Inosuke Dru-zan
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- Inicio:
- Bueno chicos, me complace anunciar la llegada de este nuestro segundo rol de banda con la incorporación de Xandra. No me voy a extender mucho con este mensaje introductorio, así que me paso a recordaros un par de cositas que seguro ya sabréis pero no estará de más dejarlas aquí puestas.
- Como ya hemos hablado varias veces, la pseudo-moderación del rol se realizará 2 veces en semana salvo que el moderador, o sea yo, esté ocupado. Será generalmente los jueves y domingos sin un horario estricto.
- Si alguno no puede postear siguiendo el ritmo establecido por el motivo que sea, no pasa nada. No se trata de un moderado o evento en donde tu personaje se juegue la vida. Si no puedes postear, se llevará a tu personaje de mochila hasta el momento en el que se vuelva a la actividad, pudiendo realizar varios posts extras entre moderación y moderación en caso de quererlo.
- Y como no me gusta poner solo dos puntos, quería añadir el tercero y así aprovechar para deciros que espero que lo disfrutéis.
- Como ya hemos hablado varias veces, la pseudo-moderación del rol se realizará 2 veces en semana salvo que el moderador, o sea yo, esté ocupado. Será generalmente los jueves y domingos sin un horario estricto.
- Moderación:
- El sol está saliendo en un esplendoroso amanecer. Las olas mecen suavemente vuestro elegante navío, el Horror Circus, capaz de surcar cualquier mar. O eso espero, porque os hará falta. En el ambiente persiste cierto bochorno producto del cielo despejado y la humedad del aire. Los más susceptibles deberían estar cubiertos por una capa de sudor mientras realizan sus quehaceres en el barco.
El destino es Skypiea, y el único que sabe como llegar, si es que realmente existe, es el peculiar Inosuke. Por lo que os contó, o lo que se pudo entender de su anticuada forma de hablar, cada cierto tiempo los dioses abren un camino en el mar que solo es transitable por los más valerosos guerreros. Parece sacado de una leyenda, pero si decidís hacerle caso y seguir sus indicaciones, os guiará todo el trayecto por el mar.
Mientras Inosuke intentar buscar la ruta oteando el horizonte, un pájaro surca el cielo. Poco a poco se acerca al barco y cuando se posa sobre la borda podéis reconocerlo como un News Coo que trae el periódico. Si alguno decide recoger dicho periódico el ave le exigirá 500 berries, y en caso de no pagarlo le estará picoteando la cabeza hasta que lo haga.
De resto tenéis libertad total y absoluta para realizar cualquier acción en el barco y cualquier interacción. Buenas suerte.
Aquello sí era vida. Al principio habíamos empezado viajando dentro del monstruo submarino, y mi decepción al saber que era un medio de transporte solo se podía comparar con el disgusto que me causaba viajar en su interior. No obstante, aquel gigantesco barco era otra cosa. Podíamos surcar el Mar Azul, respirar aire limpio y observar el cielo cada vez que quisiéramos, y había mucho más espacio. Lo mejor de todo es que gracias a estar al aire libre yo era capaz de buscar mi isla natal. No era nada fácil, pero creía ser capaz de hacerlo. «¿Será esa mi isla?» me preguntaba al observar una nube gigantesca. No creía que lo fuera, era demasiado simple, pero de pronto me vinieron recuerdos a la cabeza que me volvieron un tanto nostálgico.
El sonido de un pájaro en la cubierta me sacó de mis pensamientos. Era muy gracioso, tenía un gorro y un bolso de cuero por el que asomaban papeles. ¿Se habría extraviado? Poco importaba, porque mi estómago empezó a rugir y aquel animal cada vez tenía un aspecto más apetitoso.
—Tú ser buen entrante antes de subir Isla del Cielo —le digo mientras me acerco lentamente sacando mis Colmillos.
Cuando lo cazara le pediría a Kaya que lo preparase con mucha salsa de acompañamiento, pero que se diera prisa. Me había entrado hambre y no quería esperar mucho para comer. Si no, siempre podía prepararlo yo mismo encendiendo una fogata dentro del barco. Y en cuanto el tema de la comida estuviera finalizado, volvería a seguir buscando mi isla. Estaba convencido de que en cuanto la encontrase, hallaría la entrada que el mar abriría para nosotros. Nunca la había visto, pero de pequeño me habían contado que se trataba de un camino arduo donde solo pocos lograban reunir el coraje suficiente para subir. Aquello era realmente emocionante.
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Me pregunto si será aquella, la que tiene una forma como de conejo. O quizás la de al lado; parece un paraguas, pero supongo que se podría encontrar una isla en ella. Desde luego, sería mucho mejor que la nube con forma de cabeza de cabra deforme. Da bastante miedo, la verdad, y seguro que si hubiese alguien viviendo ahí sería tan raro y feo como su nube.
No me puedo creer que esté planteándome esto seriamente. A pesar de que Inosuke lleva diciendo que viene de una isla habitada en el cielo y de que a nadie más parece extrañarle, mi parte racional se niega a considerarlo siquiera. La gente no vive en el cielo, sencillamente. Puedo entender que a Ino le haya dado mucho el sol y se lo crea realmente, e incluso que Kath le siga el rollo porque... en fin, porque es Kath, pero yo no voy a convencerme de nada hasta que lo vea con mis propios ojos. Suspiro y me levanto de cubierta. Precisamente para eso es este viaje.
Le tiro la última magdalena a la morsa y me acerco a la borda al ver que se acerca la gaviota. El ave se posa sobre la baranda, agita la caja donde guarda el dinero y suelta una buena cagada sobre el flamante y nuevo Horror Circus. Ese maldito pájaro... Todos los puñeteros días hace lo mismo. ¡¿Para qué puse ahí ese cenicero?! Pues se acabó, no pienso pagarle. Le cojo el periódico y dejo que vea una moneda de quinientos berries antes de guardármela y alejarme, lo que provoca que el pájaro se lance a picotearme.
-¡Ah! ¡Basta, maldita sea!
Le lanzo un capón al pájaro, que cae redondo al suelo. Intenta enderezarse, aturdido, pero entonces la sombra de Ino cae sobre él. Me doy la vuelta para dejar privacidad al cazador. Tengo el desayuno casi lsito, pero siempre queda hueco para un aperitivo de gaviota.
Voy a la cocina a ultimar los detalles. El aroma del café recién molido inunda la estancia y parece conducir a mis fosas nasales hasta la mesa generosamente servida. Bacon, bananas y bollos de chocolate para la gorda de Kath, un buen trozo de tofu frito con mermelada de algas para Xan, una olla de huevos cocidos recubiertos de queso para Selene, tortilla de morcilla para Ivan y un generoso trozo de carne rojiza y sangrante para Ino. Es un desayuno raro, la verdad, a juego con el grupo. También he dejado un cuenco con arándanos bajo una caja trampa para Franklin. Así se quedará atrapado si viene a molestar y comerse lo de los demás.
-Vale, todo listo.
Paso por al lado del fregadero al salir, cojo un plato recubierto de grasa de la cena de anoche y lo arrojo discretamente al mar como un frisbee antes de llamar a todos a desayunar.
No me puedo creer que esté planteándome esto seriamente. A pesar de que Inosuke lleva diciendo que viene de una isla habitada en el cielo y de que a nadie más parece extrañarle, mi parte racional se niega a considerarlo siquiera. La gente no vive en el cielo, sencillamente. Puedo entender que a Ino le haya dado mucho el sol y se lo crea realmente, e incluso que Kath le siga el rollo porque... en fin, porque es Kath, pero yo no voy a convencerme de nada hasta que lo vea con mis propios ojos. Suspiro y me levanto de cubierta. Precisamente para eso es este viaje.
Le tiro la última magdalena a la morsa y me acerco a la borda al ver que se acerca la gaviota. El ave se posa sobre la baranda, agita la caja donde guarda el dinero y suelta una buena cagada sobre el flamante y nuevo Horror Circus. Ese maldito pájaro... Todos los puñeteros días hace lo mismo. ¡¿Para qué puse ahí ese cenicero?! Pues se acabó, no pienso pagarle. Le cojo el periódico y dejo que vea una moneda de quinientos berries antes de guardármela y alejarme, lo que provoca que el pájaro se lance a picotearme.
-¡Ah! ¡Basta, maldita sea!
Le lanzo un capón al pájaro, que cae redondo al suelo. Intenta enderezarse, aturdido, pero entonces la sombra de Ino cae sobre él. Me doy la vuelta para dejar privacidad al cazador. Tengo el desayuno casi lsito, pero siempre queda hueco para un aperitivo de gaviota.
Voy a la cocina a ultimar los detalles. El aroma del café recién molido inunda la estancia y parece conducir a mis fosas nasales hasta la mesa generosamente servida. Bacon, bananas y bollos de chocolate para la gorda de Kath, un buen trozo de tofu frito con mermelada de algas para Xan, una olla de huevos cocidos recubiertos de queso para Selene, tortilla de morcilla para Ivan y un generoso trozo de carne rojiza y sangrante para Ino. Es un desayuno raro, la verdad, a juego con el grupo. También he dejado un cuenco con arándanos bajo una caja trampa para Franklin. Así se quedará atrapado si viene a molestar y comerse lo de los demás.
-Vale, todo listo.
Paso por al lado del fregadero al salir, cojo un plato recubierto de grasa de la cena de anoche y lo arrojo discretamente al mar como un frisbee antes de llamar a todos a desayunar.
Alexandra Holmes
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El barco nuevo era un pasote, más grande que su casa. No, varias veces más grandes que su casa. No solo tenía su propio camarote, tenía su propio laboratorio para sus cosas de ciencia, así como un estudio de costura que compartía con la capitana, que también tenía cierta maña con las telas. Había pasado largos días decorando las estancias que usaba (su camarote y el laboratorio), redactando las normas de seguridad de ambas estancias y... bueno, en general poniéndolo todo a punto.
¿Iban a subir al cielo? Sí, claro, lo que sea. Algo así había dicho cuando comentaron la idea. No sabía mucho de skypiea aparte de que era el hogar natal del muchacho con cabeza de jabalí, así que de momento la impresión que tenía de las islas del cielo es que eran lo más extraño del planeta.
Había decidido vestir sus ropas habituales. Su vestido corto azul y rojo de cuadros y una bata de laboratorio de vestir. Medias y brazaletes cubrían sus piernas y brazos y unas botas ligeras con tacones decoraban sus pies. Se movía por el barco mientras canturreaba, al menos hasta que el olorcito del desayuno empezó a atraerla. Se guió por el olfato para volver a moverse por el barco hasta que llegó a la cocina de la tripulación, donde Kaya estaba... mira, mejor no preguntaba qué hacía con los platos.
—Buenos días —dijo, con un ligero canto que, si no fuera por su carácter, podría ser de princesa de cuento. Miró el bacon con mala cara y se sentó donde el tofu frito. ¿No había llegado nadie más? ¿acaso ella era la única que madrugaba aparte de Kaya e Ino? Qué bien vivían los jefes, durmiendo hasta vete tú a saber cuándo.
Empezaría a comerse el tofu tranquilamente, esperando que las algas le despertaran un poco las neuronas.
—Cocinas bastante mejor que la indecente fusión de los ex que tengo que siguen vivos, Kaya —alabó a su manera la mano de la muchacha con la comida.
—¿Ino aún sigue empeñado en subir al cielo? —preguntaría, dedicando unos segundos a zampar y a escuchar al resto de los tripulantes. Si es que alguno se presentaba a desayunar. ¿Estarían haciendo dieta? Todo el mundo sabía que eso era una pérdida de tiempo.
Ella por su parte se creía lo de la isla del cielo porque, bueno, cosas más raras habían por ahí. En un mundo donde habían frutas demoníacas que concedían poderes sobrehumanos y donde la energía del carácter daba luz a fuerzas elementales... una isla que flote no debería ser algo tan descabellado.
¿Iban a subir al cielo? Sí, claro, lo que sea. Algo así había dicho cuando comentaron la idea. No sabía mucho de skypiea aparte de que era el hogar natal del muchacho con cabeza de jabalí, así que de momento la impresión que tenía de las islas del cielo es que eran lo más extraño del planeta.
Había decidido vestir sus ropas habituales. Su vestido corto azul y rojo de cuadros y una bata de laboratorio de vestir. Medias y brazaletes cubrían sus piernas y brazos y unas botas ligeras con tacones decoraban sus pies. Se movía por el barco mientras canturreaba, al menos hasta que el olorcito del desayuno empezó a atraerla. Se guió por el olfato para volver a moverse por el barco hasta que llegó a la cocina de la tripulación, donde Kaya estaba... mira, mejor no preguntaba qué hacía con los platos.
—Buenos días —dijo, con un ligero canto que, si no fuera por su carácter, podría ser de princesa de cuento. Miró el bacon con mala cara y se sentó donde el tofu frito. ¿No había llegado nadie más? ¿acaso ella era la única que madrugaba aparte de Kaya e Ino? Qué bien vivían los jefes, durmiendo hasta vete tú a saber cuándo.
Empezaría a comerse el tofu tranquilamente, esperando que las algas le despertaran un poco las neuronas.
—Cocinas bastante mejor que la indecente fusión de los ex que tengo que siguen vivos, Kaya —alabó a su manera la mano de la muchacha con la comida.
—¿Ino aún sigue empeñado en subir al cielo? —preguntaría, dedicando unos segundos a zampar y a escuchar al resto de los tripulantes. Si es que alguno se presentaba a desayunar. ¿Estarían haciendo dieta? Todo el mundo sabía que eso era una pérdida de tiempo.
Ella por su parte se creía lo de la isla del cielo porque, bueno, cosas más raras habían por ahí. En un mundo donde habían frutas demoníacas que concedían poderes sobrehumanos y donde la energía del carácter daba luz a fuerzas elementales... una isla que flote no debería ser algo tan descabellado.
Katharina von Steinhell
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No le convencía del todo, es decir, ¿las terminaciones no estaban acabadas un poco a las malas? Había un fallo de medio centímetro entre los guardapolvos del piso, rompiendo la estética simétrica que buscaba la bruja, y había una abolladura muy pequeña en una de las paredes; joder, tendría que taparla con algún tapiz o algo. ¿Para qué había desembolsado cerca de quinientos millones si es que los carpinteros iban a hacer un mal trabajo? Bueno, al menos la habitación tenía el espacio necesario para que cupiera la cama, el escritorio y el armario repleto de distintas prendas. Si es que no estaba en su cuarto, pasaba horas en la biblioteca leyendo sobre lo primero que encontrase.
El mundo era un lugar fantástico lleno de misterios que esperaban ser descubiertos, un lugar donde los rumores corrían con el viento y las aguas. Y la existencia de una isla en los cielos era uno de ellos. Lo lógico es que la hechicera se mostrase reacia a creer en algo así, pues carecía de todo sentido, pero había evidencia rebuscada entre los libros de páginas gastadas que respaldaba la teoría. En un extracto de las crónicas del difunto Rey de los Piratas se nombraba a Skypiea. Quizás un viaje hacia la isla de los cielos no le ayudaría a estar un paso más cerca de derrocar el Gobierno Mundial, pero de vez en cuando estaba bien tener una aventura; sus compañeros se lo merecían.
Llevaba tanto a Arugoriashito como a Fushigiri envainadas a la altura de la cintura; una espadachina siempre debía estar cerca de sus espadas. Vestía un kimono azul de mangas anchas sin escote, una faja roja con un patrón floral y unas medias negras. Las getas de madera le daban unos centímetros extra, alcanzando el metro sesenta y cinco. No se había olvidado de su sombrero de bruja ni tampoco de la bola de cristal que llevaba oculta entre sus prendas. ¿Llegaría a usarla? Probablemente no, pero había que mantener la fachada. La escoba que le había regalado su mejor amigo era… Bueno, ¿cómo decirlo? Extravagante y a veces muy molesta, eso de que chillase como un jodido gato le ponía los pelos de punta.
—Buenos días —saludó a sus compañeros y luego tomó asiento. Una sonrisa se dibujó en su rostro y sus ojos se iluminaron cuando vio el desayuno que Kaya le había preparado. A veces esa chica le caía muy bien y se alegraba de tenerla en el barco—. En realidad soy yo la que quiere subir al cielo, Alexandra. Sé que suena… tonto, pero he pasado días enteros reuniendo información y evidencia sobre la existencia de Skypiea. Además, ¿el mundo no es sino para ellos que se permiten soñar?
No sabía si la frase que había dicho tenía mucho sentido, pero los sueños muchas veces eran el motor de las personas. Aún no se los había dicho, pero Katharina había estado en lugares increíbles. Probablemente ninguno de ellos creería que sobre el lomo de un elefante gigante vivía una civilización de animales parlantes. Ella había estado ahí junto a los Arashi. Había visto cosas increíbles que le hacían creer que Skypiea era tan real como las espadas que tenía en la cintura.
—Gracias por el desayuno, Kayadako. Cada vez se te da mejor esto de cocinar —le comentó a la niña del parche justo después de meterse un gran trozo de bacon a la boca.
El mundo era un lugar fantástico lleno de misterios que esperaban ser descubiertos, un lugar donde los rumores corrían con el viento y las aguas. Y la existencia de una isla en los cielos era uno de ellos. Lo lógico es que la hechicera se mostrase reacia a creer en algo así, pues carecía de todo sentido, pero había evidencia rebuscada entre los libros de páginas gastadas que respaldaba la teoría. En un extracto de las crónicas del difunto Rey de los Piratas se nombraba a Skypiea. Quizás un viaje hacia la isla de los cielos no le ayudaría a estar un paso más cerca de derrocar el Gobierno Mundial, pero de vez en cuando estaba bien tener una aventura; sus compañeros se lo merecían.
Llevaba tanto a Arugoriashito como a Fushigiri envainadas a la altura de la cintura; una espadachina siempre debía estar cerca de sus espadas. Vestía un kimono azul de mangas anchas sin escote, una faja roja con un patrón floral y unas medias negras. Las getas de madera le daban unos centímetros extra, alcanzando el metro sesenta y cinco. No se había olvidado de su sombrero de bruja ni tampoco de la bola de cristal que llevaba oculta entre sus prendas. ¿Llegaría a usarla? Probablemente no, pero había que mantener la fachada. La escoba que le había regalado su mejor amigo era… Bueno, ¿cómo decirlo? Extravagante y a veces muy molesta, eso de que chillase como un jodido gato le ponía los pelos de punta.
—Buenos días —saludó a sus compañeros y luego tomó asiento. Una sonrisa se dibujó en su rostro y sus ojos se iluminaron cuando vio el desayuno que Kaya le había preparado. A veces esa chica le caía muy bien y se alegraba de tenerla en el barco—. En realidad soy yo la que quiere subir al cielo, Alexandra. Sé que suena… tonto, pero he pasado días enteros reuniendo información y evidencia sobre la existencia de Skypiea. Además, ¿el mundo no es sino para ellos que se permiten soñar?
No sabía si la frase que había dicho tenía mucho sentido, pero los sueños muchas veces eran el motor de las personas. Aún no se los había dicho, pero Katharina había estado en lugares increíbles. Probablemente ninguno de ellos creería que sobre el lomo de un elefante gigante vivía una civilización de animales parlantes. Ella había estado ahí junto a los Arashi. Había visto cosas increíbles que le hacían creer que Skypiea era tan real como las espadas que tenía en la cintura.
—Gracias por el desayuno, Kayadako. Cada vez se te da mejor esto de cocinar —le comentó a la niña del parche justo después de meterse un gran trozo de bacon a la boca.
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- Moderación II:
- Madre mía Kaya, que delicia de desayuno. Vale, no es muy común, pero seguro que todo está riquísimo. Ten cuidado con a quién le cocinas; si alguno de los compatriotas de Ino probase tu comida tal vez quisiera tenerte como su mujer. Aunque claro, para eso deberían existir las islas del cielo. ¿No es así?
Xandra, mejor no preguntes sobre la aversión de Kaya hacia los platos. Ya ha quedado demostrado que no es muy amiga de ellos. Y menos aún cuando están sucios. Por los dioses de Inosuke, si es capaz de servir la comida en sombreros antes que fregar los platos.
El salvaje, por su parte, intenta atrapar a la asalariada ave que reparte periódicos. Es una lástima que se escapase saltando por la borda y extendiendo sus alas casi a ras del mar antes de que Inosuke la cazara. Eso sí, le ha salido un chichón enorme en su cabeza, cortesía del puño de Kaya. Juraría que es del tamaño de su cabeza. De la de Kaya no, de la del pájaro. Como sea, tal vez no vuelvan a traeros el periódico por morosos y animales.
Kath, por favor, no seas tan quisquillosa. ¿Que es una abolladura comparada con aquel impecable trabajo de carpintería? Debería sentirte orgullosa de tu barco insignia, el Horror Circus, en vez de buscarles pequeños fallos. Total, eso con contratar a un diseñador se arregla fácil.
Bueno chicos, al tajo. Cuando termináis de desayunar, todos podéis notar un ligero descenso en la temperatura. Si salís a cubierta, podéis observar como las nubes se arremolinan en el cielo y las olas empiezan a agitarse con más fuerza, alcanzado alturas superiores a los tres y cuatro metros. ¿Cómo os habéis metido en una tormenta tan de repente? ¿Y eso del fondo es un huracán? ¿Un tornado acuático? Lo que sea, pero tiene un aspecto espantoso. Parece brotar del mismo mar, y en vez de crecer recto gira sobre sí mismo de forma ascendente, llegando al mismísimo cielo.
Maldito pajarraco. A pesar de que Kaya lo había dejado atolondrado, consiguió escapar de mí. A medida que se alejaba volando podía escuchar su piar, que se me asemejaba a los insultos que profería Xandra cuando veía bacon. Menuda estupidez. ¿Por qué ME insultaría un pájaro? Yo solo seguía el orden establecido de la naturaleza. Los hombres comían pájaros llevaran o no papeles encima. De toda la vida.
Miro al suelo y veo varios carteles con rostros de personas. Bueno, rostros es una palabra muy generosa. Algunos eran difíciles de distinguir, otros salían entre sombras, y algún que otro de espaldas, pero me hacían mucha gracia. Me entretuve varios minutos observándolos cuando encontré uno que me llamó especialmente la atención. ¡Pero si ese era yo! O como mínimo se trataba de alguien que usaba la misma cabeza de jabalí que yo. ¿Por qué tendría un pájaro un papel con mi cara? Aquello tenía menos sentido que el hecho de que me insultase. Seguí mirando varios papeles y encontré el rostro de varios de mis compañeros. Estaban Brianna, Selene, kaya... ¡Incluso Ivan aparecía! Y todos ellos tenían símbolos extraños, aunque juraría que el papel con la cara de Ivan tenía más que los otros.
En cuanto me alcanzó el olor a comida, no me pude resistir. Mi isla seguiría en el cielo mientras comía; ya aparecería. Y yo no podía buscarla bien sin tener algo de comida en el estómago. Llegué a la mesa en donde un despliegue de diversos y maravillosos platos se extendía. Me senté ante el plato estrella: el plato de carne. Parecía tan tierna que podías cortarla con la mano, y tan jugosa que se volvería agua al tocar mi lengua. Sin duda Kaya se había esmerado. No esperaba menos.
—Yo no estar empen...empene...empe... Hjakel´gosh. Yo no estar como tú dices. Yo hacer promesa Katha, por eso guiar al cielo a ver Piedra Sagrada. Ver rápido y bajar —declaré, sin dar muchas opciones a rebatir. No me hacía especial ilusión volver a mi hogar, no aún.
Termino de comer y recuerdo los papeles con nuestras caras. Los apoyo sobre la mesa, a la vista de todos. Quería saber por qué un pájaro tenía nuestras caras.
—Chicas, pájaro tener esto. Caras nuestras salir aquí. ¿Por qué esto ser?
Esperaba que la explicación me resultara satisfactoria. Si no, ya volvería a preguntar en otra ocasión. De momento tenía que volver a cubierta para seguir buscando mi isla. Algo me decía que ya estábamos cerca, que ya quedaba poco. Tal vez fueran los dioses, que me guiaban hasta mi hogar, o tal vez fuera un descenso de la temperatura que me provocó un escalofrío en la espalda. En tal caso, cuando volví a la proa del barco el ambiente había cambiado de forma notoria. El mar se agitaba, como furioso, y donde antes había un sol despejado ahora varias nubes amenazaban con una tormenta. El viento nos azotaba con fuerza, y a lo lejos un cúmulo de viento se unía formando...¿una especie de camino? No me lo podía creer. Parecía realmente increíble, y muy peligroso, pero esa debía ser la entrada a Skypiea. No se me ocurría otra cosa. Debíamos llegar hasta aquel torbellino para subir al cielo; le tenía claro.
—Chicos, atención. Guiar barco hasta centro de tormenta —dije señalando con un dedo el torbellino—. Esa ser entrada a mi hogar. Vamos, rápido. No saber cuanto durar.
Y esperé por las órdenes pertinentes.
Nayelis
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Parecía que no podía tomar el sol ni por cinco minutos antes de que todo el barco se revolucionara. Habíamos pasado de tener un tiempo macabramente veraniego a un mar embravecido con viento y un extraño "camino " frente a nosotros. Parecía que el puerco estaba bastante sorprendido de ver aquello, principalmente porque parecía que hubieran cumplido su principal sueño. Yo me encontraba tumbada en una hamaca de popa con un refrigerio apoyado junto a esta. Estaba disfrutando del día en el navío hasta que sucedió todo esto.
Había visto como la capitana había saludado a todos a lo que yo respondí en su momento levantando la mano pero continuando tomando el sol. En cuanto a lo de la gaviota prácticamente no le hice caso hasta ver que le habían dado un capón, provocando una leve sonrisa por mi parte.
Pero bueno y tal como dije, el viento había cambiado y el tiempo estaba siendo algo más ratero. Así que me levanté de la hamaca y con paso calmado fui hacia la proa donde estaba Ino. Este parecía muy convencido de meternos en aquel torbellino ¿Estaba loco? ¿Quería reventar el barco o que?. yo simplemente le dije.
-¿Estás seguro Ino?¿Cómo sabes que es la entrada y que eso de ahí...- dije señalando el torbellino ascendente- no nos va a matar. Te recuerdo que la mitad de los que estamos aquí no sabemos nadar...y no tengo ganas de mojarme.
Anyways, giré la cabeza para llamar a la capitana.
-¡Capi creo que Ino ha encontrado la entrada!.-concluí levantando un poco la voz desde proa, ya que si la levantaba demasiado igual la que reventaba el barco era yo.
Había visto como la capitana había saludado a todos a lo que yo respondí en su momento levantando la mano pero continuando tomando el sol. En cuanto a lo de la gaviota prácticamente no le hice caso hasta ver que le habían dado un capón, provocando una leve sonrisa por mi parte.
Pero bueno y tal como dije, el viento había cambiado y el tiempo estaba siendo algo más ratero. Así que me levanté de la hamaca y con paso calmado fui hacia la proa donde estaba Ino. Este parecía muy convencido de meternos en aquel torbellino ¿Estaba loco? ¿Quería reventar el barco o que?. yo simplemente le dije.
-¿Estás seguro Ino?¿Cómo sabes que es la entrada y que eso de ahí...- dije señalando el torbellino ascendente- no nos va a matar. Te recuerdo que la mitad de los que estamos aquí no sabemos nadar...y no tengo ganas de mojarme.
Anyways, giré la cabeza para llamar a la capitana.
-¡Capi creo que Ino ha encontrado la entrada!.-concluí levantando un poco la voz desde proa, ya que si la levantaba demasiado igual la que reventaba el barco era yo.
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-Espera, ¿esos somos nosotros? ¿Cuándo me han hecho esta foto?
Desde luego, quien sea que se ocupa de eso es tremendamente bueno. Se las ha arreglado para que se me reconozca perfectamente incluso a pesar de la calidad del papel de periódico. ¡Y yo ni me he enterado! Visto lo visto, los marines deberían coger a la gente de las fotos y ponerlos a matar piratas. Se ahorrarían mucho dinero en recompensas.
Le quito el periódico a Ino de las manos y mis ojos se detienen sobre el número que hay bajo mi cara. ¿Treinta millones? ¿Quién pagaría treinta millones de berries por mí? No es mucho -no es nada, de hecho- comparada con la suma que se paga por la cabeza de Kath, pero teniendo en cuenta que no he dado problemas desde que soy pirata, me parece desemesurado. En fin, qué se le va a hacer. Si viene alguien a por mí ya lo echaré a patadas.
-Oh, pagan más por mí que por Ino... -comento, dedicándole a Inosuke la mejor de mis miradas de burla-. Treinta es mucho más que nueve, por si no lo sabías, gran hombre. Mucho, mucho más. Me pregunto qué... ¿Por qué está tan oscuro de repente?
Un mal presentimiento empieza a nacerme en la base de la columna. ¿Será un eclipse? Eso espero. No pasa mucho tiempo antes de que el barco empiece a zarandearse. Adiós al desayuno tranquilo. Engullo mi café de un trago y salgo a cubierta. Con solo mirar al cielo queda claro que no, que no es un eclipse.
Una nube gigantesca y negra como los ojos de un gato cubre lo que parece ser la totalidad del cielo. Es como un techo sólido y oscuro que engulle hasta el último rayo de luz solar. De repente, se ha hecho de noche. Y bajo ella se arremolina la tormenta, un huracán incipiente que crece por momentos y amenaza con engullirnos irremediablemente.
-No pasa nada, podremos esquivarla. Creo -pienso en voz alta. Con lo grande que es este trasto veo difícil que se hunda, pero aun así me parece un poco pronto para ponerlo a prueba en un huracán.
Lo que no esperaba era que a Inosuke le entusiasmara tanto encontrarse con esto de frente. ¿Como que la entrada a su hogar? Y un huevo. Está loco si piensa que voy a lanzarme de cabeza a un maldito tifón. Claro que Ino ya está loco de por sí... Maldita sea, ¿de verdad están todos tan convencidos?
-¿Queréis que salgamos volando? -grito por encima del viento-. ¡Muy bien, pues venga! ¡Pero luego no os quejéis si nos ahogamos!
La verdad es que teniendo los poderes de Ivan y Kath a nuestra disposición no me preocupa demasiado, y menos con un barco tan enorme como este. En el peor de los casos podemos usar a Kensington. El pulpo, que he dejado en lo alto del palo mayor por si acaso, puede hincharse como un globo y servirnos como una magnífica salida de emergencia. Lo que más me preocupa es que tenga que ser yo quien se ponga al timón. ¿Dónde está el maldito vampiro cuando se le necesita?
Pongo proa a la columna de aire que parece conectar cielo y mar. Si esa cosa funciona como creo que funciona... en fin, ni idea de lo que puede pasar. Habrá que averiguarlo, aunque solo sea para poder decir "Os lo dije" justo antes de que muramos todos.
Desde luego, quien sea que se ocupa de eso es tremendamente bueno. Se las ha arreglado para que se me reconozca perfectamente incluso a pesar de la calidad del papel de periódico. ¡Y yo ni me he enterado! Visto lo visto, los marines deberían coger a la gente de las fotos y ponerlos a matar piratas. Se ahorrarían mucho dinero en recompensas.
Le quito el periódico a Ino de las manos y mis ojos se detienen sobre el número que hay bajo mi cara. ¿Treinta millones? ¿Quién pagaría treinta millones de berries por mí? No es mucho -no es nada, de hecho- comparada con la suma que se paga por la cabeza de Kath, pero teniendo en cuenta que no he dado problemas desde que soy pirata, me parece desemesurado. En fin, qué se le va a hacer. Si viene alguien a por mí ya lo echaré a patadas.
-Oh, pagan más por mí que por Ino... -comento, dedicándole a Inosuke la mejor de mis miradas de burla-. Treinta es mucho más que nueve, por si no lo sabías, gran hombre. Mucho, mucho más. Me pregunto qué... ¿Por qué está tan oscuro de repente?
Un mal presentimiento empieza a nacerme en la base de la columna. ¿Será un eclipse? Eso espero. No pasa mucho tiempo antes de que el barco empiece a zarandearse. Adiós al desayuno tranquilo. Engullo mi café de un trago y salgo a cubierta. Con solo mirar al cielo queda claro que no, que no es un eclipse.
Una nube gigantesca y negra como los ojos de un gato cubre lo que parece ser la totalidad del cielo. Es como un techo sólido y oscuro que engulle hasta el último rayo de luz solar. De repente, se ha hecho de noche. Y bajo ella se arremolina la tormenta, un huracán incipiente que crece por momentos y amenaza con engullirnos irremediablemente.
-No pasa nada, podremos esquivarla. Creo -pienso en voz alta. Con lo grande que es este trasto veo difícil que se hunda, pero aun así me parece un poco pronto para ponerlo a prueba en un huracán.
Lo que no esperaba era que a Inosuke le entusiasmara tanto encontrarse con esto de frente. ¿Como que la entrada a su hogar? Y un huevo. Está loco si piensa que voy a lanzarme de cabeza a un maldito tifón. Claro que Ino ya está loco de por sí... Maldita sea, ¿de verdad están todos tan convencidos?
-¿Queréis que salgamos volando? -grito por encima del viento-. ¡Muy bien, pues venga! ¡Pero luego no os quejéis si nos ahogamos!
La verdad es que teniendo los poderes de Ivan y Kath a nuestra disposición no me preocupa demasiado, y menos con un barco tan enorme como este. En el peor de los casos podemos usar a Kensington. El pulpo, que he dejado en lo alto del palo mayor por si acaso, puede hincharse como un globo y servirnos como una magnífica salida de emergencia. Lo que más me preocupa es que tenga que ser yo quien se ponga al timón. ¿Dónde está el maldito vampiro cuando se le necesita?
Pongo proa a la columna de aire que parece conectar cielo y mar. Si esa cosa funciona como creo que funciona... en fin, ni idea de lo que puede pasar. Habrá que averiguarlo, aunque solo sea para poder decir "Os lo dije" justo antes de que muramos todos.
Alexandra Holmes
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Estaba comiendo cuando llegó Katharina. Oh, ¿eso había sido idea suya?
—Supongo que tienes razón, ¿quién soy yo para determinar si un sueño es válido o no? —teniendo en cuenta sus propios objetivos, querer ir a una isla en el cielo no sonaba demasiado descabellado.
Inosuke, por su parte, no parecía demasiado emocionado por volver a su tierra natal. La científica miraba a uno y a otro mientras comía el tofu, había mencionado algo que se llamaba "Piedra sagrada". Bueno, también había dicho "pene", pero se lo dejaría pasar por esta vez sin reirse, tenía que mantener la fachada seria.
—Entonces subir, ver esa piedra y bajar —repitió en voz baja. No tenía ni idea de qué cosas habría en la mítica Skypiea, pero tal vez ella misma insistiera en quedarse un poco más si encontraba algo que fuera útil, interesante, o mínimamente relevante para su propia investigación.
Al ver los Wanted, y viendo que ni Selene ni Kaya le dieron una explicación al muchacho, decidió ser ella la que, por desgracia, le diera la noticia al muchacho. No iba a entender lo que le decía porque no sabía qué era el dinero y probablemente tampoco supiera qué era el gobierno exactamente —desconocía si Kath le había hablado del tema—, pero se lo comentaría igualmente.
—Significa que habéis enfadado al gobierno y que pagan esa cantidad de dinero a quien os capture o mate —explicó brevemente—. Así que ahora seréis el blanco de todos los peseteros del mundo. Bueno, o lo seríais sin la influencia de los jefes —señaló a la capitana con la cabeza. No se preocupó demasiado por el precio de sus compañeros porque, bueno, dudaba que nadie intentara atraparlos sabiendo la bandera bajo la cual navegaban. Entonces, Inosuke valía nueve millones y Kaya... ¿treinta? ¿qué había hecho para valer tanto?
Tras acabar de desayunar salió a cubierta tras notar un bajón de la temperatura, encontrándose en cubierta con un panorama bastante jodido. Claro, ¿por qué iba a ir bien el día cuando podía ir raro de narices? De repente se habían metido en una tormenta cuyas olas superaban los tres metros por lo menos. No era mucho problema para el barco en el que viajaban pero tendrían problemas si se caían.
Sin embargo, esa tormenta no era lo llamativo. Lo verdaderamente llamativo era la corriente de agua que subía cual geiser hasta... ¿hasta dónde llegaba eso? ¿e Ino decía que esa era la entrada a su hogar? Un día le presentaría a uno de sus amigos: los ascensores normales. Estaba segura de que el chaval saldría fascinado de uno de esos, quizá podría enseñarle uno cuando volvieran a pisar Dark Dome.
—¡A volar y ya podéis echar a suertes a quienes recogemos Ino y yo si nos caemos! —exclamó Alexandra antes de dirigirse hacia... no tenía mucha idea, así que seguiría instrucciones para ayudar con el barco en la medida de lo posible. Levar cosas, soltar amarres, remar, cosas de esas de piratas.
¿Iba a salir bien eso? Pues... lo mejor sería no pensar en ello. Confiaba en Ino, en Katharina y en las dotes de navegante de Kaya. ¿Subir al cielo con un barco enorme y no morir en el intento? Bah, eso estaba chupado.
—Supongo que tienes razón, ¿quién soy yo para determinar si un sueño es válido o no? —teniendo en cuenta sus propios objetivos, querer ir a una isla en el cielo no sonaba demasiado descabellado.
Inosuke, por su parte, no parecía demasiado emocionado por volver a su tierra natal. La científica miraba a uno y a otro mientras comía el tofu, había mencionado algo que se llamaba "Piedra sagrada". Bueno, también había dicho "pene", pero se lo dejaría pasar por esta vez sin reirse, tenía que mantener la fachada seria.
—Entonces subir, ver esa piedra y bajar —repitió en voz baja. No tenía ni idea de qué cosas habría en la mítica Skypiea, pero tal vez ella misma insistiera en quedarse un poco más si encontraba algo que fuera útil, interesante, o mínimamente relevante para su propia investigación.
Al ver los Wanted, y viendo que ni Selene ni Kaya le dieron una explicación al muchacho, decidió ser ella la que, por desgracia, le diera la noticia al muchacho. No iba a entender lo que le decía porque no sabía qué era el dinero y probablemente tampoco supiera qué era el gobierno exactamente —desconocía si Kath le había hablado del tema—, pero se lo comentaría igualmente.
—Significa que habéis enfadado al gobierno y que pagan esa cantidad de dinero a quien os capture o mate —explicó brevemente—. Así que ahora seréis el blanco de todos los peseteros del mundo. Bueno, o lo seríais sin la influencia de los jefes —señaló a la capitana con la cabeza. No se preocupó demasiado por el precio de sus compañeros porque, bueno, dudaba que nadie intentara atraparlos sabiendo la bandera bajo la cual navegaban. Entonces, Inosuke valía nueve millones y Kaya... ¿treinta? ¿qué había hecho para valer tanto?
Tras acabar de desayunar salió a cubierta tras notar un bajón de la temperatura, encontrándose en cubierta con un panorama bastante jodido. Claro, ¿por qué iba a ir bien el día cuando podía ir raro de narices? De repente se habían metido en una tormenta cuyas olas superaban los tres metros por lo menos. No era mucho problema para el barco en el que viajaban pero tendrían problemas si se caían.
Sin embargo, esa tormenta no era lo llamativo. Lo verdaderamente llamativo era la corriente de agua que subía cual geiser hasta... ¿hasta dónde llegaba eso? ¿e Ino decía que esa era la entrada a su hogar? Un día le presentaría a uno de sus amigos: los ascensores normales. Estaba segura de que el chaval saldría fascinado de uno de esos, quizá podría enseñarle uno cuando volvieran a pisar Dark Dome.
—¡A volar y ya podéis echar a suertes a quienes recogemos Ino y yo si nos caemos! —exclamó Alexandra antes de dirigirse hacia... no tenía mucha idea, así que seguiría instrucciones para ayudar con el barco en la medida de lo posible. Levar cosas, soltar amarres, remar, cosas de esas de piratas.
¿Iba a salir bien eso? Pues... lo mejor sería no pensar en ello. Confiaba en Ino, en Katharina y en las dotes de navegante de Kaya. ¿Subir al cielo con un barco enorme y no morir en el intento? Bah, eso estaba chupado.
Katharina von Steinhell
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Había viajado tanto tiempo en soledad que se había acostumbrado al silencio y a la tranquilidad, pero esa gente era tan ruidosa como un jodido carnaval de verano con batucadas y bailoteos. Si no fuera porque la comida estaba tan deliciosa como un vaso de agua después de una larga maratón, estaría muy malhumorada. El bacon era lo mejor, una mezcla muy extravagante con el pastel de chocolate que quizás acabaría en un problema estomacal, pero sabrosísimo. Por otra parte, sus compañeros estaban comentando las recientes recompensas emitidas por el Gobierno Mundial. «Así que esos bastardos ya consideran a estos chicos un peligro, ¿eh?», pensó para sí misma.
—Si el Gobierno Mundial quisiera capturarnos, tendría que reunir como mínimo a dos almirantes y una gran flota para estar cerca de hacerlo —dijo la bruja con una sonrisa cargada de arrogancia, aunque sus palabras tampoco estaban lejos de la realidad—. Como sigas así algún día terminarás alcanzándome, Kayadako —agregó de inmediato, dedicándole una mirada burlesca a la niña del parche.
De un momento a otro, el cielo se tornó muy negro y las aguas comenzaron a agitarse con violencia. El Horror Circus era un barco gigantesco que representaba la grandeza de The Sinners, pero era mecido de allá para acá como un bebé en una cuna. A la hechicera parecía no preocuparle demasiado, después de todo, no era la primera vez que se enfrentaba a una tormenta. Sus amigos sí que se sorprenderían una vez llegasen al Nuevo Mundo, allí las cosas eran un completo sinsentido. Eso sí, se preguntaba dónde carajo estaba Ivan. Él era el encargado del timón y… Oh, joder, ¿le habrá llegado el sueño del vampiro? ¿Cómo lo llamaban algunos…? ¿Letargo? Sí, era así.
Como pirata era un desastre, no hacía falta que nadie se lo dijera. No entendía mucho de barcos ni sabía qué hacer en los casos donde un hombre con máscara de cerdo les proponía ir directamente hacia el centro de un vórtice de agua. Selene decía que Inosuke había encontrado la entrada a Skypiea, pero… Veamos, eso parecía ser cualquier cosa menos una entrada. Era más probable que acabasen en la Isla Gyojin que en la isla de los cielos, joder. En fin, ignoró las quejas de Kaya y le ordenó que se ocupase del timón. Por su parte, se estaba preparando ya para transformarse en una bestia alada y ayudar a sus amigos en el caso de que las cosas se tornasen más… complicadas.
Estaba en la cubierta del barco, observando el horroroso panorama con una sonrisa divertida y una mirada de determinación. Por fin vería con sus propios ojos una de las islas del cielo, podría escribir la historia con su propia mano y dejar los libros a un lado.
—Si el Gobierno Mundial quisiera capturarnos, tendría que reunir como mínimo a dos almirantes y una gran flota para estar cerca de hacerlo —dijo la bruja con una sonrisa cargada de arrogancia, aunque sus palabras tampoco estaban lejos de la realidad—. Como sigas así algún día terminarás alcanzándome, Kayadako —agregó de inmediato, dedicándole una mirada burlesca a la niña del parche.
De un momento a otro, el cielo se tornó muy negro y las aguas comenzaron a agitarse con violencia. El Horror Circus era un barco gigantesco que representaba la grandeza de The Sinners, pero era mecido de allá para acá como un bebé en una cuna. A la hechicera parecía no preocuparle demasiado, después de todo, no era la primera vez que se enfrentaba a una tormenta. Sus amigos sí que se sorprenderían una vez llegasen al Nuevo Mundo, allí las cosas eran un completo sinsentido. Eso sí, se preguntaba dónde carajo estaba Ivan. Él era el encargado del timón y… Oh, joder, ¿le habrá llegado el sueño del vampiro? ¿Cómo lo llamaban algunos…? ¿Letargo? Sí, era así.
Como pirata era un desastre, no hacía falta que nadie se lo dijera. No entendía mucho de barcos ni sabía qué hacer en los casos donde un hombre con máscara de cerdo les proponía ir directamente hacia el centro de un vórtice de agua. Selene decía que Inosuke había encontrado la entrada a Skypiea, pero… Veamos, eso parecía ser cualquier cosa menos una entrada. Era más probable que acabasen en la Isla Gyojin que en la isla de los cielos, joder. En fin, ignoró las quejas de Kaya y le ordenó que se ocupase del timón. Por su parte, se estaba preparando ya para transformarse en una bestia alada y ayudar a sus amigos en el caso de que las cosas se tornasen más… complicadas.
Estaba en la cubierta del barco, observando el horroroso panorama con una sonrisa divertida y una mirada de determinación. Por fin vería con sus propios ojos una de las islas del cielo, podría escribir la historia con su propia mano y dejar los libros a un lado.
Ivan Markov
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El jaleo acabó sacándole de su letargo. Con un gruñido se incorporó y miró a su alrededor. Tardó un poco en recordar que estaba en el Horror Circus, el nuevo barco de la banda. ¿Para qué querían un barco nuevo? El Leviatán era más que perfecto... al menos se habían molestado en ponerle una subcubierta donde guardarlo. El vampiro salió de su cama y se puso la Sortija Lunar. Tras eso se pasó la chaqueta por los hombros y se fue a cubierta, bostezando. Tenía una pinta horrible. Los ojos inyectados en sangre, barba de cinco días, pestazo a alcohol y nada de ropa encima salvo por unos calzoncillos y su chaqueta roja. Miró a su alrededor con aire confuso y saludó a todos con un gruñido y alzando la mano.
- ¿Por qué tanto ruido? Aquí no hay forma de dormir la resaca.
Entonces vio el tornado de fondo y suspiró, cansado. ¿Quién había dejado a Kaya al timón? Estaban yendo de frente hacia allí. Subió al castillo de popa y se acercó a la cocinera. Entonces trató de apartarla para ponerse él.
- Donde hay capitán no manda marinero. Yo llevo este cacharro, tú ocúpate de que no me quede dormido. Si me traes un café negro extra cargado, me despejaré del todo.
Entonces le dijeron algo de fondo de que había que ir hacia el tornado, que era la entrada a Skypia. ¿Qué diablos? Tras esas palabras empezó a fijarse en lo que había pensado que era una tromba marina, y se dio cuenta de que no era eso, sino la knock-up stream. ¿Cómo diablos se les había ocurrido intentar subirla sin él? Podrían haber acabado todos muertos.
- ¡Tira de la palanca, Inosuke! ¡Hermanita, despliega todas las velas! Va a ser un viaje movidito, así que todos agarraros a algo. Si no os veis fuertes, os recomiendo ataros a algo.
Había preparado hacía unos días un par de añadidos al barco con unas piezas que vendían en Jaya. La palanca desplegaba un par de alas de madera que ayudaban a planear por la fuerte corriente de aire que acompañaba al chorro de agua. Para evitar salir despedido cuando empezasen a volar, entró en forma híbrida para usar sus poderes de chupasangre y quedarse pegado al suelo como si fuera ingrávido. Su aspecto cansado se desvaneció y una sonrisa fiera se dibujó en su rostro. Las expectativas de una aventura y peligro siempre le daban fuerzas.
- ¿Por qué tanto ruido? Aquí no hay forma de dormir la resaca.
Entonces vio el tornado de fondo y suspiró, cansado. ¿Quién había dejado a Kaya al timón? Estaban yendo de frente hacia allí. Subió al castillo de popa y se acercó a la cocinera. Entonces trató de apartarla para ponerse él.
- Donde hay capitán no manda marinero. Yo llevo este cacharro, tú ocúpate de que no me quede dormido. Si me traes un café negro extra cargado, me despejaré del todo.
Entonces le dijeron algo de fondo de que había que ir hacia el tornado, que era la entrada a Skypia. ¿Qué diablos? Tras esas palabras empezó a fijarse en lo que había pensado que era una tromba marina, y se dio cuenta de que no era eso, sino la knock-up stream. ¿Cómo diablos se les había ocurrido intentar subirla sin él? Podrían haber acabado todos muertos.
- ¡Tira de la palanca, Inosuke! ¡Hermanita, despliega todas las velas! Va a ser un viaje movidito, así que todos agarraros a algo. Si no os veis fuertes, os recomiendo ataros a algo.
Había preparado hacía unos días un par de añadidos al barco con unas piezas que vendían en Jaya. La palanca desplegaba un par de alas de madera que ayudaban a planear por la fuerte corriente de aire que acompañaba al chorro de agua. Para evitar salir despedido cuando empezasen a volar, entró en forma híbrida para usar sus poderes de chupasangre y quedarse pegado al suelo como si fuera ingrávido. Su aspecto cansado se desvaneció y una sonrisa fiera se dibujó en su rostro. Las expectativas de una aventura y peligro siempre le daban fuerzas.
Inosuke Dru-zan
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- Moderación III:
- Bien, veamos. A medida que os acercáis al tornado creciente enrollado cuál tirabuzón, podéis observar como de su ojo empieza a surgir un gran burbujeo que precede al alzamiento de una gigantesca columna de agua a gran velocidad, como si el mismo mar estuviera liberando toda su furia. Acatando las órdenes de Ivan, Inosuke tira de la palanca, y un par de gigantescas alas de madera gemelas brotan de babor y estribor. Las nuevas corrientes de aire producto de la tormenta hacen que el Horror Circus, poco a poco, deje de surcar las embravecidas aguas para navegar sobre el mismísimo viento. Gracias a la maestría del timonel, el barco empieza a inclinarse, sumiendo el interior del barco en el más puro caos. Los que menos fuerza tienen son arrastrados por la gravedad hacia paredes y techos, y cualquier objeto que no estuviera amarrado, igual. Al final el barco se inclina por completo, quedando en una posición perpendicular al mar mientras sobrevuela la nueva corriente de agua.
La velocidad es realmente aterradora, y si no tienen cuidado más de uno podría caerse por la borda y precipitarse al vacío. No pasa mucho tiempo hasta que dejan de poder diferenciar lo que antes había debajo vuestro y por encima solo hay nubes y lo que parece ser un trágico final. Sin embargo, con mucha obstinación y gracias al poder de la amistad, el barco acaba aterrizando sobre una especie de mar formado por nubes blancas.
PD: Kaya, si vas a la cocina no solo verás un desorden y estropicio sin parangón, sino que por algún motivo solo se habrán roto los platos limpios. Los sucios han sobrevivido milagrosamente.
«¿Palanca?» pensé cuando el deteriorado Ivan me dió la orden. No recordaba qué era la palanca, hasta que vi cómo con su mirada me señalaba un palo de madera al lado del timón. Rápidamente corrí hasta su posición y tiré de él. Al hacerlo, unas enormes alas de madera aparecieron a los lados del barco. Cuando vi aquel despliegue, pensé en una frase que había escuchado en el Mar Azul, cuando los cerdos vuelen. Pues ahora no había uno, sino dos cerdos volando. El Horror Circus había pasado a convertirse en un jabalí alado de madera. En cierta forma, aquello resultaba divertido y emocionante.
Entonces empecé a sentirme un poco inestable. ¿Por qué el cielo estaba girando? Ah, no. Era yo, que me estaba resbalando a la vez que el barco empezaba a levantarse en el aire. En mi caída, pasé al lado de la borda, intentando agarrarme sin éxito. Fenomenal, por un pequeño error de cálculo iba a separarme de mis compañeros mientras ellos subían a Skypiea sin mí. Vale, no estaba realmente encantado con la idea de volver a mi hogar, pero tampoco me gustaba el hecho de que subieran ellos solos.
Fue entonces cuando pude distinguir un batir de alas entre el sonido del viento sibilante al cruzar al lado de mis oídos. Sentí como unas garras sujetaban mis hombros y milagrosamente volvía a ser llevado hasta el barco, el cuál cada vez estaba más inclinado e iba ganando velocidad. Llegamos por muy poco al barco, sujetándonos a una cuerda que colgaba de una de las velas. Con una mano sujeté la soga mientras me la enrollaba sobre el puño y con la otra mantenía a salvo a Cazapeces, mi salvadora. La pequeña pterodáctil había vuelto a por mí al ver cómo me escapaba volando. Debía agradecérselo con un pez gigantesco en cuanto alcanzáramos Skypiea.
Poco a poco el barco empezó a sucar el gran chorro de agua que expulsaba el mar. Ese era el auténtico camino que los dioses habían abierto solo para nosotros. Nuestro destino. Gracias a esa vía alcanzaríamos nuestro objetivo, aunque aún no podíamos cantar victoria.
A lo largo del corto pero extenuante trayecto, el viento me zarandeaba. Mi mano lentamente se resbalaba de la cuerda, pero apreté los dientes y centré toda mi fuerza en los dedos de la mano izquierda y en que no se me escapara Cazapeces, a la par que el viento me zarandeaba con violencia. Pensé que no lo iba a contar, pero al final atravesamos las nubes que nos cubrían y aterrizamos en el Mar Blanco.
—Sí, ¡nosotros llegar Mar Blanco! Yo saber que nosotros lograr —exclamé en cuando me hube soltado de la cuerda.
Gentilmente invité a Cazapeces a posarse sobre mi hombro, y me reuní con mis compañeros.
—¿Alguno querer preguntar algo antes de nosotros continuar? Tener que ser ahora. Resto de viaje no saber qué pasar.
Una vez todo estuviera aclarado, volvería junto al timón, acompañando a Ivan para indicarle por dónde debíamos ir. El resto del camino ya lo conocía sobradamente y no tardaríamos en dar con la entrada. Volvía a casa.
Ivan Markov
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Prestó atención a los vientos y fue girando levemente el timón para controlar la vela de mesana y adaptarse a la corriente. Su sonrisa fue ampliándose a medida cogían velocidad. Cada crujir del barco, la fuerza que el timón ejercía en sus manos, su cabello agitado por la corriente... todo le causaba escalofríos y le erizaba los pelos. Rápidamente subían más y más, dejando atrás el mar hasta que Jaya se convirtió en una mancha lejana allá abajo, y la curva del horizonte adoptó una forma redondeada. Aún así la subida fue más larga de lo que había pensado: la isla estaba realmente alta, más que una nube corriente. Dejaron los bancos de nubes muy abajo para cuando se estuvieron empezando a acercar a Skypia.
- ¡Estamos casi ahí! ¡Agarraos y preparaos, aquí viene el último bache!
Finalmente la corriente atravesó la nube, y el Horror Circus con ella. Una enorme extensión de mar nuboso del blanco más puro les rodeaba. El enorme navío cayó sobre las nubes con un sonido sorprendentemente similar al que hubiera hecho al hacerlo sobre agua. De hecho se balanceó de la misma forma. Ivan se acercó a la borda y observó la masa sobre la que estaban. Realmente parecía comportarse como un mar... pero blanco. Por eso sería que Inosuke llamaba Mar Blanco a su tierra y Mar Azul al mundo de abajo. Debía estudiar ese fenómeno más a detalle, a lo mejor podía sacar una idea para un artilugio nuevo.
- Claro. ¿Qué clase de alcohol hay en tu tierra? ¿Tenéis vino? ¿Cerveza? ¿Tal vez algún licor destilado? - preguntó Ivan - Ah, ¿y qué pasa con este mar de nubes? ¿Podemos nadar o también deja sin fuerzas a los que tenemos akuma no mi?
Tras las preguntas de rigor volvió al timón y se puso a seguir las intrucciones de Ino para encontrar la llegada a Skypia. De acuerdo a las confusas indicaciones del cerdo, tenían que encontrar una especie de subida de nubes hacia un mar superior. No tenía claro cómo iban a subir por una corriente con el barco, pero tras usar la Knock-up Stream para volar con el Horror Circus, ya lo había visto todo. La adrenalina comenzó a desaparecer al acabar la parte más emocionante del viaje, y junto con esta la sonrisa y energía que había mostrado antes. Volvió a tener aspecto cansado, y con un gesto perezoso se sacó una botella de ron a medio beber de la chaqueta, la descorchó y dio cuenta de ella mientras navegaba.
- ¡Estamos casi ahí! ¡Agarraos y preparaos, aquí viene el último bache!
Finalmente la corriente atravesó la nube, y el Horror Circus con ella. Una enorme extensión de mar nuboso del blanco más puro les rodeaba. El enorme navío cayó sobre las nubes con un sonido sorprendentemente similar al que hubiera hecho al hacerlo sobre agua. De hecho se balanceó de la misma forma. Ivan se acercó a la borda y observó la masa sobre la que estaban. Realmente parecía comportarse como un mar... pero blanco. Por eso sería que Inosuke llamaba Mar Blanco a su tierra y Mar Azul al mundo de abajo. Debía estudiar ese fenómeno más a detalle, a lo mejor podía sacar una idea para un artilugio nuevo.
- Claro. ¿Qué clase de alcohol hay en tu tierra? ¿Tenéis vino? ¿Cerveza? ¿Tal vez algún licor destilado? - preguntó Ivan - Ah, ¿y qué pasa con este mar de nubes? ¿Podemos nadar o también deja sin fuerzas a los que tenemos akuma no mi?
Tras las preguntas de rigor volvió al timón y se puso a seguir las intrucciones de Ino para encontrar la llegada a Skypia. De acuerdo a las confusas indicaciones del cerdo, tenían que encontrar una especie de subida de nubes hacia un mar superior. No tenía claro cómo iban a subir por una corriente con el barco, pero tras usar la Knock-up Stream para volar con el Horror Circus, ya lo había visto todo. La adrenalina comenzó a desaparecer al acabar la parte más emocionante del viaje, y junto con esta la sonrisa y energía que había mostrado antes. Volvió a tener aspecto cansado, y con un gesto perezoso se sacó una botella de ron a medio beber de la chaqueta, la descorchó y dio cuenta de ella mientras navegaba.
Nayelis
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No tardé ni dos segundos en hacer caso a mi hermanito, así que di un gran salto hacia la mesana y comencé a bajar las velas una a uno dando diversos saltos entre los aparejos. Una vez me aseguré de que las velas estaba en correcto despliegue y posición volví a descender a cubierta mientras caía tras Ivan y le decía.
-Hecho.
Tras esto y ver que el navío comenzaba a "agarrarse" a la columna de agua y se colocaba de forma vertical. Ivan no lo dudó ni tres segundos y dijo lo que todos debíamos hacer, y de paso lo que estábamos pensando todos: agarrarnos a algo. Dicho y hecho clavé mis uñas contra el mástil de la mayor mientras ascendíamos por aquella columna a toda velocidad. Ante mi se abría una muro blanco del que no conocíamos nada, o al menos no tanto como el puerco. Cerré los ojos ante el fatal impacto pero el buque atravesó las nubes sin problema alguno quedando sobre ellas como si en un "mar" estuviera. De hecho Ino dijo que eso se llamaba "El Mar Blanco", super originales en Skypia.
Me acerqué a la barandilla junto a mis compañeros para ver más de cerca todo sin decir nada, pues de momento, no tenía ninguna pregunta en mente, principalmente, por el asombro de estar en una isla que hasta hace 30 minutos consideraba fantasía pura de un puerco. A pesar de todo esto me dirigí a todos sin quitar la vista de la isla.
¿Y ahora que?, ¿vamos y decimos "hola somos los piratas"?-dije con un tono serio y tranquilo.
-Hecho.
Tras esto y ver que el navío comenzaba a "agarrarse" a la columna de agua y se colocaba de forma vertical. Ivan no lo dudó ni tres segundos y dijo lo que todos debíamos hacer, y de paso lo que estábamos pensando todos: agarrarnos a algo. Dicho y hecho clavé mis uñas contra el mástil de la mayor mientras ascendíamos por aquella columna a toda velocidad. Ante mi se abría una muro blanco del que no conocíamos nada, o al menos no tanto como el puerco. Cerré los ojos ante el fatal impacto pero el buque atravesó las nubes sin problema alguno quedando sobre ellas como si en un "mar" estuviera. De hecho Ino dijo que eso se llamaba "El Mar Blanco", super originales en Skypia.
Me acerqué a la barandilla junto a mis compañeros para ver más de cerca todo sin decir nada, pues de momento, no tenía ninguna pregunta en mente, principalmente, por el asombro de estar en una isla que hasta hace 30 minutos consideraba fantasía pura de un puerco. A pesar de todo esto me dirigí a todos sin quitar la vista de la isla.
¿Y ahora que?, ¿vamos y decimos "hola somos los piratas"?-dije con un tono serio y tranquilo.
Katharina von Steinhell
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La fuerza con la que el mar sacudía el Horror Circus de allá para acá, la ráfaga de viento y agua golpeándole el rostro y el gigantesco anillo que parecía succionarlo todo… Tiempo atrás lo habría encontrado peligroso e innecesario, pero ahora la emoción y la adrenalina corrían por sus venas. De un solo salto llegó al mascarón de proa y se sujetó muy bien para no caer, observando la enorme tromba que les atraía poco a poco. El corazón le latía cada vez más rápido y una sonrisa fiera se dibujaba en su rostro. Estaba cerca, ella sentía que estaba muy cerca de Skypiea. No sentía especial admiración por los piratas, pero Monkey D. Luffy era un caso excepcional, y ella pisaría las mismas nubes que él pisó hace más de trescientos años.
Sintió un escalofrío cuando vio la infinidad de burbujas que se juntaban en el ojo del vórtice. No tuvo tiempo siquiera de imaginar lo que vendría a continuación. Como si la tromba marina fuese el monstruoso orificio de una ballena de esta surgió una columna de agua que golpeó la base del Horror Circus. El primer golpe estremeció el barco y Katharina estuvo a punto de caer, pero consiguió afirmarse con la fuerza de un titán. ¡Estaba subiendo! ¡De verdad que lo estaba haciendo! Las nubes se le acercaban rápidamente al a cara mientras todo a su alrededor seguía el más puro compás del caos. Ante la vista de un humano ordinario no serían más que imágenes fugaces imposibles de percibir, pero para la bruja… Era un mundo tan maravilloso como difícil de describir.
Luego de la sacudida más violenta jamás experimentada acabó en un mar esponjoso y completamente blanco. Parpadeó tan sorprendida que ninguna palabra escapó de su boca. ¿Cómo todo aquello era posible…? En serio estaba en Skypiea. ¡De verdad existía la Isla del Cielo! Había hecho una investigación minuciosa y muy detallada sobre su existencia, pero aun así había un gran margen de duda. El miedo a lo desconocido se mantuvo vivo en todo momento de la subida, pero ahora el pavor y la incertidumbre desaparecieron para ser reemplazados por la sorpresa. El paisaje frente a ella era aún más impresionante que la civilización construida sobre el lomo de un elefante gigante.
Volvió hecha un desastre al Horror Circus, como si estuviera saliendo de la peor de las crisis existenciales. Tenía el cabello desordenado y completamente mojado, ¡ella misma estaba empapada! El sombreado de los ojos se le había corrido por culpa del agua y ahora tendría que volver a maquillarse. Pero no se comparaba en lo absoluto con el estado del barco. ¡Era un verdadero caos! Ay, no quería ni pensar en cómo estaba la biblioteca. Seguro que se cayeron todos y cada uno de los libros. Se pasaría las siguientes semanas ordenando y verificando que no tuviera demasiadas grietas. Pobrecito, había comprado el Horror Circus hacía tan poquito y ya lo estaban exponiendo a tanta violencia…
—Tienes cara de sorpresa, Kayadako —le dijo a la cocinera tras reunirse con todos, ignorando convenientemente su propio asombro para burlarse un poco de su compañera—. ¿Qué pasa? Ya no puedes decir ‘te lo dije’ como tanto te gusta.
Entendía muy bien por qué no le impresionase el que Ivan preguntase únicamente sobre los tipos de alcohol de la zona. Ese hombre ya no tenía arreglo, sería un borracho de por vida. Y vaya que los vampiros viven mucho. Aunque su pregunta sobre el mar que componía la playa de Skypiea tenía mucho sentido. Selene, por su parte, tenía su propia tanda de dudas. Ya pensaba la bruja que Inosuke entendería la mitad de lo que le habían preguntado…
—Agradecería que nos advirtieras de los peligros de la isla, ya sabes, puede que no seamos bienvenidos aquí. No me apetece demasiado pegarme con la gente de este lugar —le comentó al cabeza de jabalí—. Y espero que conozcas un carpintero, alguien debe reparar los daños del Horror Circus.
Sintió un escalofrío cuando vio la infinidad de burbujas que se juntaban en el ojo del vórtice. No tuvo tiempo siquiera de imaginar lo que vendría a continuación. Como si la tromba marina fuese el monstruoso orificio de una ballena de esta surgió una columna de agua que golpeó la base del Horror Circus. El primer golpe estremeció el barco y Katharina estuvo a punto de caer, pero consiguió afirmarse con la fuerza de un titán. ¡Estaba subiendo! ¡De verdad que lo estaba haciendo! Las nubes se le acercaban rápidamente al a cara mientras todo a su alrededor seguía el más puro compás del caos. Ante la vista de un humano ordinario no serían más que imágenes fugaces imposibles de percibir, pero para la bruja… Era un mundo tan maravilloso como difícil de describir.
Luego de la sacudida más violenta jamás experimentada acabó en un mar esponjoso y completamente blanco. Parpadeó tan sorprendida que ninguna palabra escapó de su boca. ¿Cómo todo aquello era posible…? En serio estaba en Skypiea. ¡De verdad existía la Isla del Cielo! Había hecho una investigación minuciosa y muy detallada sobre su existencia, pero aun así había un gran margen de duda. El miedo a lo desconocido se mantuvo vivo en todo momento de la subida, pero ahora el pavor y la incertidumbre desaparecieron para ser reemplazados por la sorpresa. El paisaje frente a ella era aún más impresionante que la civilización construida sobre el lomo de un elefante gigante.
Volvió hecha un desastre al Horror Circus, como si estuviera saliendo de la peor de las crisis existenciales. Tenía el cabello desordenado y completamente mojado, ¡ella misma estaba empapada! El sombreado de los ojos se le había corrido por culpa del agua y ahora tendría que volver a maquillarse. Pero no se comparaba en lo absoluto con el estado del barco. ¡Era un verdadero caos! Ay, no quería ni pensar en cómo estaba la biblioteca. Seguro que se cayeron todos y cada uno de los libros. Se pasaría las siguientes semanas ordenando y verificando que no tuviera demasiadas grietas. Pobrecito, había comprado el Horror Circus hacía tan poquito y ya lo estaban exponiendo a tanta violencia…
—Tienes cara de sorpresa, Kayadako —le dijo a la cocinera tras reunirse con todos, ignorando convenientemente su propio asombro para burlarse un poco de su compañera—. ¿Qué pasa? Ya no puedes decir ‘te lo dije’ como tanto te gusta.
Entendía muy bien por qué no le impresionase el que Ivan preguntase únicamente sobre los tipos de alcohol de la zona. Ese hombre ya no tenía arreglo, sería un borracho de por vida. Y vaya que los vampiros viven mucho. Aunque su pregunta sobre el mar que componía la playa de Skypiea tenía mucho sentido. Selene, por su parte, tenía su propia tanda de dudas. Ya pensaba la bruja que Inosuke entendería la mitad de lo que le habían preguntado…
—Agradecería que nos advirtieras de los peligros de la isla, ya sabes, puede que no seamos bienvenidos aquí. No me apetece demasiado pegarme con la gente de este lugar —le comentó al cabeza de jabalí—. Y espero que conozcas un carpintero, alguien debe reparar los daños del Horror Circus.
Rainbow662
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Vale, pues... estamos encima de una nube. Ale, ya está, ya lo he dicho. Y me sigue sonando raro. Imposible, de hecho. No solo hemos subido hacia el cielo por una monstruosa corriente de agua que podría habernos triturado, sino que hemos aterrizado en lo que parece ser un mar completamente hecho de nubes. ¡De nubes! Si fuese religiosa creería que estamos muertos y hemos llegado al cielo. Pero si esto fuese el Paraíso, Franklin no estaría aquí.
El níveo y esponjoso manto blanco fluye por debajo del Horror Circus igual que si fuese agua. A lo lejos creo oír el apagado estruendo de la tormenta, que ruge por debajo del Mar Blanco. Y mientras yo me quedo, casi por primera vez en mi vida, sin saber qué decir, a Ivan se le ocurre hablar de alcohol.
Ni siquiera le devuelvo la pulla a Kath. Aún empapada y helada, con el pelo revuelto y un mechón púrpura metiéndoseme en la boca, voy en busca de un cabo y una cantimplora. Hay algo que siempre he querido comprobar, que llevo mucho tiempo preguntándome, y no sé cuántas oportunidades como esta voy a tener para averiguar la respuesta. Así que ato un extremo de la cuerda donde pillo y me descuelgo por el casco del barco aferrada al otro hasta que llego a la línea de flotación.
Alcohol típico, peligros, presentaciones... ¿A quién le importa? Yo quiero saber a qué huelen las nubes.
Desenrosco el tapón de la cantimplora y meto la mano en las ¿aguas? blancas. La nube tiene una textura extraña, líquida pero en cierto modo... efímera, como si la nube no hubiese entendido del todo que debe comportarse como si fuese agua. Está gélida, y hace cosquillas cuando unos pequeños zarcillos blancos se enroscan entre mis dedos. Lleno el odre y subo de nuevo a cubierta.
-¿Qué? No me digáis que no tenéis curiosidad.
Prácticamente meto la nariz en el envase. El olor es algo indescriptible, mucho más suave de lo que esperaba. Es como agua, pero no lo es. Es decir, si lo fuese, no estaríamos flotando sobre ella a kilómetros de altura. Es un aroma que no puedo más que identificar con olor a nube. La perfecta representación de aquello a lo que esas esponjas voladoras deberían oler. Después de pensármelo un poco, echo un buen trago.
-Un mar que flota y no está salado. No me extraña que estés loco, Ino -comento. Y saciado mi capricho, ahora viene la curiosidad-. Dime, ¿hay peces aquí? ¿Qué comen? ¿Cómo puede flotar esta cosa aquí? ¿Puedo nadar en la nube? ¿Y llevarme un poco? Pienso llevarme un poco. ¿Dónde está tu casa? ¿Es una barca, una cabaña a la deriva o algo así? ¿Cuánta gente vive aquí? Y, si de verdad te criaste aquí arriba, ¿cómo es que sabías lo que es un cerdo? Porque los cerdos no vuelan -Dudo ligeramente-. ¿Verdad?
Podría seguir todo el día preguntándole cosas, pero creo que de momento es suficiente con ser consciente de que, de verdad, más allá de historias, leyendas y cuentos, estamos navegando sobre una puñetera nube.
El níveo y esponjoso manto blanco fluye por debajo del Horror Circus igual que si fuese agua. A lo lejos creo oír el apagado estruendo de la tormenta, que ruge por debajo del Mar Blanco. Y mientras yo me quedo, casi por primera vez en mi vida, sin saber qué decir, a Ivan se le ocurre hablar de alcohol.
Ni siquiera le devuelvo la pulla a Kath. Aún empapada y helada, con el pelo revuelto y un mechón púrpura metiéndoseme en la boca, voy en busca de un cabo y una cantimplora. Hay algo que siempre he querido comprobar, que llevo mucho tiempo preguntándome, y no sé cuántas oportunidades como esta voy a tener para averiguar la respuesta. Así que ato un extremo de la cuerda donde pillo y me descuelgo por el casco del barco aferrada al otro hasta que llego a la línea de flotación.
Alcohol típico, peligros, presentaciones... ¿A quién le importa? Yo quiero saber a qué huelen las nubes.
Desenrosco el tapón de la cantimplora y meto la mano en las ¿aguas? blancas. La nube tiene una textura extraña, líquida pero en cierto modo... efímera, como si la nube no hubiese entendido del todo que debe comportarse como si fuese agua. Está gélida, y hace cosquillas cuando unos pequeños zarcillos blancos se enroscan entre mis dedos. Lleno el odre y subo de nuevo a cubierta.
-¿Qué? No me digáis que no tenéis curiosidad.
Prácticamente meto la nariz en el envase. El olor es algo indescriptible, mucho más suave de lo que esperaba. Es como agua, pero no lo es. Es decir, si lo fuese, no estaríamos flotando sobre ella a kilómetros de altura. Es un aroma que no puedo más que identificar con olor a nube. La perfecta representación de aquello a lo que esas esponjas voladoras deberían oler. Después de pensármelo un poco, echo un buen trago.
-Un mar que flota y no está salado. No me extraña que estés loco, Ino -comento. Y saciado mi capricho, ahora viene la curiosidad-. Dime, ¿hay peces aquí? ¿Qué comen? ¿Cómo puede flotar esta cosa aquí? ¿Puedo nadar en la nube? ¿Y llevarme un poco? Pienso llevarme un poco. ¿Dónde está tu casa? ¿Es una barca, una cabaña a la deriva o algo así? ¿Cuánta gente vive aquí? Y, si de verdad te criaste aquí arriba, ¿cómo es que sabías lo que es un cerdo? Porque los cerdos no vuelan -Dudo ligeramente-. ¿Verdad?
Podría seguir todo el día preguntándole cosas, pero creo que de momento es suficiente con ser consciente de que, de verdad, más allá de historias, leyendas y cuentos, estamos navegando sobre una puñetera nube.
Alexandra Holmes
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La conversación pronto dejaría de tener interés para la científica, que fue testigo de cómo el barco en el que viajaban comenzaba a ascender de forma totalmente antinatural. Hizo caso al consejo de Ivan y se agarraría a donde pudiera para poder soportar el viaje. Cuando Ino tiró de la palanca, salieron una especie de alas de madera del barco que, gracias al mascarón de proa, daban la impresión de ser un... un... un...
—¡Vamos en un cerdo que vuela, ya puedo pedir un aumento! —empezó a reirse ella sola con su mierda de chiste mientras usaba todas sus fuerzas para agarrarse a... ¿dónde estaba agarrándose? Ni idea, pero aguantaba su peso. La corriente era extremadamente violenta, lo suficiente como para dañar el barco y sacudirlo como si estuvieran en la más violenta de las tormentas.
El trayecto, aunque breve, fue intenso y no estaba por la labor de repetirlo en al menos unos meses. Al menos no sin una buena cogorza que le permitiera soportarlo en condiciones.
Cuando recobró el equilibrio volvió a ponerse de pie en la cubierta para observar el paraje a su alrededor. Estaba asombrada, pero solo tenía preguntas. ¿Cómo se mantenía en pie? ¿era por algún tipo de nube especial? Tenía que ser eso, el mismo tipo de nube que estaba sujetando el Horror Circus sin dejar que éste cayera de nuevo al mar azul. Era curioso lo parecidas que eran las vistas del mar blanco a las del mar azul si dejaba a un lado el detalle de la isla que estaba en el cielo.
—Los diales son originarios de estas islas, ¿verdad? —los había usado en el trabajo algunas veces, el dial de calor hacía de mechero bunsen cuando era necesario hacer algo así de emergencia.
—Je, alguna vez me han dicho que no iría al cielo por mala, pero esa gente no tenía ni idea de la vida —comentó en tono jocoso antes de acercarse a la barandilla del barco para contemplar un poco mejor el paisaje.
Kaya estaba probando las nubes, e Ivan por su parte estaba haciendo las Preguntas Importantes. Alexandra tenía curiosidad por ambas cosas, tanto por la composición de las nubes que permitía sostener islas y barcos como por las costumbres alcohólicas de los parientes de Ino. Katharina ya había preguntado por la posible hostilidad y peligros del lugar así que... no quedaba mucho que pudiera preguntar a Inosuke.
—¿Qué se sabe de esa piedra sagrada? Si es sagrada para la gente de este lugar no creo que nos dejen verla sin más, incluso si vamos con Ino.
Las personas de tradiciones eran... un dolor de ovarios. No cedían en absoluto aunque tuvieran las evidencias delante de sus narices. Esa piedra sagrada probablemente ni siquiera fuera sagrada ni tendría efectos al profanarla, pero a ver quién les decía eso sin que entraran en cólera.
—Ir a decir hola igual no es mala idea —dijo, apoyando parcialmente la idea de Selene. Entonces tuvo una pequeña revelación—, ¿hay bandos en estas islas? Algo como lo que tenemos abajo de gobierno y revolucionarios, no me gustaría meterme en un fuego cruzado de algo así —si había algo similar tendrían que ir con cuidado y mantenerse neutrales en la medida de lo posible.
Eso o reventar a todo bando que sea parecido al gobierno, lo que decidiera la jefa.
—¡Vamos en un cerdo que vuela, ya puedo pedir un aumento! —empezó a reirse ella sola con su mierda de chiste mientras usaba todas sus fuerzas para agarrarse a... ¿dónde estaba agarrándose? Ni idea, pero aguantaba su peso. La corriente era extremadamente violenta, lo suficiente como para dañar el barco y sacudirlo como si estuvieran en la más violenta de las tormentas.
El trayecto, aunque breve, fue intenso y no estaba por la labor de repetirlo en al menos unos meses. Al menos no sin una buena cogorza que le permitiera soportarlo en condiciones.
Cuando recobró el equilibrio volvió a ponerse de pie en la cubierta para observar el paraje a su alrededor. Estaba asombrada, pero solo tenía preguntas. ¿Cómo se mantenía en pie? ¿era por algún tipo de nube especial? Tenía que ser eso, el mismo tipo de nube que estaba sujetando el Horror Circus sin dejar que éste cayera de nuevo al mar azul. Era curioso lo parecidas que eran las vistas del mar blanco a las del mar azul si dejaba a un lado el detalle de la isla que estaba en el cielo.
—Los diales son originarios de estas islas, ¿verdad? —los había usado en el trabajo algunas veces, el dial de calor hacía de mechero bunsen cuando era necesario hacer algo así de emergencia.
—Je, alguna vez me han dicho que no iría al cielo por mala, pero esa gente no tenía ni idea de la vida —comentó en tono jocoso antes de acercarse a la barandilla del barco para contemplar un poco mejor el paisaje.
Kaya estaba probando las nubes, e Ivan por su parte estaba haciendo las Preguntas Importantes. Alexandra tenía curiosidad por ambas cosas, tanto por la composición de las nubes que permitía sostener islas y barcos como por las costumbres alcohólicas de los parientes de Ino. Katharina ya había preguntado por la posible hostilidad y peligros del lugar así que... no quedaba mucho que pudiera preguntar a Inosuke.
—¿Qué se sabe de esa piedra sagrada? Si es sagrada para la gente de este lugar no creo que nos dejen verla sin más, incluso si vamos con Ino.
Las personas de tradiciones eran... un dolor de ovarios. No cedían en absoluto aunque tuvieran las evidencias delante de sus narices. Esa piedra sagrada probablemente ni siquiera fuera sagrada ni tendría efectos al profanarla, pero a ver quién les decía eso sin que entraran en cólera.
—Ir a decir hola igual no es mala idea —dijo, apoyando parcialmente la idea de Selene. Entonces tuvo una pequeña revelación—, ¿hay bandos en estas islas? Algo como lo que tenemos abajo de gobierno y revolucionarios, no me gustaría meterme en un fuego cruzado de algo así —si había algo similar tendrían que ir con cuidado y mantenerse neutrales en la medida de lo posible.
Eso o reventar a todo bando que sea parecido al gobierno, lo que decidiera la jefa.
Inosuke Dru-zan
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Poco a poco las preguntas de mis amigos empezaron a abrumarme, especialmente las de la tuerta que se había vuelto una entusiasta en un abrir y cerrar de ojos. No había escuchado ni la mitad cuando mi frente comenzó a calentar y sendas hileras de humo brotaron de mis orejas. Me había saturado con tanta información.
—Vosotros calmar —dije, agitando los brazos—. Yo intentar responder uno a uno. Ir a ver, Aibá. Nosotros tener alcohol destilado de coco, además de cerveza y sake. Si tú interesar, nosotros poder probar después. Sobre nadar en Mar Blanco, no saber. Yo poder nadar, aunque agua ser más densa, y no recomendar beber. Ahora, ¿quién tocar?
La siguiente que había preguntado sobre la isla había sido Katharina, aunque ella se mostraba más preocupada en evitar problemas.
—Vosotros no tener por qué encontrar problemas si venir conmigo... —De pronto recordé por qué me había abandonado la isla—. Pero ser mejor si no topar con nadie. Nosotros no querer encontrar a Jefe de Tribu. Y Yaya Maggi saber reparar barcos. Nosotros ir a ver a ella pronto.
Las preguntas de Kaya fueron las que me resultaron más ridículas; cualquier con un poco de cabeza hubiera sabido responderlas. A pesar de todo, intenté responderle de la mejor forma posible.
—Claro que haber peces —comencé a explicar—. Haber muchos peces. Y ellos comer entre ellos; eso llamar ciclo de vida —medité momentáneamente las siguientes respuestas—. Yo no saber por qué flotar, pero poder nadar. Hogar mío estar en Vearth. Esto ser como isla de Mar Azul, pero en Mar Blanco-Blanco. Aquí vivir mucha gente; yo nunca contar, pero ser muchos. Y yo conocer cerdos en Mar Azul, a principio de viaje mío. ¿Necesitar saber algo más?
Las preguntas de Xandra me parecieron las más interesantes. Me sorprendió su conocimiento sobre las herramientas de mi isla natal, y la premié dándole un par de palmadas en la espalda.
—Tú tener razón. Diales ser de aquí. Ser útiles. Y piedra sagrada estar en ruinas de Shandora. Si nosotros querer verla, mejor ir con cuidado. Ser sigilosos y evitar que nadie ver nosotros, o poder tener problemas. Ser tierra sagrada. A nosotros no importar extranjeros, pero tierra sagrada ser sagrada. Solo shandianos poder entrar. Sobre bandos, haber conflictos entre clanes que conformar Tribu de los Baal´sha, pero no parecer a Mar Azul. Aquí todos ser familia, a pesar de tener diferencias.
Una vez terminó la ronda de preguntas, volví con Ivan junto al timón. Le indiqué por donde se encontraba la corriente ascendente hacia la Puerta del Cielo. Le expliqué que antiguamente se cobraba un peaje por entrar, pero desde que una tempestad asoló la isla de nubes, dejó de hacerse, permitiendo la libre entrada a los extranjeros.
—Vosotros calmar —dije, agitando los brazos—. Yo intentar responder uno a uno. Ir a ver, Aibá. Nosotros tener alcohol destilado de coco, además de cerveza y sake. Si tú interesar, nosotros poder probar después. Sobre nadar en Mar Blanco, no saber. Yo poder nadar, aunque agua ser más densa, y no recomendar beber. Ahora, ¿quién tocar?
La siguiente que había preguntado sobre la isla había sido Katharina, aunque ella se mostraba más preocupada en evitar problemas.
—Vosotros no tener por qué encontrar problemas si venir conmigo... —De pronto recordé por qué me había abandonado la isla—. Pero ser mejor si no topar con nadie. Nosotros no querer encontrar a Jefe de Tribu. Y Yaya Maggi saber reparar barcos. Nosotros ir a ver a ella pronto.
Las preguntas de Kaya fueron las que me resultaron más ridículas; cualquier con un poco de cabeza hubiera sabido responderlas. A pesar de todo, intenté responderle de la mejor forma posible.
—Claro que haber peces —comencé a explicar—. Haber muchos peces. Y ellos comer entre ellos; eso llamar ciclo de vida —medité momentáneamente las siguientes respuestas—. Yo no saber por qué flotar, pero poder nadar. Hogar mío estar en Vearth. Esto ser como isla de Mar Azul, pero en Mar Blanco-Blanco. Aquí vivir mucha gente; yo nunca contar, pero ser muchos. Y yo conocer cerdos en Mar Azul, a principio de viaje mío. ¿Necesitar saber algo más?
Las preguntas de Xandra me parecieron las más interesantes. Me sorprendió su conocimiento sobre las herramientas de mi isla natal, y la premié dándole un par de palmadas en la espalda.
—Tú tener razón. Diales ser de aquí. Ser útiles. Y piedra sagrada estar en ruinas de Shandora. Si nosotros querer verla, mejor ir con cuidado. Ser sigilosos y evitar que nadie ver nosotros, o poder tener problemas. Ser tierra sagrada. A nosotros no importar extranjeros, pero tierra sagrada ser sagrada. Solo shandianos poder entrar. Sobre bandos, haber conflictos entre clanes que conformar Tribu de los Baal´sha, pero no parecer a Mar Azul. Aquí todos ser familia, a pesar de tener diferencias.
Una vez terminó la ronda de preguntas, volví con Ivan junto al timón. Le indiqué por donde se encontraba la corriente ascendente hacia la Puerta del Cielo. Le expliqué que antiguamente se cobraba un peaje por entrar, pero desde que una tempestad asoló la isla de nubes, dejó de hacerse, permitiendo la libre entrada a los extranjeros.
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