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![[Pasado- Jeiny y Tamashi] Un día agitado Empty](https://2img.net/i/empty.gif)
El orgullo por le trabajo bien hecho, esa era la mejor sensación que Tamashi podía llegar a experimentar. Saber que había cumplido con la tarea que Dios le había encomendado le llenaba de felicidad. Y aquel día había cumplido con un trabajo importante. Mientras limpiaba la sangre de una de sus armas, el asesino contempló con satisfacción el cielo nublado, dejando que la lluvia empapara su rostro. Ni durante un segundo se permitió pensar en que había cometido un error al actuar tan impulsivamente, ni en que en poco tiempo tendría que salir huyendo. No era el momento para preocuparse por esas nimiedades. Durante un largo minuto siguió absorto en sus pensamientos, hasta que fue consciente de donde se encontraba. Estaba en Shellstown, una isla fuertemente vigilada por la marina y no podía darse el lujo de que lo encontraran allí. Envainó su arma y echó a correr dejando atrás el cuerpo del hombre que acababa de matar.
No había podido evitarlo. En cuanto vio como aquel maldito hacía gala del poder de su Akuma no mi, supo que tendría que acabar con él. Esa era su misión, la misión que su dios le había asignado, eliminar de la creación a aquellos malditos que utilizan el poder del demonio. Por ese motivo no fue capaz de contenerse ni de pensar en las posibles consecuencias de asesinar a alguien tan cerca de una base de la marina.
El asesino corría por una pequeña callejuela mal iluminada, en busca de un lugar donde refugiarse de la lluvia y de sus perseguidores. Había visto ya a un par de grupos de marines corriendo en dirección al escenario de su lucha, y sabía que no tardarían en ir a buscarle. Al fin y al cabo había sido vistos por varios testigos que no dudarían en delatarle. Si no recordaba mal, siguiendo en la dirección por la que iba llegaría al puerto en cuestión de unos 10 o 15 minutos. Allí podría subir a su barco sin ser visto y zarpar rápidamente. Tal vez se ganara algún enemigo pero no le importaba. Lo único importante era haber cumplido su cometido, y no se arrepentía.
De repente, un potente estruendo llamó su atención, una serie de disparos que sonaban a pocos metros por detrás de él. Tamashi se giró y vio a un grupo de 4 marines armados con rifles que corrían en su busca. Empezaban a resultar molestos, si continuaban así llamarían la atención de más soldados. No le quedaba otro remedio, debía hacerse cargo de ellos. Con un rápido movimiento deslizó un par de sus bayonetas a su mano izquierda y deslizándose por el suelo empapado dio media vuelta y las arrojó hacia sus perseguidores. Dos de ellos cayeron de inmediato y antes de poder darse cuenta, los otros dos se encontraron de frente con Tamashi. Este esquivaba las acometidas de sus espadas recién desenvainadas con una serie de movimientos tan alocados que resultaban impredecibles.
Con un rápido giro de muñeca, desenfundó otra bayoneta y acabó con los dos marines. A juzgar por su habilidad no debían ser más que reclutas. El asesino recogió sus armas del suelo encharcado y reemprendió la marcha. Sabía que su dios no le dejaría morir y le ayudaría a escapar siempre que pusiera todo de su parte. Llegó hasta el final de la calle con una rápida carrera y se encaminó hacia el puerto. No tenía tiempo que perder.
No había podido evitarlo. En cuanto vio como aquel maldito hacía gala del poder de su Akuma no mi, supo que tendría que acabar con él. Esa era su misión, la misión que su dios le había asignado, eliminar de la creación a aquellos malditos que utilizan el poder del demonio. Por ese motivo no fue capaz de contenerse ni de pensar en las posibles consecuencias de asesinar a alguien tan cerca de una base de la marina.
El asesino corría por una pequeña callejuela mal iluminada, en busca de un lugar donde refugiarse de la lluvia y de sus perseguidores. Había visto ya a un par de grupos de marines corriendo en dirección al escenario de su lucha, y sabía que no tardarían en ir a buscarle. Al fin y al cabo había sido vistos por varios testigos que no dudarían en delatarle. Si no recordaba mal, siguiendo en la dirección por la que iba llegaría al puerto en cuestión de unos 10 o 15 minutos. Allí podría subir a su barco sin ser visto y zarpar rápidamente. Tal vez se ganara algún enemigo pero no le importaba. Lo único importante era haber cumplido su cometido, y no se arrepentía.
De repente, un potente estruendo llamó su atención, una serie de disparos que sonaban a pocos metros por detrás de él. Tamashi se giró y vio a un grupo de 4 marines armados con rifles que corrían en su busca. Empezaban a resultar molestos, si continuaban así llamarían la atención de más soldados. No le quedaba otro remedio, debía hacerse cargo de ellos. Con un rápido movimiento deslizó un par de sus bayonetas a su mano izquierda y deslizándose por el suelo empapado dio media vuelta y las arrojó hacia sus perseguidores. Dos de ellos cayeron de inmediato y antes de poder darse cuenta, los otros dos se encontraron de frente con Tamashi. Este esquivaba las acometidas de sus espadas recién desenvainadas con una serie de movimientos tan alocados que resultaban impredecibles.
Con un rápido giro de muñeca, desenfundó otra bayoneta y acabó con los dos marines. A juzgar por su habilidad no debían ser más que reclutas. El asesino recogió sus armas del suelo encharcado y reemprendió la marcha. Sabía que su dios no le dejaría morir y le ayudaría a escapar siempre que pusiera todo de su parte. Llegó hasta el final de la calle con una rápida carrera y se encaminó hacia el puerto. No tenía tiempo que perder.
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Un barco se acercaba aquella isla, una isla llena de marines por todos lados. De todos los lugares que había, a la chica le había tocado tener que desembarcar allí. Ella no sabía nada, estaba en uno de los camarotes de aquel pequeño barco de mercancía. Ahora se encontraba en su cama, el camarote era pequeño y solo disponía de la cama y de alguna que otra mesita de noche, además de alguna estantería llena de libros y una alfombra de color morado oscuro. Estaba completamente dormida cuando poco a poco fue abriendo los ojos de manera tranquila, pegó un leve bostezo y se levantó de la cama. Llevaba su chaqueta negra de manga corta un poco abierta dejando ver una mínima parte del escote, tenía calor pero no quería traer a inútiles que babearan. Observó de forma tranquila la mesita y la abrió por el primer cajón, de este sacó sus guantes de cuero con aquel picho en la zona del nudillo del dedo corazón. Tras ponérselos sonrió de lado mientras se dirigía a la puerta.
Le había sido muy fácil colarse en el barco, solo tuvo que esperar en un puerto de una isla cercana poniendo carita de pena y pidiendo que la llevaran. Lo había conseguido sin un mínimo esfuerzo. Una vez hubo salido del camarote, salió por el pasillo y llegó a la cubierta. Había varios hombres descargando cajas cuando la chica frunció el ceño. Aquella maldita isla era una plaga de marines, quizás la culpa era de ella por no haber preguntado a donde se dirigían, pegó un suspiro y pudo ver en la borda una chaqueta blanca. Esta llevaba una capucha y eso le resultaría perfecto. La cogió sin permiso de nadie y se la colocó mientras sonreía. Ahora se dirigía a la tablilla para salir del barco cuando un hombre de aquella tripulación se le acercó. Este le tocó el hombro de manera calmada con una sonrisa alegre cuando le dijo de repente.
- Perdona pero esa es mi chaqueta.
La rubia se quedó callada con una expresión algo sádica en el rostro, sin pensárselo pegó un perfecto giro mientras elevaba su pierna derecha golpeando en el cráneo de aquel hombre con fuerza. La potente patada de la luchadora lo envió hacia atrás mientras perdía la consciencia y caía al suelo. La encapuchada tras aquello saltó al puerto pasando por la tablilla antes y salió corriendo hacia el interior de la ciudad. Justo cuando entraba pudo ver pasar por su lado a una persona que parecía tener prisa, era un chico de cabellos rojos o al menos eso le dio tiempo a ver pasar. Siguió caminando a lo suyo cuando pudo ver muchos cadáveres, no había duda, había sido el chico que corría de esa forma. La chica tragó saliva mirando a los lados sabiendo que podían echarle la culpa y así fue, escuchó un grito de un marine señalándola.
- ¡Eh!
Tras un chasquido de lengua salió corriendo de allí metiéndose por un callejón, pudo ver que este no tenía salida, había un muro muy alto que impedía seguir. Aumentó la velocidad y saltó colocando el pie sobre la pared e impulsándose hacia arriba. Con los dedos alcanzó el borde y de una voltereta consiguió atravesar el muro, al caer al otro lado rodó de forma perfecta y continuó corriendo sonriendo de lado.
- No me atrapareis inútiles.
Dijo en un susurro con una voz algo sádica mientras se dirigía de nuevo al puerto, nunca debió montarse en aquel barco de mercancías pues la había conducido a una isla odiosa para ella. Era increíble la mala suerte que había tenido. Mientras corría, pensaba en si la seguían todavía, no tenía tiempo de mirar atrás, debía llegar al puerto cuando antes y buscar una forma de largarse de allí. Si se veía en un lio, debería usar los poderes de la fruta que había engullido y eso era siempre un último recurso que solía hacer. Se bastaba con sus puños y piernas para el combate, pero la habilidad de su fruta era algo que usaba siempre que estaba en líos, y lamentablemente para los demás, cuando usaba ese poder no quedaban supervivientes que pudieran decir nada.
Le había sido muy fácil colarse en el barco, solo tuvo que esperar en un puerto de una isla cercana poniendo carita de pena y pidiendo que la llevaran. Lo había conseguido sin un mínimo esfuerzo. Una vez hubo salido del camarote, salió por el pasillo y llegó a la cubierta. Había varios hombres descargando cajas cuando la chica frunció el ceño. Aquella maldita isla era una plaga de marines, quizás la culpa era de ella por no haber preguntado a donde se dirigían, pegó un suspiro y pudo ver en la borda una chaqueta blanca. Esta llevaba una capucha y eso le resultaría perfecto. La cogió sin permiso de nadie y se la colocó mientras sonreía. Ahora se dirigía a la tablilla para salir del barco cuando un hombre de aquella tripulación se le acercó. Este le tocó el hombro de manera calmada con una sonrisa alegre cuando le dijo de repente.
- Perdona pero esa es mi chaqueta.
La rubia se quedó callada con una expresión algo sádica en el rostro, sin pensárselo pegó un perfecto giro mientras elevaba su pierna derecha golpeando en el cráneo de aquel hombre con fuerza. La potente patada de la luchadora lo envió hacia atrás mientras perdía la consciencia y caía al suelo. La encapuchada tras aquello saltó al puerto pasando por la tablilla antes y salió corriendo hacia el interior de la ciudad. Justo cuando entraba pudo ver pasar por su lado a una persona que parecía tener prisa, era un chico de cabellos rojos o al menos eso le dio tiempo a ver pasar. Siguió caminando a lo suyo cuando pudo ver muchos cadáveres, no había duda, había sido el chico que corría de esa forma. La chica tragó saliva mirando a los lados sabiendo que podían echarle la culpa y así fue, escuchó un grito de un marine señalándola.
- ¡Eh!
Tras un chasquido de lengua salió corriendo de allí metiéndose por un callejón, pudo ver que este no tenía salida, había un muro muy alto que impedía seguir. Aumentó la velocidad y saltó colocando el pie sobre la pared e impulsándose hacia arriba. Con los dedos alcanzó el borde y de una voltereta consiguió atravesar el muro, al caer al otro lado rodó de forma perfecta y continuó corriendo sonriendo de lado.
- No me atrapareis inútiles.
Dijo en un susurro con una voz algo sádica mientras se dirigía de nuevo al puerto, nunca debió montarse en aquel barco de mercancías pues la había conducido a una isla odiosa para ella. Era increíble la mala suerte que había tenido. Mientras corría, pensaba en si la seguían todavía, no tenía tiempo de mirar atrás, debía llegar al puerto cuando antes y buscar una forma de largarse de allí. Si se veía en un lio, debería usar los poderes de la fruta que había engullido y eso era siempre un último recurso que solía hacer. Se bastaba con sus puños y piernas para el combate, pero la habilidad de su fruta era algo que usaba siempre que estaba en líos, y lamentablemente para los demás, cuando usaba ese poder no quedaban supervivientes que pudieran decir nada.
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Tamashi descendió de un salto el último tramo de escaleras y continuó con su alocada carrera hacia la zona portuaria. Debía darse prisa si no quería que la marina le interceptara. La perspectiva de que aquellos pecadores le capturaran y le encerraran le resultaba tan desagradable como inconcebible. Sabía que su divinidad, Oyashiro-sama, no le dejaría tirado y por ese motivo estaba seguro de que, de una forma u otra, conseguiría escapar de aquella maldita isla. Nada ni nadie podría detenerle.
Sin embargo no resultaría tan fácil como había supuesto. En cuanto vio a los primeros grupos de marines supo lo que se encontraría al doblar la esquina. La Marina había tomado el puerto y en aquel momento se dedicaba a inspeccionar uno por uno a todas las personas que subían o bajaban de cada uno de los barcos e incluso a los que pasaban por allí. Parecía que todos los marines del lugar se habían reunido para hacerle la vida imposible, y su número parecía aumentar a cada segundo que pasaba. Era evidente que no podría salir de allí en un barco, al menos en le mismo en el que había venido. Tendría que buscar otra ruta de escape. El problema era que no conocía la isla y no estaba seguro de donde podría encontrar otro puerto y otro barco.
-"Por el momento tendré que esconderme en algún lugar y esperar a que se calmen las cosas. Tal vez encuentre a alguien que sepa como abandonar la isla." -pensaba el pelirrojo mientras se agazapaba tras unos barriles.
El asesino comenzó a retroceder lentamente, tratando de mantenerse oculto tras la sombra de la pared contra la que se apoyaba. A la vez que retrocedía agarró uno de los pequeños kunais que guardaba en el interior de su túnica. No quería correr riesgos. En cuanto estuvo a una distancia prudencial, se dio la vuelta, se colocó la capucha y aceleró el paso. En poco tiempo llegó hasta una concurrida calle lena de pequeñas tiendas y puestos de venta. Era un buen lugar para pasar desapercibido, la gran cantidad de gente y lo abarrotada que estaba la calle le ayudaría a llegar hasta un lugar seguro sin toparse con ningún marine. O al menos eso esperaba.
Caminó oculto entre la multitud durante un rato, hasta que vio a lo lejos una empinada cuesta que llevaba a una zona más despejada. Por allí no había tantos edificios y por tanto también se encontraría con menos gente. También se dio cuenta de que comenzaba a haber mayor cantidad de árboles, por lo que también podría esconderse por allí si fuera necesario. Le pareció un buen lugar para mantenerse oculto durante unas horas o incluso para pasar la noche en alguna zona boscosa de los alrededores, así que decidió avanzar hacia allí, ignorante de que cuanto más se adentrara en la ciudad más se acercaría a la base de los marines.
Sin embargo no resultaría tan fácil como había supuesto. En cuanto vio a los primeros grupos de marines supo lo que se encontraría al doblar la esquina. La Marina había tomado el puerto y en aquel momento se dedicaba a inspeccionar uno por uno a todas las personas que subían o bajaban de cada uno de los barcos e incluso a los que pasaban por allí. Parecía que todos los marines del lugar se habían reunido para hacerle la vida imposible, y su número parecía aumentar a cada segundo que pasaba. Era evidente que no podría salir de allí en un barco, al menos en le mismo en el que había venido. Tendría que buscar otra ruta de escape. El problema era que no conocía la isla y no estaba seguro de donde podría encontrar otro puerto y otro barco.
-"Por el momento tendré que esconderme en algún lugar y esperar a que se calmen las cosas. Tal vez encuentre a alguien que sepa como abandonar la isla." -pensaba el pelirrojo mientras se agazapaba tras unos barriles.
El asesino comenzó a retroceder lentamente, tratando de mantenerse oculto tras la sombra de la pared contra la que se apoyaba. A la vez que retrocedía agarró uno de los pequeños kunais que guardaba en el interior de su túnica. No quería correr riesgos. En cuanto estuvo a una distancia prudencial, se dio la vuelta, se colocó la capucha y aceleró el paso. En poco tiempo llegó hasta una concurrida calle lena de pequeñas tiendas y puestos de venta. Era un buen lugar para pasar desapercibido, la gran cantidad de gente y lo abarrotada que estaba la calle le ayudaría a llegar hasta un lugar seguro sin toparse con ningún marine. O al menos eso esperaba.
Caminó oculto entre la multitud durante un rato, hasta que vio a lo lejos una empinada cuesta que llevaba a una zona más despejada. Por allí no había tantos edificios y por tanto también se encontraría con menos gente. También se dio cuenta de que comenzaba a haber mayor cantidad de árboles, por lo que también podría esconderse por allí si fuera necesario. Le pareció un buen lugar para mantenerse oculto durante unas horas o incluso para pasar la noche en alguna zona boscosa de los alrededores, así que decidió avanzar hacia allí, ignorante de que cuanto más se adentrara en la ciudad más se acercaría a la base de los marines.
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La rubia continuaba corriendo hacia el puerto, debía de llegar aquel barco que le sacara de la isla de una vez por todas, de repente se tuvo que frenar al ver como frente a ella se paraba un grupo de marines. Estos serían unos seis y la miraban sonriendo de lado, lentamente empezaron a caminar hacia ella. Esta frunció el ceño mientras estiraba sus brazos usando su postura de combate, los dos primeros corrieron a por ella con espadas cortas tratando de atravesarla. Jeiny ágilmente saltó por encima de las espadas haciendo volteretas girando su cuerpo y lanzando una patada con fuerza a la cara de cada uno de ellos. No tardaron mucho en quedar fuera de combate con los rostros sangrando. Después de aquello la chica volvió a mirar a los cuatro que quedaban mientras fruncía el ceño esperándolos.
- Malditos cobardes, no voy a dejar que me pongáis ni una sucia mano encima estúpidos cobardes.
A continuación el tercer marine se lanzó a por ella con Jutte lanzando un terrible golpe a su hombro, el golpe le pegó en este tirándola al suelo mientras fruncía el ceño y daba un quejido de dolor. Por suerte le había dado en el hombro donde llevaba la hombrera de acero. Se levantó rápidamente observando a su oponente mientras lanzaba una serie de puñetazos a su pecho atravesándole el pincho de sus guantes varias veces. De repente el tipo cayó al suelo muerto. La rubia cogió aquel jutte mientras observaba a los otros tres, dos de ellos atacaron ahora con katanas, la chica usó el jutte para lanzar un golpe a la cara del primero tirándolo y partiéndole la nariz en el acto. El segundo se quedó mirando algo impresionado mientras tragaba saliva y lanzaba un tajo contra la chica, este consiguió rozarle el hombro haciéndole una herida sangrante en este. Jeiny gruñó de dolor y con su nueva arma lanzó un golpe a su frente dándole un buen porrazo y tirándolo de espaldas dejándolo inconsciente.
- Mi turno.
Dijo ahora el último, parecía estar más serio y sacó unos nunchakus de un color negro y de acero. Le había gustado mucho aquella arma y pretendía quedársela, aquel hombre se lanzó contra ella lanzando un golpe, esta puso el Jutte por medio bloqueando el golpe de forma tranquila. Después lanzó un puñetazo con su mano libre al estomago de aquel marine atravesándole el abdomen con su pincho. El marine pegó un grito de dolor mientras la chica dragón lanzaba una patada alta a su rostro y lo tiraba al suelo para finalmente rematarlo atravesando el pincho de su guante en su cuello. La sangre salía de la garganta de aquel hombre mientras la sonrisa sádica de la chica aumentaba, justo después cogió aquellos Nunchakus y los ató al cinturón que llevaba. Ahora debía largarse de allí pero seguía habiendo mucho movimiento en el puerto, no sabía lo que hacer cuando de repente corrió a una pequeña casa y de un salto se consiguió enganchar al borde. Tras aquello se tumbó en el tejado observando el puerto con el ceño fruncido esperando una oportunidad para irse de aquella isla infernal.
- Malditos cobardes, no voy a dejar que me pongáis ni una sucia mano encima estúpidos cobardes.
A continuación el tercer marine se lanzó a por ella con Jutte lanzando un terrible golpe a su hombro, el golpe le pegó en este tirándola al suelo mientras fruncía el ceño y daba un quejido de dolor. Por suerte le había dado en el hombro donde llevaba la hombrera de acero. Se levantó rápidamente observando a su oponente mientras lanzaba una serie de puñetazos a su pecho atravesándole el pincho de sus guantes varias veces. De repente el tipo cayó al suelo muerto. La rubia cogió aquel jutte mientras observaba a los otros tres, dos de ellos atacaron ahora con katanas, la chica usó el jutte para lanzar un golpe a la cara del primero tirándolo y partiéndole la nariz en el acto. El segundo se quedó mirando algo impresionado mientras tragaba saliva y lanzaba un tajo contra la chica, este consiguió rozarle el hombro haciéndole una herida sangrante en este. Jeiny gruñó de dolor y con su nueva arma lanzó un golpe a su frente dándole un buen porrazo y tirándolo de espaldas dejándolo inconsciente.
- Mi turno.
Dijo ahora el último, parecía estar más serio y sacó unos nunchakus de un color negro y de acero. Le había gustado mucho aquella arma y pretendía quedársela, aquel hombre se lanzó contra ella lanzando un golpe, esta puso el Jutte por medio bloqueando el golpe de forma tranquila. Después lanzó un puñetazo con su mano libre al estomago de aquel marine atravesándole el abdomen con su pincho. El marine pegó un grito de dolor mientras la chica dragón lanzaba una patada alta a su rostro y lo tiraba al suelo para finalmente rematarlo atravesando el pincho de su guante en su cuello. La sangre salía de la garganta de aquel hombre mientras la sonrisa sádica de la chica aumentaba, justo después cogió aquellos Nunchakus y los ató al cinturón que llevaba. Ahora debía largarse de allí pero seguía habiendo mucho movimiento en el puerto, no sabía lo que hacer cuando de repente corrió a una pequeña casa y de un salto se consiguió enganchar al borde. Tras aquello se tumbó en el tejado observando el puerto con el ceño fruncido esperando una oportunidad para irse de aquella isla infernal.
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