Conociendo al nuevo revolucionario [Erik y Wisteria] [Pasado]

El ruido del soplete resonaba en la calle. Con cuidado, Erik juntó las dos chapas y pasó el aparato por encima, fundiendo una sobre otra. El resultado, si bien no era perfecto, serviría como un apaño duradero. El mecánico sonrió y se quitó la máscara protectora de la cara, apartándose. Estaba arreglando una pequeña lancha que había sufrido un accidente y tenía un boquete. Sólo faltaba darle una capa de pintura para que no se oxidase, pero eso podía hacerlo después. Se quitó los guantes y el mono de trabajo que se ponía cuando usaba el soplete y lo dejó todo sobre una mesa. Con la frente empapada en sudor, se dirigió a una nevera que tenía en una esquina y sacó una lata de cerveza y una pequeña radio. La conectó a un dial de grabación y salió a la calle, sentándose en una silla frente a su taller. Encendió la radio y abrió la lata con un sonrisa.


Esbozó una amplia sonrisa y se recostó sobre la silla, echando el respaldo ligeramente hacia atrás. Dio un largo trago de cerveza. Aquello sí que era vida. La música sonando de fondo, una suave brisa refrescándolo tras el calor del taller, y una cerveza bien fría en su mano. ¿Podía pedir algo mejor? Tal vez sí, pero no se quejaba. Desde que había llegado a Saint Reia podía vivir a su rollo sin tener a nadie comiéndole la cabeza con lo que debía hacer. No más amos, jefes ni padrastros mandones. Allí podía dedicarse a su pasión y descansar cuando le diese la gana sin que nadie le dijese nada por vaguear un rato. Sin soltar su lata de cerveza, se puso a simular un solo de guitarra, animado. Tanto, que empezó a mover la cabeza al ritmo de la música, olvidándose que su melena estaba aplastada entre su espalda y la silla.

- ¡Ay, joder! Me cago en... - exclamó.

Del tirón que se llevó por su estupidez había hecho un movimiento brusco y se le había caído parte de la cerveza sobre los pantalones. Miro a su alrededor para ver si alguien lo había visto y resopló.

- Y ahora me he quedado sin mi puta cerveza... pff

Se recostó de nuevo sobre la silla, restándole importancia al hecho de tener los pantalones empapados y dejó lo que quedaba de la lata en el suelo, disponiéndose a echar una siesta. Después de todo, a nadie le iba a importar que durmiese un rato.

Erik levantó la mirada y se fijó en que un tipo bastante raro estaba observándole. Este desvió la mirada casi al momento. Parecía alguna clase de pijo metido a macarrilla: pelo rosáceo con un corte irregular, adornos metálicos y ropa extravagante. La clase de tipo con el que posiblemente se hubiese metido en alguna pelea en su adolescencia. Pero no ahora, ya había dejado aquello atrás. Espera, había oído hablar de él... al parecer un marine había desertado y se les había unido no hacía demasiado. Parecía que sí, que era él. Se incorporó con cierta torpeza, dio un ligero bostezo y llamó al novato.

- Así que tú eres el perro del Gobierno arrepentido - dijo con una carcajada - No te ofendas, no te lo digo por mal. ¿Te apetece una cerveza?

Erik era así, un tipo malhablado pero simpático. A pesar de la mala fama que tenía en la isla, estaba bastante más cuerdo de lo que aparentaba. Apoyando los codos sobre sus piernas, se inclinó hacia delante juntando las manos. Tal vez hiciese un amigo aquel día.

- Posiblemente ya hayas escuchado algo sobre mis a esos charlatanes. Erik el loco, me llaman. No les hagas ni puto caso, se aburren y ya no saben qué inventarse - dijo, sonriendo amistosamente.

Cambió de canción en la radio y recogió la lata, dándole un largo trago. Se le acabó casi al momento. Bueno, si el novato aceptaba su invitación aprovecharía para cogerse otra más para él.

Erik lo observó un poco extrañado. ¿A la nevera? ¿Pretendía ir hasta el cuartel a pillar algo? Qué tontería, si tenía él mismo una en el taller. Pero claro, el novato no debía saberlo. Cuando el otro se le acercó y le tendió la mano, se la estrechó con fuerza y firmeza. Parecía un tipo simpático, a pesar de que tal vez era algo tímido de más. Le había decepcionado un poco que no aceptase su cerveza, pero un refresco sí que podía ofrecérselo. Se levantó y se estiró con otro bostezo. Recordó que su padrastro solía regañarle cuando lo hacía, pero a él "se la traía floja", como solía decir.

- No te molestes hombre, que tengo yo aquí una en mi taller. Espérame y te traigo uno.

Entró y se puso a rebuscar en la nevera. No tenía demasiados refrescos, pero alguno había, por cuando le visitaba algún amigo. "Más cerveza para mi" sonrió para sus adentros, humedeciéndose los labios con la lengua. Sacó una lata para él y otra para Wisteria. Cogió también una silla plegable y salió afuera, haciendo malabarismos con dos latas en la misma mano y la silla en la otra. La desplegó y le tendió su refresco:

- Aquí tienes, disfrútalo. Por cierto, Wisteria es un nombre muy largo y chungo, así que te llamaré Wist - dijo, con total naturalidad.

En ese momento comenzó a sonar otra canción en su radio. Sonrió y comenzó a tararear la letra mientras volvía a simular que tocaba una guitarra invisible.


- Este grupo es la caña. ¿Te gusta la música, Wist? - le preguntó, abriendo su lata de cerveza.

En su mente no cabía un no por parte del otro. ¿A quién no le iba a gustar Airon Meiden? Era un grupo brutal con unas letras geniales, un cantante buenísimo y unas composiciones increíbles. Estaba claro, por narices tenía que gustarle.

No tenía muy claro cómo había pasado, pero de repente estaba empapado de refresco. En su mano tenía la lata de Wisteria, mientras que este tenía la suya. Con los ojos como platos y sin creérselo miró alternativamente su lata, la del otro y a su compañero. Este le dijo que el grupo le gustaba y le pidió perdón. Tras unos momentos de incredulidad, sacudió la cabeza sin entender muy bien lo que había ocurrido y dijo:

- No se qué cojones acaba de pasar ni cómo lo has hecho, pero no lo repitas por favor. En fin, ¿mejor olvidamos esto y nos vamos a un bar?

Apagó la música y comenzó a recogerlo todo y meterlo en el interior del taller, lata de cerveza incluida. Entró un momento en la casa y se secó la cara con una toalla, tras lo cual salió y cerró el taller. Se acercó a Wisteria y le dijo:

- Cuéntame algo sobre ti, ¿de dónde has salido tú? Para haber sido perro del Gobierno no tienes la misma pinta de estirado que tienen ellos.

Mientras escuchaba la historia se Wisteria, se puso serio. Se intentó imaginar cómo sería luchar por una causa que cada día te decepcionase más, rodeado de compañeros con los que no tienes nada en común. Sintió un ligero escalofrío. No debía haber sido agradable desde luego. Le dejó hablar, quedándose en silencio mientras jugueteaba con un mechón de pelo. No estaban muy lejos ya del bar. Cuando le mencionó su fruta, sonrió ligeramente y le dio una palmada en el hombro.

- ¡Así que así lo hiciste, capullo! Me metiste un buen susto - dijo con una carcajada - Hemos llegado. En este lugar sirven unas birras de la hostia, y unos pinchos de tortilla acojonantes.

Se acercó a la barra y saludó al camarero estrechándole la mano con firmeza.

- ¿Qué pasa Mike, cabronazo? Una cerveza para mi y un refresco para el novato. Y ponnos un cacho de tortilla.

El otro le devolvió el saludo con énfasis y se fue a coger lo que habían pedido. Erik se acomodó en un taburete y se apoyó en la barra con un brazo, en una posición más bien desmañada y poco elegante. Esperó a que le diesen la cerveza y le dio un buen trago antes de dirigirse hacia su acompañante.

- Mi historia es un poco diferente. Mi viejo era un buen tipo, pero acabó debiéndole pasta a la gente equivocada. Se metió en temas muy turbios y acabó en un callejón con una bala en la cabeza. Entonces yo aun era un crío. Me hicieron trabajar para pagar la deuda, y cuando dejé de ser útil me vendieron como esclavo. Ahí las cosas se desmadraron, digamos que me las ingenié para que mi amo se arrepintiese de haberme comprado. La historia acabó con la casa de ese pijo en llamas. Después de eso estuve una temporada metido en una banda de mercenarios antes de unirme a la Revolución - bebió otro trago de cerveza - Supongo que ahora acabarás más a gusto. Somos buena gente aunque podamos parecer algo chungos al principio. Pero qué te voy a contar, en eso encajas en el grupo - concluyó con una carcajada.

Erik se bebió media cerveza de una vez, tras lo cual eructó sonoramente provocando que parte de la cerveza le volviese a subir por la garganta y le saliese por la nariz. Comenzó a toser con fuerza al tiempo que se reía por lo cómico y absurdo de la situación. Tras un rato de risa tonta en que fue incapaz de parar, se calmó y contestó a la pregunta del otro.

- Pues hombre, principalmente vivir la vida - dijo, limpiándose la cara - Y dedicarnos a las tareas que más nos gusten y mejor se nos den. Yo siempre quise ser mecánico, y aquí no tengo problemas para serlo.

Entonces se dio cuenta de que su compañero no se refería a eso. No tenía claro que se lo había dicho si el tono serio que había adoptado, su mirada o el terriblemente evidente movimiento de cejas, la patada, el codazo y el mortal hacia atrás. Nah, no sería por eso. Además no había habido ningún mortal, eso se lo había imaginado él por aburrimiento. Desde luego debería ser bastante gracioso ver al novat... bueno, ya llegaba de distraerse pensando en las musarañas.

- Además de eso, de vez en cuando nos toca ir de misión a fastidiarle los negocios a algún noble o empresario con intenciones poco honradas, o a evitar que la Marina haga de las suyas. Y ir preparando la Revolución, claro, aunque esa clase de misiones suelen llevarlas a cabo más a menudo en los cuarteles del Nuevo Mundo, claro está. En el South Blue aun no tenemos potencial para expandirnos más, dejando aparte Takenuma.

Tras aquello, la conversación se estancó. Su compañero no parecía interesado en seguir hablando, así que Erik decidió que era hora de volver a su trabajo en el taller. El enorme mecánico vació de un trago la cerveza que le quedaba y se levantó. Se despidió de un gesto del dueño del bar y se dirigió a Wisteria.

- Bueno, novato, nos veremos pronto. A ver cuándo nos toca ir a patear los culos de tus antiguos nakamas. Yo me largo a currar, que tengo unos cuantos cacharros por arreglar antes de que se haga de noche.

Le dio una palmada en el hombre, se comió de un bocado lo que quedaba de su tortilla y salió del local. Se dirigió inmediatamente a su taller. Aquel tipo le había caído simpático, si bien era un tanto rarito. Bueno, si sobrevivía podrían acabar siendo buenos amigos.