Reiner Jeager VS Kasan

Shimotsuki, hogar célebre para los espadachines. El motivo era simple: había un dojo en el que la gente entrenaba para aprender el arte de la espada. Y por ese mismo ideal, el agente del Cipher Pol se movió hasta dicha isla con el objetivo de posar sus propios orbes incoloros sobre la esencia de "espadas" que reinaba en aquel lugar.

Como vestimenta, portaba unos pantalones grisáceos, tapados en su parte inferior por unas botas marrones, y atado en la parte superior por un cinturón del mismo color. Una camisa blanca tapaba su torso, y sujeto a él se encontraban los arneses de su Equipo de Maniobras Tridimensionales, creación propia de la que se sentía orgulloso. Aun así, como no bastaba, tapaba su torso con una chaqueta del mismo color que las botas. Y para finalizar, portaba una capa verde hoja que lo mantenía oculto de cintura hacia arriba. Unos guantes oscuros tapaban sus manos, y llevaba las dos espadas distribuidas a cada lado de la cadera. Hay que mencionar que el mango de sus armas estaba conectado al Equipo de Maniobras anteriormente mencionado, por un cable retráctil y alargable.

Así, su figura se encontraba paseando por las calles de Shimotsuki, con las manos apuntando hacia el suelo y sus orbes hacia adelante. Su cara no reflejaba emoción alguna, sino que se mostraba pacífica e inhumana. El ceño estaba un poco fruncido, y se apartó un mechón de su corto y oscuro pelo que le caía por la frente. Aquel era Reiner Jaeger, nueva promesa del Gobierno. Un agente que había ingresado al cuerpo especial recientemente, siendo catapultado a dicha posición tras una serie de desdichas históricas. Sus veintidós años le habían dado la seriedad de una persona madura, y a pesar de que su físico no fuera de lo más impresionante, sus habilidades eran mucho mejor que la media de las personas que pudiera cruzarse en aquel lugar. Después de todo, había nacido como una estrella, y solo el paso del tiempo le haría ver como un único sujeto espectacular entre millones. Una especialidad del Dios creador.

- Creo que he llegado demasiado temprano. No son ni las nueve de la mañana, y parece que aquí le gusta dormir a la gente - Acotó, puesto que no había ni un alma paseando por las calles de Shimotsuki. Tal vez fuera por la premura con la que el agente se había desplazado a la isla, o tal vez todos estuvieran muertos. Había que ponerse en el peor escenario posible, aunque fuera de locos.

A pesar de ello, continuó andando, con los cinco sentidos alerta. Como bien le habían enseñado en los entrenamientos, uno nunca sabe cuándo puede venir el peligro. Y por eso, los oídos de Reiner se agudizaron al máximo. De todas formas, sería fácil descubrir la llegada de cualquier personaje ajeno a su figura, puesto que el silencio que sumía a Shimotsuki era fácilmente rompible. Prosiguió con su paseo, dirigiendo la mirada hacia las paredes y las entradas de las casas. Aburrido, taciturno, pasivo. Esperando algo que encendiera la llama de su motivación aquel día de soledad infinita y cielo despejado.

El agente seguía caminando por las calles de Shimotsuki, hasta que escuchó un absoluto grito de desesperación que resonó perfectamente en sus oídos. Sin pensárselo un segundo, desenvainó sus dos espadas y tomó una con cada mano, para luego empezar a dirigirse a gran velocidad hacia donde se había realizado tal llamada de “auxilio”, o al menos eso era lo que él pensaba. Dejando las espadas a los lados de su cadera, semi-horizontales con el suelo y casi paralelo a él, adquirió una postura que le permitió correr apropiadamente. De vez en cuando daba algún que otro salto e iba de tejado en tejado, buscando el punto inicial de aquel grito que había salido a escena recientemente.

No tardó demasiado en encontrar el epicentro de tal sonido en una zona residencial donde un hombre de oscuros ropajes golpeaba sin cesar un árbol con una espada. ¿Para eso se había dado tanta prisa? Suspiró y enfundó sus espadas, dejándose caer del tejado en el que se encontraba apoyado hacia el suelo. Se fijó bien en la persona que tenía delante de sí mismo, puesto que lo conocía de la división del Cipher Pol. Únicamente de vista, puesto que nunca había entablado una relación abierta con él, ni siquiera habían hablado juntos. Frunció un poco el ceño, y entonces se acercó hasta quedar a unos tres metros de su posición. Posó las manos en los mangos de sus espadas y simplemente reposó, viendo los cortes que aquella espada había realizado sobre el árbol. Había muchas hojas del árbol partidas en el suelo por la mitad, por lo que supuso –y no hacía falta ser muy listo para ello– que aquella persona era un espadachín.

– ¿No te cansa cortar hojas únicamente? Hay veces en las que es mejor un combate contra un enemigo que se mueva. Si lo piensas bien, en el campo de batalla, los criminales no van a esperar a que caigan del cielo y los cortes – Le dijo con sinceridad, lanzando una proposición inintencionadamente.

Entrenar con un objetivo estático era una pérdida de tiempo, aunque quizá sirviera para mejorar la técnica y maniobras del usuario. Pero a la hora de ponerlo en práctica, lo que mejor resultaba era un combate a ciencia cierta contra otra persona que no se quedase quieta. Después de todo, un enemigo nunca se va a dejar cortar fácilmente como las ramas que había en aquel árbol, sino que pelearía con uñas y dientes para aferrarse a la vida.

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