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Spike Bills, una de las islas más problemáticas para alguien como yo, una isla donde no hay absolutamente nada a excepción de una pequeña base de la legión e invernaderos, con la mayor variedad de plantas del mundo, aquí intentan tener todas las plantas de todas las islas, un objetivo bastante ambicioso pues será que no hay variedad de flora por todos lados. Lo que me llamaba la atención era que, en una isla isla de clima desértico puedan hacer hasta las invernales, pero ellos estudiaban para eso, no era mi ámbito...
Supongo, como es normal por otra parte, que os preguntaréis ¿Que hace un tipo como yo, en una isla como esta? Cosas malas, esta claro. Venía como enviado especial, había custodiado un maletín de un hombre importante de Dark Home, que en una de sus residencias tenía una de las plantas más exclusivas de este mundo "La lila de media noche" era una planta que antes, hace mucho tiempo nacía en Dark Home, claro está, tras la polución, la vida turística y todos los edificios nuevos construidos dejaron sin posibilidades de sobrevivir a dicha planta. Por eso estaba yo ahí, maletín en mano llegaba a la base de la legión entrando por la puerta grande... Es interesante lo fácil que es entrar en un sitio "protegido" cuando tienes algo que les interesa.
Tras entrar, tenía que hablar con uno de los científicos la mando quien se iba a encargar de comprobar la validez de las semillas que llevaba en el maletín, una vez hecho, me darían a cambio las semillas de otra planta, a mi contratante no le interesaba el cambio de semillas, solo quería que echara un vistazo y hablase con otro científico, un tal Ligert, quien bajo mano iba a aceptar un trato de tráfico de la sustancia creada por mezclas de cactus, entre ellos el mescal, el cual es una droga de bastante reconocimiento en Dark Home, por lo que el intercambio de semillas era una simple formalidad para llegar hasta el científico.
No tardé en encontrar a Ligert, ofrecerle el trato y salir, ahora solo me tocaba esperar, ¿Donde? Claramente en el centro de la legión no, me ponía bastante nervioso, por lo que andando un poco sin alejarme demasiado me fui a una zona donde había un pequeño tocón de un árbol ya cortado y bastante seco, pero serviría para matar el tiempo, por lo que agarré mis tres cuchillos y empecé a practicar mi puntería contra el tacón, tenía una cosa en mente que quería practicar...
Por suerte y comodidad para mi, Ryan mi "compañero" aún que en realidad trabajaba para mi estaría en la legión para avisarme de cualquier cambio, ya sea por el maletín o por cerrar el trato con Ligert
Supongo, como es normal por otra parte, que os preguntaréis ¿Que hace un tipo como yo, en una isla como esta? Cosas malas, esta claro. Venía como enviado especial, había custodiado un maletín de un hombre importante de Dark Home, que en una de sus residencias tenía una de las plantas más exclusivas de este mundo "La lila de media noche" era una planta que antes, hace mucho tiempo nacía en Dark Home, claro está, tras la polución, la vida turística y todos los edificios nuevos construidos dejaron sin posibilidades de sobrevivir a dicha planta. Por eso estaba yo ahí, maletín en mano llegaba a la base de la legión entrando por la puerta grande... Es interesante lo fácil que es entrar en un sitio "protegido" cuando tienes algo que les interesa.
Tras entrar, tenía que hablar con uno de los científicos la mando quien se iba a encargar de comprobar la validez de las semillas que llevaba en el maletín, una vez hecho, me darían a cambio las semillas de otra planta, a mi contratante no le interesaba el cambio de semillas, solo quería que echara un vistazo y hablase con otro científico, un tal Ligert, quien bajo mano iba a aceptar un trato de tráfico de la sustancia creada por mezclas de cactus, entre ellos el mescal, el cual es una droga de bastante reconocimiento en Dark Home, por lo que el intercambio de semillas era una simple formalidad para llegar hasta el científico.
No tardé en encontrar a Ligert, ofrecerle el trato y salir, ahora solo me tocaba esperar, ¿Donde? Claramente en el centro de la legión no, me ponía bastante nervioso, por lo que andando un poco sin alejarme demasiado me fui a una zona donde había un pequeño tocón de un árbol ya cortado y bastante seco, pero serviría para matar el tiempo, por lo que agarré mis tres cuchillos y empecé a practicar mi puntería contra el tacón, tenía una cosa en mente que quería practicar...
Por suerte y comodidad para mi, Ryan mi "compañero" aún que en realidad trabajaba para mi estaría en la legión para avisarme de cualquier cambio, ya sea por el maletín o por cerrar el trato con Ligert
Tazu
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Tazu no había sido consciente hasta hacía bien poco de que existían lugares como aquel en el mundo. Lugares tan vacíos y monótonos, lugares donde ni los árboles se atrevían a crecer, sin una sombra en la que refugiarse ni una triste nevada que colorease el suelo de blanco. Aquella isla era para ella tan antinatural que apenas podía comprender cómo podía existir en la misma realidad que el bosque helado en el que se crio. Y, desde luego, estaba mucho más contenta antes de saber que estaba ahí.
-Es más o menos así. -Sus dedos se curvaron de una forma que solo una maestra de su arte podía lograr y las sombras que proyectaban en la pared se convirtieron en una inmensa carpa absurdamente realista-. Hay un montón de esas, y básicamente saltan por ahí todo el día corriente arriba. -El escaso público escuchaba con atención-. Una vez conocí a un samurái que se casó con una de estas. Decían que no estaba muy bien de la cabeza, pero es muy buena idea hacerse amiga de un pez gigante. Si algún día caes al mar, mejor que te tengan aprecio.
Los tres legionarios se miraron entre sí, seguramente preguntándose qué posibilidades había de encontrar una buena carpa a la que ponerle el anillo. Uno de ellos, el típico desconfiado de todo grupo, se atrevió a cuestionarla.
-¿Pero cómo va alguien a casarse con una carpa gigante? Es una locura -dijo, provocando el asentimiento de los otros dos-. Seguro que ni existen.
-Tú sí que eres una locura. -Tazu odiaba a esa gente. Siempre había un plasta en todas partes con la necesidad de estropear las historias de los demás. En la vieja Ringo le habría tirado una piedra a la cabeza; allí, en Donde-Puñetas-Quiera-Que-Coño-Estemos, solo tenía a mano algún que otro microscopio-. Vete a fastidiarle los cuentos a tu abuela, cara de rata. Las carpas de Wano existen. Son enormes, como tu barriga. -Lo cierto era que había visto a gente mucho más gorda desde que se codeaba con los reclutas de la Legión, pero aquel tipo era como dos o tres Tazus bien apretadas en forma de panza. Claro que era ella todo huesos-. Y son muy amigables. Están todo el día nadando por la catarata que va hacia arriba hasta que van a desovar al cerezo gigante. Y conceden deseos a quienes se portan bien con ellas.
Eso último no lo tenía del todo claro, pero una buena narradora siempre aderezaba un poco la verdad.
-Y una mierda -murmuró el gordo.
Tazu anotó mentalmente castigar a ese tipo en cuanto se despistara. Nunca había que subestimar el rencor de una mendiga.
-¿Qué están haciendo? -tronó una voz-. ¿No tienen tareas que atender?
Tres Cabezas, que era las que le sacaba a Tazu aquel portento de altura pero mediocridad física general, era el Magíster del lugar. Ni fuerte, ni delgado, ni gordo, ni con barba ni afeitado, ni guapo ni feo... ¿Lo que sí era? El que mandaba por allí. Entendiendo “allí” como cuatro edificios mal contados en mitad de un secarral de infinita aridez. Tazu estaba casi segura de que le había pisado un pie a alguien que mandaba mucho más y por eso lo habían enviado a ese moridero perdido en el culo del mundo. Lo cual la preocupaba, porque ella estaba allí también.
-Sorajimaru nos estaba contando una historia -respondió Fala.
Fala era una rubita con cara de cervatillo que en Ringo habría durado más o menos lo que su manicura, pero a Tazu le gustaba su voz, relajante y suave, como de dramaturga. Además, era anoréxica y le daba a ella las sobras de su comida.
-Olviden las historias -cortó el Magíster-. Están aquí como escoltas -”Escoltas de una estúpida planta”, se lamentó Tazu- y se comportarán con la profesionalidad debida en la Legión. Si la Luna de Mayo florece y no están ustedes a su lado y listos para ponerse en marcha, se arrepentirán.
Tazu entendía poco de plantas, pero estaba segura de que ninguna valía la pena movilizar a seis legionarios y su oficial para protegerla. A no ser que fuese como esa que se quemaba en Ringo para embriagarse. Había visto a mucha gente perder la vida por hacerse con una de esas plantas. Sí, seguro que la Luna de Mayo era una droga.
Sus colegas volvieron a su puesto, pero a Tazu no le tocaba aún turno de vigilancia. Se suponía que debía haber al menos dos de ellos en todo momento con la planta, por si acaso, y luego llevarse la flor a su barco. Era una lata, porque había una humedad horrorosa en el jardín ese cubierto que tenían. Suerte que a ella no le tocaba hasta la noche.
Salió del recinto, odiando profundamente el calor horrible y seco que hacía allí. Se le quedaron las fosas nasales como dos pozos abandonados en cuestión de segundos, y la piel empezó a picarle enseguida. Casi corriendo, fue hacia el tocón donde había dejado su pistola. No se permitía que hubiese pólvora en el invernadero, y en realidad ella no usaba esas cosas, pero justo el día anterior había probado a disparar por primera vez y le había cogido el gusto. En la instrucción apenas la dejaron acercarse a las armas de fuego porque era, decían, como dejar a un perro a cuidar el fuego. “Mándala al mar y ya aprenderá matando a otros”, había dicho su instructor.
Sin embargo, cuando llegó al tocón ya había alguien allí. ¿Se habría quedado su pistola? ¿Y quién puñetas era? No parecía legionario, pero tampoco uno de esos que trabajaban por allí. Estaba lanzando cuchillos.
-Oye, tú, ese es mi árbol.
-Es más o menos así. -Sus dedos se curvaron de una forma que solo una maestra de su arte podía lograr y las sombras que proyectaban en la pared se convirtieron en una inmensa carpa absurdamente realista-. Hay un montón de esas, y básicamente saltan por ahí todo el día corriente arriba. -El escaso público escuchaba con atención-. Una vez conocí a un samurái que se casó con una de estas. Decían que no estaba muy bien de la cabeza, pero es muy buena idea hacerse amiga de un pez gigante. Si algún día caes al mar, mejor que te tengan aprecio.
Los tres legionarios se miraron entre sí, seguramente preguntándose qué posibilidades había de encontrar una buena carpa a la que ponerle el anillo. Uno de ellos, el típico desconfiado de todo grupo, se atrevió a cuestionarla.
-¿Pero cómo va alguien a casarse con una carpa gigante? Es una locura -dijo, provocando el asentimiento de los otros dos-. Seguro que ni existen.
-Tú sí que eres una locura. -Tazu odiaba a esa gente. Siempre había un plasta en todas partes con la necesidad de estropear las historias de los demás. En la vieja Ringo le habría tirado una piedra a la cabeza; allí, en Donde-Puñetas-Quiera-Que-Coño-Estemos, solo tenía a mano algún que otro microscopio-. Vete a fastidiarle los cuentos a tu abuela, cara de rata. Las carpas de Wano existen. Son enormes, como tu barriga. -Lo cierto era que había visto a gente mucho más gorda desde que se codeaba con los reclutas de la Legión, pero aquel tipo era como dos o tres Tazus bien apretadas en forma de panza. Claro que era ella todo huesos-. Y son muy amigables. Están todo el día nadando por la catarata que va hacia arriba hasta que van a desovar al cerezo gigante. Y conceden deseos a quienes se portan bien con ellas.
Eso último no lo tenía del todo claro, pero una buena narradora siempre aderezaba un poco la verdad.
-Y una mierda -murmuró el gordo.
Tazu anotó mentalmente castigar a ese tipo en cuanto se despistara. Nunca había que subestimar el rencor de una mendiga.
-¿Qué están haciendo? -tronó una voz-. ¿No tienen tareas que atender?
Tres Cabezas, que era las que le sacaba a Tazu aquel portento de altura pero mediocridad física general, era el Magíster del lugar. Ni fuerte, ni delgado, ni gordo, ni con barba ni afeitado, ni guapo ni feo... ¿Lo que sí era? El que mandaba por allí. Entendiendo “allí” como cuatro edificios mal contados en mitad de un secarral de infinita aridez. Tazu estaba casi segura de que le había pisado un pie a alguien que mandaba mucho más y por eso lo habían enviado a ese moridero perdido en el culo del mundo. Lo cual la preocupaba, porque ella estaba allí también.
-Sorajimaru nos estaba contando una historia -respondió Fala.
Fala era una rubita con cara de cervatillo que en Ringo habría durado más o menos lo que su manicura, pero a Tazu le gustaba su voz, relajante y suave, como de dramaturga. Además, era anoréxica y le daba a ella las sobras de su comida.
-Olviden las historias -cortó el Magíster-. Están aquí como escoltas -”Escoltas de una estúpida planta”, se lamentó Tazu- y se comportarán con la profesionalidad debida en la Legión. Si la Luna de Mayo florece y no están ustedes a su lado y listos para ponerse en marcha, se arrepentirán.
Tazu entendía poco de plantas, pero estaba segura de que ninguna valía la pena movilizar a seis legionarios y su oficial para protegerla. A no ser que fuese como esa que se quemaba en Ringo para embriagarse. Había visto a mucha gente perder la vida por hacerse con una de esas plantas. Sí, seguro que la Luna de Mayo era una droga.
Sus colegas volvieron a su puesto, pero a Tazu no le tocaba aún turno de vigilancia. Se suponía que debía haber al menos dos de ellos en todo momento con la planta, por si acaso, y luego llevarse la flor a su barco. Era una lata, porque había una humedad horrorosa en el jardín ese cubierto que tenían. Suerte que a ella no le tocaba hasta la noche.
Salió del recinto, odiando profundamente el calor horrible y seco que hacía allí. Se le quedaron las fosas nasales como dos pozos abandonados en cuestión de segundos, y la piel empezó a picarle enseguida. Casi corriendo, fue hacia el tocón donde había dejado su pistola. No se permitía que hubiese pólvora en el invernadero, y en realidad ella no usaba esas cosas, pero justo el día anterior había probado a disparar por primera vez y le había cogido el gusto. En la instrucción apenas la dejaron acercarse a las armas de fuego porque era, decían, como dejar a un perro a cuidar el fuego. “Mándala al mar y ya aprenderá matando a otros”, había dicho su instructor.
Sin embargo, cuando llegó al tocón ya había alguien allí. ¿Se habría quedado su pistola? ¿Y quién puñetas era? No parecía legionario, pero tampoco uno de esos que trabajaban por allí. Estaba lanzando cuchillos.
-Oye, tú, ese es mi árbol.
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"Clap" "Clap" "Clap" suena repetidas veces en medio de la nada, los cuchillos que guardaba en el interior de mi americana no paran de clavarse, se escuchan tres veces, para un par de minutos y vuelven al ruedo, la pausa es debido a que tengo que ir a recogerlos, podría hacerlos venir hacia mi fácilmente, pero hay miradas indiscretas, no quiero sustos, no quiero divulgar mis secretos, mis ases bajo las mangas. La intención de clavar los cuchillos no era afinar puntería, no era matar el tiempo ni por que tuviera nada contra aquél tocón, poco a poco, en cada lanzada, agregaba ligeramente el poder de mi fruta al metal del cuchillo, si me pasaba el tiro erraba, si no le impregnaba demasiado, ni siquiera llegaban a su objetivo. Era complicado lanzar con la fuerza física necesaria para que la fuerza de la akuma hiciera una sinergia perfecta para clavarse con más fuerza. ¿Mi objetivo? si conseguía hacer eso, no me haría falta un movimiento brusco para lanzarlo con fuerza, lo que se deriva a... Si no parece que lanzo nada, ¿Por qué protegerse? Si simplemente parece que dejo caer el cuchillo pero este se lanza de forma amenazante contra alguien, ¿Quien puede estar tan en guardia? Poca gente... Por lo que seguiría, lanzando el cuchillo "Clap" "Clap" "Clap".
La verdad que enfocar mis esfuerzos en la fruta del diablo de la cual prácticamente había intentado obviar era algo bastante entretenido. Pero parece ser que ni en una isla como esta puedo concentrarme. Una voz me hizo fallar el tercer tiro de cuchillo dicha arma se fue unos pocos metros tras el tocón. Me paré, recto como un palo con una posición de "etiqueta" y miré a mi objetivo errado -Ahora tengo que ir más lejos- Dije en voz alta pero claramente solo era un pensamiento fugado de mi cabeza. Giré mi cuello para mirar de donde se emitía tal mensaje hasta encontrarme a un saco de huesos andante, de pelo descontrolado (No como el mio) y de sensación bastante siniestra, daba un poco de mal rollo... -Eso no es un árbol, es un tocón- Mencioné dejando claro que mi diana no era más que madera seca -¿Quien en su sano juicio traería a un crío a una isla tan triste como esta?- Comenté. Tengo que agregar, que gotas de sudor bajaban por mi brillante calva, no era un clima muy desertico, no me estaba quemando, pero el poco ejercicio más la temperatura hacía que mi piel exudara lo que mi cuerpo no necesitaba
La verdad que enfocar mis esfuerzos en la fruta del diablo de la cual prácticamente había intentado obviar era algo bastante entretenido. Pero parece ser que ni en una isla como esta puedo concentrarme. Una voz me hizo fallar el tercer tiro de cuchillo dicha arma se fue unos pocos metros tras el tocón. Me paré, recto como un palo con una posición de "etiqueta" y miré a mi objetivo errado -Ahora tengo que ir más lejos- Dije en voz alta pero claramente solo era un pensamiento fugado de mi cabeza. Giré mi cuello para mirar de donde se emitía tal mensaje hasta encontrarme a un saco de huesos andante, de pelo descontrolado (No como el mio) y de sensación bastante siniestra, daba un poco de mal rollo... -Eso no es un árbol, es un tocón- Mencioné dejando claro que mi diana no era más que madera seca -¿Quien en su sano juicio traería a un crío a una isla tan triste como esta?- Comenté. Tengo que agregar, que gotas de sudor bajaban por mi brillante calva, no era un clima muy desertico, no me estaba quemando, pero el poco ejercicio más la temperatura hacía que mi piel exudara lo que mi cuerpo no necesitaba
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Tazu se cruzó de brazos, ligeramente indignada por semejante ofensa.
-Los tocones son árboles, todo el mundo lo sabe. Son árboles baijtos y cortados, pero aún cuenta. ¿Sabías que en Ringo los vaciábamos y los usábamos para escondernos de las tormentas? Una vez hubo una ventisca tan fuerte que la tapa que puse encima se congeló y estuve dos días atrapada en uno. Luego salí y tuve que matar a un perro que intentó morderme.
Se hizo el silencio, pero no le dio importancia. No esperaba aplausos por su valentía defendiéndose de un animal salvaje, porque todo el mundo sabía que los calvos eran siempre muy siesos. Ella bien lo sabía, que se había criado con uno. Además, nunca le dejaban monedas cuando actuaba en la calle. Malditos calvos...
Se acercó al tocón a paso ligero. No le quitó ojo al desconocido, por si acaso le daba por seguir tirando cuchillos, y dio una vuelta en busca de su pistola, pero solo encontró arena y una araña bastante gorda. Maldición, alguien se la había robado. Ahora tendría que encontrar al culpable y darle una lección, o por lo menos dar con otra cosa con la que distraerse... No, le gustaba el olor a pólvora, tendría que ser la primera opción.
¿Habría sido el de los cuchillos? Era el sospechoso más obvio. ¿Le daba una paliza y se la quitaba? No, la verdad es que parecía un tipo duro, y a los tipos duros no se les atacaba de frente. Mejor darle un poco de coba. Tendría que usar todo su encanto para que ese tipo mostrase sus cartas.
-¿Y tú qué haces aquí? No eres soldado -dijo al desconocido-. ¿Has venido también por la flor esa? Me han dicho que huele fatal -añadió con una sonrisilla mientras se sentaba en lo alto del tocón con las piernas cruzadas-. No sé por qué tanto rollo con una planta. Ni que diese tomates. ¿Has visto las plantas que dan tomates? Esas sí que molan. ¿Cómo puede salir una cosa tan gorda y tan roja de una birria verducha como esa?
Mirando hacia abajo, se fijó en las marcas que el calvo había dejado con sus cuchillos. No estaba segura de qué tal se le daría a ella, pero había visto resultados mucho más espectaculares en la academia shinobi. Allí le habían enseñado que tener puntería no era cuestión de repetir y repetir, sino de tener la intención de matar cosas.
-Oh, se me ocurre algo -comentó como si nada. Se dio la vuelta y agarró la araña, un bicho gordo y negro de largas patas. La agarró por una de ellas y la sostuvo por delante del tronco, justo bajo sus pies-. A ver si puedes darle a esto. Si no aciertas, tendrás que darme una cosa -le propuso, dispuesta a mover al animal en cuanto aquel tipo lanzase.
-Los tocones son árboles, todo el mundo lo sabe. Son árboles baijtos y cortados, pero aún cuenta. ¿Sabías que en Ringo los vaciábamos y los usábamos para escondernos de las tormentas? Una vez hubo una ventisca tan fuerte que la tapa que puse encima se congeló y estuve dos días atrapada en uno. Luego salí y tuve que matar a un perro que intentó morderme.
Se hizo el silencio, pero no le dio importancia. No esperaba aplausos por su valentía defendiéndose de un animal salvaje, porque todo el mundo sabía que los calvos eran siempre muy siesos. Ella bien lo sabía, que se había criado con uno. Además, nunca le dejaban monedas cuando actuaba en la calle. Malditos calvos...
Se acercó al tocón a paso ligero. No le quitó ojo al desconocido, por si acaso le daba por seguir tirando cuchillos, y dio una vuelta en busca de su pistola, pero solo encontró arena y una araña bastante gorda. Maldición, alguien se la había robado. Ahora tendría que encontrar al culpable y darle una lección, o por lo menos dar con otra cosa con la que distraerse... No, le gustaba el olor a pólvora, tendría que ser la primera opción.
¿Habría sido el de los cuchillos? Era el sospechoso más obvio. ¿Le daba una paliza y se la quitaba? No, la verdad es que parecía un tipo duro, y a los tipos duros no se les atacaba de frente. Mejor darle un poco de coba. Tendría que usar todo su encanto para que ese tipo mostrase sus cartas.
-¿Y tú qué haces aquí? No eres soldado -dijo al desconocido-. ¿Has venido también por la flor esa? Me han dicho que huele fatal -añadió con una sonrisilla mientras se sentaba en lo alto del tocón con las piernas cruzadas-. No sé por qué tanto rollo con una planta. Ni que diese tomates. ¿Has visto las plantas que dan tomates? Esas sí que molan. ¿Cómo puede salir una cosa tan gorda y tan roja de una birria verducha como esa?
Mirando hacia abajo, se fijó en las marcas que el calvo había dejado con sus cuchillos. No estaba segura de qué tal se le daría a ella, pero había visto resultados mucho más espectaculares en la academia shinobi. Allí le habían enseñado que tener puntería no era cuestión de repetir y repetir, sino de tener la intención de matar cosas.
-Oh, se me ocurre algo -comentó como si nada. Se dio la vuelta y agarró la araña, un bicho gordo y negro de largas patas. La agarró por una de ellas y la sostuvo por delante del tronco, justo bajo sus pies-. A ver si puedes darle a esto. Si no aciertas, tendrás que darme una cosa -le propuso, dispuesta a mover al animal en cuanto aquel tipo lanzase.
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Vale, este chico era muy raro, tras la explicación de como casi muere atrapado dentro de una corteza de árbol, (Aún que la idea era bastante buena, si me pilla una ventisca en algún bosque no dudaré en usar la misma táctica pero nunca admitiré haberlo hecho) Miré al chico achicando un ojo, pero no lo pudo notar por mis gafas de sol, ventajas de tener tanto flow. Este, tras un silencio bastante incómodo caminó a paso ligero hacia el tocón y rebuscó, tras agitar la mano, supuse que por algún bicho. se quedó observando el interior, luego a mi... Me atrevería a decir, que ahí había algo que guardó y ya no está... Por desgracia para mi, tuve que acercarme a recoger los cuchillos, momento exacto en el que el muchacho aprovechó y empezó a lanzar demasiadas preguntas, pero con paciencia y mentira empecé a contestar... Pero la osadía del mocoso no acabó en acribillar a alguien a preguntas, también con retos, parecía un crío de estos con hiperactividad y diarrea verbal...
Tras cruzar miradas y desviar la mía desde esa araña a los ojos de él, cogí aire y suspiré apenado -Veamos, vayamos paso por paso, lo primero, las preguntas... A la pregunta de "¿Qué haces aquí?" Te diré que no puedes ir por ahí preguntando a la gente lo que te da la gana y no tengo la obligación de contestar, aún así no suelo ser muy borde con los críos... He venido para entregar unas semillas- Claramente no diría la segunda parte... -A tu apreciación de no ser soldado, se puede ser soldados de muchas facciones y cuerpos de seguridad, es una descripción muy amplia que no especifica nada...- Quería marear al muchacho con datos inútiles para que no preguntase más -A lo de la flor... No se de que flor hablas, hay muchas aquí, por eso existe este sitio, para dar vida a todo tipo de flor, estoy aquí por unas semillas, no se más...Y por lo que puedo deducir te gustan los tomates... A mi los pimientos...- No se para que había dicho eso, pero si el me atacaba con fetiches suyos, yo lo haría con los míos... -Si pican mejor...- Como adoro esos pequeños cabr**nes que hacen que te arda la boca y posterior mente el c... La barriga... -Bien, ahora viene lo interesante ¿Por qué aceptaría yo ese reto? Si fallo que es lo más probable, te tengo que dar algo.. Pero no especificas el qué, puede ser desde un tomate a mi vida, por lo que no acepto sin más información y... Que no se te olvide ¿Qué gano yo si acierto?- Claro hombre, no iba a dejar que de perder algo solo fuera yo... Él también tenía que perder algo... ¿Quizás el habla? Eso estaría bien...
Tras agarrar los cuchillos y mirar su hoja por si estaba muy dañada, observé nuevamente a mi interlocutor -Te propongo algo, haz una apuesta interesante y no solo lanzaré el cuchillo al objetivo que quieras, aceptaría hasta tres objetivos y en movimiento si hiciera falta...- He de admitir que soy competitivo y no solo eso, también un tramposo, sabía que no podía fallar de ninguna forma, si no lo hacía antes, ahora con la Akuma no mi no podía fallar ni aún que el muchacho hiciera alguna trampa. Empecé a jugar con los cuchillos entre mis dedos para "vacilar" y provocar al muchacho ¿Que podría darme que me interesara? Y a todo esto ¡¿De donde sale el niño con hiperactividad?! Dios... ¿Sería hijo de algún trabajador? Tendré que tener cuidado con lo que digo...
Tras cruzar miradas y desviar la mía desde esa araña a los ojos de él, cogí aire y suspiré apenado -Veamos, vayamos paso por paso, lo primero, las preguntas... A la pregunta de "¿Qué haces aquí?" Te diré que no puedes ir por ahí preguntando a la gente lo que te da la gana y no tengo la obligación de contestar, aún así no suelo ser muy borde con los críos... He venido para entregar unas semillas- Claramente no diría la segunda parte... -A tu apreciación de no ser soldado, se puede ser soldados de muchas facciones y cuerpos de seguridad, es una descripción muy amplia que no especifica nada...- Quería marear al muchacho con datos inútiles para que no preguntase más -A lo de la flor... No se de que flor hablas, hay muchas aquí, por eso existe este sitio, para dar vida a todo tipo de flor, estoy aquí por unas semillas, no se más...Y por lo que puedo deducir te gustan los tomates... A mi los pimientos...- No se para que había dicho eso, pero si el me atacaba con fetiches suyos, yo lo haría con los míos... -Si pican mejor...- Como adoro esos pequeños cabr**nes que hacen que te arda la boca y posterior mente el c... La barriga... -Bien, ahora viene lo interesante ¿Por qué aceptaría yo ese reto? Si fallo que es lo más probable, te tengo que dar algo.. Pero no especificas el qué, puede ser desde un tomate a mi vida, por lo que no acepto sin más información y... Que no se te olvide ¿Qué gano yo si acierto?- Claro hombre, no iba a dejar que de perder algo solo fuera yo... Él también tenía que perder algo... ¿Quizás el habla? Eso estaría bien...
Tras agarrar los cuchillos y mirar su hoja por si estaba muy dañada, observé nuevamente a mi interlocutor -Te propongo algo, haz una apuesta interesante y no solo lanzaré el cuchillo al objetivo que quieras, aceptaría hasta tres objetivos y en movimiento si hiciera falta...- He de admitir que soy competitivo y no solo eso, también un tramposo, sabía que no podía fallar de ninguna forma, si no lo hacía antes, ahora con la Akuma no mi no podía fallar ni aún que el muchacho hiciera alguna trampa. Empecé a jugar con los cuchillos entre mis dedos para "vacilar" y provocar al muchacho ¿Que podría darme que me interesara? Y a todo esto ¡¿De donde sale el niño con hiperactividad?! Dios... ¿Sería hijo de algún trabajador? Tendré que tener cuidado con lo que digo...
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-¿Eres un guardia de seguridad¿ ¿Un espía, entonces? Nos han hablado de los espías y dicen que son un dolor en el culo, pero a mí me parecen muy guays. Aunque yo no querría ser espía, porque todo el mundo los mata siempre, como a los conejos. Tampoco querría ser un conejo. ¿Los espías coméis conejo? ¿Y pimientos? ¿Qué es eso? Nunca he visto uno. Creo que el daimyo de Kuri los criaba para hacer carreras. Aunque no sé si picaban. ¿Tienen aguijón? ¿Escupen veneno? Una vez vi a un komainu escupir veneno. No era suyo, es que se había tragado un escorpión enorme que un samurái trajo de no sé dónde, pero lo escupió. Le dio a un niño y se murió.
A todo esto, la araña le picó. Tazu la soltó sin cuidado y agitó la mano, como si así pudiese librarse del repentino dolor. Le había dejado una marca en el índice que ya comenzaba a hincharse. Y cómo picaba... Esperaba que no fuese uno de esos bichos que luego te obligan a cortarte un dedo. No sería el primero que amputaba, es verdad, pero sí que sería el primero suyo.
-Vale, pues ya no la sujeto -farfulló chupándose el dedo-. Apostemos, venga. -Se llevó la mano buena a una de sus bolsas y sacó tres shuriken-. Yo los lanzo al aire, y si fallas en golpearlos a los tres con tus cuchillos tendrás que darme algo que te pida, sea lo que sea. Si aciertas... -Estuvo un momento pensándolo. Su idea había sido solamente hacer trampas para recuperar su pistola, o tal vez esas gafas de sol tan chulas, no ceder en nada. Iba a tener que inventarse algo-. Si aciertas me comeré la planta que quieras de ahí dentro -dijo señalando el invernadero gigante.
Suerte que era una shinobi casi experta y una apostadora con un talento nato. O eso le diría a la gente a partir de entonces, porque tenía la forma perfecta de ganar.
-¿Listo?
Claro que sí, ¿cómo no iba a estar listo? Y si no lo estaba, tampoco era culpa de ella. Lanzó los shuriken al aire, en efecto, los tres a la vez. Solo que ldos de ellos, casualmente, volaban en dirección hacia donde estaba el calvo. Si no hubiese sido una apuesta inocente bien podría haber parecido un ataque deliberado. Pero ella era una profesional. Si no lanzas algo con intención de matar, está claro que no cuenta. Aunque, bien pensado, si lo mataba sin querer podría conseguir la pistola y las gafas de una tacada. Dos por uno, una ganga que poca gente habría rechazado en su tierra natal.
Por su parte, Tazu había tirado la tercera estrella ninja en la dirección opuesta, justo a su espalda, así que ella y el tocón estaban en medio. En cuanto lo soltó se planteó que igual le arrojaba los cuchillos a ella, pero como ya no había vuelta atrás decidió que podría esquivarlos llegado el caso. Para eso era una ninja. Y las ninjas siempre ganaban.
Y si por alguna casualidad perdía... Bueno, solo tenía que comerse una planta. No sería para tanto.
A todo esto, la araña le picó. Tazu la soltó sin cuidado y agitó la mano, como si así pudiese librarse del repentino dolor. Le había dejado una marca en el índice que ya comenzaba a hincharse. Y cómo picaba... Esperaba que no fuese uno de esos bichos que luego te obligan a cortarte un dedo. No sería el primero que amputaba, es verdad, pero sí que sería el primero suyo.
-Vale, pues ya no la sujeto -farfulló chupándose el dedo-. Apostemos, venga. -Se llevó la mano buena a una de sus bolsas y sacó tres shuriken-. Yo los lanzo al aire, y si fallas en golpearlos a los tres con tus cuchillos tendrás que darme algo que te pida, sea lo que sea. Si aciertas... -Estuvo un momento pensándolo. Su idea había sido solamente hacer trampas para recuperar su pistola, o tal vez esas gafas de sol tan chulas, no ceder en nada. Iba a tener que inventarse algo-. Si aciertas me comeré la planta que quieras de ahí dentro -dijo señalando el invernadero gigante.
Suerte que era una shinobi casi experta y una apostadora con un talento nato. O eso le diría a la gente a partir de entonces, porque tenía la forma perfecta de ganar.
-¿Listo?
Claro que sí, ¿cómo no iba a estar listo? Y si no lo estaba, tampoco era culpa de ella. Lanzó los shuriken al aire, en efecto, los tres a la vez. Solo que ldos de ellos, casualmente, volaban en dirección hacia donde estaba el calvo. Si no hubiese sido una apuesta inocente bien podría haber parecido un ataque deliberado. Pero ella era una profesional. Si no lanzas algo con intención de matar, está claro que no cuenta. Aunque, bien pensado, si lo mataba sin querer podría conseguir la pistola y las gafas de una tacada. Dos por uno, una ganga que poca gente habría rechazado en su tierra natal.
Por su parte, Tazu había tirado la tercera estrella ninja en la dirección opuesta, justo a su espalda, así que ella y el tocón estaban en medio. En cuanto lo soltó se planteó que igual le arrojaba los cuchillos a ella, pero como ya no había vuelta atrás decidió que podría esquivarlos llegado el caso. Para eso era una ninja. Y las ninjas siempre ganaban.
Y si por alguna casualidad perdía... Bueno, solo tenía que comerse una planta. No sería para tanto.
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La diarrea verbal de este joven era increiblemente problemática, ¿Como había empezado a hablar de espías, había pasado a conejos y a pimientos, para luego escorpiones, veneno y la muerte de un niño totalmente hilado? Me daba miedo simplemente el hecho de pensar que le pasaba por la cabeza a este mocoso, no iba muy fino, también propuso una oferta hasta ofensiva, ¿Yo iba a perder algo y él solo tenía que comer? Pero claro, que iba a esperar si estaba hablando con un ni... ¡¡LA OSTIA!! Sin poder pensar ni contestar a su oferta el maldito mocoso me había lanzado algo que parecía bastante peligroso ¿Eran cuchillas? Sin poder pensar mucho, metí las manos en el forro de la chaqueta para lanzar dos de mis tres cuchillas a las dos armas arrojadizas que me venían de pleno... Si este niño pensaba que iba a ser mejor que yo lo llevaba claro... Después de bloquear arma contra arma los dos proyectiles que me venían, me tiré hacia un lado al suelo para obtener visión del tercer objetivo y lanzar con fuerza mi tercer cuchillo, pero no lo haría con la fuerza normal, ¿Por qué no aprovechar la situación ya que estaba entrenando con anterioridad? Usé mi habilidad para aumentar la velocidad y hacer que golpease su shuriken antes si quiera que este se clavase en el tocón... Si erraba cualquier fallo era simple, usaría los poderes de mi fruta...
Lancé con todas mis ganas el cuchillo haciendo que este saliera disparado al instante que dejaba mis dedos para pasar la punta a través del agujero del shuriken y clavarse en el tocón haciendo que el arma del crío siguiera dando vueltas en mi cuchillo... -¡Mocoso de las narices, parecía que intentabas matarme!- y tras ese momento, se me encendió una luz...
Me levanté del suelo, me quité el polvo del traje y miré al muchacho a la par que me recolocaba las gafas en la cara... ¿Y si no fuera un muchacho? Hay que recordar que estaba en unas instalaciones protegidas ¿Me habían pillado? ¿Querían eliminarme? Era un crío pero yo también la primera vez que maté... Por si las moscas mis manos estaban cerca de mi arma, había lanzado los cuchillos pero los podía recuperar fácil y aparte me quedaba el revolver... -Muy bien muchacho... ¿Tienes hambre?- No podía bajar la guarda... Si era un asesino, podía matarme en cualquier momento... Si solo era carne de manicomio, iba a hacerle tragar el peor vegetal que se me ocurriese...
Lancé con todas mis ganas el cuchillo haciendo que este saliera disparado al instante que dejaba mis dedos para pasar la punta a través del agujero del shuriken y clavarse en el tocón haciendo que el arma del crío siguiera dando vueltas en mi cuchillo... -¡Mocoso de las narices, parecía que intentabas matarme!- y tras ese momento, se me encendió una luz...
Me levanté del suelo, me quité el polvo del traje y miré al muchacho a la par que me recolocaba las gafas en la cara... ¿Y si no fuera un muchacho? Hay que recordar que estaba en unas instalaciones protegidas ¿Me habían pillado? ¿Querían eliminarme? Era un crío pero yo también la primera vez que maté... Por si las moscas mis manos estaban cerca de mi arma, había lanzado los cuchillos pero los podía recuperar fácil y aparte me quedaba el revolver... -Muy bien muchacho... ¿Tienes hambre?- No podía bajar la guarda... Si era un asesino, podía matarme en cualquier momento... Si solo era carne de manicomio, iba a hacerle tragar el peor vegetal que se me ocurriese...
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Tazu alucinó. Vaya tío... ¡Le había dado a todos! ¡Incluso al que estaba detrás de ella! Menudo lanzador estaba hecho... Casi se arrepentía de haber medio intentado matarlo. Bueno, no, porque si no lo hubiera hecho quizás no habría mostrado esa habilidad. De hecho, bien podría argumentarse que ella había contribuido a sacar todo su potencial. Como si fuese su maestra. Sin embargo, bajo su tutela aquel calvo siniestro había demostrado ser casi como un ninja. Solo le faltaba un pijama y poco más de dramatismo, pero eso podía pulirse.
-Eso ha sido alucinante, ¿sabes? Como cuando Akira me colgó de un árbol lanzando unos palillos. Es una historia curiosa, luego te la cuento. Pero ¿cómo lo has hecho? -Bajó del tocón de un salto y recogió sus shurikens. De paso, pisó a la araña-. Tranqui, no quería matarte. A ver, no es que quisiera no matarte, es más como que da igual, ¿sabes?
Más o menos entonces fue cuando Tazu cayó en la cuenta de que había perdido su propia apuesta. Ahora iba a tener que comerse una planta de ese lugar, la que aquel tipo eligiese. Bien pensado, quizás debería haberle dicho que de verdad no quería matarlo. ¿Y si elegía una venenosa? En esos jardines tan raros había cosas muy venenosas, todo el mundo lo decía. Venenos, paralizantes, semillas que costaban un riñón... Esas eran las peores, porque si la pillaban afanando una para zampársela la obligarían a pagarla. Realmente podría haberse metido en un buen lío.
-¡Eh, ¿qué hace aquí fuera?! -exclamó una voz.
El magíster Tres Cabezas apareció por allí con cara de cabreo. Avanzaba hacia ella a paso rápido con una de esas miradas tan de legionario que Tazu había aprendido a identificar y evitar a toda costa. Siempre significaba algo muy latoso.
-¿No les dije que estuvieran en sus puestos? Explíqueme por qué está perdiendo el tiempo en lugar de eso.
No era una mala pregunta. A ver, para ella sí, pero debía admitir que tenía su lógica. La excusa de que no era su turno la había usado tantas veces siendo mentira que seguro que ya no colaba. Y decirle que había salido a recuperar su pistola para jugar con ella... Oh, cierto, su pistola. Ya casi se le había olvidado con todo lo de las cuchillas esas. Como la mandasen a trabajar ya no iba a poder recuperarla.
-Pues... -De repente se le ocurrió cómo podría matar dos pájaros de un tiro-. He visto a este tipo tan sospechoso merodear por aquí -dijo señalando al calvo-. Ha intentado colarse en el invernadero ese y venía a arrestarle. Dice que quiere llevarse una planta. Mira, mira, lleva un montón de cuchillos. Y una pistola. Que es mía, por cierto.
-Eso ha sido alucinante, ¿sabes? Como cuando Akira me colgó de un árbol lanzando unos palillos. Es una historia curiosa, luego te la cuento. Pero ¿cómo lo has hecho? -Bajó del tocón de un salto y recogió sus shurikens. De paso, pisó a la araña-. Tranqui, no quería matarte. A ver, no es que quisiera no matarte, es más como que da igual, ¿sabes?
Más o menos entonces fue cuando Tazu cayó en la cuenta de que había perdido su propia apuesta. Ahora iba a tener que comerse una planta de ese lugar, la que aquel tipo eligiese. Bien pensado, quizás debería haberle dicho que de verdad no quería matarlo. ¿Y si elegía una venenosa? En esos jardines tan raros había cosas muy venenosas, todo el mundo lo decía. Venenos, paralizantes, semillas que costaban un riñón... Esas eran las peores, porque si la pillaban afanando una para zampársela la obligarían a pagarla. Realmente podría haberse metido en un buen lío.
-¡Eh, ¿qué hace aquí fuera?! -exclamó una voz.
El magíster Tres Cabezas apareció por allí con cara de cabreo. Avanzaba hacia ella a paso rápido con una de esas miradas tan de legionario que Tazu había aprendido a identificar y evitar a toda costa. Siempre significaba algo muy latoso.
-¿No les dije que estuvieran en sus puestos? Explíqueme por qué está perdiendo el tiempo en lugar de eso.
No era una mala pregunta. A ver, para ella sí, pero debía admitir que tenía su lógica. La excusa de que no era su turno la había usado tantas veces siendo mentira que seguro que ya no colaba. Y decirle que había salido a recuperar su pistola para jugar con ella... Oh, cierto, su pistola. Ya casi se le había olvidado con todo lo de las cuchillas esas. Como la mandasen a trabajar ya no iba a poder recuperarla.
-Pues... -De repente se le ocurrió cómo podría matar dos pájaros de un tiro-. He visto a este tipo tan sospechoso merodear por aquí -dijo señalando al calvo-. Ha intentado colarse en el invernadero ese y venía a arrestarle. Dice que quiere llevarse una planta. Mira, mira, lleva un montón de cuchillos. Y una pistola. Que es mía, por cierto.
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Mis ceja derecha no subieron hasta el cielo por que era físicamente imposible, pero vamos, tenía toda la intención pues se levantó cosa fina cuando el crío admitió querer "no" matarme queriendo matarme, era increíble como le podía dar la vuelta a todo, ¿Seguro que era un niño y no una mujer? Bueno, no tengo mujer, pero la de mis colegas... Lo suelen hacer... Tras unos segundos en los que sabía a ciencia cierta que fruto te los del invernadero se iba a comer, apareció un hombre y por las pintas y su imperatividad, tenía todas las de ser el jefe de este muchacho, pero en un giro dramático de los acontecimientos, el muchacho se inventó una historia bastante creíble, contando que yo soy el extraño aquí. Mis ojos se abrieron y me entraron unas ganas horrorosas de apuñalar al muchacho tantas veces como semillas hay en este sitio que la vena de mi frente lo delataba -¿Pero que mierdas tienes en la cabeza?- El hombre me miró, claramente creyó a su lacayo -Señor soy Matias Grass Montherber, he venido a traer semillas de la casi extinta "La lila de media noche" sus hombres están informados, estoy esperando a que verifiquen dichas semillas y me den a cambio unas más comunes, ya que mi cliente, quien acepta el trato, lleva tiempo intentando hacerse... Que hago yo aquí explicando mi situación, ¡Pregunte a sus hombres! Saben por qué estoy aquí, lo que no entiendo yo es donde cabe una guardería entre tantos invernaderos- Empecé a hablar tranquilo, pero poco a poco me fui calentando hasta llegar al punto de parecer yo el superior... Por las dudas, lo de la guardería era para el maldito crío -Este muchacho además de intentar matarme y robarme MI el arma- énfasis en mi propiedad -Ahora intenta meterme en prisión por su propia incompetencia como ¿Que hace exactamente aquí un crío?- Mi voz era fuerte, mi pose autoritaria, vamos, no le metía un tiro al hombre en el culo por que aún no tenía lo que había venido a buscar pero... Este maldito mocoso me las pagará...
No era idiota, era cuidadoso, si alguien intentaba matarme acabaría con un traje de pino, pero si solo intentaban arrestarme me dejaría sin oponer resistencia pues tengo la tapadera perfecta, pero si el mocoso intenta robarme el arma, usaría mis poderes para hacer carne picada con el maldito... ¡Hijo de satan! Sus padres no debieron reproducirse...
No era idiota, era cuidadoso, si alguien intentaba matarme acabaría con un traje de pino, pero si solo intentaban arrestarme me dejaría sin oponer resistencia pues tengo la tapadera perfecta, pero si el mocoso intenta robarme el arma, usaría mis poderes para hacer carne picada con el maldito... ¡Hijo de satan! Sus padres no debieron reproducirse...
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Tres Cabezas casi se parte el cuello cuando giró la cabeza para mirarla. Tazu sabía que a aquel tipo no le caía bien. Podía olerlo, casi saborearlo en el aire, igual que a los chivatos o que a los que te miran el culo. Y también sabía que el calvo no querría colaborar y dejarse arrestar tranquilamente. Iba a tener que esforzarse por mantener su mejor cara de legionaria indignada por alguna injusticia o una bobada de esas.
Lo cierto es que no presto mucha atención a la parrafada de aquel tipo. Lanzador de cuchillos experto o no, estaba claro que no iba a ganar contra ella si se trataba de inventarse historias. Porque aquello se lo estaba inventando, estaba claro. ¿Lila de medianoche? Sí, claro. Ella podría haberse inventado un nombre mucho mejor para una planta, como “Verde de mediodía”. Sí, eso tenía mucho más sentido. Las plantas eran verdes.
En cuanto la explicación de su sospechoso hubo acabado, Tazu hizo lo que más odiaba que le hicieran a ella: aplaudió lenta y sarcásticamente.
-Braaavo -dijo, alargando la primera sílaba para añadir un grado más de humillación. Cuantísimo odiaba a la gente que hacía eso-. No está mal, pero tu historia tiene varios fallos. -Como casi experta que era en contar historias, enderezó la espalda con aire teatral y comenzó a ir y venir a paso lento con las manos a la espalda-. Para empezar, Matías Grass... Loquesea es un nombre claramente inventado. Buen intento, pero yo sé mucho de nombres y estoy segura de no haber oído ese en la vida. -Sí que sabía de nombres. De hecho, ella misma había robado el suyo a un caballo muy chulo-. Sospechoso que no nos hayan avisado de que venías, ¿verdad? -Ciertamente, le habían dicho algo sobre alguien en alguna ocasión, pero no era momento de ponerse a discernir quién y quién no estaba jugando a lanzar papelitos al pelo de la gorda de enfrente mientras daban la charla-. Y además, para ser un jardinero llevas un montón de cuchillos. Revísalo -le dijo al magíster, que pareció tomarse el tuteo un poco regular-. Verás como lleva un montón de cosas peligrosas encima. Además, ha intentado tocarme el culo.
Tazu dejó que su fina exposición calase en el ambiente. ¿Tendría que recoger los sesos de aquel calvo cuando el jefe le volase la cabeza? Porque eso era lo que le habían dicho que se hacía en la Legión. O quizás lo usaban para alimentar a los burros. Eso también se comentaba a veces en los barracones de los cadetes, si bien no estaba segura de hasta qué punto había sido ella la que se inventara ese rumor.
-Sorajimaru, lárguese de aquí -ordenó Tres Cabezas con voz seca. No dio indicios de si se había creído o no su historia.
-Pero...
-Fuera.
-Es que...
-Silencio. Vuelva a su puesto.
-Mi pist...
-Ya.
La inflexión en esa última palabra hizo que Tazu comprendiera que no iba a ganarse la simpatía de aquel estirado. ¡Si le había entregado a un espía o algo así! En cualquier banda callejera de Ringo eso le habría dado el privilegio de llevar unos guantes o de comer del perolo de sopa en el que no escupía nadie.
Enfadada y un poco confusa, volvió al interior del gran edificio que hacía las vece de laboratorio, jardín gigante y lugar más aburrido de la Creación. De camino a... ni siquiera tenía muy claro a dónde iba, si a su puesto o no, pero de camino se tropezó con uno de esos tipos tan limpios con batas blancas que había por allí, al que se le cayó un saquito al suelo. Tazu alcanzó a distinguir el contenido mientras el de la bata lo recogía, y sonrió. Qué idea más buena acababa de tener.
Lo cierto es que no presto mucha atención a la parrafada de aquel tipo. Lanzador de cuchillos experto o no, estaba claro que no iba a ganar contra ella si se trataba de inventarse historias. Porque aquello se lo estaba inventando, estaba claro. ¿Lila de medianoche? Sí, claro. Ella podría haberse inventado un nombre mucho mejor para una planta, como “Verde de mediodía”. Sí, eso tenía mucho más sentido. Las plantas eran verdes.
En cuanto la explicación de su sospechoso hubo acabado, Tazu hizo lo que más odiaba que le hicieran a ella: aplaudió lenta y sarcásticamente.
-Braaavo -dijo, alargando la primera sílaba para añadir un grado más de humillación. Cuantísimo odiaba a la gente que hacía eso-. No está mal, pero tu historia tiene varios fallos. -Como casi experta que era en contar historias, enderezó la espalda con aire teatral y comenzó a ir y venir a paso lento con las manos a la espalda-. Para empezar, Matías Grass... Loquesea es un nombre claramente inventado. Buen intento, pero yo sé mucho de nombres y estoy segura de no haber oído ese en la vida. -Sí que sabía de nombres. De hecho, ella misma había robado el suyo a un caballo muy chulo-. Sospechoso que no nos hayan avisado de que venías, ¿verdad? -Ciertamente, le habían dicho algo sobre alguien en alguna ocasión, pero no era momento de ponerse a discernir quién y quién no estaba jugando a lanzar papelitos al pelo de la gorda de enfrente mientras daban la charla-. Y además, para ser un jardinero llevas un montón de cuchillos. Revísalo -le dijo al magíster, que pareció tomarse el tuteo un poco regular-. Verás como lleva un montón de cosas peligrosas encima. Además, ha intentado tocarme el culo.
Tazu dejó que su fina exposición calase en el ambiente. ¿Tendría que recoger los sesos de aquel calvo cuando el jefe le volase la cabeza? Porque eso era lo que le habían dicho que se hacía en la Legión. O quizás lo usaban para alimentar a los burros. Eso también se comentaba a veces en los barracones de los cadetes, si bien no estaba segura de hasta qué punto había sido ella la que se inventara ese rumor.
-Sorajimaru, lárguese de aquí -ordenó Tres Cabezas con voz seca. No dio indicios de si se había creído o no su historia.
-Pero...
-Fuera.
-Es que...
-Silencio. Vuelva a su puesto.
-Mi pist...
-Ya.
La inflexión en esa última palabra hizo que Tazu comprendiera que no iba a ganarse la simpatía de aquel estirado. ¡Si le había entregado a un espía o algo así! En cualquier banda callejera de Ringo eso le habría dado el privilegio de llevar unos guantes o de comer del perolo de sopa en el que no escupía nadie.
Enfadada y un poco confusa, volvió al interior del gran edificio que hacía las vece de laboratorio, jardín gigante y lugar más aburrido de la Creación. De camino a... ni siquiera tenía muy claro a dónde iba, si a su puesto o no, pero de camino se tropezó con uno de esos tipos tan limpios con batas blancas que había por allí, al que se le cayó un saquito al suelo. Tazu alcanzó a distinguir el contenido mientras el de la bata lo recogía, y sonrió. Qué idea más buena acababa de tener.
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Tras un buen rato hablando con el superior de esa mocosa y tras verificar que mi estancia en esa isla estaba justificada, permitida y avisada, por fin conseguí que aquél superior en cargo del lugar se fiase. Volví a base con la intención de largarme de esa isla y evitar a toda costa volver a juntarme con esa mocosa o acabaría dejando un cadáver muy pequeñito, pero no sin antes formular una queja en toda regla para la muchacha, la cual sería retirada si cumplía con su parte del trato y era capaz de comer la planta "Rafflesia arnoldii" (nombre real) La cual había oído que era una flor roja carnosa. Crece parasitando las raíces de árboles en las selvas tropicales. Puede llegar a medir hasta tres metros de ancho. Las flores necesitan varios meses para desarrollar las flores, que viven tan sólo unos pocos días. Atraen, sobre todo, a las mosca... Son famosas por oler a carne podrída y por lo que describen, su sabor no era mejor que su olor... Le transmití la información a su superior y volví a la sala de espera para largarme de ahí cuanto antes.
No tuve que esperar mucho cuando el trato se hizo a la perfección, obtuve el maletín con las semillas que no importaban y por detrás escuché la frase que teníamos como clave para saber que el trato estaba cerrado -Cuide las semillas, son como una relación de amistad, hay que cuidarlas, regarlas y sobre todo abonarlas de vez en cuando- Dijo el científico, lo que significaba trato aceptado... Sí, mi jefe era muy de novelas negras y codificar los tratos le encantaba demasiado.
De camino al barco, pensé que ese mocoso aparecería para molestar por última vez, los granos en el culo suelen escocer después de reventarlos. En el puerto habían marines por lo que no podría matarlo, por mucho que lo deseara, aquí no podía hacer nada, las represalias serían bastante más grandes de lo que yo podía afrontar por el momento, quizás en un futuro... Aún así no olvidaría nunca el nombre de ese muchacho "Lachu" si algún día me lo encontraba en mi terreno, desaparecería en las sombras para aparecer entre la chatarra de "Spider Miles" sin vida en los ojos ni en el cuerpo...
Subí al barco y miré hacia atrás -Liam, acuérdate de este sitio, quizás un día de estos tendremos que visitarlo con otras intenciones...- le dije de forma seria y peliculera -Me llamo Ryan señor...- rectificó
No tuve que esperar mucho cuando el trato se hizo a la perfección, obtuve el maletín con las semillas que no importaban y por detrás escuché la frase que teníamos como clave para saber que el trato estaba cerrado -Cuide las semillas, son como una relación de amistad, hay que cuidarlas, regarlas y sobre todo abonarlas de vez en cuando- Dijo el científico, lo que significaba trato aceptado... Sí, mi jefe era muy de novelas negras y codificar los tratos le encantaba demasiado.
De camino al barco, pensé que ese mocoso aparecería para molestar por última vez, los granos en el culo suelen escocer después de reventarlos. En el puerto habían marines por lo que no podría matarlo, por mucho que lo deseara, aquí no podía hacer nada, las represalias serían bastante más grandes de lo que yo podía afrontar por el momento, quizás en un futuro... Aún así no olvidaría nunca el nombre de ese muchacho "Lachu" si algún día me lo encontraba en mi terreno, desaparecería en las sombras para aparecer entre la chatarra de "Spider Miles" sin vida en los ojos ni en el cuerpo...
Subí al barco y miré hacia atrás -Liam, acuérdate de este sitio, quizás un día de estos tendremos que visitarlo con otras intenciones...- le dije de forma seria y peliculera -Me llamo Ryan señor...- rectificó
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Estaba claro que aquel no iba a ser su día. Todo parecía empeñado en torcerse y ponerle la zancadilla, incluido ese jardinero con bata que a punto había estado de tirarla de culo por su torpeza. Mira que no mirar por dónde iba mientras ella no miraba por dónde iba tampoco... Ni siquiera había podido aprovechar la oportunidad que se le había presentado. Al ver esa bolsita con semillas Tazu dio por hecho que sería la que iba a entregar al tipejo siniestro de fuera, pero ni eso. Le había dado el cambiazo por una bolsa de caramelos para nada.
Cuando volvió para asomarse y comprobar si su truco había colado, descubrió que el lanzacuchillos, que ni tan siquiera le había dado su nombre de verdad, sino uno inventado, ya se estaba marchando. Y con un maletín, encima. Con un maletín y su pistola, por si fuera poco. Maldito ladrón... ¿Y dónde estaba el hombre al que había birlado las semillas? Luego lo vio yéndose por otro sitio, así que su idea había sido un bluf total...
De vuelta en el invernadero no tuvo más remedio que volver a su puesto, aunque solo fuera porque ahora necesitaba robarle a alguien más caramelos. Enfurruñada, aceptó de mala gana su turno de vigilancia de esa estúpida planta, pensando en cómo iba ahora a matar el tiempo. Odiaba aquel destino. Con suerte, la planta esa se moriría o se la comería alguien. Bien pensado, ¿no tenía ella que comerse una planta? Pero no, no sería esa. No le daría la satisfacción de cumplir su parte de la apuesta a aquel tramposo ladrón. Se comería algo, claro, pero seguramente sería uno de esos tomates tan gordos a los que ya les tenía echado el ojo.
Cuando el magíster acudió a echarle la bronca, Tazu a punto estuvo de irse corriendo. El instinto de huir arrojando cosas cuando alguien más grande la intimidaba estaba muy arraigado en su pellejo. De hecho, más de una vez se lo había salvado, así que sobreponerse a él exigió más autocontrol del que una Tazu hambrienta solía mostrar.
-¡Te digo que era sospechoso! En la academia me dijeron que todo el mundo lo era -añadió cuando vio que Tres Cabezas comenzaba a protestar. Luego, mirando antes alrededor por si acaso, susurró-: Y más los calvos.
Eso pareció contentar al jefe. Quizás no contentarlo, pero sí evitarle a ella un buen castigo, que era básicamente el objetivo. Le tocó un turno extra de vigilancia esa noche, pero se escaqueó y se fue a jugar con un escorpión que había visto esa mañana. Tuvo mala suerte y la planta floreció en el momento que en ella no estaba, y ahí sí le cayó un buen castigo. Pero bueno, al menos podían irse ya de aquel dichoso lugar.
Tendría que acordarse de conseguir otra pistola.
Cuando volvió para asomarse y comprobar si su truco había colado, descubrió que el lanzacuchillos, que ni tan siquiera le había dado su nombre de verdad, sino uno inventado, ya se estaba marchando. Y con un maletín, encima. Con un maletín y su pistola, por si fuera poco. Maldito ladrón... ¿Y dónde estaba el hombre al que había birlado las semillas? Luego lo vio yéndose por otro sitio, así que su idea había sido un bluf total...
De vuelta en el invernadero no tuvo más remedio que volver a su puesto, aunque solo fuera porque ahora necesitaba robarle a alguien más caramelos. Enfurruñada, aceptó de mala gana su turno de vigilancia de esa estúpida planta, pensando en cómo iba ahora a matar el tiempo. Odiaba aquel destino. Con suerte, la planta esa se moriría o se la comería alguien. Bien pensado, ¿no tenía ella que comerse una planta? Pero no, no sería esa. No le daría la satisfacción de cumplir su parte de la apuesta a aquel tramposo ladrón. Se comería algo, claro, pero seguramente sería uno de esos tomates tan gordos a los que ya les tenía echado el ojo.
Cuando el magíster acudió a echarle la bronca, Tazu a punto estuvo de irse corriendo. El instinto de huir arrojando cosas cuando alguien más grande la intimidaba estaba muy arraigado en su pellejo. De hecho, más de una vez se lo había salvado, así que sobreponerse a él exigió más autocontrol del que una Tazu hambrienta solía mostrar.
-¡Te digo que era sospechoso! En la academia me dijeron que todo el mundo lo era -añadió cuando vio que Tres Cabezas comenzaba a protestar. Luego, mirando antes alrededor por si acaso, susurró-: Y más los calvos.
Eso pareció contentar al jefe. Quizás no contentarlo, pero sí evitarle a ella un buen castigo, que era básicamente el objetivo. Le tocó un turno extra de vigilancia esa noche, pero se escaqueó y se fue a jugar con un escorpión que había visto esa mañana. Tuvo mala suerte y la planta floreció en el momento que en ella no estaba, y ahí sí le cayó un buen castigo. Pero bueno, al menos podían irse ya de aquel dichoso lugar.
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