Unity Crowley
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
El sol me abrasaba la piel que tocaba. Erika me había dado un colorido abanico, que al menos daba algo de alivio si lo agitaba con tanta fuerza que casi salía volando.
A mi derecha e izquierda se alzaban los puesto de aquel mercado callejero y la marea compradores y curiosos me rodeaba por los cuatro costados. A pesar de que aquel día el sitio estaba a rebosar, no tenía problemas en abrirme camino. Avanzaba como avanzaría un tsunami: sin titubear y sin mirar quien estaba en mi camino, apartando yo a quien no se apartaba antes.
El exotismo del mercado me fascinaba. Allí había toda clase de perfumes, coloridas telas, joyas enormes y objetos que no sabía ni que existían. Eso por no hablar de la comida, de los deliciosos olores que me llegaban desde los puestos ambulantes y del aspecto de los ingredientes que podía ver en los puestos. Muchos no los había visto en mi vida y ni siquiera tenía idea de cómo sabían, pero o tenía problema en averiguarlo.
Desgraciadamente, no contaba con total libertad para acercarme a mirar. Si no quería achicharrarme bajo la solana no me quedaba más remedio que refugiarme bajo la sombrilla de Arya. El parasol estaba pensado para una sola persona, así que si quería que me cubriera no me quedaba más remedio que pegarme mucho a Arya.
-No te emociones, recuerda que esto solo lo hago porque no hay más sombrillas -farfullé. Yo no tenía la culpa de tener la piel tan blanca.
A mi derecha e izquierda se alzaban los puesto de aquel mercado callejero y la marea compradores y curiosos me rodeaba por los cuatro costados. A pesar de que aquel día el sitio estaba a rebosar, no tenía problemas en abrirme camino. Avanzaba como avanzaría un tsunami: sin titubear y sin mirar quien estaba en mi camino, apartando yo a quien no se apartaba antes.
El exotismo del mercado me fascinaba. Allí había toda clase de perfumes, coloridas telas, joyas enormes y objetos que no sabía ni que existían. Eso por no hablar de la comida, de los deliciosos olores que me llegaban desde los puestos ambulantes y del aspecto de los ingredientes que podía ver en los puestos. Muchos no los había visto en mi vida y ni siquiera tenía idea de cómo sabían, pero o tenía problema en averiguarlo.
Desgraciadamente, no contaba con total libertad para acercarme a mirar. Si no quería achicharrarme bajo la solana no me quedaba más remedio que refugiarme bajo la sombrilla de Arya. El parasol estaba pensado para una sola persona, así que si quería que me cubriera no me quedaba más remedio que pegarme mucho a Arya.
-No te emociones, recuerda que esto solo lo hago porque no hay más sombrillas -farfullé. Yo no tenía la culpa de tener la piel tan blanca.
Arya Valieri
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Jamás había sentido un calor tan abrasador como aquel. Se metía bajo mi piel y se sentaba sobre mis pulmones. Y el aire, que tan desesperadamente necesitaba para subsistir, me llegaba a pequeños sorbos. Un observador ajeno podría ejemplificarlo con estar dentro de un horno, pero dado que yo no solía acercarme a muchos, no se me ocurrió pensarlo.
A mí alrededor, el mercado de Katorea se extendía como un gran insecto zumbador. Vibrante, con sus colores variopintos, sus olores peculiares y una muchedumbre que se empeñaba en pasar rozándome. Por suerte, la cocinera, con su perpetuo mal humor, separaba la multitud como una espada separa la carne de su adversario, o para ser más consecuentes, como un hacha plateada en plena batalla.
Por si no fuera bastante complicado ya de por sí, mantener mi blanca y perfecta piel protegida de aquel sol abrasador y amenazante, que parecía capaz de quemarme en cuestión de segundos, dejándome de un color muy similar al de un crustáceo hervido; encima, debía compartir mi apreciado parasol, mi sanctasanctórum, con aquel ser iracundo, que no parecía comprender que aquello era lo más parecido a una violación que había sentido jamás.
-No te emociones, recuerda que esto solo lo hago porque no hay más sombrillas —gruñó, mientras me clavaba inconscientemente el codo en las costillas. La sombrilla estaba diseñada para una persona y esa persona era yo. Mi parasol, mis normas.
—Yo no describiría lo que siento como emoción, precisamente. Deberías estar más agradecida por la cesión de espacio que te concedo —susurré junto a su oído. En parte porque causaba más efecto y por otra parte, porque tenía su codo clavado tan profundamente, que no me era capaz de hablar más alto.
A mí alrededor, el mercado de Katorea se extendía como un gran insecto zumbador. Vibrante, con sus colores variopintos, sus olores peculiares y una muchedumbre que se empeñaba en pasar rozándome. Por suerte, la cocinera, con su perpetuo mal humor, separaba la multitud como una espada separa la carne de su adversario, o para ser más consecuentes, como un hacha plateada en plena batalla.
Por si no fuera bastante complicado ya de por sí, mantener mi blanca y perfecta piel protegida de aquel sol abrasador y amenazante, que parecía capaz de quemarme en cuestión de segundos, dejándome de un color muy similar al de un crustáceo hervido; encima, debía compartir mi apreciado parasol, mi sanctasanctórum, con aquel ser iracundo, que no parecía comprender que aquello era lo más parecido a una violación que había sentido jamás.
-No te emociones, recuerda que esto solo lo hago porque no hay más sombrillas —gruñó, mientras me clavaba inconscientemente el codo en las costillas. La sombrilla estaba diseñada para una persona y esa persona era yo. Mi parasol, mis normas.
—Yo no describiría lo que siento como emoción, precisamente. Deberías estar más agradecida por la cesión de espacio que te concedo —susurré junto a su oído. En parte porque causaba más efecto y por otra parte, porque tenía su codo clavado tan profundamente, que no me era capaz de hablar más alto.
Unity Crowley
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Arya todavía pretendía que le agradeciera hacerme un (diminuto) hueco bajo el parasol. Lo que me faltaba, ella debería agradecerme a mí que hubiera bajado del barco a protegerla. Y por si fuera poco me lo dice directamente en el oído, poniendo un tono de voz sensual y silvante. ¿Qué esperaba conseguir de mí? Seguro que cuando acabara el día pretendía que le llevara las bolsas al barco.
-No te preocupes, te dejo todo el espacio para ti solita -respondí.
Asqueada me aparté de ella, saliendo con fastidio de la pequeña sombra protectora. Al momento el sol me abrazó, haciendo que notara la piel más caliente que tiras de pollo frito recién sacadas del horno. Además, sudaba como una mona y no había nada que me diera más asco que eso. Mataría a todo el mercado por una ducha.
Me hubiera arrancado el abrigo, pero Ahiru me había advertido que me lo dejara puesto, porque no era muy grueso y me servía de protección para las quemaduras
Me acerqué a un puesto de especias y la sombra del toldo fue verdadero alivio, aunque no lleva ni diez minutos al sol. Acerqué la nariz a los cestos para oler las especias. El aroma de todas ellas juntas mezclado con todos los olores que venían del mercado no permitía apreciarlas bien, pero yo tenía una nariz entrenada para la cocina.
-Con algunas de estas podría preparar un buen curry. -dije para mí misma.
-No te preocupes, te dejo todo el espacio para ti solita -respondí.
Asqueada me aparté de ella, saliendo con fastidio de la pequeña sombra protectora. Al momento el sol me abrazó, haciendo que notara la piel más caliente que tiras de pollo frito recién sacadas del horno. Además, sudaba como una mona y no había nada que me diera más asco que eso. Mataría a todo el mercado por una ducha.
Me hubiera arrancado el abrigo, pero Ahiru me había advertido que me lo dejara puesto, porque no era muy grueso y me servía de protección para las quemaduras
Me acerqué a un puesto de especias y la sombra del toldo fue verdadero alivio, aunque no lleva ni diez minutos al sol. Acerqué la nariz a los cestos para oler las especias. El aroma de todas ellas juntas mezclado con todos los olores que venían del mercado no permitía apreciarlas bien, pero yo tenía una nariz entrenada para la cocina.
-Con algunas de estas podría preparar un buen curry. -dije para mí misma.
Arya Valieri
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
-No te preocupes, te dejo todo el espacio para ti solita —respondió la cocinera, mientras se apartaba de mí como si tuviera alguna enfermedad infecciosa.
Por toda respuesta, arqueé una ceja y recuperé el espacio prestado a Unity bajo mi adorada sombrilla. Si prefería rechazar mi excelsa hospitalidad y buena fe, peor para ella. Si la daba un golpe de calor, yo no pensaba llevarla a cuestas hasta el barco, no era digno de una señorita.
El mercado seguía moviéndose a mí alrededor a toda velocidad. A tanta, de hecho, que nadie se pararía a pensar que una joven que se cobijara bajo una sombrilla blanca pudiera tener intereses en bolsas ajenas. Simulé sufrir un desvanecimiento contra un rubicundo hombre de piel morena, de cuyo cinto colgaba una bolsa de tela basta repleta de dinero. Cuando poco después siguió su camino, no notó que llevaba diez monedas de oro menos en su bolsa.
Cuando más tiempo pasaba en aquel lugar, más sensación de calor tenía. El aire ardiente bajaba por mi garganta y pequeñas gotas de sudor bajaban por mi espalda, cada vez con mayor constancia. Odiaba sudar, era vulgar y te rebajaba al nivel del populacho que mostraba grandes manchas de sudor bajo las axilas.
Repetí la operación del desmayo inocente tres veces, antes de acercarme a un puesto de baratijas brillantes que me llamó la atención. En general, no había nada más que horteradas sin clase de poco o ningún valor, abrillantadas para que llamaran la atención de los viandantes. Pero en uno de los estantes, casi oculto por un enorme collar de latón viejo que pretendía pasar por oro, vi un pequeño colgante de lapislázuli con forma de escarabajo.
—Disculpe, señor ¿Podría decirme el precio de este colgante? —le pregunté al hombre con aspecto somnoliento que parecía estar al cargo de aquel puesto. Él dio un respingo y se dirigió hacia mí frotándose las manos, con la avaricia pintada en el rostro.
—Bueno verá, señorita, es un antiguo amuleto, muy muy poderoso. Además, era de mi abuela que murió en …
—Seis berries. Y estoy siendo generosa —si no le interrumpía, no saldría de allí hasta el día siguiente.
—Ocho. Entienda usted que tiene un gran valor sentimental para mi famili…
—Siete.
—De acuerdo —aceptó el hombre, claramente sorprendido por mis cualidades de regateadora.
Con una sonrisa, acepté la pequeña bolsita de cuero que me entregaba y volví sobre mis pasos en dirección a Unity, que seguía con la nariz metida entre los montones de fragantes especias de colores. La punta de su nariz estaba manchada de polvos de color rojo fuerte.
—¿Has terminado ya con tus pesquisas? —pregunté, mientras le limpiaba la nariz con mi pulgar.
Por toda respuesta, arqueé una ceja y recuperé el espacio prestado a Unity bajo mi adorada sombrilla. Si prefería rechazar mi excelsa hospitalidad y buena fe, peor para ella. Si la daba un golpe de calor, yo no pensaba llevarla a cuestas hasta el barco, no era digno de una señorita.
El mercado seguía moviéndose a mí alrededor a toda velocidad. A tanta, de hecho, que nadie se pararía a pensar que una joven que se cobijara bajo una sombrilla blanca pudiera tener intereses en bolsas ajenas. Simulé sufrir un desvanecimiento contra un rubicundo hombre de piel morena, de cuyo cinto colgaba una bolsa de tela basta repleta de dinero. Cuando poco después siguió su camino, no notó que llevaba diez monedas de oro menos en su bolsa.
Cuando más tiempo pasaba en aquel lugar, más sensación de calor tenía. El aire ardiente bajaba por mi garganta y pequeñas gotas de sudor bajaban por mi espalda, cada vez con mayor constancia. Odiaba sudar, era vulgar y te rebajaba al nivel del populacho que mostraba grandes manchas de sudor bajo las axilas.
Repetí la operación del desmayo inocente tres veces, antes de acercarme a un puesto de baratijas brillantes que me llamó la atención. En general, no había nada más que horteradas sin clase de poco o ningún valor, abrillantadas para que llamaran la atención de los viandantes. Pero en uno de los estantes, casi oculto por un enorme collar de latón viejo que pretendía pasar por oro, vi un pequeño colgante de lapislázuli con forma de escarabajo.
—Disculpe, señor ¿Podría decirme el precio de este colgante? —le pregunté al hombre con aspecto somnoliento que parecía estar al cargo de aquel puesto. Él dio un respingo y se dirigió hacia mí frotándose las manos, con la avaricia pintada en el rostro.
—Bueno verá, señorita, es un antiguo amuleto, muy muy poderoso. Además, era de mi abuela que murió en …
—Seis berries. Y estoy siendo generosa —si no le interrumpía, no saldría de allí hasta el día siguiente.
—Ocho. Entienda usted que tiene un gran valor sentimental para mi famili…
—Siete.
—De acuerdo —aceptó el hombre, claramente sorprendido por mis cualidades de regateadora.
Con una sonrisa, acepté la pequeña bolsita de cuero que me entregaba y volví sobre mis pasos en dirección a Unity, que seguía con la nariz metida entre los montones de fragantes especias de colores. La punta de su nariz estaba manchada de polvos de color rojo fuerte.
—¿Has terminado ya con tus pesquisas? —pregunté, mientras le limpiaba la nariz con mi pulgar.
Unity Crowley
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Con el dinero que Elizabeth me había dado para comprar provisiones me hice con varios tarros de especias. Sabía que la segunda al mando no las consideraría provisiones y que me había gastado bastante en ellas porque eran jodidamente caras, pero no siempre tiene acceso a un material de tan buena calidad. De todas forma podía enfadarse cuanto quisiera, en cuanto el capitán probara mi curry me daría toda la razón. Solo me faltaba algo de arroz basmati para completar el plato.
Ni la subcapitana ni Dromp andaban por ahí, todos se habían quedado en el barco. Ni siquiera Erika había querido acompañarnos a tierra, cosa bastante rara. No podía evitar sospechar que se trataba de algún tipo de encerrona con Arya. ¿Se podía hacer una encerrona al aire libre? Era una contradicción. Tenía que acordarme de preguntárselo a Aspros al volver.
Arya se acercó a mí con una sonrisa demasiado brillante, seguro que se había comprado alguna chorrada cara.
-¿Has terminado ya con tus pesquisas? -me preguntó mientras me limpiaba una mancha de la nariz. Yo fruncí el ceño, desde la muerte de mi madre nadie me había limpiado ninguna mancha de la cara. Nadie había tenido suficientes cojones.
-Lo que tú llamas pesquisas a mí me gusta llamarlo "aprovisionamiento" -espeté mirando con cariño mis pequeños tarros. Me rasqué la nariz allí donde me había tocado con la yema de los dedos, como si picara -. Podría tú también hacer algo de provecho por la tripulación.
Ni la subcapitana ni Dromp andaban por ahí, todos se habían quedado en el barco. Ni siquiera Erika había querido acompañarnos a tierra, cosa bastante rara. No podía evitar sospechar que se trataba de algún tipo de encerrona con Arya. ¿Se podía hacer una encerrona al aire libre? Era una contradicción. Tenía que acordarme de preguntárselo a Aspros al volver.
Arya se acercó a mí con una sonrisa demasiado brillante, seguro que se había comprado alguna chorrada cara.
-¿Has terminado ya con tus pesquisas? -me preguntó mientras me limpiaba una mancha de la nariz. Yo fruncí el ceño, desde la muerte de mi madre nadie me había limpiado ninguna mancha de la cara. Nadie había tenido suficientes cojones.
-Lo que tú llamas pesquisas a mí me gusta llamarlo "aprovisionamiento" -espeté mirando con cariño mis pequeños tarros. Me rasqué la nariz allí donde me había tocado con la yema de los dedos, como si picara -. Podría tú también hacer algo de provecho por la tripulación.
Arya Valieri
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
-Lo que tú llamas pesquisas a mí me gusta llamarlo "aprovisionamiento" —espetó, mientras reaccionaba con incomodidad al contacto de mi dedo con su nariz. De hecho, si no fuera por el tono rosáceo de su piel debido al calor reinante, diría que se había sonrojado un poco…— Podrías tú también hacer algo de provecho por la tripulación.
—Disculpa, pero mi labor en el barco es de inestimable valor —contesté. Si me ofendiera cada vez que ella calificara mi música como inútil, estaría en un estado de mal humor permanente y fruncir el ceño deja unas arrugas muy antiestéticas.
En esta ocasión, el hábito si hace al monje, ya que Unity miraba a los pequeños tarros de especias con un cariño que rayaba la adoración. Antes de que la cocinera pudiera evitarlo, cogí uno de ellos y lo alcé para ponerlo al contraluz; el polvo del interior era de una tonalidad entre el naranja y el amarillo brillante y por los carteles de los precios que estaban clavados en los grandes montones, era bastante caro. El borde entre el cristal y el tapón de corcho estaba sellado con cera, que rasqué con la punta de la uña, sin llegar a romperlo.
—¿Vas a comprar algo más o volvemos al barco? —pregunté, con un tono de voz que, a mi entender, sonaba inocente, mientras marcaba el ritmo de una de mis canciones favoritas valiéndome de mi culinario rehén.
—Disculpa, pero mi labor en el barco es de inestimable valor —contesté. Si me ofendiera cada vez que ella calificara mi música como inútil, estaría en un estado de mal humor permanente y fruncir el ceño deja unas arrugas muy antiestéticas.
En esta ocasión, el hábito si hace al monje, ya que Unity miraba a los pequeños tarros de especias con un cariño que rayaba la adoración. Antes de que la cocinera pudiera evitarlo, cogí uno de ellos y lo alcé para ponerlo al contraluz; el polvo del interior era de una tonalidad entre el naranja y el amarillo brillante y por los carteles de los precios que estaban clavados en los grandes montones, era bastante caro. El borde entre el cristal y el tapón de corcho estaba sellado con cera, que rasqué con la punta de la uña, sin llegar a romperlo.
—¿Vas a comprar algo más o volvemos al barco? —pregunté, con un tono de voz que, a mi entender, sonaba inocente, mientras marcaba el ritmo de una de mis canciones favoritas valiéndome de mi culinario rehén.
Unity Crowley
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
—Disculpa, pero mi labor en el barco es de inestimable valor -dijo Arya. Yo rodé los ojos con fastidio, conteniendo las ganas de darme una palmada en la frente. A estas alturas ya debería haberme acostumbrado a su egolatría, pero no había manera.
La rubia se acercó a mí de golpe y con la velocidad del rayo me arrebató uno de los tarros recién comprados.
—¿Vas a comprar algo más o volvemos al barco? -dijo con su estúpida vocecilla chirriante.
Casi a la velocidad en que la mano de Arya se había movido anteriormente, mi brazo se lanzó hacia delante y la sujeté por la muñeca con fuerza, impidiendo que pudiera moverla. Sin dejar de ejercer una presión que rozaba lo doloroso, con la otra mano tomé el frasco que ella soltó sin resistencia, dado que tenía los dedos practicamente paralizados.
-Te he dicho muchas veces que mis cosas no se tocan, querida -dije poniendo especial énfasis en la última palabra, una muletilla muy suya.
La solté con brusquedad y eché a andar, sin preocuparme si ella me seguía o no. Ya había tenido suficientes compras por hoy y no veía el momento de deshacerme de Arya.
Llegué el puerto, el punto de reunión donde habíamos quedado con el resto de la banda. Pero no había rastro de nadie, bueno, en realidad si había rastro de Dromp: un rastro de caos, destrucción y casas reducidas a escombros. Había guardias por todo el lugar, así como civiles contemplando el desastre o llorando por la destrucción de sus hogares. Y el barco tampoco estaba
-Dios, ¿no quedamos en que ese idiota esperaría en el barco? -murmuré molesta, rascándome la cabeza con preocupación.
Una anciana de piel morena y el pelo blanco como la cal se acercó a mí despacio.
-Disculpe, ¿es usted la señorita Crowley? -dijo con precaución, tanteándome con la vista seguramente para decidir si debía salir corriendo.
-La única Crowley del lugar -respondí.
-Una muchacha me dejó esta carta para usted -la mujer me tendió el papel y conforme lo abrí ella se alejó de mí, sin duda no esperaba que le diera ninguna propina por el recado.
La carta, escrita con la letra de Erika, rezaba lo siguiente:
Estrujé la carta con el puño hasta convertirla en una bola arrugada y luego la lancé al suelo. Menudo fastidio, ya podría haber hecho tiempo hasta que regresáramos. Ahora me tocaba ir hasta la cala, cargando con Arya además. Primero de todo debía hacerme con un medio de transporte.
La rubia se acercó a mí de golpe y con la velocidad del rayo me arrebató uno de los tarros recién comprados.
—¿Vas a comprar algo más o volvemos al barco? -dijo con su estúpida vocecilla chirriante.
Casi a la velocidad en que la mano de Arya se había movido anteriormente, mi brazo se lanzó hacia delante y la sujeté por la muñeca con fuerza, impidiendo que pudiera moverla. Sin dejar de ejercer una presión que rozaba lo doloroso, con la otra mano tomé el frasco que ella soltó sin resistencia, dado que tenía los dedos practicamente paralizados.
-Te he dicho muchas veces que mis cosas no se tocan, querida -dije poniendo especial énfasis en la última palabra, una muletilla muy suya.
La solté con brusquedad y eché a andar, sin preocuparme si ella me seguía o no. Ya había tenido suficientes compras por hoy y no veía el momento de deshacerme de Arya.
Llegué el puerto, el punto de reunión donde habíamos quedado con el resto de la banda. Pero no había rastro de nadie, bueno, en realidad si había rastro de Dromp: un rastro de caos, destrucción y casas reducidas a escombros. Había guardias por todo el lugar, así como civiles contemplando el desastre o llorando por la destrucción de sus hogares. Y el barco tampoco estaba
-Dios, ¿no quedamos en que ese idiota esperaría en el barco? -murmuré molesta, rascándome la cabeza con preocupación.
Una anciana de piel morena y el pelo blanco como la cal se acercó a mí despacio.
-Disculpe, ¿es usted la señorita Crowley? -dijo con precaución, tanteándome con la vista seguramente para decidir si debía salir corriendo.
-La única Crowley del lugar -respondí.
-Una muchacha me dejó esta carta para usted -la mujer me tendió el papel y conforme lo abrí ella se alejó de mí, sin duda no esperaba que le diera ninguna propina por el recado.
La carta, escrita con la letra de Erika, rezaba lo siguiente:
¡Unity! ¿Te lo has pasado bien comprando con Arya? Espero que os hayas portado bien y no hayáis discutido mucho. Yo también me lo estaba pasando muy bien esperándoos aquí con Sharpus y Aspros, pero entonces ha aparecido el capitán, muy enfadado porque al parecer Ahiru se ha terminado el ron y Eli no le ha dejado bajar a comprar más, porque si lo hacía la iba a liar y nos iban a descubrir a todos. Ha bajado del barco gritando que en su barco hacía lo que le daba la gana y que Elizabeth no era nadie para decirle si compraba alcohol o no. Y al ponerse a dar patadas ha derrumabando varias casas, así que la gente ha salido corriendo y ha llamado a los marines. Eli también se ha enfadado y ha hecho aparecer varias plantas para sujetarle, pero en el proceso ha acabado destrozando otras tantas casas.
En resumen, que hemos tenido que salir corriendo antes de que vinieran los marines y toda la guardia de la ciudad. Como no podíamos esperaros, Eli ha dicho que nos refugiaremos en la pequeña cala que vimos de camino aquí. ¿Te acuerdas? Esa tan mona en la que Ahiru quería parar a hacer una barbacoa. Nos quedaremos allí a esperaros, solo son unas cuantas horas de la ciudad, así que espero que no tardéis mucho.
Os quiero mucho.
Erika
PD: Elizabeth dice que si para esta noche no habéis llegado nos vamos sin vosotras, pero yo sé que no lo va en serio.
En resumen, que hemos tenido que salir corriendo antes de que vinieran los marines y toda la guardia de la ciudad. Como no podíamos esperaros, Eli ha dicho que nos refugiaremos en la pequeña cala que vimos de camino aquí. ¿Te acuerdas? Esa tan mona en la que Ahiru quería parar a hacer una barbacoa. Nos quedaremos allí a esperaros, solo son unas cuantas horas de la ciudad, así que espero que no tardéis mucho.
Os quiero mucho.
Erika
PD: Elizabeth dice que si para esta noche no habéis llegado nos vamos sin vosotras, pero yo sé que no lo va en serio.
Estrujé la carta con el puño hasta convertirla en una bola arrugada y luego la lancé al suelo. Menudo fastidio, ya podría haber hecho tiempo hasta que regresáramos. Ahora me tocaba ir hasta la cala, cargando con Arya además. Primero de todo debía hacerme con un medio de transporte.
Arya Valieri
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Con la fuerza nacida de su habitual ira, Unity lanzó su mano hacia delante y me sujetó la mano con la que sostenía el tarro por la muñeca; inmovilizándome la articulación de forma que un ligero relámpago de dolor subiera hasta mi codo. Después, me arrebató el bote de especias de la mano.
-Te he dicho muchas veces que mis cosas no se tocan, querida —dijo Unity, intentando imitarme, evidentemente. A pesar de que una auténtica señorita no debe, bajo ninguna circunstancia, responder a provocaciones externas, no pude evitar enarcar una ceja.
Ella me soltó y siguió su camino por la calle atestada de lugareños, probablemente en dirección al puerto y por ende, hacia nuestro estimado barco. Si no hubiera sido tan grosera, a lo mejor le habría dicho que me había fijado en un atajo que discurría por callejones mucho menos concurridos, pero como se había comportado como la vulgar y malhumorada cocinera que era, que se apañara con el populacho.
Retrocedí sobre mis pasos para encontrar la estrecha callejuela que había vislumbrado con anterioridad y entré por ella. El ambiente era completamente diferente al que reinaba en el mercado; las calles eran mucho más estrechas y, aunque no estaban ni mucho menos vacías, no era necesario pelear por tu espacio personal ni abrirte paso a codazos. Además, los edificios proyectaban una sombra que aliviaba el efecto del sol abrasador, lo que hacía el recorrido mucho más llevadero.
A paso ligero, recorrí Katorea hasta llegar al puerto, aunque conforme más me acercaba, más destrozos significativos me encontraba a mi paso. ‘’Alguien’’, que por el calibre de los derrumbes sólo podía tratarse de nuestro querido y autoproclamado Capitán, había derribado varias casas y la gente se lamentaba entre los escombros. En la escena había también marines, que ladraban órdenes, intentando averiguar la situación de los piratas fugitivos, que desde luego, no era el puerto, porque el caladero en el que se encontraba la Perla cuando nos fuimos estaba vacío, ni rastro de la familiar figura de nuestro barco.
Mientras observaba los destrozos, vi a Unity llegar y ser interpelada por la señora que después le entregó una carta. En completo silencio, me coloqué a su espalda y empecé a leer la carta al mismo tiempo que ella, aunque por razones obvias, yo acabé mucho antes. Observé como la arrugaba y la tiraba al suelo ¿De modo que había que recorrer media isla hasta una cala alejada? Perfecto, yo encontraría mi propio modo de viajar.
—Disculpe, caballero —El joven oficial de la marina se giró y me miró como si acabara de ver un ángel. Yo, debajo de mi sombrilla, interpretaba lo mejor que podía el papel de señorita desvalida. Respiración rápida y parpadeo más rápido aún —¿Podría ayudarme? Mi familia y yo se lo agradeceríamos infinitamente.
—Por supuesto, señorita —contestó mientras se ruborizaba. Por el uniforme y por la cara de inocente, aquel debía de ser un nuevo recluta —. La marina existe para ayudar a la población.
—Es que fui… fui de compras y… y dejé a mi familia aquí —Mis cuerpo temblaba como una hoja y mis ojos se inundaron de lágrimas —. Y… y ahora he… he vuelto y to… todo está des… destrozado y no… no encuentro a mi fa… familia.
—No se preocupe, señorita, le ayudaré en todo lo que pueda —Parecía realmente agobiado, así que sin duda aquella debía de ser una de sus primeras misiones.
—¿Po… podría usted a…acercarme a una cala que está cerca de aquí? Mi… mi tío atracó allí para descansar con su bar… barco —pregunté, mientras me ayudaba de mi labio inferior, que temblaba peligrosamente, para lograr mi objetivo.
—¡No se preocupe! ¡Hablaré con mi oficial y volveré en un segundo! —aseguró, antes de salir corriendo.
Mantuve mi pose de señorita desvalida, mientras le veía hablar con el que parecía al mando de la situación. Él me miró y yo emití un hipido sonoro mientras dejaba que las lágrimas se deslizaran por mis mejillas. Saqué un pañuelo de encaje de mi bolsillo en cuando le vi asentir y sonreí con expresión de alivio, cuando el joven marine se acercó con un carro de caballos con el blasón de la marina a un lado.
—Mu… mu… muchas gracias ¡Es usted un verdadero marine! —exclamé mientras subía a la calesa. Él se ruborizó fuertemente y hizo el saludo típico de la marina.
Me sequé las lágrimas rápidamente y borré la debilidad de mi rostro cuando pasamos junto a Unity.
—Hasta ahora, cielo —susurré para que el marine no me oyera cuando pasamos a su lado.
-Te he dicho muchas veces que mis cosas no se tocan, querida —dijo Unity, intentando imitarme, evidentemente. A pesar de que una auténtica señorita no debe, bajo ninguna circunstancia, responder a provocaciones externas, no pude evitar enarcar una ceja.
Ella me soltó y siguió su camino por la calle atestada de lugareños, probablemente en dirección al puerto y por ende, hacia nuestro estimado barco. Si no hubiera sido tan grosera, a lo mejor le habría dicho que me había fijado en un atajo que discurría por callejones mucho menos concurridos, pero como se había comportado como la vulgar y malhumorada cocinera que era, que se apañara con el populacho.
Retrocedí sobre mis pasos para encontrar la estrecha callejuela que había vislumbrado con anterioridad y entré por ella. El ambiente era completamente diferente al que reinaba en el mercado; las calles eran mucho más estrechas y, aunque no estaban ni mucho menos vacías, no era necesario pelear por tu espacio personal ni abrirte paso a codazos. Además, los edificios proyectaban una sombra que aliviaba el efecto del sol abrasador, lo que hacía el recorrido mucho más llevadero.
A paso ligero, recorrí Katorea hasta llegar al puerto, aunque conforme más me acercaba, más destrozos significativos me encontraba a mi paso. ‘’Alguien’’, que por el calibre de los derrumbes sólo podía tratarse de nuestro querido y autoproclamado Capitán, había derribado varias casas y la gente se lamentaba entre los escombros. En la escena había también marines, que ladraban órdenes, intentando averiguar la situación de los piratas fugitivos, que desde luego, no era el puerto, porque el caladero en el que se encontraba la Perla cuando nos fuimos estaba vacío, ni rastro de la familiar figura de nuestro barco.
Mientras observaba los destrozos, vi a Unity llegar y ser interpelada por la señora que después le entregó una carta. En completo silencio, me coloqué a su espalda y empecé a leer la carta al mismo tiempo que ella, aunque por razones obvias, yo acabé mucho antes. Observé como la arrugaba y la tiraba al suelo ¿De modo que había que recorrer media isla hasta una cala alejada? Perfecto, yo encontraría mi propio modo de viajar.
—Disculpe, caballero —El joven oficial de la marina se giró y me miró como si acabara de ver un ángel. Yo, debajo de mi sombrilla, interpretaba lo mejor que podía el papel de señorita desvalida. Respiración rápida y parpadeo más rápido aún —¿Podría ayudarme? Mi familia y yo se lo agradeceríamos infinitamente.
—Por supuesto, señorita —contestó mientras se ruborizaba. Por el uniforme y por la cara de inocente, aquel debía de ser un nuevo recluta —. La marina existe para ayudar a la población.
—Es que fui… fui de compras y… y dejé a mi familia aquí —Mis cuerpo temblaba como una hoja y mis ojos se inundaron de lágrimas —. Y… y ahora he… he vuelto y to… todo está des… destrozado y no… no encuentro a mi fa… familia.
—No se preocupe, señorita, le ayudaré en todo lo que pueda —Parecía realmente agobiado, así que sin duda aquella debía de ser una de sus primeras misiones.
—¿Po… podría usted a…acercarme a una cala que está cerca de aquí? Mi… mi tío atracó allí para descansar con su bar… barco —pregunté, mientras me ayudaba de mi labio inferior, que temblaba peligrosamente, para lograr mi objetivo.
—¡No se preocupe! ¡Hablaré con mi oficial y volveré en un segundo! —aseguró, antes de salir corriendo.
Mantuve mi pose de señorita desvalida, mientras le veía hablar con el que parecía al mando de la situación. Él me miró y yo emití un hipido sonoro mientras dejaba que las lágrimas se deslizaran por mis mejillas. Saqué un pañuelo de encaje de mi bolsillo en cuando le vi asentir y sonreí con expresión de alivio, cuando el joven marine se acercó con un carro de caballos con el blasón de la marina a un lado.
—Mu… mu… muchas gracias ¡Es usted un verdadero marine! —exclamé mientras subía a la calesa. Él se ruborizó fuertemente y hizo el saludo típico de la marina.
Me sequé las lágrimas rápidamente y borré la debilidad de mi rostro cuando pasamos junto a Unity.
—Hasta ahora, cielo —susurré para que el marine no me oyera cuando pasamos a su lado.
Unity Crowley
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Ahora que me paraba a pensarlo, ¿dónde se había metido Arya? Giré la cabeza a un lado y a otro para buscarla, pero no la vi por ninguna parte. No podía estar muy lejos, dudaba de que se hubiera quedado en el mercado pataleando porque había sido mala con ella, sin duda me había seguido hasta el puerto pero después se había largado.
Un carro a caballos de la marina pasó por mi lado. Lo conducía un joven marine con pinta de atontado y a su lado se encontraba Arya. La muy zorra sonreía ladina, pero tenía los ojos enrojecidos como si hubiera llorado, seguramente había engañado al marine con su actuación de damisela desvalida y alguna pobre escusa.
-Hasta ahora, cielo -se despidió al pasar.Suspiré con fastidio, otra volví a actuar a su bola esperando que yo la siguiera. Al menos había solucionado el problema del medio de transporte.
Cogí impulso y eché a correr detrás del carro. Afortunadamente, por esas calles concurridas no podía ir muy rápido. Cuando llegué a su altura salté a la parte trasera, para después subir al techo. El conductor se giró al oír el ruido y abrió los ojos alarmado al verme.
-Se-señorita, no puede subirse ahí, va contra el reglamento de tráfico.
-No te preocupes, ahora bajo.
Di un saltó, con las piernas por delante, y le propiné al marine una patada en la cabeza que le lanzó fuera del carro. Rodó por el suelo como un muñeco, provocando exclamaciones de asombro entre los transeuntes.
Ocupé el lugar de joven marine y tomé las riendas de los caballos. Después me giré para mirar a Arya como la miraría Elizabeth antes de echarle la bronca.
-¿No te da vergüenza obligarme a llevar a cabo tu trabajo sucio? -no estaba del todo enfadado, no si teníamos en cuenta que la nos había conseguido un vehículo.
Detrás de mí oí gritos, pero no eran chillidos asustados sino ordenes a viva voz.
-¡Coged a esas mujeres! ¡Son secuaces del pirata gigante!
Me asomé a echar un vistazo y vi como varios marines se ponían en alerta y salían tras nosotras. El hombre que había gritado las ordenes, un hombre canoso con pinta de importante, sujetaba en la mano un trozo de papel arruga. Quizás no debería haber dejado la carta tirada en cualquier lado.
-Vamos a tener que darle garbo -dije tirando de las riendas para acelerar a los caballos.
Un carro a caballos de la marina pasó por mi lado. Lo conducía un joven marine con pinta de atontado y a su lado se encontraba Arya. La muy zorra sonreía ladina, pero tenía los ojos enrojecidos como si hubiera llorado, seguramente había engañado al marine con su actuación de damisela desvalida y alguna pobre escusa.
-Hasta ahora, cielo -se despidió al pasar.Suspiré con fastidio, otra volví a actuar a su bola esperando que yo la siguiera. Al menos había solucionado el problema del medio de transporte.
Cogí impulso y eché a correr detrás del carro. Afortunadamente, por esas calles concurridas no podía ir muy rápido. Cuando llegué a su altura salté a la parte trasera, para después subir al techo. El conductor se giró al oír el ruido y abrió los ojos alarmado al verme.
-Se-señorita, no puede subirse ahí, va contra el reglamento de tráfico.
-No te preocupes, ahora bajo.
Di un saltó, con las piernas por delante, y le propiné al marine una patada en la cabeza que le lanzó fuera del carro. Rodó por el suelo como un muñeco, provocando exclamaciones de asombro entre los transeuntes.
Ocupé el lugar de joven marine y tomé las riendas de los caballos. Después me giré para mirar a Arya como la miraría Elizabeth antes de echarle la bronca.
-¿No te da vergüenza obligarme a llevar a cabo tu trabajo sucio? -no estaba del todo enfadado, no si teníamos en cuenta que la nos había conseguido un vehículo.
Detrás de mí oí gritos, pero no eran chillidos asustados sino ordenes a viva voz.
-¡Coged a esas mujeres! ¡Son secuaces del pirata gigante!
Me asomé a echar un vistazo y vi como varios marines se ponían en alerta y salían tras nosotras. El hombre que había gritado las ordenes, un hombre canoso con pinta de importante, sujetaba en la mano un trozo de papel arruga. Quizás no debería haber dejado la carta tirada en cualquier lado.
-Vamos a tener que darle garbo -dije tirando de las riendas para acelerar a los caballos.
Contenido patrocinado
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
|
|