Reglas:
La fortaleza está colapsando y el combate tiene una duración máxima de 7 rondas. Además, todos los turnos se hará una tirada de dados por parte de la moderación para evaluar los daños producidos por el entorno (derrumbe, fuego, etc.). El aporte de los aliados (Layla, King y Santiago) también estará condicionado por dados.
Comienzan los jugadores (Zuko, Iulio, Hamlet, da igual el orden).
Salto de turno al jugador cada 48 horas.
Salto de turno al moderador cada 72 horas.
La fortaleza está colapsando y el combate tiene una duración máxima de 7 rondas. Además, todos los turnos se hará una tirada de dados por parte de la moderación para evaluar los daños producidos por el entorno (derrumbe, fuego, etc.). El aporte de los aliados (Layla, King y Santiago) también estará condicionado por dados.
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La muerte a su alrededor era penetrante y dolorosa. Sabía que invadiría sus sueños, como solían hacerlo todas. Mantuvo su paso firme y recto. Debían llegar hasta la puerta lo antes posible. Su corazón se aceleraba, pues... casi podía sentirlo. Como si los ojos de Sirio estuviesen clavados en su nuca, buscando dar, y aquella vez de verdad, el último mordisco en el cuello de su presa. Pero no era su presa. El perro se alzaba ante él como un gigantesco y grueso muro de hielo que pretendía echar abajo.
Finalmente, dejó de estar tan solo en su mente. Allí estaba el pirata, abriéndose paso entre los escombros que había causado, junto a su compañero. El perro lo miró. Durante ese preciso instante en el que sus ojos se cruzaron, el tiempo pareció detenerse. Casi como si todo a su alrededor estuviese en silencio y no hubiese nadie más. Aquel era el hombre que estuvo a punto de matarlo y aquello... Aquello le aterrorizaba. Pero no se notó en su mirada. Había tenido miedo antes, incontables veces, pero las palabras que su tío siempre decía resonaban en sus recuerdos en momentos como aquel:
"El coraje no es no tener miedo... Es tenerlo pero actuar de todos modos."
El viento se levantó alrededor del vicealmirante. Su chaqueta se movió con el mismo, mostrando el muñón que había quedado tras el brazo izquierdo arrancado, pero también el brazo derecho regenerado. Sus cabellos se alzaron y un aura dorada empezó a rodearle, mientras adoptaba la forma del Dragón Interior. Con rapidez, justo cuando vio a Layla y a su subordinado atacar, se inclinó hacia delante y desapareció.
Reapareció frente a Sirio, habiendo levantado el suelo tras su carrera, con el pelo dorado y el brazo derecho ennegrecido por el haki de armadura, que casi parecía emitir su propia aura eléctrica por la intensidad de su voluntad. Un puñetazo, propulsado con fuego, dirigido al estómago del perro, mientras el dragón miraba hacia delante con decisión.
Finalmente, dejó de estar tan solo en su mente. Allí estaba el pirata, abriéndose paso entre los escombros que había causado, junto a su compañero. El perro lo miró. Durante ese preciso instante en el que sus ojos se cruzaron, el tiempo pareció detenerse. Casi como si todo a su alrededor estuviese en silencio y no hubiese nadie más. Aquel era el hombre que estuvo a punto de matarlo y aquello... Aquello le aterrorizaba. Pero no se notó en su mirada. Había tenido miedo antes, incontables veces, pero las palabras que su tío siempre decía resonaban en sus recuerdos en momentos como aquel:
"El coraje no es no tener miedo... Es tenerlo pero actuar de todos modos."
El viento se levantó alrededor del vicealmirante. Su chaqueta se movió con el mismo, mostrando el muñón que había quedado tras el brazo izquierdo arrancado, pero también el brazo derecho regenerado. Sus cabellos se alzaron y un aura dorada empezó a rodearle, mientras adoptaba la forma del Dragón Interior. Con rapidez, justo cuando vio a Layla y a su subordinado atacar, se inclinó hacia delante y desapareció.
Reapareció frente a Sirio, habiendo levantado el suelo tras su carrera, con el pelo dorado y el brazo derecho ennegrecido por el haki de armadura, que casi parecía emitir su propia aura eléctrica por la intensidad de su voluntad. Un puñetazo, propulsado con fuego, dirigido al estómago del perro, mientras el dragón miraba hacia delante con decisión.
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Pase lo que pase. Eso es lo que había prometido. A esa promesa me adheriría durante toda la refriega. Si caía antes que el Vicealmirante, él batallaría junto a mi cadáver. Y si, de algún modo, yo quedaba con vida, entonces no permitiría que aquellos monstruos se acercaran a profanar el de mi líder. Recordé con cierta vergüenza el momento en el que me gané el apodo de "El Profanador". El rubor me hizo distraerme momentáneamente de lo que estaba por acontecer. Miré a mi líder. Incluso sin su fuerte brazo, se mantenía recio y audaz. Su tenacidad era legendaria. Pensé en lo mucho que quería ser como él. Observé la belleza de sus facciones. Pese a sus magulladuras, aquel soldado cuyos mechones de color azabache azotaban su rostro por los fuertes vientos era de lo más apuesto. Solo con él me sentía verdaderamente seguro. Solo era un comandante, pero él... Él me daba un propósito. Quizás por eso le seguía ciegamente. Incluso ante el peor de los destinos.
Me quedé más tiempo del que querría admitir observando su expresión inescrutable. A pesar del escándalo que provocaba la lluvia de escombros, solo podía escuchar mi acelerado latido. Sentí frío, incluso ante el infierno que rugía incontrolable a nuestro alrededor. Dirigí mi mirada más brevemente a Iulio. Él también era un hombre virtuoso y admirable. Ojalá pudiera salir de esta con vida. Antes de poder volver mi mirada nuevamente hacia mi líder, este me sorprendió con un veloz salto en dirección a Sirio el Ardiente. Con su único puño en posición, estaba dispuesto a acabar con el peor enemigo al que se había enfrentado.
Incluso desde niño, yo era bastante tímido y medroso. Mientras que mis amigos podían saltar desde el dique al frío mar, yo no tenía ese valor. ¿Y si el agua estaba demasiado fría? ¿Y si se reían de mi cuerpo? ¿Y si tropezaba y me hacía daño? Esas preguntas siempre me impidieron avanzar. Nunca salté al mar. El niño que fui reprimió su impulsividad. No dio rienda suelta a su creatividad y se estancó en las convenciones para escudarse. Y esa forma de ser nunca me abandonó.
Hace tiempo que no soy ese niño. He luchado en decenas de batallas. Me han herido gravemente y he devuelto ese daño a mis enemigos. He sido indigno del uniforme y esclavo de las normas. Pero jamás he perdido ese miedo primordial, esa incapacidad de visualizar un futuro sin pensar en todo lo que podía herirme. Quizás era el momento de cambiar. Quizás era hora de darle a ese niño lo que tanto necesitaba. Ahora sabía con quién quería estar y por qué luchar. Ahora sabía que había una razón para tomar riesgos. Iba a convertirme en la persona que había debido ser desde el principio. Se me llenaron los ojos de lágrimas, pero me los froté con el antebrazo rápidamente. No era el mejor momento. Me limité a inspirar profundamente.
Salté.
Seguí la estela del Vicealmirante, cayendo en su misma dirección. No iba a ser capaz de seguir el ritmo a Sirio, así que iba a alternar mis esfuerzos entre los dos hermanos para intentar dar apoyo tanto a Iulio como al Vicealmirante. Debía ser impredecible. Solo así podía tener valor en esa batalla en la que era ampliamente superado. Aún desconocía el método para superar las barreras de Procyon, así que empezaría por el bruto de su hermano.
En plena caída, activé los cohetes de la armadura para rodear a Sirio. Mientras el Vicealmirante golpeaba desde abajo, yo atacaría desde lo alto con una potente onda de choque. Sentí mis músculos tensarse y mi resolución fortalecerse mientras cargaba mi puñetazo. Descargué el golpe tras varios segundos, intentando dirigirlo a la espalda del pirata.
Me quedé más tiempo del que querría admitir observando su expresión inescrutable. A pesar del escándalo que provocaba la lluvia de escombros, solo podía escuchar mi acelerado latido. Sentí frío, incluso ante el infierno que rugía incontrolable a nuestro alrededor. Dirigí mi mirada más brevemente a Iulio. Él también era un hombre virtuoso y admirable. Ojalá pudiera salir de esta con vida. Antes de poder volver mi mirada nuevamente hacia mi líder, este me sorprendió con un veloz salto en dirección a Sirio el Ardiente. Con su único puño en posición, estaba dispuesto a acabar con el peor enemigo al que se había enfrentado.
Incluso desde niño, yo era bastante tímido y medroso. Mientras que mis amigos podían saltar desde el dique al frío mar, yo no tenía ese valor. ¿Y si el agua estaba demasiado fría? ¿Y si se reían de mi cuerpo? ¿Y si tropezaba y me hacía daño? Esas preguntas siempre me impidieron avanzar. Nunca salté al mar. El niño que fui reprimió su impulsividad. No dio rienda suelta a su creatividad y se estancó en las convenciones para escudarse. Y esa forma de ser nunca me abandonó.
Hace tiempo que no soy ese niño. He luchado en decenas de batallas. Me han herido gravemente y he devuelto ese daño a mis enemigos. He sido indigno del uniforme y esclavo de las normas. Pero jamás he perdido ese miedo primordial, esa incapacidad de visualizar un futuro sin pensar en todo lo que podía herirme. Quizás era el momento de cambiar. Quizás era hora de darle a ese niño lo que tanto necesitaba. Ahora sabía con quién quería estar y por qué luchar. Ahora sabía que había una razón para tomar riesgos. Iba a convertirme en la persona que había debido ser desde el principio. Se me llenaron los ojos de lágrimas, pero me los froté con el antebrazo rápidamente. No era el mejor momento. Me limité a inspirar profundamente.
Salté.
Seguí la estela del Vicealmirante, cayendo en su misma dirección. No iba a ser capaz de seguir el ritmo a Sirio, así que iba a alternar mis esfuerzos entre los dos hermanos para intentar dar apoyo tanto a Iulio como al Vicealmirante. Debía ser impredecible. Solo así podía tener valor en esa batalla en la que era ampliamente superado. Aún desconocía el método para superar las barreras de Procyon, así que empezaría por el bruto de su hermano.
En plena caída, activé los cohetes de la armadura para rodear a Sirio. Mientras el Vicealmirante golpeaba desde abajo, yo atacaría desde lo alto con una potente onda de choque. Sentí mis músculos tensarse y mi resolución fortalecerse mientras cargaba mi puñetazo. Descargué el golpe tras varios segundos, intentando dirigirlo a la espalda del pirata.
- Técnicas:
- Righteous Strike: Wyrm acumula fuerza en su puño, para finalmente liberarla en un puñetazo que provoca una poderosa onda de choque que abarca un metro de ancho y alto, con un alcance de treinta metros antes de perder la mitad de su poder, otros diez hasta quedar con solo un cuarto de la potencia y otros diez en los que termina de disiparse, desplazándose a 25 m/s, pero con la particularidad de que puede curvarse ligeramente para alterar su dirección (no más de 25º). La onda de choque toma la forma de una feroz sierpe, que se extiende desde el puño de Wyrm hasta el lugar de impacto.
Dos segundos de canalización y recarga de uso de dos turnos.
La batalla había dado comienzo y me había lanzado sin dudar a por Procyon, aunque no dejaba de ser más que una estratagema para esconder el movimiento que planeaba ejecutar a continuación. Sin esperar a comprobar si mi golpe daba en el blanco o no, volví a hacer gala de una velocidad envidiable para retomar mi posición inicial. con Wyrm y Zuko atacando de frente y Procyon previsiblemente defendiéndose de mi ataque, era el momento de abrumar al enemigo.
Los espejos que conformaban Blancanieves abandonaron su estuche en mi espalda, quedando suspendidos a varios metros de altura y coordinados a través de las lentillas de mis ojos para que apuntasen hacia la espalda del enemigo. M túnica ondeaba como nunca en aquellos momentos mientras los marines que me rodeaban se esforzaban por acallar el miedo y las ganas de huir para brindar una retirada segura a la población de Sabaody. ¿Cómo podía alguien cuestionar la valía de la Marina cuando eran hombres como aquellos quienes portaban su estandarte? ¿Quién podía atreverse a insinuar que era una organización de estructura completamente podrida cuando quienes la sustentaban en última instancia se prestaban a arriesgar su vida de semejante modo por los demás? No, no podía permitir que nadie se atreviese a decir algo como aquello.
Mis dedos abandonaron la posición de seguridad que habitualmente tenían en el interior de las mangas de mi túnica para señalar a los espejos y, como un aluvión de luminosa destrucción, una verdadera lluvia de láseres golpeó los espejos una y otra vez. Cada uno de ellos, tras rebotar, era dirigido hacia la espala de Sirio y Procyon. No fue una ofensiva que durase exclusivamente unos instantes, sino que dejé que se prolongara en el tiempo para, al creer haber identificado el momento oportuno, lanzarme de nuevo a por Procyon. Mi brazo derecho iba cargado por completo con mi voluntad, y lo descargué hacia delante con la intención de hundirlo en la cara del hermano de Sirio.
Los espejos que conformaban Blancanieves abandonaron su estuche en mi espalda, quedando suspendidos a varios metros de altura y coordinados a través de las lentillas de mis ojos para que apuntasen hacia la espalda del enemigo. M túnica ondeaba como nunca en aquellos momentos mientras los marines que me rodeaban se esforzaban por acallar el miedo y las ganas de huir para brindar una retirada segura a la población de Sabaody. ¿Cómo podía alguien cuestionar la valía de la Marina cuando eran hombres como aquellos quienes portaban su estandarte? ¿Quién podía atreverse a insinuar que era una organización de estructura completamente podrida cuando quienes la sustentaban en última instancia se prestaban a arriesgar su vida de semejante modo por los demás? No, no podía permitir que nadie se atreviese a decir algo como aquello.
Mis dedos abandonaron la posición de seguridad que habitualmente tenían en el interior de las mangas de mi túnica para señalar a los espejos y, como un aluvión de luminosa destrucción, una verdadera lluvia de láseres golpeó los espejos una y otra vez. Cada uno de ellos, tras rebotar, era dirigido hacia la espala de Sirio y Procyon. No fue una ofensiva que durase exclusivamente unos instantes, sino que dejé que se prolongara en el tiempo para, al creer haber identificado el momento oportuno, lanzarme de nuevo a por Procyon. Mi brazo derecho iba cargado por completo con mi voluntad, y lo descargué hacia delante con la intención de hundirlo en la cara del hermano de Sirio.
- Resumen:
- No asumir lo que ha sucedido con el codazo que lancé en la última moderación, valerme de Blancanieves para regar la espalda de Procyon y Sirio a láseres e intentar estamparle en la cara el puño cargado de haki a Sirio.
Primero que todo, me gustaría saber cómo es que Hamlet puede quitarse las lágrimas si viste la armadura o… ¿Sabes? Da igual. Tú quítate lo que quieras, guapo. Ahora vamos con el combate.
Cuando la nube de polvo se dispersa, todos pueden distinguir una serie de escudos pentagonales y dorados que han protegido a los hermanos del ataque de la Shichibukai. Incluso tus rayos de luz, Iulio, son frenados por los escudos de Procyon. Zuko, lo que se interpone entre tú y Sirio es, bueno, lo que ya he contado en estas líneas. Lo destrozas casi sin ningún esfuerzo, pero ha absorbido una gran parte de la energía de tu ataque, así que la onda de choque proyectada es poco más que una brisa de verano para Sirio.
Hamlet, no te voy a negar que es muy valiente intentar sorprender a Sirio por arriba, pero ¿no es un poco suicida? Consigues golpear su hombro y, si bien notas una mueca de molestia (puede que dolor, quién sabe), el perro furioso te mira. Sus músculos comienzan a crecer y su rostro abandona las facciones humanas. Todavía conserva ciertos rasgos antropomórficos, pero a estas alturas de la vida cualquiera podría reconocer su forma híbrida. ¿Alguno quiere que recuerde cuán fuerte es usando su Despertar?
Iulio, definitivamente tendrás que hacer algo con los escudos de Procyon porque, ahora mismo, han frenado absolutamente todos tus disparos, aunque esto te debe dar un poco igual. Han servido como distracción puesto que alcanzas el rostro del pelinegro, enviándolo a volar y estrellándolo contra las murallas del fondo. Ahora, ¿por qué no has sentido que le has dado con todas tus fuerzas…? En cualquier caso, ¿no es un combate interesante? No puedes hacerle daño, pero él tampoco a ti. Por fortuna tienes a Santiago, quien te revela que posee la paramecia de alquimia, pudiendo transmutar la materia inorgánica. Es la clave para deshacerse de los molestos escudos, pues podría “abrirlos” para que tus ataques pasen.
—Solo debo acercarme lo suficiente —te susurra con la expresión aburrida de siempre.
Sirio carga contra Layla y King, quienes retroceden al mismo tiempo como si llevasen peleando juntos más de una década. Es entonces que los escombros caen del techo, pero por fortuna para todos únicamente golpean a Sirio y a Procyon. Bendita suerte, ¿no? No les han hecho mucho daño, pero les han molestado.
Procyon desenfunda sus dos pistolas y dispara vigas doradas con las puntas ennegrecidas hacia las murallas, las cuales sorprendentemente rebotan como si fueran de goma. Todas van hacia ti, Iulio. Independiente de lo que hagas, Procyon aparecerá frente a ti e intentará colocar el cañón de su pistola derecha para disparar otra viga ennegrecida. Sirio, por su parte, intenta tomarte del brazo, Hamlet, para azotarte contra el suelo mientras pasa intencionalmente de Zuko. En caso de lograrlo, no te soltará. Reunirá fuego en su boca para dispararte un torrente ígneo casi a bocajarro. Lo haga o no, volteará la mirada hacia Zuko:
—¿Cuánto más quieres humillarte, lagartija?
Cuando la nube de polvo se dispersa, todos pueden distinguir una serie de escudos pentagonales y dorados que han protegido a los hermanos del ataque de la Shichibukai. Incluso tus rayos de luz, Iulio, son frenados por los escudos de Procyon. Zuko, lo que se interpone entre tú y Sirio es, bueno, lo que ya he contado en estas líneas. Lo destrozas casi sin ningún esfuerzo, pero ha absorbido una gran parte de la energía de tu ataque, así que la onda de choque proyectada es poco más que una brisa de verano para Sirio.
Hamlet, no te voy a negar que es muy valiente intentar sorprender a Sirio por arriba, pero ¿no es un poco suicida? Consigues golpear su hombro y, si bien notas una mueca de molestia (puede que dolor, quién sabe), el perro furioso te mira. Sus músculos comienzan a crecer y su rostro abandona las facciones humanas. Todavía conserva ciertos rasgos antropomórficos, pero a estas alturas de la vida cualquiera podría reconocer su forma híbrida. ¿Alguno quiere que recuerde cuán fuerte es usando su Despertar?
Iulio, definitivamente tendrás que hacer algo con los escudos de Procyon porque, ahora mismo, han frenado absolutamente todos tus disparos, aunque esto te debe dar un poco igual. Han servido como distracción puesto que alcanzas el rostro del pelinegro, enviándolo a volar y estrellándolo contra las murallas del fondo. Ahora, ¿por qué no has sentido que le has dado con todas tus fuerzas…? En cualquier caso, ¿no es un combate interesante? No puedes hacerle daño, pero él tampoco a ti. Por fortuna tienes a Santiago, quien te revela que posee la paramecia de alquimia, pudiendo transmutar la materia inorgánica. Es la clave para deshacerse de los molestos escudos, pues podría “abrirlos” para que tus ataques pasen.
—Solo debo acercarme lo suficiente —te susurra con la expresión aburrida de siempre.
Sirio carga contra Layla y King, quienes retroceden al mismo tiempo como si llevasen peleando juntos más de una década. Es entonces que los escombros caen del techo, pero por fortuna para todos únicamente golpean a Sirio y a Procyon. Bendita suerte, ¿no? No les han hecho mucho daño, pero les han molestado.
Procyon desenfunda sus dos pistolas y dispara vigas doradas con las puntas ennegrecidas hacia las murallas, las cuales sorprendentemente rebotan como si fueran de goma. Todas van hacia ti, Iulio. Independiente de lo que hagas, Procyon aparecerá frente a ti e intentará colocar el cañón de su pistola derecha para disparar otra viga ennegrecida. Sirio, por su parte, intenta tomarte del brazo, Hamlet, para azotarte contra el suelo mientras pasa intencionalmente de Zuko. En caso de lograrlo, no te soltará. Reunirá fuego en su boca para dispararte un torrente ígneo casi a bocajarro. Lo haga o no, volteará la mirada hacia Zuko:
—¿Cuánto más quieres humillarte, lagartija?
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Algo se resquebrajó bajo su puño, pero no se sintió como un cuerpo ni mucho menos. El perro se había defendido con algo, pero había conseguido atravesarlo, aunque el golpe en si no le haya dañado. Se quedó en posición, arrastrando los pies en el suelo por el ímpetu que llevaba, girándose enseguida para clavar la mirada en Sirio, el cual había sido atacado por Wyrm. Frunció el ceño. Apreciaba la ayuda, pero no podía evitar preocuparse. El perro era demasiado poderoso.
El pirata cambió de forma. Recuerdos de su casi muerte llegaron a su mente, temiendo por Wyrm. Sin embargo, el pirata se centró en la shichibukai y su acompañante, aunque estos lo esquivaron y unos escombros cayeron sobre él. No tardó en ver como el animal fue directo a agarrar a Wyrm. El dragón desapareció de donde estaba moviéndose instantaneamente de la manera que aprendió cuando estaba en el Cipher Pol. Intentó empujar a Wyrm por un lado, sacándolo de la trayectoria de la mano del perro a la vez que dirigía un puñetazo a esta para desviarla y se quedaba de espaldas a él.
De haberlo conseguido, recibiría en sus espaldas el torrente de fuego. No podía quemarle, pero ejercía sobre él una fuerza y un peso notable. Se mantuvo en el sitio, sintiendo aquel calor que, en cualquier otra situación, sería hasta reconfortante. Las llamas que lamían su cuerpo sin quemarle, a su vez, estaban incinerando su chaqueta. Toda la parte superior de su ropa ardió en llamas y fue llevada lejos antes de desaparecer en cenizas.
Cuando el fuego se detuvo, ahí se quedó Zuko, respirando con profundidad, dando la espalda al perro. Había llamas bailando en sus hombros que pronto desaparecieron. Giró la cabeza, clavando un ojo en Sirio mientras este hablaba, intentando provocarle de nuevo. Se dio la vuelta y lo encaró, a la par que buscaba la mente de Layla para contactar con ella mediante su conexión mental.
"Mi verdadero error fue creer que podría hacer esto solo. Confío en ti."
—No pudiste matarme, Sirio. Ahora contempla los frutos de tu fracaso. Tu viaje termina hoy.
Y dirigió un rápido puñetazo propulsado y endurecido con haki a la boca de su estómago. Era un ataque simple y directo, pero esperaba provocarle lo suficiente como para hacer que se centrase en defenderse o atacar al dragón, para que Layla pudiese dar su propio golpe.
El pirata cambió de forma. Recuerdos de su casi muerte llegaron a su mente, temiendo por Wyrm. Sin embargo, el pirata se centró en la shichibukai y su acompañante, aunque estos lo esquivaron y unos escombros cayeron sobre él. No tardó en ver como el animal fue directo a agarrar a Wyrm. El dragón desapareció de donde estaba moviéndose instantaneamente de la manera que aprendió cuando estaba en el Cipher Pol. Intentó empujar a Wyrm por un lado, sacándolo de la trayectoria de la mano del perro a la vez que dirigía un puñetazo a esta para desviarla y se quedaba de espaldas a él.
De haberlo conseguido, recibiría en sus espaldas el torrente de fuego. No podía quemarle, pero ejercía sobre él una fuerza y un peso notable. Se mantuvo en el sitio, sintiendo aquel calor que, en cualquier otra situación, sería hasta reconfortante. Las llamas que lamían su cuerpo sin quemarle, a su vez, estaban incinerando su chaqueta. Toda la parte superior de su ropa ardió en llamas y fue llevada lejos antes de desaparecer en cenizas.
Cuando el fuego se detuvo, ahí se quedó Zuko, respirando con profundidad, dando la espalda al perro. Había llamas bailando en sus hombros que pronto desaparecieron. Giró la cabeza, clavando un ojo en Sirio mientras este hablaba, intentando provocarle de nuevo. Se dio la vuelta y lo encaró, a la par que buscaba la mente de Layla para contactar con ella mediante su conexión mental.
"Mi verdadero error fue creer que podría hacer esto solo. Confío en ti."
—No pudiste matarme, Sirio. Ahora contempla los frutos de tu fracaso. Tu viaje termina hoy.
Y dirigió un rápido puñetazo propulsado y endurecido con haki a la boca de su estómago. Era un ataque simple y directo, pero esperaba provocarle lo suficiente como para hacer que se centrase en defenderse o atacar al dragón, para que Layla pudiese dar su propio golpe.
- Resumen:
- Intentar proteger a Wyrm apartándolo de ese golpe, recibir yo el fuego, hablar un poquito y dirigir golpe a Sirio, esperando que la Shichi ataque
Al menos había conseguido golpearle antes que en nuestro enfrentamiento anterior. Por algún motivo que desconocía mi golpe no había resultado tan potente como había previsto, pero eso era algo que tendría que averiguar más adelante. Por el momento, debía ingeniármelas para conseguir que Santiago se aproximase a Procyon de una vez por todas. Tal vez de ese modo pudiésemos inclinar la balanza a nuestro favor para dejar fuera de combate a uno de los hermanos.
Pero antes de eso, cuando quise darme cuenta eran varios los proyectiles cargados de voluntad los que se dirigían hacia mí desde varias direcciones. Saltar para evitarlos sin el menor daño era algo planteable, pero dejaría vendido en caso de que el menor de los hermanos consiguiese predecir mi trayectoria y me esperase allí donde me dirigiese. Fue por ello que en el último momento di un paso hacia un lateral, ejecutando al unísono un barrido con mis manos con el que desvié los proyectiles frontales en un ángulo de ciento ochenta grados. Por desgracia, dos de los que se dirigían hacia mí desde la espalda consiguieron lacerar mis costados. La sangre habría teñido mi capa de no ser porque la túnica bajo ella, de color negro, la absorbió.
Aun así, un grito ahogado pudo informar a mi oponente de que su ataque había causado daños en mí. No obstante, mantenerme en mi posición permitió que pudiese reaccionar a la perfección cuando, en una maniobra frontal y ciertamente imprudente, Procyon intentó posicionarse justo frente a mí para dispararme en la cabeza. Di un par de pasos hacia delante para reducir al mínimo la distancia entre ambos, proyectando la mano hacia delante para golpear su antebrazo en sentido ascendente y que el disparo marchase hacia la nada -o hacia algún muro cercano, pero de eso me ocuparía más tarde-.
Aprovechando mi posición, intenté aferrar la muñeca de mi adversario para que no pudiese alejarse y propinarle un golpe con mi rodilla en la boca de su estómago. Aun así, no dejaba de ser una nueva distracción para que Santiago pudiese cumplir con su papel. Después de comenzar a brillar, Mirage había distorsionado la luz en torno a nosotros en varios metros a la redonda, generando unas ilusiones que fielmente retrataban la apariencia del subalterno de la Shichibukai. Ninguno de ellos era tangible, pero todos eran idénticos al original y comenzaron a moverse en cuanto éste lo hizo. El objetivo era simple: que Procyon no supiese de quién debía defenderse y que Santiago pudiese aproximarse cuanto necesitase.
Por mi parte, aguardé el momento oportuno para dar un salto hacia atrás y ganar un par de metros, tras lo cual volvía abalanzarme sobre mi objetivo. Luz volátil refulgía en mis extremidades, salpicada con destellos oscuros que emanaban de mi voluntad, y salté en medio de un nuevo y cegador destello para intentar golpear la cabeza de mi adversario con un talón cargado con toda mi fuerza. Independientemente de que acertase o no, el golpe iría acompañado por una explosión destinada a causar todo el daño posible.
Pero antes de eso, cuando quise darme cuenta eran varios los proyectiles cargados de voluntad los que se dirigían hacia mí desde varias direcciones. Saltar para evitarlos sin el menor daño era algo planteable, pero dejaría vendido en caso de que el menor de los hermanos consiguiese predecir mi trayectoria y me esperase allí donde me dirigiese. Fue por ello que en el último momento di un paso hacia un lateral, ejecutando al unísono un barrido con mis manos con el que desvié los proyectiles frontales en un ángulo de ciento ochenta grados. Por desgracia, dos de los que se dirigían hacia mí desde la espalda consiguieron lacerar mis costados. La sangre habría teñido mi capa de no ser porque la túnica bajo ella, de color negro, la absorbió.
Aun así, un grito ahogado pudo informar a mi oponente de que su ataque había causado daños en mí. No obstante, mantenerme en mi posición permitió que pudiese reaccionar a la perfección cuando, en una maniobra frontal y ciertamente imprudente, Procyon intentó posicionarse justo frente a mí para dispararme en la cabeza. Di un par de pasos hacia delante para reducir al mínimo la distancia entre ambos, proyectando la mano hacia delante para golpear su antebrazo en sentido ascendente y que el disparo marchase hacia la nada -o hacia algún muro cercano, pero de eso me ocuparía más tarde-.
Aprovechando mi posición, intenté aferrar la muñeca de mi adversario para que no pudiese alejarse y propinarle un golpe con mi rodilla en la boca de su estómago. Aun así, no dejaba de ser una nueva distracción para que Santiago pudiese cumplir con su papel. Después de comenzar a brillar, Mirage había distorsionado la luz en torno a nosotros en varios metros a la redonda, generando unas ilusiones que fielmente retrataban la apariencia del subalterno de la Shichibukai. Ninguno de ellos era tangible, pero todos eran idénticos al original y comenzaron a moverse en cuanto éste lo hizo. El objetivo era simple: que Procyon no supiese de quién debía defenderse y que Santiago pudiese aproximarse cuanto necesitase.
Por mi parte, aguardé el momento oportuno para dar un salto hacia atrás y ganar un par de metros, tras lo cual volvía abalanzarme sobre mi objetivo. Luz volátil refulgía en mis extremidades, salpicada con destellos oscuros que emanaban de mi voluntad, y salté en medio de un nuevo y cegador destello para intentar golpear la cabeza de mi adversario con un talón cargado con toda mi fuerza. Independientemente de que acertase o no, el golpe iría acompañado por una explosión destinada a causar todo el daño posible.
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Agudeza
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Apreté los dientes, con el corazón latiendo a toda velocidad y debatiéndome entre un cierto sentimiento de orgullo por haber sido capaz de impactarle y el terror más absoluto al saber que había sido lo suficientemente doloroso como para que el perro reparase en mi presencia. Sirio no se haría de esperar. El pirata lanzó uno de sus fornidos brazos en mi dirección intentando atraparme. Pese a tener una masa muscular impresionante, el condenado se movía a una velocidad pasmosa. Me había pillado por sorpresa.
En ese mismo instante, el Vicealmirante se movió, interponiéndose entre ambos con gran presteza. Tras intervenir con la velocidad de un parpadeo, me dio un potente manotazo con el que logró apartarme de la ofensiva del pirata. Con el impulso adicional que me otorgaban los cohetes de la armadura, logré alejarme lo suficiente del bucanero.
No pude evitar fijarme en mi líder, ahora prendido en llamas -que claramente iban dirigidas para mí- y encarando a Sirio. Yo no podía con él, ¿pero el Vicealmirante? Incluso él había perdido contra aquel engendro. Necesitaba apoyo, y lo que no iba a necesitar para nada era un lastre a su lado. Ya volvería a intentar distraer a Sirio en otro momento.
Aprovechando la inercia del manotazo y los cohetes, volteé en el aire. Procyon disparaba, del mismo modo que había estado lanzando sus poderosos ataques contra nuestros batallones durante las últimas horas. Concentrado, Iulio se intentó defender de aquella terrorífica ofensiva, pero no había quedado impune. ¿Estaría fatigado? En su último combate, el marine apenas había resultado herido.
Procyon se desplazó para atacar a Iulio, quien desplegó, como de costumbre, todo su arsenal de técnicas, creando clones uno de los subalternos de la Shichibukai que nos acompañaba. El marine, por su parte, procedió a intentar golpear a Procyon. Aproveché el momento para impulsarme a la espalda del pirata y lanzarle varios golpes cubiertos de Haki. Quizás .-y solo quizás- el pirata no podría escudarse y atacar al mismo tiempo.
En ese mismo instante, el Vicealmirante se movió, interponiéndose entre ambos con gran presteza. Tras intervenir con la velocidad de un parpadeo, me dio un potente manotazo con el que logró apartarme de la ofensiva del pirata. Con el impulso adicional que me otorgaban los cohetes de la armadura, logré alejarme lo suficiente del bucanero.
No pude evitar fijarme en mi líder, ahora prendido en llamas -que claramente iban dirigidas para mí- y encarando a Sirio. Yo no podía con él, ¿pero el Vicealmirante? Incluso él había perdido contra aquel engendro. Necesitaba apoyo, y lo que no iba a necesitar para nada era un lastre a su lado. Ya volvería a intentar distraer a Sirio en otro momento.
Aprovechando la inercia del manotazo y los cohetes, volteé en el aire. Procyon disparaba, del mismo modo que había estado lanzando sus poderosos ataques contra nuestros batallones durante las últimas horas. Concentrado, Iulio se intentó defender de aquella terrorífica ofensiva, pero no había quedado impune. ¿Estaría fatigado? En su último combate, el marine apenas había resultado herido.
Procyon se desplazó para atacar a Iulio, quien desplegó, como de costumbre, todo su arsenal de técnicas, creando clones uno de los subalternos de la Shichibukai que nos acompañaba. El marine, por su parte, procedió a intentar golpear a Procyon. Aproveché el momento para impulsarme a la espalda del pirata y lanzarle varios golpes cubiertos de Haki. Quizás .-y solo quizás- el pirata no podría escudarse y atacar al mismo tiempo.
La batalla se desarrolla rápida y violentamente en los distintos frentes. Hay muchas cosas que comentar así que vamos a ello:
Zuko, has conseguido ayudar a tu subordinado justo a tiempo, evitando una muerte prematura. A pesar de tus palabras cargadas de valor, Sirio solo se burla de ellas enseñándote una sonrisa provocadora. Luego de comunicarte telepáticamente con Layla te lanzas hacia el pirata. Sirio se defiende sin ningún problema, proyectando una armadura de haki y preparando la postura para un contraataque. Es en ese momento cuando Layla y King atacan en conjunto. Cada uno le da un puñetazo en el dorso, empujándolo varios metros, sin embargo…
—Las ratitas deben mantenerse en sus putas guaridas —ruge el pirata, transformándose una vez más. Probablemente Iulio y Hamlet no conocen esa forma, pero Zuko sí que la conoce—. No esperaba usar el Despertar contra ti dos veces seguidas, lagartija, pero ya es hora de que mueras.
Sirio arremete hacia el frente, deteniéndose justo delante de King para propinarle un puñetazo tan poderoso que lo empuja diez, veinte y hasta treinta metros. Su puño se torna tan negro como la noche y ataca a Layla. En un primer momento parece que la pirata le ha esquivado, pero entonces su rostro es atraído hacia el puño de Sirio. Un golpe redondo en la quijada.
—¡Putas basuras! —gruñe.
La bestia canina posa los ojos en ti, Zuko, y carga con fuerza. Puedes ver que está preparando un derechazo, puedes sentir que va hacia tu rostro, pero en el último momento su ataque se transforma en una patada ascendente que busca tu barbilla. En caso de darte, te perseguirá y desatará una lluvia de puñetazos como si fueran cometas golpeando la tierra. En caso de que le bloquees o esquives… Bueno, procederá la lluvia de puñetazos.
Pasemos a la parte en la que Hamlet, Iulio y Santiago atacan a Procyon. ¿Sabes cuál es el problema de las ilusiones, chico luciérnaga? Que frente a un usuario prodigioso de haki de observación son inútiles. Procyon tiene un oído especial que le permite escuchar con suma profundidad las voces de la gente, así que conoce la ubicación de cada uno de los involucrados en la contienda, aliados y enemigos.
Al mismo tiempo que Iulio y Hamlet preparan sus ataques, Procyon convoca los escudos de luz que usó durante su primer enfrentamiento con el chico luciérnaga. Uno de ellos se posiciona sobre su cabeza, bloqueando la patada de Iulio y protegiéndole de la explosión lumínica. Otro de ellos se posiciona en la espalda para bloquear los ataques de Hamlet. Sin embargo, es entonces cuando sucede la magia.
Santiago consigue colarse y alcanza la retaguardia del pirata. Su mano brilla con fuerza al tocar el escudo, deformándolo y eventualmente separándolo. Esto permite que el ataque de Hamlet atraviese la hasta ahora inquebrantable defensa de Procyon. Sus primeros puñetazos impactan con toda la fuerza, pero el pirata reacciona y esquiva el resto.
—Empiezo a cansarme de ustedes —gruñe molesto mientras la sangre le escurre por la cabeza. Si se han fijado bien, no puede levantar su brazo izquierdo; este ataque le ha hecho bastante daño.
Poco a poco sus rasgos faciales comienzan a transformarse, adoptando una figura mucho más salvaje y parecida a la de Sirio. Sus dientes son reemplazados por sendos colmillos y sus ojos se tornan más grandes y feroces. Una gruesa película de pelo aparece en casi todo su cuerpo a la vez que una cola, larga y peluda, aparece en su espalda. Por cierto, no ha perdido los pulgares así que puede sostener las pistolas.
Dispara una viga dorada sin dirección aparente, pero entonces esta se dispersa en múltiples y pequeñas esferas del mismo color. Procyon desaparece a una velocidad insana, aunque Iulio podría ver su desplazamiento, y aparece frente a Hamlet. Coloca el cañón de su pistola en el casco de su armadura, pero no dispara. Esperando que esto llame la atención de Iulio, dos de las esferas doradas que están a la espalda del contraalmirante salen disparadas en forma de picas y endurecidas con haki en busca de su cuerpo. En caso de impactar, lo atravesarán como auténticas balas.
Zuko, has conseguido ayudar a tu subordinado justo a tiempo, evitando una muerte prematura. A pesar de tus palabras cargadas de valor, Sirio solo se burla de ellas enseñándote una sonrisa provocadora. Luego de comunicarte telepáticamente con Layla te lanzas hacia el pirata. Sirio se defiende sin ningún problema, proyectando una armadura de haki y preparando la postura para un contraataque. Es en ese momento cuando Layla y King atacan en conjunto. Cada uno le da un puñetazo en el dorso, empujándolo varios metros, sin embargo…
—Las ratitas deben mantenerse en sus putas guaridas —ruge el pirata, transformándose una vez más. Probablemente Iulio y Hamlet no conocen esa forma, pero Zuko sí que la conoce—. No esperaba usar el Despertar contra ti dos veces seguidas, lagartija, pero ya es hora de que mueras.
Sirio arremete hacia el frente, deteniéndose justo delante de King para propinarle un puñetazo tan poderoso que lo empuja diez, veinte y hasta treinta metros. Su puño se torna tan negro como la noche y ataca a Layla. En un primer momento parece que la pirata le ha esquivado, pero entonces su rostro es atraído hacia el puño de Sirio. Un golpe redondo en la quijada.
—¡Putas basuras! —gruñe.
La bestia canina posa los ojos en ti, Zuko, y carga con fuerza. Puedes ver que está preparando un derechazo, puedes sentir que va hacia tu rostro, pero en el último momento su ataque se transforma en una patada ascendente que busca tu barbilla. En caso de darte, te perseguirá y desatará una lluvia de puñetazos como si fueran cometas golpeando la tierra. En caso de que le bloquees o esquives… Bueno, procederá la lluvia de puñetazos.
Pasemos a la parte en la que Hamlet, Iulio y Santiago atacan a Procyon. ¿Sabes cuál es el problema de las ilusiones, chico luciérnaga? Que frente a un usuario prodigioso de haki de observación son inútiles. Procyon tiene un oído especial que le permite escuchar con suma profundidad las voces de la gente, así que conoce la ubicación de cada uno de los involucrados en la contienda, aliados y enemigos.
Al mismo tiempo que Iulio y Hamlet preparan sus ataques, Procyon convoca los escudos de luz que usó durante su primer enfrentamiento con el chico luciérnaga. Uno de ellos se posiciona sobre su cabeza, bloqueando la patada de Iulio y protegiéndole de la explosión lumínica. Otro de ellos se posiciona en la espalda para bloquear los ataques de Hamlet. Sin embargo, es entonces cuando sucede la magia.
Santiago consigue colarse y alcanza la retaguardia del pirata. Su mano brilla con fuerza al tocar el escudo, deformándolo y eventualmente separándolo. Esto permite que el ataque de Hamlet atraviese la hasta ahora inquebrantable defensa de Procyon. Sus primeros puñetazos impactan con toda la fuerza, pero el pirata reacciona y esquiva el resto.
—Empiezo a cansarme de ustedes —gruñe molesto mientras la sangre le escurre por la cabeza. Si se han fijado bien, no puede levantar su brazo izquierdo; este ataque le ha hecho bastante daño.
Poco a poco sus rasgos faciales comienzan a transformarse, adoptando una figura mucho más salvaje y parecida a la de Sirio. Sus dientes son reemplazados por sendos colmillos y sus ojos se tornan más grandes y feroces. Una gruesa película de pelo aparece en casi todo su cuerpo a la vez que una cola, larga y peluda, aparece en su espalda. Por cierto, no ha perdido los pulgares así que puede sostener las pistolas.
Dispara una viga dorada sin dirección aparente, pero entonces esta se dispersa en múltiples y pequeñas esferas del mismo color. Procyon desaparece a una velocidad insana, aunque Iulio podría ver su desplazamiento, y aparece frente a Hamlet. Coloca el cañón de su pistola en el casco de su armadura, pero no dispara. Esperando que esto llame la atención de Iulio, dos de las esferas doradas que están a la espalda del contraalmirante salen disparadas en forma de picas y endurecidas con haki en busca de su cuerpo. En caso de impactar, lo atravesarán como auténticas balas.
Hayden Ashworth
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Akuma no mi
Varios
Vio como Layla y King atacaban al perro a la vez mientras el Dragón Interior de Zuko se revertía. Observó a Sirio y le oyó hablar, pero ya estaba concentrándose en su próximo movimiento. Vació su mente a la par que respiró con profundidad, entrando en un estado de calma perpetua al abrirse la Quinta Puerta del Chi. Un aura plateada rodeó al dragón, mucho más calmada y tranquila que aquella dorada que lo rodeaba cuando utilizaba el Dragón Interior. En ese mismo instante, su semblante se volvió serio. No pensaba y solo actuaba. Utilizando aquella técnica sacrificaba fuerza y potencia física, sin embargo, combinándose con su Haki de Observación...
Sirio pareció moverse a cámara lenta. Un puño dirigido a su cara... No, una treta. Su posición indicaba que pretendía atacar con la pierna. Movió su cuerpo hacia atrás, esquivando la patada por los pelos. En aquel estado podía predecirle y esquivar por instinto, sin embargo seguía siendo un oponente temible. Dio un salto hacia atrás y vio como el pirata, lejos de haber terminado con su ataque, fue directo con una ráfaga de puñetazos.
En una combinación de aquel estado plateado, su Haki de Observación y el Kami-e que le habían enseñado a usar en sus tiempos como agente del Cipher Pol, el dragón se movía por instinto como un flexible junco, esquivando los puñetazos del perro. En algunos de los golpes, tan veloces, rozó su mejilla abriéndole un corte sangrante, pero no se inmutó. Veía los puños ir hacía él como si estuviesen ralentizados y, como una hoja de papel, se movía a un lado para evitarlos.
Todo el ruido a su alrededor parecía haber sido enmudecido y su cuerpo parecía moverse solo, evitando por los pelos aquella lluvia de ataques. Sabía que contraatacar sería inútil, pues en ese estado sacrificaba parte de su fuerza física a cambio de esa envidiable agilidad. Sin embargo, cuanto más tiempo pasase intentando golpearle, más oportunidades tenían el resto de encontrar una abertura. Mientras esquivaba, sus ojos se desviaron un segundo hacia Procyon y Iulio. El perro podía resistir los potentes golpes de Zuko, pero... ¿Sería capaz de contrarrestar los golpes a la velocidad de la luz de Iulio?
El dragón entabló con Iulio la conexión mental. Sin embargo, en aquel estado no pensaba con palabras, solo con instinto. Lo único que pudo enviarle, fue la idea. La idea de que, tal vez, la clave para acabar con ellos estaba en contrarrestar mejor sus habilidades. Que tal vez, habría que darle la vuelta a la situación. Sus ojos volvieron a centrarse en Sirio. El último puñetazo, además de esquivarlo, trató de desviarlo con una mano para terminar su ráfaga y entonces hizo una finta a su alrededor, con el propósito de centrar la atención del perro en él. Cuanto menos se fijase en lo que había alrededor, mejor. Una vez hecha la finta, dirigiría un rápido shigan a su cuello. Sabía que haría poco, pero debía seguir entreteniéndolo mientras esperaba una señal de Iulio.
Sirio pareció moverse a cámara lenta. Un puño dirigido a su cara... No, una treta. Su posición indicaba que pretendía atacar con la pierna. Movió su cuerpo hacia atrás, esquivando la patada por los pelos. En aquel estado podía predecirle y esquivar por instinto, sin embargo seguía siendo un oponente temible. Dio un salto hacia atrás y vio como el pirata, lejos de haber terminado con su ataque, fue directo con una ráfaga de puñetazos.
En una combinación de aquel estado plateado, su Haki de Observación y el Kami-e que le habían enseñado a usar en sus tiempos como agente del Cipher Pol, el dragón se movía por instinto como un flexible junco, esquivando los puñetazos del perro. En algunos de los golpes, tan veloces, rozó su mejilla abriéndole un corte sangrante, pero no se inmutó. Veía los puños ir hacía él como si estuviesen ralentizados y, como una hoja de papel, se movía a un lado para evitarlos.
Todo el ruido a su alrededor parecía haber sido enmudecido y su cuerpo parecía moverse solo, evitando por los pelos aquella lluvia de ataques. Sabía que contraatacar sería inútil, pues en ese estado sacrificaba parte de su fuerza física a cambio de esa envidiable agilidad. Sin embargo, cuanto más tiempo pasase intentando golpearle, más oportunidades tenían el resto de encontrar una abertura. Mientras esquivaba, sus ojos se desviaron un segundo hacia Procyon y Iulio. El perro podía resistir los potentes golpes de Zuko, pero... ¿Sería capaz de contrarrestar los golpes a la velocidad de la luz de Iulio?
El dragón entabló con Iulio la conexión mental. Sin embargo, en aquel estado no pensaba con palabras, solo con instinto. Lo único que pudo enviarle, fue la idea. La idea de que, tal vez, la clave para acabar con ellos estaba en contrarrestar mejor sus habilidades. Que tal vez, habría que darle la vuelta a la situación. Sus ojos volvieron a centrarse en Sirio. El último puñetazo, además de esquivarlo, trató de desviarlo con una mano para terminar su ráfaga y entonces hizo una finta a su alrededor, con el propósito de centrar la atención del perro en él. Cuanto menos se fijase en lo que había alrededor, mejor. Una vez hecha la finta, dirigiría un rápido shigan a su cuello. Sabía que haría poco, pero debía seguir entreteniéndolo mientras esperaba una señal de Iulio.
- Resumen y cosas:
- Intentar montar una estrategia de intercambio con Iulio, dependiendo de como evolucione la cosa
Nombre de la técnica: Quinta puerta del Chi: Dragon Instinct
Categoría: Mítica
Naturaleza: Espiritual
Descripción: El usuario consigue abrir la quinta puerta del Chi, situada en la nuca, abriendo el paso de forma extraordinaria del cerebro al resto del cuerpo. En esta forma, el usuario brilla con una calmada aura blanca y su cuerpo se mueve por instinto, teniendo unos reflejos aumentados y una velocidad de reacción mayor, casi como si fuese capaz de ver a cámara lenta. En este estado, su velocidad aumenta tres rangos mientras que su fuerza se reduce en dos durante tres turnos, con una recarga de cuatro.
Haki de Observación al: Rango 6
¡Sí, al fin le habíamos conseguido golpear de forma contundente! Seguramente se había centrado en anularme a mí, que hasta ese momento había sido quien más problemas le había dado. Fuera como fuese, y aunque probablemente mi ataque hubiese resultado algo más efectivo, lo cierto era que Wyrm había demostrado una entrega y un valor inusitados, consiguiendo golpearle. La sangre goteaba desde las heridas que acababa de recibir, pero no esperaba contemplar lo que mis ojos vieron a continuación.
Desde el principio había tenido claro que las habilidades de Procyon iban más allá de las de alguien corriente, pero en ningún momento se me había ocurrido vincularlas a una zoan. Apreté los dientes en señal de incomodidad, pues si hasta el momento había resultado tremendamente difícil acercarnos a él, todo apuntaba a que a partir de ese momento la tarea se tornaría aún más complicada. Y entonces se movió.
Fue todo muy rápido, tanto que cuando quise darme la acción casi había llegado a su fin. La pistola apuntando a la cabeza de Procyon y una voz del más allá susurrándome al oído que mis días estaban cerca de su fin. Pude ver cómo mi cuerpo era atravesado sin clemencia por dos proyectiles, cómo mi vida abandonaba mi cuerpo en un santiamén y mi cuerpo quedaba en el suelo, inerte.
Con la maniobra de distracción de Procyon mi respuesta fue más lenta de lo que debiera haber sido, de forma que pese a que conseguí evitar una de las picas con un salto hacia un lado, la otra atravesó mi hombro izquierdo. La estaca quedó atravesada en esa posición, y enseguida me quedó claro que no podría volver a mover esa extremidad. Acababa de darme cuenta cuando Zuko irrumpió en mi mente. ¿Intercambiar adversarios? ¿Sería capaz de hacerle frente a Sirio en el estado en que me encontraba? Más me valía.
Desde el suelo pude ver cómo el mayor de los hermanos estaba centrado en mi superior y sus demás oponentes, convertido en una infernal bestia capaz de instaurar el miedo en el corazón del más valiente. Ni siquiera tuve tiempo de detenerme a analizar la situación, puesto que tuve claro al instante qué debía hacer. Mi mano sana apuntó hacia la mano de Procyon que sostenía el arma y disparó un único láser con la intención de que el hermano menor no pudiese abrir fuego contra la cabeza de Wyrm. El resto debería depender del propio marine y el siguiente movimiento de Zuko.
Por otro lado, mi cuerpo brilló con fuerza al tiempo que comenzaba a deshacerse, transportándose como un haz luminoso hacia Sirio. En plena trayectoria la corriente lumínica comenzó a disgregarse, dando forma al Baile de las luciérnagas, que quedó suspendido por toda la zona en forma de un sinfín de esferas. Algunas estaban cercanas a la bestia, mientras que otras estaban considerablemente lejos, abarcando un área considerable del campo de batalla. Todas eran yo y yo me encontraba en todas ellas, por lo que mi presencia emanaba de todas y cada.
Buscando darle el menor margen de reacción, una de mis piernas cobró forma desde una de las esferas, imbuida por voluntad y luz volátil. El golpe fue dirigido hacia su espalda baja y, menos de un segundo después, mi brazo derecho emergió de otra posicionada cerca de su cara. Mis dedos se dirigieron a sus ojos, dispuestos a desencadenar una explosión de luz y destrucción cuyo fin era cegar de forma definitiva al azote del archipiélago Sabaody.
Desde el principio había tenido claro que las habilidades de Procyon iban más allá de las de alguien corriente, pero en ningún momento se me había ocurrido vincularlas a una zoan. Apreté los dientes en señal de incomodidad, pues si hasta el momento había resultado tremendamente difícil acercarnos a él, todo apuntaba a que a partir de ese momento la tarea se tornaría aún más complicada. Y entonces se movió.
Fue todo muy rápido, tanto que cuando quise darme la acción casi había llegado a su fin. La pistola apuntando a la cabeza de Procyon y una voz del más allá susurrándome al oído que mis días estaban cerca de su fin. Pude ver cómo mi cuerpo era atravesado sin clemencia por dos proyectiles, cómo mi vida abandonaba mi cuerpo en un santiamén y mi cuerpo quedaba en el suelo, inerte.
Con la maniobra de distracción de Procyon mi respuesta fue más lenta de lo que debiera haber sido, de forma que pese a que conseguí evitar una de las picas con un salto hacia un lado, la otra atravesó mi hombro izquierdo. La estaca quedó atravesada en esa posición, y enseguida me quedó claro que no podría volver a mover esa extremidad. Acababa de darme cuenta cuando Zuko irrumpió en mi mente. ¿Intercambiar adversarios? ¿Sería capaz de hacerle frente a Sirio en el estado en que me encontraba? Más me valía.
Desde el suelo pude ver cómo el mayor de los hermanos estaba centrado en mi superior y sus demás oponentes, convertido en una infernal bestia capaz de instaurar el miedo en el corazón del más valiente. Ni siquiera tuve tiempo de detenerme a analizar la situación, puesto que tuve claro al instante qué debía hacer. Mi mano sana apuntó hacia la mano de Procyon que sostenía el arma y disparó un único láser con la intención de que el hermano menor no pudiese abrir fuego contra la cabeza de Wyrm. El resto debería depender del propio marine y el siguiente movimiento de Zuko.
Por otro lado, mi cuerpo brilló con fuerza al tiempo que comenzaba a deshacerse, transportándose como un haz luminoso hacia Sirio. En plena trayectoria la corriente lumínica comenzó a disgregarse, dando forma al Baile de las luciérnagas, que quedó suspendido por toda la zona en forma de un sinfín de esferas. Algunas estaban cercanas a la bestia, mientras que otras estaban considerablemente lejos, abarcando un área considerable del campo de batalla. Todas eran yo y yo me encontraba en todas ellas, por lo que mi presencia emanaba de todas y cada.
Buscando darle el menor margen de reacción, una de mis piernas cobró forma desde una de las esferas, imbuida por voluntad y luz volátil. El golpe fue dirigido hacia su espalda baja y, menos de un segundo después, mi brazo derecho emergió de otra posicionada cerca de su cara. Mis dedos se dirigieron a sus ojos, dispuestos a desencadenar una explosión de luz y destrucción cuyo fin era cegar de forma definitiva al azote del archipiélago Sabaody.
Hamlet
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Me sentía afortunado de que bajo la armadura no fuera perceptible el tremor que invadía mi cuerpo, ni el castañeteo de mis dientes. El nerviosismo y la ansiedad que se apoderaban de mí eran del todo inusuales, pues jamás había llegado a tales niveles de tensión. El hecho de que nuevamente hubiera logrado acertar un impacto no me calmaba. Sabía que bestias como Sirio y Procyon guardaban numerosos trucos bajo su manga, pero yo ya estaba dando prácticamente todo. Un despiste o desfallecer en el momento más inoportuno podían costarme la vida. Por suerte, esos sentimientos no se reflejaban bajo la armadura. Con ese telón de acero cubriéndome, solo podía ser percibido como un valeroso soldado que había conseguido golpear a dos infames piratas. Y esa percepción podía servirme de protección.
Respiré hondo y recuperé la calma. Tenía que estar concentrado. Mientras volvía a ponerme en guardia, preparado para cualquier situación, observé la batalla desde mi ángulo. Furibundo, Procyon se empezó a transformar en una hórrida bestia, inmensa y feral, que aún sostenía sus temidas pistolas. En el otro lado del campo de batalla, Sirio había logrado deshacerse del subalterno de la Shichibukai, de modo que solo se estaba enfrentando a Kasai y a la corsaria. Sabiendo que pronto iba a tener que golpear de nuevo y reaccionar con velocidad a los cambios en el entorno, controlé el flujo de mi sangre para activar una de mis técnicas.
"Empiezo a cansarme de ustedes", fue lo único que escuché antes de que la bestia llamada Procyon disparase al aire y se moviese rápidamente en mi dirección. Antes siquiera de que pudiera darme cuenta, el cañón de su pistola reposaba contra mi frente, preparado para disparar sin conceder unas últimas palabras.
Traté de reaccionar rápidamente. Vi por el rabillo del ojo como Iulio, ahora herido en el hombro, abandonaba mi lado del campo de batalla para unirse a la refriega contra Sirio. Conociendo al marine, sabía que esto no debía de ser algo que me preocupase. Debía de tener algo en mente. Y, por otro lado, sentí que confiaba en mí -y en el tal Santiago-. En cualquier caso, no me dejó a merced de Procyon, pues le observé disparar un haz de luz contra la mano de aquel engendro.
Confiando en mi compañero, esperaría a que el proyectil impactase en la zarpa de aquel engendro, para justo después aferrarla con mis fortalecidas manos y tirar de ella con toda mi fuerza para separar el cañón de mi cabeza, razonando que no estaría escudado si se mantenía en contacto conmigo para disparar. Inmediatamente tras conseguirlo, deslizaría una mano hasta su codo, aplicando toda mi fuerza en dos direcciones distintas para terminar de inutilizar el brazo y, con suerte, inmovilizarle el tiempo suficiente para que Santiago lograse golpearle. Sería clave que actuase con presteza para que aquel arriesgado movimiento tuviera éxito.
-¡No te será tan fácil, alimaña! -bramé airado y fingiendo confianza mientras intentaba contenerlo en aquella llave-. ¡Te equivocabas, no soy ningún amateur!
Respiré hondo y recuperé la calma. Tenía que estar concentrado. Mientras volvía a ponerme en guardia, preparado para cualquier situación, observé la batalla desde mi ángulo. Furibundo, Procyon se empezó a transformar en una hórrida bestia, inmensa y feral, que aún sostenía sus temidas pistolas. En el otro lado del campo de batalla, Sirio había logrado deshacerse del subalterno de la Shichibukai, de modo que solo se estaba enfrentando a Kasai y a la corsaria. Sabiendo que pronto iba a tener que golpear de nuevo y reaccionar con velocidad a los cambios en el entorno, controlé el flujo de mi sangre para activar una de mis técnicas.
"Empiezo a cansarme de ustedes", fue lo único que escuché antes de que la bestia llamada Procyon disparase al aire y se moviese rápidamente en mi dirección. Antes siquiera de que pudiera darme cuenta, el cañón de su pistola reposaba contra mi frente, preparado para disparar sin conceder unas últimas palabras.
Traté de reaccionar rápidamente. Vi por el rabillo del ojo como Iulio, ahora herido en el hombro, abandonaba mi lado del campo de batalla para unirse a la refriega contra Sirio. Conociendo al marine, sabía que esto no debía de ser algo que me preocupase. Debía de tener algo en mente. Y, por otro lado, sentí que confiaba en mí -y en el tal Santiago-. En cualquier caso, no me dejó a merced de Procyon, pues le observé disparar un haz de luz contra la mano de aquel engendro.
Confiando en mi compañero, esperaría a que el proyectil impactase en la zarpa de aquel engendro, para justo después aferrarla con mis fortalecidas manos y tirar de ella con toda mi fuerza para separar el cañón de mi cabeza, razonando que no estaría escudado si se mantenía en contacto conmigo para disparar. Inmediatamente tras conseguirlo, deslizaría una mano hasta su codo, aplicando toda mi fuerza en dos direcciones distintas para terminar de inutilizar el brazo y, con suerte, inmovilizarle el tiempo suficiente para que Santiago lograse golpearle. Sería clave que actuase con presteza para que aquel arriesgado movimiento tuviera éxito.
-¡No te será tan fácil, alimaña! -bramé airado y fingiendo confianza mientras intentaba contenerlo en aquella llave-. ¡Te equivocabas, no soy ningún amateur!
- Cosas:
- Necrotic Executioner: De forma pasiva, Wyrm mejora considerablemente su capacidad cardíaca. Activamente, Wyrm puede intentar superar los límites que su cuerpo le impone mediante un esfuerzo masivo, a costa de su vitalidad. A efectos prácticos, puede perder 2 rangos de Resistencia obtener un bonificador de un rango a su Fuerza y Velocidad. El efecto durará 2 turnos y tendrá otros tres de recarga. El abuso de esta técnica puede dejar a Wyrm fuera de combate por la extenuación. Al usarla, los vasos sanguíneos de Wyrm toman un color oscuro y sus ojos se inyectan en sangre.
Zuko, puedes ver la frustración grabada en el rostro de Sirio. Estás esquivando cada uno de sus ataques con una facilidad que le hace hervir la sangre. Él, que está usando su técnica más poderosa, no consigue acertar un solo golpe. Su ráfaga se detiene cuando desvías un último puñetazo y contraatacas con un shigan. Como predijiste, este no ha hecho daño alguno. Sin embargo, desde el principio este fue tu propósito…
Pasando a otro plano, Iulio… Disparas tu rayo de luz, consiguiendo dar en el cañón de Procyon, pero su mano está intacta. El arma es empujada y rebota en la pared. Esto provoca que el perro te dedique una mirada de molestia, casi como un niño enojado cuando le quitas su juguete. Continúa pendiente de ti cuando desapareces y te desintegras en una multitud de luces. Apareces justo en la espalda de Sirio y tu patada conecta sólidamente, pero la verdad es que mucho daño no le has hecho. Es sorprendido cuando tus dedos aparecen de una esfera y apuntan a sus ojos, sin embargo, es entonces que una esfera dorada y brillante golpea tu mano: acabas de fallar.
Hamlet, ¿sabes que estás enfrentando a uno de los hombres más peligrosos de toda esta guerra? Vaya que tienes pelotas, así que vamos a ello. Como sabes, te has salvado de que te vuelen los sesos y tienes un aliado capaz de neutralizar los escudos de Procyon, pero ¿qué hay de su velocidad? Mientras todo sucede, ves que tu oponente acaba de crear una esfera dorada en su mano y la lanza hacia la pared. Probablemente no puedas verla, pero esta rebota y rebota y rebota hasta que impacta en la mano de Iulio que intenta cegar a Sirio.
—Hasta que demuestran algo de profesionalismo… Supongo que no todos los marines son unos inútiles, pero es demasiado tarde para esta estrategia. Además, Sirio y yo hemos peleado codo a codo durante mucho tiempo.
Procyon aparece en tu espalda, Hamlet, antes de que puedas agarrarle los brazos. Sabes que estás en problemas, una voz dentro de ti te lo dice, sabes que estás a puertas de la muerte. El pirata se prepara para darte una patada en el hombro, pero una manta de tela detiene el impacto. Ha sido Santiago quien, de alguna forma, te ha salvado la vida. Te grita que no te distraigas, que el combate continúa. Frunce el ceño claramente molesto.
—De acuerdo, lo usaré.
Genera una red de pelotitas amarillas tan bonitas que te dan ganas de tener una, Hamlet. Lanza una de ellas y esta rebota en el suelo. Antes de que te des cuenta, algo te ha golpeado en la espalda. No te ha dolido, pero la sonrisa de Procyon parece indicarte que ha sido solo una probadita. Ahora ha lanzado otra y, nuevamente sin poder darte cuenta, la bola golpea a Santiago en la cabeza. Toma cinco y las vuelve a lanzar.
—¿De dónde vendrá el siguiente golpe?
Por otra parte, Sirio sonríe de oreja a oreja y suelta una carcajada que parece el rugido de un león.
—¡Qué luciérnagas tan bonitas! No sabía que se llevaban bien con las lagartijas —se burla confiado—. ¡A ver si puedes hacer que me duela, luciérnaga!
Sirio, pasando completamente de Luciérnagas, corre hacia Zuko para darle una paliza como tanto le gusta. Es un matón. Parece que está a punto de darte un rodillazo (y tú de esquivarlo, imagino), cuando sientes que algo pequeño pero contundente golpea tu mejilla. Seguramente te habrás dado cuenta de que ha sido una esfera como hecha de oro. Sirio aprovecha el momento de desestabilidad e intenta propinarte un puñetazo en el estómago, pero este se detiene a escasos centímetros de ti. Notas que aprieta el puño y una terrible onda de choque sale disparada en todas direcciones, teniendo la fuerza suficiente para echar abajo una casa de dos plantas.
Pasando a otro plano, Iulio… Disparas tu rayo de luz, consiguiendo dar en el cañón de Procyon, pero su mano está intacta. El arma es empujada y rebota en la pared. Esto provoca que el perro te dedique una mirada de molestia, casi como un niño enojado cuando le quitas su juguete. Continúa pendiente de ti cuando desapareces y te desintegras en una multitud de luces. Apareces justo en la espalda de Sirio y tu patada conecta sólidamente, pero la verdad es que mucho daño no le has hecho. Es sorprendido cuando tus dedos aparecen de una esfera y apuntan a sus ojos, sin embargo, es entonces que una esfera dorada y brillante golpea tu mano: acabas de fallar.
Hamlet, ¿sabes que estás enfrentando a uno de los hombres más peligrosos de toda esta guerra? Vaya que tienes pelotas, así que vamos a ello. Como sabes, te has salvado de que te vuelen los sesos y tienes un aliado capaz de neutralizar los escudos de Procyon, pero ¿qué hay de su velocidad? Mientras todo sucede, ves que tu oponente acaba de crear una esfera dorada en su mano y la lanza hacia la pared. Probablemente no puedas verla, pero esta rebota y rebota y rebota hasta que impacta en la mano de Iulio que intenta cegar a Sirio.
—Hasta que demuestran algo de profesionalismo… Supongo que no todos los marines son unos inútiles, pero es demasiado tarde para esta estrategia. Además, Sirio y yo hemos peleado codo a codo durante mucho tiempo.
Procyon aparece en tu espalda, Hamlet, antes de que puedas agarrarle los brazos. Sabes que estás en problemas, una voz dentro de ti te lo dice, sabes que estás a puertas de la muerte. El pirata se prepara para darte una patada en el hombro, pero una manta de tela detiene el impacto. Ha sido Santiago quien, de alguna forma, te ha salvado la vida. Te grita que no te distraigas, que el combate continúa. Frunce el ceño claramente molesto.
—De acuerdo, lo usaré.
Genera una red de pelotitas amarillas tan bonitas que te dan ganas de tener una, Hamlet. Lanza una de ellas y esta rebota en el suelo. Antes de que te des cuenta, algo te ha golpeado en la espalda. No te ha dolido, pero la sonrisa de Procyon parece indicarte que ha sido solo una probadita. Ahora ha lanzado otra y, nuevamente sin poder darte cuenta, la bola golpea a Santiago en la cabeza. Toma cinco y las vuelve a lanzar.
—¿De dónde vendrá el siguiente golpe?
Por otra parte, Sirio sonríe de oreja a oreja y suelta una carcajada que parece el rugido de un león.
—¡Qué luciérnagas tan bonitas! No sabía que se llevaban bien con las lagartijas —se burla confiado—. ¡A ver si puedes hacer que me duela, luciérnaga!
Sirio, pasando completamente de Luciérnagas, corre hacia Zuko para darle una paliza como tanto le gusta. Es un matón. Parece que está a punto de darte un rodillazo (y tú de esquivarlo, imagino), cuando sientes que algo pequeño pero contundente golpea tu mejilla. Seguramente te habrás dado cuenta de que ha sido una esfera como hecha de oro. Sirio aprovecha el momento de desestabilidad e intenta propinarte un puñetazo en el estómago, pero este se detiene a escasos centímetros de ti. Notas que aprieta el puño y una terrible onda de choque sale disparada en todas direcciones, teniendo la fuerza suficiente para echar abajo una casa de dos plantas.
Era como golpear una y otra vez un muro de hormigón con un churro de gomaespuma, fuera lo que fuese ese churro de gomaespuma. Por un lado, golpear a uno de los hermanos resultaba una tarea casi imposible a la que debía dedicar más esfuerzos de los que habitualmente estaba dispuesto a realizar. Por otro lado, el más bestial de los dos ni siquiera se molestaba en considerar la opción de verse afectado por mis ofensivas.
Los últimos lances se habían resuelto de un modo no demasiado propicio para nosotros, pues daba la sensación de que jamás podríamos derrotar a aquella pareja de hermanos que habían decidido hacerse con el archipiélago... Pero ¿qué iría después? Después de Sabaody cualquier isla o enclave podría ser su siguiente objetivo, y otro después de ése. ¿Volveríamos a tener una oportunidad de pararles los pies? A saber, pero aguardar para comprobarlo no parecía la mejor de las opciones.
Aparté mis fugaces cavilaciones de la mente justo para comprobar que el enemigo parecía haber decidido ignorarme. Confiaba en que ésa fuese la peor decisión que hubiesen podido tomar, ya que consideraba que había llegado el momento de desplegar un arsenal mucho más... contundente. ¿Que por qué no lo había hecho antes? Quizás por sobrestimar mis capacidades; tal vez por infravalorar las del enemigo; puede que por aguardar a que el repliegue estuviese garantizado. De cualquier modo, viendo que la retirada de nuestras tropas se iba consumando y cada vez nos quedábamos más aislados, no había por qué demorarlo más.
En primer lugar dejé que mis manos cobraran forma a partir de dos de las luciérnagas que flotaban en la zona, emergiendo de los dedos de cada una de ellas una serie de láseres puntiagudos de luz tangible con los que pretendía ensartar las caprichosas esferas de Procyon en las paredes. Si lo conseguiría o no era algo que por el momento no podía saber, pero teníamos una estrategia que consumar y yo un chucho al que chamuscar el pelaje.
Acompañé a Sirio en su recorrido hasta Zuko, dejando que mi pierna cobrase forma una vez más junto a una ingente cantidad de luz concentrada. Tan sólo un par de segundos eran suficientes para preparar el disparo, y había procurado mantenerme a suficiente distancia como para que no pudiese alcanzarme de un simple manotazo. Shining Bullet nació con el doble del calibre de mi pierna y fue dirigida hacia la cabeza de Sirio, no tardando en volver a perder su forma para quedar suspendida cual luciérnaga.
Esperaba que Zuko pudiese zafarse del envite de Sirio para, tal y como habíamos planeado, lanzarse a por Procyon. De cualquier modo Wyrm contaba con el respaldo de Santiago, por lo que confiaba en que hasta en el peor de los casos podría aguantar hasta que alguno de nosotros acudiese a echarle una mano.
Los últimos lances se habían resuelto de un modo no demasiado propicio para nosotros, pues daba la sensación de que jamás podríamos derrotar a aquella pareja de hermanos que habían decidido hacerse con el archipiélago... Pero ¿qué iría después? Después de Sabaody cualquier isla o enclave podría ser su siguiente objetivo, y otro después de ése. ¿Volveríamos a tener una oportunidad de pararles los pies? A saber, pero aguardar para comprobarlo no parecía la mejor de las opciones.
Aparté mis fugaces cavilaciones de la mente justo para comprobar que el enemigo parecía haber decidido ignorarme. Confiaba en que ésa fuese la peor decisión que hubiesen podido tomar, ya que consideraba que había llegado el momento de desplegar un arsenal mucho más... contundente. ¿Que por qué no lo había hecho antes? Quizás por sobrestimar mis capacidades; tal vez por infravalorar las del enemigo; puede que por aguardar a que el repliegue estuviese garantizado. De cualquier modo, viendo que la retirada de nuestras tropas se iba consumando y cada vez nos quedábamos más aislados, no había por qué demorarlo más.
En primer lugar dejé que mis manos cobraran forma a partir de dos de las luciérnagas que flotaban en la zona, emergiendo de los dedos de cada una de ellas una serie de láseres puntiagudos de luz tangible con los que pretendía ensartar las caprichosas esferas de Procyon en las paredes. Si lo conseguiría o no era algo que por el momento no podía saber, pero teníamos una estrategia que consumar y yo un chucho al que chamuscar el pelaje.
Acompañé a Sirio en su recorrido hasta Zuko, dejando que mi pierna cobrase forma una vez más junto a una ingente cantidad de luz concentrada. Tan sólo un par de segundos eran suficientes para preparar el disparo, y había procurado mantenerme a suficiente distancia como para que no pudiese alcanzarme de un simple manotazo. Shining Bullet nació con el doble del calibre de mi pierna y fue dirigida hacia la cabeza de Sirio, no tardando en volver a perder su forma para quedar suspendida cual luciérnaga.
Esperaba que Zuko pudiese zafarse del envite de Sirio para, tal y como habíamos planeado, lanzarse a por Procyon. De cualquier modo Wyrm contaba con el respaldo de Santiago, por lo que confiaba en que hasta en el peor de los casos podría aguantar hasta que alguno de nosotros acudiese a echarle una mano.
Hayden Ashworth
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Antes siquiera de poder centrar su atención en Procyon, pudo ver como el ataque de Iulio hacia Sirio había tenido poco efecto. Sin embargo, seguía teniendo cierta confianza en la velocidad de la luz de la que el joven marine hacía gala. Aún así, tras aquel pequeño intercambio de golpes, su mente dejó de estar en blanco. El aura plateada dejó de rodearlo casi de inmediato, siendo incapaz el dragón de mantener abierta la Quinta Puerta del Chi durante más tiempo debido a la gran cantidad de energía que debió gastar tan solo para esquivar los golpes de Sirio, reduciendo a segundos el tiempo que podía mantener aquella técnica.
No todo estaba perdido. Sirio parecía seguir teniendo su atención puesta en el dragón, lo que significaba que menos golpes potentes dedicaría a Iulio. Vio como este lo siguió cuando el perro fue directo hacia Zuko, que se colocó en posición para encajar el golpe de la mejor manera que pueda. Sin embargo, su concentración murió en cuanto fue golpeado en la cara por... algo. ¿Metal? No fue excesivamente doloroso, pero fue lo suficiente como para desconectar su concentración durante medio segundo. Ya tenía a Sirio delante.
Su cuerpo empezó a rodearse de duras escamas justo antes de salir disparado hacia atrás por el golpe. Sus pies no se levantaron del suelo, pero fueron arrastrados por el mismo, dejando un surco y grietas de varios metros de distancia alejados de Sirio. Tomó aire cuando se detuvo. En aquel instante, su cuerpo estaba rodeado al completo de escamas de un color naranja metalizado. Las escamas eran mucho más notorias que en su forma híbrida y su altura no había cambiado, a diferencia de la susodicha forma. Aquellas escamas le ofrecían una defensa mayor que las normales, mientras que su agilidad y velocidad se ven reducidas en sacrificio. El Dragón Multi-acorazado.
Le había dolido el golpe, habiéndole cortado la respiración haciendo que en aquel momento tuviese que respirar con profundidad para recuperarse. Su cuerpo emitía una temperatura constante de mil quinientos grados, levantando vapor a su alrededor, pero dudaba que hubiese pasado el tiempo suficiente como para que Sirio siquiera lo sintiese. ¿Dónde demonios estaba Layla? ¿Seguía viva? La buscó con la mente solo por intentar comprobar su estado a la vez que las escamas desaparecían y volvía a su forma humana.
Apretó los puños y dio un grito justo cuando un aura dorada explotaba a su alrededor, agrietando el suelo bajo sus pies y hundiéndose un par de centímetros. Su pelo era ahora dorado y picudo. Echó el puño hacia atrás a la vez que este se volvía negro con el haki con un endurecimiento forzado más allá de sus posibilidades. A su vez, el fuego rodeó su brazo. Se impulsó hacia delante expulsando fuego por los pies hacia Sirio, alzando el puño, sin embargo, antes de llegar a él, desapareció de su vista.
Apareció justo al lado de Procyon y, sin perder un solo segundo de reacción que pudiese utilizar, dirigió un fuerte puñetazo potenciado por su Dragón Interior a la sien del pirata.
No todo estaba perdido. Sirio parecía seguir teniendo su atención puesta en el dragón, lo que significaba que menos golpes potentes dedicaría a Iulio. Vio como este lo siguió cuando el perro fue directo hacia Zuko, que se colocó en posición para encajar el golpe de la mejor manera que pueda. Sin embargo, su concentración murió en cuanto fue golpeado en la cara por... algo. ¿Metal? No fue excesivamente doloroso, pero fue lo suficiente como para desconectar su concentración durante medio segundo. Ya tenía a Sirio delante.
Su cuerpo empezó a rodearse de duras escamas justo antes de salir disparado hacia atrás por el golpe. Sus pies no se levantaron del suelo, pero fueron arrastrados por el mismo, dejando un surco y grietas de varios metros de distancia alejados de Sirio. Tomó aire cuando se detuvo. En aquel instante, su cuerpo estaba rodeado al completo de escamas de un color naranja metalizado. Las escamas eran mucho más notorias que en su forma híbrida y su altura no había cambiado, a diferencia de la susodicha forma. Aquellas escamas le ofrecían una defensa mayor que las normales, mientras que su agilidad y velocidad se ven reducidas en sacrificio. El Dragón Multi-acorazado.
Le había dolido el golpe, habiéndole cortado la respiración haciendo que en aquel momento tuviese que respirar con profundidad para recuperarse. Su cuerpo emitía una temperatura constante de mil quinientos grados, levantando vapor a su alrededor, pero dudaba que hubiese pasado el tiempo suficiente como para que Sirio siquiera lo sintiese. ¿Dónde demonios estaba Layla? ¿Seguía viva? La buscó con la mente solo por intentar comprobar su estado a la vez que las escamas desaparecían y volvía a su forma humana.
Apretó los puños y dio un grito justo cuando un aura dorada explotaba a su alrededor, agrietando el suelo bajo sus pies y hundiéndose un par de centímetros. Su pelo era ahora dorado y picudo. Echó el puño hacia atrás a la vez que este se volvía negro con el haki con un endurecimiento forzado más allá de sus posibilidades. A su vez, el fuego rodeó su brazo. Se impulsó hacia delante expulsando fuego por los pies hacia Sirio, alzando el puño, sin embargo, antes de llegar a él, desapareció de su vista.
Apareció justo al lado de Procyon y, sin perder un solo segundo de reacción que pudiese utilizar, dirigió un fuerte puñetazo potenciado por su Dragón Interior a la sien del pirata.
- Cositas:
Utilizo esto para tanquear el golpe:
Nombre de la técnica: Modo Dragón Multi-Acorazado (MDMA)
Categoría: Épica
Naturaleza: Akuma no mi
Descripción: Su cuerpo apenas ha aumentado de tamaño con respecto a su forma humana, pero está completamente repleto de escamas muy resistentes. El color de esas escamas es de un color naranja herrumbre, que se encuentran constantemente a 1500 ºC, por lo que resulta una gran defensa al contacto. Del mismo modo, en este estado su resistencia aumenta en dos rangos, mientras que su agilidad se ve mermada en un rango. Puede tener esta forma activa durante tres turnos, aunque necesitará esperar otros cinco para volver a usarla.
Resistencia: 9 + 2 (Gran Sierpe) +2 (MDMA) = 13
Después de desactivar eso activo el Dragón Interior:
Nombre de la técnica: Dragón Interior
Categoría: Épica
Naturaleza: Akuma no mi
Descripción: El usuario recibe, de forma temporal, sube un rango a fuerza y resistencia durante un tiempo limitado. Sus fuego de dragón también se ve mejorado. Cuando pasa a este modo, un aura dorada recorre el cuerpo de Zuko y hace que su pelo se vuelva dorado y brillante, poniéndose de punta. [3 Post de Duración y 3 de cooldown]
Fuerza: 11 + 2 (Gran Sierpe) + 1 (Dragón Interior) = 14
Resistencia: 9 + 2 (Gran Sierpe) + 1 (Dragón Interior) = 12
Y golpeó a Procyon
Hamlet
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-¿Cómo...? -no pude evitar decir cuando Procyon se desvaneció frente a mí.
Iulio me había vuelto a salvar, eso era cierto. Pero eso no significaba en absoluto que hubiera alcanzado una posición ventajosa. De hecho, ahora me veía enfrentado a un nuevo problema. Raudo como era, el pirata se había colocado en mi retaguardia, deseoso de asestarme un incapacitante ataque a la espalda. Incluso con la armadura, sabía que eso iba a doler. Por unos instantes, mi mente se alejó del campo de batalla y se distrajo calculando si este golpe sería más poderoso que el que me dio Arribor Neus hacía ya tanto tiempo en Gray Rock.
Mas nuevamente fui salvado, esta vez, por el tal Santiago, que haciendo uso de sus habilidades bloqueó el golpe. Traté de agradecérselo con un breve asentimiento. No podría haber bloqueado el puntapié en ningún caso. Aprovechando el momento, me giré para encarar a la bestia abominable que era aquel filibustero, gruñendo por la frustración.
Pude observar a Procyon creando unas veloces esferas que rebotaban en todas partes, y llegué a ser golpeado por una de ellas en la espalda. Me hizo más daño el susto que la propia bola, pero enseguida supe que aquel golpe solo había sido una forma de medir la potencia del ataque. Miré a todas partes ansioso, sin saber por dónde vendría el siguiente impacto. Noté mi frente perlada de fríos sudores, y no dejaba de intentar anticiparme a las esferas, por rápidas que fueran.
Me estaba forzando a actuar impulsivamente, o, al menos, eso era lo que creía. Pensé que Procyon esperaría que pudiera evitar una o dos, pero que las otras tres me impactarían de cualquier modo, incluso con la protección de Santiago, que también tenía que velar por su propia seguridad. Procyon no se equivocaría al pensar eso, mis reflejos apenas me servirían para evitar un par de ataques. ¿Planeaba dividir los proyectiles para impactar a ambos? ¿Preferiría quitarse de encima a la persona que le encaraba directamente o a la que perjudicaba sus defensas?
"Atento, Santiago" pensé. "Mantente esquivo y asísteme con tus artimañas."
-¡Espero que esas bolas sirvan para algo más que para hacer bonito! -exclamé, en tono provocativo.
Sabía que Procyon no era una persona fácil de provocar, y que no me tenía ningún miedo. Aun así, tenía que intentar centrar sus ataques en mí para mantener a Santiago a salvo. Si caía frente a mis provocaciones y tenía un mínimo indicio de que sus proyectiles se acercaban en mi dirección -incluso si ese indicio venía por una única esfera-, expulsaría mi energía en un estallido a mi alrededor, tratando de repelerlas, para luego cargar contra Procyon ayudado por los cohetes de mi armadura y golpearle tantas veces como fuera posible. Si realmente llamaba su atención, Santiago podría centrarse en deshacer sus defensas. Solo necesitaba que esto funcionara y podría así empezar a debilitar a aquel monstruo.
Iulio me había vuelto a salvar, eso era cierto. Pero eso no significaba en absoluto que hubiera alcanzado una posición ventajosa. De hecho, ahora me veía enfrentado a un nuevo problema. Raudo como era, el pirata se había colocado en mi retaguardia, deseoso de asestarme un incapacitante ataque a la espalda. Incluso con la armadura, sabía que eso iba a doler. Por unos instantes, mi mente se alejó del campo de batalla y se distrajo calculando si este golpe sería más poderoso que el que me dio Arribor Neus hacía ya tanto tiempo en Gray Rock.
Mas nuevamente fui salvado, esta vez, por el tal Santiago, que haciendo uso de sus habilidades bloqueó el golpe. Traté de agradecérselo con un breve asentimiento. No podría haber bloqueado el puntapié en ningún caso. Aprovechando el momento, me giré para encarar a la bestia abominable que era aquel filibustero, gruñendo por la frustración.
Pude observar a Procyon creando unas veloces esferas que rebotaban en todas partes, y llegué a ser golpeado por una de ellas en la espalda. Me hizo más daño el susto que la propia bola, pero enseguida supe que aquel golpe solo había sido una forma de medir la potencia del ataque. Miré a todas partes ansioso, sin saber por dónde vendría el siguiente impacto. Noté mi frente perlada de fríos sudores, y no dejaba de intentar anticiparme a las esferas, por rápidas que fueran.
Me estaba forzando a actuar impulsivamente, o, al menos, eso era lo que creía. Pensé que Procyon esperaría que pudiera evitar una o dos, pero que las otras tres me impactarían de cualquier modo, incluso con la protección de Santiago, que también tenía que velar por su propia seguridad. Procyon no se equivocaría al pensar eso, mis reflejos apenas me servirían para evitar un par de ataques. ¿Planeaba dividir los proyectiles para impactar a ambos? ¿Preferiría quitarse de encima a la persona que le encaraba directamente o a la que perjudicaba sus defensas?
"Atento, Santiago" pensé. "Mantente esquivo y asísteme con tus artimañas."
-¡Espero que esas bolas sirvan para algo más que para hacer bonito! -exclamé, en tono provocativo.
Sabía que Procyon no era una persona fácil de provocar, y que no me tenía ningún miedo. Aun así, tenía que intentar centrar sus ataques en mí para mantener a Santiago a salvo. Si caía frente a mis provocaciones y tenía un mínimo indicio de que sus proyectiles se acercaban en mi dirección -incluso si ese indicio venía por una única esfera-, expulsaría mi energía en un estallido a mi alrededor, tratando de repelerlas, para luego cargar contra Procyon ayudado por los cohetes de mi armadura y golpearle tantas veces como fuera posible. Si realmente llamaba su atención, Santiago podría centrarse en deshacer sus defensas. Solo necesitaba que esto funcionara y podría así empezar a debilitar a aquel monstruo.
- Técnicas:
- Nombre de la técnica: Ira de los Funcionarios
Naturaleza de la técnica: Espiritual
Categoría: Mítica
Descripción de la técnica: Wyrm grita con ira incontrolable, emitiendo una explosión de energía de cinco metros de radio a partir de su cuerpo. Esta energía se percibe como fría y sumamente destructiva, aunque de naturaleza punitiva y no meramente caótica.
Tiempo de canalización: 1 segundo
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