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— "¡Suéltame, por favor! ... ¡Papá!" — un grito desgarrador escapaba de los pulmones de una chiquilla. Esta era estampada contra la cama, atada a los barrotes principales que sostenían ese catre. ¿Cual sería su cruel destino esa noche de tantas? Sexo, evidentemente. Violación, ser sodomizada repetidas veces, usada como un juguete sexual por quien sabe cuantos hombres. Su respiración se agitaba, los gemidos guturales y roncos provenientes de los pechos masculinos hacían eco en ese gran dormitorio de cama amplia; De pronto, desperté. Se trataba de mi, aquella chiquilla del sueño era yo. Solo una pesadilla. Me dije a mi misma a la par de me sentaba en la cama respirando agitadamente, no comprendía el porqué de esos recuerdos... solamente quería dejarlos atrás pero no había nada momentáneamente que lograra hacerlo. Levanté mi cuerpo, mirando hacia los lados. Estaba en un dormitorio de la posada. Las paredes de madera y el suelo del mismo material me daban a entender que era un lugar un tanto "rupestre" u antiguo, hecho a mano. Por la ventana se podía divisar un cielo despejado, y a juzgar por el color de este y las pocas nubes que se paseaban, eran las diez y media de la mañana como mucho. Froté mis ojos con el dorso de mi mano diestra a medida que me levantaba de la cama, dirigiéndome al baño. Me lavé los dientes, la cara, y luego asomé la cabeza por la ventana dejando que la brisa fresca acariciara tenuemente mi rostro. Estaba vestida ya, con el clásico uniforme Marine, aunque en mi caso en lugar del gorro blanco me colocaba unas gafas de sol en la cabeza, y las mangas estaban arremangadas.
Se escuchaba un barullo en la avenida principal. Quise asomar la cabeza por la ventana la cual abrí rápidamente. A primera instancia no pude notar nada raro, aunque las miradas estaban posadas en un punto fijo: Una taberna. Pocos segundos luego de aquella taberna y entre el tumulto de gente que empezaba a concentrarse alrededor de su entrada, salió tambaleándose un individuo de sexo masculino. Rondaría entre los treinta y cuarenta años, su apariencia era campesina, de piel tostada por el sol y el frío. De cabellera azabache, algunas cicatrices en el rostro, y una puñalada en el abdomen... ¡Eh! ¿¡Una puñalada en el abdomen!? — ¿Qué demonios está pasando en esa taberna? ... — murmuraba hablando conmigo misma. Arrugué el ceño a lo que saltaba por la ventana despreocupadamente, aterricé en el cuelo y sin mucho preámbulo me dirigí hacia aquel lugar. Teniendo en cuenta que vestía con el uniforme Marine, la atención de la gente una vez emití un "¡Hey!" se centró en mi rápidamente. La respuesta a mi duda no se hizo esperar, un hombre de apariencia robusta, pelado y con barba de un par de días sin afeitarse. Expedía un aroma rancio a alcohol, seguramente ambos hombres habían tomado en demasía aunque este último su mirada demostraba la furia incontenible de un hombre que quiere asesinar a otro. — ¡Detente, en el nombre de la Marina! — vociferé. Mi tono de voz fue firme, sin titubear ni un momento. Me les quedé mirando a lo que la gente abría paso hacia ese obeso y mal entonado hombre que sostenía su cuchilla. Se empezó a acercar a mi, sin dudarlo tomé la posición del tigre. Por mera precaución, parecía ser que acuchillaría a todo ser que se le pusiera delante, sin aparentes ánimos a detenerse u contestar mis palabras u advertencia.
Se escuchaba un barullo en la avenida principal. Quise asomar la cabeza por la ventana la cual abrí rápidamente. A primera instancia no pude notar nada raro, aunque las miradas estaban posadas en un punto fijo: Una taberna. Pocos segundos luego de aquella taberna y entre el tumulto de gente que empezaba a concentrarse alrededor de su entrada, salió tambaleándose un individuo de sexo masculino. Rondaría entre los treinta y cuarenta años, su apariencia era campesina, de piel tostada por el sol y el frío. De cabellera azabache, algunas cicatrices en el rostro, y una puñalada en el abdomen... ¡Eh! ¿¡Una puñalada en el abdomen!? — ¿Qué demonios está pasando en esa taberna? ... — murmuraba hablando conmigo misma. Arrugué el ceño a lo que saltaba por la ventana despreocupadamente, aterricé en el cuelo y sin mucho preámbulo me dirigí hacia aquel lugar. Teniendo en cuenta que vestía con el uniforme Marine, la atención de la gente una vez emití un "¡Hey!" se centró en mi rápidamente. La respuesta a mi duda no se hizo esperar, un hombre de apariencia robusta, pelado y con barba de un par de días sin afeitarse. Expedía un aroma rancio a alcohol, seguramente ambos hombres habían tomado en demasía aunque este último su mirada demostraba la furia incontenible de un hombre que quiere asesinar a otro. — ¡Detente, en el nombre de la Marina! — vociferé. Mi tono de voz fue firme, sin titubear ni un momento. Me les quedé mirando a lo que la gente abría paso hacia ese obeso y mal entonado hombre que sostenía su cuchilla. Se empezó a acercar a mi, sin dudarlo tomé la posición del tigre. Por mera precaución, parecía ser que acuchillaría a todo ser que se le pusiera delante, sin aparentes ánimos a detenerse u contestar mis palabras u advertencia.
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Akuma no mi
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Fuertes llamas, nubes de humo negro, cuerpos calcinados y descuartizados y un terrible olor a muerte inundaba el ambiente y sentía como si todo mi mundo se desplomara en un mar de destrucción y muerte. Poco a poco empiezo a notar la gélida mano de la muerte ahogarme lentamente hundiéndome en el olvido junto al resto de mi isla pero de pronto noto el cálido tacto de otras tres manos que tiran de mí alejándome de ella, tras esas manos puedo diferenciar el rostro de mis tres hermanos que me impulsaban a vivir. Me levanté repentinamente sudando frío y con las sábanas quemadas, los recuerdos volvieron a atormentarme en sueños y perdí el control sobre mis poderes quemando las sábanas nuevamente. Mis ojos permanecieron fijos en la pared marrón de madera de la habitación de la posada, siempre ocurría lo mismo, conseguía dormir en una posada y por los recuerdos acababa pagando las sábanas quemadas pero ya me había hartado de ello así que me vestí con mis ropas azules, cogí mi guitarra y salté por la ventana cayendo cómodamente en el suelo pese a estar en un 4 piso. Tras bajar simplemente empecé a caminar por la ciudad tranquilamente sabiendo de sobra que no podría volver a esa posada ni para comer así que tenía que buscar algún lugar donde poder desayunar.
Mis pasos eran tranquilos y me mezclaba tranquilamente entre la gente que caminaba por la calle que al parecer no me reconocía, algo que me venía de maravilla pues así evitaría tener que pelear innecesariamente. Avanzaba hacia una taberna cercana para poder comer algo tranquilamente pero al parecer ese día no iba a ser tranquilo ni mucho menos, la taberna estaba rodeada de gente y al parecer había algún enfrentamiento o alguna cosa similar pues tanta excitación en las cercanías de una taberna no suele ser por nada bueno. Me acerqué un poco más y pude verde que se trataba, un hombre salió tambaleándose con una herida de puñal en el abdomen, al parecer algo se había ido de las manos y había acabado en algo serio. No tardó en aparecer una joven que decía ser de la marina tratando de detener al hombre que sostenía un cuchillo gritando Detente, en el nombre de la marina. Mi mirada se fijó en la muchacha y pude comprobar que no era un marine de mucho reconocimiento, probablemente una recluta o algún rango poco superior pero no parecía ser alguien de quien debiera preocuparme. Mi estómago rugió y sin esperar a que se solucionaran las cosas me metí entre la multitud avanzando poco a poco hasta pasar la barrera de gente y me encaminé hacia la taberna sin siquiera preocuparme por el hombre del cuchillo.
Mis pasos eran tranquilos y me mezclaba tranquilamente entre la gente que caminaba por la calle que al parecer no me reconocía, algo que me venía de maravilla pues así evitaría tener que pelear innecesariamente. Avanzaba hacia una taberna cercana para poder comer algo tranquilamente pero al parecer ese día no iba a ser tranquilo ni mucho menos, la taberna estaba rodeada de gente y al parecer había algún enfrentamiento o alguna cosa similar pues tanta excitación en las cercanías de una taberna no suele ser por nada bueno. Me acerqué un poco más y pude verde que se trataba, un hombre salió tambaleándose con una herida de puñal en el abdomen, al parecer algo se había ido de las manos y había acabado en algo serio. No tardó en aparecer una joven que decía ser de la marina tratando de detener al hombre que sostenía un cuchillo gritando Detente, en el nombre de la marina. Mi mirada se fijó en la muchacha y pude comprobar que no era un marine de mucho reconocimiento, probablemente una recluta o algún rango poco superior pero no parecía ser alguien de quien debiera preocuparme. Mi estómago rugió y sin esperar a que se solucionaran las cosas me metí entre la multitud avanzando poco a poco hasta pasar la barrera de gente y me encaminé hacia la taberna sin siquiera preocuparme por el hombre del cuchillo.
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