[Misión común-Paraíso] ¿Qué pasa aquí?

Contratante: Anónimo

Descripción de la misión: Hace un par de semanas han empezado a aparecer numerosas personas de naturaleza sospechosa en medio de la entrada al Grand Line, reuniéndose y hablando. Muchos barcos son interceptados por esta gente, en ocasiones incluso llegando a hundir las naves llenas de gente o atacando a los de mercancías que corren el riesgo de pasar por allí. Alguien desea averiguar qué hacen allí, por qué están y si hace falta exterminarlos, y el contratante pagará muy bien a quien lo haga.

Objetivo principal: Averiguar por qué están ahí esos tipos. A qué se dedican, por qué atacan a los barcos, y si hubiere, quién los lidera.

Objetivos secundarios: Acabar con ellos si se ponen hostiles. También hacerlos huir valdría.

Premios: El agradecimiento de alguien muy poderoso y un par de túnicas si matas a alguien.

Entre su búsqueda de conocimiento del mundo, Dark se encontró con un cartel misterioso de una oferta, que parecía indicar hacer un encargo para una persona misteriosa. Pagaban bien y él se encontraba con el dinero capado por Xiba, así que pensó que era una buena idea escaparse temporalmente para viajar hacia el Grand Line. Mataba dos pájaros de un tiro: por una parte, conocer parte del Grand Line. Por la otra, probar sus habilidades y ganar algo de dinero fácil. Por la zona citada en el cartel no parecía haber demasiada gente poderosa, así que muy seguramente él se bastaría para acabar con los maleantes.

Según el papel de la misión, solían atacar naves o barcos de mercancías, así que decidió embarcarse en uno para ver si tenía la suerte de encontrarse con los atacantes. Para ahorrarse dinero, se escondió en uno de los barriles de mercancía; y aunque no fuese el sigilo su fuerte (más bien era un negado a la hora de esconderse), poder detectar con el mantra el aura de la gente de alrededor le ayudó a colarse en uno sin que le pudiesen ver.

Pasaron varias horas y, tras más de un golpe en su cabeza y una pelea fallida de no coger olor a pescado intentando apartarse lo máximo posible del mismo, al fin logró dejar de sentir presencias alrededor de él. Golpeó la tapa del barril para salir y se agitó la gabardina poniendo una mueca de asco. ¿Cómo osaban llamar fresco a aquella basura de pescado? Ni siquiera la sal estaba bien colocada para que no se degradase el estado de los peces. Si llegaban a robar eso, le harían el favor a los pobres desquiciados que habían comprado aquel encargo de comida.

-Y ahora... A esperar. - Pensó, mientras se cruzaba de brazos y se apoyaba en una de las paredes de la bodega.

Definitivamente debo hacerle caso a Katrina y dejar de echarme a la boca cualquier cosa que contenga un mínimo porcentaje de alcohol. Tengo recuerdos fugaces de lo que hice anoche. Y recuerdo a Johnny bañado en mierda, ese puto enano asqueroso que conocí un día en Casino Island, el mismo que casi me caga mi cita con Akane. ¿Cuál es su puta manía de envolverse en cosas… raras? Primero, fue bencina y fuego; luego, mierda de hipopótamo. Joder, los enanos son gente muy rara y hay que andarse con mucho, mucho cuidadito con ellos. Ahora mismo me encuentro luchando por sobrevivir, apoyándome en las paredes del asqueroso callejón que huele a rata, mierda y vagabundo pudriéndose. Saludo al viejo de barba blanca que me mira como si fuese una especie de chocolate, y cuando empieza a levantarse le hago un ademán con la pistola.

—Quédate sentadito ahí si no quieres que te meta un balazo por el culo, rata de mierda.

Lo bueno de los vagabundos es que son todos unos fracasados y cuando ven un arma espabilan y te dejan pasar. A menos que se trate de un enano vagabundo, esos sí que son peligrosos. Creo que mi acondroplastia me está superando cada día más… Cuando salgo a la avenida principal debo cubrirme el rostro, pues el sol es tan brillante como el culo de esa bailarina de anoche, una tal Lili. Si alguna de mis ex me viera involucrándome en sitios de tan bajo nivel, seguramente me echarían una maldición para que se me cayese el escroto pedazo por pedazo. Y es ahí cuando descubro que mi mano ha estado sujetando una botella de vodka medio vacía.

—Venga, qué le hace el agua al pez…

Le doy un sorbito únicamente porque no le tengo miedo a la muerte. El licor quema mi garganta y revuelve mi estómago, pero me siento como nuevo… Como nuevamente borracho. Suelto una asquerosa arcada y estoy a punto de vomitarle a la primera señora que se me cruza, pero acabo tragándomelo. ¡Joder, qué puto asco!

El sol me quema la vista y el mundo es un montón de luces inentendibles, ruidos indescriptibles y olores intensos. Paso por un puesto de frituras y el miedo empieza a ser latente en mí. En cualquier momento acabo vomitando, en serio. ¿Lo terrible de todo esto? Ni siquiera sé dónde estoy, pero a juzgar por las calles y los edificios no estoy en Casino Island. Me vuelvo a meter a un callejón, pues son más oscuros y silenciosos que las avenidas aglomeradas. Mi cuerpo se cae sin permiso y la botella se mueve por arte de magia a mi boca. Otro chupito de vodka; no pasa nada. Es ahí que un papel llega convenientemente a mi rostro, dirigido por la brisa matutina y acompañado del olor a mar. A algún tonto se le ha debido caer esto porque, en mi opinión, parece bastante comprometedor.

Al parecer hay gente saboteando los barcos del puerto y el señor Misterio ofrece una buena recompensa a cambio de información. Dinero, dinero y dinero. Es la palabra que necesito para recuperarme en un santiamén. Me olvido por completo de la resaca y me dirijo hacia… Espera, ¿dónde tengo que ir? Bueno, creo que el puerto es un lugar interesante. Luego de una aburrida caminata, pareciendo más un muerto que una persona viva, llego al muelle de la ciudad asquerosa esta. Soy interceptado por un marinero gordo y alto, quien me saluda animadamente.

—¡Buenas, muchacho! ¡Pareces como si te hubiera cagado un muerto encima! —comenta y luego se echa a reír.

¿Y qué se supone que significa eso? No sé si se ha dado cuenta, pero no soy de por acá, es decir, visto un elegante traje negro y no una camiseta medio destrozada…

—Estamos buscando gente dispuesta a defender el barco —sigue, apuntándome con el dedo un bonito navío de madera—. Si conoces a alguien que sepa defenderse y quiera algo de dinerillo extra, pues me lo haces saber. He esparcido papeles por la ciudad, así que espero que alguien venga a ayudarme. Zarparé dentro de las próximas horas.

Mi mirada se voltea macabramente hacia el marinero y acabo mostrándole la pistola. Por supuesto que sé defenderme, mi buen hombre. No tengo problema alguno en que un obeso como este sea mi jefe.

—¿Tú eres “Anónimo”?

—¿Uh? No, muchacho, soy Beni. ¿Cuento contigo o qué?

—Soy Volken, un gusto. De momento me conformo con una sopa porque esta resaca está nivel Emperador del Mar, joder.

Hacía unos días que había llegado a oídos de Junio una información acerca de una serie de personas que estaban causando problemas en la entrada del Grand Line. Los rumores apuntaban que se estaba parando una importante cantidad de naves, desde particulares a barcos de mercancías, incluso llegando a hundir algunas de éstas. En un principio, el semigigante no le dio gran importancia a estas habladurías.

Poco después, se enteró mediante compañeros revolucionarios, de que se ofrecía una recompensa por esclarecer que estaba sucediendo. Este hecho despertó el interés del recluta antigubernamental, no tanto por la recompensa, mas bien por la información que podía obtener. Al fin y al cabo, si alguien estaba dispuesto a pagar, era porque seguramente la información valiera la pena.

Una fuerte lluvia arreciaba aquella mañana, las violentas gotas rebotaban en la capucha de Junio y el agua empezaba a calar sus viejas y gastadas botas; *Con este tiempo ni siquiera puedo encenderme un cigarro*. Pensaba el grandullón mientras atravesaba el pueblo en dirección al puerto.

Varios navíos estaban atracados aquel día en el muelle, pero el objetivo era uno mercante. Antes de que Junio se pudiera acercar a alguno de los buques a preguntar cual sería su ruta y si podía acompañarlos, un hombre le grito desde uno ellos:
—Oye, tú, el garndullón.
Morgue levantó la cabeza y entre la lluvia avistó al marinero.
—¿Es a mí?.
—Sí, tú. Mi nombre es Beni, estamos buscando gente que pueda ayudar a defender la embarcación durante nuestra travesía. Pareces una persona fuerte, con ese tamaño lo difícil sería no serlo. ¿Te interesa?. Dijo de manera apresurada aquel hombre, mientras se protegía como podía de la fuerte lluvia.
—Mientras me dejéis secarme un poco y fumarme un puro, estaré encantado de echar una mano. Sentenció Junio mientras sujetaba su capucha para que el viento no se la descolocase.

La pasarela que daba acceso a la nave se tambaleaba por el oleaje que provocaba la tormenta, y el barco abaneaba como si de un flan se tratase; *Maldito clima infernal, odio navegar con temporal*.

Estaba claro que me iba a llevar una buena bronca de Clark pues era la enésima vez que me iba del barco en busca de aventuras. Esto no lo entendía mucho ya que yo era el capitán del barco. No estaba nada claro que hacia allí me había colado en un barco mercante con una apariencia de una persona normal, nada destacable. Escuché que habían estado siendo atacados por algunas personas desconocidas. Daban una buena recompensa y el dinero en este mundo es una manera de ganar poder.

Me había dormido en la bodega durante el viaje, lo cual fue bastante incómodo. Intenté pasar lo máximo desapercibido que pude. Tenía gana de probar mis nuevos poderes en un enfrentamiento real y dejarme de aburridos entrenamientos. Que al fin y al cabo suponían una mejora de poder para mí. El cuerpo me pedía algo de acción así que allí me tenéis en una bodega, sentado y callado, esperando que la hora de la juerga llegase.

Estaba escondido en una esquina de esta, metido en una pequeña oscuridad. Que gracias a mi pelaje y mis ropas negras hacían que fuera bastante complicado saber que estaba allí. Durante mi entrenamiento en Zou con mi maestro aprendí a quedarme inmóvil en una posición cómoda durante horas. Me entretenía disfrutando del balanceo del barco, ya que el aburrimiento se apoderaba de mí. Fue entonces cuando lo vi una persona salía de uno de los barriles. Aquello resultaba bastante sospechoso. Aquel tipo se puso a esperar allí y un desagradable olor a pescado inundó mi nariz. Decidí que lo mejor era quedarme quito allí y ver lo que pasaba y como reaccionaba.

Estando en una taberna en Russuam el semigyojin se había fijado en un anuncio anónimo. En él se ofrecía una jugosa recompensa a quien lograse averiguar algo sobre un misterioso grupo de personas que, cerca de la entrada del Grand Line, habían comenzado en las últimas semanas a dejarse ver y a interceptar todo tipo de barcos que osasen pasar cerca de su posición. En alguno ocasión incluso habían hundido algún navío.

El pirata, intrigado por aquella historia tan llena de misterio, decidió acercarse hasta allí. Durante la travesía, que se prolongó durante varias jornadas, no pudo evitar fijarse en la presencia de un nuevo cuerpo celeste. Una especie de estrella con una alargada cola podía verse en el firmamento. El joven la observaba día tras día maravillado, pues sus ojos nunca habían visto algo parecido. ¿Qué sería aquello? Seguro que era algún tipo de señal del cielo, anunciando alguna clase de cambio importante en el mundo. En todas las historias en las que se mencionaban aquellas extrañas estrellas con cola se decían cosas similares o, al menos, se las consideraba mágicas.

Una vez hubo llegado a su destino, y tras preguntar acerca de aquel anuncio a cuantos marineros vio, un hombre que se presentó como Beni le dio la respuesta que andaba buscando. Necesitaba gente para defender su navío de aquellos hombres en caso de que se les ocurriese intentar atacarlo, y Ryuu se ofreció encantado a ayudarle en ese sentido. Así que embarcó junto a ellos, dejando su pequeño barco anclado en el puerto. ¿Tendría que hacer uso de sus habilidades? Esperaba que sí, estaba deseoso de demostrar su valía y, además, aquel entorno en mitad del mar le venía que ni pintado a un semigyojin como él.

Dark llevaba ya un rato esperando allí, cruzado de brazos. Movía el pie de forma nerviosa mientras se impacientaba. Si se tiraba una hora más en la bodega, sentía que le daría algo. Necesitaba echarse algo encima para dejar de oler a pescado. Si alguien le pillaba en la bodega, y apestando de esa forma, tenía bien claro que iban a creer que era él el que robaba las mercancías. O vamos, eso creería él. No tenía ningún motivo para traspasar de forma ilegal aquel lugar, más que la experiencia y la adrenalina. Estornudó y se llevó la mano al bolsillo, sacando un pañuelo del mismo. Tras sonarse y dirigirse a una esquina para tirarlo, vio una figura negra que le estaba observando.

Llevó la mano a la espalda rápidamente, pero recordó que había dejado a Extorquendo Mundi con Xiba. ¿Qué clase de ser le estaba mirando? "¡¡¡No puede ser!!!" pensó algo asustado. "¡Es una pantera humana y huelo a pescado!" concluyó. Se acercó remangándose las mangas dispuesto a pegarle un puñetazo, pero al momento de activar su mantra observó que su aura parecía tranquila y que no tenía intención de pegarle. ¿Quizás se había colado como él y simplemente estaba esperando?

-Ehm... ¿Hola? Soy Dark. No sé si hablarás, pero vamos, forma humanoide tienes. ¿Puedes hablar? ¿O dar la pata aunque sea? ¡Sí, eso es una buena idea! Los humanos nos damos la mano para saludarnos. Dame la patita, venga. - Le ordenó con una sonrisa.

Si no le daba la pata estaba seguro de que se iba a enfadar y probablemente usaría el haoshoku contra él. Nadie contradecía a Dark. Esperó brevemente a que le tendiese la pata o mano, lo que tuviese, pero algo los interrumpió. El barco se agitó violentamente y la expresión del peliblanco cambió de golpe.

-Ya han llegado. Quédate aquí, gatito. Tengo que patear unos culos. - Acabó diciendo mientras se dirigía hacia fuera, interrumpiendo su presentación.

Corrió hacia la cubierta y observó tres navíos que no parecían demasiado grandes; agarró un arpón que estaba tirado cerca del timón y lo lanzó con fuerza, agarrándose a la cuerda del mismo y saliendo volando hacia uno de ellos. Iba a descubrir a la fuerza por qué se dedicaban a asaltar barcos. O por lo menos en unos minutos, ya que el arpón cayó como veinte metros hacia la izquierda del barco que estaba más orientado al oeste. A Dark no se le daba bien apuntar. Frunció el ceño y comenzó a nadar hacia la embarcación.

Lo bueno de la tormenta es que el sol ha dejado de ser un problema para mi vista, así que contento por una parte. Lo malo es que el vaivén de las olas me tienen vomitando como si se me saliera un trozo del alma en cada arcada. Y aun así no suelto la fiel botella que me ha acompañado toda esta aventura. Sé que me veo poco digno así, pero puedo perdonármelo por lo bien que lo pasé anoche. Luego de soltar todo lo que me eché al cuerpo en la fiesta busco el castillo del barco. Creo que me vendría bien hablar con Beni para conseguir una toalla y nuevas prendas. En este tremendo barco mercante debe guardar una o dos camisas de repuesto. La mala noticia es que perdería todo mi encanto vistiendo algo tan… grande.

Y si hablar de cosas grande fuese un concurso, me habría llevado el premio gordo.

Veo a un hombrón de unos cuatro metros, así calculados al ojo, fumándose un puro del porte de mi buen amigo, Elvis. Y que no se note que me estoy agarrando los huevos. Para no desteñir el amigable ambiente busco entre mis prendas la cajetilla de cigarros. Suerte que sea de cuero y mantenga secos los cigarrillos. Enciendo uno y entonces miro al hombre. ¿Le conozco yo de algún lado…? Me recuerda al tipo de un libro que leí hace un par de años, un dictador que mataba homosexuales por ser, bueno, homosexuales. ¿Chegara, quizás? Creo que la gente lo amaba porque también era un tipo rudo que se las cantaba todas al Gobierno Mundial, alguien con buenas pelotas como el gigantón de ahí.

—¿Qué pasa, hermano? ¿Qué tal el clima por allá arriba? —Los chistes clichés de gente alta siempre funcionan con la gente alta: sirven para romper el hielo—. Soy Volken, tu compañero. Tienes estilo —comento de inmediato, mirando su gorra y masajeándome una inexistente barba—. Si me saliera un poco de pelo me dejaría una como esa, pero creo que mi dignidad no me lo permite. Bueno, un gusto, compañero. Iré a cambiarme esto, ya nos veremos por ahí.

Si la gente bajita es mala y agresiva, los altos son sumisos y buenos. Sólo hay que hablarles con amabilidad y luego los tienes dándote la pata, como un perro. En fin, me voy en busca de Beni. Lo encuentro comiendo en su habitación, así que no le molesto mucho y me indica dónde puedo encontrar ropa. Le hago un triquis tuquis con las manos para desviar su atención y robarle el pollo, saliendo victorioso de la habitación. Bajo las escaleras y el olor a pescado me hace pensar que no voy por buen camino… Qué va, yo le creo al capitán. Es el que manda en el barco, ¿no? Espero que no se enoje porque su pollo haya desaparecido, pero no he comido en horas y me corresponde darle un mordisco.

¿Estoy escuchando ruidos aquí abajo…? Llevo la mano a la empuñadura de la pistola y abro suavemente la puerta de madera, encontrándome con un hombre y su amiga la pantera. Creo que las neuronas no le funcionan muy bien a este tipo, ¿cómo se le ocurre pensar que a esos animales se les enseña a dar la pata? Un verdadero domador como yo le debe enseñar a domesticar a un salvaje como ese.

Le doy la última mordida al pollo y luego lo lanzo hacia el lado contrario del almacén.

—¡A por ella, gato!

Dejo la mano en el aire para mantener la pose de genialidad mientras le doy una calada al cigarrillo. Ahora sólo queda ver a la pantera yendo tras el hueso. Pan comido; he domado a un gigante y a un felino en una sola tarde, soy un genio.

No parecía que el temporal fuera a remitir, pero al menos la lluvia ya no caía tan agresivamente. Eso me permitía fumarme un puro, mientras me tapaba de mala manera con la capucha.

Mientras Junio, tranquilamente, disfrutaba de su suave tabaco y reflexionaba sobre sus asuntos, un hombre lo interrumpió. De pelo y ojos oscuros, parecía una persona bastante fornida para ser un simple humano normal. Hizo el típico chiste que le hacen a las personas altas. *Otro idiota más* Pensó de manera instantánea el grandullón. Ni siquiera se molestó en contestarle, solo permaneció observándolo.

Por lo que decía aquel hombre, estaba en el navío con el mismo fin que el propio Junio. Tras terminar de decir una retahíla de tonterías, se despidió y se fue. *En fin... Como está la gente.* Aunque, en el fondo, no parecía mala gente aquel peculiar personaje. El grandullón prosiguió con su cigarro y volvió a enfrascarse en sus pensamientos.

Al cabo de un rato, alertado por unos ruidos dentro del barco, Junio abandonó su inactividad. Se dirigió al lugar de donde parecían proceder los sonidos, sujetaba a "Rerum" firmemente, preparado por si era necesario entrar en acción rápidamente.

Al llegar al mencionado sitio, pudo observar al tipo de antes, a otro tipo de pelo blanco y a una especie de pantera humanoide. El pelo blanco estaba pidiéndole a la pantera que le diera la patita.... Mientras, el idiota de antes, le lanzó un hueso de pollo, como quien le tira un palo a un caniche. *Estos dos parecen no regir demasiado, debería enseñarles como se amaestra a una ruda pantera.*

El grandullón apoyo su pesado martillo en el suelo, y doblando sus piernas, se puso en cuclillas. Con un gesto sumamente serio, miró hacia la pantera y frunció el ceño muy concentrado:
—Vamos linda panterita!, ven panterita!. ¿Quién es el niño de papá?— Exclamaba mientras afilaba los morros, como dando besos al aire.

De pronto una sacudida agitó el navío, el del pelo blanco salió corriendo como alma que lleva el diablo. *Que prisas...* Pensó Morgue, mientras seguía en cuclillas prestando atención a la bonita pantera.

La cosa iba tranquila hasta que aquel tipo que había salido del barril se percató de mi presencia. Este se acercó a mi como si fuera un animal exótico o algo por el estilo y las palabras que dijo me lo termino de confirmar.

-A quien llamas gatito guau- dije sacando mis colmillos a relucir. Había venido a ese lugar para realizar un trabajo, no quería aguantar ese tipo de cosas. –No soy tu mascota ni nada por el estilo, no he venido aquí a jugar contigo, sino a trabajar guau-

Pero la cosa no quedó ahí otro tipo apareció en la bodega, este media metro ochenta como mínimo, pelo negro, ropa holgada, un cigarro y un trozo de pollo en la mano. Este se comió lo que quedaba de pollo y me lanzó el hueso hacia la otra parte de la bodega como si fuera un perro. No me lo podía creer, esto no podía estar pasando de verdad. Me levanté y estiré un poco las piernas antes de soltarle una a aquel tipo.

-Recógelo tu si tienes tanto interés guau- dije con un tono de desagrado, -Aunque no me guste repetir las cosas lo diré nuevo, no soy la mascota de nadie guau-

No había acabado de decir la frase cuando un tercero apareció en escena. Este era un gigante de casi cuatro metros de altura que no podía apenas entrar por la puerta de la bodega. Y porque no, otro más que se sumaba a tratarme como una mascota.

-Esto tiene que ser ya coña guau- dije con tono de desesperación, -Que no soy la mascota de nadie joder guau- dije elevando un poco el tono de voz.

No acabé de hablar cuando de nuevo fui interrumpido, esta vez por el zarandeo del barco. El ataque hacia este había comenzado. Me escabullí de aquellos tipos y al salir a cubierta pude ver tres enormes barcos estaban atacando al mercante. El del pelo blanco se lazó hacia uno de estos y yo esperé hasta que uno se acercara lo suficiente, para utilizar mi forma híbrida y de un buen salto abordar el barco enemigo. Aquellos tipos me habían cabreado e iba a pagar mi frustración los que nos estaban atacando.

En cuanto sintió el brusco vaivén del barco el semigyojin se puso en marcha. Pudo observar cómo tres grandes barcos había arrinconado el navío en el que iba, y sin perder tiempo se lanzó al mar. Nadó velozmente para situarse entre aquellos barcos y observarlos desde debajo. No poseían la típica cubierta de piedra del mar de los navíos gubernamentales en el casco, por lo que no se trataba del Gobierno Mundial. Al menos a priori.

Sabiendo que frente a tres embarcaciones, y además de mayor tamaño que la suya, se hallaban en clara desventaja en una batalla naval, el pirata decidió igual un poco las tornas. Suponía usar demasiado pronto su técnica más poderosa, pero tenía que arriesgarse a ello. De lo contrario entre aquellos tres barcos podían abordar con gran facilidad el mercante y hundirlo antes de que pudiese llevar a cabo su cometido.

Vio cómo un tipo con el pelo blanco nadaba por la superficie del mar desde el mismo barco del que había saltado él hacia el navío situado más hacia el oeste, así que él se acercó a gran velocidad al que ocupaba la posición más cercana al este para evitar interferir con lo que fuera que quisiera hacer. Se situó bajo dicho barco y, mirando hacia arriba, reunió en torno a sí cuanto agua pudo para, acto seguido, trazar un veloz arco con su espada mientras pronunciaba:

- Gyojin Bushido: Kairyuo.

Un dragón de agua de gran tamaño nació de ella y se dirigió raudo hacia arriba, en dirección al casco del barco. Al llegar hasta él cerro sus mandíbulas bruscamente, liberando multitud de ondas cortantes que agujerearon en varios puntos la embarcación. El agua comenzó a entrar rápidamente, pues los daños en el casco eran más que considerables, y el barco comenzó a hundirse.

Lo que acababa de hacer sería útil de dos maneras. La primera y más obvia era que ahora había un navío menos del que preocuparse, restando solamente dos. La segunda era que, si alguno de los tripulantes de aquel barco intentaban alcanzar alguno de los otros dos a nado para evitar hundirse junto a su vehículo él sería más rápido que ellos y podría interceptarles y tomar prisioneros a los que interrogar acerca de sus intenciones.

Conforme se agarraba a la escalera de mano del navío, escuchó cómo un barco se quebraba y pudo notar las olas del mar chocando donde se encontraba. Refunfuñó mientras subía enfadado y una vez estuvo en la cubierta, se colocó en medio y miró que la embarcación que se encontraba al este había sido destruida. "¿Pero cómo coño los interrogamos si os cargáis los barcos?" se preguntó a si mismo mientras esquivaba fácilmente un corte que iba dirigido hacia él. Le pegó un puñetazo de vuelta al que le había atacado, dejándole inconsciente al momento. La gente de alrededor empezó a reunirse y Dark se quedó mirando a todos de forma amenazante.

-Venga ya, si sois como vuestro amigo no tenéis ni un ápice de probabilidad de ganar. Rendíos y no os reviento la cara. - Les explicó mientras empezaba a remangarse tranquilamente.

Obtuvo la respuesta rápidamente: se abalanzaron dos personas contra él que no tardó en tirar al mar agarrando a cada una del brazo, para después lanzarlas violentamente hacia fuera. Se abrió de brazos y después adoptó una postura de combate defensiva, indicándoles con la mano que viniesen a por él. Y vinieron. El peliblanco se encontraba muy decepcionado ya que podía esquivar con los ojos cerrados los ataques, aunque viniesen varios a la vez hacia él. Y tomó la decisión de que, como la situación empezaba a aburrirle, usaría la salida fácil.

-A dormir, chicos.

Liberó una honda de haoshoku descontrolada que resquebrajó toda la madera del barco y lanzó absolutamente a todos al suelo. Se encogió de brazos y anduvo tranquilamente para tirar el ancla y dejar el barco fijo. Después, con mucha paciencia, empezó a atar a todos para que una vez despertasen pudiese interrogarlos. Si sus compañeros pasaban a la acción, sólo tendrían que ir a por el barco que se encontraba en el centro.

Tras la sacudida que agitó violentamente el barco, al igual que el hombre de pelo blanco, la pantera humanoide salió corriendo hacia la superficie.

Junio, con cara larga tras el desplante de la linda panterita, se levantó y se encaminó hacia las escaleras que llevaban a la cubierta. No sin antes dirigirse al personaje de oscuros ojos azabache, que no parecía reaccionar:
—Oe, amigo, será mejor que subamos a echar un vistazo. Espabila.—

Ya en la superficie de la embarcación, el grandullón pudo divisar tres grandes navíos cerca de ellos. No había duda de que tenían que ser los famosos hombres que estaban atemorizando a todo tipo de marineros que pasaban por esas aguas.

Cerca del barco enemigo que estaba situado más al este, surgió del mar un enorme dragón que impacto con suma violencia contra el casco del mismo. Ésto provocó que empezara a hundirse lentamente; *Que demonios...* Pensó un sorprendido Morgue, al presenciar aquel espectáculo acuático. Ya había un problema menos del que preocuparse.

Mientras tanto, el hombre de cabello blanquecino que había visto hacía poco tiempo, abordaba el buque colocado más al oeste. En un alarde de poder, liberó una especie de onda que dejó inconsciente a toda la tripulación de manera instantánea; *Pues no parece que hiciera mucha falta aquí* Reflexionaba el cadete revolucionario, asombrado con el nivel de sus compañeros de embarcación.

Finalmente sólo quedaba la nave del centro, la que estaba más cerca de ellos por otra parte. El hombre pantera pegó un brinco, situándose así en la cubierta enemiga. Junio pasó a su forma híbrida, con la intención de emular a su improvisado compañero, y sin perder tiempo saltó.

Cayendo hacia la proa del buque, sobre una docena de hombres empezaron a rodear a Junio:
—Señores, habréis visto lo que le acaba de suceder a vuestros compañeros, por vuestro propio bien, sugiero que os calméis y mantengamos una informal conversación.—

Las palabras del semigigante no surtieron demasiado efecto, pues varios de aquellos hombres comenzaron a abalanzarse sobre él. haciendo que su martillo "Rerum" aumentara su tamaño, bateó a un par de ellos, mandándolos hacia el agua. Sin embargo otro marinero se encaramó a su espalda, agarrándolo por el cuello; *Bueno, ya está bien de tonterías*

Saru-Saru: Magna simia

Junio comenzó a transformarse, hasta convertirse en un enorme gorila de unos 8 metros de alto. Ante ésto, sus enemigos comenzaron a huir despavoridos. Estirando un brazo agarró a uno de los hombres por los pies y lo levantó del suelo, dejándolo boca abajo frente a él, mientras mostraba ostentosamente sus colmillos.

-Kyubi no kitsune forma hibrida guau- dije.

Después de esas palabras adopté mi forma hibrida, transformándome en una mezcla entre zorro y hombre de casi dos metros de altura. Mi pelaje se había vuelto de un color naranja fuerte y unas largas cinco colas habían surgido de la que ya poseía. El barco se aproximó a nosotros y de un salto lo aborde. Nada más pisar la cubierta enemiga todo el mundo se quedó mirándome sorprendidos. Hubiera preferido no luchar y solucionar las cosas calmadamente, pero aquellos tipos me habían hecho enojar y deseaba que se abalanzaran sobre mí.

-Vengo a saber porque atacáis a esta pobre gente guau. Os aconsejo que no intentéis pegarme si no queréis salir mal parados guau- les solté a aquellas personas.

Por suerte para mí, no me hicieron caso y cinco de ellos intentaron lanzarse sobre mí para reducirme. Cosa que les fue totalmente inútil, pues un latigazo de mis colas hizo que aquellas personas cayeran al agua. No estaba de humor para tonterías, así que imbuí en fuego mis garras y a los dos siguientes que se acercaron, pero gracias mi velocidad le di un par de puñetazos a cada uno dejándoles unas graves quemaduras en el pecho.

Y entonces no tardó en salir el capitán de aquel barco. Quería acabar rápidamente con aquello y volver rápido a mi barco.

Todo esto parece una escena de un mal chiste del club de la comedia, aunque nada supera la incoherencia de esta “pantera”. ¿Debería llamarle así si se autopercibe como perro? Bueno, es lo que creo: está ladrando. Soy consciente de que el mundo está cambiando y la ideología de la autopercepción avanza a grandes pasos, pero ¿no es la cúspide de la ironía que un felino se crea un perro? Cuando me encuentro con situaciones así no me queda más que reír. Y luego burlarme, por supuesto.

Estoy a nada de soltar el primer comentario cuando el albino, quien ni siquiera sabe domesticar a una pantera, sale disparado hacia… ¿Hacia dónde va, exactamente? Ah, y luego le sigue el animal. Huele tan mal como uno, por cierto, una asquerosa mezcla entre sudor y pescado podrido. ¿O ese soy yo? Qué va, siempre huelo bien. Haciendo caso a las obvias palabras de mi mejor amigo, el Gigante Alegre, le doy una calada al cigarrillo y camino tranquilamente hacia las escaleras que me llevan a la superficie del barco. Es entonces que le echo un buen vistazo al panorama.

La tormenta no deja ver demasiado bien la situación, el vaivén de las olas sacude violentamente el barco y yo no entiendo cómo es que esta gente puede ir saltando de un navío a otro con tanta… facilidad. Como si fueran dioses. Hace frío y se escuchan gritos por todos lados. Algunos de dolor; otros, de desesperación. Pese a que la lluvia disminuye considerablemente mi campo de visión, puedo ver a mis “compañeros” dándoles una paliza a los piratas, matones, secuestradores o lo que sea. Aún no lo tengo muy claro, y creo que los hombres que se están colando por la popa me pueden dar algo de información.

Meto la mano a la chaqueta y saco a Mimosa, luego le quito el seguro y me acerco con la espalda pegada a la pared. No soy un novato, ¿sabes? Me detengo justo en la esquina para ver mejor sus movimientos. Como si no fuera suficiente con los chistes de autopercepción me encuentro con un puto travesti. ¿Debo decirle que por mucho que se disfrace de mujer no será una? No, qué va, la gente puede vivir su vida libremente. Eso si es que no le reviento los sesos primero. Lanzo el primer objeto que veo —una pieza de metal circular un poco pesada— para llamar la atención de los invasores. Estoy a quince metros del hombre-mujer cuando voltea la mirada para ver qué ha sido ese ruido. Y es entonces que tiro del gatillo.

El cuerpo cae en un charco de sangre y con el cráneo medio destrozado; es la potencia de Mimosa, bebé. Su compañera está a punto de apuntarme con el fusil cuando vuelvo a jalar el gatillo. No me gusta matar mujeres, pero menos me gusta que me apunten con un arma capaz de reventarme el cuerpo entero. Y ahora sólo queda el hombre con pintas de rufián cualquiera, como si lo hubieran sacado de una mala película de matones y lo pusieran ahí en el barco. Le apunto con mi buena compañera y entonces sonrío.

—Si quieres vivir deja todo lo de valor a un lado; armas y cosas raras al otro, no quiero que me apuñales cuando haya bajado la pistola —le digo, estando pendiente a sus movimientos—. Tú y yo iremos a hablar con un buen amigo. Se llama Beni, y está ansioso por saber por qué mierda tú y tu gente ha estado atacando.

Como había esperado no pasó mucho tiempo hasta que los tripulantes del barco, que se hundía poco a poco pero sin remedio, comenzaron a abandonarlo. Saltaban al mar por la borda buscando salvarse, sin saber que aquello solo les llevaba a una muerte segura. Veloz, sigiloso y letal el semigyojin atacaba con su preciada katana desde abajo a todo el que se lanzase al mar desde aquel vehículo. Pronto en los alrededores del barco uno podía ver fácilmente más de una docena de cadáveres a la deriva, en un panorama desolador para cualquiera que mirase desde alguno de los otros dos navíos.

No obstante cuando se abalanzó sobre el que iba a ser su decimotercera víctima se encontró con que no fue capaz de pillarla desprevenida. El hombre, con aspecto de tener unos cuarenta años pero en gran forma física, realizó un rápido giro que le permitió zafarse de la embestida subacuática del samurái. Tenía el pelo castaño y corto, un fino bigote sobre el labio superior y ojos marrones. Bajo su camisa, abierta, se podía ver un pecho amplio y prominente, cubierto por una cantidad nada desdeñable de pelo.

En ese momento golpeó el agua con su puño en dirección al joven semigyojin, y una onda de choque de proporciones considerables nació de sus nudillos y avanzó vertiginosamente hacia el híbrido. Este la bloqueó con su espada, pero el impacto le hizo retroceder varios metros. Estaba claro que, a diferencia de quienes habían saltado previamente del barco, ese tipo no se lo iba a poner nada fácil.

Aprovechó para sentarse en la baranda y ver cómo la gente peleaba en el barco central, examinando los movimientos que hacían. ¿Uno se acababa de transformar en un bicho raro y grande? Qué curioso. Tenía entendido en base a todo lo que le había enseñado Xiba y Simo que las frutas del diablo eran algo muy raro, pero allá por donde fuese, se encontraba con estas como si de migas se tratasen. Él no tenía ninguna fruta del diablo y, aunque tuviese probabilidad de poder comer una, sabía que no lo haría. Quería ser fuerte por él mismo y lo demostraría cumpliendo esa misión sin problema. Estaban tardando quizás demasiado pero aquello no le importó. Como peleaban, se limitó a seguir mirando hacia el otro barco y observar patrones que a lo mejor le ayudarían en un futuro, quién sabe.

En un abrir y cerrar de ojos aquello se había convertido en una batalla campal, quien viera aquel show pensaría que los malos eramos nosotros.

Junio tenía la intención de interrogar al hombre que había perchado por los pies, pero el pobre hombre, asustado tras haber sido agarrado por un simio gigante, perdió el conocimiento. *Vaya, también es mala suerte...*

Viendo que ya no podría sacarle información, agitó su brazo, y lanzó al grumete por los aires. Con la mala suerte de que salió volando en dirección a su navío. El grandullón se quedó observando la trayectoria del pobre hombre, tenía toda la pinta de que, si nada cambiaba su dirección, aterrizaría sobre su amigo de ojos negros. Volviendo a su forma híbrida trató de avisarle gritando todo lo que podía:
—Chico! cuidado! aparta de ahí!!!!— Aunque los barcos estaban relativamente cerca, seguramente no escucharía el aviso.

*En fin... Tampoco parecía muy listo, no será una gran perdida.* Reflexionaba imaginándose un trágico desenlace.

Dejando en segundo plano lo que podía ser el nacimiento de un nuevo deporte, el baseman, el semigigante pasó a buscar a otra persona que le pudiera aportar algo de información. El hombre pantera estaba repartiendo tortas como panes, además ahora le habían crecido varias colas y de sus garras brotaba fuego; *Pues si que es raro el animal ese*

Antes de que pudiera apresar a otra persona para interrogar, el que parecía, por su indumentaria, ser el capitán de aquel buque apareció en cubierta:
—Basta! Vais a conseguir llevarme a la ruina.— Exclamó el marinero, exaltado.  
Junio se encaminó hacia él con la intención de pedirle aclaraciones.

Este pavo de acá, un hombre de treinta y pico, barba mal cuidada y un asqueroso olor a mar, camina sonriente sólo porque le apunto con la pistola. Y le he dicho que, si no va a cooperar, ya puede ir olvidándose de sus dedos. La tortura nunca ha sido lo mío, es algo que únicamente los desquiciados mentales pueden hacer y, en mi opinión, yo soy un tipo bastante normal. En fin, mejor sigo concentrado en lo mío porque hoy ando con los dedos tontos y no quiero dispararle a este idiota. No todavía, claro.

El viejo Beni me mira con el ceño fruncido mientras le da una buena calada a la pipa de madera, soltando anillos de humo para darle su colin. Está sentado frente a la mesa de madera y, luego de dejar la boina sobre esta, le ordena al idiota que tome asiento.

—Escúchame, granuja, porque te diré todo lo que debes hacer si quieres salir con vida de este barco. —Su voz no suena nada amigable, de hecho, hasta da un poco de miedo—. Me dirás todo lo que sabes acerca de los atracos a los barcos mercantes y, dependiendo de tu respuesta, haré una cosa o la otra.

Se nota que el tonto este tiene miedo; puedo olfatearlo como si fuera un sabueso. Los ojos humedecidos, la piel sudada y las manos entrelazadas siempre buscando algo nuevo que tocar. Mueve ansiosamente la pierna derecha y su mirada, de vez en cuando, busca alguna respuesta a su situación. Pero está jodido. Nada más intente levantarse le lleno de plomo el cráneo y ya está, nos vamos a buscar a otro imbécil. El caso es que sigue en silencio como un muerto, y empiezo a inquietarme.

Presiono el gatillo y el viejo ni siquiera se inmuta. Parece que está acostumbrado a que disparen en lugares cerrados.

—Creo que necesita un incentivo para hablar —comento entonces.

Acerco la punta del cañón caliente al rostro del hombre y, cuando entra en contacto, el pirata este suelta un alarido.

—E-Está bien… ¡Diré todo lo que sé, pero prométanme que me dejarán ir! —El jefe asiente con la cabeza sin pronunciar una sola palabra—. Fuimos contactados hace un tiempo por un hombre que iba de negro, siempre de negro. Y nunca vimos su rostro, ni una sola vez. ¿Quieren ser ricos?, nos preguntó, sólo deben hacer lo que yo les diga y estarán bañándose en oro antes de que se den cuenta. Jamás nos explicó por qué teníamos que hacer esto, pero tampoco nos importó porque el hombre pagaba —cuenta con la vista clavada en la mesa, aun temblando de miedo—. Es todo lo que sé, déjenme ir…

Tenía al capitán de esa embarcación justo delante de mí. Si alguien podía tener información de que tenían en mente esos filibusteros, debía de ser el. Aún estaba cabreado porque me hubieran tratado como una mascota. Aquel tipo cargó contra mí, con una espada que sujetaba con ambas manos intentando ejecutar un tajo en diagonal sobre mi pecho. Debía controlarme o podría acabar con ese hombre de un golpe. Pare la espada con la garra, aquel hombre no poseía nada de fuerza, así que me supuso algo sencillo de ejecutar.

Una vez agarré la espada de aquel tipo, hice circular un poco de mi electro a través de esta. Llegando hasta aquel hombre y paralizándolo temporalmente. Cayó de rodillas sin poder hacer nada contra mí. Hacía tiempo que me sentía fuerte, pero en ese momento me di cuenta realmente. Lo tenía paralizado y a mi merced. Lo agarré, me lo eché al hombro y de un salto volví al barco mercante donde me había colado. Este llevaba una túnica que no estaba mal, se la quité y me la guardé.

Una vez en el barco me di cuenta que los tipos que me habían tratado como una mascota también habían capturado a un pirata cada uno. Sin dudarlo ellos también debieron escuchar la petición y por eso se encontraban allí. Me sorprendió un espadachín bastante alto, parecía luchar bastante bien. Quizás le pida una pequeña lucha de entrenamiento más adelante. Pero ahora a lo importante, tenía que sacarle la información al capitán. Lo tire a la cubierta del barco y empecé a interrogarlo meticulosamente.

Aquel tipo hablo a las primeras de cambio, pero parecía que no tenia mucho que decir. Habían sido contratados para fastidiar en esta ruta comercial a los barcos que pasasen. No les dieron nombres, solo una enorme bolsa de oro y la mercancía que pudieran conseguir. Con aquello no podíamos hacer gran cosa, necesitábamos aunque fuera un nombre.

El semigyojin, decidido a hacer valer su superioridad en el mar sobre un simple humano, se lanzó a por él a gran velocidad. Sin embargo el tipo del bigote evitó su espadazo al agacharse con una rapidez de movimientos que Ryuu no creía posible en un ser humano bajo el agua. Sorprendido, el pirata dio la vuelta y se dirigió nuevamente hacia él, con la salvedad de que en esa ocasión se detuvo justo antes de llegar a su posición, lugar desde el que comenzó a descargar una serie de golpes tanto con su espada como con las piernas.

Inicialmente el marinero pudo seguirle el ritmo y desviar o esquivar la mayoría de los golpes, pero pronto se hizo evidente que uno de ellos era un ser que se encontraba en su ambiente natural y el otro no. Finalmente el hombre quedó inconsciente tras recibir una feroz patada en la sien izquierda.

El samurái agarró a su derrotado oponente y subió hasta la superficie. Una vez su cabeza estuvo por encima del mar pudo ver que la batalla se había acabado. Sin más enemigos que enfrentar subió al barco en el que había zarpado, llevando consigo a su enemigo, inconsciente.

Allí pudo ver que había varias personas más protegiendo el barco, y tres de ellos habían logrado también traer hasta allí algún prisionero. Uno de ellos, que decía ser el capitán de otro de los barcos, reconoció al tipo inconsciente como su homólogo del navío que Ryuu había hundido. Parecía que, en aquel caso, el capitán no había querido hundirse junto a su barco.

Cuando un par de horas después el hombre despertó se encontró atado, con el semigyojin frente a él. Los otros tipos no habían sido capaces de aportar una información demasiado útil, pero era cierto que la de todos ellos coincidía. Alguien, no sabían quién, les había pagado una gran suma de dinero por interceptar barcos. Uno de los prisioneros, al parecer, había hablado de un hombre vestido de negro.

Las palabras que salieron de la boca del tipo del bigote no fueron muy diferentes, con una salvedad: mencionó haber oído un nombre, uno que Ryuu jamás había escuchado pero que por algún motivo le puso la piel de gallina durante un instante. La Mano.