[Misión Común – East Blue] La capa del emperador

Contratante: Rym Von Vayne

Descripción de la misión: Rym Von Vayne es un jovencísimo sastre con grandes ideas. Tiene la loca teoría de que combinando dos tipos de tejido específicos, será capaz de crear una tela que refleje la luz de la forma necesaria para volver invisible al portador. Sin embargo, carece del dinero necesario para comprar sus materiales y comprobarlo. En su ciudad hay un negocio de peleas callejeras con el que se paga bien, pero no se atreve a participar porque es bastante debilucho, por lo que necesita a alguien que lo haga por él.

Objetivo secundario: ¿Por qué hay alguien siguiendo a este hombre? Asegúrate de que no le secuestren una vez consiga crear esa tela.

Recompensa: Una capa a medida hecha con la tela recién creada. Calidad infrecuente, vuelve invisible al portador siempre y cuando no esté nublado.

Recompensa por objetivo secundario: Conocimiento único.

Una isla al azar del East Blue, el moreno se encontraba solo andando por la calle. Se había separado de Lilith temporalmente, ya que podía conseguir algo que iría genial para él. Una capa de invisibilidad, no sabía si era cierto pero debía intentarlo. Así que se dirigió hasta el contratista. Era alguien especial, o por lo menos así lo relacionaban en el encargo. Tenía la sensación de que alguien le seguía y podría usar aquello para demostrar si seguía teniendo el honor de ser alguien que resolvía encargos por sí mismo. Una vez se encontraba delante del hombre, esperó a ver si venía alguien más.

—Te ayudaré —le dijo mientras se cruzaba de brazos.

—¡Ayuda! ¡Me están siguiendo! —exclamó algo asustado—. ¡No podré hacer la tela si me siguen! ¡Ni tampoco si no tengo dinero! ¡Ayuda!

Eiji no era muy hablador y no podía decir que no a algo así. Por lo que diría que sí. ¿Era algo redundante, verdad? A lo mejor hasta se presentaba alguien.

- ¡Claro que sí! Y entonces le rebané el cuello con esta katana... Tendríais que haber visto la cara del descamisetado.

No, no conozco a Zane D. Kenshin, pero ese día iba con un tipo sin camiseta. Puede que no lo matase de un sablazo, incluso que ni siquiera lo matase, pero ya hace tanto tiempo que ni recuerdo esta historia. Lo que sí hago es ver, y también oigo. Sobre todo, si puedo, el sonido de mi propia voz. Al fin y al cabo es fabulosa. Sin embargo esta vez mi historia viene interrumpida por la atolondrada carrera de un muchachito con aires de niño rico, aunque sin ese aura de superioridad que tanto me revienta.

Uno de los mamarrachos con los que estoy intenta hacerle la zancadilla, pero antes de que pueda reaccionar mi cuchillo está en su cuello y mi sonrisa amable le previene de hacer nada.

- Ni siquiera al pelirrojo le consiento ese comportamiento -digo, mientras el joven se perdía en medio de un callejón oscuro-. Más te vale moderar esos modales, o te moderaré el pescuezo.

Le doy un empujón, y tras él entro al callejón. Cojo la conversación a medias entre él y un tipo apuesto, aunque no tanto como yo. Golpeo la pared como quien llama a la puerta, y mientras mi sonrisa ilumina más que cualquier bombilla, me ofrezco a ayudarlos:

- Parece que estáis en apuros... ¿Necesitáis apoyo?

Un hombre entró por el callejón y llamó la atención de los dos con un golpe en la pared. El criminal arqueó una ceja, aún cruzado de brazos y se limitó a asentir con la cabeza a su pregunta. No iba de más tener una ligera ayuda, por lo que hizo un vago gesto con la cabeza para señalar hacia el contratista.

—¡Ayuda! ¡Tú, pelirrojo! ¡Tú pareces fuerte! ¡Me siguen! —exclamó muy asustado—. ¡Necesito la ayuda de una espada como esa! ¡No el puto japonés con arco!

Evidentemente, Eiji le miró mal. Pero gracias a encaminarse con Lilith había logrado cultivar una extraña paciencia hacia la gente con ese tipo de personalidad. Se colocó bien la cuerda del arco y se encaminó hasta la altura del pelirrojo, ofreciéndole la mano pero sin decir ninguna palabra.

—¡Dios! ¡Las setas que me he comido están increíbles! —exclamó el hombre mientras empezaba a pasar el dedo por el pecho de Claude.

Arqueo la ceja cuando el chiquillo insulta al tipo que parecía dispuesto a ayudarlo, y mi cara es un rictus. ¿De verdad con esta educación espera obtener auxilio de cualquier clase? No digo nada y tiendo la mano al arquero, estrechándosela con cierta fuerza para comprobar si realmente es capaz de tensar el arco mientras, por algún motivo, el enano empieza a toquetearme.

- Aún llevo un cuchillo en la mano -digo, clavando una mirada siniestra en él-. No quieres enfadar al Basilisco de Thesalia.

El chico traga duro, y muy lentamente aleja la mano y la esconde detrás de la espalda. Mientras no me toquetee, como si se la mete por el culo. Así al menos se le va tanta euforia del cuerpo, aunque si se debe al abuso de sustancias aún le durará bastante más y capaz piensa que le salen tentáculos del hojaldre. Prefiero no pensar en ello.

-Vale, a ver que yo me entere. ¿Cuál es tu problema? Aparte de ser drogadicto, me refiero. -Me doy cuenta de que sigo estrechando la mano del moreno y se la suelto, fingiendo que no me incomoda tanto tiempo de contacto ininterrumpido, pero en cuanto pueda me lavaré discretamente las manos-. Y, más importante, ¿qué saco de ayudarte?

Sin lugar a dudas, el contacto fue de lo más prolongado. Eiji mantuvo el firme apretón por simple educación mientras miraba de reojo al contratista. Parecía estar algo sonrojado y tener una alegría fuera de lo común a la altura de la bragueta, dato que prefirió evitar, tanto con la mirada como en sus pensamientos. Se grabó por un momento los casi ocho centímetros de los que podría presumir aquella persona en su mente, pero logró evadirlos. Una vez se separaron y el hombre dejó de actuar extraño, comenzó a hablar.

—Necesito dinero joder, ¡lo necesito! ¡Lo necesito ahora mismo! ¡Tengo dos telazas que lo puto flipáis loco! —exclamó mientras movía las manos tocando discos aéreos—. Mi tela es invisible, o a eso puedo llegar si tengo algo de dinero. ¡Eso y que me siguen!

Eiji volvió a arquear una ceja y miró al pelirrojo.

—Eiji D. Fudo, encantado. Me encargaré del hombre. Encárgate del dinero —le encomendó casi sin mostrar ningún tono.

Eiji no podía sentir empatía por estas dos personas. De hecho le dolía la cabeza ligeramente de escuchar balbucear al hombre de las setas.

Asiento, más por no aguantar durante más tiempo al yonki oligofrénico que musita algo sobre telas y no ha respondido nada de lo que le he preguntado. Sin embargo, yo insisto una vez más y obtengo una respuesta inesperada:

- ¡Una capa de invisibilidad de alpaca nen! -grita-. ¡Ni las de Parry Hotter!

No dudo que está en lo más alto, pero tampoco me interesa demasiado saber qué se ha metido, y simplemente intento hacerle dar una explicación coherente a través del más puro y tierno amor de madre.

- ¡¿Qué telas son?! -grito, dándole una bofetada de lado por cada palabra que recito-. ¡¿Dónde están?!

- En náuticos Matías -responde, en un alarde de coherencia que no esperaba. La verdad es que la cuarta y la quinta ya han sido por gusto, no esperaba que fuese a despertar ya. En cualquier caso me doy la vuelta y busco el dichoso lugar. Náuticos Matías es una tienda de ¿barcos? Hasta donde yo sé también son un tipo de jerséis, pero tampoco sé qué decir... De ese tipo ya me lo espero todo, y mientras camino hacia el puerto voy cagándome en mi estampa.

Menudo sujeto más extraño, pensó Eiji. Personas como aquel pelirrojo acababan ahogadas en su propio ego. Pero no era su problema: se limitaría a seguir el encargo. La capa de invisibilidad le iría bien para su arsenal sigiloso.

—Me voy a buscarle —comentó mientras dejaba que abofetease al otro tío.

No tardó mucho en encontrar al que le seguía. De porte elegante, una persona que parecía saber lo que estaba haciendo, pero estaba en contra de alguien más inteligente que él. Se acercó hacia él y le clavó los dos dedos simultáneamente en los ojos, provocando que soltase un grito de dolor. Cayó de culo y empezó a retorcerse en el sitio, casi deseando estar muerto por el dolor que estaba sufriendo.

—Si vuelves por aquí, te mataré —le amenazó.

El hombre, una vez recuperó la visión, salió corriendo mientras gritaba en un idioma extraño. Quizás era de Hallstat o algo, pero parecía muy cabreado.

Llego hasta los muelles, una zona casi desierta a estas horas de la noche pero que en apenas un rato se llenará de trasiego cuando las rameras echen a los marineros de sus camas y los barcos mercantes empiecen a llegar. Pero yo tengo un plan, tan discreto y bien formado como él mismo. El niño yonki quiere dinero, pero yo no pienso arriesgarme la plumas en sabe dios qué maldita historia para luego no ver un berrie. No, señor, yo pienso quedarme con todo lo que me dé, y asegurármelo.

Coloco el cuchillo sobre el cristal y empujo. No parece entrar, y yo no quiero dañarlo, así que desenfundo una pluma y la lanzo con mi ballesta. Nada de eso funciona, así que me dispongo a forzar la cerradura y... ¡Bingo! Está abierta; si es que algunos nacemos con suerte. La única pregunta que me hago ahora es qué tela será de todas las que hay por aquí, aunque algo me dice que si son para hacer una capa invisible... No podré verlas.

Y de ese modo, mientras me como la cabeza, decido que voy a buscar la libreta de inventario, a ver si me entero de algo o, en su defecto, llega el soso con el niño yonki y nos dice cuál es. Y ya que estoy, robo un poco de la caja registradora; si el niño quiere droga, ¿por qué no dársela? Mientras me dé mi capa...

Eiji volvió al callejón, donde se encontraba el contratista solo. Ya se había encargado de un objetivo del encargo, por lo que simplemente tenía que esperar al pelirrojo. Si había ido él a por el dinero lo único que tendría que hacer sería escuchar al hombre con las setas. Se levantó del suelo y empezó a bailar, haciendo unos pasos de lo más extraños. Ayudándose de los tobillos lograba andar hacia atrás con los pies pegados en el suelo, pero acabó chocándose contra un cubo de basura.

—Qué... ¿qué haces...? —preguntó de forma inquisitiva Eiji.

—El sun walk le llamo bro —le contestó el gañán del contratista—. Es que el otro ya está cogido por derechos de autor.

Hundió la mano ante su cara y empezó a masajear su sien con un dedo. No aguantaba la presencia de gente de ese estilo. No podía hacerlo, pero tenía que soportarlo. Al fin y al cabo la capa era algo que le ayudaría para no meterse en problemas, y hasta podría usarla para proteger a la madame si hacía falta.

¡Ahá! ¡Telas de invisibilidad uno y dos! Sabía que podía confiar en mí. Pues nada, resulta que estas telas sí que son visibles por sí mismas, así que solo necesito encontrar la referencia... Vale, las treinta mil, treinta mil cien, treinta y un mil... ¡Aquí están! Treinta y nueve y cuarenta mil, las telas que necesitamos. Me va a doler la espalda si cargo todos estos rollos, pero si...

¡Y funciona! Es una de las cosas más divertidas que estoy haciendo en mi vida, pero enrollar ambas telas en un macrorrollo e ir rodando por las calles hasta que por fin me encuentro con estos dos no ha sido demasiado discreto. Es más, me han seguido tres tipos con cara de pocos amigos que, en realidad, parecen más interesados en ajustar cuentas conmigo por robar que en las telas en sí, así que... Eso es bueno, supongo.

- Señores, señores... Podemos hacer un trato. No enfaden al Basilisco de Thesalia y seguirán con vida una noche más. Se lo garantiz...

La bofetada que casi llega a mi rostro me deja casi tembloroso, pero mi reacción inmediata es sacar el cuchillo y tratar de atravesarle la mano. Se me va la punta y le secciono el pulgar. Cuánta sangre, qué asco. En fin, ahora sí que sí no queda otra que pelear.

El pelirrojo todavía no había llegado, por lo que el contratista ahora se encontraba dando vueltas sobre el eje de su espalda en el suelo. Eiji lo observaba con una mano en el mentón, bastante extrañado. No quería llamarlo loco pero parecía que se podía partir algo con ese baile. El contrastista se levantó y empezó a elevar los brazos, estirándolos y moviéndose de un lado al otro del callejón. La verdad es que ahí tenía que darle un punto el moreno. Parecía que por lo menos lo intentaba, aunque no quisiera admitirlo.

—Lo llamo el lobo hombre en Mariejoa —exclamó mientras bailaba en el sitio haciéndose pasar por un lobo—. Raaawrr.

—Ese no es el sonido de un lobo.

No se acercaba ni en coña al sonido de un lobo. Suspiró pesadamente y se limitó a desear que volviese el fantasma que había golpeado la pared del callejón. Novatos.

- La luna llena sobre Toussant -empiezo a cantar, recordando la canción que mi madre solía cantar mientras leía papeleo-. Ha transformado en hombre a Lucas... Auuuuuuu.

Me muevo al ritmo de la música, esquivando los golpes que esta gente intenta propinarme y fingiendo que no siento ningún miedo ante la perspectiva de que me rompan mi preciosa, preciosa nariz. ¿Cómo pueden demostrar semejante animadversión hacia mi persona? Es como si no apreciasen el arte tras mis pequeños hurtos.

A ratos, como esperando un error de su defensa, cojo y meto una cuchillada al aire que corta el viento, de vez en cuando aproximándose bastante a la barriga de uno de ellos.

Si solo pudiera girar la esquina ya estaría con ellos, pero este par parece decidido a ignorar el sonido de pelea, y ese estirado criminal de poca monta con perilla de matao seguro que me está ignorando deliberadamente, por lo que...

- ¡Lo siento, señores, pero es hora de marchar!

Y me subo de nuevo en el rollo y me voy rodando hacia el callejón, marcha atrás.

He cogido mucha velocidad, y cuando entro salto y rezo para darle a uno de los dos, pero también me preparo para dar una estocada certera con el cuchillo en cuanto tenga oportunidad. Y luego ya daré su merecido a ese puto payaso.

El pelirrojo volvía a estar ahí, y pareció que algo pasó con el contratista. Se armó de valor y golpeó la muñeca del chico, intentándolo desarmar. Eiji intentó intervenir, pero salió volando varios metros hacia atrás. El hombre parecía ser un experto de las artes marciales, y gracias a la intervención de los dos contratados, logró superar todos sus miedos.

—Soy Rym Von Vayne, el maestro del kung-fú. Me podéis llamar kung-furia —exclamó mientras soltaba una andanada de puñetazos certeros hacia los dos presentes con movimientos de lo más elásticos.

Una vez recibieron la paliza merecida, el hombre agarró el dinero y se dispuso a hacer las capas de invisibilidad para los dos. Eiji lógicamente se quedó para ver todo el proceso, por lo que acabó yéndose sin siquiera despedirse de nadie tras agarrar la capa y escuchar un secreto que le comentó el hombre por haber ganado al matón que lo perseguía. Una misión más hecha, pensó Eiji mientras se perdía por el horizonte y se podía ver una flor de cerezo florecer.

¿Qué acaba de pasar aquí? No entiendo nada, mucho menos qué demonios necesitaba el niño yonki si podía desde el principio hacer eso, aunque conociendo ya a esta fauna capaz estaba a la espera de que el mono le dejase mover el cuerpo de una santa vez.

La verdad es que me molesta bastante que me haya robado el cuchillo, pero teniendo en cuenta que se ha deshecho de todos los perseguidores en un suave movimiento, ni siquiera cuestiono que se nombre "Kung-furia", pese a que el verdadero ADN de fung fu se perdió hace generaciones en los viejos imperios. Debía durar mil años, pero no lo había hecho. En cualquier caso, niego con la cabeza y me mantengo a la espera, sin decir nada. Demasiada mierda para un solo día.

Y con estas me quedo esperando, mientras mato al barbitas con la mirada por no haber movido un dedo, hasta que el sastre se pone hasta el culo de coca y nos lleva a su taller, que resulta ser una habitación llena de mierda en la que nadie podría esperar algo salga bien. Yo ni siquiera me atrevo a entrar en ese sitio tan hecho polvo, pero en cuando el trajeado sale yo espero pacientemente a obtener mi pago. Quiero mi capa.