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Entrenamientos en Villa Rosae (Privado Ingrid-Anagumitsu) Empty Entrenamientos en Villa Rosae (Privado Ingrid-Anagumitsu) {Jue 23 Mayo 2024 - 1:07}

La suave luz de la mañana se filtraba a través de las cortinas hacia la habitación de Ingrid en la Base de la Marina de Villa Rosae despertándola de forma tranquila y agradable con un hilo de luz sobre su rostro. Un silencio pacífico llenaba la atmósfera a estas horas, como si el mundo todavía estuviera por despertar. Se sentó en el borde de la cama y sintió la familiar y suave sensación de una de sus pieles bajo sus dedos. Se tomó un momento para disfrutar del silencio, dejando que la serenidad del amanecer penetrara en su alma. Sus pensamientos resonaban en su mente mientras pensaba en el día que estaba a punto de comenzar. Era un nuevo día y estaba lista para escribir otra página de su vida. Había decidido quedarse en aquella base tras su ascenso, dado que necesitaban mano de obra para la reconstrucción de las industrias civiles, pero cuando por fin acabaron con el trabajo, pensó en continuar allí con su formación, entrenamiento y servicio. El lugar la agradaba y no se le ocurría ningún motivo para marcharse. Hoy, como todos los días, estaba decidida a afrontar el entrenamiento sin excusas, tratando de mantenerse en el camino de la mejora continua.

Se puso de pie con gracia y se estiró, sintiendo cada músculo desperezarse crujiendo de una noche de sueño profundo. Cada fibra de su ser resonaba con nueva energía y estaba lista para aprovechar cada segundo. Un día más, mientras se lavaba la cara, se repitió el mismo mantra que se decía cada mañana desde que ingreso, “Mejor que ayer, peor que mañana”. Cerró los ojos por un momento, dejando que la sensación fresca invadiera su cuerpo, preparándola para el día que tenía por delante. Se alistó su uniforme, cada pliegue y costura reflejaban su compromiso con el deber y el honor. Se ajustó ligeramente la chaqueta y sintió la resistente tela que la rodeaba, como un recordatorio constante de sus obligaciones como marine. Cuando salió al patio, el aire fresco del mar la recibió con los brazos abiertos. La brisa salada acariciaba su piel con una agradable suavidad y su inigualable aroma. Ingrid respiró hondo y dejó que el aire marino llenara sus pulmones y renovara su espíritu. La actividad matutina en la base era intensa, con infantes de marina llegando y saliendo en sus misiones diarias. Se sentía parte de algo más grande que ella misma, parte de una familia unida por un objetivo común: proteger el mar y mantener la paz.

Mientras caminaba hacia el campo de entrenamiento, reflexionaba sobre los desafíos que había enfrentado y los obstáculos que había superado hasta ahora como Marine. Recordaba las luchas físicas y emocionales que había atravesado y cómo cada una de ellas la había transformado en la gigante que era hoy. Estaba agradecida por las lecciones que había aprendido y las amistades que había hecho a lo largo del camino. Al llegar al campo de entrenamiento, se detuvo para observar a sus compañeros de entrenamiento. Cada uno de ellos estaba inmerso en su mejora, centrado en hacer progresos sus habilidades. Se sintió inspirada por sus esfuerzos y el espíritu de camaradería. Sabía que no estaba sola en su búsqueda de la excelencia y que estaba rodeada de colegas que la apoyaban y alentaban en cada paso del camino.

Enseguida, todos juntos comenzaron con la rutina de ejercicios de las próximas semanas. Se centraron en cada movimiento, cada golpe, cada impulso hacia la perfección, y cada golpe resonaba en varias decenas de metros a la redonda. Se esforzaban más allá de sus límites, usando haki de armadura para fortalecer cada golpe y cada parte de su cuerpo mientras intentaban prever los ataques usando el haki de observación. Cada gota de sudor que derramaba era un recordatorio de su dedicación y compromiso con la responsabilidad. A lo largo de las semanas, iba a alternar tareas de entrenamiento técnico y de entrenamiento de ambos hakis, estando decidida a no abandonar hasta que la voluntad de su espíritu se hiciera patente en sus puños. Le dolía cada parte del cuerpo al final del primer día, pero no podría estar más orgullosa de ella y de sus compañeros.
Anagumitsu
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Entrenamientos en Villa Rosae (Privado Ingrid-Anagumitsu) Empty Re: Entrenamientos en Villa Rosae (Privado Ingrid-Anagumitsu) {Jue 23 Mayo 2024 - 10:18}

El mar se extendía ante mí como un lienzo azul salpicado de pinceladas blancas que emergían al romperse las olas contra el casco del barco. El viaje había sido largo, pero a medida que nos acercábamos a la ciudad, sentía una mezcla de anticipación y ganas de ponerme a trabajar. El aroma salino del océano impregnaba el aire, despertando mis sentidos tras las largas semanas en el océano.

Al poco la ciudad se reveló ante mis ojos como un lienzo de serenidad. A medida que el barco se acercaba al puerto, podía ver la actividad matutina en las calles portuarias: personas yendo y viniendo en sus quehaceres diarios, preparando sus negocios, con la vida bullendo en cada rincón. Bajé la pasarela con mi maletín en la mano y una gran mochila al hombro, sintiendo el suelo firme bajo mis pies por primera vez en semanas. Mi destino era claro: contribuir con mis conocimientos de medicina a esta comunidad que se recuperaba tras un ataque y llenar mis bolsillos por el camino. Mi mente bullía de ideas, cada pensamiento más audaz que el anterior. Como siempre, había traído conmigo todo mi material médico y de laboratorio, sabiendo que el verdadero trabajo apenas había comenzado.

El alcalde de la ciudad, una figura imponente, pero cordial, me dio la bienvenida personalmente. Sus palabras fueron cálidas y amables mientras me daba las gracias por mis futuros servicios en su comunidad. Me asignaron un espacio en un edificio municipal, un consultorio provisional que había sido equipado con lo esencial para comenzar mi trabajo. En comparación con otros lugares donde atendía bajo una lona en las calles, esto era todo un detalle. Las ventanas ofrecían una vista impresionante de los muelles, y mientras me instalaba, podía escuchar el constante murmullo de la vida urbana y del mar arrullándome.

El primer paso fue organizar todo mi equipo, no es que no agradeciera la camilla o los básicos matraces con los que me habían provisto, pero estaba habituado al mío. Desempaqué cuidadosamente cada instrumento, asegurándome de que todo estuviera en su lugar. Los microscopios, centrifugadoras, matraces y tubos de ensayo, cada pieza tenía su sitio en la estructura ordenada de la consulta. Revisé los reactivos, comprobando su integridad tras el viaje, y empecé a realizar el check in final antes de comenzar con mi labor. Una vez colocado el panel con mis tarifas, el lugar estaba listo.

La tarde había ido avanzando mientras preparaba el espacio. Una brisa fresca se filtraba por las ventanas abiertas, trayendo consigo los sonidos de la ciudad: el bullicio de la gente, la música distante de algún establecimiento cercano. Ya sentía aquel espacio como una extensión de mí mismo, un lugar donde mis pensamientos y habilidades podían converger en algo tangible y útil. Mi mente no podía dejar de pensar en las posibilidades. La combinación de la vida urbana y la ciencia representaba un crisol perfecto para innovaciones significativas. La medicina y la química eran campos en los que aún quedaba mucho por descubrir, y aquí, en este entorno dinámico y desafiante, tenía la oportunidad de hacer contribuciones reales.

Las horas pasaron y los primeros clientes comenzaron a desfilar. Eran, sobretodo pescadores o marineros, casos de rápida solución. Erupciones, alergias, un anzuelo clavado en un dedo, astillas, algún corte superficial. Nada que no fuera capaz de atender, diagnosticar y despachar en unos pocos minutos.

Cuando el sol comenzó a descender, cerré la consulta y apagué los fuegos del laboratorio, había sido un día muy largo y necesitaba relajarme. Salí al exterior y caminé hacia la taberna más cercana, pedí un pichel de cerveza y un plato de guiso de pescado. Mientras cenaba con calma me sentía tranquilo, seguro y confiado. Parecía que aquella isla tenía mucho que ofrecer y pensaba hacerla mi hogar durante los próximos meses, tal vez un año incluso.
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