Asura
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Amanecía un día como cualquier otro en aquella isla, la Isla del Alfa y el Omega; Logue Town. La ciudad tenía su importancia relativa puesto que allí nació y murió el Rey de los Piratas. Pero aquello eran cuentos de viejas y yo estaba orgulloso de que un maleante, el Rey de los maleantes cayera en aquella ciudad.
Los días transcurrían sin cesar, uno detrás de otro y nada más amanecer, yo debía ponerme en pie para vigilar las calles. Realmente nadie me había encomendado hacer aquello pero como no tenía nada mejor que hacer con mi vida y puesto a que no me hacían comparecer en las oficinas para llevar a cabo misiones, impartía la justicia del gobierno con pequeños maleantes con los que podía físicamente.
Aquella mañana hice lo de siempre; me levanté, desayuné un par de tostadas a las cuales ya le iba pillando el tranquilo de cómo hacerlas, me puse el traje que estaba recién lavado y de un salto me presenté en medio de una callejuela que daba a parar en una calle secundaria de la ciudad, las puertas son de cobardes. Mientras caminaba con paso firme y decidido hacia el mercado advertí la presencia de un viejo malhechor; era un tipo al cual ya le había dado alguna que otra torta pero se resistía a abandonar la ratería y seguía cometiendo pequeños hurtos; se merecía un rapapolvo.
Comencé a andar cada vez más cerca de él hasta que estuve lo suficientemente próximo como para agarrarle un brazo y sonreírle. No me pude dar cuenta del enorme error que había cometido. Al parecer había caído de lleno en una trampa. Aquel tipo ya me tenía fichado y junto a unos maleantes más, había organizado una trampa orquestada con pos de defenestrarme, al menos eso pensé yo al ver como 5 tipos, harto conocidos por mí ya que todos eran viejos ladronzuelos y gente mala vida.
En cuestión de segundos me vi rodeado por cinco tipos armados hasta los dientes. El primero llevaba dos katanas, una por mano y una cinta roja en su calva cabezota. El segundo era un tipo corpulento armado con una enorme bola de demolición atada a una pesada cadena, ¿Estamos locos?. El tercer tipo que allí se encontraba era aquel al cual había visto primero y al que había agarrado un brazo. El muy cobarde llevaba dagas hasta en los dientes y no dejaba de reírse. El cuarto y el quinto eran un par de gemelos los cuales atacaban igual y lo que era peor, al mismo tiempo pero poseían tan sólo una katana cada uno; cuatro brazos y dos katanas, cosa peligrosa.
Estaba completamente acorralado así que lo mejor que podía hacer era enfrentarme al problema de frente, no tenía tiempo que perder y la ventaja numérica a veces era insalvable.
Los días transcurrían sin cesar, uno detrás de otro y nada más amanecer, yo debía ponerme en pie para vigilar las calles. Realmente nadie me había encomendado hacer aquello pero como no tenía nada mejor que hacer con mi vida y puesto a que no me hacían comparecer en las oficinas para llevar a cabo misiones, impartía la justicia del gobierno con pequeños maleantes con los que podía físicamente.
Aquella mañana hice lo de siempre; me levanté, desayuné un par de tostadas a las cuales ya le iba pillando el tranquilo de cómo hacerlas, me puse el traje que estaba recién lavado y de un salto me presenté en medio de una callejuela que daba a parar en una calle secundaria de la ciudad, las puertas son de cobardes. Mientras caminaba con paso firme y decidido hacia el mercado advertí la presencia de un viejo malhechor; era un tipo al cual ya le había dado alguna que otra torta pero se resistía a abandonar la ratería y seguía cometiendo pequeños hurtos; se merecía un rapapolvo.
Comencé a andar cada vez más cerca de él hasta que estuve lo suficientemente próximo como para agarrarle un brazo y sonreírle. No me pude dar cuenta del enorme error que había cometido. Al parecer había caído de lleno en una trampa. Aquel tipo ya me tenía fichado y junto a unos maleantes más, había organizado una trampa orquestada con pos de defenestrarme, al menos eso pensé yo al ver como 5 tipos, harto conocidos por mí ya que todos eran viejos ladronzuelos y gente mala vida.
En cuestión de segundos me vi rodeado por cinco tipos armados hasta los dientes. El primero llevaba dos katanas, una por mano y una cinta roja en su calva cabezota. El segundo era un tipo corpulento armado con una enorme bola de demolición atada a una pesada cadena, ¿Estamos locos?. El tercer tipo que allí se encontraba era aquel al cual había visto primero y al que había agarrado un brazo. El muy cobarde llevaba dagas hasta en los dientes y no dejaba de reírse. El cuarto y el quinto eran un par de gemelos los cuales atacaban igual y lo que era peor, al mismo tiempo pero poseían tan sólo una katana cada uno; cuatro brazos y dos katanas, cosa peligrosa.
Estaba completamente acorralado así que lo mejor que podía hacer era enfrentarme al problema de frente, no tenía tiempo que perder y la ventaja numérica a veces era insalvable.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.