella por haber liberado al líder de los Gorgonzola. Yo por haber asesinado y masacrado a la mafia rival.
Recordó una de las estrategias que usaron antaño en un libro de historia: la de un ataque de pinza. La estructura de las calles estaban perfectamente diseñadas para realizar uno, y teniendo esa mafia a Dark y Katharina como estrategas se bastarían. De hecho, el peliblanco ni siquiera creía que necesitasen gente para realizar el asalto. Dibujó dos flechas arqueadas por calles paralelas a una principal; y una contraria en la del medio que se dirigía hacia la mansión de los Gorgonzola. Aunque ninguno de los dos se involucraría en el ataque, por lo menos no él. Sólo si necesitaban refuerzos o se veían superados, pero seguramente los dos ya estarían lejos de allí.
—Será muy sencillo. Delegaremos dos grupos de hombres, uno en cada calle. Si nos enfrentásemos a otra persona que piense como yo, ganaremos, ya que el hijo de Tony y el hombre en el que más confíe liderarán el ataque. Si llegasen a pasar por la calle principal, os reuniríais el grupo de la derecha al final de la calle, y el de la izquierda retrocedería al principio. —Explicó señalando muy bien el plano.
Paró para darle otra larga calada al puro, y acercarse a la mesa. Cargó de whiskey y hielo un vaso y se lo bebió de un trago. Después volvió a la pared y siguió indicando.
—Yo y Katharina estaremos comunicados por Den Den mushis con ellos. Hablaremos lo que haga falta y vuestros hombres acatarán las órdenes de los designados. Si no le pasarán como al de la mesa. —Lo miró brevemente y observó de que todavía estaba quieto en el sitio, dormido.
Mientras seguía explicando la táctica de pinza, un hombre interrumpió la sala y disculpándose, miró a Dark.
—Señor Dark, se han juntado las familias y están viniendo a por su cabeza. —Explicó algo nervioso.
Echó una ojeada a Katharina y se apoyó en la pared, esperando a que hablase. Tenía una pequeña sonrisa sarcástica en el rostro.
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Escuchó con atención las palabras de su compañero y soltó un suspiro cuando este dejó caer su voluntad sobre uno de los hombres de la Alta Comisión. Había distintos caminos que seguir si es que se pretendía inspirar respeto, y Dark no estaba siguiendo el más apropiado según su punto de vista. El miedo traía consigo resentimiento y odio el cual podía desembocar en traición o conspiraciones innecesarias. Sí, todos allí sabían que estaban tratando con piratas realmente peligrosos, pero en ese momento necesitaban un líder que les sacase del apuro, alguien en el que pudiesen confiar y no un tirano que hace callar a los demás a base de fuerza. La hechicera sabía cómo debían hacerse las cosas para que funcionasen, pero era una pena que no pudiera encontrar el tono y las palabras adecuadas para cautivar los corazones de los mafiosos.
El plan del pirata, por definición, no era malo. ¿El problema? Se había olvidado de detalles tan importantes como el contexto y el número de efectivos. Primero que todo, las alianzas no estaban formadas ni tampoco se conocían las enemistades, aunque era un hecho que los Gorgonzola no contasen con amigos dentro de la ciudad. Por otra parte, únicamente los Yúdkovich tenían más de tres mil hombres repartidos a lo largo y ancho del mundo; quién sabe cuántos de esos había en Casino Island. Si había que dividir las pocas “tropas” que tenía la familia Gorgonzola, mejor era hacerlo con cabeza y evitar a toda costa un enfrentamiento directo en las que tenían todas las de perder. La bruja podía ganar la guerra por sí sola, es decir, tenía tanto poder como para destruir toda la maldita isla, pero solo un imbécil haría algo así.
—Gracias por tu detallada planificación, Dark —le dijo sin una sola expresión en su rostro—, ahora escucha mi plan. ¿Cómo se hace la guerra en la modernidad? Los enfrentamientos directos y brutales son cosa del pasado, hoy por hoy se debe hacer las cosas con cabeza. —Sus palabras llamaron la atención de la gente y entonces continuó hablando—. Como mínimo tenemos dos opciones: un enfrentamiento sanguinario como el que propone mi compañero, o una guerra relámpago para desestabilizar poco a poco al enemigo. Somos muy pocos en comparación al resto de las familias, es por ello que debemos sacarle el máximo provecho a cada uno de nuestros hombres. Creamos pequeñas escaramuzas que ataquen puntos estratégicos como, por ejemplo, las sedes principales de las familias en donde se blanquea dinero o se crea alguna droga en particular.
—¿Una guerra relámpago…? Eso estaría bien para un equipo militar, pero la mayoría de nuestros hombres son sicarios que no tienen la formación de un soldado —dijo Isabella con una postura pensativa.
—Fijémonos en esa minoría, entonces. Me he tomado la libertad de memorizarme los expedientes de cada hombre que conforma parte de la familia Gorgonzola, y hay quienes trabajaron como marines y soldados. ¿Son pocos? Sí. ¿Los suficientes? También. En cada escuadrón necesitamos a un hombre con experiencia y una capacidad extraordinaria para tomar decisiones, alguien que pueda organizar un ataque y desaparecer antes de que el enemigo se dé cuenta de lo que ha pasado.
—Partamos desde la base de que contamos únicamente con cincuenta hombres. Si los usamos para atacar a nuestros enemigos, ¿quién protegerá nuestras rutas comerciales y nuestras sedes? —preguntó Fausto, fijándose en la hechicera—. Resulta obvio que bombardearán el negocio de nuestra familia antes de acabar con nosotros, así es cómo se acaba con una mafia.
Por fin había un hombre que usaba la lengua para no solo soltar estupideces como ese gordo de mierda. Fausto había puesto un buen punto sobre la mesa, uno para el que la bruja ya tenía una respuesta. Se levantó de la mesa y dibujó un plano del territorio de los Gorgonzola con un precioso fuego azul, destacando tres zonas por sobre las demás.
—Necesito que entiendan una cosa: toda guerra conlleva un precio. Deberemos sacrificar algunas rutas para proteger las más importantes, ¿y cómo lo haremos? Nuevamente no contamos con la ventaja de los números, así que aprovecharemos este tiempo para preparar las fábricas y sucursales más importantes de nuestro territorio —respondía poco a poco cada una de las inquietudes que podían aparecer en las cabezas de esa gente—. Las atacarán, créanme que lo harán, y para ese entonces ya habremos tendido una trampa. Ahora, atacaremos constantemente y ejerceremos presión sobre el enemigo para que no nos ataque a nosotros. Sembraremos la discordia desde dentro de las familias que decidan aliarse en nuestra contra, destruiremos sus relaciones y los haremos enfrentarse los unos a los otros. Me ocuparé personalmente de ello. ¿Qué opinas de mi plan, Dark?
El plan del pirata, por definición, no era malo. ¿El problema? Se había olvidado de detalles tan importantes como el contexto y el número de efectivos. Primero que todo, las alianzas no estaban formadas ni tampoco se conocían las enemistades, aunque era un hecho que los Gorgonzola no contasen con amigos dentro de la ciudad. Por otra parte, únicamente los Yúdkovich tenían más de tres mil hombres repartidos a lo largo y ancho del mundo; quién sabe cuántos de esos había en Casino Island. Si había que dividir las pocas “tropas” que tenía la familia Gorgonzola, mejor era hacerlo con cabeza y evitar a toda costa un enfrentamiento directo en las que tenían todas las de perder. La bruja podía ganar la guerra por sí sola, es decir, tenía tanto poder como para destruir toda la maldita isla, pero solo un imbécil haría algo así.
—Gracias por tu detallada planificación, Dark —le dijo sin una sola expresión en su rostro—, ahora escucha mi plan. ¿Cómo se hace la guerra en la modernidad? Los enfrentamientos directos y brutales son cosa del pasado, hoy por hoy se debe hacer las cosas con cabeza. —Sus palabras llamaron la atención de la gente y entonces continuó hablando—. Como mínimo tenemos dos opciones: un enfrentamiento sanguinario como el que propone mi compañero, o una guerra relámpago para desestabilizar poco a poco al enemigo. Somos muy pocos en comparación al resto de las familias, es por ello que debemos sacarle el máximo provecho a cada uno de nuestros hombres. Creamos pequeñas escaramuzas que ataquen puntos estratégicos como, por ejemplo, las sedes principales de las familias en donde se blanquea dinero o se crea alguna droga en particular.
—¿Una guerra relámpago…? Eso estaría bien para un equipo militar, pero la mayoría de nuestros hombres son sicarios que no tienen la formación de un soldado —dijo Isabella con una postura pensativa.
—Fijémonos en esa minoría, entonces. Me he tomado la libertad de memorizarme los expedientes de cada hombre que conforma parte de la familia Gorgonzola, y hay quienes trabajaron como marines y soldados. ¿Son pocos? Sí. ¿Los suficientes? También. En cada escuadrón necesitamos a un hombre con experiencia y una capacidad extraordinaria para tomar decisiones, alguien que pueda organizar un ataque y desaparecer antes de que el enemigo se dé cuenta de lo que ha pasado.
—Partamos desde la base de que contamos únicamente con cincuenta hombres. Si los usamos para atacar a nuestros enemigos, ¿quién protegerá nuestras rutas comerciales y nuestras sedes? —preguntó Fausto, fijándose en la hechicera—. Resulta obvio que bombardearán el negocio de nuestra familia antes de acabar con nosotros, así es cómo se acaba con una mafia.
Por fin había un hombre que usaba la lengua para no solo soltar estupideces como ese gordo de mierda. Fausto había puesto un buen punto sobre la mesa, uno para el que la bruja ya tenía una respuesta. Se levantó de la mesa y dibujó un plano del territorio de los Gorgonzola con un precioso fuego azul, destacando tres zonas por sobre las demás.
—Necesito que entiendan una cosa: toda guerra conlleva un precio. Deberemos sacrificar algunas rutas para proteger las más importantes, ¿y cómo lo haremos? Nuevamente no contamos con la ventaja de los números, así que aprovecharemos este tiempo para preparar las fábricas y sucursales más importantes de nuestro territorio —respondía poco a poco cada una de las inquietudes que podían aparecer en las cabezas de esa gente—. Las atacarán, créanme que lo harán, y para ese entonces ya habremos tendido una trampa. Ahora, atacaremos constantemente y ejerceremos presión sobre el enemigo para que no nos ataque a nosotros. Sembraremos la discordia desde dentro de las familias que decidan aliarse en nuestra contra, destruiremos sus relaciones y los haremos enfrentarse los unos a los otros. Me ocuparé personalmente de ello. ¿Qué opinas de mi plan, Dark?
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No entendía demasiado bien a aquella mujer. Le llamaba para pedirle ayuda, y después desbancaba o despechaba cualquier cosa que propusiese. Le molestó en cierta parte, y creía que su postura no era la correcta. Si tuviese algo de experiencia sobre las mafias, o por lo menos había estudiado sobre ellas como él había hecho, entendería que no existían los líderes en las mafias. Existían los jefes. Porque las mafias seguían la voluntad inquebrantable de un jefe, no el espíritu altruista de un líder. Se resignó a encogerse de hombros, sin decir mucho más. Ya estaba aprendiendo a las malas de que su palabra no importaba ante aquella persona. Simplemente se quedaría para ver cómo seguía la cosa y poder estudiar de ello: quizás hasta haría una crónica, quién sabe. El nombre se le venía a la cabeza, ¿quizás la primera líder mafiosa? Era un hito histórico que podría compartir para que la gente viese cómo no llevar un grupo de personas que estaban unidas por el dinero. Por eso la amenaza: si no se infundía temor, cualquiera ascendería a base de puñaladas. El poder y el respeto era la forma de escalar en esa jerarquía, no los consejos.
—Muy buena opinión, Kath-san. Supongo que sabes bastante más que yo sobre este territorio, así que no tengo ninguna objeción. —Exclamó con una ligera sonrisa forzada.
Parecía que no tenía mucho más que hacer ahí que esperar y ver cómo evolucionaría la cosa. No deseaba de que fallase su estrategia, ya que implicaba que habría liderado un grupo entero de personas hacia su muerte, pero necesitaba verlo. Necesitaba sentirse realizado y tener palabra en algo. Y mientras ella estuviese ahí delante, no sentiría aquello nunca. También entendía que ella tenía más experiencia que él en general, y sobretodo que era mucho más fuerte. Pero la forma en la que le miró antes —con un rostro totalmente frío— le estaba haciendo pensar que él era un peón, no un amigo. Y él se había encariñado de alguna forma con ella, lamentablemente.
—Muy buena opinión, Kath-san. Supongo que sabes bastante más que yo sobre este territorio, así que no tengo ninguna objeción. —Exclamó con una ligera sonrisa forzada.
Parecía que no tenía mucho más que hacer ahí que esperar y ver cómo evolucionaría la cosa. No deseaba de que fallase su estrategia, ya que implicaba que habría liderado un grupo entero de personas hacia su muerte, pero necesitaba verlo. Necesitaba sentirse realizado y tener palabra en algo. Y mientras ella estuviese ahí delante, no sentiría aquello nunca. También entendía que ella tenía más experiencia que él en general, y sobretodo que era mucho más fuerte. Pero la forma en la que le miró antes —con un rostro totalmente frío— le estaba haciendo pensar que él era un peón, no un amigo. Y él se había encariñado de alguna forma con ella, lamentablemente.
Katharina von Steinhell
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Tenía la sensación de que su compañero se estaba comportando cual niño caprichoso. La bruja no tenía problema en discutir los planes y llevar a cabo un debate beneficioso para todas las partes, después de todo, lo importante era ayudar a la familia Gorgonzola y no anteponer un innecesario duelo de egos. ¿Que era arrogante y orgullosa? Sí, pero ante todo era responsable y se tomaba muy en serio sus trabajos. Ahora, tenía conocimientos puntuales sobre cómo realizar una guerra y, basándose en ellos, podía afirmar con total seguridad que la estrategia del pirata estaba destinada a fracasar. Suponía que ningún bando quería la completa destrucción de la ciudad, de hecho, era razonable asumir que los enfrentamientos serían más bien “silenciosos”. En fin, debía continuar con los preparativos y establecer las zonas a proteger y atacar.
Debía ocuparse primero de las familias vecinas a su territorio, aquellos que tenían un acceso directo a sus principales rutas y sucursales. Probablemente los Yúdkovich estarían ocupados encontrando al responsable de la masacre en su territorio. No había manera de que ellos relacionasen a la hechicera con el asesinato. ¿Sería que la batalla iniciase entre las pandillas y los Yúdkovich? Takamura parecía ser un hombre bastante importante, después de todo.
—Dark, necesito que lideres el escuadrón principal y te encargues de realizar los ataques relámpago más complicados. Cuento contigo —le anunció a su compañero—. Fausto, ocuparemos la mansión como nuestro centro de comando y desde aquí saldrán todas las órdenes hacia las escaramuzas. Si esta cae perderemos la guerra, así que necesito que la protejas. Contarás únicamente con diez hombres, así que úsalos bien —le mencionó al hijo de Gorgonzola, quien asintió con la cabeza—. Isabella, ¿puedes ocuparte de coordinar las defensas de nuestras principales rutas comerciales?
—Sí, déjamelo a mí. Necesito solo diez hombres para mantenerlas en funcionamiento —contestó la mujer completamente confiada.
—Tú, organiza a tres grupos de seis personas —le ordenó a un hombre delgado que no había pronunciado una sola palabra en la reunión—. Uno de ellos realizará ataques en paralelo al grupo de Dark y desestabilizará las relaciones enemigas, los otros dos mantendrán vigiladas las sucursales y prepararán las trampas. Ahora… Es importante entender que la información es fundamental para ganar las futuras batallas, pero lo es aún más la desinformación.
La hechicera creó a dos soldados fornidos y altos que cargaban fusiles de asalto en sus manos. Sus ilusiones eran tan reales que podían confundir los sentidos de cualquier persona, incluso el mantra. Gracias a su combate con Arthur Silverwing aprendió un detalle importante: la interacción de temperatura entre el cuerpo y el entorno. Cualquiera de los allí presentes podría tocar uno de los soldados y sentir el calor que desprendía.
—Mis ilusiones darán la impresión de que los Gorgonzola contamos con un gran número de hombres, así que espero que nuestros enemigos se lo piensen dos veces antes de atacarnos. Destinaré medio centenar de estos falsos mercenarios a “proteger” el centro de comando y las otras vigilarán nuestras calles, además de algunas sucursales. Si no tienen ninguna objeción ni pregunta, doy por finalizada la reunión. Aún debo pulir unos cuantos detalles más y conseguir un par de aliados.
Debía ocuparse primero de las familias vecinas a su territorio, aquellos que tenían un acceso directo a sus principales rutas y sucursales. Probablemente los Yúdkovich estarían ocupados encontrando al responsable de la masacre en su territorio. No había manera de que ellos relacionasen a la hechicera con el asesinato. ¿Sería que la batalla iniciase entre las pandillas y los Yúdkovich? Takamura parecía ser un hombre bastante importante, después de todo.
—Dark, necesito que lideres el escuadrón principal y te encargues de realizar los ataques relámpago más complicados. Cuento contigo —le anunció a su compañero—. Fausto, ocuparemos la mansión como nuestro centro de comando y desde aquí saldrán todas las órdenes hacia las escaramuzas. Si esta cae perderemos la guerra, así que necesito que la protejas. Contarás únicamente con diez hombres, así que úsalos bien —le mencionó al hijo de Gorgonzola, quien asintió con la cabeza—. Isabella, ¿puedes ocuparte de coordinar las defensas de nuestras principales rutas comerciales?
—Sí, déjamelo a mí. Necesito solo diez hombres para mantenerlas en funcionamiento —contestó la mujer completamente confiada.
—Tú, organiza a tres grupos de seis personas —le ordenó a un hombre delgado que no había pronunciado una sola palabra en la reunión—. Uno de ellos realizará ataques en paralelo al grupo de Dark y desestabilizará las relaciones enemigas, los otros dos mantendrán vigiladas las sucursales y prepararán las trampas. Ahora… Es importante entender que la información es fundamental para ganar las futuras batallas, pero lo es aún más la desinformación.
La hechicera creó a dos soldados fornidos y altos que cargaban fusiles de asalto en sus manos. Sus ilusiones eran tan reales que podían confundir los sentidos de cualquier persona, incluso el mantra. Gracias a su combate con Arthur Silverwing aprendió un detalle importante: la interacción de temperatura entre el cuerpo y el entorno. Cualquiera de los allí presentes podría tocar uno de los soldados y sentir el calor que desprendía.
—Mis ilusiones darán la impresión de que los Gorgonzola contamos con un gran número de hombres, así que espero que nuestros enemigos se lo piensen dos veces antes de atacarnos. Destinaré medio centenar de estos falsos mercenarios a “proteger” el centro de comando y las otras vigilarán nuestras calles, además de algunas sucursales. Si no tienen ninguna objeción ni pregunta, doy por finalizada la reunión. Aún debo pulir unos cuantos detalles más y conseguir un par de aliados.
Dark Satou
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Akuma no mi
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Katharina siguió hablando y todos parecieron seguirle la corriente, así que poco más tenía que decir. Ella ya se había adelantado a hacer todo, así que supuso que era necesaria su presencia para darle algo de voz y voto en el consejo de los Gorgonzola. Suponía que lo hubiese logrado igual sin él, pero tenía que conformarse y tirar las cartas por un lugar del cual se pudiese beneficiar. La base de aquella amistad era que Dark pudiese crecer como guerrero, y estar a su lado haría que aprendiese cosas de una forma u otra.
—¿Ataque relámpago? Por fin hablamos el mismo idioma. —Le contestó mientras se despegaba de la pared.
Se despidió haciendo un vago gesto con la mano y salió para fuera para, esta vez, coger un cigarro normal. Todos los valores que le habían implantado Drake y Xiba se estaban yendo a la mierda. Pero si no se hacía más fuerte, Diana le cazaría y lo mataría. Y prefería sobrevivir a una amistad fructífera.
—¿Ataque relámpago? Por fin hablamos el mismo idioma. —Le contestó mientras se despegaba de la pared.
Se despidió haciendo un vago gesto con la mano y salió para fuera para, esta vez, coger un cigarro normal. Todos los valores que le habían implantado Drake y Xiba se estaban yendo a la mierda. Pero si no se hacía más fuerte, Diana le cazaría y lo mataría. Y prefería sobrevivir a una amistad fructífera.
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