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Desde mi paso por el reino de Sakura había aprendido a cargar siempre con un buen abrigo o una chamarra bien afelpada por si las moscas. Vaya que había sido una gran decisión porque mi nuevo destino era una isla pintada de blanco nuevamente.
Nada más desembarcar pude darme cuenta del frío clima de la isla, parecía estar cubierta con una enorme alfombra blanca y afelpada. Afortunadamente el Sol resplandecía con toda su fuerza posible en aquel lugar y nevaba poco, ¿sería acaso primavera en esa isla de invierno? Para Kirara parecía como un parque de atracciones, se revolcaba entre la helada nieve y jugaba de un lado a otro, sonreí por la felicidad de la tigresa. No era para nada el caso de Arrhenius que miraba con cierto desprecio a la tigresa y se sacudía el pelaje con sus seis brazos, supongo que ese tipo de climas no son lo suyo. Llamé a Kirara y Arrhenius, como de costumbre, se subió en su lomo para continuar con nuestro camino.
¿Hacía dónde íbamos? No tenía la menor idea. Pensaba que quizás el maldito enfermo podría estar en una isla helada, como en la que habíamos tenido la pelea. El frío ayuda a prevenir que los cuerpos se descompongan tan rápido, hacía sentido para mí. Primero tendríamos que encontrar un lugar para pasar la noche, eso era claro, además un buen bar no estaría de más y quizás un paquete de cigarros tampoco me caería mal con ese buen clima.
El camino hacia el pueblo fue un poco largo, pensé que iba a ser más pesado debido a la nieve y el helado clima, pero conforme nos íbamos acercando al asentamiento, por alguna extraña razón, la temperatura iba a aumentando poco a poquito. No es que llegara a un clima cálido ni siquiera, pero el frío se hacía bastante tolerable con la chamarra que cargaba conmigo.
Tras un par de horas llegamos a la ciudad, sorprendentemente el suelo carecía de nieve y, aunque se sentía el ambiente frío, era algo que incluso se podía tolerar con una chamarra ligera. Nos dirigimos a la primera taberna que vimos en el pueblo y entramos, en un principio el encargado se le quedó viendo raro a mis animales, pero no hizo muchas preguntas y me sirvió un trago enorme de cerveza y un caldo de dudosa procedencia. Mientras disfrutaba de mi comida alcancé a escuchar el cuchicheo de un par de hombres.
-No es broma, parece que la ingeniera ha sido herida por uno de los mecha-animales -dijo el más viejo.
-A nadie más se le ocurriría adentrarse en el bosque de los animales Cyborg, está loca -sentenció el otro.
¿Mecha animales? No podía esperar más para conocerlos, me acabé rápidamente mi bebida y el caldo que estaba un poco amargo.
-¿Podrían contarme de aquel bosque? -pregunté animado.
Nada más desembarcar pude darme cuenta del frío clima de la isla, parecía estar cubierta con una enorme alfombra blanca y afelpada. Afortunadamente el Sol resplandecía con toda su fuerza posible en aquel lugar y nevaba poco, ¿sería acaso primavera en esa isla de invierno? Para Kirara parecía como un parque de atracciones, se revolcaba entre la helada nieve y jugaba de un lado a otro, sonreí por la felicidad de la tigresa. No era para nada el caso de Arrhenius que miraba con cierto desprecio a la tigresa y se sacudía el pelaje con sus seis brazos, supongo que ese tipo de climas no son lo suyo. Llamé a Kirara y Arrhenius, como de costumbre, se subió en su lomo para continuar con nuestro camino.
¿Hacía dónde íbamos? No tenía la menor idea. Pensaba que quizás el maldito enfermo podría estar en una isla helada, como en la que habíamos tenido la pelea. El frío ayuda a prevenir que los cuerpos se descompongan tan rápido, hacía sentido para mí. Primero tendríamos que encontrar un lugar para pasar la noche, eso era claro, además un buen bar no estaría de más y quizás un paquete de cigarros tampoco me caería mal con ese buen clima.
El camino hacia el pueblo fue un poco largo, pensé que iba a ser más pesado debido a la nieve y el helado clima, pero conforme nos íbamos acercando al asentamiento, por alguna extraña razón, la temperatura iba a aumentando poco a poquito. No es que llegara a un clima cálido ni siquiera, pero el frío se hacía bastante tolerable con la chamarra que cargaba conmigo.
Tras un par de horas llegamos a la ciudad, sorprendentemente el suelo carecía de nieve y, aunque se sentía el ambiente frío, era algo que incluso se podía tolerar con una chamarra ligera. Nos dirigimos a la primera taberna que vimos en el pueblo y entramos, en un principio el encargado se le quedó viendo raro a mis animales, pero no hizo muchas preguntas y me sirvió un trago enorme de cerveza y un caldo de dudosa procedencia. Mientras disfrutaba de mi comida alcancé a escuchar el cuchicheo de un par de hombres.
-No es broma, parece que la ingeniera ha sido herida por uno de los mecha-animales -dijo el más viejo.
-A nadie más se le ocurriría adentrarse en el bosque de los animales Cyborg, está loca -sentenció el otro.
¿Mecha animales? No podía esperar más para conocerlos, me acabé rápidamente mi bebida y el caldo que estaba un poco amargo.
-¿Podrían contarme de aquel bosque? -pregunté animado.
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No planeaban llegar a esta isla, pero a veces el destino jugaba con todos, y los Mink lobo no iban a ser la excepción. Al ser felpuda, Lisia no tenía problema alguno con el clima, incluso seguía usando la poca ropa de siempre. Tenía sentido, pues ella era un lobo ártico.
Quien no soportaba el clima actual, era Pavlo, su pelaje era menos grueso, y el frio lo tenía temblando y con un moco colgando de la nariz. Se le veía miserable.
Lo bueno fue que pronto dieron con una pequeña taberna en medio de todo, a lo cual Pavlo entró rápidamente, su compañera lobo siguiéndole de cerca.
“Hola, una bebida caliente, por favor” le dijo al encargado. Se le dificultaba incluso hablar, pero de alguna manera el mesero le entendió.
“Tenga joven. Esto calentara tanto cuerpo cómo alma” mientras le servia una bebida color rosa “Incluso la cama, si su compañera así lo desea” le guiñaba un ojo mientras observaba a la loba albina.
Pavlo ya andaba bebiendo de la bebida, cuando casi la escupe al momento que el mesero mencionó lo último. Claro que por educación, terminó tragando. Pero no le dio ni otro más.
Lisia reía de forma burlona, mientras el lobo macho intentaba calentarse. En más de un sentido. “Un afrodisíaco, ¿eh? Nada mal para calentar el ambiente. Quizás me pida uno para la noche”
“Helena por favor no digas cosas tan vergonzosas” nervioso y rojo. Lisia amaba poner a Pavlo en situaciones incomodas de ese tipo “Lo siento, no quiero ser grosero, pero no tiene una bebida, um, algo ¿más normal?”
El mesero no pudo evitar reír “Calma, es solamente un té de fresa. Es un afrodisíaco natural, cierto, pero no va a alterar tus hormonas de ninguna forma. Un cóctel asi es en su mayoría ilegal, solamente trataba de bromear un poco. Tienes mi palabra de servidor que no te intoxicara de ninguna manera”
“Lástima, hubiera sido lindo verlo cachondo” Lisia le dio una palmada en la espalda a Pavlo, causando que él sacará un chillido algo patético. Pero bueno, a veces a Lisia se le pasaba un poco la fuerza. "Anda, tómate tu bebida para que te sientas mejor"
Estando cerca de la mesa ella no pudo evitar escuchar lo que los otros personajes del lugar decían, pues se habían sentado justo a lado de ellos.
“Hola, perdón, no pude evitar escuchar” Lisia se acercó, señalando a sus orejas “Viene con el territorio de tenerlas tan grandes- ¿Has dicho que alguien esta en peligro? Anda, dime los detalles, este clima me favorece, puedo adentrarme a intentar salvar a la dicha ingeniera”
Quien no soportaba el clima actual, era Pavlo, su pelaje era menos grueso, y el frio lo tenía temblando y con un moco colgando de la nariz. Se le veía miserable.
Lo bueno fue que pronto dieron con una pequeña taberna en medio de todo, a lo cual Pavlo entró rápidamente, su compañera lobo siguiéndole de cerca.
“Hola, una bebida caliente, por favor” le dijo al encargado. Se le dificultaba incluso hablar, pero de alguna manera el mesero le entendió.
“Tenga joven. Esto calentara tanto cuerpo cómo alma” mientras le servia una bebida color rosa “Incluso la cama, si su compañera así lo desea” le guiñaba un ojo mientras observaba a la loba albina.
Pavlo ya andaba bebiendo de la bebida, cuando casi la escupe al momento que el mesero mencionó lo último. Claro que por educación, terminó tragando. Pero no le dio ni otro más.
Lisia reía de forma burlona, mientras el lobo macho intentaba calentarse. En más de un sentido. “Un afrodisíaco, ¿eh? Nada mal para calentar el ambiente. Quizás me pida uno para la noche”
“Helena por favor no digas cosas tan vergonzosas” nervioso y rojo. Lisia amaba poner a Pavlo en situaciones incomodas de ese tipo “Lo siento, no quiero ser grosero, pero no tiene una bebida, um, algo ¿más normal?”
El mesero no pudo evitar reír “Calma, es solamente un té de fresa. Es un afrodisíaco natural, cierto, pero no va a alterar tus hormonas de ninguna forma. Un cóctel asi es en su mayoría ilegal, solamente trataba de bromear un poco. Tienes mi palabra de servidor que no te intoxicara de ninguna manera”
“Lástima, hubiera sido lindo verlo cachondo” Lisia le dio una palmada en la espalda a Pavlo, causando que él sacará un chillido algo patético. Pero bueno, a veces a Lisia se le pasaba un poco la fuerza. "Anda, tómate tu bebida para que te sientas mejor"
Estando cerca de la mesa ella no pudo evitar escuchar lo que los otros personajes del lugar decían, pues se habían sentado justo a lado de ellos.
“Hola, perdón, no pude evitar escuchar” Lisia se acercó, señalando a sus orejas “Viene con el territorio de tenerlas tan grandes- ¿Has dicho que alguien esta en peligro? Anda, dime los detalles, este clima me favorece, puedo adentrarme a intentar salvar a la dicha ingeniera”
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Mientras interrumpía la conversación de los señores, otra chica llegó a interrumpirlos de igual manera. Era una mink. A estas alturas de mi viaje me había encontrado ya con un par de minks, ella parecía ser mitad lobo y cargaba con una enorme espada en sus espaldas, le acompañaba otro mink. Ella preguntaba, como buena samaritana, por la ingeniera para ayudarla. Claro, ayudar a alguien está bien, pero... ¡¿cómo vas a pasar por alto a los mecha animales?! Dios mío, era una oportunidad única en la vida.
-Sí, sí, claro -dije fingiendo tos- y la ingeniera también, la ingeniera también.
-Bueno, creo que debe estar bien -dijo uno de los hombres- los doctores han ido para allá hace un par de horas.
Aquel par de hombres seguían divagando sobre lo que le había pasado a la ingeniera, que qué persona tan irresponsable por trabajar con esos robots, que ella se lo había buscado, bla, bla, bla... ¿Quién no arriesgaría su vida por unos animales mecánicos? Basta, quería que le cortaran a su palabrería, todo era culpa de la mink por haberles preguntado por la mujer.
-Bueno sí, sí, la ingeniera está siendo tratada -dije sonriendo hacia la mink- ¿en dónde está el bosque de aquellas bestias?
-Al norte de este pueblo, hijo, pero -dijo uno mientras le daba un trago a su cerveza- no deberías ir ahí, es bastante...
-Muchas gracias señores. disfruten sus bebidas -dije sin dejarle terminar su oración.
Tomé lo que me quedaba de mi cerveza, me limpié la boca, puse fuertemente mi tarro vació sobre la barra y volteé a ver a mis criaturas.
-¡Arrhenius, KIrara, nos vamos en búsqueda de esos cyborgs! -les comandé a mis mascotas, el mono no parecía muy emocionado de regresar al frío del exterior- bueno, señorita mink, ha sido un gusto -dije ondeando la mano.
Me dirigí a toda velocidad hacia la salida, ¿qué tipo de extraños animales vería? Quizás cocodrilos con rayos láser o tal vez un toro con taladros como cuernos. Vaya, aquel lufar parecía un paraíso para las especies exóticas, imploraba porque no tuviera que combatir con ellas. Mis mascotas y yo salimos del bar, a los pocos pasos me di cuenta de que había olvidado mi chamarra en el respaldo y me apresuré a regresar por ella. No estaba, alguien la había tomado, ¿por qué se llevarían una chamarra tan vieja como esa? Peor aún, esa era la chamarra que había comprado con Alice, la caza recompensas. Claro; yo estaba ahí por otro motivo, pero bueno... eran mecha animales, no pasaba nada si me tomaba un tiempo para eso.
¿Quién habría tomado mi chamarra?
-Sí, sí, claro -dije fingiendo tos- y la ingeniera también, la ingeniera también.
-Bueno, creo que debe estar bien -dijo uno de los hombres- los doctores han ido para allá hace un par de horas.
Aquel par de hombres seguían divagando sobre lo que le había pasado a la ingeniera, que qué persona tan irresponsable por trabajar con esos robots, que ella se lo había buscado, bla, bla, bla... ¿Quién no arriesgaría su vida por unos animales mecánicos? Basta, quería que le cortaran a su palabrería, todo era culpa de la mink por haberles preguntado por la mujer.
-Bueno sí, sí, la ingeniera está siendo tratada -dije sonriendo hacia la mink- ¿en dónde está el bosque de aquellas bestias?
-Al norte de este pueblo, hijo, pero -dijo uno mientras le daba un trago a su cerveza- no deberías ir ahí, es bastante...
-Muchas gracias señores. disfruten sus bebidas -dije sin dejarle terminar su oración.
Tomé lo que me quedaba de mi cerveza, me limpié la boca, puse fuertemente mi tarro vació sobre la barra y volteé a ver a mis criaturas.
-¡Arrhenius, KIrara, nos vamos en búsqueda de esos cyborgs! -les comandé a mis mascotas, el mono no parecía muy emocionado de regresar al frío del exterior- bueno, señorita mink, ha sido un gusto -dije ondeando la mano.
Me dirigí a toda velocidad hacia la salida, ¿qué tipo de extraños animales vería? Quizás cocodrilos con rayos láser o tal vez un toro con taladros como cuernos. Vaya, aquel lufar parecía un paraíso para las especies exóticas, imploraba porque no tuviera que combatir con ellas. Mis mascotas y yo salimos del bar, a los pocos pasos me di cuenta de que había olvidado mi chamarra en el respaldo y me apresuré a regresar por ella. No estaba, alguien la había tomado, ¿por qué se llevarían una chamarra tan vieja como esa? Peor aún, esa era la chamarra que había comprado con Alice, la caza recompensas. Claro; yo estaba ahí por otro motivo, pero bueno... eran mecha animales, no pasaba nada si me tomaba un tiempo para eso.
¿Quién habría tomado mi chamarra?
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“Eh, cuidado con esa tos compañero” le decia Lisia al joven, incapaz de ver que solamente pretendía toser “Creo que sera mejor te quedes dentro, no vayas a pescar un resfriado” aunque para bien, y, para mal, el humano no parecía tener intención alguna de escuchar ni a Lisia, ni al hombre que le advertían que era mejor no emprender una aventura con el clima, ni con el peligro de los animales mecánicos.
“¿Señorita?” Vaya, nunca le habían dicho de esa manera, se le hacia algo gracioso. Pero antes de que pudiera contestar, el joven acelerado se retiró de la taberna. Lisia se quedo pensando unos segundos, casi saliendole humo de tanto usar su cerebro “Se le ha olvidado su chamarra al chico” decía mientras la tomaba “Será mejor se la de. Ustedes los humanos no tienen tanto pelo cómo nosotros los Mink” decía mientras volteaba a ver al hombre que había intentado advertirle al joven acerca del peligro “Dígame ¿Que le iba a decir al muchacho acerca del lugar? No conozco mucho de este lugar, pero si hay algo en lo que soy buena es golpear cosas con mi espada”
“Pavlo, quédate aquí. Debo llevarle su ropa a mi nuevo amigo”
“Jamas, no voy a dejarte sola”
“Te vas a enfermar. Aparte, bien sabes que soy un lobo ártico. El clima me beneficia”
Pero lo que tenia Pavlo de tierno, lo tenia de necio. El mesero pronto se dio cuenta de esto, y suspiró. “Pavlo ¿cierto? Mira, llevate este abrigo. Es mio, pero no lo necesito de momento. Me lo puedes regresar cuando estén de vuelta. Anda, no seas tímido, que odiaría que alguien tan lindo cómo tu se enfermase”
Quedando algo anonadado por la repentina caridad del mesero, a Pavlo no le quedo de otra más que aceptar la prenda. Era un abrigo de pieles, que evitaba el movimiento un poco, pero al menos lo mantenía bastante caliente. “Um. Muchas gracias, prometo regresarlo pronto” y el mesero solamente asintió con una pequeña sonrisa.
Finalmente salieron del lugar, tratando de seguir el rastro del joven y sus mascotas. Ahora solamente quedaba ver si las nariz de la mujer seria lo suficiente para encontrarlo de nuevo, por suerte traía la chamarra que había olvidado, por lo que ya tenia su olor. Por ahora solamente sabia que debían de dirigirse al norte.
“Pavito” Lisia miro a su compañero con una sonrisa burlona “Si sabes que el mesero andaba flirteando contigo, ¿verdad?”
“Espera ¿Qué?”
“¿Señorita?” Vaya, nunca le habían dicho de esa manera, se le hacia algo gracioso. Pero antes de que pudiera contestar, el joven acelerado se retiró de la taberna. Lisia se quedo pensando unos segundos, casi saliendole humo de tanto usar su cerebro “Se le ha olvidado su chamarra al chico” decía mientras la tomaba “Será mejor se la de. Ustedes los humanos no tienen tanto pelo cómo nosotros los Mink” decía mientras volteaba a ver al hombre que había intentado advertirle al joven acerca del peligro “Dígame ¿Que le iba a decir al muchacho acerca del lugar? No conozco mucho de este lugar, pero si hay algo en lo que soy buena es golpear cosas con mi espada”
“Pavlo, quédate aquí. Debo llevarle su ropa a mi nuevo amigo”
“Jamas, no voy a dejarte sola”
“Te vas a enfermar. Aparte, bien sabes que soy un lobo ártico. El clima me beneficia”
Pero lo que tenia Pavlo de tierno, lo tenia de necio. El mesero pronto se dio cuenta de esto, y suspiró. “Pavlo ¿cierto? Mira, llevate este abrigo. Es mio, pero no lo necesito de momento. Me lo puedes regresar cuando estén de vuelta. Anda, no seas tímido, que odiaría que alguien tan lindo cómo tu se enfermase”
Quedando algo anonadado por la repentina caridad del mesero, a Pavlo no le quedo de otra más que aceptar la prenda. Era un abrigo de pieles, que evitaba el movimiento un poco, pero al menos lo mantenía bastante caliente. “Um. Muchas gracias, prometo regresarlo pronto” y el mesero solamente asintió con una pequeña sonrisa.
Finalmente salieron del lugar, tratando de seguir el rastro del joven y sus mascotas. Ahora solamente quedaba ver si las nariz de la mujer seria lo suficiente para encontrarlo de nuevo, por suerte traía la chamarra que había olvidado, por lo que ya tenia su olor. Por ahora solamente sabia que debían de dirigirse al norte.
“Pavito” Lisia miro a su compañero con una sonrisa burlona “Si sabes que el mesero andaba flirteando contigo, ¿verdad?”
“Espera ¿Qué?”
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¿Quién en su sano juicio robaría una chamarra tan maltratada? Vaya, claro que hacía frío en aquel lugar, pero estaba seguro de que todos tenían una mejor chamarra que la mía. Me encontraba girando la cabeza de un lado a otro cuando el camarero me llamó.
-La chica lobo se la ha llevado -dijo mientras señalaba la puerta.
-Vaya, con que sí. Bueno, se va a enterar de quién soy yo, nadie puede robarme y salirse con la suya -sentencié mientras corría de nuevo a la entrada- ¿para dónde ha ido esa mink?
El encargado señaló la dirección con su dedo índice y salí en menos de lo que canta un gallo sin escuchar bien lo último que había gritado; quizás fuese una advertencia de no pelear con la chica lobo o algo por el estilo, pero no tenía tiempo que perder con el encargado. Corrí en la dirección que me habían indicado y a los pocos pasos alcancé a avistar la silueta de la chica, cargaba una espada enorme en la espalda; debía ser una espadachina habilidosa si era capaz de maniobrar semejante acero... sí, también cargaba con mi chamarra en sus manos, ¿para qué la quería si tenía tanto pelo sobre ella? Seguro que no la necesitaba.
-¡Hey tú, ladrona de chamarras! -grité moviendo el brazo de un lado a otro- ¡no des un paso más, no escaparás con mi chamarra!
La chica lobo venía acompañada por otro mink, parecía uno del tipo canino y color café; la cara de ambos mostraba genuina confusión. Frené de golpe detrás de ellos y les planté cara, sabía que los minks podían llegar a ser guerreros formidables y prefería conservar mi energía para el avistamiento de los mecha animales, así que no quería entablar una pelea por la chamarra.
-No te voy a juzgar por haberme robado mi chamarra, pero... -dije mientras la señalaba- bueno, sí lo haré, ¿para qué la necesitas con tanto pelaje que cargas? -antes de que pudiera responder proseguí con mi diálogo- vaya, eso no importa, sólo regrésala que no quiero perderme a esos animales mitad robot.
Genuinamente esperaba no tener que entrar en un combate y que las cosas se calmaran con la devolución de la chamarra, pero por si las moscas coloqué la mano sobre el mango de mi espada. No sabía si aquella mink era una ladrona maníaca de las chamarras, uno podía esperarse cada cosa en el Grand Line.
-La chica lobo se la ha llevado -dijo mientras señalaba la puerta.
-Vaya, con que sí. Bueno, se va a enterar de quién soy yo, nadie puede robarme y salirse con la suya -sentencié mientras corría de nuevo a la entrada- ¿para dónde ha ido esa mink?
El encargado señaló la dirección con su dedo índice y salí en menos de lo que canta un gallo sin escuchar bien lo último que había gritado; quizás fuese una advertencia de no pelear con la chica lobo o algo por el estilo, pero no tenía tiempo que perder con el encargado. Corrí en la dirección que me habían indicado y a los pocos pasos alcancé a avistar la silueta de la chica, cargaba una espada enorme en la espalda; debía ser una espadachina habilidosa si era capaz de maniobrar semejante acero... sí, también cargaba con mi chamarra en sus manos, ¿para qué la quería si tenía tanto pelo sobre ella? Seguro que no la necesitaba.
-¡Hey tú, ladrona de chamarras! -grité moviendo el brazo de un lado a otro- ¡no des un paso más, no escaparás con mi chamarra!
La chica lobo venía acompañada por otro mink, parecía uno del tipo canino y color café; la cara de ambos mostraba genuina confusión. Frené de golpe detrás de ellos y les planté cara, sabía que los minks podían llegar a ser guerreros formidables y prefería conservar mi energía para el avistamiento de los mecha animales, así que no quería entablar una pelea por la chamarra.
-No te voy a juzgar por haberme robado mi chamarra, pero... -dije mientras la señalaba- bueno, sí lo haré, ¿para qué la necesitas con tanto pelaje que cargas? -antes de que pudiera responder proseguí con mi diálogo- vaya, eso no importa, sólo regrésala que no quiero perderme a esos animales mitad robot.
Genuinamente esperaba no tener que entrar en un combate y que las cosas se calmaran con la devolución de la chamarra, pero por si las moscas coloqué la mano sobre el mango de mi espada. No sabía si aquella mink era una ladrona maníaca de las chamarras, uno podía esperarse cada cosa en el Grand Line.
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Al tener la chamarra con ella, el olor del chico ya estaba en su memoria. Asi que comenzó a olfatear el aire, a ver que podía encontrar. “Hmm… Es extraño, parece que su olor se acerca cada vez más y más y-” fue entonces cuando un muchacho comenzó a llamarle ladrona de chamarras o algo así, no le puso atención, pues en lugar de eso comenzó a mover la cola de un lado a otro “Hey, el chico de la chamarra. Pensé que te habías ido sin ella. Ten, toma” decía sin tomar un respiro entre frases, aventándole la ropa en la cara “Vale más que estés bien arropado y preparado si vamos a ayudar a la gente” Lisia miraba bobamente al chico humano, sin idea de lo que ocurría realmente.
“Oh, hola, soy Pavlo” dijo el macho marrón “Creo que hubo un pequeño malentendido. Mi compañera vio que saliste corriendo sin tu abrigo, y quiso regresarte tu prenda. Lamento si te hicimos creer lo contrario” al menos el tal Pavlo sabía que ocurrió y trataba de que la situación no se convirtiera en algo peor “Aunque, Helena tiene razón, debes cuidar mejor de ti mismo. Los humanos no tienen tanto pelaje cómo nosotros” y era algo gracioso de escuchar viniendo de él, pues Pavlo también estaba arropado con una chamarra bastante gruesa.
Lisia, en cambio, estaba casi desnuda, y no parecía molestarle en lo más mínimo. Hasta se le veía en su ámbito.
Cuando el joven humano le señalo, instintivamente Lisia le olió el dedo. “Hmm, hueles a caldo”
La mujer lobo se sacudió antes de dar media vuelta y seguir adelante “¿Listo? Vamos, que tenemos a gente que ayudar” sin darse cuenta que estaba caminando hacia el sur
“Helena, nos han dicho que es al norte. Es para el otro lado”
Se frenó en seco, para volverse a dar media vuelta “Cómo he dicho. ¡Adelante, que hay gente a la cual ayudar!” fingiendo que no se sentía mal por tener pésimo sentido de la orientación.
“Nos agradaría que viajaras con nosotros, joven” le dijo Pavlo al humano “Somos lobos, nos gusta aventurarnos en manada” el macho le dio una pequeña sonrisa antes de seguir a su compañera de cerca.
Seguramente no era cómo el humano esperaba que el encuentro con la roba chamarras concluyera, pero era lo que había pasado. Ahora tenía la decisión de adentrarse solo al bosque, o ir en conjunto con los Mink.
“Oh, hola, soy Pavlo” dijo el macho marrón “Creo que hubo un pequeño malentendido. Mi compañera vio que saliste corriendo sin tu abrigo, y quiso regresarte tu prenda. Lamento si te hicimos creer lo contrario” al menos el tal Pavlo sabía que ocurrió y trataba de que la situación no se convirtiera en algo peor “Aunque, Helena tiene razón, debes cuidar mejor de ti mismo. Los humanos no tienen tanto pelaje cómo nosotros” y era algo gracioso de escuchar viniendo de él, pues Pavlo también estaba arropado con una chamarra bastante gruesa.
Lisia, en cambio, estaba casi desnuda, y no parecía molestarle en lo más mínimo. Hasta se le veía en su ámbito.
Cuando el joven humano le señalo, instintivamente Lisia le olió el dedo. “Hmm, hueles a caldo”
La mujer lobo se sacudió antes de dar media vuelta y seguir adelante “¿Listo? Vamos, que tenemos a gente que ayudar” sin darse cuenta que estaba caminando hacia el sur
“Helena, nos han dicho que es al norte. Es para el otro lado”
Se frenó en seco, para volverse a dar media vuelta “Cómo he dicho. ¡Adelante, que hay gente a la cual ayudar!” fingiendo que no se sentía mal por tener pésimo sentido de la orientación.
“Nos agradaría que viajaras con nosotros, joven” le dijo Pavlo al humano “Somos lobos, nos gusta aventurarnos en manada” el macho le dio una pequeña sonrisa antes de seguir a su compañera de cerca.
Seguramente no era cómo el humano esperaba que el encuentro con la roba chamarras concluyera, pero era lo que había pasado. Ahora tenía la decisión de adentrarse solo al bosque, o ir en conjunto con los Mink.
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Bueno, afortunadamente todo había sido un gran malentendido. Aquel par de minks parecían ser buenas personas, me devolvieron la chamarra y la mink que cargaba una espada en la espalada empezó a balbucear algo sobre salvar gente, quizás eran demasiado buenas personas al final del día. No sabía como decirles que no estaba interesado en lo más mínimo en salvar a alguien que ni siquiera conocía sin sonar grosero.
-Bueno, podemos recorrer el camino juntos -dije mientras me ponía la chamarra- yo estoy un poco más interesado en los mecha animales, pero por lo que escuchamos queda en la misma dirección, así que tomaré tu invitación, ellos son mis acompañantes -dije señalando a mis bestias- la pequeña tigresa se llama Kirara y ese mono tan tierno de ocho ojos se responde al nombre de Arrhenius -el mono seguía temblando de frío- ¡y casi lo olvido! Mi nombre es Prometio -sonreí.
El camino al bosque de los animales de robot se iba haciendo más frío conforme nos alejábamos del asentamiento, la capa de nieve se iba haciendo más gruesa y el caminar sobre ese terreno se iba haciendo poco a poco más complicado. No era así para Pavlo y Helena que parecían desenvolverse como pez en el agua, tenía sentido ya que habían mencionado ser lobos, supuse que estaba en su naturaleza llevarse bien con los climas helados. Busqué entre mis pertenencias esperando encontrar algún dulce y así fue, aún tenía algunos bizcochos de chocolate guardados, le di uno a mi mono para ayudarle con el frío, tomé uno para mí y le ofrecí un par a los minks.
-Están un poco viejos, pero aún están buenos -dije mientras metía el bizcocho a mi boca.
El camino por el gélido bosque siguió por casi una hora más hasta que la nieve comenzó a arreciar y la visibilidad se tornó casi nula. Me costaba trabajo ver más allá de un par de metros y mis movimientos comenzaban a verse limitados seriamente. A mitad e la tormenta de nieve un par de aullidos comenzaron a escucharse, algunos puntos rojos brillaban entre toda la bruma. ¿Podrían ser los mecha animales? Habían llegado en un mal momento y había algo que no me daba buena espina. Desenfundé mi espada y me preparé por si aquellos animales biónicos resultaban no ser amistosos.
-Bueno, podemos recorrer el camino juntos -dije mientras me ponía la chamarra- yo estoy un poco más interesado en los mecha animales, pero por lo que escuchamos queda en la misma dirección, así que tomaré tu invitación, ellos son mis acompañantes -dije señalando a mis bestias- la pequeña tigresa se llama Kirara y ese mono tan tierno de ocho ojos se responde al nombre de Arrhenius -el mono seguía temblando de frío- ¡y casi lo olvido! Mi nombre es Prometio -sonreí.
El camino al bosque de los animales de robot se iba haciendo más frío conforme nos alejábamos del asentamiento, la capa de nieve se iba haciendo más gruesa y el caminar sobre ese terreno se iba haciendo poco a poco más complicado. No era así para Pavlo y Helena que parecían desenvolverse como pez en el agua, tenía sentido ya que habían mencionado ser lobos, supuse que estaba en su naturaleza llevarse bien con los climas helados. Busqué entre mis pertenencias esperando encontrar algún dulce y así fue, aún tenía algunos bizcochos de chocolate guardados, le di uno a mi mono para ayudarle con el frío, tomé uno para mí y le ofrecí un par a los minks.
-Están un poco viejos, pero aún están buenos -dije mientras metía el bizcocho a mi boca.
El camino por el gélido bosque siguió por casi una hora más hasta que la nieve comenzó a arreciar y la visibilidad se tornó casi nula. Me costaba trabajo ver más allá de un par de metros y mis movimientos comenzaban a verse limitados seriamente. A mitad e la tormenta de nieve un par de aullidos comenzaron a escucharse, algunos puntos rojos brillaban entre toda la bruma. ¿Podrían ser los mecha animales? Habían llegado en un mal momento y había algo que no me daba buena espina. Desenfundé mi espada y me preparé por si aquellos animales biónicos resultaban no ser amistosos.
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“¿Mecha animales?” preguntó Lisia a Prometio, viéndolo con cara de perdida. “Que son Mink con partes de robot o que?”
“Creo que se refiere a cuadrúpedos cíborg” agregó Pavlo, pero igual esperando a que Prometio diera respuesta.
Las distintas personalidades de los Mink salieron a flote al momento en que Prometio les ofreció algo de comer.
Lisia, devoró el pan sin más, ni siquiera lo probo, solamente se lo tragó, y dio las gracias, escupiendo pedacitos de pan en la cara a Prometio.
“Muchas gracias, joven Prometio” dijo Pavlo mientras le daba pequeñas mordidas a su porción. Se dio cuenta de que el aperitivo contenía chocolate, lo que le dio algo de alarma, pero queriendo no menospreciar el gesto del humano, rápidamente se le ocurrió algo “Oh, uh, creo que sera mejor guardarlo para el rato, gracias de nuevo” y dicho así, lo envolvió en un papel para guardarlo en una de las bolsas del abrigo.
“Hmm, eso me supo un poco a chocolate” comentó Lisia, antes de hundirse de hombros “Ah, pero pudo haber sido una coincidencia. Esperemos que no, pues me causa gases ¡Ja!”[/b] decía ella algo orgullosa.
“Ugh...” Pavlo, sin embrago, no compartía la misma emoción que Lisia tenía ante sus flatulencias
Obviamente la intención de Prometio había sido solamente compartir de sus provisiones, y le era imposible conocer que a algunos Mink, el chocolate era tóxico para ellos. Lo bueno era que a los lobos, cómo Lisia y Pavlo, solamente les causaba algo de indigestión, nada mortal. O… Al menos, no a ellos. Pues la nariz de los que estaban cerca, no se les podía decir que tendrían suerte.
Durante el transcurso del frio camino, Lisia parecía caminar más lento que los dos hombres, y se encorvaba un poco de vez en cuando, sosteniendo su estomago. Parecía que tenía un poco de dolor.
Pavlo le miraba, obviamente preocupado, pero no decía nada
“Estoy bien, ha de ser el frio repentino haciendo cosas raras con mi digestión” sus ojos bailaban de un lado a otro, tratando de que pronto se olvidaran de la situación de ella. Comenzó a caminar un poco más rápido, lo suficiente para rebasar a los muchachos.
Hubo un momento en que la tormenta de nieve obligo a los tres a quedarse juntos para no perderse en medio de la ventisca. Lisia y Pavlo se tomaban de la mano, pues la mujer, al tener el pelaje blanco, era casi invisible en la nieve. “¡Prometio!” gritó la Mink “¡Ponte en medio de nosotros, te cubriremos de la nevada!”
Por suerte, pronto llegaron al bosque, y los arboles les cubrían del viento y nieve. No del todo, claro, pero era mejor que estar en el área completamente abierta.
“¿Quien se pone a aullar en medio de una tormenta? Tiene sentido si los compañeros de alguien estan perdidos y no encuentran el camino a la guarida-” hubiera seguido describiendo el comportamiento de los Mink, pero Lisia se dio cuenta de que Prometio se tensó, sacando su arma. Viendo esto, ella hizo lo mismo con su espada.
“¿Q-que pasa?” Pavlo preguntaba, y al no tener arma en mano, era más que entendible porque se preocuparía tanto al ver que sus dos compañeros envainaban su equipo.
“Creo que se refiere a cuadrúpedos cíborg” agregó Pavlo, pero igual esperando a que Prometio diera respuesta.
Las distintas personalidades de los Mink salieron a flote al momento en que Prometio les ofreció algo de comer.
Lisia, devoró el pan sin más, ni siquiera lo probo, solamente se lo tragó, y dio las gracias, escupiendo pedacitos de pan en la cara a Prometio.
“Muchas gracias, joven Prometio” dijo Pavlo mientras le daba pequeñas mordidas a su porción. Se dio cuenta de que el aperitivo contenía chocolate, lo que le dio algo de alarma, pero queriendo no menospreciar el gesto del humano, rápidamente se le ocurrió algo “Oh, uh, creo que sera mejor guardarlo para el rato, gracias de nuevo” y dicho así, lo envolvió en un papel para guardarlo en una de las bolsas del abrigo.
“Hmm, eso me supo un poco a chocolate” comentó Lisia, antes de hundirse de hombros “Ah, pero pudo haber sido una coincidencia. Esperemos que no, pues me causa gases ¡Ja!”[/b] decía ella algo orgullosa.
“Ugh...” Pavlo, sin embrago, no compartía la misma emoción que Lisia tenía ante sus flatulencias
Obviamente la intención de Prometio había sido solamente compartir de sus provisiones, y le era imposible conocer que a algunos Mink, el chocolate era tóxico para ellos. Lo bueno era que a los lobos, cómo Lisia y Pavlo, solamente les causaba algo de indigestión, nada mortal. O… Al menos, no a ellos. Pues la nariz de los que estaban cerca, no se les podía decir que tendrían suerte.
Durante el transcurso del frio camino, Lisia parecía caminar más lento que los dos hombres, y se encorvaba un poco de vez en cuando, sosteniendo su estomago. Parecía que tenía un poco de dolor.
Pavlo le miraba, obviamente preocupado, pero no decía nada
“Estoy bien, ha de ser el frio repentino haciendo cosas raras con mi digestión” sus ojos bailaban de un lado a otro, tratando de que pronto se olvidaran de la situación de ella. Comenzó a caminar un poco más rápido, lo suficiente para rebasar a los muchachos.
Hubo un momento en que la tormenta de nieve obligo a los tres a quedarse juntos para no perderse en medio de la ventisca. Lisia y Pavlo se tomaban de la mano, pues la mujer, al tener el pelaje blanco, era casi invisible en la nieve. “¡Prometio!” gritó la Mink “¡Ponte en medio de nosotros, te cubriremos de la nevada!”
Por suerte, pronto llegaron al bosque, y los arboles les cubrían del viento y nieve. No del todo, claro, pero era mejor que estar en el área completamente abierta.
“¿Quien se pone a aullar en medio de una tormenta? Tiene sentido si los compañeros de alguien estan perdidos y no encuentran el camino a la guarida-” hubiera seguido describiendo el comportamiento de los Mink, pero Lisia se dio cuenta de que Prometio se tensó, sacando su arma. Viendo esto, ella hizo lo mismo con su espada.
“¿Q-que pasa?” Pavlo preguntaba, y al no tener arma en mano, era más que entendible porque se preocuparía tanto al ver que sus dos compañeros envainaban su equipo.
Charlotte Prometio
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Tal parece que los minks caninos son tal y cómo un perro lo sería, no toleran muy bien el chocolate. No se me había pasado por la cabeza siquiera que los minks compartían tantos rasgos fisiológicos con su contraparte animal, aunque quizás era algo previsible, al final del día los vieses como los vieses, muchas veces parecían más animales que personas. Genuinamente hubiera ofrecido una disculpa y hacer una pequeña plática sobre ello si no estuviésemos en una situación tan poco favorable.
Los puntos rojos brillaban con más fuerza entre la densa nieve, no cabía duda, eran los mecha animales. Algunos aullidos comenzaron a resonar de igual manera en la copa de los árboles, ¿monos robot de igual manera? El pelo de mi tigresa se erizó y se puso como si de agujas se tratasen, lanzó un gruñido y se puso alerta. Arrhenius a su manera también tomó una postura de batalla (apuntaba con su trasero hacia el sonido de los árboles) parecía que quería imitar a algún super héroe arácnido; aunque parecía un poco perturbado con los aullidos, ¿serían de algunos primates, les entendería?
Los mecha animales lanzaron la primer piedra o bueno, más bien el primer misil, un proyectil salió disparado de entre la densa nieve hasta nuestra posición. Debido a la poca visibilidad no pude ver el proyectil hasta que se encontraba a pocos metros de mí, haciendo gala de mis extraordinarios reflejos lo esquivé por los pelos y estalló en medio de todos. La explosión, afortunadamente, no alcanzó más que el metro de diámetro, al menos los proyectiles parecían no ser tan potentes. Los aullidos seguían incesantes y la nieve me dejaba apenas ver en dónde se encontraban nuestros mecha enemigos, comenzaba a preguntarme si había sido una gran idea adentrarme al bosque.
Más proyectiles comenzaron a ser lanzados y con la pobre visibilidad que había tuve que confiar un poco en mi Haki de observación, esquivaba apenas los proyectiles que eran lanzados hacia mí, la tigresa lograba esquivar apenas los misiles debido a su gran olfato, pero nos encontrábamos en un punto muerto. Utilicé el poder mi fruta para tomar mi forma híbrida y mejorar un poco nuestra visión de una vez por todas, no podíamos seguir peleando a ciegas.
-¡Lollypop break!
Agité mi cola con toda la fuerza que pude y una gran onda de choque se abrió paso enfrente de mi grupo. La nieve se disipó y algunos animales salieron volando con el golpe de la onda. Por fin teníamos algo de visibilidad (al menos frente a nosotros) una decena de lobos con varias partes robóticas nos miraron fijamente, tenían patas metálicas, algunos tenían taladro en vez de cola y otros pocos implantes en la cabeza, unos más cargaban en su espalda la mochila lanza cohetes que nos había fastidiado tanto.
-¿Están todos bien? -le pregunté a los mink.
Los puntos rojos brillaban con más fuerza entre la densa nieve, no cabía duda, eran los mecha animales. Algunos aullidos comenzaron a resonar de igual manera en la copa de los árboles, ¿monos robot de igual manera? El pelo de mi tigresa se erizó y se puso como si de agujas se tratasen, lanzó un gruñido y se puso alerta. Arrhenius a su manera también tomó una postura de batalla (apuntaba con su trasero hacia el sonido de los árboles) parecía que quería imitar a algún super héroe arácnido; aunque parecía un poco perturbado con los aullidos, ¿serían de algunos primates, les entendería?
Los mecha animales lanzaron la primer piedra o bueno, más bien el primer misil, un proyectil salió disparado de entre la densa nieve hasta nuestra posición. Debido a la poca visibilidad no pude ver el proyectil hasta que se encontraba a pocos metros de mí, haciendo gala de mis extraordinarios reflejos lo esquivé por los pelos y estalló en medio de todos. La explosión, afortunadamente, no alcanzó más que el metro de diámetro, al menos los proyectiles parecían no ser tan potentes. Los aullidos seguían incesantes y la nieve me dejaba apenas ver en dónde se encontraban nuestros mecha enemigos, comenzaba a preguntarme si había sido una gran idea adentrarme al bosque.
Más proyectiles comenzaron a ser lanzados y con la pobre visibilidad que había tuve que confiar un poco en mi Haki de observación, esquivaba apenas los proyectiles que eran lanzados hacia mí, la tigresa lograba esquivar apenas los misiles debido a su gran olfato, pero nos encontrábamos en un punto muerto. Utilicé el poder mi fruta para tomar mi forma híbrida y mejorar un poco nuestra visión de una vez por todas, no podíamos seguir peleando a ciegas.
-¡Lollypop break!
Agité mi cola con toda la fuerza que pude y una gran onda de choque se abrió paso enfrente de mi grupo. La nieve se disipó y algunos animales salieron volando con el golpe de la onda. Por fin teníamos algo de visibilidad (al menos frente a nosotros) una decena de lobos con varias partes robóticas nos miraron fijamente, tenían patas metálicas, algunos tenían taladro en vez de cola y otros pocos implantes en la cabeza, unos más cargaban en su espalda la mochila lanza cohetes que nos había fastidiado tanto.
-¿Están todos bien? -le pregunté a los mink.
- Spoiler:
Utilizado lollypop break de categoría genuina
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