Ficha de personaje [Lucía Zul]

Rodeada de grandes riquezas desde que era niña, Lucía, junto con su hermana, vivían pacíficamente junto con sus padres y uno que otro ayudante de la familia.
Era una vida fácil y desconectada de la realidad.

Su familia le metía ideas de que iban constantemente a campañas caritativas, donando parte de sus riquezas a los más vulnerables.
Sin embargo, al ir creciendo ambas hermanas, más cuenta se daban de las fallas en los argumentos de sus padres. Dando a entender de esta manera que el dinero se transmitía a gente poco confiable.

Un día, la mala noticia llegó a sus ojos mientras paseaban por el pueblo; su hogar había sido atacado.
El humo advertía la tragedia.
Guiadas por el cielo pintado de rojo llama, la vista del desastre eventualmente las iluminó.
Algunos vecinos trataban de apaciguar las brasas, ya fuese echando tierra o arena, o agua.
Otros simplemente ayudaban al personal de la familia a escapar de la mansión.

Lucía tenía la intención de entrar para ayudar a quien aún estuviese dentro. Eso incluía a sus padres, que no se dejaban ver saliendo.
La gente que ayudaba pronto se dio cuenta de las intenciones que tenía la niña al acercarse.
Rápidamente los pueblerinos le sostuvieron, evitando así que ella entrase a la inestable construcción.
El fuego ya había comenzado a consumir el edificio.
Fútilmente luchaba por liberarse y seguir con el plan de retar al desastre, y salvar a quien lo requiriera.

En ese momento, Sofía dio un frito de agonía y se tumbó al suelo.
Aprovechando la conmoción causada por su hermana, Lucía logro zafarse de sus agarrantes.
Oyó varias veces su nombre ser gritado, pero lo ignoró mientras corría hacia el hogar.
Se sintió algo mal por tomar ventaja del estado mental de su hermana, pero la gente se podría encargar de ella por el momento.
Valientemente enfrentó el calor al entrar, usando su ropa para evitar inhalar demasiado humo.

“¡Mamá! ¡Padre!” Gritaba, pero sin respuesta

Era difícil pensar en donde buscar; le pareció en ese momento dirigirse a la habitación de ellos.
Con gran esfuerzo pudo reconocer el camino, la imagen mental de su casa había sido reducida a cenizas y más fuego, causándole confusión de donde se encontraba.

Subiendo las escaleras, pronto se adentró al cuarto sus padres, el miedo que ya traía en su cabeza pareció volverse realidad.

“¡Papá!”

El cuerpo del pariente se encontraba en el suelo, sin señal de estar consciente.
Entre tos ahogada, Lucía se acercó, solamente para gritar en horror al descubrir que al cuerpo de su padre lo habían privado de su cabeza.
Gritos de negación llenaron el lugar.
Apenada de haber llegado tarde, sus rostro fue llenado por sus lágrimas. Se evaporaron pronto.

Era hora de buscar a su madre. Quizás aun podía-
Oh no…
Del otro lado, la mamá se encontraba empalada en la pared, una lanza atravesándole todo el torso. Su expiración también había llegado.
El instinto de amor causó que Lucía se acercase al cuerpo, poniendo sus manos sobre el rostro pálido.
Sollozando, su cara nuevamente se llenó de líquido que lastimaba sus mejillas.

Arrodillándose, y tosiendo, su voluntad de vivir pareció esfumarse repentinamente.
En segundos, perdió a dos de las personas más importantes de su existencia.
La idea de seguir adelante pereció.
Cerró sus ojos, apoyándose en el cuerpo de su pariente difunto. Aceptó su mortalidad y decidió que las llamas le dijeran el momento de su hora.
Comenzó a toser más y más, sus pulmones intoxicados no parecían ser capaces de resistir.
El calor del cuarto seguía aumentando…

Dentro de toda la conmoción y el desaliento, el grito de su hermana invadió su mente.

Abrió los ojos e intentó ponerse de pie una vez más, pero el poco oxígeno la limitaba.
La idea de morir pronto comenzó a aterrorizarle.
Le dolía mucho abandonar los cuerpos, pero le era imposible cargarlos, mucho menos arrastrarlos, en su débil condición.

Lamentándose se dirigió a la salida. El lugar se encontraba aún más destrozado que antes. El smog plagaba el lugar y las llamas, llenas de avaricia, se esparcían por el lugar.
Volvió a pasar por  las escaleras, pero éstas rugían mientras ella las pisaba al caminar.

Rindiéndose ante la catástrofe, su paso se derrumbó ante ella, cayendo junto con los escombros.
Muchos atrapando su pierna.

Tosiendo, y sin suficiente energía para sacar su pierna, Lucía sólo continuaba maldiciendo.
Gritó con lo que le restaba de fuerza, tratando de que alguien se apiadara de ella y la ayudase a escapar.
Pero el fuego apagaba cualquier otro ruido que no fuera su propia furia.

Que forma tan estúpida de morir
Dicen que cuando uno está a punto de morir, su vida pasa frente a sus ojos.
¿Y saben algo?
Eso también es una estupidez.
¡No pienso morir aquí!

Llena de ira, Lucía jaló con lo restante de su fuerza, una y otra vez. Parecia inútil, pero ella continuaba jalando, ignorando el dolor aplastante de su pierna

¡Un último jalón!

Rasgando su ropa, su extremidad inferior al fin salió, pero no sin una sustancia liquida y roja cubriéndole.
Lucía gruño entre dientes.

Recuperando momentáneamente su energía, seguramente por la adrenalina, pudo cojear hasta la puerta.
Al salir, gritos de asombro llenaron la atmosfera.
Exhausta, cayó de rodillas, tosiendo sin parar. El oxígeno de afuera era más puro.

Sin darse cuenta, Sofía, su hermana, ya se encontraba a un lado.
Parecía andar diciendo su nombre, pero todo se encontraba en silencio. Todo se movía lento.
Costaba trabajo respirar.

¿Por qué todo se está poniendo oscuro?¿Sofía?¿Qué sucede?

Oscuridad eterna.

Acaso… ¿Morí?
No… To misma me dije que morir aquí sería estúpido…
Aún hay muchas cosas que quiero hacer…

Lucía abrió sus ojos, volviendo a toser por algunos segundos.
Esta vez pudo respirar más fácilmente.
Ayudada por alguien, se puso de rodillas, permitiéndose inhalar de manera más placentera.

“¡Todos ustedes!” Se escuchaba una voz “¡Todos ustedes, malditos!”

“¿Sofía?” Débilmente Lucía trataba de incorporarse y tratar de entender que es lo que sucedía.

“¿¡Qué sucedió aquí!? ¡Todo esto es culpa suya! ¿¡Dónde están mis padres!?” Su hermana seguía gritando, apuntando dedos. Se encontraba furibunda.

“Sofía, basta…” Posó su mano sobre el hombro de la otra.

“¡Tú!” Volteándose de forma violenta, Sofía cacheteó a Lucía, tumbándola al suelo. “¿¡Y tú quién crees que eres, corriendo de esa manera hacia el peligro!?”
Lucía no respondió, solamente apoyo su mano sobre su rostro abofeteado, tratando de calmar el dolor.
“¡Ve cómo has quedado!” Seguía “¡Observa tu pierna! ¡Sólo por tu propia incoherencia!” Se acercó, bajándose al mismo nivel, abrazándola fuertemente “Idiota…”

Las dos hermanas lloraban juntas.

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Después de un rato, fueron alejadas del lugar y ofrecidas hospedaje por los pueblerinos.
Lucía tuvo que atender su pierna, que aun sangraba y no le permitía caminar del todo bien..
Fue llevada pronto con el médico del lugar para ser revisada.

“Sólo es superficial” Decía el doctor mientras limpiaba la tienda y aplicaba lo necesario.
La niña gruñía.
De vez en cuando, se le soltaba una que otra lagrima. No eran causadas por el dolor de la curación.
“Lamento no tener nada para esa herida”

Lucía rompió en llanto de nuevo. El doctor no se alejó, simplemente siguió remendando. Aparentando mostrar poco interés en el estado emocional de su paciente.
“Sera mejor no apoyar esa pierna por un rato” Dijo al terminar “Dejarla sanar es lo mejor”

Ignorando la petición del médico, Lucía brinco de la mesa hacia el piso. Apoyando del todo ambas piernas.
El doctor mostró asombro, seguido de molestia.
“¡Hágame su aprendiz!” Dijo ella firmemente. Comenzó a tambalearse, sangrando de nuevo, pero sin perder su pose de orgullo.
“¡Hágame su aprendiz!” Repitió, aún más fuerte.

“No”
“¿Q-qué?” Qué raro, Lucía estaba segura que gritando podría convencer al médico.
“No deseo una aprendiz. Ni tu ser una médico. Tu perdida fue grande, tus conexiones no están bien-”
“¡No!” Interrumpió gritando, retumbando el consultorio. “¡Es mi perdida y dolor, y mi herida las cuales me permiten ver más claramente!”
Se acercó, aun cojeando, pero con bastante fuerza para lograr intimidar al curandero “En la llamas, caí, no hubo alguien que me ayudase. ¡Yo misma me tuve que zafar de los escombros sobre mí! ¡Sentí miedo, sentí horror y odio hacia los demás! ¡Grité y grité! ¡La desesperación de saber que vas a morir de una manera tan estúpida es horrible!”


Lucía tropezó. “… Y sola”

“¿Y tú crees que siendo una maestra en las medicinas salvaras a todos de tragedias?”

“¡Que importa!” Se volvió a levantar, enojada “¡Quizás no salve a todos, pero salvare a muchos! ¡Quizás a pocos, quizás no muchos, quizás uno solo! ¡Pero a ese solo lo salvare!”

“No”
“¡Maldito seas!” Lucía alcanzó al doctor, lo tomo por la bata y se lo acercó a la cara “¡Ayúdame a ayudar!”

“Vete y recupérate. Necesito atender a mis demás pacientes”

Llena de dolor y frustración, Lucía se dirigió a la puerta con pocas ganas.
Ya ahí, rendida, salió.

“Si sigues con esa actitud los prontos días, quizás lo considere”
“Espere, ¿qué?”

Pero la puerta se le cerró en la nariz
“¡Oiga!”

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El funeral fue difícil. No había cuerpos a los cuales poder llorar.
La casa fue consumida por complete, y con ello todo lo que estaba dentro.
Los padres ahora eran cenizas.
Sofía no estaba convencida de que sus padres estaban muertos, pues sus ojos no vieron lo que los de Lucía.
Ella no decía nada al respecto, era preferible no decirle a su hermana en qué estado había encontrado los cuerpos.
Era mejor no hacerla sufrir más.

Los padres tenían pocos amigos, el evento no se saturo de gente.
Sólo algunas amistades de las hermanas asistieron.
Sofía incluso parecía reírse. O quizás sus reflejos de tristeza fueron alterados ante tal dolor y negación.

Ver a su hermana destrozada era lo que más le dolía.


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Los días pasaban y casi a diario Lucía visitaba el consultorio, usaba un discurso parecido al de siempre, pero parecía futil.

¿Qué es lo que quiere el necio?

Su idea de convertirse en una médico seguía en pie.

¿Por qué no puedo convencerlo en hacerme su aprendiz

Hubo un momento en que su voluntad se apagó y sólo pasaba las tardes observando el mar y los barcos que iban y venían.
Algunos de su difunto padre, cuales portaban el estandarte a media asta.

A veces, ella pensaba que sería lo mejor tomar un barco y abandonar este pueblo. Buscar alguien más que le enseñase acerca de medicina.
Pero no podía abandonar a Sofía, aunque parecían haberse alejado bastante una de otro.
Era raro, las tragedias siempre parecían razón para que la familia estuviera junta.

Se estaba volviendo de noche, los rayos del Sol daban sus últimas caricias.
Un gran suspiro lleno el resto del silencio. Sólo las olas le escucharon.

Lucía decidió por irse a su hogar temporal por hoy.
Pero una figura en el mar llamó su atención.
Era difícil reconocer que era, pues se encontraba algo lejos de vista.
Intentó entrecerrar los ojos para enfocarse mejor.

Era un humano.
Flotando en el agua, inconsciente.

Su corazón se disparó.
Rápidamente se quitó algunas de sus prendas para entrar al agua.
Usualmente era ordenada con sus cosas, pero esta vez sólo arrojo sus ropas a un lado.
Brincó.

El joven estaba a la deriva del mar, flotando en un madero. Proveniente seguramente de algún barco.

¿Un sobreviviente de un ataque?

Esto estaba mal.
Por un momento, Lucía relacionó el ataque de su mansión con la posibilidad de que el joven a la deriva había sido atacado por piratas también.

Irrelevante.

Sólo debía importarle auxiliarlo.

“¡Oye!” Se acercó, pero él seguía sin reaccionar “¡Despierta!”
No parecía estar muerto, hacia movimientos de exhalación, débiles pero claros.
Sus brazos, sin embargo, poseían un color diferente a su piel, como los de un quemado o falta de sangre.
“Rayos…”  Expresó Lucía mientras pensaba que hacer

Se tomó del madero, y apoyándose nadó hasta la orilla.
Ella no era muy fuerte, pero al estar en el agua todo parece menos pesado.

“Vamos. No te puedes quedar en el agua” Cogió al muchacho en brazos, con intención de subirlo a tierra.

“¿¡P-pero por qué no tienes ropa!?”

Ante su asombro, lo soltó; permitiéndole hundirse.

“¡Carajo!” Se zambulló tras él, subiendo pocos segundos después a la superficie con el desnudo.

Ahora ya en tierra, se apuró por tomar las prendas que había dejado cerca para cubrirle.
El exhibicionismo no era bien visto en ningún mar.
O al menos en éste.
O sólo en este pueblo.
Se dio cuenta que las piernas poseían las mismas características que los brazos.

Lo tapó con su túnica, Lucía intento despertarle de nuevo, pero no hubo reacción.
Al menos no había necesidad de dar respiración boca a boca. Su inhalación era normal, aparentaba.

Se le ocurrió la idea de llevarlo al consultorio.
El curandero podría ayudarle y atenderlo. No se encontraba lejos el lugar.
Era difícil creer, aun así, que ella sola podría cargar al joven del mar.
Pero no estaba lo suficientemente alterada como para ir gritando -ayúdenme- o -auxilio-

¡Hnng!
Correcto, esto no funciona
¡Hwah!
¿Quizás si hago esto…? No, tampoco
A ver si intento esto… ¡Ah! ¡Le destapé-! ¡No, no se lo veas Lucía!

Al final se rindió, y decidió arrastrarlo.
Como había dicho, el consultorio no estaba lejos del puerto.
Llamó a la entrada.
Las horas de consulta habían acabado, pero el curandero usaba la construcción como hogar por igual.

“¡Doctor!” Gritó constantemente.

“¿Lucía?” Se oyó la respuesta. Se abrió la puerta finalmente “Vaya… Me extrañaba que no vinieras aun a molestarme-“

“¡Ahora no, doctor!” Le interrumpió “¡Es una urgencia!” Se movió a un lado, dejando ver lo que sucedía.

“Tráelo adentro”  Ordenó el doctor mientras se agachaba para ayudar a la niña a levantarlo.

En la oficina, fue recostado en la camilla. El doctor accidentalmente, con uno de sus movimientos, reveló al muchacho.
Sonrojando a Lucía.

“¿Qué sabes de él?” Preguntó el médico mientras juntaba sus herramientas.
“N-nada” Cubierta de los ojos, y apenada, respondió “Lo encontré a la deriva…”
El doctor rio “¿Quieres ser médica y un miembro masculino te incomoda de esta manera?”
“Silencio…”

El doctor volvió a cubrir al acostado.

“Bien pues, examínalo” El curandero se apartó, dándole paso a la joven.
“¿Qué, yo?”
“Pues claro, sino ¿Cómo vas a aprender?”
“P-pero yo…”
“Comienza por los signos vitales”

Lucía se acercó al cuello, posó sus dos dedos en la artería del ahora paciente. Miró después al doctor para ver si lo que hacía estaba bien.

“Cuenta en voz baja hasta que te diga”

El silencio inundo la habitación, el nerviosismo le pegaba a Lucía.

“Tiempo”
“62”
“Hmm” El médico pondero mientras se acercaba al pecho del otro. “La respiración se ve bien. No hay lesiones presentes…”

“¿¡No hay lesiones present-!?” Lucía se puso histérica  “¿¡Qué hay de los brazos y piernas!?”
“Ni idea, le preguntaré cuando despierte” Dijo con calma, aunque se detectaba una pizca de ironía en su dialogo.

Lucía se acercó una vez más al rostro del paciente.
Parecía andar despertando, quizás por los gritos de la niña.

“Oh, estas despierto” Lucía le observaba “Hola, supongo”

El joven sólo logro reaccionar con susto al tener a alguien desconocido tan cerca.

“¡Waagh! ¿¡Quién eres!? ¿¡Donde estoy!?”
Miraba aceleradamente a su alrededor
“¿¡Q-quiénes son?” Pronto comenzó a observarse, al darse cuenta de su carencia, volvió a gritar
“¿¡Y porque estoy en cueros!?” Cubriéndose las miserias con la túnica de Lucía”

“Ya no la quiero de vuelta”

“Bienvenido al mundo de los vivos, joven. Soy el curandero del lugar” después de introducirse señaló a la persona a lado de él “Y esta es Lucía, mi asistente”

“Un momento, ¿qué?”

“Concéntrate” dijo a murmullos.  Volviendo al otro “¿Cuál es tu nombre? ¿Qué te ha traido por estos lares?”

El joven poso su mano sobre su cabeza, tratando de pensar “M-me llamo Tura… Y…”
Se rascó. “No… Recuerdo nada”

“¡Perfecto!” Lucía levanto sus manos al aire “Tenemos ante nosotros un caso de amnesia, ¡Fan-tas-ti-co!”

“N-no… No me refiero a eso…” Dijo Tura “No recuerdo que pasó después del barco… Caí al agua, sentí una oscuridad apoderarse de mi y… Eso es todo. Aparecí aquí…”

El doctor se acercó al joven, y tomo su brazo, revisándolo. “¿Sientes dolor?”
“N-no”
Tomó una de las piernas y la examinó por igual. La respuesta de Tura fue la misma.

“Interesante.”
“Así es mi piel…” Confesó Tura
“Ya veo”
“¿Cómo llegue aquí?”
“Lucía te salvo del agua”

Tura volteó a ver a la joven. Pero ella sólo se encogió de hombros.
“G-gracias…”
Esto hizo que se sonrojara y se sintiera incomoda. “Si, como sea…”

“Este…” El joven se miró a si mismo de nuevo “¿Habrá posibilidad que… Pudiera obtener algo de ropa?”

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“¡Eres un pirata?”
“No exactamente. Sólo viajamos en barco, haciendo trabajos. A veces peleamos contra otros barcos, pero a mí no me gusta pelear-”
“Se oye a pirata”
“Oh…”

Lucía había ofrecido a Tura hospedaje en su hogar.
Al haber sido ella quien lo rescato, creyó que lo más obvio era cuidar de el también.
Al menos hasta que él pudiera saber algo de su tripulación.
“Ya llegue, Sofía” Anunció mientras abría la puerta del lugar “Traigo un visitante, se quedará con nosotros un rato”

Pero no contestó.
El lugar estaba oscuro, más de lo normal. A Sofía le agradaba la oscuridad,  A Lucía no, una de las muchas diferencias que tenían entre ellas.
Entraron al cuarto donde la hermana debería de estar. Prendió una vela para iluminar.
En la cama perteneciente a Sofía sólo encontró una nota.

El corazón le comenzó a latir más rápidamente.
Abrió la nota y leía:

Hasta pronto hermana. Me fui a viajar por los mares. Encontrar respuestas y demás. No pienso quedarme más siendo degradada por plebeyos que se conforman con todo.

No me busques, no sólo porque sería imposible, sino porque tambien sonaría demasiado

-estúpido- para ti.

¿No es cierto, bubis planas?


Al terminar de leerla, Lucía la arrugo dentro de su mano. Gruñendo.

“¿Está todo bien?” Inquirió Tura, quien se acercó.
“No…” Lucía temblaba. “Dime algo. Tú que ya has estado en los mares” Volteó a verlo “¿Qué tanto sabes de barcos? Necesito uno…”