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John Einstein
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Akuma no mi
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Hacia semanas que iba detrás de la pista, de un maldito bandido, el cual tenía una recompensa de un millón de berries por su cabeza, pero aquella no era la principal razón por la que lo buscaba, lo que más me interesaba era el cargamento de químicos que había robado de una famosa fabrica de pinturas. Así que si todo iba bien podría matar dos pájaros de un tiro. Empezaba a rendirme, cuando sentado en la barra de un bar, escuche el nombre de la banda a la que pertenecía el individuo que buscaba, al principio no supe de que hablaban porque se encontraban a mi izquierda, mi lado malo, donde estaba el oído que me dejo totalmente sordo aquella maldita explosión.
Pero todo esto paso hacía días, ahora me encontraba en la proa del barco de esos exploradores, leyendo el diario del día, mientras un fuerte viento me golpeaba la cara. Aquel día había amanecido soleado y caluroso, pero con un fuerte viento de cara, el cual me había servido como contrincante durante mis entrenamientos básicos de Kung fu, e incluso me habían ayudado a centrarme mejor en mi meditación, pero como poco después vino a decirme el capitán de los exploradores, nos iba a ralentizara la llegada a la isla objetivo, donde por la información que ellos tenían, esos malditos bandidos se habían escondido y creado su asentamiento aprovechando que nadie visitaba esa isla, por el miedo a los babuinos que dominaban el gran bosque de aquella isla.
Nos llevo más tiempo de lo pensado llegar a la costa, el viento era bastante fuerte y tuvimos que dejarnos llevar por la corriente. Pero al fin llegamos, la isla parecía deshabitada, al menos no se veía nadie en la costa, solo un gran y frondoso bosque, desembarqué y les día las gracias por traerme a aquel lugar, pero que en ese momento se separaban nuestros caminos. Me di la vuelta y busqué un camino para adentrarme en el bosque, el cual no tarde en divisar, gracias a aquel fuerte viento, el cual movía los arbustos con gran facilidad, permitiéndome ver un camino a través de un arbusto.
- Pues vamos a ver donde se esconde ese maldito bandidos y si es verdad la información que me han dado estos sujetos.- me dije mientras me adentraba en el bosque. Sabía que aquel bosque era un lugar peligroso y debía estar atento, aún así solo entrar me tropecé con una raíz que salía del suelo, la cual casi me hace caerme de boca al suelo. -Mierda... malditas raíces...- Maldije mientras le echaba una mirada fulminante a la raíz, como si así esta tuviese la culpa de que siempre me golpease en algo por no mirar por donde pisaba.
Pero todo esto paso hacía días, ahora me encontraba en la proa del barco de esos exploradores, leyendo el diario del día, mientras un fuerte viento me golpeaba la cara. Aquel día había amanecido soleado y caluroso, pero con un fuerte viento de cara, el cual me había servido como contrincante durante mis entrenamientos básicos de Kung fu, e incluso me habían ayudado a centrarme mejor en mi meditación, pero como poco después vino a decirme el capitán de los exploradores, nos iba a ralentizara la llegada a la isla objetivo, donde por la información que ellos tenían, esos malditos bandidos se habían escondido y creado su asentamiento aprovechando que nadie visitaba esa isla, por el miedo a los babuinos que dominaban el gran bosque de aquella isla.
Nos llevo más tiempo de lo pensado llegar a la costa, el viento era bastante fuerte y tuvimos que dejarnos llevar por la corriente. Pero al fin llegamos, la isla parecía deshabitada, al menos no se veía nadie en la costa, solo un gran y frondoso bosque, desembarqué y les día las gracias por traerme a aquel lugar, pero que en ese momento se separaban nuestros caminos. Me di la vuelta y busqué un camino para adentrarme en el bosque, el cual no tarde en divisar, gracias a aquel fuerte viento, el cual movía los arbustos con gran facilidad, permitiéndome ver un camino a través de un arbusto.
- Pues vamos a ver donde se esconde ese maldito bandidos y si es verdad la información que me han dado estos sujetos.- me dije mientras me adentraba en el bosque. Sabía que aquel bosque era un lugar peligroso y debía estar atento, aún así solo entrar me tropecé con una raíz que salía del suelo, la cual casi me hace caerme de boca al suelo. -Mierda... malditas raíces...- Maldije mientras le echaba una mirada fulminante a la raíz, como si así esta tuviese la culpa de que siempre me golpease en algo por no mirar por donde pisaba.
Sowon
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Le habían contratado como guardaespaldas, algo que no era muy frecuente pero aquella ocasión valía la pena el trabajo. Los contratistas eran un par de arqueologos novatos quienes buscaban a sus compañeros o los restos de estos, habían partido de expedición hace meses y el contacto se perdió tras llegar a las ruinas del lugar.
Kuraigana era un lugar traicionero, cuando Sowon y los arqueologos llegaron hace tres días pudieron observar como un humandrilo terminaba de machacar a un humano que portaba una jolly roger en su chaqueta que la mujer identificó como parte de una banda criminal cuyo líder se había fugado tras dar un golpe en diversas industrias químicas. Aunque claramente el lugar del escondite de estos era más peligroso que cualquier cazador, los monos humanoides no descansaban y parecían conocer la violencia como único lenguaje al menos hacia los humanos.
La mujer siguió su instinto prefiriendo atacar al animal por la espalda y luego establecer como base el barco, al cual trataban de regresar antes del anochecer. Sin embargo, muchas veces se adentraron al bosque de igual forma en horarios de poca luz, la nula autoconservación de la herrera le llevó a varios enfrentamientos poco deseados con los babuinos del lugar pero para su fortuna ninguno había sido muy prolongado o necesariamente peligroso para su bolsillo.
Al comienzo del cuarto día el viento era bastante fuerte y se anunciaba con estruendo entre la vegetación. La fauna del lugar, excepto las malditas arañas que disfrutaban de su sangre parecía desorientada y alterada. Incluso los pocos humandrilos que ese día llegaron a cruzarse en su camino prefirieron escapar a cruzar espadas con la mujer. Algo tenía aquel viento que no era normal, o tal vez era una especie de cólera tras ver humanos tabtos días seguidos.
El viento trajo consigo otro barco, los arqueologos no lo reconocieron pero tampoco mostraba signos de ser un barco pirata. La mujer decidió que lo mejor era volver a centrarse en la búsqueda del campamento, después de todo algunos objetos como una cantimplora y un mapa se habían encontrado cerca del lugar en el cual los nuevos visitantes estaban desembarcando y sin dinero de por medio su mera aparición era solo un evento ínfimo a sus hermosos ojos grises.
Tomaron la ruta contraria a los exploradores recién llegados, siguiendo un camino de marcas y huellas hasta encontrar los restos maltrechos de una tienda de campaña. Los hombres se apresuraron a buscar en su interior pero solo encontraron trozos de carne, huesos astillados y ropa ensangrentada la cual no confirmaba ni desmentía la muerte de a quienes buscaban. Podían ser miembros de la banda pirata, otros exploradores o incluso una trifulca entre humandrilos que terminó mal.
Mientras Sowon bebía de su calabaza pensando en si aquello podría bastar para dar por finalizado su labor y escabullirse a buscar a lo que quedase de esa banda criminal y a lo mejor cobrarse una recompensa un ruido cercano les alertó. Sin titubear la hermosa pelinegra desenvainó a Minazuki y apuntó su hoja hacia el lugar del ruido, encontrando con sus ojos grises a otro humano.
—¿Quién es usted? No recuerdo su rostro en los carteles de recompensa, tampoco puede decirse que esta isla sea un sitio muy amable con los humanos...—
—Ehm... señorita Sowon, puede que solo sea uno de esos exploradores que hemos visto. Tampoco hay necesidad de montar una guerra entre los pocos humanos que hay.—
—Lo dudo, los exploradores avanzaban hacia otra parte completamente opuesta a este lugar. Aunque, pudo haber venido en ese barco, más no es mi deber sacar conclusiones. Sepa disculpar mi desconfianza pero ante tantas alimañas una mujer debe estar preparada...—
La herrera dedicó una sonrisa serena mientras envainaba su espada tras hablar con quien le había contratado. Después de todo le pagaba por ello y la mujer cobraba demasiado caro por matar a alguien que no fuese una recompensa segura, los dos arqueologos continuaron con su labor mientras que Sowon se dedicaba a vigilar al recien llegado solo por si intentaba algo, no era sencillo confiar en el primer extraño que apareciese por la isla, a no ser que trajese dinero o fuese valioso de cierta manera.
Kuraigana era un lugar traicionero, cuando Sowon y los arqueologos llegaron hace tres días pudieron observar como un humandrilo terminaba de machacar a un humano que portaba una jolly roger en su chaqueta que la mujer identificó como parte de una banda criminal cuyo líder se había fugado tras dar un golpe en diversas industrias químicas. Aunque claramente el lugar del escondite de estos era más peligroso que cualquier cazador, los monos humanoides no descansaban y parecían conocer la violencia como único lenguaje al menos hacia los humanos.
La mujer siguió su instinto prefiriendo atacar al animal por la espalda y luego establecer como base el barco, al cual trataban de regresar antes del anochecer. Sin embargo, muchas veces se adentraron al bosque de igual forma en horarios de poca luz, la nula autoconservación de la herrera le llevó a varios enfrentamientos poco deseados con los babuinos del lugar pero para su fortuna ninguno había sido muy prolongado o necesariamente peligroso para su bolsillo.
Al comienzo del cuarto día el viento era bastante fuerte y se anunciaba con estruendo entre la vegetación. La fauna del lugar, excepto las malditas arañas que disfrutaban de su sangre parecía desorientada y alterada. Incluso los pocos humandrilos que ese día llegaron a cruzarse en su camino prefirieron escapar a cruzar espadas con la mujer. Algo tenía aquel viento que no era normal, o tal vez era una especie de cólera tras ver humanos tabtos días seguidos.
El viento trajo consigo otro barco, los arqueologos no lo reconocieron pero tampoco mostraba signos de ser un barco pirata. La mujer decidió que lo mejor era volver a centrarse en la búsqueda del campamento, después de todo algunos objetos como una cantimplora y un mapa se habían encontrado cerca del lugar en el cual los nuevos visitantes estaban desembarcando y sin dinero de por medio su mera aparición era solo un evento ínfimo a sus hermosos ojos grises.
Tomaron la ruta contraria a los exploradores recién llegados, siguiendo un camino de marcas y huellas hasta encontrar los restos maltrechos de una tienda de campaña. Los hombres se apresuraron a buscar en su interior pero solo encontraron trozos de carne, huesos astillados y ropa ensangrentada la cual no confirmaba ni desmentía la muerte de a quienes buscaban. Podían ser miembros de la banda pirata, otros exploradores o incluso una trifulca entre humandrilos que terminó mal.
Mientras Sowon bebía de su calabaza pensando en si aquello podría bastar para dar por finalizado su labor y escabullirse a buscar a lo que quedase de esa banda criminal y a lo mejor cobrarse una recompensa un ruido cercano les alertó. Sin titubear la hermosa pelinegra desenvainó a Minazuki y apuntó su hoja hacia el lugar del ruido, encontrando con sus ojos grises a otro humano.
—¿Quién es usted? No recuerdo su rostro en los carteles de recompensa, tampoco puede decirse que esta isla sea un sitio muy amable con los humanos...—
—Ehm... señorita Sowon, puede que solo sea uno de esos exploradores que hemos visto. Tampoco hay necesidad de montar una guerra entre los pocos humanos que hay.—
—Lo dudo, los exploradores avanzaban hacia otra parte completamente opuesta a este lugar. Aunque, pudo haber venido en ese barco, más no es mi deber sacar conclusiones. Sepa disculpar mi desconfianza pero ante tantas alimañas una mujer debe estar preparada...—
La herrera dedicó una sonrisa serena mientras envainaba su espada tras hablar con quien le había contratado. Después de todo le pagaba por ello y la mujer cobraba demasiado caro por matar a alguien que no fuese una recompensa segura, los dos arqueologos continuaron con su labor mientras que Sowon se dedicaba a vigilar al recien llegado solo por si intentaba algo, no era sencillo confiar en el primer extraño que apareciese por la isla, a no ser que trajese dinero o fuese valioso de cierta manera.
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Aún estaba maldiciendo la raíz con la que me había tropezado, puesto que justo me había dado con el dedo meñique y este me estaba doliendo bastante. Levante la mirada y me encontré a una mujer y un grupo de personas, la mujer me señalaba con su katana desenvainada mientras me preguntaba quien era y que mi cara no le sonaba de los carteles de recompensa. Y esto era normal, ya que no era un criminal o un pirata, más bien un cazarrecompensas.
- No se preocupen, no soy su enemigo, no tengo nada contra ustedes, pueden estar tranquilos y seguir su camino.- les dije mientras levantaba mis manos, que a la vista de ellos se podría entender como una forma de decir que estaba indefenso, pero la verdad es que era una postura de kung fu, la que te permitía defender de cualquier ataque, pillando desprevenido a tu atacante.
Hasta que la mujer vestida con kimono aventada por lo que parecían ser sus jefes, envaino la katana de nuevo, los cuales le decían que seguramente era un explorador como los que habían visto antes. "Así que ya se han puesto en marcha, espero que todo les vaya bien y sobrevivan a esta isla...." pensé intuyendo que los exploradores que habían visto, eran los que me habían ayudado a llegar a la isla "Estos tipos parecen ser simples exploradores también, no creo que pertenezcan a la banda, por otro lado, esta chica es muy audaz e intuitiva, además sus ropajes no son los habituales de una arqueóloga o exploradora, así que voy a tener cuidado con ella."
De repente un olor ranció llego a mi olfato, tarde unos segundos en identificarlo, pero cuando lo hice, levante la mirada hacía las copas de los grandes arboles que nos rodeaban y mi sorpresa fue, ver entre las ramas de los arboles que se movían por el viento de aquel día a cinco humandrilos armados con espadas, colgando de estas.
- Atentos, los babuinos nos están rodeando.- anuncie mientras agarraba el bastón con una de mis manos y me ponía en posición defensiva, apoyando mi espalda en uno de los arboles, esperando el ataque de alguno de los babuinos, los cuales empezaron a desenvainar sus espadas y realizar gritos ininteligibles. Esos babuinos seguramente eran más fuertes que yo, así que debía utilizar todo mi intelecto en aquella escaramuza, por eso había comenzado asegurando mi espalda, para no recibir ataques por la espalda y también porque si conseguía esquivar alguno de esos espadazos, con suerte la espada se clavaría en el tronco del árbol y entonces podría contratacar.
El ataque no se hizo esperar y uno de los babuinos se lanzó contra mí con su espada, intentándome cortar la cabeza, ataque que esquive agachándome levemente, como había calculado, el ataque era tan violento que al esquivarlo, la espada se quedo clavada en el árbol que tenía detrás. Sin esperar a que el babuino consiguiese sacarla, salte con todas mis fuerzas y con un movimiento descendiente golpee la cabeza de esté con la cabeza de mi bastón, haciéndole un agujero en esta.
Con un babuino menos, me giré a buscar a los otros, los gritos de humanos y humandrilos se mezclaban uno con otros y llegaban todos a través del fuerte viento. Visualmente veía saltar a los humandrilos de un lado a otro, rodeando al grupo de la mujer del kimono.
- No se preocupen, no soy su enemigo, no tengo nada contra ustedes, pueden estar tranquilos y seguir su camino.- les dije mientras levantaba mis manos, que a la vista de ellos se podría entender como una forma de decir que estaba indefenso, pero la verdad es que era una postura de kung fu, la que te permitía defender de cualquier ataque, pillando desprevenido a tu atacante.
Hasta que la mujer vestida con kimono aventada por lo que parecían ser sus jefes, envaino la katana de nuevo, los cuales le decían que seguramente era un explorador como los que habían visto antes. "Así que ya se han puesto en marcha, espero que todo les vaya bien y sobrevivan a esta isla...." pensé intuyendo que los exploradores que habían visto, eran los que me habían ayudado a llegar a la isla "Estos tipos parecen ser simples exploradores también, no creo que pertenezcan a la banda, por otro lado, esta chica es muy audaz e intuitiva, además sus ropajes no son los habituales de una arqueóloga o exploradora, así que voy a tener cuidado con ella."
De repente un olor ranció llego a mi olfato, tarde unos segundos en identificarlo, pero cuando lo hice, levante la mirada hacía las copas de los grandes arboles que nos rodeaban y mi sorpresa fue, ver entre las ramas de los arboles que se movían por el viento de aquel día a cinco humandrilos armados con espadas, colgando de estas.
- Atentos, los babuinos nos están rodeando.- anuncie mientras agarraba el bastón con una de mis manos y me ponía en posición defensiva, apoyando mi espalda en uno de los arboles, esperando el ataque de alguno de los babuinos, los cuales empezaron a desenvainar sus espadas y realizar gritos ininteligibles. Esos babuinos seguramente eran más fuertes que yo, así que debía utilizar todo mi intelecto en aquella escaramuza, por eso había comenzado asegurando mi espalda, para no recibir ataques por la espalda y también porque si conseguía esquivar alguno de esos espadazos, con suerte la espada se clavaría en el tronco del árbol y entonces podría contratacar.
El ataque no se hizo esperar y uno de los babuinos se lanzó contra mí con su espada, intentándome cortar la cabeza, ataque que esquive agachándome levemente, como había calculado, el ataque era tan violento que al esquivarlo, la espada se quedo clavada en el árbol que tenía detrás. Sin esperar a que el babuino consiguiese sacarla, salte con todas mis fuerzas y con un movimiento descendiente golpee la cabeza de esté con la cabeza de mi bastón, haciéndole un agujero en esta.
Con un babuino menos, me giré a buscar a los otros, los gritos de humanos y humandrilos se mezclaban uno con otros y llegaban todos a través del fuerte viento. Visualmente veía saltar a los humandrilos de un lado a otro, rodeando al grupo de la mujer del kimono.
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El joven se presentó como un aliado, cosa que Sowon no tomó ni bien ni mal, simplemente siguió con su trabajo advirtiendo ante el grito del recién llegado a los humandrilos. El viento dificultaba identificar entre el sonido del mismo y los pasos de las bestias, era curioso como el joven los había detectado de manera tan veloz y por lo visto sabía moverse bien.
La muestra de valor por parte del joven hizo que dos de los humandrilos que inicialmente rodeaban al grupo de la herrera se girasen y cargasen con furia contra el desconocido. Dejando a los arqueologos en manos de Sowon quien ya tenía su mano izquierda en la vaina de Minazuki.
Pelear contra estos monos había sido parte habitual de su rutina, lastimosamente eran rivales duros, que el chico hubiera tomado desprevenido a su adversario era una fortuna. Usualmente esos monos no morían de un golpe e incluso su piel era bastante dura, Sowon había encontrado puntos flacos que le permitían cortarles un brazo y algunas veces su voluntad involuntariamente le ayudaba a que su espada se sintiese mucho más afilada.
Pero era algunas veces, en este combate en desventaja la mujer se valía de su velocidad para esquivar los cortes y tomar desprevenidos a los mandriles los cuales resistieron el primer corte de Minazuki no excentos de sangrar en el proceso cuando una herida les marcó el pecho. Los monos no retrocedían, parecían disfrutar aquella emoción y lanzarse contra quienes daban pelea, unas bestias sádicas en todo su explendor que no retrocedían hasta morir.
La mujer hizo un ademán con su mano libre y una aguja de coser, algo que de primeras pareció una simple finta para detener a los mandriles. Sin embargo, tras no retroceder los monos aullaron y se lanzaron hacia la mujer quien simplemente saltó a un costado dejando a los monos lanzar sus cortes a lo que parecía ser el aire.
Un fuerte sonido junto a una gran cantidad de chispas hizo que ambos sables se partieran a la mitad, mientras el paisaje golpeado se desprendía antinaturalmente y revelaba que era una tela. La mujer en aquel movimiento con su aguja había cubierto una enorme roca disfrazando esta con el entorno, mientras que toda la batalla había estado planeada para llevarlos a ese punto, era una sastre eficiente y sobretodo una asesina, dado a que tras notar la vacilación de las bestias ante la destrucción de sus sables no tardó en cortar sus cabezas por la espalda de un corte limpio y preciso que no necesitó de excesiva fuerza para atravezar el cuello de los mismo la cual era una de las pocas partes blandas de esas infernales bestias.
—No entiendo como alguien podría considerar armas a esos trozos de metal astillado. Supongo que están hechos para las bestias sin apreciación por el verdadero arte...—
La herrera negó con la cabeza mientras sus clientes corrían a su lado con algunas bolsas que les ayudarían a identificar a los caídos y dar por finalizada su tarea en la isla. La mujer asintió mientras se disponía a guiar a sus clientes no sin antes cortar una pierna de humandrilo e indicarle a uno de los arqueologos que la llevase al barco para el uso personal en la forja.
—Nos retiramos señor, pero puede seguirnos al barco en cuanto termine con los humandrilos. Si tiene suerte nos volveremos a ver.—
—¿No vas a ayudarle?—
—¿Acaso me pagará por ello?—
—Estamos cortos de presupuesto Hern, cierra el pico y mueve tu trasero al barco.—
El joven arqueologo hizo lo que el otro hombre le indicó siendo que tras unos leves segundos de discusión entre ambos desaparecieron junto con la herrera del lugar. Tomando una ruta segura al barco y afortunadamente sorteando a los babuinos que habían emboscado a los otros exploradores. La mujer bebió algo de agua tras llegar a la costa, decidiendo aguardar en la puerta del navío por si había señales de otro humano en la cercanía.
La muestra de valor por parte del joven hizo que dos de los humandrilos que inicialmente rodeaban al grupo de la herrera se girasen y cargasen con furia contra el desconocido. Dejando a los arqueologos en manos de Sowon quien ya tenía su mano izquierda en la vaina de Minazuki.
Pelear contra estos monos había sido parte habitual de su rutina, lastimosamente eran rivales duros, que el chico hubiera tomado desprevenido a su adversario era una fortuna. Usualmente esos monos no morían de un golpe e incluso su piel era bastante dura, Sowon había encontrado puntos flacos que le permitían cortarles un brazo y algunas veces su voluntad involuntariamente le ayudaba a que su espada se sintiese mucho más afilada.
Pero era algunas veces, en este combate en desventaja la mujer se valía de su velocidad para esquivar los cortes y tomar desprevenidos a los mandriles los cuales resistieron el primer corte de Minazuki no excentos de sangrar en el proceso cuando una herida les marcó el pecho. Los monos no retrocedían, parecían disfrutar aquella emoción y lanzarse contra quienes daban pelea, unas bestias sádicas en todo su explendor que no retrocedían hasta morir.
La mujer hizo un ademán con su mano libre y una aguja de coser, algo que de primeras pareció una simple finta para detener a los mandriles. Sin embargo, tras no retroceder los monos aullaron y se lanzaron hacia la mujer quien simplemente saltó a un costado dejando a los monos lanzar sus cortes a lo que parecía ser el aire.
Un fuerte sonido junto a una gran cantidad de chispas hizo que ambos sables se partieran a la mitad, mientras el paisaje golpeado se desprendía antinaturalmente y revelaba que era una tela. La mujer en aquel movimiento con su aguja había cubierto una enorme roca disfrazando esta con el entorno, mientras que toda la batalla había estado planeada para llevarlos a ese punto, era una sastre eficiente y sobretodo una asesina, dado a que tras notar la vacilación de las bestias ante la destrucción de sus sables no tardó en cortar sus cabezas por la espalda de un corte limpio y preciso que no necesitó de excesiva fuerza para atravezar el cuello de los mismo la cual era una de las pocas partes blandas de esas infernales bestias.
—No entiendo como alguien podría considerar armas a esos trozos de metal astillado. Supongo que están hechos para las bestias sin apreciación por el verdadero arte...—
La herrera negó con la cabeza mientras sus clientes corrían a su lado con algunas bolsas que les ayudarían a identificar a los caídos y dar por finalizada su tarea en la isla. La mujer asintió mientras se disponía a guiar a sus clientes no sin antes cortar una pierna de humandrilo e indicarle a uno de los arqueologos que la llevase al barco para el uso personal en la forja.
—Nos retiramos señor, pero puede seguirnos al barco en cuanto termine con los humandrilos. Si tiene suerte nos volveremos a ver.—
—¿No vas a ayudarle?—
—¿Acaso me pagará por ello?—
—Estamos cortos de presupuesto Hern, cierra el pico y mueve tu trasero al barco.—
El joven arqueologo hizo lo que el otro hombre le indicó siendo que tras unos leves segundos de discusión entre ambos desaparecieron junto con la herrera del lugar. Tomando una ruta segura al barco y afortunadamente sorteando a los babuinos que habían emboscado a los otros exploradores. La mujer bebió algo de agua tras llegar a la costa, decidiendo aguardar en la puerta del navío por si había señales de otro humano en la cercanía.
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Precisión
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Estaba observando a los babuinos saltando alrededor del grupo de la mujer espadachín, cuando dos de ellos se giraron a mirarme y con un grito se lanzaron contra mi. "Creo que no les ha gustado ver a su compañero inerte en el suelo, estos babuinos parece ser más humanos que los mismos humanos" me dije mientras esperaba la llegada de los dos nuevos atacantes, los cuales parecían estar más enfadados de lo normal.
Cuando estuvieron cerca, pude distinguir que estos nuevos atacantes, eran mucho más mayores que el primero, ya que tenían un pelaje más claro, y tenían varias canas en los pelos del morro. También pude ver que uno era un babuino macho y la otra era una hembra. Esta última, tenía unos pechos más grandes y no tenía un miembro sexual masculino colgando entre las piernas. "Parece ser que estos son familiares del babuino que mate... deben ser sus padres..." pensé a la vez que esquivaba los primeros ataques de estos, los cuales eran mucho más potentes, pero por ello mucho menos precisos.
Así que decidí utilizar su rabia en contra de ellos. Viendo que estos no paraban de atacarme con sus espadas, saltando de un lado a otro, al ser estos mucho más altos que yo, me era bastante fácil esquivar sus ataques, agachándome y rodando por el suelo, puesto que estos dos, igual que el primer babuino parecían tener la manía de intentar cortarme la cabeza. Por ello después de rodar varias veces por el suelo, ya tenía un plan de como acabar con ellos, este no iba a ser sencillo ni rápido, puesto que estos parecían ser más fuertes, duros y resistentes que el primero.
El plan consistía en aprovechar la altura de estos, para atacar sus extremidades bajas, provocando que tropezasen, que se estampasen contra los arboles o entre ellos. A la vez que también dejaban de saltar de un lado a otro, luego pretendía golpear sus extremidades superiores, impidiendo que estos se pudiesen agarrar a las ramas o blandir sus espadas. Pero sobre todo, mi intención era, al menos, conseguir vivo a uno de los especímenes, para poder extraerle sangre caliente para luego investigarla, como todo científico experimentado sabía, la buena sangre para investigar, era la extraída en vida y bien calentita.
Pero como decían mis padres, los planes nunca salen como uno quiere y hay que tener siempre un plan b, pero en este caso no hizo falta, porque lo único que no salió bien fue conseguir mantener con vida a alguno de los especímenes, por ello debía improvisar y sacarle sangre, aunque ya estuviesen muertos.
Al acabar, busqué con la mirada a los alrededores y me fue imposible encontrar al grupo de la mujer. Pero bueno, no era nada raro, al fin y al cabo no nos conocíamos de nada y yo en su lugar hubiese hecho lo mismo. Así que después de beber agua de mi cantimplora, empecé a caminar, esta vez atento al olor que trajese consigo aquel fuerte viento.
Cuando estuvieron cerca, pude distinguir que estos nuevos atacantes, eran mucho más mayores que el primero, ya que tenían un pelaje más claro, y tenían varias canas en los pelos del morro. También pude ver que uno era un babuino macho y la otra era una hembra. Esta última, tenía unos pechos más grandes y no tenía un miembro sexual masculino colgando entre las piernas. "Parece ser que estos son familiares del babuino que mate... deben ser sus padres..." pensé a la vez que esquivaba los primeros ataques de estos, los cuales eran mucho más potentes, pero por ello mucho menos precisos.
Así que decidí utilizar su rabia en contra de ellos. Viendo que estos no paraban de atacarme con sus espadas, saltando de un lado a otro, al ser estos mucho más altos que yo, me era bastante fácil esquivar sus ataques, agachándome y rodando por el suelo, puesto que estos dos, igual que el primer babuino parecían tener la manía de intentar cortarme la cabeza. Por ello después de rodar varias veces por el suelo, ya tenía un plan de como acabar con ellos, este no iba a ser sencillo ni rápido, puesto que estos parecían ser más fuertes, duros y resistentes que el primero.
El plan consistía en aprovechar la altura de estos, para atacar sus extremidades bajas, provocando que tropezasen, que se estampasen contra los arboles o entre ellos. A la vez que también dejaban de saltar de un lado a otro, luego pretendía golpear sus extremidades superiores, impidiendo que estos se pudiesen agarrar a las ramas o blandir sus espadas. Pero sobre todo, mi intención era, al menos, conseguir vivo a uno de los especímenes, para poder extraerle sangre caliente para luego investigarla, como todo científico experimentado sabía, la buena sangre para investigar, era la extraída en vida y bien calentita.
Pero como decían mis padres, los planes nunca salen como uno quiere y hay que tener siempre un plan b, pero en este caso no hizo falta, porque lo único que no salió bien fue conseguir mantener con vida a alguno de los especímenes, por ello debía improvisar y sacarle sangre, aunque ya estuviesen muertos.
Al acabar, busqué con la mirada a los alrededores y me fue imposible encontrar al grupo de la mujer. Pero bueno, no era nada raro, al fin y al cabo no nos conocíamos de nada y yo en su lugar hubiese hecho lo mismo. Así que después de beber agua de mi cantimplora, empecé a caminar, esta vez atento al olor que trajese consigo aquel fuerte viento.
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La mujer esperó en la puerta del navío pero dado la tardanza supuso que el joven había muerto o no pudo ver el camino que habían tomado. Lo que si obtuvo fueron avances en la tarea de los arqueologos quienes creían estar en posesión de los restos de uno de los miembros de la exploración anterior dado algunas pertenencias rescatadas del campamento. De momento se quedarían en el barco dando el resto del día a la cazadora para buscar a su objetivo primordial, aquel bandido en jefe cuya cabeza había tomado valor ya fuese vivo o muerto.
Tras beber agua y recargar su calabaza en el barco, Sowon se adentró en un camino poco frecuentado por su comitiva pero que estaba marcado por los restos del bandido muerto y el simio que se habían topado apenas llegar al lugar. No era complicado darse cuenta de que aquel bandido había estado huyendo de la bestia dado las marcas en el terreno junto con una gran cantidad de sangre que incluso seca marcaba la tierra.
La mujer supuso que el simio lo había atrapado en algún momento y ante los gritos del hombre le fue golpeando con su espada por el camino hasta cansarse rematando su cabeza con la empuñadura del sable. En ese contexto le habían encontrado y todo lo que ahora hacía Sowon era seguir la sangre con el viento empujando su espalda hasta un claro dentro del bosque.
El lugar no era nada especial pero las pistas se perdían en aquel lugar, tal vez debía pensarlo como una especie de interludio entre dos caminos. Sin animos de dejar escapar una recompensa jugosa, la mujer revisó el lugar a fondo, tratando de encontrar alguna señal de vida humana y la encontró en forma de una talla en uno de los árboles que apuntaba al norte a las montañas con formas de espiral.
Grata fue su sorpresa al divisar algunos cuerpos podridos tras el árbol cuyo aroma fue arrastrado por el fuerte viento pese a los intentos de los simios en destrozarlos y esconderlos para no alertar a otros. Nuevamente la Jolly Roger de esa banda se encontraba flameando en una bandera agujereada que se sujetaba débilmente del tronco de un árbol. Era claro que a partir de ese lugar los bandidos habían intentado establecer un territorio sin éxito y quizás los simios les habían obligado a acercarse a la zona más montañosa donde los vientos podían ser agitados.
—Por lo visto me será más sencillo encontrarles, pero deberé apresurarme si no quiero que estos humandrilos destrozen sus caabezas y los vuelvan pura carne podrida.—
Suspiró para si misma, buscando entre los cuerpos destrozados algo que le pudiese ser de utilidad para ubicar el campamento principal ya fuese un mapa, una nota o algo que el viento todavía no hubiese arrancado de la escena.
Tras beber agua y recargar su calabaza en el barco, Sowon se adentró en un camino poco frecuentado por su comitiva pero que estaba marcado por los restos del bandido muerto y el simio que se habían topado apenas llegar al lugar. No era complicado darse cuenta de que aquel bandido había estado huyendo de la bestia dado las marcas en el terreno junto con una gran cantidad de sangre que incluso seca marcaba la tierra.
La mujer supuso que el simio lo había atrapado en algún momento y ante los gritos del hombre le fue golpeando con su espada por el camino hasta cansarse rematando su cabeza con la empuñadura del sable. En ese contexto le habían encontrado y todo lo que ahora hacía Sowon era seguir la sangre con el viento empujando su espalda hasta un claro dentro del bosque.
El lugar no era nada especial pero las pistas se perdían en aquel lugar, tal vez debía pensarlo como una especie de interludio entre dos caminos. Sin animos de dejar escapar una recompensa jugosa, la mujer revisó el lugar a fondo, tratando de encontrar alguna señal de vida humana y la encontró en forma de una talla en uno de los árboles que apuntaba al norte a las montañas con formas de espiral.
Grata fue su sorpresa al divisar algunos cuerpos podridos tras el árbol cuyo aroma fue arrastrado por el fuerte viento pese a los intentos de los simios en destrozarlos y esconderlos para no alertar a otros. Nuevamente la Jolly Roger de esa banda se encontraba flameando en una bandera agujereada que se sujetaba débilmente del tronco de un árbol. Era claro que a partir de ese lugar los bandidos habían intentado establecer un territorio sin éxito y quizás los simios les habían obligado a acercarse a la zona más montañosa donde los vientos podían ser agitados.
—Por lo visto me será más sencillo encontrarles, pero deberé apresurarme si no quiero que estos humandrilos destrozen sus caabezas y los vuelvan pura carne podrida.—
Suspiró para si misma, buscando entre los cuerpos destrozados algo que le pudiese ser de utilidad para ubicar el campamento principal ya fuese un mapa, una nota o algo que el viento todavía no hubiese arrancado de la escena.
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- Pues no están tan mal estas barritas... - me dije mientras saboreaba una de las barritas energéticas que me habían dado aquellos amables exploradores. - Voy a tener que inventar una maquina que los cree, así podría tener alimento para mis misiones y viajes a islas no pobladas.... - seguí pensando en voz alta mientras caminaba por el bosque. La verdad que tenía varias ideas de inventos que me iban a poder ayudar a tener más autonomía, sin depender de nadie. Pero por el momento solo me podía conformar en escribirlas en papel, hasta que algún día tuviese mi propio vehículo y el suficiente dinero para financiar esos proyectos.
Por eso, me había puesto como objetivo cazar a ese bandido, ya que aunque tuviese un bajo precio por su cabeza, la fabrica que había recibido el robo ofrecía una alta recompensa para quien les devolviese los químicos. Pero desde que había tenido el encontronazo con los babuinos, me había quedado claro que ya iba a ser difícil encontrar la cabeza de mi objetivo en su sitio, como para también conseguir llevarme los químicos, si aún las tenían y sobre todo en buen estado.
Estaba perdido en mis pensamientos, cuando un ráfaga de viento golpeo mi cara y con ella venía un fuerte olor a muchedumbre el cual me hizo taparme la nariz con el antebrazo. - Que asco... parece que ha habido una carnicería aquí al lado. - me dije sin dejar de caminar hacía aquel horroroso olor, con la idea de que seguro podría encontrar alguna pista sobre la banda, fuese buena o mala.
Mi sorpresa fue, cuando a 10 metros de mi, me encontré a la joven mujer de antes, rebuscando entre los cuerpos y sus proximidades. Estuve mirándola un rato sin dejarme ver, la verdad es que parecía una mujer de alta clase o al menos le habían dado una educación como tal, su forma de hablar y su postura altiva la delataba, por sus atuendos debía proceder de la isla de Wano, de la cual no conocía mucho, pero mis padres me habían dicho que allí vivía gente que utilizaba kimonos como atuendos y que era gente sería y altiva, para la cual el honor era lo primero.
No llevaba ni 5 minutos observándola, cuando me percate que no era el único que lo hacía, a unos 15 metros a la derecha, vi un tipo de aspecto rudo, el cual no era ninguno de los arqueólogos ni exploradores que había visto antes, y además estaba apuntando a la mujer con una carabina. Con bastante precaución de no hacer ruido y rodeando la zona donde se encontraba la mujer, me acerqué por la espalda del individuo lo más rápido posible. La mujer me había abandonado durante la pelea con los babuinos, pero eso no significaba que fuese una enemiga, en cambio aquel tipo, llevaba la Jolly Roger de la banda que buscaba tatuada en el hombro. Así que cuando estuve a un metro de distancia de él, aprovechando el ruido del aire y utilizando mi bastón le di en la cabeza con la fuerza suficiente para dejarlo inconsciente y no matarlo.
- ¿Así que aun sigues por aquí? Mira que me he encontrado apuntándote con una carabina - le dije a la joven mujer mientras me acercaba a ella arrastrando al tipo. - Por cierto, no esta muerto, solo inconsciente. Seguro que tiene información que nos interesa o bueno al menos que me interesa a mi. Ves esta Jolly Roger, es de la banda que estoy buscando.- le seguí diciendo mientras lo tiraba al suelo y señalaba el tatuaje de este.
Por eso, me había puesto como objetivo cazar a ese bandido, ya que aunque tuviese un bajo precio por su cabeza, la fabrica que había recibido el robo ofrecía una alta recompensa para quien les devolviese los químicos. Pero desde que había tenido el encontronazo con los babuinos, me había quedado claro que ya iba a ser difícil encontrar la cabeza de mi objetivo en su sitio, como para también conseguir llevarme los químicos, si aún las tenían y sobre todo en buen estado.
Estaba perdido en mis pensamientos, cuando un ráfaga de viento golpeo mi cara y con ella venía un fuerte olor a muchedumbre el cual me hizo taparme la nariz con el antebrazo. - Que asco... parece que ha habido una carnicería aquí al lado. - me dije sin dejar de caminar hacía aquel horroroso olor, con la idea de que seguro podría encontrar alguna pista sobre la banda, fuese buena o mala.
Mi sorpresa fue, cuando a 10 metros de mi, me encontré a la joven mujer de antes, rebuscando entre los cuerpos y sus proximidades. Estuve mirándola un rato sin dejarme ver, la verdad es que parecía una mujer de alta clase o al menos le habían dado una educación como tal, su forma de hablar y su postura altiva la delataba, por sus atuendos debía proceder de la isla de Wano, de la cual no conocía mucho, pero mis padres me habían dicho que allí vivía gente que utilizaba kimonos como atuendos y que era gente sería y altiva, para la cual el honor era lo primero.
No llevaba ni 5 minutos observándola, cuando me percate que no era el único que lo hacía, a unos 15 metros a la derecha, vi un tipo de aspecto rudo, el cual no era ninguno de los arqueólogos ni exploradores que había visto antes, y además estaba apuntando a la mujer con una carabina. Con bastante precaución de no hacer ruido y rodeando la zona donde se encontraba la mujer, me acerqué por la espalda del individuo lo más rápido posible. La mujer me había abandonado durante la pelea con los babuinos, pero eso no significaba que fuese una enemiga, en cambio aquel tipo, llevaba la Jolly Roger de la banda que buscaba tatuada en el hombro. Así que cuando estuve a un metro de distancia de él, aprovechando el ruido del aire y utilizando mi bastón le di en la cabeza con la fuerza suficiente para dejarlo inconsciente y no matarlo.
- ¿Así que aun sigues por aquí? Mira que me he encontrado apuntándote con una carabina - le dije a la joven mujer mientras me acercaba a ella arrastrando al tipo. - Por cierto, no esta muerto, solo inconsciente. Seguro que tiene información que nos interesa o bueno al menos que me interesa a mi. Ves esta Jolly Roger, es de la banda que estoy buscando.- le seguí diciendo mientras lo tiraba al suelo y señalaba el tatuaje de este.
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La aparición del joven le devolvió a la realidad, al parecer su nula autoconservación le habría costado una herida de no ser por su llegada. Debido a que, al estar tan enfocada en encontrar una pista dentro del mar de entraña, no se había percatado de un tirador escondido. Sonrió al recién llegado mientras su rostro se centraba en el símbolo del traicionero tirador, no tardó en deducir que ambos estaban tras la misma banda aunque quizás por objetivos diferentes.
—Es agradable verlo de una pieza señor, en cuanto a esa banda podría decirse que busco lo mismo. Pese a que la sangre en mis manos es agradable al tacto espero sepa disculpar mi poco decoro, cuando busco algo no me interesa en donde deba meter las manos. Pero, como bien dice tiene un objeto con información valiosa en sus manos...—
La mujer habló con su semblante habitual, sereno y como si ignorase que había estado a solo segundos de perder la vida. ¿Acaso algún día sería más cuidadosa? Lo segundo, la descripción de su gusto por sentir la sangre fluyendo por sus manos al momento de trabajar, cosa que le era habitual dado los materiales que empleaba. Lo tercero fue la manera de referirse al bandido inconsciente como un "objeto" y la ausencia total de empatía en aquella palabra. Limpió sus manos con un trozo de tela que pareció salir de su manga, aunque en realidad había sido producido desde su propio cuerpo y se acercó al sujeto recién llegado tras limpiarse.
—Ya que tenemos un interés en común, puedo ofrecerle mis servicios para hacer hablar a ese hombre. Tras lo cual nos encargaremos de asaltar a los bandidos. Sepa que no le he dejado atrás para que muera en manos de esos simios, solo que cuando trabajo no hago favores sin dinero de por medio. Es usual que algunos se aprovechen de las damas, aunque usted no parece de ese tipo...—
El viento hizo ondear lentamente el cabello de Sowon mientras su espada pareció vibrar de la emoción al sentir a un humano tan cerca tras tantos dias de probar la sangre agria de las bestias del lugar. Sus ojos grises se clavaron en el joven mientras su mano derecha acarició suavemente a Minazuki, su empuñadura se sentía caliente era tan impaciente como ella y quizás el muchacho no tardase en caer en cuenta de lo inusual que esta arma era comparada con las otras estando tan cerca. Muchos eran quienes tenían miedo de solo pensar en tocarla o al menos les recorría una sensación que advertía de no hacerlo en contraste con la mujer que parecía gozar cada momento en el cual pudiese tocarla o blandirla. Incluso se veía tan digna y majestuosa que su porte solo podía atribuirse a su estatus. Siendo uno de esos momentos en los que su sangre noble parecía aflorar para marcar la diferencia entre su familia y el resto de mortales.
—Mi nombre es Shinozaki Sowon, si vamos a trabajar juntos es mejor identificarnos. ¿No le parece? Le sugiero que no se tome mucho tiempo en pensar si soy o no la indicada para su misión, mientras hablamos los humandrilos podrían estar despedazando a nuestras presas y tirando a la basura el dinero. Es de suma importancia actuar de prisa... empezando por esta cosa.—
La mujer pateó suavemente la cabeza del hombre tirado que lentamente empezó a moverse, todavía entre sueños, la frialdad en la mirada de Sowon solo se incrementó al momento de pisar una de sus manos y hacer que Aguja, que había estado oculta en su manga izquierda, comenzara a descender apuntando a la espalda del hombre como si una extensión del brazo de la mujer se tratase. No usaría a Minazuki para una tarea tan rutinaria como la tortura, aunque a esta no le gustase, necesitaba su espada ansiosa para el premio gordo.
—Es agradable verlo de una pieza señor, en cuanto a esa banda podría decirse que busco lo mismo. Pese a que la sangre en mis manos es agradable al tacto espero sepa disculpar mi poco decoro, cuando busco algo no me interesa en donde deba meter las manos. Pero, como bien dice tiene un objeto con información valiosa en sus manos...—
La mujer habló con su semblante habitual, sereno y como si ignorase que había estado a solo segundos de perder la vida. ¿Acaso algún día sería más cuidadosa? Lo segundo, la descripción de su gusto por sentir la sangre fluyendo por sus manos al momento de trabajar, cosa que le era habitual dado los materiales que empleaba. Lo tercero fue la manera de referirse al bandido inconsciente como un "objeto" y la ausencia total de empatía en aquella palabra. Limpió sus manos con un trozo de tela que pareció salir de su manga, aunque en realidad había sido producido desde su propio cuerpo y se acercó al sujeto recién llegado tras limpiarse.
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El viento hizo ondear lentamente el cabello de Sowon mientras su espada pareció vibrar de la emoción al sentir a un humano tan cerca tras tantos dias de probar la sangre agria de las bestias del lugar. Sus ojos grises se clavaron en el joven mientras su mano derecha acarició suavemente a Minazuki, su empuñadura se sentía caliente era tan impaciente como ella y quizás el muchacho no tardase en caer en cuenta de lo inusual que esta arma era comparada con las otras estando tan cerca. Muchos eran quienes tenían miedo de solo pensar en tocarla o al menos les recorría una sensación que advertía de no hacerlo en contraste con la mujer que parecía gozar cada momento en el cual pudiese tocarla o blandirla. Incluso se veía tan digna y majestuosa que su porte solo podía atribuirse a su estatus. Siendo uno de esos momentos en los que su sangre noble parecía aflorar para marcar la diferencia entre su familia y el resto de mortales.
—Mi nombre es Shinozaki Sowon, si vamos a trabajar juntos es mejor identificarnos. ¿No le parece? Le sugiero que no se tome mucho tiempo en pensar si soy o no la indicada para su misión, mientras hablamos los humandrilos podrían estar despedazando a nuestras presas y tirando a la basura el dinero. Es de suma importancia actuar de prisa... empezando por esta cosa.—
La mujer pateó suavemente la cabeza del hombre tirado que lentamente empezó a moverse, todavía entre sueños, la frialdad en la mirada de Sowon solo se incrementó al momento de pisar una de sus manos y hacer que Aguja, que había estado oculta en su manga izquierda, comenzara a descender apuntando a la espalda del hombre como si una extensión del brazo de la mujer se tratase. No usaría a Minazuki para una tarea tan rutinaria como la tortura, aunque a esta no le gustase, necesitaba su espada ansiosa para el premio gordo.
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Como esperaba, la joven mujer ni se inmuto por estar apunto de perder la vida y ni mucho menos me dio las gracias por salvarle, únicamente me dijo que se alegraba de verme con vida y que sentía que la encontrase buscando entre los muertos. Cuanto más escuchaba hablar a aquella joven mujer, más cosas me dejaba conocer de ella.
En primer lugar, era una mujer sin escrúpulos, que como ella misma decía no le importaba donde meterse o rebuscar para conseguir su objetivo, algo que claramente yo nunca hubiese realizado, ya que me daba mucho asco tocar mierda o estar entre ella. Lo que me recordó que había estado arrastrando aquel tipo, pero al mirarme las manos vi que por suerte llevaba los guantes puestos, aún así saque un pequeño bote de alcohol y derramando un poco en ellos, los restregué uno con el otro para desinfectarlos.
En segundo lugar, a aquella joven mujer le importaban pocas o ninguna persona, y si hacía algo por alguna era por que podría sacar algo a cambio. Como ahora mismo, que se estaba ofreciendo a ayudarme, a saber que teníamos el mismo objetivo y yo podría ayudarle a llegar a la banda y sacar un dinero con las diversas recompensas de estos. Pero bueno, esto no me parecía mal, yo era bastante igual a ella, con la diferencia que yo no tenía esa confianza en mi que ella desprendía por los poros.
En tercer lugar, era este mismo, desprendía una fuerte autoconfianza en si misma y sus habilidades, que daba miedo. También tenía un aspecto y una planta imponente, la cual me encantaría tener, pero mi falta de autoconfianza me impedía tenerla, por algo era un tipo tímido, que le costaba tener relaciones sociales. Y las únicas que tenía eran de mero trabajo y negocios.
Por ello, cuando la joven mujer fijo su mirada en mi, no pude soportar la mirada de esos penetrantes ojos grises y tuve que bajar la vista hacía abajo, lo que me permitió observar más de cerca la katana de esta, la cual pareció temblar levemente o al menos su carcasa, eso me llamo mucho la atención, pero no tuve la confianza es preguntarle por ella.
Pero a diferencia de mi a la joven mujer le sobraba confianza y sin pensárselo se presento como Shinozaki Sowon, así obligándome a presentarme y darle también mi nombre. A la vez, que insistía en que debíamos unir fuerza para realizar la misión, a lo que no me quedo más remedio que aceptar.
- Encantado señorita Shinozaki Sowon. Yo soy John.... John Einstein y si, lo mejor será que interroguemos rápido a este tipo y salgamos de aquí. - le contesté sin llegar a mirarla a la cara y girándome rápido hacía el tipo rudo, que ya no parecía tan rudo tumbado en el suelo y medio atontado.
En primer lugar, era una mujer sin escrúpulos, que como ella misma decía no le importaba donde meterse o rebuscar para conseguir su objetivo, algo que claramente yo nunca hubiese realizado, ya que me daba mucho asco tocar mierda o estar entre ella. Lo que me recordó que había estado arrastrando aquel tipo, pero al mirarme las manos vi que por suerte llevaba los guantes puestos, aún así saque un pequeño bote de alcohol y derramando un poco en ellos, los restregué uno con el otro para desinfectarlos.
En segundo lugar, a aquella joven mujer le importaban pocas o ninguna persona, y si hacía algo por alguna era por que podría sacar algo a cambio. Como ahora mismo, que se estaba ofreciendo a ayudarme, a saber que teníamos el mismo objetivo y yo podría ayudarle a llegar a la banda y sacar un dinero con las diversas recompensas de estos. Pero bueno, esto no me parecía mal, yo era bastante igual a ella, con la diferencia que yo no tenía esa confianza en mi que ella desprendía por los poros.
En tercer lugar, era este mismo, desprendía una fuerte autoconfianza en si misma y sus habilidades, que daba miedo. También tenía un aspecto y una planta imponente, la cual me encantaría tener, pero mi falta de autoconfianza me impedía tenerla, por algo era un tipo tímido, que le costaba tener relaciones sociales. Y las únicas que tenía eran de mero trabajo y negocios.
Por ello, cuando la joven mujer fijo su mirada en mi, no pude soportar la mirada de esos penetrantes ojos grises y tuve que bajar la vista hacía abajo, lo que me permitió observar más de cerca la katana de esta, la cual pareció temblar levemente o al menos su carcasa, eso me llamo mucho la atención, pero no tuve la confianza es preguntarle por ella.
Pero a diferencia de mi a la joven mujer le sobraba confianza y sin pensárselo se presento como Shinozaki Sowon, así obligándome a presentarme y darle también mi nombre. A la vez, que insistía en que debíamos unir fuerza para realizar la misión, a lo que no me quedo más remedio que aceptar.
- Encantado señorita Shinozaki Sowon. Yo soy John.... John Einstein y si, lo mejor será que interroguemos rápido a este tipo y salgamos de aquí. - le contesté sin llegar a mirarla a la cara y girándome rápido hacía el tipo rudo, que ya no parecía tan rudo tumbado en el suelo y medio atontado.
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Un tipo tímido o al menos de pocas palabras que apenas le mantenía la mirada a su persona, era algo apetecible tras tanto tiempo malgastando saliva con sus clientes. Prefería a las personas calladas que apenas se notasen en el lugar de los hechos, John no brindó muchos detalles de su vida solo que dado sus reacciones no le agradaba mancharse las manos y era lo bastante capaz para sobrevivir contra los simios. El viento volvió a soplar al compas de los pasos de la mujer quien esta vez pateó con fuerza el mentón del bandido haciendo que este al intentar levantarse se empalase él mismo contra Aguja a quien no le costó trabajo internarse profundamente en la espalda de su objetivo.
El hombre chilló por el dolor y luego por el frío inusual del arma que al ser extraída en lugar de un agujero había dejado una fina capa de hielo y escarcha en el lugar de la puñalada. El bandido intentó arrancarse el hielo ya que ardía como mil demonios, solo para que el brazo con el cual intentaba rascar el hielo sufriese el mismo empalamiento mediante Aguja y uniese la extremidad con el tronco de un árbol cercano.
—Le sugiero que no intente eso, si no quiere que la sangre brote como en una fuente, mi espada le ha dado una oportunidad de que siga contenida pero fue una herida profunda. Cuando la carne es tan suave de atravezar significa que esta lista para servirse en la mesa...—
Las palabras de la mujer pese a ser formales se arrastraban como serpientes coqueteando con temas tabú como el canibalismo y el placer que sentía al emplear sus armas. El hombre se encontraba todavía de rodillas con su brazo sujeto al árbol mediante aguja y mirando desde el suelo a la mujer que desde ese ángulo ya no parecía la víctima que quizo cazar. El cazador era ahora una presa herida e indefensa, cuyo infierno apenas había comenzado.
—El lugar donde se refugia su banda, sus números, tesoros... es ideal que comience a confesar cada detalle en su mente. Eso si desea una muerte rápida, puedo cortarle las piernas y dejarle a merced de los humandrilos o pensar una forma más divertida.. abrirle la garganta de tal forma que deba evitar respirar para no desangrarse... usted decide.—
La mujer liberó el brazo del bandido solo para apuñalar el hombro opuesto sin ninguna pizca de piedad en su mirada pero tampoco de emoción, era como si estuviese atravezando un simple muñeco de entrenamiento y lo tomase como un retorcido juego de entrenamiento. Lo único que se detenía a mirar entre cada puñalada era como la sangre del hombre era retenida entre la fina escarcha de su hoja creando un patrón similar al de pequeños rubíes incrustados entre las lineas del damasco. Ciertamente hermosos de no saberse su procedencia, a ciertas personas podría parecerles aterrador o tétrico a otros rozar los límites del asco, para la herrera era arte naciendo frente a sus ojos.
Bastaron unas cuantas puñaladas llegando a zonas más sensibles para que el bandido diese el brazo a torcer reconociendo que pese a sus gritos solo atraería cosas peores y su banda le había dejado muy atrás como para guardarse los ssecretos. Además la impaciencia de la mujer había mermado toda esperanza de hacer tiempo, cada vez sentía las puñaladas llegar más profundo y dado el dolor en su estómago era probable que le hubiera perforado algo dentro.
—E-están en la montaña... ghwa... la del norte. Eramos cincuenta pero quedaremos menos de veinte... esos monos peludos destruyeron nuestro campamento y mataron a Big Joe, los muy malditos le dejaron como un estofado de carne triturada... luego siguió Luke y cuando nos dimos cuenta solo quedaban los más fuertes como el jefe Krow. Aghh... los monos nos atacaron la semana pasada en este campamento, nos empujaron hasta la montaña y apenas podemos salir... le dije al jefe que se comiera esa condenada fruta pero insiste en traficarla y hacerse millonario. Si tuviera esa cosa... ngh...podría... podría matarlos a todos...—
Sowon alzó una ceja al escuchar sobre frutas del diablo, aunque no pudo sacarle mucho más al bandido dado a que solo conocía que daba poderes como cualquier otra pero esta era "rara" y muy codiciada en los bajos fondos. Una codicia que había condenado a los bandidos a vivir en cuevas para huir de los monos y buscar una salida al mar cuando los monos dejasen de rodear sus salidas. La montaña descrita estaba al norte, saliendo del bosque y mostraba una forma de espiral que recordaba vagamente a la cola de un mono.
No tardó en darle muerte tras haberse asegurado de extraer la última pizca de información ante lo cual atravezó su pecho y usando a Aguja como si estuviera bordando abrir una herida lo bastante grande para exponer el interior del pecho, separando la piel y dejando un orificio cuyos extremos se conformaban de carne cubierta de escarcha. El corazón fue empalado todavía latiendo y ante la horrorizada mirada del bandido al ver su cuerpo siendo profanado de tal manera ya que pese al dolor, la sangre y el evidente daño no cayó inconsciente hasta ese momento en el cual sus ojos perdieron todo brillo.
—Si la información es correcta, llegaremos a esas montañas a pie sin complicaciones. Lo peligroso será lo que vayamos a encontrarnos, babuinos, animales hambrientos y los mismos bandidos. Si tienen una fruta será mejor no forzarlos a comerla, solo complicaría las cosas y aún estoy tratando de dominar la fuerza que me permita cortar a todo ser que consuma una... Le sugiero Señor John que utilicemos lo que sabemos a nuestro favor y sigamos una ruta que los bandidos no tiendan a vigilar.—
La herrera limpió su espada con sumo cuidado antes de guardarla en la manga de su kimono, sonriendo mientras estudiaba las posibles rutas y bebía algo de agua tras su interrogatorio. A lo mejor John hacía honor a su intelecto y a como encontró a ese tirador, encontrando también una ruta poco frecuentada por humanos y bestias. Era de esperarse que las demás todavía estuvieran en el centro de atención de los bandidos que ahora habían tomado la montaña como una fortaleza, pese a que creian estar a resguardo, la mujer conocía que hasta los mejores palacios tenían un punto frágil.
El hombre chilló por el dolor y luego por el frío inusual del arma que al ser extraída en lugar de un agujero había dejado una fina capa de hielo y escarcha en el lugar de la puñalada. El bandido intentó arrancarse el hielo ya que ardía como mil demonios, solo para que el brazo con el cual intentaba rascar el hielo sufriese el mismo empalamiento mediante Aguja y uniese la extremidad con el tronco de un árbol cercano.
—Le sugiero que no intente eso, si no quiere que la sangre brote como en una fuente, mi espada le ha dado una oportunidad de que siga contenida pero fue una herida profunda. Cuando la carne es tan suave de atravezar significa que esta lista para servirse en la mesa...—
Las palabras de la mujer pese a ser formales se arrastraban como serpientes coqueteando con temas tabú como el canibalismo y el placer que sentía al emplear sus armas. El hombre se encontraba todavía de rodillas con su brazo sujeto al árbol mediante aguja y mirando desde el suelo a la mujer que desde ese ángulo ya no parecía la víctima que quizo cazar. El cazador era ahora una presa herida e indefensa, cuyo infierno apenas había comenzado.
—El lugar donde se refugia su banda, sus números, tesoros... es ideal que comience a confesar cada detalle en su mente. Eso si desea una muerte rápida, puedo cortarle las piernas y dejarle a merced de los humandrilos o pensar una forma más divertida.. abrirle la garganta de tal forma que deba evitar respirar para no desangrarse... usted decide.—
La mujer liberó el brazo del bandido solo para apuñalar el hombro opuesto sin ninguna pizca de piedad en su mirada pero tampoco de emoción, era como si estuviese atravezando un simple muñeco de entrenamiento y lo tomase como un retorcido juego de entrenamiento. Lo único que se detenía a mirar entre cada puñalada era como la sangre del hombre era retenida entre la fina escarcha de su hoja creando un patrón similar al de pequeños rubíes incrustados entre las lineas del damasco. Ciertamente hermosos de no saberse su procedencia, a ciertas personas podría parecerles aterrador o tétrico a otros rozar los límites del asco, para la herrera era arte naciendo frente a sus ojos.
Bastaron unas cuantas puñaladas llegando a zonas más sensibles para que el bandido diese el brazo a torcer reconociendo que pese a sus gritos solo atraería cosas peores y su banda le había dejado muy atrás como para guardarse los ssecretos. Además la impaciencia de la mujer había mermado toda esperanza de hacer tiempo, cada vez sentía las puñaladas llegar más profundo y dado el dolor en su estómago era probable que le hubiera perforado algo dentro.
—E-están en la montaña... ghwa... la del norte. Eramos cincuenta pero quedaremos menos de veinte... esos monos peludos destruyeron nuestro campamento y mataron a Big Joe, los muy malditos le dejaron como un estofado de carne triturada... luego siguió Luke y cuando nos dimos cuenta solo quedaban los más fuertes como el jefe Krow. Aghh... los monos nos atacaron la semana pasada en este campamento, nos empujaron hasta la montaña y apenas podemos salir... le dije al jefe que se comiera esa condenada fruta pero insiste en traficarla y hacerse millonario. Si tuviera esa cosa... ngh...podría... podría matarlos a todos...—
Sowon alzó una ceja al escuchar sobre frutas del diablo, aunque no pudo sacarle mucho más al bandido dado a que solo conocía que daba poderes como cualquier otra pero esta era "rara" y muy codiciada en los bajos fondos. Una codicia que había condenado a los bandidos a vivir en cuevas para huir de los monos y buscar una salida al mar cuando los monos dejasen de rodear sus salidas. La montaña descrita estaba al norte, saliendo del bosque y mostraba una forma de espiral que recordaba vagamente a la cola de un mono.
No tardó en darle muerte tras haberse asegurado de extraer la última pizca de información ante lo cual atravezó su pecho y usando a Aguja como si estuviera bordando abrir una herida lo bastante grande para exponer el interior del pecho, separando la piel y dejando un orificio cuyos extremos se conformaban de carne cubierta de escarcha. El corazón fue empalado todavía latiendo y ante la horrorizada mirada del bandido al ver su cuerpo siendo profanado de tal manera ya que pese al dolor, la sangre y el evidente daño no cayó inconsciente hasta ese momento en el cual sus ojos perdieron todo brillo.
—Si la información es correcta, llegaremos a esas montañas a pie sin complicaciones. Lo peligroso será lo que vayamos a encontrarnos, babuinos, animales hambrientos y los mismos bandidos. Si tienen una fruta será mejor no forzarlos a comerla, solo complicaría las cosas y aún estoy tratando de dominar la fuerza que me permita cortar a todo ser que consuma una... Le sugiero Señor John que utilicemos lo que sabemos a nuestro favor y sigamos una ruta que los bandidos no tiendan a vigilar.—
La herrera limpió su espada con sumo cuidado antes de guardarla en la manga de su kimono, sonriendo mientras estudiaba las posibles rutas y bebía algo de agua tras su interrogatorio. A lo mejor John hacía honor a su intelecto y a como encontró a ese tirador, encontrando también una ruta poco frecuentada por humanos y bestias. Era de esperarse que las demás todavía estuvieran en el centro de atención de los bandidos que ahora habían tomado la montaña como una fortaleza, pese a que creian estar a resguardo, la mujer conocía que hasta los mejores palacios tenían un punto frágil.
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Ya con los guantes limpios y desinfectados, agarré la cantimplora de mi cintura y bebí un poco de agua de su interior. Para luego observar como la señorita Sowon seguía pateando al tipo del suelo, hasta que esté se auto apuñalará contra la aguja de esta y se despertase por el dolor. La verdad es que me daba igual lo que hiciese con el tipo, al fin y al cabo, esté tenía intenciones de matarla, así que era normal que esta se desahogará y lo torturase sin piedad. Además si con eso conseguíamos la localización e más información sobre la banda mucho mejor.
Así que aprovechando que la señorita estaba ocupada sacándole información al bandido, decidí sacar otra de las barritas energéticas que me habían dado los exploradores y como el nombre de ellos indica, explorar un poco los alrededores, de aquel campamento masacrado. El cual se encontraba no muy lejos de la salida del bosque, apenas a 10 metros de esta. Donde al salir de él había un gran clareado sin ningún árbol, únicamente alguna gran piedra rodeada de arbustos, pero poco más. Hasta llegar a la falda de la gran montaña que había al norte de nuestra ubicación.
Observando el clareado, pude calcular una distancia de 1 kilometro, más o menos, entre el final del bosque y la falda de la montaña. Además de un espeso humo que salía desde la montaña, el cual gracias al viento que venía de cara, pudo oler claramente, aquello olía a fuego de barbacoa, ya que junto al olor de humo, pude distinguir un leve aroma a jabalí rustido. "La banda debe estar en aquella montaña escondida..." pensé puesto que dudaba mucho que los babuinos supiesen hacer fuego o directamente realizar una barbacoa. Con esa idea, analicé mejor la zona que deberíamos cruzar hasta llegar a la falda de la montaña, y para mi suerte, era imposible llegar a esta sin ser visto desde la montaña, así que pensé que la única forma iba a ser cruzar el claro en cuanto anocheciese, ya que la sombra del bosque y la montaña nos harían totalmente indetectables.
Con este plan ya en mente, volví al lado de la señorita Sowon, la que ya tenía al tipo hablando por los codos. Esté confirmaba mis sospechas, además de informarnos de que eran menos de 20 personas las que habían allí y además poseían una especie de fruta. "¿Que eran esas frutas? Debería preguntarle a Sowon..." pensé pero está después de acabar con la vida del bandido, empezó a hablarme sobre una fruta y una especie de habilidad para poder dañar a quien la consumiese. Aunque la verdad que no era alguien inculto, no tenía ni idea de que me hablaba, así que haciendo un gran esfuerzo le dije.
- Acabo de ir a investigar la zona, como decía el tipo, están en la montaña, vi un humo saliendo de esta, pero el problema es que deberíamos esperar al anochecer para acercarnos a esta. Hay casi un kilometro de claro, entre el final del bosque y la falda de la montaña. ¿Por cierto, que es esa fruta de la que hablaba el tipo? ¿Y esa habilidad que dices que aún no dominas?-
Aunque fui extenso y interesado en mi dialogo, se lo dije todo sin llegar a mirarla y algo nervioso, siempre mirando hacía otro lado, como a la lejanía.
Así que aprovechando que la señorita estaba ocupada sacándole información al bandido, decidí sacar otra de las barritas energéticas que me habían dado los exploradores y como el nombre de ellos indica, explorar un poco los alrededores, de aquel campamento masacrado. El cual se encontraba no muy lejos de la salida del bosque, apenas a 10 metros de esta. Donde al salir de él había un gran clareado sin ningún árbol, únicamente alguna gran piedra rodeada de arbustos, pero poco más. Hasta llegar a la falda de la gran montaña que había al norte de nuestra ubicación.
Observando el clareado, pude calcular una distancia de 1 kilometro, más o menos, entre el final del bosque y la falda de la montaña. Además de un espeso humo que salía desde la montaña, el cual gracias al viento que venía de cara, pudo oler claramente, aquello olía a fuego de barbacoa, ya que junto al olor de humo, pude distinguir un leve aroma a jabalí rustido. "La banda debe estar en aquella montaña escondida..." pensé puesto que dudaba mucho que los babuinos supiesen hacer fuego o directamente realizar una barbacoa. Con esa idea, analicé mejor la zona que deberíamos cruzar hasta llegar a la falda de la montaña, y para mi suerte, era imposible llegar a esta sin ser visto desde la montaña, así que pensé que la única forma iba a ser cruzar el claro en cuanto anocheciese, ya que la sombra del bosque y la montaña nos harían totalmente indetectables.
Con este plan ya en mente, volví al lado de la señorita Sowon, la que ya tenía al tipo hablando por los codos. Esté confirmaba mis sospechas, además de informarnos de que eran menos de 20 personas las que habían allí y además poseían una especie de fruta. "¿Que eran esas frutas? Debería preguntarle a Sowon..." pensé pero está después de acabar con la vida del bandido, empezó a hablarme sobre una fruta y una especie de habilidad para poder dañar a quien la consumiese. Aunque la verdad que no era alguien inculto, no tenía ni idea de que me hablaba, así que haciendo un gran esfuerzo le dije.
- Acabo de ir a investigar la zona, como decía el tipo, están en la montaña, vi un humo saliendo de esta, pero el problema es que deberíamos esperar al anochecer para acercarnos a esta. Hay casi un kilometro de claro, entre el final del bosque y la falda de la montaña. ¿Por cierto, que es esa fruta de la que hablaba el tipo? ¿Y esa habilidad que dices que aún no dominas?-
Aunque fui extenso y interesado en mi dialogo, se lo dije todo sin llegar a mirarla y algo nervioso, siempre mirando hacía otro lado, como a la lejanía.
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La herrera no se había percatado de lo que aquel muchacho hizo en su tiempo de interrogatorio, al girarse seguía en aquel sitio como si el tiempo no hubiera avanzado. Suspiró al notar que el muerto había dicho la verdad, hubiera odiado darle una muerte tan piadosa ante una mentira, centrando ahora su mirada en el rostro del joven quien parecía un niño preguntando por cosas que para Sowon dado su procedencia y el hecho de haber vivido más de un encuentro con frutas raras estaba más que familiarizada.
—Verá señor John, en este mundo existen personas con poderes especiales. Sé que un hombre de ciencia buscaría una justificación pero en resumidas cuentas hay un tipo especial de fruta. Las Frutas del Diablo, consumir una otorga poderes y confiere desventajas como todo en la vida. Sin embargo, si la persona que la consume usa su cerebro puede volverse un enemigo de temer con tan solo la fruta adecuada.—
La mujer sonrió mientras el viento les rodeaba y una de sus manos sostenía parte de su cabello. La aparición de un babuino no detuvo la serenidad de la mujer, serviría de ejemplo para explicarle lo que había estado haciendo en sus días de guardaespaldas y en las noches mediante su forja, buscando potenciar la habilidad más ambigua de todas: el haki.
—En cuanto a ese poder algunos le llaman voluntad, otros le ponen un nombre más místico. Por lo que me han dicho quienes me mostraron estearte se le conoce como Haki. Y uno en particular sirve para potenciar los ataques y cortar cosas que uno generalmente no podría tocar.—
La mujer y el humandrilo se adentraron en una demostración de destreza, las espadas chocaron una y otra vez mientras el primate gruñía rugiendo y erizando su pelaje ante la atenta mirada de la mujer cuyas pupilas parecieron reducirse a la par que la luz solar entre los árboles acariciaba la bella hoja damasquina de Minazuki.
—Los humandrilos adultos dominan esta fuerza, prueba de ello es que sus espadas no se rompen con el mero contacto de mi arma. Un arma profesional, bella, exquisita y cuya dureza es envidiable. Que un mero sable pueda hacerle frente es algo imposible, pero es ahí cuando el haki entra en acción...—
La mujer se avalanzó esta vez cerrando sus ojos mientras envainaba a Minazuki. Su mundo se volvió oscuro mientras los gruñidos de la bestia se alejaban y el mundo a su alrededor solo era un lago de sangre. El viento fue reemplazado por el sonido mental de un goteo, gotas que parecían deslizarse desde la punta de su espada. Buscaba sentir ese calor, esa voz que nacía de su espada y envolvía su cuerpo en un deseo ardiente, mantuvo su postura mientras una gota de sudor se deslizaba por su mejilla.
Al tomar la empuñadura de su arma pudo sentirlo, una especie de armadura que comenzaba a recorrer el filo de su compañera, cada vez más definida y más real. Abrió los ojos, encontrandose cara a cara con el babuino, su mano rápidamente desenvainó y en lo que fue un abrir y cerrar de ojos Minazuki se abrió paso por el sable oxidado y separó el cuello del primate de su cuerpo que se mantuvo de pie hasta caer bruscamente sobre la hierba.
—Como puede ver, no es que mi espada no sea filosa pero no hay arma que no aprecie un poco de motivación. Sin embargo, este poder tiene sus límites, hacer un corte se siente más pesado, es complicado de acumular al menos en mi conocimiento actual y no siempre es tan drástico. Intuyo que hay diferentes grados de maestría, pero es un arte del cual recién me estoy iniciando. Lo que puedo decirle es que requiere una fuerte conexión con una emoción u objetivo...—
Sowon envainó su espada satisfecha de su explicación y caminó hasta la ubicación del muchacho.
—Ya que sugiere esperar hasta la noche, deberíamos centrarnos en mantener nuestra energía y no entrar en combates innecesarios ya que los simios como comenté son impredecibles. Si seguimos el viento puede que logremos evitarlos, parecen nerviosos por estos vendavales.—
La mujer señaló un camino atravezado por una intensa corriente de aire, sugiriendo estar cerca del viento para que los babuinos evitasen su ubicación hasta el anochecer. Bebió de su calabaza mientras tomaba asiento sobre una roca cercana, era impaciente por lo que comenzó a bordar algunas telas para matar el tiempo, a una velocidad manual inusualmente rápida.
—Verá señor John, en este mundo existen personas con poderes especiales. Sé que un hombre de ciencia buscaría una justificación pero en resumidas cuentas hay un tipo especial de fruta. Las Frutas del Diablo, consumir una otorga poderes y confiere desventajas como todo en la vida. Sin embargo, si la persona que la consume usa su cerebro puede volverse un enemigo de temer con tan solo la fruta adecuada.—
La mujer sonrió mientras el viento les rodeaba y una de sus manos sostenía parte de su cabello. La aparición de un babuino no detuvo la serenidad de la mujer, serviría de ejemplo para explicarle lo que había estado haciendo en sus días de guardaespaldas y en las noches mediante su forja, buscando potenciar la habilidad más ambigua de todas: el haki.
—En cuanto a ese poder algunos le llaman voluntad, otros le ponen un nombre más místico. Por lo que me han dicho quienes me mostraron estearte se le conoce como Haki. Y uno en particular sirve para potenciar los ataques y cortar cosas que uno generalmente no podría tocar.—
La mujer y el humandrilo se adentraron en una demostración de destreza, las espadas chocaron una y otra vez mientras el primate gruñía rugiendo y erizando su pelaje ante la atenta mirada de la mujer cuyas pupilas parecieron reducirse a la par que la luz solar entre los árboles acariciaba la bella hoja damasquina de Minazuki.
—Los humandrilos adultos dominan esta fuerza, prueba de ello es que sus espadas no se rompen con el mero contacto de mi arma. Un arma profesional, bella, exquisita y cuya dureza es envidiable. Que un mero sable pueda hacerle frente es algo imposible, pero es ahí cuando el haki entra en acción...—
La mujer se avalanzó esta vez cerrando sus ojos mientras envainaba a Minazuki. Su mundo se volvió oscuro mientras los gruñidos de la bestia se alejaban y el mundo a su alrededor solo era un lago de sangre. El viento fue reemplazado por el sonido mental de un goteo, gotas que parecían deslizarse desde la punta de su espada. Buscaba sentir ese calor, esa voz que nacía de su espada y envolvía su cuerpo en un deseo ardiente, mantuvo su postura mientras una gota de sudor se deslizaba por su mejilla.
Al tomar la empuñadura de su arma pudo sentirlo, una especie de armadura que comenzaba a recorrer el filo de su compañera, cada vez más definida y más real. Abrió los ojos, encontrandose cara a cara con el babuino, su mano rápidamente desenvainó y en lo que fue un abrir y cerrar de ojos Minazuki se abrió paso por el sable oxidado y separó el cuello del primate de su cuerpo que se mantuvo de pie hasta caer bruscamente sobre la hierba.
—Como puede ver, no es que mi espada no sea filosa pero no hay arma que no aprecie un poco de motivación. Sin embargo, este poder tiene sus límites, hacer un corte se siente más pesado, es complicado de acumular al menos en mi conocimiento actual y no siempre es tan drástico. Intuyo que hay diferentes grados de maestría, pero es un arte del cual recién me estoy iniciando. Lo que puedo decirle es que requiere una fuerte conexión con una emoción u objetivo...—
Sowon envainó su espada satisfecha de su explicación y caminó hasta la ubicación del muchacho.
—Ya que sugiere esperar hasta la noche, deberíamos centrarnos en mantener nuestra energía y no entrar en combates innecesarios ya que los simios como comenté son impredecibles. Si seguimos el viento puede que logremos evitarlos, parecen nerviosos por estos vendavales.—
La mujer señaló un camino atravezado por una intensa corriente de aire, sugiriendo estar cerca del viento para que los babuinos evitasen su ubicación hasta el anochecer. Bebió de su calabaza mientras tomaba asiento sobre una roca cercana, era impaciente por lo que comenzó a bordar algunas telas para matar el tiempo, a una velocidad manual inusualmente rápida.
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"¿Frutas que al consumirlas dan poderes y generan desventajas? Que cosa más fantástica e ilógica" pensé esbozando una pequeña sonrisa, la verdad que aunque me había criado rodeado de científicos, en particular mis padres, era cierto lo que decía Sowon, que estos siempre necesitaban una formula o justificación para creer algo, pero al contrario de ellos, a mi me encantaba soñar y no era nada excéntrico ni negacionista de las cosas que se salían de la lógica, más bien al contrario, me creaban expectación y ganas de experimentarlas. Por lo que un montón de preguntas asolaron mi mente. "¿Que tipo de poderes daban?, ¿Se podían consumir más de una?...."
Estaba perdido en mis pensamientos, cuando un fuerte olor, el que distinguí como el olor de un babuino, llego a mi olfato, girando la cabeza y viendo uno de ellos enfrente de la señorita Sowon. Antes incluso de poder avisarla que tuviese cuidado, esta empezó a intercambiar espadazos, mientras me hablaba sobre una energía o poder el cual, por su explicación, se me hacía muy similar a lo que en el Kung fu se le llamaba ki. Poder que aún no había conseguido desarrollar, puesto que tampoco llevaba mucho tiempo en la disciplina y solo me había centrado en conocer las poses básicas y el uso de las armas. "Si unos simples babuinos ya dominan este poder... debo esforzarme en desarrollarlo yo también..." me dije a sabiendas que algún día podría encontrarme con un enemigo que lo usase y que se me hiciese imposible conseguir esa recompensa, sobre todo, odiando como odio no conseguir mis objetivos.
Cuando la señorita pareció ya estar aburrida de intercambiar golpes y ya parecía haber acabado la explicación, envaino la espada a la vez que cerraba los ojos, para luego desenvainar la espada, la cual parecía estar recubierta por unas llamas oscuras, realizar un rápido movimiento partiendo por la mitad la espada del babuino y separando la cabeza del cuerpo de este. Para luego seguir hablando de tal forma que se le notaba una gran admiración/orgullo por su espada, pero también diciendo que había utilizado ese poder, al cual había llamado Haki, para poder romper la espada del babuino y que la clave para dominar este poder era centrarse en una emoción o objetivo. A lo que asentí con la cabeza y volví a perderme en mis pensamientos, sin llegar a escuchar lo demás que me dijo. Pero sí me puse a caminar a su lado, sin saber donde íbamos.
"Frutas que otorgan poderes y una habilidad, que permite aumentar el poder si se domina... pienso que hice bien en superar mi timidez y preguntarle sobre ello, la verdad que ha sido una breve pero muy interesante enseñanza" seguía perdido en mis pensamientos mientras notaba el fuerte viento a mi espalda, el cual me puso la capucha del abrigo, ocultando mi rostro pensativo. "Para desarrollar y dominar ese poder, hay que centrarse en una emoción o objetivo... esto es similar a la filosofía de la meditación... ¿puede ser que está a la larga me ayudé a poder dominar el haki?"
Perdido en mis pensamientos llegamos a otra salida del bosque, al recibir el aumento de luz en la cara, salí de mis pensamientos y observe un pequeño claro, algo más alejado de la montaña que la salida que yo había encontrado, pero con la diferencia, que entre la salida del bosque y la montaña, había una gran roca a una distancia suficiente lejana del bosque, para ver desde esta, quien podría salir de este, pero a la vez no tan lejana, para poder movernos hasta ella sin ser vistos desde la montaña.
- Señorita Sowon, escondámonos allí, podemos sentarnos bajo esa roca a esperar la noche.- le dije con voz tranquila, pero sin mirarla en ningún momento. Para luego empezar a caminar hasta la roca.
Estaba perdido en mis pensamientos, cuando un fuerte olor, el que distinguí como el olor de un babuino, llego a mi olfato, girando la cabeza y viendo uno de ellos enfrente de la señorita Sowon. Antes incluso de poder avisarla que tuviese cuidado, esta empezó a intercambiar espadazos, mientras me hablaba sobre una energía o poder el cual, por su explicación, se me hacía muy similar a lo que en el Kung fu se le llamaba ki. Poder que aún no había conseguido desarrollar, puesto que tampoco llevaba mucho tiempo en la disciplina y solo me había centrado en conocer las poses básicas y el uso de las armas. "Si unos simples babuinos ya dominan este poder... debo esforzarme en desarrollarlo yo también..." me dije a sabiendas que algún día podría encontrarme con un enemigo que lo usase y que se me hiciese imposible conseguir esa recompensa, sobre todo, odiando como odio no conseguir mis objetivos.
Cuando la señorita pareció ya estar aburrida de intercambiar golpes y ya parecía haber acabado la explicación, envaino la espada a la vez que cerraba los ojos, para luego desenvainar la espada, la cual parecía estar recubierta por unas llamas oscuras, realizar un rápido movimiento partiendo por la mitad la espada del babuino y separando la cabeza del cuerpo de este. Para luego seguir hablando de tal forma que se le notaba una gran admiración/orgullo por su espada, pero también diciendo que había utilizado ese poder, al cual había llamado Haki, para poder romper la espada del babuino y que la clave para dominar este poder era centrarse en una emoción o objetivo. A lo que asentí con la cabeza y volví a perderme en mis pensamientos, sin llegar a escuchar lo demás que me dijo. Pero sí me puse a caminar a su lado, sin saber donde íbamos.
"Frutas que otorgan poderes y una habilidad, que permite aumentar el poder si se domina... pienso que hice bien en superar mi timidez y preguntarle sobre ello, la verdad que ha sido una breve pero muy interesante enseñanza" seguía perdido en mis pensamientos mientras notaba el fuerte viento a mi espalda, el cual me puso la capucha del abrigo, ocultando mi rostro pensativo. "Para desarrollar y dominar ese poder, hay que centrarse en una emoción o objetivo... esto es similar a la filosofía de la meditación... ¿puede ser que está a la larga me ayudé a poder dominar el haki?"
Perdido en mis pensamientos llegamos a otra salida del bosque, al recibir el aumento de luz en la cara, salí de mis pensamientos y observe un pequeño claro, algo más alejado de la montaña que la salida que yo había encontrado, pero con la diferencia, que entre la salida del bosque y la montaña, había una gran roca a una distancia suficiente lejana del bosque, para ver desde esta, quien podría salir de este, pero a la vez no tan lejana, para poder movernos hasta ella sin ser vistos desde la montaña.
- Señorita Sowon, escondámonos allí, podemos sentarnos bajo esa roca a esperar la noche.- le dije con voz tranquila, pero sin mirarla en ningún momento. Para luego empezar a caminar hasta la roca.
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La herrera detuvo su bordado al ver que John comenzaba a caminar sin rumbo definido entre los árboles con el viento en su espalda. No tardó en seguirlo para evitar perder un activo que podría servirle de cebo para los peces gordos que hubiesen habitado las montañas. Al llegar a la roca la mujer examinó los alrededores y le pareció adecuada la decisión aunque más precavida utilizó su fruta para crear tela que imitase la textura de la misma y se envolvió con esta luego de darle una similar al muchacho.
—Con esta tela sirviendo de camuflaje nos será sencillo protegernos del viento y hacer que no puedan destinguirnos de lejos. Ahora solo resta esperar al anochecer, pese a esto ser lo más molesto ya que detesto esperar sin hacer nada...—
La mujer se sentó contra la roca, la tela con la que se había envuelto daba la ilusión de fundirse hasta ser parte de la misma piedra, ocultando la figura de la herrera de la cual solo su rostro era visible. Cerró sus ojos, pareciendo dormirse aunque en realidad intentaba meditar en sus pensamientos tal y como había leído tras despertar su haki hacía un tiempo mientras forjaba.
Su mente divagaba entre torturas y rostros del pasado, encontrando para su sorpresa que pese a su actitud y el temor que pudiese infundir se encontraba inusualmente rodeada de clientes y objetos de utilidad que le consideraban alguien de confianza. Se concentró eliminando estos rostros hasta solo sentir la presencia de Minazuki e ir alejando el sonido de las hojas acariciadas por el viento hasta escuchar el retumbar de la lluvia de sangre.
Sintió el sabor oxidado y el aroma a metal quemado, mentalmente volvió a su forja para martillar nuevamente a Minazuki hasta verla nacer una y otra vez. Escuchar su voz, sentir su aroma, deleitarse ante la primer gota de sangre que había bautizado su hoja al cortarse con ella en un acto de devoción mutua. Verle consumir cada gota en su inmaculada hoja y ahora adaptarse a este nuevo poder lentamente volviendose parte inseparable de su persona.
—Oh, debí haberme distraído...—
Abrió sus ojos siendo recibida por las estrellas y la luz de la medialuna sobre su cabeza. Había sido una meditación profunda durante la cual apenas había sentido el mundo real y esperaba no haberse perdido de mucho. El viento era ahora tranquilo aunque no dejaba de soplar con fuerza según en cual dirección, bajo el manto de las sombras ahora la herrera estaba segura de poder atacar la montaña.
—Señor John, es mejor tomar el camino en el cual veamos más oscuridad. Será sencillo entrar a su guarida desde las penumbras dado a que centrarán sus esfuerzos en los babuinos. Puedo escucharles bramar a la distancia.—
La noche era la hora favorita de los humandrilos quienes no temían en anunciarse y desafiar a todo extraño que siguiese su provocación. La jauría parecía avanzar a la montaña empujada poe el viento y los deseos de sangre. Sowon se desprendió de la capa que había estado utilizando para camuflarse y acarició lentamente la empuñadura de Minazuki que antaño había sido un hueso humano. El momento de complacer a su arma estaba finalmente llegando.
—Con esta tela sirviendo de camuflaje nos será sencillo protegernos del viento y hacer que no puedan destinguirnos de lejos. Ahora solo resta esperar al anochecer, pese a esto ser lo más molesto ya que detesto esperar sin hacer nada...—
La mujer se sentó contra la roca, la tela con la que se había envuelto daba la ilusión de fundirse hasta ser parte de la misma piedra, ocultando la figura de la herrera de la cual solo su rostro era visible. Cerró sus ojos, pareciendo dormirse aunque en realidad intentaba meditar en sus pensamientos tal y como había leído tras despertar su haki hacía un tiempo mientras forjaba.
Su mente divagaba entre torturas y rostros del pasado, encontrando para su sorpresa que pese a su actitud y el temor que pudiese infundir se encontraba inusualmente rodeada de clientes y objetos de utilidad que le consideraban alguien de confianza. Se concentró eliminando estos rostros hasta solo sentir la presencia de Minazuki e ir alejando el sonido de las hojas acariciadas por el viento hasta escuchar el retumbar de la lluvia de sangre.
Sintió el sabor oxidado y el aroma a metal quemado, mentalmente volvió a su forja para martillar nuevamente a Minazuki hasta verla nacer una y otra vez. Escuchar su voz, sentir su aroma, deleitarse ante la primer gota de sangre que había bautizado su hoja al cortarse con ella en un acto de devoción mutua. Verle consumir cada gota en su inmaculada hoja y ahora adaptarse a este nuevo poder lentamente volviendose parte inseparable de su persona.
—Oh, debí haberme distraído...—
Abrió sus ojos siendo recibida por las estrellas y la luz de la medialuna sobre su cabeza. Había sido una meditación profunda durante la cual apenas había sentido el mundo real y esperaba no haberse perdido de mucho. El viento era ahora tranquilo aunque no dejaba de soplar con fuerza según en cual dirección, bajo el manto de las sombras ahora la herrera estaba segura de poder atacar la montaña.
—Señor John, es mejor tomar el camino en el cual veamos más oscuridad. Será sencillo entrar a su guarida desde las penumbras dado a que centrarán sus esfuerzos en los babuinos. Puedo escucharles bramar a la distancia.—
La noche era la hora favorita de los humandrilos quienes no temían en anunciarse y desafiar a todo extraño que siguiese su provocación. La jauría parecía avanzar a la montaña empujada poe el viento y los deseos de sangre. Sowon se desprendió de la capa que había estado utilizando para camuflarse y acarició lentamente la empuñadura de Minazuki que antaño había sido un hueso humano. El momento de complacer a su arma estaba finalmente llegando.
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Antes de empezar a caminar hasta la roca, la señorita Sowon me paró y me dio lo que parecía una capa, diciéndome que con esto podríamos traspasar el pequeño descampado sin que se nos identificase. Al principio la miré con cara extrañado, la verdad que no sabía de donde había sacado de golpe esas capas y mucho menos confiaba en que estas funcionasen, pero para mi sorpresa, cuando me la puse por encima y me miré las piernas, no las veía, solo veía el paisaje que tenía detrás.
Así que envueltos en esas capas, nos dirigimos hacía la gran roca. El llegar a ella, no fue fácil, ya que el viento soplaba con fuerza en esa área descubierta, pero al llegar a la roca, todo cambió, esta paraba bastante el viento, convirtiéndose en una suave brisa. Al llegar a la roca, nos sentamos a relajarnos, tanto que vi como la señorita Sowon cerraba los ojos y se sumergía en sus pensamientos.
Aprovechando esto, me sumergí yo también en los míos, tenía muchas cosas en las que pensar. Como en el Haki y las frutas del diablo de los cuales me había hablado la señorita Sowon, pero también de estas primeras interacciones que he tenido con las personas que he conocido hasta ahora, como los simpáticos exploradores y la particular señorita Sowon, la que era bastante singular, y a primera vista podría verse como alguien impenetrable, hasta el punto de dar miedo, pero conmigo no se había comportado nada mal, algo fría al principio, pero después era una persona muy educada, que no le importaba ayudarte o enseñarte cualquier cosa que pudiese y menos aún que dudase de si misma, esta tenía mucha confianza en si misma a la hora de relacionarse con la gente.
Todo esto, me hacía pensar en como debería actuar yo. Debería seguir siendo tímido y miedoso a la hora de relacionarme con la gente o debería confiar más en mi mismo y no dudar de mi. Seguramente no siempre se caerá bien a la gente o todo el mundo piense bien sobre uno, pero al menos debería esforzarme y no dudar de mi, al fin y al cabo, a quien le guste bien y a quien no también.
Y con este pensamiento abrí los ojos decidido a comerme el mundo y no dudar de mi, dándome en ese momento que había perdido el sentido del tiempo. Era de noche, las estrellas brillaban en el cielo, en el cual no había ninguna nube, algo normal con aquel temporal con tanto viento. Miré a Sowon y esta parecía haber despertado también en aquel momento, nos levantamos y nos quitamos casi al unísono la capa que nos cubría. Luego de esto me indico que deberíamos buscar el camino más oscuro puesto que la noche era bastante despejada y la luz de la luna nos iluminaría. También me informo que escuchaba un grupo de babuinos dirigiéndose hacia la montaña.
Me puse en camino hacía la montaña, sin prisa pero sin pausa, buscando las sombras y ocultándome de la luz de la luna, y también atento a no caer en ninguna emboscada, ni por babuinos ni por bandidos.
Así que envueltos en esas capas, nos dirigimos hacía la gran roca. El llegar a ella, no fue fácil, ya que el viento soplaba con fuerza en esa área descubierta, pero al llegar a la roca, todo cambió, esta paraba bastante el viento, convirtiéndose en una suave brisa. Al llegar a la roca, nos sentamos a relajarnos, tanto que vi como la señorita Sowon cerraba los ojos y se sumergía en sus pensamientos.
Aprovechando esto, me sumergí yo también en los míos, tenía muchas cosas en las que pensar. Como en el Haki y las frutas del diablo de los cuales me había hablado la señorita Sowon, pero también de estas primeras interacciones que he tenido con las personas que he conocido hasta ahora, como los simpáticos exploradores y la particular señorita Sowon, la que era bastante singular, y a primera vista podría verse como alguien impenetrable, hasta el punto de dar miedo, pero conmigo no se había comportado nada mal, algo fría al principio, pero después era una persona muy educada, que no le importaba ayudarte o enseñarte cualquier cosa que pudiese y menos aún que dudase de si misma, esta tenía mucha confianza en si misma a la hora de relacionarse con la gente.
Todo esto, me hacía pensar en como debería actuar yo. Debería seguir siendo tímido y miedoso a la hora de relacionarme con la gente o debería confiar más en mi mismo y no dudar de mi. Seguramente no siempre se caerá bien a la gente o todo el mundo piense bien sobre uno, pero al menos debería esforzarme y no dudar de mi, al fin y al cabo, a quien le guste bien y a quien no también.
Y con este pensamiento abrí los ojos decidido a comerme el mundo y no dudar de mi, dándome en ese momento que había perdido el sentido del tiempo. Era de noche, las estrellas brillaban en el cielo, en el cual no había ninguna nube, algo normal con aquel temporal con tanto viento. Miré a Sowon y esta parecía haber despertado también en aquel momento, nos levantamos y nos quitamos casi al unísono la capa que nos cubría. Luego de esto me indico que deberíamos buscar el camino más oscuro puesto que la noche era bastante despejada y la luz de la luna nos iluminaría. También me informo que escuchaba un grupo de babuinos dirigiéndose hacia la montaña.
Me puse en camino hacía la montaña, sin prisa pero sin pausa, buscando las sombras y ocultándome de la luz de la luna, y también atento a no caer en ninguna emboscada, ni por babuinos ni por bandidos.
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Avanzar por la oscuridad no era demasiado tedioso en una noche despejada pese a tener que sortear algunos obstáculos propios del entorno boscoso. Lentamente la lejana colina se fue volviendo más grande mientras el olor a pólvora y químicos farmaceuticos reptaba por el ambiente cuantos más pasos se dieran. La mujer bebió de su calabaza para refrescar su garganta, temía que no tuviera momento de hacerlo más adelante, llegaron hasta una zona cubierta de matorrales que marcaba un límite bastante estrecho entre el bosque y la colina.
Era curioso como la isla podía parecer enorme pero al llegar a los extremos más cercanos al agua se vislumbraba lo cercano que estaba todo. Los babuinos que había escuchado era un reducido grupo que alterados y desorientados por el viento se habían alejado de sus tribus. Los bandidos habían sido astutos y dinamitado parte de la colina que dado su forma de espiral ascendente daba la impresión de ser un cuerpo montañoso.
Sin embargo, los monos demostraban un grado de inteligencia superior a otras bestias, lanzando proyectiles desde los árboles y saltando entre las ramas para no ser localizados. Era una improvisada guerra de trincheras en la cual ninguno de los bandos tomaba acción en los lados de la colina siendo este el punto débil que la herrera tomó para ingresar a la guarida.
El estrecho pasadizo descendente se fue alargando mientras se dividía en un gran grupo de cavernas. Los forajidos habían estado ocupados ampliando las cuevas naturales siendo que algunas paredes mostraban muescas impropias de la erosión natural. Se detuvo frente a una encrucijada, viendo la oportunidad perfecta para dividirse y localizar a sus objetivos de manera sencilla.
—Señor Jhon, iré por la derecha y usted por la izquierda. Puede que más adelante estén nuestras presas, sin embargo, tenga presente que estas cuevas pueden estar plagadas de trampas o laberintos.—
La herrera comenzó su andar estudiando el complejo túnel que se extendía delante de ella, aunque tras recorrer un rato el solitario paisaje vislumbró una luz tenue y una sombra a unos metros. Utilizó sus ojos para hacer zoom, reconociendo que la luz era artificial dado el inestable movimiento de la sombra y la cálida luz que bañaba el recoveco que conectaba al pasaje.
Sonrió tocando con su mano a minazuki y avanzando lentamente, había dado con una de las habitaciones e incluso estaba temporalmente habitada. Desconocía si era la sala de tesoros, la recamara de su presa o algo de menor valor pero su espada estaba ansiosa por consumir sangre y la mujer ya había estado demasiado tiempo sin tener una emoción fuerte.
Era curioso como la isla podía parecer enorme pero al llegar a los extremos más cercanos al agua se vislumbraba lo cercano que estaba todo. Los babuinos que había escuchado era un reducido grupo que alterados y desorientados por el viento se habían alejado de sus tribus. Los bandidos habían sido astutos y dinamitado parte de la colina que dado su forma de espiral ascendente daba la impresión de ser un cuerpo montañoso.
Sin embargo, los monos demostraban un grado de inteligencia superior a otras bestias, lanzando proyectiles desde los árboles y saltando entre las ramas para no ser localizados. Era una improvisada guerra de trincheras en la cual ninguno de los bandos tomaba acción en los lados de la colina siendo este el punto débil que la herrera tomó para ingresar a la guarida.
El estrecho pasadizo descendente se fue alargando mientras se dividía en un gran grupo de cavernas. Los forajidos habían estado ocupados ampliando las cuevas naturales siendo que algunas paredes mostraban muescas impropias de la erosión natural. Se detuvo frente a una encrucijada, viendo la oportunidad perfecta para dividirse y localizar a sus objetivos de manera sencilla.
—Señor Jhon, iré por la derecha y usted por la izquierda. Puede que más adelante estén nuestras presas, sin embargo, tenga presente que estas cuevas pueden estar plagadas de trampas o laberintos.—
La herrera comenzó su andar estudiando el complejo túnel que se extendía delante de ella, aunque tras recorrer un rato el solitario paisaje vislumbró una luz tenue y una sombra a unos metros. Utilizó sus ojos para hacer zoom, reconociendo que la luz era artificial dado el inestable movimiento de la sombra y la cálida luz que bañaba el recoveco que conectaba al pasaje.
Sonrió tocando con su mano a minazuki y avanzando lentamente, había dado con una de las habitaciones e incluso estaba temporalmente habitada. Desconocía si era la sala de tesoros, la recamara de su presa o algo de menor valor pero su espada estaba ansiosa por consumir sangre y la mujer ya había estado demasiado tiempo sin tener una emoción fuerte.
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Después de tomar todo tipo de precauciones llegamos a la falda de la gran montaña, donde observamos como tanto los bandidos como el diminuto grupo de babuinos se encontraban en un intercambio de proyectiles, unos, los bandidos, con escopetas y rifles, y los otros, los babuinos, con piedras y trozos de troncos.
Aprovechando la trifulca y la falta de vigilancia en los costados por esta, nos infiltramos a la montaña por una estrecha pendiente, la cual nos llevo a una bifurcación en forma de túneles, los cuales se notaban que habían estado modificados por los bandidos, ya que estos presentaban marcas hechas por picos y palas.
Al llegar a la bifurcación, la señorita Sowon propuso separarnos e ir cada uno por uno de ellos, algo que no me pareció nada mal, porque la verdad que prefería trabajar solo y además separándonos, tendríamos más posibilidades de llegar a nuestro objetivo sin que este pudiese escaparse.
- Sin problema, nos vemos al otro lado.- le contesté a la vez que la miraba y levantaba la mano con el puño apretado y el pulgar en alto, en forma de aceptación y que no se preocupase. Lo hice sin pensar, luego me miré y baje la mano rápidamente, y me introduje en la montaña a través de esa cueva algo avergonzado.
Pero esta desapareció de golpe, al sentirme tonto, porque me había dicho a mi mismo, que nunca más me avergonzaría de mi, tanto social como laboralmente. Así que sin pensar más en ello y decidido a alcanzar mi objetivo fui avanzando en aquel gran laberinto. Al principio no me percaté de nada, al menos visualmente o por mi olfato, puesto que el pitido constante de mi oído bueno me impedían escuchar nada.
La oscuridad del lugar, me impedía avanzar tranquilamente, así que decidí pararme un momento, para acomodar la vista a la oscuridad y poder ver mejor. Llevaba 2 minutos parado pegado a una de las paredes del túnel, cuando empecé a ver con más claridad lo que tenía enfrente, y suerte que había parado, ya que delante de mi había un gran agujero de unos 3 metros de profundidad y 6 de largo, imposible de saltar, repleto de cañas de bambú afiladas, en forma de pinchos, clavadas en el fondo.
Observando todo para encontrar una forma de pasar, vi que había un pequeño camino en uno de los lados, con la anchura justa para pasar lateralmente, cosa que hice sin pensarlo. Encontrar esa trampa, solo podía decir, que iba por el buen camino, seguro que la hicieron por si llegaban los babuinos hasta aquel lugar. Mientras avanzaba no veía ninguna otra trampa, solo notaba que la cueva cada vez se hacía más pequeña habiendo cada vez menos marcas de picos y palas en los laterales.
Aprovechando la trifulca y la falta de vigilancia en los costados por esta, nos infiltramos a la montaña por una estrecha pendiente, la cual nos llevo a una bifurcación en forma de túneles, los cuales se notaban que habían estado modificados por los bandidos, ya que estos presentaban marcas hechas por picos y palas.
Al llegar a la bifurcación, la señorita Sowon propuso separarnos e ir cada uno por uno de ellos, algo que no me pareció nada mal, porque la verdad que prefería trabajar solo y además separándonos, tendríamos más posibilidades de llegar a nuestro objetivo sin que este pudiese escaparse.
- Sin problema, nos vemos al otro lado.- le contesté a la vez que la miraba y levantaba la mano con el puño apretado y el pulgar en alto, en forma de aceptación y que no se preocupase. Lo hice sin pensar, luego me miré y baje la mano rápidamente, y me introduje en la montaña a través de esa cueva algo avergonzado.
Pero esta desapareció de golpe, al sentirme tonto, porque me había dicho a mi mismo, que nunca más me avergonzaría de mi, tanto social como laboralmente. Así que sin pensar más en ello y decidido a alcanzar mi objetivo fui avanzando en aquel gran laberinto. Al principio no me percaté de nada, al menos visualmente o por mi olfato, puesto que el pitido constante de mi oído bueno me impedían escuchar nada.
La oscuridad del lugar, me impedía avanzar tranquilamente, así que decidí pararme un momento, para acomodar la vista a la oscuridad y poder ver mejor. Llevaba 2 minutos parado pegado a una de las paredes del túnel, cuando empecé a ver con más claridad lo que tenía enfrente, y suerte que había parado, ya que delante de mi había un gran agujero de unos 3 metros de profundidad y 6 de largo, imposible de saltar, repleto de cañas de bambú afiladas, en forma de pinchos, clavadas en el fondo.
Observando todo para encontrar una forma de pasar, vi que había un pequeño camino en uno de los lados, con la anchura justa para pasar lateralmente, cosa que hice sin pensarlo. Encontrar esa trampa, solo podía decir, que iba por el buen camino, seguro que la hicieron por si llegaban los babuinos hasta aquel lugar. Mientras avanzaba no veía ninguna otra trampa, solo notaba que la cueva cada vez se hacía más pequeña habiendo cada vez menos marcas de picos y palas en los laterales.
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Su espada apuntaba al cuello del bandido que había dejado caer las llaves sobre el pedregoso suelo asustado al ver aparecer a alguien desde sus espaldas. La herrera intuyó que las llaves bastaban para abrir la rudimentaria puerta de madera que habían colocado para tapiar lo que antiguamente era un pasaje natural y por cuya madera se filtraba la tenue luz de vela.
El hombre susurró que su jefe estaba reunido con un supuesto traidor dentro y que no quería interrupciones. Al preguntar sobre el otro pasaje el mismo hombre reconoció que ese lugar estaba prohibido para otros miembros de la banda ya que era donde guardaban el botín y solo un explorador inteligente podría llegar al final sin matarse con alguna trampa.
—Interesante... supongo que el señor John deberá probar suerte otra vez y decidir que hacer con lo que se encuentre.—
Suspiró la mujer quien cortó la cabeza de su informante una vez no tuviese ninguna utilidad y utilizó las llaves para adentrarse en los aposentos de su objetivo. Un adolescente de cuerpo tonificado y una mano de metal quien esgrimía una mirada salvaje mientras golpeaba a lo que antaño era uno de sus secuaces.
—¿Quién demonios te ha dejado entrar?—
—Es un placer conocernos Elijah "Revoltoso" Gunner... ofrecen más de diez millones por tu cabeza. Asesino, ladrón y estafador en más de un puerto acusado también de atentados.—
El joven ladeó la cabeza observando a la mujer sin mucho interés, le gustaban las peleas igualadas físicamente y si algo notaba era que Sowon no era su tipo. No tardó mucho en intentar golpearle solo para ser evadido al la mujer deslizarse suavemente hacia un costado para realizar un corte frontal desde esa posición.
La espada chocó contra la piel pero pese a la increíble destreza y precisión del corte solo había causado una herida superficial en el torso del joven que lentamente sangraba. Al parecer era un usuario del haki, uno bastante bueno y quizás la presa más peligrosa que la herrera había cazado.
Huir no era una opción, cerró los ojos mientras envainaba la hoja de Minazuki y se colocaba en una postura más defensiva. Su mirada se tornó roja y penetrante a la par que una sonrisa se dibujó en su mirada, el estar cerca de la muerte siempre la "encendía".
—Bailemos mi buen señor, veamos si mi espada logra cortar su cuello o su puño es capaz de triturar mi rostro primero, sea cual sea el resultado espero que no me defraude.—
Su lengua relamió sus labios de una manera obsena mientras imaginaba y visualizaba el cuerpo del criminal bañado en un lago de su propia sangre. El bandido pareció ponerse serio ante esta actitud de su oponente, estaba tan loca que su cuerpo temblaba involuntariamente dado la adrenalina del momento. Tras unos instantes de silencio, el sonido del metal chocando inundó la habitación y retumbó por los canales de la cueva una y otra vez.
El hombre susurró que su jefe estaba reunido con un supuesto traidor dentro y que no quería interrupciones. Al preguntar sobre el otro pasaje el mismo hombre reconoció que ese lugar estaba prohibido para otros miembros de la banda ya que era donde guardaban el botín y solo un explorador inteligente podría llegar al final sin matarse con alguna trampa.
—Interesante... supongo que el señor John deberá probar suerte otra vez y decidir que hacer con lo que se encuentre.—
Suspiró la mujer quien cortó la cabeza de su informante una vez no tuviese ninguna utilidad y utilizó las llaves para adentrarse en los aposentos de su objetivo. Un adolescente de cuerpo tonificado y una mano de metal quien esgrimía una mirada salvaje mientras golpeaba a lo que antaño era uno de sus secuaces.
—¿Quién demonios te ha dejado entrar?—
—Es un placer conocernos Elijah "Revoltoso" Gunner... ofrecen más de diez millones por tu cabeza. Asesino, ladrón y estafador en más de un puerto acusado también de atentados.—
El joven ladeó la cabeza observando a la mujer sin mucho interés, le gustaban las peleas igualadas físicamente y si algo notaba era que Sowon no era su tipo. No tardó mucho en intentar golpearle solo para ser evadido al la mujer deslizarse suavemente hacia un costado para realizar un corte frontal desde esa posición.
La espada chocó contra la piel pero pese a la increíble destreza y precisión del corte solo había causado una herida superficial en el torso del joven que lentamente sangraba. Al parecer era un usuario del haki, uno bastante bueno y quizás la presa más peligrosa que la herrera había cazado.
Huir no era una opción, cerró los ojos mientras envainaba la hoja de Minazuki y se colocaba en una postura más defensiva. Su mirada se tornó roja y penetrante a la par que una sonrisa se dibujó en su mirada, el estar cerca de la muerte siempre la "encendía".
—Bailemos mi buen señor, veamos si mi espada logra cortar su cuello o su puño es capaz de triturar mi rostro primero, sea cual sea el resultado espero que no me defraude.—
Su lengua relamió sus labios de una manera obsena mientras imaginaba y visualizaba el cuerpo del criminal bañado en un lago de su propia sangre. El bandido pareció ponerse serio ante esta actitud de su oponente, estaba tan loca que su cuerpo temblaba involuntariamente dado la adrenalina del momento. Tras unos instantes de silencio, el sonido del metal chocando inundó la habitación y retumbó por los canales de la cueva una y otra vez.
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Avisado ya por la anterior trampa, aunque ahora ya llevaba varios metros sin, seguía avanzando poco a poco y con mucha precaución, atento a no dar ningún paso en falso o ver algún indicio de trampa. Los cuales no tardaron en aparecer en forma de una línea oscura en el suelo de medio metro de ancho y que iba de una pared a otra del túnel. Estas se notaban que estaban puestas para los babuinos o gente sin ojos o dos dedos de frente, puesto que su ocultación era efímera o nula.
Aprovechando esa situación, decidí no jugármela y con la punta del bastón presionar la línea con fuerza, cediendo esta al peso y con un fuerte ruido, salir del techo un tronco atado a unas cuerdas, el cual hacía casi la anchura del túnel y se balanceaba a media altura por lo tanto, solo tenía la opción de pasarlo arrastrándome por le suelo y eso hice.
Ya habiendo pasado la trampa, una fuerte oleada de viento me empujo por la espalda lo que me hizo mirar hacía atrás y observar que en todo ese rato no había recorrido más de 20 metros, puesto que aún podía ver la luz de la entrada al pasadizo. "Puff... lo que he tardado en llegar hasta aquí... y lo rápido que ha llegado esta oleada de viento..." pensé algo envidioso de la facilidad que tenía el viento para filtrase en cualquier sitio, salteando toda trampa u obstáculo.
De repente, otra oleada de viento me golpeo en la cara, la cual me despertó de mis pensamientos, maldiciéndome a mi mismo por quedarme, en aquel momento critico, fantaseando en como sería la vida si pudiese moverme como el mismísimo viento. Así que volví a mirar a la oscuridad, teniendo que esperar otra vez un momento a que mis ojos se aclimatarán a la oscuridad. Con los ojos ya aclimatados, me puse otra vez en camino, internándome en aquella maldita cueva.
Esta vez llevaba ya unos 5 minutos caminando, siempre apoyando el bastón por delante mío, como si fuese un ciego, gracias a lo que me percaté de un fino cable, el cual imaginé que activaba otra trampa. Podría haberlo pasado sin activarlo, pero por miedo a una posible activación secundaria, otra vez ayudándome de mi bastón empuje el cable rompiéndolo. De repente se produjo una gran explosión, la cual me hizo actuar de una forma instintiva, pensando rápidamente que hacía atrás no podría ir ya que el túnel podría desprenderse antes de llegar a la salida, decidí salir corriendo hacía delante, estaba casi seguro, que habrían más salidas en aquella maldita cueva.
Al salir corriendo, dejando la explosión atrás, llegué a una pared echa de madera con una pequeña y débil puerta de madera. La cual atravesé estampándome contra ella, como si fuese un ariete. Entrando a una habitación la cual no parecía tener ninguna salida, únicamente un gran agujero en el techo, que a saber donde iba. "Mierda... parece... que tome una mala decisión... aunque bueno, puede que en algún cofre de estos haya algo que pueda utilizar para subir por el agujero" pensé mientras sacaba la cantimplora de debajo de la capa y daba un gran sorbo a la vez que observaba la gran cantidad de cofres que habían en aquella "sala".
Aprovechando esa situación, decidí no jugármela y con la punta del bastón presionar la línea con fuerza, cediendo esta al peso y con un fuerte ruido, salir del techo un tronco atado a unas cuerdas, el cual hacía casi la anchura del túnel y se balanceaba a media altura por lo tanto, solo tenía la opción de pasarlo arrastrándome por le suelo y eso hice.
Ya habiendo pasado la trampa, una fuerte oleada de viento me empujo por la espalda lo que me hizo mirar hacía atrás y observar que en todo ese rato no había recorrido más de 20 metros, puesto que aún podía ver la luz de la entrada al pasadizo. "Puff... lo que he tardado en llegar hasta aquí... y lo rápido que ha llegado esta oleada de viento..." pensé algo envidioso de la facilidad que tenía el viento para filtrase en cualquier sitio, salteando toda trampa u obstáculo.
De repente, otra oleada de viento me golpeo en la cara, la cual me despertó de mis pensamientos, maldiciéndome a mi mismo por quedarme, en aquel momento critico, fantaseando en como sería la vida si pudiese moverme como el mismísimo viento. Así que volví a mirar a la oscuridad, teniendo que esperar otra vez un momento a que mis ojos se aclimatarán a la oscuridad. Con los ojos ya aclimatados, me puse otra vez en camino, internándome en aquella maldita cueva.
Esta vez llevaba ya unos 5 minutos caminando, siempre apoyando el bastón por delante mío, como si fuese un ciego, gracias a lo que me percaté de un fino cable, el cual imaginé que activaba otra trampa. Podría haberlo pasado sin activarlo, pero por miedo a una posible activación secundaria, otra vez ayudándome de mi bastón empuje el cable rompiéndolo. De repente se produjo una gran explosión, la cual me hizo actuar de una forma instintiva, pensando rápidamente que hacía atrás no podría ir ya que el túnel podría desprenderse antes de llegar a la salida, decidí salir corriendo hacía delante, estaba casi seguro, que habrían más salidas en aquella maldita cueva.
Al salir corriendo, dejando la explosión atrás, llegué a una pared echa de madera con una pequeña y débil puerta de madera. La cual atravesé estampándome contra ella, como si fuese un ariete. Entrando a una habitación la cual no parecía tener ninguna salida, únicamente un gran agujero en el techo, que a saber donde iba. "Mierda... parece... que tome una mala decisión... aunque bueno, puede que en algún cofre de estos haya algo que pueda utilizar para subir por el agujero" pensé mientras sacaba la cantimplora de debajo de la capa y daba un gran sorbo a la vez que observaba la gran cantidad de cofres que habían en aquella "sala".
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Su espada había saboreado bastante sangre en aquel combate reñido donde la mujer aprovechaba cada apertura y momento que sus ojos detectasen para lograr un avance hacia su objetivo final. Su cuerpo no mostraba signos de maltrato más que algunos raspones y magulladuras en su ropa cuya armadura de telas había resistido las embestidas. Por otro lado sus ojos mantenían aquel brillo carmesí y dos tentaculos brotaban desde su kimono, dos remanentes hechos de sangre que se retorcían grotescamente como extensiones de su cuerpo.
Elijah no estaba en una condición muy distante, pese a la sangre presente en su tren superior las heridas no habían sido profundas como para ser tomadas en cuenta por el criminal que ya había sufrido peores cosas como la amputación de su mano en el pasado y un par más de cicatrices a traición en su espalda. Al observarle la mujer no veía más que un objeto roto, uno que se guiaba por malas decisiones como no haberse rendido pero a la par un arma peligrosa dado su durabilidad.
El joven embistió nuevamente, siendo abofetado por uno de los tentaculos presentes en Sowon y cuando este se cubrió con ambos brazos en forma de cruz esperando otro corte solo sintió las manos de Sowon palmeando su ropa. Ante la confusión del criminal esta chasqueó los dedos y en un descuido las piernas de su oponente fueron atravezadas por miles de agujas desde su propia ropa. El daño fue mayor en la derecha dado que el bandido pudo actuar rápido y protegerse la izquierda con su haki justo a tiempo incando su rodilla al suelo y maldiciendo no haber percatado que la mujer era una usuaria antes.
—La ha sacado barata... la mayoría no logra detener las agujas por mero reflejo como usted. Menos cuando remuevo tres Sewing Marks al mismo tiempo...—
Una explosión sacudió el lugar pero no cambió la mirada de Sowon a su presa, este se estaba levantando cuando el viento proveniente de los túneles hizo que los cabellos de ambos hondeasen al unísono.
—Parece que se le ha colado un ratón en la cueva...—
—¡De seguro ese tonto ya está muerto, como pronto lo estarás tú bruja!—
La mujer esgrimió una sonrisa mientras ambos impactaban en un golpe acero contra acero, puño contra espada y los tentaculos aprovechaban para golpear la pierna lastimada del bandido obligando a este a retroceder no sin antes este golpear con su mano libre el rostro de la mujer y hacerle derramar unas gotas de sangre tras partirle el labio de un mero roce. Era peligroso, pero esa emoción era lo que Sowon tanto amaba y no le importaba morir si su espada estaba contenta.
Un chorro de sangre se disparó desde el hombro de Elijah, haciendo nacer otro tentaculo que se pegó a las prendas de la mujer lentamente. No había visto el corte y por tanto no se había cubierto, era algo extraño ya que no había visto ni siquiera la hoja al deslizarse en su piel.
—¿Cuánto de lo que hay a su alrededor cree que es real?—
Sowon simplemente lanzó una sonrisa mientras partes de la cueva parecían hondear con el viento, revelando que había estado tejiendo desde hace mucho, un paisaje lo mas cercano a su entorno. Realistic Sewing World, su técnica más elaborada y que gracias a sus nuevos ojos podía ejecutar en tan solo unos minutos cuando se trataba de un espacio reducido.
Elijah no estaba en una condición muy distante, pese a la sangre presente en su tren superior las heridas no habían sido profundas como para ser tomadas en cuenta por el criminal que ya había sufrido peores cosas como la amputación de su mano en el pasado y un par más de cicatrices a traición en su espalda. Al observarle la mujer no veía más que un objeto roto, uno que se guiaba por malas decisiones como no haberse rendido pero a la par un arma peligrosa dado su durabilidad.
El joven embistió nuevamente, siendo abofetado por uno de los tentaculos presentes en Sowon y cuando este se cubrió con ambos brazos en forma de cruz esperando otro corte solo sintió las manos de Sowon palmeando su ropa. Ante la confusión del criminal esta chasqueó los dedos y en un descuido las piernas de su oponente fueron atravezadas por miles de agujas desde su propia ropa. El daño fue mayor en la derecha dado que el bandido pudo actuar rápido y protegerse la izquierda con su haki justo a tiempo incando su rodilla al suelo y maldiciendo no haber percatado que la mujer era una usuaria antes.
—La ha sacado barata... la mayoría no logra detener las agujas por mero reflejo como usted. Menos cuando remuevo tres Sewing Marks al mismo tiempo...—
Una explosión sacudió el lugar pero no cambió la mirada de Sowon a su presa, este se estaba levantando cuando el viento proveniente de los túneles hizo que los cabellos de ambos hondeasen al unísono.
—Parece que se le ha colado un ratón en la cueva...—
—¡De seguro ese tonto ya está muerto, como pronto lo estarás tú bruja!—
La mujer esgrimió una sonrisa mientras ambos impactaban en un golpe acero contra acero, puño contra espada y los tentaculos aprovechaban para golpear la pierna lastimada del bandido obligando a este a retroceder no sin antes este golpear con su mano libre el rostro de la mujer y hacerle derramar unas gotas de sangre tras partirle el labio de un mero roce. Era peligroso, pero esa emoción era lo que Sowon tanto amaba y no le importaba morir si su espada estaba contenta.
Un chorro de sangre se disparó desde el hombro de Elijah, haciendo nacer otro tentaculo que se pegó a las prendas de la mujer lentamente. No había visto el corte y por tanto no se había cubierto, era algo extraño ya que no había visto ni siquiera la hoja al deslizarse en su piel.
—¿Cuánto de lo que hay a su alrededor cree que es real?—
Sowon simplemente lanzó una sonrisa mientras partes de la cueva parecían hondear con el viento, revelando que había estado tejiendo desde hace mucho, un paisaje lo mas cercano a su entorno. Realistic Sewing World, su técnica más elaborada y que gracias a sus nuevos ojos podía ejecutar en tan solo unos minutos cuando se trataba de un espacio reducido.
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"Supongo que después de esa gran explosión, mi estancia aquí ya no es secreta.... debo darme prisa e intentar salir de aquí..." pensé mientras me guardaba otra vez la cantimplora bajo la capa y echaba un ojo a todos los cofres que tenía enfrente. Estos parecían todos iguales bajo la oscuridad del lugar, así que no me quedaba otra que rebuscar de uno en uno.
Primero empecé con los cofres más grandes, buscando algún tipo de palo o algún gancho, pero solo encontré moneda y baratijas varias, luego seguí con las medianas y tampoco, seguía sin encontrar nada de valor, ni que me pudiese ayudar a salir de allí. Y aunque tampoco esperaba encontrar nada en los cofres pequeños, rebusqué en ellos por si encontraba algo, al fin y al cabo, nunca se debía perder la esperanza.
Pero mi paciencia ya estaba apunto de agotarse, puesto que había revisado más de 20 cofres, y en ninguno de ellos había nada que me pudiese ayudar a salir de aquella sala. Entonces fue cuando mis ojos, se encontraron con un cofre más pequeño y colorido, el cual estaba cerrado con un candado. Al verlo, una frase de tipo que cazamos en el bosque me vino a la cabeza.
"Esconden una fruta.... ¡Aquí tienen una fruta del diablo...!" recordé mientras me levantaba y me dirigía hacía el cofre. "Debo intentar abrirlo como sea... y mi única opción es romper este maldito candado... puesto que mi habilidad como ladrón es nula..." pensé mientras lo cogía y examinaba de cerca el candado. "Además esto no pesa mucho... la fruta debe estar aquí..." seguí mientras sopesaba el cofre con una mano.
Después ya dispuesto y decidido a abrir aquel cofre lo deje en el suelo, colocando una piedra debajo del candado, para luego con la punta del bastón golpear con todas mis fuerzas el candado. Lo golpeé una y otra vez, hasta que se me rompió el bastón por la mitad. - Mierda... ahora que utilizaré para luchar, ya me había echo a ese bastón...- me dije mientras lanzaba contra la pared, la parte de este que se había quedado en mis manos.
- Y lo peor de todo... es que el candado sigue intacto...- maldije mientras apretaba los puños y paseaba la vista por la sala, entonces fue cuando vi saliendo de uno de los cofres, una especie de empuñadura que brillaba. Y recordé que mientras rebuscaba en los otros cofres, había visto un martillo con una empuñadura de plata brillante.
Fui corriendo hacía el martillo y lo agarre, para luego volver donde el candado y empezar a golpearlo con fuerza. Esta vez, no hicieron falta más de cuatro fuertes golpes para que el candado cediese y se rompiese por la mitad. Entonces con entusiasmo por ver aquella fruta con poderes, que me había dicho Sowon, abrí el cofre. - Wow - expresé al ver lo que tenía frente a mis ojos, la verdad que no era una fruta normal, esta era totalmente blanca y tenía por todos los lados el símbolo del remolino, además de tener una forma extraña, junto a un rabo lila también en forma de remolino.
- Esta debe ser la única opción de salir de aquí... no se que poder me pueda dar, pero espero que me permita salir de aquí...- me dije mientras la cogía y la miraba tranquilamente. De golpe un rugido resonó en mi estomago. - Parece que todo este esfuerzo a abierto mi estomago, la verdad que tiene muy buena pinta...- dije mientras me la llevaba a la boca, dándole un gran bocado y tragándomelo sin saborear.
En un principio no noté nada, pero de golpe un mal sabor vino a mi boca. - Aaaghs, esto esta malísimo, parece que se ha puesto mala...- me dije mientras tiraba al suelo el trozo de fruta que quedaba. De repente una sensación de libertad y volatilidad me envolvió el cuerpo, esa sensación se sentía maravillosa, como si no hubiese nada que pudiese pararme. Entonces miré mis manos y vi que estás se volvían trasparentes, como si de viento se tratasen.
Primero empecé con los cofres más grandes, buscando algún tipo de palo o algún gancho, pero solo encontré moneda y baratijas varias, luego seguí con las medianas y tampoco, seguía sin encontrar nada de valor, ni que me pudiese ayudar a salir de allí. Y aunque tampoco esperaba encontrar nada en los cofres pequeños, rebusqué en ellos por si encontraba algo, al fin y al cabo, nunca se debía perder la esperanza.
Pero mi paciencia ya estaba apunto de agotarse, puesto que había revisado más de 20 cofres, y en ninguno de ellos había nada que me pudiese ayudar a salir de aquella sala. Entonces fue cuando mis ojos, se encontraron con un cofre más pequeño y colorido, el cual estaba cerrado con un candado. Al verlo, una frase de tipo que cazamos en el bosque me vino a la cabeza.
"Esconden una fruta.... ¡Aquí tienen una fruta del diablo...!" recordé mientras me levantaba y me dirigía hacía el cofre. "Debo intentar abrirlo como sea... y mi única opción es romper este maldito candado... puesto que mi habilidad como ladrón es nula..." pensé mientras lo cogía y examinaba de cerca el candado. "Además esto no pesa mucho... la fruta debe estar aquí..." seguí mientras sopesaba el cofre con una mano.
Después ya dispuesto y decidido a abrir aquel cofre lo deje en el suelo, colocando una piedra debajo del candado, para luego con la punta del bastón golpear con todas mis fuerzas el candado. Lo golpeé una y otra vez, hasta que se me rompió el bastón por la mitad. - Mierda... ahora que utilizaré para luchar, ya me había echo a ese bastón...- me dije mientras lanzaba contra la pared, la parte de este que se había quedado en mis manos.
- Y lo peor de todo... es que el candado sigue intacto...- maldije mientras apretaba los puños y paseaba la vista por la sala, entonces fue cuando vi saliendo de uno de los cofres, una especie de empuñadura que brillaba. Y recordé que mientras rebuscaba en los otros cofres, había visto un martillo con una empuñadura de plata brillante.
Fui corriendo hacía el martillo y lo agarre, para luego volver donde el candado y empezar a golpearlo con fuerza. Esta vez, no hicieron falta más de cuatro fuertes golpes para que el candado cediese y se rompiese por la mitad. Entonces con entusiasmo por ver aquella fruta con poderes, que me había dicho Sowon, abrí el cofre. - Wow - expresé al ver lo que tenía frente a mis ojos, la verdad que no era una fruta normal, esta era totalmente blanca y tenía por todos los lados el símbolo del remolino, además de tener una forma extraña, junto a un rabo lila también en forma de remolino.
- Esta debe ser la única opción de salir de aquí... no se que poder me pueda dar, pero espero que me permita salir de aquí...- me dije mientras la cogía y la miraba tranquilamente. De golpe un rugido resonó en mi estomago. - Parece que todo este esfuerzo a abierto mi estomago, la verdad que tiene muy buena pinta...- dije mientras me la llevaba a la boca, dándole un gran bocado y tragándomelo sin saborear.
En un principio no noté nada, pero de golpe un mal sabor vino a mi boca. - Aaaghs, esto esta malísimo, parece que se ha puesto mala...- me dije mientras tiraba al suelo el trozo de fruta que quedaba. De repente una sensación de libertad y volatilidad me envolvió el cuerpo, esa sensación se sentía maravillosa, como si no hubiese nada que pudiese pararme. Entonces miré mis manos y vi que estás se volvían trasparentes, como si de viento se tratasen.
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El combate se estaba prolongando más de lo deseado, Elijah era alguien que justificaba su valor y el hecho de no poder cortarle limpiamente dado su haki hacía de esta cacería la más complicada hasta la fecha. Tomó algo de agua, observando cuidadosamente los cortes en el cuerpo de su oponente y el daño en su armadura de tela.
Por suerte en cuanto a energía Minazuki le estaba proporcionando una durabilidad superior gracias a la energía que esta poco a poco regeneraba al cortar. Sin embargo, a su oponente todavía le quedaba bastante durabilidad, a los golpes habituales se le sumaron explosiones cuando colocó unos tubos azules en su guante de acero, cosa que le limitó en su habilidad para camuflar el entorno dado a que las telas eran envueltas en llamas y pese a no consumirse rápidamente delataban su existencia rompiendo la ilusión.
La herrera contaba con cuatro tentaculos los cuales golpeaban con fuerza la pierna herida del bandido apenas tenía oportunidad, pese a que este se había cuidado al no acercarse demasiado forzando a la mujer a entrar en su rango de acción para poder golpearle. Sowon cerró sus ojos, volviendo a intentar focalizar su energía mientras el bandido aprovechaba para lanzarse contra ella, era tedioso que le interrumpiese de esa manera pero esta vez no se detendría.
El puño le golpeó en el costado mientras sentía el calor del impacto, Sowon solo sonrió disfrutando la sensación que comenzaba a recorrer la hoja de su arma y con un elegante movimiento de su mano Minazuki se abrió paso por el brazo del bandido dejando a este sorprendido ante la sangre que brotaba nuevamente desde su brazo algo que le trajo desagradables recuerdos del pasado mientras un quinto tentaculo brotaba de la sangre derramada en la ropa de la mujer.
—Ese golpe, me hizo olvidar por un minuto que mi objetivo es cortarte la cabeza. En otras condiciones, podría haber sido interesante...—
Sowon abrió sus ojos mientras se apoyaba con su espada para no caer al suelo y sus remanentes de sangre se agitaban lentamente. No estaba en las mejores condiciones y aquel golpe le dejaría una marca pero al menos no había llegado a tocar algún hueso.
El bandido trató de mermar la hemorragía con su propio cinturón, a la par que varios hilos de sangre brotaban desde la sonrisa tétrica de la mujer. Esto le junto a su cabello desalineado y el viento acariciando su kimono magullado le daban un aspecto que poco a poco se incrustaba como la personificación de la muerte en el maleante.
—Solo uno de nosotros saldrá de este lugar con vida, y mi espada tiene ansias de saborear su cuello tras haber tomado su brazo...—
La voz de Sowon hizo que la sangre de Elijah se helara por unos instantes, esa mujer pese a parecer frágil era su oponente más aterrador hasta la fecha.
Por suerte en cuanto a energía Minazuki le estaba proporcionando una durabilidad superior gracias a la energía que esta poco a poco regeneraba al cortar. Sin embargo, a su oponente todavía le quedaba bastante durabilidad, a los golpes habituales se le sumaron explosiones cuando colocó unos tubos azules en su guante de acero, cosa que le limitó en su habilidad para camuflar el entorno dado a que las telas eran envueltas en llamas y pese a no consumirse rápidamente delataban su existencia rompiendo la ilusión.
La herrera contaba con cuatro tentaculos los cuales golpeaban con fuerza la pierna herida del bandido apenas tenía oportunidad, pese a que este se había cuidado al no acercarse demasiado forzando a la mujer a entrar en su rango de acción para poder golpearle. Sowon cerró sus ojos, volviendo a intentar focalizar su energía mientras el bandido aprovechaba para lanzarse contra ella, era tedioso que le interrumpiese de esa manera pero esta vez no se detendría.
El puño le golpeó en el costado mientras sentía el calor del impacto, Sowon solo sonrió disfrutando la sensación que comenzaba a recorrer la hoja de su arma y con un elegante movimiento de su mano Minazuki se abrió paso por el brazo del bandido dejando a este sorprendido ante la sangre que brotaba nuevamente desde su brazo algo que le trajo desagradables recuerdos del pasado mientras un quinto tentaculo brotaba de la sangre derramada en la ropa de la mujer.
—Ese golpe, me hizo olvidar por un minuto que mi objetivo es cortarte la cabeza. En otras condiciones, podría haber sido interesante...—
Sowon abrió sus ojos mientras se apoyaba con su espada para no caer al suelo y sus remanentes de sangre se agitaban lentamente. No estaba en las mejores condiciones y aquel golpe le dejaría una marca pero al menos no había llegado a tocar algún hueso.
El bandido trató de mermar la hemorragía con su propio cinturón, a la par que varios hilos de sangre brotaban desde la sonrisa tétrica de la mujer. Esto le junto a su cabello desalineado y el viento acariciando su kimono magullado le daban un aspecto que poco a poco se incrustaba como la personificación de la muerte en el maleante.
—Solo uno de nosotros saldrá de este lugar con vida, y mi espada tiene ansias de saborear su cuello tras haber tomado su brazo...—
La voz de Sowon hizo que la sangre de Elijah se helara por unos instantes, esa mujer pese a parecer frágil era su oponente más aterrador hasta la fecha.
John Einstein
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La sensación que recorría mi cuerpo era estupenda, se notaba tan bien, tan suave y agradable, que una sonrisa no paraba de dibujarse en mi cara desde que había tragado el trozo de fruta. - Esta sensación es fantástica Yohohohoho- estaba tan alegre que no podía reprimir reírme a pierna suelta, algo que diría que no me pasaba desde que era pequeño.
Ese breve recuerdo, me hizo volver en mi y aún con una sonrisa en la cara, recordar que debía salir de allí lo antes posible. "Ahora soy como el viento... Así que debería poder moverme como él." pensé mirando hacía el agujero que estaba encima de mi cabeza, mientras abrazaba esa sensación fantástica que recorría por mi interior y fusionándome con ella, para luego desear salir volando por ese agujero.
Para mi sorpresa y alegría, todo lo que pensé se hizo realidad y ahora me encontraba volando a través del agujero. - Wohohohoho - gritaba emocionado mientras me movía por el agujero con una gran sonrisa en mi cara. Este era bastante largo, no por la distancia que se recorría a través de él, sino por las nombrosas curvas que esté contenía, se notaba que habían tenido problemas a la hora de crearlo, porqué aunque fuera lo suficiente grande para que un hombre musculoso pudiese moverse a cuatro patas por dentro de él, en este habían un montón de refuerzos de madera para evitar derrumbes.
El túnel me llevo hasta una de las rutas naturales de la cueva, en la cual ya se podía andar de pie, así que después de recolocarme la capucha, que se me había ido hacía atrás durante el vuelo, miré hacía los lados buscando alguna pista de hacía donde dirigirme. Entonces a uno de los lados, vi una luz la cual estaba proyectando unas sombras que a primera vista parecían estar danzando, pero al fijarme mejor, vi que estás estaban peleando entre ellas.
"Esa debe ser la señorita Sowon, debo ir a ayudarla..." me dije al distinguir que una de las sombras era más pequeña y fina, deduciendo que era la de una mujer. Para luego acercarme con cuidado hasta la sala donde se veían las sombras y observar que sucedía dentro de esta.
Al llegar a la entrada de la sala, me encontré con la señorita Sowon, bastante magullada, peleando contra un adolescente de cuerpo tonificado y una mano de metal, el cual sangraba por varias partes del cuerpo, pero no parecía estar en problemas. "Debo ayudar a la señorita Sowon, parece estar en grabes problemas... pero me doy cuenta que no debo subestimar a ese tipo... no soy rival para él...." me dije mientras pensaba en que podía hacer para ayudarla. "Ya sé... debo distraerlo, para que se centre en mi..." después de darle varias vueltas era lo único que me se había ocurrido, por eso empecé a mirar a mi alrededor buscando algo que me ayudase a luchar contra ese tipo, hasta que miré al suelo y vi que aún portaba, el martillo con empuñadura de oro, en la mano.
- Eh tú, ¿Qué crees que haces golpeando a una dama como ella?- Dije entrando a la sala, llamando la atención del joven, el cual me miro extrañado, parecía que este no esperaba verme allí. Pero su cara cambió cuando vio el martillo en mi mano. - Parece ser que reconoces uno de tus tesoros.- le dije mientras blandía el martillo frente a su cara. - La verdad que es muy bonito y le he dado un buen uso.
Todas aquellas palabras no parecieron importarle, ya que empezó a balbucear palabras ininteligibles, de las cuales únicamente pude entender algo como cofre y comer. Palabras que otra persona que no hubiese estado en la sala del tesoro no podría entender, pero para mi eran totalmente entendibles. Por ello, le sonreí con descaro, lo que pareció entender, puesto que después de un grito se lanzó contra mi, intentándome golpear con su puño de metal, el cual de repente se volvió de color negro, lo que identifiqué como haki.
"Así que tu también lo dominas... por eso, la señorita Sowon no ha acabado contigo... " pensé mientras me preparaba para esquivar como fuese aquel ataque, ya que sabía que mis nuevos poderes no podían ayudarme contra ello, además que no me interesaba que nadie supiese sobre estos.
Así que utilizando el martillo para golpear el puño, sabiendo que esté se iba a romper, pero desviándolo lo justo y aprovechando el impulso para lanzarme hacía un lado y caer al suelo. Para después de rodar sobre mi mismo, ponerme en pie. Justo había elegido caer allí, porque ahora el joven que solo tenía ojos para mi, le daba totalmente la espalda a la señorita Sowon, la cual seguro que no necesitaba ninguna señal para acabar la faena que ella misma había comenzado.
Ese breve recuerdo, me hizo volver en mi y aún con una sonrisa en la cara, recordar que debía salir de allí lo antes posible. "Ahora soy como el viento... Así que debería poder moverme como él." pensé mirando hacía el agujero que estaba encima de mi cabeza, mientras abrazaba esa sensación fantástica que recorría por mi interior y fusionándome con ella, para luego desear salir volando por ese agujero.
Para mi sorpresa y alegría, todo lo que pensé se hizo realidad y ahora me encontraba volando a través del agujero. - Wohohohoho - gritaba emocionado mientras me movía por el agujero con una gran sonrisa en mi cara. Este era bastante largo, no por la distancia que se recorría a través de él, sino por las nombrosas curvas que esté contenía, se notaba que habían tenido problemas a la hora de crearlo, porqué aunque fuera lo suficiente grande para que un hombre musculoso pudiese moverse a cuatro patas por dentro de él, en este habían un montón de refuerzos de madera para evitar derrumbes.
El túnel me llevo hasta una de las rutas naturales de la cueva, en la cual ya se podía andar de pie, así que después de recolocarme la capucha, que se me había ido hacía atrás durante el vuelo, miré hacía los lados buscando alguna pista de hacía donde dirigirme. Entonces a uno de los lados, vi una luz la cual estaba proyectando unas sombras que a primera vista parecían estar danzando, pero al fijarme mejor, vi que estás estaban peleando entre ellas.
"Esa debe ser la señorita Sowon, debo ir a ayudarla..." me dije al distinguir que una de las sombras era más pequeña y fina, deduciendo que era la de una mujer. Para luego acercarme con cuidado hasta la sala donde se veían las sombras y observar que sucedía dentro de esta.
Al llegar a la entrada de la sala, me encontré con la señorita Sowon, bastante magullada, peleando contra un adolescente de cuerpo tonificado y una mano de metal, el cual sangraba por varias partes del cuerpo, pero no parecía estar en problemas. "Debo ayudar a la señorita Sowon, parece estar en grabes problemas... pero me doy cuenta que no debo subestimar a ese tipo... no soy rival para él...." me dije mientras pensaba en que podía hacer para ayudarla. "Ya sé... debo distraerlo, para que se centre en mi..." después de darle varias vueltas era lo único que me se había ocurrido, por eso empecé a mirar a mi alrededor buscando algo que me ayudase a luchar contra ese tipo, hasta que miré al suelo y vi que aún portaba, el martillo con empuñadura de oro, en la mano.
- Eh tú, ¿Qué crees que haces golpeando a una dama como ella?- Dije entrando a la sala, llamando la atención del joven, el cual me miro extrañado, parecía que este no esperaba verme allí. Pero su cara cambió cuando vio el martillo en mi mano. - Parece ser que reconoces uno de tus tesoros.- le dije mientras blandía el martillo frente a su cara. - La verdad que es muy bonito y le he dado un buen uso.
Todas aquellas palabras no parecieron importarle, ya que empezó a balbucear palabras ininteligibles, de las cuales únicamente pude entender algo como cofre y comer. Palabras que otra persona que no hubiese estado en la sala del tesoro no podría entender, pero para mi eran totalmente entendibles. Por ello, le sonreí con descaro, lo que pareció entender, puesto que después de un grito se lanzó contra mi, intentándome golpear con su puño de metal, el cual de repente se volvió de color negro, lo que identifiqué como haki.
"Así que tu también lo dominas... por eso, la señorita Sowon no ha acabado contigo... " pensé mientras me preparaba para esquivar como fuese aquel ataque, ya que sabía que mis nuevos poderes no podían ayudarme contra ello, además que no me interesaba que nadie supiese sobre estos.
Así que utilizando el martillo para golpear el puño, sabiendo que esté se iba a romper, pero desviándolo lo justo y aprovechando el impulso para lanzarme hacía un lado y caer al suelo. Para después de rodar sobre mi mismo, ponerme en pie. Justo había elegido caer allí, porque ahora el joven que solo tenía ojos para mi, le daba totalmente la espalda a la señorita Sowon, la cual seguro que no necesitaba ninguna señal para acabar la faena que ella misma había comenzado.
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La aparición de John fue exactamente lo que la herrera necesitaba, el bandido entró en cólera ante la idea de que alguien haya urgado entre sus cofres y posiblemente robado o consumido la fruta que resguardaban. Cometiendo el error de darle la espalda a la mujer quien tras reincorporarse se deslizó lentamente por la habitación para no alertar a su objetivo de su avance, al ver rodar al joven la mujer sonrió con un fino hilo de sangre bajando desde sus labios.
Los tentaculos se aferraron al bandido desde su espalda sujetando sus extremidades, al voltearse el hombre solo pudo contemplar a una hermosa pero amenazante figura. El rostro de Sowon se habia distorcionado en una sonrisa carente de emoción desde la cual la sangre brotaba como hilos pintando su pálida piel, sus ojos mostraban un iris rojo y centellante mientras su espada parecía latir al acercarse al cuello del bandido.
Entre el miedo y la repulsión su voluntad mermó pero la voluntad de la herrera ardía más que nunca, deseaba el dinero y esa cabeza a como diera lugar por lo que al blandir su espada esta respondió a su genuino deseo y cortó limpiamente el cuello, separando la cabeza que rodó hasta los pies de John mientras el cuerpo al ser liberado de los remanentes hechos de sangre se desplomó en el suelo siendo rodeado de la sangre que comenzó a regarse desde el lugar de la herida hasta formar un pequeño lago de sangre al que Sowon no prestó atención.
Sus ojos estaban clavados en la cabeza y no guardó su espada hasta tomarla desde su cabello, se había asegurado de no dañar el rostro para que este fuera reconocible.
—Parece que necesitará un nuevo bastón... puedo fabricar uno como agradecimiento a sus servicios prestados.—
La mujer envainó su espada mientras los tentaculos desaparecían y sus ojos volvían a su color gris habitual, su mirada ahora examinaba al joven buscando si notaba algo diferente, al parecer su actitud había cambiado un poco como para ser una carnada voluntaria. Tras unos segundos de silencio, limpió su rostro con una tela y detuvó el sangrado de su labio mientras con otra envolvió la cabeza para mantenerla segura y aislada de algún humandrilo que pudiera confundirla con alimento.
—Si ya ha encontrado a quien buscaba y lo que robaron podremos retirarnos de este lugar por donde ingresamos. No creo que las cosas hayan cambiado ya que ninguno de los bandidos molestaron en todo este tiempo, los humandrilos deben estar manteniendoles ocupados.—
La mujer suspiró para sentarse sobre la cama presente en la habitación mientras recuperaba el aliento, pese a parecer algo cansada seguía manteniendo un porte y elegancia a la altura, una visión muy alejada de la que había tenido segundos antes en el climax de su pelea. Además era evidente que no mostraba un agotamiento excesivo en su cuerpo, gracias a que Minazuki había reducido considerablemente ese factor, aún así su actitud demandaba una impaciencia latente por cobrar el valor de aquella cabeza en la primer oportunidad que tuviera.
Los tentaculos se aferraron al bandido desde su espalda sujetando sus extremidades, al voltearse el hombre solo pudo contemplar a una hermosa pero amenazante figura. El rostro de Sowon se habia distorcionado en una sonrisa carente de emoción desde la cual la sangre brotaba como hilos pintando su pálida piel, sus ojos mostraban un iris rojo y centellante mientras su espada parecía latir al acercarse al cuello del bandido.
Entre el miedo y la repulsión su voluntad mermó pero la voluntad de la herrera ardía más que nunca, deseaba el dinero y esa cabeza a como diera lugar por lo que al blandir su espada esta respondió a su genuino deseo y cortó limpiamente el cuello, separando la cabeza que rodó hasta los pies de John mientras el cuerpo al ser liberado de los remanentes hechos de sangre se desplomó en el suelo siendo rodeado de la sangre que comenzó a regarse desde el lugar de la herida hasta formar un pequeño lago de sangre al que Sowon no prestó atención.
Sus ojos estaban clavados en la cabeza y no guardó su espada hasta tomarla desde su cabello, se había asegurado de no dañar el rostro para que este fuera reconocible.
—Parece que necesitará un nuevo bastón... puedo fabricar uno como agradecimiento a sus servicios prestados.—
La mujer envainó su espada mientras los tentaculos desaparecían y sus ojos volvían a su color gris habitual, su mirada ahora examinaba al joven buscando si notaba algo diferente, al parecer su actitud había cambiado un poco como para ser una carnada voluntaria. Tras unos segundos de silencio, limpió su rostro con una tela y detuvó el sangrado de su labio mientras con otra envolvió la cabeza para mantenerla segura y aislada de algún humandrilo que pudiera confundirla con alimento.
—Si ya ha encontrado a quien buscaba y lo que robaron podremos retirarnos de este lugar por donde ingresamos. No creo que las cosas hayan cambiado ya que ninguno de los bandidos molestaron en todo este tiempo, los humandrilos deben estar manteniendoles ocupados.—
La mujer suspiró para sentarse sobre la cama presente en la habitación mientras recuperaba el aliento, pese a parecer algo cansada seguía manteniendo un porte y elegancia a la altura, una visión muy alejada de la que había tenido segundos antes en el climax de su pelea. Además era evidente que no mostraba un agotamiento excesivo en su cuerpo, gracias a que Minazuki había reducido considerablemente ese factor, aún así su actitud demandaba una impaciencia latente por cobrar el valor de aquella cabeza en la primer oportunidad que tuviera.
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Como esperaba, la señorita Sowon no me defraudo y utilizando una especie de tentáculos rojos, que parecían pura sangre amarro al joven bandido y sin darle tiempo a reaccionar le cortó la cabeza, la cual llego rodando a mis pies. No era la primera persona que veía morir, pero si la primera en ser decapitada enfrente mía. Era algo que pensaba que iba a traumarme o hacerme sentir mal, pero ni mucho menos fue lo que ocurrió, más bien al contrario, ver rodar aquella cabeza y salir toda aquella sangre del cuerpo del joven me dio tranquilidad y un gusto algo sanguinario, pero al fin y al cabo gusto.
Cambiando de tema, la señorita Sowon pareció darse cuenta que se me había perdido o roto el bastón, y se me ofreció a crearme uno por la ayuda prestada. Algo que agradecí mucho al momento y con una sonrisa le dije. - Estaría encantado de portar una obra suya, aunque no se lo crea, usted me ha ayudado mucho y no me refiero solo a conseguir esta cabeza.- le dije señalando la que tenía en la mano.
Cabeza que acaba de cortar de un cuerpo que estaba en la misma sala donde habían estado peleando, la cual justo pertenecía al tipo que yo buscaba. Así que había agarrado una espada oxidada que había en el suelo y la usé para separar la cabeza del cuerpo del cadáver, metiendo esta dentro de la camiseta del propio cuerpo, la que até para usar como bolsa.
- Respecto a los químicos no he encontrado nada, pero si el líder se cargo a este tipo. - le dije mientras señalaba la camiseta que hacía de bolsa de la cabeza de mi presa. - Seguro que esté perdió el cargamento o se lo robaron, así que por mi ya podemos irnos, no tengo nada más que hacer aquí.
Me quede mirándola, esperando a que decidiese, ya que se le veía bastante cansada y magullada de la pelea. - Si necesita descansar, no se preocupe, podemos quedarnos aquí un rato, como dice no creo que nadie venga, deben seguir ocupados fuera.- le seguí diciendo parado enfrente de ella esperando su decisión, fuera la que fuese la seguiría sin problema, o irnos o quedarnos ahí mientras recupera fuerzas.
- ¿Por cierto, respecto al bastón que quieres hacerme que tienes pensado? Yo había pensado en un bastón de metal con una calavera de metal también como cabeza de bastón...- le propuse como idea para mi nueva arma, la cual se había ofrecido a crear.
Cambiando de tema, la señorita Sowon pareció darse cuenta que se me había perdido o roto el bastón, y se me ofreció a crearme uno por la ayuda prestada. Algo que agradecí mucho al momento y con una sonrisa le dije. - Estaría encantado de portar una obra suya, aunque no se lo crea, usted me ha ayudado mucho y no me refiero solo a conseguir esta cabeza.- le dije señalando la que tenía en la mano.
Cabeza que acaba de cortar de un cuerpo que estaba en la misma sala donde habían estado peleando, la cual justo pertenecía al tipo que yo buscaba. Así que había agarrado una espada oxidada que había en el suelo y la usé para separar la cabeza del cuerpo del cadáver, metiendo esta dentro de la camiseta del propio cuerpo, la que até para usar como bolsa.
- Respecto a los químicos no he encontrado nada, pero si el líder se cargo a este tipo. - le dije mientras señalaba la camiseta que hacía de bolsa de la cabeza de mi presa. - Seguro que esté perdió el cargamento o se lo robaron, así que por mi ya podemos irnos, no tengo nada más que hacer aquí.
Me quede mirándola, esperando a que decidiese, ya que se le veía bastante cansada y magullada de la pelea. - Si necesita descansar, no se preocupe, podemos quedarnos aquí un rato, como dice no creo que nadie venga, deben seguir ocupados fuera.- le seguí diciendo parado enfrente de ella esperando su decisión, fuera la que fuese la seguiría sin problema, o irnos o quedarnos ahí mientras recupera fuerzas.
- ¿Por cierto, respecto al bastón que quieres hacerme que tienes pensado? Yo había pensado en un bastón de metal con una calavera de metal también como cabeza de bastón...- le propuse como idea para mi nueva arma, la cual se había ofrecido a crear.
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