Raulgamerlol11
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Akuma no mi
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Era un día más en ese hospital; donde el desinfectante fusionado con un deje de humedad fruto a la constante humedad presente en Spider Miles te golpea de inmediato. Las paredes llenas de manchas amarillentas que eran fruto de una baja higiene y preservación, que contenían agujeros donde de vez en cuando se asomaba algún roedor y algún empleado del hospital iba a rociar veneno en el agujero. El suelo de azulejos que antiguamente eran azules, están rotos haciendo que tengas que ir sorteándolos para no sufrir ninguna herida o corte juntando los charcos de agua estancada con malas hierbas a sus alrededores.
Las luces siempre están parpadeando, y raro es el día que no se produzca ningún apagón. Tambien era habitual pasar dias enteros sin iluminación, ya sea por fugas o el retraso de los electricistas.
Por culpa de las condiciones de la isla, es muy habitual que las salas de espera estuviesen abarrotadas de gente con todo tipo de preocupaciones, había gente tanto con heridas de armas como distintas enfermedades comunes. En la sala de espera hay sillas, la mayoría rotas o cojas, lo que hace que la mayoría de los pacientes se encuentren de pie, y no sería la primera vez que se encuentra algún cadáver que sus constantes vitales se hayan apagado antes de entrar en la consulta.
Las condiciones son muy desfavorables, pero es el día a día de la isla. La poca higiene que hay y que cada vez el agua está más contaminada hace que sea más difícil vivir allí y la esperanza de vida está cayendo en picado.
Todos los recuerdos de Rhea habían sido creados allí. Su educación que fue muy estricta, donde aprendió a leer y a escribir a muy temprana edad, y durante años su rutina había sido el estudio y la rectitud. Su rutina se basaba en nada más despertar-se desayunar en silencio, estando penado con latigazos cada pequeño ruido. Después empezaba la jornada laboral. Rhea estaba en la sección de primeros auxilios, se podría decir que era una de las secciones más duras. Eran 14 horas diarias sin parar de coser heridas, realizar reanimaciones cardiopulmonares y en algunos casos terminar con la vida de los pacientes para evitar-les el sufrimiento.
Rhea sentía que no estaba a gusto y no se veía viviendo la misma experiencia todos los dias de su vida y al anochecer se dedicaba a reflexionar y a imaginar-se como seria el mundo exterior. Había escuchado varias historias de los pacientes, aunque al estar supervisado y tener prohibido la interacción no podía preguntar o indagar sobre aquellos temas que le parecían interesantes. La gente tenia grandes aventuras comparada con su vida monótona, y tenia claro que aquello tenia que acabar en algún momento.
Se despertó de su cama a las 7:00, por el fuerte aroma del pescado mezclado con el del plástico chamuscado de todas las mañanas. Aquella noche el colchón estaba más duro que de costumbre y el descanso fue horroroso, asi que decidió levantar-se dé la cama antes que ninguno de sus compañeros.
Nunca se había levantado tan poco descansado y desganado y se dirigió al baño a asear-se. De repente vio como unos hombres se acercaban y este se escondió. Fue un acto reflejo, no le apetecían unos latigazos de buena mañana ni mucho menos estar mas vigilado que de costumbre por deambular de buena mañana. Mientras dejaban algo al lado de la chatarra en mal estado que tiraban al mar cada mañana.
-Deja ahí esa basura allí que en un rato la vendrán a buscar- dijo una voz que escuchó desde la lejanía.
Rhea muerto de curiosidad, fue a echar un vistazo, ya que rara vez se encontraba a alguien hablando que no fueran clientes; y por las horas que era imposible ya que el hospital permanecía cerrado, aunque no pudo ver de quien se trataba; se dirigió a ver de qué se querían deshacer. Se encontró una mochila al lado de toda la basura de chatarra en malas condiciones, jeringuillas y material usado lleno de sangre seca.
Decidió coger aquella mochila y llevársela al baño para poder ver lo que contenía sin ser descubierto.
Esta contenía varios libros de diferentes temáticas. También tenía fotos variadas donde se podían observar un niño, una niña y una mujer. Esa mochila parecía de alguien, pero por su contenido no tenía sentido que el propietario se quisiese deshacer de esta.
A Rhea le pareció muy extraño ya que carecía de sentido, ya que aquella mochila estaba repleta de artículos a los que se podía tener algún tipo de aprecio. Posteriormente se dirigió a la habitación rápidamente donde sus compañeros aun seguían dormidos y escondió la mochila debajo de la almohada para poder investigar-la mas a fondo en otro momento, ya que no faltaba mucho para que todos fueran a desayunar. Aquella mochila había desperado un gran sentimiento de sospecha en Rhea, ya que descubrió que a primera hora ya había algunos movimientos extraños que desconocía y no se regían por las reglas que les habían impuesto.
Una vez estaba por empezar la jornada, todos bajaron a desayunar como de costumbre, aunque cuando empezó la jornada Rhea empezó a mirar todo con lupa para ver si podía observar algo sospechoso.
A mitad de la mañana mientras le cosía una herida a un paciente, pudo observar cómo unos médicos con una bata blanca se llevaban a un hombre que a primera vista parecía bastante sano a una sala que Rhea desconocía. Aunque un hombre con una bata blanca tendría que ser algo normal en un hospital ahí no lo era, ya que Rhea y sus compañeros solo disponían de unos harapos en mal estado. Además, ni siquiera se había fijado en aquella sala, fruto de la manipulación él y sus compañeros, no se habían ni molestado en conocer el hospital por completo, dedicando-se a obedecer las órdenes e ir de un punto a otro sin hacer preguntas ni planteárselas.
Aquel descubrimiento hacia que los nervios creciesen y Rhea empezara a dudar mas de todo. Sus ganas de investigar mas sobre aquella mochila iban en aumento.
Una vez cayo la noche, cuando todo el mundo fue a dormir, decidió que tenía que salir y encontrar un lugar con suficiente luz para investigar aquella mochila.
Poner-se a investigar-la en medio del dormitorio, era demasiado arriesgado, así que decidió salir de allí por la noche y volver antes de que los compañeros de despertaran.
Con sigilo salió de allí y busco un lugar donde pudiera estar tranquilo sin levantar sospechas. Conocía la isla perfectamente por los mapas y libros que había estudiado en un pasado, pero era la primera vez que iba libremente por esta.
Decidió dirigir-se hacia la costa, donde se encontraba el faro de la isla. Subió hasta arriba del todo, se escondió y empezó a ojear esos libros. Eran unos libros viejos, con portadas de cuero desgastado y paginas amarillentas. Rhea se pasó toda la noche leyendo esos libros, fascinado. En estos libros pudo ver una gran cantidad de historias, países diferentes, etc. En su corazón empezó a sentir su deseo de descubrir nuevos lugares y nuevas experiencias; sentía que estaba desperdiciando su vida allí.
A pesar de no conocer mucho mundo, la isla se le quedaba pequeña y no le permitía hacer otra cosa que no fuera estar todo el día en ese hospital. Saber que había otros estilos de vida le mataba por dentro. Aunque otras veces había sentido algo parecido, aquel día hizo que creciese la llama de interior.
Cuando estaba amaneciendo, guardo los libros en la mochila y la escondió en ese mismo faro. De repente en el horizonte vio cómo se acercaban dos barcos a la isla. Era la primera vez que observa como unos barcos llegaban y atracaban en el puerto. Parecía que dos hombres con una bata blanca los estaban esperando en el embarcadero.
Rápidamente bajo del faro, y con sigilo se escondió detrás de unas cajas del muelle y se quedó ahí expectante de lo que estaba pasando ahí. Tenia que aprovechar aquella oportunidad de descubrir algún entramado turbio o si simplemente estaba emparanoiado.
-Por fin nos llega el pedido, lo necesitábamos ya- oyó Rhea de uno de los individuos.
-Tenemos que empezar a formar a la nueva generación- dijo el otro.
Rhea se quedó impactado. No entendía muy bien lo que estaban diciendo. ¿Una nueva generación? Si eran como 30 médicos que dormían en una habitación y se les quedaba pequeña. ¿Un pedido? Quizas era una buena noticia y se habían decidido a comprar material para realizar el servicio en condiciones.
El barco atraco en el puerto; y se escuchó otra voz.
- ¿Teneis el dinero que acordamos? – dijo una voz ronca.
- Por supuesto- contesto uno de los médicos.
Fruto de la intriga Rhea se asomó, y no podía creer lo que estaba viendo. Aparte de los dos médicos con sus batas blancas había tres piratas que les seguían una cadena de más de 30 niños encadenados en fila. Una vez realizaron el pago los llevaron a un edificio al lado del hospital. Los niños tenían heridas de haber sufrido maltrato, golpes de látigo y alguna paliza.
A Rhea le entró un escalofrió ya que aquellos niños le recordaban a su infancia en algún punto y aunque los recuerdos eran difusos podía sospechar que fue fruto de una venta de niños años atrás. Aquellas cadenas gastadas y roñosas, los cuerpos de los niños ya tenían heridas que se iba a convertir en cicatrices. ¿Y si había sido robado de los brazos de sus padres? La cabeza de Rhea se empezó a llenar de preguntas sin respuesta.
Además, los niños tenían de 3 a 5 años, edad que le concordaba con sus primeros recuerdos de la infancia en la isla.
Aun así no podía entretener-se durante más tiempo, debía volver al hospital antes de que levanta-se sospechas de no haber pasado la noche en el hospital.
Cuando estaba de camino al hospital vio un papel que se le debía haber caído a uno de los médicos; Rhea lo agarro y se lo guardo.
Una vez volvió al dormitorio se dispuso a leer aquel papel.
En este se podían observar varios nombres, es más, alguno que otro le podría sonar de algo; hasta que vio el suyo. Cada nombre tenía un numero delante y una fecha que no conseguía entrelazar de ningún modo. No entendía nada, pero decidió guardar el papel por si en algún momento podía servir de utilidad, lo que mas le provocaba curiosidad es que los primeros nombres de la lista estaban subrayados.
Después de aquello se dirigió al comedor a desayunar como si no hubiese pasado nada. Acabo el desayuno y volvió a su rutina habitual, a tratar a los pacientes.
Pasaron unas horas y empezaron a haber unos movimientos extraños. Mientras acababa de desinfectar la herida de un paciente que había sufrido una puñalada, pudo ver como aquellos médicos con bata que había visto anteriormente eran seguidos por 10 compañeros que llevaban a aquella sala sospechosa.
Demasiadas cosas inusuales en tan poco tiempo, tenía que descubrir que era aquello que estaba ocurriendo. Así que decidió trazar un plan y debía averiguar lo que estaba pasando. No sabía si era fruto de su imaginación, o si aquellos libros de aventuras habían despertado las ganas de sentir una, pero el corazón no le permitía ignorar aquello.
Necesitaba algún revuelo para que nadie pudiera saber que no estaba allí, algo que distrajese y removiese el hospital por completo.
Decidió ir a los contadores de la luz, y provocar un apagón cortando algunos cables; esto le haría ganar un poco de tiempo. Luego Rhea escribió una carta amenazadora que decía lo siguiente: «Quiero que sepáis que vuestra mercancía no vale para nada, no queremos volver a hacer negocios con inútiles como vosotros». Corrió rápidamente al barco de aquellos piratas y les dejo la nota. A aquellas horas de la noche que ocurrió el intercambio no debían saber que alguien los vio y al parecer un movimiento un tanto confidencial esperaba que los piratas pensaran que eran los hombres de la bata que les faltaban el respeto.
Así que les dejo la carta entre la puerta para que la viesen y seguidamente volvió al hospital; los piratas podían volver en cualquier momento.
Volvió a su puesto de trabajo y allí y se reincorporo fácilmente a su puesto, ya que como de costumbre se creaba un caos en el hospital cuando ocurrían apagones.
Pasaron unas horas y el plan que había pensado empezó a dar sus frutos. En la entrada del hospital empezó a escuchar-se mucho barullo. Incluso se escuchó algún disparo al aire. Seguidamente salieron varios médicos de aquella sala misteriosa, alguno armado, hacia la sala de espera y en ese momento Rhea fue hacia la sala aprovechando la distracción.
La puerta estaba medio abierta, así que con decisión y ímpetu bajo las escaleras que se encontraban detrás de aquella puerta. Una vez abajo se podía observar lo siguiente. Consistía en un pasillo estrecho con celdas a los costados, exactamente 5 celdas; con alguno de los compañeros que habían bajado anteriormente dentro juntamente con alguna celda vacía. Todos tenían las miradas perdidas, y signos de sufrimiento. Rhea siguió el pasillo hasta llegar a una gran habitación. Parecía que solo se había quedado uno de los médicos que se diferenciaban fácilmente del resto de compañeros por sus impecables batas blancas.
Asomando-se pudo ver varios frascos, con etiquetas de nombres que no reconoció. A continuación, con sigilo, entro en la sala.
El olor a productos químicos era muy notable, no se parecía en nada a los olores de la planta de arriba. Las paredes eran blancas, y todo estaba muy cuidado, había varias mesas con variedad de tubos de ensayo y cajas llenas de ellos debajo de las mesas. Tambien había camillas con cinturones inmovilizadores.
Tambien se podía observar armarios con herramientas, aunque algunos estaban medios vacíos. Rhea se escondió en el armario que parecía que estaba mas vació y se dispuso a intentar averiguar alguna cosa más.
El medico salio de la sala y en unos minutos volvió con un compañero que se encontraba en una de las celdas. Le estiro y ato en una camilla, y seguidamente empezó a inyectarle algo parecido a algún frasco de veneno que había visto anteriormente. Estaban monitorizando como afectaba esto al cuerpo; Rhea lo vio claramente, estaban experimentando con el cuerpo.
En ese momento no pudo evitar pensar que hubiese pasado si no llega a descubrir aquello. Era muy probable que acabase siendo fruto de un experimento y con su cadáver en el fondo mar.
Seguidamente empezó a realizar incisiones y a rajar al individuo.
En un momento dado parecía que al médico le faltaba algún utensilio y empezó a acercarse donde estaba Rhea que empezó a sentir la sangre y la adrenalina por el cuerpo, una sensación que no había sentido en su vida. Cogió un bisturí que había en una de las cajas y se preparó para lo peor.
El medico seguía acercándose lentamente y se dirigía directamente hacia allí. Una vez abrió el armario, se encontró a Rhea que antes de que el medico pudiera reaccionar le clavo el bisturí en la yugular. Tener que acabar con algún paciente de la forma más rápida e indolora le fue tremendamente útil en esa situación.
Después de asesinar-lo cogió una de las cajas de frascos inflamables y roció toda la sala de ese líquido. A continuación, cogió uno de los quemadores que había en uno de los armarios, y se dirigió a las celdas con el bisturí y un encendedor en la mano.
- ¿Hola? - dijo Rhea para ver si los compañeros de las celdas estaban en sus cabales.
Tenían la mirada perdida, a saber, cuántos experimentos había hecho con ellos durante todo el día. Se podía ver a simple vista que no estaban en sus cabales. Cogió las llaves de las celdas que se encontraban al lado de la puerta para entrar en la sala y abrió las celdas una a una mientras despojaba de sus vidas a sus antiguos compañeros. Era lo mejor que podía hacer para librarles del sufrimiento.
Lo minimo que podía hacer era cerrarles el chiringuito por ahora así que subió hacia arriba del todo de las escaleras y encendió un quemador que seguidamente estampo contra el suelo mientras salio corriendo de allí. El fuego rugía vorazmente y devoraba todo a su paso. Todo el mundo fruto del pánico empezó a correr. Rhea se encontraba corriendo entre la multitud y era uno de los peores escenarios que había presenciado. A pesar de estar centrado en huir de allí pudo observar cómo había gente que o no tenía como desplazar-se o perdía el equilibrio y eran consumidos por las llamas. Una vez todo el mundo desalojo aquel lugar, se llenó de ruido, lágrimas y gritos.
Las ventanas empezaron a estallar una por una haciendo que los trozos de los vidrios saliesen disparados.
Aquello que anteriormente era un hospital empezaba a transformar-se en ruinas. Las vigas del edificio empezaron a derrumbar-se. Las personas que intentaban apagar el fuego desesperadas fueron aplastadas por aquel derrumbamiento, alguno de ellos eran parte de los médicos de las batas blancas.
Rhea salio de allí y se fue hacia el puerto para alejar-se de aquel caos. Lo primero que fue al faro a recoger la mochila que tenía escondida.
Después de eso procedió a buscar la manera de escapar de aquella isla. No podía arriesgar-se quedando-se allí. Vio un pequeño barco y se dirigió hacia él sin dudarlo. Estaban todos distraídos con el incendio y era el momento ideal. Rhea remo y remo hasta llegar a la alta mar. No tenía ni idea de navegar, y aquello podía resultar bastante peligroso.
Durante el viaje este reflexiono durante un buen rato. A pesar de que matar tampoco era algo que le afectaba en exceso a pesar de las circunstancias de su trabajo, los asesinatos eran “necesarios”, era su primera vez que mataba a alguien por otros motivos. Aun así, esto no lo inquietaba, eran unas muertes que para el estaban justificadas. Aquello que había descubierto quizas solo era la punta del iceberg y seguramente se dedicaban a cosas más turbias. A parte iban a matarlo en un futuro con casi total seguridad, eso tranquilizaba su subconsciente.
Ahora estaba sin rumbo por el mar con la esperanza de llegar a algún lugar mejor donde pudiera ser libre.
Unas horas después Rhea avisto una isla. Esta parecía bastante frondosa. Una vez se acercó, se encontró con una isla selvática. En la orilla se podían encontrar algunos restos de chatarra que seguramente viniesen de Spider Miles.
La isla parecía bastante tranquila y deshabitada. La brisa de esta era muy diferente. No había signos de contaminación en el aire y en el agua esta era mínima. Se podía ver una gran playa. Una vez atraco el barco este fue directo a explorar la isla. Necesitaba reponer fuerzas, comer y beber algo antes de volver a partir ya que no sabía cuándo volvería a topar-se con tierra. Rhea se dispuso a entrar en aquella selva. Se podían escuchar varios animales, como monos y pájaros pero la isla parecía muy tranquila.
Este intento escalar un árbol para intentar obtener alguna fruta, pero su destreza no era la suficiente. No tenía ninguna arma para cazar asi que esa se había convertido en su única opción. A medida que lo iba intentando iba descubriendo como tenía que colocar los pies y mejorando la forma de trepar el árbol hasta que lo consiguió. Desde este pudo observar que la isla no era muy grande, quizas podía medir unos 500 metros cuadrados. Mientras se sentó en una de las ramas del árbol se comía las frutas que este producía. Eran unas frutas de colores muy rojizos y dulces.
Rhea dispuso a comer-se unas cuantas. Mientras las devoraba como si fuera la última comida de su vida unos monos le estaban observando.
Esperaron a que terminase de comer y empezaron a tirarle todo tipo de cosas, desde piedras, ramas, etc.
Rhea se vio rodeado de monos que le tiraban cosas, pero una vez este se dio cuenta de la ubicación de los monos estos pararon de tirar piedras.
Parecía que los monos querían que este les siguiera y este fue detrás de ellos. Los monos le llevaron a una especie de bajada dirección bajo tierra. Cuando el albino llego estos le empujaron cuesta abajo.
Una vez llego al final de la cuesta, se encontró con una gran puerta que estaba hecho de un metal que este desconocía. La puerta se abrió y esta llevaba a una gran sala.
La sala estaba compuesta de pinturas por las paredes que parecían bastante antiguas. En el centro de la sala había un cuenco dorado y una daga. A Rhea eso le parecía muy extraño, aunque decidió pasar de aquel elemento y seguir adelante. Cuando intento avanzar por al lado de aquel cuenco se topó con una barrera invisible que no le permitía el paso. ¿Qué estaba pasando? Aunque estaba confuso, tenía un punto de emoción y adrenalina de aquella situación.
Así que se dirigió hacia el cuenco para descubrir de que se trataba. El cuenco estaba introducido en una especie de mueble cuadrado y había una daga en su costado.
En los bordes del cuenco se podía leer la siguiente frase:
“Derrama sangre para conseguir tu libertad o para perderla”.
¿Qué quería decir aquella frase? No tenía mucho sentido y era contradictoria. Aun así, dispuso a hacer lo que era obvio, y Rhea cogió aquella daga y se abrió un tajo en la mano llenando aquel cuenco por la mitad. Aunque aquel muro era invisible una sensación le decía que había desaparecido.
Al final de la sala había un altar con una fruta.
Rhea la cogió y se la comió. Aunque todo carecía de sentido, tenía una sensación que le hacía mover-se casi por instinto.
Una vez se la comió unos dardos salieron disparados desde las paredes y este quedo inconsciente.
Una vez se despertó ya se encontraba en el mar en mitad de una terrible tormenta.
Tenía una sensación muy extraña, ya que sentía perfectamente como le recorría la sangre por las venas, y podía escuchar los latidos de su corazón con demasiada nitidez.
Fruto de aquella sensación y del movimiento del mar, este empezó a vomitar sangre [fruto de la generar más sangre por haber adquirido los poderes de la fruta]. Este había consumido una de las llamadas frutas del diablo que tanto había leído en uno de sus libros. Sus ojos se tornaron rojos momentáneamente. Aunque una ola le hizo quedar-se inconsciente.
Después de unas horas, el barco naufrago en Jaya.
Las luces siempre están parpadeando, y raro es el día que no se produzca ningún apagón. Tambien era habitual pasar dias enteros sin iluminación, ya sea por fugas o el retraso de los electricistas.
Por culpa de las condiciones de la isla, es muy habitual que las salas de espera estuviesen abarrotadas de gente con todo tipo de preocupaciones, había gente tanto con heridas de armas como distintas enfermedades comunes. En la sala de espera hay sillas, la mayoría rotas o cojas, lo que hace que la mayoría de los pacientes se encuentren de pie, y no sería la primera vez que se encuentra algún cadáver que sus constantes vitales se hayan apagado antes de entrar en la consulta.
Las condiciones son muy desfavorables, pero es el día a día de la isla. La poca higiene que hay y que cada vez el agua está más contaminada hace que sea más difícil vivir allí y la esperanza de vida está cayendo en picado.
Todos los recuerdos de Rhea habían sido creados allí. Su educación que fue muy estricta, donde aprendió a leer y a escribir a muy temprana edad, y durante años su rutina había sido el estudio y la rectitud. Su rutina se basaba en nada más despertar-se desayunar en silencio, estando penado con latigazos cada pequeño ruido. Después empezaba la jornada laboral. Rhea estaba en la sección de primeros auxilios, se podría decir que era una de las secciones más duras. Eran 14 horas diarias sin parar de coser heridas, realizar reanimaciones cardiopulmonares y en algunos casos terminar con la vida de los pacientes para evitar-les el sufrimiento.
Rhea sentía que no estaba a gusto y no se veía viviendo la misma experiencia todos los dias de su vida y al anochecer se dedicaba a reflexionar y a imaginar-se como seria el mundo exterior. Había escuchado varias historias de los pacientes, aunque al estar supervisado y tener prohibido la interacción no podía preguntar o indagar sobre aquellos temas que le parecían interesantes. La gente tenia grandes aventuras comparada con su vida monótona, y tenia claro que aquello tenia que acabar en algún momento.
Se despertó de su cama a las 7:00, por el fuerte aroma del pescado mezclado con el del plástico chamuscado de todas las mañanas. Aquella noche el colchón estaba más duro que de costumbre y el descanso fue horroroso, asi que decidió levantar-se dé la cama antes que ninguno de sus compañeros.
Nunca se había levantado tan poco descansado y desganado y se dirigió al baño a asear-se. De repente vio como unos hombres se acercaban y este se escondió. Fue un acto reflejo, no le apetecían unos latigazos de buena mañana ni mucho menos estar mas vigilado que de costumbre por deambular de buena mañana. Mientras dejaban algo al lado de la chatarra en mal estado que tiraban al mar cada mañana.
-Deja ahí esa basura allí que en un rato la vendrán a buscar- dijo una voz que escuchó desde la lejanía.
Rhea muerto de curiosidad, fue a echar un vistazo, ya que rara vez se encontraba a alguien hablando que no fueran clientes; y por las horas que era imposible ya que el hospital permanecía cerrado, aunque no pudo ver de quien se trataba; se dirigió a ver de qué se querían deshacer. Se encontró una mochila al lado de toda la basura de chatarra en malas condiciones, jeringuillas y material usado lleno de sangre seca.
Decidió coger aquella mochila y llevársela al baño para poder ver lo que contenía sin ser descubierto.
Esta contenía varios libros de diferentes temáticas. También tenía fotos variadas donde se podían observar un niño, una niña y una mujer. Esa mochila parecía de alguien, pero por su contenido no tenía sentido que el propietario se quisiese deshacer de esta.
A Rhea le pareció muy extraño ya que carecía de sentido, ya que aquella mochila estaba repleta de artículos a los que se podía tener algún tipo de aprecio. Posteriormente se dirigió a la habitación rápidamente donde sus compañeros aun seguían dormidos y escondió la mochila debajo de la almohada para poder investigar-la mas a fondo en otro momento, ya que no faltaba mucho para que todos fueran a desayunar. Aquella mochila había desperado un gran sentimiento de sospecha en Rhea, ya que descubrió que a primera hora ya había algunos movimientos extraños que desconocía y no se regían por las reglas que les habían impuesto.
Una vez estaba por empezar la jornada, todos bajaron a desayunar como de costumbre, aunque cuando empezó la jornada Rhea empezó a mirar todo con lupa para ver si podía observar algo sospechoso.
A mitad de la mañana mientras le cosía una herida a un paciente, pudo observar cómo unos médicos con una bata blanca se llevaban a un hombre que a primera vista parecía bastante sano a una sala que Rhea desconocía. Aunque un hombre con una bata blanca tendría que ser algo normal en un hospital ahí no lo era, ya que Rhea y sus compañeros solo disponían de unos harapos en mal estado. Además, ni siquiera se había fijado en aquella sala, fruto de la manipulación él y sus compañeros, no se habían ni molestado en conocer el hospital por completo, dedicando-se a obedecer las órdenes e ir de un punto a otro sin hacer preguntas ni planteárselas.
Aquel descubrimiento hacia que los nervios creciesen y Rhea empezara a dudar mas de todo. Sus ganas de investigar mas sobre aquella mochila iban en aumento.
Una vez cayo la noche, cuando todo el mundo fue a dormir, decidió que tenía que salir y encontrar un lugar con suficiente luz para investigar aquella mochila.
Poner-se a investigar-la en medio del dormitorio, era demasiado arriesgado, así que decidió salir de allí por la noche y volver antes de que los compañeros de despertaran.
Con sigilo salió de allí y busco un lugar donde pudiera estar tranquilo sin levantar sospechas. Conocía la isla perfectamente por los mapas y libros que había estudiado en un pasado, pero era la primera vez que iba libremente por esta.
Decidió dirigir-se hacia la costa, donde se encontraba el faro de la isla. Subió hasta arriba del todo, se escondió y empezó a ojear esos libros. Eran unos libros viejos, con portadas de cuero desgastado y paginas amarillentas. Rhea se pasó toda la noche leyendo esos libros, fascinado. En estos libros pudo ver una gran cantidad de historias, países diferentes, etc. En su corazón empezó a sentir su deseo de descubrir nuevos lugares y nuevas experiencias; sentía que estaba desperdiciando su vida allí.
A pesar de no conocer mucho mundo, la isla se le quedaba pequeña y no le permitía hacer otra cosa que no fuera estar todo el día en ese hospital. Saber que había otros estilos de vida le mataba por dentro. Aunque otras veces había sentido algo parecido, aquel día hizo que creciese la llama de interior.
Cuando estaba amaneciendo, guardo los libros en la mochila y la escondió en ese mismo faro. De repente en el horizonte vio cómo se acercaban dos barcos a la isla. Era la primera vez que observa como unos barcos llegaban y atracaban en el puerto. Parecía que dos hombres con una bata blanca los estaban esperando en el embarcadero.
Rápidamente bajo del faro, y con sigilo se escondió detrás de unas cajas del muelle y se quedó ahí expectante de lo que estaba pasando ahí. Tenia que aprovechar aquella oportunidad de descubrir algún entramado turbio o si simplemente estaba emparanoiado.
-Por fin nos llega el pedido, lo necesitábamos ya- oyó Rhea de uno de los individuos.
-Tenemos que empezar a formar a la nueva generación- dijo el otro.
Rhea se quedó impactado. No entendía muy bien lo que estaban diciendo. ¿Una nueva generación? Si eran como 30 médicos que dormían en una habitación y se les quedaba pequeña. ¿Un pedido? Quizas era una buena noticia y se habían decidido a comprar material para realizar el servicio en condiciones.
El barco atraco en el puerto; y se escuchó otra voz.
- ¿Teneis el dinero que acordamos? – dijo una voz ronca.
- Por supuesto- contesto uno de los médicos.
Fruto de la intriga Rhea se asomó, y no podía creer lo que estaba viendo. Aparte de los dos médicos con sus batas blancas había tres piratas que les seguían una cadena de más de 30 niños encadenados en fila. Una vez realizaron el pago los llevaron a un edificio al lado del hospital. Los niños tenían heridas de haber sufrido maltrato, golpes de látigo y alguna paliza.
A Rhea le entró un escalofrió ya que aquellos niños le recordaban a su infancia en algún punto y aunque los recuerdos eran difusos podía sospechar que fue fruto de una venta de niños años atrás. Aquellas cadenas gastadas y roñosas, los cuerpos de los niños ya tenían heridas que se iba a convertir en cicatrices. ¿Y si había sido robado de los brazos de sus padres? La cabeza de Rhea se empezó a llenar de preguntas sin respuesta.
Además, los niños tenían de 3 a 5 años, edad que le concordaba con sus primeros recuerdos de la infancia en la isla.
Aun así no podía entretener-se durante más tiempo, debía volver al hospital antes de que levanta-se sospechas de no haber pasado la noche en el hospital.
Cuando estaba de camino al hospital vio un papel que se le debía haber caído a uno de los médicos; Rhea lo agarro y se lo guardo.
Una vez volvió al dormitorio se dispuso a leer aquel papel.
En este se podían observar varios nombres, es más, alguno que otro le podría sonar de algo; hasta que vio el suyo. Cada nombre tenía un numero delante y una fecha que no conseguía entrelazar de ningún modo. No entendía nada, pero decidió guardar el papel por si en algún momento podía servir de utilidad, lo que mas le provocaba curiosidad es que los primeros nombres de la lista estaban subrayados.
Después de aquello se dirigió al comedor a desayunar como si no hubiese pasado nada. Acabo el desayuno y volvió a su rutina habitual, a tratar a los pacientes.
Pasaron unas horas y empezaron a haber unos movimientos extraños. Mientras acababa de desinfectar la herida de un paciente que había sufrido una puñalada, pudo ver como aquellos médicos con bata que había visto anteriormente eran seguidos por 10 compañeros que llevaban a aquella sala sospechosa.
Demasiadas cosas inusuales en tan poco tiempo, tenía que descubrir que era aquello que estaba ocurriendo. Así que decidió trazar un plan y debía averiguar lo que estaba pasando. No sabía si era fruto de su imaginación, o si aquellos libros de aventuras habían despertado las ganas de sentir una, pero el corazón no le permitía ignorar aquello.
Necesitaba algún revuelo para que nadie pudiera saber que no estaba allí, algo que distrajese y removiese el hospital por completo.
Decidió ir a los contadores de la luz, y provocar un apagón cortando algunos cables; esto le haría ganar un poco de tiempo. Luego Rhea escribió una carta amenazadora que decía lo siguiente: «Quiero que sepáis que vuestra mercancía no vale para nada, no queremos volver a hacer negocios con inútiles como vosotros». Corrió rápidamente al barco de aquellos piratas y les dejo la nota. A aquellas horas de la noche que ocurrió el intercambio no debían saber que alguien los vio y al parecer un movimiento un tanto confidencial esperaba que los piratas pensaran que eran los hombres de la bata que les faltaban el respeto.
Así que les dejo la carta entre la puerta para que la viesen y seguidamente volvió al hospital; los piratas podían volver en cualquier momento.
Volvió a su puesto de trabajo y allí y se reincorporo fácilmente a su puesto, ya que como de costumbre se creaba un caos en el hospital cuando ocurrían apagones.
Pasaron unas horas y el plan que había pensado empezó a dar sus frutos. En la entrada del hospital empezó a escuchar-se mucho barullo. Incluso se escuchó algún disparo al aire. Seguidamente salieron varios médicos de aquella sala misteriosa, alguno armado, hacia la sala de espera y en ese momento Rhea fue hacia la sala aprovechando la distracción.
La puerta estaba medio abierta, así que con decisión y ímpetu bajo las escaleras que se encontraban detrás de aquella puerta. Una vez abajo se podía observar lo siguiente. Consistía en un pasillo estrecho con celdas a los costados, exactamente 5 celdas; con alguno de los compañeros que habían bajado anteriormente dentro juntamente con alguna celda vacía. Todos tenían las miradas perdidas, y signos de sufrimiento. Rhea siguió el pasillo hasta llegar a una gran habitación. Parecía que solo se había quedado uno de los médicos que se diferenciaban fácilmente del resto de compañeros por sus impecables batas blancas.
Asomando-se pudo ver varios frascos, con etiquetas de nombres que no reconoció. A continuación, con sigilo, entro en la sala.
El olor a productos químicos era muy notable, no se parecía en nada a los olores de la planta de arriba. Las paredes eran blancas, y todo estaba muy cuidado, había varias mesas con variedad de tubos de ensayo y cajas llenas de ellos debajo de las mesas. Tambien había camillas con cinturones inmovilizadores.
Tambien se podía observar armarios con herramientas, aunque algunos estaban medios vacíos. Rhea se escondió en el armario que parecía que estaba mas vació y se dispuso a intentar averiguar alguna cosa más.
El medico salio de la sala y en unos minutos volvió con un compañero que se encontraba en una de las celdas. Le estiro y ato en una camilla, y seguidamente empezó a inyectarle algo parecido a algún frasco de veneno que había visto anteriormente. Estaban monitorizando como afectaba esto al cuerpo; Rhea lo vio claramente, estaban experimentando con el cuerpo.
En ese momento no pudo evitar pensar que hubiese pasado si no llega a descubrir aquello. Era muy probable que acabase siendo fruto de un experimento y con su cadáver en el fondo mar.
Seguidamente empezó a realizar incisiones y a rajar al individuo.
En un momento dado parecía que al médico le faltaba algún utensilio y empezó a acercarse donde estaba Rhea que empezó a sentir la sangre y la adrenalina por el cuerpo, una sensación que no había sentido en su vida. Cogió un bisturí que había en una de las cajas y se preparó para lo peor.
El medico seguía acercándose lentamente y se dirigía directamente hacia allí. Una vez abrió el armario, se encontró a Rhea que antes de que el medico pudiera reaccionar le clavo el bisturí en la yugular. Tener que acabar con algún paciente de la forma más rápida e indolora le fue tremendamente útil en esa situación.
Después de asesinar-lo cogió una de las cajas de frascos inflamables y roció toda la sala de ese líquido. A continuación, cogió uno de los quemadores que había en uno de los armarios, y se dirigió a las celdas con el bisturí y un encendedor en la mano.
- ¿Hola? - dijo Rhea para ver si los compañeros de las celdas estaban en sus cabales.
Tenían la mirada perdida, a saber, cuántos experimentos había hecho con ellos durante todo el día. Se podía ver a simple vista que no estaban en sus cabales. Cogió las llaves de las celdas que se encontraban al lado de la puerta para entrar en la sala y abrió las celdas una a una mientras despojaba de sus vidas a sus antiguos compañeros. Era lo mejor que podía hacer para librarles del sufrimiento.
Lo minimo que podía hacer era cerrarles el chiringuito por ahora así que subió hacia arriba del todo de las escaleras y encendió un quemador que seguidamente estampo contra el suelo mientras salio corriendo de allí. El fuego rugía vorazmente y devoraba todo a su paso. Todo el mundo fruto del pánico empezó a correr. Rhea se encontraba corriendo entre la multitud y era uno de los peores escenarios que había presenciado. A pesar de estar centrado en huir de allí pudo observar cómo había gente que o no tenía como desplazar-se o perdía el equilibrio y eran consumidos por las llamas. Una vez todo el mundo desalojo aquel lugar, se llenó de ruido, lágrimas y gritos.
Las ventanas empezaron a estallar una por una haciendo que los trozos de los vidrios saliesen disparados.
Aquello que anteriormente era un hospital empezaba a transformar-se en ruinas. Las vigas del edificio empezaron a derrumbar-se. Las personas que intentaban apagar el fuego desesperadas fueron aplastadas por aquel derrumbamiento, alguno de ellos eran parte de los médicos de las batas blancas.
Rhea salio de allí y se fue hacia el puerto para alejar-se de aquel caos. Lo primero que fue al faro a recoger la mochila que tenía escondida.
Después de eso procedió a buscar la manera de escapar de aquella isla. No podía arriesgar-se quedando-se allí. Vio un pequeño barco y se dirigió hacia él sin dudarlo. Estaban todos distraídos con el incendio y era el momento ideal. Rhea remo y remo hasta llegar a la alta mar. No tenía ni idea de navegar, y aquello podía resultar bastante peligroso.
Durante el viaje este reflexiono durante un buen rato. A pesar de que matar tampoco era algo que le afectaba en exceso a pesar de las circunstancias de su trabajo, los asesinatos eran “necesarios”, era su primera vez que mataba a alguien por otros motivos. Aun así, esto no lo inquietaba, eran unas muertes que para el estaban justificadas. Aquello que había descubierto quizas solo era la punta del iceberg y seguramente se dedicaban a cosas más turbias. A parte iban a matarlo en un futuro con casi total seguridad, eso tranquilizaba su subconsciente.
Ahora estaba sin rumbo por el mar con la esperanza de llegar a algún lugar mejor donde pudiera ser libre.
Unas horas después Rhea avisto una isla. Esta parecía bastante frondosa. Una vez se acercó, se encontró con una isla selvática. En la orilla se podían encontrar algunos restos de chatarra que seguramente viniesen de Spider Miles.
La isla parecía bastante tranquila y deshabitada. La brisa de esta era muy diferente. No había signos de contaminación en el aire y en el agua esta era mínima. Se podía ver una gran playa. Una vez atraco el barco este fue directo a explorar la isla. Necesitaba reponer fuerzas, comer y beber algo antes de volver a partir ya que no sabía cuándo volvería a topar-se con tierra. Rhea se dispuso a entrar en aquella selva. Se podían escuchar varios animales, como monos y pájaros pero la isla parecía muy tranquila.
Este intento escalar un árbol para intentar obtener alguna fruta, pero su destreza no era la suficiente. No tenía ninguna arma para cazar asi que esa se había convertido en su única opción. A medida que lo iba intentando iba descubriendo como tenía que colocar los pies y mejorando la forma de trepar el árbol hasta que lo consiguió. Desde este pudo observar que la isla no era muy grande, quizas podía medir unos 500 metros cuadrados. Mientras se sentó en una de las ramas del árbol se comía las frutas que este producía. Eran unas frutas de colores muy rojizos y dulces.
Rhea dispuso a comer-se unas cuantas. Mientras las devoraba como si fuera la última comida de su vida unos monos le estaban observando.
Esperaron a que terminase de comer y empezaron a tirarle todo tipo de cosas, desde piedras, ramas, etc.
Rhea se vio rodeado de monos que le tiraban cosas, pero una vez este se dio cuenta de la ubicación de los monos estos pararon de tirar piedras.
Parecía que los monos querían que este les siguiera y este fue detrás de ellos. Los monos le llevaron a una especie de bajada dirección bajo tierra. Cuando el albino llego estos le empujaron cuesta abajo.
Una vez llego al final de la cuesta, se encontró con una gran puerta que estaba hecho de un metal que este desconocía. La puerta se abrió y esta llevaba a una gran sala.
La sala estaba compuesta de pinturas por las paredes que parecían bastante antiguas. En el centro de la sala había un cuenco dorado y una daga. A Rhea eso le parecía muy extraño, aunque decidió pasar de aquel elemento y seguir adelante. Cuando intento avanzar por al lado de aquel cuenco se topó con una barrera invisible que no le permitía el paso. ¿Qué estaba pasando? Aunque estaba confuso, tenía un punto de emoción y adrenalina de aquella situación.
Así que se dirigió hacia el cuenco para descubrir de que se trataba. El cuenco estaba introducido en una especie de mueble cuadrado y había una daga en su costado.
En los bordes del cuenco se podía leer la siguiente frase:
“Derrama sangre para conseguir tu libertad o para perderla”.
¿Qué quería decir aquella frase? No tenía mucho sentido y era contradictoria. Aun así, dispuso a hacer lo que era obvio, y Rhea cogió aquella daga y se abrió un tajo en la mano llenando aquel cuenco por la mitad. Aunque aquel muro era invisible una sensación le decía que había desaparecido.
Al final de la sala había un altar con una fruta.
Rhea la cogió y se la comió. Aunque todo carecía de sentido, tenía una sensación que le hacía mover-se casi por instinto.
Una vez se la comió unos dardos salieron disparados desde las paredes y este quedo inconsciente.
Una vez se despertó ya se encontraba en el mar en mitad de una terrible tormenta.
Tenía una sensación muy extraña, ya que sentía perfectamente como le recorría la sangre por las venas, y podía escuchar los latidos de su corazón con demasiada nitidez.
Fruto de aquella sensación y del movimiento del mar, este empezó a vomitar sangre [fruto de la generar más sangre por haber adquirido los poderes de la fruta]. Este había consumido una de las llamadas frutas del diablo que tanto había leído en uno de sus libros. Sus ojos se tornaron rojos momentáneamente. Aunque una ola le hizo quedar-se inconsciente.
Después de unas horas, el barco naufrago en Jaya.
- Explicación del final del diario:
- Mientras Rhea come aquellas frutas, una era venenosa y la otra era la fruta del diablo, lo que le hace estar divagando por la isla por culpa de la fruta venenosa hasta que llega al barco y zarpa de forma totalmente inconsciente, viviendo lo que esta descrito en el diario en su mente
- Peticiones:
- Akuma no mi: Chi chi no mi
Buenas noches!
Primero que todo, disculpa la demora pero aquí estamos.
El diario ha sido rápido de leer y con ciertos giros argumentales interesantes, aunque debo focalizarme en la facilidad con la que nuestro protagonista (y médico, recordemos) soluciona los problemas con un sigilo perfecto. No alerta a nadie ni sospechan de él, ni siquiera le pica la nariz cuando va escondido. Como recordatorio, tu personaje es bueno en determinadas áreas (curar personas y saberse la tabla periódica, es un tipo listo), pero en otras es bastante débil (es torpe y lento). Debes rolear consecuentemente con los atributos y rasgos de tu personaje, tanto los buenos como los malos.
Habiendo puntualizado lo anterior, te llevas 380 px, la fruta del diablo y se te deben descontar 62 doblones.
Primero que todo, disculpa la demora pero aquí estamos.
El diario ha sido rápido de leer y con ciertos giros argumentales interesantes, aunque debo focalizarme en la facilidad con la que nuestro protagonista (y médico, recordemos) soluciona los problemas con un sigilo perfecto. No alerta a nadie ni sospechan de él, ni siquiera le pica la nariz cuando va escondido. Como recordatorio, tu personaje es bueno en determinadas áreas (curar personas y saberse la tabla periódica, es un tipo listo), pero en otras es bastante débil (es torpe y lento). Debes rolear consecuentemente con los atributos y rasgos de tu personaje, tanto los buenos como los malos.
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Raulgamerlol11
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Recibido, lo tendre mas en cuenta.
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Hoja Actualizada, se te han descontado 32 doblones por la fruta debido a que en la moderación se restó como si la fruta valiese 100 doblones, pero quédate tranquilo que el descuento es como si valiese 70 en tu hoja de personaje.
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