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Agta llegó a Ohara para estudiar ciencia, este era el lugar perfecto y que tenía la mayor y mejor biblioteca del mundo, y si tenía la oportunidad también intentaría aprender de carpintería. El puerto de la ciudad ocupaba una gran zona de costa y entraban muchos barcos de gran tamaño, como un gran galeón sin bandera que estaba fondeado a mi lado, no llegaba a reconocer esa madera pero parecía muy resistente. Dejé atrás el puerto, el gran árbol biblioteca se veía desde toda la isla, y en el camino que llevaba a él un pequeño pueblo de casas blancas, de un solo piso y tejado poco inclinado y de tejas rojas. No era muy grande, pero seguro que encontraba sitio para dormir durante los días que pensaba estar allí y para tomar unas buenas comidas.
Al acercarse más empecé a ver como no solo tenía una gran actividad, sino que era más grande de lo que pensé pues parte de él estaba en una hondonada que llevaba a la base del árbol biblioteca. Las casas de la hondonada eran iguales a las de arriba pero mucho más juntas entre ellas, y más viejas.
La gente de piel tirando a morena y pelo negro en su mayoría, parecía muy amable y vivaz, además según había oído en los últimos años había mejorado mucho su relación con la marina que había estado muy dañada por algún motivo de hace muchos, muchísimos años. Le pregunte a una jovencita por la taberna y me indico un lugar en la hondonada, casi en el centro del pueblo se podría decir. Me dirigí hacia allí por las calles de piedra llenas de gente haciendo compras o fotos, o solamente paseando.
La taberna era un edificio como el resto, blanco de un piso y tejado rojo, pero un paseo a su alrededor me dejo claro que era mucho más grande. Al entrar vi una sala muy espaciosa llena de mesas redondas y de toda clase de gente, el techo de vigas gruesas y una barra de piedra y madera. El posadero un hombre grande moreno y ojos azules oscuros me sirvió una jarra y la comida, también asigno habitación y me informo de los horarios de un cuenta cuentos que había en el pueblo, me salió una sonrisa pensando que podía ser mi buen amigo Hardo.
Al acercarse más empecé a ver como no solo tenía una gran actividad, sino que era más grande de lo que pensé pues parte de él estaba en una hondonada que llevaba a la base del árbol biblioteca. Las casas de la hondonada eran iguales a las de arriba pero mucho más juntas entre ellas, y más viejas.
La gente de piel tirando a morena y pelo negro en su mayoría, parecía muy amable y vivaz, además según había oído en los últimos años había mejorado mucho su relación con la marina que había estado muy dañada por algún motivo de hace muchos, muchísimos años. Le pregunte a una jovencita por la taberna y me indico un lugar en la hondonada, casi en el centro del pueblo se podría decir. Me dirigí hacia allí por las calles de piedra llenas de gente haciendo compras o fotos, o solamente paseando.
La taberna era un edificio como el resto, blanco de un piso y tejado rojo, pero un paseo a su alrededor me dejo claro que era mucho más grande. Al entrar vi una sala muy espaciosa llena de mesas redondas y de toda clase de gente, el techo de vigas gruesas y una barra de piedra y madera. El posadero un hombre grande moreno y ojos azules oscuros me sirvió una jarra y la comida, también asigno habitación y me informo de los horarios de un cuenta cuentos que había en el pueblo, me salió una sonrisa pensando que podía ser mi buen amigo Hardo.
Flea
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Akuma no mi
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Mi chalupa había tocado tierra. Yo, Flea D. Grohl, había despertado una nublada mañana en las aguas del West Blue, un mar calmo cuando quiere, pero peligroso cuando se le antoja, en un pequeño trozo de madera, con espacio para dos personas y misma cantidad de remos. Yo pensé que seguro había llegado a destino, pero luego recordé que no tenía destino alguno, sólo sabía que estaba en una gran isla del West Blue, a más de un par de mares de distancia de mi hogar.
La isla en sí estaba cubierta de verde césped envidiable, un verdadero lugar para estar solo, sin nadie a mi lado, un lugar para pensar cosas como el camino de la vida, o el cómo salvar a mis padres de Impel Down. Una verdadera suerte que nadie haya interrumpido ese momento de paz y tranquilidad mental, si hubiese sido así, lo más probable es que si alguien irrumpía en mi, hubiese sido ensangrentado con mis espadas, y su sangre cruzando por mis sistemas.
Llegué a la ciudad, un lugar bastante bonito, grandes tiendas, bares, casas y demás construcciones hermosas que formaban aquella bella ciudad. No podía creer cómo no me dí cuenta antes de un árbol enorme que se distinguía en el centro de la isla. Luego de divisar su colosal copa, y deduciendo que estaba en el West Blue, no tardé en darme cuenta de que era nada más y nada menos que la Isla de la Sabiduría: Ohara, y aquel árbol era su enorme biblioteca, donde abundaban los eruditos, y los cerebros altamente capacitados para leer Poneglyphs, y demás cosas. Estaba pensando en ir hasta el árbol para verlo de cerca, cuando me crucé con una tienda de mascotas, llena de animalitos guapísimos. Había uno en especial que me gustaba, ya que tenía unos baldes de sangre en su jaula, de lo cual se alimentaba. Entré y decidí comprarlo, me dijeron que eran 100 Beries, y que estaba barato ya que estaba echa polvo, pero a mi me molaba, así que puse las manos en los bolsillos, escarbando a ver si sacaba algún billete grande, pero nada, sólo 13 Beries me quedaban, así que decidí ahorrarlos y gastarlos en Sake, que es la bebida que suplanta a la sangre, cuando no hay de esta. Mientras, me fijaba si había algún lugar de alojamiento, para dormir. También iba recordando el camino que estaba haciendo para volver a la chalupa, como también un posible tramo hacia el famoso árbol, el cual iría a visitar no sabía cuando, ya que me estaba acercando cada vez más hacia este.
De pronto, tropecé con un gran desnivel. Caí boca abajo, tragando asfalto y tierra de la mejor calidad, hasta que por fin frené, e indirectamente, llegué hasta el verdadero pueblo. Un piso, casas blancas y tejado rojo era lo único que se veía con claridad. Había caído en la hondonada de la isla, donde el origen del árbol estaba situado en el centro. Cerquita de ahí logré divisar la palabra 'Sake', localicé una taberna y decidí entrar, sediento como siempre, en busca de líquido para reconfortar fuerzas.
Recordé la buena relación que había entre la Marina y esta isla, así que me apresuré a tomar la copa, pues no debía estar en un mismo lugar tanto tiempo, me terminé el Sake, y partí hacia el gran árbol, a ver si podía mejorar mi inteligencia y mi cordura. Además de los viejos eruditos, había gentuza muy rara, que no era de fiar. Yo caminaba y caminaba por la biblioteca, por si había un libro que me interesara. Cogí uno y comencé a leer. Redactaba cómo era la prisión de Impel Down, cosa que me interesaba, ya que mis padres estaban ahí. Estaba leyendo la descripción del Infierno Carmesí, el nivel uno, cuando un tipo trató de quitarme el libro de las manos.
La isla en sí estaba cubierta de verde césped envidiable, un verdadero lugar para estar solo, sin nadie a mi lado, un lugar para pensar cosas como el camino de la vida, o el cómo salvar a mis padres de Impel Down. Una verdadera suerte que nadie haya interrumpido ese momento de paz y tranquilidad mental, si hubiese sido así, lo más probable es que si alguien irrumpía en mi, hubiese sido ensangrentado con mis espadas, y su sangre cruzando por mis sistemas.
Llegué a la ciudad, un lugar bastante bonito, grandes tiendas, bares, casas y demás construcciones hermosas que formaban aquella bella ciudad. No podía creer cómo no me dí cuenta antes de un árbol enorme que se distinguía en el centro de la isla. Luego de divisar su colosal copa, y deduciendo que estaba en el West Blue, no tardé en darme cuenta de que era nada más y nada menos que la Isla de la Sabiduría: Ohara, y aquel árbol era su enorme biblioteca, donde abundaban los eruditos, y los cerebros altamente capacitados para leer Poneglyphs, y demás cosas. Estaba pensando en ir hasta el árbol para verlo de cerca, cuando me crucé con una tienda de mascotas, llena de animalitos guapísimos. Había uno en especial que me gustaba, ya que tenía unos baldes de sangre en su jaula, de lo cual se alimentaba. Entré y decidí comprarlo, me dijeron que eran 100 Beries, y que estaba barato ya que estaba echa polvo, pero a mi me molaba, así que puse las manos en los bolsillos, escarbando a ver si sacaba algún billete grande, pero nada, sólo 13 Beries me quedaban, así que decidí ahorrarlos y gastarlos en Sake, que es la bebida que suplanta a la sangre, cuando no hay de esta. Mientras, me fijaba si había algún lugar de alojamiento, para dormir. También iba recordando el camino que estaba haciendo para volver a la chalupa, como también un posible tramo hacia el famoso árbol, el cual iría a visitar no sabía cuando, ya que me estaba acercando cada vez más hacia este.
De pronto, tropecé con un gran desnivel. Caí boca abajo, tragando asfalto y tierra de la mejor calidad, hasta que por fin frené, e indirectamente, llegué hasta el verdadero pueblo. Un piso, casas blancas y tejado rojo era lo único que se veía con claridad. Había caído en la hondonada de la isla, donde el origen del árbol estaba situado en el centro. Cerquita de ahí logré divisar la palabra 'Sake', localicé una taberna y decidí entrar, sediento como siempre, en busca de líquido para reconfortar fuerzas.
Recordé la buena relación que había entre la Marina y esta isla, así que me apresuré a tomar la copa, pues no debía estar en un mismo lugar tanto tiempo, me terminé el Sake, y partí hacia el gran árbol, a ver si podía mejorar mi inteligencia y mi cordura. Además de los viejos eruditos, había gentuza muy rara, que no era de fiar. Yo caminaba y caminaba por la biblioteca, por si había un libro que me interesara. Cogí uno y comencé a leer. Redactaba cómo era la prisión de Impel Down, cosa que me interesaba, ya que mis padres estaban ahí. Estaba leyendo la descripción del Infierno Carmesí, el nivel uno, cuando un tipo trató de quitarme el libro de las manos.
Rainbow662
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Ohara. Era un lugar agradable para descansar. Normalmente Arribor no soportaría el aburrimiento que se respira siempre en los lugares como aquel, en otras circunstancias buscaría una taberna o algún lugar donde poder montar un escándalo pero ese día era diferente. Había oído gran cantidad de historias sobre la enorme biblioteca que había oculta en un gigantesco árbol en el centro de la isla y, aunque lo de la biblioteca no le interesaba, el hecho de que estuviera dentro de un árbol le había llamado la atención hasta el punto de viajar a propósito hasta Ohara.
Había llegado allí no hacía mucho. Pocas horas atrás había anclado un pequeño bote, robado como era natural en él, en el puerto para dirigirse hacia el enorme árbol, el cual podía verse desde prácticamente toda la isla. Aunque en realidad anclar no era la palabra más indicada. Lo cierto era que en la parte baja del bote había descubierto un pequeño agujero que ni siquiera sabía como se había producido. Por suerte había logrado llegar la puerto justo en el momento en que se hundía y así evitó ahogarse sin remedio, aunque para eso tuvo que subirse a lo alto del ridículo mástil que sostenía la vela de su embarcación.
Estuvo un rato deambulando por el lugar hasta que decidió ir a comer algo. Encontró una taberna al poco tiempo y decidió entrar. Como solía hacer ni siquiera sacó las manos de los bolsillos de su larga chaqueta oscura para abrir la puerta; pateó la puerta con fuerza y llamó a gritos al camarero.
-Heeeeeyyy, ¿hay algo bueno para comer aquí? Ponme algo para calmar el hambre y la sed.- exclamó Arribor a voz en grito. Como solía pasarle, su entrada llamó la atención de todos los presentes.
Sin embargo el camarero le pidió educadamente que no hiciera tanto ruido por qué podía molestar al resto de clientes. Al ver la poca diversión que podría encontrar allí se marchó por donde había venido llevándose consigo un plato lleno y una copa bien cargada. Se acercó hasta la gran biblioteca y se sorprendió profundamente al ver el espacioso interior del enorme árbol. El hecho de estar dentro de una planta le parecía increíble, casi tanto como la cantidad de libros que guardaba. -"Tal vez usasen la madera de dentro del árbol para hacer todos estos libros."- pensó Arribor. Confiaba en que nadie le dijese nada sobre lo de comer y beber allí.
Se acercó hacia una estantería al azar y empezó a deambular por allí buscando algún libro que pudiese interesarle, algo que difícilmente ocurriría. Mientras caminaba chocó sin querer con un fornido hombre calvo que se encontraba ojeando un libro sobre la historia de la isla o algo así y derramó su bebida sobre su torso. Este resultó ser mucho más agresivo de lo que Arribor esperaría de un aficionado a la lectura.
-Tú, ¿que demonios haces? ¡¡¡Mira como me has puesto, desgraciado!!!- exclamó el hombre lanzando su puño contra Arribor.
Prefería no tener que montar un escándalo en aquel lugar. Siempre que hacía algo así tenía que aguantar la bronca de alguien que no tiene otra cosa que hacer más que molestarle. Sin embargo ese tipo era realmente irritante. Esquivó con facilidad el golpe del tipo y lo lanzó al suelo con un simple movimiento. Este cayó al suelo gritando y maldiciendo a voz en grito.
Arribor continuó a lo suyo como si nada esperando que no hubiese llamado demasiado la atención, no quería tener que lidiar con un montón de gente molesta. Se acercó hasta la siguiente sala y continuó ojeando estanterías como si nada. En aquella sala solo había un par de hombres, uno de ellos con un par de espadas colgadas a la cintura, que parecían pelearse por un libro. Arribor los miró con desinterés y siguió a lo suyo; parecía que ese día se había juntado toda la gente rara en aquel lugar.
Había llegado allí no hacía mucho. Pocas horas atrás había anclado un pequeño bote, robado como era natural en él, en el puerto para dirigirse hacia el enorme árbol, el cual podía verse desde prácticamente toda la isla. Aunque en realidad anclar no era la palabra más indicada. Lo cierto era que en la parte baja del bote había descubierto un pequeño agujero que ni siquiera sabía como se había producido. Por suerte había logrado llegar la puerto justo en el momento en que se hundía y así evitó ahogarse sin remedio, aunque para eso tuvo que subirse a lo alto del ridículo mástil que sostenía la vela de su embarcación.
Estuvo un rato deambulando por el lugar hasta que decidió ir a comer algo. Encontró una taberna al poco tiempo y decidió entrar. Como solía hacer ni siquiera sacó las manos de los bolsillos de su larga chaqueta oscura para abrir la puerta; pateó la puerta con fuerza y llamó a gritos al camarero.
-Heeeeeyyy, ¿hay algo bueno para comer aquí? Ponme algo para calmar el hambre y la sed.- exclamó Arribor a voz en grito. Como solía pasarle, su entrada llamó la atención de todos los presentes.
Sin embargo el camarero le pidió educadamente que no hiciera tanto ruido por qué podía molestar al resto de clientes. Al ver la poca diversión que podría encontrar allí se marchó por donde había venido llevándose consigo un plato lleno y una copa bien cargada. Se acercó hasta la gran biblioteca y se sorprendió profundamente al ver el espacioso interior del enorme árbol. El hecho de estar dentro de una planta le parecía increíble, casi tanto como la cantidad de libros que guardaba. -"Tal vez usasen la madera de dentro del árbol para hacer todos estos libros."- pensó Arribor. Confiaba en que nadie le dijese nada sobre lo de comer y beber allí.
Se acercó hacia una estantería al azar y empezó a deambular por allí buscando algún libro que pudiese interesarle, algo que difícilmente ocurriría. Mientras caminaba chocó sin querer con un fornido hombre calvo que se encontraba ojeando un libro sobre la historia de la isla o algo así y derramó su bebida sobre su torso. Este resultó ser mucho más agresivo de lo que Arribor esperaría de un aficionado a la lectura.
-Tú, ¿que demonios haces? ¡¡¡Mira como me has puesto, desgraciado!!!- exclamó el hombre lanzando su puño contra Arribor.
Prefería no tener que montar un escándalo en aquel lugar. Siempre que hacía algo así tenía que aguantar la bronca de alguien que no tiene otra cosa que hacer más que molestarle. Sin embargo ese tipo era realmente irritante. Esquivó con facilidad el golpe del tipo y lo lanzó al suelo con un simple movimiento. Este cayó al suelo gritando y maldiciendo a voz en grito.
Arribor continuó a lo suyo como si nada esperando que no hubiese llamado demasiado la atención, no quería tener que lidiar con un montón de gente molesta. Se acercó hasta la siguiente sala y continuó ojeando estanterías como si nada. En aquella sala solo había un par de hombres, uno de ellos con un par de espadas colgadas a la cintura, que parecían pelearse por un libro. Arribor los miró con desinterés y siguió a lo suyo; parecía que ese día se había juntado toda la gente rara en aquel lugar.
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