Una isla parada en el tiempo y un encuentro desafortunado[Privado Vargadus]

-Ya llegamos Vince- me hablo el capitán de la embarcación. Me encontraba acostado en medio de la cubierta, bebiendo mi botella de vino que siempre traía.

-Gracias capitán- le conteste y deje la botella a un lado, apoye mis brazos por encima de mi cabeza, me hice para atrás para tomar impulso y de un salto aterrice de pie, haciendo un arco con mi espalda. Recogí la botella y me la termine, limpiándome la boca con el dorso de la mano y lanzándola al mar. Little Garden, una isla con una inmensa variedad de flora y fauna, siendo uno de los lugares preferidos de los cocineros que buscan nuevos ingredientes. El barco quedo cerca de la playa, haciendo que utilizáramos botes pequeños para llegar a tierra.

-Esperen aquí, este lugar es peligroso si no se anda con cuidado- le dije a los remeros, asistieron rápidamente, sus auras expresaban miedo y nervios, aun eran novatos en esto.

Me adentre en la selva espesa, donde se podrían encontrar varios animales que, si no fuera por el ecosistema de la isla, estarían muertos. Buscaba ingredientes exóticos, la vida como cocinero en un barco es mucha responsabilidad. Después de una extensa búsqueda ya había reunido varias especias raras, un par de frutas raras pero sabrosas y verdura, solo faltaba la carne. El sol estaba radiante, haciendo que la temperatura de la selva incrementara, volviéndola como un horno ecológico. Odiaba sudar, pero necesitaba seguir, por lo que me quite mi gabardina y la playera y la puse en la mochila que cargaba en mi espalda; me quede con mi pantalón, las botas y el pañuelo que cubría mis ojos.

Me abría paso blandiendo mi guadaña a diestra y siniestra, cortando cada hoja o rama que se interpusiera en mi camino. Después de avanzar unos metros escuche el sonido de las olas romperse, ese majestuoso sonido el cual me traía recuerdos sobre mi infancia. Me puse en camino hacia el sonido, quitándome de encima los malditos mosquitos que molestaban. Llegue y una ligera brisa me dio en todo mi ser, enfriándome de manera placentera. Sentía como si hubiera encontrado el paraíso después del recorrido del mismísimo infierno en la profunda selva. Me quede parado, respirando lentamente, escuchaba las gaviotas mientras volaban por la isla.

Percibí una presencia que entraba a la selva, su aura ocultaba mucho potencial, no le hice mucho caso, sabía que se podía cuidar solo. Me sumergí en mis pensamientos, pensando y analizando las diferentes combinaciones de platillos que podría hacer con los ingredientes que había reunido hasta ahora. Los rugidos empezaron a envolver la isla, esos malditos dinosaurios se estaban peleando de nuevo, pero un sonido me saco de mis pensamientos: los gritos humanos. Eran varios gritos que se extendían por toda la selva, “¿Qué demonios harían esos estúpidos?” me dije y retumbaban disparos de cañones, esos imbéciles destruirían la vegetación si no los paraba.

Corrí hacia la ubicación lo más rápido que pude, utilizando las ondas cortantes para abrirme paso más rápido, en eso se escuchó una explosión inmensa que hizo temblar la isla y el mar por un momento. Después de unos minutos encontré a los novatos y otros pocos tripulantes de la embarcación en la playa.

-¿Qué paso capitán?- pregunte, el hombre estaba muerto de miedo.

-El… el barco… fue atacado… por… por…- dijo, no podía decirme nada más, no percibía la embarcación cerca, solamente la brisa caliente hecha por las llamas que surgían de un barco destruido. Quedaban 8 tripulantes contando a los novatos, tenía que averiguar quién y porque lo hizo.

-Un grupo de espadachines atacaron señor, llegaron por el agua y mataron a casi toda la tripulación para después destruir el barco, los vi sumergirse de nuevo para emerger en la playa de esta isla- dijo la mujer que era la segunda al mando. La fauna era demasiado agresiva en la selva para que simples tripulantes lo recorrieran; pero tendríamos el riesgo de que esos malditos regresaran para terminar el trabajo. Me senté en la playa, dejando mi mochila a un lado mientras pensaba en una solución para este problema. Los tripulantes estarían alerta después de lo que paso, y reaccionarían de forma agresiva a todo ser que no conocieran, sus auras estaban perturbadas lo suficiente para hacer cosas estúpidas.

Las dudas surgían y atacaban mi cabeza como el granizo en un día sumamente frio. Había demasiado misterio, era poco probable que personas, o más bien, espadachines vivieran en este ecosistema hostil, y la pregunta principal era por qué atacaron el barco y mataron a casi todos los tripulantes. Después de unos minutos sentí un aura, la misma que estaba entrando en la selva hace tiempo. Se quedó parado, tal vez para analizar la situación desde su punto de vista, pero no había mucho que ver. Se acercó con tranquilidad hacia el grupo y pregunto lo que ha ocurrido, y como era de esperarse los supervivientes actuaron de forma estúpida, agarrando las armas y acercándose como bestias hacia el hombre.

-Alto- dije, pero no me escucharon, estaban más concentrados en sus propios pensamientos y supervivencia que no seguirían la voz de la razón. Suspire y me puse de pie, sacudiéndome la arena que se quedó pegada a mi pantalón. Me estire, haciendo que el tatuaje que tenia se mostrara, era la de un cuervo que abría sus alas en forma de vuelo, iba a ser un día largo.

“mierda con ellos que no entienden” pensé, este hombre podía acabarlos sin ningún problema, tal vez recibiría un rasguño o dos, y tendría que pelear contra él, una situación que no quiero estar involucrado. Libere mi aura causando que todas las personas se detuvieran con gran temor, era la presión que esta causaba, un aura asesina que se extendía alrededor mío, provocando que algunos animales que esperaban en la selva huyeran con el rabo entre las patas, unas cuantas salieron a atacarme. Unos dos tigres dientes de sable salieron de su escondite, brincando con gran vigor hacia mí, su carne podría ser deliciosa si se cocinaba bien. Cargue las ondas cortantes y las lance hacia ellos, dirigiéndolas hacia la cabeza. Camine lentamente entre los dos tigres y las cabezas de estos salieron disparadas, separándose del cuerpo, causando un chorro de sangre que tintaba el mar. Los cuerpos cayeron sin vida y las cabezas rodaron hasta la orilla de la playa.

-¡Dije alto!- grite a los cuatro vientos y el grupo de personas retrocedieron con gran temor, dejando caer las armas en la arena y sentándose, algunas temblaban de miedo. Deje de transmitir la agresiva aura, disipándose en el aire para desaparecer por completo. –recojan los cuerpos, en un rato habrá festín- les ordene y obedecieron sin cuestionarme, corriendo a jalar los cuerpos a una distancia que no alcanzara el agua del mar. El miedo controlaba personas, pero no me gustaba este método.

-Llegaste en un mal momento. Un grupo de personas ataco el barco y tal parece que están regresando- dije, sentía varias auras agresivas que tal vez fueron atraídas por la inmensa agresividad que transmití. Me encamine hasta estar cara a cara con el hombre.

-Lo que nos trae aquí, o mas bien lo que a traido a este lugar, es por asuntos como chef, te lo explicare después de un ligero calentamiento-. Saque mi lanza/guadaña que estaba guardada y camine hasta darle la espalda y gire mi arma con gran maestría y la detuve encima de mi hombro izquierdo, esperando a los enemigos que corrían por la arena, un grupo de 10 personas. –Te sorprenderás cuantas cosas puedes encontrar en esta isla, si quieres combatir adelante, pero no te obligo, ya que no es tu asunto- le comente, este asunto solo era de los tripulantes y mío, pero si llegaba a ayudar sería un buen apoyo.

Poder de la fruta:

El hombre desvaino su espada, preparándose para el combate. Comento sobre no perder la oportunidad del combate, con una voz fría y el aura detonando una gran voluntad de combate. El silencio reino, las olas pegaban con gran fuerza la playa y las pisadas de los enemigos se volvían más fuertes cada vez que se acercaban, levantando la arena con gran vigor. Desvainaron sus espadas, escuchando el roce del metal con la funda. La brisa era suave, hermosa al roce de la piel, fría como la noche y placentera como una mujer.

-Tú a los de la derecha, yo a los de la izquierda- le dije y prepare mis ondas cortantes. Los atacantes se separaron en dos grupos, cinco en cada grupo, viniendo por los flancos. Al primer enemigo que se acercó le fue mal, siendo cortado por la mitad verticalmente con mis ondas cortantes. La sangre salió disparada como una fuente de gran presión y el cuerpo se separó, cayendo en la suave arena como una roca. Los demás oponentes no se inmutaron.

El primero me lanzo una estocada, la cual la esquive moviéndome a un lado, preparaba mi guadaña para cortarlo pero otro la paro en medio del aire, chocando su arma con la mía. Los otros dos me intentaron clavar sus espadas en mi espalda. Desvié el arma del choque y me gire poniéndome atrás del oponente, agarrándolo como escudo humano y los dos, sin posibilidades de parar, le enterraron las espadas en el estómago del hombre, cayendo herido gravemente. El primer hombre que me ataco saco una cadena, la cual lanzo y me agarro del cuello, jalándome hacia el con gran esfuerzo, los demás hicieron lo mismo, tratándome de romper el cuello en tres direcciones.

Deje caer mi arma y cargue mis ondas cortantes en mis manos, y lanzándolas a dos cadenas, destruyéndolas y solo jalándome una. Mi cuello estaba bastante lastimado que con solo girarlo me dolía, por lo que agarre la cadena que faltaba y la jale, haciendo que el enemigo la soltara. Me la quite de mi cuello y empecé a jugar con ella, haciendo movimientos básicos con la cadena, los cuales pegaban a todo aquel que se acercara. Estaba concentrado en la pelea que no me preocupe por el otro hombre, estaría aun combatiendo, eran oponentes formidables. Con una mano giraba la cadena mientras con la otra sacaba una especie de pomada, la cual me la unte en mi cuello para aliviar la irritación, la guarde y saque una aspirina, tragándomela con gran dolor, pero me aliviaría la molestia por un momento, lo suficiente para pelear.

-Ya me hartaron- susurre y cargue mi energía en la cadena. Los enemigos atacaron al mismo tiempo, una táctica útil si no fuera porque tenía como arma mi cadena. Libere una onda cortante en forma circular, que se extendía alrededor mío como el aura que liberaba. Dos de los oponentes cayeron sin vida y sin cabeza, mientras que el otro reacciono rápidamente, agachándose en el momento exacto y lanzándome una cortada vertical. Di unos pasos para atrás, llevándome un pequeño roce que recorría mi pecho.

Con la cadena agarre el mango de la guadaña, atrayéndola hacia mi mano izquierda. Ahora estaba armado con dos objetos mortales, mientras que mi único oponente tenía una katana. –Ríndete y vivirás- le mencione, tratando de comunicarme con mi oponente, haciéndolo que razone un poco.

Un aura asesina salió del joven, estremecería a todo enemigo que tuviera un pequeño rastro de miedo en sus corazones, pero al parecer sus enemigos no se inmutaron. –No hay honor en rendirse- me respondió el hombre, “maldito código de honor” pensé, ya conocía esta clase de principios, los samuráis y sus reglas, principios y otras cosas que, si bien estaban correctas, no me agradaba.

-Tú lo decidiste- dije, terminando la plática. Deje caer la cadena, respetaba sus reglas, así que nos quedamos uno contra uno, un arma contra un arma. Me prepare, recargando mi peso en mi pierna izquierda y estirando la otra hacia atrás; puse mi arma en el lado derecho, sujetándola con mi mano izquierda el extremo y con la derecha la mitad. Este iba a ser un duelo de un golpe. El hombre enfundo su katana, iba a usar el battōjutsu, o como muchos lo conocen, la pelea de desenfunde.

Empezamos a correr, ligeramente me hice al lado izquierdo y, con un corte rápido lo ataque, dándole en el abdomen. El oponente desenfundo a una velocidad que cortaba el viento, pero no me dio, fallando por centímetros. Seguimos unos pasos más hasta que el otro hombre cayó de rodillas. Sus órganos cayeron, haciendo un ruido viscoso mientras salían del profundo corte, la sangre sonaba como cascada, saliendo por la apertura.

Admito que hice trampa, cargando energía en el filo de mi guadaña, soltándola algunos centímetros antes de que la verdadera hoja impactara con su cuerpo, dándome una clara ventaja.

Su aura se apagó, quedándose en esa posición honorable. Suspire y camine hasta un aura débil, emitía gemidos de dolor mientras se retorcía en la arena como un vil gusano. Recogí la cadena y lo amarre, dejándolo inmóvil. Lo recargue en el primer árbol, dejándolo sentado.

-¿Quiénes son ustedes?- le pregunte fríamente, me puse en cuclillas para que me escuchara, tenía que sacarle información antes de que muera por las heridas. Se limitó a escupir al piso. Suspire otra vez, estaba fastidiado del maldito calor para que vengan un maldito grupo a destruir mi transporte, seguido de atacarnos y por si fuera poco el hombre que estaba herido no quería darme lo que yo quería.

Hice una apertura en las cadenas, metiendo mi mano y hundiéndola en la herida, movía mis dedos dentro de su cuerpo, causándole gran dolor. –Dime, ¿Quiénes son?-, eleve la voz. El hombre se quejaba y soltaba sonidos de sufrimiento, pero no contesto. Hundí más mi mano hasta que llego la piel a la muñeca.

-¿Quiénes son ustedes?, si no vas a responder sufriras- le pregunte, liberando mi aura asesina, expandiéndola a los cuatro vientos.

-Vete a la mierda- me contesto, escupiéndome en la cara. me limpie con el dorso de la otra mano y metí mi brazo en la apertura del abdomen, expandiéndola. Llegue hasta su corazón, y lo rodee con mis dedos. Cuando roce su corazón dio un gran grito de dolor, ya tenía muy poco tiempo antes de morir, la sangre salía a cantaros de la herida, mi brazo se llenaba de sangre hasta llegarme al codo, donde servía como gotero.

-Última oportunidad- le dije y hubo silencio por largos segundos.

-Estamos… en el centro… de la… isla- dijo, su voz estaba entrecortada por el dolor.

-Gracias- de dije y aplaste su corazón hasta hacerlo explotar, solamente dio un grito de dolor para después caer muerto. Era la muerte más rápida que le podía brindar, unos pocos segundos de sufrimiento extremo para un descanso eterno. Ahora solo faltaba esperar al otro chico, por lo que me senté al lado del cadáver a la espera del final de la pelea.

El dolor de mi cuello se había suavizado hasta el punto de que solamente era una débil molestia la que me atacaba cuando movía mi cuello. El hombre acabo con ellos en cuestión de minutos, torturando uno de los oponentes, el cual seguramente canto como un pájaro. Ya terminando la pelea me dijo que teníamos que ir al centro de la isla para destruir la raíz del problema, la fauna era agresiva en esa zona, por lo que teníamos que recuperar energías si queríamos adentrarnos en las profundidades de la selva.

-Espera, vamos a comer, necesitamos todas las energías necesarias para ir contra ellos. La fauna te acabara antes de llegar hasta el campamento, o más bien, ni siquiera lo veras- le dije, más como una advertencia que como una amenaza. No me importa si se fuera a la muerte o se quedara a discutir, por lo que me levante, recogí mi guadaña y me dirigí al grupo de supervivientes.

-Preparen una fogata grande, comeremos tigre asado- les dije en cuanto llegue y empezaron a reunir todo lo necesario: ramas y piedras. Me dirigí hacia la mochila que había dejado, deje enterrada mi guadaña en la arena, quedándose parada. Me puse la mochila que había dejado en la espalda, la cual llevaba utensilios de cocina entre otras cosas.

La fogata fue prendida y esta desprendió una gran calidez, colocamos dos palos en cada extremo. Yo mismo le quite todos los órganos y le limpie toda suciedad que estaba adentro, una tarea que se debía de hacer un chef como yo. Los órganos lo puse en un recipiente de metal, un guisado con esto debía de ser exquisito para el paladar. Cuando acabe le inserte un palo que pasaba de la cabeza hasta la parte trasera. Un tripulante me ayudo a levantarlo y lo pusimos en medio de la fogata, apoyándose en los dos palos.

Expulsaba un olor delicioso que hacia escurrir la saliva de la boca. Lo giraba lentamente para que se cocinara uniformemente. El enemigo llegaría en cualquier momento, viendo el humo enorme de la fogata. Este humo molestaba mi aguda nariz, pero debía de aguantarme, como cocinero tengo que estar preparado para este tipo de situaciones.

-Hagan otra fogata más pequeña, y llenen este recipiente con agua- les ordene, entregándole el recipiente con órganos a uno de los tripulantes, este se escuchaba como si quería vomitar, y no tenía la culpa, el olor de los órganos que estaban empezando a desprender era fuerte. En cuestión de minutos hicieron el mismo procedimiento que con la fogata grande, poniendo dos palos a los extremos de la fogata.

El tripulante llego con el recipiente lleno de agua limpia y este se retiró hasta atrás de un árbol, vomitando todo lo que había consumido en la mañana. Con una soga ate el recipiente en un palo y lo puse arriba de la fogata pequeña, metiéndole las especias que había sacado de mi mochila. Movía circularmente el guisado con una cuchara de madera, la cual la había sacado de mi mochila. Era casi hora de comer, y los enemigos se estaban acercando, siendo atraídos como perros atrás de la comida. Sonreí, el banquete estaba listo.

La carne ya estaba lista, el olor que expulsaba hacia que los paladares se inquietaran para probar la carne. Sentía varias auras enemigas a unos cuantos metros, estaban escondidos en l maleza, eran buenos escondiéndose, pero el sonido de las hojas al moverse los delataba. El hombre se dirigió a mí, preguntándome como me ganaba la vida y a que me dedico, lo pensé por un momento, esta persona parecía lo suficientemente confiable para decírselo, su aura no mostraba hostilidad hacia mi persona.

-Soy cocinero, también doctor, y en mí tiempo libre un pirata- exprese una sonrisa, -me gano la vida cocinando y curando, pero a veces mato y robo- añadí, no me importaba quien sea. –si quieres saber mi tripulación te lo diré con mucho gusto, pero por mí no lo diré- finalice y probé una cucharada del guisado, estaba delicioso, los sabores se combinaban de una forma en que el paladar queda entumecido por la exquisitez que tiene… metafóricamente.

-Hora de comer- dije, sacando de mi mochila platos hondos y unas cucharas, empecé a servir el guisado en los platos mientras que otro tripulante los repartía.

-Ten, esta delicioso- le dije al hombre, entregándole un plato con el guisado y una cuchara. Saque un cuchillo de cocina y unos platos extendidos y me dirigí al tigre. Lo corte con gran destreza en finas piezas que caían al plato. Todas eran proporcionales, una pieza no era más grande que otra, y si querían más, nada más me tenían que decir.

-Y un dato curioso, soy ciego- le dije, expresando una sonrisa amigable, -tengo un don con estas cosas, y la verdad, me agrada hacer esto- continúe, el tripulante que me ayudaba parecía camarero, sirviendo de mano en mano los platillos que servía con dedicación.

-¿y tú a que te dedicas?, o mejor aún, ¿cómo te llamas?, yo me llamo Vince, un gusto- le pregunte con curiosidad y amabilidad, era gracioso la situación, el hombre decía las cosas en un tono frio y temeroso, mientras que yo lo decía con calidez y amable.  Presentía que nos podíamos llevar bien, un aliado, o mejor, un amigo al cual apoyar y acudir, era fuerte y eso lo tengo mucho en cuenta, pero aún le faltaba, y su aura marcaba esa diferencia. Las auras hostiles esperaban, tal vez nos atacarían después de comer, estar llenos significaba dolores de estómago cuando se trataba de ejercicio, una persona tenía que esperar una hora antes de hacer combatir, por lo que me serví un poco de guisado, estaba preparado y esperaba que el hombre espadachín lo supiera.

Entre bocados mencionaba ser herrero y médico, además de ser un caza recompensas. La verdad eso ni me importaba, con que era un buen hombre me parecía bien. De pronto nuestros enemigos se impacientaron, queriendo de una forma rápida terminarnos, como si fuéramos una peste que iba a devorar toda la isla. Las hojas se movían lentamente mientras que una avalancha de auras enfurecidas corría hacia nosotros con valentía que a mí me parecía estupidez.

Los tripulantes dejaron la comida mientras se movían como animales enjaulados en un intento inútil de escapar. Todos estaban ubicados en la orilla, algunos llorando en silencio y otros gritando como si fuera el ultimo día de sus vidas. Estaba a punto de agarrar el cuchillo de cocina y mandar una onda cortante hacia los hostiles, cortándolos a la mitad, pero la acción del cazador hizo que me detuviera, poniendo mis sentidos con mucha atención a las acciones de Kaito.

Conforme caminaba hacia la turba furiosa el cazador se transformaba. Su aura parecía a la de un ave y en un movimiento quemo a todos los atacantes, quemando a todos sin dejar uno vivo, y con esto parte de la selva se quemó. Había escuchado rumores sobre esa fruta, pero nunca la había sentido en acción. Se parecía al fénix, pero el aura no era similar. Pensaba mientras comía, había otro ser mitológico parecido al fénix.
Después de una pequeña demostración de sus poderes regreso a sentarse, continuando de comer. Su poder era bastante poderoso y peligroso, poder sacar llamas del cuerpo y con estas arrasar con todo un grupo de atacantes más una parte de la selva era aterrador. Los tripulantes se sentaron y continuaron comiendo.

-Nos vamos de aquí Kaito, es tu decisión acompañarnos o no, de todas maneras ha sido un día divertido- le dije de una manera amigable, estaba seguro que nuestros caminos se encontrarían, ya sea en una situación donde acabáramos peleando, o en un bar donde compartiríamos unas copas de vino y cerveza.

Después de una gran comida todos nos pusimos de pie, si había personas en esta isla de seguro había un barco, por lo que comenzamos a recorrer toda la playa de la isla. Los habitantes no serían tan estúpidos como para meter un barco a esta isla, donde posiblemente no lo encontrarían en buen estado el día siguiente. El sol se empezaba a ocultar y con ello una brisa gélida llenaba la playa.

-¡Un barco!- grito uno de los tripulantes y todos corrieron hacia el barco para revisarlo.

-todo listo, suba Vince. ¡Zarpamos en 5 minutos!- me grito la segunda al mando, sonreí de satisfacción y me subí al barco. Los tripulantes corrían por toda la cubierta, soltando las velas y elevando anclas. Había reunido unas cuantas especias mientras caminábamos por la playa, y el otro tigre lo habían cargado para comerlo en el viaje de regreso, una buena recompensa diría yo.

El barco zarpo, y con este una lluvia que se desato en la isla, apagando el incendio causado por nuestro gentil caza recompensas. Recorrí por toda la cubierta hasta topar con una pared, y en medio de esta estaba la habitación del capitán. Me senté, recargando mi cabeza en la pared y quedándome profundamente dormido, iba a ser un viaje largo.