Escipion
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Tras un tiempo en la marina, que no sé muy bien cómo cuantificar, pues no por la duración si no por la dureza en algunos momentos resultaba más largo de lo que realmente era, parecía que llevaba una vida entera en ella, me habían otorgado dos días libres en los cuales podría moverme dentro del West Blue y obviamente pagándome los gastos.
Siempre había querido ir al País de las Flores por lo que decidí que ese era mi destino y allí es a donde fui.
Llegué en el tiempo previsto y tenía un día y medio para volver a coger un barco que me transportara de vuelta a la base, dado que no tenía nada de ropa propia (había tirado todo lo que tenía) mantenía en mis días libres el atuendo que me había otorgado la marina, iba perfectamente vestido de un azul y blanco impoluto, sin mancha alguna; también me obligaron a dejar en la base el sable y el rifle que nos otorgan, aunque de todas formas no es algo que realmente necesitara, seguía contando con el puñal que llevaba enfundado en el tobillo izquierdo, guardado tras el pantalón y la hoja oculta que llevaba debajo de mi manga derecha, ninguna de estas armas era vista a simple vista.
Cuando puse el pie en tierra pude observar cómo era esta isla, había pedido al barco que no me dejara en una ciudad, por lo que me dejó en una playa rocosa. Ante mi había una extensión de rocas que acababa en un acantilado, no muy alto, aunque lejano por lo que resultaba engañosa su altura, nada de lo que había oído de esta isla correspondía con lo que mis ojos podían ver. Caminé entre las piedras hacia el acantilado, tenía dos opciones: ir de manera segura, fijándome en las rocas en las que apoyar el pie, para que estas no se movieran y no meter el pie en ninguna grieta o la manera divertida, llegar lo más rápido posible al acantilado y ver si mi entrenamiento realmente servía para algo. Opté por la opción divertida, y corriendo entre las piedras me dirigí al acantilado, alguna se movió, pero fui capaz de reaccionar para que no afectara a mi movimiento, cuando llegué al acantilado pude comprobar como mis pensamientos eran acertados, lo que desde lejos parecía pequeño era realmente imponente, observando pude apreciar que tampoco resultaría muy difícil llegar a la cima. Haciendo uso de la fuerza de mis piernas y brazos en apenas tiempo llegué a colocar mi mano en la cima del acantilado, era un tacto suave… tocaba hierba. En un último esfuerzo subí todo mi cuerpo para observar el panorama que había ante mí.
- Vaya… Así que realmente existe algo así…- Dije suspirando sin elevar apenas la voz, asombrado por la vasta llanura que se encontraba ante mí, en la que se mezclaban multitud de colores de diferentes flores de la cuales no conocía el nombre. Avancé durante un rato hasta una zona de césped que se encontraba entre dos tipos de flores, no conocía su nombre, pero a pesar de ser del mismo color (azul) tenían diferente aspecto, y en ese momento me dejé caer, apoyándome suavemente sobre el césped y cerrando los ojos.
Siempre había querido ir al País de las Flores por lo que decidí que ese era mi destino y allí es a donde fui.
Llegué en el tiempo previsto y tenía un día y medio para volver a coger un barco que me transportara de vuelta a la base, dado que no tenía nada de ropa propia (había tirado todo lo que tenía) mantenía en mis días libres el atuendo que me había otorgado la marina, iba perfectamente vestido de un azul y blanco impoluto, sin mancha alguna; también me obligaron a dejar en la base el sable y el rifle que nos otorgan, aunque de todas formas no es algo que realmente necesitara, seguía contando con el puñal que llevaba enfundado en el tobillo izquierdo, guardado tras el pantalón y la hoja oculta que llevaba debajo de mi manga derecha, ninguna de estas armas era vista a simple vista.
Cuando puse el pie en tierra pude observar cómo era esta isla, había pedido al barco que no me dejara en una ciudad, por lo que me dejó en una playa rocosa. Ante mi había una extensión de rocas que acababa en un acantilado, no muy alto, aunque lejano por lo que resultaba engañosa su altura, nada de lo que había oído de esta isla correspondía con lo que mis ojos podían ver. Caminé entre las piedras hacia el acantilado, tenía dos opciones: ir de manera segura, fijándome en las rocas en las que apoyar el pie, para que estas no se movieran y no meter el pie en ninguna grieta o la manera divertida, llegar lo más rápido posible al acantilado y ver si mi entrenamiento realmente servía para algo. Opté por la opción divertida, y corriendo entre las piedras me dirigí al acantilado, alguna se movió, pero fui capaz de reaccionar para que no afectara a mi movimiento, cuando llegué al acantilado pude comprobar como mis pensamientos eran acertados, lo que desde lejos parecía pequeño era realmente imponente, observando pude apreciar que tampoco resultaría muy difícil llegar a la cima. Haciendo uso de la fuerza de mis piernas y brazos en apenas tiempo llegué a colocar mi mano en la cima del acantilado, era un tacto suave… tocaba hierba. En un último esfuerzo subí todo mi cuerpo para observar el panorama que había ante mí.
- Vaya… Así que realmente existe algo así…- Dije suspirando sin elevar apenas la voz, asombrado por la vasta llanura que se encontraba ante mí, en la que se mezclaban multitud de colores de diferentes flores de la cuales no conocía el nombre. Avancé durante un rato hasta una zona de césped que se encontraba entre dos tipos de flores, no conocía su nombre, pero a pesar de ser del mismo color (azul) tenían diferente aspecto, y en ese momento me dejé caer, apoyándome suavemente sobre el césped y cerrando los ojos.
Maki
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Maki estaba comiéndose un ramo de jacintos en la Taberna de las Flores, ubicada en la Terraza de las Flores de la Ciudad de las Flores, en la Isla de las Flores, aprovechando para disfrutar de todo el florido esplendor del Día de las Flores en la Estación de las Flores.
-Esta gente no tiene imaginación para los nombres -rezongó su compañero, que mascaba una amapola.
-Pues a mí me gusta -sentenció Maki.
Estaba encantado con haber parado allí. Le parecía todo mucho menos lioso de lo normal. Estaba convencido de que el mundo sería un lugar mucho mejor si todos los sitios tuviesen el nombre de lo que había allí. Como la Isla Gyojin. ¿Qué había allí? Pues gyojins. ¿Para qué complicarse más?
-Hasta comen flores. ¿Por qué comen flores?
Eso sí le confundía. En la Isla Gyojin no comían peces.
-No lo sé. Pero esta sabe a bacon. Recuérdame que compre antes de irnos.
-Seguro que hay que pagar con flores.
-¿Por qué te quejas tanto? Tú te llamas Medusa Pianista.
-Yo no me llamo así.
Eso no podían saberlo. Era un gyojin medusa, una de las pocas especies de hombres-pez más raras que la de Maki, y se ganaba la vida tocando el piano antes de que Báltigo lo reclutara para la Causa. Nadie sabía su nombre, así que Maki lo había apodado Medusa Pianista antes de llevárselo de misión. La música le vendría muy bien, aunque en realidad lo había elegido solo porque le gustaban sus patillas.
Terminó de comer y volvió a subirse a la caja. Había elegido la plaza más concurrida del lugar para trabajar. Tenía sus fajos de folletos preparados, sus mesitas de catering, sus hojas de inscripción, sus pancartas subversivas y a Igor, su caracol megáfono. Todo listo para llevar a cabo la más humilde e indispensable tarea de la lucha contra la opresión: el reclutamiento.
-¡Damas y caballeros, niños y niñas, la Causa os espera! ¿Queréis luchar contra la tiranía, escapar de las garras de los malvados reyes? ¿Queréis llevar la paz y la justicia al mundo con un poco de fuego y caos controlado? ¡Uníos a nosotros y empuñad las armas para salvar al mundo! Eh, chavales, ¿os gusta la guerra? Aceptamos de todas las edades. Ser niños no es excusa, señora, no me mire así. Únase también y le daremos una boina de la Revolución. Todo cortesía de nuestro amado líder. ¡Alzaos, pueblo, alzaos!
-Esta gente no tiene imaginación para los nombres -rezongó su compañero, que mascaba una amapola.
-Pues a mí me gusta -sentenció Maki.
Estaba encantado con haber parado allí. Le parecía todo mucho menos lioso de lo normal. Estaba convencido de que el mundo sería un lugar mucho mejor si todos los sitios tuviesen el nombre de lo que había allí. Como la Isla Gyojin. ¿Qué había allí? Pues gyojins. ¿Para qué complicarse más?
-Hasta comen flores. ¿Por qué comen flores?
Eso sí le confundía. En la Isla Gyojin no comían peces.
-No lo sé. Pero esta sabe a bacon. Recuérdame que compre antes de irnos.
-Seguro que hay que pagar con flores.
-¿Por qué te quejas tanto? Tú te llamas Medusa Pianista.
-Yo no me llamo así.
Eso no podían saberlo. Era un gyojin medusa, una de las pocas especies de hombres-pez más raras que la de Maki, y se ganaba la vida tocando el piano antes de que Báltigo lo reclutara para la Causa. Nadie sabía su nombre, así que Maki lo había apodado Medusa Pianista antes de llevárselo de misión. La música le vendría muy bien, aunque en realidad lo había elegido solo porque le gustaban sus patillas.
Terminó de comer y volvió a subirse a la caja. Había elegido la plaza más concurrida del lugar para trabajar. Tenía sus fajos de folletos preparados, sus mesitas de catering, sus hojas de inscripción, sus pancartas subversivas y a Igor, su caracol megáfono. Todo listo para llevar a cabo la más humilde e indispensable tarea de la lucha contra la opresión: el reclutamiento.
-¡Damas y caballeros, niños y niñas, la Causa os espera! ¿Queréis luchar contra la tiranía, escapar de las garras de los malvados reyes? ¿Queréis llevar la paz y la justicia al mundo con un poco de fuego y caos controlado? ¡Uníos a nosotros y empuñad las armas para salvar al mundo! Eh, chavales, ¿os gusta la guerra? Aceptamos de todas las edades. Ser niños no es excusa, señora, no me mire así. Únase también y le daremos una boina de la Revolución. Todo cortesía de nuestro amado líder. ¡Alzaos, pueblo, alzaos!
Escipion
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Finalmente me desperté, tenía hambre, lo notaba porque me sonaban las tripas, miré por la zona en la que me había quedado dormido, pero lo que antes me resultaba espectacular ahora me resultaba desolador, sólo había flores. Me levanté y cerré los ojos, antes de venir había visto el mapa de la isla y tenía que recordar dónde estaba la ciudad de las flores, dónde me encontraba y el camino a realizar para llegar allí. Lo más lógico es que si hubiera algún sitio en el que pudiera conseguir comida fuera en la ciudad.
Tardé unos segundos en encontrar los puntos y trazar la ruta más corta, una vez conseguida inicié la marcha, a un ritmo elevado.
- Brrrrrrrrrrrrrrrrrr. - Sonaron mis tripas.... ¡Qué hambre!
No tardé mucho en llegar a mi destino, la Ciudad de las Flores, estaba decorada de una forma extraña, había flores por todas partes, aunque claro quizás aquí esto sea lo normal mientras que en cualquier otro sitio sería que se celebraba una fiesta o evento importante. Seguí caminando por la ciudad, mientras caminaba notaba como mis tripas rugían, y a su vez la gente que tenía a mi alrededor se giraba y me observaba.
- Oye, dime dónde hay una taberna o restaurante para que pueda comer. - Le dije a un hombre casi en tono de orden.
- ¿Quién te cree...? Perdone, tiene la Taberna de las Flores en esa dirección, la podrá identificar por un gran letrero representando una flor azul celeste. -
Me reí para mis adentros, al final el hecho de llevar el uniforme de la marina había servido para que ese hombre no se llevara una paliza, le cambió el tono de la voz al verlo y se mostró más amable. En cuanto me señaló la dirección me dirigí hacia el lugar indicado, allí estaba el rótulo "Taberna de las Flores" escrito en una gran flor azul celeste, mientras me acercaba escuchaba una voz proveniente de la taberna, no presté mucha atención a lo que decía, pero cuando llegué a la puerta ya terminó de hablar. Abrí la puerta de una manera tranquila con la única intención de comer algo. Al abrirla observé que había un hombre, un pez… Ahora lo recuerdo, durante mis estudios había podido leer acerca de los gyojin, y él era uno de ellos, estaba levantado encima de una mesa, por eso fue al primero que notifiqué, aunque sentado a su lado se encontraba otro.
¿Eran todos tan feos?
La gente los observaba de manera rara, quizás fuera él el que estaba hablando y por eso lo miran de esa forma. La verdad es que su rostro mostraba enfado, debería tener cuidado y observar la situación, mientras pedía algo de comer para quitarme esa desazón. Por lo que me dirigí a la barra para pedir, mientras iba hacia allí pude observar cómo en todas las mesas había flores. ¿Estaban comiendo realmente flores? ¿Acaso estas eran comestibles?
Tardé unos segundos en encontrar los puntos y trazar la ruta más corta, una vez conseguida inicié la marcha, a un ritmo elevado.
- Brrrrrrrrrrrrrrrrrr. - Sonaron mis tripas.... ¡Qué hambre!
No tardé mucho en llegar a mi destino, la Ciudad de las Flores, estaba decorada de una forma extraña, había flores por todas partes, aunque claro quizás aquí esto sea lo normal mientras que en cualquier otro sitio sería que se celebraba una fiesta o evento importante. Seguí caminando por la ciudad, mientras caminaba notaba como mis tripas rugían, y a su vez la gente que tenía a mi alrededor se giraba y me observaba.
- Oye, dime dónde hay una taberna o restaurante para que pueda comer. - Le dije a un hombre casi en tono de orden.
- ¿Quién te cree...? Perdone, tiene la Taberna de las Flores en esa dirección, la podrá identificar por un gran letrero representando una flor azul celeste. -
Me reí para mis adentros, al final el hecho de llevar el uniforme de la marina había servido para que ese hombre no se llevara una paliza, le cambió el tono de la voz al verlo y se mostró más amable. En cuanto me señaló la dirección me dirigí hacia el lugar indicado, allí estaba el rótulo "Taberna de las Flores" escrito en una gran flor azul celeste, mientras me acercaba escuchaba una voz proveniente de la taberna, no presté mucha atención a lo que decía, pero cuando llegué a la puerta ya terminó de hablar. Abrí la puerta de una manera tranquila con la única intención de comer algo. Al abrirla observé que había un hombre, un pez… Ahora lo recuerdo, durante mis estudios había podido leer acerca de los gyojin, y él era uno de ellos, estaba levantado encima de una mesa, por eso fue al primero que notifiqué, aunque sentado a su lado se encontraba otro.
¿Eran todos tan feos?
La gente los observaba de manera rara, quizás fuera él el que estaba hablando y por eso lo miran de esa forma. La verdad es que su rostro mostraba enfado, debería tener cuidado y observar la situación, mientras pedía algo de comer para quitarme esa desazón. Por lo que me dirigí a la barra para pedir, mientras iba hacia allí pude observar cómo en todas las mesas había flores. ¿Estaban comiendo realmente flores? ¿Acaso estas eran comestibles?
Maki
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
-Eh, oiga, usted. Sí, la del andador, ¿no quiere salvar el mundo? La experiencia de las ancianitas siempre nos viene bien. ¿Y tú? Podrás llevarte a tu muñeca si quieres.
El trabajo de Maki empezaba a dar sus frutos. Llevaba tanta pasión por la Causa dentro que una tarea como aquella le venía que ni pintada, y se le notaba. Abordaba a todo el que se acercaba por la plaza, a veces incluso dos veces, y trataba de convencerlo para unirse a la gloriosa lucha por la libertad. Todo el mundo tenía su oportunidad, sin importar su edad o condición física. En Báltigo no hacían ascos a nada. Siempre había un cargo para cada uno, aunque fuese un poco lento o tuviese un número inusual de piernas. Si el jefe del Departamento de Incriminaciones no tenía brazos cualquiera podía tener un papel importante en la compleja maquinaria de la rebeldía.
Ya tenía cuatro reclutas. Dos de ellos -el que no tenía ojo y el que no tenía pelo- repartían los folletos informativos y a los otros dos -la que babeaba al hablar y el que se creía que estaba en la guerra- los tenía haciendo sandwiches para convencer a las masas. Maki se había comido ya ocho para dar ejemplo.
Después de toda la mañana de duro esfuerzo, decidió tomarse algo en la taberna y dejar el reclutamiento a cargo de Medusa Pianista, que había sacado su tecladillo portátil y estaba montando su espectáculo para atraer aspirantes.
-Ponme una maceta variada, porfa, y no racanees con las rosas -pidió. Pero el camarero, en lugar de atenderle, pareció molesto y empezó a hablar con otro cliente.
-¡Eh, tú, el marine! -Maki se giró y vio que le hablaba a un humano con el uniforme de las fuerzas opresoras-. ¿No puedes hacer algo con este bicho? Lleva todo el día espantándome a los clientes con sus tonterías.
Eso era un poco ofensivo, pero prefirió callarse. Un líder tenía que aprender a ignorar los comentarios de los civiles cuando ejercía su oficio. Por otro lado, la presencia allí de las fuerzas del malvado Gobierno Siniestro Mundial podía ser un problema. ¿O tal vez una oportunidad? No, no, un problema. Seguro que le desmontaban el chiringuito antes incluso de que se acabaran las mediasnoches. A lo mejor podía sobornarle con comida para que no le multara o algo así. Y para que se olvidase de que su cabeza valía más de quinientos millones. Bueno, eso se le olvidaba incluso a él, así que seguro que no pasaba nada.
El trabajo de Maki empezaba a dar sus frutos. Llevaba tanta pasión por la Causa dentro que una tarea como aquella le venía que ni pintada, y se le notaba. Abordaba a todo el que se acercaba por la plaza, a veces incluso dos veces, y trataba de convencerlo para unirse a la gloriosa lucha por la libertad. Todo el mundo tenía su oportunidad, sin importar su edad o condición física. En Báltigo no hacían ascos a nada. Siempre había un cargo para cada uno, aunque fuese un poco lento o tuviese un número inusual de piernas. Si el jefe del Departamento de Incriminaciones no tenía brazos cualquiera podía tener un papel importante en la compleja maquinaria de la rebeldía.
Ya tenía cuatro reclutas. Dos de ellos -el que no tenía ojo y el que no tenía pelo- repartían los folletos informativos y a los otros dos -la que babeaba al hablar y el que se creía que estaba en la guerra- los tenía haciendo sandwiches para convencer a las masas. Maki se había comido ya ocho para dar ejemplo.
Después de toda la mañana de duro esfuerzo, decidió tomarse algo en la taberna y dejar el reclutamiento a cargo de Medusa Pianista, que había sacado su tecladillo portátil y estaba montando su espectáculo para atraer aspirantes.
-Ponme una maceta variada, porfa, y no racanees con las rosas -pidió. Pero el camarero, en lugar de atenderle, pareció molesto y empezó a hablar con otro cliente.
-¡Eh, tú, el marine! -Maki se giró y vio que le hablaba a un humano con el uniforme de las fuerzas opresoras-. ¿No puedes hacer algo con este bicho? Lleva todo el día espantándome a los clientes con sus tonterías.
Eso era un poco ofensivo, pero prefirió callarse. Un líder tenía que aprender a ignorar los comentarios de los civiles cuando ejercía su oficio. Por otro lado, la presencia allí de las fuerzas del malvado Gobierno Siniestro Mundial podía ser un problema. ¿O tal vez una oportunidad? No, no, un problema. Seguro que le desmontaban el chiringuito antes incluso de que se acabaran las mediasnoches. A lo mejor podía sobornarle con comida para que no le multara o algo así. Y para que se olvidase de que su cabeza valía más de quinientos millones. Bueno, eso se le olvidaba incluso a él, así que seguro que no pasaba nada.
Escipion
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Seré estúpido, todo el camino que me hice porque tenía hambre y al final resulta que podía haber comido cualquiera de esas flores que había desperdigadas por el campo. Esto es información muy útil para mí, así que la guardaré, y cuando me marche seguramente me lleve alguna semilla de las flores que más me gusten, al fin y al cabo, no hay que cocinarlas.
Eso es lo que pensaba mientras me comía flores con sabor a hamburguesa, lo que había pedido, mientras saboreaba cada bocado intentando descifrar lo que hacía que esas flores tuvieran dicho sabor, vi como el gyojin se acercaba a pedir una maceta variada, pero el tabernero en vez de servírsela se dirigió a mí, en un tono que denotaba superioridad.
Lo miré desafiante. – Estoy comiendo, si quieres que te traten con respeto demuestra tú lo mismo. – Le dije, mientras comía otro bocado, lo tragué y proseguí.
- Salvo que exista una ley por la que ser feo es una tontería no veo porque he de detener a este gyojin, en vez de decir tú las tonterías, sírvele lo que ha pedido o de lo contrario despáchalo tú mismo, es tu taberna, ¿no? – Le acabé diciendo.
- Perdona, tienes razón…. Tú bicho fuera de mi taberna y llévate esas tonterías a otra parte, aquí no queremos problemas con el Gobierno. –
Noté como le cambió el tono cuando cambio el receptor de sus palabras, destilaba ira hacia el gyojin, quizás fuera real que le espantaba a los clientes. Era mi día libre y no quería trabajar simplemente desconectar, no veía que el gyojin quebrantara ninguna ley ni molestara más allá de su mera apariencia, y eso no era un delito; el local no era mío, el tabernero decidió echarle, lo único que faltaba es ver como se comportaba el susodicho y su compañero. Si provocaban problemas a pesar de que era mi día libre tendría que solucionarlos, por lo que procedí a comer las flores que me quedaban con rapidez para llenar mi estómago y estar preparado para lo que se avecinara.
Eso es lo que pensaba mientras me comía flores con sabor a hamburguesa, lo que había pedido, mientras saboreaba cada bocado intentando descifrar lo que hacía que esas flores tuvieran dicho sabor, vi como el gyojin se acercaba a pedir una maceta variada, pero el tabernero en vez de servírsela se dirigió a mí, en un tono que denotaba superioridad.
Lo miré desafiante. – Estoy comiendo, si quieres que te traten con respeto demuestra tú lo mismo. – Le dije, mientras comía otro bocado, lo tragué y proseguí.
- Salvo que exista una ley por la que ser feo es una tontería no veo porque he de detener a este gyojin, en vez de decir tú las tonterías, sírvele lo que ha pedido o de lo contrario despáchalo tú mismo, es tu taberna, ¿no? – Le acabé diciendo.
- Perdona, tienes razón…. Tú bicho fuera de mi taberna y llévate esas tonterías a otra parte, aquí no queremos problemas con el Gobierno. –
Noté como le cambió el tono cuando cambio el receptor de sus palabras, destilaba ira hacia el gyojin, quizás fuera real que le espantaba a los clientes. Era mi día libre y no quería trabajar simplemente desconectar, no veía que el gyojin quebrantara ninguna ley ni molestara más allá de su mera apariencia, y eso no era un delito; el local no era mío, el tabernero decidió echarle, lo único que faltaba es ver como se comportaba el susodicho y su compañero. Si provocaban problemas a pesar de que era mi día libre tendría que solucionarlos, por lo que procedí a comer las flores que me quedaban con rapidez para llenar mi estómago y estar preparado para lo que se avecinara.
Maki
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Vaya gente más grosera. Maki había empleado toda la mañana en trabajar por el buen del pueblo, incluido ese señor tan borde. ¿Y así se lo agradecía? Mira que decir que le espantaba a los clientes... En todo caso estaría teniendo más gracias al pasional magnetismo de Maki. El marine, por suerte, había demostrado ser tan negligente como solo podía esperarse de las fuerzas opresoras. Le ahorraría tener que luchar contra él antes de comer.
Sin embargo, le molestaba un poco no ser reconocido. Había salvado el mundo como tres o cuatro veces, llevaba años enfrentándose a la tiranía... y nadie sabía quién era. No le parecía justo. Tal vez fuera porque no llevaba puesta la boina. Ah, no, sí la tenía puesta. Pues no lo entendía. ¡Y encima le llamaban bicho! Pues eso sí que no.
-¿Bicho? ¿Cómo osas juzgarme por mi aspecto?
Maki echó mano a su mochila y sacó el cencerro de aleccionar. Empezó a sacudirlo para conseguir que el chillón estruendo del aprendizaje llegase a todos los rincones del local.
-¡Racismo! ¡Alerta racismo! ¡Aquí hay un racista! ¡Buuuuh, fuera, fuera, racista!
Si el mundo fuese justo en ese momento todos los presentes se habrían unido en un número musical cuidadosamente coreografiado con el que enseñar a aquel señor tan maleducado a respetar a los demás, pero en la realidad rara vez se aplicaban las reglas de los musicales. Solo en su boda había ocurrido algo parecido, y al cabo de un rato terminaron a tiros. Y aún no había encontrado a la yaya tras ese día.
En vez de su fantasía, el mundo le trajo a la guardia. Un grupo de tipos muy serios vestidos con uniforme y con flores en el hombro le quitó el cencerro y a Medusa Pianista su piano. Uno de ellos se estaba comiendo una de las magdalenas de su catering. Eso estaba feo. Ni siquiera se estaba leyendo el folleto.
-¿Puede saberse qué ocurre aquí?
-Este bicho... -empezó el camarero.
-No me obligues a usar otra vez la campana.
-¡Racista! -gritó alguien al fondo de la sala. Y Maki supo que el mensaje había calado.
No obstante, sabía que tenía problemas. Las fuerzas locales siempre eran todo un engorro, porque se ponían a detener a la gente sin ton ni son. Estaba casi seguro de que no podría reclutar a nadie desde la cárcel y, además, si volvían a encerrarlo le tocaría hacer un cursillo de recuperación cuando volviese a Báltigo. Tenía que ser muy cuidadoso con lo que decía.
-Pues verá, hombre-flor -le dijo al del gorro más grande, que debía ser el jefe-. Mi amigo marine, el que está sentado allí y yo, estamos... esto... siendo unos buenos agentes del Gobierno Opresor y trabajando duro para mantener la paz en la ciudad. -Maki se volvió hacia el humano que le había llamado feo y le guiñó un ojo de forma bastante fea-. ¿A qué sí, amigo de incógnito?
Sin embargo, le molestaba un poco no ser reconocido. Había salvado el mundo como tres o cuatro veces, llevaba años enfrentándose a la tiranía... y nadie sabía quién era. No le parecía justo. Tal vez fuera porque no llevaba puesta la boina. Ah, no, sí la tenía puesta. Pues no lo entendía. ¡Y encima le llamaban bicho! Pues eso sí que no.
-¿Bicho? ¿Cómo osas juzgarme por mi aspecto?
Maki echó mano a su mochila y sacó el cencerro de aleccionar. Empezó a sacudirlo para conseguir que el chillón estruendo del aprendizaje llegase a todos los rincones del local.
-¡Racismo! ¡Alerta racismo! ¡Aquí hay un racista! ¡Buuuuh, fuera, fuera, racista!
Si el mundo fuese justo en ese momento todos los presentes se habrían unido en un número musical cuidadosamente coreografiado con el que enseñar a aquel señor tan maleducado a respetar a los demás, pero en la realidad rara vez se aplicaban las reglas de los musicales. Solo en su boda había ocurrido algo parecido, y al cabo de un rato terminaron a tiros. Y aún no había encontrado a la yaya tras ese día.
En vez de su fantasía, el mundo le trajo a la guardia. Un grupo de tipos muy serios vestidos con uniforme y con flores en el hombro le quitó el cencerro y a Medusa Pianista su piano. Uno de ellos se estaba comiendo una de las magdalenas de su catering. Eso estaba feo. Ni siquiera se estaba leyendo el folleto.
-¿Puede saberse qué ocurre aquí?
-Este bicho... -empezó el camarero.
-No me obligues a usar otra vez la campana.
-¡Racista! -gritó alguien al fondo de la sala. Y Maki supo que el mensaje había calado.
No obstante, sabía que tenía problemas. Las fuerzas locales siempre eran todo un engorro, porque se ponían a detener a la gente sin ton ni son. Estaba casi seguro de que no podría reclutar a nadie desde la cárcel y, además, si volvían a encerrarlo le tocaría hacer un cursillo de recuperación cuando volviese a Báltigo. Tenía que ser muy cuidadoso con lo que decía.
-Pues verá, hombre-flor -le dijo al del gorro más grande, que debía ser el jefe-. Mi amigo marine, el que está sentado allí y yo, estamos... esto... siendo unos buenos agentes del Gobierno Opresor y trabajando duro para mantener la paz en la ciudad. -Maki se volvió hacia el humano que le había llamado feo y le guiñó un ojo de forma bastante fea-. ¿A qué sí, amigo de incógnito?
Contenido patrocinado
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.