El no tan gran canal [Misión Común - West Blue]

Contratante: Basilio Kusanagui, capataz de las obras de la capital de las flores en el West Blue

Descripción de la misión: Un desastre, esto es un desastre, los obreros contratados para la obra de los nuevos canales de irrigación han caído todos enfermos en una despedida de soltero. Necesitamos gente urgentemente para terminar el canal, no es un trabajo glamuroso, pero es un trabajo honrado, largas horas bajo el sol con una pala, la brisa inexistente, el contacto con la tierra… eso es lo bueno de la vida.

Objetivo secundario: Que participen tres o más personajes o, en su defecto, lograr que se unan al menos 20 personas del lugar a ayudar.

Recompensa: 2.000.000 de berries.

Recompensa por objetivo secundario:

Técnica:

Por mi parte era una desgracia ver a todos esos enfermos botados por el camino mientras me movía por la isla, aunque también era algo decepcionante que la gran mayoría de ellos estuviesen borrachos y con indigestión por su fiesta antes del trabajo, había sido un recorrido algo difícil para llegar a esta misión, la cual consistía en terminar la construcción de nuevos canales de irrigación de la isla para mantener su infraestructura... Lo cual me parecía un bien mucho mayor que despedir a un soltero... Pero, como no soy la voz de la conciencia no iba a juzgarles.



Una vez en el lugar vería al capataz moviéndose de un lugar a otro esperando que alguien le ayudase con la construcción dado que solo dos manos no le servían para terminar semejante proyecto, viendo como había palas, azas, cemento y derivados para trabajar me acercaría a decirle con una sonrisa nerviosa –Ehm nosotros somos los que ayudaremos en su trabajo- A lo cual el hombre dejaría de morderse las uñas y me vería asintiendo para empezar a analizarme a mí y quien viniera conmigo...



-Oh... ¡OH!- Exclamaría desanimadamente para luego fingir alegría después de ello, era evidente que no me veía adecuada para el trabajo –Es bueno ver que una chica se anima a ayudar en algo como esto... - Asentiría para seguir –Pero, este es un trabajo que necesita mucha fuerza y no se necesita de una cara bonita. - Comentaría aún más nervioso que anteriormente, lo cual me había hecho poner una sonrisa que evidentemente dejaba claro que su comentario no me había sentado muy bien...



No sabía que responder en ese momento, por lo que simplemente mire hacia atrás viendo el resto de mis compañeros a ver que decían, iba a trabajar, aunque él no lo quisiese, pero para ello necesitaba herramientas igualmente, por lo que para mí mala comunicación necesitaba un aventón.

Una vez más en el mar del este.

Pasó un par de semanas en Wano, ayudando a los más afectados por la guerra a sanar heridas y llenar estómagos hambrientos. No habían sido semanas precisamente tranquilas ni mucho menos esperanzadoras. Cuando intentaba dormir era atacado por los muertos a los que no pudo salvar, por todos esos niños que murieron por su falta de fuerza e iniciativa, por ser un cobarde. Por supuesto que valoraba la vida por sobre todas las demás cosas, pero últimamente se preguntaba si estaría bien cambiar la línea.

Sin embargo, el Nuevo Mundo no era el único mar que necesitaba una mano. Por órdenes de sus superiores, Prometeo fue enviado al West Blue para realizar una tarea más bien sencilla. Protestó como un demente y luchó por quedarse en el Nuevo Mundo, pues sus habilidades serían mejor empleadas en el ojo del huracán, pero sus superiores fueron determinantes: el revolucionario necesitaba un descanso.

Le prohibieron volar desde Wano al mar del este; le obligaron a subirse al Justice y navegar como un revolucionario ordinario. Entendía que el descanso era necesario e importante, pero por cada segundo que pasaba en ese estúpido barco había gente muriendo, gente necesitando ser salvada y…

—Hemos llegado, Prome —dijo Luna desde el castillo del Justice—. Los informes dicen que se necesita ayuda para construir un canal. Los trabajadores están enfermos y...

—¿Construir un canal? Eso podría hacerlo cualquiera —interrumpió con el ceño fruncido y extrañamente molesto—. Démonos prisa. El Nuevo Mundo necesita nuestra ayuda, aún hay gente sufriendo por…

—No, Prome, no nos daremos prisa ni volveremos al Nuevo Mundo. Aún no —determinó Luna, cruzándose de brazos—. Mira, lo pillo: no pudiste salvar a esos chicos y la culpa te carcome por dentro, pero no eres un héroe. Ni tú ni yo lo somos. Ni siquiera Dexter Black puede salvar a quienes están más allá de su mano, ¿lo entiendes?

—Pero…

—Luego tendremos esta conversación. Ahora hay gente que necesita tu ayuda aquí y ahora, ¿o ya no te importan los enfermos? —Prometeo agachó la mirada—. Sí, era lo que pensaba. Arriba el ánimo y ponte manos a la obra, Nick y yo nos ocuparemos del resto.

Prometeo suspiró cansado y asintió con la cabeza, preguntándose por qué siempre terminaba haciéndole caso a Luna, siendo que él era el superior. Bueno, tampoco importaba mientras fuera ella…

El revolucionario desplegó las alas y partió rumbo al pueblo que necesitaba ayuda. Ya tenía pensado tratar a los enfermos en vez de pararse a construir el canal, después de todo, era un médico y no un albañil.

Sería entonces que un revolucionario atrás mío asentiría nervioso, no sabía que decir en ese momento el tampoco ¿Tan desesperado estaba y no quería aceptar ayuda alguna? ¿Era acaso este algún tipo de broma? Porque al parecer el imbécil del albañil no andaba para ellas y aun así me salía con cosas como estas... ¡¿Porque una chica como yo no podía trabajar cargando cosas?! ¿No se daba cuenta que había estado entrenando para poder dar lo mejor físicamente? Y que para variar... Aunque fuese tan bonita solo era ayudar en labores de construcción, digo tampoco era la gran cosa.

Pero, no.

No me dejaría trabajar en ello, y por esa razón seria que tendría que suspirar sin más ganas de querer trabajar, para justo después de dar ese suspiro decirle –Bueno por suerte para usted, soy medica...  - Le comentaría con una sonrisa nerviosa que evidenciaba mi incomodidad ante su forma de ser –Así que podre tratar a sus empleados sin problema – Terminaría sonriéndole para intentar demostrar confianza, pero de lo cual solo saldría una mueca antes los nervios, sabía que habría un teniente rondando por la zona pronto según lo que me dijeron, por lo que solo tratar a los enfermos y no tener el trabajo ya listo... Daba miedo, después de todo no quería recibir un castigo por falta de motivación.

Sería entonces que sujeto por fin asentiría –Pues bien, me alegro que puedas solucionar este problema, después de todo tengo poco tiempo ¿Estarán listos en cosa de 3 horas? - Me cuestionaría el sujeto para yo darme la vuelta rápidamente y empezar a organizar a mis compañeros -Usted descuide estarán listos lo antes posible – A lo cual me dirigiría corriendo para comentarles a los demás reclutas a lo que había llegado con capataz, había que decir que no había nadie de alto mando dándonos ordenes, sino que se mantenían a las lejanías juzgándonos, y viendo nuestras acciones.

Querían ver de qué éramos capaces, y por mi parte quería demostrarles de que era capaz.

Por ello empezaría a organizar a los distintos enfermos, llamándolos uno por uno y viendo que tenían, importaba poco si era algún tipo de caña o simplemente mal estomacal, sabia como tratarlos, por lo que solo tenía que dar algo de orden y seguridad.

En el pueblo no había hospitales ostentosos ni clínicas privadas, más bien casas sencillas pero bonitas, todas hechas de madera y piedra bien labrada. Parecía un sitio tranquilo, ideal para desconectarse del mundo, pero Prometeo estaba ahí para ayudar a los enfermos y no para vacacionar. Antes de buscar dónde se trataban a los contagiados, echó un vistazo a su alrededor. Como no había rastro de la construcción propia del canal supuso que la obra tenía lugar a, como mínimo, un par de kilómetros del pueblo.

Escondió las alas y caminó por lo que debía ser la avenida principal, un sendero ancho y limpio que conectaba con varias casas más grandes que las otras. En el camino acaparó más de una mirada. Tenía que deberse por su estatura imponente, ¿por qué más? A pesar de ser un revolucionario buscado por el Gobierno Mundial, carecía de renombre e inconscientemente mantenía un perfil bajo. Era perfecto para alguien como Prometeo.

Luna tenía grandes habilidades comunicacionales y no le costó descubrir dónde estaban los enfermos, así que los revolucionarios partieron rumbo a una casa de tres plantas, toda de madera y un par de matorrales a la entrada como decoración. Estaba lejos del centro por razones evidentes, casi en la entrada del frondoso bosque de robles. Y desde fuera podía oírse el barullo que había dentro. Prometeo, tan inexpresivo como una piedra, continuó su camino y abrió la puerta.

Había una chica pequeña, rubia y de aspecto inocente organizando el lugar. Le pareció que estaba haciendo una lista y que llamaba a los enfermos por orden para realizar un chequeo médico. Un buen trabajo, desde luego, aunque ¿no estaba trabajando en exceso…? Según el reporte, los hombres mostraban los mismos síntomas y contrajeron el virus en el mismo lugar; había un contexto demasiado claro como para destinar el tiempo en… Bueno, quizás estaba siendo demasiado riguroso y el trabajo de la desconocida podía mostrar algo que los demás pudieron pasar por alto.

—Buenas —saludó, levantando la mano y sin mostrar expresión alguna—. Soy el teniente Prometeo. Me han encargado supervisar este trabajo y ayudar a encontrar una solución, aunque veo que lo estás haciendo bien —continuó, echando otro vistazo a su alrededor—. ¿Cuáles son los síntomas que has descubierto, señorita…? —preguntó, esperando que ella se presentara.

Tenía formas de tratar a los enfermos, formas que ningún médico podría imitar, pero intervenir de manera súbita en el trabajo de los revolucionarios de menor rango sería… desesperanzador, en cierto modo. Quería verlos esforzándose, trabajando para ayudar desinteresadamente a esos hombres, pues eran el futuro de la Revolución. Por otra parte, escucharía a la chica y dejaría que se ocupase de sanarlos.

—De acuerdo, entonces me organizaré con el capataz para retomar la obra. En cualquier caso, con el tratamiento correcto ellos deberían estar listos dentro de 72 horas —dijo Prometeo, anotando algo en su libreta—. Si un paciente empeora, házmelo saber y yo lo atenderé. También soy médico —anunció, sonriendo y generando una pequeña llama celeste en su índice.

Seria mientras los ordenaba para recibir el tratamiento, recogiendo a algunos del suelo con ayuda de mis compañeros, o simplemente dandoles un poco de agua para que pasasen la caña, que en cierto momento veria a un hombre desender del cielo como si de un angel se tratase, alguien cualquiera habria pensado que era alguna especie de angel caido del cielo, pero lo cierto es que yo y los reclutas sabiamos que el era... El teniente que nos habian dicho que vendria a aquí.



Seria entonces que rapidamente dejaria lo que estaba asiendo para erguirme y hacer un saludo tipico con el que se reconocian los revolucionarios que me habian enseñado ya, los nervios me consumian bastante rapido y empezaba a sudar, esto era lo que no queria ver... ¡Los ojos de un pez gordo sobre mi! ¡Y que para variar me felicitaba por mi trabajo! -La cadete Glyde presentandose- Comentaria con una voz evidentemente poco calma, mientras una exprecion mostraba mi poca habilidad social.



Luego de este hecho en el cual el parecia estar algo decaido por razones que desconocia, seria que le veria bastante agotado o incluso hasta mas demacrado de la cuenta por los que asumiria que el debia querer terminar esto rapido, por lo que comentaria rapidamente mis descubrimientos –Bueno la gran mayoria tienen bomitos debido a intoxicacion alimenticia, algunos ademas tienen caña... - Comentaria mirando hacia atrás a los hombres recomponiendose de a poco mientras les hacia efecto la medicina a unos cinco ya, los cuales eran los menos afectados.



-Igualmente no se como hacer que se reincorporen lo suficientemente rapido, pero se que los lograre tener listos en el plazo... - Comentaria asintiendo nerviosamente hacia el teniente que se mantenia cerca mio analizandome, para que luego me comentase que estaba bien mi trabajo y lo mas probable estarian en 72 horas... -Espere... ¿SETEINTAIDOS HORAS?- Preguntaria al oir el plazo que habia estimado el teniente.



-Los necesito en tres horas- Me diria rascandome la nuca y tirandome mi pelo, era por algo que trabajaba tanto, no habia plazo alguno... Por lo que yo tambien tenia que empezar a trabajar para que esos cinco hombres empezaran mientras tanto - ¡Chicos por favor los que esten ya mejor vayan llendo a la zona de trabajo! - Les dictaria sacandoles de su olgazaneria, tenian trabajo que hacer.

—Es un gusto, cadete Glyde —respondió el revolucionario y entonces agregó—: Ningún hombre recién recuperado debe realizar esfuerzos físicos importantes. Es imposible que estén preparados dentro de tres horas, lo aseguro con propiedad.

Sin la medicina adecuada, la intoxicación podría desencadenar un cuadro viral más problemático e incluso mortal. No quería intervenir en el trabajo y diagnóstico de la cadete, pero haría lo necesario en caso de identificar cualquier indicio de irresponsabilidad. La misión de un médico era salvar vidas, no construir puentes ni canales.

—Si el señor Kusanagui está desesperado por acabar el canal cuanto antes, puedo mejorar el plan logístico y aumentar la productividad de los trabajadores que se encuentran en terreno —mencionó Prometeo y luego echó un vistazo a los pacientes—. Cadete Glyde, has dicho que algunos de estos hombres no presentan intoxicación, sino que simplemente es resaca, ¿verdad?

De ser así el caso, Prometeo tenía la solución adecuada.

—Déjame estos hombres a mí, por favor.

Apuntó con cuidado a un sector donde no había ningún hombre y entonces hizo aparecer una cocina de seis platos. Podía parecer magia, pero en realidad solo era ciencia. Un cuchillo apareció en su mano y de pronto vistió un delantal blanco que cubría su delantera. Los ingredientes fueron apareciendo a medida que los necesitaba: agua, hierbas frescas como cilantro, reineta y un montón de condimentos, aunque el truco estaba en el limón.

Cortó en cuadrados simétricos el pescado y comenzó a armar los platillos. Haría un buen ceviche, totalmente fresco y exquisito, para devolverles la energía a los hombres. El aroma inundó la habitación y revivió a más de un curioso, provocando que se acercara al lugar donde Prometeo cocinaba. Y entonces nació el primer afortunado.

Un tsunami de sabor golpeó su boca y le regresó la energía que había perdido por culpa del exceso de alcohol. El trabajador soltó un grito de guerra y comenzó a devorar frenéticamente el ceviche preparado por Prometeo. Y enseguida se unió otro de ellos. En menos de un minuto había una decena de hombres recuperados por casi un milagro. Sin embargo, los verdaderos enfermos continuaban ahí y tal era su malestar que ni siquiera las habilidades culinarias de Prometeo bastaron para levantarles de la cama.

—Si regresan al trabajo, prometo que habrá más ceviche —dijo el revolucionario con una sonrisa, entendiendo en parte el por qué los altos cargos le querían fuera de Wano durante una temporada—. Ahora iré a ver al capataz, espero que hayan disfrutado la comida.

Seria en aquel momento que me saludaría el teniente que casi me llegaría un ataque al corazón ¿Era normal que alguien de tan alto rango le hablase a una recluta como yo? Pues quien sabe, después de todo había sido un alivio inicial verle, seguido de una desesperante cadena de hechos que por mi parte me había tomado de imprevista... Era verdad, no podía mandar a los hombres enfermos del estómago a trabajar y era imposible estuvieran en 3 horas.



-¿Que hare ahora? - me preguntaría pensando en voz alta, viendo que ahora Prometeo me dirigía otra vez la palabra haría que yo me pusiese recta por segunda vez intentando no perder la compostura otra vez... -Pues si hay alrededor de 20 personas que no tienen malestar estomacal y solo algo de resaca, pero no sé cómo animarlos a trabajar...- Le contestaria al pez gordo, mientras este hacia aparecer DE LA NADA, una cocina entera en la cual se pondría a trabajar rápidamente, dejando un olor el cual daría hambre hasta a alguien satisfecho de comer, lo cual era extraño después de todo yo era bastante difícil de convencer en cuanto a gustos de comida.



Seria mientras el cocinero hacía de las suyas que yo haría que los demás se pusieran a cuidar de los enfermos por mí, no sería difícil al parecer, después de todo yo solo dirigí... Porque creyeron no podía hacerlo. Por lo que, una vez dejé de ayudar en aquello y vi que los veinte hombres se habían recompuesto eliminando el “bajón” que había producido la resaca, me acercaría al grupo para decirles –Pues es hora de trabajar amigos- Mientras los emocionados hombres se dirigían y tomaban sus herramientas y empezaban a trabajar en el canal vería a Prometeo y le diría –De verdad gracias señor. - Mientras yo a escondidas me acercaba a un hombre con una de esas máquinas para arar la tierra y preguntarle si necesitaba ayuda, después de todo andaba sin caballos.



Seria ahí que este aceptaría de una buena vez ante mi insistencia, pensando que iba a ayudarle a buscar un animal no esperaba que yo iba a transformarme en oveja y empezar a tirar de la máquina, sería un buen entrenamiento después de todo, y así ayudaría sin que el capataz pudiese decirme algo.

No había hombre ni mujer al que no se le abriese el apetito tras atestiguar la cocina del teniente, quien encendió los espíritus y alivió los estómagos de los enfermos. A modo de incentivo, les prometió que habría más comida después de la jornada laboral, haciendo que muchos se olvidaran del sueldo. Casi por arte de magia los trabajadores ganaron masa muscular y se transformaron en auténticos fisicoculturistas. Se formaron en fila como verdaderos militares y marcharon hacia la zona de trabajo, cantando algo que tenía que ver con el ceviche de Prometeo.

—Gracias a ti por cuidar de estos hombres —respondió el fénix, dedicándole una sonrisa a la cadete—. Estaré por aquí dentro de unas horas. En caso de que necesites algo puedes pedírselo a mis chicos.

El revolucionario abandonó el edificio médico y luego se reunió con el capataz para pulir los detalles de la obra. Todo en la vida era perfectible, aunque muchos hombres rechazaban tal afirmación por mero orgullo. Por fortuna, el señor Kusanagui estaba más que dispuesto a aceptar sugerencias que agilizaran el proceso de construcción. Prometeo se percató de que los principales errores estaban en la logística, en la forma en cómo se administraban los recursos tanto humanos como materiales.

Junto a Luna estudió el mapa de la zona para establecer una ruta segura y rápida para el transporte de materiales, lo cual daría como mínimo un par de días de ventaja. También sugirió disminuir las horas de trabajo para que los empleados pudieran descansar bien, argumentando que de nada servía tenerlos diez horas bajo el sol cuando solo trabajaban cinco. Así, fue retocando cada detalle y encajándolo en un nuevo sistema que, al final de la obra, reduciría el tiempo de la misma en más o menos la mitad. Era lo bueno de ser un maestro de los números, ¿no?

Desde un principio Prometeo defendió la premisa de que, si se trabaja de manera inteligente, no es necesario romperse el lomo. Los humanos contaban con maquinaria pesada para las obras, contundentes planes de logística y una cadena de distribución apropiada para reducir considerablemente los plazos de los trabajos. Solo había que usar un poco la cabeza. Y el señor Kusanagui, un hombre humilde y honrado, entendió el mensaje de Prometeo y lo agradeció de todo corazón.

—¿Cómo siguen los enfermos? —preguntó a la cadete Glyde tras regresar—. Anochecerá pronto, así que los trabajadores deben estar volviendo. Haré un banquete esta noche para cumplir la promesa que les hice y me gustaría que estuvieras presente —dijo por último con un aire solemne.