Totally not 'La escolta' [Priv Yoldin - Lys]

No estaba segura de en qué isla se encontraban. Algún lugar perdido del North Blue. Lys y la jovencita que viajaba con ella se estaban tomando unas pequeñas vacaciones. Quedaban unos días para el cumple de la muchacha y la pirata no tenía muy claro qué regalarle. Fueron de compras y se paró frente a un escaparte. Ilusionada, empezó a explicarle que los vestidos que había detrás del cristal pertenecían todos a la misma diseñadora. Por lo visto, estaba a punto de ponerse a trabajar en una nueva colección, solo a la espera de un cargamento muy especial de telas.

-Solo con unos metros de las telas que utiliza ella, podría hacernos unos vestidos maravillosos a ambas…

Eso bastó para que Lys se decidiera. Le conseguiría esas telas. Esa noche, tras la cena, le comentó que iba a ausentarse unos días. Era algo habitual, así que la pequeña ni se inmutó. Por su parte, la pirata se apresuró a bajar de vuelta a la ciudad e indagar un poco. Preguntó a un par de marineros y a la dueña de la tienda que le había llamado la atención a su jovencita y con ayuda de un filo al cuello, en seguida se enteró de la ruta del cargamento. Iba a llegar al puerto en tres días, pero Lys sabía que una vez tocara tierra, robar el producto se volvería engorroso. No, lo mejor era abordar el barco cuando todavía estuviera solito en el agua.

Por suerte, el transporte no era un problema. El fallo era que no le apetecía pasarse tres días sola en mitad del océano. Ni corta ni perezosa se dirigió a una taberna de los bajos fondos y entró dándole una patada a la puerta, atrayendo todas las miradas.

-¿Algún voluntario para un abordaje peliagudo?- Preguntó sonriendo.

Tras su anterior exitosa misión Yoldin estaba disfrutando un poco de los frutos de su primer ingreso como criminal en una taberna grande pero íntima. Había ordenado una jarra de cerveza con aromatizada y saboreaba las mieles de la victoria (pequeña licencia poética que se había permitido, es fácil adivinar qué aroma se desprendía de su vaso) mientras ojeaba el periódico y planeaba su siguiente actividad. 

La idea de la piratería seguía bullendo en su interior, pero era realmente complicado dar buenos golpes cuando te falta tanto tripulación como barco, pensaba mientras ojeaba el apartado de los wanted mundiales. Era difícil imaginarse su cara formando parte de aquella página en un futuro, pero si quería consagrarse como bucanero aquello era imperativo. Repasaba las caras una a una, preguntándose qué personalidades se esconderían detrás de esos enormes números, cuáles habían sido sus inicios. Pero un alboroto rompió sus cavilaciones. 

Un portazo y una inesperada pregunta giraron todas las cabezas en su dirección, y cuando Yoldin bajó el diario para hacer lo propio casi rompe la mesa con la mandíbula de lo boquiabierto que le dejó la visión. El rostro de la joven con una recompensa de más de 300 millones escrutaba la sala con una mirada impertinente en búsqueda de quién respondiera a su pregunta. 

Cuando Yoldin se recompuso supo qué hacer al momento. Mientras el caos empezaba a formarse a su alrededor (al parecer alguien más había reconocido a la pirata y había salido corriendo gritando algo acerca de una devoradora de hombres) el aspirante a corsario echó mano de sus gafas de media luna (imprescindibles si quería hacer de criminal, ¿qué tipo chungo no lleva gafas de sol?)se alzó de un salto y olvidando por completo su cerveza lanzó su ya recurrente frase:

-¿Tienessss.... negocios?

En seguida se dio cuenta de que había metido la pata. Toda la taberna le estaba mirando y no estaba segura de si era algo bueno o malo, al menos a corto plazo. De repente, un hombre gritó algo acerca de una 'devoradora de hombres' y salió corriendo fuera del lugar, encogiéndose para no rozarla al pasar por su lado.

-¡Eh, que nunca me he comido a ninguno!

Bueno, eso no era del todo cierto. No en el sentido literal, al menos. Bueno, qué pasa, ¿ya no podía divertirse? Jesús, que exagerada era alguna gente. Esto era un Blue, cualquiera pensaría que aquí la gente no se tragaría esos cuentos para viejas. Era una súcubo, no una caníbal.

No pasó apenas tiempo hasta que varios hombres se abalanzaron sobre ella ofreciéndose a acompañarla. Se apartó de ellos con tranquilidad, examinándolos mientras iba hasta la barra y pedía una copa de vino. Hm. Últimamente se estaba aficionando. Mientras aguardaba echó un último vistazo a los abalanzados y negó con la cabeza. Si cualquiera de esos tipos cogía una espada corría más peligro él que aquel contra el que intentara utilizarla. No, necesitaba a alguien con quien no tuviera que hacer de niñera.

Su copa de vino llegó y en ese momento un reflejo extraño le llamó la atención. Se giró para ver de dónde venía y se encontró con un joven con gafas de sol. ¿En una taberna? Curiosa manía. Un tanto petulante. Por otro lado, se había levantado de golpe y parecía más confiado que el resto de patanes que tenía a la espalda. Sonrió y se acercó a él, sentándose justo en frente. Movió la mano para terminar de ahuyentar al resto de tipos, sin dejar de mirarle.

-Tengo negocios. El trato es este. Tú te vienes conmigo en mi barco y me ayudas a asaltar un navío comerciante en alta mar. Transporta vestidos, especias y lo que seguramente te sea más interesante, telas valiosas. De propiedades admirables y fáciles de vender por no pocas berries. ¿Te apuntas?

Le dio un sorbo a su copa, saboreando el vino tinto con regocijo. Si aceptaba, le llevaría hasta el Loreley tan pronto acabaran la ronda y zarparían mientras todavía era de noche. El sistema de navegación del barco haría el trabajo duro, mientras que ellos podrían descansar o… tomarse otra ronda en una de las salas de descanso. Lo que el chico prefiriera. De una forma u otra, para Lys ya era un buen negocio.

Quién habría dicho que de todos los que la pretendieron elegiría a Yoldin. Desde luego el joven a juzgar por su nuevo dislocamiento de mandíbula no. Pero todo bien, qué bien, perfecto: se le abría la oportunidad de observar y aprender de una de las mejores piratas del mundo y se confirmaba que aquella frase pidiendo negocios funcionaba a pesar de todas las críticas y botellazos que le había resultado en las aventuras anteriores. No cabía en sí de su regocijo, pero sabía que todo aquello se haría pedazos si él rompía el personaje. Se notaba a la legua que a la chica le había gustado el detalle de las gafas de sol y lo que significaban, se lo decía la misma intuición que le llevaba a pensar que llamar "negocios" a cualquier tipo de crimen era una buena idea. De cualquier manera, tenía que seguir actuando como un tipo duro:

-SÍi -dijo dejando escapar a su pesar un gallo por el nerviosismo que suponía el estar frente a una eminencia como ella. Carraspeó sonoramente y apoyó su codo en la barra tratando de adoptar una postura forzadamente "cool"- soy Yoldin: prometedor pirata, futura supernova, capitán de una tripulación excelente (solo que ahora están de misión secreta en el Grand Line) y hombre capaz de domar a un gran felino sólo con sus manos - se pavoneó del encuentro con aquel gato que le había atacado en un callejón viniendo a la taberna. No era un "gran felino" técnicamente pero era un buen pedazo de gato.

Acto seguido quiso pedir otra jarra de cerveza pero un alboroto aún mayor que el que había dentro de la taberna con todos aquellos hombres tratando de llamar la atención de la bella pirata se lo impidió. Alguien gritó que se había avisado a la marina de la presencia de Lys en aquel bar, todos los efectivos de la isla se dirigían a ese lugar rápidamente. Yoldin supuso que si llegaban a enfrentarse a ellos probablemente ganarían, pero las posibilidades de realizar un asalto secreto a aquel barco del que hablaba se reducirían drásticamente.

-Señorita, creo que deberíamos irnos moviendo si no queremos que la situación se nos vaya de las manos. Has dicho que iríamos en tu barco, ¿no? Una pena, aquel en el que yo viajo es realmente maravilloso -mintió descaradamente recordando el bote de media vela en el que viajaba- Afortunadamente tengo todo lo que necesito aquí, conmigo, así que... ¿Damas primero?

Lys sonrió mientras daba otro sorbo a su copa de vino, intentando no reír. Desde el tono de voz del chico hasta la postura, todo lo delataba como un pequeño novatillo de los Blues. No se creía una gota de lo que decía, claro, pero era adorable escucharle. ¿Una tripulación de misión secreta en el Grand Line? ¿Futuro supernova? No pudo evitar reírse entre dientes. Desde luego el chico tenía arrojo, sería entretenido llevárselo consigo. Se acordó de Alpha, el primer novato al que le había tendido una mano. Hm… quizá se estaba aficionando a algo más que el vino. ¿Se estaría ablandando? Nah. Nunca.

Un alboroto la sacó de sus cavilaciones. Por lo visto, alguien había avisado a la marina. El chico trató de invitarla amablemente a salir cuanto antes del lugar, pero Lys le hizo un gesto con la mano para que se sentase. Se acabó la copa de vino con calma y tranquilidad, para nada preocupada. La marina aún tardaría unos minutos, suficiente como para acabar la ronda sin apuros.

-Espero entonces que mi barco esté a la altura.- Le comentó con una sonrisa, ignorando el resto de lo que había dicho.

De pronto, oyó ruido de gente corriendo a su espalda. Por el rabillo del ojo vio como la taberna se volvía a sus mesas en silencio y supo que era hora de marcharse. Se levantó y, con calma, se estiró para desperezarse. Mientras lo hacía, cambió su aspecto. Algo más bajita, rubia, el pelo corto y los ojos verdes. Preciosa. Irreconocible. Le guiñó un ojo al novatillo mentiroso y le hizo una seña para que le siguiera. Atravesaron la puerta de la taberna justo cuando la primera tropa de marines entraba a todo correr, armas en mano y preguntando por la pirata. No sabía quién habría sido el idiota que había hecho la llamada, pero estaba en un buen lío.

Una vez estuvieron a unas calles, volvió a su físico original y suspiró. La verdad es que no había nada tan cómodo como su propio cuerpo.

-Mi navío se llama el Loreley. Espero que sea de tu agrado.

Intuía que lo sería. Llegaron a puerto y ella subió primero, guiándole por el lugar. Le dio un pequeño tour por la cubierta y los interiores, mostrándole su camarote y finalizando la visita en una de las salas de descanso. Se sirvió otra copa y le preguntó si quería algo. Tenía todo tipo de licores y varias cervezas diferentes. Podía servirse lo que gustara. Se ausentó un momento mientras él se ponía cómodo, para poner la nave en marcha con las coordenadas del barco que buscaban. Estaban en un blue, así que confiaba en que el piloto automático del barco fuera suficiente para llevarles hasta su destino sin demasiados problemas. Al fin y al cabo, ella no era navegante. Tenía una, pero quería darle una sorpresa y no podía aprovechar sus servicios para el viaje. Tendría que bastar así. Regresó con el desconocido y se sentó frente a él con calma.

-Y bien… Supongo que ya lo intuyes, pero mi nombre es Lysbeth Ardian. Yoldin, ¿no es verdad? Cuéntame algo de ti, ¿por qué te has apuntado a esta misión estrafalaria?

No sabía si le mentiría de nuevo o escogería decirle la verdad, pero de una forma u otra, estaba interesada en escucharle.

Parecía que el festival de sorpresas no había hecho más que empezar cuando aquella mujer cambió completamente de apariencia física en frente de los ojos del pirata. Embobado la siguió cuando ella se lo indicó y salieron de la taberna sin contratiempos pasando delante de las narices de los marines que asaltaban y llenaban la taberna como una marea violenta buscando a una mujer de cabello negro, alta y hermosa que desde luego no encontrarían. Así que por eso ésta mujer se permitía pasear como si nada por esa isla a pesar de ser una de las más buscadas...

Impresionado la siguió hasta llegar al puerto, donde su navío descansaba... Y la verdad es que a primera vista no le sorprendió para nada. No es que el barco pareciese malo, todo lo contrario, de lo poco que sabía de ingeniería naval podía deducir que podría navegar por las aguas más bravas sin correr ningún peligro, pero no cumplía para nada sus expectativas de lujo. Se había imaginado un barco recubierto de oro, con los más finos grabados decorando la quilla y las más hermosas velas cubriendo los mástiles. Pero ni siquiera parecía poder moverse bien con solo dos velas para tan enorme transporte. El tamaño era verdaderamente reseñable, eso sí, pero si Yoldin pensaba en el navío que poblaba sus más oscuras pesadillas, aquella monstruosidad con una botella más grande ella sola que ese barco entero desmerecía bastante.

Cuando le dio el tour, eso sí, su opinión cambió bastante. En primer lugar las escaleras de helicoidales por las que bajaron a las cubiertas inferiores le resultaron una maravilla, nunca había visto tal cosa en un barco. Además vio que el lugar era enorme, había mucho por debajo del mar que no se veía, tal y como si fuera un iceberg, y daba la impresión de que todas las salas que visitaban eran tan cómodas como la cama de un rey, quizás por las alfombras que lo cubrían todo, que conseguían transportarte a un paseo por las nubes si cerrabas los ojos.

El tour finalizó en un lugar de recreo donde la pirata se sirvió una (otra) copa, ofreciéndole a Yoldin acompañarla en el trago. Él se limitó a pedirle un zumo de lo que fuera, no era gran bebedor y temía que si metía más alcohol en su cuerpo aparte de las cervezas que se había tomado en la taberna bajara la guardia. Tenía motivos suficientes como para estar ligeramente tenso, a parte de los obvios como que se encontraba en un barco pirata ajeno estaba el hecho de que no había ni un alma en toda la embarcación. No pudo evitar pensar en el hombre que la había llamado "devora hombres", ¿y si acaso se había comido a toda su tripulación y había vuelto a un Blue para conseguir carne fresca?...

Entonces la mujer se fue y dejó al invitado solo con sus pensamientos. En realidad no parecía que tuviera aviesas intenciones, se había mostrado siempre agradable. Además Yoldin no era la persona más nutritiva de la taberna, había hombres que se habían arrojado a sus pies con el doble de masa física que él. Sacudió la cabeza y echó un vistazo a las estanterías que poblaban la sala. Se fijó en una que tenía un ajedrez entre otros juegos de mesa. Se acercó a ella y echó de menos las largas tardes jugando con su padre en los últimos 2 años...

Fue entonces cuando el suelo vibró ligeramente y Yoldin cayó de culo contra el mismo por el susto. Quiso recomponerse pero de nuevo su mandíbula inferior le ancló al suelo cuando se dio cuenta de que se estaban moviendo. La mujer volvió por donde vino y al joven apenas le dio tiempo a sentarse en una silla y aparentar total normalidad a pesar de que estaba saltando de la emoción por dentro. ¿Serían diales? Era el primer barco propulsado por diales que veía en 4 años, no podía caber en sí de la emoción, ahora entendía que tuviera tan pocas velas ese barco.

La capitana se sentó frente a él y le habló:

-Y bien… Supongo que ya lo intuyes, pero mi nombre es Lysbeth Ardian. Yoldin, ¿no es verdad? Cuéntame algo de ti, ¿por qué te has apuntado a esta misión estrafalaria?

El joven carraspeó para evitar que le volviera a salir un gallo cuando hablase y se tocó la barbilla, pensando en qué decir.

-Dinero. Y el poder que eso conlleva. Necesito todo el poder que pueda amasar, hay... ciertos asuntos en el Grand Line que necesito solucionar. ¿Y tú? - dijo cambiando un poco el foco de la conversación, no se sentía muy cómodo con aquella clase de preguntas- ¿Qué hace una temida pirata volviendo a los Blues para asaltar cargamentos de poca monta? Juraría que eres capaz de dar golpes mucho más lucrativos que este. ¿Es acaso por que tu tripulación está también en una misión?- quiso resolver ese enigma que le preocupaba.

La pirata asintió, comprendiendo su situación. El dinero no daba la felicidad, pero sin duda alguna hacía mucho más sencillo buscarla. Para empezar, a ella el dinero le había dado ese barco. Era lo más cercano a una casa que tenía y la perspectiva de quedarse sin él le hacía ponerse violenta. El dinero te dejaba viajar, comprar cosas bonitas y comer cosas ricas. Era, sin lugar a dudas, un objetivo completamente comprensible.

-No sé bien cuánto podrás ganar con lo conseguido en el barco que quiero abordar, pero seguro que es un buen pellizco. Nada mal para empezar, al menos.

En cuanto a lo de asuntos que resolver en el Grand Line… eso ya era más inusual. Le miró de arriba abajo, llena de curiosidad. Seguía convencida de que era un novatillo que mentía con lo de su tripulación y su barco. Pero en ese caso, ¿cómo había acabado relacionándose con nadie del Gran Line? No parecía estar mintiendo con eso, se le veía genuinamente incómodo al decirlo. Quizá había nacido allí, o había conocido a alguien a quien no debía. Muchos piratas de allí terminaban volviendo a los Blues antes o después, como ella. De paso, de visita, pero volvían. Sonrió con ternura cuando le preguntó si su tripulación también estaba de misión. ¿El pobre le había tomado por una capitana de una gran banda pirata? Eso no iba con la morena. Mandar o ser mandada… se le hacía extraño. Colaborar brevemente era una cosa, pero siempre terminaba necesitando estar un poco a su aire. Valoraba su independencia.

-La verdad es que viajo sola… normalmente. Solo tengo una acompañante y en unos días será su cumpleaños. Le he dejado en la isla, descansando como se merece. En ese barco hay unos vestidos que sé que le haría ilusión tener. Podría esperar a que los trajeran y presentaran en sociedad y comprar uno por una cantidad absurda de berries. – Puso los ojos en blanco por un momento, antes de sonreír con picardía.- Ya sabes, como una buena ciudadana. O, podría adelantarme, asaltar el navío y conseguirle un vestido que nadie más allá de su creador ha visto todavía. Completamente único e inimitable, sólo para sus ojos y sólo para su cuerpo. Creo que es un regalo un tanto más adecuado.

Se acabó la copa con tranquilidad, paladeando el sabor y perdiéndose un tanto en sus pensamientos. Él tenía razón, podía planear golpes bastante más lucrativos. Podría tener objetivos más grandilocuentes y sin embargo…

-La verdad es que dinero no me falta. Lo que quiero, lo robo o lo compro. Pero me gusta viajar por todas partes, conocer gente y experimentar lo que sea que venga. Hay quien te diría que esa libertad es el verdadero premio del poder. Yo no tengo grandes gestas de venganza o de amor. Quiero que se me conozca y por y para ello, busco conocer el mundo.

Omitió el hecho de que en realidad no le necesitaba en su misión. Era un barco pequeño y habría podido conseguir lo que quería ella misma, pero quería compañía. Le hacía ilusión compartir su día a día con alguien que no estaba acostumbrado a ese mundo, o al menos que no parecía estarlo. Si le sorprendía, bienvenido fuera. Si no, que disfrutara la experiencia.

-Creo que podemos alcanzar el barco… mañana por la mañana, si no acelera. Hora arriba, hora abajo. Imagino que estarás cansado, así que permíteme enseñarte tu camarote mientras estés aquí.

Le guió hasta uno de los camarotes de invitados. No era pequeño, aunque el suyo y el de la jovencita eran bastante más amplios. De cualquier manera, era como un pequeño apartamento. Un dormitorio, un baño y una pequeña sala de estar.

-Si necesitas cualquier cosa, puedes venir a verme al mío, hoy no creo que duerma. Está por ahí. Disfruta la estancia.

Le sonrió. Si no tenía nada más que decirle, se retiraría a su propio camarote y se prepararía un largo baño de burbujas. Tenía ganas de agua caliente y música, una velada relajante antes de la acción.

Yoldin se relajó un poco ante la revelación, aunque no fuese para nada algo común ni la respuesta que esperaba. Así que era posible lanzarse al Grand Line y ser conocido por tu cuenta... Eso abría muchas posibilidades para todos los novatos que se lanzaban al mar con aires de grandeza. Pero no para él. Necesitaba una tripulación fuerte, de las más fuertes del mar si quería conseguir su objetivo. Además era probable que la solitaria loba de mar simplemente fuese una fenómena, una entre millones. Desde luego poseía habilidades curiosas cuanto menos.

En cuanto a su anónima acompañante le picó mucho la curiosidad. ¿Qué clase de mujer tendría que ser para que una estrella que brilla sola se preocupara tanto por ella? Es decir, había viajado desde dios sabe qué esquina del "cementerio de piratas" hasta un Blue sólo para conseguirle un buen regalo de cumpleaños, el esfuerzo era loable.

Luego le confesó el por qué no daba más grandes golpes. Realmente eran dos caras de la misma moneda: ella viajaba por el mundo para conocerlo y él conocía el mundo para volver a casa. Sin embargo le empezaba a caer bien. Destilaba libertad y simple amor por la vida y en ese momento, subconscientemente, se prometió a sí mismo que si alguna vez conseguía acabar con su objetivo viviría el resto de sus días como ella.

Finalmente Yoldin asintió cuando ella supuso que estaba cansado, y le llevó a su camarote. Un verdadero lujo en comparación con los cuchitriles en los que se había tenido que acurrucar los últimos días. Entonces una cuestión le surgió:

-Bueno, si mañana es el abordaje yo creo que antes tenemos que fijar cómo nos vamos a repartir el tesoro. Antes me has dicho que no necesitabas el dinero, pero prefiero no precipitarme y dejarlo todo fijado.

Esperó a su respuesta sabiendo que fuera cual fuera no podía discutirla, realmente toda aquella misión se podía efectuar gracias a ella, y suponía que a la hora de la acción también se encargaría de las demostraciones bélicas. Así pues asintió a su respuesta y acto seguido se despidió de ella, listo para dormir como no lo había hecho en días.

Lysbeth reflexionó un momento ante su pregunta. Entendía que se lo preguntara, ya que al fin y al cabo el chico estaba allí por el dinero. Tras un par de segundos se encogió de hombros y le sonrió con amabilidad.

-Por lo que a mí respecta puedes quedarte con las telas y el dinero que te encuentres. Creo que las primeras se venderán bien. Yo con llevarme los vestidos me doy por satisfecha.

Tras desearle buenas noches, se fue a su camarote. Fue una velada tranquila, sin sobresaltos. La pirata no durmió, pero tampoco lo necesitaba.

Cuando llegó la mañana fue la primera en levantarse y acudir a cubierta. Quedaba poco tiempo para alcanzar el barco, podía verlo en el horizonte. Suponía que Yoldin no tardaría en llegar y, en efecto, poco después apareció. Le saludó desde lejos y cuando se acercó a ella le entregó un catalejo para que pudiera observar su objetivo.

-Como ves no es un barco muy grande, así que esto será sencillo. Imagino que llevan a bordo… ¿seis? Quizá ocho personas, no creo que haya muchas más. Entre ambos deberíamos ser capaces de asustarles lo bastante como para que no hagan ninguna tontería, al fin y al cabo no hay necesidad de herirles.

Normalmente ella se habría subido al barco contrario de un salto, cuando no volando, pero decidió ser un poco más considerada para con su huésped. Aguardó pacientemente a que ambos barcos estuvieran a la par y al más puro estilo tradicional colocó una pasarela de uno de otro. Se hizo a un lado, dejando pasar a Yoldin primero. Que disfrutara de lo que intuía era su primer atraco en mar abierto.

Pasó tras él con total tranquilidad y una vez llegó al otro navío, hizo aparecer una pequeña llama en la palma de su mano. Puede que no fuera muy amenazante, pero el fuego en mitad del océano era un contendiente peligroso. Sonrió con tranquilidad.

La luz colándose por el ojo de buey le despertó e inmediatamente se le llenó con la emoción de la expectación de qué le depararía ese día. Iba a dar su primer golpe como pirata consagrandose como tal al fin, y el trato le había sido al final tremendamente beneficioso, no todo el mundo se iniciaba con su primer barco con la seguridad de tener alguien tan fuerte cubriéndole las espaldas que además le dejaba quedarse con el grueso de la recompensa. Así pues estiró en aquel camarote para desentumecerse y subió a la cubierta superior para encontrarse con su anfitriona.

Lys compartió algo de información tras un apresurado saludo y le sugirió que no les hiciese daño. Yoldin al oirlo se emocionó un poco. Le había gustado el crear un alter ego para su anterior aventura que además había sido muy eficaz a juzgar por los resultados, así que estaba tremendamente confiado en sus dotes como actor. Pero "Apolo" el hombre más aguerrido de todo el bajo mundo a quien había interpretado en la vez anterior no le resultaba completamente apropiado, ésta vez la cosa no iba de mafias, iba de corsarios, así que tendría que improvisar una nueva personalidad.

Mientras Lys se entretenía con los preparativos para el abordaje Yoldin se arrancó un cacho de tela de la manga y se lo colocó a modo de parche en el ojo. El estropicio que armó en la camiseta no le preocupó, total, al final del día camisetas sería lo único que no le faltase. Luego se escondió su dial de destello bajo la manga y se recolocó la capa bien sobre los hombros para tener la mayor presencia escénica posible. También dejó a Rompeolas, su tabla-arma en el suelo, confiando en Lys su protección y se armó solo con su garrote. Todo listo.

Cuando se acercaron lo suficiente Lys estableció la tabla de abordaje y dejó pasar a Yoldin primero con cierta expectación y diversión en la cara. Éste se irguió y con porte de importancia entró a paso tranquilo a la cubierta del barco enemigo (a pesar de estar gritando de los nervios en su interior).

Dentro, como Lys había predicho, había 7 tripulantes mirándole avanzar, empuñando algunos sables y demás armas blancas, pero sin una posición que delatara agresividad sino más bien miedo. Yoldin aprovechó a mover las alas debajo de la capa para crear ondas que moviesen heróicamente la capa a pesar de la ausencia de viento. El respeto que imponía con su porte se podía ver reflejado en las caras de sus enemigos, que retrocedieron ligeramente poniendo las armas en ristre. Aquello era pan comido, seguro que pensaban que era un temido pirata y se rendirían solo con que alzase la mano. ¿Pero y si no? Es decir, con la escena que había montado seguro que pensaban que era temido, ¿pero lo de pirata? Cierto era que a sus espaldas estaba un barco coronado por una bandera negra, pero a poco sabrían que era propiedad de la chica que avanzaba tras él, que además trabajaba sola. Quizás pensaran que era un temido "mercenario" a los servicios de Lys, y todo aquello carecería de sentido. No, no, lo más importante de ese personaje era su vida de mar, así que dispuesto a enseñarlo torció el gesto, cogió aire y dijo lo más pirata que se le ocurrió:

-¡ARRRRRRRRRRRR!-y por si no había quedado lo suficientemente claro añadió- ¡Soy un pirata!

Aquello rompió todo el hechizo. Los marineros fruncieron el ceño ganando confianza a medida que el miedo desaparecía y era sustituido por confusión. El más aguerrido, un hombre joven que parecía ser el capitán se armó de valor y avanzó hasta tener a Yoldin a medio metro y le encañonó con un rifle mientras éste, consciente de que la había cagado se lamentaba para sus adentros.

-Mira, no se a que vienen estas payasadas pero no tenemos tiempo de gilipolleces. No queremos mancharnos las manos así volved por donde habéis venido y nos olvidaremos de todo éste episodio sin reportarlo a la marina siquiera.

Yoldin casi pierde los papeles al poder ver el oscuro interior de la boca del rifle pero como siempre que estaba metido en un papel recobró la compostura. Carraspeó y dijo:

-Ya habéis oído, soy un pirata, sois vosotros los que estáis en peligro, así que dadme todos los contenidos del barco y no os haré daño.

-Pero tú estás majara.-dijo el capitán más afirmando que preguntando- Creo que no eres consciente de tu situación¿si aprieto el gatillo y te meto una bala en el pecho cómo vas a robarnos?

-¿Te refieres a ésto?

Yoldin alzó lentamente la mano con la uña del dedo corazón apretada contra el pulgar como si fuese a golpear a un hermano pequeño que acaba de decir una tontería y la colocó frente al arma. La dejó ahí un segundo ante la mirada extrañada del capitán y mientras se concienciaba de la temeridad que estaba a punto de cometer. Después, con un ligero movimiento de muñeca accionó el dial que se ocultaba bajo su manga cegando a todos los que estaban enfrente y con la otra mano accionó el garrote a propulsión, propinando tamaño golpe al rifle que salió volando a cientos de metros de su posición. Acto seguido volvió a contraer el brazo con el garrote, ocultándolo bajo la capa. Así, para aquellos incautos parecía que acabara de mandar volando un rifle con esa potencia utilizando solo un dedo.

El capitán trastabilló hacia atrás y cayó de culo, aterrorizado por aquella muestra de fuerza bruta. Yoldin notó en las caras de los demás que el hechizo había vuelto a imponerse con el doble si no el triple de intensidad. Todos recularon otro par de pasos sin apartar la mirada desorbitada de aquel tuerto de monstruoso poder.

-Yo que vosotros no intentaría nada más. Conoceréis a Lysbeth Ardian, la mujer que me acompaña. Conoceréis también cuan temible puede llegar a ser. Pues no podéis siquiera llegar a imaginaros a dónde llego yo, aquel a quien ha venido pidiendo tutela. Mi nombre resuena en el Grand Line inspirando el mismo terror que el de Legan Legim. ¿Cual es? Eso lo tendréis que adivinar vosotros...

En el barco se susurraron varios nombres con tanto miedo como admiración y la confusión era mayor que nunca. Yoldin giró la cabeza para mirar a su acompañante y petulantemente dijo:

-¿Algo que añadir, mi aprendiz?- mientras luchaba visiblemente con todas sus fuerzas por no estallar en una carcajada, como un niño que acaba de cometer una gran travesura y se está saliendo con la suya.

Lys observó sus preparativos con curiosidad. Arqueó una ceja al ver cómo se rompía una manga de la camisa, especialmente cuando vio que acto seguido se lo colocaba en la cara a modo de parche. A ver, no es que fuera a ser una gran pérdida teniendo en cuenta que planeaban atracar un barco lleno de telas, pero sin duda alguna era, como mínimo, raro. Se ajustó la capa como todo un señor y tras armarse con un garrote, cruzó al otro lado.

Lys le siguió con las manos a la espalda y la boca cerrada, planeando disfrutar del espectáculo. El chico parecía una caja de sorpresas y efectivamente, no le decepcionó. Le había visto preparar el dial, así que con ella no coló el truco. Soltó un silbido de admiración por lo bajo, reconociendo el golpe de efecto. Quizá no fuera un pirata muy experimentado, pero desde luego sabía cómo apañárselas. No había perdido los papeles al ser apuntado a la cara, más bien al contrario. Claramente tenía lo que había que tener.

Lo siguiente que dijo por poco le hace estallar en una carcajada. ¿Su aprendiz? A juzgar por las caras de los pobres hombres, se lo habían creído de lleno. La súcubo sonrió. Eso no podía ser. Le había llevado en su barco, no iba a dejar que le robara la gloria. No, una reputación como esa era demasiado pesada y las noticias viajaban rápido. No podía permitirlo. Avanzó hacia él con parsimonia y le colocó una mano en la espalda. Hizo crecer la llama en su mano mientras seguía sonriendo.

-Creo que ya soy mayorcita como para seguir teniendo profesores. Pero descuida, te daré una pequeña lección para que veas como la… alumna, supera al maestro.

Hizo aparecer dos clones suyos, vestidos ambos de guapas colegialas, detrás del capitán. Le cogieron de ambos brazos, aprisionándolo. Una se acercó a su oído, diciéndole un suave: -[i]Bu.[/u]

-Sabemos que transportáis un cargamento especial. Decidnos dónde están los vestidos y las telas y quizá pueda resistir la tentación de quemar este barco.

El capitán habló en seguida, por supuesto. Por la cara que tenía, no entendía ni la mitad de lo que estaba sucediendo, más allá de que estaba en peligro. Les acompañó hasta la bodega y les enseñó justo lo que Lys andaba buscando. La morena se sumergió en la caja llena de vestidos y se entretuvo un rato escogiendo varios. Tenía que elegir los que más le gustarían a su jovencita, al fin y al cabo. Una vez terminó, se preocupó por ver qué había escogido Yoldin. Al fin y al cabo no todas las telas eran iguales. Se dirigió al capitán:

-¿Hay algo más que llevéis a bordo? ¿Algo valioso, por casualidad?

El hombre tragó saliva y señaló a una caja de metal apartada en un extremo. Vaya, había tenido suerte.

-Bueno, como acordamos… no sé bien qué habrá ahí, pero es todo tuyo. Si quieres podemos llevárnosla de vuelta tal cual.

Cuando notó su mano en la espalda sintió peligro y cuando hizo aquella extraña demostración de su magia supo que era un aviso, la poderosa mujer le estaba diciendo veladamente que se había pasado. Por ello supo que tenía que arreglarlo y añadió por lo bajo, más bajo de lo que había querido, de tal manera que apenas lo escucharon Lys y el atemorizado capitán a quien ahora escoltaban dos Lysbeths con curiosa indumentaria:

-Aprendiz... de ¿salsa?

Y remató con un pequeño movimiento de hombros para ilustrar sus palabras.

Eso pareció causar el efecto esperado, tranquilizando los humos. Acto seguido se les llevó a chequear la mercancía, y para qué engañarnos aquello fue... Decepcionante. Cuando vio la calidad de las telas, esperando encontrar lo mejorcito y encontrándose con que se rasgaban al mínimo tirón supo que el robar todo aquello iba a ser ridículo. No podría sacar provecho de eso en el mercado negro, no merecía la pena. Oliéndose de qué se trataba el asunto se volvió al capitán y le preguntó, es más, le exigió sin rodeos.

-Para quién trabajáis.

-Para Sequndark señor, nada más que para Sequndark.- dijo asustado el hombre.

-¿Sequndark? ¿Quieres decir aquellos sinvergüenzas que venden barato, sí, pero ropa de pésima calidad?¿Esos que dan sueldos pésimos y se hacen su ropa explotando a los más pobres de todo el Blue?- dijo Yoldin con creciente enfado.

-Sí, esos, sí, pero nosotros no tenemos nada que ver con ellos aparte de ésta relación comercial, lo juro. También tenemos que comer, ¿sabes?

Yoldin se volvió y miró a Lys preguntándole si era éste el barco que planeaban robar. Pero como estaba claro aquel hombre solo había oído de Donatella Calzonne lo que su fama le precedía. No tenían nada que ver con ellos.

Por suerte Lys andó rápida y le preguntó de inmediato si llevaban más cosas de valor a bordo. Se notaba que no era su primer asalto.

Yoldin accedió a llevarse la caja de metal tal cual, pero rehusó de robarles aquellas porquerías que hacían llamar prendas. Prefería ir por la vida con una camiseta sin una manga que con un trapo que le iba a durar dos días en el mar.

Lysbeth cogió lo que quiso y se volvieron al Lorelei, sabiendo que aunque el asalto había sido un éxito la misión había sido un fracaso rotundo. Cuando recogieron el tablón de abordaje y se alejaron Yoldin se dejó caer en el suelo pesadamente y se quitó el parche improvisado de la cabeza. Quedó cabizbajo un rato, pero pronto los nervios que había tenido cuando le apuntaron con el trabuco y el recuerdo de toda su treta le volvieron y echó la cabeza para atrás y prorrumpió en sonoras carcajadas que aún los extrañados tripulantes del barco robado pudieron oír.

-Bueno mi aprendiz, ¿hay algo más que éste senil maestro pueda enseñarte?¿Qué tal un poco de jerga pirata? Por muy pirata que seas aún no te he escuchado decir "ARRRR" para demostrar tu valía como capitana- dijo Yoldin con autocrítica entre lágrimas de pura risa, ignorando el peligro que había sentido cuando se le había acercado por la espalda- ¿O qué te parecen unos pasos de salsa?

La empresa no había resultado muy lucrativa, pero había aprendido muchísimo por lo menos. Sabía que aún no estaba preparado para enfrentarse a los monstruos que se esconden en el Grand Line, pero sin duda había comprendido lo verdaderamente importante en su aventura: la amist los cofres misteriosos.

¿Sequndark? Evitó poner los ojos en blanco. Por supuesto. Al fin y al cabo, de alguna forma tenían que camuflar lo que estaban llevando, aunque no había manera ninguna de que esa empresa del tres al cuarto hubiera financiado ella sola un traslado como este. Gente como esa utilizaba barcos más grandes, de menor calidad. Les preocupaba más mover grandes cantidades a toda costa que la seguridad del cargamento, porque eso podían reemplazarlo fácilmente. Nada era demasiado complicado teniendo bajo tu mando un millar de esclavos trabajando por un mísero bol de arroz.

Sintió asco y por un momento se planteó quemar el barco entero. Pero en fin, habían conseguido lo que habían venido a buscar. Ella tenía sus vestidos de diseñador, seguramente los que de verdad habían pagado el traslado, y él… bueno, su caja de metal. Esperaba que el capitán no mintiera y de verdad hubiera algo jugoso para el chaval.

Regresaron al barco y no bien habían quitado la tabla de abordaje cuando comenzó a reírse a mandíbula batiente. Lysbeth se cruzó de brazos al escuchar lo que decía. Suspiró de forma audible y agarró uno de sus cuchillos, acercándose al chico rápida y silenciosamente y colocándoselo justo en la nuez.

-Cariño, me parece que ha habido un malentendido. Si alguien tiene algo que aprender aquí, eres tú, ¿de acuerdo? Bien.

Se separó con tranquilidad, devolviendo el cuchillo a la liga que llevaba en el muslo y alisándose el vestido con calma.

-En cualquier caso, creo que hace al menos cien años que no escucho a ningún pirata decir ''Arrr'. Quizá a un par de borrachos en tabernas, pero no creo que cuenten.

Volvió su atención a la caja de metal que habían robado. Se les había olvidado robar también la llave para abrirla, pero eso no tenía por qué ser un problema. Ni corta ni perezosa, Lys alzó la pierna y descargó una poderosa patada sobre una arista. Tuvo que repetirlo un par de veces y su tacón voló en el proceso, pero a la tercera la placa de metal saltó y su pie estaba intacto, por lo que lo consideró una victoria. Terminó de descalzarse para no ir desnivelada y la empujó con el pie hasta Yoldin.

-Bueno, veamos qué has conseguido en tu primer abordaje pirata, ¿te parece?

En realidad no estaba segura de que fuera su primer abordaje, pero estaba totalmente convencida de que no había tenido muchos. Solo era un farol en parte, pero eso debería dejarle claro que no se había tragado ni una sola de sus mentiras. Estaba allí porque ella quería, y no al revés. Ya era hora de que le mostrase un poco de respeto.

Al sentir la fría promesa de muerte en el cuello se le cortó la risa en seco y se tensó, echándose para atrás hasta golpear con la espalda la baranda del barco. Con el subidón de adrenalina se había dejado llevar y había desoído el aviso que se le había dado hace apenas minutos. Algo le decía que no iba a haber un tercero.

Pensó por un instante en la situación en la que se encontraba y un escalofrío recorrió su cuerpo. Nada a la vista al este, nada al sur, nada al norte, sólo la distante mota que suponía ya el barco de Sequndark en el horizonte al oeste. Sin familiares, sin amigos, sin nadie que le aguardase en una orilla, él solo y sus promesas y si esa pirata decidía mover la mano se hundiría en el océano sin dejar una sola huella, sin cumplir su objetivo y el mundo seguiría girando sin que la justicia saldara sus cuentas con quien debía. No es como si no hubiera existido ese peligro durante todo el viaje, pero ahora estaba a milésimas de consumarse y Yoldin no tendría opción siquiera a rechistar.

Por fortuna o lástima la Lys decidió apartarse de él y Yoldin tuvo unos segundos para recomponerse y excusarse.

-Lo... lo siento.-dijo tragando saliva y masajeándose la garganta- no me estaba riendo de ti, todo lo contrario. Ambas cosas, lo de "Arr" y la salsa fueron producto de ponerme muy nervioso en el abordaje, me reía de mi interpretación. Eso sí, bailar se me da de lujo.-ésto último lo dijo por lo bajo, apenas audiblemente.

Por suerte Lys tornó la atención hacia su tesoro rápidamente y tras una curiosa demostración de forzaje de cerraduras acabó pasándoselo a Yoldin para que lo viera. No se preocupó en desmentirla, después de confesarle lo nervioso que se había puesto no merecía la pena. Echó un vistazo al interior y no pudo evitar dejar escapar otra carcajada antes de mirar a su compañera, alarmado por si le volvía a dar la vena psicópata. Inclinó la caja para que ella pudiera verla y el reflejo de gemas y oro apareció en su rostro.

No sabía por qué un cargamento textil de tan baja monta portaría un tesoro de esas magnitudes, pero desde luego no se quejaría, el sentimiento de victoria volvía a inundarle. Por fin estaba empezando a reunir la pequeña fortuna necesaria para construir su barco, sintió el viento del Grand Line volviendo a acariciarle la cara... Y tuvo miedo.

Observó la reacción de Lysbeth pero rápidamente cambió de tema. Tenía cosas que preguntarle aunque contradijesen el cómo se había presentado, pero supo que no tendría una oportunidad mejor en mucho tiempo. La miró fijamente a los ojos dejando que la decisión se impusiera al respeto que le imponía y preguntó:

-Lysbeth. ¿Como puedo hacerme más fuerte?

Lys asintió un par de veces al ver su reacción. Mucho mejor. Se le escapó una pequeña sonrisa al escuchar que el ''Arr'' que había soltado había sido fruto de los nervios. Menos mal, porque hasta el momento estaba convencida de que lo había dicho en serio.

Él giró la caja para que pudiera verla y la pirata frunció el ceño, arrodillándose y examinando el cargamento. ¿Gemas y oro? Ni siquiera en monedas, en puñeteras pepitas y no precisamente pequeñas. Caray, no era de extrañar que lo llevaran en una caja de metal cerrada, pero un barco como ese no parecía el adecuado para transportar algo tan valioso. Desde luego era mejor que los barcos habituales de Sequndark, pero no… oh.

De repente, se le encendió una lucecita en la cabeza y entendió qué era la caja. Sonriendo, se incorporó y comenzó a juguetear con un par de rubíes en su mano.

-Creo que entiendo lo que es esto. El destino de esta caja no eran las oficinas de Sequndark, si no los talleres de Magnolia. Es una famosa diseñadora de moda y la autora de los vestidos que me he llevado. Solo uno de ellos vale más que toda la ropa de Sequndark que había en ese barco… lo que por otro lado no es difícil. ¡Esto es material de joyería! Seguramente fuera a terminar la colección colaborando con algún joyero. Por eso el oro está en pepitas, es para fundirlo.

Contenta de que haberlo entendido, devolvió los rubíes al montón. Se habría llevado un par si las joyas vinieran ya fabricadas, pero no era el caso y aunque podría fundir el oro, no tenía ni idea de qué hacer a partir de ahí. Oh, bueno. Ya conseguiría un par que fueran a juego con los vestidos cuando llegaran a tierra firme.

Se dio cuenta de que Yoldin le estaba mirando y de un segundo a otro sintió cómo la atmósfera cambiaba. Estaba serio y la pregunta que le hizo, desde luego no era ninguna broma. Sin embargo, la pirata no pudo si no sonreír. El joven tenía en los ojos verdadera determinación y aunque podía ver que todavía no se le había pasado el susto de un momento atrás, había reunido el coraje para preguntarle algo así. De alguna manera, le recordaba a otro novato alocado que había conocido no hacía tanto. Ni corta ni perezosa, alargó la mano y la posó en su cabeza con un seco 'pof'.

-Para empezar, ten cuidado. Si te hubieras encontrado con otro, es posible que ahora no estuvieras respirando. Y sean cuales sean tus planes, intuyo que necesitas estar vivo para realizarlos.

Le revolvió el pelo un instante para quitarle seriedad a sus palabras y luego se apartó. Caminó un par de pasos y se apoyó en la barandilla del barco, mirando cómo el océano se extendía hasta el infinito.

-¿Sinceramente? Viaja. Este mundo está lleno de gente sorprendente y aunque podrías comprarte una parcelita de tierra con ese tesoro y dedicarte a entrenar noche y día, no aprenderías ni la mitad que entrenando por el camino. Ni siquiera necesitas un destino, simplemente ve a dónde no hayas estado antes. Créeme, te llevará un rato.

Al fin y al cabo, ¿qué más podía decirle? Esa era la verdad. Aunque… bueno, en realidad sí había una cosa más que podía decirle.

Le hizo un gesto para que le siguiera y bajando de cubierta fue hasta su camarote. Le dejó pasar, ignorando un poco las sábanas revueltas y empezó a rebuscar en uno de los armarios. Al final, tras un 'Ajá!' triunfal, le tiró una cosa negra al chico para que lo cazara al vuelo, seguida de un montón de tela. Se giró para mirarle, bastante satisfecha consigo misma.

-Tienes que mejorar tus disfraces. Creí que este sería un buen punto de partida.

Si había logrado cogerlos, en los brazos del chico habría ahora una preciosa chaqueta de corsario pirata y un parche negro de aspecto nuevecito.

-Tan solo, mejor no preguntes por qué tenía eso en el armario.

Al fin y al cabo, su pequeña solía merecer regalos en más ocasiones que su cumpleaños.

Yoldin escuchó atentamente todo lo que la "aprendiz" tornada en maestra tenía que decir desde debajo de su mano con la cara de un niño aventajado en clase. Cuidado y viajar, ¿eh? Por lo primero podía jactarse de soler tenerlo (menos cuando la euforia le invadía) y acerca de lo segundo... Tenía que pensar profundamente en ello. Desafortunadamente no podría hacer caso a la totalidad del consejo, pues su misión era literalmente desandar sus pasos y su destino la misma meta, pero mientras estuviese vagando por el North Blue...

La resuelta mujer se separó de él, e inesperadamente le instó a que le siguiera y para cuando quiso darse cuenta tenía en su poder la indumentaria digna de un capitán. La miró con deferencia y agradecido inclinó la cabeza.

-Lysbeth Ardian, te debo una. No solo por el consejo y los regalos, sino por toda esta aventura. No se cuales han sido tus motivos para ayudarme, pues no has ganado nada mientras que yo he conseguido un buen botín, pero lo recordaré por mucho tiempo. Y se que el que yo esté en deuda significa lo mismo para ti que este tesoro, nada, pero quien sabe, quizás en un futuro... -acto seguido levantó la cabeza y tenía el mismo brillo en los ojos que de costumbre. Sin embargo todavía tengo algo que pedirte: ¿me puedes dejar de vuelta en la isla de la que partimos? Mi gran y poderoso navío aún espera en su puerto a que alguien leve su ancla para llevar a cabo para continuar con su viaje...

Y mientras lo decía un nuevo destino se iba conformando en su cabeza. ¿Quería fortalecerse? Bien, se iría al inhóspito norte donde solo los mejores son capaces de sobrevivir a las extremas temperaturas.

Lysbeth le miró con una sonrisa mientras se sentaba en el borde de su cama y escuchaba lo que tenía que decirle. Se había vuelto bastante humilde en el poco tiempo que habían pasado juntos, al menos para con ella. Valoraba el respeto que sabía que se había ganado y no se arrepentía ni por un segundo de haberle escogido a él, ni de los regalos que le había hecho. Deuda… quizá él considerase que tenía una deuda con ella, pero la pirata no lo veía así. Había escogido al chico por su propia voluntad, para que le acompañase y aprendiera. ¿Por qué? No lo sabía. Quizá empezaba a acostumbrarse, igual que con el vino. Le resultaba tierno y entretenido ver los primeros pasos en los mares de piratas que acababan de salir por la puerta de sus casas. Sabía que un día harían temblar el mundo y sabía que estaría allí para verlo. Qué menos que conseguirse un asiento en primera fila.

La morena se inclinó hasta su mesita de noche y escribió unos números en un papel, para después tendérselo.

-Si alguna vez me necesitas, este es mi den den Mushi. No sé cuáles son tus objetivos, pero creo que llegarás a conseguirlos. ¿Por qué te ayudo? A mí me habría venido bien una mano amiga la primera vez que salí al mar. Y la segunda y la tercera también, si te soy sincera. Además, quería esos vestidos, no ha sido ninguna molestia traerte conmigo.

Le confirmó que no tenía ningún problema con llevarle de vuelta a la isla y se rió un poco para sí cuando vio su impresionante barco, una barquita a la que por la pinta que traía le quedaban dos telediarios. Esperaba que antes de seguir su consejo se fundiera algo del tesoro en un transporte un tanto más resistente.

En cualquier caso, ella había conseguido lo que quería. A la jovencita le encantó el regalo y Lys se deleitó viendo cómo le quedaban las prendas que había robado para ella. La sacó a cenar y a bailar y no regresaron al barco hasta el amanecer, cansadas y felices. Una noche perfecta como colofón a un día entretenido. Al final tenían razón los que decían que la vida pirata era la vida mejor. Por lo menos, ella estaba segura de que no quería ninguna otra.