kuzaviak
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Akuma no mi
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Llevaban unas semanas bastante aburridas en el barco. Yor estaba inusualmente calmado producto, supuse, de la falta de estimulos que llevabamos teniendo un tiempo ya. A lo lejos empezamos a divisar una isla, la cual rápidamente reconocí como la Isla del Karate. Era una isla cálida, interesante por la gran cantidad de expertos marciales que residían allí. Crook se la había mencionado al comenzar su aventura con Yor, destacando a un viejo conocido suyo de la Armada llamado Dellinger. Sin ningún tipo de pretensiones me aconsejó que me pasara y le dijera que iba de su parte, ya que igual me podría enseñar un par de cosas. Mi estilo de combate estaba fundamentalmente basado en las katanas, pero tenía la tendencia de introducir las piernas también, y eso podía ser algo muy interesante de explotar. No pierdo nada por preguntar. Además, así Yor puede darse una vuelta por la isla, que necesita urgentemente desfogarse un poco. Dirigí el barco hacia la isla y me puse a pensar en cómo encontrar a este tal Dellinger. No conocía su apellido o siquiera dónde vivía, así que iba a ser tarea ardua. Mucha casualidad sería que justo el Dellinger que buscaba era el Dellinger conocido por todo el pueblo y que vivía a 5 minutillos del puerto. Nah, conociendo mi suerte el susochicho vivirá en el pueblo más alejado de toda esta isla y además posiblemente estará muerto ya. Esto lo pensaba solo medio en broma. Acabamos atracando en la isla y Yor salió, como era costumbre, inmediatamente corriendo.
- Si no nos encontramos, nos vemos aquí en dos días - intenté gritarle antes de que se fuera corriendo, sin demasiado exito - En fin, qué mas da. Ya nos encontraremos.
Terminé de hacer las labores de atraque del barco cosa de la que, por cierto, Yor siempre se escaqueaba, y bajé al puerto. No había muchísima gente. De hecho, era extraño. Era un puerto por la mañana temprano, debería haber algo de movimiento. Había muy poquitos barcos y la mayoría de casetas del puerto estaban vacías. Me dirigí hacia una de las calles principales en busca de algún oficial revolucionario de no muy alto rango. Dellinger, en teoría, era ex-revolucionario, jubilado prematuramente debido a que, en palabras de Crook, "no tenía ya el cuerpo para trotes", y había decidido retirarse a entrenar a los chavales que le preguntasen su particular enfoque en el arte marcial. Me encontraba ensimismado en estos pensamientos, recordando a Crook y a mi vida considerablemente simple de vuelta en casa cuando choqué de lleno con un chaval considerablemente pequeño y desaliñado atado en unos grilletes de un tamaño bastante considerable. Caimos al suelo. Algo en su cara me inspiró una emoción entre pena y ternura, así que le cogí en volandas y nos escondimos en otro callejón apartado.
- Chaval, ¿estás bien? - le pregunté apresurado - ¿quién te persigue?
- Si no nos encontramos, nos vemos aquí en dos días - intenté gritarle antes de que se fuera corriendo, sin demasiado exito - En fin, qué mas da. Ya nos encontraremos.
Terminé de hacer las labores de atraque del barco cosa de la que, por cierto, Yor siempre se escaqueaba, y bajé al puerto. No había muchísima gente. De hecho, era extraño. Era un puerto por la mañana temprano, debería haber algo de movimiento. Había muy poquitos barcos y la mayoría de casetas del puerto estaban vacías. Me dirigí hacia una de las calles principales en busca de algún oficial revolucionario de no muy alto rango. Dellinger, en teoría, era ex-revolucionario, jubilado prematuramente debido a que, en palabras de Crook, "no tenía ya el cuerpo para trotes", y había decidido retirarse a entrenar a los chavales que le preguntasen su particular enfoque en el arte marcial. Me encontraba ensimismado en estos pensamientos, recordando a Crook y a mi vida considerablemente simple de vuelta en casa cuando choqué de lleno con un chaval considerablemente pequeño y desaliñado atado en unos grilletes de un tamaño bastante considerable. Caimos al suelo. Algo en su cara me inspiró una emoción entre pena y ternura, así que le cogí en volandas y nos escondimos en otro callejón apartado.
- Chaval, ¿estás bien? - le pregunté apresurado - ¿quién te persigue?
Salem Nizar
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Akuma no mi
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Para Salem, volver a sí mismo era una sensación de lo más vertiginosa. Casi como soñar con despertarte de un sueño una y otra vez. Hasta pasados unos segundos, casi podría vomitar de la confusión si no estuviera ya acostumbrado a aquella situación. Bueno, todo lo que uno podía estar acostumbrado a compartir dos mentes en un mismo cuerpo, aunque quizá esa no fuera la palabra adecuada. Esta vez, su cordura se debía a los grilletes de piedra marina que le habían puesto. Sin duda, prefería no tener movilidad libre con los brazos y la sensación de malestar propia del contacto de un usuario con la piedra a vivir como prisionero de su propia mente. Sin embargo, Salem sabía muy bien que no podía quedarse en esta situación mucho más. Para empezar, el navío en el que viajaba había sido llevado por unos incompetentes que habían decidido navegar demasiado cerca de una isla controlada por los revolucionarios, hecho que había desembocado en un abordaje y en su captura. A continuación, el tema de la Legión. El joven soldado sabía que si no eran ya conscientes de la situación, lo serían bien pronto, por lo que no podía permitirse relajarse como rehén, sería castigado por su oficial al mando si no intentaba librarse de esta situación; incluso si eso significaba volver a su demencia, era mejor que una reprimenda militar.
Por suerte, si de algo carecían los puestos sueltos de la revolución, era de una organización exhaustiva. Se habían pensado que con tener a un usuario atrapado en un almacén con los grilletes, era suficiente seguro. Seguramente en cualquier otra situación ese habría sido el caso, pero la familia de Salem sabía bien que la mente del chico también era una herramienta útil para la Legión y se habían encargado de que durante su entrenamiento se le sometiera a una exposición prolongada al material de piedra marina. Por supuesto, eso no significaba ni mucho menos que el joven Nizar pudiera campar a sus anchas, el contacto seguía siendo altamente debilitante, pero al menos tenía cierto margen de maniobra. Cosa que aprovechó para ponerse en pie y dirigirse al conducto de ventilación que había estado ojeando las últimas horas, mientras memorizaba el sistema de patrullas de los legionarios. Ahora era el momento; juntó varias cajas del lugar y una vez estuvo a la altura de la boca del ducto, usó los propios grilletes para abrirlo a golpes. Por suerte, el lugar no estaba muy bien cuidado y la dureza de los grilletes junto con el impulso fueron suficientes para abrirlo. Ser pequeño y escurridizo tenía sus ventajas y, tras deducir con habilidad dónde estaría la salida más próxima de ventilación al exterior, salió del edificio con la cola entre las piernas.
El estrés propio de la situación lo distrajo lo suficiente como para chocar de frente contra alguien. Dicho alguien cogió al muchacho y lo llevó con facilidad hasta un callejón, donde el legionario pudo observarlo con mayor detenimiento. Claramente no se trataba de un agente de la ley, pero algo en él le hizo pensar que tampoco se trataba de un revolucionario. Como mínimo, si lo era, no debía ser muy avispado pues no sabía quién era el nuevo prisionero de su gente. Su mirada se desvió por un segundo hasta su espada, tras eso, a sus músculos. En ese momento, el chaval vio una utilidad en el desconocido. Sin embargo, tenía que disimular, no podía pedir ayuda directamente, sería demasiado directo, debía parecer más frágil y en apuros. Salem dio un par de pasos hacia atrás hasta chocarse con la pared de un edificio, cayendo entonces al suelo de cuelo.
-¿Cómo puedo saber si no eres uno de ellos?- Miró entonces a ambos extremos del callejón, fingiendo buscar una manera de huir-. ¿Quién eres? Tienes un arma, eres de los suyos, ¿verdad?
Utilizó un tono que denotaba estrés y desconfianza, la verdad es que no tuvo que fingir demasiado; eran sensaciones que ya acompañaban a cómo se sentía desde que había logrado escapar del edificio.
Por suerte, si de algo carecían los puestos sueltos de la revolución, era de una organización exhaustiva. Se habían pensado que con tener a un usuario atrapado en un almacén con los grilletes, era suficiente seguro. Seguramente en cualquier otra situación ese habría sido el caso, pero la familia de Salem sabía bien que la mente del chico también era una herramienta útil para la Legión y se habían encargado de que durante su entrenamiento se le sometiera a una exposición prolongada al material de piedra marina. Por supuesto, eso no significaba ni mucho menos que el joven Nizar pudiera campar a sus anchas, el contacto seguía siendo altamente debilitante, pero al menos tenía cierto margen de maniobra. Cosa que aprovechó para ponerse en pie y dirigirse al conducto de ventilación que había estado ojeando las últimas horas, mientras memorizaba el sistema de patrullas de los legionarios. Ahora era el momento; juntó varias cajas del lugar y una vez estuvo a la altura de la boca del ducto, usó los propios grilletes para abrirlo a golpes. Por suerte, el lugar no estaba muy bien cuidado y la dureza de los grilletes junto con el impulso fueron suficientes para abrirlo. Ser pequeño y escurridizo tenía sus ventajas y, tras deducir con habilidad dónde estaría la salida más próxima de ventilación al exterior, salió del edificio con la cola entre las piernas.
El estrés propio de la situación lo distrajo lo suficiente como para chocar de frente contra alguien. Dicho alguien cogió al muchacho y lo llevó con facilidad hasta un callejón, donde el legionario pudo observarlo con mayor detenimiento. Claramente no se trataba de un agente de la ley, pero algo en él le hizo pensar que tampoco se trataba de un revolucionario. Como mínimo, si lo era, no debía ser muy avispado pues no sabía quién era el nuevo prisionero de su gente. Su mirada se desvió por un segundo hasta su espada, tras eso, a sus músculos. En ese momento, el chaval vio una utilidad en el desconocido. Sin embargo, tenía que disimular, no podía pedir ayuda directamente, sería demasiado directo, debía parecer más frágil y en apuros. Salem dio un par de pasos hacia atrás hasta chocarse con la pared de un edificio, cayendo entonces al suelo de cuelo.
-¿Cómo puedo saber si no eres uno de ellos?- Miró entonces a ambos extremos del callejón, fingiendo buscar una manera de huir-. ¿Quién eres? Tienes un arma, eres de los suyos, ¿verdad?
Utilizó un tono que denotaba estrés y desconfianza, la verdad es que no tuvo que fingir demasiado; eran sensaciones que ya acompañaban a cómo se sentía desde que había logrado escapar del edificio.
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