[Misión Común-Paraiso] Reconstruyendo la ciudadela.

Contratante: Alcalde Otto Van Bouona

Descripción de la misión: Después de dos largos años, la guerra civil Toatinense ha terminado. Los partidarios del gobierno mundial han cedido en su intento de continuar gobernando la isla, y se ha convertido ahora en un lugar protegido por el ejercuto revolucionario. Sin embargo, necesitamos ayuda para transportar los materiales de la cantera a la noble ciudad de Nosis, la capital de la isla. Esto se debe a los maleantes y peligrosos vagabundos que se han apoderado del único camino que conecta ambos lugares.

Recompensa: Un objeto vivo de calidad infrecuente acorde a las habilidades del contratado, así como un rubí Toatiano valorado en 3.000.000 por cabeza.

Había recibido el anuncio de que la guerra civil Toatinense había finalizado tras dos largos años. El país estaba destruido y escaso de recursos, lo que suponía, que necesitarían de nuevos "inversores" y  guardaespaldas para la futura reconstrucción del país. Por fortuna estaba yo allí para solventar el problema al menos de forma parcial. Con suficiente dinero en la cartera me disponía a ayudar al pueblo de Toatonie en lo que fuera necesario, principalmente porque me interesaba mostrar una amistad cercana para con sus pueblerinos, al fin y al cabo nunca se sabe cuan útiles pueden ser los campesinos en un futuro. Además prestarse como un alma caritativa neutral en la isla siempre era algo positivo...y más cuando una guerra había azotado el país.

Desembarqué en el puerto número diez del lugar. Llevaba mi atuendo habitual de traje negro, pañuelo rojo al cuello y abrigo de pelo por los hombros. Un gran saco lleno de considerable tamaño  se situaba sobre mi hombro con suficientes viandas para alimentar a los más desfavorecidos de la zona. Obviamente no era suficiente para todos pero por algo se empieza.

Según iba avanzando por la ciudad derruida las miradas se centraban en mi, pues al fin y al cabo era un extranjero. Algunos cuchicheaban mientras que otros se quedaron sorprendidos tanto por mi altura como por mi vestimenta, que denotaba claramente que en aquella isla no solían ver a gente con dinero normalmente. Así que continué caminando hasta la destruida plaza del pueblo donde ahora había algunos tenderetes mal levantados/improvisados que abastecían a los supervivientes malamente con comidas y restos. Uno de estos tenderos tenía bastante gente delante de su local medio destartalado. El pobre tendero estaba intentando calmar a la muchedumbre diciéndoles que ya no le quedaba más pan y que no tendría más debido a la ausencia de recursos hasta pasado mañana. Los ciudadanos hambrientos no entendían aquella explicación, pues sus estómagos rugían. Yo me acerqué al tenderete con paso calmado mientras mi distintivo habano colgaba de mi labio inferior. Una vez sorteada a la gente que había delante mía coloqué el gran saco que llevaba sobre el mostrador, el cual, se abrió por la parte de arriba dejando ver viandas (pan, cebollas, zanahorias, coles, mantequillas etc etc).

Los ciudadanos abrieron los ojos como platos ante aquella abundancia. Se hubieran lanzando a por esa comida de no ser porque medía dos metros más que ellos y mi garfio dorado imponía más que mi mirada seria y tosca. Cogí el saco nuevamente y lo puse delante de los aldeanos, junto al suelo, quedando el tendero, yo y el saco delante mía. Señalé con el dedo a una de las mujeres que esperaban poder comprar su ración de pan. Me dirigí a ella primeramente:

-Vos, muchacha, ¿Cómo os llamáis?- dije con un tono calmado.

-Eli..Elisa señor- dijo la mujer sin quitar la vista del saco.

-¿Tenéis familia?- le pregunté.

La mujer asintió con la cabeza mientras decía que tenía a dos pequeños de 8 años al cuidado de su abuela y de ella misma. Eché la mano al interior y del saco saqué un par de panes y una docena de huevos que le entregué a la mujer.

- Con esto comeréis hasta al acabar la semana.

La mujer cogió de inmediato la ofrenda mientras agarraba mi mano y daba de continuo las gracias. Me preguntó por mi nombre, y yo se lo dije "Sir Meneror" antes de irse entre la multitud, probablemente a alimentar a sus pequeños. Tras esto, todos los presentes se quedaron mirándome.

-Hagan una fila y se les dará raciones acorde a sus necesidades.-dije exhalando un poco de humo por la boca procedente de mi habano.

Con una gran sonrisa, y algunas lágrimas, uno a uno los campesinos fueron recibiendo su parte y retirándose del lugar poco a poco hasta que ya solo quedaban los rezagados. Cuando la última hogaza de pan fue repartida al último campesino ( y al propio tendero) una voz se escuchó junto al edificio contiguo al tenderete.

-Eso podrá reconstruir su ánimo pero no sus edificios.

Parecía que uno de aquellos obreros, que más bien parecía un cantero se estaba dirigiendo a mi mientras encendía su pipa y se la llevaba a la boca.

-Veo que eres un buen samaritano y has ayudado a esta gente por algún motivo...he visto a la gente de tu "estilo" ayudar par conseguir beneficio.¿ Quieres ayudar realmente? Quizás tenga un trabajo para ti que te dará más reputación que el entregar algo de pan y verduras.

Arqueé la ceja izquierda al escuchar a aquel hombre. ¿Cómo osaba?...bueno la verdad es que no le faltaba razón. No era un buen samaritano y mucho menos un mercenario al que se le pudiera ofrecer migajas. Sin embargo la propuesta del cantero me levantó cierta curiosidad.

-Hablad- le dije mientras me acercaba a él.

-Necesitamos ayuda yo y mis trabajadores en la cantera. No podemos traer la piedra necesaria para reconstruir la ciudad. Esos desgraciados criminales se han adueñado del único camino que conecta la ciudad con la cantera. Nos cobran peaje, y de no poder pagarlo requisan la piedra. Quizás usted pueda acabar con esos maleantes y restablecer el flujo de piedra a la ciudad, le aseguro que se ganará bastantes fans...y parece curtido en mil batallas si me lo permite- concluyó modestamente.

La verdad es que la propuesta era muy tentadora, y vencer a un puñado de maleantes sería fácil, siempre y cuando se usara la cabeza. Pero como era obvio no iba a hacerlo solo por influencia.

-Tres millones en mano en cuanto el camino quede libre, y no me digan que no los tienen cuando , deduzco, han pagado ya varios envíos de piedras..y es una piedra cara témome.¿Trato?. -dije exhalando humo por la boca.

El cantero dudó por unos segundos al escuchar mis exigencias, sin embargo concluyó todos sus gestos con una palabra: Si.

Dicho y hecho me despedí de él con una sonrisa, le pregunté por donde quedaba el camino, y una vez señalado, comencé a caminar rumbo a la salida de la ciudad. Esperaba llegar a mitad del camino en unos quince minutos y desear encontrarme con aquellos maleantes.

Parecía que uno de aquellos obreros, que más bien parecía un cantero se estaba dirigiendo a mi mientras encendía su pipa y se la llevaba a la boca.

-Veo que eres un buen samaritano y has ayudado a esta gente por algún motivo...he visto a la gente de tu "estilo" ayudar par conseguir beneficio.¿ Quieres ayudar realmente? Quizás tenga un trabajo para ti que te dará más reputación que el entregar algo de pan y verduras.

Arqueé la ceja izquierda al escuchar a aquel hombre. ¿Cómo osaba?...bueno la verdad es que no le faltaba razón. No era un buen samaritano y mucho menos un mercenario al que se le pudiera ofrecer migajas. Sin embargo la propuesta del cantero me levantó cierta curiosidad.

-Hablad- le dije mientras me acercaba a él.

-Necesitamos ayuda yo y mis trabajadores en la cantera. No podemos traer la piedra necesaria para reconstruir la ciudad. Esos desgraciados criminales se han adueñado del único camino que conecta la ciudad con la cantera. Nos cobran peaje, y de no poder pagarlo requisan la piedra. Quizás usted pueda acabar con esos maleantes y restablecer el flujo de piedra a la ciudad, le aseguro que se ganará bastantes fans...y parece curtido en mil batallas si me lo permite- concluyó modestamente.

La verdad es que la propuesta era muy tentadora, y vencer a un puñado de maleantes sería fácil, siempre y cuando se usara la cabeza. Pero como era obvio no iba a hacerlo solo por influencia.

-Tres millones en mano en cuanto el camino quede libre, y no me digan que no los tienen cuando , deduzco, han pagado ya varios envíos de piedras..y es una piedra cara témome.¿Trato?. -dije exhalando humo por la boca.

El cantero dudó por unos segundos al escuchar mis exigencias, sin embargo concluyó todos sus gestos con una palabra: Si.

Dicho y hecho me despedí de él con una sonrisa, le pregunté por donde quedaba el camino, y una vez señalado, comencé a caminar rumbo a la salida de la ciudad. Esperaba llegar a mitad del camino en unos quince minutos y desear encontrarme con aquellos maleantes.

Según iba caminando por el sendero que llevaba a la cantera pude ver como algunos canteros venían en mi  dirección rumbo a la ciudad con las manos vacías y prácticamente desvalijados. Parecía que los mendigos/ladrones no sólo robaban la piedra, sino a los propios transportistas. Sin quitar la vista del frente fui sorteándolos hasta empezar a caminar solo por el sendero por uno cinco minutos más. Tras eso pude ver en la lejanía un grupo de tres hombres, dos de ellos armados con un mosquete y uno, más alto, con una pistola que se interpusieron en mi camino mientras me apuntaban según me iba acercando.

-Esta carretera  esta cortada -dijo mirándome de arriba abajo extrañado- Eh, tu no eres un cantero ¿Qué demonios haces por este camino? Bah da igual, ya puedes vaciar los bolsillos.

Me apuntó con la pistola mientras hacía un ademán con la mano para que fuera aligerando. Me quedé mirándole mientras exhalaba un poco de humo por la boca sin soltar el habano de la boca. Mientras los examinaba con la vista pude ver que uno de los maleantes que llevaban el mosquete tenía un tatuaje con una "P" en el brazo, al igual que su compañero. Ambos parecían confusos al verme, como cuando ves a un viejo amigo. Sin  embargo el de la pistola no llevaba tatuaje alguno. Quitando el habano de la boca me dirigí a los de los mosquetes.

- Tiempos de bonanza tiempos de abundancia, tiempos de penuria tiempos de ventura y tiempos de usura y tianco....el pago el del "Bianco".

En ese momento uno de los vagabundos abrió los ojos como platos, esbozó una leve sonrisa y respondió para sorpresa del que llevaba la pistola.

- Famiglia lo primero, pues el Bianco no es traicionero.

Acto seguido los dos hombres pasaron de apuntarme a mi a apuntar a su compañero de la pistola. Este se quedó totalmente en blanco, pero su pistola no la soltaba. Acto seguido uno de los que llevaban los mosquetes me dijo.

-Jefe le hacíamos muerto. ¿Se ha teñido el pelo?- dijo confuso y sorprendido.

Resulta que aquellos dos hombres con la "P" grabada en el brazo eran antiguos matones míos antes de mi "desaparición" de los mares por un breve período de tiempo. Tras mi desaparición mis hombres se disgregaron por todos los mares buscando un nuevo "capo", algunos como mercenarios, otros como piratas y otros...como vagabundos o ladrones. Parecía que aquellos hombres recordaban todo lo que significaba trabajar para mi. Pues por mucho dinero que les pagara alguien a mis hombres, yo siempre ofrecería un mejor trato.

-Hablaremos de esto más tarde muchachos ¿Sólo estáis vosotros dos?- pregunté mientras me iba acercando al de la pistola, todavía en shock.

-Pocos jefe, apenas unos siete. Desde que le dieron por "desaparecido" hemos ido de aquí para allá y ahora  estamos al bajo las órdenes de un criminal local. Nos han dicho que vigiláramos el camino mientras ellos requisan las pertenencias de los canterios, y de paso evitan que las rocas lleguen a la ciudad.

-Gracias muchacho, tened a bien que se os pagará muy generosamente como siempre- dije volviendo a exhalar humo antes de que el maleante de la pistola se dirigiera a los dos hombres del mosquete.

-¡¿Pero como es posible que os pongáis del lado de un tío que aparece de repente habiendo trabajado con Mike estos meses?! -dijo haciendo aspavientos con las manos hasta que uno de mis hombres le respondió.

[i]-Porque paga mejor....y porque si este hombre -dijo señalándome- si se enfrenta a Mike....ya te digo que estaremos todos trabajando  al acabar el día para él y Mike será simplemente el mal recuerdo de un criminal de poca monta. Estás ante el que llamaban "Il Bianco" ¿Te suena?

El maleante de la pistola debía de ser el último idiota en no conocer mi nombre, así que debía ser un matón de tres al cuarto. Me puse frente a él, dejando ver mi altura patente al quedar mi sobra tapando al pobre desdichado.

-Me encantaría conocer a ese Mike -dije con un tono serio- ¿Sería tan amable de llevarme hasta él?

El maleante se lo pensó por unos segundos, pero ante el problema de que estaba solo y que sus dos compañeros se habían puesto en contra de él y ahora le estaban encañonando, pues no había mucha alternativa. Finalmente accedió y los cuatro pusimos rumbo norte por el camino para "parlamentar" con el jefe de los bandidos.

El viaje fue bastante placentero debido a que me encontraba con cierta "seguridad" a mi alrededor. Sinceramente pensaba que el nombre de "Il Bianco" había desaparecido junto a su fama en el viejo mundo. Pero me gustaba ver como todavía quedaban "reductos" de leales. Bueno, quien dice leales dice mercenarios pues  alfin y al cabo es el dinero lo que mueve sus corazones.

Cuando llegamos al campamento de los "maleantes" pude ver que este estaba prácticamente al lado del camino, y de hecho, estaban extorsionando al último envío de piedras para que no llegara a la ciudadela. Todos se quedaron mirándonos, y no era para menos. ¿Como no iba a llamar la atención cuatro tíos, y dos de de ellos apuntando a uno a la cabeza mientras que yo, el más alto, les miraba con cara seria....por fortuna nadie nos pegó un tiro. De entre toda la multitud de bandidos y vagabundos, uno de ellos, bastante escuálido, de mediana edad y que llevaba dos ristras de pistolas  a modo de bandoleras salió a recibirnos.

-  ¿Que demonios ocurre aquí?- preguntó el hombre mientras apartaba a otros criminales para llegar hasta nosotros y centrar su atención en el pobre idiota que estaba siendo encañonado por mis hombres- Markus, Striges ¿que cojones  hacéis? ¿Y tu quién eres?- dijo en última instancia dirigiéndose a mi.

Ambos hombres se quedaron mirando para mi, como esperando una orden. Yo no torcí la vista y simplemente dije.

-Vos debéis ser Mike ¿Me equivoco?- dije exhalando humo por la boca mientras decía estas palabras.

-¿Quién lo pregunta?- dijo  mientras se ponía a unos tres metros de mi con toda su camarilla detrás. Gran parte de aquellos criminales estaban murmurando por lo bajo mientras centraban sus miradas en mi. Algunos ya habían desenfundado las armas, otros simplemente se quedaron mirando. Yo por mi parte no le respondí, sino que eché un vistazo a la camarilla de maleantes, algunos parecieron darse cuenta de quién era, e incluso yo reconocí a algunos matones rasos con los que trabajé hace años.

-¿A esto habéis llegado caballeros?- dije ignorando a Mike- Cinco largos años han pasado y os veo mendigando y comportándoos como sucias ratas que necesitan robar míseras migajas en un camino para subsistir...debo decir que me siento....decepcionado.

Comencé a caminar hacia los maleantes pasando por el lado de Mike ignorándole de forma absoluta.

-Ninguno de vosotros me habéis buscado o intentado saber de mi, y eso no me duele caballeros realmente. Pero si me duele veros mendigar como viles ratas cuando otrora vida erais de la "famiglia", mi famiglia. Caballeros he vuelto para quedarme y me gustaría tener a manos experimentadas y caballeros leales como ustedes lo fueron en tiempos. No les acuso, a ninguno de ustedes por huir ante mi inesperada partida. Es más lo comprendo y hubiera actuado de igual forma. La familia se rompió gracias a aquellos que intentaron destruirnos y no pudieron, necesitando, de ayuda del Gobierno para tumbarnos y dispersarnos como ratas de cloaca. Pero eso muchachos se ha acabado. Hoy estoy aquí, porque tengo una propuesta. Todo aquel que deje este camino será recibido por mi parte con los brazos abiertos, bien pagados y protegidos tanto por mi como por mis nuevos aliados, como lo es, el Capitán Nassor entre otros. Pero no os confundáis, todo aquel que no se ponga tras de mi ahora, y aqui, lo consideraré un enemigo. Veo caras nuevas entre esta multitud, pero os aseguro, que si trabajáis para mi se os pagará en consecuencia abandonando así la pobreza en la que vivís. Mi propuesta dura dos minutos, asi que caballeros, piensen.

Tras acabar el discurso ninguno de lo pensó más de treinta segundos y acudieron rápidamente a mi lado. Con Mike se quedaron apenas unos cuatro a parte de él. La cara de sorpresa del ex-jefe de aquella escoria era digna de ser retratada. Era bastante obvio que mis "hombres" no iban a darme la espalda, principalmente porque sabían como me las gastaba tanto en el pasado...como posiblemente al  acabar el día de hoy. Mike desenfundó su arma en un arrebato de impotencia y me apuntó con ella antes de que mis hombres pudieran hacer nada.

-¿Piensas que puedes llegar aquí y quitarme el liderazgo de estos hombres? ¿Tu te crees Cicerón o que? ¿Porqué no te pego un tiro y acabamos con este pequeño problema? No se quien carajo es "Il Bianco" pero para mi solo eres un cadáver más.- dijo preparando el percutor de la pistola.

Exhalé un poco de humo por la boca antes de responderle.

-Precisamente, Mike, porque no me conocéis...-dije antes de escupirle humo a la cara y en un rápido sprint le clavé el garfio en la barriga haciendo que  disparara la pistola al aire. Todos los que estaban en el lado de Mike se quedaron con la boca abierta, mientras que los "leales" esbozaban una sonrisa. Pues todos sabían lo que iba a pasar de antemano. Yo por mi parte le susurré al oído a Mike.

- ...y por ello habéis cometido un error.- concluí antes de sacar el garfio de su estómago, cayendo Mike muerto en el acto en el suelo. De los cuatro marineros que estaban allí fieles a su muerto capitán, dos echaron a correr por el camino aterrados, mientras que los otros dos tiraron sus armas y ofrecieron sus servicios hacia mi.

Limpié la sangre del garfio contra el cadáver de Mike para después mirar a mis hombres.

-Dejad pasar a los cargamentos de piedra a la aldea. Iros todos vosotros al muelle sur de la isla, poco transitado está y encontraréis allí un pequeño navío seguramente civil...abordadlo y esperadme. Trataré de daros la paga en un par de horas. ¿Alguna pregunta? ¿No? Pues vamos muchachos.

Dicho y hecho os hombres sin decir nada se dirigieron al bosque rumbo a los muelles más alejados de la isla, mientras que yo, encendiendo un nuevo habano, caminé nuevamente rumbo a la ciudadela. Pero antes arranqué del pecho la cadena de oro de Mike.

Redactando

Cuando volví por la carretera rumbo a la ciudadela pude ver como los campesinos, a los cuales les había dado comida se me habían quedando mirando. Parecía que todos estaban sorprendidos de haber salido vivo y de una pieza de aquel "encuentro" con los maleantes de los caminos. La verdad es que había tenido mucha suerte, pero por otro lado el Mike ese no era más que un paleto que no sabría hacer la O con un canuto.

Así que continué caminando por las calles mientras algunos susurraban hasta el punto de que me rodearon expectantes, como esperando algo. Yo por mi parte continué caminando mientras podía hasta ver al hombre con el que me había encontrado en aquella tienda cuando repartía los alimentos.

-Parece que lo habéis logrado- dijo acercándose a mi.

Yo en ese momento saqué la cadena de oro de Mike del bolsillo y la tiré a los pies del hombre.

- Vuestros envíos de piedra ya no sufrirán más retrasos, del mismo modo, la banda de forajidos ha optado por "abandonar" sus malas artes y se marcharán de la isla a la mayor brevedad posible. Ha habido muertos debo admitirlo, pues otra opción tenido no he, y hállome con la conciencia limpia por ello. El lider bandido está muerto, vuestra ruta vuelve a ser segura...y...

Exhalé un poco de humo antes de clavar la vista al hombre

-Y mi cartera está vacía lamentablemente ¿Tenéis un remedio para ello caballero?

El hombre rio por lo bajo antes de sacar una gran bolsa de dinero de detrás de su puesto comercial. Me hizo entrega de la bolsa, y yo con una leve sonrisa le dije.

-No me la deis necio, sino ¿Cómo reconstruiréis la ciudad?- dije antes de que un ¡Hurrah! se escuchara al unísono por parte de todos los pueblerinos allí reunidos. Muchos me agradecieron que hubiera acabado con el "problema" de los bandidos, algunos incluso me ofrecían pequeñas bolsas de oro, alimentos y regalos que fui negando uno a uno por "decoro".

Cuando logré saltar a la multitud, abriéndome camino me acerqué al hombre y le susurré al oído.

-Los favores siempre son más valiosos ¿no cree?- dije dándole una palmada en la cara antes de marcharme calle abajo.

El trabajo estaba hecho, había logrado que me debieran una y ahora caminaba rumbo al puerto, donde volvería a coger un barco, que me acercara al muelle donde había dejado a mis hombres. Había mucho que hacer, y al fin tenía un puñado de hombres para llevarlo a cabo.