[Pasado/Grupal] Dos animales y un filósofo. [Crock, Rob y Aileen]

Asder-sencho me había mandado observar lo que pasaba en Isla Galuna, sospechaba que el gobierno lo tenía en su punto de mira. Así que me ofrecí voluntaria para venir. Era la primera vez en varias semanas que volvía a pisar tierra firme y no la madera del barco. Salí del agua, ya que había venido nadando desde donde se encontraba el barco, enseguida que salí el agua empeó a escurrir por mi cuerpo. Ir sin ropa siempre ayudaba a que el agua se secara rápidamente, cosa que me gustaba cuando estaba en tierra firme. Moví un poco la manos, concentrando parte de la humedad y creando una pequeña esfera en mi mano, sabia que funcionaba, pero no quería arriesgarme a estar indefensa.
Caminé lentamente por las calles, llamando la atención de algún que otro ciudadano que se quedaba mirando descaradamente, pero estaba acostumbrada, así que simplemente sonreí y seguí adelante.

-¡Hasta luego! -decía a todo el que me miraba, denotando mi alegría.

Pasé junto a una puerta, y el ruido de dentro me llamó la atención, así que entré dentro. Era un bar grande, con una barra de lado a lado de la pared y un escenario enorme. Con suerta a parte de descubrir algo sobre mi capitán podría pasármelo bien. Me acerqué a la barra, donde había un hombre grande envuelto en una gabardina.

-¡Hola! -saludé emocionada y me dirigí al tabernero -¿Tiene zumo de tomate?, ¡pongame uno!

Estaba contenta y sobre todo impaciente por escuchar algo de música. Así que mientras me servía el zumo o no, me acerqué de nuevo al tipo grandote.

-Esto, disculpa. ¿Sabes si va a haber música hoy? -pregunté intentando entablar una conversación.

Galuna... Una isla en donde las montañas estaban pobladas por humanos trabajadores. Una de ellas, era la montaña del norte, pero allí la gente no residía, ya que una leyenda decía que quien fuese a aquella montaña, no volvería nunca más, sería castigado por el dios de la montaña que protegía a los habitantes de las tormentas. Aunque en esa misma montaña, vivía un tipo extraño, alto y de piel oscura, vestido con un traje que parecía valer millones, de una alta calidad. De su bolsillo sacó una pitillera, la cual abrió y se llevó un cigarrillo a la boca. También sacó un mechero zipo el cual al hacer girar la rosca, una pequeña llama azulada salió, encendiendo el cigarro mientras el tipo oscuro, le daba una calada. Parecía feliz, bueno, es que era un tipo feliz, jamás se deprimía y le gustaba vivir la vida. Empezó a caminar por el bosque en busca de su taberna habitual.

Al fin llegó a la aldea, donde todos a su paso se alejaban de él, incluso los que parecían más macarras, le tenían respeto y le saludaban con unas palabras, "Hola Señor Marney." La gente intentaba no cruzarse con él, pero a este poco le importaba, seguía exhalando el humo del cigarro y caminando a un paso lento, directo a su destino, la taberna "Yeik el Majo". Empujó la puerta con la mano izquierda, mientras con la otra sujetaba el cigarrillo. La gente se volteó a mirarlo, pero el caminaba directo a un taburete, justo al lado de Crock. Parecía que no le importaba nada, apagó el cigarro en la mesa y lo lanzó a la papelera. Miró al camarero y con una mirada seria le dijo.

- "Yeik, dame lo de siempre. Hoy el sol parece tener miedo, ya que las nubes cubren el cielo." -

El camarero le sonrió, como si le conociese de toda la vida y le sacó un vaso, que empezó a llenar con un whisky especial, con un olor dulce que al entrar por la nariz era capaz de embriagarte. Se lo llenó por la mitad, y el joven de piel oscura agarró el vaso, empezó a mover el vaso de lado a lado y se lo bebió de un trago.

- "¿Qué? ¿Como está el whisky hoy? ¿Es de su agrado, Rob?" - Decía el camarero con una sonrisa.

"- Genial, como siempre. Ponme otro vaso, esta vez largo, que la luna tiene ganas de enfrentarse al sol."

El camarero volvió a llenarle otro vaso, esta vez le echó más whisky y Rob, se lo volvió a beber de un trago. El camarero empezó a sacarle conversación a Rob, parecía que de entre toda la aldea, era el único que no tenía miedo a Rob y se llevaban bien.

- "Vaya Rob, veo que hoy es un buen día para ti. Hoy habrá un concierto de música en el local, algo que te alegrará bastante, hermano."

Tras las palabras del camarero, Rob sacó una amplia sonrisa y sacó un billete de 100 berrys del bolsillo y lo puso sobre la mesa, mientras miraba al camarero.

- "Ten, quédate con la propina, Yeik. Los berrys vienen y van, los amigos se quedan en el corazón. No me hará falta tatuar tu nombre, hermano." - Le decía al camarero.

Para mi sorpresa aquel extraño afirmaba ser el músico, le sonreí con alegría e iba a preguntarle algo, pero el camarero se acercó con mi bebido y le informó de que todo estaba preparado. Por lo que se levantó y se dirigió al escenario junto a su instrumento, en el que empezó a cantar.
Aquella música me gustaba, bebí un sorbo del zumo antes de ponerme a bailar como loca, como si estuviese mal de la cabeza. Pero no me importaba, me gustaba bailar y como decían los humanos, desmelenarme.
No había problema por divertirme un rato antes de encontrar lo que le preocupaba a mi capitán, vi como la música iba terminado y no quería que aquello pasase, así que me puse a saltar para que se me viese entre toda aquella gente, que se había interpuesto entre el escenario y yo.

¡Otra, otra! -gritaba dirigiéndome a Crock -¡qué no cese la música!

No sabía si me había escuchado o no, pero al menos lo había intentado, y quién sabe, a lo mejor conseguía que aquel extraño me cantase una canción en privado. Única y exclusivamente para mi.