Iulia Markov
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No había sido difícil escabullirse de Markovia. Nadie la vigilaba activamente, aunque era probable que eso cambiase si tardaba mucho en volver. Sin embargo, abuela le había enseñado bien. Aunque le pusiesen guardias, sabría escaparse de su vigilancia. En cualquier caso, había salido sin un objetivo concreto ni intención de irse por mucho tiempo. Todo lo que quería era hacer una pequeña salida por su cuenta, sin escolta ni acompañantes. Si iba a salir a viajar por el mundo, lo mínimo era primero aprender a desenvolverse sola. Como preparación había llenado una pequeña bolsa con un aperitivo para el camino, dulces y una botella de agua. Aparte de eso llevaba ropas de montar discretas (o lo que ella consideraba discretas; seguían siendo evidentemente caras), su caballo, su katana al cinto y una capa marrón con capucha. El resto de su equipo consistía en sus ganas de vivir aventuras y una falta total de idea de hacia dónde iba.
El principio de su escapada fue agradable y le hizo sentirse ufana y orgullosa de su idea. Recorrió los caminos calentada por el sol de la media tarde, comiendo dulces y trotando sobre Fred. El canto de los pájaros entre los robles era un melodioso acompañamiento, y el viento era apenas una suave brisa. Inspirada por su sentido de la aventura y la confianza por cómo de bien le estaban saliendo las cosas, abandonó la zona que conocía y los caminos y se adentró en la cordillera que bordeaba la costa oriental de la isla. Las historias de su abuelo contaban cómo había explorado numerosas islas peligrosas sin más ayuda que un par de compañeros, y en ocasiones, sin ayuda de nadie. ¿Qué peligro iba a sufrir ella en Hallstat, su tierra natal? Cierto, había lobos y osos de Hallstat en las montañas, pero conocía su tierra natal y su abuela le había adiestrado en artes de combate. Su exceso de confianza pronto demostraría ser un problema.
Hacia el anochecer empezó a pensar en dar media vuelta. Ya se había comido su aperitivo, no le quedaba mucha agua y espesas nubes de tormenta habían cubierto el cielo. Los pájaros ya no cantaban, empezaba a hacer frío y la suave brisa se había convertido en un viento helado, insoportable por más que se arrebujase en su capa. Guio a Fred de vuelta y comenzó a recorrer estrechos senderos de montaña en busca del camino de vuelta. Fue entonces cuando reparó en el problema: no habiendo un camino que seguir, no tenía claro por dónde había venido. Perdida, intentó subir a un punto alto para orientarse. Fue entonces cuando la tormenta empezó. En Hallstat la lluvia era parte del día a día, así que la capa y ropas que llevaba estaban preparadas para la lluvia. Pero una cosa era una pequeña mojadura y otra un chaparrón en condiciones, con vendaval y rayos incluidos. Pronto estuvo calada hasta los huesos, temblando y sin ser capaz de ver los montes lejanos para orientarse. Fue entonces cuando se percató de que a lo mejor las aventuras no eran algo tan sencillo.
El principio de su escapada fue agradable y le hizo sentirse ufana y orgullosa de su idea. Recorrió los caminos calentada por el sol de la media tarde, comiendo dulces y trotando sobre Fred. El canto de los pájaros entre los robles era un melodioso acompañamiento, y el viento era apenas una suave brisa. Inspirada por su sentido de la aventura y la confianza por cómo de bien le estaban saliendo las cosas, abandonó la zona que conocía y los caminos y se adentró en la cordillera que bordeaba la costa oriental de la isla. Las historias de su abuelo contaban cómo había explorado numerosas islas peligrosas sin más ayuda que un par de compañeros, y en ocasiones, sin ayuda de nadie. ¿Qué peligro iba a sufrir ella en Hallstat, su tierra natal? Cierto, había lobos y osos de Hallstat en las montañas, pero conocía su tierra natal y su abuela le había adiestrado en artes de combate. Su exceso de confianza pronto demostraría ser un problema.
Hacia el anochecer empezó a pensar en dar media vuelta. Ya se había comido su aperitivo, no le quedaba mucha agua y espesas nubes de tormenta habían cubierto el cielo. Los pájaros ya no cantaban, empezaba a hacer frío y la suave brisa se había convertido en un viento helado, insoportable por más que se arrebujase en su capa. Guio a Fred de vuelta y comenzó a recorrer estrechos senderos de montaña en busca del camino de vuelta. Fue entonces cuando reparó en el problema: no habiendo un camino que seguir, no tenía claro por dónde había venido. Perdida, intentó subir a un punto alto para orientarse. Fue entonces cuando la tormenta empezó. En Hallstat la lluvia era parte del día a día, así que la capa y ropas que llevaba estaban preparadas para la lluvia. Pero una cosa era una pequeña mojadura y otra un chaparrón en condiciones, con vendaval y rayos incluidos. Pronto estuvo calada hasta los huesos, temblando y sin ser capaz de ver los montes lejanos para orientarse. Fue entonces cuando se percató de que a lo mejor las aventuras no eran algo tan sencillo.
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Con la misión de infiltrarse en el barco de esos malnacidos, fui directo a Hallstat, sabía que estaban ahí, por lo que mi intención era infiltrarme de forma discreta. Aún le quedaban tres días para zarpar y ya había hecho demasiado acto de presencia en el puerto, por lo que, para no llamar la atención decidí continuar mañana y decirme, ¿Que mejor espera para un obsesionado con la naturaleza que el bosque? Correcto, decidí ir al sitio donde más cómodo me sentía, subí a una colina y escalé un gran árbol donde pude observar a la fauna local sin problemas, hasta de lejos pude ver la silueta de uno de esos grandes osos que habitan la zona, era hermoso, pero tenía claro que no me iba a acercar ni de broma, me habían dicho que eran fuertes y altamente agresivos por lo que, de lejos me gustaba más...
Bendita mi suerte cuando de pronto unos había unos nubarrones que amenazaban tormenta, cuando me quise dar cuenta me desperté en medio del fenómeno atmosférico, estaba tan cómodo que me dormí en aquella rama y un sonido que me puso los pelos de punta me sacó del encierro onírico. Observé el tiempo, no llegaba a la ciudad a resguardarme ni en broma, me pillaría de pleno bajo ese tormentoso estruendo... ¡Malditas tormentas! Por qué existirán... Quizás y solo quizás algo de pánico se adueño de mí, por un momento mis nervios aumentaron... ¿Que solía hacer en estas situaciones? Guarecerme... ¡Encontraré una cueva!
De un salto bajé de la rama y fui corriendo a buscar alguna cueva y por suerte la encontré, pero una vez estaba dando un paso a cubierto un extraño olor me llegó a la pituitaria, recordé que bien podría ser la madriguera de algún oso y eso sería peligroso, por otra parte, menos mal que caí en la cuenta pues ya iba a tapiar la entrada... ¿Tapiar? ¡Mierda! Estaba tan asustado que no caí en lo más lógico ¡Mis poderes!
Me costó lo mio, sudor y sangre... Bueno, sangre no, pero sudor y energía si, mi temperatura ya había caído en picado por la helada lluvia, los rayos que aparecieron por medio me bloquearon bastante pero enseguida volvía a mí, cuando notaba el agua... No era bueno construyendo nada en la vida, ni mi propia vida, pero la forma con la que manipulaba mi elemento me permitía plasmarlo como yo deseaba, primero empecé con un cuadrado para cubrirme, pero mi claustrofobia atacaba más fuerte que mi brontofobia, por lo que tuve que ampliar dicho cubículo y en más de lo que me hubiera gustado finalicé una pequeña cabaña de una sola habitación, y debajo de la mesa creada en chocolate estaba yo, hecho una bolita y tiritando del miedo... Que pase pronto la dicha tormenta...
Bendita mi suerte cuando de pronto unos había unos nubarrones que amenazaban tormenta, cuando me quise dar cuenta me desperté en medio del fenómeno atmosférico, estaba tan cómodo que me dormí en aquella rama y un sonido que me puso los pelos de punta me sacó del encierro onírico. Observé el tiempo, no llegaba a la ciudad a resguardarme ni en broma, me pillaría de pleno bajo ese tormentoso estruendo... ¡Malditas tormentas! Por qué existirán... Quizás y solo quizás algo de pánico se adueño de mí, por un momento mis nervios aumentaron... ¿Que solía hacer en estas situaciones? Guarecerme... ¡Encontraré una cueva!
De un salto bajé de la rama y fui corriendo a buscar alguna cueva y por suerte la encontré, pero una vez estaba dando un paso a cubierto un extraño olor me llegó a la pituitaria, recordé que bien podría ser la madriguera de algún oso y eso sería peligroso, por otra parte, menos mal que caí en la cuenta pues ya iba a tapiar la entrada... ¿Tapiar? ¡Mierda! Estaba tan asustado que no caí en lo más lógico ¡Mis poderes!
Me costó lo mio, sudor y sangre... Bueno, sangre no, pero sudor y energía si, mi temperatura ya había caído en picado por la helada lluvia, los rayos que aparecieron por medio me bloquearon bastante pero enseguida volvía a mí, cuando notaba el agua... No era bueno construyendo nada en la vida, ni mi propia vida, pero la forma con la que manipulaba mi elemento me permitía plasmarlo como yo deseaba, primero empecé con un cuadrado para cubrirme, pero mi claustrofobia atacaba más fuerte que mi brontofobia, por lo que tuve que ampliar dicho cubículo y en más de lo que me hubiera gustado finalicé una pequeña cabaña de una sola habitación, y debajo de la mesa creada en chocolate estaba yo, hecho una bolita y tiritando del miedo... Que pase pronto la dicha tormenta...
- cubículo:
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Estaba cansada, empapada, temblando y al borde de los nervios. Ahora veía el error que había cometido. Había salido a la espesura sin ninguna clase de plan, objetivo y una preparación más que insuficiente. Para colmo se le estaba acabando el agua, y recoger la de la lluvia no era tan fácil como parecía. O por lo menos estaba demasiado frustrada y cansada como para pensar un método eficiente para ello. Espoleó a Fred, quien resopló y sacudió la cabeza. Parecía que él también se estaba cansando. Normal, por otro lado.
Por más que avanzaba, no encontraba el camino de vuelta. No había más remedio. Iba a necesitar encontrar un refugio para pasar la noche. ¿Pero dónde? Si encontraba una cueva en las montañas, era muy probable que estuviese ya habitada y su ocupante no estuviese muy dispuesto a compartirla. Y en su estado actual, un oso gigante la destrozaría como si fuese un juguete. Lo ideal sería encontrar el camino de vuelta y cabalgar hasta Markovia, pero lo ideal no siempre era lo posible. Otro caso que sería una auténtica salvada sería encontrarse una cabaña de algún leñador o un refugio de cazadores. Pero eso sería mucha suerte. Se había adentrado en las montañas profundamente.
Entonces la vio. No podía ser. ¿Había tenido tanta suerte como para encontrarse una cabaña? Sin embargo, incluso con la tormenta no se le escapó que tenía un aspecto extraño. El material parecía demasiado uniforme, casi como si no fuese de madera. Sin embargo era marrón. Detuvo a Fred en el porche, bajo el borde del tejado, y se bajó. Con los dedos torpes por el frío y la humedad, ató a un poste sus riendas y aprovechó para tantear la casa. Efectivamente eso no era madera... de echo, ¿le había manchado la mano? Se la miró, sin saber si asquearse o no. No tenía ni idea de qué era esa cosa. Se la acercó a la nariz, y se sorprendió. Olía... a chocolate. Se lamió la palma, confirmándolo. Aquella casa estaba hecha, o al menos recubierta, de chocolate. Una parte de ella estaba deseando saltar de alegría. ¿Un refugio y dulces para reponer sus fuerzas? Aquello era más de lo que había esperado encontrar. Por otro lado, aquello le recordaba demasiado a un cuento infantil vareno sobre una bruja en una casa hecha de dulces.
- En fin, bruja o no, prefiero eso a seguir helándome - farfulló, antes de empezar a petar en la puerta - ¡¿Hola?! ¡Me he perdido en la tormenta y necesito ayuda!
Por más que avanzaba, no encontraba el camino de vuelta. No había más remedio. Iba a necesitar encontrar un refugio para pasar la noche. ¿Pero dónde? Si encontraba una cueva en las montañas, era muy probable que estuviese ya habitada y su ocupante no estuviese muy dispuesto a compartirla. Y en su estado actual, un oso gigante la destrozaría como si fuese un juguete. Lo ideal sería encontrar el camino de vuelta y cabalgar hasta Markovia, pero lo ideal no siempre era lo posible. Otro caso que sería una auténtica salvada sería encontrarse una cabaña de algún leñador o un refugio de cazadores. Pero eso sería mucha suerte. Se había adentrado en las montañas profundamente.
Entonces la vio. No podía ser. ¿Había tenido tanta suerte como para encontrarse una cabaña? Sin embargo, incluso con la tormenta no se le escapó que tenía un aspecto extraño. El material parecía demasiado uniforme, casi como si no fuese de madera. Sin embargo era marrón. Detuvo a Fred en el porche, bajo el borde del tejado, y se bajó. Con los dedos torpes por el frío y la humedad, ató a un poste sus riendas y aprovechó para tantear la casa. Efectivamente eso no era madera... de echo, ¿le había manchado la mano? Se la miró, sin saber si asquearse o no. No tenía ni idea de qué era esa cosa. Se la acercó a la nariz, y se sorprendió. Olía... a chocolate. Se lamió la palma, confirmándolo. Aquella casa estaba hecha, o al menos recubierta, de chocolate. Una parte de ella estaba deseando saltar de alegría. ¿Un refugio y dulces para reponer sus fuerzas? Aquello era más de lo que había esperado encontrar. Por otro lado, aquello le recordaba demasiado a un cuento infantil vareno sobre una bruja en una casa hecha de dulces.
- En fin, bruja o no, prefiero eso a seguir helándome - farfulló, antes de empezar a petar en la puerta - ¡¿Hola?! ¡Me he perdido en la tormenta y necesito ayuda!
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Mi posición fetal no podía ser más comprimida, si no explosionaría en mí mismo, sorprendentemente el ruido de los truenos no fue lo único que sobre saltó mi pequeñito corazoncillo, me pareció escuchar el rebuzno equino de un animal, no podía ser, pero también me pareció escuchar el ruido del trote de uno, eso ya me extraño... Sorprendentemente tocaron la puerta, de forma quizás un tanto bruta, lo suficiente como para que pensara que era un oso... Pero los osos no pican a la puerta ni hablan ¿Una muchacha? La voz era de alguien joven pero con la lluvia fuerte a saber. Intenté decir con la voz más varonil que tenía que podía acceder al interior y resguardarse de esta maldita e inhumana tormenta pero la verdad que mi voz sonó tétrica y agónica -Pue.. Puedes pasar...- Si la muchacha entraba se encontraría con un sofá muy duro cual hecho de mármol, una mesa con cuatro sillas entre las cuales me encontraba bajo el tablón simulado de madera y una chimenea que no podía encenderse pues no tenía ni salida por el techo y claramente era de chocolate, si encendía una hoguera acabaríamos derritiendo toda la estructura -Puedes... cubrirte, resguardarte... de la lluvia...- Esperaba que la mujer tuviera buen ojo pues si no sabía de donde o quien estaba hablando quizás se pensaría que está embrujada o algo por el estilo...
De verdad que quería salir de debajo de la mesa pero cada vez que lo intentaba un nuevo trueno aparecía y me congelaba nuevamente. los truenos eran recurrentes, la lluvia caía con furia, se notaba tanto en el tejado como en el suelo el cual a cada gotarrón adoptaba una nueva forma al cual luego al ser barro se tornaba uniforme nuevamente, era de las peores que había vivido pero claro, para mí la tormenta actual siempre era peor que la anterior -Siento no poder ofrecer... Calor, comida, comodidad... Pero aquí estarás segura de los rayos y te mantendrás seca- La verdad que no había mejorado en tono, parecía el típico fantasma novato que no sabe calibrar la voz... El viento también hacia de las suyas pero sin lugar a dudas no era problema pues las ventabas estaban de decoración, no se podían abrir... -¿Que haces tan dentro del bosque?- Dije de forma pausada -¿Te has perdido? por estas zonas... (trueno) ¡Ahh!- Respiro angustiosamente -¡Por estas zonas no suele haber nadie!- No hacía falta ser Albert Einstein para saber cual era mi problema...
De verdad que quería salir de debajo de la mesa pero cada vez que lo intentaba un nuevo trueno aparecía y me congelaba nuevamente. los truenos eran recurrentes, la lluvia caía con furia, se notaba tanto en el tejado como en el suelo el cual a cada gotarrón adoptaba una nueva forma al cual luego al ser barro se tornaba uniforme nuevamente, era de las peores que había vivido pero claro, para mí la tormenta actual siempre era peor que la anterior -Siento no poder ofrecer... Calor, comida, comodidad... Pero aquí estarás segura de los rayos y te mantendrás seca- La verdad que no había mejorado en tono, parecía el típico fantasma novato que no sabe calibrar la voz... El viento también hacia de las suyas pero sin lugar a dudas no era problema pues las ventabas estaban de decoración, no se podían abrir... -¿Que haces tan dentro del bosque?- Dije de forma pausada -¿Te has perdido? por estas zonas... (trueno) ¡Ahh!- Respiro angustiosamente -¡Por estas zonas no suele haber nadie!- No hacía falta ser Albert Einstein para saber cual era mi problema...
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Una voz masculina le habló desde el interior. Parecía un poco tétrica, la verdad. La clase de voz que una escuchaba en los relatos de la den den radio representando a fantasmas. Sin embargo no tenía mucho más remedio que entrar. Si se encontraba con que dentro le esperaba alguien con malas intenciones, daría buena cuenta de él. Al fin y al cabo llevaba su katana consigo. Abrió la puerta y se asomó al interior, pero se detuvo. Dentro hacía casi tanto frío como fuera, y estaba muy oscuro. La voz volvió a hablarle, avisándole de que no encontraría calor o comida. Seguía siendo muy siniestro. Vaciló. ¿Realmente quería entrar a una casa de chocolate con un tipo extraño? La alternativa era cogerse una mojadura muy fea y acabar con una pulmonía. No tenía mucho más remedio, pero...
- Zweiter Sonne, Hephaistos.
Colocó la mano derecha en un gesto de empuñar un arma y una espada corta de fuego se formó en su mano. Entró y cerró la puerta, iluminando la estancia con la llama. Una chimenea apagada, un sillón sin utilizar y una mesa... y bajo la mesa, un chico tembloroso y asustado, que gritó después de que se escuchase un trueno. Vaya. Ella pensando que iba a toparse con un pervertido y lo único que había dentro era un chaval miedoso. No era culpa suya haberlo pensado. Con aquella voz era normal que se hubiese esperado algo extraño. Se acercó al sofá y lo tocó. También era chocolate. Cortó un trozo del reposabrazos con la daga y cogió el chocolate medio derretido, mirándolo con ojos golosos.
- Fui a los montes a dar un paseo a caballo, pero la tormenta me sorprendió.
Le diría que se había perdido intentando vivir una aventura, pero no iba a confesarle sus vergüenzas a un desconocido. Se sentó en el incómodo y duro sillón, con cuidado de no acercar la llama al chocolate para no derretirlo. Se llevó la otra mano a la boca y comenzó a devorar el chocolate ávidamente. Necesitaba saciar su necesidad de azúcar para conservar las fuerzas. Una vez terminó se lamió la mano para limpiarse y aprovechar los restos de chocolate derretido.
- ¿Qué es esta casa y cómo la has encontrado? No se me ocurre por qué alguien construiría un edificio de chocolate en mitad de la nada.
No hacía la pregunta sin motivo. Iulia no era tonta. Era posible que él supiera algo, e incluso que fuese el responsable. Había oído que cosas más raras ocurrían en otras islas, y tras leer el diario de su abuelo sabía que había gente con poderes fabulosos.
- Zweiter Sonne, Hephaistos.
Colocó la mano derecha en un gesto de empuñar un arma y una espada corta de fuego se formó en su mano. Entró y cerró la puerta, iluminando la estancia con la llama. Una chimenea apagada, un sillón sin utilizar y una mesa... y bajo la mesa, un chico tembloroso y asustado, que gritó después de que se escuchase un trueno. Vaya. Ella pensando que iba a toparse con un pervertido y lo único que había dentro era un chaval miedoso. No era culpa suya haberlo pensado. Con aquella voz era normal que se hubiese esperado algo extraño. Se acercó al sofá y lo tocó. También era chocolate. Cortó un trozo del reposabrazos con la daga y cogió el chocolate medio derretido, mirándolo con ojos golosos.
- Fui a los montes a dar un paseo a caballo, pero la tormenta me sorprendió.
Le diría que se había perdido intentando vivir una aventura, pero no iba a confesarle sus vergüenzas a un desconocido. Se sentó en el incómodo y duro sillón, con cuidado de no acercar la llama al chocolate para no derretirlo. Se llevó la otra mano a la boca y comenzó a devorar el chocolate ávidamente. Necesitaba saciar su necesidad de azúcar para conservar las fuerzas. Una vez terminó se lamió la mano para limpiarse y aprovechar los restos de chocolate derretido.
- ¿Qué es esta casa y cómo la has encontrado? No se me ocurre por qué alguien construiría un edificio de chocolate en mitad de la nada.
No hacía la pregunta sin motivo. Iulia no era tonta. Era posible que él supiera algo, e incluso que fuese el responsable. Había oído que cosas más raras ocurrían en otras islas, y tras leer el diario de su abuelo sabía que había gente con poderes fabulosos.
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Me distrajo un poco del terror que estaba pasando el ver como la muchacha prendía su espada en llamas, no me molesté que sin preguntar, empezara a romper los muebles que había creado y empezara a comérselos, entendía que pudiese tener hambre pero podría haber preguntado antes... Con el trabajo que me costó montar esta maravilla en un día tan lluvioso, si fuese consciente de las veces que tuve que reconstruir la pared no le haría tanta gracia, pero no era conocedora de esos datos por lo que no se lo tendría en cuenta... -Estaba ensimismado en mi camino por el bosque, no se quien la ha construido pero me guarece de la tormenta... Cuidado con el fuego, si se derrite el techo nos mojaremos enteros- Comenté, claramente el único motivo por le cual estábamos secos era porque el agua no nos caía encima y también porque el suelo no estaba mojado, pero si el fuego se acercaba al chocolate, todo el mundo sabe que este acabaría derretido y nosotros empapados hasta los huesos
Un trueno cayó, claramente la tormenta estaba más lejos pero se escuchaban igual -¡Ahhh!- Grité mientras me encogía aún mas en mi mismo en posición fetal con las manos en la cabeza, como si eso fuera a parar o a permitirme no oír dicha tormenta -Disculpa... Como habrás podido observar, no me gustan los truenos- Eso estaba más que claro pero por si las dudas -No entiendo como no me pude dar cuenta de la tormenta, si llego a saber que esto ocurre, no habría salido de la posada hasta mañana con un estupendo sol y sin nubes en el cielo que tapasen el astro rey- El miedo me hacía hablar sin sentido, diarrea verbal lo llamaban mis hermanos quienes se reían de esta gran fobia que tenía sobre mi alma -Discúlpame, tú te has presentado, soy Momojiro, encantado- El nombre real y el apellido eran insignificantes para mí por lo que el sobrenombre que me dio ese ángel que era mi madre merecía ser difundido... Aún que diera una imagen tan pésima de mi mismo ahora -¿Has conseguido evitar a los osos? son bastante comunes por estos lares y bastante curiosos a la par que peligrosos, ten cuidado de andar por aquí sola...- Comente mostrando preocupación pero sin perder la vista del cielo a la espera de ver un gran flash para volver a mi posición embrionaria...
Un trueno cayó, claramente la tormenta estaba más lejos pero se escuchaban igual -¡Ahhh!- Grité mientras me encogía aún mas en mi mismo en posición fetal con las manos en la cabeza, como si eso fuera a parar o a permitirme no oír dicha tormenta -Disculpa... Como habrás podido observar, no me gustan los truenos- Eso estaba más que claro pero por si las dudas -No entiendo como no me pude dar cuenta de la tormenta, si llego a saber que esto ocurre, no habría salido de la posada hasta mañana con un estupendo sol y sin nubes en el cielo que tapasen el astro rey- El miedo me hacía hablar sin sentido, diarrea verbal lo llamaban mis hermanos quienes se reían de esta gran fobia que tenía sobre mi alma -Discúlpame, tú te has presentado, soy Momojiro, encantado- El nombre real y el apellido eran insignificantes para mí por lo que el sobrenombre que me dio ese ángel que era mi madre merecía ser difundido... Aún que diera una imagen tan pésima de mi mismo ahora -¿Has conseguido evitar a los osos? son bastante comunes por estos lares y bastante curiosos a la par que peligrosos, ten cuidado de andar por aquí sola...- Comente mostrando preocupación pero sin perder la vista del cielo a la espera de ver un gran flash para volver a mi posición embrionaria...
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