Una nueva aventura de Byakuro y Klaus... oh, y la pelirroja Kidah

Asentí con la cabeza cuando me preguntó si estaba cómoda. Estaba muy relajada, este sería un buen sitio para unas vaciones. Byakuro tiró algo a la arena y este se convirtio en una toalla, se sentó en ella y se quitó la camisa. Casi se me fueron los ojos, tenia un buen cuerpo, para que negarlo. Se me salío una pequeña sonrisa, tenia muy buenas vistas.

-No me importa tener la ropa mojada, es de seda. Se secará enseguida, el sol pega fuerte -cerré los ojos para que el sol no me molestara y seguir tomando el sol-.

Estaba a punto de quedarme dormida, el ruido del mar, algunos pájaros cantando, era el paraíso. Me senté apoyándome con los brazos, mirando el ancho mar, no quería dormirme. Si eso, dormiria cuando llegara a otra isla, este no era el lugar apropiado. Entonces oí la voz de Byakuro, lo miré, escuchádolo atentamente, aunque no dijo nada interesante. Klaus se puso encima de su pecho, cerrando los ojos. Se me escapó una risita -Que mono es Klaus-.

-Pues imagino que haré lo de siempre... Ir de en isla en isla buscando aventuras. ¿Y tú que harás, pelimorado?

Byakuro vio cómo la ropa de la chica se secaba, dejando de pegarse a todas sus sensuales curvas. Que lástima. Le habría gustado seguir disfrutando de las vistas. Se quedó observando el cielo sin nubes. La verdad es que era relajante.

Se giró en su toalla y se apoyó de lado, al lado de ella. Paseó su mirada por el cuerpo de la chica, y movió la mano derecha, pasándosela por la espalda, con el dedo índice y corazón. Sonrió a la joven con una mirada de picardía y apacibilidad a medias.

- Bueno... es bonito eso de ir de isla en isla. Yo seguramente me dedique a hacer el tonto por ahí. Tengo pensado viajar un poco por el Grand Line. Klaus irá conmigo -sonrió señalando a su mascota, que seguía dormitando sobre él, aunque mágicamente se había colocado en el costado de Byakuro, en lugar de caer cuando el chico se había girado hacia ella.

Un par de gaviotas aterrizaron en la arena, cerca de ellos. Byakuro creó una pequeña sombrilla, para taparse del sol. Allí no pegaba tan fuerte como en el desierto, pero aún así si estaban mucho rato bajo el sol podían acabar cocidos como dos bogavantes.

Abrí los ojos como un buho al sentir los dedos de Byakuro por mi espalda. Me dieron escalofrios por todo el cuerpo ¿Pero este chico de que iba? Le miré y tenia una sonrisa pícara. Le dediqué una sonrisa seductora, me apoyé de lado acercándome más a él, mirándole fijamamente a los ojos.

- ¿Nunca te han enseñado que no debes tocar a las mujeres sin su consentimiento, eh? -dije mientras le cojia de la barbilla-.

Me tumbé boca arriba mirando el cielo pero en eso, se poso una sombrilla tapando el sol y el cielo. Puse cara de fastidio. Le volví a mirar, gruñendo pero me relajé -Relájate, no pierdas los nervios...-.

- Dime ¿Qué tipo de fruta del diablo te comiste? Tus poderes son un tanto extraños.

Me volví a sentar, ya que no podía ver el cielo me pondría a ver el mar. El mar... Un mato azul que cubre asi toda la tierra, lleno de misterios, igual que el corazón de una mujer. Parece tan tranquilo. Me quité las botas y fuí a mojarme los pies.

- Bueno... no me has pegado por hacerlo, y el hecho de que sonrías me indica que posiblemente no te importe. -respondió Byakuro, sin dejar de sonreír cuando ella le puso la mano en la barbilla y se acercó a él.

Bajo la sombrilla se estaba un poco mejor. El sol afuera empezaba a ser agobiante. En ese momento, la pelirroja puso cara de fastidio. Tal vez prefería asarse. La verdad es que poco le importaba al chico. Ella se puso a ver el mar, mientras le preguntaba acerca de su Akuma. Parecía que controlaba del tema.

- Bueno... digamos que me permite hacer lo que quiera, cuando quiera. ¿Conoces a los magos? No hablo de los magos ambulantes, que hacen un truco con un juego de manos, sino de los grandes magos que realizan sus impresionantes espectáculos, haciendo desaparecer elefantes, volando o volviéndose invisibles. Hablo de esa magia -el chico dejó las palabras flotando en el ambiente, esperando a que ella las asimilase-. Bien, pues mi fruta es lo más parecido a la magia que hay -entrecerrando los ojos, la observó-. Y es muy útil, la verdad.

Ella se levantó y se fue a la orilla a mojarse los pies en el agua. Byakuro suspiró. Pese al calor, estar tan cerca del agua le ponía nervioso, así que se quedaría tumbado bajo la sombrilla, tomándose un refresco. Hizo aparecer una lata en la mano de una refrescante limonada, y se puso a beber. Estaba bastante buena, y le ayudaba a soportar mejor aquel calor. Con la modorra que estaba cogiendo, un bostezo llegó a su boca. Daban ganas de echarse una siesta. Ya seguirían hablando cuando ella volviera del agua. Mientras tanto, cerraría los ojos y descansaría un poco. Aunque posiblemente con aquel calor no lograría conciliar el sueño.

Escuché atentamente su explicación sobre sus poderes... ¿Tanto le costaba decir que era un ilusionista? No era tan difícil de entender, un mago es un ilusionista pero esta los magos buenos, que no le encuentras la explicación a sus trucos mientras que a los malos, sí les encuentras una explicación.

-No habría sido mejor decirme que eres un ilusioninsta en vez de toda esa parrafada de los magos jaja -me reún poco-. Debe de ser frustrante no poder nadar, al menos en mi caso. Si yo fuera una usuaria me volvería loca al no poder zambullirme en el mar.

No entendía porque la gente se podía comer una de esas frutas. Algunas tienen poderes increibles pero otras son muy inútiles, además, te priva de poder de nadar en el mar. Y por lo que sé, saben asquerosamente mal. Una razón más por si algún dia me encuentra una fruta de estas. Me fuí a sentar otra vez al lado de Byakuro, aunque este estaba intentado echarse una siesta -Este es peor que yo-. Me tumbé boca abajo, y se me vino una cosa a la mente. Él antes me habia acariciado la espalda, esta vez lo haría yo. Así que, apoyé mi cabeza en una mano y con la otra, pasé mi dedo índice desde la parte más baja de su abdomen hasta el cuello. Se me salió una gran sonrisa.

Al final, aparté mi mano y me tumbé del todo para poder tomar el sol un poco. No tenía mucho calor y no me venía mal cojer un poco de color. Solo esperaba no quemarme como una gamba, eso no se ve sexy en una mujer.

Byakuro sintió el dedo en su vientre, subiendo lentamente hacia el cuello, pasando por su torso y su pecho. Cuando el dedo llegó al pecho, se separó de él. Entreabrió un ojo para ver cómo Kidah se tumbaba a su lado, sonriendo. Iba a tomar el sol un rato.

Él volvió a cerrar los ojos, sintiendo la respiración de Klaus sobre él. El camaleón dormitaba en silencio. Byakuro pensó para sí. Debería estar bien el poder volver a nadar aunque solo fuera por una vez. Se preguntó si volvería a comerse su fruta si volviera a tener la oportunidad de elegir. Tras unos segundos de cavilación, concluyó que sí, lo haría sin ninguna clase de duda.

- En fin... -el chico se puso a pensar en voz alta-. Tal vez sea buena idea salir de esta isla antes de que anochezca, y buscar algún barco o isla más... civilizada en el que dormir -miró a Kidah-. Puedes acompañarme si quieres. Cuando Klaus se despierte, me iré con él a buscar un lugar más cómodo donde pasar la noche -se quedó mirando a la chica a su lado, esperando una respuesta de algún tipo. Una afirmación, o algo-. Quiero decir... no me importaría quedarme en la playa con una chica como tú, y menos aún cuando llevas esa ropa tan sugerente, pero posiblemente de noche haga frío, y está bien buscar algún lugar donde refugiarse.

Me reí tras lo último que dijo, ¿Ropa sugerente? Puede que lo sea un poco pero no es para tanto -Hombres...- pensé, rodando los ojos. Apoyé mi cabeza en una mano y me puse a pensar. Qué dilema... Estuve pensando por unos minutos hasta que me decidí. Miré al chico con una sonrisa.

-Esta bien, iré contigo. Hasta que se despierte Klaus seguiré tomano el sol.

Tras decir aquello, me giré y me tumbé boca arriba con una pierna estirada y la otra doblada. Miraba como pasaban las nubes. Cada una tenía una forma diferente e iba diciendo en mi cabeza en que se parecían -Una katana, un jarrón, un delfín...- Al rato me aburrí, así que me quedé mirando a Byakuro. A ver cómo reaccionaba. Necesitaba distraerme, no sabía que hacer y no quería volver a meterme en el agua, ya fue bastante por hoy.

Byakuro vio como aquella chica lo miraba en silencio. No estaba mal. Tras un rato, Klaus se movió sobre él. El animal se había despertado. El cazador sonrió y se incorporó, y tras ponerse la camiseta de nuevo, colocó al animal en su hombro. Tras eso, se puso de pie, y bostezó sin mucha delicadeza.

- Bueno, parece que Klaus ha despertado. Va siendo hora de que nos movamos, supongo. -el chico se encogió levemente de hombros, moviendo al camaleón en el proceso, que lo miró con una expresión inescrutable.

Dos alas de ángel aparecieron en la espalda del chico. Cuando Kidah se levantase, él haría brotar unas idénticas en la espalda de ella. Flexionó las piernas levemente para coger impulso, y de un salto alzó el vuelo hacia el cielo. ¿Qué se encontraría en la siguiente isla? La pregunta le hizo mirar hacia atrás, donde debía estar Kidah. No sabía que le depararía el futuro, pero sí sabía que podían ser cosas muy interesantes.

- Vamos, Klaus. -sonrió a su mascota.

Mientras miraba a Byakuro me quedé empanada, tenía la mente en otro lado. El aburrimiento es muy malo. No me dí cuanta cuando Klaus se despertó y Byakuro se levantó -Qué pereza...- pensé cuando oí su voz. Me levanté perezosamente del suelo, no quería irme. Ya levantada y recta miré al cielo, y vi a Byakuro con sus alas volando. Al rato de levantarme surgieron de mi espalda unas alas idénticas a las de Byakuro. Empecé a ascender tranquila y perezosamente. Cuando estaba justo al lado de este, le miré.

-¿Nos vamos o qué? Quiero llegar pronto a la isla más proxima y descansar en algún hostal u hotel. -dije con cara de cansada-.

Tras decir eso, me fuí adelantando lentamente. No sabía hacia donde ir; norte, sur, este, oeste... Asi que, me paré y esperé a que Byakuro fuera hacia algua dirección o si supiera donde estaba la isla más cercana porque yo no tenía ni la más mínima idea.