Saiiko Naoto
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La lluvia caía pareja y tranquila en la isla de Shell Town. Aquella isla que tenía situada dentro una gran base marine de importante renombre. El día como muchos otros era tranquilo y normal, la gente caminaba de acá para allá quejándose en lo posible de la terrible ola de frío que les caería durante un buen tiempo. Recorrió la isla poco a poco hasta terminar encerrándose en una pequeña taberna donde pidió un pequeño vaso de jugo de fruta para tomar a la espera de que la lluvia calmara un poco su presencia
Mientras comenzaba a hablar con ella misma en voz baja la respuesta de su contraparte felina se hizo audible en su propia mente justo a tiempo para comenzar a entablar una charla sobre comida, salsas y carnes. Tal vez sonaría estúpido o incluso extravagante, pero su cabeza y ella, y sin duda también su estómago compartían ese mutuo sentimiento por la comida, de hecho, le resultaba difícil escoger entre cocinar o comer.
La lluvia golpeaba con fuerza y ganas las ventanas selladas y sucias, la puerta, la cual rechinaba a causa de los empujones del viento y entraba por la pequeña rendija inferior. Saiiko dejó el vaso de zumo sobre la encimera, que de no ser por el ruido de fuera habría despertado a todos los viejos y vagabundos del lugar. Se desabrochaba el grande abrigo mientras caminaba con decisión hasta la puerta, después, salió de allí. Parecía como si la lluvia la hubiera tomado contra ella, pues la empujaba como si en vez de gotas, cayeran lanzas. La calle en la que se situaba tenía el mismo aspecto que la de cualquier otro pueblo: el suelo era de roca, había varias tabernas, casas con las fachadas pintadas desplorijamente de blanco y alguno que otro puesto de comida cerrado. Se paró en medio y acercó una caja a ella, sin mirar a las personas que caminaban con prisa, resguardados con paraguas. Sin pensarlo dos veces, terminó de sacarse el abrigo y se colocó una mano en jarra, y con la otra cerró el puño y lo levantó con ímpetu.
-¡EH! ¡IDIOTAS, ACERCAOS! -Exclamó, mirando a todas partes - ¡Ya esta aquí, traída desde los confines del mundo, aquella de la que se murmulla desde el Tíbet hasta la tierra de los vikingos! -Su voz salía de su garganta, poderosa y cristalina, acostumbrada a hablarle a las masas y hacerse escuchar por grandes multitudes- ¡Así es! ¡¡Les hablo de nada más y nada menos que Saiiko, la 'SIN SANGRE'!!
Lo primero que se le había ocurrido, 'sin sangre'. Sin duda tenía ganas de llamar la atención y no podría haberlo hecho de mejor manera. A su alrededor, algunos pueblerinos curiosos habían comenzado a agruparse, curiosos por la extraña presentación. Cuando la joven peliazul presentó a su maravilla, todos giraron el cuello de un lado a otro, buscando al tan anunciado Sin sangre. Algunos abrían las puertas de las tabernas para asomarse, sin embargo, otros más prudentes se limitaban a observar desde las ventanas.
A diferencia de las demás personas que tomaron una distancia considerable, otros se apilaban más cerca, por así decirlo, en primera fila. .Así es, yo, esta joven e inexperta merodeadora, he venido esta noche para traerles emoción y retos. –Dijo, con voz pícara, y saco algunas risas de entre los presentes, que varios, entre ellos hombres, comenzaron a murmurar.
-Pues he aquí la apuesta. Sin sangre me conocen, y por buenas razones: sólo una herida, hacerme... sangrar y... –Saiiko sacó de su bolsillo una abultada bolsita de cuero e hizo sonar las monedes en su interior- podéis quedaros con todo. Solo tenéis que pagar cinco Berries por el intento, nada más… ¿Se atreven?
Una sonrisa desafiante se dibujo en los labios de Saiiko, no era un gesto agresivo ni intimidarte, sino uno de seguridad absoluta.
Mientras comenzaba a hablar con ella misma en voz baja la respuesta de su contraparte felina se hizo audible en su propia mente justo a tiempo para comenzar a entablar una charla sobre comida, salsas y carnes. Tal vez sonaría estúpido o incluso extravagante, pero su cabeza y ella, y sin duda también su estómago compartían ese mutuo sentimiento por la comida, de hecho, le resultaba difícil escoger entre cocinar o comer.
La lluvia golpeaba con fuerza y ganas las ventanas selladas y sucias, la puerta, la cual rechinaba a causa de los empujones del viento y entraba por la pequeña rendija inferior. Saiiko dejó el vaso de zumo sobre la encimera, que de no ser por el ruido de fuera habría despertado a todos los viejos y vagabundos del lugar. Se desabrochaba el grande abrigo mientras caminaba con decisión hasta la puerta, después, salió de allí. Parecía como si la lluvia la hubiera tomado contra ella, pues la empujaba como si en vez de gotas, cayeran lanzas. La calle en la que se situaba tenía el mismo aspecto que la de cualquier otro pueblo: el suelo era de roca, había varias tabernas, casas con las fachadas pintadas desplorijamente de blanco y alguno que otro puesto de comida cerrado. Se paró en medio y acercó una caja a ella, sin mirar a las personas que caminaban con prisa, resguardados con paraguas. Sin pensarlo dos veces, terminó de sacarse el abrigo y se colocó una mano en jarra, y con la otra cerró el puño y lo levantó con ímpetu.
-¡EH! ¡IDIOTAS, ACERCAOS! -Exclamó, mirando a todas partes - ¡Ya esta aquí, traída desde los confines del mundo, aquella de la que se murmulla desde el Tíbet hasta la tierra de los vikingos! -Su voz salía de su garganta, poderosa y cristalina, acostumbrada a hablarle a las masas y hacerse escuchar por grandes multitudes- ¡Así es! ¡¡Les hablo de nada más y nada menos que Saiiko, la 'SIN SANGRE'!!
Lo primero que se le había ocurrido, 'sin sangre'. Sin duda tenía ganas de llamar la atención y no podría haberlo hecho de mejor manera. A su alrededor, algunos pueblerinos curiosos habían comenzado a agruparse, curiosos por la extraña presentación. Cuando la joven peliazul presentó a su maravilla, todos giraron el cuello de un lado a otro, buscando al tan anunciado Sin sangre. Algunos abrían las puertas de las tabernas para asomarse, sin embargo, otros más prudentes se limitaban a observar desde las ventanas.
A diferencia de las demás personas que tomaron una distancia considerable, otros se apilaban más cerca, por así decirlo, en primera fila. .Así es, yo, esta joven e inexperta merodeadora, he venido esta noche para traerles emoción y retos. –Dijo, con voz pícara, y saco algunas risas de entre los presentes, que varios, entre ellos hombres, comenzaron a murmurar.
-Pues he aquí la apuesta. Sin sangre me conocen, y por buenas razones: sólo una herida, hacerme... sangrar y... –Saiiko sacó de su bolsillo una abultada bolsita de cuero e hizo sonar las monedes en su interior- podéis quedaros con todo. Solo tenéis que pagar cinco Berries por el intento, nada más… ¿Se atreven?
Una sonrisa desafiante se dibujo en los labios de Saiiko, no era un gesto agresivo ni intimidarte, sino uno de seguridad absoluta.
trafalgar tacr
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Era una lluvia tranquila mientras yo desembarcaba del pequeño bote que traia conmigo en la isla Shell Town, famosa por su gran base marina. Al terminar deje el bote y busqué un buen bar para comer y beber mire hacia a los alrededores pero no veia ningun lugar de mi agrado, asi que mejor me fui a una pequeña taberna que estaba a unos metros de mi.
Entre en la taberna y tome asiento en la barra por que las mesas estaban todas ocupadas por otras personas con aspectos muy raros, desde mi punto de vista podria decir que eran cazadores o piratas que aun desconocia. -Camarero deme un buen tarro de cerveza que me vengo muriendo de sed y una buena comida- dije con una voz de gruesa. -Enseguida caballero- contesto el camarero con una gran sonrisa.
Justo cuando terminaba de comer entro una mujer con una apriencia indescriptible, tenia un cabello hermoso de color azul y sus ojos eran obscuros y brillantes. Al igual que yo ella tomo asiento en la barra pidiendo un vaso de jugo, en lo que la atendian se paro y se quito su enorme abrigo que traia, camino hacia la puerta de la taberna y salio mirando los alrededores de la calle. Se paro en medio y acerco una caja asia ella, se colocó una mano en jarra, y con la otra cerró el puño y lo levantó con ímpetu.
Entoces grito con una voz gruesa y miro asia sus alrededores. -¡EH! ¡IDIOTAS, ACERCAOS! - ¡Ya esta aquí, traída desde los confines del mundo, aquella de la que se murmulla desde el Tíbet hasta la tierra de los vikingos! ¡Así es! ¡¡Les hablo de nada más y nada menos que Saiiko, la 'SIN SANGRE'!!.
-Saiiko la "sin sangre" -. Me pregunte a mi mismo, pero al parecer solo era una pirata que tambien desconocia. Algunas personas se estaban reuniendo en grupos pequeños para ver el alboroto que habia, otras personas solo se asomaban por curiosidad. En eso volvio a gritar con voz pícara -Así es, yo, esta joven e inexperta merodeadora, he venido esta noche para traerles emoción y retos. . Varios hombres empezaron a murmurar entre ellos , Saiiko empezo a retar alas personas diciendo -Pues he aquí la apuesta. Sin sangre me conocen, y por buenas razones: sólo una herida, hacerme... sangrar y podéis quedaros con todo. Solo tenéis que pagar cinco Berries por el intento, nada más… ¿Se atreven?.
Todos los hombres de ahi dudaban para hacerlo pero solo tres personas aceptaron el reto los cuales terminaron perdiendo en un instante, ya nadie quizo aceptar el reto por que le temian a su fuerza. En eso me pare y camine asia ella y le dije. -Yo acepto tu reto -. Ella volteo a verme preguntandome. -¿Quien eres tu?- yo le conteste. -Soy Trafalgar Tacr una simple persona que pasaba por aquí-. Aunque yo tambien dudaba para aceptar ese reto por el miedo de que me dejara en verguenza ante los otras personas y tambien por su enorme fuerza que tenia, si me comparaba en fuerza con ella mas bien yo parecia un niño pequeño. Pero eso no me detuvo, acepte el reto aun sabiendo que a lo mejor perderia con ella.
Entre en la taberna y tome asiento en la barra por que las mesas estaban todas ocupadas por otras personas con aspectos muy raros, desde mi punto de vista podria decir que eran cazadores o piratas que aun desconocia. -Camarero deme un buen tarro de cerveza que me vengo muriendo de sed y una buena comida- dije con una voz de gruesa. -Enseguida caballero- contesto el camarero con una gran sonrisa.
Justo cuando terminaba de comer entro una mujer con una apriencia indescriptible, tenia un cabello hermoso de color azul y sus ojos eran obscuros y brillantes. Al igual que yo ella tomo asiento en la barra pidiendo un vaso de jugo, en lo que la atendian se paro y se quito su enorme abrigo que traia, camino hacia la puerta de la taberna y salio mirando los alrededores de la calle. Se paro en medio y acerco una caja asia ella, se colocó una mano en jarra, y con la otra cerró el puño y lo levantó con ímpetu.
Entoces grito con una voz gruesa y miro asia sus alrededores. -¡EH! ¡IDIOTAS, ACERCAOS! - ¡Ya esta aquí, traída desde los confines del mundo, aquella de la que se murmulla desde el Tíbet hasta la tierra de los vikingos! ¡Así es! ¡¡Les hablo de nada más y nada menos que Saiiko, la 'SIN SANGRE'!!.
-Saiiko la "sin sangre" -. Me pregunte a mi mismo, pero al parecer solo era una pirata que tambien desconocia. Algunas personas se estaban reuniendo en grupos pequeños para ver el alboroto que habia, otras personas solo se asomaban por curiosidad. En eso volvio a gritar con voz pícara -Así es, yo, esta joven e inexperta merodeadora, he venido esta noche para traerles emoción y retos. . Varios hombres empezaron a murmurar entre ellos , Saiiko empezo a retar alas personas diciendo -Pues he aquí la apuesta. Sin sangre me conocen, y por buenas razones: sólo una herida, hacerme... sangrar y podéis quedaros con todo. Solo tenéis que pagar cinco Berries por el intento, nada más… ¿Se atreven?.
Todos los hombres de ahi dudaban para hacerlo pero solo tres personas aceptaron el reto los cuales terminaron perdiendo en un instante, ya nadie quizo aceptar el reto por que le temian a su fuerza. En eso me pare y camine asia ella y le dije. -Yo acepto tu reto -. Ella volteo a verme preguntandome. -¿Quien eres tu?- yo le conteste. -Soy Trafalgar Tacr una simple persona que pasaba por aquí-. Aunque yo tambien dudaba para aceptar ese reto por el miedo de que me dejara en verguenza ante los otras personas y tambien por su enorme fuerza que tenia, si me comparaba en fuerza con ella mas bien yo parecia un niño pequeño. Pero eso no me detuvo, acepte el reto aun sabiendo que a lo mejor perderia con ella.
- datos:
- Perdón por no aver posteado antes lo que pasa es que me quede sin internet. y sobre el rol perdon si no lo hice bien es que este es mi primer rol y no sabia como hacerlo
Saiiko Naoto
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Saiiko sólo tenía que esperar. No era nueva en esto, no era la primera vez que intentaba esa maniobra, lo hacía con poca regularidad, pero con buenos resultados. A veces era en combate, sin embargo en otras sólo se le había permitido cierto número de ataques antes de que se dieran por vencidos, pero la mecánica siempre era el misma. Ella era la 'Sin sangre' hoy, mañana alguna otra cosa, pero nunca nadie podía dañarle, o al menos, esa era la ilusión que intentaba crear en su público.
Pero a pesar de su experiencia y de las pocas pero victoriosas veces que había repetido aquello, quien salió del publico sí que le sorprendió. Casi siempre el primero en probarse era algún hombre, la mayoría de las veces de mediana edad y siempre acompañado de una mujer o un grupo de amigos, era el perfil de sujeto que quiere lucir su habilidad frente a quien le acompaña. Hubieron tres personas antes de que Saiiko comenzara a aburrirse otra vez, mientras la lluvia no dejaba de tintarle el cabello de verde.
El primero fue un hombre robusto, posiblemente trabajador en el campo por las vestimentas y el olor, pero no hicieron falta más de dos impactos para que cayera, impresionantemente. La segunda fue una mujer, posiblemente unos treinta años de edad, la cual atacaba con un cuchillo de cocina, pero sin duda la habilidad de Saiiko con los cuchillos se había convertido en una especialidad, por lo que se rindió en poco tiempo. Y el tercero fue un hombre un poco más mayor y con pintas más sabias. Desde los primeros segundos, se le complicaron las cosas, sobre todo porque tenía los pies inmovilizados por unas enredaderas y, como los demás, perdió cinco berries ridículamente. Pero entonces, cuando la multitud comenzaba a echarse hacia atrás, salió un chico que rondaba la edad de la peliazul, de tez morena y cabellos blancos, alborotados.
Saiiko le preguntó su nombre, a la vez que se cruzaba de brazos, y nada más el chico abrió la boca, ella levantó la comisura del labio, casi segura de que ése sería el combate de la noche. Sin embargo y para su mala suerte, la lluvia comenzó a golpearles con mucha más fuerza de repente, empujándoles hacia atrás, y un fugaz relámpago coloreó de blanco el cielo. La gente se dispersó con rapidez dirigiéndose hacia sus hogares, y en poco tiempo se oyó el trueno, seguido de portazos casi inaudibles. La peliazul y el chico eran los únicos que quedaban allí ahora.
La chica se llevó el brazo a la cara y lo utilizó de sombrilla para ver algo mejor, pero el dolor de las repetitivas punzadas de las gotas del tifón la obligaron a bajarlo. La chica se agachó con cuidado y levantó el abrigo que minutos antes había tirado al suelo: estaba empapado en barro y pesaba una tonelada. Lo volvió a dejar en su sito tras una mueca de asco y se levantó, abrazándose ambos brazos.
Otro relámpago, pero esa vez cayó casi en el lugar en el que se situaban, cosa que hizo que Saiiko se colocara a las espaldas del peliblanco, como si lo fuera a utilizar de escudo o algo por el estilo.
-¿¡Qué te parece... Si dejamos... La lucha... Para otro momento!? - Gritó, con toda la fuerza que pudo para hacer sitio a sus palabras entre tantísimo ruido. Sinceramente, lo único que le apetecía en ese momento era comer algo y meterse dentro de un montón de mantas calentitas; estaba muriéndose de frío.
Pero a pesar de su experiencia y de las pocas pero victoriosas veces que había repetido aquello, quien salió del publico sí que le sorprendió. Casi siempre el primero en probarse era algún hombre, la mayoría de las veces de mediana edad y siempre acompañado de una mujer o un grupo de amigos, era el perfil de sujeto que quiere lucir su habilidad frente a quien le acompaña. Hubieron tres personas antes de que Saiiko comenzara a aburrirse otra vez, mientras la lluvia no dejaba de tintarle el cabello de verde.
El primero fue un hombre robusto, posiblemente trabajador en el campo por las vestimentas y el olor, pero no hicieron falta más de dos impactos para que cayera, impresionantemente. La segunda fue una mujer, posiblemente unos treinta años de edad, la cual atacaba con un cuchillo de cocina, pero sin duda la habilidad de Saiiko con los cuchillos se había convertido en una especialidad, por lo que se rindió en poco tiempo. Y el tercero fue un hombre un poco más mayor y con pintas más sabias. Desde los primeros segundos, se le complicaron las cosas, sobre todo porque tenía los pies inmovilizados por unas enredaderas y, como los demás, perdió cinco berries ridículamente. Pero entonces, cuando la multitud comenzaba a echarse hacia atrás, salió un chico que rondaba la edad de la peliazul, de tez morena y cabellos blancos, alborotados.
Saiiko le preguntó su nombre, a la vez que se cruzaba de brazos, y nada más el chico abrió la boca, ella levantó la comisura del labio, casi segura de que ése sería el combate de la noche. Sin embargo y para su mala suerte, la lluvia comenzó a golpearles con mucha más fuerza de repente, empujándoles hacia atrás, y un fugaz relámpago coloreó de blanco el cielo. La gente se dispersó con rapidez dirigiéndose hacia sus hogares, y en poco tiempo se oyó el trueno, seguido de portazos casi inaudibles. La peliazul y el chico eran los únicos que quedaban allí ahora.
La chica se llevó el brazo a la cara y lo utilizó de sombrilla para ver algo mejor, pero el dolor de las repetitivas punzadas de las gotas del tifón la obligaron a bajarlo. La chica se agachó con cuidado y levantó el abrigo que minutos antes había tirado al suelo: estaba empapado en barro y pesaba una tonelada. Lo volvió a dejar en su sito tras una mueca de asco y se levantó, abrazándose ambos brazos.
Otro relámpago, pero esa vez cayó casi en el lugar en el que se situaban, cosa que hizo que Saiiko se colocara a las espaldas del peliblanco, como si lo fuera a utilizar de escudo o algo por el estilo.
-¿¡Qué te parece... Si dejamos... La lucha... Para otro momento!? - Gritó, con toda la fuerza que pudo para hacer sitio a sus palabras entre tantísimo ruido. Sinceramente, lo único que le apetecía en ese momento era comer algo y meterse dentro de un montón de mantas calentitas; estaba muriéndose de frío.
- Datos:
- Con el rol no hay problema, sólo que preferiría que no metarolearas con mi pj, nada más.
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Mientras el reto iba a comenzar una gran lluvia se soltó haciendo que poco a poco la gente se dispersara. Pero esto no nos iba a detener porque para ambos quizá iba a hacer mejor pelea de esa noche. Entonces ya estando listos para comenzar un gran rayo sobre el cielo cayo haciendo que las personas esta vez se dispersaran por completo.
Solo Saiiko y yo aún estábamos parados sobre la calle pero cayo otro relámpago pero está justo casi donde estábamos, Saiiko se colocó atrás de mi espalda usándome con un escudo en eso ella me dijo. -¿Qué te parece si dejamos la pelea para otro momento?-. Me grito con mucha fuerza -Si tienes razón no quisiera pescar un buen resfriado-.Le conteste con una sonrisa en el rostro.
Así que mejor le propuse a que nos fuéramos a tomar unos tragos Saiiko acepto mi invitación y nos fuimos a beber en la taberna que estaba justo enfrente de nosotros. Ya en la taberna ordene al camarero que nos diera dos tragos uno para la joven hermosa que estaba conmigo y otro para mí, pero de repente se escucharon varios gritos en la calle todos voltearon a ver hacia la ventanas pero eran unos piratas que a simple vista se veían que eran muy crueles.
Estos piratas entraron a la misma taberna donde Saiiko y yo estábamos bebiendo, el capitán de aquella banda de piratas entro viendo a todos con una mirada retadora. Todas las personas que se encontraban en la taberna agacharon la mirada como si les tuvieran miedo o algo así, Saiiko y yo solo los ignoramos haciendo como si nada pasara. Eso hizo enojar al capitán de aquella banda sacando una pistola y apuntado así mí y diciéndome. -Por qué me ignoráis malditos mocosos acaso sabéis con quien se están metiendo?-
Solo Saiiko y yo aún estábamos parados sobre la calle pero cayo otro relámpago pero está justo casi donde estábamos, Saiiko se colocó atrás de mi espalda usándome con un escudo en eso ella me dijo. -¿Qué te parece si dejamos la pelea para otro momento?-. Me grito con mucha fuerza -Si tienes razón no quisiera pescar un buen resfriado-.Le conteste con una sonrisa en el rostro.
Así que mejor le propuse a que nos fuéramos a tomar unos tragos Saiiko acepto mi invitación y nos fuimos a beber en la taberna que estaba justo enfrente de nosotros. Ya en la taberna ordene al camarero que nos diera dos tragos uno para la joven hermosa que estaba conmigo y otro para mí, pero de repente se escucharon varios gritos en la calle todos voltearon a ver hacia la ventanas pero eran unos piratas que a simple vista se veían que eran muy crueles.
Estos piratas entraron a la misma taberna donde Saiiko y yo estábamos bebiendo, el capitán de aquella banda de piratas entro viendo a todos con una mirada retadora. Todas las personas que se encontraban en la taberna agacharon la mirada como si les tuvieran miedo o algo así, Saiiko y yo solo los ignoramos haciendo como si nada pasara. Eso hizo enojar al capitán de aquella banda sacando una pistola y apuntado así mí y diciéndome. -Por qué me ignoráis malditos mocosos acaso sabéis con quien se están metiendo?-
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