[Reto] Kirigaya & Allen Vs. Doragon & Moralakes

¡Oh! La inmortalidad, aquella cualidad que siempre había ansiado tener. Su pelo cano caía por la espalda en una gran melena, mientras que se mecía los pelos del bigote con una de sus manos. El gran Moralakes Junie había llegado a la isla del Baltigo, población habitada en su mayoría por los revolucionarios. Asquerosos revolucionarios, los electrocutaría a todos vivos si se le diera la oportunidad. Y allí se encontraba, de pie y con los brazos cruzados, esperando a que algo interesante ocurriera en aquel lugar. No había nada por lo que pudiera entretenerse, y debía de buscar una distracción que le mantuviera ocupado al menos durante un buen rato.

- Tsk, este lugar es deprimente - Decía con una voz susurrante el hombre-cyborg, mientras que sus botas se hundían en la arena que conformaba el suelo de aquella isla. Las rocas que se erigían en Baltigo no eran más que pedruscos marrones y desertizados, que se rompían al mínimo contacto.

Instantes más tardes, tras haber andado por unas horas en la isla, encontró a dos personas que hablaban entre ellas. Rápidamente, se coló tras una piedra de cuatro metros de alto, de forma que no le vieran. Pero gracias a sus habilidades de espía, él podía escuchar perfectamente su conversación.

- Un Yonkaikyo, ¿qué hará aquí? - Se preguntaba, interrogante.

Los cuatro señores del mar no se dejaban ver así como así, y menos en una isla tan banal y aburrida como esta. Sería agradable descubrir qué más misterios desentrañaban aquellos dos personajes, uno de pelo negro como el carbón, y el otro de pelo blanco como la ceniza. Oculto tras la piedra, esperó para dar un paso adelante, cuando estuviera totalmente seguro de lo que tendría que hacer. Hasta entonces, aguardó, con los cinco sentidos agudizados.

Mientras que escuchaba tras la roca la conversación que ambos personajes mantenían, pudo notar como una presencia animal se acercó y divisó su posición, delatando el lugar donde se encontraba. Un caballo sacado del infierno sacó sus narices por los resquicios de la piedra, para luego volver con su amo como un perro faldero a informarle de lo que habían visto sus equinos ojos. Antes de que pudiera resultar un ataque sorpresa en su contra, el cyborg apoyó ambas manos en el suelo y se impulsó hacia atrás y la izquierda, cubriendo una longitud de más de cinco metros gracias a sus fuerzas inhumanas de un salto. Así podría asegurarse una buena defensa en caso de que intentaran algo contra él.

Dos cosas pasaron entonces: un personaje volador comenzaba a disparar con un fusil desde el cielo a los dos enemigos que se encontraban charlando, y una onda cortante atravesaba la piedra donde anteriormente se encontraba Moralakes. Estando a una distancia prudente, solo tuvo que dar unas zancadas hacia un lado para esquivarlo. Identificó con sus ojos al espadachín que había lanzado tal ataque, así que sería él el que sufriera la ira del gran cyborg que buscaba la inmortalidad.

Moviéndose rápido, quedó en la zona donde la roca se había desfragmentado, las cuáles todavía estaban cayendo al suelo. Conforme iban acercándose al suelo, Moralakes las iba pateando con una fuerza monstruosa para lanzarlas en dirección a donde se encontraba su contrincante pelinegro. El otro simplemente no le importaba, ya que parecía ocupado con el tirador aéreo. Sin embargo, no quitaría un ojo de encima por si acaso, no fuera a ser que intentase algo contra él. Así, pateó hasta cuatro piedras del tamaño de un melón, que se dirigieron con fuerza hacia el espadachín. Estas iban con un retraso entre sí de medio segundo, por lo que si intentaba cortar una, la próxima vendría detrás para golpearle. [AMF]

La batalla había comenzado, y los emparejamientos estaban más que claros. El chico de pelo blanco se dirigió a pelear contra el misterioso tirador alado, mientras que el pelinegro se enfrentaría contra el señor cyborg.

Las rocas que lanzó Moralakes fueron cortadas con las espadas de dicho personaje, además de bloqueadas por un gigantesco dragón demasiado feo. Tras esto, el espadachín creó un animal carnívoro de energía, para luego moverse al unísono hacia el cyborg. Cada uno fue hacia un lado distinto, intentando pillarle en un ataque conjunto. Conociendo ya aquella táctica de otras peleas, Moralakes se impulsó verticalmente con un gran salto. Debajo de él, el tigre saltó, pero como no había ningún objetivo al que morder, su trayectoria lo llevó directamente hacia su creador. ¿Le mordería? No, porque el espadachín lanzó un tajo cruzado, que cortó al animal de cuajo. Así, llegaron también el dragón y el caballo pesaroso a ayudar.

Allí arriba, Moralakes giró para quedar mirando hacia abajo. Sus ojos activaron los Diales Láser que tenía implantados, tornándose rojos. Unas finas líneas de cinco centímetros de diámetro viajaron rápidamente por el medio para achicharrar la zona donde se encontraba su enemigo. Una pequeña explosión se haría eco si conseguía alcanzar algún cuerpo, y lo pasaría muy mal si aquel láser era efectivo. [AMF]

Los rayos láser que Moralakes lanzaba desde el cielo no cumplieron demasiado bien el cometido al que estaban dispuestos. El enemigo de pelo negro se transformó en una especie de animal rápido, posiblemente fuera usuario de una Zoan. Esquivó el ataque del cyborg con relativa facilidad, para luego volar junto a su dragón a la posición en la que se encontraba el viejo señor. La criatura mitológica expulsó una nube venenosa que se fundió con un remolino aéreo por parte del espadachín-animal, concentrándose alrededor de Moralakes y afectándole mientras caía al suelo. Unos cortes se hicieron presentes en su cuerpo cuando rozó los límites del huracán, en brazos, pecho y cuádriceps.

La caída al suelo fue dura y pesada, y unas chispas de sus partes cyborg salieron a la luz. La otra persona que había estado peleando con el chico de pelo blanco parecía estar inerte en el suelo, por lo que los dos enemigos irían claramente a por él. Allí tumbado en el suelo, no se movió ni un ápice, sino que simplemente aguardó a que su enemigo bajara e intentara atacarle. Levantó la mano derecha al aire, mostrando una bola en la palma de su mano. Era como si estuviera esperando una oportunidad para suplicar por su vida, aunque el brillo de la batalla no había abandonado por completo sus ojos.