Reglas del enfrentamiento:
Comienza el jugador.
Salto de turno al jugador cada 48 horas.
Salto de turno al moderador cada 72 horas.
Si el jugador gana, regresa al capítulo.
Hayden Ashworth
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Su provocación había hecho efecto. Desde el otro lado, la figura de Sirio saltó en el aire, con el puño alzado y brillante en llamas igual que él. En su voz estaba el enfado, provocado. Aquello podría jugar a su favor, pues un rival enrabiado era uno más fácil de superar en ingenio. Los dos puños, imbuidos en cálidas llamas, chocaron. El fuego estalló junto a una poderosa onda de choque que parecía hacer temblar el aire. Muchos de los piratas de Sirio cayeron ante ese golpe. Mantuvo su fuerza, intentando igualar la de su rival para mantenerse en el sitio.
—¡Tu fuerza mata a tus hombres, Sirio! ¡Ríndete antes de que empeore, pues yo no pienso contenerme!
Sabía que no iba a razonar, pero tal vez esa llamada al rendimiento lo enfadase todavía más. Un rival con la mente nublada por la ira era beneficioso, tal como había aprendido tantos años bajo el tutelaje de su tío en las artes marciales. Aunque él mismo era alguien sencillo de enfadar. Debía intentar mantenerse con la mente serena. Tras la provocación llevó la mano a un lado y dejó escapar una pequeña explosión de fuego que lo empujó a la derecha, rompiendo el contacto con Sirio.
Entonces de la planta de su pie derecho empezó a salir, a propulsión, una ráfaga de fuego que actuaba como el impulsor de un cohete. Con esa misma fuerza miraría de dar un fuerte rodillazo al perro en el estómago con la rodilla imbuida en su Haki de armadura. Tras ese golpe, acertase o no, intentaría golpear con el puño derecho hacia abajo en su nuca, también cargado con su más potente haki, con la intención de llevarlo hasta el suelo.
—¡Tu fuerza mata a tus hombres, Sirio! ¡Ríndete antes de que empeore, pues yo no pienso contenerme!
Sabía que no iba a razonar, pero tal vez esa llamada al rendimiento lo enfadase todavía más. Un rival con la mente nublada por la ira era beneficioso, tal como había aprendido tantos años bajo el tutelaje de su tío en las artes marciales. Aunque él mismo era alguien sencillo de enfadar. Debía intentar mantenerse con la mente serena. Tras la provocación llevó la mano a un lado y dejó escapar una pequeña explosión de fuego que lo empujó a la derecha, rompiendo el contacto con Sirio.
Entonces de la planta de su pie derecho empezó a salir, a propulsión, una ráfaga de fuego que actuaba como el impulsor de un cohete. Con esa misma fuerza miraría de dar un fuerte rodillazo al perro en el estómago con la rodilla imbuida en su Haki de armadura. Tras ese golpe, acertase o no, intentaría golpear con el puño derecho hacia abajo en su nuca, también cargado con su más potente haki, con la intención de llevarlo hasta el suelo.
- Spoiler:
Rango de fuerza a tener en cuenta para los golpes: 13 (11 + 2 por La Gran Sierpe)- La Gran Sierpe:
Nombre de la mejora: La Gran Sierpe: Fase I
Categoría: Épica
Descripción: Zuko está aprendiendo a comprender y controlar su fuerza de dragón y ha aprendido a asimilarla en su forma humana sin necesidad de transformarse. Las tablas de poder de su forma híbrida se aplican a su forma humana, aunque su conocimiento todavía no es completo, por lo que sus formas híbrida y completa se ven inalteradas.
Tu rodilla golpea el estómago de Sirio, pero sabes que no ha hecho ni por asomo todo el daño que te hubiera gustado hacer. La luz del sol se refleja en sus abdominales endurecidos por el haki de armadura. Todo sale tal cual lo has planeado y tu puño derecho alcanza la nuca del pirata, quien se da bruces contra el suelo. Permanece uno, dos y hasta cinco segundos ahí, como reflexionando sobre la vida. Entonces, comienza a levantarse. Si usas mantra sobre él, verás que se siente decepcionado.
—¿Este es todo el poder de un vicealmirante? —pregunta, quitándose la tierra de la cara. No tiene ninguna herida, al menos no a simple vista—. Qué lástima… Me volverás a dar tu brazo, ¿verdad? —comenta ahora, sonriendo de oreja a oreja—. Te enseñaré cómo se golpea, mocoso.
Puedes ver que ambos puños de Sirio se tornan negros y una energía violeta con matices muy oscuros comienza a fluctuar en espiral en torno a estos. Da un paso hacia delante mientras sonríe. Está disfrutando el momento. Y su sonrisa es lo último que alcanzas a ver antes de que Sirio aparezca en frente tuyo. Carga su peso en el pie izquierdo que va por delante y te dirige un golpe ascendente que busca tu mandíbula. Es tan veloz que incluso alguien con tus reflejos y mantra tendría dificultades para esquivarlo por completo, pero no es imposible.
Sin embargo, a medida que se acerca hacia ti, tu cuerpo se sentirá atraído hacia el puño como si una fuerza invisible te jalara hacia él. Fuera a impactar o no, Sirio no tiene pensado detenerse ahí. Inmediatamente después, moverá el pie derecho hacia delante y lanzará un derechazo endurecido directo a tu pecho. Ah, tu cuerpo volverá a sentirse atraído hacia su puño.
—¿Este es todo el poder de un vicealmirante? —pregunta, quitándose la tierra de la cara. No tiene ninguna herida, al menos no a simple vista—. Qué lástima… Me volverás a dar tu brazo, ¿verdad? —comenta ahora, sonriendo de oreja a oreja—. Te enseñaré cómo se golpea, mocoso.
Puedes ver que ambos puños de Sirio se tornan negros y una energía violeta con matices muy oscuros comienza a fluctuar en espiral en torno a estos. Da un paso hacia delante mientras sonríe. Está disfrutando el momento. Y su sonrisa es lo último que alcanzas a ver antes de que Sirio aparezca en frente tuyo. Carga su peso en el pie izquierdo que va por delante y te dirige un golpe ascendente que busca tu mandíbula. Es tan veloz que incluso alguien con tus reflejos y mantra tendría dificultades para esquivarlo por completo, pero no es imposible.
Sin embargo, a medida que se acerca hacia ti, tu cuerpo se sentirá atraído hacia el puño como si una fuerza invisible te jalara hacia él. Fuera a impactar o no, Sirio no tiene pensado detenerse ahí. Inmediatamente después, moverá el pie derecho hacia delante y lanzará un derechazo endurecido directo a tu pecho. Ah, tu cuerpo volverá a sentirse atraído hacia su puño.
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Cayó al suelo y el dragón aterrizó a pocos metros, adoptando enseguida una pose defensiva. No parecía haberle hecho mucho daño. Sabía que no podría hacerle mucho daño si seguía en su forma base. Sin embargo... Algo en su interior le impedía ir con todo desde el principio. Era un marine, luchaba por la justicia y el bien, sin embargo... Hacía mucho tiempo que no se enfrentaba a un rival tan o más fuerte que él a solas. La última vez, contra Krauser, tuvo la ayuda de Zane y el resto. Aquella oportunidad era... única. Tenía por fin, delante suyo, al muro que debía derribar si quería llegar a lo más alto. No podía tomárselo a la ligera.
La decepción se notaba en su voz. El dragón no respondió, haciendo más severa su pose de defensa, con la mano frente a su rostro con dos dedos alzados, el otro puño a la altura de su pecho y las piernas separadas, una delante de la otra. De pronto, como si hubiese aprendido a utilizar el mismísimo Soru, desapareció de su posición y apareció frente a él. Zuko se dispuso a dar un salto atrás para evitar aquel rápido golpe, pero...
Como si de un imán se tratase, su cabeza se vio atraída por su puño. Recibió el golpe de lleno, haciendo que sus dientes mordiesen el interior de sus mejillas, provocando que sangre saliese de su boca. Dio un paso hacia atrás. Podía ver como cargaba otro golpe. ¿Tampoco iba a poder esquivarlo? No le quedaba otra, tendría que encajarlo. Llevó la mano hacia atrás y, de golpe, su cuerpo entero se vio rodeado de un aura dorada que explotaba.
Su palma enduracida con haki chocó contra el puño el perro, buscando contrarrestar su fuerza. Pudo sentir el impacto en su brazo, pero el daño fue reducido por la fuerza empleada para bloquearlo. El suelo bajo sus pies se hundió un par de centímetros, creando grietas que se extendían a su alrededor por la fuerza del choque. El dragón ahora estaba rodeado de un aura dorada que brillaba con fulgor y su pelo se erizaba con el brillante color del oro. Y en su rostro, manchado por la sangre escupida de su boca, se dibujó una pequeña sonrisa. No iba a detenerse hasta que ese muro fuese derribado.
Con la otra mano buscaría agarrar la muñeca del brazo con el que atacó y, con la fuerza de ambos brazos, tiraría del perro hacia si mismo y se movería a un lado para soltarlo. Entonces, con un rápido giro, llevaría la mano a su nuca e intentaría estampar con fuerza la cara del pirata contra el suelo, en un golpe que hundiría este mucho más. De conseguirlo, sin soltarle, dejaría escapar de esa misma mano una gigantesca ráfaga de fuego con el propósito de comprobar si la capacidad de usar aquel fuego le hacía resistente al mismo. El fuego se expandiría al chocar contra el suelo alrededor de ellos como una llameante flor.
La decepción se notaba en su voz. El dragón no respondió, haciendo más severa su pose de defensa, con la mano frente a su rostro con dos dedos alzados, el otro puño a la altura de su pecho y las piernas separadas, una delante de la otra. De pronto, como si hubiese aprendido a utilizar el mismísimo Soru, desapareció de su posición y apareció frente a él. Zuko se dispuso a dar un salto atrás para evitar aquel rápido golpe, pero...
Como si de un imán se tratase, su cabeza se vio atraída por su puño. Recibió el golpe de lleno, haciendo que sus dientes mordiesen el interior de sus mejillas, provocando que sangre saliese de su boca. Dio un paso hacia atrás. Podía ver como cargaba otro golpe. ¿Tampoco iba a poder esquivarlo? No le quedaba otra, tendría que encajarlo. Llevó la mano hacia atrás y, de golpe, su cuerpo entero se vio rodeado de un aura dorada que explotaba.
Su palma enduracida con haki chocó contra el puño el perro, buscando contrarrestar su fuerza. Pudo sentir el impacto en su brazo, pero el daño fue reducido por la fuerza empleada para bloquearlo. El suelo bajo sus pies se hundió un par de centímetros, creando grietas que se extendían a su alrededor por la fuerza del choque. El dragón ahora estaba rodeado de un aura dorada que brillaba con fulgor y su pelo se erizaba con el brillante color del oro. Y en su rostro, manchado por la sangre escupida de su boca, se dibujó una pequeña sonrisa. No iba a detenerse hasta que ese muro fuese derribado.
Con la otra mano buscaría agarrar la muñeca del brazo con el que atacó y, con la fuerza de ambos brazos, tiraría del perro hacia si mismo y se movería a un lado para soltarlo. Entonces, con un rápido giro, llevaría la mano a su nuca e intentaría estampar con fuerza la cara del pirata contra el suelo, en un golpe que hundiría este mucho más. De conseguirlo, sin soltarle, dejaría escapar de esa misma mano una gigantesca ráfaga de fuego con el propósito de comprobar si la capacidad de usar aquel fuego le hacía resistente al mismo. El fuego se expandiría al chocar contra el suelo alrededor de ellos como una llameante flor.
- Resumen:
- He activado el Dragón Interior, que sube mi fuerza y resistencia un rango, por lo que mi fuerza y resistencia para el bloqueo (y para el ataque posterior) sería:
Fuerza: 14 (11 + 2 (gran sierpe) + 1 (Dragón Interior)
Resistencia: 12 (9 + 2 (gran sierpe) + 1 (Dragón Interior)
El fuego de Zuko alcanza los 1300º- Dragón Interior:
- Nombre de la técnica: Dragón Interior
Categoría: Épica
Naturaleza: Akuma no mi
Descripción: El usuario recibe, de forma temporal, sube un rango a fuerza y resistencia durante un tiempo limitado. Sus fuego de dragón también se ve mejorado. Cuando pasa a este modo, un aura dorada recorre el cuerpo de Zuko y hace que su pelo se vuelva dorado y brillante, poniéndose de punta. [3 Post de Duración y 3 de cooldown]
Sirio intenta zafarse de tu agarre, pero no lo consigue. Si bien tu mano golpea su nuca, no sientes que ha impactado con toda la fuerza del golpe. No, de alguna manera Sirio ha conseguido amortiguar una buena parte del daño. Eso sí, su rostro se incrusta en el suelo y estás seguro de escuchar un gruñido. Por supuesto, tú no te detienes y decides castigar a Sirio con una ráfaga de fuego que da de lleno en su espalda y, si hubiera otros piratas cerca, te los habrías cargado.
El campo de batalla es un verdadero caos. Unas enormes pantallas doradas protegen al ejército de Sirio. Los soldados de Jean luchan incansablemente contra los piratas, y tus subordinados hacen lo mismo. Parece que la balanza se está inclinando hacia la Marina, hacia la Justicia. Por un momento te desestabilizas, y es que un poderoso cañonazo ha diezmado una importante cantidad de enemigos, dejando un cráter a su paso.
—¿Quién te ha dado derecho a brillar tanto, lagartija? —te pregunta Sirio mientras se está levantando. Por su cuerpo han surgido líneas rojas con bordes negros, como si de conductos magmáticos se tratasen—. Dicen que eres el héroe de la Marina, pero creo que últimamente cualquiera puede llevar ese título. Caerás como el insecto que eres y dejarás de estorbar en los planes del señor Orión, bastardo.
Sirio echa a correr hacia ti con un orbe de energía espectral en su mano izquierda. La energía fluctúa caóticamente, es de color violácea y te da muy mala espina. Cuando llega hasta ti intenta colarte un derechazo en la mandíbula. Puedes bloquearla o esquivarla, eso es algo que Sirio tiene considerado. Inmediatamente después, hagas lo que hagas, intentará darte con el orbe. Este explotará, abarcando un espacio muy extenso y provocando una colosal destrucción. Podría causarte daños importantes incluso teniendo la resistencia de un dragón, Zuko. Por último, verás que el pirata adopta por primera vez en el combate una postura de pelea, como si recién te estuviera tomando en serio.
El campo de batalla es un verdadero caos. Unas enormes pantallas doradas protegen al ejército de Sirio. Los soldados de Jean luchan incansablemente contra los piratas, y tus subordinados hacen lo mismo. Parece que la balanza se está inclinando hacia la Marina, hacia la Justicia. Por un momento te desestabilizas, y es que un poderoso cañonazo ha diezmado una importante cantidad de enemigos, dejando un cráter a su paso.
—¿Quién te ha dado derecho a brillar tanto, lagartija? —te pregunta Sirio mientras se está levantando. Por su cuerpo han surgido líneas rojas con bordes negros, como si de conductos magmáticos se tratasen—. Dicen que eres el héroe de la Marina, pero creo que últimamente cualquiera puede llevar ese título. Caerás como el insecto que eres y dejarás de estorbar en los planes del señor Orión, bastardo.
Sirio echa a correr hacia ti con un orbe de energía espectral en su mano izquierda. La energía fluctúa caóticamente, es de color violácea y te da muy mala espina. Cuando llega hasta ti intenta colarte un derechazo en la mandíbula. Puedes bloquearla o esquivarla, eso es algo que Sirio tiene considerado. Inmediatamente después, hagas lo que hagas, intentará darte con el orbe. Este explotará, abarcando un espacio muy extenso y provocando una colosal destrucción. Podría causarte daños importantes incluso teniendo la resistencia de un dragón, Zuko. Por último, verás que el pirata adopta por primera vez en el combate una postura de pelea, como si recién te estuviera tomando en serio.
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Una explosión. Una bala de cañón o... algo impactó contra el suelo, desestabilizando al dragón que enseguida dio un salto, cortando su ráfaga ígnea y alejándose unos metros del perro, sin abandonar aquella postura de combate. Algunas llamas todavía bailaban en el suelo, resto de su ataque y poder. El dragón seguía sin dejar de mover los pies, de un lado a otro, indicando que no se estaba parando a descansar. No podía pararse a descansar, debía ir al máximo todo el rato. Vio al hombre levantarse y sonrió, pasándose un pulgar por delante de la cara con un leve chasquido.
Estaba enfadado, intentando bajar al dragón a su nivel. Y aquello que dijo... Le afectaba. Desde aquel día nunca se consideró digno de aquella fama, de aquel epíteto. Construido sobre una mentira que nunca quiso contar, que le obligaron a contar. Una mentira que se niega a decir en voz alta cuando le preguntan. Pero no le iba a responder. Eso es lo que quería. Iba a ganarse ese epíteto, hoy mismo.
Su mano brillaba con una extraña energía violeta. Tal vez fuese su intuición o lo poco que controlaba el haki de observación, pero sabía que aquello era peligroso. Inhumanamente peligroso. Dio un salto hacia atrás, esquivando ese derechazo y, entonces, utilizó el soru. Su ataque con aquella energía violácea, como le pareció, explotó arrasando todo a su paso. Mientras se expandía, justo a su extremo, el vicealmirante aparecía y desaparecía con la velocidad del soru a duras penas. Cuando por fin la explosión se hubo detenido, el dragón paró, arrastrando los pies en el suelo y dejando un curso. Tuvo que esforzarse por no caer de rodillas. Si no se hubiese movido aquello le habría matado, estaba seguro.
Le dolía la espalda y la parte trasera de las piernas. Respiraba con profundidad y, durante un instante, parecía que su pelo se había vuelto negro otra vez. Sin embargo, volvió a mantenerse en aquel dorado que caracterizaba su técnica. Se llevó una mano al otro brazo y apretó los dientes. Debía ignorar el dolor. Llevó las manos a un lado y empezó a correr en un círculo alrededor del perro, rodeándolo y acercándose cada vez más cerca, como dibujando una espiral. Le dolía uno de sus pies y estaba seguro de que podría ser más rápido de no ser por aquel daño provocado por la explosión, pero... No se detuvo.
Mientras corría de cada una de sus manos nació una bola de fuego que iba dejando un rastro llameante tras de sí. Iba cogiendo velocidad conforme se acostumbraba a su dolor y su analgesia le permitía ignorarlo, hasta el punto que para un ojo sin entrenar parecería que un lazo de fuego estaba empezando a rodear al perro. Se paró en seco, mirando hacia el mismo y, sin perder un solo segundo, utilizó el soru para desaparecer y reaparecer a dos metros de él. El fuego de sus manos lo propulsó hacia arriba en un salto. Giró sobre si mismo en el aire, endureciendo su pie con haki y buscando golpear al perro en la cara con su talón. No dudó en aplicar un endurecimiento extra al mismo, forzando su control sobre el haki e incluso vertiendo algo de su voluntad en el golpe.
Diese o no, no se pararía. Buscaba tener los cielos controlados. Apuntaría con ambas manos al suelo y el fuego de las mismas explotaría, empujándolo hacia arriba, y en el caso de que intentase alejarse de él utilizaría la propulsión de fuego para acercarse de nuevo, y colocándose justo encima del pirata, bocabajo. Entonces, buscaría agarrar con fuerza la cabeza del pirata, con una mano en cada lado y estiraría las piernas que, siendo propulsadas por fuego en direcciones distintas, le harían girar como si de las astas de un helicóptero se tratase, buscando romperle el cuello.
Estaba enfadado, intentando bajar al dragón a su nivel. Y aquello que dijo... Le afectaba. Desde aquel día nunca se consideró digno de aquella fama, de aquel epíteto. Construido sobre una mentira que nunca quiso contar, que le obligaron a contar. Una mentira que se niega a decir en voz alta cuando le preguntan. Pero no le iba a responder. Eso es lo que quería. Iba a ganarse ese epíteto, hoy mismo.
Su mano brillaba con una extraña energía violeta. Tal vez fuese su intuición o lo poco que controlaba el haki de observación, pero sabía que aquello era peligroso. Inhumanamente peligroso. Dio un salto hacia atrás, esquivando ese derechazo y, entonces, utilizó el soru. Su ataque con aquella energía violácea, como le pareció, explotó arrasando todo a su paso. Mientras se expandía, justo a su extremo, el vicealmirante aparecía y desaparecía con la velocidad del soru a duras penas. Cuando por fin la explosión se hubo detenido, el dragón paró, arrastrando los pies en el suelo y dejando un curso. Tuvo que esforzarse por no caer de rodillas. Si no se hubiese movido aquello le habría matado, estaba seguro.
Le dolía la espalda y la parte trasera de las piernas. Respiraba con profundidad y, durante un instante, parecía que su pelo se había vuelto negro otra vez. Sin embargo, volvió a mantenerse en aquel dorado que caracterizaba su técnica. Se llevó una mano al otro brazo y apretó los dientes. Debía ignorar el dolor. Llevó las manos a un lado y empezó a correr en un círculo alrededor del perro, rodeándolo y acercándose cada vez más cerca, como dibujando una espiral. Le dolía uno de sus pies y estaba seguro de que podría ser más rápido de no ser por aquel daño provocado por la explosión, pero... No se detuvo.
Mientras corría de cada una de sus manos nació una bola de fuego que iba dejando un rastro llameante tras de sí. Iba cogiendo velocidad conforme se acostumbraba a su dolor y su analgesia le permitía ignorarlo, hasta el punto que para un ojo sin entrenar parecería que un lazo de fuego estaba empezando a rodear al perro. Se paró en seco, mirando hacia el mismo y, sin perder un solo segundo, utilizó el soru para desaparecer y reaparecer a dos metros de él. El fuego de sus manos lo propulsó hacia arriba en un salto. Giró sobre si mismo en el aire, endureciendo su pie con haki y buscando golpear al perro en la cara con su talón. No dudó en aplicar un endurecimiento extra al mismo, forzando su control sobre el haki e incluso vertiendo algo de su voluntad en el golpe.
Diese o no, no se pararía. Buscaba tener los cielos controlados. Apuntaría con ambas manos al suelo y el fuego de las mismas explotaría, empujándolo hacia arriba, y en el caso de que intentase alejarse de él utilizaría la propulsión de fuego para acercarse de nuevo, y colocándose justo encima del pirata, bocabajo. Entonces, buscaría agarrar con fuerza la cabeza del pirata, con una mano en cada lado y estiraría las piernas que, siendo propulsadas por fuego en direcciones distintas, le harían girar como si de las astas de un helicóptero se tratase, buscando romperle el cuello.
- Resumen:
- Esquivar el primer golpe y, utilizando el Soru, intentar evitar a duras penas la explosión (que si bien no narro tanto el dolor es por la analgesia, pero es bastante más grave de lo que parece para el pobre dragón), entonces girar alrededor de él, saltar y utilizar el fuego para moverme en el aire intentando usarlo como mi elemento. El primer ataque es una patada a la cara endurecida (con la modalidad de haki que tengo además) y después ponerme encima, intentar agarrarle la cabeza y hacerle crack, para darle una muerte rápida e indólora.
Fuerza y resistencia: la misma que antes, todavía tengo la técnica (?)
Haki Armadura y la modalidad:
Nivel 10
Endurecimiento Nato III
El duro entrenamiento de Zuko ha hecho que sea capaz de aumentar en un 75% por la eficacia de su Haki de Armadura. Este es un efecto activo que requiere de cierta concentración previa y, mientras este aumento siga en activo, su Haki se gastará el doble de rápido (Cada asalto gastado contará como dos asaltos). De forma pasiva, su piel puede resistir ataques de hasta rango 7 de Fuerza.
Sirio sube la guardia cuando ve que apareces y desapareces. Brazos a cada lado protegiendo parte de la cara y los costados, como si fuera a boxear. Antes de que te lances hacia él puedes notar un efímero destello escarlata en su mirada. Para ser Sirio está demasiado tranquilo y concentrado, expectante. Está enfocado en tus movimientos. Un mantra bien desarrollado le permite colocar ambas manos endurecidas para frenar tu patada, pero eso no es todo. Si te fijas, puedes ver que ha amortiguado gran parte del impacto al flexionar sus rodillas y dirigir la energía hacia el suelo. Y aun así, un hilillo de sangre escurre por su nariz.
Está preparado para tu siguiente movimiento y, cuando buscas apresar su cabeza, sientes un escalofrío que recorre todo tu cuerpo. Al mismo tiempo que el disparo de un fusil resuena en tus oídos, la silueta de Sirio comienza a crecer. Consigues agarrar su cabeza, pero cuando intentas hacerla girar te das cuenta de que no se ha movido todo lo que has querido. Aún es demasiado pronto para que suene ese «crack». Sirio, aguantando el dolor, te toma de los brazos con tanta fuerza que soltarse es casi imposible incluso para alguien como tú. Si ves su rostro, te darás cuenta de que tiene orejas de perro negras y unos profundos ojos rojos te miran. Tienes la sensación de que es el mismo infierno mirando dentro de ti.
—No puedes vencerme, lagartija —gruñe con una sonrisa divertida en su rostro—. Eres el peor de tu especie, tan débil que no alcanzas a ser siquiera la sombra de Dexter Black.
Inmediatamente después, Sirio abre sus fauces e intenta morder tu brazo derecho para arrancarlo. Si consigues soltarte, te perseguirá con un movimiento muy parecido al soru. Entonces, su puño se tornará negro y lanzará un derechazo a la altura de tu pecho con tanta fuerza que liberará una onda de choque capaz de hacer caer una catedral románica, la cual se proyectará hasta alcanzar los trescientos metros.
Está preparado para tu siguiente movimiento y, cuando buscas apresar su cabeza, sientes un escalofrío que recorre todo tu cuerpo. Al mismo tiempo que el disparo de un fusil resuena en tus oídos, la silueta de Sirio comienza a crecer. Consigues agarrar su cabeza, pero cuando intentas hacerla girar te das cuenta de que no se ha movido todo lo que has querido. Aún es demasiado pronto para que suene ese «crack». Sirio, aguantando el dolor, te toma de los brazos con tanta fuerza que soltarse es casi imposible incluso para alguien como tú. Si ves su rostro, te darás cuenta de que tiene orejas de perro negras y unos profundos ojos rojos te miran. Tienes la sensación de que es el mismo infierno mirando dentro de ti.
—No puedes vencerme, lagartija —gruñe con una sonrisa divertida en su rostro—. Eres el peor de tu especie, tan débil que no alcanzas a ser siquiera la sombra de Dexter Black.
Inmediatamente después, Sirio abre sus fauces e intenta morder tu brazo derecho para arrancarlo. Si consigues soltarte, te perseguirá con un movimiento muy parecido al soru. Entonces, su puño se tornará negro y lanzará un derechazo a la altura de tu pecho con tanta fuerza que liberará una onda de choque capaz de hacer caer una catedral románica, la cual se proyectará hasta alcanzar los trescientos metros.
- A tener en cuenta:
- Sirio tiene como maestría de utilidad Factor Shonen y puede hablar en medio de una pelea o momentos críticos (como este) sin ser interrumpido.
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Un escalofrío recorrió su cuerpo y sus ojos se clavaron en los de Sirio, en el momento en que sus manos se aferraron a su rostro. Apretó los dientes y, aún así, continuó con su movimiento. Pero... No funcionó. El pirata se había transformado. Enseguida agarró sus brazos, haciendo que el dragón se mantuviese con las piernas en alto en aquella posición, mirando al pirata a los ojos. Si bien era cierto que el dragón todavía no lo había dado todo, si que se estaba esforzando en el combate. Aquella última carta era demasiado peligrosa para jugarse, pero...
Sirio no era ninguna broma. Tras todos los golpes era ahora cuando se transformaba. Estaba seguro de que en forma completa podría igualar su fuerza, pero... Se convertiría en un objetivo demasiado grande con poca movilidad, con demasiados puntos ciegos. Tenía aquella forma, sin embargo... Todavía no la controlaba bien. No tenía ninguna garantía de que fuese a controlarla. ¿Debía intentar aguantar un poco más? La desesperación lo llenaba, sintiendo como el aumento de poder que le otorgaba el Dragón Interior empezaba a desvanecerse. Habiendo gastado su energía en eso era mucho más probable que aquella otra forma le fuese descontrolada. Pero cada vez lo veía más negro.
Las palabras del pirata lo golpearon con casi tanta fuerza como uno de sus golpes. Dexter, siempre Dexter. El héroe. Todo el mundo lo veía como un... salvador invencible. Zuko lo admiraba y temía, pero era capaz de ver su peligrosidad. Era capaz de estar en contra de sus ideales. Sintió los colmillos del perro clavarse en su brazo. Hizo una mueca de dolor. Bajó entonces su cuerpo, dejando de estar en aquella posición, dirigiendo una patada con las dos piernas a su pecho, buscando alejarlo aprovechando que, al ir a morder, habría bajado la fuerza de la presa con sus manos. Aquel no era un ataque, tan solo un fuerte empujón que, sabía, no lograría más que separarlo de él unos metros.
Aterrizaría en el suelo, sin embargo, antes de poder siquiera prepararse, vería la figura del perro desaparecer y aparecer frente a si mismo. Mantra.Reflejos. Durante un instante todo pareció moverse a cámara lenta. Sus dos manos se endurecieron con el haki y se colocaron frente a su cuerpo y... recibieron el impacto. El dragón fue empujado hacia atrás un metro... dos metros... tres metros... diez metros...
La onda de choque del pirata seguía arrasándolo todo a su paso detrás de él mientras el dragón caía al suelo de rodillas. Escupió sangre al suelo. Su brazo tenía horrendas heridas provocadas por los colmillos, aquel golpe debió haberle fracturado varias costillas... Estaba fatal y estaba seguro de que de no ser por su alta resistencia al dolor, ya estaría en el suelo. Respiró con profundidad y un ojo cerrado mientras el aura dorada a su alrededor desaparecía y su pelo volvía a tornarse negro. Miró hacia el perro, a lo lejos.
—No voy a caer... —el viento empezó a levantarse a su alrededor, moviendo su ropa y su pelo—... No aquí... —apretó los dientes mientras su respiración se aceleraba aún más, intentando controlarse. El aire a su alrededor empezó a arder. Algunas llamas aparecieron en el suelo. El dragón se una mano al pecho. Sus respiraciones se convirtieron en gruñidos mientras fuego empezaba a nacer a su alrededor. Estaba claro que no podría controlarlo. Pero si quería tener la más mínima opción de derrotarle... Tendría que dejarse llevar.
Gritó. Gritó hasta que se desgarró su voz. Arqueó la espalda y miró hacia el cielo mientras gritaba. El fuego giró a su alrededor formando una columna de llamas que no terminaron en adquirir el color azul. El suelo bajo sus pies temblaba y se agrietaba, como resultado de una expulsión involuntaria de su voluntad. La sangre de su brazo se evaporó, así como la que le salía por la boca al toser. Poco a poco, el dolor de sus heridas se fue haciendo cada vez más ajeno.
La columna de fuego desapareció, aunque el calor permaneció allí. La figura del vicealmirante ahora alcanzaba los cuatro metros de altura. Su pelo bailaba como una llama azul detrás de unas astas de dragón que giraban alrededor de su cabeza con pinchos hacia arriba, casi dándole el aspecto de una corona. Su cuerpo estaba cubierto de escamas brillantes y metálicas, reflejando la luz azul que emitían las llamas que había por el suelo a su alrededor, así como el fuego que le crecía en el pecho y subía por sus hombros, o el que bailaba en sus muñecas.
Fuego dejaba sus fosas nasales cuando respiraba. Su expresión era de una furiosa calma, con los ojos clavados en el perro. Enseguida se impulsó hacia delante, destrozando el suelo a su paso en un surco de destrucción así como una estela de fuego azul, a una velocidad vertiginosa, que en realidad no se alejaba mucho de su velocidad normal, pues aquella forma no aumentaba aquello sino su potencia y su fuego. Un puñetazo endurecido fue directo al morro del perro. Un golpe que bien podría tener la misma potencia que el mismo dio hace unos segundos. Un golpe endurecido que, diese o no, provocaría una destructiva onda de choque cuyo impacto podría hacer temblar toda una isla, acompañado de un potente torrente de fuego azul a una temperatura monstruosa.
Sirio no era ninguna broma. Tras todos los golpes era ahora cuando se transformaba. Estaba seguro de que en forma completa podría igualar su fuerza, pero... Se convertiría en un objetivo demasiado grande con poca movilidad, con demasiados puntos ciegos. Tenía aquella forma, sin embargo... Todavía no la controlaba bien. No tenía ninguna garantía de que fuese a controlarla. ¿Debía intentar aguantar un poco más? La desesperación lo llenaba, sintiendo como el aumento de poder que le otorgaba el Dragón Interior empezaba a desvanecerse. Habiendo gastado su energía en eso era mucho más probable que aquella otra forma le fuese descontrolada. Pero cada vez lo veía más negro.
Las palabras del pirata lo golpearon con casi tanta fuerza como uno de sus golpes. Dexter, siempre Dexter. El héroe. Todo el mundo lo veía como un... salvador invencible. Zuko lo admiraba y temía, pero era capaz de ver su peligrosidad. Era capaz de estar en contra de sus ideales. Sintió los colmillos del perro clavarse en su brazo. Hizo una mueca de dolor. Bajó entonces su cuerpo, dejando de estar en aquella posición, dirigiendo una patada con las dos piernas a su pecho, buscando alejarlo aprovechando que, al ir a morder, habría bajado la fuerza de la presa con sus manos. Aquel no era un ataque, tan solo un fuerte empujón que, sabía, no lograría más que separarlo de él unos metros.
Aterrizaría en el suelo, sin embargo, antes de poder siquiera prepararse, vería la figura del perro desaparecer y aparecer frente a si mismo. Mantra.Reflejos. Durante un instante todo pareció moverse a cámara lenta. Sus dos manos se endurecieron con el haki y se colocaron frente a su cuerpo y... recibieron el impacto. El dragón fue empujado hacia atrás un metro... dos metros... tres metros... diez metros...
La onda de choque del pirata seguía arrasándolo todo a su paso detrás de él mientras el dragón caía al suelo de rodillas. Escupió sangre al suelo. Su brazo tenía horrendas heridas provocadas por los colmillos, aquel golpe debió haberle fracturado varias costillas... Estaba fatal y estaba seguro de que de no ser por su alta resistencia al dolor, ya estaría en el suelo. Respiró con profundidad y un ojo cerrado mientras el aura dorada a su alrededor desaparecía y su pelo volvía a tornarse negro. Miró hacia el perro, a lo lejos.
—No voy a caer... —el viento empezó a levantarse a su alrededor, moviendo su ropa y su pelo—... No aquí... —apretó los dientes mientras su respiración se aceleraba aún más, intentando controlarse. El aire a su alrededor empezó a arder. Algunas llamas aparecieron en el suelo. El dragón se una mano al pecho. Sus respiraciones se convirtieron en gruñidos mientras fuego empezaba a nacer a su alrededor. Estaba claro que no podría controlarlo. Pero si quería tener la más mínima opción de derrotarle... Tendría que dejarse llevar.
Gritó. Gritó hasta que se desgarró su voz. Arqueó la espalda y miró hacia el cielo mientras gritaba. El fuego giró a su alrededor formando una columna de llamas que no terminaron en adquirir el color azul. El suelo bajo sus pies temblaba y se agrietaba, como resultado de una expulsión involuntaria de su voluntad. La sangre de su brazo se evaporó, así como la que le salía por la boca al toser. Poco a poco, el dolor de sus heridas se fue haciendo cada vez más ajeno.
La columna de fuego desapareció, aunque el calor permaneció allí. La figura del vicealmirante ahora alcanzaba los cuatro metros de altura. Su pelo bailaba como una llama azul detrás de unas astas de dragón que giraban alrededor de su cabeza con pinchos hacia arriba, casi dándole el aspecto de una corona. Su cuerpo estaba cubierto de escamas brillantes y metálicas, reflejando la luz azul que emitían las llamas que había por el suelo a su alrededor, así como el fuego que le crecía en el pecho y subía por sus hombros, o el que bailaba en sus muñecas.
Fuego dejaba sus fosas nasales cuando respiraba. Su expresión era de una furiosa calma, con los ojos clavados en el perro. Enseguida se impulsó hacia delante, destrozando el suelo a su paso en un surco de destrucción así como una estela de fuego azul, a una velocidad vertiginosa, que en realidad no se alejaba mucho de su velocidad normal, pues aquella forma no aumentaba aquello sino su potencia y su fuego. Un puñetazo endurecido fue directo al morro del perro. Un golpe que bien podría tener la misma potencia que el mismo dio hace unos segundos. Un golpe endurecido que, diese o no, provocaría una destructiva onda de choque cuyo impacto podría hacer temblar toda una isla, acompañado de un potente torrente de fuego azul a una temperatura monstruosa.
- Resumen:
- Bueno, el cuello del señor no hizo crack, y como ni hizo crack toca sacar la artillería pesada.
El haki de armadura es el de siempre blablabla
El dragón interior ha terminado este turno, pero este mismo empieza:
Nombre de la técnica: The Dragon King
Categoría: Definitiva
Naturaleza: Akuma no mi
Descripción: En esta forma, Zuko gana musculatura y su altura aumenta hasta los cuatro metros. Su cuerpo se ve cubierto de escamas brillantes y, de sus codos y hombros, salen largos pinchos. Sus ojos, dientes y cuernos son los mismos que en su forma híbrida, sin embargo sus piernas mantienen su forma humana y no tiene alas. En sus muñecas, tobillos y cuello bailan llamas azules. Su pelo se vuelve azul y baila como una llama. Aumenta dos rangos en fuerza y resistencia., mientras que su fuego se dobla en temperatura y tiene un tono azulado. Dura tres turnos y no puede volver a utilizarse en el rol/combate.
Por tanto sus stats aumentados quedarían en:
Fuerza: 11 + 2 (La gran sierpe) + 2 (Dragon King) = 15
Resistencia: 9 + 2 (La gran sierpe) + 2 (Dragon King) = 13
Por tabla el fuego de dragón de Zuko es de 1300 grados centígrados, que doblado por el Dragon King son 2600.
Creo que eso es todo
Logras separarte de una patada. Si te da por mirar hacia atrás luego de recibir ese poderoso puñetazo, verás pura destrucción. Han caído marines y piratas. Como puedes ver, Sirio no está demasiado encariñado de sus cachorros. Jadea mientras se transforma y, antes de que termines de entrar en modo berserker, comienza a retroceder con la guardia en alto, dando saltos en zigzag.
No tardas en llegar hasta él, sorprendiéndolo un poco. Sirio sonríe de oreja a oreja, enseñándote unos fieros colmillos de perro.
—¡Ven aquí, mocoso!
A una velocidad increíble cambia de postura y enfrenta tu puño con el suyo tan ennegrecido como la obsidiana. Las fuerzas se juntan y la onda producida afecta tanto a piratas como marines, destruyendo lo que está más cerca del epicentro, pero la peor parte es cuando disparas el torrente de fuego. Probablemente estás demasiado poseído por la batalla para darte cuenta, pero acabas de aniquilar a un pelotón completo. Un pelotón de los tuyos.
La buena noticia es que has conseguido quemar a Sirio el Ardiente. Pese a haber cambiado de postura para un contraataque, no ha podido reunir tanta fuerza como tú. Puedes estar seguro de que tiene roto el brazo y, pese a ello, entre el humo puedes ver que sonríe de oreja a oreja.
—¡¿Qué clase de héroe carboniza a sus propios hombres?! —ruge Sirio, mirándote lleno de fervor—. Puedo perder a unos cachorros, me da igual, pero ¿qué me dices tú, lagartija? ¡¿Podrás mirar a los ojos a las viudas cuyos esposos mataste en batalla?!
Sabes que tu enemigo ha hecho algo cuando comienzas a oír lamentos de desesperación y miedo. Algo se desprende de los cadáveres cercanos y, si bien no sabes con certeza qué son, puedes hacerte una idea: almas. Masas de humo negro con destellos rojizos como los fuegos del infierno se acumulan en torno a Sirio. No tarda en volverse tan grande como tú. Está rodeado de un manto negro como una especie de tornado, y unos imponentes ojos rojos te miran tras toda esa oscuridad.
Un perro lo suficientemente grande como para hacerte daño aparece de la sombra de Sirio, y enseguida surge otro. Y otro. Y de pronto una media decena de bestias infernales carga hacia ti. Uno acelera más rápido que todos los otros, pero no intenta morderte sino que pasa de largo. Dos perros buscan tu flanco derecho y otros dos tu flanco izquierdo, y es Sirio el que va de frente. Ves a esa enorme masa de oscuridad correr a toda velocidad hacia ti y, cuando te haya alcanzado, te intentará golpear el brazo herido con un puñetazo al mismo tiempo que los perros se abalanzan hacia ti desde todos sitios (menos arriba y abajo, claro). Si lo logran… Bueno, sus mandíbulas son muy poderosas.
No tardas en llegar hasta él, sorprendiéndolo un poco. Sirio sonríe de oreja a oreja, enseñándote unos fieros colmillos de perro.
—¡Ven aquí, mocoso!
A una velocidad increíble cambia de postura y enfrenta tu puño con el suyo tan ennegrecido como la obsidiana. Las fuerzas se juntan y la onda producida afecta tanto a piratas como marines, destruyendo lo que está más cerca del epicentro, pero la peor parte es cuando disparas el torrente de fuego. Probablemente estás demasiado poseído por la batalla para darte cuenta, pero acabas de aniquilar a un pelotón completo. Un pelotón de los tuyos.
La buena noticia es que has conseguido quemar a Sirio el Ardiente. Pese a haber cambiado de postura para un contraataque, no ha podido reunir tanta fuerza como tú. Puedes estar seguro de que tiene roto el brazo y, pese a ello, entre el humo puedes ver que sonríe de oreja a oreja.
—¡¿Qué clase de héroe carboniza a sus propios hombres?! —ruge Sirio, mirándote lleno de fervor—. Puedo perder a unos cachorros, me da igual, pero ¿qué me dices tú, lagartija? ¡¿Podrás mirar a los ojos a las viudas cuyos esposos mataste en batalla?!
Sabes que tu enemigo ha hecho algo cuando comienzas a oír lamentos de desesperación y miedo. Algo se desprende de los cadáveres cercanos y, si bien no sabes con certeza qué son, puedes hacerte una idea: almas. Masas de humo negro con destellos rojizos como los fuegos del infierno se acumulan en torno a Sirio. No tarda en volverse tan grande como tú. Está rodeado de un manto negro como una especie de tornado, y unos imponentes ojos rojos te miran tras toda esa oscuridad.
Un perro lo suficientemente grande como para hacerte daño aparece de la sombra de Sirio, y enseguida surge otro. Y otro. Y de pronto una media decena de bestias infernales carga hacia ti. Uno acelera más rápido que todos los otros, pero no intenta morderte sino que pasa de largo. Dos perros buscan tu flanco derecho y otros dos tu flanco izquierdo, y es Sirio el que va de frente. Ves a esa enorme masa de oscuridad correr a toda velocidad hacia ti y, cuando te haya alcanzado, te intentará golpear el brazo herido con un puñetazo al mismo tiempo que los perros se abalanzan hacia ti desde todos sitios (menos arriba y abajo, claro). Si lo logran… Bueno, sus mandíbulas son muy poderosas.
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Las palabras del perro golpeaban en oídos sordos. Ya no tenía enfrente al marine al que le importaban esas cosas. Ya no era Zuko, sino el Príncipe Dragón. Bestia orgullosa que haría lo que fuera por la victoria, dejándose llevar por la ira y el orgullo, los lados más oscuros de la personalidad del marine, en lo más profundo de su ser. Aunque lo recordaría. Si sobreviviese a aquella batalla, lo recordaría. Las vidas perdidas, tanto por su fuerza como por la de su enemigo. Pero en aquel instante, el timón lo llevaba su orgullo y ambición, no su compasión.
Su brujería empezó a hacerse ver. Los espíritus de los muertos se alzaban siguiendo sus órdenes. El rostro inexpresivo del dragón mostró una sutil muestra de desagrado. No le gustaba aquel hombre, sin orgullo, sin respeto por los fallecidos. El tornado empezó a rodearlo, casi como un paralelo del remolino de llamas que lo rodeó a él hace un instante. Perros. Empezaron a salir perros de toda aquella oscuridad.
Dio un impulso hacia atrás, levantando rocas del suelo por la fuerza de su salto. Empezó a moverse por el campo, alrededor de Sirio, dejando tras de si una estela de fuego azul, buscando huir de los animales. Unos cuatro lo seguían muy de cerca, dos a cada lado, y podía sentir sus ansias asesinas y sed de sangre. Dio un salto cuando los vio preparándose para atacar, esperando que se chocasen unos con otros al encontrarse en sus propias trayectorias.
En el aire lo vio, como iba lanzado hacia él por delante Sirio, con el puño alzado. Se dejó golpear. Sintió como aquel golpe terminaba de romper su brazo. Apretó los dientes y sangre escapó por los mismos. Pero no perdió un solo segundo. Buscó atrapar en una presa con ambos brazos, haciéndose cada vez más acentuado el dolor de su brazo roto superando sus resistencias, y entonces expulsaría desde su espalda una enorme cantidad de fuego a presión hacia abajo, con el objetivo de propulsarlos a ambos hacia lo más alto del cielo.
Y, como un cohete de fuegos artificiales, en lo más alto el dragón dejaría escapar una enorme llamarada azul en todas direcciones, lejos del suelo. El dragón tenía maneras de moverse en el cielo, si mantenía la batalla en lo más alto tendría una ventaja brutal sobre su enemigo que, de sobrevivir al fuego, no podría hacer otra cosa sino caer. Pero el dragón no tenía intención de dejarle volver al suelo sin llenarlo de golpes mientras estuviesen en el aire.
Su brujería empezó a hacerse ver. Los espíritus de los muertos se alzaban siguiendo sus órdenes. El rostro inexpresivo del dragón mostró una sutil muestra de desagrado. No le gustaba aquel hombre, sin orgullo, sin respeto por los fallecidos. El tornado empezó a rodearlo, casi como un paralelo del remolino de llamas que lo rodeó a él hace un instante. Perros. Empezaron a salir perros de toda aquella oscuridad.
Dio un impulso hacia atrás, levantando rocas del suelo por la fuerza de su salto. Empezó a moverse por el campo, alrededor de Sirio, dejando tras de si una estela de fuego azul, buscando huir de los animales. Unos cuatro lo seguían muy de cerca, dos a cada lado, y podía sentir sus ansias asesinas y sed de sangre. Dio un salto cuando los vio preparándose para atacar, esperando que se chocasen unos con otros al encontrarse en sus propias trayectorias.
En el aire lo vio, como iba lanzado hacia él por delante Sirio, con el puño alzado. Se dejó golpear. Sintió como aquel golpe terminaba de romper su brazo. Apretó los dientes y sangre escapó por los mismos. Pero no perdió un solo segundo. Buscó atrapar en una presa con ambos brazos, haciéndose cada vez más acentuado el dolor de su brazo roto superando sus resistencias, y entonces expulsaría desde su espalda una enorme cantidad de fuego a presión hacia abajo, con el objetivo de propulsarlos a ambos hacia lo más alto del cielo.
Y, como un cohete de fuegos artificiales, en lo más alto el dragón dejaría escapar una enorme llamarada azul en todas direcciones, lejos del suelo. El dragón tenía maneras de moverse en el cielo, si mantenía la batalla en lo más alto tendría una ventaja brutal sobre su enemigo que, de sobrevivir al fuego, no podría hacer otra cosa sino caer. Pero el dragón no tenía intención de dejarle volver al suelo sin llenarlo de golpes mientras estuviesen en el aire.
- resumen:
- intento de esquivar a los perros para que se golpeen entre ellos, dejarme golpear por Sirio con la intención de agarrarlo en una presa y subiiiiir al cielo para hacer la de la explosión flamígera y además tener ventaja en el aire (creo, a lo mejor este señor puede moverse en el cielo tambien, yoquese(?))
Los datos son los mismos que antes
Los perros… Bueno, ellos chocan, pero en vez de hacerse daño se fusionan hasta crear un can de dimensiones grotescas. Ahora bien, el perro gigante se prepara para atacar y tú ya has completado tu presa, agarrando el brazo lastimado de Sirio. Cuando te propulsionas hacia arriba los canes del infierno se abalanzan hacia ti, intentando morder todo tu cuerpo. Pero eso no detendrá por ningún motivo el que estés llevando a tu enemigo a lo alto del cielo donde, efectivamente, no tiene ventaja.
Sirio intenta defenderse como buenamente puede de tu brutal lluvia de golpes, y los perros que le han acompañado se sacrifican para reducir una importante parte del daño. Aun así, más de un puñetazo se cuela y acabas dándole en el rostro, las costillas y el estómago. En ningún caso llegará como nuevo al suelo, eso te lo aseguro. Pero probablemente tú tampoco. Cuando le golpeas (como tantas veces antes) aprovecha la oportunidad y, a cambio de dejarse dar, busca aferrar sus garras en tu brazo lastimado con el propósito de disminuir considerablemente tu velocidad. Él no se soltará y, aunque intentes librarte, no lo conseguirás.
A pocos metros del suelo, cuando estás a punto de alcanzarlo, Sirio se acomoda dentro de lo que puede y usa la caída a su favor: intentará estamparte contra el suelo. Lo consiga o no, porque todos sabemos que el cielo es territorio de los dragones, pronto te darás cuenta de que el pirata no ha resultado tan herido como te hubiera gustado. Sí, tiene un par de costillas rotas, un brazo roto y un hombro dislocado, la sangre le cae de la cabeza y de distintas partes del cuerpo, pero… sigue en pie. Quizás el responsable de que siga con vida es el aura oscura que le rodea.
—El odio, el resentimiento, la desesperación y el miedo… Puedo ver los sentimientos de la gente que muere en el campo de batalla. Y como perro del infierno pienso devorar sus almas hasta derrotarte, vicealmirante Zuko.
Mucho más lento que antes, Sirio se abalanzará sobre ti y te intentará dar un buen derechazo endurecido en el rostro. Será mucho más débil que antes, pero aun así liberará una poderosa onda expansiva que enviará a volar a cientos de marines y piratas, a esos tontos que siguen cerca. De conseguirlo, buscará morder tu yugular con sus fauces, pero lo mismo: es mucho más lento. Se nota que le has hecho daño.
Sirio intenta defenderse como buenamente puede de tu brutal lluvia de golpes, y los perros que le han acompañado se sacrifican para reducir una importante parte del daño. Aun así, más de un puñetazo se cuela y acabas dándole en el rostro, las costillas y el estómago. En ningún caso llegará como nuevo al suelo, eso te lo aseguro. Pero probablemente tú tampoco. Cuando le golpeas (como tantas veces antes) aprovecha la oportunidad y, a cambio de dejarse dar, busca aferrar sus garras en tu brazo lastimado con el propósito de disminuir considerablemente tu velocidad. Él no se soltará y, aunque intentes librarte, no lo conseguirás.
A pocos metros del suelo, cuando estás a punto de alcanzarlo, Sirio se acomoda dentro de lo que puede y usa la caída a su favor: intentará estamparte contra el suelo. Lo consiga o no, porque todos sabemos que el cielo es territorio de los dragones, pronto te darás cuenta de que el pirata no ha resultado tan herido como te hubiera gustado. Sí, tiene un par de costillas rotas, un brazo roto y un hombro dislocado, la sangre le cae de la cabeza y de distintas partes del cuerpo, pero… sigue en pie. Quizás el responsable de que siga con vida es el aura oscura que le rodea.
—El odio, el resentimiento, la desesperación y el miedo… Puedo ver los sentimientos de la gente que muere en el campo de batalla. Y como perro del infierno pienso devorar sus almas hasta derrotarte, vicealmirante Zuko.
Mucho más lento que antes, Sirio se abalanzará sobre ti y te intentará dar un buen derechazo endurecido en el rostro. Será mucho más débil que antes, pero aun así liberará una poderosa onda expansiva que enviará a volar a cientos de marines y piratas, a esos tontos que siguen cerca. De conseguirlo, buscará morder tu yugular con sus fauces, pero lo mismo: es mucho más lento. Se nota que le has hecho daño.
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Las fauces de los perros se clavaban en su carne, aunque su potencia se veía mermada por la dureza de sus duras escamas metálicas. De haber estado en forma humana, aquellos mordiscos le habrían hecho mucho más daño. Intentó soltarse cuando empezaban a caer, pero no lo consiguió. Pudo notar como el perro tenía la intención de estamparlo contra el suelo. Forcejó utilizando el fuego para intentar moverse en el aire y, finalmente, lo consiguió, librándose de aquel ataque casi en el último momento. Eso no le impidió caer el solo al suelo cual muñeco, notando como el suelo temblaba y se agrietaba bajo él por el golpe del perro.
Se levantó, escupiendo sangre al suelo. Su enemigo estaba tocado pero... él estaba peor. Lo miró. La forma estaba a punto de desvanecerse, pero se aguantó todo lo que pudo, forzando a mantenerse. En aquel instante era como si no sintiese nada, como si el dolor le fuese ajeno. Como si la muerte y desesperación a su alrededor fuese algo que no lo afectase en lo más mínimo... Aunque aquello terminaría cambiando. Se puso de pie mientras el pirata hablaba, de nuevo sin responderle. No iba a darle esa satisfacción.
Se abalanzó sobre él, con mucha más lentitud que antes. Endureció su puño y lo dirigió con fuerza a chocar con el suyo, con el propósito de contrarrestar su onda de choque y minimizar sus daños. Sintió el dolor del choque retumbar contra sus huesos, casi sintiendo su otro brazo a punto de quebrar. Tras alejar su brazo con el golpe, estiró el brazo hacia atrás, flexionado y con la mano hacia delante, recta como una flecha.
Entonces la vio. Su oportunidad. Las fauces del perro, abiertas y directas a su yugular. Con un movimiento rápido, metió la mano en su boca a modo de defensa. Intentó meter el brazo lo más hondo que pudo mientras con la otra mano del brazo roto intentó agarrar la nuca del animal para mantenerla en el sitio con fuerza y evitar que se marchase. Si todo iba bien, tendría el brazo hundido en gran medida y sentiría sus fuertes colmillos desgarrar severamente su carne. Simplemente, se limitaría a apretar los dientes y mirar a la bestia a los ojos.
—Arde, hijo de perra...
Y, empezando por su hombro, encendería en fuego azul el brazo hundido en su boca y, desde su mano, expulsaría en todas direcciones una explosión flamígera de fuego azul, como último estertor del Rey de los Dragones. Funcionase o no, la forma se desvanecería y Zuko sentiría todo el dolor de golpe. Era su última baza.
Se levantó, escupiendo sangre al suelo. Su enemigo estaba tocado pero... él estaba peor. Lo miró. La forma estaba a punto de desvanecerse, pero se aguantó todo lo que pudo, forzando a mantenerse. En aquel instante era como si no sintiese nada, como si el dolor le fuese ajeno. Como si la muerte y desesperación a su alrededor fuese algo que no lo afectase en lo más mínimo... Aunque aquello terminaría cambiando. Se puso de pie mientras el pirata hablaba, de nuevo sin responderle. No iba a darle esa satisfacción.
Se abalanzó sobre él, con mucha más lentitud que antes. Endureció su puño y lo dirigió con fuerza a chocar con el suyo, con el propósito de contrarrestar su onda de choque y minimizar sus daños. Sintió el dolor del choque retumbar contra sus huesos, casi sintiendo su otro brazo a punto de quebrar. Tras alejar su brazo con el golpe, estiró el brazo hacia atrás, flexionado y con la mano hacia delante, recta como una flecha.
Entonces la vio. Su oportunidad. Las fauces del perro, abiertas y directas a su yugular. Con un movimiento rápido, metió la mano en su boca a modo de defensa. Intentó meter el brazo lo más hondo que pudo mientras con la otra mano del brazo roto intentó agarrar la nuca del animal para mantenerla en el sitio con fuerza y evitar que se marchase. Si todo iba bien, tendría el brazo hundido en gran medida y sentiría sus fuertes colmillos desgarrar severamente su carne. Simplemente, se limitaría a apretar los dientes y mirar a la bestia a los ojos.
—Arde, hijo de perra...
Y, empezando por su hombro, encendería en fuego azul el brazo hundido en su boca y, desde su mano, expulsaría en todas direcciones una explosión flamígera de fuego azul, como último estertor del Rey de los Dragones. Funcionase o no, la forma se desvanecería y Zuko sentiría todo el dolor de golpe. Era su última baza.
- Resumen:
- Intento quemar al señor por dentro :D
los stats y temperatura del fuego son los mismos que antes
El choque de puños provoca una violenta y destructiva onda que deja a su paso un cráter y, si te fijas (o no), ha alcanzado tanto a marines como a piratas. ¿No habrá lastimado a Wyrm o a Iulio? Bueno, supongo que no te importa. Lo que sí te interesa de verdad es que esta vez no ha salido como has querido, y eso es principalmente por dos razones: estás más débil y tu oponente tiene más fuerza. Y más voluntad. Sí, notas el dolor en su rostro, pero también sus ansias por el combate.
No se sorprende cuando detienes sus fauces; incluso pareciera que lo ha esperado. Cuando introduces tu brazo, te das cuenta de que Sirio no está intentando arrancártelo. No está desesperado, sino increíblemente imperturbable. Y, si por casualidades de la vida te da por usar mantra, notarás que un poder muy grande dentro de él está a punto de aparecer. Al mismo tiempo que tu fuego azul comienza a rellenar el interior de Sirio, la forma de este cambia. Mantiene los rasgos antropomórficos, aunque su cabello se ha vuelto rojo y muy largo. Dos orejas caídas de lobo se ven por sobre su cabeza, tiene garras negras y muy largas, además de una cola del mismo color que su pelo.
Pero a ti lo que te interesa no es su nueva y sensual forma, sino que el fuego no está quemándolo como debería. Antes pudiste quemarlo, pero ahora no. ¿Qué pasa? Sus ojos dorados se clavan en ti y, si pudiera sonreír, lo haría. Su mano encuentra tu brazo y, por increíble que parezca, lo saca de su interior sin ningún problema. Ahora tiene múltiples líneas doradas y rojas a lo largo y ancho de su cuerpo, siguiendo el mismo patrón de las venas y arterias.
—Eso ha sido asqueroso, pero agradezco el fuego —te comenta, apretando con tanta fuerza tu brazo que, sin importar lo que hagas, acabará rompiéndotelo—. ¡¿En serio pensaste que podrías quemar al mismísimo infierno?! Ningún hombre que no haya alcanzado el Despertar podrá vencer a Sirio el Ardiente.
La energía oscura que fluctúa por su cuerpo, la fuerza que desborda cada uno de sus músculos pese a estar herido, el negro azabache en sus puños… Un combate de fuerza bruta no ha sido precisamente buena idea, vicealmirante. Has sido mucho más técnico que él, sin embargo, indudablemente has elegido un mal momento para enfrentarte a Sirio. Tu orgullo y el deseo de redimirse han cavado tu tumba; pronto te darás cuenta de por qué.
Sin soltar tu brazo destrozado, Sirio te levanta cual muñeco de trapo y te estampa contra el suelo. Se está divirtiendo. Si no haces nada, te azotará una y otra, y otra y otra y otra vez. Lo hará hasta que no puedas resistirte en lo absoluto, y entonces pondrá su pierna sobre tu pecho para ejercer presión.
—¡Dependes mucho de tus brazos, ¿verdad, vicealmirante?! —volvería a rugir.
Cada vez ejercerá más presión hasta arrancarte el brazo, y repetirá el mismo proceso con el otro hasta quitarte ambas extremidades. Si todavía no has perdido el conocimiento, verás que es su mano (en forma de una flecha) la que intentará atravesar tu pecho. Sin embargo, en el último minuto ves una silueta oscura y poderosa, más pequeña que Sirio y menos imponente, pero que ha conseguido impedir tu muerte.
—Sáquenlo de aquí —ordena con una voz varonil, profunda—. Llévenlo a urgencias. Yo me haré cargo de este desastre. Tu sacrificio nos dará la victoria, vicealmirante Zuko.
No se sorprende cuando detienes sus fauces; incluso pareciera que lo ha esperado. Cuando introduces tu brazo, te das cuenta de que Sirio no está intentando arrancártelo. No está desesperado, sino increíblemente imperturbable. Y, si por casualidades de la vida te da por usar mantra, notarás que un poder muy grande dentro de él está a punto de aparecer. Al mismo tiempo que tu fuego azul comienza a rellenar el interior de Sirio, la forma de este cambia. Mantiene los rasgos antropomórficos, aunque su cabello se ha vuelto rojo y muy largo. Dos orejas caídas de lobo se ven por sobre su cabeza, tiene garras negras y muy largas, además de una cola del mismo color que su pelo.
Pero a ti lo que te interesa no es su nueva y sensual forma, sino que el fuego no está quemándolo como debería. Antes pudiste quemarlo, pero ahora no. ¿Qué pasa? Sus ojos dorados se clavan en ti y, si pudiera sonreír, lo haría. Su mano encuentra tu brazo y, por increíble que parezca, lo saca de su interior sin ningún problema. Ahora tiene múltiples líneas doradas y rojas a lo largo y ancho de su cuerpo, siguiendo el mismo patrón de las venas y arterias.
—Eso ha sido asqueroso, pero agradezco el fuego —te comenta, apretando con tanta fuerza tu brazo que, sin importar lo que hagas, acabará rompiéndotelo—. ¡¿En serio pensaste que podrías quemar al mismísimo infierno?! Ningún hombre que no haya alcanzado el Despertar podrá vencer a Sirio el Ardiente.
La energía oscura que fluctúa por su cuerpo, la fuerza que desborda cada uno de sus músculos pese a estar herido, el negro azabache en sus puños… Un combate de fuerza bruta no ha sido precisamente buena idea, vicealmirante. Has sido mucho más técnico que él, sin embargo, indudablemente has elegido un mal momento para enfrentarte a Sirio. Tu orgullo y el deseo de redimirse han cavado tu tumba; pronto te darás cuenta de por qué.
Sin soltar tu brazo destrozado, Sirio te levanta cual muñeco de trapo y te estampa contra el suelo. Se está divirtiendo. Si no haces nada, te azotará una y otra, y otra y otra y otra vez. Lo hará hasta que no puedas resistirte en lo absoluto, y entonces pondrá su pierna sobre tu pecho para ejercer presión.
—¡Dependes mucho de tus brazos, ¿verdad, vicealmirante?! —volvería a rugir.
Cada vez ejercerá más presión hasta arrancarte el brazo, y repetirá el mismo proceso con el otro hasta quitarte ambas extremidades. Si todavía no has perdido el conocimiento, verás que es su mano (en forma de una flecha) la que intentará atravesar tu pecho. Sin embargo, en el último minuto ves una silueta oscura y poderosa, más pequeña que Sirio y menos imponente, pero que ha conseguido impedir tu muerte.
—Sáquenlo de aquí —ordena con una voz varonil, profunda—. Llévenlo a urgencias. Yo me haré cargo de este desastre. Tu sacrificio nos dará la victoria, vicealmirante Zuko.
- Sirio el Ardiente:
- Características en forma despertada: Fuerza 16 (Potencia), Resistencia 15 (Analgesia), Velocidad 10 (Sentido de la velocidad), Agilidad 8+2 (Coordinación), Factor Shonnen 11, Adicional 11 (Amortiguación).
Además, Sirio tiene otras técnicas activas que aumentan su fuerza y, al recibir fuego, este lo absorbe e incrementa ciertas capacidades físicas.
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