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Todo estaba viento en popa. Después de haber hablado con Alpha, había recibido los antiguos barcos de Jigoku no Kaizoku, que ahora se habían convertido en una de las nuevas flotas de la Revolución. En ese momento estaba Saint Reia. Tras ir con el Pandora a recoger los otros cuatro barcos, se había quedado con la tripulación mínima para tripularlos todos. Era una situación demasiado precaria para volver a Grand Line, así que había decidido pasar por Saint Reia a reaprovisionarse y reclutar hombres dispuestos a partir con él, tanto de la población local como los voluntarios que el oficial al mando estuviese dispuesto a dejar partir. La situación estaba avanzando sin problemas, pues tras oír que el ex-capitán y destructor del G-2 estaba allí, la afluencia de nuevos marineros había sido constante.
El revolucionario observó nostálgicamente los barcos. Cada uno de ellos tenía una historia, recuerdos de su antiguo capitán y de los buenos momentos pasados juntos. Los malos y los difíciles también, pero ahora incluso las duras batallas eran un recuerdo dulce y amargo. Se acercó a uno de los galeones anclados y pasó la mano por su casco, en el punto en que uno de los cañones del Pandora había abierto en el pasado un boquete, el día que habían capturado el navío. Aunque había sido reparado hábilmente, reconocía el punto perfectamente. Había sido el mismo día en que su tripulación derrotó a las fuerzas de la Marina y cruzó la Red Line, cuando todos juraron vivir juntos. ¿Quién le hubiese dicho en ese momento que parte de la tripulación desertaría y que otros desaparecerían para siempre? Nunca había esperado convertirse en el capitán. El día en que Syxel marchó, aceptó el mando pensando que sería algo temporal. Pero su capitán nunca regresó.
"Me estoy haciendo mayor. Mayor y cansado." El melancólico hombre se alejó del navío y se aproximó a unas cajas junto al puerto. Se sentó con un suspiro y sacó una manzana del interior de su túnica blanca, comenzando a comerla a grandes mordiscos, sin pararse a disfrutarla. El revolucionario era un hombre anciano muy alto y corpulento, de ojos rojos y pelo canoso. Por única vestimenta llevaba una túnica blanca como las de los habitantes del desierto y unas sandalias viejas, y a la espalda cruzadas una katana y un khopesh. Se le conocía como Akai Shikanari, ahora oficial de brigada de la Revolución, pero en el pasado segundo capitán de la sanguinaria banda pirata Jigoku no Kaizoku.
El revolucionario observó nostálgicamente los barcos. Cada uno de ellos tenía una historia, recuerdos de su antiguo capitán y de los buenos momentos pasados juntos. Los malos y los difíciles también, pero ahora incluso las duras batallas eran un recuerdo dulce y amargo. Se acercó a uno de los galeones anclados y pasó la mano por su casco, en el punto en que uno de los cañones del Pandora había abierto en el pasado un boquete, el día que habían capturado el navío. Aunque había sido reparado hábilmente, reconocía el punto perfectamente. Había sido el mismo día en que su tripulación derrotó a las fuerzas de la Marina y cruzó la Red Line, cuando todos juraron vivir juntos. ¿Quién le hubiese dicho en ese momento que parte de la tripulación desertaría y que otros desaparecerían para siempre? Nunca había esperado convertirse en el capitán. El día en que Syxel marchó, aceptó el mando pensando que sería algo temporal. Pero su capitán nunca regresó.
"Me estoy haciendo mayor. Mayor y cansado." El melancólico hombre se alejó del navío y se aproximó a unas cajas junto al puerto. Se sentó con un suspiro y sacó una manzana del interior de su túnica blanca, comenzando a comerla a grandes mordiscos, sin pararse a disfrutarla. El revolucionario era un hombre anciano muy alto y corpulento, de ojos rojos y pelo canoso. Por única vestimenta llevaba una túnica blanca como las de los habitantes del desierto y unas sandalias viejas, y a la espalda cruzadas una katana y un khopesh. Se le conocía como Akai Shikanari, ahora oficial de brigada de la Revolución, pero en el pasado segundo capitán de la sanguinaria banda pirata Jigoku no Kaizoku.
Ryukami Aigon
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Apenas habían pasado unos días desde que aquella pequeña carabela comercial lo recogiera en medio del mar, había estado un par de días a la deriva como consecuencia de una tormenta en pleno mar abierto, el viento había rasgado las velas y el oleaje quebró el timón del pequeño skiff haciendo que fuera imposible la navegación con el pequeño barco, pero por suerte unos comerciantes de telas lo encontraron y le acercaron hasta la isla a la que se dirigían Saint Reia; Una isla en poder del ejército revolucionario. El peliazul no sabia nada a cerca de los revolucionarios, ni tampoco le importaban mucho, su plan era dirigirse al Grand line en busca de mayores aventuras y tesoros; Para eso necesitaría un barco, uno más grande que el ultimo si fuese posible, para resistir tormentas y temporales en alta mar.
En los días que paso a bordo apenas hizo más que reponer las fuerzas, tocar algo de música para la tripulación y charlar un poco con el capitán, a quien le cayó en gracia rápidamente a pesar de contarle que era un pirata. -Chico, los revolucionarios no son gente con demasiada paciencia, ten cuidado y evita meterte en problemas mientras estés en esta isla. - Le advirtió el capitán mientras el musico se bajaba del barco. Aigon se giró hacia él con una sonrisa y levanto la mano para despedirse, luego siguió su camino sin haber entendido mucho de lo que decía el viejo desde la cubierta.
La isla entera estaba rodeada por una gran muralla, como si de una fortaleza flotante se tratara, por lo que dijo el viejo, solo los habitantes, unos poco comerciantes y los revolucionarios eran bienvenidos allí, eso quería decir que le pasaría prácticamente lo mismo que si lo pillaban en una isla controlada por la marina o el gobierno mundial, probablemente seria ahorcado o le cortarían la cabeza, así que el plan para el pirata era el mismo de siempre, no dejarse pillar.
Después de pasar el puerto Aigon se detuvo, las tripas le rugían como un león marcando su territorio, y es que en el barco apenas había podido comer poco mas de una ración al día y el musico necesitaba como 20 veces esa cantidad al día para que sus tripas no hicieran ese molesto ruido. Busco con la mirada algún sitio donde robar algo de comida, una carreta remolcada por un burro y tipo con una vara, que trasportaba frutas, posiblemente trisadas en barco desde otra isla, fue el objetivo principal del pirata, seria fácil, el plan erar correr, subirse rápidamente, llenar el zurrón y seguir corriendo sin que nadie se diera cuenta. Y por supuesto, eso no fue lo que pasó, al subirse a la carreta una patrulla de revolucionarios se percató en seguida y le apremiaron a bajar de la carreta mientras dos de ellos le apuntaban con sus fusiles. -Empiezo mal…- Se dijo a si mismo antes de intentar un movimiento arriesgado, le dio una fuerte parada al saco de naranjas tirándolas encima de los guardias, y justo después salto hacia el burro dejándose caer al suelo y atizándole en el muslo. Provocó que el burro acelerara el ritmo y que las frutas comenzaran a caer encima de los guardias mientras que los habitantes presentes se quedaban mirando la escena. Para cuando los guardias se repusieron, el peliazul ya había salido corriendo entre los ciudadanos y llevaba bastante distancia, pero no les impidió salir corriendo tras él.
El pirata se escabullía hábilmente entre cajas y peatones en su persecución por el puerto hasta que le dio por mirar hacia atrás para ver si había perdido de vista a sus perseguidores, esto le impidió ver a una pareja de enamorados que paseaban como si fueran los únicos que circulaban por el puerto, haciendo que Aigon tropezara al intentar esquivarlos cayendo de bruces al suelo justo a los pies de un tipo enorme, vestido con una túnica blanca y sandalias, estaba allí tranquilamente comiéndose su manzana posiblemente pasando de todo lo que le rodeaba y inmerso en sus pensamientos. -¡Mierda! ¡No puedo dejar que me cojan! - Dijo levantándose rápidamente y guardando en el zurrón un par de naranjas que se habían caído, todas menos una, que había caído a los pies del pelirrojo, esa la dejo allí e intentó seguir la huida.
En los días que paso a bordo apenas hizo más que reponer las fuerzas, tocar algo de música para la tripulación y charlar un poco con el capitán, a quien le cayó en gracia rápidamente a pesar de contarle que era un pirata. -Chico, los revolucionarios no son gente con demasiada paciencia, ten cuidado y evita meterte en problemas mientras estés en esta isla. - Le advirtió el capitán mientras el musico se bajaba del barco. Aigon se giró hacia él con una sonrisa y levanto la mano para despedirse, luego siguió su camino sin haber entendido mucho de lo que decía el viejo desde la cubierta.
La isla entera estaba rodeada por una gran muralla, como si de una fortaleza flotante se tratara, por lo que dijo el viejo, solo los habitantes, unos poco comerciantes y los revolucionarios eran bienvenidos allí, eso quería decir que le pasaría prácticamente lo mismo que si lo pillaban en una isla controlada por la marina o el gobierno mundial, probablemente seria ahorcado o le cortarían la cabeza, así que el plan para el pirata era el mismo de siempre, no dejarse pillar.
Después de pasar el puerto Aigon se detuvo, las tripas le rugían como un león marcando su territorio, y es que en el barco apenas había podido comer poco mas de una ración al día y el musico necesitaba como 20 veces esa cantidad al día para que sus tripas no hicieran ese molesto ruido. Busco con la mirada algún sitio donde robar algo de comida, una carreta remolcada por un burro y tipo con una vara, que trasportaba frutas, posiblemente trisadas en barco desde otra isla, fue el objetivo principal del pirata, seria fácil, el plan erar correr, subirse rápidamente, llenar el zurrón y seguir corriendo sin que nadie se diera cuenta. Y por supuesto, eso no fue lo que pasó, al subirse a la carreta una patrulla de revolucionarios se percató en seguida y le apremiaron a bajar de la carreta mientras dos de ellos le apuntaban con sus fusiles. -Empiezo mal…- Se dijo a si mismo antes de intentar un movimiento arriesgado, le dio una fuerte parada al saco de naranjas tirándolas encima de los guardias, y justo después salto hacia el burro dejándose caer al suelo y atizándole en el muslo. Provocó que el burro acelerara el ritmo y que las frutas comenzaran a caer encima de los guardias mientras que los habitantes presentes se quedaban mirando la escena. Para cuando los guardias se repusieron, el peliazul ya había salido corriendo entre los ciudadanos y llevaba bastante distancia, pero no les impidió salir corriendo tras él.
El pirata se escabullía hábilmente entre cajas y peatones en su persecución por el puerto hasta que le dio por mirar hacia atrás para ver si había perdido de vista a sus perseguidores, esto le impidió ver a una pareja de enamorados que paseaban como si fueran los únicos que circulaban por el puerto, haciendo que Aigon tropezara al intentar esquivarlos cayendo de bruces al suelo justo a los pies de un tipo enorme, vestido con una túnica blanca y sandalias, estaba allí tranquilamente comiéndose su manzana posiblemente pasando de todo lo que le rodeaba y inmerso en sus pensamientos. -¡Mierda! ¡No puedo dejar que me cojan! - Dijo levantándose rápidamente y guardando en el zurrón un par de naranjas que se habían caído, todas menos una, que había caído a los pies del pelirrojo, esa la dejo allí e intentó seguir la huida.
Nassor
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Sintió los golpes y los sonidos mucho antes de que todo llegase hasta él. Podía sentir las vibraciones recorrer el suelo y sacudir las plantas de sus pies, informándole del jaleo que ocurría dos calles más allá. Sentía caos, decenas de pies moviéndose rápidamente, una montura desbocada, objetos cayendo... cerró los ojos y abrió el "tercero", aquel que no podía verse. Usándolo, percibió la escena como si estuviese allí. Podía sentir al pilluelo que corría y sus emociones desbocadas. A los guardias que le perseguían y la frustración y rabia que emanaban. Si le cogían, probablemente le caería más que una reprimenda. Por desgracia, pese a ser guardianes de la libertad, eso no convertía a todos los revolucionarios en paragones de la virtud. Suspiró entristecido y dio otro mordisco a su manzana. Parecían que se aproximaban hacia él y la pareja que paseaba acaramelados cerca suya. El amor y la pasión que desprendían sus auras le arrancó una media sonrisa feliz al anciano y calentó su corazón.
- Tendré que intervenir - se dijo en un murmullo.
Dejó de usar su haki y abrió los ojos. Entonces vio al causante de la conmoción caer frente a él al esquivar la pareja, cayéndosele unas mandarinas de un zurrón. ¿Eso era el motivo de la persecución? ¿Era un ladrón? El revolucionario clavó sus ojos carmesíes en el curioso joven. Pelo azul, torso musculoso al aire, agraciado y con tatuajes de llamas en los brazos. Bien podría haber salido de una banda callejera o de una tripulación pirata. Había tenido a algunos pilluelos como él en el Pandora cuando era capitán de Jigoku. Sus propias palabras le delataron, diciendo que no podía dejar que le cogieran. Con parsimonia, Nassor terminó de masticar la manzana y se levantó. El aire, hasta entonces una sutil y casi imperceptible brisa marina, de repente se enfureció y comenzó a rugir, arremolinándose en torno al guerrero. Flexionó las piernas, apuntó hacia el fugitivo y dijo:
- Sabaku no Arashi: Jet Stream.
Se propulsó hacia él impulsado por una corriente de viento a tanta velocidad que le alcanzó y adelantó en un instante, deteniéndose delante suya y cortándole el paso con actitud calmada y gesto indolente. Contradiciendo su actitud pacífica, el viento seguía soplando a su alrededor como un remolino, y chispas eléctricas brotaban de su ropa y su cuerpo. Tenía varias opciones. Podía recurrir a hacerle daño o a someterlo. Prefería evitar lo primero. Conocía un buen repertorio de llaves de combate desarmado tanto de Nakizuna como de otras artes marciales con las que podría inmovilizarlo. Sin embargo algo tan violento probablemente desataría totalmente su pánico, y quería que conservase la suficiente calma como para razonar. Optó por otra opción. Alzó su brazo y trató de tocarle el hombro derecho en un movimiento rápido, pero sin fuerza, pretendiendo solo apoyarle la yema de los dedos.
- Nakizuna: Denken.
Los chispazos se convirtieron en una descarga eléctrica en toda regla. Sin embargo, Nassor era cuidadoso. Su intención no era que fuese suficiente electricidad como para causarle daño, sino para entumecerle los músculos y dificultarle la huida. Que hubiese escogido el hombro derecho estaba también calculado. De esa manera la descarga descendería desde ahí hasta la pierna derecha, buscando la toma de tierra. Al elegir el lado derecho evitaba la posibilidad de que pasase por su corazón. Si bien no era una descarga capaz de hacer daño real, dado que desconocía si tenía problemas cardíacos de algún tipo evitó el izquierdo, pues no quería hacerle daño. Además al escoger el hombro, y no el pecho o el abdomen, la descarga descendería afectando un área muscular mayor. En definitiva, si lograba tocarle, estaría un poco torpe un rato.
- Detente. No empeores tu situación. Hablemos y arreglémosla - su voz fue autoritaria pero serena, sin dureza - ¿Tienes hambre?
Sacó de su túnica la mandarina que se había dejado atrás y se la tendió, y con la otra mano se llevó su manzana a la boca y dio otro mordisco. Se fijó en la espada que llevaba consigo, un arma de madera. Curiosa elección. ¿Quería entrenarse para ser espadachín? Unos pasos acelerados se acercaron. Antes de alzar la mirada, Nassor ya esperaba encontrarse a los jóvenes guardias. Al verle, cambiaron sus gestos de ira por un saludo respetuoso.
- ¡Brigada Nassor! - dijo uno de ellos cuando se cuadraron - Gracias por pararle, nosotros nos ocupamos desde aquí.
- No - respondió secantemente - Yo lidiaré con esta situación personalmente. Ustedes deben continuar su ronda para evitar más incidentes. Aún hay un animal desbocado tres calles en esa dirección.
Los dos revolucionarios miraron hacia donde señalaba Nassor, confusos. Entonces, el segundo, con más valor que inteligencia añadió:
- No se preocupe, señor, podemos encargarnos de ambas cosas. Usted no tiene por qué molestarse por esto.
Ya estaba ahí, esa actitud prepotente de los jóvenes. En parte les entendía, porque recordaba cómo era él en sus años jóvenes y el desdén que había sentido hacia sus mayores. Pero ahora veía todo desde otra óptica. Además, no le gustaba ser tratado como si fuese un viejo frágil que fuese a romperse en cualquier momento. Aún le quedaban brasas a su hoguera para al menos unos años.
- No era una sugerencia ni una petición, cadete. ¿Algo en mi tono o palabras así lo indicó? Vuelvan a sus quehaceres.
No le hizo falta levantar la voz o fruncir el ceño. Su tono de voz fue suficiente para arrancarles un escalofrío y hacerles marchar apresuradamente. Nassor suspiró y bajó la mirada hacia el chiquillo peliazul. Era tan joven que no debía tener ni la veintena.
- ¿Qué voy a hacer contigo? - preguntó, negando con la cabeza - ¿Puedes contarme al menos que ha pasado? Si lo haces y eres sincero, tal vez pueda ayudarte. Me interesa también por qué lo has hecho.
- Tendré que intervenir - se dijo en un murmullo.
Dejó de usar su haki y abrió los ojos. Entonces vio al causante de la conmoción caer frente a él al esquivar la pareja, cayéndosele unas mandarinas de un zurrón. ¿Eso era el motivo de la persecución? ¿Era un ladrón? El revolucionario clavó sus ojos carmesíes en el curioso joven. Pelo azul, torso musculoso al aire, agraciado y con tatuajes de llamas en los brazos. Bien podría haber salido de una banda callejera o de una tripulación pirata. Había tenido a algunos pilluelos como él en el Pandora cuando era capitán de Jigoku. Sus propias palabras le delataron, diciendo que no podía dejar que le cogieran. Con parsimonia, Nassor terminó de masticar la manzana y se levantó. El aire, hasta entonces una sutil y casi imperceptible brisa marina, de repente se enfureció y comenzó a rugir, arremolinándose en torno al guerrero. Flexionó las piernas, apuntó hacia el fugitivo y dijo:
- Sabaku no Arashi: Jet Stream.
Se propulsó hacia él impulsado por una corriente de viento a tanta velocidad que le alcanzó y adelantó en un instante, deteniéndose delante suya y cortándole el paso con actitud calmada y gesto indolente. Contradiciendo su actitud pacífica, el viento seguía soplando a su alrededor como un remolino, y chispas eléctricas brotaban de su ropa y su cuerpo. Tenía varias opciones. Podía recurrir a hacerle daño o a someterlo. Prefería evitar lo primero. Conocía un buen repertorio de llaves de combate desarmado tanto de Nakizuna como de otras artes marciales con las que podría inmovilizarlo. Sin embargo algo tan violento probablemente desataría totalmente su pánico, y quería que conservase la suficiente calma como para razonar. Optó por otra opción. Alzó su brazo y trató de tocarle el hombro derecho en un movimiento rápido, pero sin fuerza, pretendiendo solo apoyarle la yema de los dedos.
- Nakizuna: Denken.
Los chispazos se convirtieron en una descarga eléctrica en toda regla. Sin embargo, Nassor era cuidadoso. Su intención no era que fuese suficiente electricidad como para causarle daño, sino para entumecerle los músculos y dificultarle la huida. Que hubiese escogido el hombro derecho estaba también calculado. De esa manera la descarga descendería desde ahí hasta la pierna derecha, buscando la toma de tierra. Al elegir el lado derecho evitaba la posibilidad de que pasase por su corazón. Si bien no era una descarga capaz de hacer daño real, dado que desconocía si tenía problemas cardíacos de algún tipo evitó el izquierdo, pues no quería hacerle daño. Además al escoger el hombro, y no el pecho o el abdomen, la descarga descendería afectando un área muscular mayor. En definitiva, si lograba tocarle, estaría un poco torpe un rato.
- Detente. No empeores tu situación. Hablemos y arreglémosla - su voz fue autoritaria pero serena, sin dureza - ¿Tienes hambre?
Sacó de su túnica la mandarina que se había dejado atrás y se la tendió, y con la otra mano se llevó su manzana a la boca y dio otro mordisco. Se fijó en la espada que llevaba consigo, un arma de madera. Curiosa elección. ¿Quería entrenarse para ser espadachín? Unos pasos acelerados se acercaron. Antes de alzar la mirada, Nassor ya esperaba encontrarse a los jóvenes guardias. Al verle, cambiaron sus gestos de ira por un saludo respetuoso.
- ¡Brigada Nassor! - dijo uno de ellos cuando se cuadraron - Gracias por pararle, nosotros nos ocupamos desde aquí.
- No - respondió secantemente - Yo lidiaré con esta situación personalmente. Ustedes deben continuar su ronda para evitar más incidentes. Aún hay un animal desbocado tres calles en esa dirección.
Los dos revolucionarios miraron hacia donde señalaba Nassor, confusos. Entonces, el segundo, con más valor que inteligencia añadió:
- No se preocupe, señor, podemos encargarnos de ambas cosas. Usted no tiene por qué molestarse por esto.
Ya estaba ahí, esa actitud prepotente de los jóvenes. En parte les entendía, porque recordaba cómo era él en sus años jóvenes y el desdén que había sentido hacia sus mayores. Pero ahora veía todo desde otra óptica. Además, no le gustaba ser tratado como si fuese un viejo frágil que fuese a romperse en cualquier momento. Aún le quedaban brasas a su hoguera para al menos unos años.
- No era una sugerencia ni una petición, cadete. ¿Algo en mi tono o palabras así lo indicó? Vuelvan a sus quehaceres.
No le hizo falta levantar la voz o fruncir el ceño. Su tono de voz fue suficiente para arrancarles un escalofrío y hacerles marchar apresuradamente. Nassor suspiró y bajó la mirada hacia el chiquillo peliazul. Era tan joven que no debía tener ni la veintena.
- ¿Qué voy a hacer contigo? - preguntó, negando con la cabeza - ¿Puedes contarme al menos que ha pasado? Si lo haces y eres sincero, tal vez pueda ayudarte. Me interesa también por qué lo has hecho.
Ryukami Aigon
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A penas había recorrido unos metros después de reponerse de la caída; el viento empezó a soplar con fuerza y antes de que pudiera darse cuenta el tipo de la túnica apareció frente a él haciendo que el peliazul se estampara contra la musculosa mole. La capa de Aigon se había enredado en su cabeza arrastrada por el viento poco después de eso, así que no pudo ver nada más antes de sentir como una mano le tocaba el hombro y una corriente eléctrica le recorría todo el cuerpo dejándolo paralizado y sentado en el suelo.
Una voz sebera y tranquila le hablaba mientras las tripas del musico volvían a rugir de nuevo con fuerza. Poco después escuchó los pasos ajetreados de sus perseguidores que se detuvieron junto al musico y la mole musculosa, este les decía que siguieran con su trabajo mientras el peliazul intentaba deshacerse torpemente de la capa que le cubría la cara. Tras eso, miró hacia arriba, los ojos carmesíes de la mole estaban clavados en él y los guardias se retiraban de la zona para intervenir en las catástrofes que había dejado por el camino de huida. El echo de que aquellos tipos lo dejaran allí solo con ese tipo, le dejo claro a Aigon que no saldría de esta fácilmente. Las tripas de Aigon seguían rugiendo mientras que su cuerpo aún seguía entumecido por la corriente eléctrica, aquel tipo había logrado dejarlo fuera de combate solo con una mano y para colmo no tenia fuerzas para luchar por culpa del hambre, así que tendría que escabullirse de esa situación con su labia y posiblemente con algo de suerte.
-Bueno, verá usted señor, esos guardias pensaron que yo estaba robando esas naranjas, así que me asusté y salí corriendo…- Explicaba el peliazul mientras luchaba contra el entumecimiento de su cuerpo para intentar volver a ponerse en pie. – Pero en realidad no estaba robando, solo quería hacer un trueque con el señor de la carreta, cambiar unas naranjas a cambio de ayuda…- Era evidente ver a la mole y saber que sería difícil dársela tan fácilmente, por lo que continuo la historia contándole parte de la verdad. -Perdí casi todas mis cosas cuando naufragué hace una semana y no tengo nada con lo que comprar comida. – Explicaba mientras a duras penas conseguía volver a ponerse en pie frente a la mole, intentaría una última cosa arriesgándolo todo a una, dar pena, seguro que bajos esos serios ojos rojos aquel viejo tenia un tierno corazoncito. – Además, la comida no era para mí señor, tengo dieciocho hermanos y doce hermanas, todos más pequeños y con mucha hambre, dependen de lo que pueda conseguir, pero yo nunca robaría…- La suerte estaba echada, si aquel tipo no se creía aquella enorme trola, solo le quedaba salir corriendo y rezar por que a la vieja mole le llegasen los achaques de la edad y no pudiera seguirle el ritmo.
Una voz sebera y tranquila le hablaba mientras las tripas del musico volvían a rugir de nuevo con fuerza. Poco después escuchó los pasos ajetreados de sus perseguidores que se detuvieron junto al musico y la mole musculosa, este les decía que siguieran con su trabajo mientras el peliazul intentaba deshacerse torpemente de la capa que le cubría la cara. Tras eso, miró hacia arriba, los ojos carmesíes de la mole estaban clavados en él y los guardias se retiraban de la zona para intervenir en las catástrofes que había dejado por el camino de huida. El echo de que aquellos tipos lo dejaran allí solo con ese tipo, le dejo claro a Aigon que no saldría de esta fácilmente. Las tripas de Aigon seguían rugiendo mientras que su cuerpo aún seguía entumecido por la corriente eléctrica, aquel tipo había logrado dejarlo fuera de combate solo con una mano y para colmo no tenia fuerzas para luchar por culpa del hambre, así que tendría que escabullirse de esa situación con su labia y posiblemente con algo de suerte.
-Bueno, verá usted señor, esos guardias pensaron que yo estaba robando esas naranjas, así que me asusté y salí corriendo…- Explicaba el peliazul mientras luchaba contra el entumecimiento de su cuerpo para intentar volver a ponerse en pie. – Pero en realidad no estaba robando, solo quería hacer un trueque con el señor de la carreta, cambiar unas naranjas a cambio de ayuda…- Era evidente ver a la mole y saber que sería difícil dársela tan fácilmente, por lo que continuo la historia contándole parte de la verdad. -Perdí casi todas mis cosas cuando naufragué hace una semana y no tengo nada con lo que comprar comida. – Explicaba mientras a duras penas conseguía volver a ponerse en pie frente a la mole, intentaría una última cosa arriesgándolo todo a una, dar pena, seguro que bajos esos serios ojos rojos aquel viejo tenia un tierno corazoncito. – Además, la comida no era para mí señor, tengo dieciocho hermanos y doce hermanas, todos más pequeños y con mucha hambre, dependen de lo que pueda conseguir, pero yo nunca robaría…- La suerte estaba echada, si aquel tipo no se creía aquella enorme trola, solo le quedaba salir corriendo y rezar por que a la vieja mole le llegasen los achaques de la edad y no pudiera seguirle el ritmo.
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Escuchó pacientemente los balbuceos y excusas del chico. Podría haberle creído si no hubiese oído el carro salir desbocado y los gritos de "al ladrón" de personas diferentes a los guardias. En realidad eso podría haber colado en la historia, pero... no, no cuadraba. Le miró fijamente y extendió su percepción, mirando su aura para percibir quién era realmente. Vio a un joven ardiente, un hombre de acción dispuesto antes a actuar que a considerar las posibilidades y consecuencias. Una persona que exudaba luz y alegría, una difícil de extinguir. No era mal tipo. También parecía la clase de persona que cometería una insensatez como robar a plena luz del día. No era prueba condenatoria, pero tenía un poco más claro que, como mínimo, no todo lo que había dicho era cierto.
- O sea, no tienes nada con lo que comprar comida y tienes... una enorme cantidad de hermanos. ¿Esos hermanos también huyeron al naufragio o eres de Saint Reia y has conseguido volver milagrosamente? - suspiró - Podemos comprobar esto fácilmente. Si me acompañas a hablar con el dueño del carro podemos ver qué dice él. Si es cierto, no tienes nada que temer, te soltaré. O tal vez me hayas mentido y prefieras rectificar ahora. Insisto, si eres sincero tal vez pueda ayudarte.
Su tono fue ligeramente condescendiente pero no pedante, más bien severo como el de un padre regañando a un hijo.
- No pareces mala persona, y entiendo que cuando se tiene hambre se cometen malos actos - le volvió a tender la naranja - Pero no es justo que otros sufran porque tú escojas el camino fácil. Ese carretero trabaja duramente todos los días para llevar comida a su familia. Haciendo lo que has hecho, tú comes una comida y a cambio, él pierde una entrega entera y tal vez tenga que pasar hambre una semana para no dejar a sus hijos sin comer. Siempre hay otras soluciones. ¿Has obrado mal? Haz ahora lo correcto y dímelo, y te ayudaré a enmendarlo. Claro que, podrías negarte y volver a huir. Al fin y al cabo solo soy un pobre viejo, ¿no? - se permitió una media sonrisa irónica - Pero entonces nadie te protegería de los guardias, y ellos no atenderán a razones.
Aquel chico estaba descarriado y yendo por el camino incorrecto. Era evidente por los rugidos de su estómago que lo que tenía era mucha hambre. Posiblemente lo del naufragio no fuese del todo falso. Había muchos como él, jóvenes que por necesidad acababan cayendo en una vida de crímenes, y que acababan tan enfangados en sus lodos que luego no eran capaces de salir. Si podía guiar al menos a uno al camino correcto, habría hecho un favor al chico y al mundo. Cada gran cambio empezaba con pequeños pasos.
- O sea, no tienes nada con lo que comprar comida y tienes... una enorme cantidad de hermanos. ¿Esos hermanos también huyeron al naufragio o eres de Saint Reia y has conseguido volver milagrosamente? - suspiró - Podemos comprobar esto fácilmente. Si me acompañas a hablar con el dueño del carro podemos ver qué dice él. Si es cierto, no tienes nada que temer, te soltaré. O tal vez me hayas mentido y prefieras rectificar ahora. Insisto, si eres sincero tal vez pueda ayudarte.
Su tono fue ligeramente condescendiente pero no pedante, más bien severo como el de un padre regañando a un hijo.
- No pareces mala persona, y entiendo que cuando se tiene hambre se cometen malos actos - le volvió a tender la naranja - Pero no es justo que otros sufran porque tú escojas el camino fácil. Ese carretero trabaja duramente todos los días para llevar comida a su familia. Haciendo lo que has hecho, tú comes una comida y a cambio, él pierde una entrega entera y tal vez tenga que pasar hambre una semana para no dejar a sus hijos sin comer. Siempre hay otras soluciones. ¿Has obrado mal? Haz ahora lo correcto y dímelo, y te ayudaré a enmendarlo. Claro que, podrías negarte y volver a huir. Al fin y al cabo solo soy un pobre viejo, ¿no? - se permitió una media sonrisa irónica - Pero entonces nadie te protegería de los guardias, y ellos no atenderán a razones.
Aquel chico estaba descarriado y yendo por el camino incorrecto. Era evidente por los rugidos de su estómago que lo que tenía era mucha hambre. Posiblemente lo del naufragio no fuese del todo falso. Había muchos como él, jóvenes que por necesidad acababan cayendo en una vida de crímenes, y que acababan tan enfangados en sus lodos que luego no eran capaces de salir. Si podía guiar al menos a uno al camino correcto, habría hecho un favor al chico y al mundo. Cada gran cambio empezaba con pequeños pasos.
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Había sido una jugada arriesgada, el viejo enseguida se dio cuenta de que la historia no encajaba y, aun así, a pesar de hacer una pregunta tras otra para comprobarlo, se quedó tranquilo frente a Aigon tendiéndole de nuevo la naranja que se dejó atrás en el momento en que callo frente a él, siendo aparentemente comprensivo y amable con Aigon, que le sorprendía un poco la actitud del viejo. Quizás, esperaba que fuera un viejo gruñón y enfadado como los que estaba acostumbrado a escuchar.
Por unos segundos el peliazul, se quedó mirándolo pensativo. -Viejo, pareces simpático. – Dijo agarrando la naranja de la mano y pelándola para comérsela mientras este le soltaba el típico sermón de por que no estaba bien robar que el joven Aigon ya había escuchado más de una vez y al que no le prestó demasiada atención ni le dio gran importancia. – Definitivamente me caes bien viejo, te haré caso y seré sincero contigo…- Contestó antes de comerse la naranja entera de un bocado. – Llevaba días sin comer, eso era cierto, mi Skiff naufragó y un barco de comerciantes me trajo hasta aquí. ¿Estaba de camino al Grand line sabes? – Seguía explicando mientras sacaba otra naranja para comérsela desde su zurrón. Si ese tipo era el superior de los guardias que lo persiguieron antes, quizás él podría ayudarlo a llegar al Grand line o podría intentar sacarle información para encontrar algún barco que robar y salir de aquella isla. -Tampoco tengo 30 hermanos ni pensaba ayudar al hombre, las cogí porque me moría del hambre y como te dije no tenía nada con lo que comprar algo comida. - Explicaba mientras se comía la segunda pieza de fruta. – Ahora que sabes la verdadera historia, ¿Podemos llegar a un trato? - Pregunto con una ceja levantada. – Yo devuelvo el resto de naranjas y ayudo al tipo con el carro de frutas y tú me dices cuál de estos barcos se dirige al Grand line y cada uno que siga su camino. – Aun seguía sin intenciones reales de ayudar al frutero, pero si al menos podía sacar algo a cambio merecería la pena y el viejo revolucionario de alguna forma le inspiraba confianza.
Volvió a sacar una naranja del zurrón, pero esta vez se quedó mirándola por unos segundos, en principio tenía intención de comérsela y hambre como para comerse el zurrón entero, pero pensó lo que le había dicho de devolver las naranjas y luego se levantó la mirada hacia el viejo esperando una respuesta. El cuerpo del musico ya se movía con normalidad, si por algún motivo tenia que salir corriendo estaba preparado, pero ese seguía siendo el plan B o C. Ese tipo había demostrado ganas de ayudar a Aigon y en parte eso le recordaba a Mars y su banda y como lo ayudaron cuando nadie más lo hizo.
Por unos segundos el peliazul, se quedó mirándolo pensativo. -Viejo, pareces simpático. – Dijo agarrando la naranja de la mano y pelándola para comérsela mientras este le soltaba el típico sermón de por que no estaba bien robar que el joven Aigon ya había escuchado más de una vez y al que no le prestó demasiada atención ni le dio gran importancia. – Definitivamente me caes bien viejo, te haré caso y seré sincero contigo…- Contestó antes de comerse la naranja entera de un bocado. – Llevaba días sin comer, eso era cierto, mi Skiff naufragó y un barco de comerciantes me trajo hasta aquí. ¿Estaba de camino al Grand line sabes? – Seguía explicando mientras sacaba otra naranja para comérsela desde su zurrón. Si ese tipo era el superior de los guardias que lo persiguieron antes, quizás él podría ayudarlo a llegar al Grand line o podría intentar sacarle información para encontrar algún barco que robar y salir de aquella isla. -Tampoco tengo 30 hermanos ni pensaba ayudar al hombre, las cogí porque me moría del hambre y como te dije no tenía nada con lo que comprar algo comida. - Explicaba mientras se comía la segunda pieza de fruta. – Ahora que sabes la verdadera historia, ¿Podemos llegar a un trato? - Pregunto con una ceja levantada. – Yo devuelvo el resto de naranjas y ayudo al tipo con el carro de frutas y tú me dices cuál de estos barcos se dirige al Grand line y cada uno que siga su camino. – Aun seguía sin intenciones reales de ayudar al frutero, pero si al menos podía sacar algo a cambio merecería la pena y el viejo revolucionario de alguna forma le inspiraba confianza.
Volvió a sacar una naranja del zurrón, pero esta vez se quedó mirándola por unos segundos, en principio tenía intención de comérsela y hambre como para comerse el zurrón entero, pero pensó lo que le había dicho de devolver las naranjas y luego se levantó la mirada hacia el viejo esperando una respuesta. El cuerpo del musico ya se movía con normalidad, si por algún motivo tenia que salir corriendo estaba preparado, pero ese seguía siendo el plan B o C. Ese tipo había demostrado ganas de ayudar a Aigon y en parte eso le recordaba a Mars y su banda y como lo ayudaron cuando nadie más lo hizo.
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Esta vez el joven había sido sincero. No había sentido una turbación en su aura al hablar y desde luego sonaba a una historia mucho más creíble. Si aún le estaba mintiendo, sabía mentir bien, y si fuese el caso, no hubiese soltado una mentira tan evidente como la de antes. Sus motivos para robar habían sido razonables, pero acto seguía siendo reprobable. Estaba dispuesto a ayudarle... siempre y cuando el peliazul aceptase sus términos. Y esperaba que los encontrase más que aceptables. El anciano suspiró y mordió su manzana, casi terminada.
- No será suficiente con devolverle sus naranjas. Has hecho que su animal se descontrole. Probablemente haya perdido la mayor parte de su cargamento.
Terminó la manzana en varios mordiscos y echó el resto al agua. Los peces del puerto darían buena cuenta de lo que quedaba. Se cruzó de brazos y meditó sus palabras antes de decirlas. Pretendía encontrar una manera de hacer entender al chico que había otras maneras de obras y salir de situaciones difíciles sin sonar moralista. Si no encontraba la manera correcta de hacerlo, era posible que todo quedase en que sonara al sermón de un viejo y no le prestase mayor atención.
- Estoy dispuesto a pagar el cargamento que has echado a perder y a llevarte a Grand Line. Mi flota parte hacia allí en unos días. Sin embargo, habrá condiciones: vas a tener que reponer con tu trabajo lo que has hecho. Serás mi ayudante cuando estemos en puerto y una vez embarcados ayudarás como grumete. Mientras trabajes para mí, tendrás una hamaca en el barco, tres comidas al día y la misma asignación de grog que el resto de mi tripulación, si es que bebes. Cuando lleguemos a nuestro destino en Grand Line, consideraré tu deuda pagada y podrás marcharte a donde quieras.
Las condiciones eran muy buenas, desde luego. Era su manera de hacerle entender que podía salir de una situación difícil mediante trabajo honrado en lugar de perjudicando a gente inocente. Si aceptaba, añadiría algunas palabras para intentar hacérselo entender claramente, pero tampoco quería presionar de más. Parecía la clase de joven de sangre caliente que entendía mejor las acciones que las palabras. Podía entenderlo. Él también había sido un hombre de acción.
- Mi nombre es Asdrubal Nassor, brigada de la Revolución y líder de la flota revolucionaria Jigoku no Ken - le tendió la mano - Por cierto, hay una condición más. Tendrás que acompañarme ante el dueño del carro y disculparte personalmente.
- No será suficiente con devolverle sus naranjas. Has hecho que su animal se descontrole. Probablemente haya perdido la mayor parte de su cargamento.
Terminó la manzana en varios mordiscos y echó el resto al agua. Los peces del puerto darían buena cuenta de lo que quedaba. Se cruzó de brazos y meditó sus palabras antes de decirlas. Pretendía encontrar una manera de hacer entender al chico que había otras maneras de obras y salir de situaciones difíciles sin sonar moralista. Si no encontraba la manera correcta de hacerlo, era posible que todo quedase en que sonara al sermón de un viejo y no le prestase mayor atención.
- Estoy dispuesto a pagar el cargamento que has echado a perder y a llevarte a Grand Line. Mi flota parte hacia allí en unos días. Sin embargo, habrá condiciones: vas a tener que reponer con tu trabajo lo que has hecho. Serás mi ayudante cuando estemos en puerto y una vez embarcados ayudarás como grumete. Mientras trabajes para mí, tendrás una hamaca en el barco, tres comidas al día y la misma asignación de grog que el resto de mi tripulación, si es que bebes. Cuando lleguemos a nuestro destino en Grand Line, consideraré tu deuda pagada y podrás marcharte a donde quieras.
Las condiciones eran muy buenas, desde luego. Era su manera de hacerle entender que podía salir de una situación difícil mediante trabajo honrado en lugar de perjudicando a gente inocente. Si aceptaba, añadiría algunas palabras para intentar hacérselo entender claramente, pero tampoco quería presionar de más. Parecía la clase de joven de sangre caliente que entendía mejor las acciones que las palabras. Podía entenderlo. Él también había sido un hombre de acción.
- Mi nombre es Asdrubal Nassor, brigada de la Revolución y líder de la flota revolucionaria Jigoku no Ken - le tendió la mano - Por cierto, hay una condición más. Tendrás que acompañarme ante el dueño del carro y disculparte personalmente.
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Aigon dejo de vacilar y guardo la naranja de nuevo el zurrón, se quedó mirando al viejo mientras seguía con su sermón, lo escuchaba mientras bajaba un poco la cabeza y se rascaba la coronilla con los hombros encogidos, sabía que aquel viejo intentaba ayudarlo desde hacía ya rato y además parecía lo bastante fuerte como para complicarle una huida, así que procuro prestar atención a lo que decía para ver cómo podría escapar de aquella situación.
Para su sorpresa, el tipo le ofreció llevarlo al Grand line a cambio de trabajar para él hasta llegar a su destino, las condiciones eran trabajar en su barco como grumete con las miserables condiciones del puesto y ser su asistente personal, además tendría que ir a disculparme con el hombre del carro… Pero podría ir al grand line con aquel tipo. -Está bien Nassor, pero yo también tengo mis condiciones, no pienso alistarme en vuestro ejército, una vez la deuda este saldada partiré por mi cuenta. – Dijo colocando ya una postura más chulesca, lo habitual para el musico. -Mi nombre es Ryukami Aigon, y soy pirata, por eso no pienso unirme a ti y a tu revolución. - respondió a la presentación del viejo tendiéndole la mano y mirándolo con una gran sonrisa, muy seguro de lo que decía y confiado de que el viejo no se lo tomaría demasiado mal. -Por cierto, viejo. ¿Cómo has hecho eso que hiciste antes? Apareciste justo delante de mi en un abrir y cerrar de ojos. ¿Podrías enseñarme a hacerlo? - Estaba seguro de que ese hombre guardaba algunos ases más bajo la manga, pero por el momento no pretendía pedir más de la cuenta.
El peliazul se entusiasmo enseguida como de costumbre y no podía evitar mostrarlo, estaba seguro de que la suerte le había colocado allí a los pies de aquel viejo para llevarlo hasta su destino, pese a tener que compensar sus actos, era una oportunidad única y en parte algo en el viejo le recordaba a Mars y su banda seguro que podría aprender mucho de él y escuchar batallas como las que contaban Mars, Vince y demás.
Se sacó el zurrón del hombro sujetándolo con una mano. -¡¡Devolvamos estas naranjas y partamos al grand line!!- Dijo dándose la vuelta y retomando el camino por el que había vuelto con entusiasmo. No quería perder mas tiempo en aquella isla si podía partir ya hacia su destino, alguien le estaría esperando en ese mar y tenia ganas de encontrarlo.
Para su sorpresa, el tipo le ofreció llevarlo al Grand line a cambio de trabajar para él hasta llegar a su destino, las condiciones eran trabajar en su barco como grumete con las miserables condiciones del puesto y ser su asistente personal, además tendría que ir a disculparme con el hombre del carro… Pero podría ir al grand line con aquel tipo. -Está bien Nassor, pero yo también tengo mis condiciones, no pienso alistarme en vuestro ejército, una vez la deuda este saldada partiré por mi cuenta. – Dijo colocando ya una postura más chulesca, lo habitual para el musico. -Mi nombre es Ryukami Aigon, y soy pirata, por eso no pienso unirme a ti y a tu revolución. - respondió a la presentación del viejo tendiéndole la mano y mirándolo con una gran sonrisa, muy seguro de lo que decía y confiado de que el viejo no se lo tomaría demasiado mal. -Por cierto, viejo. ¿Cómo has hecho eso que hiciste antes? Apareciste justo delante de mi en un abrir y cerrar de ojos. ¿Podrías enseñarme a hacerlo? - Estaba seguro de que ese hombre guardaba algunos ases más bajo la manga, pero por el momento no pretendía pedir más de la cuenta.
El peliazul se entusiasmo enseguida como de costumbre y no podía evitar mostrarlo, estaba seguro de que la suerte le había colocado allí a los pies de aquel viejo para llevarlo hasta su destino, pese a tener que compensar sus actos, era una oportunidad única y en parte algo en el viejo le recordaba a Mars y su banda seguro que podría aprender mucho de él y escuchar batallas como las que contaban Mars, Vince y demás.
Se sacó el zurrón del hombro sujetándolo con una mano. -¡¡Devolvamos estas naranjas y partamos al grand line!!- Dijo dándose la vuelta y retomando el camino por el que había vuelto con entusiasmo. No quería perder mas tiempo en aquella isla si podía partir ya hacia su destino, alguien le estaría esperando en ese mar y tenia ganas de encontrarlo.
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Nassor estrechó la mano del joven con firmeza. Aunque había hablado con un tono y gestos maleducados y egocéntricos, no se lo tomó a malas ni como una ofensa. No toleraba en sus subordinados tales actitudes, pero él mismo había sido pirata mucho tiempo atrás. Sabía cómo eran y no le ofendía esa falta de respeto y disciplina. Además, entendía perfectamente que Aigon era un pirata, no un revolucionario. No pretendió en ningún momento reclutarlo para la Armada Revolucionaria, al fin y al cabo no tenía sentido meter a alguien que no creía en su causa.
- Descuida. Mientras cumplas tu parte y ayudes en el puerto y el barco, me llega. Por supuesto, tampoco toleraré que robes a la Revolución, aunque supongo que eso era evidente - se lo pensó un poco antes de contestar a la siguiente pregunta - Tal vez. Podría enseñarte si demuestras ser un hombre digno de aprender.
Echó a andar al lado de Aigon hacia el lugar del incidente. Era hora de arreglar aquel desaguisado. Pagaría por los destrozos causados por el pirata y arreglaría aquel asunto. Luego ya podrían hablar de quién era Aigon y si se merecía o no aprender de él. Al fin y al cabo, había decidido ayudarle por bondad y la esperanza de corregirle, pero no iba a ser tan idiota como para adiestrar de la nada a un completo desconocido en un arte de combate que podría usar contra gente inocente.
- Por cierto, si eres pirata, ¿cómo es que necesitas ayuda para ir a Grand Line? ¿No tienes banda?
Tras un recorrido corto de apenas un par de minutos, llegaron al lugar donde un hombre joven con un sombrero intentaba salvar el resto del cargamento de frutas. Muchas se habían caído por toda la calle, y el carro se había destrozado contra un edificio. En el momento en que les vio, clavó su mirada sobre Aigon y empezó a gritarle, furioso.
- ¡Cabronazo, te has cargado mi carro y mis frutas! ¡Te voy a partir la cara!
- Deténgase, caballero - dijo Nassor, interponiéndose - Entiendo su furia. Este hombre le ha causado un grave perjuicio. La Revolución se encargará de pagarle el carro, las frutas y de recuperar su animal de carga. Dígame, ¿cuánto le costó el carro y cuánto esperaba ganar con el cargamento.
- 20.000 yenes y... 15.000 - dijo, tras pensárselo un momento.
Nassor sacó la cartera y comenzó a contar billetes. Le tendió un fajo con un total de 70.000 berries y contestó:
- Por sus pérdidas y por las molestias. Además, este chico quiere decirle algo - se apartó para dejar hablar a Aigon.
- Descuida. Mientras cumplas tu parte y ayudes en el puerto y el barco, me llega. Por supuesto, tampoco toleraré que robes a la Revolución, aunque supongo que eso era evidente - se lo pensó un poco antes de contestar a la siguiente pregunta - Tal vez. Podría enseñarte si demuestras ser un hombre digno de aprender.
Echó a andar al lado de Aigon hacia el lugar del incidente. Era hora de arreglar aquel desaguisado. Pagaría por los destrozos causados por el pirata y arreglaría aquel asunto. Luego ya podrían hablar de quién era Aigon y si se merecía o no aprender de él. Al fin y al cabo, había decidido ayudarle por bondad y la esperanza de corregirle, pero no iba a ser tan idiota como para adiestrar de la nada a un completo desconocido en un arte de combate que podría usar contra gente inocente.
- Por cierto, si eres pirata, ¿cómo es que necesitas ayuda para ir a Grand Line? ¿No tienes banda?
Tras un recorrido corto de apenas un par de minutos, llegaron al lugar donde un hombre joven con un sombrero intentaba salvar el resto del cargamento de frutas. Muchas se habían caído por toda la calle, y el carro se había destrozado contra un edificio. En el momento en que les vio, clavó su mirada sobre Aigon y empezó a gritarle, furioso.
- ¡Cabronazo, te has cargado mi carro y mis frutas! ¡Te voy a partir la cara!
- Deténgase, caballero - dijo Nassor, interponiéndose - Entiendo su furia. Este hombre le ha causado un grave perjuicio. La Revolución se encargará de pagarle el carro, las frutas y de recuperar su animal de carga. Dígame, ¿cuánto le costó el carro y cuánto esperaba ganar con el cargamento.
- 20.000 yenes y... 15.000 - dijo, tras pensárselo un momento.
Nassor sacó la cartera y comenzó a contar billetes. Le tendió un fajo con un total de 70.000 berries y contestó:
- Por sus pérdidas y por las molestias. Además, este chico quiere decirle algo - se apartó para dejar hablar a Aigon.
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El viejo revolucionario, no se tomo nada mal que Aigon fuera un pirata, de echo parecía que en cierto modo le hacía gracia y le preguntaba al peliazul a cerca de su tripulación. - ¿Mi tripulación? Bueno, es complicado… veras, solo conozco a mi capitán, es un tipo muy fuerte y además es divertido… -Explicaba mientras se acercaban hasta donde estaba el hombre al que Aigon había robado la fruta. – Dijo que reuniría a la banda cuando estuviera listo, y me dio esto…-Le contaba sacando del zurrón un pequeño trozo de papel y mostrándoselo al revolucionario. -No se muy bien lo que es, pero por lo visto con esto podré encontrarle a él y al resto de la banda. – Termino de explicarse mientras se paraban frente al desastre formado por el burro, toda la fruta estaba tirada por el suelo y la carreta estampada contra un edificio.
Nassor no tardó en silenciar los improperios que el hombre soltaba hacia el peliazul, que seguía mirando alrededor viendo su fatídica obra, mientras el viejo sacaba un fajo de billetes para pagar los desperfectos y luego darle pie para que pidiera disculpas tal y como habían acordado.
-Lamento mucho haberle causado problemas señor. – Dijo inclinándose hacia él para pedir disculpas con una pequeña reverencia. – Le prometo que pagaré los daños causados trabajando para este hombre. – Siguió, levantándose y llevando la mirada hacia un lado mientas se rascaba la coronilla. -No pretendía echar a perder todo su cargamento, solo tenía hambre e intenté coger algunas, pero esos guardias me vieron y... Lo lamento mucho señor. – Intentaba excusarse pidiendo disculpas con un par de reverencias más. Por último, saco las pocas naranjas que quedaban en el zurrón y se las entregó al hombre y retirarse.
Aigon no era el tipo de persona que robaba y luego pedía disculpas, sino de coger lo que haga falta y no mirar atrás, pero en cierta forma, eso estaba empezando a cambiar después de su encuentro con Alpha comprendió a su manera que ser libre es algo más que tomar todo aquello que te plazca. Y ahora Nassor parecía estar dispuesto a enseñárselo.
- ¿Qué dices viejo? ¿Podemos partir ya? Seguro que Aniki y el resto me están esperando…- Dijo dando un par de palmadas en la espalda de Nassor con ganas de salir de aquella situación y de aquella isla Para reencontrarse con Alpha y conocer a sus compañeros.
Nassor no tardó en silenciar los improperios que el hombre soltaba hacia el peliazul, que seguía mirando alrededor viendo su fatídica obra, mientras el viejo sacaba un fajo de billetes para pagar los desperfectos y luego darle pie para que pidiera disculpas tal y como habían acordado.
-Lamento mucho haberle causado problemas señor. – Dijo inclinándose hacia él para pedir disculpas con una pequeña reverencia. – Le prometo que pagaré los daños causados trabajando para este hombre. – Siguió, levantándose y llevando la mirada hacia un lado mientas se rascaba la coronilla. -No pretendía echar a perder todo su cargamento, solo tenía hambre e intenté coger algunas, pero esos guardias me vieron y... Lo lamento mucho señor. – Intentaba excusarse pidiendo disculpas con un par de reverencias más. Por último, saco las pocas naranjas que quedaban en el zurrón y se las entregó al hombre y retirarse.
Aigon no era el tipo de persona que robaba y luego pedía disculpas, sino de coger lo que haga falta y no mirar atrás, pero en cierta forma, eso estaba empezando a cambiar después de su encuentro con Alpha comprendió a su manera que ser libre es algo más que tomar todo aquello que te plazca. Y ahora Nassor parecía estar dispuesto a enseñárselo.
- ¿Qué dices viejo? ¿Podemos partir ya? Seguro que Aniki y el resto me están esperando…- Dijo dando un par de palmadas en la espalda de Nassor con ganas de salir de aquella situación y de aquella isla Para reencontrarse con Alpha y conocer a sus compañeros.
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Asunto arreglado. Aunque no parecía del todo convencido, y era normal. Se acababa de llevar un disgusto bastante gordo y de repente le venían con un "toma, dinero, una disculpa y en paz." Por mucho que le pagasen más de lo que le debían, tenía todo el derecho del mundo a estar enfadado. Sin embargo, finalmente el frutero suspiró, aceptó el dinero, cogió las frutas y miró a Aigon.
- Está bien. En cualquier caso, con esto tengo suficiente para reponer todo.
Tras mirarles una última vez, se dio media vuelta y se marchó. Nassor desvió la mirada hacia Aigon, arqueando una ceja confuso cuando el peliazul le dio dos palmadas en la espalda. Qué rápido se tomaba las confianzas.
- ¿Partir ya? No, tenemos cosas que hacer. Partiremos en dos días. Pero no te preocupes, no vas a aburrirte.
Fiel a su palabra, durante los dos días siguientes Aigon no tuvo tiempo a aburrirse. Había muchos preparativos que hacer para el viaje: mientras él y sus oficiales reclutaban nuevos soldados, Aigon y los hombres de Nassor preparaban el Pandora. Había que hacer reparaciones, coser velas, cargar las bodegas, reponer cañones y preparar hamacas. El viaje a través del Calm Belt había sido muy duro. A la vuelta al menos podrían cruzar a través de la Reverse Mountain, un recorrido notoriamente más sencillo. Durante esos dos días de trabajo, Aigon podría hablar con la gente del barco. Había jóvenes impetuosos de carácter similar al suyo con los que probablemente podría hacer migas y jugar a las cartas para matar los ratos.
Y así, pasado el tiempo acordado, el Pandora y los otros galeones zarparon de Saint Reia con rumbo a la Reverse Mountain. El viejo revolucionario observaba el mar desde el castillo de popa, con una mirada indescifrable. Una vez de vuelta en Grand Line le esperaba una dura tarea; una antigua responsabilidad que debía ser atendida. Había cometido errores que debían ser enmendados. Observó al joven pirata cerca de él y le hizo un gesto para que se acercase.
- Buenos días, Aigon - saludó, en tono solemne - Hazle compañía a un viejo, ¿quieres? - se apoyó contra el palo de mesana - Eres joven y probablemente no has oído hablar de esos tiempos, pero yo también fui pirata. En realidad hasta hace no demasiados años, aunque ya era miembro de la Armada Revolucionaria desde hacía décadas, seguía manteniendo mi banda pirata como tapadera - se cruzó de brazos y le miró a los ojos - La libertad era lo que buscaba yo de la piratería. ¿Qué buscas tú?
- Está bien. En cualquier caso, con esto tengo suficiente para reponer todo.
Tras mirarles una última vez, se dio media vuelta y se marchó. Nassor desvió la mirada hacia Aigon, arqueando una ceja confuso cuando el peliazul le dio dos palmadas en la espalda. Qué rápido se tomaba las confianzas.
- ¿Partir ya? No, tenemos cosas que hacer. Partiremos en dos días. Pero no te preocupes, no vas a aburrirte.
Fiel a su palabra, durante los dos días siguientes Aigon no tuvo tiempo a aburrirse. Había muchos preparativos que hacer para el viaje: mientras él y sus oficiales reclutaban nuevos soldados, Aigon y los hombres de Nassor preparaban el Pandora. Había que hacer reparaciones, coser velas, cargar las bodegas, reponer cañones y preparar hamacas. El viaje a través del Calm Belt había sido muy duro. A la vuelta al menos podrían cruzar a través de la Reverse Mountain, un recorrido notoriamente más sencillo. Durante esos dos días de trabajo, Aigon podría hablar con la gente del barco. Había jóvenes impetuosos de carácter similar al suyo con los que probablemente podría hacer migas y jugar a las cartas para matar los ratos.
Y así, pasado el tiempo acordado, el Pandora y los otros galeones zarparon de Saint Reia con rumbo a la Reverse Mountain. El viejo revolucionario observaba el mar desde el castillo de popa, con una mirada indescifrable. Una vez de vuelta en Grand Line le esperaba una dura tarea; una antigua responsabilidad que debía ser atendida. Había cometido errores que debían ser enmendados. Observó al joven pirata cerca de él y le hizo un gesto para que se acercase.
- Buenos días, Aigon - saludó, en tono solemne - Hazle compañía a un viejo, ¿quieres? - se apoyó contra el palo de mesana - Eres joven y probablemente no has oído hablar de esos tiempos, pero yo también fui pirata. En realidad hasta hace no demasiados años, aunque ya era miembro de la Armada Revolucionaria desde hacía décadas, seguía manteniendo mi banda pirata como tapadera - se cruzó de brazos y le miró a los ojos - La libertad era lo que buscaba yo de la piratería. ¿Qué buscas tú?
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El viejo revolucionario arqueo una ceja tras ver las confianzas de Aigon, y le respondió que no partirían hasta pasados dos días, afirmándole al peliazul que no tendría tampoco tiempo para aburrirse, pues tenía planeados para él un montón de tareas de reparación y aprovisionamiento del barco antes de que el partieran rumbo a grand line.
Como Aigon, la mayor parte de la tripulación del Pandora, el barco del viejo Nassor, eran chicos jóvenes y audaces, pero la mayoría con bastantes mas ganas de trabajar que el pirata, que intentaba escaquearse cada vez que podía o acercarse a las cocinas para intentar llevarse algún bocado a la boca, y aun así fueron dos días en los que apenas dejaron al pirata descansar, pues al parecer en su ultimo viaje el barco había quedado bastante dañado y solo les quedaban dos días para terminar de acondicionarlo antes de partir.
Los dos días pasaron rápido, la fuerza de Aigon fue de gran ayuda para cargar las provisiones del barco y subir los cañones a bordo, las tablas rotas habían sido sustituidas, las velas remendadas y los catres reparados y en su ultima noche en tierra, con el barco a punto y los reclutas preparados, la tripulación se relajó por fin, Aigon paseaba por la cubierta del Pandora, algunos de los reclutas bebían y contaban historias a los nuevos reclutas de su último viaje a través del Calm belt, otros jugaban a las cartas, apostaban y se reían. El ambiente estaba relajado y al peliazul le apetecía disfrutar de un poco de música, así que se acerco hasta el castillo de popa, sacó su guitarra y comenzó a tocar unos acordes. – ¿Tu eres el pirata no? – Dijo una voz femenina y dulce interrumpiendo la música, Se trataba de una chica que había visto en el barco durante los dos días que habían estado reparándolo, tenia el cabello anaranjado y los ojos verdes, además de dos voluptuosos pechos que llamaban mucho la atención. - ¿Cómo ha terminado un pirata en un barco revolucionario? - Pregunto acercándose hasta el pirata y sentándose junto a él.
Aigon volvió llevar su mirada al mástil de la guitarra para seguir tocándola. -Tengo una deuda con Nassor, él pagó por mi deuda y ahora yo le devolveré la deuda trabajando para él…- Explicaba Aigon mientras seguía tocando con la guitarra. -Es un buen tipo vuestro capitán, me recuerda al Aniki, estoy seguro de que se llevarían bien si algún día se conocen. Yeaahahahaha.- Seguía explicando terminado de tocar y extendiendo la mano hacia la chica. -Me llamo Aigon. – Se presento y guardo la guitarra de nuevo. -Kiara. -Respondió la chica recorriendo con la mirada al peliazul de arriba abajo. -Así que perteneces a una banda pirata y todo… - Dijo devolviéndole el saludo, para luego volver a hacerle otra pregunta más, ambos estuvieron hablando largo y tendido allí, Aigon le contó cómo había conocido a Alpha y la chica como se había unido a la revolución. Y luego se fueron a sus catres.
A la mañana siguiente el Pandora paratió y tras el desayuno, le endiñaron a Aigon la tarea de fregar la cubierta, Nassor estaba apoyado en el mismo sitio en el que había estado hablando con Kiara la noche anterior, observaba con su rostro serio el mar como si estuviera pensando en algo importante hasta que se giró hacia el pirata para hacerle un gesto para que se acercara. Una vez allí, el viejo le reveló al musico que él también había sido pirata, aunque al mismo tiempo también era revolucionario. Aigon se sentó frente a Nassor parecía que el tenia ganas de contar batallitas del pasado como hacen todos las viejas glorias, pero antes le formuló una pregunta al peliazul cruzándose de brazos y mirándolo serio. - ¿Libertad? Si, puede ser, aniki también dijo lo mismo ¿sabes? - Contestó arrugando el gesto como si le costase encontrar una respuesta. - ¿Poder? Si, poder, me gustaría ser mucho más fuerte y enfrentar a los rivales más fuertes, además le prometí a mi capitán que algún día seria tan fuerte como él. – Explicaba, pero con el gesto todavía sumido en busca de la respuesta correcta. – La riqueza y la fama de los grandes señores de la piratería… No estaría mal, pero no es lo mas importante… ¡Lo que quiero es viajar junto al Aniki! Vivir aventuras y luchar por nuestros sueños. Supongo que si el sueño del Aniki es que seamos libres para vivir como nos plazca, eso es lo que busco, ser libres yeahahahahaha.- Concluyó Aigon, que ahora miraba a Nassor esperando su respuesta mientras una gabiota del New Coo dejaba caer ante él las ultimas noticias y los nuevos carteles de recompensas.
Como Aigon, la mayor parte de la tripulación del Pandora, el barco del viejo Nassor, eran chicos jóvenes y audaces, pero la mayoría con bastantes mas ganas de trabajar que el pirata, que intentaba escaquearse cada vez que podía o acercarse a las cocinas para intentar llevarse algún bocado a la boca, y aun así fueron dos días en los que apenas dejaron al pirata descansar, pues al parecer en su ultimo viaje el barco había quedado bastante dañado y solo les quedaban dos días para terminar de acondicionarlo antes de partir.
Los dos días pasaron rápido, la fuerza de Aigon fue de gran ayuda para cargar las provisiones del barco y subir los cañones a bordo, las tablas rotas habían sido sustituidas, las velas remendadas y los catres reparados y en su ultima noche en tierra, con el barco a punto y los reclutas preparados, la tripulación se relajó por fin, Aigon paseaba por la cubierta del Pandora, algunos de los reclutas bebían y contaban historias a los nuevos reclutas de su último viaje a través del Calm belt, otros jugaban a las cartas, apostaban y se reían. El ambiente estaba relajado y al peliazul le apetecía disfrutar de un poco de música, así que se acerco hasta el castillo de popa, sacó su guitarra y comenzó a tocar unos acordes. – ¿Tu eres el pirata no? – Dijo una voz femenina y dulce interrumpiendo la música, Se trataba de una chica que había visto en el barco durante los dos días que habían estado reparándolo, tenia el cabello anaranjado y los ojos verdes, además de dos voluptuosos pechos que llamaban mucho la atención. - ¿Cómo ha terminado un pirata en un barco revolucionario? - Pregunto acercándose hasta el pirata y sentándose junto a él.
Aigon volvió llevar su mirada al mástil de la guitarra para seguir tocándola. -Tengo una deuda con Nassor, él pagó por mi deuda y ahora yo le devolveré la deuda trabajando para él…- Explicaba Aigon mientras seguía tocando con la guitarra. -Es un buen tipo vuestro capitán, me recuerda al Aniki, estoy seguro de que se llevarían bien si algún día se conocen. Yeaahahahaha.- Seguía explicando terminado de tocar y extendiendo la mano hacia la chica. -Me llamo Aigon. – Se presento y guardo la guitarra de nuevo. -Kiara. -Respondió la chica recorriendo con la mirada al peliazul de arriba abajo. -Así que perteneces a una banda pirata y todo… - Dijo devolviéndole el saludo, para luego volver a hacerle otra pregunta más, ambos estuvieron hablando largo y tendido allí, Aigon le contó cómo había conocido a Alpha y la chica como se había unido a la revolución. Y luego se fueron a sus catres.
A la mañana siguiente el Pandora paratió y tras el desayuno, le endiñaron a Aigon la tarea de fregar la cubierta, Nassor estaba apoyado en el mismo sitio en el que había estado hablando con Kiara la noche anterior, observaba con su rostro serio el mar como si estuviera pensando en algo importante hasta que se giró hacia el pirata para hacerle un gesto para que se acercara. Una vez allí, el viejo le reveló al musico que él también había sido pirata, aunque al mismo tiempo también era revolucionario. Aigon se sentó frente a Nassor parecía que el tenia ganas de contar batallitas del pasado como hacen todos las viejas glorias, pero antes le formuló una pregunta al peliazul cruzándose de brazos y mirándolo serio. - ¿Libertad? Si, puede ser, aniki también dijo lo mismo ¿sabes? - Contestó arrugando el gesto como si le costase encontrar una respuesta. - ¿Poder? Si, poder, me gustaría ser mucho más fuerte y enfrentar a los rivales más fuertes, además le prometí a mi capitán que algún día seria tan fuerte como él. – Explicaba, pero con el gesto todavía sumido en busca de la respuesta correcta. – La riqueza y la fama de los grandes señores de la piratería… No estaría mal, pero no es lo mas importante… ¡Lo que quiero es viajar junto al Aniki! Vivir aventuras y luchar por nuestros sueños. Supongo que si el sueño del Aniki es que seamos libres para vivir como nos plazca, eso es lo que busco, ser libres yeahahahahaha.- Concluyó Aigon, que ahora miraba a Nassor esperando su respuesta mientras una gabiota del New Coo dejaba caer ante él las ultimas noticias y los nuevos carteles de recompensas.
Nassor
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Escuchó al joven pirata hablar, conteniendo una sonrisa. Había dicho que quería se poderoso. No para imponer su voluntad sobre otros, no para derrotar a alguien concreto, no para protegerse. Para derrotar a rivales poderosos. Aquel chico tenía el alma de un guerrero. Podía entender aquella mentalidad. En algún momento había pensado similar, aunque detrás de su búsqueda de poder siempre había habido un motivo más. Sin embargo, lo que dijo con lo que realmente comulgaba fue lo último. Aquella frase le llegó tan hondo que sintió una oleada de frío y calor recorrer su cuerpo y se le humedecieron los ojos. Aquel había sido el mismo motivo por el que, más de cincuenta años atrás, se había hecho pirata. Recordó los tiempos en que, en aquella misma cubierta, había navegado junto a Syxel. Aún podía imaginárselo al timón, con una mano en la madera otra sujetando una botella de ron, tarareando una canción pirata con una sonrisa. Contuvo las lágrimas y dijo, con voz solemne:
- Los tiempos avanzan, pero la gente sigue siendo en esencia la misma. Siempre habrá gente que persiga sus sueños - le dio una palmada en el hombro a Aigon - Yo también tuve un capitán. Probablemente no conozcas su nombre, pues hace ya tanto tiempo que pocos lo hacen. Silver D. Syxel se llamaba.
El periódico que cayó frente a ellos captó su atención. Había una imagen que le resultaba familiar. Lo desenrolló y sacó los carteles de se busca. El primer cartel era Alpha, cómo no. Ya había alcanzado una cifra sorprendente. Le extrañaría mucho que para su llegada a Shabaody no fuese considerado un Supernova. Y así una nueva generación sustituía a la siguiente. Alpha podía ser joven e impulsivo, pero tenía madera para convertirse en un gran capitán. En muchos aspectos, le recordaba a Syxel. Sonrió con nostalgia.
- Este es uno de mis antiguos tripulantes. Fue mi contramaestre, y de hecho al dejar la piratería le di parte de mis barcos, pero ha decidido devolvérmelos. Quiere conseguir con sus propios medios y fuerzas dominar Grand Line. Te pareces a él en algunas cosas. También es impulsivo pero con buen fondo.
Tal vez, después de todo, sí decidiese entrenar a Aigon. Le haría prometer a cambio que no usaría su fuerza contra los inocentes ni contra la Revolución, por supuesto. Y trataría de inculcarle, al menos cuanto pudiese, cierto sentido de la responsabilidad. Pero le daría la fuerza necesaria para viajar junto a su capitán y ser capaz de enfrentarse a enemigos fuertes. Era hora de pasar la antorcha de la libertad a la siguiente generación.
- Los tiempos avanzan, pero la gente sigue siendo en esencia la misma. Siempre habrá gente que persiga sus sueños - le dio una palmada en el hombro a Aigon - Yo también tuve un capitán. Probablemente no conozcas su nombre, pues hace ya tanto tiempo que pocos lo hacen. Silver D. Syxel se llamaba.
El periódico que cayó frente a ellos captó su atención. Había una imagen que le resultaba familiar. Lo desenrolló y sacó los carteles de se busca. El primer cartel era Alpha, cómo no. Ya había alcanzado una cifra sorprendente. Le extrañaría mucho que para su llegada a Shabaody no fuese considerado un Supernova. Y así una nueva generación sustituía a la siguiente. Alpha podía ser joven e impulsivo, pero tenía madera para convertirse en un gran capitán. En muchos aspectos, le recordaba a Syxel. Sonrió con nostalgia.
- Este es uno de mis antiguos tripulantes. Fue mi contramaestre, y de hecho al dejar la piratería le di parte de mis barcos, pero ha decidido devolvérmelos. Quiere conseguir con sus propios medios y fuerzas dominar Grand Line. Te pareces a él en algunas cosas. También es impulsivo pero con buen fondo.
Tal vez, después de todo, sí decidiese entrenar a Aigon. Le haría prometer a cambio que no usaría su fuerza contra los inocentes ni contra la Revolución, por supuesto. Y trataría de inculcarle, al menos cuanto pudiese, cierto sentido de la responsabilidad. Pero le daría la fuerza necesaria para viajar junto a su capitán y ser capaz de enfrentarse a enemigos fuertes. Era hora de pasar la antorcha de la libertad a la siguiente generación.
Ryukami Aigon
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El viejo había sido el primero en recoger el periódico, pero al abrirlo una sonrisa iluminó su rostro maltratado por el tiempo y las batallas, lo que había visto era un cartel de recompensa, el primero del montón de hojas del mismo tipo que venían junto al periódico. Luego mostró al chico el cartel y le dijo que le recordaba a esa persona. El peliazul se quedó atónito mirando el cartel de se busca que tenía el viejo Nassor en la mano y escuchándole hablar de Alpha. - ¿Co-Conoces al Aniki Alpha? - Dijo con una voz que casi no le salía del cuerpo mientras intentaba asimilar lo que el revolucionario acababa de decirle. -Yeeeahahahahaha ¡Es increíble! ¿Verdad? Yeeahahahaha- Decía entre carcajadas el chico con las lagrimas saltadas cayendo de culo en el suelo. -No sabia que el aniki había pertenecido a otra banda antes de empezar a formar la suya propia. - Respondió desde el suelo intentando recobrar un poco la compostura. -Le diré que conocí a su antiguo nakama en cuanto lo vea… Yeahahaha. Será divertido. – Decía mientras se colocaba de nuevo en pie frente a Nassor.
-Pues si conoces a Alpha, estoy seguro de que sabrás lo increíblemente poderoso que es…- Ahora miraba al Revolucionario con decisión a los ojos mientras hablaba. -Si quiero seguirle y ayudarle a cumplir sus sueños necesito hacerme tan fuerte como él o seré un estorbo. – Decía mientras se llevaba la mano a la empuñadura de su katana. -He mejorado mucho mi habilidad desde que el aniki me derrotó, pero aun no soy lo suficientemente fuerte, necesito entrenar más, hacerme mucho más fuerte, y ser un guerrero digno de pertenecer a la banda del aniki.- Explicó, mientras apretaba con la mano la empuñadura de la katana y con su otra mano apretaba el puño cerrado. -Seguro que eres tan fuerte como el aniki…- Susurro esta vez para ponerse de rodillas inclinando la cabeza a los pies de Nassor y estirando en los brazos la Katana por encima de su cabeza. -Se que estoy aquí pagando mi deuda con la revolución nada más, pero ahora que conoces mi objetivo, concédeme la oportunidad de entrenar contigo para hacerme más fuerte. -Pidió quedándose en esa posición a la espera de que el viejo le diera una respuesta.
-Pues si conoces a Alpha, estoy seguro de que sabrás lo increíblemente poderoso que es…- Ahora miraba al Revolucionario con decisión a los ojos mientras hablaba. -Si quiero seguirle y ayudarle a cumplir sus sueños necesito hacerme tan fuerte como él o seré un estorbo. – Decía mientras se llevaba la mano a la empuñadura de su katana. -He mejorado mucho mi habilidad desde que el aniki me derrotó, pero aun no soy lo suficientemente fuerte, necesito entrenar más, hacerme mucho más fuerte, y ser un guerrero digno de pertenecer a la banda del aniki.- Explicó, mientras apretaba con la mano la empuñadura de la katana y con su otra mano apretaba el puño cerrado. -Seguro que eres tan fuerte como el aniki…- Susurro esta vez para ponerse de rodillas inclinando la cabeza a los pies de Nassor y estirando en los brazos la Katana por encima de su cabeza. -Se que estoy aquí pagando mi deuda con la revolución nada más, pero ahora que conoces mi objetivo, concédeme la oportunidad de entrenar contigo para hacerme más fuerte. -Pidió quedándose en esa posición a la espera de que el viejo le diera una respuesta.
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