Contratante: Dr. Eustace Scrubbs
Descripción de la misión: En las calles de una de las islas del Archipiélago Sadrena (Paraíso, Senda del paso de la muerte) un pequeño científico con mucha ambición ha montado su laboratorio. Se encuentra en uno de los pocos rincones francos entre la marina y la revolución, dado que el lugar es un sitio de combate habitual entre ambas facciones. Busca dos o tres voluntarios fuertotes que puedan protegerle mientras realiza su cargamento. Tiene que hacer varias hornadas de una especie de cristal verde, pero es bastante susceptible con las preguntas acerca de lo que está fabricando y extremadamente exigente con el uso de protección en su laboratorio.
Objetivos secundarios o alternativos: -
Recompensa: 2.000.000 de berries por cabeza y conocimiento único.
Recompensas por objetivo secundario o alternativo: -
Descripción de la misión: En las calles de una de las islas del Archipiélago Sadrena (Paraíso, Senda del paso de la muerte) un pequeño científico con mucha ambición ha montado su laboratorio. Se encuentra en uno de los pocos rincones francos entre la marina y la revolución, dado que el lugar es un sitio de combate habitual entre ambas facciones. Busca dos o tres voluntarios fuertotes que puedan protegerle mientras realiza su cargamento. Tiene que hacer varias hornadas de una especie de cristal verde, pero es bastante susceptible con las preguntas acerca de lo que está fabricando y extremadamente exigente con el uso de protección en su laboratorio.
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Se encontraba a punto de volver a Cactus Island, cuando un pájaro mensajero procedente de allí le entregó las directrices de su próxima misión. Tenía que reunirse en una de las islas neutrales del archipiélago Sadrena para proteger a un científico, aunque esa era la tapadera. Realmente tenía que ir en busca de un grupo de revolucionarios que, según sus informes, iba a dar caza a ese mismo hombre. “Dos trabajos por el precio de uno”, se dijo, mientras buscaba un barco que le llevara a su nuevo destino.
Transcurrieron dos largos días de viaje y en su mismo barco se topó con un cazador, cuyo nombre cada día que pasaba se escuchaba con más frecuencia, aunque más que su nombre su apariencia. Pues no todos los días un mink león, con un pelaje tan blanco como la nieve, decidía sacarse una licencia de caza y dedicarse a capturar criminales.
—Mi nombre es Kohaku —le dijo, mirándolo de reojo mientras continuaba sentado bajo el palo mayor del barco—. Es un placer.
Finalmente, llegaron a las costas de una de las islas centrales del archipiélago. Apenas tenía vegetación, y podía olerse un hedor a sangre seca que hacía sentir regular a Kohaku. No le gustaba la sangre desde hacía tiempo, pues hacía que perdiera la cordura. Respiró hondo durante un instante, agarró su bufanda y se tapó la nariz y la boca para sentir menos aquel desagradable olor.
—Se supone que es por allí—le dijo a Raion, que también había sido contratado por aquel doctor.
Se trataba de un hombre alto, calvo y con un gran perilla de color negro. Tenía una especie de tic, pero, ¿quién no tenía esa clase de rarezas? O eso quiso pensar el aspirante a cazador, mientras esperaba que el hombre le ordenara sus quehaceres.
Transcurrieron dos largos días de viaje y en su mismo barco se topó con un cazador, cuyo nombre cada día que pasaba se escuchaba con más frecuencia, aunque más que su nombre su apariencia. Pues no todos los días un mink león, con un pelaje tan blanco como la nieve, decidía sacarse una licencia de caza y dedicarse a capturar criminales.
—Mi nombre es Kohaku —le dijo, mirándolo de reojo mientras continuaba sentado bajo el palo mayor del barco—. Es un placer.
Finalmente, llegaron a las costas de una de las islas centrales del archipiélago. Apenas tenía vegetación, y podía olerse un hedor a sangre seca que hacía sentir regular a Kohaku. No le gustaba la sangre desde hacía tiempo, pues hacía que perdiera la cordura. Respiró hondo durante un instante, agarró su bufanda y se tapó la nariz y la boca para sentir menos aquel desagradable olor.
—Se supone que es por allí—le dijo a Raion, que también había sido contratado por aquel doctor.
Se trataba de un hombre alto, calvo y con un gran perilla de color negro. Tenía una especie de tic, pero, ¿quién no tenía esa clase de rarezas? O eso quiso pensar el aspirante a cazador, mientras esperaba que el hombre le ordenara sus quehaceres.
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El león, tras llevar a cabo con éxito la misión de encontrar y desmantelar un laboratorio secreto en Vidrian, se había tomado un par de semanas de descanso. En su cabeza aún permanecía, no obstante, la rabia que le había provocado el pedante, prepotente y déspota mink gato que trabajaba para el Gobierno Mundial. Había sido la primera vez que interactuaba con alguno de sus congéneres, y a decir verdad la experiencia no había podido ser peor. Esperaba que el resto de su raza no fuese en nada parecida a aquel energúmeno, del que no tenía la menor duda de que, con esa actitud, más pronto que tarde acabaría expulsado de las filas del Gobierno y convertido en un criminal. Sería interesante ver si su vanidad era tal cuando no tuviera la protección de tan poderosa entidad.
Finalmente le habían llegado noticias sobre la necesidad de un científico de protección, pues el lugar donde había montado su laboratorio se encontraba en un área de conflicto bélico habitual entre el Gobierno Mundial y la Revolución. Como era lógico pronto se había dado cuenta de que para la extracción de un extraño cristal verde que allí había iba a requerir de los servicios de al menos un par de guardianes capacitados para defenderle a él y a sus pequeñas instalaciones de posibles incursiones de alguno de los dos bandos o incluso de sufrir daños colaterales como resultado de la guerra.
En el barco que tomó para llegar allí se encontró con un cazarrecompensas que, como él, acudía dispuesto a prestar sus servicios al científico. Su nombre era Kohaku, y a decir verdad al mink le pareció de entrada un tipo simpático.
- Yo soy Raion,encantado. - Contestó a la presentación del que parecía iba a ser su compañero en aquella tarea. De piel oscura y una altura incluso algo superior a la del león, tenía un aspecto peligroso.
Durante el trayecto se mostró callado y tranquilo, lo que agradó al mink, que compartía esas cualidades. Al llegar a la isla un cierto aroma a sangre invadió las fosas nasales de Raion. No era ni mucho menos desagradable, aunque no era ni la mitad de intenso y estimulante que el delicioso olor de la sangre fresca. Siguiendo las indicaciones de Kohaku, pronto se encontraron con un hombre de cabeza pelona y espesa perilla oscura. Tenía aspecto de no estar del todo cuerdo, aunque al mink no le sorprendía. Al fin y al cabo no era una imagen muy alejada de la que había formado en su mente sobre los científicos. Este, al verles, comenzó a hablar:
- Imagino que sois mis protectores. - Dijo, mirándoles de arriba a abajo con tanta intensidad que hizo que el león se sintiese algo incómodo. - Soy el profesor Ricky M. Orthy. Acompañadme a mi laboratorio, allí os explicaré todo lo que debéis saber.
Finalmente le habían llegado noticias sobre la necesidad de un científico de protección, pues el lugar donde había montado su laboratorio se encontraba en un área de conflicto bélico habitual entre el Gobierno Mundial y la Revolución. Como era lógico pronto se había dado cuenta de que para la extracción de un extraño cristal verde que allí había iba a requerir de los servicios de al menos un par de guardianes capacitados para defenderle a él y a sus pequeñas instalaciones de posibles incursiones de alguno de los dos bandos o incluso de sufrir daños colaterales como resultado de la guerra.
En el barco que tomó para llegar allí se encontró con un cazarrecompensas que, como él, acudía dispuesto a prestar sus servicios al científico. Su nombre era Kohaku, y a decir verdad al mink le pareció de entrada un tipo simpático.
- Yo soy Raion,encantado. - Contestó a la presentación del que parecía iba a ser su compañero en aquella tarea. De piel oscura y una altura incluso algo superior a la del león, tenía un aspecto peligroso.
Durante el trayecto se mostró callado y tranquilo, lo que agradó al mink, que compartía esas cualidades. Al llegar a la isla un cierto aroma a sangre invadió las fosas nasales de Raion. No era ni mucho menos desagradable, aunque no era ni la mitad de intenso y estimulante que el delicioso olor de la sangre fresca. Siguiendo las indicaciones de Kohaku, pronto se encontraron con un hombre de cabeza pelona y espesa perilla oscura. Tenía aspecto de no estar del todo cuerdo, aunque al mink no le sorprendía. Al fin y al cabo no era una imagen muy alejada de la que había formado en su mente sobre los científicos. Este, al verles, comenzó a hablar:
- Imagino que sois mis protectores. - Dijo, mirándoles de arriba a abajo con tanta intensidad que hizo que el león se sintiese algo incómodo. - Soy el profesor Ricky M. Orthy. Acompañadme a mi laboratorio, allí os explicaré todo lo que debéis saber.
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—Imagina usted bien, señor Orthy —le dijo Kohaku, haciendo una media reverencia con su cabeza.
Le enseño una de las cartas que le enviaron desde el gremio, corroborando que era uno de los enviados para su encargo. Tras eso, se dirigieron hacia su laboratorio. Estaba situado en un lugar muy extraño, rodeado de campos de plantas de hojas verdes parecidas al laurel, completamente protegido por una vaya de madera con alambre de espino. En el laboratorio había un sujeto muy delgado, con una especie de tic nervioso también, y eso le hizo pensar a Kohaku que algo no andaba bien en la isla.
—Vuestra misión es protegerme a mí y a mi… —Hizo una pequeña pausa de apenas un par de segundos, alargando el sonido de última letra que había dicho—. Compañero —culminó de forma poco convincente—. Mientras estamos trabajando. Luego, nos escoltaréis de nuevo a la costa y os daré vuestro pago. ¿Alguna duda?
—Yo tengo una —dijo Kohaku—. ¿Cómo de importante es en lo que estáis trabajando? Si ha solicitado protección es porque hay gente peligrosa, y no me gusta ponerme en peligro por nada.
—Las preguntas no estaban en el contrato —dijo, de forma muy seria.
—Contrato que se puede derogar.
—¡Qué droga ni qué droga! —dijo el otro hombre—. ¡Nosotros no hacemos meta ni mota!
Y tras ese momento tan extraño, el profesor y su acompañante se metieron en la casa, para luego escucharse como alguien chocaba contra algo de madera e insultos varios. Las palabras eran de un idioma que no conocía, pero estaba muy claro que se trataban de insultos.
—¿Has visto lo mismo que yo? —preguntó el cazador, con cierto asombro.
Le enseño una de las cartas que le enviaron desde el gremio, corroborando que era uno de los enviados para su encargo. Tras eso, se dirigieron hacia su laboratorio. Estaba situado en un lugar muy extraño, rodeado de campos de plantas de hojas verdes parecidas al laurel, completamente protegido por una vaya de madera con alambre de espino. En el laboratorio había un sujeto muy delgado, con una especie de tic nervioso también, y eso le hizo pensar a Kohaku que algo no andaba bien en la isla.
—Vuestra misión es protegerme a mí y a mi… —Hizo una pequeña pausa de apenas un par de segundos, alargando el sonido de última letra que había dicho—. Compañero —culminó de forma poco convincente—. Mientras estamos trabajando. Luego, nos escoltaréis de nuevo a la costa y os daré vuestro pago. ¿Alguna duda?
—Yo tengo una —dijo Kohaku—. ¿Cómo de importante es en lo que estáis trabajando? Si ha solicitado protección es porque hay gente peligrosa, y no me gusta ponerme en peligro por nada.
—Las preguntas no estaban en el contrato —dijo, de forma muy seria.
—Contrato que se puede derogar.
—¡Qué droga ni qué droga! —dijo el otro hombre—. ¡Nosotros no hacemos meta ni mota!
Y tras ese momento tan extraño, el profesor y su acompañante se metieron en la casa, para luego escucharse como alguien chocaba contra algo de madera e insultos varios. Las palabras eran de un idioma que no conocía, pero estaba muy claro que se trataban de insultos.
—¿Has visto lo mismo que yo? —preguntó el cazador, con cierto asombro.
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El laboratorio de aquel extraño tipo estaba rodeado de una pradera llena de árboles cuyas hojas emitían un brillo verde demasiado intenso para ser natural. Allí se encontraron con un tipo muy delgado que, al parecer, no era otro que Eustace Scrubbs, la persona que había hecho la petición de protección. Sin embargo lo que llamó la atención fue el extraño tic que tenía, idéntico al de su compañero el profesor Orthy. Consistía en un desplazamiento de la mandíbula hacia la derecha que parecía bastante forzado, acompañado de un guiño del ojo ipsilateral.
La pregunta de Kohaku, aunque oportuna, no fue especialmente bien recibida. El científico calvo respondió con extrema sequedad y, ante la réplica del cazarrecompensas, el larguirucho hizo un comentario absurdo y sin ningún sentido sobre drogas. ¿Sería aquello lo que tramaban? ¿Estaría ahora en el lado opuesto que en su anterior misión, defendiendo ahora a los fabricantes de sustancias ilegales?
Acto seguido los dos científicos se metieron en el interior de la casa que seguramente utilizasen como laboratorio. Escasos segundos después se escuchó un golpe similar al que produciría una persona chocando contra un objeto de madera, seguido de gritos en un idioma que el mink no conocía, pero que no sonaban especialmente bien. Su compañero le miró entonces con expresión de ligero asombro y le preguntó si había visto lo mismo que él, como si quisiera asegurarse de que aquella surrealista escena verdaderamente había tenido lugar, a lo que el león respondió:
- Si, aunque la verdad que me ha dejado bastante descolocado. No sé si están drogados, si se traen algo ilegal y peligroso entre manos o ambas cosas al mismo tiempo. ¿Tú qué crees?
El mink escuchó con atención la respuesta de Kohaku, pero antes de poder darle muchas vueltas más al asunto dos balas atravesaron su cuerpo como si nada, impactando en la pared de la casa tras él.
La pregunta de Kohaku, aunque oportuna, no fue especialmente bien recibida. El científico calvo respondió con extrema sequedad y, ante la réplica del cazarrecompensas, el larguirucho hizo un comentario absurdo y sin ningún sentido sobre drogas. ¿Sería aquello lo que tramaban? ¿Estaría ahora en el lado opuesto que en su anterior misión, defendiendo ahora a los fabricantes de sustancias ilegales?
Acto seguido los dos científicos se metieron en el interior de la casa que seguramente utilizasen como laboratorio. Escasos segundos después se escuchó un golpe similar al que produciría una persona chocando contra un objeto de madera, seguido de gritos en un idioma que el mink no conocía, pero que no sonaban especialmente bien. Su compañero le miró entonces con expresión de ligero asombro y le preguntó si había visto lo mismo que él, como si quisiera asegurarse de que aquella surrealista escena verdaderamente había tenido lugar, a lo que el león respondió:
- Si, aunque la verdad que me ha dejado bastante descolocado. No sé si están drogados, si se traen algo ilegal y peligroso entre manos o ambas cosas al mismo tiempo. ¿Tú qué crees?
El mink escuchó con atención la respuesta de Kohaku, pero antes de poder darle muchas vueltas más al asunto dos balas atravesaron su cuerpo como si nada, impactando en la pared de la casa tras él.
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—Si te soy sincero, mientras me paguen todo irá bien —le respondió Kohaku, mientras suspiraba cruzado de brazos.
El cazador era consciente de que, dentro de aquella casa, sus contratantes estaban haciendo algo que, si bien podría no ser del todo ilícito, seguramente rozaba la línea entre lo que se consideraba legal e ilegal. Así mismo, pasados unos segundos, dos balas atravesaron el cuerpo de Raion, mientras que otro proyectil chocó contra mi armadura, haciéndole una ligera abolladura.
—Cúbrete, Raion —le dijo Kohaku, mientras desenfundaba su espada y se cubría con uno de los pilares de madera de la casa—. ¿Sabes de donde ha venido? —le preguntó.
El moreno era consciente de que aquellos proyectiles quizás procedían el comando revolucionario que iban tras el hombre que él y el mink tenían que proteger. Observó detenidamente y pudo ver una pequeña luz a unos cien o doscientos metros. Emitía una especie de láser de color rojo que apuntaba a un hueco en una ventana tapiada de la casa. “No será que…”, se dijo, mientras concentraba todos sus esfuerzos en intentar ver si quien tenía en frente iba a volver a disparar. Y así fue, durante un instante pudo ver como si estuviera ralentizado el proyectil, por lo que trazó una diagonal ascendente con su espada, creando una ligera brisa que desvió la bala hacia una esquina de la pared de madera
—Por poco —comentó Kohaku, suspirando justo después—. Intuyo que eres un usuario, ¿verdad? —le preguntó—. Tus balas no te afectan, así que ve a por él. Pero tráelo vivo, ¿entendido? Tengo información que puede hacerte ganar mucho dinero —sonrió el cazador.
“Mejor la mitad que nada”, se dijo, mientras se colocaba en mitad de la puerta con la espada en ristre.
El cazador era consciente de que, dentro de aquella casa, sus contratantes estaban haciendo algo que, si bien podría no ser del todo ilícito, seguramente rozaba la línea entre lo que se consideraba legal e ilegal. Así mismo, pasados unos segundos, dos balas atravesaron el cuerpo de Raion, mientras que otro proyectil chocó contra mi armadura, haciéndole una ligera abolladura.
—Cúbrete, Raion —le dijo Kohaku, mientras desenfundaba su espada y se cubría con uno de los pilares de madera de la casa—. ¿Sabes de donde ha venido? —le preguntó.
El moreno era consciente de que aquellos proyectiles quizás procedían el comando revolucionario que iban tras el hombre que él y el mink tenían que proteger. Observó detenidamente y pudo ver una pequeña luz a unos cien o doscientos metros. Emitía una especie de láser de color rojo que apuntaba a un hueco en una ventana tapiada de la casa. “No será que…”, se dijo, mientras concentraba todos sus esfuerzos en intentar ver si quien tenía en frente iba a volver a disparar. Y así fue, durante un instante pudo ver como si estuviera ralentizado el proyectil, por lo que trazó una diagonal ascendente con su espada, creando una ligera brisa que desvió la bala hacia una esquina de la pared de madera
—Por poco —comentó Kohaku, suspirando justo después—. Intuyo que eres un usuario, ¿verdad? —le preguntó—. Tus balas no te afectan, así que ve a por él. Pero tráelo vivo, ¿entendido? Tengo información que puede hacerte ganar mucho dinero —sonrió el cazador.
“Mejor la mitad que nada”, se dijo, mientras se colocaba en mitad de la puerta con la espada en ristre.
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El moreno reaccionó con una rapidez digna de elogiar y, con un elegante movimiento de su arma, desvió la siguiente bala, que iba dirigida a la ventana de la casa. Aquel proyectil, de no haber sido detenido por Kohaku, probablemente habría terminado acertando a alguno de los dos científicos, hiriéndole de gravedad o incluso acabando con su vida en el acto.
Dando la sensación de que sabía algo que él desconocía acerca de la identidad de quien les estaba atacando, su compañero le pidió que, ya que al parecer las balas no le afectaban, fuese él el encargado de atacar al tirador que estaba tratando de acabar con ellos. Incidió, eso si, en la importancia de que le capturase con vida, alegando que tenía una información que podía hacer ganar una considerable cantidad de dinero al mink. Este asintió, decidiendo que era el momento de actuar y que cuando hubiese solucionado aquel problema ya tendría tiempo de pedir explicaciones.
Por lo tanto pasó a su forma elemental, deshaciéndose en el aire, y comenzó a avanzar a gran velocidad. En tan solo unos escasos segundos cubrió la distancia que le separaba de su atacante y, empuñando a Stormbringer con su mano derecha, trazó un arco que segó el antebrazo derecho de su enemigo. Este soltó el arma y se llevó la mano izquierda al muñón, dolorido. Dándose cuenta de que no tenía forma de vencer se dio la vuelta y comenzó a correr, tratando de huir, sin pararse un momento a pensar que el viento era notablemente más rápido que él.
El león le persiguió y, tras recortar la escasa distancia que había logrado ganar, le asestó un fuerte puñetazo en la sien que le tumbó sobre el suelo. Aprovechando entonces que su oponente estaba derrotado, el león se lo cargó al hombro y lo llevó hasta la posición de Kohaku. Una vez allí lo dejó nuevamente en el suelo y miró a su compañero, preguntando ahora que la situación lo permitía sobre aquella información que había mencionado:
- ¿Qué es eso que sabes y que podría hacernos ganar tanto dinero? ¿Quién es este hombre?
Dando la sensación de que sabía algo que él desconocía acerca de la identidad de quien les estaba atacando, su compañero le pidió que, ya que al parecer las balas no le afectaban, fuese él el encargado de atacar al tirador que estaba tratando de acabar con ellos. Incidió, eso si, en la importancia de que le capturase con vida, alegando que tenía una información que podía hacer ganar una considerable cantidad de dinero al mink. Este asintió, decidiendo que era el momento de actuar y que cuando hubiese solucionado aquel problema ya tendría tiempo de pedir explicaciones.
Por lo tanto pasó a su forma elemental, deshaciéndose en el aire, y comenzó a avanzar a gran velocidad. En tan solo unos escasos segundos cubrió la distancia que le separaba de su atacante y, empuñando a Stormbringer con su mano derecha, trazó un arco que segó el antebrazo derecho de su enemigo. Este soltó el arma y se llevó la mano izquierda al muñón, dolorido. Dándose cuenta de que no tenía forma de vencer se dio la vuelta y comenzó a correr, tratando de huir, sin pararse un momento a pensar que el viento era notablemente más rápido que él.
El león le persiguió y, tras recortar la escasa distancia que había logrado ganar, le asestó un fuerte puñetazo en la sien que le tumbó sobre el suelo. Aprovechando entonces que su oponente estaba derrotado, el león se lo cargó al hombro y lo llevó hasta la posición de Kohaku. Una vez allí lo dejó nuevamente en el suelo y miró a su compañero, preguntando ahora que la situación lo permitía sobre aquella información que había mencionado:
- ¿Qué es eso que sabes y que podría hacernos ganar tanto dinero? ¿Quién es este hombre?
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El león fue rápido y excesivamente eficaz en la captura de aquel sujeto, de cuyo brazo brotaba una gran cantidad de sangre que hizo remover las entrañas de Kohaku, que evitaba mirarlo. Si algo odiaba era la sangre, pues despertaba en él la bestia que yacía en su interior, aquella que le había dado mala reputación dentro de su propio gremio y entre los suyos.
—¿Qué es eso que sabes y que podría hacernos ganar tanto dinero? —le preguntó Raion—. ¿Quién es este hombre?
Pero no le contestó de forma inmediata. Con mucha cautela observó la vestimenta de aquel sujeto: iba vestido de militar, completamente de negro y con unas chapas colgadas del cuello con una cadena de metal. Le dio un tirón, pero tan solo venía su nombre y rango: “Jonathan Reeves”, “Recluta de posición”. No obstante, en su chaqueta estaba el logotipo que venía en el informe de su padre, el comando cuervo, que se trataba de un ave de color negra sobre un fondo rojo.
—Es miembro de un comando revolucionario que actúa de forma ligeramente brusca en esta parte del mar —le respondió al fin—. Se supone que son un total de cinco, entre los que se encuentran los conocidos, la brigada Becka “la cuervo” Johnson con una recompensa de cuarenta y dos millones de recompensa, y el recluta rebelde Troy Smith, con veinte millones de recompensa por su cabeza. Intuyo que este debe ser uno de sus miembros, así que teóricamente deben quedar cuatro por los alrededores —le comentó, guardándose las chapas en el bolsillo de forma casi inconsciente—. Yo tengo dos misiones en esta isla: la primera es proteger a los dos raritos que están dentro, y la segunda es aprovecharme de los primeros para cazar a este comando revolucionario emergente. Sin embargo, algo me dice que no podré hacerlo solo, al menos no si tengo que proteger a estos dos. ¿Tenemos un trato?
Kohaku clavó su mirada sobre el león, elevando su brazo para tenderle la mano si accedía a cazar a esa gente juntos.
—¿Qué es eso que sabes y que podría hacernos ganar tanto dinero? —le preguntó Raion—. ¿Quién es este hombre?
Pero no le contestó de forma inmediata. Con mucha cautela observó la vestimenta de aquel sujeto: iba vestido de militar, completamente de negro y con unas chapas colgadas del cuello con una cadena de metal. Le dio un tirón, pero tan solo venía su nombre y rango: “Jonathan Reeves”, “Recluta de posición”. No obstante, en su chaqueta estaba el logotipo que venía en el informe de su padre, el comando cuervo, que se trataba de un ave de color negra sobre un fondo rojo.
—Es miembro de un comando revolucionario que actúa de forma ligeramente brusca en esta parte del mar —le respondió al fin—. Se supone que son un total de cinco, entre los que se encuentran los conocidos, la brigada Becka “la cuervo” Johnson con una recompensa de cuarenta y dos millones de recompensa, y el recluta rebelde Troy Smith, con veinte millones de recompensa por su cabeza. Intuyo que este debe ser uno de sus miembros, así que teóricamente deben quedar cuatro por los alrededores —le comentó, guardándose las chapas en el bolsillo de forma casi inconsciente—. Yo tengo dos misiones en esta isla: la primera es proteger a los dos raritos que están dentro, y la segunda es aprovecharme de los primeros para cazar a este comando revolucionario emergente. Sin embargo, algo me dice que no podré hacerlo solo, al menos no si tengo que proteger a estos dos. ¿Tenemos un trato?
Kohaku clavó su mirada sobre el león, elevando su brazo para tenderle la mano si accedía a cazar a esa gente juntos.
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- Tenemos un trato. - Afirmó Raion mientras asentía y estrechaba la mano que Kohaku le había ofrecido. No era habitual en él trabajar en equipo, pues estaba acostumbrado y solía preferir ir en solitario, pero aquel tipo parecía sincero y de fiar. Los datos que le había facilitado acerca del "Comando Cuervo" le extrañaron. El Ejército Revolucionario, pese a ser considerada una organización criminal por su oposición al Gobierno Mundial, no solía actuar de forma violenta salvo que fuese estrictamente necesario, aunque estaba claro que en toda entidad como aquella tenía que haber individuos más radicales. Y claro, estos solían tender a juntarse entre sí.
- Puedo ayudar a localizarles. - Dijo entonces el mink. - Gracias a mi control sobre el viento puedo encontrar rastros olorosos y auditivos con mucha facilidad. Si te parece bien puedo recorrer los alrededores en busca de aromas o sonidos sospechosos y, si encuentro algo, notificarte dónde están. No me alejaré demasiado, de todas formas. Si diese la casualidad de que alguien tratase de atacarte a ti o a los científicos, grita o haz cualquier otra cosa con la que poder avisarme de ello y acudiré raudo en tu ayuda.
Dicho esto el león pasó a su forma elemental y comenzó a recorrer el área alrededor de la posición de su compañero cazarrecompensas. Mientas avanzaba manipulaba el aire a su alrededor para intentar captar cualquier aroma o ruido que se produjera a hasta cincuenta metros de donde estuviese en cada momento. Así mismo procuraba no perder tampoco detalle con la vista, oteando el horizonte y mirando a todos lados.
Así permaneció durante un buen rato, hasta que finalmente, cuando se encontraba cubriendo la zona sur, tres aromas que no conocía entraron en su radio de acción. Parecían estar desplazándose a gran velocidad en dirección al laboratorio, y por su trayectoria daba la sensación de que no iba a poder llegar a tiempo para avisar a Kohaku. Por ello, haciendo uso de otra de las habilidades que le otorgaba su control sobre el viento, pronunció unas palabras:
- Tres personas van hacia ti desde el sur. Estoy de camino, pero ellos llegarán unos segundos antes. Estate preparado.
Acto seguido creó una pequeña brisa que llevase sus palabras directamente hacia los oídos de Kohaku, y posteriormente se lanzó a toda la velocidad que era capaz de avanzar hacia su posición, dispuesto a ayudarle en cuanto entrase en batalla.
- Puedo ayudar a localizarles. - Dijo entonces el mink. - Gracias a mi control sobre el viento puedo encontrar rastros olorosos y auditivos con mucha facilidad. Si te parece bien puedo recorrer los alrededores en busca de aromas o sonidos sospechosos y, si encuentro algo, notificarte dónde están. No me alejaré demasiado, de todas formas. Si diese la casualidad de que alguien tratase de atacarte a ti o a los científicos, grita o haz cualquier otra cosa con la que poder avisarme de ello y acudiré raudo en tu ayuda.
Dicho esto el león pasó a su forma elemental y comenzó a recorrer el área alrededor de la posición de su compañero cazarrecompensas. Mientas avanzaba manipulaba el aire a su alrededor para intentar captar cualquier aroma o ruido que se produjera a hasta cincuenta metros de donde estuviese en cada momento. Así mismo procuraba no perder tampoco detalle con la vista, oteando el horizonte y mirando a todos lados.
Así permaneció durante un buen rato, hasta que finalmente, cuando se encontraba cubriendo la zona sur, tres aromas que no conocía entraron en su radio de acción. Parecían estar desplazándose a gran velocidad en dirección al laboratorio, y por su trayectoria daba la sensación de que no iba a poder llegar a tiempo para avisar a Kohaku. Por ello, haciendo uso de otra de las habilidades que le otorgaba su control sobre el viento, pronunció unas palabras:
- Tres personas van hacia ti desde el sur. Estoy de camino, pero ellos llegarán unos segundos antes. Estate preparado.
Acto seguido creó una pequeña brisa que llevase sus palabras directamente hacia los oídos de Kohaku, y posteriormente se lanzó a toda la velocidad que era capaz de avanzar hacia su posición, dispuesto a ayudarle en cuanto entrase en batalla.
- Cosas Usadas:
- Mejoras de Akuma "Kazenooto", "Kaze no Kaori" y "Singing in the Air".
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