Reglas del enfrentamiento:
» Comienza el jugador.
» Salto de turno al jugador cada 48 horas.
» Salto de turno al moderador cada 72 horas.
» Si el jugador gana, regresa al capítulo.
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- Moderación:
- —Tus problemas me los paso por toda la punta de lo que se llama pene —te responde así de primeras mientras te levanta el dedo del medio—. Me da igual si te molestan mis muñecas, reineta, me importa una mierda que quieras ir a ver al patrón. Y encima… ¿Qué? ¿Enfrentándote a una mujer?
Bueno, creo que la traición no se la esperado nadie. Una de las chicas de Bunny, sin ninguna expresión en el rostro, camina hacia la posición señalada. Mira hacia todos lados, busca en todos los posibles escondites aledaños, pero no encuentra nada. Has traicionado a la espía del señor Komaroff, has intentado venderla a uno de los hombres de Banners. Sin embargo, para ser considerado un auténtico hijo de puta tienes que estar un paso por delante de la gente.
—Escúchame lo que te voy a decir, cara caimán, te estaba llevando a una trampa para secuestrarte e interrogarte. ¿Se suponía que debía creerme el cuento del agente gyojin? No porque vaya sin pantalones significa que las neuronas no me funcionan —te dice mientras la otra chica vuelve rápidamente; si te fijas, ni siquiera está tocando el suelo, sino deslizándose sobre el aire—. Te hacen falta veinte vidas para mentirle a un pro como yo.
Bunny saca un machete de estos que usan los cocineros orientales (un cuchillo de cocina, mejor dicho) y carga hacia ti frontalmente. Las chicas le acompañan, pero ninguna toca el suelo. A cinco metros se detiene y traza un corte horizontal y una onda cortante en forma de media luna se proyecta hacia delante, saliendo disparada y buscando tu estómago. Al mismo tiempo que Bunny realiza su ataque, las muñecas te intentan rodear (cada una por un flanco). La del flanco derecho te lanzará desde la boca una nube de gas verde pestilente, mientras que la del flanco izquierdo intentará cortarte con la mano a la altura del cuello. Sí, con la mano.
Kaito Takumi
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Kaito había tenido en cuenta cada uno de los ciento trenta y siete posibles escenarios que había trazado en su cerebro, y nada más empezó aquel espantajo a hablar continuó recalculando; limitando el subconjunto de horribles probabilidades que le tocaría vivir.
Al moverse aquella cosa sin vida que imitaba la carne que tanto amaba comer, el pelirrojo midió su oportunidad. ¿Debía atacar? ¿Debía aprovechar aquel instante en el que el espantapájaros se movía? Bueno, quizás debería haberlo hecho, pero quería ver y observar aquella cosa. Simplemente se movió a un lado, precavido, no dando la espalda al muchacho ni ninguna de las cáscaras vacías de vida. Siempre le había gustado mirar.
—Muñecas...—repitió su boca, reclamando parte de los pensamientos como una tranquila reverberación tan vacía de vida como aquellos títeres.
Mas pronto más rancios comentarios exigieron su atención. Aquel siervo de Banners desveló su plan, la falta de exito del del pulpo y excusó que su aspecto nada tenía que ver con su verdadero poderío.
¿Pero no podríamos decir lo mismo de nuestro pulpo? ¿Acaso no había ido de traspiés en traspiés -o lo que quiera que sea su equivalente- para dar aquella sensación de inútil desdeñado? ¡¿Cómo no íbamos todos a pensar que lo era?! Hasta este humilde narrador tiene aún sus dudas.
—Ey, ey...Ey—dijo negando con cabeza y manos, retrocediendo un poco, con esa calma impoluta y clara como el agua de un profundo mar—. ¿Qué me estás contando? Yo no he dicho nada de agentes —Tal había sido su cuidado para no romper la ley; evadiéndose de toda culpa al haber presupuesto otros algo que él no había dicho. Listo, muy listo... así era el pulpo—. Y soy un ningyo, puñetas.
Con su mantra a flor de piel, Kaito estaba preparado para hacer frente a aquel hombre allí mismo. Tenía agua, tenía su arma en los rejos y su tridente en las manos. Y tenía con él una cosa aún más importante y peligrosa: su intranquila calma.
Vacío de todo sentimiento tanto o más que la marionetas, Kaito midió con exactitud el alcance de la intención de su enemigo. Lo hizo, sí, y extendiendo el mango frente al corte fue a pararlo para retrasar su avance lo suficiente como para tener una oportunidad propia de dar su golpe letal.
Mas erró en estimar su potencia.
Sí, quizás la onda fue detenida allá donde tocó el duro metal del tridente, ¿pero y el resto? Siendo la primera vez que se enfrentaba a aquella habilidad, Kaito no creyó que el resto de la onda continuaría su avance, doblándose en el punto de inflexión para morder destrozando su carne... y su calma.
El dolor le recorrió por completo impidiéndole siquiera gritar y apenas moverse salvo para ir cayendo al suelo. Su consciencia desapareció un instante, y desprovisto de todo razocinio afloró en él un único concepto.
Huir.
Y jamás debe subestimarse a un hijo del mar cuya ascendencia refleja tan bien aquel acto a veces tan justo y necesario. Especialmente cuando la ausencia de rodillas le permiten moverse igual de bien en cualquier dirección.
Dejando atrás una explosión de tinta con un olor tan cobarde como el de su propia alma y un alarido tan cómico como triste, Kaito puso rápidamente una distancia digna del más veloz de los corredores entre él y su -posiblemente más que manchado- enemigo.
¿Eso es...? ¿Eso es caca y pis lo que hay mezclados ahí también? Sí. Sí que lo eran. Y de no ser por lo tenso de sus otros músculos habría dejado alli sus armas conjunto a todo rastro de dignidad.
—No, no, no, no—dijo presa del frenesí de las heridas que comenzaban a cerrar—. ¡No, no, no!
Corría y corría todo lo que sus patas le permitían buscando el dulce refugio que como cobarde y ruin parásito tanto ansiaba.
—¡Déjame en paz! ¡Yo no lucho!—lloriqueó mirando atrás mientras seguía el camino hacia su fría salvación.
Pero él sí.
Al moverse aquella cosa sin vida que imitaba la carne que tanto amaba comer, el pelirrojo midió su oportunidad. ¿Debía atacar? ¿Debía aprovechar aquel instante en el que el espantapájaros se movía? Bueno, quizás debería haberlo hecho, pero quería ver y observar aquella cosa. Simplemente se movió a un lado, precavido, no dando la espalda al muchacho ni ninguna de las cáscaras vacías de vida. Siempre le había gustado mirar.
—Muñecas...—repitió su boca, reclamando parte de los pensamientos como una tranquila reverberación tan vacía de vida como aquellos títeres.
Mas pronto más rancios comentarios exigieron su atención. Aquel siervo de Banners desveló su plan, la falta de exito del del pulpo y excusó que su aspecto nada tenía que ver con su verdadero poderío.
¿Pero no podríamos decir lo mismo de nuestro pulpo? ¿Acaso no había ido de traspiés en traspiés -o lo que quiera que sea su equivalente- para dar aquella sensación de inútil desdeñado? ¡¿Cómo no íbamos todos a pensar que lo era?! Hasta este humilde narrador tiene aún sus dudas.
—Ey, ey...Ey—dijo negando con cabeza y manos, retrocediendo un poco, con esa calma impoluta y clara como el agua de un profundo mar—. ¿Qué me estás contando? Yo no he dicho nada de agentes —Tal había sido su cuidado para no romper la ley; evadiéndose de toda culpa al haber presupuesto otros algo que él no había dicho. Listo, muy listo... así era el pulpo—. Y soy un ningyo, puñetas.
Con su mantra a flor de piel, Kaito estaba preparado para hacer frente a aquel hombre allí mismo. Tenía agua, tenía su arma en los rejos y su tridente en las manos. Y tenía con él una cosa aún más importante y peligrosa: su intranquila calma.
Vacío de todo sentimiento tanto o más que la marionetas, Kaito midió con exactitud el alcance de la intención de su enemigo. Lo hizo, sí, y extendiendo el mango frente al corte fue a pararlo para retrasar su avance lo suficiente como para tener una oportunidad propia de dar su golpe letal.
Mas erró en estimar su potencia.
Sí, quizás la onda fue detenida allá donde tocó el duro metal del tridente, ¿pero y el resto? Siendo la primera vez que se enfrentaba a aquella habilidad, Kaito no creyó que el resto de la onda continuaría su avance, doblándose en el punto de inflexión para morder destrozando su carne... y su calma.
El dolor le recorrió por completo impidiéndole siquiera gritar y apenas moverse salvo para ir cayendo al suelo. Su consciencia desapareció un instante, y desprovisto de todo razocinio afloró en él un único concepto.
Huir.
Y jamás debe subestimarse a un hijo del mar cuya ascendencia refleja tan bien aquel acto a veces tan justo y necesario. Especialmente cuando la ausencia de rodillas le permiten moverse igual de bien en cualquier dirección.
Dejando atrás una explosión de tinta con un olor tan cobarde como el de su propia alma y un alarido tan cómico como triste, Kaito puso rápidamente una distancia digna del más veloz de los corredores entre él y su -posiblemente más que manchado- enemigo.
¿Eso es...? ¿Eso es caca y pis lo que hay mezclados ahí también? Sí. Sí que lo eran. Y de no ser por lo tenso de sus otros músculos habría dejado alli sus armas conjunto a todo rastro de dignidad.
—No, no, no, no—dijo presa del frenesí de las heridas que comenzaban a cerrar—. ¡No, no, no!
Corría y corría todo lo que sus patas le permitían buscando el dulce refugio que como cobarde y ruin parásito tanto ansiaba.
—¡Déjame en paz! ¡Yo no lucho!—lloriqueó mirando atrás mientras seguía el camino hacia su fría salvación.
Pero él sí.
- Cosicas:
- Pues he usado un movimiento de mi estilo de lucha para hacer explotar el "agua" que piso, que basicamente es la que se me cae que llevaba en lo alto porque obviamente no puedo mantener el control cuando me cortan el fking pecho. + tinta en modo caca. + mi pu de huir como un desgraciado al doble de mi velocidad normal (Que ya son tiers).
Ah y regeneración pulpera es la pera.
Creo que es bastante asumible que corro lo suficiente -y que el nota ve que me va a matar como para querer rebentarme todavía mas en vez de llevarme vivo- como para haberlo puesto así, pero si no decidme que cuelo intentós a mansalva**.
Creo yo que me da para esquivar al nota y a sus marionetas tras el primer chascaflús
Btw SIGO en el combate, esto es una mera preparatoria
Bunny es un hombre listo, mucho más de lo que tú crees. Y por ningún motivo dejaría que huyas, no, no, no. Las muñecas se alejan rápidamente del charco de tinta que dejas a tu huida, mientras que tu oponente se queda quieto. Al parecer no le hace falta moverse de dónde está para atacarte. Cada muñeca traza una trayectoria parabólica a una velocidad endiablada, de hecho, apenas puedes seguirlas con la mirada. Ambas “chicas” te atacan al mismo tiempo. La del flanco derecho realiza un imperceptible movimiento con el dedo, lanzando una bala de aire comprimido. La del flanco izquierdo abre la boca y un cañón aparece de esta, disparándote un chorro de fuego.
—No sé quién eres ni lo que buscas, pero no vas a meterte en los planes del patrón —te espeta Bunny desde su posición, manteniéndose lejos de ti, observando cada movimiento que haces.
Por cierto, una cosa verde se te ha pegado en el hombro. Ahora mismo no supone ningún problema para ti, es más, ni siquiera lo sientes, pero quién sabe lo que vaya a suceder más adelante… Y no, no sale con agua.
—No sé quién eres ni lo que buscas, pero no vas a meterte en los planes del patrón —te espeta Bunny desde su posición, manteniéndose lejos de ti, observando cada movimiento que haces.
Por cierto, una cosa verde se te ha pegado en el hombro. Ahora mismo no supone ningún problema para ti, es más, ni siquiera lo sientes, pero quién sabe lo que vaya a suceder más adelante… Y no, no sale con agua.
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Todo parecía ir mal para Kaito. Poco le había importado al titiritero mancharse de pies a cabeza, mas se preocupó en gran medida de que sus bellas creaciones, sus hermosas muñecas, no quedasen empapadas de aquella burda inmundicia. No, sus letales y mortíferas piezas de arte solo se enjuagarian de la sangre de aquel bichejo que había pretendido ser más listo que él.
Una mirada a un lado y al otro le bastaron al pulpo para cerciorarse de su peliaguda situación. Presa del pánico y del dolor, sus sentidos se agudizaron y sus pupilas se dilataron hacia los lados aumentando su campo de visión. Pero por mucho que viese las cosas más lento, y quizás en mayor amplitud, sus sentidos seguían siendo los que eran. No; él podía estar acostumbrado a ver muchas cosas, y de hecho quizás sería capaz de darse cuenta de muchas más que otros que no podrían, pero desde luego una pistola-dedo no estaba entre esas. No cuando había una boca abierta de par en par que llamaba mucho más la atención.
—¡Bueno, Bueno! —dijo, en un tono extraño y amable.
¿Acaso se estaba mofando de su rival? Bueno, de poco le duró aquello al sentir el golpe que no vio venir. Incrustándose en su costado como el más doloroso de los puñetazos, Kaito se dobló sufriendo aquel proyectil gaseoso en toda su gloria. Aquello, además, conllevó un cuantioso retraso en su plan.
¿El resultado? Kaito doblado hacia delante, casi caido, gacho y expuesto sin otra que darle la espalda a las llamas demasiado rápidas ya como para detenerlas. Le golpearon. Lamieron su espalda mientras él no podía hacer otra cosa que seguir doblado, tenso, expuesto a aquella diferencia de poderes. Sin poder hacer otra cosa que seguir retorciéndose por y gracias al dolor.
Qué visión más lastimera.
Mas su plan, a diferencia de él, no se había detenido en absoluto.
—¡Ring Slash!—bramó ejecutando la técnica.
Y aquel guiñapo negro y en llamas se sacudió girando para intentar cortar todo su alrededor con su mortífero aparato. ¿Quemado? No. No más que moralmente. Su túnica habiá repelido a la perfección del ataque de las llamas, tanto mejor como repelía el agua.
¿Pero se detuvo a ver los destrozos de su técnica? No. Siguió corriendo, pivotando. Siguió adelante, girando hacia un lado dispuesto a testar el alcance, la atención y la tenacidad de aquel hombre manchado. Necesitaba ganar tiempo, pues sabía bien que nunca había tenido ni una pizca de suerte.
—¡Lento, Lento! —coreó, casi como advertencia o precaución.
¿Más burlas? ¿¡Más aún?!
¿Pero cuánto tiempo tenía? Para él aquella era una batalla de desgaste, una que desde luego no podía ganar si no salía pronto del rango de ataque de Bunny. ¿Pero qué más podía hacer?
A fin de cuentas cada uno pelea como puede, como sabe, como su alma y su esencia le dictan. Y cada uno de los actores de aquella batalla no podía hacer otra cosa que seguir sus instintos, aunque estos fueran guiados hacia un propósito claro.
Una mirada a un lado y al otro le bastaron al pulpo para cerciorarse de su peliaguda situación. Presa del pánico y del dolor, sus sentidos se agudizaron y sus pupilas se dilataron hacia los lados aumentando su campo de visión. Pero por mucho que viese las cosas más lento, y quizás en mayor amplitud, sus sentidos seguían siendo los que eran. No; él podía estar acostumbrado a ver muchas cosas, y de hecho quizás sería capaz de darse cuenta de muchas más que otros que no podrían, pero desde luego una pistola-dedo no estaba entre esas. No cuando había una boca abierta de par en par que llamaba mucho más la atención.
—¡Bueno, Bueno! —dijo, en un tono extraño y amable.
¿Acaso se estaba mofando de su rival? Bueno, de poco le duró aquello al sentir el golpe que no vio venir. Incrustándose en su costado como el más doloroso de los puñetazos, Kaito se dobló sufriendo aquel proyectil gaseoso en toda su gloria. Aquello, además, conllevó un cuantioso retraso en su plan.
¿El resultado? Kaito doblado hacia delante, casi caido, gacho y expuesto sin otra que darle la espalda a las llamas demasiado rápidas ya como para detenerlas. Le golpearon. Lamieron su espalda mientras él no podía hacer otra cosa que seguir doblado, tenso, expuesto a aquella diferencia de poderes. Sin poder hacer otra cosa que seguir retorciéndose por y gracias al dolor.
Qué visión más lastimera.
Mas su plan, a diferencia de él, no se había detenido en absoluto.
—¡Ring Slash!—bramó ejecutando la técnica.
Y aquel guiñapo negro y en llamas se sacudió girando para intentar cortar todo su alrededor con su mortífero aparato. ¿Quemado? No. No más que moralmente. Su túnica habiá repelido a la perfección del ataque de las llamas, tanto mejor como repelía el agua.
¿Pero se detuvo a ver los destrozos de su técnica? No. Siguió corriendo, pivotando. Siguió adelante, girando hacia un lado dispuesto a testar el alcance, la atención y la tenacidad de aquel hombre manchado. Necesitaba ganar tiempo, pues sabía bien que nunca había tenido ni una pizca de suerte.
—¡Lento, Lento! —coreó, casi como advertencia o precaución.
¿Más burlas? ¿¡Más aún?!
¿Pero cuánto tiempo tenía? Para él aquella era una batalla de desgaste, una que desde luego no podía ganar si no salía pronto del rango de ataque de Bunny. ¿Pero qué más podía hacer?
A fin de cuentas cada uno pelea como puede, como sabe, como su alma y su esencia le dictan. Y cada uno de los actores de aquella batalla no podía hacer otra cosa que seguir sus instintos, aunque estos fueran guiados hacia un propósito claro.
- Cosas:
- El x2 a reflejos que me pone las pupilas tontas ha sido usado +ring slash. (Ya me quedan 2 cargas en espada). Hmmm bueno y hago cosas de fondo que estoytirando de sutileza y de narración para luego ponerlas.
Kaito Takumi
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- Dejo esto aqui por si se acepota el salto:
- De pronto se escucho una explosión. Kaito se giró hacia su adversario al comprobar -sin el debido alivio- que a su alrededor no había ninguna sombra mecanizada. Allá atrás había dejado un socavón que ahora contenía los restos humeantes de una de las mecanizadas muñecas de Bunny; mas la otra se había salvado.
—¡Un trasto inútil menos! —provocó el nyngio, muy atento al que quedaba.
No podía permitirse que aquella otra muñeca volviese con su dueño, ni que este no centrase todas sus atenciones en él. No. No podía. No Aún herido y enfrentándose a un enemigo -algo bastante impropio para aquel parásito- lo más importante para Kaito seguia siendo desviar su atención del escamoso plan que ya estaba puesto en marcha.
Tu técnica de corte efectivamente alcanza a Bunny, haciéndole un corte más o menos profundo a la altura del estómago. Suerte para él que está lejos, ¿eh? En cuanto a las muñecas… Estas son cortadas por la mitad y caen sin mover una sola articulación, aunque, si eres lo suficientemente perceptivo, verás que hay unos intangibles hilos azulados que conectan las partes rotas. Esto en realidad no ha terminado, ¿verdad? A todo esto, ¿recuerdas la cosa verde que se te ha pegado en el hombro? Bueno, ahora está creciendo y multiplicándose rápidamente. Parecen muchas pelotitas con la forma de un óvulo. No huelen mal ni te duele, pero quién sabe lo que vaya a pasar.
—Oe, ¿por qué no te callas de una puta vez?
Sí, el chico sin pantalones está lleno de tinta, pero parece no importarle. Hace un rápido movimiento de dedos y las muñecas vuelven a levantarse tan unidas como antes. La de la derecha abre la boca y te dispara una nube de gas púrpura, mientras que la de la izquierda hace lo mismo, pero expulsa una nube de gas verde. Al mismo tiempo, Bunny corre hacia ti y te ataca con sucesión de cortes con su machete de cocina. El primero traza una línea diagonal, siendo increíblemente preciso. El segundo es un corte horizontal hecho para cortarte por la mitad, mientras que el tercero es uno completamente vertical de cabeza a pies.
—Oe, ¿por qué no te callas de una puta vez?
Sí, el chico sin pantalones está lleno de tinta, pero parece no importarle. Hace un rápido movimiento de dedos y las muñecas vuelven a levantarse tan unidas como antes. La de la derecha abre la boca y te dispara una nube de gas púrpura, mientras que la de la izquierda hace lo mismo, pero expulsa una nube de gas verde. Al mismo tiempo, Bunny corre hacia ti y te ataca con sucesión de cortes con su machete de cocina. El primero traza una línea diagonal, siendo increíblemente preciso. El segundo es un corte horizontal hecho para cortarte por la mitad, mientras que el tercero es uno completamente vertical de cabeza a pies.
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- Cosa mod:
- Acababa de ser infromado que aunque salto no asumo los daños. Creia que sí. En fin, me disculpo.
Para mantener la lógica del post, me veo obligado a que la ultima frase dicha sea mejor:
—¡Un par de trastos inútiles menos!
Y taca. Ni explosiones ni nada.
Tu técnica de corte efectivamente alcanza a Bunny, haciéndole un corte más o menos profundo a la altura del estómago. Suerte para él que está lejos, ¿eh? En cuanto a las muñecas… Estas son cortadas por la mitad y caen sin mover una sola articulación, aunque, si eres lo suficientemente perceptivo, verás que hay unos intangibles hilos azulados que conectan las partes rotas. Esto en realidad no ha terminado, ¿verdad? A todo esto, ¿recuerdas la cosa verde que se te ha pegado en el hombro? Bueno, ahora está creciendo y multiplicándose rápidamente. Parecen muchas pelotitas con la forma de un óvulo. No huelen mal ni te duele, pero quién sabe lo que vaya a pasar.
—Oe, ¿por qué no te callas de una puta vez?
Sí, el chico sin pantalones está lleno de tinta, pero parece no importarle. Hace un rápido movimiento de dedos y las muñecas vuelven a levantarse tan unidas como antes. La de la derecha abre la boca y te dispara una nube de gas púrpura, mientras que la de la izquierda hace lo mismo, pero expulsa una nube de gas verde. Al mismo tiempo, Bunny corre hacia ti y te ataca con sucesión de cortes con su machete de cocina. El primero traza una línea diagonal, siendo increíblemente preciso. El segundo es un corte horizontal hecho para cortarte por la mitad, mientras que el tercero es uno completamente vertical de cabeza a pies.
Las heridas del pulpo casi estaban ya cerradas. Su inusual metabolismo le permitía recuperarse de los daños con una asombrosa facilidad, y lo que para otros habría resultado una hemorragia que no tardaría en ser fatal, para él no significaba más que un arañazo. Uno sumamente doloroso y el cual le había hecho perder la calma, pero hasta de una cucaracha temblaba el más orgulloso de los guerreros. Y bien sabemos que el pelirrojo no era más que un rastrero gusano.
En su alma no se asomó ningún tipo de contento al ver el destrozo. No. En absoluto. Su atención estaba puesta en el combate, en su plan, en seguir provocando a aquel tipo que -cada vez- le resultaba más y más interesante. Pero no tanto como la cosa que crecía en su hombro. Ella recibió el foco de su mantra.
¿Pero por qué usar ese preciado sentido en aquella cosa? ¿Por qué no enfocarlo a aquel que iba levantando sus muñecos preparándose para el siguiente movimiento? ¿Y porqué sonreía.... así?
En el rostro antes preocupado y dolorido de Kaito había ahora una sonrisa tan retorcida como brillantes y malévolos eran sus írises que lentamente volvían a la normalidad. Aquella era la mirada de un niño malo, un diablillo dispuesto a hacer más de mil travesuras, la mirada de un glotón que se encontraba un manjar, la del sabio que por fin había encontrado algo que no supiese.
Curiosidad. Esa era la respuesta a todas y cada una de las preguntas anteriores. Un apetito tan oscuro en el hijo del mar que uno casi podía ignorar el tremendo pecado de ser caníbal.
Oh, sí, aquella emoción era mucho peor que el apetito por la carne humana.
Kaito observaba aquella masa a la par que las hazañas de su enemigo, pero a diferencia de contra estas, el científico sí que hizo algo con aquella cosa viva que tenía presencia pero no consciencia. ¿Qué hizo? ¿Intentar quitársela? ¿Tirar la capa de araña de sedafuego sobre la que crecía? No.
No. No. No.
Primero pensó comérsela. Pero afortunadamente para él y para el extraño zigoto verde, aquella emoción solo quedó en voluntad. Una voluntad que destinó a recubrir a la criatura como tantos otros cubrian un arma. Mas su haki no estaba destinado a hacer más daño que ese a las células; simplemente las infusionó de sí -casi, podríamos decir, en un intento de su propia alma por comprender y asimilar a aquella entidad-.
—Muy interesante...—dijo casi relamiéndose, activando la umigatana para ir soltando agua—. Eres muy interesante, Bunny-chan...
Kaito casi se alegró de que aquellas marionetas fueran a por él, es decir, lo hizo solo cuando vio que aquellas nubes manaban de sus bocas en lugar de fuego o balas. Sí, cuando aquellos gases empezaron a manar, forzó a sus miembros a quedarse allí, esperándo a bañarse con el mismo ímpetu que un hijo del mar aclamaba la llegada del monzón tras la estación seca. Deseaba ver qué le deparaba a la criatura al recibir aquello que antes la había hecho nacer, y aquello que jamás antes había visto.
Aceptar aquellos ataques le dejó concentrarse en la acometida de Bunny. Si bien podría haber huido de todo aquello, consideraba que alargar más las cosas -forzándole a dar mas paseos- no era en absoluto apropiado. Se quedó allí para recibirla, con los tentaculos húmedos aún de su agua y su inmundicia.
Siempre le había resultado facil, e incluso aburrido, pelear con bípedos. Cuatro simples extremidades, dos en la mayoría de los casos, limitaban demasiado el equilibrio de la mayoría de los hombres.Cuando uno quería acometer hacia un lado, sus pies le delataban, y su centro se curvaba para acompañar sin ningún tipo de sutileza el golpe que estaba dispuesto a dar.
Juntando parte de sus tentáculos hacia la trayectoria del golpe y empujando el suelo bajo de sí, Kaito viró hacia la trayectoria del golpe por el lado que su enemigo sostenía la cuchilla. Aquello, claro está, le expuso al siguiente movimiento que bien habría partido en dos a cualquiera con dos u ocho piernas.
Pero un pulpo no tiene simplemente patas, ¿verdad?
Usando los artes de su raza, en concreto su jutsu de lapa, Kaito había usado el agua del suelo como anclaje. Aquello, junto con su desagradable flexibilidad, había permitido que el pelirrojo se doblase hacia abajo y adelante para esquivar el segundo corte. Pero ahora se cernía sobre él el tercero. Aquello ni con ocho patas hubiera podido ser capaz de esquivarlo. No. Contorsionado allí solo le quedaría ver cómo el brazo de su enemigo bajaba hacia su centro como una guillotina. Su cráneo sería dividido como un coco.
Pero lo único que cortó aquel furioso filo fue un tentáculo. A lo largo.
¿Qué había pasado? De nuevo, hijo del mar había recurrido a sus trucos marinos. Teniendo el agua ya compactada a lo largo de sus ventosas, el ningyo separó sus tentáculos del suelo y recondució rápidamente el agua para formar un miembro, una lengua de mar que le empujó velozmente dando un imperioso taconazo. Un miembro que, desde luego, no le importaba en absoluto que hubiera cortado.
—Buen chico...—dijo, con una sonrisa sincera.
Estaba feliz. Feliz porque pronto podría ver qué pasaría con el zigoto y feliz porque Suchu -tras muchas órdenes y mucha distracción- iba a cumplir su importantísima parte del plan. ¿Qué, acaso creíais que Kaito, siendo como es, malgastaria su voz para insultar a su rival?
- PD:
- Aquí es cuando los gases hacen crecer al bicho, no me puedo mover y me muero. Menos mal que estan sobre la capa esta.
¿Has intentado asimilar algo de lo que no tienes idea? Bueno, ha sido una idea interesante, pero no ha funcionado. Es que simplemente no ha pasado nada. Te quedas ahí quieto, esperando la nube de gases púrpura y verde. De un momento a otro, diversas manchas verdosas aparecen en tu cuerpo: brazos, cara, tentáculos… Te costaría contarlas todas, pero, si te fijas bien, verás que la de tu hombro ha dejado de ser una mancha, ha dejado de ser una cosita pequeña. Seguro que tú sabes mucho de biología y, por lo tanto, llegarías a la conclusión de que se trata de un tipo de hongo desconocido para ti. Sabes que es un hongo, pero no lo que hace.
Continúa creciendo en tu hombro, aumentando poco a poco la extensión que abarca. Y comienza a doler. Es como si un enjambre de insectos estuviera devorando tu piel y tu carne, aunque ambas siguen ahí. Y el dolor lo único que hace es aumentar, así como el hongo prolifera y prolifera. Ojalá fuera la única de tus preocupaciones, y es que Bunny no está dispuesto a dejarte ir luego de mentirle en la cara, luego de llenarle de tinta negra.
Tu oponente está preparado para retomar el ataque cuando, de pronto, ves que tu mascota se acerca peligrosa y raudamente hacia él. Bunny no se entera, claro. Solo lo hace cuando su pierna izquierda es arrancada de cuajo por las fuertes mandíbulas de tu bestia. Y un grito aterrador atraviesa el campo de batalla. Las muñecas han dejado de moverse y tu enemigo está en el suelo, gritando de dolor y preguntándose qué ha pasado. Pudo haber muerto, pero digamos que Bunny es un tipo suertudo y solo ha perdido una de sus extremidades. Bueno, “solo”.
En una ocasión normal tendrías la oportunidad de rematarlo porque, si bien puede seguir dando pelea, está bastante herido y no puede levantarse. Sin embargo, antes de que hagas cualquier cosa sentirás que el sol del ocaso deja de golpearte en tu espalda, sentirás que de pronto todo se ha vuelto oscuro. Y, si te volteas, tendrás que alzar la mirada para ver el rostro enfadado de un hombre al que conociste hace poco: Miku. Su puño se vuelve tan negro como la noche que se aproxima y, sin que puedas hacer nada, impacta en tu rostro echándote al suelo. Miku te deja ahí; le importa más su compañero.
—Nos vamos, Bunny, iremos a ver tus heridas. Esto es mi culpa, lo siento.
[Si bien el combate ha sido interrumpido, puedes considerarte el vencedor y de paso volver al capítulo. Por cierto, te aconsejaría seguir el rastro de sangre cuando consigas ponerte en pie…]
Continúa creciendo en tu hombro, aumentando poco a poco la extensión que abarca. Y comienza a doler. Es como si un enjambre de insectos estuviera devorando tu piel y tu carne, aunque ambas siguen ahí. Y el dolor lo único que hace es aumentar, así como el hongo prolifera y prolifera. Ojalá fuera la única de tus preocupaciones, y es que Bunny no está dispuesto a dejarte ir luego de mentirle en la cara, luego de llenarle de tinta negra.
Tu oponente está preparado para retomar el ataque cuando, de pronto, ves que tu mascota se acerca peligrosa y raudamente hacia él. Bunny no se entera, claro. Solo lo hace cuando su pierna izquierda es arrancada de cuajo por las fuertes mandíbulas de tu bestia. Y un grito aterrador atraviesa el campo de batalla. Las muñecas han dejado de moverse y tu enemigo está en el suelo, gritando de dolor y preguntándose qué ha pasado. Pudo haber muerto, pero digamos que Bunny es un tipo suertudo y solo ha perdido una de sus extremidades. Bueno, “solo”.
En una ocasión normal tendrías la oportunidad de rematarlo porque, si bien puede seguir dando pelea, está bastante herido y no puede levantarse. Sin embargo, antes de que hagas cualquier cosa sentirás que el sol del ocaso deja de golpearte en tu espalda, sentirás que de pronto todo se ha vuelto oscuro. Y, si te volteas, tendrás que alzar la mirada para ver el rostro enfadado de un hombre al que conociste hace poco: Miku. Su puño se vuelve tan negro como la noche que se aproxima y, sin que puedas hacer nada, impacta en tu rostro echándote al suelo. Miku te deja ahí; le importa más su compañero.
—Nos vamos, Bunny, iremos a ver tus heridas. Esto es mi culpa, lo siento.
[Si bien el combate ha sido interrumpido, puedes considerarte el vencedor y de paso volver al capítulo. Por cierto, te aconsejaría seguir el rastro de sangre cuando consigas ponerte en pie…]
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