Una nueva aventura de Byakuro y Klaus... oh, y la pelirroja Kidah

Byakuro gritó, completamente frustrado. Otra vez había acabado en una maldita isla sin ninguna otra cosa que hacer que matar mosquitos asesinos. En realidad aquellos animalitos solo querían un poco de sangre fresca, pero Byakuro le tenía demasiado aprecio a su sangre como para donarla a animales sedientos. Klaus era de bastante utilidad en aquel aspecto. Iba completamente camuflado en el hombro del cazador, y más que un animal, parecía una enorme hombrera negra. Al menos hasta que decidía abrir la boca y soltar un lengüetazo para tragarse un mosquito de golpe a modo de pequeño tentempié. La verdad es que aquella mascota era un amor. Byakuro miró alrededor. Tenía que haber algo interesante por hacer en aquel lugar perdido en el fin del mundo. Puso una cara de resignación, mientras seguía ascendiendo por aquella cordillera. Había pasado por una zona de tundra y una zona de bosque frondoso ya, y no sabía lo que podría haber más allá de aquellas montañas. Aquella isla parecía reunir todos los tipos de ecosistemas imaginables. El cazador extendió sus alas de ángel y echó a volar. Aquello era mucho menos tedioso y más rápido. Alzándose sobre la cordillera, pudo ver una sabana, una zona de selva y... ¿aquello de más allá era un desierto? Aquella era una isla extraña, sin duda. Observó el centro de la isla. Estaba más elevado que los alrededores, y parecía ser un enorme pantano. "Genial, más mosquitos" pensó con fastidio. Se negaba a meterse allí.

Dirigió su vista al desierto y empezó a aletear, mientras acariciaba a Klaus en su hombro. El animal parecía aterrado. Aún no se había acostumbrado a las alturas extremas. Pobrecillo. Byakuro creó una bandada de diez águilas completamente blancas que lo rodearon y lo acompañaron en su vuelo al desierto. El sol le daba en la nuca, y le molestaba, así que ordenó a tres de los pájaros que se colocaran sobre él, para tapar la luz del astro. Aaaah, sí. Aquello estaba mucho mejor. Observó su anillo, y recordó a su tío. Pensaba buscar algún sitio donde detenerse a entrenar un rato.

- Bien, Klaus, vamos a ver que nos espera en ese desierto de ahí adelante. Parece un lugar divertido -acababa de pronunciar estas palabras, cuando un gigantesco escorpión de unos veinte metros de largo salió de debajo de una de las dunas de arena, a lo lejos-. ¡Sí, es divertido! -exclamó el chico al tiempo que aceleraba para llegar cuanto antes al lugar.

Aterrizó en una zona más o menos plana, se quitó la camiseta y se quedó en pantalones, descalzo sobre la arena ardiente. El calor le abrasaba los pies, pero a él no le importaba. Generó una esfera de frío a su alrededor, para evitar achicharrarse, y empezó a moverse, realizando las katas de su estilo de lucha. A ratos, empleaba el bastón, los dardos o simplemente los puños desnudos.

Había llegado a una isla un tanto peculiar y extraña después de que los bucaneros del barco comercial, en el que me había colado, me pillaran y me hubieran echado por la borda. Delante de mi lo único que veía eran árboles -Genial... adoro mi suerte- pensé con cierto sarcasmo.

Me adentré a aquella selva y comencé a caminar... Estuve caminando durante horas, peleando con los mosquitos que querían mi preciada sangre y encima, las copas de los árboles tapaban en el cielo. Vamos, que estaba perdida.

-¡¡Aaaah!! ¿Por qué estás cosas solo me pasan a mí?

Empecé a dar brincos y patadas por todos lados de lo enfadada que estaba. En eso, se me encendió la bombilla. Me acerqué al primer árbol más cercano y comencé a escalar hasta la copa. Asomé mi cabecita, mire a todos lados, y solo veía selva y más selva, hasta que a lo lejos vi un... ¿desierto?... ¿En serio?, ¿Esto que es, una segunda Punk Hazzard?

Flipaba en colores. Bajé del árbol y volví a emprender la marcha pero esta vez, hacia el desierto. Me parél en un pequeño estanque para beber agua, si no moriría de una deshidratación... Seguía caminando y aun no había llegado al desierto, estaba agotada... Estaba tan cansada que no me fijé dónde estaba y caí de lleno en el suelo pero caí en algo arenoso y cálido. Me senté y estaba en el desierto. Sonreí ante aquella imagen, varias dunas, el sol dando en mi cara... Cerré los ojos por un segundo para sentir el aire en mi cara, respirar aire puro y relajarme. Abrí los ojos lentamente y delante mio tenia una... ¿salamandra? Tenia los ojos enormes, era de color púrpura y un poco más alta que yo.

Yo lo miraba, el me miraba, nos mirábamos. Di un paso a la derecha y el hizo lo mismo, cortándome el paso. Di otro paso a la izquierda e hizo lo mismo. Puse una cara de fastidio con un severo tic en el ojo. Justo, vi a un escorpión pasar por al lado de mi pie, saque mi espada y lo atravesé. Miré a la salamandra y con una sonrisa cínica, le dije:

- No querrás acabar como él ¿verdad?

Miró al escorpión y me miró a mi, se le salió una lagrimalla. Justo cuando se iba a ir, en una de las dunas salió un escorpión enorme, podría matarlo pero no estaba en condiciones. Miré a la salamandra y me subí a su espalda.

-¡Corre, por el amor de Dios! ¡Corre!

Salimos pitando a una gran velocidad sin dirección pero lo bueno, es que aquel escorpión no podría seguirnos el paso.

Byakuro llevaba casi media hora realizando katas con el bastón. Empezaba a sudar, pese a la burbuja de aire frío que lo rodeaba. Klaus lo observaba desde una roca cercana. El camaleón estaba con su típico aire de indiferencia, completamente ausente. El chico exhaló, creando una pequeña nubecilla de vaho condensado por el frío. Terminó el movimiento, una serie de arcos con el tridente, completamente seguidos, siguiendo una trayectoria fluida y armoniosa. El sol estaba alto, así que decidió parar, y clavó su arma en la arena. Suspiró y deshizo la burbuja. De inmediato, una enorme oleada de aire hirviente lo recorrió de pies a cabeza, asfixiándolo debido al choque térmico. No se esperaba tanto calor tan de golpe. Observó el sol sobre su cabeza. Debía ser hora de comer. Estaba hambriento.

De repemte, una enorme nube de polvo se materializó a lo lejos, acercándose a toda velocidad. Byakuro llevó la mano a la frente para quitarse el sudor mientras trataba de vislumbrar algo. Estaba volviendo a colocarse su camiseta blanca cuando por fin distinguió lo que era. Una figura humana, montada en una especie de lagarto morado. Y corrían a toda velocidad hacia él. Lo que vio detrás le hizo sonreir con una mueca. Un enorme escorpión, como el que había visto antes, se acercaba correteando por la arena tras el lagarto. El animal era impresionante, pero más lento que el lagarto. Byakuro observó la cola del animal. Aquel aguijón era gargantuesco, casi de su tamaño. Con un movimiento del bastón, lanzó una onda cortante a la cola del animal, completamente imbuida en haki armadura.

La onda recorrió los metros que lo separaban del animal, pasando sobre la cabeza del lagarto morado, y cercenó el aguijón de golpe. El apéndice cayó al suelo, y el escorpión soltó un chillido de dolor, antes de detenerse en seco y dar media vuelta, excavando para huir del cazador.

- Bueno, Klaus... vamos a ver quien es esa persona a la que perseguía el escorpión -el camaleón gruñó con indiferencia-. Venga, será divertido... no seas así. -dijo Byakuro con tono de desilusión. El camaleón volvió a gruñir, y Byakuro ensanchó su sonrisa, observando al lagarto que se acercaba.

El escorpión seguía persiguiendonos, iba más lento pero aun así nos perseguía, que cabezones pueden llegar a ser estos escorpiones. Entiendo que tenga hambre y quiera comerme pero soy todo huesos, qué se coma al lagarto este que tiene más chicha que yo. Íbamos dando vueltas por el desierto, a ver si podíamos despistarlo pero era imposible. Tenia la mirada fija en el horizonte, en eso que veo una sombra humana a lo lejos ¿es un hombre o es fruto de mi imaginación? Puse mi mano por encima de mis ojos para que no me moleste el sol y pueda ver bien a aquella figura. Y si, era un hombre o un chaval con un camaleón a su lado ¿Quién en su sano juicio tiene a un camaleón de mascota?
                                                       
Ese hombre levantó una especie de bastón e hizo un movimiento extraño. En cuestión de segundos paso una onda por encima de la cabeza de mi querido lagarto pero cortandole el aguijón al escorpión y haciendo que se hunda bajo la arena para huir.

-¡Será bestia! ¡ Podría habernos matado! Al menos nos ha salvado el culo. Vayamos a darle las gracias Salomón.

Si, le había llamado Salomón al lagarto. Nos fuimos acercando a nuestro salvador hasta que estuvimos justo al lado. Salomón se paró delante suya y baje de su espalda.

-Muchas gracias por haber ahuyentado a ese ser gigantesco. Salomón también está muy agradecido, -miré al lagarto y estaba llorando- miedica... Por cierto, me llamo Kidah ¿Y tú? ¿Qué hacés por aquí? Pensaba que no habría nadie más en esta isla desierta excepto yo.

La mujer se presentó como Kidah. Era un nombre extraño. Y el de su lagarto era aún más raro: Salomón. Nada comparable a Byakuro o Klaus.

- Encantado, Kidah. Es un nombre extraño. Este es Klaus, y yo me llamo Byakuro. -el cazador sonrió-. Espero que ese escorpión no estuviera molestándote -clavó el tridente en la arena de nuevo y observó al lagarto gigante con curiosidad. Era muy chulo-. Y... no sé. Acabé en esta isla de casualidad. Y estaba entrenando un poco... llevo un par de horas haciendo mi rutina de ejercicios. Pero empiezo a estar cansado, así que he parado. Y entonces te vi con ese escorpión. -el cazador sonrió con ganas. La verdad, su ataque había sido bastante satisfactorio, pese a la distancia.

Ahora que no tenía la burbuja de aire fresco a su alrededor, sentía un fuerte calor y bochorno debido al implacable sol que castigaba desde lo alto.

- ¿Y si buscamos algún sitio donde descansar mientras hace calor? -preguntó mientras se arremangaba la camiseta y se dirigía hacia una zona rocosa que se veía a unos cientos de metros de allí.

¿Qué mi nombre es raro? Pues anda que el suyo no se queda corto, Byakuro, el nombre de Klaus es más bonito. Dijo que acabó en esta isla por casualidad, entrenó un par de horas, empezó a cansarse, paró un rato y entonces me vio huyendo del escorpión ¿A quién se le ocurre entrenar con este solazo, el cual puede darte un insolación? La gente de hoy en día está muy mal de la azotea.

Empezaba a marearme un poco, la calor que proyectaba el sol me estaba matando. Entonces oí las palabras mágicas que salieron de la boca de Byakuro, buscar una zona donde podamos descansar mientras haga calor.  

-Si es un sitio donde haya sombra, por mi encantada. Pero antes tengo que hacer una cosa...-me acerqué a Salomón y le acaricie la cabeza mientras le dirigía unas palabras- Salomón, ya puedes irte, gracias por dejarme subir a tu espalda y huir de ese maldito escorpión. Has sido un buen compañero durante este tiempo que hemos estado juntos. Espero que nos volvamos a ver.  

Salomón me miró por última vez, se giró y vi como se alejaba por el inmenso desierto. Dirigí la mirada hacia el peliazul y nos fuimos en busca de un lugar para descansar.

Byakuro se quedó mirando como la chica se despedía del lagarto, y siguió caminando hacia la zona rocosa. Estaba un poco alta, por lo que tendrían que buscar la manera de subir hasta allí. Dado que el sol apretaba con fuerza, decidió crear otra burbuja de aire fresco a su alrededor. El efecto en conjunto con el aire seco  y cálido del desierto fue impresionante. Su cuerpo parecía vibrar con furia, a modo de un espejismo.

- Oh, vaya... mira esto, Klaus. -dijo a su camaleón, señalándose la mano. El animal no mostró ninguna reacción.

El cazador llegó a una zona de rocas, en la parte baja de una especie de roquedal enorme. Más arriba había algunas grandes formaciones que podrían dar una sombra confortable al cazador y a la chica. Pero el camino era escarpado y lleno de gravilla que posiblemente les hiciera perder pie y caer rodando ladera abajo. Aquello no le haría mucha gracia al cazador. Así que hizo brotar un par de alas en su espalda y sonrió a la chica que le seguía. En la espalda de ella también aparecieron dos alas, que se movían al unísono que las suyas. Ambos alzaron a la vez el vuelo. No sabía cómo se lo tomaría la chica, pero ya le preguntaría al llegar. Los dirigió a los dos hacia la zona alta del lugar, buscando algún sitio para descansar.

- Me encanta esto de volar... -soltó el chico dando un looping, mientras tras de sí la mujer lo imitaba.

Llevábamos unos minutos caminando y a lo lejos había como una zona rocosa y justo encima de esta una formación aun más grande dando sombra en una buena parte. Iba detrás del chico y vi que le decía algo al camaleón aunque este tenia cara de indiferencia, vaya pareja más rara.

Cuando ya estábamos más cerca de aquella zona, era enorme ¿Cómo íbamos a escalar eso? Cualquiera de los dos que ponga un pie en falso nos vamos para abajo. El chico se giró y me dedicó una sonrisa, no entendí muy bien ese acto, no me dió buena espina. Noté que algo salía de mi espalda, miré para atrás y vi unas ¿alas? ¡¿Pero qué brujería es esta?! Volví mi mirada hacia el chico y el también tenía unas alas ¡La madre qué lo hizo! Él iba delante mio volando tranquilamente y yo detrás suyo acojonada.. Cuando nos sentemos le pediría una explicación, esto no es normal. Ya sé cómo llegó a esta isla, vino volando...

-Me encanta esto de volar...
                                                 
Tras decir eso, hizo una especie de vuelta sobre si mismo y sin darme cuenta hice lo mismo que él.
                         
-¡Aaaah! Entiendo que te guste volar pero yo nunca he volado, así que... !Bajame de aquí! ¡Lleguemos ya a la sombra, quiero tierra firme!

Grité como nunca lo hice, tenia mucho miedo, no estoy acostumbrada a esto.

Byakuro se rió ante la situación. La chica estaba aterrada:

- Relájate, imoto-chan. No dejaré que te caigas -se giró hacia ella-. Tan solo disfruta de las vistas.

El cazador dio un par de vueltas buscando un sitio donde aterrizar. A lo lejos podía ver las zonas selváticas de la isla, y la enorme meseta central. Las vistas eran espectaculares. Encontró una pequeña explanada libre de piedras donde podrían aterrizar sin problemas, y empezó a descender en picado, deteniéndose a un par de metros de altura para acabar posándose con suavidad. Una vez los dos estuvieron en el suelo, las alas desaparecieron sin más.

- Ha sido divertido, pero mejor si buscamos un sitio donde esperar a que pase el calor -el cazador señaló una roca bastante grande que podía cobijarlos del sol-. Y ese parece un buen sitio.

Sin duda, el sitio se prestaba a tirarse a descansar. Bajo la roca había un par de plantas y un pequeño reguero de agua fresca surgía de la misma roca, como si de un manantial se tratase. Byakuro se acercó al agua y colocó ambas manos en forma de cuenco, para después acercarlas a su boca y dar un largo trago de agua fresca. Estaba deliciosa. Tras beber él, le ofreció a Klaus un poco. El camaleón bebió del agua con avidez. Parecía sediento. Tras beber, el chico se tiró en el suelo, bajo la roca. La sombra era agradable, y el calor invitaba a echarse una siesta.

Le miré un poco molesta cuando se río ante mi situación y encima me llamó imoto-chan ¿Qué son estas confianzas? Pero bueno, no quiero meterme en líos ni llevarme mal con él, es mi única carta para poder salir de aquí. Así que, hice caso a lo que dijo, me relajé y disfruté de las vistas.

Byakuro estuvo dando vueltas hasta encontrar un buen sitio donde aterrizar y poder descansar. Pude ver que a lo lejos se veía la zona selvática, me quedé embobada, eran unas vistas espectaculares... Aunque aquello   terminó cuando ya tocamos tierra y las alas desaparecieron. Me asomé por el borde para ver a la altura que estábamos y no fue buena idea, estaríamos como a unos 50 metros, más o menos, suficiente para marearme más de lo que estaba.

Oí que Byakuro decía algo pero no le hice mucho caso, solo pude entender las primeras palabras "Ha sido divertido"... Sí, claro, fue divertido para él pero para mí no, aunque he de admitir que volando se ven paisajes que desde el suelo no puedes apreciar. Seguí al chico hasta una zona donde había bastante sombra, él se paró a beber de un chorro de agua que salía de la roca, yo ya bebí en la selva así que estaba bien. Me senté apoyándome en la gran roca, cerrando las ojos para descansar, sentía el aire caliente en mi rostro y la frescura de la sombra, era una mezcla de sensaciones magnífica, no pensaba en nada hasta que se me vino a la mente una cosa que tenía pendiente con el señor Byakuro "el ángelito"...

-¿Se puede saber que fue eso? ¿Podrías haberme avisado, no? Así no habría hecho un numérito mientras volábamos.

Ante aquella acusación, el cazador simplemente se encogió de hombros y ensanchó su sonrisa.

- Las sorpresas son más divertidas. Si supieras que ibas a volar, tal vez la emoción no fuera tan profunda -Klaus gruñó, como corroborándolo. El cazador lo acarició con cariño-. De todos modos, si lo que tienes es miedo, no te preocupes, no volveré a hacerlo. -el cazador la miró con un ligero deje a sorna en la voz.

Podía ser divertido provocar un poco a aquella chica. Le gustaba coquetear, pero aquella mujer no parecía ser precisamente una chica a la que le gusten ese tipo de cosas. Así que la picaría un poco y a ver cómo terminaba aquello. Recordó a Aki, en la isla de Dark Dome. Se preguntó qué sería de ella, en breves volverían a verse y le contaría aquella pequeña escapada. El chico sonrió en sus adentros y observó a la chica. Por otro lado, estaba bastante cansado. Observó por el rabillo del ojo a Kidah y le dijo:

- Si quieres tumbarte, hazlo. Se está bastante bien así -estiró los brazos por encima de su cabeza, y sonó un leve crujido de sus vértebras-. Aaah... que gustito. La vida es genial-. Mientras decía esto, Klaus se subió a su vientre y se tumbó a dormir allí.

Este chico era un dolor de cabeza, más chulo no puede ser. Es lo que en mi pueblo llaman "chuloplaya", un chaval que le gusta coquetear con las chicas, que es guapo, etc... Me dieron ganas de tirarle por el borde - Las sorpresas son más divertidas. Si supieras que ibas a volar, tal vez la emoción no fuera tan profunda. De todos modos, si lo que tienes es miedo, no te preocupes, no volveré a hacerlo- repetí lo que dijo en mi cabeza con tono burlón. ¿Miedo? Pues si, tuve miedo porque me pilló desprevenida y podía haberme matado si se le hubiese pasado por la cabeza.

Como estaba detrás suyo y no podía verme, le hice unas cuantas muecas a las espaldas pero paré al rato, ya que podía verme en algún momento. E hice bien al parar porque me miró por el rabillo del ojo y pronunciando unas palabras:

- Si quieres tumbarte, hazlo. Se está bastante bien así. Aaah... que gustito. La vida es genial.

Klaus se subió a su vientre y se tumbó. ¿Cómo puede soportar a su amo? Yo si fuera él, le habría pegado un pedazo mordisco...

-No hace falta, me gusta estar sentada, estoy más cómoda así -le dije mostrandole una sonrisa... falsa- Bueno ¿Y a que te dedicas? ¿Eres un pirata, un siervo del gobierno, un  cazador, un revolucionario o un mujeriego?

Esparaba una respuesta rápida ya que estaba cansada y tenia sueño, y se me estaban cerrando los ojos.

- Un vividor. Aunque a veces me gusta cazar para conseguir dinero rápido. -suspiró el chico. Klaus es de mucha ayuda. Es capaz de detectar un pirata a kilómetros de distancia. -observó a la chica con cierta perspicacia. Si le había preguntado aquello, no era por azar-. ¿Y tú eres una pirata, una sierva del gobierno, una cazadora, una revolucionaria o una mujer libre?

El chico se recostó de nuevo en la arena. Estaba a gusto allí, y aquella chica no parecía querer tumbarse a su lado. No era que le molestase aquello. Acarició a Klaus con cariño y cerró los ojos. El ambiente era tan agradable que le estaba entrando bastante sueño. Tenía sus cosas a su lado, metidas en su pequeña bolsa de viaje, a excepción de su bastón.

Mientras empezaba a dormirse, su iris derecho empezó a teñirse de un tono rojizo bajo el párpado. Sentía a la chica cerca de él, y casi le parecía oír su respiración y el continuo retumbar de su corazón en el pecho. Era un sonido relajante. Se sentía como si estuviese apoyando su cabeza en el pecho de ella, cercano como si estuviera a su lado, aunque amortiguado por las costillas y los músculos del pecho.

El cazador soltó un suspiro de satisfacción. Ella se lo perdía, aquella arena era genial para tumbarse.

- Bueno, imoto, supongo que no vas a dar tu brazo a torcer en lo de tumbarte aquí, pero yo tengo un poco de sueño después del entrenamiento de antes, así que me voy a echar una pequeña siesta. Ante cualquier peligro que detectes mientras duermo, despiértame y saldremos de aquí a toda prisa. -dicho esto, dejó la mente en blanco y empezó a soñar con una montaña de malvaviscos gigante.

-Mierda...- Fue lo que pensé cuando dijo que caza para ganar dinero rápido. Estaba con un cazador y yo estaba un poco incómoda pero lo estuve más cuando me pregunto que qué era... No sabia que responderle, podría matarme si le digo que soy pirata pero si no tengo recompensa podría no matarme. Era una situación muy violenta. 

El chico seguía tumbado en la arena muy tranquilo, no entendía porque estaba así. No sabía que hacer, no sabia si decirle la verdad, mentirle, tirarme y matarme... La última cosa me la quité de la cabeza, aun soy joven para morir. Estaba metida en mis pesamientos hasta que oí la voz del chico. Dijo que se iba a echar una siesta y que si pasaba algo que le despertara para salir de ahí ¿Qué iba a pasar? Si aquí no hay ni Dios.

Me levanté de mi sitio y me tumbé al lado del chico. Puse las manos detrás de mí cabeza para que se me metiera arena en el pelo que luego es malísimo de quitar. Miré al chaval y estaba dormido, que rápido coje el sueño y he de admitir que no era feo. Cambié mi vista hacia el cielo, no había ninguna nube, parecía un mar en calma...

-Oye ¿Estás despierto? -no dijo nada y tampoco se movio. Suspiré y empecé a pensar en voz alta- Sí supiera que soy una pirata sin recompensa y sin banda seguro que intentaría matarme o no... Jaja ¿Qué hago hablando sola?

Incorporé mi cuerpo y me quedé sentada con las piernas recogidas y mis brazos alrededor suya con la mirada perdida en el horizonte.

Byakuro estaba soñando que le hincaba el diente a la montaña de malvaviscos, cuando escuchó un ruido a su lado. Entreabrió los ojos para ver a aquella chica a su lado, sentada en la arena, con los brazos rodeando sus piernas. Observaba hacia delante. Parecía que había estado hablando consigo misma. El chico vio a Klaus dormir sobre su pecho y sonrió al animal.

- ¿Decías algo, Kidah-chan? -le preguntó, aún algo somnoliento por el calor-. Lo siento, estaba dormido... -metió la mano en su bolsa de diales y agarró uno de color aguamarina. Era un dial de grabación. Tras pulsar un pequeño interruptor, sonrió ampliamente y dijo-. Ya está, así si me quedo dormido podré escucharlo más tarde. -su sonrisa se ensanchó, como cuando un niño pequeño hace algo que piensa que es genial y muy inteligente.

El cazador se incorporó, colocó a Klaus en su hombro y se colocó en la misma postura que la chica, observándola con sus ojos morados. Estaban bastante cerca. Al final aquella sombra le había resultado demasiado tentadora a la chica. Byakuro sonrió para sí mismo.

- Bueno, aún hace bastante calor para irnos de aquí caminando, pero si quieres podemos ir a otra parte volando. -la miró sin malicia. Si le asustaba volar, la llevaría con cuidado para que no tuviera miedo.

Klaus entreabrió un ojo y su color empezó a cambiar a un tono canela. Saltó al suelo y se camufló con la arena. Tras dar un par de pasos indecisos, se giró hacia Byakuro y se subió a sus piernas. Soltó un gruñido, como si instara al chico a levantarse y largarse de aquel aburrido lugar. El pobre animal debía estar asándose de calor, así que Byakuro lo rodeó con una bolsa de aire fresco antes se volver a mirar a Kidah, esperando su respuesta.

Tenía la mirada perdida y no me había dado que el chico se había despertado hasta que me habló. Giré la cabeza para mirarlo y vi que metía la mano en una bolsa y sacaba una concha aguamarina pero no era una concha común ya que Byakuro apretó el centro de esta... un dial de sonido -Ja... que astuto es-. Detrás de esa cara de niño se esconde una persona inteligente, no me lo esperaba. 

El chico se puso en la misma postura que yo, volví a mirar el horizonte sin pronunciar palabra pero notaba que lo tenia bastante cerca, lo miré de reojo al ver que me miraba y decía de poder irnos a otro lugar volando... En aquel lugar se estaba bien pero me estaba empezando a aburrir, cuando le iba a contestar vi que Klaus salto y cambió de color, y se subió a su pierna gruñendole a su amo, aquel camaleón es muy gracioso cuando se lo proponía.

El chico volvió a mirarme esperando mi respuesta, ahora que lo tenía tan cerca no me había fijado que tenía heterocromía, sonreí ante aquel descubrimiento. 

-Vaya, no sabía que tenias un ojo de distinto color al otro, pocas veces se puede ver a una persona con heterocromía. -acerqué mi mano a su rostro para quitarle los mechones que le tapaban el ojo y ver mejor aquella anomalía- Qué interesante... Cambiando de tema, vamonos de aquí, me estoy empezando a aburrir y creo que Klaus también se aburre o eso creo jaja.

Alejé mi mano de su cara, espero que no le haya molestado que le tocase el pelo. Normalmente no suelo tocar a las personas que recién conozco por respeto pero este caso fue una excepción.

Byakuro se llevó la mano al ojo derecho de forma instintiva. ¿Había activado su poder sin querer? Normalmente su ojo sólo le cambiaba de color cuando activaba su fruta. Al no notar nada raro, asintió. Allí ya no hacían nada interesante. Se incorporó, pensando en lo suave que estaba la mano de Kidah. Era agradable. Klaus le gruñó de nuevo.

- Sí, sí... ya vamos, colega -sonrió y se lo colocó en el hombro. Sonrió a Kidah-. A veces es un poco impaciente. -dicho esto, el chico extendió un par de majestuosas alas de águila en su espalda, de un tamaño considerable. Empezó a aletear con cierta pereza y se elevó en el aire. Dado que no sabía si ella quería volver a volar, le creó un par de alas grandes y parejas a las suyas, pero no las controló. Si quería probar a volar, adelante. Si no lo hacía, se las quitaría.

Observó la isla desde las alturas. Podían ir hacia la zona de jungla. O podían dar un tour completo. Mientras las ilusiones durasen, podían mantenerse volando todo el día si querían. En aquel lugar había de todo. Desde el aire se podían ver zonas de bosque, el propio desierto, estepas, e incluso una zona nevada a lo lejos. Aquella isla era como un pequeño mundo en miniatura, con muchísimos microclimas. Como navegante que era, tenía mínimos conocimientos del clima, y aquello le resultaba bastante interesante al cazador.

- Bueno... pues tú dirás, imoto-chan... ¿a dónde te apetece ir? -sonrió desde el aire.

Byakuro se llevó la mano a su ojo, fue extraño pero no le di importancia, tendrá sus razones. Klaus le gruñó otro vez, me hace tanta gracia, me encantaría tener un compañero así pero no tan impaciente. Aparecieron unas alas de águila en su espalda y empezó a elevarse, e imagino que buscaba algún sitio a donde ir. Justo en ese instante, hizo que me salieran unas alas parecidas a las suyas pero esta vez no las controlaba él. 

Me dio un poco de coraje ya que antes él las controlaba y ahora no, no sé como volar. Miré las alas, eran bonitas. Sonreí e intenté concentrarme. Las alas empezaron a moverse y a elevarme, con una pequeña torpeza pero al menos lo conseguí. Llegué hasta donde estaba Byakuro y miré alrededor, estaba la zona de jungla, el desierto en el que estábamos y una zona nevada más allá del desierto. Me preguntó a donde quería ir y sinceramente no lo sabía.

-Pues la verdad, no lo sé... A la zona nevada ni de coña, no llevo ropa adecuada; a la jungla aún menos, no quiero más guerras con los mosquitos... -me reí- Mmm... ¿Y si damos un paseo por el cielo? Me está empezando a gustar esto de volar y las vistas son hermosas.        
    
Sonreí como una niña, se sentía muy bien en el aire. Empecé a dar vueltas a su alrededor, ya le estaba cojiendo el truquillo. Dejé de comportarme como una niña y me puse delante suyo, esperando a que dijera algo o se moviera hacia algún lugar.

Un paseo por el cielo. Aquello sonaba bien. Se elevó y empezó a dar vueltas. El hacer de apoyo para Kidah apenas requería un poco de concentración, simplemente para evitar que se estrellase si perdía el control, pero la chica se movía con soltura por el aire. El chico se fijaba en los movimientos del cuerpo de ella. Cuando se inclinaba a un lado, viraba las alas hacia éste. Y viceversa. Si no hiciera esta especie de ayuda extra, posiblemente ella ni podría despegar. Él había tardado varios días en aprender a dominar con soltura las alas.

De pronto, en medio del paseo, ella se puso frente a él, adelantándolo. Sonaba a desafío. El chico se movió plegando las alas, para tener una postura más aerodinámica. Al no agitar las alas, su cuerpo empezó a perder altura. Sin embargo, cuatro alas aparecieron en su lugar, y el chico empezó a agitarlas intercalándolas, delanteras y traseras. De esta forma, su velocidad se multiplicó bastante, alcanzando a la chica y poniéndose a su altura, con un aire burlón.

- Vamos a subir un poco más. -dicho esto, se detuvo en el aire, y empezó a ascender completamente en vertical a toda velocidad, más de cien kilómetros por hora.

Según ascendía, la isla se iba empequeñeciendo bajo él a pasos agigantados. Cuando estuvo lo bastante alto, observó bajo él la silueta de la isla y se cruzó de brazos al tiempo que plegaba las cuatro alas y se dejaba caer en picado. El contorno de la isla se agrandaba por momentos, y Byakuro caía como un cometa. Cuando volvió a la altura de la que había partido, extendió las alas y retomó el vuelo a toda velocidad, gritando con euforia.

Vi que Byakuro empezó a descender pero aparecieron cuatro alas en su espalda y vi que decía algo pero no lo oí bien. En eso, empezó a ascender verticalmente a una gran velocidad. Me quedé quieta mirando como subía a una gran altura -Qué tio mas loco- pensé, no sabía como no tenia vértigo a mi ya me habría dado un paro cardiaco.

Le perdí de vista, no sabia hasta donde había llegado y me preocupe un poquito pero imaginé que sabia lo que hacia. Al rato, vi como una pequeña manchita que se iba acercando a mucha velocidad, era Byakuro descendiendo en picado, abrí los ojos como platos y cuando llego a cierta altura, extendió sus alas retomando el vuelo bastante rápido y pegando un grito.

Me reí al verlo así, parecía un niño que le habían dado su primer regalo o juguete. Yo también retomé el vuelo, intentando alcanzarlo aunque ibas mas rápido que yo, iba a mi ritmo pero en algún momento le alcanzaría. Cuando ya, mas o menos, estaba a su lado le miré, tenia una sonrisa en su cara, parece que la lleva pintada porque desde que le he conocido siempre le veía sonriendo.

-¿Cómo hiciste eso? ¿No tuviste miedo? A mi me habría dado un ataque al corazón con el vértigo que tendría a esa altura jaja.

- ¿Miedo? ¿Qué es eso? -el chico la miró, y empezó a reírse. Le gustaba hacer aquello. No tenía vértigo, aunque en su hombro Klaus estaba bastante pálido. Pobrecito. Inmediatamente, Byakuro lo agarró con las manos y le acarició la cabeza-. Klaus, ¿estás bien?

Miró a la chica. El sol del desierto les daba de lleno. Él sentía su sudor bajándole por la frente. Se llevó la mano a la frente para enjugarse el sudor. Estaba acalorado. No veía el momento de llegar a la zona de bosque de más adelante. Agitó las alas con fuerza, dando vueltas y tirabuzones. Se lo estaba pasando en grande, Klaus le gruñó con mal humor. No le gustaban las alturas.

En apenas un par de minutos llegaron a la zona de bosque. Estaba bajo ellos, extendiéndose como un enorme manto verde. No se veía nada bajo la capa de hojas. Byakuro guiñó el ojo a Kidah y descendió a toda velocidad entre los árboles, colándose entre las ramas. Izquierda, derecha, izquierda... tras un breve slalom entre la maleza, llegó a la zona baja. Al mismo tiempo, había estado moviendo su bastón a un lado y al otro, lanzando rápidas ondas cortantes. Cuando hubo pisado el suelo, tras él todas las ramas fueron reducidas a astillas, dejando ver el cielo sobre él, y a Kidah en medio de la cúpula celeste.

- ¡Vamos! -le hizo un gesto, moviendo los brazos para que bajara al pequeño claro que había creado-. ¡Será mejor ir a pie por aquí!

A este chico parecía que no tuviese miedo a nada pero Klaus si, el pobre estaba un poco blanco, se ve que a él no le gustan las alturas. Me reí al verlo así, era tan mono. Ojalá yo tuviera una mascota así. Seguíamos volando, Byakuro dando vueltas y tirabuzones, yo me limitaba en ir recta y disfrutar del paisaje, seguramente nunca volvería a experimentar esta sensación de libertad. El sol pegaba muy fuerte, hacia que se me cayeran gotas de sudor al igual que Byakuro, tuvo que pasarse la mano por la frente para quitarse el sudor.

En unos minutos llegamos a la zona de bosque, no veía el momento de estar en la sombra. Me quedé mirando como Byakuro bajaba y cortaba las ramas para hacerse paso y para que yo pudiera bajar fácilmente después de él. Cuando tocó suelo, me hizo señales con los brazos para que bajase. Bajé lentamente y con cuidado por la cúpula que habia creado. Al tocar suelo, me estiré como si recién me hubiera levantado de una siesta, estirando los brazos y la espalda.

-Aish -suspiré-. Que fresquito se está aquí -sonreí-, y bueno ¿Ahora hacia donde vamos?

Le miré, esperando una respuesta ya que no sabia para donde caminar, me pierdo fácilmente por estos bosques

- Pueeees... ¡por ahí, o por allá! -el chico se encogió de hombros mientras hacía desaparecer las alas de su espalda y de la de Kidah  yseñalaba un par de lugares al azar.

Tenían tres posibles destinos. Atrás quedaba el desierto. A su izquierda, una amplia zona montañosa, sobre la cual estaba el enorme pantano. Y a la derecha... bosque espeso y un poco más allá el mar. Esta parecía la mejor opción. El cazador empezó a caminar hacia la costa, observando los árboles que los rodeaban. Estaba algo cansado, pero siempre podía tirarse a dormir en alguno de aquellos árboles, en las ramas más altas.

- Bueno... parece que este bosque está al lado del mar. Siempre podemos ir hacia la costa -mientras lo decía, de un golpe con el dedo apartó un mosquito que volaba cerca de su cara-. Asco de bichos... -se quejó.

Mientras caminaban, Klaus iba dando buena cuenta de los bichos que iba encontrándose. Un mosquito por aquí, una abeja por allá. No dejaba títere con cabeza. Byakuro apartó un montón de ramas que cortaban el camino, y al otro lado vio la inmensidad del mar azul. Era bastante bonito. Se sentó en un tocón de un árbol y se puso a devorar malvaviscos a un ritmo impresionante. Aquello era genial: el mar, Klaus, una chica y malvaviscos. ¿Qué más podía pedir?

Su respuesta hizo que mi cara fuese un poema, por aqui o por allá, que gran respuesta. Si, señor. Ya tengo más hacia donde vamos. Byakuro empezó a caminar asi que yo le seguí. No sabia hacia donde nos dirijiamos hasta que dijo que este bosque estaba al lado del mar. ¡Mar! Cuando llegaramos a la costa, me tiraria de cabeza al agua y nadie me lo impedirá.

Estuvimos caminando un rato, con muchos bichos molestándonos aunque a Byakuro no tanto, ya que tenia Klaus a su lado para comérselos, mientras que yo me las deseaba para que me dejaran en paz. En eso, al otro lado vi el mar. Salí disparada, dejando mis dos espadas en la arena y me tiré de cabeza al mar. Saqué mi cabeza del agua y miré hacia donde estaba el chico, sentado sobre un tronco comiendo algo, no sabía lo que era. Le dediqué una sonrisa y nadé un poco, el agua estaba fenomenal. Ni muy fria ni muy caliente.

Al rato, salí del agua y me tumbé en la arena, mirando el cielo. Seguramente cuando me levante, tendria toda la espalda llena de arena pero me daba igual. Solo quería disfrutar del calor de la arena y mi cuerpo empadado, y frio del agua.

-Aish... -suspiré- Que bien se esta aquí.

Byakuro asintió para sí. Se llevó el cuadragésimo segundo malvavisco a la boca y observó la figura de Kidah tirada en la arena. Era una persona bastante interesante. Se había tirado sin preocupación al agua, con lo que había demostrado que no era una usuaria de Akuma No Mi. Y después de nadar un rato, se había tirado en la arena, como si no le importase acabar rebozada como una croqueta. La ropa se le pegaba al cuerpo, mostrando un cuerpo bonito y no dejando mucho lugar a la imaginación. El chico disfrutaba de la brisa y de las vistas mientras tragaba compulsivamente sus dulces.

- ¿Estás cómoda? -rió mientras se levantaba y empezaba a caminar hacia ella-. Tal vez deberías ponerte ropa seca, esa está un poco empapada de más. -el cazador dejó caer un malvavisco al lado de Kidah, que se empezó a extender por la arena, cubriéndola. De pronto, la textura del dulce pasó a ser la de una toalla, perfecta para tumbarse encima. Byakuro se sentó en ella, se quitó la camiseta y dejó que el sol le diera un poco. No le vendría mal tomar un baño solar.

- La verdad es que sí que se está bien... el tiempo es agradable -Klaus se tumbó en el pecho del chico, y cerró sus reptilianos ojos. Byakuro le pasó la mano por el lomo, acariciando su escamoso cuerpo, y volvió a cerrar los ojos-. En fin... ¿y qué vas a hacer cuando te vayas de esta isla, imoto?