En la penumbra [Misión Mítica - Paraíso]

Contratante: Horacio Holmes, dueño de las minas de Yellow Spice

Descripción de la misión: [/b] Esto es demasiado extraño. Sabemos que las condiciones de nuestros trabajadores no son las más adecuadas, pero últimamente había algo que estaba en boca de todos. Extraños sucesos en la mina, luces que fallaban, chirridos en la distancia, temperatura que bajaba de pronto, sombras que se movían en la periferia de la mirada y pasos que se escuchaba en secciones que debían estar abandonadas. Hasta ahora lo tomábamos como producto del estrés, o quizás una fuga de gas, pero las mediciones no han detectado ningún agente tóxico dentro. Lo verdaderamente preocupante ocurrió hace un par de días, en una sección de la mina hace tiempo abandonada que estaban apuntalando un equipo. De pronto se escucharon gritos por el comunicador y un estruendo, tras eso silencio completo. Cuando un segundo equipo fue a revisar, el techo había colapsado, pero se escuchaban ruidos al otro lado como de gente cavando. Cuando levantamos las piedras sólo había una persona en estado catatónico y unas huellas de botas hacia un pasillo oscuro vacío. Ninguno de nuestros hombres se atreve a bajar, pero tenemos que enviar a alguien para saber qué ha pasado con el equipo desaparecido.

Objetivo secundario: Traer a al menos dos de los desaparecidos (Vivos o muertos)

Recompensa: Una aleación natural que se extrae en la mina, la suficiente para que un profesional cree una pieza de equipo mítico con peso, tenacidad y atermia míticas.

Recompensa por objetivo secundario: 15.000.000 de berries.

Canturreo una cancioncilla minera a medida que desciendo paso a paso por aquel túnel. Los trabajadores parecen contentos a juzgar por las constantes e irónicas risas que voy escuchando provenientes de los niveles más bajos, y algunos se unen a corear mi canción de vez en cuando, pero pocas veces intentan hacer algo más aparte de tararear. Al menos, más les vale; nunca me ha gustado que me pisen el número. Una vez alguien lo intentó y hoy en día lo conocen como Croc "Tragamuelas". Algún gracioso al parecer un día lo llamó cagamuelas, pero se dice que acabó cagándole en la boca y desde entonces lo llaman "al psiquiátrico". Es un apodo curioso, sobre todo para alguien que está como una puta cabra. Pero bueno, tampoco debería entretenerme mucho en nimiedades: En este lugar necesitan un héroe.

En realidad no tengo muy claro qué ha sucedido, pero mientras me colaba en el cuartel temporal de unos chavales muy majos a prepararles la comida un tal Fruto Seco Aibar me explicó por qué utilizar la madera del taller de cartelería como combustible para una cocina de leña no era lo más apropiado.

- Ay, amigo Aibar, tienes razón. Esta madera es una mierda -contesté-. Pero por lo menos calienta un poco.

Parece que todo este follón se debe a que su jefe, un tal Augusto Macarrón -la verdad es que no estaba escuchando- ha entrado en la mina para que una suerte de poltergeist sindicalista abandone la mina y los trabajadores abracen el liberalismo occidental de una santa vez. Para eso... No tengo muy claro qué sucede, pero si en la mina tienen un fantasma pienso hacerme cargo. Ya lo hice con Antoine una vez, no me va a costar repetirlo.

Y... Así son las cosas. Camino por la mina cuando escucho algo de griterío y un portazo, pero esta vez a mis espaldas. No sé de dónde ha venido porque no hay una sola puerta en todo el complejo, pero supongo que lo habrá traído el viento. En cualquier caso no pasa nada, porque la mejor forma de atraer a un poltergeist es con grandes cantidades de comida. Sí, los centellas se han quedado sin comida. Por tontos. Monto un par de mesas que arrastro en mi carrito y comienzo a colocar toda la comida -ya cocinada- que arrastro con él. La mayoría aún debe estar buena, pero al flan seguramente le falte un toque.

- ¡Bien chicos, es hora de un descanso! -exclamo, moviendo los brazos-. Sí, te hablo a ti también, el del barreno encendido. Apágalo y vente, que nadie muere de hambre aquí pero te tengo que explicar un par de cosillas de riesgos laborales.

Al principio no me hacen mucho caso, pero según los olores se esparcen y entremezclan con el cinc y el gas natural que escapa de una bolsa que hasta yo detecto a simple vista -un agujero con un tapón gigante encima, vaya- la gente parece de bastante mejor humor y se acercan a probar los platos que he preparado con tanto esmero.

- ¿Hay algo para celíacos?

-Sí -respondo-. Una ruleta rusa de bocadillos. -Uno de ellos tiene gluten, el resto no-. Y...

- ¿Hay opción vegana? -pregunta otro.

- Sí, largarte.

- ¡Eso va contra el sindicato!

- ¡Y la mesa de postres!

- ¿Hay algo ecológico?

Suspiraste. No estabas molesto, solo agotado.

- Trabajas en una mina, hijo de puta. ¿De verdad te preocupan los químicos a ti, que respiras más sustancias que una banda de rock en una discoteca alternativa?

- Pues... También es verdad. -Y se lanzaron al ataque. Por suerte para el celíaco no se topó con la comida de gente normal. Por desgracia, el intolerante a la lactosa sí dio con el queso.

El concierto empieza fuerte. Mendes, como se apellida el minero intolerante, empieza a tocar el do re mi en fa sostenido con el trasero mientras el celíaco se enrabieta porque no le dejan tomar las chimichangas de trigo. Siendo justos, tal vez debería haber preparado un menú con algo menos de gluten, pero con lo gordo que está el jodido como para permitir que coma lo que quiera.

Aun así en cierto modo el griterío y las peleas son como un breve paréntesis de calma. Mientras pelean como bonobos por un trozo de carne en salsa no puedo evitar recordar lo maravillosa que es esta estampa en otras islas como Jaya o, en menores proporciones, Marineford. Allí se pelean, sí, pero no usan los cuchillos. Tratar de matar a un compañero -no así hacerlo- es considerado delito de primer orden: La Marina no tolera medias tintas. Aunque me da igual eso, claro, yo soy pirata, y mientras bebo en una taza tan fea como llena de sentimientos y la sensación de ser la taza especial de alguien me enternezco hasta que, al final, él aparece.

Su cuerpo está medio deshecho y cubierto de ectoplasma. Su voz retumba en los túneles con eco atroz y trata de atormentar a los trabajadores. Incluso parece que sea algún trabajador sindicalista fallecido durante una protesta, porque utiliza términos extremadamente bolcheviques. Bolchevique es una palabra que me encanta, la verdad, porque existe gracias a dos islas en las que se habla el mismo idioma: Russuam y Kyeskaya. En el primero, un reino de zares, fue el fracasado intento de llevar la Patria a un estado revolucionario. En Kyeskaya también, pero a nadie le importa. Hay un jodido fantasma delante de mí.

- ¡Joder, qué horror! -grito, escupiendo la sopa con cada palabra a tanta presión que sale atomizada. La verdad es que me ha quedado algo aguada, pero cuando tienes un paquete de medio kilo de fideos para quinientas personas dan a tres fideos por barba. Eso y que la carne de medusa da cero sabor-. ¡Eres tú el espíritu, ¿verdad?! Vienes a atormentarnos por causa de que esta gente busca asumir el neoliberalismo como forma de vida. -Sonrío-. Pero hay algo con lo que no contabas: ¡Yo soy Claude von Appetit, hombre de tus...! ¿Sabes qué? De todos los demás. De los sueños de todos los demás. Por favor, tú no sueñes conmigo. Me sentiría sucio. ¡Y sé cómo vencerte!

Está ligado a algo. Normalmente a un suceso del pasado, o a un objeto. Y está claro cuál de estos es. No hay ninguna otra taza, y los pocos vasos que había están siendo utilizados ahora para que famélicos mineros se traten de ensartarse con sus cristales rotos. La respuesta está en la sopa, o más bien, en el recipiente de la sopa.

- ¡Atento, ser de las profundidades, porque hoy vas a ser testigo de tu propia destrucción!

Estampo la taza contra la pared, que salta en mil pedazos mientras el líquido es libado con obsesión por tres raquíticos trabajadores. ¿A que va a hacer falta luchar por alguna mejora laboral?

- Esto... ¿Señor fantasma? -Me pongo una camiseta del Partido Comunista de Isla Gyojin que guardaba para una ocasión como esta-. Tumbemos el capitalismo, y así descansarás en paz.